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rios años que incidieron profundamente en su formación.
Se trataba de un ámbito cultural privilegiado en el que Gar-
cía Lorca pasó largos períodos junto a otros futuros artistas
célebres del siglo XX, como el cineasta Luis Buñuel o el
pintor Salvador Dalí, entre otros.
El documento más difundido a la hora de acreditar la re-
lación entre Lorca y Barradas es una foto en la que Federico
pasa la mano sobre el hombro a Rafael –los dos sentados– y
en la que también está Buñuel y otros dos amigos –los tres
de pie– en el Café de Oriente, contiguo a la Glorieta de
Atocha, es decir a pocos pasos del piso adonde se habían
mudado los Barradas por 1920. Esta instantánea, la única
que se ha conservado de los amigos juntos, debe ubicarse
temporalmente en torno a los primeros años de la década;
esto es, cuando Barradas ya trabajaba para la editorial y la
compañía teatral del escritor y empresario Gregorio
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En el marco de esta nueva y creativa ocupación, el pin-
tor uruguayo proyectó la escenografía para la primera pie-
za dramática de Lorca, que al comienzo se denominó La
, luego se la anunció como La estrella del
prado .
Próximo al tan postergado estreno del Teatro Eslava2, el
autor desaprobó la escenografía bocetada por el plástico
uruguayo, aceptando sólo sus ideas para la confección de
los vestuarios. Aunque existe otra versión de este episodio
a partir del testimonio que Cándida Lozada –partícipe de
aquel estreno– brindó a Peláez Martín en una entrevista de
1985. La actriz asegura que no fue Lorca quien rechazó los
decorados de Barradas sino Encarnación López, La Argen-
tinita, que le pidió a Federico que los sustituyera por otros,
encargados a Fernando Mignoni.
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El estreno tuvo lugar el lunes 22 de marzo de 1920. Se ofrecieron tres funciones
más en los siguientes días y luego no se volvió a representar.
Después de muchas idas y venidas, el debut teatral de
Lorca, como es sabido, sólo gustó a los íntimos y quedó en
la memoria cultural madrileña como un auténtico fracaso. A
pesar de este desencuentro de trabajo entre Lorca y Barra-
das, o quizá por causa del mismo, la amistad entre los dos
jóvenes artistas se fue ahondando. En los seis años que el
pintor vivió en Madrid los encuentros fueron permanentes.
Entre los numerosos testimonios literarios que evocan la
religiosa presencia de Barradas en las tertulias de los cafés
madrileños por aquellos años, está el escrito por el entonces
poeta ultraísta Guillermo de Torre en La Gaceta Literaria.
Este destacado hombre de letras, quien en 1938 se converti-
ría en el editor de las primeras Obras Completas de Lorca3,
describe así a su amigo Barradas:
Norah Borges, hermana de Jorge Luis Borges. Una vez establecido en Argentina, de
Torre se constituyó en uno de los principales puentes por donde ingresó “la nueva
sensibilidad” artística a los países del Plata, a pesar de los notorios enconos que
se produjeron a consecuencia de su propuesta de hacer de Madrid el “meridiano
intelectual de Hispanoamérica”. En 1932, el matrimonio De Torre-Borges vuelve a
Madrid hasta que el estallido de la Guerra Civil los hace regresar a América. Luego
del asesinato de su amigo Federico García Lorca, se propuso reunir las obras disper-
sas del granadino para ser editadas por la editorial Losada; así entre 1938 y 1946 se
fueron publicando los ocho volúmenes –con sus respectivas reediciones corregidas
y ampliadas– que constituyen las primeras Obras Completas de Lorca. Habrá que
esperar hasta 1954 para que la editorial Aguilar de Madrid publique la segunda ver-
sión de sus Obras Completas, bajo el cuidado de Arturo del Hoyo.
Como ya acostumbraba hacer en los cafés montevidea-
nos del Novecientos, Barradas también dibujaba y pintaba
en las mesas de los pintorescos bares madrileños, que eran
como su propia casa. Un notable producto de su actividad
en aquellas tertulias fue el retrato clownista de Lorca, se-
guramente el primer retrato destinado a perdurar que pintor
alguno hiciera del poeta andaluz, por entonces un talento-
so muchacho poco conocido y casi sin obra publicada. Se
trata de un dibujo hecho con trazos rápidos y precisos, casi
un boceto que el artista realizó con un lápiz negro y ape-
[...]
