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Naum Gabo, “Manifiesto realista”, Moscú, 5 de agosto de 1920

Sobre las tempestades de nuestros días de trabajo,


Al otro lado de las cenizas y hogares incendiados del pasado,
Ante las puertas del futuro vacío,
declaramos ante vosotros, artistas, pintores, escultores, músicos, actores, poetas..., ante
vosotros, gentes para quienes el Arte no es un simple tema de conversación, sino la fuente
de la verdadera exaltación, nuestra palabra y nuestra acción.
Hay que sacar al Arte del callejón sin salida en que ha estado durante los últimos
veinte años.
El incremento del conocimiento humano, con su poderosa capacidad de
penetración en las misteriosas leyes del mundo, que comenzó al amanecer este siglo; el
florecimiento de una nueva cultura y de una nueva civilización, con el acompañamiento de
algo sin precedentes en la Historia, el avance de las masas hacia la posesión de las riquezas
de la Naturaleza, y que lleva al pueblo hacia la unión; y por último, mas no por ello de
menor importancia, la guerra y la revolución (esos torrentes purificadores de la época que
ahora empieza), todo ello ha hecho que nos enfrentemos con la realidad de unas nuevas
formas de vida, ya nacidas y activas.
¿Qué aporta el Arte a esta nueva época de la historia humana? ¿Dispone de los
medios necesarios para la construcción del nuevo Gran Estilo?
¿O se supone acaso que una nueva época puede no tener un estilo nuevo?
¿O se supone acaso que la nueva vida puede aceptar una nueva forma de crear basada en
los cimientos de la vieja?
A pesar de las exigencias del renaciente espíritu de nuestro tiempo, el Arte se alimenta
todavía de la impresión, de la apariencia exterior, y oscila desesperadamente entre el naturalismo y el
simbolismo, entre el romanticismo y el misticismo.
Las tentativas hechas por los cubistas y los futuristas para sacar a las ar tes de los
pantanos del pasado sólo han conducido a nuevos errores.
El cubismo, que comenzó por la simplificación de las técnicas representacionales, acabó en
el análisis de las mismas y en ello se quedó.
El trastornado mundo de los cubistas, hecho pedazos por su anarquía lógica, no puede
satisfacernos a quienes hemos hecho la Revolución y a quienes ya construimos y edificamos
partiendo de cero.
Es posible observar con interés los experimentos de los cubistas, pero no seguirlos,
convencidos como estamos de que no van más allá de la superficie del Arte y no llegan a su base, y
viendo como vemos con claridad que el resultado final equivale al mismo y viejo grafismo, al mismo y
viejo volumen y a la misma y vieja superficie decorativa del pasado.
Podría haberse elogiado el futurismo por la refrescante novedad de su anunciada Revolución
en el Arte, por su devastadora crítica del pasado, como si no hubiese otro modo de asaltar las
barricadas artísticas del “buen gusto”... Para eso se necesitaba la pólvora, y en grandes cantidades...
Mas no es posible construir un sistema artístico sólo en una fase revolucionaria.
Hay que examinar lo que el futurismo es detrás de su apariencia externa para
comprender que nos encontramos ante un charlatán muy vulgar, ante un individuo muy vivo y
tergiversador, vestido con lo; andrajos de expresiones tan raídas como "patriotismo", “militarismo”
“desprecio por la mujer” y todo el resto de lemas provincianos.
En el ámbito de los problemas puramente pictóricos, el futurismo no va más allá de un
esfuerzo renovador para fijar en la tela un reflejo puramente óptico que ya estaba en bancarrota
con los impresionistas. Resulta obvio para cualquiera de nosotros que por el simple registro gráfico
de una serie de movimientos momentáneamente detenidos no es posible recrear el movimiento
mismo. Es como el pulso de un cadáver.
La pomposa bandera de la -Velocidad" futurista fue ondeada como un gran triunfo.
Aceptamos la sonoridad de tal lema, y comprendemos muy bien que pueda hacer que los más
acérrimos provincianos caigan ante él en adoración. Pero pregúntese a cualquier futurista cómo
concibe la "Velocidad" y surgirá todo un arsenal de automóviles frenéticos, de rechinantes estaciones
ferroviarias, de enmarañados cables, la estrindencia, el ruido y el chirrido de las calles... ¿Será en verdad
necesario convencerles de que nada de eso tiene que ver con la velocidad ni con sus ritmos?
Miremos un rayo de sol... La más silenciosa de todas las fuerzas silenciosas y recorre más de
trescientos kilómetros por segundo... Contemplemos nuestro estrellado firmamento... ¿quién puede
oírlo?... Y sin embargo, ¿qué son nuestras estaciones comparadas con esas estaciones del universo?
¿Qué son nuestros trenes comparados con los veloces trenes de las galaxias?
Sin duda, todo el alboroto futurista acerca de la velocidad no es sino algo obviamente
anecdótico, y desde el momento en que el futurismo proclamó que “el Espacio y el Tiempo son los
muertos del ayer” se hundió en la oscuridad de las abstracciones.
Ni el futurismo ni el cubismo nos han dado lo que nuestra época esperaba de ellos.
Aparte de estas dos escuelas artísticas, el pasado reciente no tiene nada de importante ni
merecedor de atención.
Pero la Vida no espera, y siguen surgiendo generaciones; y nosotros, que relevamos a
quienes ya han pasado a la historia, que tenemos en nuestras manos los resultados de sus
experimentos, con sus errores y aciertos, después de unos años que valen por siglos... nosotros
decimos...
Ningún sistema artístico nuevo resistirá la presión de una cultura también nueva y creciente
mientras que las bases mismas del Arte no se apoyen en las leyes reales de la Vida.
Hasta que todos los artistas digan con nosotros...
