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Bloom, Harold (EE.UU.

, 1930): Crítico literario conocido por su dedicación al estudio de las


literaturas de Inglaterra y Estados Unidos, en particular el romanticismo y el post-romanticismo.
Asociado con la escuela desconstructivista de Yale y con la crítica psicoanalítica, tiene puntos de
convergencia con estos enfoques pero desarrolla su propia propuesta teórico-crítica.
Su idea de que la lectura –siempre un acto individual- es el resultado de una lectura errada, de la
imposibilidad de alcanzar una lectura “objetiva”, puede verse en sintonía con la tesis
desconstruccionista de lo inalcanzable del significado. Su propuesta de la angustia de las
influencias resulta heredera del psicoanálisis freudiano. Cercano a la crítica arquetípica de
Northrop Frye, Bloom mantiene una mirada historicista sobre la obra literaria, al mismo tiempo
que conserva de Frye su idea de la autorreferencialidad literaria; Bloom se interesa,
especialmente, en la literariedad.
En The Anxiety of Influence, 1973 (La angustia de las influencias, 1991), primer volumen de la
tetralogía crítica publicada durante los años setenta, se parte de la tesis freudiana de la relación
entre padre e hijo. Para Bloom, la iniciación poética supone la existencia de poetas “efebos”; estos
son los hijos que desarrollan una lucha edípica con sus padres, los poetas fuertes, tratando de
manejar la influencia castrante de los progenitores, mediante operaciones de lectura errada,
verdaderos mecanismos de defensa. La lectura del poeta/crítico implica una transferencia al
establecerse una relación de rivalidad similar a la de hijo versus padre.
Colocado como “Intercapítulo” de La angustia de las influencias, el fragmento “Un manifiesto de
la crítica antitética” representa el centro literal y metafórico del libro. Verdadero manifiesto por su
concisión y carácter programático, este texto significa un planteo capsular de su tesis. En discusión
con la crítica retórica, la aristotélica, la fenomenológica y la estructuralista –“que todo lo reducen
a cosas dadas o fonemas”-, y con la crítica filosófica y psicológica –que todo lo reducen a
“conceptualizaciones rivales”-, la crítica antitética de Bloom establece que el punto de referencia
de un poema es otro poema.
Orientado hacia la autorreferencialidad, para Bloom en el acto de lectura se lee a un poeta y al
mismo tiempo a todas sus relaciones con otros poetas. Esa historia está centrada en la angustia, y
cada poema no constituye más que la interpretación errónea de un poema padre. La poesía
resulta así una crónica edípica de rivalidad e intento de superación. Si el poema es una
interpretación errónea de un poema padre, también la crítica supone una mala interpretación; la
diferencia entre poetas y críticos radica en que estos últimos tienen más padres (los poetas y los
críticos).
De esta manera, la lectura, la interpretación, la crítica –acaso una misma cosa-, están enmarcadas
en el sistema de referencias de la poesía determinado por el desvío y la angustia de las influencias.
Si el significado de un poema va a otro poema, Bloom inclina a pensar que no hay sentido oculto y
único sino que el significado es su propia relación con una red. No hay nada más allá del poema
que el poema mismo en su conexión con poemas anteriores.

Araujo, Nara y Delgado, Teresa: Textos de teorías y críticas literarias. España, Anthropos, 2010.

