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Las lenguas de la historia: contestación a un ciudadano de la academia

Marcel Añez-Valentinez

“Las épocas viejas nunca desaparecen completamente y todas las


heridas, aun las más antiguas, manan sangre todavía.”

Octavio Paz “El laberinto de la soledad”

Introducción

Aquel que mira a la historia, está parado bajo la Torre de Babel. Incapaz de direccionarse,
de situarse, de hallarse, ha de encontrar a los otros para encontrarse consigo mismo. En ese
desorden de gente que va y que viene, él, no puede ubicarse solo, pues nos ubicamos en
comunidad. El espacio, es esencialmente espacio vacío y sin coordenadas. La coordenada
es ante todo una convención, una coordenada no está en el espacio, se halla en los sujetos o
mejor dicho en la relación que hay entre ellos. El sujeto ante la historia, ha de acercarse a
otro, comunicarle su situación, cuestionarlo, y esperar una respuesta. Este otro, debería
saber donde se encuentra él mismo, para que al darle respuesta a la inquietud de su
interlocutor, no se halle también consciente de la confusión vital de saberse perdido. El
sujeto que mira a la historia, tiene dos problemas increíblemente complejos: encontrar a
“los otros” y que estos se comuniquen con él.

Qué ver, a quién dirigirse entonces, son las preguntas inmediatas luego de la confusión
inicial. Sucederá lo que usualmente pasa, imitará los comportamientos de los otros para
calmar la implacable incertidumbre. Al seguir a los otros nos encontraremos en aquel
espacio que denominamos “lugares comunes”. Este sujeto, preguntará por alguien, dirá un
nombre y obtendrá una rápida respuesta. Seguirá las indicaciones, hasta que luego de hablar
con suficientes personas, ya sepa mucho del nombre pero jamás lo haya tenido cerca. Tarde
será cuando caiga en cuenta, de que es más difícil buscar un objeto “demasiado conocido”
que uno que ninguna persona haya visto jamás. Algunos de estos objetos “demasiado
conocidos” suelen estar dentro del campo histórico. Sin embargo la historia no se da como
una piedra en una habitación de paredes blancas y cuadradas. Cuesta creer que incluso que
“se da”. Antes pareciera encriptada, escondida. Hay que buscarla entonces.

En esta Torre de Babel, los otros nos pueden hablar desde muy lejos. La palabra escrita es
un medio poderoso para ello. Pero solo saber que es palabra, no la traduce, ni nos muestra
su secreto. La clasifica, sí, separándola del resto de los entes del mundo que han ido
creando los hombres. Los otros objetos dicen algo, solo que muy poco: qué son, para qué
son; en todo caso un número limitado de posibles respuestas a la pregunta de su existencia.
Sin embargo la palabra no. La palabra está pidiendo quien la escuche, y siendo su origen
otro sujeto, todas las posibilidades de él, pasan a ser, posibilidades de ella. Benedetto
Croce, el gran historiador italiano, dijo que la Ilíada es la prueba de que en el momento
originario, la literatura y la historia eran una sola. La “voz de todo un pueblo poetizador”. O
de otra forma, su memoria creadora. De manera que, la historia le debe su forma a la
palabra. Eso equivale a que los a priori de la legua son los a priori de la historia. Por
ejemplo su condición de ser a la vez, un objeto simbólico y un objeto social – y más que
social, comunitario.

En nuestra Torre de Babel, pequeño campo de la realidad, se han apilado miles de voces,
algunas muy lejanas. Sin embargo, ya sabemos que las palabras pretenden pasar por las
cosas, esta pretensión no tiene nada de pasiva, es violenta, se vuelcan unas sobre otras
reclamándose un bien muy preciado: la legitimidad del lector. Estos dioses en la tierra
desean que los humanos crean en ellos, de otra manera no tendría sentido su existencia. Los
hombres han creado a las palabras, ahora estas se levantan contra ellos y reclaman
reverencia. Sin embargo, desde la Ilíada hasta Don Quijote, ha pasado mucho tiempo. Para
Carlos Fuentes el lenguaje homérico, en donde todo estaba en el mismo plano de lo real,
valga decir: los dioses y los hombres, el pasado y el presente; fue sustituido por el lenguaje
cervantino. Don Quijote dice Carlos Fuentes “habla la lengua de la épica, Sancho Panza: el
de la picaresca”. Ahora hay lenguajes. Para Carlos Fuentes si Penélope y Ulises se
entendían, ahora Madame Bovary y su marido, Ana Karenina y el suyo, ya no van a
entenderse otra vez. Estamos en la modernidad: la era de las lenguas.

La comunidad se ha transformado. A la homogenización de la comunidad mercantil de la


villa medieval, se le ha enfrentado la heterogenización del mediterráneo. La polis griega, y
el feudo comparten una condición interna, ambas defienden su identidad desde la
homogeneidad de sus partes integrantes. Esa convivencia entre iguales, se disuelve -a la
caída del imperio romano de oriente- no en otra multiplicidad de particularidades, sino en
una totalidad mayor que la absorbe. El mercado es el que va a permitir que ello suceda. El
mercado no es privativo de la modernidad, existió desde antes que los clanes de familia
intercambiaran entre sí sus bienes, en los pretéritos tiempos de la humanidad. Solo que este
nuevo mediterráneo les permite a los hombres de distinto origen y lengua estarse juntos.
¿Qué lenguaje van a hablar? el del dinero, o mejor dicho, el dinero que es la mercancía por
antonomasia, va a hablar por ellos. Así, la convivencia de: los moros, los cristianos y los
judíos, desde que los musulmanes invaden la península ibérica en el 711, preparará el
campo para el advenimiento del nuevo mundo.

Es por ello, que Don Quijote, está facultado para hablar su propio lenguaje, distinto al de
los demás, y eso no es una amenaza real a la comunidad, ésta ha encontrado un lenguaje
mayor, capaz de comprender a todos los otros. Al texto ahora se le han sobrepuesto y
yuxtapuesto otros textos. Sigue transitado por una unidad, pero ésta se ha reconstruido de
manera aun más compleja. El autor le sigue proporcionando ésta lejana conciencia de
unidad. Él, es menos un dios constrictor y cada vez más un dios ausente. Solo que esta
ausencia en realidad es una máscara que facilita un doble juego, es una forma de esconder
su egotismo, que en la unificación de los dispares, al verse amenazada su identidad, pasa a
la ofensiva. El autor reclama su derecho por autoridad. El texto es propiedad del autor, pero
la palabra es propiedad de todos. De tal manera que la historia ha quedado justo en medio
de la pugna por la propiedad. Es allí donde se revela su sentido más complejo: además de
encontrarla y traducirla, ahora hay que disputarla.

La distancia entre el lenguaje medieval de la épica y la novela, es, lo que nos interesa en
este punto: “la épica, significa, normatividad, escritura única y lectura única” 1. Al arribo de
nuestro Don Quijote, la escritura pierde su índice que la refiere como contenido de lo real.
A la salida al mundo, a buscar aventuras, del caballero de la triste figura, las novelas de
caballería dejan de tener sentido, y la palabra se convierte de esta manera, no en el espejo

1FUENTES, Carlos: Cervantes, o la crítica de la lectura. Biblioteca de Estudios Cervantinos. Alcalá de Henares,
1994. (p. 59)
del mundo, sino en una cosa más en él. Sobre Don Quijote, Dostoyevski decía que era el
libro más triste de todos. No es acaso el caballero de la triste figura, quien sale al mundo a
realizar la epopeya y solo se encuentra con el desengaño. El verbo perdió con Don Quijote
su primigenia verdad. El lenguaje de Dios, ya no será el lenguaje de babel, del que todas
las lenguas provienen y que las contiene a todas, ahora solo será uno más. Desplazándose
lejos de esta visión lineal, el discurso de la modernidad, se volcó luego del siglo XVI lejos
de los rimeros de textualidad, que apilaban lo real en un orden que guardaba una relación
ontica, para establecer un nuevo orden. Este último, lejos de significar la centralidad, sin
más de la palabra, significo un nuevo ordenamiento de esta. La retirada que anuncia
Foucault del lenguaje como reflejo del mundo, de pasar “del centro de los seres para entrar
en su época de transparencia y neutralidad” 2. Es lo que va a disociar a la ciencia de la
historia. Ello explica, primero, porque la historia, al encontrarse a mitad de camino, entre lo
literario, y lo científico, va a encontrar, en el romanticismo del siglo XIX, un nicho para su
cultivo, que la va a proteger de los embates de la acelerada tormenta del progreso.

En tanto lo moderno no es la superación lineal de lo anterior, va llevar sellado dentro de sí,


el legado de las marcas del pasado, y arrastrará su origen. Es por ello, que pareciera que si
la historia se ha divorciado de la literatura, solo ha sido posible pagando el precio de
arrastrar tras de sí un secreto índice que la ata a la épica. Los héroes de la épica son iguales
al texto en el que están contenidos, son unívocos, se saben receptores de un destino
manifiesto. Los héroes de la novela moderna, son culpables de las desviaciones de su
destino -La Celestina, Don Quijote. Pero la historia no sigue a la novela, que es la
novedad, sigue a la épica, el destino no puede ser voluntad humana, tiene que seguir siendo
voluntad divina. Desconocida para el hombre de a pie.

