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Proceso No 25059
VISTOS
HECHOS
“Para efectos de lograr tal resultado, las damas en mención, dentro del proceso notarial de
sucesión intestada, desconocieron de forma velada la existencia del menor …, hijo
extramatrimonial de la causante, y de sus otros hermanos, como del compañero permanente
Edison Bedoya, quienes igualmente no se mencionaron en la escritura pública, proceder
irregular, puesto que aún existiendo el hijo de la fallecida con un mejor derecho, excluía a todos
los otros que presentaran expectativa de herencia.
“En la denuncia Edison Bedoya informó que la sucesión notarial se adelantó a sus espaldas y
las tías de su menor hijo… Blanca Nelly y María Gladys), aprovecharon su situación de duelo
por la muerte de su compañera Luz Dary, para adelantar el trámite notarial con la
correspondiente partición y adjudicación de bienes sucesorales, tal y como aparece en la
escritura pública Nº 1294 de marzo 12 de 1998, documento en la que ellas aparecen como
únicas herederas, y en estas condiciones les fue adjudicado el 50% del valor correspondiente
del C.D.T. por valor de $7.000.000, cantidad que, a su juicio, le correspondía a su hijo. De igual
manera, expuso que al interrogar a sus cuñadas por la sucesión, las aquí acusadas le
manifestaron que era un proceso muy dispendioso.
“Edison Bedoya, al momento de la denuncia, allegó fotocopia simple del memorando de abril
22 de 1998 de la Secretaría General de Concasa Bogotá, dirigido a la gerencia de la oficina de
Unicali de la misma entidad, y copia a la Gerencia Regional de Cali, por medio del cual
responde a los memorandos que recibiera la Secretaría por razón del deceso de la señora Luz
Dary Loaiza Montoya. La entidad, luego de hacer referencia a la sucesión notarial y la decisión
plasmada en la escritura pública 1294, consideró viable el pago del C.D.T. de la siguiente
manera:
“1. El cincuenta por ciento (50%) con sus rendimientos hasta la fecha.
“2. El cincuenta por ciento (50%) restante con sus rendimientos hasta la fecha del pago, a las
herederas de la cotitular fallecida, señoras Yolanda, Blanca Nelly y María Gladys Loaiza
Montoya, en parte iguales.”.
ACTUACIÓN PROCESAL
El expediente pasó al Juzgado Noveno Penal del Circuito de Cali que, luego de tramitar el
juicio, el 19 de enero de 2005, dictó sentencia de primera instancia en la que condenó a Blanca
Nelly, María Gladys y a Yolanda Loaiza Montoya a la pena principal de 12 meses de prisión y a
la accesoria de inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas por el mismo
lapso, como coautoras del delito de falsedad en documento privado.
Apelado el fallo por el defensor, el Tribunal Superior de Cali, el 11 de julio de 2005, lo confirmó
en su integridad.
Como quiera que las demandas presentadas a nombre de la acusadas comporta una unidad
temática, con algunas variantes en particular respecto de cada una de ellas, la Corte hará un
sólo resumen y destacará la excepciones a que haya a lugar.
Así, el defensor, con apoyo en las causales tercera y primera de casación, presenta cuatro
cargos contra la sentencia de segunda instancia, cuyos argumentos se sintetizan de la
siguiente manera:
Primer cargo (demandas presentadas a nombre de María Gladys, Blanca Nelly y Yolanda
Loaiza Montoya)
El defensor de las procesadas, con base en la causal primera de casación, acusa al Tribunal de
haber dictado sentencia en un juicio viciado de nulidad por violación del principio de
investigación integral, puesto que en el trámite no se allegaron varias pruebas, elementos de
juicio que de haber sido incorporados al diligenciamiento se habría concluido en la mendacidad
del denunciante.
Reconoce el censor que si bien el instructor remitió los citados oficios para verificar la anterior
circunstancia, de todos modos lo hizo de manera errónea, puesto que se debió requerir a
Concasa y no a Bancafe. Además, sostiene que en el mentado oficio se solicitó una
información parcial como fue la de haberse omitido lo referente a la apertura del C.D.T.
constituido por Yolanda Loaiza.
2. Que no se allegaron los certificados de defunción de los padres de las procesadas que había
ocurrido 11 años antes de haber sido vinculadas al proceso. Manifiesta que tal hecho
demostraría que dentro del proceso cultural de las indagadas la realización irregular de los
procesos sucesorios era natural.
Así mismo, acota que dicho hecho demostraría que éstas eran personas buenas, confiadas y
que no solo aceptaron que uno de sus hermanos recibiera la totalidad de herencia sino que la
trabajara y la capitalizara por varios años, para ser repartida cuando se produjera un aumento
de capital que le permitiera darle a cada uno de los herederos un medio de trabajo o un
pequeño capital para que optaren por una cuota inicial de una casa.
Dice que en nuestro medio cultural, con el fin de evitar el pago de impuestos y gastos que
devienen del proceso sucesoral, se realizan actos de hecho, sin que dicha situación lleve a
predicar la intención de afectar la administración pública y de engañar a los funcionarios. De
ahí que concluya que en este evento no es posible predicar la antijuridicidad material.
Manifiesta que resultaba imperioso para la investigación que se le indagara al deponente sobre
la porción que le correspondió a Yolanda Loaiza y las instrucciones que le impartió para que no
fueran a malgastar el patrimonio o fuera mal utilizado por el compañero de Luz Dary,
aconsejando a Yolanda que junto con su hermana abrieran una cuenta conjunta para preservar
así el legado dejado por su progenitores.
5. Que no se solicitó a las autoridades de tránsito un informe sobre la inscripción del taxi marca
Chevrolet, modelo 1995 que le fue adjudicado a Leyla Edith Loaiza por razón de la mentada
herencia y sobre los que le correspondió a Luz Dary.
Agrega que el citado automotor le fue adjudicado por razón sucesoral y tal hecho coincidió con
la apertura del C.D.T.
6 Que el denunciante debió ser interrogado respecto de la transacción del taxi de propiedad de
Luz Dary Loaiza, vehículo que el denunciante negoció el 24 de septiembre de 1997 y que,
finalmente, vendió el 2 de octubre del mismo año a Harold Gómez Yuste, compraventa que se
efectuó después de la muerte de su compañera, ocurrida el 21 de marzo del mismo año, siendo
esa la razón por la cual ella no podía aparecer como vendedora.
Además, sostiene que el señor Bedoya no quiso que se adelantará la sucesión, en tanto que la
abogada de la empresa donde tenía afiliado el taxi le había dicho que el vehículo debía ser
incluido en la sucesión.
Por lo anteriormente expuesto, considera que también se debió recibir el testimonio de la citada
profesional del derecho con el fin de demostrar que ella fue consultada sobre la sucesión.
Agrega que también se le debió interrogar sobre el C.D.T., en tanto que también conocía de su
existencia cuando fue consultada sobre ese aspecto.
Destaca que con dicha probanza se habría demostrado el proceder mendaz de Edison Bedoya,
la efectiva y real propiedad de Yolanda Loaiza del dinero contentivo en el título valor.
