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DESCENTRALIZANDO LA HISTORIA: RELATOS LOCALES Y CRUCES CULTURALES EN UN

MUNDO GLOBALIZADO
Author(s): Natalie Zemon Davis and Patricia Muñoz Luna
Source: Historia Social, No. 75 (2013), pp. 165-179
Published by: Fundacion Instituto de Historia Social
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/23496321
Accessed: 30-01-2018 20:42 UTC

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DESCENTRALIZANDO LA HISTORIA:
RELATOS LOCALES Y CRUCES CULTURALES
EN UN MUNDO GLOBALIZADO

Natalie Zemon Davis

En 1403 en El Cairo, el juez Ibn Jaldún realizó las correcciones finales a su Muqaddima,
los Prolegómenos de su Libro de las experiencias, el gran estudio en árabe del carácter y
la historia de todas las civilizaciones. Dos años más tarde, en París, la poeta Christine de
Pizan (Cristina de Pizán) dio los últimos retoques a su Libro de la ciudad de las damas, in
novadora defensa en francés de las cualidades y de los grandes logros de las mujeres del
pasado y del presente. A pesar de tratarse de dos escritores coetáneos y de propugnar la
aplicación universal de sus argumentaciones, sus manuscritos poco tenían en común en
cuanto a los personajes o los acontecimientos estudiados a excepción de Aristóteles. Las
mujeres ilustres de Cristina vivieron sobre todo dentro de los confines de Europa, y las
que no, como la mártir del siglo iv santa Catalina de Alejandría, vivieron mucho antes de
que el Islam hubiera arraigado en Siria y en el Norte de África.1 Ibn Jaldún elogió las astu
tas políticas de la reina bereber Zaynab del siglo xi y aprobaba las habilidades de las co
madronas, pero las mujeres no eran objeto de mención individual en la Muqaddima, ya
fuera para elogiarlas, para describirlas o para vituperarlas.2
A pesar de haber leído sobre filosofía política, Cristina de Pizán no habría oído hablar
de Ibn Jaldún. En la Edad Media se habían traducido algunos de los escritos médicos y f
losóficos de Ibn Sina (Avicena) y de Ibn Rushd (Averroes) del árabe al latín, pero el nom
bre de Ibn Jaldún no apareció por primera vez en una publicación europea hasta mediados
del siglo xvi, y sus escritos no aparecieron traducidos a lenguas europeas hasta el siglo

1 Cristina de Pizán, The Book of the City of Ladies, trad. Earl Jeffrey Richards, ed. rev., Persea Books,
Nueva York, 1998, parte 1, cap. 20, 52-55; parte 3, cap. 3, pp. 219-222.
2 Ibn Jaldún, Le Livre des Exemples, vol. I: Autobiographie, Muqaddima, trad. Abdesselam Cheddadi,
Gallimard, París, 2002. Muqaddima, parte 5, cap. 27, pp. 803-805. Ibn Jaldún, Histoire des Berbères et des dy
nasties musulmanes de l'Afrique septentrionale, trad. Mac Guckin de Slane, ed. Paul Casanova, Librairie Orien
taliste Paul Geuthner, París, 1925-1926, 4 vols; II, pp 271-272. La Historia de los bereberes es la continuación
del Libro de las experiencias de Ibn Jaldún, y con el tiempo formará parte de la nueva traducción de Cheddad
del libro completo desde el árabe. Una figura europea que aparece tanto en La ciudad de las damas como en la
extensa sección histórica del Libro de las experiencias es el rey francés del siglo xm Luis IX. Ibn Jaldún le
menciona en su descripción de la fallida cruzada del rey contra Túnez, y se refiere a él con exactitud como
"santo" ("Sanluwis ibn Luwis"); Cristina de Pizán solo hace referencia a él como hijo de Blanca de Castilla
"que gobernó el reino de Francia mientras su hijo era menor de manera tan noble y prudente como nunca había
sido gobernado por ningún hombre". Bernard Lewis, The Muslim Discovery of Europe, Phoenix, Londres,
1982, pp. 149-150; Cristina de Pizán, City, parte 1, cap. 13, 34, parte 2, cap. 65, p. 207.

Historia Social, n.° 75, 2013, pp. 165-179. 165

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xix. Por su parte, Ibn Jaldún, pese a ser un amante de la poesía y de ser consciente, como
escribió, de que "las ciencias filosóficas estaban floreciendo" al norte del Mediterráneo,
no habría oído hablar de Cristina de Pizán; es más, no podía haber sabido nada de ella,
pues falleció poco después de que ella escribiera y se copiaran sus primeras obras.3 Los es
critos de Cristina jamás se tradujeron al árabe, aunque estoy segura de que La ciudad de
las damas se lee en su traducción al inglés en ciertos cursos que se imparten en la actuali
dad en la Universidad Estadounidense de El Cairo.
Dada la distancia existente entre sus referencias, sus círculos y sus lectores, ¿por qué
yuxtaponer entonces ambas figuras? ¿No pertenecen a mundos distintos? Mi respuesta a
esta pregunta guarda relación con la aparente contradicción de los temas de nuestro simpo
sio de hoy: la historia "descentralizada", pero aun así agrupada dentro de un "mundo glo
bal".

La descentralización afecta tanto a la postura como al objeto de estudio del historia


dor. No se narra la historia del pasado solo desde el punto de vista privilegiado de una par
te del mundo o de las elites poderosas. Aquí el historiador amplía su campo de visión tanto
social como geográficamente e introduce voces plurales en el relato. A pesar de que exis
ten numerosos antecedentes de esta expansión, cuando realmente empezó a llegar por olea
das fue después de la Segunda Guerra Mundial. La primera ola social consistió en escribir
una historia en la que los actores principales eran los obreros o las clases bajas, es decir,
esclavos, sirvientes, campesinos, artesanos, comerciantes, obreros industriales y otros co
lectivos: el menu peuple, en la denominación que se les aplicó en Francia y que yo utilicé
en la década de 1950 cuando comencé con las investigaciones de mi tesis doctoral; "las
clases explotadas u oprimidas" en términos marxistas; las "clases subalternas" según la es
cuela de historiadores sociales de la India en la década de 1980.
La segunda ola social, que comenzó en la década de los 60, sacó a la palestra el tema
de la mujer y el género. Cuando las mujeres comenzaron a participar plenamente en la n
rrativa histórica, las rígidas nociones sobre las estructuras centralizadas de poder se vieron
aún más socavadas por el estudio de los hogares, las familias y la sexualidad, todos ellos
terrenos en los que la relación entre relaciones íntimas y dominación resulta especialmente
inquietante. Incluso las gobernantes mostraban una relación paradójica con el poder.
Si se hace correctamente, esta historia es siempre relacional: la historia de las muj
res incluye a los hombres, la historia de los campesinos a los propietarios y la de los ob
ros a los empresarios. Pero aunque se describa a todas las partes, el historiador descentra
zado puede dejar que los subalternos y sus prácticas y creencias lleven el peso de
narración. A través de la resistencia, la colaboración, el oficio, la improvisación o la buen
suerte, pueden influir en los resultados y en su propio destino.
La oleada geográfica en la descentralización de la historia emergió a partir de pregun
tas surgidas en el estudio de los obreros y de las mujeres, y que también plantearon lo

3 Nancy Siraisi, Avicenna in Renaissance Italy: The Canon and Medical Teaching it Italian Universities
after 1500, Princeton University Press, Princeton, 1987, p. 19 η. 1 en traducciones de Avicena por Gérard d
Cremona (m. 1187) y sus alumnos. Ibn Jaldún, Muqaddima, parte 6, cap. 18 en Livre des Exemples, I, p. 946
Había manuscritos en árabe de la Muqaddima de Ibn Jaldún en la biblioteca de la Universidad de Leyden y e
la biblioteca real de Paris en el siglo xvii, pero parece que el interés por él y por estos manuscritos en Europ
así como sus primeras traducciones a lenguas europeas no surgieron hasta principios del siglo xix. Franz Ros
thal, "Translator's Introduction", en Ibn Jaldún, The Muqaddimah. An Introduction to History, trad. Fra
Rosenthal, Princeton University Press, Princeton, 1967 (2a ed.), 3 vols., I: C-CII, CVIII; Cheddadi, "Redéco
verte d'Ibn Khaldun, en Livre des Exemples, I: LIV-LVI; Lucette Valensi, "La Découverte d'un grand auteur
Europe: le cas d'Ibn Khaldun" (artículo sobre una conferencia de 2008 de próxima publicación). Véase m
166 abajo la n. 16 sobre la primera mención del nombre de Ibn Jaldún en Europa en el siglo xvi.

