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Indicé:

1. MICHEL FIZE…………………………………………………………….Adolescencia en crisis


2. UNICEF………………………………………………………….………...Adolescencia : una etapa fundamenta
3. María Guillermina Yanes García……………………………….Algunas características de la
adolescencia
4. Mario Izcovich…………………………………………………………. Ser padres, ser hijos : Los desafíos de
la adolescencia
5. Julio Gallego Code……………………………………………………..Educar en la adolescencia
"¿Adolescencia en crisis?"
Él, el adolescente aprende a respetarse a sí mismo y a los demás como otros “yo”. Ahí se
reconocen cualidades pero también defectos, se asume a la persona como un ser capaz de logros
pero que, a su vez, no deja de ser imperfecta. Se debe tener en cuenta la influencia de factores
externos relacionados con las condiciones de vida (vivienda, alimentación, posibilidad de
recreación, etc.) sobre la autoestima, en tanto la condicionan fuertemente. A su vez, cabe destacar
la pertinencia de aquellas actividades que promuevan la creatividad, afectividad, y la
internalización de órdenes, prohibiciones, elogios y castigos, a partir de la mirada de los
adolescentes respecto de la autoridad de los padres. Esto genera mayor criticidad sobre los
problemas a los que se ve expuesto el adolescente y abre una mejor alternativa para la decisión
personal de cambio.2. Construcción de vínculos En la adolescencia comienza un franco interés
por las relaciones interpersonales. Los vínculos implican interrelacionarse con el "otro", trasmitir
conocimientos, informaciones o emociones de unos a otros, es decir, realizar un intercambio de
significaciones. Las relaciones con los pares son vitales para la transición de la infancia a la vida
adulta, ayudan a facilitar dicho pasaje y resultan altamente significativas en la conformación de la
identidad. Da cuenta de ello la preferencia de los adolescentes por compartir su tiempo libre con
el grupo de amigos, donde construyen códigos propios de comunicación, reconocen un mayor
sentido de pertenencia, empatía y comprensión de su circunstancia. Se debe prestar mayor
atención en esta etapa que es cuando se dan a conocer las "malas influencias". Es más fácil que un
adolescente se deje manipular por su grupo e inducirlo al alma camino, esto pueden ser las
drogas, el alcohol, la delincuencia, etc. Es aquí donde el padre presenta un gran problema porque
necesita balancear el asunto. Ni debe hacer sentir al adolescente como si aún necesitara los
cuidados de un niño de tres años ni debe soltar al adolescente porque es aquí donde hay mayor
riesgo de que este pueda

Tomar caminos erróneos. Para el adolescente sus amigos serán su familia. Es muy conocido
seguramente cada uno pasamos por esa etapa donde vemos a nuestro amigos como tesoros,
incluso rechazamos estar con nuestra familia para poder estar con nuestros amigos.3. Sexualidad
Durante la adolescencia el joven se desarrolla física y mentalmente, adquiriendo los
caracteres sexuales secundarios y desarrollando el pensamiento maduro. La sexualidad no sólo
tiene que ver con el acto de reproducirse, sino que representa la generación de deseos,
sentimientos, fantasías y emociones, es decir, el desarrollo de una identidad sexual, que se puede
definir como aquella parte de la identidad del individuo que le permite reconocerse y actuar como
un ser sexual. Los cambios que se producen en la sexualidad pueden enmarcarse dentro de las
etapas de la adolescencia y la pubertad, ya que las transformaciones físicas y mentales
condicionan sobremanera el desarrollo de la sexualidad y de la identidad sexual: Adolescencia
temprana 11-13 años: Durante esta etapa, que se caracteriza por la velocidad de los cambios
físicos en el adolescente, el joven se encuentra aún lejos del deseo sexual adulto, por lo que se
presenta como una fase de autoexploración, debido a los nuevos cambios físicos y psíquicos que
experimenta, y también de exploración del contacto con el otro sexo. Adolescencia media 14-
17 años: El adolescente ya está casi completamente desarrollado, sus órganos sexuales
están listos para la reproducción y el deseo sexual se incrementa. En esta fase se desarrolla una
sensación de invulnerabilidad y fortaleza que inducen al joven a comportarse de una forma
narcisista. Se empieza a buscar el contacto habitual con el otro sexo y pueden llegar las primeras
relaciones sexuales. El adolescente no sólo responde a sus impulsos sexuales, sino también a su
narcisismo, es decir, pone a prueba la propia capacidad de atraer al otro. También se considera
que durante esta etapa se produce el auge de las fantasías románticas. Las relaciones sociales
fuera del entorno familiar, especialmente con amigos,

Adolescencia: una etapa fundamental.