Asevera que con la investigación se habría evidenciado la dimensión moral del denunciante y
sus mendacidades frente a la verdad de las acusadas y la viabilidad de la excusa del por qué
no había incluido a su sobrino en el trámite sucesoral, habida cuenta que Luz Dary Loaiza
Montoya le había entregado un taxi y a su hermana Yolanda la suma de $10.000.000, dinero
con el cual se constituyó el título valor, que luego reabrió con su hermana Luz Dary, pero de
todos modos el titulo valor era de su hermana Yolanda.
En el mismo sentido, destaca que en el trámite penal se debieron allegar los testimonios de
Luis Gonzaga y Ovidio Morales, porteros del edificio donde reside Floralba Loaiza Montoya, así
como también el de la doctora Martha Tarazona, de la Dirección Administrativa de la Fiscalía
General de la Nación, lugar al que concurrió el denunciante y protagonizó un escándalo por el
supuesto hurto del lote en mención.
En otro acápite, en extenso, el libelista acota las razones por las cuales en el proceso se debió
ordenar e incorporar los citados elementos de juicio, puesto que los mismos resultaban
trascendentes, en tanto que respaldaban las explicaciones dadas por sus defendidas en el acto
de la indagatoria y su veracidad.
De la misma manera, anota que no se corroboró las hipótesis de refutación planteadas por las
acusadas y que las favorecían, ya fuera total o parcialmente, máxime cuando las mismas
resultaban verosímiles con fuerza demostrativa y posibilidad de ejecución, yerros que
condujeron a la trasgresión del principio de imparcialidad.
También considera que los mentados medios de prueba habrían evidenciado la ausencia de
antijuridicidad material, por falta de una real posibilidad de daño o perjuicio por parte de las
procesadas, de las cuales de igual manera se puede pregonar la ausencia de culpabilidad,
habida cuenta que actuaron de buena fe y sin el propósito de engañar al funcionario que
tramitó la sucesión ni de ocasionar perjuicio a nadie.
El defensor de las procesadas acusa al Tribunal de haber dictado sentencia en un juicio viciado
de nulidad por violación del derecho de defensa, toda vez que a lo largo del proceso hubo una
absoluta incertidumbre respecto a la naturaleza fáctica y jurídica de la acusación, error que
condujo a que se dictara sentencia con violación del principio de congruencia, puesto que estas
fueron acusadas por falsedad ideológica en documento privado y, finalmente, se les condenó
por la conducta punible de falsedad material en documento privado.
Recuerda que en el acto de la indagatoria a las acusadas se les indagó por la comisión de la
conducta punible de fraude procesal, al punto que por este delito se les dictó medida de
aseguramiento.
Anota que en la calificación de segunda instancia se acusó por la conducta punible de falsedad
ideológica en documento privado y en los fallos de instancia se condenó por falsedad material
en documento privado.
Insiste en afirmar que el interrogatorio en el acto de la audiencia pública giró sobre el delito de
fraude procesal, que consistió en que el trámite sucesoral promovido por las hoy sentenciadas
omitieron referirse a la existencia del menor hijo de su consanguínea Luz Dary, quien heredaba
por representación del patrimonio de su progenitora.
Luego de referirse a las indagatorias rendidas por las sentenciadas, manifiesta que resulta
inadmisible la variación de la calificación jurídica dada a los hechos, puesto que ello impidió
que éstas pudieran defenderse de manera adecuada.
A continuación pasa a referirse a la línea jurisprudencial del momento procesal en que puede
variarse la calificación jurídica, es decir, hasta antes del acto de la audiencia pública, en tanto
que la acusación desde la perspectiva fáctica resulta inmodificable, y así fue reiterado en el
artículo 404 de la Ley 600 de 2000.
Por manera que anota que en este asunto es evidente la violación del derecho de defensa por
desconocimiento del principio de congruencia, puesto que durante el trámite del proceso no
hubo certidumbre respecto de la conducta punible cometida por las acusadas.
Después de referir una decisión de la Corte del 14 de febrero de 2002 insiste en que las
acusadas sólo fueron interrogadas en el acto de la indagatoria por el punible de fraude
procesal; y, sin embargo, las acusaron por el delito de falsedad ideológica en documento
privado y, finalmente condenadas por el delito de falsedad en documento privado tipificado en
el artículo 221 del Código Penal de 1980.
1. Declarar la nulidad de todo lo actuado a partir de las intervenciones propias del acto de la
audiencia pública, con el fin de que se les concrete a sus procuradas la imputación fáctica y
jurídica que les permitan no solo defenderse sino hacer uso del periodo probatorio con el que
cuentan las partes en el evento de la variación de la calificación jurídica.
2. Casar el fallo y, en su lugar, dictar uno de carácter absolutorio, máxime cuando en este
asunto no se demostró la antijuridicidad material ni la culpabilidad.
Tercer cargo (demandas presentadas a nombre de María Gladys, Blanca Nelly y Yolanda
Loaiza Montoya)
El defensor de las sentenciadas, con base en la causal primera de casación, acusa al Tribunal
de haber violado, de manera indirecta, la ley sustancial por error de hecho por falso juicio de
existencia por omisión probatoria, yerro que de no haberse cometido se habría demostrado la
mendacidad del denunciante.
Anota que el denunciante no tuvo reparo en hace incurrir en error a los funcionarios de tránsito,
a quienes engañó, puesto que les hizo creer que la titular del bien estaba viva, al punto que
procedió a suscribir los documentos de venta, contrariando la realidad, habida cuenta que la
enajenación del automotor se produjo meses después del deceso de Luz Dary, de acuerdo
como consta en los documentos de transacción y el certificado de defunción.
e) El documento expedido por el “Camposanto Metropolitano”. Acota que ese instrumento hace
referencia al terreno funerario y del cual también trató de apropiarse el denunciante. Insiste en
que por razón de la violación del principio de investigación integral no se allegaron plurales
pruebas que demostraban los escándalos y reclamos ilegales que el señor Bedoya hizo, en
particular, a Floralba, al punto que le exigió la entrega del inmueble, es decir, las
mendacidades de éste y, por su puesto, la verdad de su representadas.
f) Los documentos expedidos por las diversas entidades hospitalarias de salud, visible a los
folios 68, 70 y 125 del cuaderno número 1, con los que se habrían acreditado que fueron sus
hermanas las que realizaron los gatos médicos y hospitalarios de Luz Dary, sin que Edison
Bedoya hubiera colaborado con los mismos.
En tales condiciones, asevera que si el dinero representado en el C.D.T. fuese compartido y no
de exclusiva propiedad de Yolanda, como lo fuera, se habría podido endosar el título valor por
parte de algunas tenedoras para poder sufragar los gastos hospitalarios y funerarios, pero
como se sabía que era de aquella, tal situación no aconteció.
De otro lado, acota que si el mentado título aparecía a nombre de las dos hermanas (Yolanda y
Luz Dary) era por previsión de la familia, esto es, que Yolanda no malgastara el dinero, puesto
que retiró $3.000.000 al momento de redimirlo por primera vez y por esa razón el excedente
($7.000.000) aparecía a nombre de las dos primeras.
De la misma manera, asevera que no entiende el por qué el denunciante pretende reclamar
una cantidad de dinero adicional, máxime cuando los documentos demuestran que cada uno
de los hijos de la familia Loaiza Montoya se les asignaron unos bienes. También afirma que de
haberse apreciado los citados documentos se habría concluido que la propiedad del mentado
C.D.T. era de Yolanda Loaiza.
