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Trastorno antisocial de la personalidad

Autor: Vicente Rubio Larrosa.

Jefe del Servicio de Psiquiatría. Unidad de Trastornos de la


Personalidad. Hospital Ntra. Sra. de Gracia. Zaragoza.

También se denomina trastorno disocial y se caracteriza por una


pauta de conducta irresponsable y al margen de las normas sociales
y que ya aparece en las etapas infantiles y que continua y se amplia
en la edad adulta. El trastorno no es sinónimo de criminalidad y aquí
entramos en la tradicional controversia en la distinción entre maldad
y trastorno, siendo esta distinción un claro reto con importantes
repercusiones en la psiquiatría forense.

 Epidemiología.- La prevalencia de este trastorno es del 3% en


los hombres y del 1% en las mujeres. Es más frecuente en las
áreas urbanas deprimidas y en poblaciones carcelarias puede
alcanzar el 75%. Existe un patrón familiar que se manifiesta con
una frecuencia cinco veces mayor entre los familiares de primer
grado de los varones afectados que entre los familiares de los
sujetos control.

 Manifestaciones clínicas.- Como ya hemos dicho anteriormente


este trastorno es de aparición temprana y los signos infantiles
típicos son mentiras, hurtos, holgazanería, vandalismo, actitudes
pendencieras, peleas, fugas del hogar, absentismo escolar y
crueldad física. En la edad adulta continua esta pauta, lo que les
conduce a un fracaso en la actividad laboral, en el mantenimiento
de obligaciones económicas, familiares, etc.

En muchos casos llevan a cabo conductas delictivas, son sujetos


irritables y agresivos, son protagonistas de violencia domestica
sobre todo cuando se añade frecuentemente el abuso de drogas y
alcohol, realizan conductas temerarias sin preocupación por la
seguridad personal o ajena, es también frecuente la promiscuidad
sexual y la dejación de deberes paternos y conyugales. Hay que
destacar la ausencia de culpabilidad respecto sus conductas y una
marcada predisposición a culpar a los demás de las mismas. El que
la edad de comienzo sea temprana les lleva a un grave deterioro
impidiendo el desarrollo de un adulto independiente y
autosuficiente, lo que da lugar en muchos casos a años de
institucionalización, con frecuencia más penal o correccional que
médica.
Presentan una cruel despreocupación por los sentimientos de los
demás y falta de capacidad de empatía, incapacidad para
mantener relaciones personales y muy baja tolerancia a la
frustración. Con frecuencia estas personas impresionan a las de
sexo contrario por los aspectos seductores de su personalidad. No
muestran rasgos de ansiedad ni depresión a pesar de sus
amenazas suicidas y sus frecuentes quejas somáticas. Dadas sus
características también se les ha denominado sociópatas y sujetos
amorales.

 Diagnóstico diferencial.- Hay que separar lo que es un trastorno


de la personalidad de lo que es una conducta ilegal o criminal
siendo característico que en el trastorno se afectan numerosas
áreas de la vida del sujeto. Es difícil diferenciar este trastorno
cuando va asociado al consumo de sustancias ya que además de
muy frecuente se han demostrado que se potencian ambos. Es
frecuente la comorbilidad con el trastorno limite y el narcisista por
lo que el diagnostico diferencial muchas veces es una ardua tarea.

 Curso y pronóstico.- Se sabe que evoluciona a lo largo de la


vida, si bien se aprecia un descenso de las conductas disociales a
medida que avanza la edad del sujeto, el pronóstico ira en función
del grado de deterioro social y sobre todo legal que haya sufrido el
individuo, ya que en numerosas ocasiones estos individuos habrán
sido condenados por sus diferentes acciones ilegales y su probable
estancia en instituciones penitenciarias ensombrecerán una
posible recuperación.

 Tratamiento.- Psicoterapia.- es imprescindible que sea de larga


duración y fundamentada en técnicas cognitivo conductuales,
siendo esencial e imprescindible marcar limites muy estrictos así
como trasmitir un claro mensaje de autoridad.

 Farmacoterapia.- Será un tratamiento sintomático. Hay estudios


que demuestran la eficacia de los anticonvulsivantes como la
carbamacepina para controlar la impulsividad, fundamentalmente
cuando el sujeto presenta trazados anómalos en su EEG. Es
imprescindible administrar los fármacos de forma muy controlada.

Vicente Rubio Larrosa.

Jefe del Servicio de Psiquiatria. Unidad de Trastornos de la


Personalidad. Hospital Ntra. Sra. de Gracia. Zaragoza.

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