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movimientos independentistas y poscoloniales de finales del siglo xx. Los estudiosos de la
esclavitud en América insistieron en la importancia del racismo en la experiencia de los
esclavos y en la relevancia de África en cuanto a las prácticas y creencias de estos. Los ex
pertos en las mujeres judías y otras inmigrantes que llegaron a Estados Unidos insistían en
las diferentes experiencias que vivían estos colectivos. Los movimientos feministas euro
peos fueron por derroteros distintos de los norteamericanos, por no hablar de las variantes
de los inicios del feminismo incluso a finales del siglo xvm.
Entretanto, los expertos en el ámbito poscolonial dieron la vuelta por completo a la
historia de las expansiones y de los imperios. No bastaba con describir las políticas de las
naciones conquistadoras o imperiales, las acciones de sus gobernantes, soldados, colonos
y misioneros, o su tratamiento y actitud hacia los pueblos conquistados o colonizados. Ha
bía que otorgar a los propios pueblos voz y acción, mostrar sus reacciones ante los euro
peos, su sufrimiento, su resistencia, el intercambio de conocimientos y objetos, en ocasio
nes sus relaciones íntimas con ellos, y cómo a menudo se desentendían de ellos y
continuaban con su vida. Asimismo, se hicieron esfuerzos por esclarecer la historia de
aquellos pueblos de los que se decía que no tenían memoria de ella, como sucedió con el
uso que hizo Bruce Trigger de las pruebas arqueológicas y de los relatos populares para
narrar la historia de los pueblos wendat de habla iroquesa de la cuenca del río San Loren
zo, o las entrevistas de Richard Price a los custodios del pasado histórico entre los cima
rrones de Saramacca en las selvas de Surinam. Estudios noruegos recientes sobre la histo
ria de los sami han logrado llegar a una reconstrucción similar.4
No obstante, se han realizado alto y claro dos advertencias acerca de esta empresa
histórica. Una de ellas la hizo en 1983 Johannes Fabian: a la hora de describir los encuen
tros con culturas no europeas, los antropólogos e historiadores occidentales no deben con
templarlas simplemente como una versión anterior de la suya propia que hubiera quedado
anclada en alguna etapa histórica anterior. Por el contrario (por poner un ejemplo al que se
pueden enfrentar los historiadores), las monjas ursulinas y las agricultoras wendat que se
encontraron en el patio de la iglesia del convento de Quebec en el siglo xvn debían consi
derarse "absolutamente simultáneas, radicalmente contemporáneas". Una segunda admo
nición provino de Dipesh Chakrabarty en su libro de 2000 Provincializing Europe (La pro
vincialización de Europa), y se dirige no sólo a sus colegas historiadores indios, sino
también a los occidentales. El pensamiento histórico, afirma, ha adoptado el patrón euro
peo como modelo exclusivo de modernización, y otros lugares del mundo han sido descri
tos siempre como si "lo hubieran alcanzado" o "no hubieran llegado aún". Pero Occidente,
insiste, representa solo una de las vías que existen hacia el presente.5
Una segunda oleada geográfica que borró los puntos del centro fijo ha sido la nueva
historia global o del mundo. Aquí de nuevo encontramos antecedentes que se remontan al
siglo xvn, pero en su modalidad actual responde a los acontecimientos de finales del siglo
XX y principios del xxi: el final de la Guerra Fría y la difusión del capitalismo multinacio

4 Bruce Trigger, The Children of Aataentsic: A History of the Huron People to 1660, McGill-Queen's
University Press, Kingston y Montréal, 1987. Richard Price, First Time. The Historical Vision ofan Afro-Amer
ican People, Johns Hopkins University Press, Baltimore y Londres, 1983. Elsie Mundal, "The perception of the
Saamis and their religion in Old Norse sources", en Julia Pentikainen (éd.), Shamanism and Northern Ecology,
Mouton de Gruyter, Berlín y Nueva York, 1996, pp. 97-116; Bj0rnar Olsen, "Belligerent Chieftains and Op
pressed Hungers? Changing Conceptions of Interethnic Relationships in Northern Norway during the Iron Age
and Early Medieval Period", en James H. Barrett (éd.), Contact, Continuity and Collapse: The Norse Coloniza
tion ofthe North Atlantic, Brepols, Turnhout, 2003, pp. 9-31.
5 Johannes Fabian, Time and the Other: How Anthropology Makes Its Object, Columbia University Press,
Nueva York, 1983. Dipesh Chakrabarty, Provincializing Europe. Post Colonial Thought and Historical Différ
ence, Princeton University Press, Princeton, 2000, pp. 6-11 y caps. 1-4. 167

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nal, la reconfiguración del paisaje político y religioso internacional, las nuevas tecnologías
de la comunicación y las amenazas que pesan sobre el clima, las especies y los recursos.
Las publicaciones que han aparecido sobre historia del mundo son geográficamente inclu
sivas, hacen hincapié en la historia de grandes unidades a lo largo del tiempo, como impe
rios políticos o redes comerciales, y en grandes encuentros de personas y formas cultura
les. Se establecen comparaciones entre un espacio geográfico amplio, por ejemplo, en
cuanto a patrones de consumo o movimientos proféticos. Los animales y las plantas, toma
dos en serio como actores históricos, intervienen en la narración junto a los seres huma
nos.

Y sin embargo, a pesar de su compromiso con diversas modernidades, se


do interrogantes acerca de esta nueva historia global -incluso por parte d
quienes la relatan- en torno a si sus categorías y puntos de estudio históricos sig
simplemente occidentales y eurocéntricos, a si no se están teniendo en cuen
la historia social y de género a la hora de describir las interacciones a gran e
vilizaciones, los imperios comerciales y las especies.6 ¿Es la "historia global
nera adecuada de narrar el pasado en un mundo globalizado?

Permítanme ilustrar cómo la "narración de relatos locales" puede ser de


un programa global a través de mi propia evolución hacia la descentralizació
vez que leí La ciudad de las damas de Cristina de Pizán fue en 1951, cuando
últimos años de carrera en la Universidad de Michigan. El profesor titular P
fue quien me recomendó leer sus obras durante un innovador seminario sob
les y de género en el gran texto renacentista El cortesano, de Baltasar de
Hasta entonces jamás había oído hablar de Cristina de Pizán; de hecho, nunc
textos escritos por ninguna mujer de finales de la Edad Media o de principi
na en mis estudios anteriores en Smith College y Harvard.
La defensa que realiza Cristina de Pizán sobre la capacidad de la mujer
esferas de la experiencia humana me sumió en una total sorpresa y deleite.
sus estrategias literarias, escribí el ensayo "Christine de Pisan as a Prototy
fessional Literary Woman"8 (Cristina de Pizán como prototipo de literata
Pero no la elegí a ella para mi tesis doctoral: su proximidad a la corte rea
estuviera suficientemente "descentralizada" para mí. Mi idea consistía en
nuevo punto de vista sobre la Reforma Protestante contemplándola a trav
no de los teólogos y príncipes habituales, sino de los artesanos y, en concre

6 Peter Stearns, Merry Wiesner-Hanks y Kenneth Pomeranz, "Forum: Social History, W


and World History", Journal of World History, 18, no. 1 (marzo de 2007), pp. 43-98.
7 Palmer Throop, especialista en las Cruzadas y en el papado medieval, fue el autor de C
Crusade: A Study of Public Opinion and Crusade Propaganda (1940). En su seminario se r
lectura del Cortesano de Castiglione junto con un texto de su colega de la Universidad de Mic
M. Newcomb, Experimental Social Psychology. Este enfoque multidisciplinar era del todo in
ces, y se vio reforzado por mi intercambio intelectual con mi compañera de graduación, la p
zabeth M. Douvan.