Insiste en que Edison Bedoya fue el que no quiso que se adelantara el proceso sucesoral,
puesto que debía incluir en el mismo el taxi y, sin embargo, pretendía apropiarse de un
porcentaje del C.D.T. que presuntamente le correspondía a su compañera Luz Dary Loaiza
Montoya, así como el lote de terreno funerario de propiedad de Floralba Loaiza Montoya.
Así, anota que si el dinero era de Yolanda Loaiza, “es obvio que la irregularidad cometida ante
el Notario de Cali carecía de antijuridicidad material, porque con tal conducta no se afectó el
patrimonio de nadie, de la misma manera que las sindicadas en ningún momento quisieron
infringir la ley penal, sino que dentro de un primario y elemental sentido de la justicia, estimaron
que al haberse quedado Bedoya con el taxi, y al tener éste conocimiento de que el dinero del
C.D.T. era parte de la herencia que le había correspondido a Yolanda, no incurrían en ninguna
infracción a la ley penal, haciendo las diligencias legales para que el dinero fuera restituido a su
verdadera y única dueña”.
Argumenta que sus representadas no actuaron con la intención directa de perjudicar a alguien,
de producir un engaño, o de poner en peligro el bien jurídicamente tutelado de la fe pública.
Manifiesta que con los delitos contra la fe pública resulta necesaria la materialización del
perjuicio. Sin embargo, asevera que sus defendidas no actuaron con el elemento subjetivo,
esto es, con dolo directo de falsear la verdad, de atentar o poner en peligro el bien jurídico de
la fe pública, dando por demostrado el juzgador el injusto subjetivo cuando no lo estaba.
Acota que el sentenciador al haberle dado fuerza conclusiva a la declaración del denunciante y
de descartar las hipótesis exculpatorias de las procesadas desconoció el principio de
apreciación global o en conjunto de las pruebas conforme al artículo 254 del Código de
Procedimiento Penal, en tanto que la misma se cumplió de manera separada. También dice
que se vulneró lo dispuesto por el artículo 253 del mismo estatuto, medios de convicción que
conducían a negar la existencia del elemento subjetivo requerido para el supuesto típico
imputado.
Considera que en este asunto sólo se verificó la adecuación objetiva de la conducta, con lo que
se avasalló el contenido del artículo 5° del Decreto 100 de 1980 en torno a la prohibición de
responsabilidad objetiva.
Por lo expuesto, manifiesta que la prueba en que se fundamentó el fallo no tenía la virtualidad
de dar por demostrado la existencia del injusto subjetivo, razón por la cual solicita la casación
de la sentencia y pide que se dicte una de carácter absolutorio a favor de sus defendidas
Comenta que el comportamiento delictivo no solo debe poner en peligro el bien jurídico sino
que también debe ocasionar un daño. De igual manera, destaca que el agente debe ejecutar
dicho acto con la conciencia requerida en sus dos componentes, es decir, la formal y la
material.
Arguye que en este supuesto los anteriores conceptos jurídicos no se cumplieron, en la medida
en que el dinero con el que se constituyó el C.D.T. era de propiedad de Yolanda Loaiza.
De ahí que predique que en este asunto no había antijuridicidad material, en tanto que al
denunciante no se le ocasionó perjuicio patrimonial; por el contrario, asevera que faltó a la
verdad, puesto que el señor Bedoya carecía de vocación hereditaria en los dineros que por un
arreglo familiar estaban a nombre de Luz Dary sin que ella fuera la dueña.
Afirma que los juzgadores sólo limitaron el estudio a la conciencia de la infracción al bien
jurídico protegido, dejando por fuera lo atinente a la lesión en lo material.
Dicho de otra manera, en este aspecto no se puede concluir que se haya acreditado la
imputación subjetiva de la conducta.
A continuación procede ha destacar un pronunciamiento jurisprudencial de los delitos de
peligro como los de falsedad documental. Después de referenciar un fragmento de la decisión
que dispuso la preclusión de la investigación a favor de las acusadas y las consideraciones de
la fiscalía en el acto de la audiencia pública, insiste en que éstas actuaron sin dolo, motivo por
el cual no se puede concluir que había en ellas conciencia de la antijuridicidad.
Por lo expuesto, depreca a la Corte casar el fallo impugnado y, en su lugar, dictar sentencia
absolutoria a favor de Yolanda Loaiza Montoya.
Por último, acota que como la situación procesal de las otras coprocesadas es idéntica, en el
evento en que se aceptare el cargo propuesto como tercero, depreca que la absolución
favorable se les haga extensiva a las dos coprocesadas, de acuerdo con lo preceptuado por el
artículo 229 del Código de Procedimiento Penal de 1991, máxime cuando en las otras dos
demandas no se postuló dicha censura.
En primer lugar, advierte el Delegado que como quiera que los cuatro cargos formulados en las
demandas presentadas a nombre de las procesadas comportan una unidad temática,
conceptúa que lo hará de manera conjunta, haciendo las salvedades a que haya a lugar.
Primer cargo
Destaca que la fiscalía en el presente asunto procuró tener todos los datos referidos al citado
C.D.T. Nº. 45381 con resultados infructuosos, máxime cuando con el material probatorio
recaudado se pudo establecer la constitución y el pago de dicho certificado a las hermanas
Yolanda, María Gladys y Blanca Nelly Loaiza Montoya ante Concasa, Sucursal Unicentro de
Cali.
Recuerda que el instructor desplegó toda la actividad requerida para ubicar lo archivos de
Concasa con resultados negativos.
Así mismo, resalta que el apoderado de la parte civil solicitó el recaudo de las pruebas que el
casacionista hace referencia. Sin embargo, el investigador los negó por resolución del 4 de
febrero de 2004.
Considera que con la escritura pública no había necesidad de disponer el recaudo de los
medios de prueba que resalta el libelista, en tanto que se allegó la copia de la misma donde se
plasmó la partición del C.D.T. a las herederas, esto es, a las hoy procesadas.
Estima que el defensor contó con las oportunidades procesales para recurrir la resolución del
fiscal y no lo hizo, situación que lleva a inferir su conformidad con ese pronunciamiento.
Así, advierte que las pruebas omitidas en la actividad probatoria resultan intrascendentes,
puesto que el expediente cuenta con medios de convicción suficientes que comprometen la
responsabilidad de las acusadas.
Arguye que en el acto de la audiencia pública el denunciante fue interrogado sobre las
gestiones adelantadas por las acusadas respecto de la iniciación del proceso sucesoral ante la
notaría, informando que Blanca Nelly le informó que por razón de la muerte del esposo de
Leyla Edith y le “recomendaron que aprovechara que su esposa había firmado el formulario de
traspaso de dicho vehículo para salir de él cuanto antes”.
Tampoco comparte que se postule la violación del principio de investigación integral, en tanto
que no se apreció el certificado de tradición del taxi de Luz Dary Loaiza, porque no se escuchó
en testimonio a los porteros del edificio de la residencia de Floralba Loaiza Montoya, de la
Directora de la sede administrativa de la Fiscalía y que no se le haya interrogado al
denunciante sobre la venta del taxi de su compañera, por cuanto que tales aspectos no fueron
objeto de averiguación penal en este trámite.
