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DE LA MOVILIDAD SOCIAL A LA CONSTITUCIÓN DE LA

IDENTIDAD POLÍTICA: REFLEXIONES EN TORNO A LOS


ASPECTOS PSICOSOCIALES DE LAS ACCIONES
COLECTIVAS1
Marco Aurelio Máximo Prado

Resumen
El texto en cuestión aborda la constitución de las identidades políticas como un
proceso psicosocial. Propone que los procesos de movilización social pueden
inaugurar acciones colectivas para el cambio social; pero, para esto son
necesarios tres aspectos fundamentales de la constitución de las identidades
políticas: el proceso de identificación colectiva, el pasaje de las relaciones de
subordinación a la conciencia de la condición de opresión, y la delimitación de
fronteras políticas entre grupos sociales (“nosotros” versus “ellos”). El texto hace,
también, una breve revisión de los estudios sobre movilización social,
considerando la reemergencia de la Psicología Social como un aporte necesario
para la comprensión de la constitución de las identidades políticas y, por último,
presenta esquemáticamente, una interpretación del proceso de movilización
social haciendo énfasis en los aspectos psicopolíticos.
Palabras clave: identificación política; movilización social; psicología política.

P ara discutir la cuestión de la movilización social para las acciones colectivas y, por
consiguiente, de la desmovilización a la luz de la Psicología Social, es necesario que se
hagan algunas reflexiones sobre los términos movilidad, cambio social y proceso de
movilización. Partiremos de las diferenciaciones que Tajfel (1984) hizo sobre los procesos de
cambio y de movilidad social, para sugerir que el pasaje de la movilidad al cambio social está
implícito en el proceso de movilización social de la acción colectiva (Melucci, 1996), y que éste,
a su vez, tiene como tarea la constitución de la identidad política.
En la perspectiva de la teoría de la identidad social de Tajfel, movilidad y cambio se
presentan como estructuras de creencias con presupuestos contrarios. En la propuesta del
autor, el presupuesto básico que estructura las creencias sobre la movilidad está apoyado en la
“flexibilidad y permeabilidad del sistema” y en la “creencia del movimiento libre de una
posición social a otra, sea por suerte, mérito, trabajo, talento, etc.”. En esta estructura de
creencia, la acción es casi siempre individual, ya que está apoyada en la noción de que es
posible un movimiento libre entre las posiciones y lugares sociales. Opuesta a esta, tenemos la
estructura de creencias que sustentan las acciones para el cambio social. En ésta, el
presupuesto básico es el de la “imposibilidad de desplazamiento dada por la reducción

1
Texto original publicado en Psicologia em Revist, Bello Horizonte, v.8, n.11, p.59-71, jun.2002.
Traducción: Marina Cuello Pagnone. El artículo original completo puede consultarse en
http://periodicos.pucminas.br/index.php/psicologiaemrevista/article/view/137/131
[cercenamiento2] del sistema3”. Entonces, en esta estructura, no se permite “el movimiento
libre de un grupo hacia otra posición y el cambio es siempre articulado en conjunto con un
grupo de pertenencia”, ya que asumir ser miembro del grupo es lo que permite el
desplazamiento grupal (Tajfel, 1984, p.280).
Esta perspectiva fue de suma importancia para la Psicología Social, sobre todo por
establecer pilares para la edificación de una Psicología Social menos individualista y más
preocupada por el tema del cambio social y de la relación entre grupos sociales.
Partiremos de esta noción de estructura de creencias entre movilidad y cambio social
para discutir el proceso de movilización social para la acción colectiva; sin embargo, al
presentar la movilidad social como un proceso de constitución de identidades políticas, sobre
todo a partir de categorías psicosociales, reiteraremos una posición diferente de la de Tajfel
(1984), ya que el cambio social, en nuestra comprensión, es fruto obligatorio de la constitución
de identidad política y no de identidad social.
Para reiterar tal posicionamiento, partiremos de la comprensión de que la movilización
social es un proceso de desarrollo de condiciones materiales, psicosociales y políticas que son
necesarias para la constitución de acciones colectivas. Estas, a su vez, emergen como una
posibilidad, en las sociedades modernas, de construcción de discursos y prácticas antagónicas,
o sea, en el establecimiento de conflicto social.
En este sentido, la estructuración de creencias, intereses, valores y significados se va
transformando durante el proceso de movilización y, en este y a través de este, la constitución
de identidades políticas es posible, pero para esto es necesario que más allá de las relaciones
intragrupales y entre grupos se establezca una relación de delimitación de fronteras a partir
del pasaje de las relaciones de subordinación a las relaciones de opresión, y estas fronteras son
vividas y experimentadas no solamente como diferenciaciones sociales entre las
categorizaciones grupales, sino, por el contrario, como impedimentos y posibilidades en la
conquista de equivalencias de derechos (Mouffe, 1992).
Aquí está la diferencia basal entre identidad social e identidad política. La primera se
establece como un conjunto de atribuciones y referencias de la pertenencia grupal y social del
individuo y la segunda, por su parte, como un conjunto temporario de significados que
delimitan fronteras en la cuestión de los derechos sociales y, exactamente por eso, es
experimentada como un NOSOTROS que está siendo impedido por un ELLOS de la realización
de sus demandas sociales, por lo tanto como una relación antagónica. Ésta se estructura en el
pasaje de la conciencia de las relaciones de subordinación al reconocimiento del carácter
opresivo de estas, no por otro motivo, la identidad política está centrada en relaciones entre
un NOSOTROS y un ELLOS, que se constituyen como fruto de la instalación de un antagonismo
(Mouffe, 1992; 1995).
Buscaremos evidenciar, a la luz de la Psicología Social no esencialista, este proceso de
movilización social. Para ello, analizaremos, aunque brevemente, la relación entre los estudios
de movilización social y la relevancia de las preocupaciones por los aspectos psicosociales,
sobre todo para identificar la re-emergencia de categorías psicosociologías en los análisis de la
movilización social. Entonces, pasaremos a presentar la articulación de algunos aspectos
psicosociales para el análisis de las movilizaciones sociales, a fin de presentar al lector un
esquema con algunas categorías analíticas.

