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LAS UBÁRRY

DE OSCAR LIERA

PERSONAJES
MADRE
HIJA

LA RECAMARA NO PODIA SER MAS ELEGANTE NI DECORADA CON MEJOR GUSTO.


FRENTE AL ESPEJO DE BISELADOS CONTENIDO EN EL MARCO ART NOUVEAU, SE
REFEJA LA CARA MARCHITA DE LA MADRE, ES COMO UN ESPECTRO, LAS MANOS
DE LA HIJA VAN Y VIENEN SOBRE AQUEL ROSTRO, LLEVANDO Y TRAYENDO
ENTRE LOS DEDOS LOS COLORES Y LOS POLVOS. LA MADRE HA DEJADO SU
ROSTRO EN MANOS DE SU ÚNICA HIJA PARA QUE LO CAMBIE Y COMO SI LA
MUCHACHA TAMBIEN TRATARA DE CAMBIAR ALGO EN EL INTERIOR DE LA
MADRE.

HIJA.- Recuerda que eres una Ubárry, tú me lo enseñaste y me formaste haciéndome sentir muy
orgullosa de ello.

MADRE.- Los Ubárry fueron grandes.

HIJA.- Somos….

MADRE.-… Y poderosos…..Muchos temblaban ante el nombre nada más

HIJA.- Todavía quedan muchos que nos temen

MADRE.- Tu abuelo mató a muchos sin compasión. Él sabía lo que hacía… y los curas siempre
lo perdonaban. Dios lo tenga en su compañía.

HIJA.- ¿Y qué? Aquí estamos gastándonos, tú en recuerdos, yo en lamentos.

MADRE.- Yo en lamentos, tú en recuerdos.

HIJA.- Ayer hizo ya tres meses.

MADRE.- Tres.

HIJA.- Tres meses son apenas noventa y dos días.

MADRE.- Y dos días.


HIJA.- Y en un momento me enterraron los puñales. Mientras tú dormías entraron despacio
buscando el calor de mis entrañas y allí holgaron.

MADRE.- Tres meses que no dormimos, noventa y dos días que lloramos, que pensamos.

HIJA.- Gastándonos, gastándonos. (PAUSA) Pero tienes que quedar muy hermosa.

MADRE.- Tienes que esconderme setenta y dos años con tus colores.

HIJA.- Eso es lo que hago, saldrás como una hermana mía, nadie se imaginará que soy tu hija, te
verán los hombres en la plaza y me dirán ¡Adiós cuñada! Y recuerda, tiene que ser cualquiera, no
importa cuál sea.

MADRE.- Soy una Ubarry, jamás permitiré manchar nuestra casta, es nuestra sangre la que
manda.

HIJA.- Es también nuestra única posibilidad. Estamos solas, no lo olvides, solas en el mundo.

MADRE.- Es que soy ya muy vieja….Deberíamos consultar primero al médico para saber.

HIJA.- No vamos a consultar a ningún médico, los odio, los odio a todos, no tienen ningún
derecho, que les importa que me muera. Es mi decisión; ustedes su moral y yo la mía es mi vida
y es mi muerte…

MADRE.- No debes hablar así, eres una muchacha inmadura….

HIJA.- ¡Tú cállate! Tú has dejado que me destacen, no te importó dejar extinguir en las manos de
ésos al último de los Ubárry.

MADRE.- Tienes que ser consecuente. Ya todo ha pasado, son mandatos de Dios.

HIJA.- ¡¿Cómo puedes hablar así, María Dominga Ubarry?! ¿Cómo puedes hablar así cuando
hemos comprado tantas veces la voluntad divina? ¿No fue una vez tu madre y se compró al cura
para que no confesara ni diera la extremaunción a doña Cándida antes de que muriera? ¿No
compró así la eterna condenación de su peor enemiga?

MADRE.- Pero la Iglesia ha cambiado, ya no es como antes. Ahora Dios está más cerca de
nosotros…

HIJA.- Razón de más para que nos oyera. (PAUSA) Dios mío, perdóname; de lo que dudo no es
de tu poder infinito, sino de que tu bondad sea infinita.

