La actitud general justa Toda práctica meditativa, si quiere lograr un resultado satisfactorio, exige una actitud general concreta del cuerpo que se es. Tres factores determinan esta actitud: una forma de estar, una respiración y una tensión justas. La cuestión de forma de estar, respiración y tensión no afectan exclusivamente al cuerpo que se tiene, sino sobre todo al cuerpo que se es, es decir, al hombre en tanto que persona. Esta persona se vive y se manifiesta en su cuerpo por un modo concreto de comportarse, una respiración específica y por un determinado tono muscular. Estos tres factores dependen de uno central que les es común: el centro de gravedad justo, el hara : Hara La palabra «hara» viene del japonés y significa literalmente «vientre». El sentido que traduce es el de una disposición general del hombre en el cuerpo que él es. Esta actitud, libre del dominio del pequeño yo, está serenamente establecida en su centro terrestre (región del abdomen y de la pelvis). Si el hombre posee el hara, es capaz de enfrentarse, fácilmente y con serenidad, a las exigencias del mundo, así como a las del camino interior. El hara elimina los obstáculos que se encuentran en la senda de las realizaciones existenciales y los del camino del progreso interior. Afianza el ritmo de la respiración natural y el tono justo, que está por encima de la rigidez y del relajamiento. La experiencia nos enseña que el mejor procedimiento a seguir para encontrar y trabajar el centro de gravedad justo consiste en lo siguiente:
“El alumno se coloca de pie, con firmeza y bien derecho, las piernas un poco separadas, los brazos que caigan a lo largo del cuerpo suavemente, con la mirada hacia el infinito, en la postura que su condición humana le confiere: de pie y libre, portador de luz. Es importante para el alumno partir siempre de esta posición fundamental, totalmente natural: reposa en sí mismo con firmeza y al mismo tiempo está unido al mundo. No debe pensar, al principio, en el vientre, ni en la región lumbar, etc. Más tarde, cuando adopte esta buena postura global, podrá sentir, desde dentro, cada una de las partes de su cuerpo, partiendo de su centro de gravedad y volviendo a él. El ejercicio del hara consiste, primero, en «asentarse» conscientemente. Dirigiendo la sensación hacia los pies, el alumno toma más y más conciencia de lo que él siente realmente allí donde están los pies. Siente que con cada espiración el peso que cae sobre ellos se adentra más profundamente en el suelo. A través de sus pies siente la tierra y siente su propio peso, haciéndole recaer alternativamente sobre los talones, los dedos de los pies y la planta. Se siente crecer tendiendo hacia arriba, desde la región del abdomen y la pelvis hasta la raíz de los cabellos. El sentido de arraigarse es el de crecer sin que nada lo impida. Para desarrollar el hara hay que servirse conscientemente de la respiración natural: el alumno escucha su respiración y utiliza el comienzo de la espiración para soltarse en los hombros. No se trata de soltar los hombros ni, desde luego, de dejarlos caer (en cuyo caso sólo sería un movimiento del cuerpo) sino de soltarse uno mismo, en los hombros, a través del cuerpo que se es. El segundo movimiento que sigue es el de «posarse». Al final de la espiración uno se asienta, se «establece» en la pelvis. A fin de desarrollar el hara, centro terrestre del hombre, hay que «admitir» el vientre. Este centro no comprende exclusivamente el bajo vientre, sino toda la zona de la pelvis, riñones, región lumbar y también los glúteos. El alumno tiene la impresión de ir adquiriendo cada vez más la forma de una pera o de una pirámide. Se siente fuertemente arraigado en la tierra. Ciertamente que no debe contentarse con dejar caer el vientre y mucho menos inflarlo o abombarlo. La actitud justa consiste en poner un poco de fuerza, en un bajo vientre suelto y «aceptarlo» sin complejos. Es importante sentir esta fuerza de la zona-raíz, es decir, del bajo vientre, de la región lumbar y de todo el tronco. A la pregunta: ¿cuándo hay que ejercitar el hara? se tiene que responder: todo el día. Hara caracteriza la actitud fundamental justa. No se puede tener una vigilancia total ni una libre presencia sin estar enraizado en el centro de gravedad justo. Ya se esté de pie, sentado o caminando, derecho o apoyado, ya se mueva uno de prisa o lentamente: ¡hara! Estar en el hara es recibir energía y no gastarla inútilmente. En el camino iniciático es importante dominar el hara porque hay que hacer desaparecer a la vez el centro de gravedad mal situado (demasiado arriba) y la supremacía del pequeño yo. El alumno que posee el hara ve así cómo se despeja el camino que lleva a la percepción del Ser esencial y que estaba anteriormente bloqueado por el yo. Cualquiera que sea su forma —desde el pequeño yo, pasando por el yo existencial liberado del egocentrismo y hasta el verdadero yo que da testimonio en la conciencia del Sí en el Ser esencial—, el yo tiene siempre una correspondencia corporal. Pero, en tanto que modo consciente de sí mismo de la existencia humana, es también siempre una forma particular de encarnarse en el cuerpo que se es. Alcanzar el hara es tanto ensanchar, profundizar y elevar hasta una di¬mensión espiritual el propio horizonte. Sin hara no se puede trascender una visión existencial limi-tada al espacio vital del pequeño yo.