2
Nota de traducción: Entre corchetes se presentan palabras o frases alternativas a la traducción que
puedan facilitar la comprensión de concepto o idea, intentando alterar lo menos posible el sentido del
texto original.
3
Nota de traducción: Ésta y otras citas textuales reseñadas en el original fueron traducidas desde su
versión en este texto en portugués, y no desde el fragmento original de cada autor. En el original el
autor no especifica el origen de las traducciones utilizadas.
Nótese que, al traer estos aspectos, pretendemos debatir algunas mediaciones
posibles entre los análisis de la estructura y los relativos a la acción, buscando evidenciar que
la comprensión de los aspectos que relacionan la estructura social y la acción, en los estudios
sobre movimientos sociales y movilización colectiva, puede darse a partir de la Psicología
Social, como bien subrayó Sandoval (1989): “(…) los análisis sociológicos saltan de las
disposiciones grupales, dejando de elaborar teóricamente los procesos mediadores y la
naturaleza de los vínculos entre el individuo y la decisión colectiva de grupo” . (p.23)

MOVILIZACIÓN SOCIAL Y PSICOLOGÍA SOCIAL: IDENTIDAD, ACTORES SOCIALES Y


ANTAGONISMOS
Movilización y desmovilización social son cuestiones que han estado bastante
presentes en los estudios de la Sociología. Podemos destacar el análisis tradicional de la teoría
de movilización de recursos (Oberschall, 1973; McCarthy & Zald, 1977) que entiende a los
movimientos reivindicatorios como acciones institucionales que buscan distintas fuentes para
sus movilizaciones y para sus acciones y, en esta visión, estos movimientos se estructuran a
partir de posibilidades y oportunidades políticas. Para la teoría de la movilización de recursos
el principal énfasis está en el análisis de las alianzas políticas y de los recursos humanos
utilizados para tal movilización, como también, en las formas de reivindicaciones y en el uso de
los recursos institucionales. En las palabras de Gohn (1997, p.51), para los teóricos de la
movilización de recursos, “(…) los movimientos sociales surgirían cuando los recursos se
tornasen viables. Posteriormente, esta afirmación fue alterada: los movimientos surgen
cuando se estructuran oportunidades políticas para acciones colectivas, así como cuando
facilidades y líderes están en disponibilidad”.
A pesar de las muchas críticas que la teoría de la movilización de recursos recibió, sea
por su incapacidad para comprender los procesos ideológicos en el nivel de los sujetos, sea por
la distancia extrema, como reacción a los estudios psicológicos anteriores, que esta teoría
tomó de los análisis de las creencias y privación material y cultural de los grupos e individuos,
impidiendo, de este modo, la consideración sobre elementos culturales y subjetivos en el
proceso de movilización; esta teoría también fue capaz, no obstante, de legitimar un nuevo
lugar a los estudios sociológicos sobre las acciones colectivas a partir de una visión menos
conservadora que aquella que venía siendo desarrollada, anteriormente, en los estudios
psicológicos (Prado, 2001).
La teoría de la movilización de recursos significó, en esta medida, una ruptura
importante con los estudios “psicologizantes” de las acciones colectivas. Trajo un carácter
bastante positivo a los estudios de las acciones colectivas de la época. No obstante, el
paradigma de la movilización de recursos dio mucha atención al uso de recursos para el
enfrentamiento de las disputas de poder, dejando de lado los procesos dinámicos que llevaban
a que las personas se organizaran en acciones colectivas. Posiblemente, el legado racionalista
de esta teoría impidió la comprensión de los aspectos dinámicos del proceso de movilización
social.
Teniendo estas cuestiones como pautas de preocupación, surgen propuestas teórico-
analíticas interesadas en el proceso de movilización política (Mc-Adam, 1982; Klandermas,
1997; Cohen & Arato, 2000) y en el estudio de los fenómenos colectivos movilizadores (Morris