MADRE.- Podría buscar en los archivos de la casa; mi padre pudo haber dejado un hijo regado
por allí, o en las cercanías de Batomet. A veces duraba mucho tiempo sin venir de la hacienda.
HIJA.- No sé de dónde sacas esas ideas tontas. Conoces perfectamente el orgullo que distinguió
a nuestros engendradores del resto de los hombres, recuerda bien lo que siempre decían: “Nadie
más de los que somos puede ni debe tratar de ostentar el apellido de los Ubárry.

MADRE.- Como si en estos momentos los oyera…

HIJA.- Nunca uno de nuestra sangre lo hubiera hecho y tú, en todas tus semillas, me sembraste
esta frase.

MADRE.- Tal vez sea una debilidad, una nueva esperanza que brota y que se inflama con la
desesperación.

HIJA.- Tal vez sea eso, debilidad. Debilidad. Pero no podemos flaquear en nuestro empeño. Los
Ubárry no van a desaparecer y tú te vas a encargar de ello. (MIENTRAS LA HIJA MAQUILLA
A LA ANCIANA SE VA LLENANDO DE UNA EXTRAORDINARIA DULZURA) Siempre
debiste usar sombras azules sobre los párpados, se te llenan de luz las pupilas y se te ven más
brillantes; son como dos lunas enfermas de frío.

MADRE.- Hoy no volvió el veterinario a las cuatro para checar a los canarios. En todo el día
solo vino tres veces. Es un irresponsable, creo que tendremos que llamar al que atendió a los
cenzontles el año pasado. ¿Recuerdas? no se les despegó de la jaula hasta que dejo
completamente restablecidos. ¡Y cómo te miraba!

HIJA.- Debí haberme acostado con él.

(LA MADRE SE LEVANTA CON VIOLENCIA DE LA SILLA Y ABOFETEA CON FURIA AQUEL
ROSTRO PRECIOSO DE LA HIJA. ESTA TRATA DE CURAR EL ARDOR CON LA FRESCURA DE
SU MANO. LOS OJOS DE AMBAS NO HAN CESADO DE VIGILARSE, SE VEN CON
INTENSIDAD, NADA SE MUEVE EN ELLAS MAS QUE LAS MIRADAS QUE VAN Y VIENE. EL
SILENCIO LAS HACE CÓMPLICES DEL PEOR DE LOS DESEOS. PERO TAMBIÉN LAS HACE
CONSCIENTES DE SU SOLEDAD, Y, POCO A POCO, LA MADRE SE VA ACERCANDO HASTA
QUE LAS DOS CABEZAS LLEGAN A TOCARSE, ENTONCES SE ABRAZAN, LLORAN Y SE
BESAN.)

MADRE.- ¿Cuál vestido vas a querer que me ponga? ¿El café?


(SACA UN ELEGANTE VESTIDO CAFÉ, LO COLOCA CUIDADOSAMENTE SOBRE EL
QUE TRAE PUESTO Y COMIENZA A MODELAR CON GRACIA. LO ARROJA SOBRE LA
CAMA Y SACA OTRO) O este verde ¿te gusta? Ya puesto se ve mejor, mira que caída tiene.

HIJA.- Es muy bonito pero no me gusta para la ocasión.

MADRE.- ¿quieres que me ponga uno de los traje sastre?

HIJA.- No. Quiero que te pongas algo más alegre.

MADRE.- Más alegre, más alegre, ya sé; el rosa.


HIJA.- No mamá, tengo en la mente desde hace rato un vestido amarillo que tiene por
aplicaciones unas florecitas blancas de encaje de Bruselas. ¿Recuerdas? Muchas florecillas sobre
el amarillo.

MADRE.- No estarás pensando en vestido que lleve al bautizo de la niña de los Villamayori.

HIJA.- El mismo.

MADRE.- No es propio de mi edad, ya soy una vieja de sesenta y…

HIJA.- Tienes que pasar por una señora de treinta y tres años. Olvida de una vez por todas tu
edad, serás mi hermana mayor.

MADRE.- ¿En dónde estará ese vestido? Sólo me lo puse dos veces. Era muy bonito.

HIJA.- Es muy bonito.

MADRE.- ¿No lo habré regalado?

HIJA.- No.