vino malo de dos pesetas la botella. Asistieron: Maro-
to, Barradas, Sáinz de la Maza, Tomás Borrás, Adolfo
Salazar y dos o tres ultraístas, además de mis amigos
de la Residencia. Fue una cosa estupenda. Sáinz tocó
la guitarra y el inconmensurable Barradas hizo dibu-
jos de la escuela simultaneísta que acaba de nacer en
Londres. [...] Fue, en suma, una reunión con los amigos
más cercanos a mi arte y a mi orientación, y con los más
fervientes admiradores que tengo.4
4
Epistolario Completo, 1997: 108-109. De gran importancia resultan las notas
283 y 284 que Anderson y Maurer hacen a esta misiva, en una de las cuales se
advierte el error o lapsus de Lorca, en tanto el simultaneísmo nació y se desarrolló
en París, y no en la capital inglesa. Dos datos más vale consignar de la información
aportada en las citadas notas. Primero: el crítico Juan de la Encina caracterizó
como “simultaneístas” a los cuadros “vibracionistas” que Barradas había expuesto
en el Ateneo de Madrid apenas tres semanas antes; segundo: de esta época es “un
pequeño cuaderno de dibujos -
ran retratos de varios de los amigos que se reunían habitualmente en la Residencia:
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Alberto Sánchez (Toledo, 1895 - Moscú, 1962), de origen pobre, se mudó con
su familia a los 12 años a Madrid. Trabajaba como panadero cuando conoció a
Barradas en el Café de Atocha, lugar que utilizaba como atelier ante la falta de
espacio en su casa, donde vivía con sus padres y varios hermanos. Allí Barradas
reconoció el talento del toledano y ejerció su desinteresado magisterio. Alberto
creó la Escuela de Vallecas junto a Benjamín Palencia y “se mantuvo hasta su
exilio en Rusia (1939) en el epicentro de los debates de la España republicana
sobre el compromiso político y social del Arte”, según el catálogo de la gran re-
trospectiva que el Museo Reina Sofía de Madrid realizó de su obra entre junio y
septiembre de 2001.
carrera fue “todo debido a Barradas”6. Y el propio Alberto
escribió en su libro Palabras de un escultor: “Para mí ha
sido una gran suerte tratar a Barradas, genial pensador en
cuestiones plásticas. Sus consejos me han sido muy útiles”7.
Entre los tantos artistas que Barradas presentó a Alberto se
cuenta García Lorca, con quien años más tarde el escultor
puestas de La Barraca.
Poco antes de su regreso a Barcelona, se produce en la
capital española un hecho que Raquel Pereda considera “la
consagración” de Barradas. Esto es, cuando una treintena
de obras suyas conforman el conjunto más numeroso del
antes referido primer Salón de los Artistas Ibéricos, inau-
gurado el 28 de mayo de 1925 en el Palacio del Retiro de
Madrid. La exposición, que reunió unas quinientas obras
de medio centenar de autores mayoritariamente innovado-
res, fue la primera gran muestra vanguardista realizada en
Madrid.8 El histórico evento fue organizado por la Sociedad 17
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to” publicado dos meses más tarde en la revista Alfar que
dirigía el uruguayo Julio J. Casal, una de las amistades más
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Anexo documental del artículo “Juan Gutiérrez Gili, crítico y periodista”, de
María Teresa Gutiérrez Comas, en Rafael Barradas y Gutiérrez Gili (1916-1929),
Madrid: Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1996: 47.
para asistir a las reuniones de “El Ateneíllo”, nombre con
que se conocía al cenáculo que Barradas presidía en la plan-
ta alta de la vivienda que compartía con su familia. Al res-
pecto, agrega Rodrigo que
Queridísimo Melchorcito:
Aquí estoy en pleno ensayo. Barradas se ha encarga-
do de realizar el decorado de Dalí.
Yo creo que plásticamente estará muy bien y de una
gran novedad.
Te recuerdo frente al mar que tanto queremos y que
tan cerca estamos de su estética.
Un abrazo fuerte de
Federico11
11
Epistolario Completo, 1997: 481-482. Guiándose seguramente por el matase-
llos de la postal –a la cual Federico no dató– Anderson y Maurer la fechan el 27
de mayo de 1927.
Sin embargo, los decorados diseñados por Salvador Dalí
los escenógrafos Brunet
y Pous y no, como se había proyectado en un primer mo-
mento [por] Rafael Barradas”, según apunta Gibson en su
biografía sobre Lorca. ¿Qué pudo haber pasado? Ninguna
otra mención acerca de este punto se ha podido rastrear en
documento o ensayo alguno, por lo que el episodio pare-
Barradas12
12
en llegar a las manos de Josep Dalmau, una verdadera ins-
titución en Barcelona, propietario de la galería de arte más
prestigiosa de la ciudad, donde en 1912 se había realizado
la primera exposición de pintura cubista en España. Además
de la calidad intrínseca de los dibujos lorquianos, contaba
mucho el aval de Gasch, de Dalí y de Barradas, los tres muy
respetados por el galerista. Aquella cadena de contactos dio
frutos con rapidez: al otro día del auspicioso estreno de Ma-
riana Pineda, se inauguró la exposición.