Sin embargo, afirma que los juzgadores reconocen el comportamiento ilícito que desplegó el
denunciante, al punto que se le expidieron copias para que se le investigara por un posible
delito de falsedad de particular en documento público.
Tercer cargo
Considera que se está a lo conceptuado en el cargo anterior respecto de la falta de apreciación
del certificado de tradición del taxi de propiedad de Luz Dary Loaiza Montoya. No obstante,
afirma que dichos instrumento sí fueron apreciados de manera implícita.
Así mismo, asevera que tal situación aconteció con los certificados de la Oficina de Registro de
Instrumentos Públicos de Buga, de los documentos expedidos por el Campo Santo
Metropolitano y de las diversas entidades hospitalarias de salud. Además, asevera que los
funcionarios judiciales le dieron un alcance diverso al del casacionista en cuanto a su mérito.
De otro lado, asevera que la prueba de responsabilidad el juzgador la construyó no solo con la
documental sino con la testimonial e indiciaria.
Segundo cargo
Estima que las procesadas sí conocían de los cargos por los cuales se les vinculó a la
investigación, puesto que para ello basta observar el interrogatorio hecho en las indagatorias.
Recuerda que el artículo 360 del Decreto 2700 de 1991, así lo reglaba sin que hubiese
establecido fórmulas sacramentales para dicho efecto.
Dice que el fiscal de segunda instancia, al desatar el recurso de apelación interpuesto contra la
providencia que dispuso la preclusión de la investigación como forma de calificación, la revocó
y, en su lugar, dictó resolución de acusación en contra de las acusadas como coautoras del
delito de falsedad ideológica en documento privado, cumpliéndose tanto con la imputación
fáctica como la jurídica.
Manifiesta que el defensor de las acusadas apoyó la petición de absolución hecha por la
fiscalía en el acto de la audiencia pública, es decir, con la tesis de ausencia de dolo de las
acusadas, lo cual lo lleva a concluir que las procesadas contaron durante todo el proceso con la
garantía de la defensa.
Acota que el juzgador de primera instancia estimó que las procesadas eran penalmente
responsables de la conducta punible de falsedad en documento privado, decisión que fue
confirmada por el juzgador.
De otro lado, acepta que en la acusación de segunda instancia, en la parte considerativa, se
imputó la comisión de las conductas punible a título de determinadoras, pero en la resolutiva
se particularizó que eran coautoras, aspecto que no incide en el proceso de la determinación
de la pena, es decir, que dicha irregularidad no resulta trascendente.
Cuarto cargo
Conceptúa que la escritura pública estaba destinada a probar unos hechos ciertos “verídicos
ante la colectividad, porque se presumen que son auténticos y veraces, más la realidad es otra,
como se ha dejado acreditada, pues su contenido ideológico no es veraz, ya que las
procesadas consignaron en ella una falsedad que se dejó registrada en el documento ahora
apócrifo. Escritura pública que luego fue exhibida ante la Corporación Financiera Concasa –
Sucursal Unicentro de Cali, para reclamar los supuestos derechos que se hicieron efectivos
con el pago del C.D.T que se distribuyó equitativamente entre las tres (3) acusadas, por lo cual
el documento público espurio fue usado como prueba”.
Dicho de otra manera, afirma que se observa que el citado documento entró al tráfico jurídico.
Así, cuando el notario certificó y dio fe de algo que no corresponde a la verdad, lo hizo inducido
por el engaño, lo que tipifica una falsedad material en documento privado, y la no “obtención
de un documento público falso…, figura delictiva que no estaba vigente al momento de los
hechos, y que no resulta aplicable por favorabilidad, ya que contempla igual quantum punitivo
al previsto por el delito en que finalmente se fundamentó la condena”.
Advierte que sin duda las procesadas con su comportamiento incurrieron en el quebranto de
una norma jurídica (antijuridicidad formal) y el menoscabo de un bien jurídico materialmente
entendido (antijuridicidad material).
En síntesis, anota que las acusadas incurrieron en una conducta típica de falsedad en
documento privado y antijurídica, “independientemente del perjuicio económico generado al
menor…., que constituye un concepto distinto al de la antijuridicidad para el presente caso”.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Aclaración previa
En la medida en que los cargos formulados en las tres demandas de casación comportan
unidad temática, obviamente con algunas variantes respecto de cada una de las sentenciadas,
la Sala procederá a desatar el recurso de casación de manera conjunta y hará las salvedades a
que haya a lugar.
Primer cargo (demandas presentadas a nombre de María Gladys, Blanca Nelly y Yolanda
Loaiza Montoya)
1). El defensor de las procesadas, con base en la causal tercera de casación, acusa al Tribunal
de haber dictado sentencia en un juicio viciado de nulidad, por violación del postulado de
investigación integral, puesto que al diligenciamiento se dejaron de incorporar varios medios de
pruebas, yerro que de no haberse cometido se habría concluido en la mendacidad del
denunciante y, por lo mismo, en la irresponsabilidad de las sentenciadas.
1. Que no se ofició a Concasa, Sucursal Unicentro, con el fin de que certificaran si inicialmente
se constituyó un C.D.T. por valor de $10.000.000; y luego se abrió con los nombres de Yolanda
y Luz Dary Montoya.
3. Que no se recibieron los testimonios de José Ancisar Loaiza Montoya y Carlos Humberto
Loaiza Montoya.
4. Que no se solicitó a las autoridades de tránsito informe del automotor que le fuera
adjudicado a Leyla Edith Loaiza.
5. Que al denunciante se le debió interrogar sobre la transacción que realizó sobre el taxi de
propiedad de Luz Dary Loaiza que vendió cuando ésta ya había fallecido.
2). Recuérdese que cuando se intenta combatir la sentencia por la vía de la causal tercera de
casación por violación del postulado de investigación integral, compete al casacionista que
señale cuáles fueron los elementos de juicio que se dejaron incorporar al trámite. Así mismo,
cumplido con el anterior presupuesto, debe igualmente señalar la fuente de pertinencia,
conducencia y utilidad de las probanzas frente al objeto del proceso y el convencimiento del
funcionario judicial.
3. En el supuesto que ocupa la atención de la Corte, resulta fácil advertir que el actor no
cumplió con todos los presupuestos anteriormente reseñados, en tanto que si bien indicó los
medios de convicción omitidos en el acto de la actividad probatoria, de todos modos en algunos
de ellos no señaló la fuente de pertinencia, conducencia y utilidad frente al proceso y el
convencimiento del funcionario judicial, así como tampoco su trascendencia frente a las
conclusiones adoptadas en el fallo.
De acuerdo con el memorando interno fechado el 22 de abril de 1998 dirigido por la Secretaría
General de Concasa de Bogotá a la Gerencia de su oficina en la ciudad de Cali, textualmente
se advierte:
“Con toda atención damos respuestas a sus memorandos internos N°s. 552-0450-98 y 552-
0458-98 de abril 14 y 15 del presente año, referentes al fallecimiento de Luz Dary Loaiza
Montoya, una de las titulares del CDT conjunto Nº 45381, expedido por un valor de siete
millones de pesos ($7.000.000), a nombre de las señoras Yolanda Loaiza Montoya y Luz Dary
Loaiza Montoya.