La historia tiene el grave problema de dejarse enmascarar como un genero de literatura de


no ficción. Para Todorov: “El hecho histórico, que a primera vista es puro dato, se revela
enteramente construido”3. Con lo cual el autor, siempre pequeño dios arbitrario, dispone
realidades. Solo que la literatura es un dialogo con la utopía –un no-lugar- que deja en claro

2 FOUCAULT, Michel: Las palabras y las cosas, una arqueología de las ciencias humanas. Siglo XXI. Argentina,
1968. (p. 62)
3 TODOROV, Tzvetan: Teorías del Símbolo, Monte Ávila Editores, Caracas, 2014.
y anticipadamente que si bien está emparentada con la realidad, no es una forma de esta; no
la sustituye. Luego, lo que preocupa, es que al hablar de historia todas las cartas no estén en
la mesa. Podríamos, de esta manera, asistir incautos a un malévolo teatro de marionetas,
que pretenden pasar por “recreaciones”. La trampa hipertextual de la “recreación” histórica
es una fantasía del resguardaor de lo sabido con la cual legitima la autoridad de la
representación. El hacer histórico, como cualquier otra acción humana que se repite, tiende
a generar, en la medida en que se desarrolla, elementos que le son de hecho nocivos a su
propio desenvolvimiento. Por ahora solo tomaremos dos de ellos en cuenta. La historia
parece ser un salto divino de teletransportación mental al pasado. El chamanismo del
resguardador de lo sabido le permite llamar a una ventana mágica donde se recrea el
pasado. Por otro lado, las facilidades que presenta el objeto de estudio del pasado, les
permiten a los iniciados, minimizar lo visto, con la excusa de enfocar mejor la mirada sobre
los objetos más elementales. Es así como se elaboran la historia de los acontecimientos y
las biografías. Tomar un acontecimiento mínimo y contar el decurso de su recorrido; de
cómo llegó a ser lo que siempre estuvo destinado a ser; de cómo el objeto se desplazó del
punto A hasta el punto B, porque la divina providencia así lo dispuso. Es la trampa de la
que el historiador no suele dar cuenta. El hecho de que el objeto central de su estudio ya
haya dado todo el recorrido de su existencia facilita mucho las cosas, pues ya no le toca
enfrentar el fantasma de su porvenir.

Lo moderno pretende romper con el fetiche de la antigua tribu. Pero el sujeto moderno
atrapado en la palabra, termina por confundir lo sucedido con la representación de la
voluntad de la palabra. Como si esta caminara por sí sola, y jamás hubiese salido de la boca
de un hombre. Que los historiadores de la antigüedad se cuestionen sobre la pluralidad o
singularidad de uno o muchos Homero-autor, no es una respuesta que le corresponda a la
arqueología, sino a la arqueología de los saberes. La unidad, que en la Ilíada era
unanimidad entre la lectura y la escritura, se rompe por una fragmentación, que luego se
recompone en un estado distinto. Pero este no es un estado abstracto, sino concreto, en
tanto es una nueva totalidad que se configura para contener a lo real. Al reclamar cada
autor, reconocimiento para sí, se ha convertido en propietario de su producción simbólica.
Sin embargo, la historia y la palabra en la que se inscribe, solo pueden existir como
propiedad de la comunidad.
El papel político de la interpretación histórica, ha quedado desnudado ante nosotros. La
mejor manera de descubrir a un resguardador de lo sabido, no es preguntarle ¿Cuándo
cayo Troya? Sino ¿Cuándo va a caer? La historia es una tentación constante a lo humano.
El saber que otras realidades se esconden en esta, es una insinuación a develarlas. Saber
que existieron alguna vez unas murallas muy altas y fueron derribadas, hace que cualquiera
que mire desde las sombras un muro imponente, se sienta al menos, con esperanzas. El
pasado es una gríngola del presente siempre, pues no hemos venido al mundo, nos han
venido. Todo presente se siente obligado.

Sin embargo, si hay una característica irónica en todo esto, es que los historiadores
modernos -tomemos por el ejemplo a los que se han dedicado a historiar la revolución de
independencia hispanoamericana- esmeran sus cuidados en perfeccionar los “vicios”
contra los cuales se han originado las rupturas de la modernidad; rupturas que dan
nacimiento a hechos como la misma independencia hispanoamericana. Les pasa lo que le
pasó a Velázquez retratando a la familia real, quedan atrapados en el rimero de lo textual y
lo contextual. Solo que, a Velázquez, a Descartes o a Cervantes, aquello no les sucede por
accidente, como si les pasa a los accidentados y minúsculos resguardadores de lo sabido.
Velázquez introduce al espectador en la obra, haciendo del espectador un nuevo observado;
Descartes introduce las condiciones del conocimiento en el sujeto que conoce, el cuerpo y
el alma de la escolástica medieval, quedan superados en una sustancia distinta: la res
cogitans; Cervantes hace otro tanto con los leguajes múltiples, que son a la vez una forma
del olvido. De esta manera, no inauguran la modernidad, pero esta hallará en ellos su forma
más acabada. Nuestro resguardador de lo sabido, no ha de poder relatar la historia como
algo en lo que él mismo no esté involucrado. Quiere ser un dios presente en la creación,
pero ausente en el desarrollo.

El óbice que dificulta la labor del historiador, es exactamente aquel que le sirve de telón de
fondo: la representación del tiempo lineal sobre la cual trabaja. El tiempo lineal como
figura de representación –una figura que es enteramente propiedad de la modernidad
capitalista- adquiere en este periodo un halo de “transparencia y neutralidad” que no había
tenido antes. Con ella, se abre una brecha de separación entre los productores de la historia
y los consumidores de la misma. Bolívar Echeverría denomina este proceso de
redimensionamiento de la logocentralidad occidental por la modernidad capitalista, como el
“ciframiento/des-ciframiento (producción /consumo) de las significaciones practicas”4 de la
experiencia vital de los sujetos. En el tiempo lineal, propio del mecanicismo newtoniano, ya
no es necesario que la historia sea un hacerse de los sujetos que participan en la comunidad,
sino que estos son hechos desde afuera por ella. En el largo camino que hemos recorrido,
desde “la voz del pueblo poetizador” hasta la modernidad, la historia ha ganado en
objetividad lo que ha perdido en exterioridad, y por lo tanto en la enunciación de un
discurso de la realización de las posibilidades de los sujetos. Al perder la palabra su
capacidad para guardar dentro de sí lo real, se ha escindido la relación entre la emergencia
de la historia, y los consumidores de esta historia exterior y completamente realizada;
dentro de ello, el papel de los resguardadores de lo sabido se ha fracturado, a la vez que se
rompió la univocidad del texto.

Es también en este momento donde la historia moderna, le comienza a cantar a la


constitución de la nación. En su libro sobre las teorías y versiones de la Revolución
Francesa5 Francois Furet da cuenta de que los temas de “Clovis y las invasiones francas”
fueron candentes hasta la llegada de la revolución. Para Furet, 1789, marca el hito de la
nacionalidad, y por tanto de la direccionalidad de las intenciones de la historiografía. Pero
no solo se trata de que se traslade la piedra de toque de identidad étnico-nacional, digamos,
al ámbito de la modernidad capitalista, como re-fundación de las sociedades modernas. Es
que este salto es en sí mismo el punto central de todo el pensamiento moderno: la constante
promesa por el futuro. Poco importa a estas alturas que se deje de cantar a los reyes, para
cantarle a las republicas a finales del siglo XVIII; la historia se había constituido, ya desde
el primer momento de la modernidad, como el relato de los vencedores. En ello se realiza
su carácter logocrático, en tanto exageración del logocentrismo propio de la civilización

4Echeverría, Bolívar: Discurso crítico y modernidad ensayos escogidos. Ediciones desde abajo. Colombia,
2011.( p 82)
5 Furet, François: Pensar la Revolución Francesa. Petrel, España, 1980.
occidental, que produce el efecto de “fundamentar la política sobre bases religiosas” 6. La
sustitución del rey por la republica, implicó un re-acomodo de lo superficial y fenoménico
del mundo político, mas no altero sus condiciones estructurales de existencia. El historiador
de la historiografía, no va a poder reencontrar en la palabra lo que ésta ha perdido, pero el
reclamo de autoridad va a desembocar en un andamiaje cerrado del corpus del código de
ciframiento. Ausentes ya, las características intertextuales de la épica, el cifrador del código
del texto histórico ha de establecer un lazo de empatía con los vencederos. Solo que siendo,
los dominadores del presente, descendientes de los vencedores del pasado, la empatía con
unos favorece a los otros.

La historia de los vencedores, que a primera vista pareciera que se refiere al relato de la
victoria, revela su sentido oculto, y aún más tenebroso. En la lucha de la historia, tras el
carro del vencedor se arrastra el botín. Este se refiere, según Walter Benjamin, a “el
patrimonio cultural”7. No es la simpatía con el vencedor, en su estricto carácter sentimental,
es que, el vencedor a de determinar aquello que es lo real, pues apropiarse de la cultura, es
apropiarse de la realidad que habita el sujeto.

