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Resignificar el Arte y las Humanidades 1

UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS, BUCARAMANGA

Del modelo de Desarrollo Económico al Paradigma del Desarrollo Humano

La crisis a la que asiste el mundo actual toca profundamente la educación y en ella el cultivo de
las artes y las humanidades. Las líneas que preceden este documento, procuran una aproximación a los
capítulos I y II de la oportuna reflexión que al respecto hace la filósofa norteamericana Martha C.
Nussbaum (2010), en su reciente obra: “Sin fines de lucro” ¿Por qué la democracia necesita de las
humanidades?. En palabras de Ruth O’Brien: “Nussbaum nos alerta sobre la existencia de una “crisis
silenciosa” debido a que las naciones, “sedientas de ingresos”, deciden “desechar” otras aptitudes. En la
medida en que se recorta el presupuesto asignado a las disciplinas humanísticas, se produce una grave
erosión de las cualidades esenciales para la vida misma de la democracia” (O’Brien. (Prefacio). Sin fines
de lucro. Martha C. Nussbaum, 2010, p.11)

En lo que respecta al capítulo I: La crisis silenciosa (pgs.18-31) Nussbaum expone la siguiente


problemática: “Sedientos de dinero, los sistemas nacionales y sus sistemas de educación están
destacando sin advertirlo ciertas aptitudes que son necesarias para mantener viva la democracia. Si esta
tendencia se prolonga, las naciones de todo el mundo en breve producirán generaciones enteras de
maquinas utilitarias, en lugar de ciudadanos cabales con la capacidad de pensar por sí mismos, poseer
una mirada crítica sobre las tradiciones y comprender la importancia de los logros y los sufrimientos
ajenos. El futuro de la democracia mundial pende de un hilo” (Nussbaum, M. Sin fines de lucro. Katz
editores, Buenos Aires, 2010.p. 20).

Los argumentos con los cuales soporta esta idea radican en los “cambios drásticos” que a nivel
mundial se están dando en el campo educativo: se están erradicando las materias relacionadas con las
artes y las humanidades, ya que son consideradas como “ornamentos inútiles” por todos aquellos que
defienden políticas estatales que favorecen la competitividad económica global, de ahí que además de
perder terreno en los programas curriculares, salgan del corazón y la mente de padres e hijos.

Por otra parte, -dice Nussbaum- “aquello que podríamos describir como el aspecto humanístico
de las ciencias, aspecto relacionado con la imaginación, la creatividad y la rigurosidad en el pensamiento
crítico, también pierden terreno, en la medida en que los países optan por fomentar la rentabilidad a
corto plazo, mediante el cultivo de capacidades utilitarias y prácticas, aptas para generar renta”
(Nussbaum, p.20). Preocupa a la autora el hecho que la crisis esté mirando de frente y no se le haya
enfrentado, no debatimos los cambios y se sigue limitando vertiginosamente nuestro futuro.

Nussbaum, profunda conocedora de la filosofía y la educación, soporta sus argumentos a la vez,


en ejemplos tomados de Estados Unidos e India en diferentes niveles educativos, que dejan ver el
desconocimiento u ocultamiento paulatino de las artes y las humanidades y a la prelación que se da en
dichos centros al conocimiento aplicado, que sirve para generar rápidamente estrategias destinadas a la
“obtención de renta”. De los cinco casos remembrados por Nussbaum (p.21), abordemos dos: En marzo
de 2004 –dice- un grupo de especialistas se reunió en India, para debatir la filosofía educativa de
Rabindranath Tagore, que centraba en la atribución del poder social a sus alumnos mediante “la práctica
del método socrático, la exposición a diferentes culturas y, sobre todo, la inclusión de la música, las bellas
artes, el teatro y la danza en todas las secciones del programa curricular” (Nussbaum, p.22); la conclusión
a la que se llegó, fue particular: hoy las ideas de Tagore son “desestimadas y desdeñadas en India”, todos
coincidieron en que hoy predomina una nueva concepción que gira en torno de la rentabilidad, lejos de
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la idea del desarrollo personal basado en la imaginación y el pensamiento crítico, fundado por Tagore y
que condujo a una democracia exitosa lograda por ese país.

