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NEUROSIS OBSESIVA

 El histérico organiza su sintomatología con el objeto de afirmar su subjetividad, su


ser de sujeto, el obsesivo organiza la suya para salvar su subjetividad, y no para
deshacerse de ella.

 En relación al padre, el niño no ha dejado de desplegar una actividad continua e


insistente no para sustituirlo, sino para solicitar su interposición explícita respecto a
la madre. El obsesivo necesita un padre que se presente y permanezca como tal.
Necesita asegurarse de que el lugar no puede ser ocupado.

 Estas madres están fuera de la ley porque no dejan ninguna plaza vacante para la
intercesión de una ley tercera que mediatizaría la fusión entre ellas y el niño.

 El niño sirve a la madre, necesita al menos de este objeto, el niño, para decirle al
padre que él es impotente, fallido. El niño es un medio, un órgano, para la madre.
Así, el Nombre-del –padre no está de ningún modo forcluido; el deseo de la madre
continúa estando referido al padre.

 El obsesivo busca ser reconocido como sujeto; tal es su deseo, capturado en la


trampa del deseo del Otro, por el que debe pasar. En lo que respecta a su libertad,
ella se juega en otro terreno. El busca ante todo, hasta el punto de arriesgara perder
la vida, un reconocimiento del Otro. A través de esa mirada del otro le es devuelta
su propia imagen.

 La madre toma a su hijo por un residuo, un resto-desperdicio, una basura:


representantes del objeto a. El obsesivo no se verá nunca a si mismo más que como
el Otro lo ve, puesto que este objeto es sin imagen: es vacío, es el agujero en el
espejo, lo que falta en el cuadro.

 La castración del Otro implica entonces que él, en tanto objeto que palia la falta del
Otro, desaparezca.

 Nos es necesario admitir que el obsesivo quiere estar muerto respecto al saber del
Otro: hacerse el muerto para salvar su estatuto de sujeto.

 Lo que genera la neurosis es el encuentro de un fallo del garante en la castración


del Otro simbólico.

 Follar es el acto del que el obsesivo es incapaz. Con frecuencia, la vida sexual
de este sujeto es de una enorme pobreza. En cambio, hacerse follar es una de
sus desgracias y favoritas experiencias cotidianas.

 El obsesivo se presenta más dividido que nadie, al punto de que, cuando se le


ocurre una idea, a ésta le sigue otra. Todo está en él simbolizado, excepto su
deseo.
 Su modo de salvaguardar el falo lo preserva como sujeto deseante, aun cuando el
precio sea la angustia. A través de ella, él sostiene su deseo. Decir que el obsesivo
sostiene su deseo como imposible, significa que incluso si, debe hacerlo pasar por
su propia cadena a trabajos forzados; esto comprende incluso los goces austeros o
los sacrificios y mutilaciones que se impone, en distintos grados, en el dominio de
sus deseos. Por cada satisfacción, un sacrificio en el altar del deseo del Otro

 “El obsesivo es alguien que no está nunca verdaderamente allí (..) donde hay
en juego alguna cosa que podría ser calificada como su deseo” Lacan

 Con el obsesivo nos enfrentamos a una especie de mascarada de la masculinidad;


la diferencia de sexos no está en juego. Las cosas son para él asunto de vida o
muerte.

 La angustia se manifiesta en el obsesivo cuando él se ve identificado con el objeto


que causa el deseo del Otro.

 El obsesivo no sabe qué objeto él es para el Otro.

 En el obsesivo, la dificultad causa y sostiene el deseo. El Otro queda en posición de


omnipotencia sobre todo por su poder de rechazo

 Es desde esta posición que se determina la estructura del obsesivo: el Otro lo


posee y lo arruina. El obsesivo debe mantenerse a cierta distancia de su deseo
para que ese deseo subsista. La prohibición tiene por función sostener el
deseo.

 Para el obsesivo, todo lo que aparece en el campo del deseo está ligado a la
culpabilidad. “El deseo es una demanda sometida a la ley”. Lacan llega a afirmar:
“El deseo es la ley”.

 A diferencia de la histérica, que busca e interroga al amo para someterlo mejor, el


obsesivo cuestiona aquello que lo domina, aquello a lo que él está sometido.
Sostiene su posición de sometimiento

 Lo que el Otro demanda es el amor, un amor exclusivo. El objeto demandado es


prueba de este amor. Esta demanda insaciable suscita la oscilación de la duda: o el
amo o el deseo: o el yo o el desecho. Y ello tanto más cuanto que no hay amor sin
odio. A ese yo, el obsesivo lo rodeará de todos sus cuidados: amor por el semejante;
otro sí-mismo; en cuanto a él, es un desecho.
 Los objetivos de los síntomas obsesivos son: 1) construir o conservar intacto
su yo ideal, 2) evitar un juicio a toda costa, así como los efectos del super-yo
que lo acompañan y que engendran culpabilidad y angustia.