La historiografía del siglo XIX, va a traducir los objetos de la historia, como fetiches con
vida propia. Estos objetos, plenos de voluntad caminan ente nosotros. Sin importar cuán
lejos haya quedado su fecha de defunción, habitan en sus templos, construidos enteramente
para que se los adore. El culto al fetiche del pasado tiene en los resguardadores de lo sabido
a sus sacerdotes más esforzados. Sacerdotes y oráculos, ellos y solo ellos, están iniciados en
el oscuro ritual de la traducción de la voz del fetiche. Apropiados con las voces del pasado,
los sacerdotes pueden asegurarse de tener la clave del futuro. Paradójicamente, es el futuro
y no el pasado lo que les interesa. Ser el traductor de la voz, lo hace dueño de las
posibilidades de la emergencia de la historia.

La total falta de envidia de todo presente por su futuro, es lo que Walter Benjamin va a usar
para significar la idea de que, la felicidad en la que fundamos nuestros deseos, no viene
dada de la esperanza en el futuro. De hecho, en Benjamin, la promesa del futuro formulada

6 Echeverría, Bolívar: Discurso crítico y modernidad ensayos escogidos. Ediciones desde abajo. Colombia,
2011.( p. 83 )
7 BENJAMIN, Walter: La dialéctica en suspenso: Fragmentos sobre historia. LOM ediciones. Traductor:
Oyarzún Robles. Santiago, 2009. (P. 43) Tesis VII.
por el progreso material de la sociedad moderna, es un fetichismo, que luego será
representado en otros ordenes cualitativos de la sociedad, como el campo del historiador de
la historiografía. Es en el pasado en cambio, donde el historiador del materialismo va a
buscar la idea de felicidad: “Una felicidad que pudiera despertar envidia en nosotros la hay
solo en el aire que hemos respirado.”8 De qué otra manera, podríamos envidiar una
felicidad que no conocemos.

Los símbolos de la historia parecen a la vez contenedores de dos rostros distintos: uno
fabuloso y sagrado; y otro profano y terrenal. Los resguardadores de lo sabido cultivan esta
confusión. Pues ella invita al juego de adorar al fetiche, sin dejar lugar a dudas de su poder
terrenal. Con lo cual, siempre dioses paganos, están facultados para asaltarnos y tomarnos
por sorpresa en cualquier momento. La fetichización de la historia no convierte al hecho en
mito. Por un lado ya sabemos que el “hecho” pétreo y trascendente, es enteramente leído y
construido. Lo anterior condiciona entonces, a que la maniquea oposición epistémica entre
tradición y modernidad pierda sentido, en tanto el mito es una forma de explicación
racional fundada en base a símbolos.

II

Como de lo que versa este texto, que trata de un texto, es de comienzos, preguntas y
búsquedas, queda descartada toda promesa de finales, respuestas y encuentros. De hecho
esto es lo preocupante cuando habla el historiador del historicismo. Pareciese que se parte
de un lugar, para dar un largo rodeo sobre sí mismo, y decir ¡les presento el pasado “tal cual
ha sido”9! Eso es justo lo contrario de lo que el historiador real pretende que suceda. Un
texto que trata de un texto, debe exponer las madejas de hilos narrativos, para que al des-
hilar, no se intente usar la trama como red de pesca de paseantes incautos. En su célebre
análisis de las Meninas de Velázquez, Foucault afirma que “la relación de la pintura con el
lenguaje es una relación infinita”, con lo cual no queda reducido la una a la otra, sino

8Op. Cit., p 39 Tesis II Walter Benjamin


9 “Describir el pasado tal cual ha sido” es la tarea que Leopold von Ranke (1795-1886) le asigna al
historiador. cf. En BENJAMIN, Walter: La dialéctica en suspenso: Fragmentos sobre historia. LOM ediciones.
Traductor: Oyarzún Robles. Santiago, 2009. (P. 41)
abiertas todas las posibilidades. Más aun podríamos decir lo mismo de la relación del
lenguaje, con el lenguaje.

Los más de 327510 documentos escritos por el propio Bolívar o con la mediación de
amanuenses, conforman el corpus de un pensamiento vivo. De la carta dirigida a su tío
“Señor Don Pedro Palacios y Sojo” fechada en Vera cruz –México- el 20 de marzo de
1799, hasta su testamento en Santa Marta en 1830, las palabras exudan por doquier vapores
de vida, compleja y contradictoria. Son una obra, en la que las posibilidades de
interpretación son infinitas. Lejos de ofendernos por las variaciones múltiples que puede
adoptar esta relación del corpus de la obra escrita de Bolívar, con la interpretación de
cualquier otro, hay que ver en ello el fenómeno del regreso de la historia a su lugar natural,
su lugar en la comunidad. A su sitio en la interioridad de los sujetos, que participan en su
construcción y no en su des-ciframiento exterior, finito y acabado. Lejos de los panteones y
los oráculos, la verdadera historia, no participa del carnaval como máscara y traje de época,
es la puesta en juego de las voluntades de los sujetos de las que emerge el propio carnaval.
No se puede reclamar o solicitar el resguardo de los códigos de cifrado/des-cifrado del texto
histórico -que es el lugar simbólico por excelencia de la historia- se debe dejar que ella sea
construcción libre de los sujetos. La prueba de la validez de este argumento, es que la
ortodoxia de los códigos de cifrado/des-cifrado en su momento de aparición en la historia
de occidente, fueron una explosión de voluntad creadora contra las fuerzas asfixiantes del
poder señorial, don quijote contra lo real. Solo podrían reclamar autoridad sobre la
emergencia de la historia, aquellos que han olvidado todo lo que a ella le deben.

Bolívar es en tanto símbolo, el paroxismo de los enredos de la textualidad. Como personaje


real, ha dado un largo camino hacia su literaturización. A la inversa de Don Quijote,
Bolívar ha salido de la realidad, escapando hacia la fabula cada vez más abierta y
transparente. El ensayo de Miguel de Unamuno “Don Quijote Bolívar”11 es la prueba por
antonomasia de ello. Funda Unamuno la escuela del verbo fácil, nostálgico y vacio, en

10 Francisco Pividal afirma que “Bolívar escribió 3275 cartas, dos constituciones, cientos de leyes, decretos,
brindis, artículos de periódicos, proclamas y manifiestos, etcétera.” En PIVIDAL, Francisco: Bolívar,
Pensamiento precursor del Antimperialismo. Fondo Intergubernamental para la Descentralización FIDES,
Caracas, 2006. ( p, 230)
11 Unamuno, Miguel: “Don Quijote Bolívar”. En Bolívar. (Comp.) Manuel Trujillo. Fundación Ayacucho.
Caracas, 2012.
donde lamentablemente ha naufragado poco más de un siglo de historiografía, que
pudiendo ser crítica e interesante se ha devaluado a sí misma, a esa región desértica donde
las dunas dibujan lujosos oasis de espejismos. Don Quijote, se encuentra en algún momento
con el fantasma de su literalidad, que fuerza la realidad para adquirir una sustancia material
en la que existir. De esta forma, se encuentra dentro de la novela, con el libro que es él
mismo. Bolívar en cambio, se va desdibujando de su materialidad, para convertirse en
personaje literario.

Don Quijote Bolívar, es en el fondo, una de las fantasías más grandes que se han armado
alrededor de la historia bolivariana, a la que muchos se han prestado a dar continuidad, sin
siquiera aplicar en su lectura un mínimo de carácter crítico. Es un desorden de adjetivos, en
los que nada se salva del naufragio del barco de la historia, en las profundas y oscuras
aguas de la fabula. Tomemos por ejemplo un fragmento donde Unamuno dice: “Él
(Bolívar) hizo la guerra puede decirse que solo, sin Estado Mayor, a lo Don Quijote. La
humanidad que le seguía –humanidad y no mero ejercito- era su Sancho”12. Desde esta
frase se puede vislumbrar la ceguera hispánica de Unamuno. En esta sola frase ha borrado
de un tirón a todo el partido continental de la independencia americana 13. De tan soberbia
estructura, que fue él mismo, el génesis de la multiplicidad de partidos, que nacieron en los
años de la guerra de Independencia: federalistas, centralistas, santanderistas, monárquicos-
liberales como San Martin, republicanos, etc.; cómo ignorar tanta multiplicidad política,
que además se volvió en contra de los intereses del propio Bolívar en un momento dado.
Este partido continental, fue de tal magnitud en lo militar que Bolívar, ni siquiera participa
en las batallas decisivas contra los últimos reductos españoles en América, como

12 Op. Cit, .p 4.
13 La categoría parido continental de la independencia americana ha sido tomada de la obra de la Dra. María
Elena Lovera, que haciendo un análisis político de la historia de la balcanización de la colonia
hispanoamericana desarrolla esta idea: “(...) en la última década del siglo XVIII -en nuestra opinión- se forjó,
a partir de una vanguardia ilustrada que fue decantándose paulatinamente, una vanguardia política pro
independentista que se organiza progresivamente políticamente en núcleos primeros embrionarios con
pretensiones continentales a mediano o largo plazo, en ambos lados del Atlántico; y que tiene como
propósito fundamental quebrar la subyugación colonial y sustituir el orden que la sustenta, con un nuevo
orden independiente. Ambos objetivos correlativos, exigían de dicha vanguardia impulsar, lo más
rápidamente que las condiciones objetivas permitiesen, la construcción de un partido continental que, a su
vez, se constituyese en la herramienta fundamental para alcanzar ambos logros.” En LOVERA MACHADO,
María Elena: “El debate Integración Vs. Disgregación continental y la América Latina hoy”. Universidad
Simón Bolívar. Decanato de Estudios de Posgrado. 2012. (inédito) p. 357.
Ayacucho. Pues su Estado Mayor disgregado, por toda la República de Colombia y en el
bajo y alto Perú, no solo llevaba a término la guerra de independencia, sino también la labor
de construcción de toda una nueva sociedad, pues la anterior había sido casi extinta por los
fuegos del enfrentamiento. Es difícil en extremo, ver a Sancho Panza buscar su ínsula, en
las figuras de Francisco Antonio Zea Díaz, Antonio José de Sucre, Santander, Tomas
Mosquera, Juan Germán Roscio, Antonio Muñoz Tébar, Bernardo Monteagudo o Antonio
Nariño. Lo que para algunos sería una “vanguardia ilustrada” de un partido de alcance
continental, que desmonta la estructura político-administrativa del imperio español en
América, para Unamuno es un gentío que está buscando un ínsula que habitar.