Como segundo ejemplo, tenemos el caso de Estados Unidos, expuesto por Nussbaum: relata que
en 2005 se organizó un “retiro para docentes” en la Laboratory Shool de Chicago, donde John Dewey
“puso en práctica sus experiencias para la reforma democrática del sistema educativo…la misma
institución donde las hijas de Barack Obama pasaron los primeros años de su formación” (Nussbaum,
p.27), allí los docentes debatieron sobre la educación para la ciudadanía democrática; analizaron una
gran variedad de experiencias educativas, estudiando figuras de la tradición occidental como Sócrates y
Dewey, allí se advirtió que “algo estaba fallando”: “los docentes que se enorgullecen de estimular a sus
alumnos para que cuestionen, critiquen y utilicen imaginación, expresaron su preocupación por las
presiones recibidas por las familias pudientes que envían a sus hijos a esta escuela de élite” (Nussbaum,
p.23). Los padres de estos muchachos consideran los aprendizajes superfluos y sugieren que sus hijos
adquieran “aptitudes comprobables y tendientes al éxito económico”. Estas historias, son representativas
no sólo de India y los Estados Unidos, sino de muchos lugares de Europa y el mundo, asevera la autora.

Nussbaum reconoce la buena calidad educativa en materia de ciencia y tecnología, pero expresa
su preocupación, que en ese afán de rentabilidad se desconozcan capacidades vitales para la salud de
cualquier democracia y la creación de una “cultura internacional digna” que aborde de manera
constructivista los problemas más álgidos del mundo; las capacidades a las que se refiere la autora están
vinculadas estrechamente con las artes y las humanidades: “capacidad de desarrollar un pensamiento
crítico; capacidad de trascender las lealtades nacionales y afrontar los problemas internacionales como
“ciudadanos del mundo”; y por último, la capacidad de imaginar con compasión las dificultades del
prójimo” (Nussbaum, p.26). Recuérdese, que de estas capacidades la misma autora nos había hablado en
su obra: El Cultivo de la Humanidad: una defensa clásica de la reforma de la educación liberal , Barcelona.
Paidós, 2005.

La tesis defendida por Nussbaum, demuestra que “las artes y las humanidades son
fundamentales, tanto para la educación primaria y secundaria, como para la universidad…en la educación
de los ciudadanos” (Nussbaum, p.26). Con lo anterior la autora no quiere señala que las ciencias exactas
y las otras ciencias sociales como la economía, no sean esenciales para la formación ciudadana y queden
atrás.

Las anteriores ideas, serán abordadas y soportadas en el contenido de capítulos posteriores. En


éste apartado, Nussbaum, termina resaltando el papel importante que juega la familia, las normas
sociales y las instituciones políticas, como respaldo a esa formación ciudadana, pero es la educación el
tema que está sobre la mesa, ya que ésta “nos prepara no sólo para la ciudadanía, sino también para el
trabajo y, sobre todo para darle sentido a nuestra vida” (Nussbaum, p.28). Por otra parte defenderá su
tesis, reconociendo que el interés de las democracias modernas requiere de una economía sólida y de un
sector empresarial próspero, pero que estos requerimientos se nutren de las artes y las humanidades
para “fomentar un clima de creatividad innovadora y de administración responsable y cuidadosa de los
recursos. Así, no nos vemos obligados a elegir entre una forma de educación que promueve la
rentabilidad y una forma de educación que promueve el civismo; la prosperidad económica requiere de
las mismas aptitudes necesarias para ser un buen ciudadano” (Nussbaum, p.30)

En el capítulo II: Educación para la renta, educación para la democracia (pgs.33-49), Nussbaum,
dedica su esfuerzo a la reflexión de la educación para la ciudadanía, sustentando la idea que: “Producir
crecimiento económico no equivale a producir democracia, ni generar una población sana,
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comprometida y formada que disponga de oportunidades para una buena calidad de vida en todas las
clases sociales” (Nussbaum, p.36). Este engaño, genera un acercamiento irreflexivo los sistemas
educativos de todo el mundo, sin prever que deslinda de todas las metas de la democracia. Como
alternativa al modelo basado en el crecimiento económico, Nussbaum expone el modelo conocido como
el “paradigma del desarrollo humano”, donde lo que prima e importa son las oportunidades o
“capacidades” que posee cada persona en diversas esferas de la vida.