8 Aunque este artículo fue escrito en Ann Arbor (Michigan, EE. UU.) en 1951, se habían impreso
de las obras en verso y en prosa de Cristina de Pizán, incluida una edición de finales del siglo xix de su
(Oeuvres poétiques de Christine de Pisan, ed. Maurice Roy, Firmin Didot, Paris, 1886-1896, 3 vols.) y o
su obra en prosa L'Avision (Lavision-Christine: Introduction and Text, ed. Sister Mary Louis Towner, C
University of America, Washington, DC, 1932). Solo pude acceder a Le Livre de la Cité des Dames en
ducción al inglés impresa en Inglaterra en 1521 (The Boke of the Cyte of Ladyes, trad. Bryan Anslay,
Pepwell, Londres, 1521). Durante mucho tiempo se hizo referencia a Cristina como "de Pisan", y así e
escribí su nombre en mi estudio de 1951. Sin embargo, hace unos treinta y cinco años Susan Groag Bel
168 que a su padre se le llamaba "da Pizzano", y desde entonces los eruditos la denominan Cristina de Pizán.

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presores de Lyon, con sus huelgas, sus procesiones entonando salmos y su orgullo al im
primir la Biblia.
Más o menos en aquella época leí un libro de reciente publicación con fragmentos es
cogidos de la Muqaddima de Ibn Jaldún traducidos del árabe por Charles Issawi, que en
aquella época era un joven profesor universitario de Beirut.9 Tal vez compré el libro por
que había oído decir que Ibn Jaldún se anticipó a la teoría laboral del valor de Karl Marx y
que Muqaddima había recibido elogios por parte de Friedrich Engels. Me cautivó la mane
ra en la que Ibn Jaldún entremezclaba geografía, economía, sociedad y estado, así como su
análisis de las formas de conocimiento y de organización social. Pero por entonces jamás
se me habría ocurrido sumergirme en un estudio del mundo de Ibn Jaldún; por el contra
rio, le situé, junto a Giambattista Vico, Marx y Max Weber, en la categoría de pensadores
importantes asociados en mi mente como lo podrían estar en las páginas de Journal ofthe
History of Ideas, publicación que en aquellos tiempos leía con avidez.
Tuvieron que pasar veinte años para que yo contemplara el estudio de la mujer como
un segundo punto de vista desde el cual hacer historia. Hasta ese momento había escrito
sobre impresores y otros artesanos, maestros calculistas, indigentes urbanos y reformado
res del estado del bienestar. Las mujeres habían hecho breves apariciones en estos estu
dios, pero no habían constituido el centro del análisis. Sin embargo, en 1970 participé en
el movimiento feminista de la Universidad de Toronto y conocí a Jill Ker Conway, pionera
en el estudio de la primera generación de mujeres estadounidenses con doctorados. Co
mencé a ver cómo la perspectiva de género podía ser tan importante como la social a la
hora de examinar, por ejemplo, las estructuras francesas de poder y de cambio religioso en
el siglo. (Otras intelectuales de mi generación y de la siguiente, como Michelle Perrot y
Joan Wallach Scott, siguieron una trayectoria similar, incorporando a su estudio de los tra
bajadores el de la mujer).10
En 1971 empecé a impartir un curso sobre "La sociedad y los sexos a principios de la
Europa moderna", cuyo texto inicial era La ciudad de las damas de Cristina de Pizán.11
Las mujeres ocupaban entonces una parte central de mi trabajo histórico, ya fuera centrán
dome en la esposa de Martin Guerre, en el atractivo de la Reforma Protestante para las
mujeres urbanas o el tema del género en las festividades simbólicas y los levantamientos
populares.12 Asimismo, la cuestión femenina tuvo un papel esencial a la hora de empujar
me hacia otra descentralización, el rechazo a dar prioridad a una única vía o ubicación
geográfica como modelo para evaluar el cambio histórico.

9 Ibn Jaldún, An Arab Philosophy of History. Sélections from the Prolegomena of Ibn Khaldun of Tunis
(1332-1406), trad. Charles Issawi, John Murray, Londres, 1951. Cuando Charles Issawi y yo fuimos colegas en
Princeton muchos años después, le comenté cuánto había disfrutado leyendo esta traducción. Después de impar
tir clases en la Universidad Estadounidense de Beirut, Issawi (1916-2000) enseñó historia económica de Oriente
Próximo en la Universidad de Columbia y después en la de Princeton.
10 Jill Ker Conway, The First Génération of American Women Graduates, Garland, Nueva York, 1987.
Una de las primeras publicaciones de Michelle Perrot fue Les Ouvriers en grève, France 1871-1890, Mouton,
París, 1974; el primer libro de Joan Wallach Scott fue The Glassworkers of Carmaux: French Craftsmen and
Political Action in a Nineteenth-Century City, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1974. Ambas se
acabarían convirtiendo en destacadas figuras innovadoras en el estudio histórico de temas en torno a la mujer y
el género.
11 Entre 1971 y 1982 tuve que mostrar a mis alumnos de pregrado el texto de Cristina de Pizán City ofLa
dies mediante fotocopias de fragmentos destacados procedentes de la traducción de 1521 de Bryan Anslay o a
través de copias mimeografiadas de dichos fragmentos transliterados al lenguaje moderno por mí. Los estudian
tes no pudieron tener acceso al texto íntegro hasta 1982, cuando se publicó la primera edición de la traducción
de Earl Jeffrey Richards de esta obra (véase la nota 1 anterior) -la primera traducción al inglés realizada desde
1521.
12 Natalie Zemon Davis, Society and Culture in Early Modem France, Stanford University Press, Stan
ford, 1975, caps. 3, 5; The Return of Martin Guerre, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1983. 169

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Ya en 1968, Shmuel Eisenstadt concibió la idea de las "múltiples modernidades" a la
hora de comparar la religión europea con la japonesa.13 Para mí, el cambio consistió en es
tablecer comparaciones dentro de la propia Europa. Al examinar la relación de las mujeres
con la Reforma Protestante y la Reforma Católica, vi posibilidades y limitaciones a ambos
lados: el hincapié en la alfabetización en el primer caso, la organización colectiva femeni
na en el otro y la persistencia de cierta forma de jerarquía en ambos. El calvinismo y el ca
tolicismo poseen formas distintas de definir el espacio sagrado y el tiempo sagrado, pero
ambas conectaron con las actividades económicas y los ritmos de la vida urbana en una
ciudad como Lyon. Las diferencias entre las religiones eran importantes, pero se las com
prendía mejor como vías alternativas y en ocasiones equivalentes hacia la "modernidad".14
Con esta idea en mente, a principios de la década de los 90 decidí escribir Women on
the Margins (Mujeres en los márgenes), una reflexión sobre las posibilidades creativas de
vidas transcurridas fuera de los centros de autoridad y de enseñanza superior. A través de
la comerciante judía alemana Glikl Hamel, de la misionera católica francesa Marie de l'In
carnation y de la entomóloga y artista protestante germano-holandesa María Sibylla Me
rian quise retratar tres versiones de la vida del siglo xvn de las mujeres urbanas en Europa
-con sus diferencias en cuanto a su sensibilidad religiosa o sus prácticas laborales-, pero
sin que ninguna de ellas fuera "retrógrada" o estuviera privada de recursos culturales.15
Fue también gracias a estas mujeres, en especial a Marie de l'Incarnation y María
Sibylla Merian, como finalmente me descentralicé de Europa. Mientras escribía sobre las
mujeres amerindias a las que Marie de l'Incarnation trató de convertir al cristianismo en
Quebec, y las esclavas caribeñas y africanas que ejercían de asistentes de Maria Sibylla
Merian en sus estudios entomológicos en Surinam, caí en la cuenta de que tenía que dar
voz a las mujeres no europeas y de que no debían ser meros instrumentos en los logros de
las mujeres de Europa.
Hice lo que pude, pero tenía la sensación de que no era más que el principio. Y la ex
periencia de escribir Women on the Margins cambió mi sentido de mí misma como histo
riadora. No volvería a considerarme "europeísta", sino que sería una historiadora capaz de
cambiar de lugar. Y cuando escribiera desde Europa o desde cualquier otro sitio, siempre
trataría de narrar mi relato, aunque solo fuera como ejercicio mental, a través de los ojos
del resto del mundo. El primer lugar adonde me dirigí en esta nueva empresa fue el norte
de África, lugar de residencia de Ibn Jaldún. Decidí escribir un libro sobre la figura del si
glo xvi a la que los europeos denominaban "Leo Africanus" (León el Africano) y recupe
rarle como el musulmán de lengua árabe Hasán al-Wazzan, que vivió aparentemente como
cristiano durante un tiempo en Italia. Devoto lector de los manuscritos de Ibn Jaldún, al
Wazzan fue el primero en darse a conocer entre los lectores europeos.16

