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Inmanuel Kant

Kant ha sido uno de los filósofos más destacados y ha inspirado a millones de personas, siendo el filósofo
más leído y discutido en las facultades de educación y de filosofía en el mundo. Nació en la ciudad de
Koenisberg, de donde no salió en toda su vida. Era tan metódico que sus contemporáneos y vecinos
señalaban que se podía poner el reloj a la hora porque su paseo al caer la noche se hacía siempre a la misma
hora exacta. Si bien su vida parece aburrida, ya que no se casó ni tuvo descendientes ni tampoco viajó, su
vida intelectual en cambio fue emocionante. Siempre se le consideró un gran maestro y sus clases eran
populares en la Universidad de su región. Lo que llama la atención en los lectores dedicados, es la enorme
masa de conceptos nuevos y a los cuales les dio nombre, que acuñó en sus publicaciones. Estas son bastante
densas y creo firmemente que pocos filósofos profesionales lo han leído completa y detalladamente. Entre
los estudiantes actuales suelen circular libritos con el nombre de Todo Kant resumido o Kant al alcance de
todos, lo que en justicia no es posible, por la complejidad teórica y el lenguaje altamente especializado, que
requiere más conocimientos de filosofía de parte del lector o estudiante. Sin embargo, su Pedagogía es una
obra que se lee con facilidad.
Durante toda su vida profesional Kant estuvo relacionado con la pedagogía, puesto que fue profesor
universitario bastante exitoso por el interés que despertaba en sus estudiantes y porque era innovador en la
cátedra. En su época la Universidad de Koenisberg había incorporado la formación profesional de maestros y
por lo mismo pidió a todos sus académicos que en forma rotatoria dictasen clases relacionadas con la
enseñanza. A Kant le correspondió en el año académico 1786-1787 y con su habitual rigurosidad preparó
esas lecciones saliéndose de la metodología tradicional imperante y prefirió escoger un libro de la época y
discutirlo en la clase. Escogió como autor de su preferencia a Rousseau, filósofo al que admiraba. En su casa,
austera y propia de un solterón, solamente tenía un cuadro, que era justamente un retrato de Rousseau.
Como se disponía en el año citado de un manual introductorio al pensamiento rousseniano, escrito por el
educador y filósofo Basedow, titulado Das Elementalwerk, lo empleó como texto del curso y a través de sus
comentarios siguió el razonamiento educacional de Rousseau. Esas clases dieron origen al libro titulado
Uber Pedagogik. En educación se le recordará siempre por ese pequeño libro, donde expresa sus ideas y
titulado sencillamente Pedagogía (1803), que todos los educadores deberían haber leído. Comienza
señalando:

El hombre es la única criatura que ha de ser educada. Entendiendo por educación los cuidados (sustento,
manutención), la disciplina y la instrucción, juntamente con la educación Según esto, el hombre es niño
pequeño, educando y estudiante.
…. La educación es un arte, cuya práctica ha de ser perfeccionada por muchas generaciones. Cada
generación, provista de los conocimientos de las anteriores, puede realizar
constantemente una educación que desenvuelva de un modo proporcional y conforme a un fin, todas las
disposiciones naturales del hombre, y conducir así toda la especie humana a su destino. La Providencia ha
querido que el hombre deba sacar el bien de sí mismo y le habló, por decirlo así:
«¡Entra en el mundo!; yo te he provisto de todas las disposiciones para el bien. A ti toca desenvolverlas, y,
por tanto, depende de ti mismo tu propia dicha y desgracia.» El hombre debe desarrollar sus disposiciones
para el bien; la Providencia no las ha puesto en él ya formadas; son meras disposiciones y sin la distinción de
moralidad. El hombre debe hacerse a sí propio mejor, educarse por sí mismo, y, cuando malo, sacar de sí la
moralidad.

Como puede advertir el lector informado, Kant se anticipa a Rawls al señalar que el hombre carece al
nacimiento de los valores como la bondad, la amistad, la belleza, la solidaridad y que es labor de la
educación formal y de la familia inculcarlos en el niño.