MADRE.- Habrá que buscarlo, ¿En qué condiciones estará?

HIJA.- Está en muy buenas condiciones, y en muy buenas manos, lo mande a la tintorería, tengo
que hablar en este momento para que me lo manden cuanto antes. ( VA AL TELÉFONO) Bueno,
¿A dónde hablo? Gracias. Señorita hablo de parte de la señora Ubárry para preguntar si ya está
el vestido que envió esta mañana con carácter de urgencia, si como no, ( A LA MADRE) Te vas a
ver preciosa, sólo te mirarán a ti, y yo me sentiré orgullosa de ir a tu lado.

MADRE.- Pero tendremos que salir casi a escondidas para que no nos vayan a ver los Guzmán
Chaytes, son muy hablantines. También los de la Quinta Victoria; esos siempre andan
Husmeando en los jardines…

HIJA.- (A LA MADRE) Espérame. (AL TELÉFONO) Dígame, si, está muy bien señorita, entonces
mándemelo inmediatamente aquí a la casa de la señora. Sí, sí, gracias, muy amable.
(COLGANDO EL AURICULAR) ¿Qué te hiciste en el ojo?

(LA MADRE TOMA UNA ACTITUD PUERIL, COMO SI FUERA ELLA LA HIJA, UNA HIJA
MIMADA QUE SE ENFRENTA A UNA MADRE ENÉRGICA).

MADRE.- Me tallé el ojo porque me ardía.

HIJA.- ¿No ves que te has estropeado todo el maquillaje?

MADRE.- No me acordé en ese momento, sólo sé que me ardía y me ardía como si tuviera una
aguja que me estuviera picando el ojo despacito, despacito y me tallé, me tallé porque me hacía
daño la aguja.
HIJA.- ¡Eres una inconsciente! ¡No eres capaz de ningún sacrificio! ¡Eres tú a quien se le ha
asignado el papel de sacar adelante a la familia y todo lo detienes porque te ardía un ojo! ¿Qué
será cuando se te pidan sacrificios más grandes? ¿Si yo no hubiera estado aquí te hubieras lavado
la cara verdad? ¡Contesta!

MADRE.- Sí.

HIJA.- ¿Por qué? ¿No sabes contestar? ¿No se te dio a parte de la vida, un lenguaje?, ¿No se te
limo toda aspereza para que supieras comunicar debidamente tus pensamientos?

MADRE.- Sí.

HIJA.- ¿Entonces por qué no hablas?

MADRE.- Pues…

HIJA.- Pues qué. A veces quisiera conocer alguna de esas expresiones vulgares que usan los
barbajanes para decírtela a ver si así descanso.

MADRE.- Perdóname, perdóname, estaba desesperada…ese vestido me trae recuerdos terribles,


la primera vez que lo usé, tú eras una niña, reñí fuertemente con tu padre; fue entonces que
decidimos separar nuestros lechos. Pienso que pude haber tenido más hijos, pero el orgullo nos
separó más y más y más, hasta que volvimos a hablarnos de usted…

HIJA.- ¡Perfecto! Será una reconciliación con la naturaleza.

MADRE.- Sí, como un amuleto, y yo iré por las calles envuelta en mi amuleto, ¡Que porquería
somos! (CON RECONOCIMIENTO A LA ACTITUD DE LA HIJA SE ACERCA A ELLA LE
BESA LOS LABIOS Y RECONFORTADA LE DICE) Has hecho bien en reprenderme, me has
hablado como toda una Ubárry, me siento orgullosa de ti, me has hecho reaccionar y he tomado
conciencia exacta de la cosas, Eres una mujer madura, este es el momento en que puedes ser una
madre perfecta.(HASTA EL TERMINO DE LA FRASE, LA MADRE SE DIO CUENTA DEL
GRAN ERROR QUE HABIA COMETIDO).