La adolescencia es una de las fases de la vida más fascinantes y quizás más complejas, una época
en que la gente joven asume nuevas responsabilidades y experimenta una nueva sensación de
independencia. Los jóvenes buscan su identidad, aprenden a poner en práctica valores aprendidos
en su primera infancia y a desarrollar habilidades que les permitirán convertirse en adultos
atentos y responsables. Cuando los adolescentes reciben el apoyo y el aliento de los adultos, se
desarrollan de formas inimaginables, convirtiéndose en miembros plenos de sus familias y
comunidades y dispuestos a contribuir. Llenos de energía, curiosidad y de un espíritu que no se
extingue fácilmente, los jóvenes tienen en sus manos la capacidad de cambiar los modelos de
conducta sociales negativos y romper con el ciclo de la violencia y la discriminación que se
transmite de generación en generación. Con su creatividad, energía y entusiasmo, los jóvenes
pueden cambiar el mundo de forma impresionante, logrando que sea un lugar mejor, no sólo para
ellos mismos sino también para todos.

Aproximadamente a los 10 años de edad, los niños y las niñas comienzan un largo periplo a través
de la adolescencia. Con sus senderos escarpados e indefinidos, este fascinante viaje puede resultar
agotador y confuso, revitalizador y apasionante. Señala el comienzo de una búsqueda de la
identidad y de un camino para darle un sentido a la vida y encontrar un lugar en el mundo. Se
calcula que en el mundo hay 1.200 millones de jóvenes de entre 10 y 19 años de edad, la mayor
generación de adolescentes de la historia. Más de cuatro quintas partes de ellos viven en países en
desarrollo, especialmente en zonas urbanas. Publican periódicos y revistas, dirigen negocios, son
elegidos dirigentes de sus escuelas y comunidades. Muchos de ellos llevan las riendas de un hogar,
cuidan de hermanos pequeños y de progenitores enfermos, educan a sus compañeros sobre los
desafíos de la vida y la mejor manera de protegerse frente a las enfermedades, entre ellas el SIDA,
y sobre las conductas peligrosas como el tabaquismo. Muchos también trabajan 15 horas al día en
fábricas y campos, arriesgan sus vidas en conflictos armados y se casan y tienen hijos siendo
todavía ellos mismos unos niños. Son imaginativos y están llenos de energía y de pasión por el
mundo y por el sitio que ocupan en él. Lo que les suceda a estos jóvenes nos afecta a todos. UNA
EPOCA QUE IMPORTA Este segundo decenio de la vida es una de las transiciones más complejas de
la existencia; sólo la infancia supera a esta etapa en cuanto a ritmo desenfrenado de crecimiento y
cambio. Desde el punto de vista físico, los niños pasan, de un día para otro, de ser pequeñas
criaturas a convertirse en muchachos de largas piernas y brazos. Maduran sexualmente. También
desarrollan la capacidad de razonar con ideas más abstractas, de explorar los conceptos del bien y
del mal, de desarrollar hipótesis y de meditar sobre el futuro. A medida que salen al mundo, los
adolescentes adoptan nuevas responsabilidades, experimentan nuevas formas de hacer las cosas y
reclaman con impaciencia su independencia. Comienzan a cuestionarse a sí mismos y a los demás,
y a advertir las complejidades y los matices de la vida. También empiezan a pensar sobre
conceptos como la verdad y la justicia. Los valores y conocimientos que adquieren con los años les
beneficiarán inmediatamente y a lo largo de sus vidas. Durante la adolescencia, los jóvenes
establecen su independencia emocional y psicológica, aprenden a entender y vivir su sexualidad y
a considerar su papel en la sociedad del futuro. El proceso es gradual, emocional y, a veces,
perturbador. Un joven puede sentirse desilusionado, decepcionado y herido en un determinado
momento y, poco después, eufórico, optimista y enamorado. A la vez que luchan con cambios
físicos y emocionales, los adolescentes de hoy deben también hacer frente a fuerzas externas
sobre las que carecen prácticamente de control. Los imperativos de la cultura, el género, la
mundialización y la pobreza han empujado a millones de adolescentes de forma prematura a
asumir funciones y responsabilidades propias de adultos. La guerra y los disturbios civiles, el
VIH/SIDA, la industrialización, la urbanización y el creciente desempleo han socavado gravemente
la educación y el desarrollo de millones más. A medida que desaparecen las redes sociales
tradicionales, la estructura de la familia se remodela y a veces se viene abajo, y la capacidad de los
sistemas de apoyo de la familia y la comunidad disminuye. Al ver cómo su mundo pierde
seguridad, coherencia y estructuras, los adolescentes se ven abocados con demasiada frecuencia a
hacer elecciones difíciles, casi siempre sin nadie que los ayude. El proverbio swahili “Un hijo será lo
que se le ha enseñado”