Todo es una ficción... sólo la vida y sus leyes son auténticas y sólo en la vida lo activo es
hermoso, e inteligente, y fuerte, y correcto, pues la vida no conoce la belleza como un canon
estético... la existencia eficaz constituye la más alta belleza.
La vida no conoce lo bueno ni lo malo, ni la justicia como medida de la moral...
La vida no conoce verdades racionalmente abstractas como regla de conocimiento: la
acción es la más superior y segura de las verdades.
Éstas son las leyes de la vida. ¿Puede el arte oponerse a ellas si está construido sobre la
abstracción, el espejismo, la ficción? Nosotros decimos...
El espacio y el tiempo han renacido hoy para nosotros.
El espacio y el tiempo son las únicas formas sobre las que se construye la vida, y, por
lo tanto, sobre las que debe ser construido el arte.
Perecen los estados, los sistemas políticos y económicos, se desmoronan las ideas, todo
bajo el peso de las edades... pero la vida es fuerte y crece, y el tiempo pasa en su continuidad
real.
¿Quién nos mostrará formas más eficaces que éstas... quién tiene la fuerza necesaria
para proporcionarnos bases más estables que éstas?
¿Quién es el genio que nos contará una leyenda más fascinante que esta prosaica historia
que se llama vida?
La realización de nuestras percepciones del mundo bajo las formas de espacio y tiempo es el
único fin de nuestro arte plástico y pictórico.
No medimos nuestras obras con la regla de la belleza, no las pesamos en libras de ternura y
sentimientos.
Con la plomada en la mano, con nuestros ojos tan precisos como una regla graduada, con
un espíritu tan tenso como un compás... construimos nuestra obra como el universo construye la
suya, como el ingeniero construye sus puentes, como el matemático su fórmula de las órbitas.
Sabemos que todo tiene su propia imagen esencial; silla, mesa, lámpara, teléfono, libro,
casa, hombre... son mundos completos con sus propios ritmos, sus propias órbitas.
Por ello, cuando creamos cosas, arrancamos las etiquetas de sus propietarios... todo lo
accidental y local, dejando Únicamente la realidad del ritmo constante de sus fuerzas.
1. Y así, renunciamos en la pintura al color como elemento pictórico; el color es la
superficie de las cosas idealizada ópticamente, una impresión de las mismas exterior y
superficial, el color es accidental, y no tiene nada en común con la esencia íntima del objeto.
Afirmamos que el tono de una sustancia, esto es, el cuerpo material que absorbe la luz, es la
única realidad pictórica.
2. Renunciamos, en una línea, a su valor descriptivo; en la vida real no hay líneas
descriptivas, la descripción es una marca accidental que el hombre hace en las cosas, no tiene
nada que ver con la vida esencial ti¡ con la estructura constante del cuerpo. La descripción es un
elemento de la ilustración gráfica 1' de la decoración.
Afirmamos que la línea es sólo como una dirección de las fuerzas estáticas, y del ritmo de
éstas en los objetos.
3. Renunciamos al volumen como una forma pictórica y plástica del espacio; no es
posible medir el espacio en volúmenes, como no es posible medir el líquido en metros: fijémonos en
nuestro espacio... ¿Qué otra cosa es sino una profundidad continua?
Afirmamos que la profundidad es la única .forma pictórica Y plástica del espacio.
4. Renunciamos, en la escultura, a la masa como elemento escultórico.
Todo ingeniero sabe que las fuerzas estáticas de un cuerpo sólido, así como su resistencia
material, no dependen de la cantidad de masa...; por ejemplo un rail, una viga maestra, etc.
Pero vosotros, escultores de toda clase y condición, todavía aceptáis el viejísimo prejuicio de
que no es posible liberar el volumen de la masa. Aquí (en esta exposición) tomamos cuatro planos y
construimos con ellos el mismo volumen que si se tratase de una masa de cuatro toneladas.
Devolvemos así a la escultura la línea como una dirección, con lo que afirmamos que la
profundidad es la forma del espacio.
5. Renunciamos a ese engaño milenario que sostiene que en el arte los ritmos estáticos son
los únicos elementos plásticos y pictóricos.
Afirmamos que en esas artes hay un elemento nuevo, los ritmos cinéticos, como formas
básicas de nuestra percepción del tiempo real.
Éstos son los cinco principios fundamentales de nuestro trabajo y de nuestra técnica
constructiva.
Hoy los hacemos llegar nuestras palabras. Nuestras obras las estamos instalando en plazas y
calles, convencidos de que el arte no debe seguir siendo un santuario para los ociosos, un consuelo
para los aburridos ni una justificación para los perezosos. El arte debe esperarnos allí donde la vida
fluye y actúa... en la silla, en la mesa, en el trabajo, en el descanso, en los juegos, en los días de
trabajo y en los días de fiesta... en casa y, en el camino... para que su viva llama siga brillando en
la humanidad.
No buscamos justificaciones ni en el pasado ni en el futuro.
Nadie puede decirnos cómo será el futuro ni qué utensilios serán utilizados para comer.
Es imposible no mentir acerca del futuro, y ello puede hacerse como cada uno quiera.
Afirmamos que para nosotros la gritería sobre el futuro tiene el mismo valor que las
lágrimas por el pasado: un renovado delirio romántico.
Un delirio frailuno por el Reino de los Cielos, de ancianos vestidos con trajes modernos.
Quien hoy se ocupa del mañana, se ocupa en no hacer nada .
Y quien mañana no nos ofrezca lo que ha hecho hoy, no sirve para el futuro
La acción es para hoy.
Lo tendremos en cuenta mañana.
El pasado lo dejamos atrás como una carroña.
El futuro se lo dejamos a los adivinos.
Nos quedamos con el presente.

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