13 S.N. Eisenstadt, The Protestant Ethic and Modernization: A Comparative View, Basic Books, Nueva
York, 1968. El sociólogo Shmuel Noah Eisenstadt recibió el Premio Ludwig Holberg en 2003; él y yo tuvimos
ocasión de hablar sobre temas de interés común durante mis visitas a Jerusalén, y fue para mi un placer especial
mencionar su importante libro en mi charla del simposio de Holberg. Falleció en septiembre de 2010.
14 Natalie Zemon Davis, "City Women and Religious Change", en Society and Culture, cap. 3; "The Sa
cred and the Body Social in Sixteenth-Century Lyon", Past and Present, 90 (febrero de 1981), pp. 40-70.
15 Natalie Zemon Davis, Women on the Margins: Three Seventeenth-Century Lives, Harvard University
Press, Cambridge, Mass., 1995.
16 Natalie Zemon Davis, Trickster Travels: A Sixteenth-Century Muslim Between Worlds, Hill and Wang,
Nueva York, 2006; Faber, Londres, 2007, pp. 103, 106, 132, 317 n. 50. En el manuscrito de 1526 de su gran
obra sobre África, Hasán al-Wazzan hacía referencia a "le Hystorie de li Arabi di Ibnu Calden" y de nuevo a la
"opera de Ibnu Chaldun cronechista". En la edición impresa de la obra La Descrittione dell'Africa, publicada en
1550 y reimpresa en 1554 y en momentos posteriores, su intervencionista editor Giovanni Battista Ramusio
170 omitió la primera referencia, pero mantuvo la segunda como "Ibnu Caldun istorico".

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Mercado de esclavos en Yemen, siglo xm

Vuelvo ahora a mi búsqueda en torno a las formas de escribir la historia en un mundo


globalizado. Quisiera ofrecer dos ejemplos distintos de casos concretos y específicos que
puedan ampliar los límites de la historia. El primero consiste en una comparación directa
entre Ibn Jaldún y Cristina de Pizán, a quienes durante muchos años clasifiqué en lugares
distintos y a los que por lo general los historiadores no consideran como posibles figuras
pertenecientes a un mismo discurso.
Ibn Jaldún y Cristina de Pizán proporcionan versiones alternativas de la vida como
personas de letras residentes a ambos lados del Mediterráneo a finales de los siglos xiv y
xv, cuyas diferencias eran especialmente de género y de tradiciones literarias y filosóficas.
Ambos fueron hijos de padres ilustrados, Ibn Jaldún en Túnez y Cristina en Venecia. Am
bos se trasladaron desde su lugar de nacimiento: Cristina de niña a París, donde su padre
se convirtió en astrólogo-médico del rey de Francia, e Ibn Jaldún se mudó de joven a Fez, 171

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donde se convirtió en canciller del sultán Merinid. No obstante, sus vías de aprendizaje
fueron diferentes, ya que Ibn Jaldún cursó estudios con sus profesores en escuelas de Tú
nez, y Cristina fue instruida por su padre contra la voluntad de su madre, y después, al en
viudar joven, se sumergió en el estudio de las letras francesas, italianas y latinas clásicas.
Ambos estuvieron vinculados a una corte real. Ibn Jaldún fue secretario, asesor, diplomáti
co o jurista en las cortes de Fez, Granada y El Cairo. Por su parte, Cristina era esposa de
un notario real y posteriormente un personaje literario enviudado en las Cortes de Francia
y de Borgoña, encargándosele en una ocasión que escribiera la biografía del fallecido rey
Carlos V.17
Debido a sus dispares actividades, Cristina de Pizán e Ibn Jaldún siguieron cada uno
ritmos diferentes. Cristina escribió ininterrumpidamente durante unos veinticinco años poe
sía y después prosa: un código de conducta para mujeres, tratados sobre conducta militar y
de paz, crítica literaria, historia, una autobiografía y otros textos. Por su parte, Ibn Jaldún
escribió algunos libros iniciales sobre teología, lógica y aritmética, y más adelante otro so
bre sufismo, así como correspondencia diplomática en prosa con rima y poemas ocasiona
les. Sin embargo, se volcó en la composición de la mayor parte de su Libro de las expe
riencias durante tres años de retiro de la actividad política ya cumplidos los 40 años, obra
cuyo voluminoso manuscrito iría revisando y finalizando durante los veinticuatro años si
guientes. En este gran libro depositó gran parte de su aprendizaje: sus reflexiones acerca
de todos los aspectos de las civilizaciones, su historia universal y su autobiografía.
Al crear sus libros dentro de las ajetreadas redes de la cultura amanuense, Cristina de
Pizán e Ibn Jaldún reflexionaron abundantemente sobre el público y el mecenazgo. Para
Cristina se trataba de aspectos fundamentales, pues dado que sin disponer de una herencia
importante y sin ejercer ningún cargo ni en la Iglesia ni en el gobierno, dependía del mece
nazgo para mantenerse a sí misma y a sus hijos. Los lectores a quienes se dirigía eran
hombres y mujeres de la corte real y clérigos instruidos, pero al tratarse de una fémina
-que además lanzó un atrevido mensaje en La ciudad de las damas-, su posición como es
critora era precaria. Si Jean Gerson, canciller de la Universidad de París, la elogiaba como
una "mujer distinguida, masculinamente femenina" (femina insignis, virilis illafemina), su
oponente en una disputa literaria acerca de Roman de la Rose la ridiculizó por su "loca
presunción. Oh, palabras necias que salen de la boca de una mujer para condenar a un
hombre de tan alto entendimiento".18 Así pues, Cristina prestaba gran atención a la preci