Algunas características de la adolescencia

La adolescencia consiste, antes que todo, en un cuerpo que crece y se transforma. La palabra
adolescente, procedente del latín adoleceré, que significa “crecer”, comprende el conjunto de
evoluciones por los que pasan individuo en la fase de transición entre la niñez y la edad adulta. La
palabra pubertad es también heredada del latín y designa un tallo, lleno de pelos finos y cortos: la
etimología nos recuerda así que la aparición del primer vello púbico en la niña o el niño (o de la
incipiente barba en los varones) es uno de los principales signos visibles de la pubertad (1, 2).Aunque
la OMS instituye el inicio de la adolescencia a los10 años y otros autores lo establecen a los 11 para
las chicas y los 13 para los varones(3) resulta difícil establecer con precisión la edad de inicio de la
adolescencia, ya que la pubertad se produce a edades distintas en cada niño. Lo que sí se constata
es que un niño que no ha llegado a la pubertad no se suele Considerar a sí mismo como
adolescente, mientras que así; que la maduración cerebral no se termina hasta pasada la veintena y
que los adolescentes se encuentran en pleno proceso de desarrollo no solo de sus piernas, sus
brazos y su nariz: también de su materia gris. Y, precisamente, una de las últimas partes del
cerebro en completar su crecimiento es la encargada de realizar juicios sosegados y calmar
emociones desbocadas. Esta es la razón por la que un adolescente de 16 años, inteligente y
trabajador; sorprende a sus padres cuando se sube sin ningún reparo al automóvil conducido por
un amigo embriagado o cuando practica sin miramientos deportes de alto riesgo
En la adolescencia se suelen distinguir 3 etapas, que suponen una división muy esquemática pero
tiene la virtud de poner de manifiesto las grandes evoluciones dela edad adolescente,
particularmente rica, agitada y dinámica.
El inicio: (11-13 años chicas, 12-14 años chicos)
Está dominado por las transformaciones físicas y biológicas que trae consigo la pubertad. El niño
empieza una metamorfosis física. Su cuerpo se va pareciendo cada vez más al del adulto en
especial en sus caracteres sexuales. Esta transformación corporal produce emociones y sensaciones
nuevas. Provoca, así mismo, temores y dudas a los que el niño no se había tenido que enfrentar
hasta ahora. Los chicos que experimentan la erección, la masturbación y la eyaculación, empiezan
a interrogarse sobre su sexo y su aspecto en general. Las chicas se preguntan acerca de su sexo
información y del fenómeno de sus menstruaciones que, en algunos casos, les parece totalmente
desconcertante. Sea cual fuere su edad real, los adolescentes en los que se ha iniciado la pubertad
quieren relacionarse entre sí, antes que con los más jóvenes que aún no han experimentado las
mismas transformaciones. En estafase de sus vidas, chicos y chicas tienen tendencia a
Formar grupos opuestos, o como mínimo diferenciados, dentro de los que surgen amistades
intensas. Además, se replantean las relaciones que mantenían hasta entonces con su entorno. De
ahí los comportamientos extraños: cambios de humor, necesidad brusca de aislamiento, rechazo de
los juegos o de los placeres que antes gustaban mucho, actitud de oposición o reacciones juzgadas
infantiles por los jóvenes de más edad o los adultos (3, 5-7).
La mitad: (chicas de 13 a 16, chicos de 14 a 17).
Este período, fase de transición entre la infancia y la edad adulta, es el que puede resultar más
problemático.
El adolescente se encuentra siempre enfrentado a emociones nuevas relacionadas con su evolución
física y sexual, pero la madurez física que está alcanzando ofrece a menudo un contraste
sorprendente con su comportamiento todavía bastante inmaduro. Busca un lugar, una función,
tanto en la familia como en la escuela o entre sus amigos, pero se siente prisionero de múltiples
contradicciones. Oscila constantemente entre la impresión de que no le puede pasar nada y la
sensación de una falta enorme de confianza en sí mismo. En ocasiones, se muestra muy amable y
comprensivo, y en cambio, otras veces parece egocéntrico y muy egoísta. Frente a la adversidad
puede actuar enérgicamente, de forma muy impulsiva o, por el contrario, replegarse totalmente en
sí mismo. Los adolescentes, con un exceso de energía y una enorme curiosidad hacia el exterior,
dedican gran parte de su tiempo al deporte, a actividades artísticas o al trabajo intelectual. Muchos
de ellos sueñan con realizar proezas y ser la admiración de sus amigos (3,4, 5, 7).
El final: (a partir de los 17 en las chicas y de los 18 en
Los chicos):
En teoría la adolescencia termina unos años después del final de la pubertad y la evolución física.
En este período, el adolescente puede aceptar su cuerpo tal como es formarse una idea más
precisa de su identidad, de sus limitaciones y de sus proyectos futuros. Ya ha extraído lecciones de
varias experiencias y de varios errores, y empieza a pensar en, o a vivir, una relación afectiva y
sexual estable. En resumen, se ha convertido en un joven adulto. Ciertamente, este esquema ideal
no suele ser nunca en la vida real y, sobre todo, varía mucho de un individuo a otro. La pubertad
se presenta a edades diversas y se desarrolla a un ritmo distinto en cada persona. Además, cada
adolescente tiene su propia personalidad y evoluciona en un entorno concreto: en un contexto
sociocultural más o menos sólido y en un clima afectivo que le confiere mayor o menor seguridad (3,

