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COMENTARIO A L EPISTOLA DE, 2 Pedro 3:17-18 POR SERAFIN

AUSEJO:

La carta termina con una exhortación a no dejarse extraviar (2Ti_3:17),


con el deseo de que los destinatarios crezcan en su estado de
cristianos (2Ti_3:18a) y con una doxología (2Ti_3:18b).

17 Vosotros, pues, carísimos, que lo sabéis de antemano,


guardaos; no sea que, arrastrados por el error de hombres sin ley,
caigáis de vuestra propia firmeza.

En los pasajes exhortativos más conmovedores se llama a los fieles


«carísimos» (2Ti_3:1.8.14.17) El cristiano vive en el amor: en el amor
de Dios, en el amor del Apóstol, en el amor de los demás cristianos. El
amor es la única atmósfera en la que el cristiano puede mantenerse y
desarrollarse.

Con esta carta se advierte de antemano a los fieles de los peligros que
les amenazan con los falsos maestros. Un peligro conocido ha perdido
ya mucha de su fuerza. Se desenmascara la actividad de los falsos
maestros calificándola de error y seducción. No vienen como
mensajeros de Dios, sino como hombres sin ley, que no se preocupan
por la voluntad de Dios. Han perdido su fuerza seductora porque se les
ha sometido a un examen serio. La doctrina de la Iglesia, aplicada por
un verdadero pastor de almas a la época y a sus peligros, constituye
una protección poderosa en las relaciones con el error. También quien
se considera seguro tendrá que tomar precauciones, pues también él
puede caer de su «firmeza»: «EI que se sienta seguro, procure no
caer» (1Co_10:12).

18a Creced en gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador


Jesucristo.

La exhortación y el deseo van unidos. Nos encontramos de nuevo con


el deseo inicial. La gracia y el conocimiento provienen de Cristo. Ambos
deben aumentar y crecer. Toda vida es movimiento y crecimiento. Sólo
resistiremos en las dificultades si no nos detenemos. Dios trabaja
continuamente en nosotros y nos comunica sus dones; también
nosotros debemos estar siempre en camino, siempre activos,
esforzarnos celosamente, manteniendo ante los ojos nuestra magnífica
meta.

8b A él la gloria ahora y para el día de la eternidad.

La carta concluye con una doxología. Va dirigida a nuestro Señor y


Salvador Jesucristo. De ordinario, tales doxologías se dirigen a Dios
(Jud_1:25). La fe viva en la divinidad de Jesús ha llenado toda la carta
y ha hecho que se aplicasen a Jesús los títulos más elevados. Esta
gran fe se manifiesta también en la oración. La doxología no expresa
un deseo; dice lo que es, reconociéndolo y alabándolo: Cristo posee la
plenitud de la gloria divina.

Posee la gloria ahora y la poseerá en el día de su parusía; la poseerá


para la eternidad. El día que él traerá con su parusía en poder, no
tendrá ocaso. «Jesucristo el mismo que ayer es hoy y por los siglos»
(Hab_13:8). Así sea.

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