17 La bibliografía acerca de ambos personajes es hoy extensa. En el caso de Ibn Jaldún es esencial su Auto
biografía, y aparece incluida en la traducción al francés de Cheddadi del Livre des Exemples (véase la nota 1),
I: pp. 51-248. Otras fuentes sobre la vida y el pensamiento de Ibn Jaldún son la "Translator's Introduction" de
Rosenthal a la Muqaddimah de Ibn Jaldún, I, pp. XXIX-LXXXVII; la introducción de Cheddadi al Livre des
Exemples de Ibn Khaldun, I, pp. IX-LIV; y Aziz Al-Azmeh, Ibn Khaldun in Modem Scholarship. A Study in
Orientalism, Third World Centre for Research and Publishing, Londres, 1981, que incluye una amplia biblio
grafía, y Aziz Al-Azmeh, Ibn Khaldun. An Essay in Reinterpretation, Cass, Londres, 1982; Central European
University Press, Budapest, 2003. Entre los numerosos estudios acerca de Cristina de Pizán, su biografía clási
ca, realizada tras años de estudio, es la de Charity Cannon Willard, Christine de Pizan: Her Life and Work, Per
sea Books, Nueva York, 1984. Pueden encontrarse estudios recientes en Margaret Zimmermann y Dina De
Rentiis (eds.), The City ofScholars. New Approaches to Christine de Pizan, Walter de Gruyter, Berlín y Nueva
York, 1994; John Campbell y Nadia Margolis (eds.), Christine de Pizan 2000: Studies on Christine de Pizan in
Honour of Angus J. Kennedy, Rodophi, Amsterdam y Atlanta, 2000; y Barbara K. Altmann y Deborah L.
McGrady (eds.), Christine de Pizan: A Casebook, Routledge, Londres, 2003.
18 De Jean Gerson a Pierre Col, invierno de 1402/03, citado por Earl Jeffrey Richards, "Christine de Pizan
and Jean Gerson: An Intellectuel Friendship", en Campbell y Margolis (eds.), Christine de Pizan, p. 199. Cita de
Maistre Pierre Col, Chanoine de Paris, en Christine de Pizan, Jean Gerson, Jean de Montreuil, Gontier y Pierre
Col, Le Débat sur le Roman de la Rose, ed. Eric Hicks (publicado por primera vez en 1977; Ginebra: reimpreso
por Slatkine, 1996), p. 100. Cristina encontró consuelo no solo en la apreciación de Gerson, sino también en la res
petuosa mención que le dedicó en la misma controversia el hermano menor de Pierre Col, el secretario real Gon
172 tier Col: "mujer de elevado entendimiento (femme de hault entendement), la señorita Cristina" (23).

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sión y la belleza de sus manuscritos, creando un scriptorium para copiarlos e iluminarlos
en el cual dio trabajo, entre otras artistas, a la "muy estimada" Anastasia ("la gente no
puede dejar de hablar de ella"), y posteriormente enviando los libros a reyes, condesas,
duques y duquesas con halagadoras dedicatorias. Algunas de las destinatarias se veían
mencionadas en un capítulo de La ciudad de las damas entre "las mujeres virtuosas de
Francia".19
Ibn Jaldún también buscaba lectores entre los sultanes y su entorno, así como entre
los eruditos y estudiantes, que acudían en masa a sus conferencias. Aunque mencionó a su
esposa en su autobiografía, no existen signos claros de que la imaginara a ella o a otras
mujeres formando parte de sus lectores.20 Recibió algunas críticas en su tiempo por parte
de hombres celosos de su reputación y tradicionalistas que se oponían a lo que él denomi
naba "una nueva ciencia", pero nadie negó a Ibn Jaldún el derecho a publicar. Aún así, Ibn
Jaldún guardaba cierta cautela. A pesar de romper con la isnad, es decir, la cadena de
transmisión de la sabiduría tan importante en los métodos islámicos de demostración -"He
creado un camino importante", escribió, "un planteamiento original"- elogió a todos sus
profesores e invitó a otros eruditos a "corregir sus errores".21
También le preocupaba profundamente, como durante siglos había sucedido a los es
critores árabes, la exactitud de sus manuscritos: "No existe ninguna copia superior a esta",
escribió en el manuscrito que hizo un amanuense de su Muqaddima. La ilustración carecía
de importancia para él: solo introdujo un diagrama explicativo en dos manuscritos, y un
mapa, copiado de la celebrada geografía de al-Idrisi del siglo χπ, apareció tan solo en el
último manuscrito realizado bajo su supervisión. Pero sí se aseguraba de que sus copistas
utilizaran una caligrafía árabe adecuada a la región en la que esperaba tener lectores. Y la
aprobación de las reglas era para él suficientemente importante como para dedicar escritos
a los sultanes de Túnez, Fez y El Cairo.22
Al detenerme en un único momento y en dos vidas innovadoras situadas a ambos la
dos del Mediterráneo, he tratado de ampliar el marco geográfico y cultural en el que los
historiadores suelen reflexionar acerca de la producción y la circulación del conocimiento.
He procurado no dar prioridad ni al entorno cristiano europeo ni al musulmán norteafrica
no, y he presentado la experiencia de las mujeres como alternativa en lugar de situarla por
detrás de la del hombre. (Quizás las aventuras amanuenses de Cristina eran más imaginati
vas).

Una segunda manera de potenciar la conciencia global del historiador sin perder por
ello su aprecio por los relatos concretos consiste en centrarse en los casos de cruces cultu
rales.
Para ello, abandonemos el Mediterráneo de finales de la Edad Media y sus patrones
de comunicación ilustrada y trasladémonos al mundo de la esclavitud en el Atlántico y el

19 Willard, Christine, pp. 44-47; John Laidlaw, "Christine and the Manuscript Tradition", en Altmann y
McGrady (eds.), Christine, pp. 231-249. Se han identificado tres amanuenses distintas en los cincuenta manus
critos existentes realizados en el scriptorium de Cristina; todos ellos llevan signos de correcciones suyas, y se
cree que ella misma era una de las tres copistas. La iluminadora Anastasia en City ofLadies de Cristina, parte 1,
cap. 41, p. 85; "damas virtuosas de Francia", parte 2, cap. 68, pp. 212-214, incluida la reina Isabel de Baviera,
que había encargado un manuscrito, y Valentina Visconti, duquesa de Orléans, a quien obsequió con otra obra.
20 Ibn Jaldún, Autobiographie en Livre des Exemples, 1, pp. 95, 170.
21 Ibn Jaldún, Livre des Exemples, I, pp. XXXVI, pp. 8, 10, 255; muchas páginas de la Autobiografi'a están
dedicadas a describir y elogiar a sus profesores (1, pp 59-82). Al-Azmeh, Ibn Khaldun. An Essay, 107-119.
Chase F. Robinson, Islamic Historiography, Cambridge University Press, Cambridge, 2003, pp. 15-16, 36, 102.
22 Ibn Jaldún, Livre des Exemples, I., pp. 1293-1296 (citado en 1296), 1393-1397. Ibn Jaldún, Muqad
dimah, I, pp. XCI-XCIV, 109 n. 43. Ibn Jaldún también entregó una copia como obsequio (waqf ) a la biblioteca
de la gran madraza al-Qarawiyyin de Fez (Robinson, Islamic Historiography, p. 185). 173

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Caribe del siglo xvm, tema sobre el cual versan mis investigaciones actuales. Haré un segui
miento de las prácticas africanas de adivinación, detección y salvación tras cruzar el Océano
Atlántico y de cómo se utilizaron o transformaron dichas prácticas en las comunidades mix
tas de esclavos de América, especialmente en la colonia holandesa de Surinam.23
Aquí nuestras primeras fuentes son los recuerdos de los propios esclavos y exescla
vos, como Olaudah Equiano, y las crónicas publicadas por los observadores europeos del
África occidental: Giovanni Antonio Cavazzi, misionero capuchino en los reinos del Con
go y Angola en el siglo xvn; Willem Bosman, agente durante 14 años para la Compañía
Holandesa de las Indias Occidentales a finales del siglo xvii y principios del xvn; Lude
wig Ferdinand R0mer, agente de ventas de la Compañía Danesa de las Indias Occidentales
y de Guinea en Christianborg (Accra) en la década de 1740; el capitán del barco negrero
británico del siglo xvni William Snelgrave; John Atkins, médico de un barco negrero, y
otras personas.24
A lo largo de toda la costa de Guinea y de los reinos del interior de África, siempre se
acudía a los dioses para la adivinación, la detección y la salvación -no al dios de las altu
ras que reinaba de manera más distante sobre todos, sino a uno del panteón de dioses me
nores que respondían, el voudun, el orisha, que gobernaba en las esferas del mar o del
aire, o bien se hallaban personificados en un tipo especial de árbol o de serpiente, o conec
tados más íntimamente a un espíritu ancestral. La vara del adivinador encerraba la presen
cia del dios, una vara de madera rellena de tierra, aceite, huesos, plumas, pelo y otros obje
tos imbuidos de un aura divina. Al consultar a un sanador sobre una enfermedad o una
herida, el suplicante descubría lo que quería el dios para curarle (una oveja, un cerdo,
o ropa) y depositaba sus ofrendas. Al mismo tiempo, el sanador dispensaba medicam
tos: zumos, hierbas, resinas, raíces o cortezas adecuados. Según Willem Bosman, estos
medios resultaban eficaces:

23 Algunos libros que relatan las prácticas y creencias africanas y su uso y transformación en América son:
Sharla M. Fett, Working Cures. Healing, Health, and Power on Southern Slave Plantations, University of
North Carolina Press, Chapel Hill y Londres, 2001; James H. Sweet, Recreating Africa. Culture, Kinship, and
Religion in the African-Portuguese World, 1444-1770, University of North Carolina Press, Chapel Hill y Lon
dres, 2003; José C. Curto y Paul E. Lovejoy (eds.), Enslaving Connections. Changing Cultures of Africa and
Brazil during the Era of Slavery, Humanity Books, Amherst, NY, 2004; Toyin Falola y Matt D. Childs (eds.),
The Yoruba Diaspora in the Atlantic World, Indiana University Press, Bloomington e Indianápolis, 2004; Linda
M. Heywood y John K. Thornton, Central Africans, Atlantic Creóles, and the Foundation of the Americas,
1585-1660), Cambridge University Press, Cambridge, 2007; Jason R. Young, Rituals of Resistance: African At
lantic Religion in Kongo and the Lowcountry South in the Era of Slavery, Louisiana State University Press, Bâ
ton Rouge, 2007.
24 The Interesting Narrative of the Life of Olaudah Equiano, or Gustavus Vassa, the African Written by
Himselfse publicó por primera vez en Londres en 1789; aquí estoy utilizando la novena edición, publicada en
1794; Olaudah Equiano, The Interesting Narrative and Other Writings, ed. Vincent Carretta, Penguin Books,
Londres y Nueva York, 2003. Un estudio sobre las pruebas que confirman que Equiano nació entre los igbos de
lo que ahora es el sureste de Nigeria se encuentra en James Sweet, "Mistaken Identities? Olaudah Equiano,
Domingos Alvares, and the Methodological Challenges of Studying the African Diaspora", American Histori
cal Review, 134 (2009), pp. 279-281, 301-304. Giovanni Antonio Cavazzi, Descriçâo Histórica dos Très Rei
nos do Congo, Matamba e Angola, trad. Graciano Maria de Leguzzano, Junta de Investigaçôes do Ultramar,
Lisboa, 1965, 2 vols.; Istorica descrizione de Cavazzi se publicó por primera vez en Bolonia en 1687. Willem
Bosman, A New and Accurate Description of the Coast of Guinea, Divided into the Gold, the Slave, and the
Ivory Coast... Written Originally in Dutch... and now faithfully done into English, James Knapton and Daniel
Midwinter, Londres, 1705; el libro de Bosman tuvo una primera edición en holandés en Utrecht en 1704.
Ludewig Ferdinand R0mer, A Reliable Account ofthe Coast of Guinea (1760), trad. Selena Axelrod Winsenes,
Oxford University Press, Oxford, 2000; el libro de R0mer fue publicado por vez primera en danés en Copenha
gue en 1760. William Snelgrave, A New Account ofSome Parts of Guinea, and the Slave Trade, James, John,
and Paul Knapton, Londres, 1734. John Atkins, A Voyage to Guinea, Brasil, and the West-Indies; In his
174 Majesty's Ships, The Swallow and Weymouth, Caesar Ward and Richard Chandler, Londres, 1735.

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Las hierbas verdes, el principal remedio utilizado entre los negros, son tan maravillosamente efica
ces que es muy lamentable que ningún médico europeo se haya dedicado a descubrir su naturaleza y
sus virtudes.25

A los adivinadores se les convocaba también en las primeras fases de la investigación


de asesinatos, aunque la familia de la víctima no estuviera segura de quién lo había perpe
trado.26 Si se sospechaba de envenenamiento en una muerte, el adivinador preguntaba al
cadáver en el funeral si había habido juego sucio. Si la respuesta era afirmativa, el espíritu
del muerto instaba a los hombres que transportaban el cadáver a bajarlo y en ocasiones les
obligaba a correr hasta la casa del envenenador.27
La inocencia o culpabilidad de los acusados de un delito -robo, adulterio, asesinato,
envenenamiento, secuestro o brujería- se determinaba mediante la prueba del adivinador.
Para ello se realizaban tres grandes pruebas, cuyo uso se extendía por toda la costa de Gui
nea e incluso más allá en distintas modalidades. Delante del dios, presente a través de la
vara del adivinador, el acusado ingería una bebida especial (R0mer mencionaba que co
mían una pasta especial) y el adivinador le aplicaba un poderoso ungüento; a continua
ción, el acusado invocaba al dios de la muerte si era culpable. (Es obvio el margen de que
disponía el adivinador a la hora de preparar la bebida y el ungüento, ya que llegaba a la ce
remonia informado mediante una investigación preliminar sobre el delito). En otra prueba,
el acusado tenía que introducir el brazo en el gran caldero de agua hirviendo del adivina
dor para recoger una piedra o una concha de cauri. Si el acusado era culpable, el brazo se
ulceraba. En una tercera prueba, el adivinador pasaba una pluma de gallo por la lengua del
acusado; si se podía desprender con facilidad, era inocente. Aquí de nuevo podemos ver la
potestad de que disponía el adivinador a la hora de decidir si el objeto a introducir en el
agua caliente iba a ser pesado o ligero, la temperatura del agua o el tamaño o la forma de
manejar la pluma del gallo.28
Una vez establecida la culpabilidad, el rey y su consejo de grandes hombres, un go
bernador regional o el jefe local y sus asesores dictaban sentencia. Se podía aplicar la pena
de muerte en casos de asesinato y de crímenes atroces, como la brujería, pero en ningún
caso era algo habitual. Las penas más frecuentes eran el establecimiento de multas, la de
volución de los bienes o de las personas robadas o los pagos indemnizatorios. Y si dichas
formas de restitución no se realizaban debidamente y sin tardanza, la pena preferida a lo
largo del siglo xvrn consistía en vender al culpable a un tratante europeo de esclavos para
que se lo llevara a América.
Estos eran los recuerdos que traían los africanos consigo a su vida como esclavos, y
los esclavos de origen africano seguían siendo mayoría en las plantaciones caribeñas en el
siglo xvm. Estos supervivientes de la travesía del Atlántico pasaban a ingresar en socieda
des con regímenes disciplinarios desconocidos y enormemente punitivos establecidos por
sus amos blancos, y experimentaban contrastes culturales con los europeos y con los afri
canos de otras lenguas y orígenes étnicos: diferencias en cuanto a los nombres de los dio
ses, las reglas para casarse y muchos otros aspectos. La comunicación se hizo posible en
Surinam mediante la creación del lenguaje criollo, en su mayor parte obra de los propios

25 Bosman, Description, Carta 13, p. 225.


26 He tratado el tema de la detección, el juicio y el castigo de los delitos en los estados de la costa africana
de Guinea y entre las comunidades de esclavos de Surinam en un amplio estudio con abundantes referencias a
fuentes de información y comentarios, "Judges, Masters, Diviners: Slaves' Expérience of Criminal Justice in
Colonial Suriname", de próxima aparición en Law and History, 29: 4 (Noviembre de 2011).
27 Bosman, Description, Carta 10, p. 148; Equiano, Narrative, pp. 42-43.
28 Cavazzi, Descriçâo, I, pp. 102-106, 109; Bosman, Description, Carta 10, 149-150, Carta 21, pp. 450
452; Atkins, Voyage, pp. 52-53; R0mer, Account, pp. 100-101. 175