Otra idea importante en la pedagogía kantiana está en considerar que la educación es el problema más
grande al que tiene que enfrentarse el ser humano; tanto así que si los problemas esenciales del ser humano
se pudieran reducir a dos, éstos serían el ya indicado y el otro es el de gobernarlo; por tanto hay que
dedicarle la atención que ambos temas se merecen. Ya el asentar esta problemática pone al filósofo en el
camino de la reflexión más ardua y que pese a la dedicación de mentes esclarecidas, la educación es siempre
una preocupación que no tiene la solución más conveniente. La tercera afirmación válida de Kant es que el
hombre llega a serlo solamente por la influencia de la educación: el hombre llega a ser hombre
exclusivamente por la educación, el por qué es difícil la tarea se debe a que el hombre debe perfeccionarse a
sí mismo, pasando la tarea a las nuevas generaciones, por lo cual la pedagogía trasciende a la historia. La
racionalidad de Kant ante este fenómeno humano da paso a los sentimientos, lo que no vemos en otras de
sus obras. Kant se emociona, y ante la pedagogía se transforma en idealista, porque gran parte de su vida la
dedicó a la enseñanza, que fue desde muy joven su trabajo y su forma de vida.
El filósofo es consecuente con su teoría sobre el deber, que conlleva a la disciplina, es decir, el sacrificio de
los placeres para cumplir con el objetivo vital del ser humano: cumplir con su deber, no por obligación, sino
por una convicción interna. Veamos con sus propias palabras lo que pensaba acerca de la disciplina como
requisito para poder educar al ser humano:

El género humano debe sacar poco a poco de sí mismo, por su propio esfuerzo, todas las disposiciones
naturales de la humanidad. Una generación educa a la otra. El estado primitivo puede imaginarse en la
incultura o en un grado de perfecta civilización. Aun admitiendo este último como anterior y primitivo, el
hombre ha tenido que volverse salvaje y caer en la barbarie.
La disciplina impide que el hombre, llevado por sus impulsos animales, se aparte de su destino, de la
humanidad. Tiene que sujetarle, por ejemplo, para que no se encamine, salvaje y aturdido, a los peligros. Así,
pues; la disciplina es meramente negativa, esto es, la acción por la que se borra al hombre la animalidad; la
instrucción, por el contrario, es la parte positiva de la educación.
La barbarie es la independencia respecto de las leyes. La disciplina somete al hombre a las leyes de la
humanidad y comienza a hacerle sentir su coacción. Pero esto ha de realizarse temprano.
Así, por ejemplo, se envían al principio los niños a la escuela, no ya con la intención de que aprendan algo,
sino con la de habituarles a permanecer tranquilos y a observar puntualmente lo que se les ordena, para que
más adelante no se dejen dominar por sus caprichos momentáneos.
Pero el hombre tiene por naturaleza tan grande inclinación a la libertad, que cuando se ha acostumbrado
durante mucho tiempo a ella, se lo sacrifica todo. Precisamente por esto, como se ha dicho, ha de aplicarse
la disciplina desde muy temprano, porque en otro caso es muy difícil cambiar después al hombre; entonces
sigue todos sus caprichos.

Para los educadores de profesión hay una idea fundamental en Kant, que es bueno tenerla presente en
quienes forman a los maestros y se refiere a que la pedagogía es una ciencia que se debe cultivar y mejorar
continuamente:

El arte de la educación o pedagogía, necesita ser razonado' si ha de desarrollar la naturaleza humana para
que pueda alcanzar su destino.
Los padres ya educados son ejemplos, conforme a los cuales se educan sus hijos, tomándolos por modelo. Si
éstos han de llegar a ser mejores, preciso es que la Pedagogía sea una disciplina; sino, nada hay que esperar
de ellos, y los mal educados, educarán mal a los demás.
En el arte de la educación se ha de cambiar lo mecánico en ciencia: de otro modo, jamás sería un esfuerzo
coherente, y una generación derribaría lo que otra hubiera construido.

Como puede verse en estas pocas citas, Kant tiene mucho que aportar a los futuros pedagogos y es
conveniente que sus maestros lean a este autor con detenimiento, pues aunque han pasado muchas
generaciones, el filósofo de Koenisberg aún tiene mucho que decirnos. Por ejemplo, la siguiente cita es muy
válida, se refiere a que solamente los más doctos debieran tomar decisiones pedagógicas: La dirección de las
Escuelas debería depender sólo del juicio de los entendidos más esclarecidos y esta es una verdad que
convendría hacer saber a la burocracia en cualquier lugar.

La educación, según Kant, es un arte cuya pretensión central es la búsqueda de la perfección humana. Esta
cuenta con dos partes constitutivas: la disciplina, que tiene como función la represión de la animalidad, de lo
instintivo; y, la instrucción, que es la parte positiva de la educación y consiste en la transmisión de
conocimiento de una generación a otra.
Educarse, de acuerdo a la perspectiva kantiana, le resulta indispensable al ser humano por tres razones:
Primero, porque “únicamente por la educación el hombre llega a ser hombre” (Kant: 31), antes de ella un
individuo de la especie se encuentra sumido en una condición que no es la propiamente humana. Esto nos
conduce a la idea de que el ser humano se encuentra en una situación de desigualdad frente a los otros
animales, pues lo que le caracteriza como especie no lo adquiere plenamente por vía genética sino que lo
logra educándose. Segundo, porque esa desigualdad se traduce en una debilidad relativa, “el hombre es la
única criatura que ha de ser educada” (Kant: 29), la educación queda planteada también como una
salvaguarda que faculta al ser humano para defenderse en la realidad, le ofrece las herramientas que desde
el punto de vista instintivo le son limitadas. Tercero, porque esas facultades alcanzadas por medio de la
educación no sólo son herramientas para su subsistencia, sino que, al mismo tiempo, son el gran secreto de
la perfección de la naturaleza humana (Kant: 32).

