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MEDITAR

por qué y cómo Karlfried Graf Dürckheim



La actitud general justa
Toda práctica meditativa, si quiere lograr un resultado satisfactorio, exige una actitud general
concreta del cuerpo que se es. Tres factores determinan esta actitud: una forma de estar, una
respiración y una tensión justas. La cuestión de forma de estar, respiración y tensión no afectan
exclusivamente al cuerpo que se tiene, sino sobre todo al cuerpo que se es, es decir, al hombre
en tanto que persona. Esta persona se vive y se manifiesta en su cuerpo por un modo concreto
de comportarse, una respiración específica y por un determinado tono muscular.
Estos tres factores dependen de uno central que les es común: el centro de gravedad justo, el
hara :
Hara
La palabra «hara» viene del japonés y significa literalmente «vientre». El sentido que traduce es
el de una disposición general del hombre en el cuerpo que él es. Esta actitud, libre del dominio
del pequeño yo, está serenamente establecida en su centro terrestre (región del abdomen y de
la pelvis). Si el hombre posee el hara, es capaz de enfrentarse, fácilmente y con serenidad, a las
exigencias del mundo, así como a las del camino interior.
El hara elimina los obstáculos que se encuentran en la senda de las realizaciones existenciales y
los del camino del progreso interior. Afianza el ritmo de la respiración natural y el tono justo,
que está por encima de la rigidez y del relajamiento.
La experiencia nos enseña que el mejor procedimiento a seguir para encontrar y trabajar el
centro de gravedad justo consiste en lo siguiente:

“El alumno se coloca de pie, con firmeza y bien derecho, las piernas un poco separadas, los
brazos que caigan a lo largo del cuerpo suavemente, con la mirada hacia el infinito, en la postura
que su condición humana le confiere: de pie y libre, portador de luz.
Es importante para el alumno partir siempre de esta posición fundamental, totalmente natural:
reposa en sí mismo con firmeza y al mismo tiempo está unido al mundo. No debe pensar, al
principio, en el vientre, ni en la región lumbar, etc. Más tarde, cuando adopte esta buena postura
global, podrá sentir, desde dentro, cada una de las partes de su cuerpo, partiendo de su centro
de gravedad y volviendo a él.
El ejercicio del hara consiste, primero, en «asentarse» conscientemente. Dirigiendo la sensación
hacia los pies, el alumno toma más y más conciencia de lo que él siente realmente allí donde
están los pies. Siente que con cada espiración el peso que cae sobre ellos se adentra más
profundamente en el suelo. A través de sus pies siente la tierra y siente su propio peso,
haciéndole recaer alternativamente sobre los talones, los dedos de los pies y la planta. Se siente
crecer tendiendo hacia arriba, desde la región del abdomen y la pelvis hasta la raíz de los
cabellos. El sentido de arraigarse es el de crecer sin que nada lo impida.
Para desarrollar el hara hay que servirse conscientemente de la respiración natural: el alumno
escucha su respiración y utiliza el comienzo de la espiración para soltarse en los hombros.
No se trata de soltar los hombros ni, desde luego, de dejarlos caer (en cuyo caso sólo sería un
movimiento del cuerpo) sino de soltarse uno mismo, en los hombros, a través del cuerpo que se
es.
El segundo movimiento que sigue es el de «posarse». Al final de la espiración uno se asienta, se
«establece» en la pelvis.
A fin de desarrollar el hara, centro terrestre del hombre, hay que «admitir» el vientre. Este
centro no comprende exclusivamente el bajo vientre, sino toda la zona de la pelvis, riñones,
región lumbar y también los glúteos. El alumno tiene la impresión de ir adquiriendo cada vez
más la forma de una pera o de una pirámide. Se siente fuertemente arraigado en la tierra.
Ciertamente que no debe contentarse con dejar caer el vientre y mucho menos inflarlo o
abombarlo. La actitud justa consiste en poner un poco de fuerza, en un bajo vientre suelto y
«aceptarlo» sin complejos. Es importante sentir esta fuerza de la zona-raíz, es decir, del bajo
vientre, de la región lumbar y de todo el tronco.
A la pregunta: ¿cuándo hay que ejercitar el hara? se tiene que responder: todo el día. Hara
caracteriza la actitud fundamental justa. No se puede tener una vigilancia total ni una libre
presencia sin estar enraizado en el centro de gravedad justo. Ya se esté de pie, sentado o
caminando, derecho o apoyado, ya se mueva uno de prisa o lentamente:
¡hara! Estar en el hara es recibir energía y no gastarla inútilmente.
En el camino iniciático es importante dominar el hara porque hay que hacer desaparecer a la
vez el centro de gravedad mal situado (demasiado arriba) y la supremacía del pequeño yo. El
alumno que posee el hara ve así cómo se despeja el camino que lleva a la percepción del Ser
esencial y que estaba anteriormente bloqueado por el yo. Cualquiera que sea su forma —desde
el pequeño yo, pasando por el yo existencial liberado del egocentrismo y hasta el verdadero yo
que da testimonio en la conciencia del Sí en el Ser esencial—, el yo tiene siempre una
correspondencia corporal. Pero, en tanto que modo consciente de sí mismo de la existencia
humana, es también siempre una forma particular de encarnarse en el cuerpo que se es.
Alcanzar el hara es tanto ensanchar, profundizar y elevar hasta una di¬mensión espiritual el
propio horizonte. Sin hara no se puede trascender una visión existencial limi-tada al espacio vital
del pequeño yo.

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