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Seminario Virtual

Mirar la coyuntura latinoamericana: herramientas de análisis


político

Primera clase

Por Esteban De Gori

Bienvenidos y Bienvenidas. En nuestro primer encuentro vamos a tratar de aproximarnos a un


suceso de coyuntura para analizarlo y comprenderlo. Cuando estamos ante éste –ya haya
concluido o en desarrollo- nos interrogamos acerca de dónde colocar la mirada y el análisis. ¿Qué
hacer ante un suceso, qué hacer con nuestros saberes e inclusive con nuestras opiniones a priori?
La conclusión rápida de ciertos fenómenos coyunturales impacta en la exhaustividad del análisis
–lo erosionan en tanto capacidad explicativa- y, en muchos casos, terminan ocasionando serios
efectos si estos análisis están vinculados a tomas de decisiones gubernamentales, ministeriales o
de diversas agrupaciones y movimientos.

Una aproximación que busque tener cierta capacidad explicativa no puede permitirse
perspectivas moralistas que establecen lo bueno o malo de tal suceso o actor. Nadie es bueno o
malo en una acción. Los actores están atravesados por formas de comprender el mundo y actuar
en él a partir de una cantidad de sucesos que los suscitan. Tampoco es interesante partir desde
posiciones ideológicas o “metodológicas” previamente establecidas que me hacen llegar a
conclusiones rápidas y muchas veces ya tengo definida la conclusión del suceso antes de intentar
explicarlo. Esto es muy importante: los fenómenos coyunturales son tan complejos que tener
una conclusión previa al análisis no ayuda a la capacidad explicativa.
Esto nos abre un interrogante: ¿Para qué explicar o comprender? La comprensión más ajustada
a lo real nos permite –pese a si nos gusta o no en términos personales o ideológicos- proponer
un saber para la toma de decisiones o simplemente para dar cuenta de lo que sucede. Por ejemplo,
la crisis del 2001 en Argentina fue leída por muchos analistas como un momento pre-
revolucionario o disolutorio de referencias culturales y sociales importantes. Nada de ello,
ocurrió en términos taxativos. El peso cultural de los actores y sus memorias políticas históricas
daban cuenta de una crisis importante pero que no hablaba de momento pre-revolucionario (más
allá, de la instalación de Asambleas Populares y conflictos agravados en el espacio público).
Nadie en este caso –o pocos lo hicieron- se enfocó en analizar qué imaginaban los actores, qué
reclamaban, qué símbolos estaban en juego, si había una impugnación al Estado o una demanda
de más Estado para resolver las gravosas situaciones cotidianas. La mirada puesta en la
conflictividad y en lo que ella suponía, como en la debacle del sistema político, era una dimensión
más pero no la única para analizar el problema. ¿Qué nos decían los actores, qué nos decían y
significaban sus acciones? ¿Qué autoridades o dominaciones dejaron de ser legítimas para
transformarse en otra cosa? ¿Qué nos indicaban las acciones en los territorios, contra quién iban
los ciudadanos, cuál era el lugar del Estado y de la economía en ese conflicto?1

Es importante tener algunas cosas en cuenta. Las rutinas sociales, las formas de comprender y
de actuar en el mundo no son modificables de buenas a primeras. Los actores no son otros
diferentes a los que eran ayer. Es decir, la observación de aquello que “desata” un suceso o que
lo pone en movimiento es lo más significativo, así como ver que hacen los hombres y mujeres
ante ellos. Los hombres y mujeres que vemos tienen miradas que organizan su mundo,
pertenecen a grupos sociales que les otorgan reglas legítimas de consumo y de pertenencia a ese
grupo. No hay gente “nueva” en una acción, sino agentes con grandes cosmovisiones culturales
que atraviesan y modelan su cuerpo. Por ello, estos agentes van a un conflicto o padecen una
crisis con lo que “son”, no con aquello que nosotros quisiéramos que tengan en su “cabeza” en
dicha crisis o conflicto. Hay que comprender por qué dicen lo que dicen los agentes y por qué

1 15 años después del 2001 logre plantear una mirada de esa crisis y que pueden encontrar en
[http://www.unsam.edu.ar/margenes/?p=1288 ]

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actúan de la forma en que actúan en un suceso. Allí nos enfrentamos con la mujer y el hombre
real, con deseos, pasiones, imaginaciones y expectativas. Histórico, profundamente cultural y
atravesado por grandes rutinas que son difíciles de desestabilizar. Los hombres y mujeres –
aunque suene obvio- somos complejos en nuestra toma de decisiones, en explicar al mundo –ya
que inclusive los podemos explicar con argumentos que parecen provenientes de diversos
legados, pensamientos o teorías- y mucho más en participar en él.