La semilla de Unamuno germino en una tierra, que se había estado preparando desde hacía
décadas, para alimentar las fabulas más dispares. Fue a Antonio Guzmán Blanco, a quien
correspondió, cual Constantino, instaurar la religión de la republica. En un decreto del 18
de noviembre de 1872, El Ilustre Americano destino a todos los pueblos a tener su plaza
Bolívar y a todas las oficinas públicas a colgar el cuadro del Libertador. Mary Floyd14 al
analizar la época de predominio de Guzmán Blanco, encuentra que en este periodo la
política estuvo determinada por un auge de “Centralización”, y la Economía por una idea
de “Desarrollo” liberal. Los gobiernos de Guzmán Blanco se van a caracterizará, sobretodo
en el septenio por una centralización Fiscal, que deriva en dependencia político-económica
de los Gobiernos Estadales al Gobierno Nacional. Y esta centralización fiscal, es condición
necesaria de la centralización política, pues esta no se hubiese dado sin las condiciones
logradas a partir de las reformas impositivas y de redistribución de los ingresos del Estado,
en la forma conocida como partidas estatales o situado constitucional. Esta era una forma
de atar a los jefes regionales al poder central, y esto no es otra cosa que la puesta en
práctica de una tesis política. La disgregación del territorio nacional y la ausencia de un
mercado interno, debilitaban todo intento de gobernar esta nación, de manera que si en lo
político y lo económico va a privar la unanimidad, no lo será menos en el código en el que
se inscribe la historia. De tal manera que es Guzmán Blanco, el que va a solicitar un canon
histórico que corresponda con los nuevos criterios de unidad nacional, y es en este periodo

14FLOYD, Mary B. “Política y Economía en los Tiempos de Guzmán Blanco Centralización y Desarrollo”. en
Política y Economía en Venezuela (1810-1991). Fundación John Boulton. Caracas 1992.
en donde se van a editar por primera vez, ampliar o reeditar, las obras cumbre de la
historiografía bolivariana del siglo XIX.

Toda la producción simbólica alrededor del culto republicano-liberal ha girado en torno a


objetos específicos, como la presencia de Bolívar en el panteón, que es una iglesia católica
reconvertida en 1875 a templo republicano o las estatuas en las plazas centrales; sin
embargo el corpus de la obra escrita de Bolívar, es cuerpo de un pensamiento, si bien
impreso y reimpreso, copiado, plagiado, parafraseado, incluso mercadeado en esos
souvenirs que llaman graciosamente “pensamientos del libertador”, es el reflejo de la
existencia de un Bolívar que se cuenta así mismo. Guzmán Blanco convierte a Bolívar en
moneda nacional. Al igual que nuestro mediterráneo del siglo XV, el dinero comunica a los
sujetos, y la mercancía que es el bolívar adquiere acá una doble y compleja existencia. El
código bolivariano va a ser la lengua que nos comunique, y el corpus de la obra escrita de
Bolívar ya no puede ser tomado desde afuera -objetiva y exteriormente- de este canon,
porque todos hemos nacido dentro de la comunidad que él es.

Ahora tenemos claro, que más que Don Quijote, a la historia le importa es Cervantes. Aquel
Cervantes, espectador del reinado de Felipe II, de la batalla de Lepanto, y del concilio de
Trento, aquel que concibe su lugar en la modernidad a partir del juicio a la épica medieval.
Lejos hemos ido desde las lecturas que caminan sobre la letra para ir a parar a los meandros
de la lectura oblicua, aquella que reconoce a la verdad, no en su sentido judeocristiano de
revelación, sino en su sentido hegeliano como proceso. Los escritores de la cofradía de
Unamuno y su San Bolívar-Quijote muerto y fabulado, no han caído en cuenta de que el
caballero de la triste figura, solo es una forma más que toma Cervantes como sujeto-
discurso, cuando se vuelca sobre el mundo -al igual que sus otros personajes; que hay un
solo Miguel de Cervantes, y es en la cabeza de este donde caben muchos quijotes y no al
contrario. Hemos necesitado dar este largo recorrido por nuestra Torre de Babel, para
demostrar dos cosas. Primero, que encontrar a la historia significa leer un código que es
compartido; y segundo, hay que alejarse de la tentación de creer que la palabra contiene a la
cosa. De la anterior se desprende que si se quisiera hacer un “Nueva lectura” de cualquier
documento de la historia, la labor no se reduce a concluir, lo que nadie concluyo antes,
como si ello fuera un argumento en sí mismo. Pues, al igual que los cultos heréticos de la
Edad Media, no haríamos otra cosas que reforzar, por negación, la creencia de los asistentes
al templo ortodoxo, pero la critica moderna sigue igual de lejana para unos que para otros.

III

Tomemos por ejemplo la “Contestación de un Americano meridional a un caballero de


esta isla”15 fechada el 6 de septiembre de 1815 en Kingston Jamaica. En 1815 Bolívar va a
vivir su exilio en Jamaica. El fracaso era endémico de la causa revolucionaria pero para el
historiador del historicismo, si Bolívar fracasa es solo porque sabe que va a resucitar como
Cristo. Sin embargo, la vida es más coloquial que la fabula, y a Bolívar en Jamaica no le
quedó otro camino que internalizar la derrota. Que luego fuera victorioso, no es la prueba
de que pudo más que la derrota, es el testimonio de que la derrota lo cambio.

Si Bolívar-autor existe, es en la Carta de Jamaica donde va a desarrollar en todo su


esplendor, y por primera vez, la capacidad de abordar teóricamente, el tema de la
Revolución. Sin embargo, engañarse sería vacuo. Que Bolívar sea un autor, no lo hace
tampoco un filósofo, o un literato, por más que los necios quieran enumerar tras él todas las
profesiones del mundo. La importancia de sus escritos radica en el papel de Bolívar como
ensayista de la revolución, y no por su capacidad de abordar campos de trabajo que nunca
le interesaron. A la revolución de independencia de los españoles americanos, no le faltaron
pensadores, una larga lista de letrados de todas las corrientes políticas de la independencia
lo demuestran con creses: Mariano Moreno, Simón Rodríguez, fray Servando Teresa de
Mier, Francisco Antonio Zea Díaz; son solo algunos de los más importantes, pero la lista es
en extremo larga, y a la que al igual que al resto de la filosofía y letras hispanoamericanas,
se la ha ignorado intencionalmente, y hecho dependiente por completo de las corrientes de
pensamiento de los centros del capital. De manera que a los teóricos de la independencia
hispanoamericana, lo que falta es que se los rescate del olvido y se los estudie, de la misma
manera en la que se hace con las escuelas y corrientes anglosajonas.

Bolívar-autor, es un gran ensayista de su realidad, y la Carta de Jamaica, da cuenta de un


proceso: la ruptura en la teoría política –y por tanto en la estrategia de guerra- del partido

15 De ahora en adelante, a pesar de ser este el epónimo del documento, usaremos el nombre con el cual es
conocido popularmente: Carta de Jamaica.
independentista. Las pérdidas de la primera y segunda republica, y las terribles luchas por
el poder que se desataron en la Nueva Granada; obligaron a Bolívar a pensar, que la sola
victoria militar sobre un ejército godo era insuficiente para sellar la victoria de los
americanos. La independencia era una acción que debía llevar una doble direccionalidad. A
la vez que se ganara la emancipación política del territorio, se debía fundar una nación,
suficientemente poderosa para no caer presa de una potencia imperial nuevamente. El giro
de la política elitista de la constitución de 1811 -que ya Bolívar analizó en el llamado
Manifiesto de Cartagena- a una política revolucionaria de masas, es lo que Bolívar se
comienza a plantear desde este momento.