Un manifiesto de la crítica antitética


Autor: Harold Bloom

Si imaginar es interpretar mal, lo cual hace que todos los poemas sean antitéticos con respecto a
sus precursores, entonces imaginar a imitación de un poeta es aprender sus metáforas de sus
actos de lectura. La crítica, por lo tanto, tiene necesariamente que ser antitética también, es decir,
tiene que ser una serie de desvíos bruscos a imitación de actos únicos de malentendidos
creadores.
El primer desvío es el de aprender a leer a un gran poeta precursor de la manera como sus
grandes descendientes nos obligan a leerlo.
El segundo es el de leer a los descendientes como si fuéramos sus discípulos y, de ese modo,
obligarnos a aprender dónde debemos revisarlos, si deseamos ser encontrados por nuestra propia
obra y llamados por lo vivo de nuestra propia vida.
Ninguna de estas búsquedas es todavía una Crítica Antitética.
Dicha crítica empieza cuando comparamos el primer clinamen con el segundo. Al encontrar
precisamente cuál es el acento de la desviación, procedemos a aplicarlo como correctivo a la
lectura del primer poeta o grupo de poetas pero no del segundo poeta o grupo de poetas. Ejercer
la Crítica Antitética sobre un poeta o unos poetas más recientes se hace posible solo cuando los
poetas han encontrado discípulos diferentes de nosotros. Pero estos pueden ser críticos y no
poetas.
Podría objetársele a esta teoría que nunca leemos a un poeta como poeta, sino solamente leemos
a un poeta en otro poeta, o incluso trasponiéndolo a otro poeta. Nuestra respuesta es múltiple:
negamos que pueda haber, haya habido o haya nunca ningún poeta como poeta para ningún
lector. Así como nunca podemos abrazar (sexualmente o de cualquier modo) a una sola persona,
sino que abrazamos todo su romance familiar, así como también nunca podemos leer a un poeta
sin leer todo su romance familiar como poeta. De lo que se trata aquí es de la reducción y de la
mejor manera de evitarla. La crítica retórica, la aristotélica, la fenomenológica y la estructuralista
todo lo reducen, ya sea a imágenes o a ideas, a cosas dadas o a fonemas. La crítica moral y otros
tipos descarados de crítica filosófica o psicológica lo reducen todo a conceptualizaciones rivales.
Nosotros, cuando reducimos algo, lo reducimos a otro poema. El significado de un poema puede
ser solamente otro poema. No es esto una tautología, ni siquiera una tautología profunda, puesto
que los dos poemas no son el mismo poema, del mismo modo que dos vidas nunca pueden ser la
misma vida. Lo que está en discusión es la historia verdadera o, más bien, su verdadero uso, en vez
de su abuso, todo esto en el sentido de Nietzsche. La verdadera historia de la poesía es la historia
de cómo los poetas, en su calidad de poetas, han sufrido a otros poetas, así como cualquier
biografía verdadera es la historia de cómo cualquier persona sufrió su propia familia, o su propio
desplazamiento de la familia sobre sus amantes o amigos.
Resumen: todo poema es la interpretación errónea de un poema padre. Un poema no equivale a
la superación de la angustia, sino que es esa angustia. Las malas interpretaciones de los poetas o
poemas son más drásticas que las malas interpretaciones de los críticos o críticas; pero se trata
solamente de una diferencia de grado y no de especie. No hay interpretaciones, sino solamente
malas interpretaciones, y, por lo tanto, toda crítica es poesía en prosa.
Ciertos críticos son más o menos valiosos que otros críticos solo (y precisamente) del mismo
modo en que ciertos poetas son más o menos valiosos que otros poetas. Porque así como un
poeta puede ser encontrado en un poeta precursor; así mismo ocurre con los críticos. La
diferencia es que un crítico tiene más padres. Sus precursores son poetas y críticos. Pero, en
realidad, así también son los precursores de un poeta, con mayor frecuencia a medida que la
historia se alarga.
La poesía es la angustia de las influencias, es la interpretación errónea, es una perversidad
disciplinada. La poesía es un malentendido, es una mala interpretación y un casamiento desigual.
La poesía (el romance) es un romance familiar. La poesía es el encanto del incesto, disciplinado
por la resistencia a ese encanto.
Las influencias son la influenza, una enfermedad astral.
Si las influencias fueran la salud, ¿quién podría escribir un poema? La salud es estasis.
La esquizofrenia es mala poesía, porque el esquizofrénico ha perdido la fuerza de la mala
interpretación perversa y voluntaria.
La poesía es, por lo tanto, contracción y, al mismo tiempo, expansión; ya que todos los cocientes
de revisión son movimientos de contracción, pero el hacer es un movimiento expansivo. La buena
poesía es una dialéctica de movimientos revisionistas (contracción) y de vigorizantes fuerzas hacia
afuera.
Los mejores críticos de nuestro tiempo siguen siendo Empson y Wilson Knight, porque han
interpretado mal más antitéticamente que los demás.
Cuando decimos que el significado de un poema puede ser solo otro poema, podemos querer
decir un conjunto de poemas:

El poema o poemas precursores.


El poema que escribimos como lectura.
El poema rival, hijo o nieto del mismo precursor.
Un poema que nunca fue escrito –es decir- el poema que debería haber sido
escrito por el poeta en cuestión.
Un poema compuesto, producto de estos en cierta combinación.

Un poema es la melancolía de un poeta ante su falta de prioridad. El fracaso de no haberse


engendrado a sí mismo no es la causa del poema, ya que los poemas surgen de la ilusión de
libertad, de una sensación de que la prioridad es posible. Pero el poema -a diferencia de la mente
en proceso de creación- es una cosa hecha, y, como tal, una angustia lograda.
¿Cómo entendemos una angustia? Por medio de nuestra propia angustia. Todo lector profundo es
un Interrogador Idiota. Pregunta: “¿Quién escribió mi poema?”. De allí la insistencia de Emerson:
“En toda obra de genio reconocemos nuestros propios pensamientos rechazados, que regresan a
nosotros con cierta alienada majestad”.
La crítica es el discurso de la tautología profunda, del solipsista que sabe que lo que él quiere decir
es correcto, y que, sin embargo, sabe estar equivocado. La crítica es el arte de conocer los caminos
secretos que van de poema a poema.

Bloom, Harold: La angustia de las influencias. Caracas, Monte Ávila Editores, 1991.

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