Nussbaum introduce cuestionando: ¿Qué significa el progreso para una nación?, responde que,
según la opinión de algunos, progresar es aumentar el producto interno bruto per cápita, por tanto:
“según ese modelo de desarrollo, la meta de toda nación debería ser el crecimiento económico”
(Nussbaum, p.34). Viene la primera crítica de la filósofa, ya que según esa idea no importa por ejemplo:
la distribución de la riqueza ni la igualdad social; no importan las condiciones necesarias para la
estabilidad de la democrática; no importa la calidad de las relaciones de género, casta y raza. Para
sustentar esa idea de lo que deja fuera ese modelo, trae a colación el ejemplo de lo que significó en
Sudáfrica el régimen del apartheid, que premiaba el afán de riqueza dejando fuera las amplias
desigualdades en materia de distribución equitativa, deficiencias sanitarias y educativas que lo
circundaban.

Muchos defensores del modelo de desarrollo económico, aseveran que éste, redunda en otros
beneficios como salud, educación, disminución de la desigualdad socio-económica, pero la experiencia –
dice Nussbaum- demuestra lo contrario: “los avances en materia de salud y educación, por ejemplo,
guardan una muy escasa correlación con el crecimiento económico” (Nussbaum, p.36); de ahí la
afirmación que hace la autora cuando dice que el producir crecimiento económico no equivale a
producir democracia; pero la tendencia y lo que muestra la realidad es que los Estados tienden más al
viejo paradigma de desarrollo económico.

La autora vuelve sobre ejemplos derivados de los países elegidos: Estados Unidos e India; para el
caso de Estados Unidos, señala que esas tendencias han tenido últimamente resistencia –por ejemplo- al
votar por el gobierno de Obama, “donde los estadounidenses optaron por un grupo de personas as
comprometidas con la igualdad en materia de salud y mas dedicadas a atender cuestiones relativas a la
igualdad en general” (Nussbaum, p.36). Por otra parte, en India, en las elecciones de Mayo de 2010, los
votantes apoyaron mayoritariamente al “Partido del Congreso” que “combina un plan moderado de
reformas económicas con fuerte compromiso hacia los sectores más pobres de la población rural”
(Nussbaum, p.37). Aunque parezcan inicialmente proyectos bien intencionados, concluye la filósofa: “en
ninguna de las dos naciones se observa una reformulación suficiente de las políticas con una aplicación
clara de las ideas correspondientes al desarrollo humano” (Nussbaum, p.37). Lo importante de esta
visión crítica de la autora, radica en reconocer, que se han dado pasos “tímidos”, sin convicción profunda,
pero se han dado, en la línea de rechazar toda idea de que el camino adecuado para una nación sea sólo
procurar el crecimiento económico en su grado máximo.

Muchos países en Europa siguen montados en la idea de una educación que promueva el
desarrollo nacional en tanto crecimiento económico, prueba de ello las altas calificaciones para
universidades técnicas y departamentos científicos frente a los “drásticos recortes” para los sectores de
las humanidades. Para el caso de los Estados Unidos, Nussbaum hace una especie de apología al sistema
educativo universitario, acota que, nunca ha habido un sistema educativo puramente orientado al
crecimiento económico, por el contrario – a diferencia de muchas universidades del mundo, se cuenta
con un sistema de educación universitaria basado en las disciplinas humanísticas; narra cómo los
estudiantes antes de ingresar a una carrera puntual, cursan gran variedad de materias distintas durante
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los primeros dos años, entre las cuales predominan las humanidades. Resulta curioso, que no precise las
asignaturas, ni la receptividad en los estudiantes, ni el éxito respecto al componente disciplinar de los
futuros profesionales.

Otro baluarte de la tradición educativa en los Estados Unidos –según Nussbaum- y que hace
oposición al modelo basado en el crecimiento económico, radica en la participación activa de los
alumnos mediante la investigación, las preguntas y la indagación. “Este sistema de aprendizaje tiene sus
raíces en la tradición filosófica de occidente que va desde las propuestas de Jean-Jaques Rousseau en el
siglo XVIII hasta las ideas de Dewey ene l siglo XX, pasando por pedagogos tan eminentes como Friedrich
Froebel en Alemania, Johann Pestalozzi en Suiza, Bronson Alcott en los Estados Unidos y María
Montessori en Italia” (Nussbaum, p.39); según esa tradición, la educación no consiste en la asimilación
pasiva de datos, sino en el desafío para que el intelecto sea activo y competente, provisto de
pensamiento crítico “para un mundo complejo”.

El modelo de desarrollo para el crecimiento económico, permite que un país “pueda crecer sin
dificultades, aunque los sectores más pobres de la población rural sigan siendo analfabetos y carezcan de
los más mínimos recursos informáticos, como sucede en muchos Estados de la India” (Nussbaum, p.41).
Dicho paradigma de desarrollo económico tiene la particularidad de permitir un calificativo positivo a
naciones o Estados donde se registran niveles alarmantes de desigualdad, paradójicamente.