Entre 1793 y 1814 hubo guerra en Europa, con un único periodo de tregua bajo la paz de
Amiens; de hecho no solo guerra sino además se vivió un periodo de
constitución/disolución de monarquías y republicas16, y de construcción/destrucción de los
tratados y alianzas internacionales. Con lo anterior, si diéramos por cierta la tesis repetida
hasta la saciedad, de la tutela de la independencia hispanoamericana por la invasión de las
águilas francesas en la península ibérica, solo tendríamos una independencia dependiente
de la política europea hasta el año de 1815. En la carta dirigida al “Excmo. Señor
Presidente de las Provincias Unidas de Nueva Granada” Bolívar sentencia sobre los sucesos
de Europa: “La suerte del mundo se ha decidido en Waterloo”17. Luego de esto el ritmo de
Europa sería más acompasado al estar marcado por la Santa Alianza. Algo que se suele
ignorar es que la misma situación internacional, impediría que las potencias competidoras
del imperio español, colaboraran con la revolución de independencia hispanoamericana,
como si lo hicieron en la independencia de los Estados Unidos de Norte América. Asunto
del que era muy consciente Bolívar, y que consideraba como una desventaja, que hacía más
difícil nuestra revolución. Bajo este marco internacional, la muerte de Boves y el cambio de
dirección ejercido a la llegada de Morillo, modifico las bases de la guerra hasta ese
momento. Mientras que Monteverde y Boves ascendieron a los llaneros en los escalafones
militares, Morillo los despojó de su rango obtenido, y en todos los ámbitos –social,

16 Hay que recordar la gran variedad de Republiques Soeurs (“hermanas”) de la republica francesa que
aparecieron en ese momento: como La Republique de Bateve.
17BOLÍVAR, Simón: Obras Completas. Editorial CUMBRE 3° edición, México, D.F., 1978. (p 160.)
económico, legal- restituyo la situación al momento previo de las revueltas de 1810. El
encarcelamiento de Morales, caracteriza la estrategia que iba a seguir Morillo.

Bolívar usa en la Carta de Jamaica, la frase “guerra de exterminio”, para referirse a la


estrategia de guerra usada por España hasta ese momento. Bolívar sabía que Cortés quemó
sus naves, de manera que no se podía esperar derrotar a España en una batalla y esperar a
que tomaran su camino de regreso. Domingo de Monteverde acaba la primera republica con
un programa político, que estaba dirigido a las clases excluidas de la primera constitución
federalista y oligárquica de 1811, y de las Ordenanzas de Llanos. La estrategia con la que
Hernán Cortés, había sometido México seguía funcionando trescientos años después,
porque las bases del sistema colonial seguían intactas. Hasta esos momentos eran las clases
populares, las que habían enfrentado al ejército independentista. Mas, la victoria ponía a
esta política en contradicción consigo misma, pues al silenciar los fusiles independentistas,
la desmovilización de las masas populares se había convertido en un problema para la
administración de Morillo. La articulación del escenario internacional y nacional, es
lograda por Bolívar en esta conclusión, contenida en una carta, compañera de la carta
enviada a Henry Cullen, también de septiembre del año 1815, pero dirigida “Al Señor
Redactor de la Gaceta Real de Jamaica” donde dice: “El abandono en que se nos ha dejado
es el motivo que puede, en algún tiempo, despertar al partido independiente, hasta hacerlo
proclamar máximas demagógicas para atraerse la causa popular” 18. Para él, las
modificaciones de la política interna, no estaban aisladas de la política internacional. “La
América esta encontrada entre sí, porque se halla abandonada de todas las naciones (...)” 19.
El aislamiento al que se la relegó, por causa de las estrategias geopolíticas implementadas
por las potencias del momento, fue en detrimento de la causa de los Americanos. Acá
hallamos un arista del andamiaje categorial del pensamiento de Bolívar, la variable externa
puede al intervenir en lo interno de las naciones, ser factor sobredeterminante de este
último.

Por otro lado convertir a la causa independiente en una causa popular no era solo una
táctica para ganar más batallas. Causaba una serie de alteraciones en la política que hasta

18 Op. cit., p 187.


19 Op. Cit., p. 180.
ese momento se llevaba a cabo, y no necesariamente eran todas buenas. Pues sí, siguiendo a
Montesquieu, afirma que “es más difícil sacar a un pueblo de la servidumbre, que subyugar
a uno libre”, es porque reconoce que las tareas de la libertad, exceden en mucho a las tareas
militares, y esas masas que vienen de servir en el bando de Boves, deben ser educadas en
instituciones libres. El pensamiento positivo 20 de Bolívar no identifica, en las ideas de los
sujetos las causas de los sucesos sociales. Sin descartar estas ideas como variables, las
sopesa en la balanza con otra serie de fuerzas, que dentro de su obrar adquieren más
importancia. Para Bolívar, la división de los sectores hispanoamericanos, con respecto a la
lucha de independencia se debe a la dificultad misma de la lucha. Sin embargo, es
inevitable el progreso, no porque este sellado en la naturaleza, sino por “el instinto que
tienen todos los hombres de aspirar a la mejor felicidad posible” 21. La lucha tendrá como
desenlace la victoria de los americanos, no porque sea una cuestión de fe, sino porque está
impulsada por la voluntad de los hombres que se realiza en la historia.

Solo se lograría la victoria con la unión, y solo se disolvería la división, que nos hacia
débiles hasta ese momento, teniendo en cuenta que: “Los Estados americanos han de
menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las heridas del
despotismo y la guerra”22. Las figuras que hasta ese momento habían dominado a las masas
populares en el ejército español, ejercían un poder paternal, el cual era ilusorio pensar que
se podía solucionar en un idealismo que proyectaba instituciones superiores y perfectas, es
por ello, que Bolívar, un hombre obligado a vivir en el mundo real, solo podía pensar, que
el desastre de la guerra de independencia se podía solucionar en lo inmediato, comenzando
por entender, aquello que Boves concebía bastante bien: que las masas tenían necesidades
que debían ser satisfechas; con la diferencia que Boves las atendió con el robo y el saqueo.

Bolívar en la Carta de Jamaica, se reconoce heredero de un pasado. Legatario de una


historia que bien podría haber saltado, desde la llegada de Colon hasta 1815, pues las
condiciones del sistema colonial, no habían sufrido variantes profundas, en poco más de
300 años de colonialismo. Aun las Reformas Borbónicas, solo sirvieron para acentuar la

20 El adjetivo será usado, no en su sentido moral, sino en su sentido epistémico; el cual era el mismo que
Bolívar le atribuía, pues era común en la literatura filosófica de la época.
21 Op. Cit., p. 175.
22 Op . cit.,p. 175.
explotación y el dominio colonial en América, mientras España intentaba no quedarse atrás
de la carrera imperial con Inglaterra. Es por ello que la carta, antes de presentarnos los
fuegos artificiales de la prospección, nos muestra el decurso de la América, desde el
momento previo a la colonización. Este matiz del ensayo, pensamos, que no ha sido
suficientemente examinado, y nos parece de suprema importancia. Bolívar-autor, relatando
la historia de América a petición de Cullen, convierte a algunos de los pasajes de la carta en
versión de la historia americana. Para Bolívar el pasado no es exactamente una “gríngola”,
sino la condición necesaria del presente.

Cuando Bolívar sienta las bases de la teoría de la independencia americana –al igual que
Miranda lo haría en su momento al formular sus planes independentistas en las
negociaciones con los ingleses 23- va hasta los inicios mismos de la colonización. Pues el
propio proceso de colonización, no fue simplemente la ocupación geográfica del Nuevo
Mundo, sino que a su vez movilizo una profunda discusión en términos jurídicos y
filosóficos, sobre la legitimidad de la misma 24. De manera de fundar una explicación
histórica de la revolución, en la falta de legitimidad en que se hallaba el sistema español, al
violentar las bases de los marcos legales que desde los reyes católicos, Isabel y Fernando,
se extenderían hasta su nieto, Carlos V, con fin de darle un marco jurídico a la labor
independentista. Pero el debate que abre Bolívar, encuentra otra base solida para su
formulación: el juicio moral al trato recibido por los americanos durante toda su historia
colonial. Es desde las palabras de fray Bartolomé de las Casas desde donde Bolívar explica
la guerra de exterminio, que ejecuta el imperio español en la América hispana. Para el autor
de la Carta de Jamaica, hay un lazo que una el pasado de América “desde su
descubrimiento hasta estos últimos periodos”, y así lo expone a lo largo del documento.

Al afirmar que el pasado ya pasó, Pino Iturrieta, le quita a la historia su esencia más
importante, su carácter de continuidad, y la ha igualado en todo a la museografía. Si la
empatía con el vencedor es en Walter Benjamin, un beneficio para con el dominador del
momento, nuestro historiador es en este caso, un ejemplo que prueba la eficacia de la teoría

23Ver la obra de Carmen Bohórquez: Francisco de Miranda, Precursor de las Independencias de la América
Latina. Monte Ávila Editores Latinoamericana, C. A., Caracas-Venezuela. 2006

24Como, las Bulas papales de Alejandro VI, el Tratado de Torrecillas, o el debate filosófico de la Junta de
Valladolid.
de Benjamin. Su desencanto con el dominador del momento va en contra del entendimiento
con un Bolívar vencedor y luminoso. Solo lo puede ver mezquino, criollo y mantuano; el
problema no es el historiador, sino el sujeto-discurso que se configura el método. Ninguna
“Nueva lectura de la carta de Jamaica”, ha sido jamás, tan vieja.

Hay que buscar la significación histórica: del contenido profético, de la identidad


americana y del mensaje integracionista. Entendiendo la historia de América como un
capítulo de la historia universal. Y esta a su vez, como un capitulo de una historia aún más
larga todavía.

El profetismo de Bolívar

Un extracto de la carta ha sido continuamente ignorado, siendo este el que corresponde a


las últimas líneas del párrafo donde se introduce la célebre frase del “pequeño género
humano”. El extracto es el siguiente: “No obstante que es una especie de adivinación
indicar cuál será el resultado de la línea política que la América siga, me atrevo á aventurar
algunas conjeturas que desde luego caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo
racional y no por un raciocinio probable”25. Es decir que todo sentido profético ya había
sido descartado por el mismo autor del documento. Ha introducido el complejo tema de la
posibilidad. Pero esto a los publicistas les parece de poca importancia. Ellos son asiduos del
profetismo. La profecía es cosa oscura y confusa, propia de supersticiosos, la modernidad
americana no hubiera sido posible sin la claridad de un pensamiento que no se guardara
para si sus secretos, sino que los compartiera y propagara como se extiende un incendio.