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esclavos, y denominado por aquel entonces Neger Engelsche y en la actualidad sranan,
que incorporaba vocabulario inglés y africano sobre un sustrato africano (el criollo de los
esclavos de las colonias danesas, cuyo vocabulario era diferente, se denominaba Negerho
llands).29 Conocido entre los amos y capataces de Surinam lo suficiente como para dar ór
denes, el sranan se difundió de boca a boca entre los esclavos y sus hijos hasta convertirse
en el idioma en el que se llevaban a cabo numerosas actividades vitales, como la adivina
ción, la detección y la sanación.30
Aparecieron sanadores por todas las plantaciones de Surinam, y los adivinadores, de
nominados Lukuman o Granman y Gran Mama, emergieron en plantaciones de todos los
tamaños.31 Unos habían nacido en África, y otros (especialmente más avanzado el siglo
xviii) en Surinam. Estos hombres y mujeres ya no tenían la posibilidad de curárselo todo
entre ellos, como en África: además, cada plantación disponía de su propio equipo médico
con instrumental quirúrgico, y en ocasiones se llamaba a un médico para que examinara a

29 Christian G. A. Oldendorp, History of the Mission of the Evamgelical Brethren on the Caribbean Is
lands of St. Thomas, St. Corix, and St. John, ed. Johann Jakob Bossard, trad. Arnold R. Highfield y Vladimir
Barac, Karoma Publishers, Ann Arbor, 1987, cuarto libro, cap. 9.
30 Eithne Β. Carlin y Jacques Arends, eds., Atlas of the Languages of Suriname, KITLV Press, Leiden,
2002. Natalie Zemon Davis, "Creóle Languages and their Uses: The Example of Colonial Suriname", Histori
cal Research, 82 (Mayo de 2009), pp 1-17.
31 Jan Jacob Hartsinck, Beschryving van Guiana, of de Wildekust, in Zuid-America, Amsterdam, 1770;
176 edición en facsímil S. Emmering, Amsterdam, 1974, p. 904.

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un esclavo. Pero en general se permitía que surgieran sanadores de esclavos, con una res
puesta mixta por parte de los médicos de los colonos, como veremos en su momento, pero
aún así sin los controles que ejercía la profesión médica en Europa contra los denomina
dos "empíricos" y curanderos. De hecho, en el inventario de la plantación figuraba un sa
nador-partero para los esclavos.
La farmacopea de los sanadores surinameses se trasladó desde África en la medida de
lo posible, y también se enriqueció mediante el intercambio con los indígenas caribes y
arahuacos y mediante los descubrimientos realizados en la flora local. Sus tratamientos
iban acompañados de invocaciones a los dioses, y la muerte de un paciente podía achacar
se, como en África, a un envenenador hostil. El soldado escocés John Gabriel Stedman,
durante una misión militar en Surinam, no tenía sino elogios para la bebida con especias
que le había dado una sanadora y que le salvó de una fiebre alta después de que casi le ma
tara la pócima prescrita por un médico del ejército, y a Stedman no le importó que la mu
jer "diera gracias a su propio dios" a su manera. Por el contrario, el instruido médico judío
David Nassy, descendiente de una de las primeras familias de colonos de Surinam, ridicu
lizaba las adivinaciones de los sanadores negros para diagnosticar y su uso indiscriminado
de ciertas clases de hierbas y especias. No obstante, con todo y con eso, Nassy afirmó que
había negros con un conocimiento notable de las plantas medicinales de Surinam y que
habían realizado curas capaces de sorprender a los médicos.32
Uno de ellos era el célebre Lukuman Quassie, reverenciado como vidente y sanador
por negros de todo Surinam, y descubridor de una corteza capaz de hacer bajar la fiebre
alta. (Un colono sueco envió una muestra de ella a Linneo, el cual la denominó Lignum
Quassiae). Otro era el Granman Soadé, que tenía una cura para el tétanos neonatal, enfer
medad que afectaba a numerosos bebés negros en Surinam; por más que lo intentó, Nassy
jamás consiguió averiguar el secreto de Soadé para la cura. Entretanto, a un médico euro
peo que pasó varios años en Surinam una sanadora negra le permitió observar la curación
con éxito de un adulto que padecía tétanos: comenzó con una escarificación y aplicando
sanguijuelas, para después aplicar repetidamente compresas calientes de agua y aceite in
fundido con plantas locales. Tal vez esta mujer hubiera adoptado el remedio de las sangui
juelas de la medicina blanca, ya que no aparecen mencionadas en las descripciones de la
época sobre las sanaciones de la costa de Guinea.33
La transmisión y la transformación de las prácticas de detección criminal resultaban
más difíciles que las de la sanación debido a que, en principio, cualquier delito que come
tiera un esclavo era investigado, juzgado y castigado, ya fuera por sus amos o por los ca
pataces en la plantación o en los tribunales coloniales. No obstante, los esclavos se las
arreglaron para establecer su propia justicia penal. Los adivinadores eran esenciales en

32 John Gabriel Stedman, Narrative of a Five Years Expédition against the Revolted Negroes of Surinam.
Transcribed for the First Time from the Original 1790 Manuscript, ed. Richard Price y Sally Price, Johns Hop
kins University Press, Baltimore y Londres, 1988, p. 278; John Gabriel Stedman, Narrative ofa five years expé
dition against the Revolted Negroes of Surinam, in Guiana on the Wild Coast of South America from the year
1772 to 1777, J. Johnson, Londres, 1796, 2 vols., I, pp. 343-344. David Nassy, Essai historique sur la colonie
de Surinam, Paramaribo, 1788 [sic para Hendrik Garman, Amsterdam, 1789], 2 vols., II, pp. 64-69.
33 Hartsinck, Beschryving, p. 906; Stedman, Narrative (1790), pp. 581-584; Stedman, Narrative (1796), II,
pp. 346-348; Frank Dragtenstein, "Trouw aan de Blanken": Quassie van Nieuw Timotibo, twist en strijd in de
18de eeuw in Suriname, KIT Publishers, Amsterdam, 2004; Natalie Zemon Davis, "Stedman's Suriname Book
in Sweden", en Kenneth Johannsson y Marie Lindstedt Cronberg (eds.), Vanskap over Granser. En Festskrift
till Eva Ôsterberg, Fôrfattarna, 2007, pp. 85-86. Nassy, Essai, II, pp. 71-72; David Nassy, "Discours... Présenté
à la Société Philosophique de Philadelphie... le 20 Fevrier 1794", 4 n. 6 (Filadelfia, American Philosophical So
ciety, Archivos, 20 de febrero de 1794). Philippe Fermin, Traité des maladies les plus fréquentes à Surinam, et
des remèdes les plus propres à les guérir, Jacques Lekens, Maastricht, 1764, pp. 96-97. 177