“Después del análisis jurídico de los documentos, procedemos a efectuar las siguientes
consideraciones:
“2. En dicha partición se adjudicó en hijuela única a las tres (3) herederas de la causante, en
partes iguales, el equivalente al cincuenta por ciento (50%) de los dineros del C.D.T. se
encuentran, siendo estas Yolanda, Blanca Nelly y María Gladys.
“3. Que mediante comunicación de fecha 6 de abril dichas herederas, una de la cuales es
cotitular del CDT en mención, manifestaron su voluntad de no prorrogar el título con
anterioridad al día de su redención.
“4. Que la redención del título valor se produce el próximo 25 de abril de 1998.
“Por lo anteriormente expuesto, consideramos viable el pago del CDT de la siguiente manera:
“1. El cincuenta por ciento (50%) con sus rendimientos hasta la fecha del pago a la cotitular
señora Yolanda Loaiza Montoya.
“2. El cincuenta por ciento (50%) restante con sus rendimientos hasta la fecha del pago, a las
herederas de la cotitular fallecida, señoras Yolanda, Blanca Nelly y María Gladys Loaiza
Montoya…”.
Así mismo, tampoco la Sala puede pasar por alto que en el trámite también obra la petición que
el denunciante elevó a la entidad bancaria para que se le indicara los requisitos que debía
cumplir para la devolución del C.D.T., cuya titular era, entre otras personas, su esposa Luz
Dary.
Por último, valga recalcar que la Fiscalía en tres oportunidades ofició a la entidad bancaria para
que se le informara sobre la constitución, renovación y pago del mentado título valor con base
en los datos en el anterior memorando trascrito. No obstante, los resultados fueron negativos;
empero en una última comunicación la oficina de Bancafe, sucursal Unicentro de Cali, informó
que en esa oficina reposaba los archivos de Concasa y la gerente solicitó un tiempo prudencial
para informar donde estaban los mismos.
Por manera que como lo destaca el Delegado el funcionario instructor desplegó toda la
actividad, dentro del plano de la razonabilidad, para incorporar los datos a que hace referencia
el casacionista. Además, como quedó cabalmente ilustrado, los mismos ya obraban en el
diligenciamiento.
De la misma manera, no sobra resaltar que esos datos fueron objeto de petición por parte del
apoderado de la parte civil y fue negada por el investigador, habida cuenta que en que el
trámite obraba la escritura pública que se presentó para la entrega del C.D.T. por parte de las
hoy sentenciadas, sin que dicha negativa hubiese sido recurrida por ninguno de los sujetos
procesales.
En efecto, el señor Bedoya en sus diversas intervenciones procesales y a las cuales los
juzgadores le dieron crédito, afirmó que los dineros con los que se abrió el mentado título valor
fueron el producto de los recursos recibidos por su compañera, de uno de sus hermanos y el
obtenido por su trabajo. Así mismo, el deponente refirió que el C.D.T. fue entregado a Yolanda
para su reclamación, relato que encontró respaldo con las explicaciones dadas por las
coprocesadas Blanca Nelly y María Gladys Loaiza Montoya.
Frente al punto en discusión vale recordar las consideraciones del Tribunal, así:
“Es que aquella resulta poco creíble que se reconozca ausencia de volición y conocimiento del
actuar ilícito, cuando ningún argumento lógico surge frente al hecho de Luz Dary, poseer el
CDT, toda vez que sí el título bancario pertenecía a Yolanda Loaiza, no habría razón para que
lo tuviera Luz Dary, situación que aproxima con mayor razonabilidad y credibilidad lo reclamado
por el demandante en representación de su hijo.
“Ahora, si lo que se pretendía era que el esposo de Yolanda no dilapidara la herencia y ante lo
cual se dispuso que en el título figurara Luz Dary, estima la Sala que ello no era necesario,
como quiera que bastaba se hiciera creer (entiéndase al esposo de Yolanda), que el CDT era
de Luz Dary, sin que dicha situación la comprometiera escrituralmente como beneficiaria sin
serlo, conociéndose además los múltiples inconvenientes y trámites dispendiosos para un
cobro en estas condiciones.
“De otra parte, si en verdad el CDT pertenecía únicamente a Yolanda, podía haberse previsto y
eliminado el contratiempo de cobro simplemente con decirle a Luz Dary, que diera autorización
o renunciara a dicho beneficio, ante lo cual no podía oponerse al ser conciente que no le
pertenecía, sin que sea sensato que no se le solicitara por sentimentalismo, en la medida en
que de ser cierto que su nombre era simplemente maquillaje, el sentimiento no podía verse
afectado”.
En tales condiciones, las citadas probanzas calificadas como omitidas no tienen la virtualidad
de modificar las conclusiones de la sentencia, en la medida en que la prueba allegada al
proceso permitió a los juzgadores concluir en la responsabilidad de las procesadas en la
conducta punible de falsedad en documento privado, habida cuenta que en el mencionado
título valor aparecían como beneficiarias Yolanda y Luz Dary Loaiza Montoya. Y, como quiera
que la segunda falleciera, sus derechos, es decir, el 50 % pasaban a sus herederos, de
acuerdo con el orden sucesoral, aspecto que fue mutado por aquéllas.
Respecto a que el denunciante no se le preguntó sobre la venta que hizo del taxi que era de
propiedad de su compañera Luz Dary Loaiza Montoya, resulta ser una afirmación parcialmente
cierta, toda vez que en el acto de la audiencia pública al ser interrogado sobre las gestiones
que adelantaron las acusadas respecto del proceso de sucesión en la notaría, señaló que
Blanca Nelly Loaiza le había recomendado “ que aprovechara que su esposa había firmado el
formulario de traspaso de dicho vehículo para salir de él cuanto antes”.
Por último, que al trámite no se hubiera allegado la declaración de los porteros de la residencia
de Floralba Loaiza Montoya y de la Directora de la sede administrativa de la Fiscalía de Cali,
medios de convicción que habrían puesto en evidencia la dimensión moral del denunciante y
sus mendacidades en cuanto a los cargos hechos en contra de las hoy sentenciadas, también
constituye una apreciación personal del casacionista, en tanto que tales aspectos no
guardaban pertinencia con el objeto de la investigación, puesto que la misma estaba definida
sobre la escritura que ordenó la participación de los bienes por la muerte de Luz Dary Loaiza
Montoya.
De ahí que si el denunciante había incurrido en varias conductas delictuales, tal aspecto no era
el objeto de este trámite penal sino que debió ser puesto en conocimiento de las autoridades
judiciales por todas las partes, máxime cuando el juzgador de segunda instancia advirtió:
1. El defensor de las acusadas, también con base en la causal tercera de casación, acusa al
Tribunal de haber dictado sentencia en un juicio viciado de nulidad, en tanto que a lo largo del
trámite hubo una total incertidumbre respecto de la naturaleza fáctica y jurídica en torno de los
cargos atribuidos, yerro que condujo a la violación del principio de congruencia.
Afirma el libelista que en la providencia que les resolvió la situación jurídica de las procesadas
se les imputó la conducta punible de fraude procesal, en la resolución de acusación se les
atribuyó el delito de falsedad ideológica en documento privado y en el fallo se les condenó por
falsedad material en documento privado.