Hasta aquí la educación aparecería como una necesidad, no obstante, Kant se ocupa de subrayar que
también es una responsabilidad; este aspecto está vinculado con algo que se ha expresado líneas arriba, en
la educación yace la posibilidad de la perfección humana, de la dicha futura de la especie, de una condición
ideal que puede ser planteada como destino. Si esto es así el ser humano ha de intentar alcanzar su destino
y por tanto debe construir un concepto de él que se coloque como fin del proceso educativo; es decir, la
especie humana tendría un deber moral ineludible educarse para buscar su destino (Kant: 33-34).

Pero, el ser humano no puede obrar aisladamente para el cumplimiento de esta labor, “No son los
individuos, sino la especie humana quien debe llegar aquí – a su destino -” (Kant: 34). Esto conduce a Kant a
percibir la educación como un arte que ha de ser perfeccionado por muchas generaciones, y, que por tanto,
avanza poco a poco. Una generación trasmite el conocimiento y la experiencia a otra, y esta, en la medida
de sus posibilidades, los aumenta para trasmitirlos a una nueva. La educación se encuentra vinculada
entonces a los avances y retrocesos propios de la humanidad, del ser humano como especie. Aunque, esto
no implica que los individuos no puedan y deban buscar educarse por si mismos, pero si, que el ideal de
educación es construido social e históricamente.

Para este filósofo, ese destino ideal, esa realidad posible, ha de marcar tanto al acto educativo que llega a
considerar que las nuevas generaciones deben educarse de acuerdo a ese futuro anhelado: “No se debe
educar a los niños conforme al presente, sino conforme a un estado mejor, posible en lo futuro, de la
especie humana; es decir, conforme a la idea de humanidad y de su completo destino. Este principio es de la
mayor importancia.” (Kant: 36). De tal manera, la educación tendría que pensarse y partir de dos principios
básicos para Kant, el cosmopolitismo o la universalidad y la idea de búsqueda de un futuro mejor para la
humanidad.

Por los múltiples compromisos morales que desde esta perspectiva se vinculan a la actividad educativa, Kant
sostiene que quienes deben ocuparse de la organización de las escuelas deben ser los conocedores más
ilustrados, “personas de sentimientos bastantes grandes para interesarse por un mundo mejor, y capaces de
concebir la idea de un estado futuro perfecto.” (Kant: 37). Si se suma esto al hecho de que advierte la
necesidad de convertir la pedagogía en ciencia, se puede decir que Kant piensa la educación como una de
las más altas labores humanas.

Una labor que no carece de dificultad, pues, como desde el comienzo del texto insinúa su autor, la
educación está marcada por un juego dialéctico que goza de una enorme complejidad; en ella se debe
conciliar una legítima coacción, la sumisión del individuo, con la facultad de servirse de su voluntad. Por ello
Kant entiende que: “Al hombre se le puede adiestrar, amaestrar, instruir mecánicamente o realmente
ilustrarle. (…) Sin embargo, no basta con el adiestramiento; lo que importa, sobre todo, es que el niño
aprenda a pensar.” (Kant: 39) Y, si este es el fin inicial de educar sin duda el filósofo alemán está pensando
en que la educación es una herramienta indispensable para la libertad.

Presupuesto sobre los que basa su concepto: Hombre, sociedad, conocimiento.

Kant advierte en el documento que el ser humano se haya sometido a una condición de animalidad que les
es natural, por esta razón el instinto y el capricho juegan un papel importante en su comportamiento, pues,
pueden conducir a los miembros de la especie a desarrollar conductas inadecuadas que han de ser
domeñadas. El dominio de este tipo de actuaciones es posible y necesario, por lo cual, el ser humano es para
la concepción Kantiana expresada en el texto perfectible y por tanto educable.

Partiendo de esta idea la sociedad aparece en Kant como el conjunto de la especie humana, aquel que
puede llegar a plantear un concepto universal de educación y perfección, un ideal que supera las nociones
individuales y particulares que se pueden tener al respecto. Este precepto cosmopolita se constituye en
medio del influjo de varias generaciones, en tal sentido, es histórico y la sociedad misma también lo es. De
tal forma, el conocimiento es en Kant una producción humana que avanza poco a poco, que se transmite de
una generación a otra para ser redefinido y aumentado, por tanto no es un producto acabado o irrefutable.

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