Ser padres, ser hijos: Los desafíos de la adolescencia


Dedicado a sus propios hijos –“de quienes, dice, aprende cada día”–, Mario Izcovich, escribe este
libro, no como una fórmula o “la solución” a las dificultades de comunicación en esta complicada
etapa de la vida; lo propone como una reflexión sobre la adolescencia, pero aún más en concreto,
como una reflexión sobre los adolescentes como hijos. Su particularidad es que no habla de los
adolescentes y cómo tratar con ellos, habla de manera original de los padres, de sus
cuestionamientos y sus modos de hacer con las dificultades que se les presentan con sus hijos en
esta edad tan decisiva en sus vidas. Este libro, pequeño en formato y en páginas, muy extenso en
la seriedad y el buen hacer que despliega, es el extracto de 30 años de su experiencia en
conversaciones con padres. Experiencia que iniciara en Argentina y que ha continuado en
Catalunya a través de su contacto continuado con distintas asociaciones de padres. En el decir de
J. R. Ubieto, quien escribe el Prólogo: “Este libro es un antídoto contra las falsas promesas del
adoctrinamiento y la omnipotencia. Permite al lector hacerse cargo de su tarea educativa,
confiando en que aprovechará su saber y el de los otros para hacer juntos ese delicado tránsito
que es la adolescencia”. Por lo dicho, queda descartado que se trata de un manual o de una guía
como tantos libritos de autoayuda que circulan hoy al uso. Además de la introducción y de las
conclusiones, el libro está organizado en tres partes. La primera aborda la insoslayable pregunta
sobre qué significa ser padres de adolescentes en este nuevo milenio. Teniendo en cuenta que
cada época pone en juegos sus singularidades y porta sus propias marcas de ser. Pero al mismo
tiempo, poniendo de relieve que no hay un adolescente típico, lo que requiere hablar de
adolescencias en plural. Premisa central, nos dice el autor, para entender que la forma de
relacionarse con un adolescente ha de ser única, sin obedecer a estándares. El adolescente es un
sujeto en construcción, nos explica: Le cuesta comunicarse, se pelea, pierde motivación por las
cosas, se deprime, juega con el riesgo… manifiesta, en definitiva, conductas que descolocan a los
adultos. Pero a su vez, y aunque parezcan lo contrario, pasan por un momento de extrema
fragilidad, que les lleva a encerrarse como efecto último de su propio no saber distinguir qué les
está ocurriendo. Por otro lado, se han producido cambios en la familia y el modelo del padre
tradicional se ha perdido junto con su autoridad. La concepción de la vida en su conjunto sigue
otros parámetros; relacionados con el alargamiento de las expectativas de vida, la vivencia más
inmediata del tiempo y el auge del consumo, que han producido a su vez cambios en la educación.
El autor localiza en la incertidumbre el rasgo principal de estos tiempos. Proponiendo la escucha
como herramienta, insta no obstante a los padres a no ceder frente a su responsabilidad. Ser
padres y no pares. Única manera de ser lugares de referencia de la autoridad que los adolescentes
requieren, modelos a seguir o rechazar. La segunda parte del libro, aborda la cuestión de los
límites, como un tema central en la relación entre padres e hijos. Empezando por la función del
“no” como afirmación de un sujeto, y su función de separación del Otro, como paso necesario para
la construcción de la subjetividad. Pero que incumbe no sólo al sujeto adolescente sino también al
adulto que en esta etapa de la vida de sus hijos se ve a su vez interpelado en su propia existencia.
Recurriendo a ejemplos concretos, presentados por padres en las reuniones, aborda el significado
y la eficacia o no de los castigos. Un tema muy antiguo que entrelaza cuestiones que tienen que
ver con lo social, lo familiar y lo personal. Respecto a las sanciones, y contra el riesgo de la
impulsividad en su aplicación, M. Izcovich propone “la reflexión por parte de los adultos sobre su
manera de actuar” lo que les reportará un menor riesgo de caer en el castigar por castigar, “menos
riesgo de caer en la impotencia y menos riesgo de caer en actuaciones sin sentido.” Autoridad no
es autoritarismo. La autoridad requiere una ética e implica pactos. En, “Problemas en la
adolescencia 2.0”, la tercera parte, aborda lo problemático en el adolescente que tiene
consecuencias en los demás. Tanto a nivel de la familia, como entre los pares y se extiende en el
ámbito escolar. No es un abordaje psicopatológico, por lo que no trata de enfermedades ni de
diagnósticos. “Muchos de los problemas que se manifiestan en los adolescentes tienen origen en
los vínculos”, nos explica, y llegan a constituir el síntoma de la familia. Ésta participa en las causas
de lo que le ocurre al adolescente complejizando la cuestión. Los temores de los padres les llevan
a una sobreprotección que dificulta ese tránsito a la vida adulta por el que transcurre la etapa de
la adolescencia. El riesgo de dar todo a los hijos que no deja un lugar a desear, los peligros ciertos
o no del acceso a internet, las actuaciones y rebeldías y por último, pero no menos importante, el
tema de la sexualidad son pincelados, en este apartado, con maestría y buenos términos. Para
concluir citaría al propio autor: “Vemos pues que se trata de un desafío. Aceptar que las cosas ya
no serán como antes y poder encontrar ahora aquello que nos permita disfrutar. Poder descubrir
en los hijos cosas nuevas. Y poder encontrar motivos para poder reinventarnos a nosotros mismos
más allá de nuestra función de padres y madres.”

