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“El autor declara que el contenido de este trabajo es original. En el caso de existir contenido de otros autores,
se especifica y se entregan las referencias”
Co nc ep ció n , 1 9 d e d ic ie mb r e d e 2 0 0 9
Introducción
El presente ensayo pretende dar cuenta de la situación actual del sistema de educación
superior desde en dos puntos que nos merecen especial importancia, la calidad y la situación
de los profesores a contrata.
Las hipótesis ha poner en cuestión señalan, por una parte, que los intentos de mejorar
la calidad de la educación en Chile, se han centrado en exceso en los procesos de
acreditación. Contando con el apoyo de reconocidas entidades e instituciones tanto
nacionales como internacionales –Consejo de educación Superior, Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico–, las autoridades del gobierno de Chile y las
instituciones de educación superior orientan sus recursos y utilizan distintas plataformas para
aumentar los índices de certificación.
Por otro lado, que la aplicación de las leyes del mercado a la educación de nivel
terciario, al trivializar el quehacer académico, ha precarizado la labor docente en las
instituciones de educación superior en Chile, lo que atenta contra una de las principales
funciones de la universidad, ser una fuente permanente de reflexión crítica de la sociedad que
queremos y construimos.
Calidad
Definir qué es calidad es una tarea que es tan necesaria como compleja. El concepto
general de calidad viene de un modelo de calidad de resultados, de calidad de producto final.
Bajo estas ideas suelen estar los conceptos de la ideología de eficiencia social que considera al
docente como un obrero de línea que emplea paquetes instruccionales, cuyos objetivos,
actividades y materiales le llegan prefabricados, y en el cual la “calidad” se mide por
fenómenos aislados, que se recogen en el producto final (Aguerrondo, 1993). Este concepto de
calidad lo podemos observar en algunas instituciones de educación superior en Chile, donde
las tareas y actividades de docencia están predefinas y especificadas cuál proceso productivo.
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De acuerdo con la OCDE (2009), la calidad de la educación superior chilena se ha
basado históricamente en la capacidad de reproducción, de generación en generación, de los
contenidos revisados y de las estrategias pedagógicas utilizadas. Esto –en palabras de la
OCDE– pude se considerado calidad cuando los grupos de estudiantes se mantienen
homogéneos en el tiempo. Sin embargo, la apertura de la educación superior al mercado ha
generado un aumento sin precedentes en la cantidad de oferta. Una de las consecuencia de este
aumento, es la integración a la educación superior de un enorme número de estudiantes que
décadas anteriores hubiesen sido marginados de este grupo, lo que ha devenido en un cuerpo
heterogéneo de estudiantes, con diferentes experiencias de vida, bagaje cultural e intereses,
sobre los que el concepto de calidad basado en la constancia desaparece.
Si bien coincidimos con el argumento anterior, resulta relevante la revisión que elabora
Ruiz Tagle (2004) citando a Macaulay y Hume, en cuanto a que la educación no es lo mismo
que el azúcar, por lo que si bien esta última actividad puede estar sujeta a los vaivenes
económicos de la oferta y la demanda, la primera –educación- consistiría en un bien superior –
no individual- que compete a toda la comunidad y a la nación, por lo que es obligación y tarea
del estado el supervigilar los estándares bajo los cuáles se lleva adelante.
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A través de lo que se conoce como acreditación, en Chile, la calidad ha sido asociada a
la congruencia entre lo que se dice que se hace y lo que realmente se hace, evaluación que
recae en docentes pares que informan a la Comisión Nacional de Acreditación.
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Nos resulta necesario destacar que estas estrategias han generado en nuestras
universidad e institutos una cultura de autoevaluación, en una primera instancia, porque se han
reconocido las ventajas de testear permanentemente cómo se están realizando las tareas, en
post del mejoramiento orientado por los objetivos institucionales, y por otro lado, porque se
instauran criterios de autorregulación, que se trata de especificar estándares o especificaciones
contra los cuales medir el desempeño, sino de “cerciorarse de que existan mecanismos,
procedimientos y procesos que permitan asegurar que la calidad deseada, como sea que se
defina y se mida, es efectivamente entregada” (González y Ayarza, 1997, p. 5).
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En este contexto se desarrolla actualmente la labor del docente universitario dentro las
instituciones de educación superior. No existe una estructura académica estándar a nivel
nacional. Las situaciones de contratación y manejo del los docentes dependen de los estatutos
de cada institución y, si bien en el caso de las universidades estatales, el personal
administrativo son funcionarios públicos, la planta académica no lo es (OCDE, 2009). Las
instituciones, basadas en su visión y misión, planes de desarrollo estratégico y en cada uno de
los programas con sus respectivos perfiles de egreso, se le otorga al cargo docente un perfil
deseable, que no necesariamente poseen todos lo docentes de cada institución, pero que sí
aparece en el discurso.
