Escuela de Historia Historia Económica de Venezuela Contemporánea Leonardo Soteldo v-23682839
Presentación resumida del capítulo XII del tomo II de Historia económica y social de Venezuela de Federico Brito Figueroa
Una vez consolidada la explotación petrolera en las fronteras de los países
metropolitanos a finales del siglo XIX, las potencias imperialistas buscaban expandir sus capitales por medio de la inversión del excedente, disputándose así el suelo y el subsuelo de regiones subdesarrolladas en alianza con distintas burguesías nacionales. En el caso venezolano, el primer consorcio del capital financiero monopolista de las metrópolis imperialistas sería la Royal Dutch-Shell, angloholandesa. Si bien la Standard Oil Company, estadounidense, había iniciado operaciones previo a la primera, esta llegaría tarde a la carrera imperialista por el tiempo que conllevó obtener el dominio de los mercados internos de la nación del norte. Hasta 1918, la expansión de la Royal-Dutch Shell fue predominante, entre ambos grupos se dio una disputa por el control de los recursos venezolanos, que a la postre terminó favoreciendo a la Standard Oil. Para que la penetración imperialista fuese eficaz se debía contar con el apoyo de los gobiernos y los grupos de poder locales. Debido a que Cipriano Castro jugó un papel primitivamente antiimperialista, al impedir concesiones a los distintos consorcios petroleros, una enorme presión fue ejercida sobre el mismo, inclusive con maniobras militares de parte de los Estados Unidos en las costas venezolanas. Con José Vicente Gómez en el poder, a similitud de Porfirio Díaz en México, disminuyeron las trabas para la inversión extranjera y se les otorgó múltiples concesiones de explotación del subsuelo nacional por períodos prolongados a distintas petroleras, generalmente a precios irrisorios. El traspaso de tierras nacionales y municipales y ejidos propiedad del Estado, de tierras comunales indígenas y otras tantas de agricultores y ganaderos, a cada vez más poderosos latifundios en manos de allegados y familiares de Gómez y de la oligarquía caraqueña, quienes en última instancia se encargaron de enriquecerse cobrando comisiones por la explotación sobre dichas tierras por parte de las compañías petroleras, es uno de los fenómenos novedosos y que mejor definen este período histórico. Este proceso conllevó a la inhabilitación de extensas áreas cultivables y a la quiebra de ganaderos y campesinos. Aun siendo considerables las modificaciones sufridas en la economía venezolana para la segunda década del siglo XX, estas no representaban una transformación estructural. Esta seguía siendo principalmente agropecuaria, dominada por la exportación de productos como el cacao, café, algodón, ganado y cuero. La migración de mano de obra hacia centros de explotación minero-extractivista, aunque afectó a poseedores de haciendas, no hizo predominante la figura del asalariado, y las relaciones de producción principales siguieron siendo precapitalistas y semifeudales. Entre estas resalta el peonaje. Aunque tenidos como trabajadores libres, los peones recibían un pago hecho en especie o en fichas que podían canjear por productos sólo dentro de la plantación en que se hallaban. Lo común era que los peones se endeudaran progresivamente con sus explotadores y terminaran trabajando toda su vida para intentar pagar las deudas, incluso heredándolas sus descendientes. Otras modalidades similares fueron la medianería y los campesinos arrendatarios, quienes trabajaban tierras para los dueños a cambio de renta en forma de especia, trabajo y dinero. El endeudamiento de estos últimos con los latifundistas también fue común. Sí hubo el surgimiento de una incipiente industria ligera (elaboración de bienes de consumo), aunque esta no fue en su totalidad nacional, sino que provino en parte de la reinversión de capitales de los monopolios internacionales, ni pudo crecer demasiado debido a las limitaciones propias de una economía eminentemente rural y de consumo local incapaz de establecer un mercado nacional. La industria pesada estuvo absolutamente ausente. La burguesía nacional y la renovada oligarquía caraqueña siguió dedicándose a la usura y al comercio de importación, muy beneficiosos por su capacidad de extracción de renta petrolera. La economía venezolana, eminentemente agropecuaria, siguió sufriendo los vaivenes del mercado internacional y adquirió una mayor dependencia con los monopolios de países imperialistas. Ejemplo de esto fue el auge y posterior caída de las exportaciones durante el período de la primera guerra mundial (1914-1918), producidos meramente por las necesidades de los mercados metropolitanos. La atrasada economía latifundista hizo quedar a Venezuela como una neocolonia de las metrópolis del momento, y sobretodo, después de la segunda década del siglo XX, de Estados Unidos, que expandía su área de influencia sobre todo el resto de América. Bibliografía
BRITO FIGUEROA, Federico, Historia económica y social de Venezuela. Caracas,
Ediciones de la Biblioteca de la UCV, 2009, pp. 347-745.