 El neurótico obsesivo llega a declarar su homosexualidad para


desembarazarse de su responsabilidad de enfrentar a una mujer. Se regocija
descubriendo su parte femenina probando que puede tratar con las mujeres,
no como un hombre sino de igual a igual.
 Este padre que se burla de su hijo por estar demasiado cerca de su madre,
interviene demasiado tarde y superficialmente. Si lo hubiera hecho oportunamente,
se habría interpuesto a tiempo entre la madre y el hijo.

 Los obsesivos frecuentemente están en buenos términos con su madre y son


extremadamente sensibles a las exigencias femeninas, especialmente cuando
estas mujeres son fuertes, agresivas y controladas. La intimidad asexuada que
encuentran junto a ellas, no es más que una protección contra su propia agresividad
erótica respecto de las mujeres. Al mismo tiempo, los obsesivos están en una
constante búsqueda del padre, lo que piden a los hombres, que para ellos
representan a los amos, es una autorización permanente. Aspiran ser aceptados
en tanto que hijos de tales hombres y sólo pueden correr el riesgo de sustraer algo
a un padre, suponiendo que serán recompensados por su paciencia, sus servicios
y por su renuencia al deseo de las mujeres.

 Los obsesivos rumian sin cesar, como para protegerse de todo pensamiento que no
concuerde con el de un hijo modelo. Si estos pensamientos se inmiscuyen en la
conciencia del obsesivo, se ven expulsados inmediatamente de ella. Por lo tanto,
para asegurarse de que sus esfuerzos sean realmente eficaces, reclaman la
aprobación y la invalidación constante de su posición de hijo modelo.

 El obsesivo puede llegar a creer que el estrecho vínculo que tiene con su madre lo
ha vuelto afeminado e incluso homosexual latente, pero esto no es más que un
señuelo. Lo que busca es la confirmación de una posición subjetiva que lo exima
de la responsabilidad de enfrentarse a una mujer.

 El obsesivo no debe su etiqueta al hecho de ser obsesivamente compulsivo


en sus hábitos, sino a mostrarse obsesionado por pensamientos relativos a
una mujer inaccesible, ya sea porque lo rechace o porque pertenece a otro
hombre.

 El obsesivo puede creer que desea poseer a esa mujer, pero si tiene la
oportunidad, no lo hará. En su lugar, la amará a distancia, idealizará su
imagen que capturará todos sus pensamientos. Ella es todo para él y reúne
en sí a todas las otras mujeres. El obsesivo busca protegerla de los estragos
ocasionados por otros hombres. Considera que será recompensado con su
amor, el cual lo librará de sus tormentos y de su obsesión. Ella tiene el poder
de hacerlo nacer a la vida, devolverle su integridad, darle sentido a su vida.
Sin ella, se siente muerto.

 Como un falsario, el obsesivo interrumpe el proceso de trabajo que podría


colocarlo en circulación. No quiere comprometerse en una competencia con
los hombres, sino que busca la autorización para evitar esto. Cómo si una
cualidad innata lo eximiera del trabajo que implica esta competencia. Una vez
que se encuentra preparado, busca a una única mujer, que será para él todas
las otras y que aceptará sus fracasos y la futilidad de sus esfuerzos como
expresiones de su amor por ella. Suponiendo que triunfase, entonces estas
mujeres no podrían amarlo por él mismo, le resulta intolerable.
 Si algo merece ser destacado es la idea de que la moral virtuosa del obsesivo
no es más que una máscara que sirve de camuflaje para su cobardía
fundamental. El neurótico obsesivo está del lado de la vida y es contrario a
la muerte. No se cuestiona la falta de sentido que tiene estar contra la
muerte. Así, ésta proyecta su sombra en el camino del obsesivo, ya que no
puede afrontarla ni afrontar el deseo de la muerte, deseo cuyo único objeto
sólo puede ser la vida misma. Idealiza a estas mujeres como seres perfectos,
representantes de la vida misma, como para decirle a la muerte. “Es lo que tú
quieres no a mí”.

 Aunque el obsesivo crea que se interesa por la femineidad, se sentirá siempre


atraído por la histérica que es una mujer que define su femineidad como la
función de su útero. El obsesivo y la histérica forman la pareja perfecta, donde
el obsesivo termina siempre por ser vencido y desenmascarado en tanto falso
hombre, lo que no es difícil dado que para la histérica casi todos los hombres
son falsificaciones. Pero esta derrota la soporta pues es más fácil ser vencido
por la vida que enfrentar a la muerte. Para el obsesivo es necesario que la
mujer amada sea inaccesible.