La distancia entre el deseo racional y el raciocinio de lo probable, se halla en el abismo que


separa a los sujetos abandonados al destino y a aquellos que son dueños de su devenir, es la
distinción entre lo posible y lo probable. El problema de la posibilidad, descubre el
problema de la libertad, lo posible es el reino de la voluntad, de la inteligencia creadora. El
deseo racional es el mundo del de-venir, el raciocinio de lo probable el mundo del por-

25 BOLÍVAR, Simón: Obras Completas, volumen 1, tomo III. (p 170) (el subrayado es nuestro)
venir. El por-venir es el mundo de lo determinado, el de-venir, en tanto el sujeto pensante
de-viene a la vez con el mundo, es la subjetividad en el momento de la determinación, de la
realización de lo que hasta ese momento era lo no-realizado, solo pensado y subjetivo, pero
no menos real. La diferencia ente el por-venir y el de-venir, es que la historia no es destino,
sino invención. El hombre es la indeterminación de lo determinado. El futuro que solo se
puede recibir como dado, es fatalidad, pero aún dentro de la fatalidad última que es la
muerte, hay un futuro próximo, que si le concierne al hombre, y este se le ofrece como
posibilidades infinitas para su ser. Tomar alguna decisión, limitara su espíritu y lo
condenara a otras limitaciones, pero en tanto, no puede dejar de ser libertad, volverá una y
otra vez al camino de lo indeterminado; o la invención... del de-venir.

El primero está haciendo referencia a aquello que de no intervenir la razón como elemento
activo en la historia, tampoco hallará su realización en el tiempo. La mente puede adelantar
hipótesis sobre las realidades posible inmersas en esta. Sin embargo al incluir el deseo, lo
volitivo del la conciencia humana se vuelca sobre esa realidad futura, queriendo incluir en
esta la intencionalidad del sujeto. Sin querer sopesar o medir, los sentimientos del corazón
de Bolívar, ni disputarle a los novedosos lectores de la carta, sus temas de discusión con los
viejos lectores, estamos dispuestos a llevar la cuestión de las facultades de este heredero de
los Blacamanes a otro estadio. Bolívar es tan mal filósofo como Cervantes, pero la
profundidad de sus escritos permite escuchar el eco de la voz del espíritu.

Bajo la egida de este deseo racional, es que se debe leer el texto. Esta frase desnuda el
andamiaje de pensamiento del autor, e inevitablemente obliga al lector a hacer lo mismo.
Cosa que el pudor de los propagandistas les ha impedido hacer. La gratitud de los
vencedores de cualquier momento político y la cólera de los que pretende retener el poder,
se ha revestido de las engolosinadas y mochas frases de Bolívar, que lo mismo sirven para
un roto que para un descosido. Para Bolívar lo que ha de devenir en América será real por
el mero hecho de la necesidad. Sin embargo lo que el deseo de independencia depara en el
futuro será posible por la intervención de una voluntad consciente de que en la historia,
todo lo valioso a de ganarse en la misma lucha en donde todo lo valioso ha sido
comprometido. Es por eso que Bolívar no puede tomar en serio el federalismo, o extravíos
democráticos sobrevalorados, pues la forma que ha de tomar la realidad política de la
Hispanoamérica, no solo ha de verse afectada por las copiosas ideas de los mejoradores de
la humanidad, que hacen su trabajo por el bien de todos, sino que además las condiciones
reales de las historia –objetivas y subjetivas, es decir, sus fuerzas desplegadas- han de
participar en su construcción.

La elegancia de la distinción hace que develar el andamiaje con el cual se sostiene sea más
difícil. Poner aquello que se reserva a lo deseable fuera de lo probable, es solo facultad del
sujeto moderno, pues la distinción cartesiana entre la res cogitans y la res extensa en tanto
disolución del lazo que une lo humano y lo natural, anuncia que, sí lo que se presenta como
objeto de conocimiento es la inminencia del futuro, el sujeto que conoce lleva al limite la
frontera entre lo que se desea y puede ser realizable y lo que será sin necesidad de desearlo.
Lo probable no es un atributo de lo deseable, de hecho puede ser todo lo contrario de allí la
difícil situación del partido independentista para el año de 1815. El pensamiento de Bolívar
como lo revela una carta escrita al “Señor redactor o Editor de la “Gaceta Real de Jamaica”
fechada en Kingston en septiembre de 1815. Era un pensamiento positivo de lo real. Ya en
el preámbulo de la carta al editor de la Gaceta, anuncia “Yo me aventuro a examinar esta
cuestión, aplicando reglas diferentes, deducidas de los conocimientos positivos, y de la
experiencia que nos ha suministrado el curso de nuestra revolución.”26. Si Bolívar acierta
en la Carta de Jamaica a adelantar enunciados sobre el futuro próximo, de la revolución
hispanoamericana, es porque ellos están fundados en datos de la realidad, y su prospectiva
se inclina a dilucidar las posibilidades de la realidad.

Integración-disgregación-integración

Se enuncia la unidad latinoamericana, dentro del discurso político, dentro de la arenga


nacionalista, elevada a sentencia final de verborrea en plaza pública. Vacía, solidificada en
sí misma, no es completada. La nación latinoamericana peligra más por los acólitos que
congrega, que por los enemigos que la temen. Los primeros, se acuerdan de su ser en la
embriagues del sentimiento que desborda el recato y el miedo, para inundar a los otros

26 Op. Cit, p 184.


inmediatos. Como los temas del inconsciente que esperan a que el yugo de lo cotidiano les
quite la vista para tomar el control del cuerpo, la nación latinoamericana es una imagen
lejana, de algo de lo que no tenemos memoria, pero que sospechamos cierto: el resto del
mundo se podría cruzar a pié, América es un salto.

El mundo fue redondo desde que el sujeto-discurso de los siglos XV y XVI se dio a la tarea
de redondearlo. Hasta ese momento, la naturaleza fuera del sujeto y dentro de él, era una
voluntad distinta a la suya. Luego de que el sujeto europeo de esos siglos redondeara la
superficie terrestre, para evitar el bloqueo del mediterráneo por los turcos otomanos en
1453, la naturaleza dejo de existir, al menos en el plano del conocimiento. Este problema le
es propio a la filosofía moderna. Solo se puede conocer lo que se ve o se experimenta, por
lo tanto, sus sentidos le ofrecen la materialidad del mundo; el mundo le es dado como
objetos “para sí”. Esto quiere decir como útiles. La filosofía materialista, no hace apología
de la materia por encima de la idea, esta es una reducción vulgar. En cambio, comienza por
expresar las determinaciones del proceso del conocimiento.

Los europeos del siglo XVI necesitaban una circunferencia, y la obtuvieron. Colon se las
proporciona, pero no por azar, sino porque hizo la pregunta correcta. Colon necesitaba rutas
mercantiles, para transar mercancías con el oriente. La mercancía, es la cosa “para sí” por
excelencia. En oposición a la cosa “en sí”, una mercancía tiene un valor finito, se ha negado
su condición de “útil”; jamás sería un objeto dentro del cual se piense que resida un espíritu
propio. Antes bien, el objeto es a su vez poseído por un sujeto; solo exteriormente cumple
con la función de utilidad. El mismo proceso ocurre con el tiempo y el espacio, vaciados de
todo sentido trascendental, empiezan a ser poseídos, como valores de cambio. Proceso con
el cual contribuye, no la mercantilización de la vida, sino la expulsión del valor de lo real
por el cristianismo, de dentro del mundo, como en las religiones antiguas, hacía afuera del
mundo, el más allá.

Es menester pensar desde tan lejos a la nación latinoamericana, porque se cree que hay algo
como un sentido de unidad que nos viene atado a los genes. Digamos que al proceso de
materialización del mundo le ha acompañado un proceso de naturalización del
pensamiento. Es decir, mientras avanza el sujeto occidental en su conquista de todo lo real,
hay una sustanciación que alivia los sentimientos contradictorios que se generan en ese
proceso. Esto significa que la sociología, la economía o la historia, comúnmente parten de
convenciones o lugares comunes, como los Estados-nación; pero no dan cuenta del proceso
de construcción de los estados-nación, y que por lo tanto los crea como entidades
artificialidades. Las líneas amarillas de las fronteras solo existen en los mapas.

Ya desde el segundo párrafo de la del texto, Bolívar, al disculparse ante Henry Cullen por
la falta de datos introduce la siguiente frase: “(...) un país tan inmenso, variado y
desconocido como el nuevo mundo”. De donde se desprende, que la palabra país, no
designa, en la codificación bolivariana –es decir relativa a los textos de Bolívar y no sobre
Bolívar- lo que nosotros entendemos por Estado-nación, sino que tiene una ascendencia
física, al delimitar una región geográfica y no una estructura de administración política.