2. Frente al argumento expuesto por el libelista vale hacer las siguientes precisiones:
Las procesadas rindieron indagatoria cuando estaba vigente el Decreto 2700 de 1991(Blanca
Nelly -12 de julio de 2000-, Maria Gladys Loaiza Montoya -el 2 de octubre de 2000- y Yolanda
Loaiza Montoya -15 de noviembre de 2000-). Por manera que de acuerdo con lo reglado por el
artículo 360 del citado estatuto, se advierte que el interrogatorio de la citada diligencia versaba
“en relación con los hechos”.
Dicho de otra manera, con estricto apego en la legislación vigente para la época en que las
procesadas rindieron versión no juramentada, el interrogatorio debía tener como génesis los
hechos objeto de la investigación, es decir, que no existía la obligación legal en el funcionario
instructor de realizar una imputación fáctica y jurídica de los cargos atribuidos en ese momento
procesal.
Por su parte, María Gladys, anotó “Si tengo conocimiento de eso, pero Edison tenía
conocimiento de que a él no le correspondía esa plata”.
Y, Yolanda, sostuvo: “Lo hicimos, pero sin querer perjudicar al niño, ni hacerle daño, por
conocer al papá, que no era de mi entera confianza, y por eso no lo incluimos porque este
señor Edison Bedoya, sin el carro ser de él, abusó de la confianza y lo vendió, después de
haber muerto mi hermana, y siendo mi plata él se cree con derechos a este dinero el cual era
sólo mío”.
Por manera que no resulta atinado sostener que las acusadas no conocían de los cargos por
los cuales fueron oídas en indagatoria. Del interrogatorio se advierte sin temor a equívocos que
ellas eran conocedoras de las razones que llevaron al investigador a vincularlas al proceso.
De otro lado, es cierto que el instructor en la providencia que les resolvió la situación jurídica, el
13 de junio de 2001, profirió medida de aseguramiento de caución prendaria por el delito de
fraude procesal. Sin embargo, tal decisión no quiere decir que esa calificación provisional dada
a los hechos constituyó un sorprendimiento que afectó el derecho de defensa, habida cuenta
que los análisis probatorios y jurídicos realizados en esa pieza procesal se tomaron con base
en los elementos de juicio que se tenían en ese momento y de acuerdo con las respuestas que
las imputadas dieron a la justicia en el acto de la indagatoria.
Así mismo, también se erige en una verdad incuestionable que el fiscal de primera instancia en
el acto de la calificación del mérito del sumario, precluyó la investigación a favor de las
acusadas. Sin embargo, dicha decisión fue recurrida por el apoderado de la parte civil, razón
por la cual el fiscal de segunda instancia, el 19 de marzo de 2003, la revocó y, en su lugar,
profirió resolución de acusación en contra de las hermanas Loaiza Montoya por la conducta
punible de falsedad en documento privado.
No obstante, la nueva calificación jurídica provisional dada a los hechos por el fiscal de
segunda instancia tampoco constituye que se hubiese afectado el derecho de defensa de las
acusadas, pues, como se ha venido repitiendo el interrogatorio realizado en la diligencia de
indagatoria se ajustó al objeto de investigación, y dicha calificación provisional también fue
inferida con estrictez a los medios de prueba que obraban en ese momento en el trámite
procesal.
No sobra recordar, como lo destaca el Procurador Delegado, que el defensor de las acusadas,
al presentar alegatos como no recurrente dentro del término de traslado en desarrollo del
recurso de apelación interpuesto contra el primer calficatorio, se opuso a la nueva calificación
promovida por el apoderado de la parte civil, “al considerar la inexistencia de dolo en el actuar
de sus defendidas en el proceso de sucesión adelantado en la Notaría Séptima de Cali. En
criterio del defensor el asunto se concertó a un simple incumplimiento de un acuerdo familiar
para preservar el dinero que le había sido adjudicado a Yolanda Loaiza en cuantía de
$10.000.000, con el cual constituyó el C.D.T. El defensor en esa oportunidad adujo que las
hermanas Loaiza Montoya no faltaron a la verdad, ni engañaron al Notario, y si se sostiene lo
contrario, es porque se está presumiendo la existencia del dolo, cuando para determinar la
responsabilidad penal por la supuesta comisión de un delito, se requiere que este elemento
estructural del punible debe estar demostrado indefectiblemente, lo que no ocurre en el
presente caso, porque el dinero con el que inicialmente se abrió el certificado de depósito a
término, y que luego se reabrió en conjunto entre las dos hermanas Luz Dary y Yolanda era de
exclusiva propiedad de ésta”.
En el acto de la audiencia pública el defensor coadyuvó la petición de absolución del fiscal, en
tanto que consideró que el comportamiento era atípico puesto que ellas no habían actuado con
dolo.
En consecuencia, frente a la posible violación del derecho de defensa de las acusadas, surge
nítido que éstas conocían de los cargos por los cuales se les dictó resolución de acusación,
razón por la cual dicho derecho se mantuvo incólume a lo largo del proceso.
Otro de los argumentos que invoca el casacionista para denunciar la violación del principio de
consonancia, consiste en que a las procesadas se les acusó por la conducta punible de
falsedad ideológica en documento privado a título de determinadoras y en los fallos se les
condenó por el delito de falsedad en documento privado como coautoras.
Frente al anterior argumento vale destacar que el artículo 398 de la Ley 600 de 2000, regló los
presupuestos formales que debe contener la resolución de acusación, estando entre ellos, el de
señalar la calificación jurídica provisional. Es decir, que en dicha pieza se debe indicar los
cargos de manera fáctica y jurídica, habida cuenta que constituye los límites del juzgamiento,
por cuanto que al sentenciador, al momento de dictar el correspondiente fallo de mérito, no le
es dable incluir nuevas conductas punibles, adicionar circunstancias específicas ni genéricas
de agravación punitiva, ni desconocer las de atenuación inferidas, ni modificar
desfavorablemente el grado o formas de participación y de culpabilidad.
De otro lado, es cierto que el fiscal de segunda instancia al analizar la forma de participación de
las acusadas en la conducta punible en la parte considerativa estimó que era a título de
determinadoras. No obstante, en la parte resolutiva, atribuyó la intervención de éstas a título de
coautoras del delito de falsedad ideológica en documento privado.
Si se revisa los fallos de instancias se advertirá que éstos frente al citado aspecto son
armónicos con la resolución de acusación, en tanto que fueron condenadas a título de
coautoras. Ahora bien, en el evento en que se pensara que la calificación de determinadoras
hecha en la parte considerativa prevalece sobre la resolutiva, de todos modos tal circunstancia
no lleva a predicar la existencia de un vicio, en la medida en que no obstante las diferencias
que en el plano dogmático se presentan entre el autor y el determinador, la Corte también ha
sostenido que cuando hay desplazamiento entre estas dos categorías de la acción, mientras no
se afecte el eje conceptual fáctico y jurídico de la acusación, no se agrave la suerte del
procesado, no puede existir vulneración del debido proceso ni del derecho de defensa, toda vez
que el determinador responde como partícipe en las mismas condiciones punitivas a las del
autor material, según lo preceptuado por el artículo 23 del Decreto 100 de 1980 (hoy artículo 30
de la Ley 599 de 2000).
Por manera que los reparos formulados por el casacionista como sustentó del segundo
cargo no tienen vocación de éxito.