& Muller, 1992), que pasan a recuperar aspectos de la Psicología Social4 para el análisis de las
4
Hablamos de la recuperación de algunos aspectos de la Psicología Social, exactamente porque ésta fue
muy utilizada para el análisis psicológico de los comportamiento colectivos, desde Wundt con su
Völkerpsychologie, la Psicología ha sido un instrumento importante de análisis de colectividades, pero
sólo recientemente es que podemos notar proposiciones menos “psicologizantes” para la comprensión
de las acciones colectivas. Para comprender esta historia de la Psicología Social, ver Estramiana, J.
(1995). Psicología Social: perspectivas teóricas y metodológicas. Madrid: Siglo XXI.
acciones colectivas. Tanto en una perspectiva interaccionista de la Psicología Social,
retomando, por lo tanto, los estudios de George Herbert Mead y Erving Goffman, como más
tarde, con preocupaciones por introducir la cuestión identitaria5 y cultural al análisis de
procesos movilizatorios (Klandermas & Johnston, 1995). En verdad, es importante notar que el
cambio de paradigma en el análisis de los movimientos sociales, ocurrido a partir de la
emergencia de los llamados movimientos sociales contemporáneos, fue determinante en el
resurgimiento del análisis de los aspectos psicosociales en la compresión de los elementos
constituyentes del proceso de movilización/desmovilización social. No por otro motivo, la
preocupación por la cuestión de la identidad pasó a ser central en el debate sobre movilización
social y los estudios sobre acción colectiva (Melucci, 1996).
Hay un desplazamiento fundamental en los análisis sobre movilización social. Éste fue
consecuencia del reconocimiento de la brecha entre las explicaciones relativas a estructura y
las relativas a agencia. Este cambio de perspectiva, sobre todo fundamentado a partir de la
emergencia de acciones colectivas contemporáneas, trajo al análisis de la movilización social la
urgencia de pensar aspectos psicosociales como la identidad, el intercambio de [el compartir6]
creencias grupales, de representaciones sociales, de agencias y formas de acción social.
Podríamos decir que este desplazamiento se dio como fruto del pasaje de una concepción de
sujeto colectivo como racional y unificado al agotamiento de esta misma noción y la
emergencia del agotamiento [sic] de las identidades colectivas unívocas (Prado, 2000).
Esta alteración de perspectiva en los análisis de las movilizaciones sociales, aunque
equivocadamente, quedó conocida como el pasaje de los estudios sobre movimientos sociales
a los estudios de los “nuevos” movimientos sociales (Laclau & Mouffle, 1985). A pesar de la
polémica que el término “nuevo” significó, nos parece saludable reconocer que este
desplazamiento fue uno de los principales responsables por la re-introducción de la Psicología
Social junto a los análisis de la movilización colectiva. Estos cambios fueron acompañados por
la preocupación por comprender la dinámica interna de los movimientos de movilización
social, ya que los análisis anteriores, especialmente los macroestructurales, presentaban varias
insuficiencias. De acuerdo con Sandoval (1989), el rechazo tradicional de los aspectos
psicosociales, desarrollado por la Sociología, fue responsable del abandono de preocupaciones
sobre la dinámica de las acciones colectivas, por otra parte, los modelos sociológicos estáticos,
también de acuerdo a este autor, eran más descriptivos que interactivos, ya que subestimaron
al análisis de las dinámicas para atenerse a los análisis de los conflictos macrosociales y, por
consiguiente, desarrollaron el mito del “Estado opresor x movimientos sociales populares
cohesionados”.
Dos cuestiones, entre otras, abordaremos para evidenciar la re-emergencia de la
Psicología Social en el análisis de las acciones de movilización social: el fin del sujeto colectivo
unificado, o el fin del modelo de actor único (Sandoval, 1989), y la relevancia de la expansión
de lo político más allá de sus fronteras tradicionales institucionalizadas.