El nombre del pintor uruguayo quedaría grabado una
vez más junto al de Lorca en la portada del sencillo catálo-
go-invitación de la muestra, que reproducimos respetando
Josep Dalmau
Salvador Dalí – J. V. Foix – Josep
Carbonell – M. A. Cassanyes – Lluis
Góngora – R. Sainz de la Maza 23
Barradas – J. Gutiérrez
Gili – Sebastiá Gasch
Intercambio epistolar
A Barra-
das”. La misiva dice textualmente:
Querido Barradas: 25
Te envío un abrazo desde Granada y ese poema [se
. Espero que será bien recibido, pues en
él va la prueba de mi amistad y admiración por ti.
Ahora empiezo a trabajar, veremos con qué fruto.
Cuando me vine de Barcelona quedó un grupo admi-
rable formado.
Ese grupo no debe desaparecer, pues el arte verda-
dero quedaría desamparado y la gente lo patearía por
las Ramblas hasta querer verle afuera las tripas de oro
que no tiene.
Espero que seguirás vadeando el río hecho un San
Cristóbal a fuerza de valiente y austero.
Saluda a tu familia cariñosamente. Saluda a los ami-
gos.
Y tú recibe un abrazo de tu amigo
Federico
(Este Federico te indicará claramente el calor
que pasó.) Este Federico parece una gallina con
la boca abierta bajo el sol.13
Herido en el alba.
Éste me dice tantas cosas que no sé cómo expresar-
las. Es aquello de ponerle a uno la carne de gallina.
Por nuestro Dalmau recibirás entre tus obras un di-
bujo mío que tengo el placer de regalar a tu madre.
El niño de la trencilla verde.
Pronto nos reuniremos a cenar los 14. A Sebastián
Gasch, que le escribí ayer, le hablé de Herido en el alba,
26 y lo llevaré para que lo vean el día 1º y luego a ti y a
Dalí os pondremos unas líneas.
Mi más puro afecto para tus padres y para tu herma-
no, que nunca olvido.
Un abrazo fuerte de tu amigo que te quiere tanto
como te admira.
Barradas14
Federico15
15
Transcrita en 1991 de una fotocopia de la carta original manuscrita en poder
de la Fundación FGL de Madrid. Reproducida de manera facsimilar en Raquel
Pereda: Barradas, 1989. Cfr. Epistolario Completo, 1997: 515. Anderson y Maurer
precisan el lugar y fecha de la misiva: “[ ]”.
1925 y 1936. Por lo demás, el dibujo que Lorca envía a
Barradas en esta última carta (“[...] recibe un abrazo y un
dibujo de tu amigo [...]”) se ha perdido y no existe siquiera
una copia o referencia que permitan conocer su contenido.
Luego de esta última carta que Barradas nunca contestó,
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ción entre ambos artistas. Sin embargo, quiso el destino que
los últimos instantes de Barradas en España –5 de noviem-
bre de 1928– quedaran asociados a García Lorca, a través
de un poema de Juan Gutiérrez Gili inspirado en la última
visión que, desde el muelle del puerto de Barcelona, tuvo
este amigo entrañable del barco que se llevó para siempre
al pintor uruguayo.
Bajo el sencillo título de “Recuerdo”, Gutiérrez Gili es-
cribió, seguramente la misma noche de la partida, un breve
texto –inédito hasta 1996– que une los nombres de Rafael
y Federico:
28
16
Rafael Barradas y Juan Gutiérrez Gili, 1996: 31.
da ocurrió el 12 de febrero de 1929 e impactó fuertemente a
sus amigos y admiradores de ultramar. La noticia del falle-
cimiento del pintor llegó unas 48 horas después a Barcelo-
na, y se difundió en los principales periódicos locales. Gu-
tiérrez Gili fue el primero en enterarse del fallecimiento de
su amigo, cuando en la noche del 14 de febrero –mientras
trabajaba en la redacción del diario La Vanguardia– recogió
la noticia de un cable. Los homenajes no se hicieron espe-
rar en Barcelona, donde se llegó a realizar una exposición
póstuma con parte de la obra que el pintor había dejado dis-
persa entre sus conocidos. Según han recordado en varias
oportunidades sus amigos catalanes más cercanos, el acto
más íntimo se realizó el 17 de febrero en el muelle del puer-
to barcelonés en el que Barradas había abrazado a todos por
última vez, antes de embarcarse rumbo a Montevideo.
Nada sabemos acerca de cómo se enteró ni de la forma
en que García Lorca recibió la noticia del deceso de Rafael
Barradas. Por aquellos días el poeta –ahora más reconocido 29
por el éxito de su Romancero Gitano– estaba viviendo el
momento de mayor depresión anímica que se sepa, causa-
da por el distanciamiento afectivo con el escultor Emilio
Aladrén, un personaje unánimemente poco estimado entre
las amistades más cercanas de Federico. Esta peripecia sen-
timental decidió el primer viaje de Lorca a América, quien
minutos.
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