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Erotismo, hogar, patria y belleza, son temas de las letras del buen Peza

Por Pablo “Mácrom” Saldaña

Un 29 de junio, mientras el santoral católico celebraba a San Pedro y San Pablo apóstoles, en 1852
nació Juan de Dios Peza, un hombre que tuvo el tino de entrar a estudiar a la Escuela de Medicina,
solo para conocer a Manuel Acuña, a quien seguramente le debemos que México haya perdido un
gran galeno, pero ganado a un poeta, escritor y periodista.

Tanto influyó Acuña en él, que tras la ingesta de cianuro de potasio con la cual el autor de “Ante
un Cadáver” y “Nocturno” terminara con su vida, Juan de Dios Peza escribió: “No, no has muerto:
la vida no es el tránsito doloroso por la tierra; la vida no es sólo la que reviste una sola forma: la
vida es la nota que completa las armonías del Universo, y esa nota jamás deja de vibrar porque es
infinita...”.

Relata Irma Contreras Garcia, en su libro En torno a Juan de Dios Peza, que el poeta poseía “el don
de versificar y desde niño improvisaba con naturalidad versos sencillos que recitaba ante sus
compañeros; lo que le valió repetidos aplausos. Su primer poema fue motivado por el destrozo de
los nidos de golondrinas, causado por los albañiles que estaban restaurando el templo de la
Encarnación”.

Compuso versos al amor, a la pasión, al deseo impío. Sirvan estas líneas de “En cada corazón arde
una llama” para valorar la altura del poeta:

Deja que te contemple y que te adore,


y que escuche tu voz y que te admire,
aunque al decirte adiós, con risas llore,
y al volvernos a ver llore y suspire.
[…]
Enternézcame siempre tu belleza
aunque no me des nunca tus amores,
y no adornes con flores tu cabeza
pues me encelan los besos de las flores.
[…]
Es cielo azul el que mi amor desea,
la flor que más me encanta es siempre hermosa,
que en tu talle gentil yo siempre vea
tu veste tropical de azul y rosa.

Otro de los grandes escritores que se cruzaron en el camino de Peza fue Ignacio Manuel
Altamirano, que le profirió unas palabras lapidarias, tras una reunión entre intelectuales: “Ahora sí
hijo mío, a estudiar mucho y a escribir sin miedo, ha renacido la literatura nacional y hay que
cantar a la patria libre y unida”. Y escribió a la patria, como podemos verlo en este fragmento de
“11 de abril” que bien podría describir lo que hoy vivimos:

Ya la patria no quiere más dolores.


Cansada está su frente de pesares,
llenos de sangre corren nuestros mares,
llenas de llanto se hallan nuestras flores.
También conoce a los españoles Gaspar Núñez de Arce y Ramón de Campoamor y Campoosorio.
Sin embargo, lo que realmente marcó su vida y su obra no fue la educación, su trabajo como
diplomático cultural o ser diputado. El poeta que iniciara con eróticas letras su carrera sufriría un
giro de 180 grados.

Después nos encontramos, y al mirarte


Sentí mi corazón
Que latía en otro mundo y que a mi frente
La bañaba otro sol.
Y me acerqué a poner sobre tus labios
Un beso de pasión,
Un beso cuyo fuego a nuestras almas
Para siempre enlazó;
Vimos que nuestras vidas eran una,
Que uno éramos los dos,
Y fuimos hasta el libro que a tus ojos
La aurora iluminó,
Y en una misma página, en aquella
Donde leiste «hoy»
Sintiendo nuestro amor inextinguible
Escribimos «tú y yo».

El divorcio de Concepción Echegaray terminaría con las palabras de amor, conquista y seducción,
incluso con las loas patrióticas; empezarían los versos por el hogar, la paternidad y los hijos. El
historiador Alejandro Rosas retoma las palabras de Isabel Quiñonez sobre este hecho: “al
abandonarlos ella, cambia una de las temáticas de Peza, el erotismo cede la escena al interior de la
casa donde los protagonistas son el padre, el abuelo, los hijos”.lo anterior lo podemos apreciar en
los versos de “Mi talismán”, dedicado a su hija María:

Nada me importa que a ninguno cuadre


ver cuánto estimo deleznables huesos:
Son de una boca que al decirme padre
cura mis penas con sus castos besos.

Son de una boca diminuta y bella


más que las rosas fresca y encendida,
basta la miel que se desborda en ella
para endulzar las horas de mi vida.

Y se volvió a casar. Con Ángela Flores a quien le dedicó sus últimas líneas de romance, un poema
casi desconocido del cual reproducimos unos versos:

Cantar a una mujer joven y bella


Que con dulces hechizos se engalana
Le toca al ruiseñor que ve a la estrella
Con que rompe su broche la mañana.
Una mujer así de encantos llena
Que pasa como un ángel sobre el suelo
Es sólo comparable a la azucena
Que retrata en sus pétalos el cielo.

Tienes ojos azules... ¿qué diría


Alfredo de Musset, si los mirara?
Tus ojos son los que cantó en Lucía
Sus mismos labios y su misma cara.

Eres blanca, gentil, esbelta, airosa,


Griega en tus formas de blancura llenas
Pareces una esbelta mariposa
Que engendra los mirtos en Atenas.

¿Qué te puedo decir? Formas mi anhelo


Que nunca estés con el pesar en guerra
Tú tienes que ser sol para tu cielo
Y serás siempre flor sobre la tierra.

Dulce, correcta y apacible tienes


La faz, el alma, el genio y la belleza,
Por las sutiles venas de tus sienes
Corre la sangre azul de la pureza.

Con eso nos despedimos por hoy, recordando y homenajeando al poeta que nos enseñó que se
puede reír y llorar, y que a eso venimos a este mundo: “El carnaval del mundo engaña tanto;/ que
las vidas son breves mascaradas;/ aquí aprendemos a reír con llanto/ y también a llorar con
carcajadas”.

Publicado originalmente en: https://www.elmuromagazine.com/erotismo-hogar-patria-y-belleza-


temas-peza/

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