En el año de 1492, a la conquista de Granada por los reyes católicos, le sucedió el


descubrimiento de América 27. A partir de allí, la búsqueda de la unificación de la península
y de la puesta en marcha de la “estrategia metalista” 28 por parte de la corona española,
redefinen el mapa del mundo. El problema de la de la corona de Castilla y Aragón, era no
perder lo recién conquistado. Para hacer frente a ello, formularon una estrategia de
dominación, que amalgamaba el proceso económico al proceso político militar. Ambos
dentro de las determinaciones geográficas. Porque el capital, tiene que moverse en el
espacio para expandirse, y este espacio no es imaginario, es la geografía. De tal manera que
los ejes de “la estrategia metalista” consolidaron a la América española, como una sola
unidad, sobre la cual, la estrategia militar defensiva indicó, que se subdividiera el territorio,
en nuevos virreinatos y capitanías generales, como se lo hizo durante las reformas
borbónicas.

La pretendida unidad de la América toda, no es una propiedad bolivariana, ni siquiera


mirandina, es un concepto hispánico, que determinó la forma de dominación española
durante 318 años. A la caída del predominio español en 1810, el problema de los
independientes, fue exactamente el mismo que el de Isabel y Fernando: consolidar la

27 No entraremos en la disputa sobre el nombre de este evento, pues ello desvía la atención del
conocimiento de las causas del proceso, y las enfoca en la denuncia anacrónica, que nada tiene que ver con
el reconocimiento de los procesos de la historia. Nos limitaremos a explicar, que América fue descubierta
por el capital Europeo.
28 Esta categoría de María Elena Lovera, desarrolla la estrategia única de dominación de la colonia española
en América.
dominación geográfica sin contar de antemano con la capacidad militar que garantizara la
unidad política. Escuchemos a Bolívar en una frase, de nuevo posterior a la del “pequeño
género humano”, y que serviría para sustentarla, pero otra vez ignorada: “Yo considero el
estado actual de la América, como cuando desplomado el Imperio Romano cada
desmembración formó un sistema político (...)”29, la metáfora de Bolívar, no puede
introducir más polisemia que las de los exegetas, viejos o nuevos. Sola ella basta para
imaginar la catástrofe de la ruptura del lazo colonial, del que solo “la opinión era toda su
fuerza”. Habiendo escindido todo vínculo con la metrópolis, las oligarquías nacionales se
iban a familiarizar cada vez más con la idea de gerenciar ellos mismos su futuro
económico, con lo cual no podían estar de acuerdo con instaurar una metrópolis en
cualquiera de las antiguas provincias de España en América. Es por ello, que a pesar de
desearlo, no puede engañarse con la idea de “que el Nuevo Mundo sea por el momento
regido por una gran republica” 30 pues un pensamiento, positivo como el suyo, no puede
proyectar imaginerias sino realidades posibles.

El liberalismo de las elites que dirigieron la revolución, o como los llama en la carta “los
magnates de las capitales”- refiriéndose al poder oligárquico de las capitales provinciales-
se decanto por el provincialismo divisionista. Hay que pensar, que en los primeros años del
siglo XIX, el intento ensayar la creación de “republicas” fue novedoso. Con lo cual, el
momento histórico que vivía la América hispana, era particularmente peligroso a la vez que
innovador, no solo en una escala regional, sino global. Qué forma ha de tomar América
hispana: la de un Estado centralizado, monárquico o republicano, la de un Estado federal
con independencia relativa de sus provincias miembros, la de una confederación de
naciones; estos eran los problemas reales de Bolívar, y no la proyección de de unidades
continentales aéreas.

Sin embargo, aquel que quiera ver en el realismo de Bolívar, mezquindades, sigue
tergiversando el texto. Pues, sí, a estas alturas de la carta, ha descartado por lo pronto la
proyección de un nación continental, como la de Miranda, prosigue la idea, pero
formulándola de abajo hacia arriba. Es decir, la configuración de estados independientes,

29 Op. Cit., p. 170.


30 Op., cit. 174.
que se confederasen en “diez y siete naciones”, tomando la idea de M. de Pradt, solo que en
su versión republicana. El “augusto congreso de representantes de los representantes de las
republicas (...)”, no equivaldría así a un gobierno, pero si a una unión, lo cual en la teoría
política de Bolívar, en nada se parece a unanimidad, antes bien es una unidad democrática.

Este punto es en extremo importante, pues los sucesos posteriores, darían razón a Bolívar
en todo, incluso en su recato. A la reunión del Congreso anfictiónico de Panamá: “los
climas remotos” impedirían la comunicación y el arribo de los representantes, en el número
necesario y el tiempo adecuado; “las situaciones diversas” serían un obstáculo para fijar la
mirada, de las diversas provincias en los mismos objetivos inmediatos; y los “intereses
opuestos” y “caracteres desemejantes” trabajarían dese el lado contrario al del Libertador.
De esta forma el americanismo de Bolívar, nada tenía que ver con el panamericanismo de
Santander. La idea que toma fuerza en Bolívar de ahora en adelante, es la de la unidad de
las futuras republicas independientes de la América hispana; el monstruo de
panamericanismo sería la tergiversación de esta idea por parte de sus enemigos políticos. El
panamericanismo es entonces el capitulo siguiente de la disgregación hispanoamericana,
posterior a la etapa de la lucha independentista.

El pequeño género humano

Sobre el asunto de si Bolívar habla con su interlocutor ingles Henry Cullen, en nombre o
con la intención de generalizar sobre todos los hispanoamericanos, se ha abierto una
brecha, que sugiere que esto no es del todo cierto, y que el criollismo, era la visión
imperante en él. Sin embargo, ya hemos afirmado más arriba, que este periodo marca el
giro en la teoría política del partido patriota hacia la masificación de la lucha. El siguiente
fragmento es el que se ha presentado como argumento de sostén de esta tesis:

“Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte,


cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias aunque
en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil”
Y más adelante continua diciendo:

“... no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos
propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros
americanos por nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que
disputar éstos a los del país y que mantenernos en contra de la invasión de
los invasores...”31

Una de las primeras cosas que salta a la vista, es que si admitiéramos la tesis del criollismo,
nos toparíamos con que para este criollo, los legítimos propietarios son de hecho los indios.
En segundo lugar, solo se reconoce como requisito para ser “americano” el haber nacido en
el continente, una idea fundamental en el discurso de Bolívar. En tercer lugar, el mestizaje
cultural, fue un mestizaje también del ámbito legal, si bien no fue el derecho de castilla, si
fue el derecho de indias el que se aplico desde el descubrimiento, pero que puede rastrear
sus ascendientes por encima de la historia medieval, hasta remontarse hasta Roma, cosa que
de hecho no es extraña a ninguna de las entidades nacionales de occidente; esto con el fin
de diferenciarnos, de culturas muy distintas, cuyas estructuras legales tienen otras fuentes,
como los musulmanes.

En ningún momento habla Bolívar de la capacidad de ejercer el derecho, bien sea por
negro, pardos o blancos, habla de un derecho que se aplica, pues en su andamiaje de
pensamiento, el derecho no proviene de los sujetos, sino de las instituciones y esta son las
que protegen a los individuos. No es el pensamiento de Bolívar el de un liberal extremo,
todo lo contrario, la experiencia le ha enseñado que la mera enunciación de un derecho,
nada implica en su funcionamiento. Bolívar tampoco habla como Rousseau “de una
situación ideal”, a la hora de fijar el contrato social, porque Bolívar no está como Rousseau
en una situación ideal. Bolívar está en medio de una lucha de castas –no solo de clases-
donde se habían inyectado los odios raciales desde la llegada misma de los europeos a esta
tierra. De manera que de lo que se trataba era de reconstruir la subjetividad del
ordenamiento racial, en los sujetos mismos, y no solamente declarar la igualdad, como
derecho del hombre. Esto nos lleva al punto central de la discusión. La tarea de Bolívar-
autor, era el re-ciframiento de los contenidos sobre los que se levantaba la realidad de los
sujetos. Significa entonces, que la tarea de desmontar la dominación española, siendo por

31 Op. cit,. p. 170.


un lado militar, o práctica, era por el otro una labor re-codificación, que intentaba
desmontar la dominación subjetiva. Es allí donde Bolívar compromete, en la lucha de las
palabras, todas las cosas valiosas, que se hallaban contenidas por esos mismos medios. Es
por eso que no puede hacer otra cosa, que un continuo llamado a la historia. Bolívar
también está leyendo, e interpretando su pasado.

Si los revolucionarios franceses de 1789, hacen un llamado simbólico a Roma, no tiene


ningún sentido que se haga un punto problemático, del llamado a los derechos cedidos por
Carlos V a los colonizadores, que hace Bolívar en la carta de Jamaica. Bolívar se plantea la
estructuración de un discurso, que demuestre la ilegitimidad de la dominación española,
con lo cual está obligado a dar razones que demuestren la legitimidad de la independencia,
y ha de basarlas en algo, y no esperar que se sostengan en el aire. Lo que no da pié a tomar
a una revolución de la modernidad americana, y vestirla con ropajes de feudalismo
medieval, pues en ningún momento hace Bolívar un petición de vasallaje. Pino Iturrieta
afirma que “Debido al control del trono católico por una monarquía de cuño
revolucionario-francés se lesionaban la constitución y los códigos del reino” 32, esto según
el historiador, lesionaba los derechos de los criollos, cosa que afectaba según él, los
intereses de Bolívar. De ser cierto esto, la revolución hubiera tenido lugar cien años antes,
cuando un francés, Philippe de Bourbon, duque de Anjou, tomó el trono tras la guerra de
sucesión (1701-1714). Los Borbones no son más franceses que los Bonaparte, pero según el
nuevo lector de la carta, a los americanos de 1808, les dolía más el trono que a los
españoles de 1714.