Tercer cargo (demandas presentadas a nombre de María Gladys, Blanca Nelly y Yolanda
Loaiza Montoya)
1. El defensor de las acusadas, con base en la causal primera de casación, acusa al Tribunal
de haber violado, de manera indirecta, la ley sustancial por error de hecho por falso juicio de
existencia, en tanto que el juzgador en el acto de apreciación de las pruebas no estimó el
documento de la Secretaría de Tránsito y Transporte de Cali relacionado con el vehículo de
placas VBO 363 de propiedad de Luz Dary Loaiza, el certificado de defunción de ésta, los
certificados de la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos, el documento expedido por el
Campo Metropolitano y los instrumentos proferidos por distintas entidades hospitalarias, yerros
que habrían indicado que aquellas actuaron sin dolo.
2. De acuerdo con la vía escogida por el casacionista, recuérdese que el error de hecho por
falso juicio de existencia se comete cuando el juzgador en el acto de apreciación de las
pruebas omite una que fue allegada al diligenciamiento o supone otra que no fue objeto del
proceso de producción e incorporación.
Por manera que en punto de la demostración del vicio, compete al casacionista que evidencie
su trascendencia, es decir, que de haber sido apreciado el medio de convicción las
conclusiones del fallo habrían sido favorables al acusado, para lo cual también se debe tener
en cuenta las demás probanzas sustento del juicio de responsabilidad.
Por último y como quiera que la violación de la ley es mediata, esto es, como consecuencia de
la errada apreciación de los medios de convicción, también corresponde al libelista que indique
cómo dicho vicio condujo a aplicar una norma que no era la llamada a gobernar el asunto o a
excluir otra que sí dirimía el conflicto.
3. Respecto de los dos primeros documentos, esto es, el certificado de tradición del vehículo de
propiedad de Luz Dary Loaiza Montoya y la partida de defunción de ésta, la Corte advierte que
los juzgadores sí lo tuvieron en cuenta en el acto de apreciación pero de manera implícita, en
la medida en que los instrumentos sirvieron de base a los funcionarios judiciales para que
expidieran copias con destino a la Fiscalía General de la Nación a fin de que se investigara la
posible conducta punible de falsedad de particular en documento público en pudo haber
incurrido el denunciante.
Sin embargo, ese aspecto no le restó credibilidad al dicho del señor Bedoya respecto de las
acusaciones lanzadas en contra de las hermanas Loaiza Montoya, puesto que, por ejemplo, el
Tribunal consideró que los hechos delictuales por él denunciados encontraban respaldo con las
plurales pruebas allegadas al diligenciamiento.
Dicho de otra forma, para los jugadores de instancia que el denunciante también hubiese
incurrido en actos ilegales, tal circunstancia no demeritaba los cargos hechos por él en contra
de las acusadas, en la medida en que encontraban respaldo con la actividad probatoria
desplegada en el diligenciamiento.
La misma situación aconteció con los demás documentos, es decir, los certificados de la
Oficina de Registro de Instrumentos Públicos, el del Campo Santo Metropolitano y los
expedidos por las entidades hospitalarias, toda vez que sí fueron apreciados de manera
implícita, pero no se le dio la credibilidad que aspira el casacionista, esto es, que el título de
CDT pertenecía a Yolanda Loaiza Montoya.
1. Por último, el defensor de las acusadas, basado en la causal primera de casación, acusa al
Tribunal de haber violado, de manera directa, la ley sustancial por falta de aplicación de los
artículos 2°, 4° y 221 del Decreto 100 de 1980.
2. Cuando la censura se postula por la vía de la violación directa de la ley sustancial, compete
al casacionista que acepte los hechos y las pruebas de acuerdo a como fueron apreciadas en
el fallo, en tanto que la discusión se centra en la aplicación del derecho, esto es, por que el
juzgador en el acto de la construcción del juicio de derecho seleccionó una norma que no era la
llamada a gobernar el asunto, excluyó otra o, habiéndola escogido correctamente la dio un
alcance interpretativo que no consulta su texto.
3. Recuérdese que de acuerdo con la sistemática del Decreto 100 de 1980 los delitos que
atentan contra la fe pública imponen que el instrumento calificado de mendaz debe servir para
probar un hecho, razón por la cual la ley no solo tutela la confianza de la colectividad en las
formas escritas, sino también los derechos públicos y privados que por ese medio se
demuestre.
Por manera que el derecho público que se protege con estos tipos penales es el tráfico jurídico,
puesto que el instrumento debe contener una fuerza probatoria, que en este caso, como lo
destaca el Procurador Delegado, la creencia común que un proceso sucesoral adelantado por
las acusadas ante Notario se tramitó con el cumplimiento de todos los requisitos legales,
motivo por el cual la partición y la adjudicación de los bienes que conformaban la masa
sucesoral se distribuyó entre sus herederos, sin que se hubiera desconocido herederos o
legatarios con un mejor derecho.
En el supuesto que ocupa la atención de la Corte, surge claro y evidente que aquí se
desconoció la existencia de un heredero con mejor derecho, es decir, el hijo de Luz Dary que
en forma deliberada y excluyente las sentenciadas dejaron por fuera de cualquier expectativa
hereditaria frente al 50% del C.D.T. por valor de $7.000.000 que conjuntamente Yolanda Loaiza
habían constituido con Luz Dary progenitora del menor.
En tales condiciones, resulta claro que los hechos consignados en la escritura pública del 12 de
marzo de 1998, estaba destinada a probar unos hechos ciertos y, por tal motivo, se presumió
que su contenido era veraz y auténtico. Así, es claro que el comportamiento de las acusadas
afectó el mentado tráfico jurídico, en tanto que se pretendió demostrar un acontecer que reñía
con la verdad.
Los juzgadores de instancia condenaron a las procesadas por la conducta punible de falsedad
en documento privado, en tanto que ellas mediante engaños y faltando a la verdad,
promovieron juicio sucesoral, en el que obtuvieron un resultado ilegítimo, puesto que la
mencionada escritura, es decir, la número 1294 del 12 de marzo de 1998 otorgó derechos
herenciales ilegales, aspectos que lleva a colegir que intervinieron a título de coautoras.
Ahora bien, como lo reseña la Delegada, “ de ahí que haya afectado el tráfico jurídico, ya que
la prueba documental pública (formalmente) y privada (materialmente) que se ha formado ex
novo, se colocó en el sistema de derecho mediante la presentación a una entidad comercial –
financiera (Concasa), y por ello, para efectos legales dicho documento – prueba estaba
destinado a demostrar un hecho jurídico, tal como ocurrió, pues por vía del mismo lograron la
liquidación y pago del correspondiente Certificado de Depósito Nº 45381 a favor de las aquí
procesadas”.
Así mismo, resulta evidente que las acusadas incurrieron en la conducta punible de falsedad
ideológica en documento privado. En efecto, recordemos que la jurisprudencia de la Corte ha
sido clara en afirmar que a los particulares sólo les asiste el deber jurídico de decir la verdad
cuando la propia ley, expresa o tácitamente les impone la obligación de hacerlo, evento en el
cual, por tanto, incurren en el citado delito, si faltan al deber de veracidad que por mandato
legal les es exigible.