5
Otras preguntas pueden ser planteadas sobre el surgimiento de la categoría identidad para la
explicación de fenómenos sociales. Para profundizar tal debate, ver Prado, M.A.; Souza, T.R.
Problematizando discursos contemporâneos sobre as formações identitárias. Revista Idea, n.36, año 16,
Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional San Luis, Argentina, 2002.
6
Nota de traducción: El sufijo nominalizante “-mento” presente en “compartilhamento” no se
corresponde con la traducción compartimento (que en español no refleja el acto de compartir sino las
divisiones resultantes de haber partido alguna determinada cosa), por lo que se proponen las
traducciones “intercambio” (que conserva la forma y función gramatical de sustantivo) o “el (hecho,
acción o efecto de) compartir” (a modo de frase verbal sustantivada). A lo largo del texto, por cuestiones
sintácticas se preferirá la traducción “intercambio”, pero con la salvedad importante para el contexto de
que se hace referencia también a la noción de “compartir”.
En cuanto a la primera –el agotamiento de la noción de sujeto colectivo unificado- se
pude decir que, con el advenimiento de movimientos de movilización social que ya no se
reducían al modelo de actores únicos, o sea, que no estaban necesariamente vinculados a la
posición que ocupaban en la estructura social a partir de las relaciones de trabajo, los sujetos
múltiples pasan a recibir importancia de los estudios psicosociológicos sobre movilización
(Melucci, 1996; Klandermas & Johnson, 1995). Al tomar otros sujetos, no solamente la clase
social, como sujeto colectivo, los análisis de los movimientos sociales comienzan a enfrentar
nuevas e innumerables preguntas.
De esta forma, entran en el debate no solamente las críticas al proyecto emancipatorio
del actor único y las posturas más esencialistas, tanto en la Sociología como en la Psicología,
sino sobre todo las críticas al proceso de construcción de actor (Touraine, 1988). En este
sentido, se da, a partir de este momento, mayor atención al proceso de constitución de las
acciones colectivas y de su dinámica interna.
En cuanto a la segunda cuestión –de la expansión de lo político- podemos decir que
como consecuencia de la crisis del modelo de actor único y de las crisis de institucionalidad de
lo político, derivados de innumerables factores que no nos cabe en este momento discutir –
como la crisis de la Modernidad, la crisis del Estado keynesiano, la expansión de los medios de
comunicación de masa que trajo una mayor homogenización de la cultura (Mouffe, 1988), y la
“mercadorización” (commodification)7 de innúmerables esferas de la vida social (Offe, 1989)-,
lo político ha sido revisado.
Movimientos de acción colectiva, como el movimiento feminista y el movimiento
homosexual, fueron algunos de los responsables de la revisión del sentido de lo político en las
sociedades occidentales contemporáneas: estos movimientos sociales señalaron un
reconocimiento de aspectos de lo político en esferas de la vida social aún no politizadas, como
la sexualidad y la vida privada. En realidad, lo que estaba en juego en aquel momento era la
redefinición de las relaciones de poder y de la composición de las formas de poderes sociales.
Las reivindicaciones de movimientos sociales contemporáneos permitieron redefinir
las fronteras de lo político a partir de los cuestionamientos de la legitimidad de las
instituciones políticas occidentales y del reconocimiento de los conflictos antagonísticos en
esferas de la vida social, aún no democratizadas. Lo que no implica dejar de reconocer lo
político en cuanto una esfera institucional directamente vinculada al Estado, pero, reducirlo a
su institucionalidad sería cerrar los ojos al pluralismo de las manifestaciones políticas en sus
múltiples formas8.
Más allá de estas dos cuestiones centrales que colaboraron a la importancia de la
recuperación de los aspectos psicosociales en los análisis de la movilización social, también
debemos reconocer que la propia Psicología Social vivió crisis paradigmáticas, y aún las vive, en
función de cuestionarse acerca de su papel político o ideológico. Por lo tanto, la revisión de la
Psicología Social permitió el desarrollo de temáticas de estudios que hasta entonces eran
exclusivas de las ciencias de las sociedades. La revisión de abordajes que tomaron las acciones
políticas como características psíquicas ha sido cada vez más importantes para el desarrollo de
la Psicología Social. Estas revisiones teóricas han traído al interior de la propia Psicología Social

