“Visita a la infortuna” por Jairo Caicedo

La preocupación se impuso en la mi mente, una noticia inesperada, difícil de asimilar,

preocupante y a la vez alarmante. Estaba sentado en mi escritorio cuando mi madre llama al

teléfono: “tu primo esta preso”, sin poder creerlo aun, no supe que hacer ni que pensar en ese

instante, solo sabia que debía estar con el aunque sea un momento y conversar para saber que

es lo que había ocurrido.

Llego el día de visitas, un sábado por la mañana fuera de la cárcel, era complicada la

situación al nunca haber ingresado a una, esperé alrededor de 3 horas para después de eso

tener la oportunidad de ingresar. Desde la puerta no se sentía un buen ambiente, cientos de

personas observándote y ofreciéndote ayuda a cambio de unas pocas monedas, personas con

cicatrices por todo el cuerpo y con voces que delataban su estado. Fue allí donde acudí a uno

de ellos para ayudarme a encontrar a mi primo, después de unos pocos minutos pude verlo,

avergonzado y bastante temeroso supo contarme lo que había sucedido, que no sabia lo que

hacia en ese momento y no pensó en las consecuencias que llevaría sus actos, estaba

totalmente arrepentido, no sabia cuanto tiempo permanecería en ese lugar pero temía por su

integridad y de estar rodeado de personas de mala fama, trate de animarlo y de aconsejarle

para que se sintiera mejor, pero poco o nada podía cambiar la situación por la que cursaba,

meditamos por cierto tiempo y al atardecer, el guardia principal pedía retirarse del lugar, con

tristeza me abrazo y me pidió que lo volviese a visitar.

Una vez saliendo de aquel lugar fue aun mas la presión de los presos por conseguir

algo de dinero, muchos de ellos sin familia, sin hogar, y prácticamente desesperanzados por

una ayuda, en un mundo donde las cosas son muy diferentes, en donde las personas luchan,

pelean y corren riesgos cada día, fue un día oscuro, donde pude ver como la vida y la

sociedad pueden ser tan distintas dependiendo del lugar en donde nos encontramos.