En consecuencia, las acusadas estaban obligadas a decir la verdad por disposición legal, esto
es, las normas civiles que regulan lo atinente al tema de la sucesión notarial. Sin embargo,
reconstruyendo la secuencia del acontecer se advierte que Yolanda, Blanca Nelly y María
Gladys Loaiza Montoya otorgaron poder especial al doctor José Orlando Gil Gil, quien en
memorial de petición de herencia, hizo referencia expresa a la declaración de sus mandantes,
según la cual, la causante (Luz Dary Loaiza Montoya) no contrajo matrimonio y no tuvo hijos.
Afirmación con la cual se dio inicio al trámite notarial de la sucesión que culminó con la
escritura pública Nº 1294 del 12 de marzo de 1998, protocolizada en la Notaría Séptima de
Cali, en cuya cláusula primera se hizo referencia al fallecimiento de la causante en la ciudad de
Cali, cuando en verdad aconteció en la ciudad de Pereira, tal como se desprende del registro
de defunción.
Así mismo, en la cláusula tercera se plasmó que la citada señora no tuvo descendencia,
cuando en verdad tuvo un hijo, de acuerdo con el registro civil de nacimiento. Y, en la cuarta,
que las acusadas eran la únicas herederas, cuando en verdad existían más hermanos.
Dicho de otra manera, como lo dice el Tribunal “ sin duda alguna, omitieron poner en
conocimiento primero del profesional del derecho que adelantaría el trámite, y luego ante el
notario, la existencia de un heredero de mejor derecho, conforme lo normado en el art. 1240
del Código Civil, modificado por la Ley 140 de 1960, art. 1° y 13 de la Ley 5 de 1975 y art. 9 de
la Ley 29 de 1982, que desde luego excluiría a las procesadas, amén de que su trámite se
adelantaría por ante la jurisdicción de familia”.
En síntesis, la finalidad de las acusadas era que se les reconociera un derecho de heredar a
través de un proceso de sucesión notarial, “ que a su turno se logró en forma ilegal, porque
faltaron a la verdad, al afirmar que su hermana no tenía hijos extramatrimoniales, y así quedó
consignado en la documentación que luego dio origen a la escritura pública 1294, documento
que sirvió para que la Corporación Concasa les liquidara y pagara el monto de $7.000.000,
representados en el valor de CDT 45381. No obstante que el título valor fuera constituido
conjuntamente entre las hermanas Yolanda y Luz Dary, quien dejara como sobreviviente a su
hijo del cual tenía conocimiento sobre su existencia su consanguíneas Blanca Nelly, Yolanda y
María Gladys, introdujeron al tráfico jurídico el documento espurio, con el fin de dar visos de
legalidad a la conducta que les significó la vinculación, enjuiciamiento y ahora condenadas por
el delito de falsedad ideológica en documento privado”.
Finalmente, no sobra recordar que la Sala, en decisión del 16 de marzo de 2005, concluyó que
en el Código de 1980 y el actual, estaba consagrado el tipo penal de falsedad ideológica en
documento privado, textualmente se anotó:
“Dos. Para hablar de falsedad ideológica en documentos privados, al principio se requería que
el autor faltara a la verdad y originara daño a un tercero o, al menos, que lo hiciera con la
intención de propinarlo.
“Luego, ante el ostensible y necesario cambio de óptica sobre el alcance y contenido del bien
jurídico fe pública, no fue imprescindible incluir esos elementos en la definición típica, porque
era obvio que si una persona falsificaba un documento con suficiencia para vulnerarlo una vez
sometido al torrente del tráfico jurídico, incurría en delito, siempre que, desde luego, afectara
real o potencialmente el decurso normal de las relaciones socio jurídicas.
“Tres. Por lo anterior, aun cuando los tipos penales de 1980 y del 2000 no lo requieren en
forma expresa, se sigue hablando del deber de verdad que debe acompañar al autor para que
pueda cometer esa conducta delictiva. Esa determinación es atendible, porque, en verdad, un
documento ideológicamente falso que solamente vincule y produzca efectos exclusivamente
entre particulares, no genera riesgo ni perjuicio a la fe pública por cuanto esta se halla en
cabeza de la “colectividad”, es decir, del “interés de la generalidad social”. Sin embargo, si esa
mentira entre dos o más personas trasciende y arriba al terreno de la pluralidad poniendo en
peligro o dañando el habitual y normal entramado jurídico, el simple embuste particular,
privado, se convierte en delito.
“Cuatro. El deber de verdad resulta de dos fuentes. La primera es la ley. Sucede cuando esta,
concebida en sentido lato, frente a una relación social, afirma expresamente que las personas
están obligadas a obrar con la verdad; es el denominado deber legal de verdad, o deber
expreso de decir la verdad; la segunda es la que surge de la demostración de que en el caso
concreto con la conducta desplegada –falsedad y uso- se ha creado un riesgo para el “bien
jurídico social” conocido como fe pública, o cuando se comprueba que lesionado el carácter
probatorio del documento, efectivamente, se ha ofendido ese bien “colectivo”. Es la obligación
tácita, sobrentendida o deducida de decir la verdad.
“Es lo que ha escrito el doctor Luis Enrique Romero Soto:
“…también es posible llevar a cabo falsedad ideológica en un documento privado si bien solo
cuando la ley, expresa o tácitamente, impone a los particulares la obligación de decir la
verdad… Pero si bien es cierto que, por regla general, la obligación de decir la verdad en esta
especie de documentos está expresamente impuesta por normas legales hay ocasiones en
que proviene de la naturaleza y, más que todo, de la destinación del documento privado… O
sea que en aquellos casos no expresamente contemplados por la ley en que el documento
está destinado a servir de prueba, su destinación probatoria es un juicio objetivo que se
resuelve por la posibilidad de emplear el documento como prueba…” (destaca la Corte). (La
falsedad documental. Cali, Carvajal, 3ª edición, 1982, página 275)
“En relación con la primera exigencia (obligación de ser veraz) debe decirse que el
ordenamiento jurídico, con no poca frecuencia, impone a los particulares, expresa o
tácitamente, el deber de decir la verdad en ciertos documentos privados, en razón a la función
probatoria que deben cumplir en el ámbito de las relaciones jurídicas, haciendo que, frente a
esta clase de documentos, se genere un estado general de confianza entre los asociados,
derivado de la circunstancia de encontrarse su forma y contenido protegidos por la ley, que
puede resultar afectada cuando el particular, contrariando la disposición normativa que le
impone el deber de ser veraz, decide falsear ideológicamente el documento”.
“La obligación de decir la verdad deriva, en algunos casos, de la delegación que el Estado
hace en los particulares de la facultad certificadora de la verdad, en razón a la función o
actividad que cumplen o deben cumplir en sociedad, como ocurre, verbigracia, con los
médicos, revisores fiscales y administradores de sociedades, quienes, frente a determinadas
situaciones, y para ciertos efectos, deben dar fe, con carácter probatorio, de hechos de los
cuales han tenido conocimiento en ejercicio de su actividad profesional…”
De acuerdo con los anteriores argumentos se puede predicar que la conducta desplegada por
las acusadas es típica, por cuanto que encuentra adecuación en el tipo penal que describe
abstractamente el delito de falsedad en documento privado, así mismo que con ese
comportamiento lesionaron la fe pública, en tanto que el documento entró al tráfico jurídico y
pretendían demostrar un orden sucesoral que correspondía con la verdad y, por último, que
actuaron con dolo.
1[1]
Radicación 22407.
RESUELVE