7
Nota de traducción: En el original figura la palabra “mercadorização” entre comillas y acompañada de
la locución inglesa commodification. La traducción desde el inglés de esta última permitiría el reemplazo
de la primera por la versión más difundida de mercantilziación. Sin embargo, se optó por conservar una
traducción lineal de “mercadorização” con la finalidad de preservar las posibles connotaciones derivadas
del neologismo.
8
Para una discusión sobre lo político y lo cultural a partir de las experiencias de los movimientos sociales
latinoamericanos, ver Avarez, S. et al (Ed.). (1998). Cultures of politics – politics of cultures: revisioning
latin american social movements. Oxford: WestviewPress.
una aproximación mucho mayor con categorías interdisciplinarias, especialmente de la
Sociología, la Antropología, la Historia y de la Filosofía Política.
En función de estas cuestiones, los estudios de los aspectos psicosociales de la
movilización social pasan a ser relevantes y, sin duda, han permitido una explicación más
compleja del proceso de movilización/desmovilización social, en la tentativa de mantener en
permanente relación, en las propuestas analíticas, tanto los elementos estructurales como los
relativos a la constitución de actores sociales colectivos (Touraine, 1988; Sandoval, 1989;
2001).
Conforme a lo que señalamos anteriormente, el proceso de movilización social en
cuanto favorecedor de la estructuración de creencias, valores y significados en el pasaje de la
movilidad al cambio social, puede procesar identidades políticas. Esto es posible, toda vez que,
en este proceso, los sujetos colectivamente crearan un espacio de expresión de antagonismos,
donde el reconocimiento de las relaciones de opresión pueda ser enfrentado por la acción
movilizadora de demandas por equivalencia: pero, para esto, es necesario comprender las
mediaciones que mantienen los sujetos movilizados en torno de una demanda.
En tal visión, no hay identidades sociales listas [ya hechas] que disputen formas de
poder o que establezcan relaciones de conflicto, pero sí, la comprensión de que la propia
constitución de estas identidades se da a través de la disputa en las relaciones de poder,
reafirmando que la democratización de las relaciones no es sinónimo de ausencia de
relaciones de poder, sino por el contrario, puede ser entendida como relaciones de poder
estructuradas sobre principios más democráticos, como aquellos de la libertad y de la igualdad
(Mouffe, 1995). Las identidades políticas, de esta forma, cuando son procesadas a través de la
movilización social, son posiciones acabadas [suturadas] aunque precarias, de los sujetos
colectivos (Mouffe, 1992). Esto quiere decir que son posiciones temporarias que expresan la
revisión de las relaciones de desigualdades, pero no son ni las únicas posibilidades, ni tampoco
permanentes.
Veremos, entonces, como podríamos comprender este proceso a la luz de los aspectos
psicosociales como la identidad colectiva, la concientización de las relaciones de opresión y
delimitación de las fronteras en la determinación de la identidad política.

ASPECTOS PSICOSOCIALES DEL PROCESO DE MOVILIZACIÓN SOCIAL: CAMBIO SOCIAL


Y CONSTITUCIÓN DE IDENTIDADES POLÍTICAS.
El proceso de movilización social, a nuestro ver, se da a partir del momento en que se
inicia un proceso de politización de las relaciones sociales. Con eso, estamos asumiendo,
juntamente con Mouffe (1995), que lo político debe ser tomado como el espacio de
antagonismo y, como tal, constituyente de diferenciación identitaria de los sujetos colectivos.
Hay, en esta visión, tres aspectos psicosociales importantes que constituyen el proceso
de movilización social: la identidad colectiva (Melucci, 1996), transformación de las relaciones
de subordinación en relaciones de opresión (Laclau & Mouffe, 1985) y la demarcación de
fronteras políticas (Howarth & Stavrakakis, 2000). Sin embargo, antes de entrar en la
presentación de cada uno de estos elementos y de sus contenidos, se hace necesario
contextualizar que los procesos de movilización social deben ser vistos a partir de la lógica de
continuidad histórica, o sea, de la expansión de la radicalización de los valores democráticos, a
través de la expansión de la igualdad y de la libertad en tanto un valor, pero también deben ser
pensados a partir de la lógica de discontinuidad histórica, esto es, deben ser comprendidos no
como procesos definidos a priori o cargados de una finalidad teleológica, sino por el contrario,
deben ser tomados como procesos que buscan iniciar prácticas articulatorias que no pueden
ser definidas previamente (Laclau & Mouffe, 1985). En cuanto tales, no pueden ser tenidos
como modelos de interpretación de actores únicos o portadores de procesos emancipatorios
previamente establecidos.
De la transformación de la estructura de creencias de la movilidad al cambio social es
que ocurre el proceso de movilización social. Este puede ser definido, conforme a lo que ya
dijimos, como un proceso de desarrollo de condiciones materiales, psicosociales y políticas que
son necesarias para la constitución de identidades políticas y que, de esta forma, permite un
control colectivo sobre los recursos sociales. Así, la movilización social exige algunas
condiciones para procesar identidades políticas. Condiciones que son aspectos fundamentales
de las prácticas articulatorias, necesarias para movilizar una acción colectiva.
Hablaremos de tres aspectos de estas prácticas:
1) identidad colectiva y movilización de recursos;
2) transformación de las relaciones de subordinación en relaciones de opresión; y
3) demarcación de las fronteras políticas, presentando el siguiente esquema:
En el siguiente esquema, puede ser visualizado el proceso como un todo, identificando
algunos aspectos que constituyen este proceso en la construcción de identidades políticas. Sin
embargo, para una comprensión más cuidadosa veremos, a continuación, cada elemento
separadamente.
Movilidad Proceso de movilización Cambio
↓ ↓ ↓
Identidad colectiva Subordinación a opresión Fronteras políticas
-Sentimientos de pertenencia -Reconocimiento de las -Reciprocidad mutua
equivalencias
-Definición de las prácticas -Comparación con discurso -Reconocimiento
sociales grupales = cultura exterior al grupo
política
-Intercambio de valores, -Reconocimiento del -Diferenciación mutua
creencias e intereses antagonismo como espacio de
diferenciación
-Establecimiento de redes -Sentimiento de injusticia social -Impedimento de realización
sociales totalizante
-Regula relaciones intra y entre -Concientización de los derechos -Relación nosotros vs. ellos
grupos