HIJA.- ¡Pero nunca podré, y tú lo sabes! ¡Tú permitiste que ellos me acuchillaran aquí y me
arrancaran a mis hijos antes de ser engendrados! ¡Y tú pudiste haberles detenido la mano y
decirles: qué crimen cometen, van a desarraigar la esencia de una mujer! ¡Y tú sabías lo que más
necesitaba, un hijo! ¡Un hijo! ¡Y cada vez que cierro los ojos sé que no lo voy a tener! ¡Cada vez
que respiro me acuerdo que han asesinado a los hijos que me esperaban y que yo también
esperaba! ¡Un hijo, tan sólo uno! ¡Un hijo que no me permitiera agotarme en la existencia ni en
esta soledad!

MADRE.- (GRAVE) Pero ya no tenía remedio nada, había que hacerlo. Te vieron muchos
médicos, especialistas…
HIJA.- ¡Pues hubieras dejado que me pudriera junto con mis semillas pútridas! (PAUSA) Ahora
comienzo a secarme en mi misma, es como si hubieras permitido que mataran en mí todo lo que
podría llenarme de flores por dentro. Y lo más terrible es que soy la última portadora de la sangre
más pura de los Ubárry. Ya no habrá más descendencia, nos vemos amenazadas a quedar
exterminados, exterminados, los Ubárry, los Ubárry se acabaron, nunca nos lo perdonarán
nuestros abuelos.

MADRE.- A veces pienso que nosotras cargamos con todas las culpas de ellos. Es como si todos
los yerros se materializaran y tú y yo tuviéramos que cargar siempre con ellos, si voy al comedor,
los llevo, si voy al jardín, los llevo, y cargo las paredes, sostengo el peso de los techos…

HIJA.- Es un precio muy caro madre, pero nosotras como ellos, elegimos consagrarnos a la
familia. (UN CASI, ETERNO SILENCIO SE INTERPONE ENTRE ELLAS, PESADO COMO
LAS CULPAS, PERO DE PRONTO BRILLA EN LOS OJOS DE LA HIJA LA POSIBILIDAD
QUE AÚN QUEDA EN LA MADRE, Y ROMPE CON ALEGRÍA EL SILENCIO) Ahora tienes
que sentarte para que te corrija el maquillaje de los ojos, y para que termine de pintar tu boca. A
ver, cierra los párpados. Vas a lucir como el día familiar que celebramos en casa de Martha
Angélica.

MADRE.- Era yo ese día, la mujer más bella del mundo, me sentía la esencia de la belleza y me
gustaba desparramarla sobre las miradas de quienes me veían. Tu padre se sentía muy hombre a
mi lado, era como si mi belleza de ese día le diera a él mucha seguridad, y a tus abuelos también,
y a todos los que admiraban a los nuestros… (EL SONIDO DEL TIMBRE CORTA DE
PRONTO LOS RECUERDOS AQUELLOS….)

HIJA.- Debe ser la Tintorería (ASOMÁNDOSE POR UNA DE LAS PUERTAS, GRITA)
¡Amelia, por favor recoja el vestido de la señora, y déjelo con mucho cuidado en el sofá del
saloncito. Ofrézcale algo de tomar al mandadero, para que pueda volver a cruzar el jardín sin
fatiga! (A LA MADRE) Te vas a convertir en un sol.

MADRE.- ¿Qué hora es?

HIJA.- Ahora han de ser como las seis y media.

MADRE.- Ya comienzo a ponerme nerviosa, tengo miedo de que me rechacen de nuevo, ayer se
rieron de mí…

HIJA.- Nunca has salido de esta casa, ¡Recuérdalo! Tus padres te tenían encerrada y no conocías
el mundo. Esa tiene que ser la historia.

MADRE.- Es que ya tenemos tres meses saliendo a buscar y no hemos encontrado nada todavía.

HIJA.- ¡Te he dicho que en nuestra familia sólo hay ayeres gloriosos! No tienes que recordar
nada, te ordené que fueras olvidando cada día; cada día, es uno nuevo y tu borras tus cosas al
acostarte, y únicamente tendrás derecho a recordar cuando hayas concebido un hijo en tu vientre.
Hasta entonces, podré dormir tranquila, entonces me ocuparé solamente de cuidar tu vientre y
ver cómo te vas llenando de vida, y cómo dentro de ti, de tus profundidades, comienza a
gestarse la salvación de nuestras vidas y la paz que necesitamos para morir tranquilas.

MADRE.- Y yo seré madre otra vez, y tendré un hijo, un varoncito; un hombre.