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este proceso, y con ellos los esclavos que gozaban de prestigio y autoridad en la planta
ción, el caporal negro -el ningre bassia, como se le denominaba en sranan- y otros hom
bres y mujeres destacados. El caporal negro por lo general había nacido en Surinam, y
aunque era llamado por el supervisor, tenía que contar con un fuerte apoyo entre los demás
esclavos para poder tener éxito. Debía combinar la habilidad política de un jefe africano,
aprendida de su padre o de los esclavos de origen africano de la plantación, con los cono
cimientos de un nativo sobre lo que había que decir a los amos blancos. Como decía un
caporal blanco a sus colegas en Surinam, "Nunca confiéis en un caporal negro, pues su so
lidaridad no está con el personal de la plantación, sino con los esclavos".34 Las otras figu
ras prestigiosas de la plantación eran artesanos cualificados, como carpinteros, toneleros,
cocineras, tejedoras y costureras. Tanto si habían nacido en África como en Surinam, to
dos ellos disponían de canales de comunicación con los amos blancos, especialmente las
mujeres.
Junto con los adivinadores, estos hombres y mujeres arbitraban disputas e impartían
justicia entre los esclavos.35 Según he podido constatar, una comunidad de esclavos con un
mínimo de coherencia prefería encargarse primero de sus propios delincuentes antes de
decidir si los entregaba o no a los amos blancos o a los tribunales. Un método esencial en
este sentido consistía en controlar la información que llegaba al supervisor blanco, al amo
y a su esposa, que vivían aparte de los esclavos y cuyos conocimientos de sranan eran li
mitados.
Cuando se hacía una acusación de insulto, robo o lesión física, especialmente de en
venenamiento y brujería asociada, comenzaban las prácticas de detección. En caso de
muerte con sospecha de envenenamiento, la prueba africana de transportar el cadáver era
una posible forma de encontrar al autor: se describió su existencia en ciertas plantaciones
danesas y británicas, y los misioneros pertenecientes a los Hermanos Moravos dieron fe de
su uso en Surinam.36 Los procedimientos de detección y de determinación de la culpabili
dad en Surinam introducían variaciones con respecto a los africanos. En el kangra, tal
como se denominaba en sranan, se impregnaba la lengua del acusado con una poción a
base de una hierba especial, y después se pasaba por ella una pluma de pollo. Si pasaba fá
cilmente por la lengua, la persona era inocente; de lo contrario, culpable. "Mi sa da ju kan
gra" "Quiero hacerte la prueba de kangra" era como empezaba la acusación. La prueba
del juramento y la bebida y la inmersión del brazo del acusado en el caldero de agua ca
liente del adivinador eran otras formas de demostración utilizadas en Surinam y en la cer
cana Brasil.37 Los adivinadores siempre buscaban información previa sobre las personas y

34 Alex van Stipriaan, Surinaams Contrast. Roofbouw en Overleven in een Caraïbische Plantagekolonie
1750-1863, KITLV, Leiden, 1993, pp. 276-283 (cita, 277).
35 Aquí trataré de diseccionar los tribunales de esclavos de Surinam a los que también hacía referencia un
colono en Jamaica: "En muchas de las haciendas los jefes se erigían a sí mismos en una suerte de tribunal de
justicia que se reunía y dictaminaba en privado, y sin conocimiento de los blancos, sobre todas las disputas y
quejas de sus compañeros esclavos", citado por Dennis Forsythe, "Race, Colour and Class in the British West
Indies", en A. W. Singham (ed.) The Commonwealth Caribbean into the Seventies, McGill University Centre
for Developing-Area Studies, Montréal, y Howard University Committee on Caribbean Studies, Washington
DC., 1975, p. 21. Para obtener una visión completa y referencias a pruebas archivísticas, véase Davis, "Judges,
Masters, Diviners".
36 Johannes Andreas Riemer, "Riemers Mitteilungen über die Freineger und ihre Sitten und Gewohnhei
ten", en Firtz Staehelin (éd.), Die Mission der Brüdergemeine in Suriname und Berbice im achtzehnten Jahr
hundert, C. Kersten for the Missionsbuchhandlung in Hermhut, Paramaribo, 1913, 3 vols., III, parte 2, pp. 267
268. Equianao, Narrative, pp. 42, 245 η. 69.
37 Christian Ludwig Schumann, Saramaccanisch Deutsches Worter-Buch (1778), publicado en Hugo
Schuchardt, Die Sprache der Saramakkaneger in Surinam, Johannes Müller, Amsterdam, 1914, p. 76. Riemer,
"Mitteilungen", en Staehelin, Mission, vol. 3, parte 2, pp. 265-266. Nassy, Essai historique, II, pp. 69-70. Sweet,
178 Recovering Africa, pp. 120-123.

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las acusaciones, y, al igual que en África, esto orientaba sus decisiones en cuanto al tipo de
poción de hierbas empleado, al tamaño del objeto introducido en el caldero y a la tempera
tura del agua.
El juicio, como indico, lo llevaba a cabo el caporal negro junto con otros hombres o
mujeres destacados en una especie de réplica del consejo de jefes con sus consejeros de la
costa de Guinea, aunque aquí con un mayor protagonismo para la mujer. En caso de robo
era poco probable que el castigo consistiera en latigazos, como habría hecho el amo, sino
en alguna forma de compensación, es decir, adaptando las prácticas africanas a Surinam:
entregar productos de su huerto, una prenda, un brazalete o tabaco. Sin embargo, el enve
nenamiento era mucho más grave. En África, como hemos visto, podía castigarse con la
muerte o con la venta como esclavo. En Surinam, los tribunales lo castigaban con senten
cia de muerte. En ese caso, los esclavos podían entregar al envenenador incontrolable a las
autoridades blancas para que fuera castigado.
¿Existe algún indicio de que la justicia de los esclavos adoptara los procedimientos
utilizados en los tribunales de Surinam? La tortura para obtener confesiones era ajena a las
prácticas africanas, y cuando los tribunales surinameses torturaban a los esclavos, estos
rara vez se derrumbaban. En cuanto a los testimonios, en ocasiones se interrogaba a los es
clavos en casos relacionados con personas libres, pero dicho testimonio nunca era admisi
ble ante un tribunal.38 Así pues, los esclavos tenían poco que adoptar de la justicia penal
del Antiguo Régimen, y además podían seguir con el kangra.

He ampliado la Ciudad de los Eruditos para incluir a Cristina de Pizán y a Ibn Jaldún
entre sus muros y he seguido el recorrido de las plantas medicinales y de las plumas de ga
llo en su travesía por el Atlántico y su reutilización o adaptación en Surinam. Espero que
esto nos muestre algo nuevo acerca de las vidas de los escritores y la creación literaria, así
como de la esclavitud, la sanación, la justicia penal y la resistencia y la improvisación hu
manas. "Una de las ventajas de los últimos tiempos", escribe Erik Pontoppidan, exobispo
de Bergen, en su Prefacio al relato de Ludewig Ferdinand R0mer sobre la costa de Guinea,
"es que los habitantes del mundo se conocen entre sí ahora mejor que antes". La violenta
crónica de R0mer sobre la vida africana llevó a Pontoppidan a justificar la esclavitud en
las Indias Occidentales como una situación mejor para los africanos, siempre y cuando no
se separara a familias entre sí, sus amos fueran amables y se les acercara más a Dios a tra
vés del Cristianismo. Me agrada pensar que Frederik Svane, en tiempos capellán del casti
llo de la Costa de Oro danesa de Christianborg y posteriormente maestro en la hacienda de
Ludvig Holberg en Dinamarca, extrajo relatos de su madre africana para proporcionar a su
anfitrión historiador un retrato más equilibrado de la vida africana que el de R0mer.39
De hecho, el intercambio directo transfronterizo entre eruditos constituye una de las
mejores formas de descubrimiento en los tiempos globalizados de ahora. Fui testigo de
ello en un reciente congreso de expertos procedentes de África, Europa y Norteamérica
sobre Relatos de la esclavitud.40 Y es posible que eso mismo suceda cada vez más en la
historia del libro y de las tecnologías de la comunicación, donde aún predominan los plan
teamientos evolutivos occidentales. Entretanto, quisiera mostrar mi agradecido recuerdo a
la memoria de Ludvig Holberg, que hoy nos ha permitido cruzar la Tierra y reunimos para
desairar la descentralización.
Traducción de Patricia Muñoz Luna

38 Para encontrar un debate completo acerca de estos temas y referencias a fuentes jurídicas y archi
cas, véase Davis, "Judges, Masters, Diviners".
39 Erik Pontoppidan, "Foreword: to the Reader", Copenhague, 1760 en R0mer, Reliable Account, 5,
Sobre el mulato Frederik Svane, pp. 72, 72 η. 130.
40 "Tales of Slavery", congreso celebrado en el New College de la Universidad de Toronto del 20 al 2
mayo de 2009, que reunió a eruditos y escritores de África, Europa y Norteamérica. 179

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