Constitución de identidades políticas

Reconocimiento de algo que está siendo negado (material o simbólico)

Regulación de relaciones intragrupos e intergrupos

Reconocimiento de nuevas formas de opresión (equivalencias y diferencias)

Acciones movilizadoras para el cambio social

1. Con respecto a la identidad colectiva, es importante destacar que ésta se da en


proceso y está implicada por las prácticas sociales que el grupo desarrolla. La identidad
colectiva asegura una continuidad de la experiencia de “NOSOTROS” y dice algo sobre nuestra
pertenencia a determinado grupo. En este sentido, el sentimiento de pertenencia es uno de los
importantes sentimientos que un proceso movilizatorio precisa desarrollar. Este sentimiento
puede aparecer de formas muy variadas, como formas de interpretación de la historia
conjunta, como formas de identidades sociales, por lo tanto, de pertenencia a determinadas
categorías sociales, como expectativas de proyectos de futuro colectivamente trazados, como
elaboraciones de elementos del pasado para la demarcación de posiciones identitarias, etc.
Algunas prácticas sociales son iniciadas con la intención de materializar el sentimiento de
pertenencia a un conjunto de valores, creencias, intereses que definen la identidad colectiva
de determinado grupo. Se da, paulatinamente, la creación de algunas reglas de la propia
pertenencia al grupo y la definición de relaciones intra e intergrupos. Ese proceso involucra la
definición de estrategias de movilización de recursos que garantizan la continuidad de la
experiencia colectiva, según sean necesarios para la movilización social. Para ello, la identidad
colectiva define también las posibles prácticas cotidianas del grupo en la formación de redes
sociales, donde se encuentra la localización y el uso de las instituciones políticas, religiosas,
públicas, privadas que se colocan como colaboradoras o adversarias de la demanda del grupo.
Sin embargo, lo más importante de la identidad colectiva es el intercambio [compartir] de
valores y creencias que definen una cultura política del grupo, colaborando en la configuración
y mediación de la relación entre diferentes grupos. Es importante notar que, en este
momento, se da el desarrollo de una serie de habilidades que pueden desarrollar
[desenvolver] prácticas cooperativas entre los miembros del grupo; no por otra razón, varios
teóricos, como es el caso de Klandermas (1997), han identificado la importancia de las
prácticas de solidaridad para el desarrollo de los movimientos sociales.
En la presentación esquemática abajo, es posible identificar didácticamente este
proceso.