 Pese a que el obsesivo profundamente perturbado erige sus monumentos de todo


tipo entre el Otro real y su yo ideal para conservar sus ilusiones de distancia, y con
ello evitar la fragmentación (histérica) o la psicosis, nunca encuentra una inscripción
adecuada para su masculinidad.

 Un obsesivo que llega al análisis ya ha dicho no a la crueldad del Otro, a su traición.


El Otro ya no merece su crédito.

 ¿Qué sentimientos han podido habitar, pues, en un niño cuyo padre no pudo
reconocerlo más que como desecho y cuya madre no ha podido entreverlo sino
como objeto apto para dejarla insatisfecha?

 Sepamos oír su no: no reactivar a la madre y a su deseo letal. No ser el salvador de


su subjetividad.

 Si en la histeria el sujeto necesita ver los signos del deseo del Otro para vivificarse,
en la obsesión lo que ocurre es que cada vez que el sujeto desea está en juego la
desaparición del Otro, está en juego su destrucción.

 El obsesivo, cada vez que se enfrenta con el deseo, en el horizonte se da esa


posibilidad, entonces ¿qué hace?: se defiende de su deseo. Se defiende deseando
un objeto prohibido o inhibiendo el deseo. Así el deseo aparece como imposible.

 Es un sujeto que se tortura. Y todo esto ¿cómo se sintomatiza? Bajo la duda, bajo
la sensación de estar muerto en vida, es decir, la muerte como un elemento
fundamental. Él se defiende de su deseo manteniendo su deseo a raya, tornándolo
imposible, haciendo venir al lugar del objeto del deseo cualquier condición necesaria
absoluta que no le interesa, para que no se produzca esa destrucción del Otro. Pero
todo esto lo desconoce.
 Pero lo que explica Lacan magníficamente es: “se le pide que retenga, pero al rato,
se le pide que lo dé”. No lo puede retener todo el tiempo. El obsesivo, queda en
relación a esa demanda del Otro, primero “no la sueltes” y después “suéltala”. Y
luego, cuando el niño lo da en el momento adecuado la gente adulta se lo celebra y
pasa a tomar el estatuto de don. Es en este período de lo anal donde se construye
el don, la posibilidad del don, por eso, para el obsesivo que está su deseo muy
sostenido en este objeto que es el excremento, el tema de la oblatividad (Lacan es
crítico con el concepto de oblatividad, lo considera una forma de moralismo y se
equipara a la metáfora de las “heces” como un regalo, dice Lacan que la fórmula de
la oblatividad es Todo para el otro) es fundamental. ¿Qué va a decir Lacan? Que
muchas veces el sujeto obsesivo, con la mujer, la llena de regalos y sobre todo caros
¿para qué? Para eliminar la disimetría, para tapar el agujero, para que este agujero
de lo fálico no aparezca. Entonces ¿qué dice aquí Lacan? Muy interesante: “En este
vaivén, lo doy, no lo doy, el sujeto entra en la ambigüedad”. Y dice: ¿qué le ocurre
al obsesivo? “El obsesivo está conectado con el retener, retener su deseo, retiene
su deseo, se sostiene en la retención”. Pero qué pasa con su sintomatología
expresada en la compulsión. Lo que trata el sujeto con la compulsión es dejar de
lado el deseo retentivo. Estos fenómenos compulsivos son, de alguna manera, un
velamiento del verdadero deseo en que se constituyen, que es de retener, retener
el deseo, retener el objeto, porque si lo da, si lo expulsa, ese objeto incluso es uno
mismo y además supone la destrucción del Otro. La cuestión del don en la que el
obsesivo está, no le sirve para la relación sexual. Por eso el sujeto obsesivo tiene
muchos problemas porque cuando consigue el objeto de su deseo, en ese mismo
momento empieza ya a perder su valor. Un hombre que anhela a una mujer, la
conquista, la tiene y se acabó. Entonces ¿cómo pensar el amor? Porque visto esto,
visto esta cuestión de condición absoluta ¿qué tipo de amor para el obsesivo? Lacan
dice algo interesante: en realidad lo que está en juego en un momento dado es esta
cuestión de lo sucio dentro de la escena.

Si hemos dicho: que el deseo suyo está retenido en relación al objeto porque
significa la destrucción del Otro; que para mantener esa retención y defenderse del
deseo se dirige a un objeto prohibido o, si no, lo mantiene como inalcanzable; que
su objeto privilegiado es el objeto anal que nos permite explicar la lógica que
sostiene su ambigüedad, esta ambigüedad del deseo, si y no, lo doy no lo doy, lo
retengo, lo doy, en este enganche con la madre, donde se sostiene el obsesivo;
entonces, cuando del amor se trata ¿qué objeto se pone en juego?