Los docentes de planta están contratados jornada completa y cumplen labores tanto de
docencia como administrativas, pudiendo, además, participar de comités o grupos de
investigación (OCDE, 2009).
Los docentes part time, por el contrario, están contratados por hora casi
exclusivamente para la enseñanza, sin obtener ningún beneficio asociado a su labor docente.
Los docentes part time o descritos en Chile como profesores taxi (Monckeberg, 2005; 2007),
venden sus horas de docencia a precios manejados por el mercado de las universidades, que
producto de políticas de estado (ver Informe de la Comisión de Estudio de la Educación
Superior 1990, 2008) y de los beneficios económicos asociados, a tenido un explosivo
desarrollo en los últimos 20 años (ver Brunner y Uribe, 2007; Monckeberg, 2005; 2007).
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La situación laboral de este grupo particular de profesores universitarios no sólo
preocupa a algunos en Chile. También podemos encontrar voces que se levantan para subrayar
la privativa situación de estos docentes adjuntos -llamados así tanto en Estados Unidos como
en algunas universidades chilenas- en otros países, en que se destaca la situación de
desprotección en que se encuentra este grupo, en que se enfatiza como principales problemas
el bajo valor de la hora de trabajo comparada con sus colegas de planta, poca o nula seguridad
laboral y pobre previsión social y de salud (revisar Jaschik, 2009; Williams, 2009).
La pregunta, por lo tanto, que cabe hacerse ahora es cómo se mantiene este orden, en
qué se sustenta, cómo se reproduce. La evidente respuesta es responsabilizar en una primera
instancia a las políticas educativas de gobierno. En un segundo lugar, adherimos a la idea de
Sisto (2005) que plantea que la reproducción de este orden se mantiene a través de los amplios
elementos componentes de las instituciones de educación superior, y no así de los docentes.
Sin embargo –y nos sumamos también a las ideas de Sisto en este punto- existen elementos
destacados por los mismos profesores para justificar el mantenimiento de su posición, a pesar
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de la evidente precariedad, los que tienen en común el hecho de que se basan en la
fragmentalización de las instituciones –y de la sociedad, sería oportuno agregar- donde la
individualidad hace que los “órganos” componentes de este cuerpo mutilado declaren ciertos
beneficios como motivadores intrínsecos, situación en que la universidad aparece como
espacio de consumo para los docentes (Sisto,2005).
Para definir la forma en que los docentes universitarios podemos hacer frente a esta
situación de inercia, es indispensable responder a cómo y para qué enseñar mirando al país que
deseamos construir. Desde ahí generar las propuestas para el cambio.
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necesaria la inclusión de los diversos aspectos alienados actualmente de la situación docente
que viven los profesores part time. Sólo exigiríamos consecuencia.
Conclusiones
Estamos de acuerdo con lo planteado en los distintos informes revisados. Sin embargo,
nos parece que el planteamiento de mejoras en el sistema actual de certificación, dejando de
lado alternativas paralelas, plantea más avance en el proceso que en los resultados.
Es necesaria una revisión más afondo del concepto de calidad que queremos en
nuestras instituciones de educación superior, incluyendo otras dimensiones además de la
congruencia. Como ya lo planteó Garundo en 1999, la evaluación debe plantearse como
propósito determinar, además de la congruencia, la relevancia, eficacia, efectividad, y
eficiencia de la educación, presentadas por el autor como las dimensiones explicativas-
relacionales de la calidad.
Además, nos sumamos a los planteamientos generados los Encuentros sobre Calidad en
la Educación Superior2, que ponderan la participación de los estudiantes en los procesos de
evaluación de la calidad.
Sisto (2005) deja expuestas las condiciones en que desarrollan su labor los docentes y
en relación a esto se hace necesario incorporar el debate en los propios agentes. Un profesor
que se desempeña en un ambiente estable, con una remuneración acorde a su función,
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Programa de Mejoramiento de la Calidad y la Equidad de la Educación Superior. En http://www.mece2.com/portal/
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Realizados en el marco del Congreso Internacional de Calidad, 14 y 15 de mayo de 2009, Universidad Católica San Antonio de Murcia.
Más información en http://calidad.ucam.edu/
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integrado a equipos de trabajo debiera responder con una enseñanza de calidad, por lo tanto, es
imperativo implementar mejoras más urgentes en las instituciones, para revertir esta situación
Referencias
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