Movilidad  Proceso de movilización  Cambio



Prácticas articulatorias (redefinición de la acción)

Recursos movilizados y prácticas grupales = identidad colectiva

Sentimiento de pertenencia al grupo
↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓
-elabora, estructura y redefine prácticas sociales grupales;
-prácticas de materialización de la pertenencia grupal;
-estrategias para la movilización de recursos materiales e inmateriales;
-crea y establece límites para una red social;
-red social es definidora de la relación con adversarios;
Uso de instituciones públicas/políticas y privadas: iglesias, órganos gubernamentales,
aparatos urbanos, políticas públicas, etc.;
-constituyentes de valores y creencias sociales e intereses relativos a la pertenencia del grupo;
-conjunto mediador de las interpretaciones de la frontera política;
-definidor de quién somos nosotros y ellos;
-relaciones de solidaridad intragrupal

2. Otro aspecto que consideramos como uno de los relevantes para el proceso de
movilización social, a la luz de la Psicología Social, es el que llamaremos como el
reconocimiento del carácter opresivo de algunas relaciones sociales (Laclau & Mouffe, 1985). A
partir de la propuesta de estos autores, podemos comprender que hay una diferencia
importante entre las relaciones de subordinación y las relaciones de opresión. A pesar de
muchas controversias [polémicas], esta diferencia precisa ser marcada: un primer aspecto
diferencial es que las relaciones de subordinación son relaciones que están basadas sobre las
positividades de las posiciones identitarias. O sea, no existe, aún, el reconocimiento de las
negatividades que sustentan las posiciones diferenciales vistas como inmutables.
En la subordinación, las relaciones son vistas como funcionales, como, por ejemplo, en
la relación entre dos cargos: la jerarquía entre ambos es tomada como necesaria para el
funcionamiento de la institucionalización. Aún no son reconocidas como subversivas, pues
para que haya subversión de estas relaciones se hace necesaria una relación con una
exterioridad, con una corriente de equivalencias históricamente construida que permita el
reconocimiento de que, en las relaciones de subordinación, hay un impedimento. Lo que
puede ser notado es que, en tanto las relaciones entre “superiores” e “inferiores” están siendo
vistas como relaciones de dependencias y jerarquía, no es posible aún el reconocimiento de la
privación y del impedimento [obstáculo] que ahí están incrustados. Esto quiere decir que,
cuando un agente está sujeto a las decisiones de otro, lo que se instaura son relaciones que
“(…) establecen, simplemente, un conjunto de posiciones diferenciales entre los agentes
sociales (…)” (Laclau & Mouffe, 1985, p.154)- no son relaciones que antagonizan a partir de
una corriente de equivalencias [correspondencias]; por el contrario, son relaciones que están
basadas en la lógica de inmutabilidad diferencial. Ellas definen, por tanto, identidades sociales,
pero no políticas.

Movilidad ↔ Proceso de movilización ↔ Cambio



Prácticas articulatorias (redefinición de la acción)

Transformación de las relaciones de subordinación en lugares de antagonismo
↓↑
Relación de opresión  presencia de discurso exterior
↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓
-lógica de equivalencia y de diferencia;
-transformación de la relación de subordinación en opresión;
-comparación con un discurso exterior = continuidad histórica;
-subversión de la positividad de la relación de subordinación
-sentimiento de injusticia y privación social;
-desnaturalización de las relaciones igualitarias = concientización.

Otra importante diferencia es que, en las relaciones de subordinación, los agentes


involucrados no perciben el elemento de la continuidad pertinente a la historicidad de la
dependencia entre sus posiciones. O sea, no hay conciencia de que la inferiorización sea algo
correspondiente a posiciones históricamente construidas. Ya en las relaciones de opresión, al
contrario de las relaciones de subordinación, se puede decir que hay una antagonización entre
los agentes: ahora el impedimento [obstáculo] pasa a ser la posibilidad de la constitución de lo
político y, al mismo tiempo, la imposibilidad homogenizar cualquiera de las posiciones.
Acompañando al pensamiento de Laclau y Mouffe (1985), podemos decir que las
relaciones de opresión son aquellas relaciones de subordinación que se transforman en
lugares privilegiados de antagonismos. En este sentido, hay el reconocimiento y la
comparación del discurso exterior a partir de una cadena de equivalencias [correspondencias]
que, históricamente, viene siendo conquistada y producida por las luchas sociales. En este
aspecto del proceso de movilización social es fundamental el surgimiento de dos lógicas: la de
equivalencia [correspondencia] y la de diferencia, las cuales permiten la concientización de las
formas de opresión. La lógica de equivalencia [correspondencia] es aquella que considera, en
las palabras de Barret (1994), los posicionamientos diferenciados entre los agentes como
objeto de lucha y la lógica de diferencia es aquella que exige equivalencia a partir de las
posiciones propias de los agentes. De esta forma, la igualdad no es pensada como
homogeneidad, pero sí como equivalencia/diferencia. Nótese que es a partir de este elemento
de concientización, que el proceso de movilización busca articularse con la producción de
identidad colectiva, demarcando fronteras políticas entre el “NOSOSTROS” y el “ELLOS”, de
forma que la identidad colectiva puede ser producida como política.
A continuación, presentamos este aspecto para mejor comprensión.

