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Al referirse a la Unión Soviética, la historiografía de la derecha liberal (apoyada por el trotskismo

que es su repetidor a sueldo) sólo hace hincapié sobre los «crímenes» de Stalin: ¿Cuántas víctimas
de dichas atrocidades? ¿10, 20 o hasta 40 millones? En torno a esta cuestión gira todo el debate
hegemónico sobre la experiencia soviética.Nadie dirá que no es un asunto relevante y que no es
necesario investigarlo, pero vamos a volver a insistir que en la Unión Soviética del periodo de
Stalin pasaron muchas otras cosas que el pensamiento único del liberalismo y del trotskismo
ocultan. He aquí una de ellas: la revolución educativa.Muerto Lenin, puede decirse que la recién
nacida Unión Soviética era un auténtico lío: una economía que aun estaba por desarrollarse,
muchos destrozos por todas partes y un territorio que, además de inmenso y prácticamente
incomunicado, era absolutamente heterogéneo, habitado por un sinfín de grupos étnico-
lingüísticos con mucha, muchísima desigualdad social. La pesada herencia del zarismo unitario se
hacía sentir con fuerza.Viendo el desolador panorama, Stalin divisó de inmediato el principal
escollo al proyecto de industrialización que tenía: la ausencia de recursos humanos. No sólo no
existían los técnicos y científicos necesarios para llevar a cabo la «revolución industrial soviética»,
sino que tampoco había obreros capacitados para laborar en la industria, aun en el caso hipotético
de que el Estado lograra crearla. La población estaba lejos de la modernidad, con hábitos que
podrían calificarse de medievales.Había que cortar por lo sano y el PCUS lo sabía. No podía
permitirse la reproducción de las relaciones sociales y principalmente de los comportamientos
atrasados que impedían el progreso de la economía socialista y la clave estaba en la educación. De
este modo, fueron creadas escuelas a tiempo completo a las que asistían los niños toda la semana
y les era permitido volver a sus casas únicamente los domingos. El Estado se hizo cargo de la
educación integral de los jóvenes al tiempo que evitaba que mimetizaran los comportamientos de
sus padres, limitando sensiblemente el tiempo que pasaban en familia. En su momento, Occidente
calificó este método de inhumano, ya que privaba a los pequeños de la compañía de sus padres.
Pero la URSS siguió con su plan.El tiempo les dio la razón a los soviéticos. Treinta y cinco años más
tarde, la URSS no sólo estaba insólitamente industrializada: también había salido triunfante de la II
Guerra Mundial, había sido laprimera en poner un satélite en órbita (el Sputnik), en enviar un ser
vivo al espacio exterior (la perrita Laika, que infelizmente cayó en el cumplimiento de su misión) y
un hombre (Yuri Gagarin). Además, como resultado secundario de sistema educativo que incluía la
actividad deportiva, empezó a participar en los Juegos Olímpicos con resultados notables, en
ocasiones dominando el medallero y superando a los Estados Unidos, entre muchos otros logros
del socialismo soviético que no podríamos mencionar porque afectaría la brevedad de este
artículo.Todo esos impresionantes resultados se vieron a partir de la década de 1950, es decir, tras
la muerte de Stalin. Jrushchov y Brézhnev cosecharon los logros y cerraron las escuelas a tiempo
completo, manteniendo en muchos casos la educación a tiempo integral (con los estudiantes
volviendo a sus casas todos los días), pues aquellas ya no eran necesarias. Una generación bastó y
ahora los chicos ya podían disfrutar de la compañía de sus padres sin que esto resultara en la
reproducción del comportamiento de sus abuelos.La conclusión necesaria es que si queremos
hablar de Historia debemos contarla toda, no sólo la parte que mejor le conviene al imperialismo
occidental. La URSS fue la mayor experiencia revolucionaria de la historia de la humanidad.

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