Pero si aun así, la tesis del criollismo sigue siendo válida, habrá que resolver el problema de
los no criollos, dentro de la vanguardia revolucionaria, como Miranda, Pedro Fermín
Vargas, Eugenio de la Cruz y Espejo, Rossio, Manuel Gual, Simón Rodríguez, y más
complicado es aun resolver la patología de los españoles que hacían filas en la causa
patriota.

El gran debate de la primera etapa de la modernidad americana fue dado por Juan Ginés de
Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. En él, fue negada la identidad Americana. Y fueron
apropiados los territorios y las gentes del Nuevo Mundo. Es entonces desde allí, que debe
32 PINO ITURRIETA, Elías: Nueva lectura de la Carta de Jamaica. Caracas, Monte Ávila, 1999. (P. 32.)
empezar la labor discursiva de la revolución de independencia. Bolívar-autor, va a volver a
usar la historia, como un medio, para llegar a los sujetos, y no a los sujetos para llegar a una
historia sin personas. La respuesta inmediata a la pregunta por la identidad, es que es la
negación de lo otro. No se empieza por saber lo que se es, de hecho es improbable que uno
sepa de manera definitiva y acertada quien es, para esto sería mejor preguntar a los otros.
Las respuestas de lo que se es, están plagadas de referencias a los otros, referencias
silenciosas, pero atadas a la hebra de nuestras relaciones sociales.

Ya sabemos lo que no somos, no somos españoles. Por el irrefutable hecho de que los
mismos españoles lo han dejado claro. Ni siquiera los más encumbrados mantuanos pueden
aspirar a la igualdad, con lo cual toda condición de igualdad queda negada. Lo segundo es
que no somos anglófonos, pero acá si se complica la cosa, pues al reconocer las raíces de
los americanos del norte, el latido de la descendencia hispana se escucha más fuerte. Lo que
nos lleva a un segundo nivel. Estamos en este continente, descendientes del enfrentamiento
entre conquistadores y conquistados. Con lo cual la culpa, nace poco antes que el orgullo y
así nos queda sellada. El pecado original americano, lo hijos de la Malinche. El juego
difuso de los adjetivos esconde la dolorosa verdad del parto americano. En la carta de un
americano meridional, el conquistador y sus descendientes fueron relegados a la dolorosa
verdad de ser conquistados, por el terrible juego de la centralidad y la periferia. En la otra
parte, los otros conquistados –la parte indígena- habrá de mezclarse con el oprobioso
conquistador, para dejar de ser lo que fueron, y en la búsqueda de su nueva identidad se han
encontrado ambos en la soledad. Una soledad que es dos caras: La silenciosa solitud de la
periferia y a la otra, la de los juntos, de no querer reconocerse para no verse las heridas. La
única manera de aliviar el mal, fue correr hacia adelante. Negar la negación, y afirmar hasta
los defectos. Esto ya está más cerca de parecerse al discurso del exiliado de Jamaica.

El misterio de la identidad americana ha sido recubierto por la transparencia de la


indeterminabilidad del ser. Hipostasiar la identidad, como un ente ideal, que habita el cielo
de lo perfecto no ha sido otra cosa que ponerla lejos para no verla. Esta facultad de la
identidad de ser sustantivo, la aleja de su lugar real, el sujeto. Pero no solo el sujeto a secas,
limpio e incólume de pecado, el sujeto cartesiano; sino el sujeto-discurso, el que no tiene
otra escapatoria que irse construyendo en la dialéctica de lo social, y en la otra, la dialéctica
del tiempo, pues el mundo que conoce, es el mundo que ha recibido. En esa capacidad de
dar y recibir sentido. Este sujeto-discurso que habla en el pulpito, en el refrán, en el rezo, en
trabajo, en la guerra, en las proclamas, en el sexo; es lo único idéntico. Pero idéntico a qué.
La identidad es una lengua que comunica a los idénticos. La identidad es dia-logo. Es un
espejo hecho de palabras y significados, con luces y sombras. Cóncavo o convexo es usado
a la vez para mentir y para decir la verdad.

La identidad americana es compleja porque solo para existir, ha debido de forzar su


nacimiento contra la corriente de lo real: La historia europea. La americanidad no descansa
en el hecho de ser americano, porque propiamente no hay un ser americano. Descansa en
una condición genérica de lo humano; luego la plasticidad cultural le da sentido a las
percepciones de lo real, atribuyéndole de esta manera un, y solo un sentido.

Ergo no hay una identidad americana, que no niegue en lo otro, y luego así misma. El
centro la transforma en lo otro, en la periferia, y la periferia habita a la orilla de sí. En esta
costa, todo sentido de lo propio es objeto de duda, en tanto es continuamente expulsada
hacia afuera por la misma trama de la realidad. Bolívar se transforma en caricatura de
Bolívar y Miranda en caricatura de Miranda. Aún la estatuaria es caricatura.
Contrariamente a lo que piensan los resguardadores de lo sabido. No es la Historia, formal
y científica que se transformara en mito; ya era un mito, pero la distancia que nos separa de
los griegos sus dioses, radica en que los dioses de los griegos padecían sus pasiones al lado
de los humanos; el mito extraterreno, volcado sobre la historia, coloca a los dioses en la
lejanía; tanto que bien podrían pasar por ficción. La centralidad está ocupada en consumirse
en su propia vida. La periferia al no poder consumirse en su propio fin, sino servir de medio
para la existencia del centro, se pregunta si existe como realidad. Es en ese último momento
donde se comienza a decir, que la historia ha pasado ya, y no que sigue pasando.

Este es el desarrollo teórico de lo que he llamado el fetichismo de la historia.

La extraña lengua de la historia

“Las circunstancias históricas explican nuestro carácter en la


medida que nuestro carácter también las explica a ellas.”
Octavio Paz

Al único sujeto para el cual la historia cobra sentido, es el sujeto colectivo. Solo a él, le está
dada la tarea de “citar a la historia”. No se podría leer nada de lo que esta encriptado en los
códigos de la historia sino se ha recibido el código de des-cifrado. La historia es así un acto
comunicativo. Pero esta comunicación, diluida por la lejanía, solo se revela “como imagen
que relampaguea en el instante de su cognoscibilidad” 33, un instante de peligro. En este
instante de peligro, ni aun, los muertos están a salvo, pues ellos serán también arrastrados
con el botín del vencedor. Es así porque la lengua en la que reside el código de cifrado y
des-cifrado, hace parte elemental del patrimonio cultural, que ha de llevarse a su casa el
vencedor.

La historiografía se presenta como la naturaleza de la cosa, esclavizando a lo real, a


esconderse bajo su velo. El fetichismo de la historia, aniquila la posibilidad de la
emergencia constante, de que esta sea asaltada por lo que Walter Benjamin llama “el
verdadero estado de excepción”. La historia fetichizada es objeto de culto, en la estatutaria
o en la democratización de los panteones; la oposición entre estos dos polos es superficial y
ficticia. Son formas en las que se presenta el mismo fetiche tribal. Atada a sí misma, la
lengua de la historia pierde su capacidad creadora, aquella que es de hecho el centro y
origen de su ser. Fue esta capacidad, de dar nombre y sentido a los objetos lo que le dio
razón a su existencia. El popolo poetizador, del que hablaba Croce, se reduce a, sujeto
consumidor. Receptor de contenido prefabricado, de unos códigos, que paradójicamente no
tiene porque consumir, porque son de él. El ha venido al mundo por ellos.

El relato de la independencia se ha convertido en mito. El mito, no está contenido de


irracionalidad, es en cambio un relato racional, de nosotros mismos en base a símbolos.
Uno de ellos, esta sellado en el nombre Bolívar. Bajo él, encriptado, el secreto índice de lo
que somos. Este relato no está petrificado en un objeto último y final, sino que es el
comienzo de un dia-logo, porque al leerlo se establece una correspondencia con la historia.
No por una metafísica trascendental de las almas, sino por la carnalidad de lo sujetos

33BENJAMIN, Walter: La dialéctica en suspenso: Fragmentos sobre historia. LOM ediciones. Traductor:
Oyarzún Robles. Santiago, 2009. (p. 41)
atrapados, por un mismo tiempo, tan grande todavía, que ninguno ha llegado vislumbrar su
estructura.

Ningún hombre puede salir de su propia mortalidad para vivir todas las vidas posibles y así
comprehender toda la historia de la especie, ni menos hallar el sentido, solo con los
fragmentos de esa historia. Pero, quizá sea posible, que traduciendo todas las lenguas del
mundo, desde las muertas y las exóticas, hasta las ocultas y tenebrosas que nuestros miedos
no permiten escribir, se logren escuchar, como si de las esferas de Pascal se tratara, una
armonía comprensible. Es posible que de esto se trate el nombre de Dios que los antiguos
heresiarcas prohibieron buscar. Estas lenguas tendrían que hablarle solo desde la historia.

Referencias

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el-bolivar-de-marx-vladimir.html

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ediciones. Traductor: Oyarzún Robles. Santiago, 2009.

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Conferencia dictada el 29 de octubre de 2002. En:
http://www.iai.spkberlin.de/fileadmin/dokumentenbibliothek/Iberoamericana/10harwich.pd
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