La política, que es nuestro caso de análisis, introduce otros elementos muy importantes: los
hombres y mujeres luchan por el poder. Y a veces, para ello, incorporan o “hacen coherentes”
en su discurso elementos que suenan contradictorios. En este caso, muchos y muchas analistas
observan esas “contradicciones” como problemas morales (egoísmo, particularismo). Dicen:
“no entiendo esta doble moral”. Claro, un tema a debatir. Los hombres y mujeres no son seres
teóricos que hacen revoluciones o intervienen en un conflicto con un libro debajo del brazo,
sino que al ser agentes históricos y culturales sus acciones les permiten apropiarse y resignificar
cosas que parecen distintas pero que son absolutamente coherentes en la explicación del actor
acerca de por qué hace lo que hace.

Los hombres y las mujeres intervienen en la historia, en la política o en la economía a partir de


lo que pueden explicar y a partir de los argumentos que pueden elaborar. La lucha por el poder
supone –entre otras cosas- la construcción de la legitimidad y la adhesión. Por tanto, no veremos
que los agentes utilicen discursos y lenguajes que no busquen un punto de conexión y de
adhesión en aquellos que desea su apoyo o su contrariedad. Los jacobinos no estuvieron por
fuera de la cultura política estatal que habían iniciado los monarcas Borbones. El centralismo y
la soberanía indivisible fue uno de los temas que más se conectaron con la cultura borbona.
Entonces, ¿esto niega la radicalidad de los jacobinos? No, sino que hay persistencias que son
resignificadas para establecer un poder estableo o para lograr adhesión. Lo mismo podríamos
pensar para los bolcheviques donde su cultura estatal posee vasos comunicantes con el zarismo.
Por tanto, hay legados y culturas políticas que son importantes tener en cuenta para pensar

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quiénes son esos hombres y mujeres que se lanzan a la política y a la lucha por el poder o por la
realización de algún interés.

Las sociedades modernas se vuelven tales con la idea del pacto. Es la gran idea de la modernidad.
Los hombres y mujeres consienten ser gobernados y mandados, pero ese acto también introduce
fragilidades y conflictos. Algunos y algunas pueden decir: “estamos en contra de este mandato”
y salir a cuestionar la autoridad. Mandar requiere un trabajo intenso de construir apoyo, porque
si no esos que se sienten llamados a participar en un orden democrático. Tal vez, es el trabajo
más potente y enigmático que las autoridades deben realizar.
El obedecer puede ser visto como algo rutinario hasta que se introducen elementos críticos o
desestabilizantes que lo ponen en duda.

En este sentido, el trabajo que proponemos en este curso es “poner la oreja” en el territorio de
los sucesos. Como las películas de los cowboys que ponían la oreja para escuchar y saber por
dónde iba el tren. Queremos preguntar e interrogar –de manera comprensiva y empática- por
qué hacen lo que hacen los actores y por qué dicen lo que dicen los actores sin prejuicios previos
que nos obliguen a construir conclusiones rápidas.

Conocer el sentido de la acción, las estructuras culturales sociales que operan en el individuo y
las culturas políticas que explican y significan su vida es central para el análisis de coyuntura.
Este seminario introducirá a los y las participantes en un conjunto de lecturas que nos permiten
tener algunos elementos para bajar a la “escena” o al “teatro”. Nuestro ejercicio tendrá algo de
dramaturgia: buscará explicar por qué dicen las cosas que dicen y por qué hacen lo que hacen
esos hombres y mujeres en la escena. Debemos pensar el teatro, desarmarlo, poner a sus actores
y mirar su acción. El trabajo de analista nos obliga a considerar varios elementos de la escena.
¿Por qué están allí? ¿Quién los puso? ¿Por qué se pusieron? Etc. Toda escena o teatro tiene sus
contingencias, los actores pueden hacer cosas inimaginadas o hacer cosas imaginadas que tengan
resultados distintos al que se propusieron. Los hombres y mujeres si bien están atravesados por

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estructuras que operan en su cuerpo y en su modo de vida, están abiertos a sucesos
impredecibles, a situaciones radicales que los llevan a tomar decisiones impensadas.

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