Movilidad ↔ Proceso de movilización ↔ Cambio



Prácticas articulatorias (redefinición de valores y acciones)

Relaciones de reciprocidad a reconocimiento

Demarcación de fronteras = Fronteras políticas = Antagonismo NOSOTROS-ELLOS
↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓
-irreconciliable relación antagónica;
-relación establecida con un constitutivo exterior;
-reconocimiento del carácter histórico y contingente de la relación de opresión;
-posibilidad de consenso y exclusiones de carácter temporario;
-articulación como posibilidad de sutura de una posición en el antagonismo;
-demarcación de fronteras dependerá del contexto histórico;
-el constitutivo externo es la posibilidad de existencia intragrupo y la imposibilidad de la
totalización del grupo.

3. Así, pasamos a nuestro tercer aspecto, considerado aquí como aquel que crea
reciprocidad y reconocimiento entre los agentes sociales. La demarcación de fronteras implica
el reconocimiento de que el ELLOS y el NOSOTROS son irreconciliables, pero tienen el mismo
derecho a transformar los espacios sociales en espacios de luchas políticas. En el
establecimiento de las relaciones de reciprocidad (Melucci, 1996), sean ellas de
reconocimiento negativo o positivo, se da la confirmación de la necesidad de que se defina el
consenso del NOSOTROS; lo que significa redefinir el conjunto de valores, creencias, intereses
y significados de los que este NOSOTROS es portador, y existe, también , la necesidad de
reconocer el carácter precario de este consenso, dado que el ELLOS es un constitutivo exterior
internalizado por el NOSOTROS, y que asegura [garantiza] la continuidad de sus relaciones de
pertenencia. En el esquema a continuación, el lector podrá observar estos aspectos.
Entendemos que éstos son los aspectos que definen el proceso de movilización social y
colaboran en la constitución de identidades políticas. La movilización social implica, en una
visión no esencialista de los elementos psicosociales, un proceso articulatorio que no puede
ser determinado ni estructuralmente ni previamente, pues dependerá de las formas de
articulación necesarias para su supervivencia.
La emergencia de los estudios psicosociológicos sobre movilización social, como vimos,
trae la posibilidad de comprensión de este proceso de articulación, ya que la visión que se
persigue no es ya previamente definida, sea por el modelo de actor único en el análisis del
pasaje de la movilización al cambio social, sea por el modelo racionalista que redujo toda
acción política a su institucionalidad y la noción de consenso racional, defendida por muchas
posiciones liberales que identifican algunas acciones políticas como la “reaparición de lo
arcaico” (Mouffe, 1996). Y, a nuestro ver, lo que estas posiciones no consiguen expresar es
exactamente la necesidad de demarcación de fronteras para la democratización de las
relaciones sociales.
La Psicología Social puede, en mucho, contribuir a esclarecer los procesos de
articulación de un conjunto de posiciones e identificaciones colectivas que son plurales y que
se dan a partir de mediaciones sociales, históricas, psicológicas, culturales y políticas. De esta
forma, comprender los aspectos psicosociales de los procesos de movilización de acciones
colectivas puede permitir el uso de instrumentos y metodologías de acción más eficaces en la
perspectiva de colaborar con el surgimiento de nuevas identidades políticas, pues ellas
emergen, como vimos en las presentaciones esquemáticas, a través de los tres procesos:
configuración de una identidad colectiva y de prácticas sociales de materialización de la
pertenencia grupal; reconocimiento de las nuevas formas de opresión a partir de la creación
de antagonismos en las relaciones de subordinación, lo que implica un trabajo objetivo-
subjetivo de la conciencia social; y la demarcación de las fronteras políticas, a través de la
relación intergrupal (NOSOTROS-ELLOS) dada por la reciprocidad y el reconocimiento de la
relación de un grupo como un constitutivo exterior a él.

Abstract
This paper discusses the constitution of political identities as a psychosocial
process. It proposes that the process of social mobilization can spark collective
action for social change. However, in order for them to do so, three fundamental
aspects of the constitution of political identities are necessary: the process of
collective identification; the passage from subordination relationships to the
awareness of opressive conditions; and the delimitation of political frontiers
between social groups (“us” vs. “them”). The paper also offers a brief review of
studies in social movilization, considering the reemergence of Social Psychology
as a necessary tool for the comprehension of the constitution of political
identities. Lastly, an interpretation of the process of social movilization is given,
with emphasis on psycho-politcal aspects-
Keywords: political identification; social movilization; political psichology
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reflejar las fuentes efectivamente consultadas por el autor.
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