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El general sí
tiene quien
le escriba
Verónica González Laporte
París, julio de 2015. para convertirse al catolicismo: “París bien vale una
No hay un alma esta mañana en el cementerio de misa”. Sin suéter ni impermeable y con la faldita ca-
Montparnasse. Ni un alma de vivo, ni una de muerto. chondeando al viento, yo le perdono un frío digno de
Las gotas de una lluvia fina se clavan en mis pestañas un otoño malhumorado.
como agujas hipodérmicas. ¡París! Ciudad eterna de Esperaba encontrar el clima que halló Juan Preciado
piedra pálida y hatos de luz, en donde lo mismo se ha- cuando llegó a Comala, “ese tiempo de canícula, cuan-
bla ruso que portugués, lo mismo se reza mirando hacia do el aire de agosto sopla caliente envenenado por el olor
la Meca que hacia el Moulin Rouge. La capital más vi- podrido de las saponarias”. Ese calor descrito por Juan
sitada del mundo —unos 200 millones de turistas se Rulfo en Pedro Páramo que hace que los muertos regre-
han subido a la Torre Eiffel desde su construcción— sen del infierno por su cobija. Pero desde mi llegada sólo
es capaz de empobrecer al príncipe árabe más afortu- me ha cobijado un cielo gris. A la entrada del cemente-
nado, o de convertir en perdulario a un monje de clau- rio le pregunto al guardia dónde descansa el general:
sura. En el metro Barbès-Rochechouart se puede uno “Porfirio Díaz, s’il vous plaît”. Me responde con la se-
cruzar con un sacerdote ortodoxo griego igual que con guridad de la costumbre: preguntar por él aquí es como
un joven de barba tupida, medias de red y tacones ro- averiguar el paradero de Jim Morrison en el cemente-
jos. A París se le perdona casi todo. Ya lo dijo el rey En- rio del Père-Lachaise. La tumba del que fuera presiden-
rique IV, en 1593, cuando renegó de su fe protestante te de México durante más de tres décadas se halla entre
PORFIRISTAS DE CLÓSET