Al modelo de desarrollo económico, le interesará una educación basada en el auge del


nacionalismo, dejando por fuera un estudio histórico centrado en las injusticias de clase, casta, género,
etnia o religión, pues eso generaría un pensamiento crítico sobre el presente, resalta Nussbaum.

A esta instancia de la reflexión, salta nuevamente la pregunta: “¿qué sucede con el arte y la
literatura, dos disciplinas de gran valor en la educación para la democracia?” La educación para el
crecimiento económico no mostrará su complacencia frente a éstas, “ya que a simple vista no derivan en
el progreso económico de la persona ni de la nación” (Nussbaum, p.45); parece ser esta la explicación del
por qué en el mundo se están recortando las humanidades y se da amplio lugar el desarrollo dela técnica.
Dice Nussbaum, que por ejemplo en la India los padres se enorgullecen cuando sus hijos ingresan en los
Institutos Tecnológicos y de Administración, pero se avergüenzan de los que eligen estudiar literatura,
filosofía, pintura, danza o canto; en los Estados Unidos aunque existe amplia tradición humanística, se
avanza en la misma dirección: lo anterior patenta la imperante fuerza del modelo de desarrollo
económico que permea las democracias modernas y los modelos educativos de la actualidad.

El arte se constituyen en enemiga del modelo económico de desarrollo, ya que los artistas
piensan de manera autónoma, no sirven a ninguna ideología y van con su imaginación más allá de sus
“confines habituales” y ven el mundo de manera distinta a la que perfila el modelo económico, de allí
que el viejo modelo se oponga a la presencia de las artes y las humanidades como insumo de la
formación, esta situación es palpable en todo el planeta. Ante este panorama sombrío y amenazador
para las artes y las humanidades, Nussbaum presenta unas alternativas con el ánimo de iluminar el tipo
de naciones y de ciudadanos que se pretende formar: frente al modelo basado en el crecimiento
económico, es el modelo conocido como el paradigma del desarrollo humano –relacionado con
Nussbaum- quien ofrecerá luces, potenciando las “capacidades” que tiene cada individuo y que abarcan
“desde la vida, la salud y la integralidad física hasta la libertad política, la participación política y la
educación” (Nussbaum, p.47)
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La particularidad de dicho modelo radica en que reconoce la dignidad humana presente en cada
individuo, ésta es inalienable y debe ser respetada por las leyes e instituciones; el modelo, supone un
compromiso con la democracia, en la que deberán predominar ciertos derechos fundamentales
protegidos “incluso de la decisión de las mayorías”. Puntualiza la filósofa: “el modelo de desarrollo
humano no es una quimera idealista, sino que se encuentra estrechamente vinculado con los
compromisos constitucionales, a veces incumplidos, de casi todas las naciones democráticas”
(Nussbaum, p.48). Finaliza, trazando unas directrices que deben inculcar en los ciudadanos aquellos
países interesados en fomentar una democracia humana, que promueva oportunidades para la vida, la
libertad y la búsqueda de la felicidad para todos y cada uno de sus habitantes:

Aptitud para: “reflexionar sobre cuestiones políticas…; reconocer a los otros ciudadanos como
personas con los mismos derechos…; interesarse por la vida de los otros…; imaginar una variedad de
cuestiones complejas que afectan la trama de la vida en su desarrollo…; emitir un juicio crítico sobre los
dirigentes políticos…; pensar en el bien común de la nación como un todo…; concebir la propia nación
como parte de un orden mundial complejo en el que distintos tipos de cuestiones requieren de una
deliberación transnacional inteligente para su solución.” (Nussbaum, p.49)

Como lo resalta en el prefacio Ruth O`Brien, Nussbaum hace un llamado a la acción, bajo la forma
de un plan que reemplazaría un modelo educativo pernicioso para la democracia por otro modelo que lo
promueve. Si bien propone una idea que a simple vista parece contradictoria, demuestra con suficientes
argumentos que las artes y las humanidades constituyen los cimientos de la ciudadanía.

Referencias:

Nussbaum, C. Martha. Sin fines de lucro. ¿Por qué la Democracia necesita de la Humanidades?
Katz Editores. Buenos Aires, 2010. (Capítulos I-II)

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