El escópico. La mirada y la imagen. Es interesante esto porque el obsesivo


encuentra en la mujer que idealiza su propio yo. Es decir que el obsesivo en esa
mujer que idealiza está buscándose a él mismo, la imagen de él. Ese salto en el
amor ya es un tratamiento de lo excremencial, ya no es esa mierda o recubre de
alguna manera su fantasma sádico con lo especular

 Para Lacan, además, el síntoma es el encuentro enigmático con el deseo del Otro
materno, en donde ante este enigma, ante este ¿Qué quiere el Otro materno de
mí?, enigma que como tal angustia, el sujeto crea un efecto de significación,
articulado al fantasma, a lo que despliega que cree que el Otro quiere de él, como
una forma de defensa ante esta angustia. Esta defensa da lugar en el obsesivo al
síntoma de la duda, o de la precipitación para salir de lo que siente como un estar
atrapado en el Otro. En ambos casos, el resultado será no poder acceder al deseo
y subjetivarlo como un deseo imposible.

 La noción de defensa trata de la operación por la que el sujeto se defiende de la


satisfacción pulsional total o del goce en términos lacanianos, defendiéndose con el
síntoma que le llevan a situar este deseo como imposible. Esto es así, porque cree
que este deseo si lo lleva a cabo, le hará esclavo del Otro, sometiéndose entonces
a su capricho, y a su goce. Es decir, primer punto importante, el obsesivo es el que
confunde su deseo con la demanda del Otro, como nos dice Lacan.

LACAN

1.- El obsesivo es el que resuelve la cuestión de su deseo situando en el lugar del deseo,
la demanda imperativa del Otro y escapando de ella y por tanto del deseo. Así el
deseo que conlleva necesitar al Otro, según la fórmula lacaniana, de que el deseo
pasa por el deseo del Otro, produce que el obsesivo se obstine en la destrucción
simbólica del Otro, que es vivido como peligroso. De ahí, su agresividad a veces
reprimida y a veces actuada. Pero al intentar destruir al Otro, en este esfuerzo desaparece
su propio deseo, o aparece bajo la forma velada de un objeto del que duda que sea el
apropiado.

2.- Estas dudas producen el laberinto de su síntoma que es una metàfora dirigida al
Otro, como lo es el síntoma de conversión en la histèria.

3-Vemos en la clínica que mantiene el deseo como imposible en su eterna duda, Ser
o no ser…, para Lacan, ser o no ser el Falo del Otro. Es decir ser el que apoya o sostiene
al Otro, le consuela, le complementa imaginariamente, o salir de ahí por temor aquedar
atrapado en este fantasma.

4-Por otra parte, al ser reducido el deseo a la demanda y ser ésta vivida como exigencia,
como ya hemos dicho, se aplica a matar simbólicamente la posible demanda del Otro, es
decir lo que Lacan denomina la muerte de la demanda.

A través de esta puntuación ¿Cómo podemos entender los síntomas de la duda y la


elección? La duda es el efecto de la posición de bascula o de no resolverse a salir del
señuelo de Ser o no Ser el Falo del Otro. Es el posponer enfrentarse a esa desilusión
fundamental de no ser el Falo del Otro, que le daría si se enfrentara, como resultado no
estar tan preocupado por el deseo del Otro y enfrentarse al suyo propio.

Este síntoma produce que el sujeto ocupado en sus pensamientos presenta un bloqueo, y
se queja muchas veces de su inutilidad porque no puede cumplir con lo que la vida le pide.
Esta posición, por otra parte, plantea una dificultad en la dirección de la cura ya que queda
“petrificado” en esa oscilación que es un cierre a la “histerización, entendida como el
preguntarse por sus síntomas. Es decir lo propio de toda entrada en análisis, una pregunta
sobre el síntoma dirigida a Otro, el analista, al que se le supone un saber, algo distinto del
estar ensimismado del obsesivo, al que le cuesta salir de preguntarse a sí mismo.

El pensamiento de la duda es el síntoma del obsesivo, pero el sujeto para que se convierta en
síntoma analítico lo debe hacer suyo y preguntarse por este síntoma, no quedar fijado en él.
La verdad de este síntoma, será opuesta a la alienación de la fijación en el Ser o no Ser. Sólo
el síntoma articulado al fantasma y asumiendo el goce como propio, permitirá deshacerse del
síntoma lo más posible. La inscripción del síntoma como analítico se hace cuando de la
pregunta por sí mismo, pasa a la pregunta al Otro. Es lo que se conoce como histerización.
De esta forma el analista será no sólo el testigo imaginario de sus dudas ni el Otro Ideal, sino
que tomará a su cargo el lugar de objeto, en la transferencia, donde el sujeto pueda ir
construyendo este objeto, causa de deseo en su propio fantasma sin estar sometido al
fantasma del Otro.

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