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Toulmin y colaboradores (1984) definen la argumentación como “la actividad total de

plantear pretensiones, ponerlas en cuestión, respaldarlas produciendo razones, criticando


esas razones, refutando críticas, etc.” EL acto de argumentar es inherente a la capacidad
humana de razonar y de recurrir a razones mediante las diversas formas del lenguaje para
justificar sus acciones y decisiones ante otros.

Se recurre a la argumentación dependiendo de la situación o problema que se deba abordar,


estos pueden ser muy variables, sin embargo, el argumento, base del acto de argumentar,
tiene una estructura bien conocida y una clasificación debido a la posibilidad que se
presenta de encontrar coincidencias fundamentales en la argumentación sea cual sea el
problema o situación que se aborda y al rol que desempeña quien argumenta en la situación,

En base a lo anterior, enfocaré el presente ensayo al análisis de las estructuras y


clasificaciones de los argumentos y su función en la argumentación.

En primera instancia se debe entender el correcto significado de lo que es un razonamiento


y un argumento: el razonamiento se debe entender como una actividad mediante la cual se
manifiestan las razones y la forma en que estas apoyan las intenciones de quien las expone.
Un argumento en cambio puede considerarse como un conjunto de razonamientos
encaminados a un fin particular en beneficio de las decisiones o puntos de vista de quien
argumenta, lo cual a su vez conduce a una interacción entre otra o varias personas con las
que se debate y se intercambian otros razonamientos.

Partiendo del análisis estructural de los argumentos se pueden distinguir dos modelos de
argumento según Manuel Atienza (2005):

La primera división en el análisis de los argumentos viene en dos enfoques, el primero


analiza un argumento en sus elementos y estructura, la función de esos elementos y su
forma de relacionarse (modelo simple). Este es sin duda un enfoque desde un punto de vista
más objetivo, tomando la figura del argumento como un todo y descomponiéndolo en sus
elementos para comprenderlo de una forma sistemática.

El segundo enfoque en la clasificación de los argumentos implica su fuerza (modelo


general), entendiéndose como la intensidad del argumento presentado de acuerdo a la
situación en la que se desenvuelve la argumentación. Esta característica en algunos casos es
considerada como un apoyo a las pretensiones de quien argumenta.

El modelo simple de análisis de los argumentos distingue cuatro elementos principales en


un argumento: La pretensión, es el objetivo final de la argumentación y también el punto
desde el que se inicia. Las razones deben ser el factor convincente para apoyar la
pretensión, es decir, los motivos, hechos o pruebas que sustenten el argumento inicial. Las
garantías son enunciados, leyes, experiencias o reglas que justifican y dan validez a las
razones. Por último, el respaldo consiste en los conceptos fundamentales que dan
coherencia y seguridad a las garantías.

Evidentemente estas estructuras no son únicas en un proceso de argumentación y cada una


de ellas puede presentarse de diferentes formas en cuanto a extensión o diversidad.

El modelo conocido como general aborda el análisis de los argumentos tomando en cuenta
su fuerza, lo cual implica que, en lo correspondiente a los elementos antes mencionados, se
tome en cuenta el factor de la certeza y los grados de certeza. Este modelo aborda la
posibilidad de que la argumentación presente debilidades lo cual la hace refutable mediante
las variaciones inherentes a la circunstancia en especial en la que se encuentren los
individuos enrolados en la dinámica ya que los elementos de la argumentación siempre se
encuentran relacionados entre sí.

Además de las clasificaciones en modelos para su análisis, los argumentos se han


clasificado en tipos, los cuales dependiendo del enfoque del autor son considerados
dependiendo de ciertas variaciones específicas y situaciones en las que se presentan;
algunos de los tipos de argumentos son los analíticos, substanciales, formal y no
formalmente válidos, que utilizan garantías, que establecen garantías etc.

La argumentación es un proceso complejo y por lo tanto es difícil que se consiga de forma


correcta en la totalidad de los casos, lo cual da origen a lo que se conoce como “falacia”.
Sin necesidad de ser intencionadas, se incurre en una falacia cuando no se argumenta
adecuadamente por deficiencias en las razones o los razonamientos, falta de garantía en las
suposiciones o presentación de pretensiones ambiguas.
La argumentación es un proceso de comunicación y de socialización cotidiano en distintos
ámbitos y niveles sociales. Ya sea en el contexto jurídico o en una conversación casual, la
interacción humana implica un constante uso y manipulación constante de los elementos
que conforman un argumento.

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