HIJA.- Y yo seré la criada de ustedes, la esclava de esa criatura salvadora. ¿Te aseaste el cuerpo
como te dije?

MADRE.- Sí, cuidadosamente, como si fuera a parir, dejé un rato el agua tibia sobre mi vientre,
y llené de rosas la tina, después me sequé con algodones y me ungí con loción de hierbabuena.

HIJA.- Ahora te pondrás el vestido. (LA HIJA SALE UN SEGUNDO Y ENTRA CON EL
VESTIDO EN LOS BRAZOS. LO TRAE CON MUCHO CUIDADO, COMO SI TRAJERA UN
NIÑO RECIEN NACIDO. LA MADRE TOMA EL VESTIDO-NIÑO ENTRE SUS BRAZOS,
SE QUEDA MIRÁNDOLO FIJAMENTE, LO RECUERDA TODO PERFECTAMENTE;
COMIENZA A ACARICIARLO CON SUAVIDAD Y, DE PRONTO, EN UN ARREBATO, DE
LOCURA LO TIRA AL SUELO. CASI PIERDE EL CONTROL DE SI MISMA, E
INSTINTIVAMENTE COMIENZA A PROTEGERSE EL VIENTRE CON LOS PUÑOS BIEN
APRETADOS).

MADRE.- ¡No saldré a hacer el ridículo! No saldré, los hombres se ríen de mí. Se ve muy claro
que es a ti a quien ellos prefieren. A mí ni siquiera me miran, me gritan suegra, madrota…

HIJA.- No pronuncies esas palabrotas de placeros.

MADRE.- Es que no puedo continuar con este ridículo, ¿No entiendes que ellos prefieren una
joven? Quieren una mujer que les abra las piernas, y ellos solo miran las tuyas.

HIJA.- ¡Pero yo estoy seca! ¡Yo no sirvo para eso! ¡Solo puedo ser puta, solo podré ser eso!

MADRE.- Es que yo ya estoy muy vieja.

HIJA.- No hermana, tienes apenas treinta y tres años, no lo olvides, treinta y tres años.
Recuérdalo.

MADRE.- No sé si aún sea fértil.

HIJA.- No te importe, tu inténtalo, tienes que intentarlo con todos los machos que puedas.
(BUSCA UN TONO DULCE) Ahora tienes el vestido amarillo. (LO RECOGE Y SE LO DA,
CON LA MISMA TERNURA DE ANTES A LA MADRE, ESTA LO TOMA Y COMIENZA A
METERSE EN ÉL CON SUAVIDAD MIENTRAS LA HIJA LE HABLA) El de la suerte, el de
la reconciliación con la naturaleza. Para los demás será sólo un vestido nuevo con sus flores
blancas, entre tu talle más que nunca fértil, Y te verán los machos con sus simientes guardadas, te
verán como el día de la fiesta familiar cuando te convertiste en la esencia de la belleza y volaban
tus cabellos, y volaban tus manos por el viento. Y todos te desearán y tendrán que hacerte
concebir un hijo, y allí estará nuestra felicidad, cuando entren en ti y depositen con desespero las
semillas, cuando tus óvulos se impregnen de células masculinas. ¡Es muy sencillo volver a ser
felices! ¿Ves? Es muy sencillo. ¡Qué hermosa estás, qué hermosa! (TRANSICIÓN) Es tarde,
tenemos que irnos. Recuerda, tiene que ser un hombre joven, y le pedirás que acaricie con amor
tu vientre, se los pedirás porque tienes que eternizar la estirpe de los Ubárry y porque tenemos
derecho a la paz.

LAS DOS MUJERES VAN SALIENDO POR ENTRE EL PÚBLICO VIENDO A LOS
HOMBRES QUE HAN ASISTIDO A LA REPRESENTACION Y TRATANDO DE QUE SE
FIJEN EN LA MADRE, QUIEN SE VERÁ RIDÍCULA CON EL MAQUILLAJE Y EL
VESTIDO QUE LLEVA. TODO ES EN SILENCIO, SILENCIO COMO LA CONDENA A LA
QUE HAN SIDO ENTREGADAS.

FIN

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