Educar en la adolescencia

Continuando con el apasionante apartado sobre qué resuelven y aportan los padres en la educación
de los hijos, hay que añadir a lo ya expuesto, que tampoco suele ser buen estudiante el hijo
consumista. El consumista con el dinero de los padres no es fácil que sea buen estudiante, porque
estudiar requiere voluntad y esfuerzo y él ya tiene muchas cosas sin esa voluntad y ese esfuerzo. De
lo que se deduce que la política de austeridad económica con los hijos es necesaria, o sea, un
poquito menos de móviles, de videojuegos. etc. etc.

Más cuestiones corresponden aún a los padres, me refiero a la formación de la conciencia. Porque
en la conciencia hay una dinámica de lucha es posible educarla, perfeccionarla. Asunto no tan difícil
cuando el educador, padre y madre en este caso, es un individuo lleno de amor, de comprensión,
engendrador de confianza y consecuentemente exigente. Es así como se sientan las más firmes
bases para que la conciencia se forme objetivamente bien.

Todo educador sabe que la conciencia se moldea si se atiende a los instintos, se forma la inteligencia,
se cultiva la afectividad, se fortalece la voluntad y se practica el esfuerzo.

En la formación de la conciencia, el niño debe conocer que hay instintos buenos y malos, cómo
actúan y la trascendencia que pueden tener en su persona. Igualmente deben conocer los valores
y el beneficio y enriquecimiento personal que proporcionan. Todo esto es más importante para los
niños que lo vean plasmado en una persona concreta, que el que los conozcan mediante una
explicación.
En resumen, que si los padres funcionamos bien transmitimos categorías de gran valor para los
demás. Por ello es necesaria la presencia estable de adultos que sirvan de “modelos” y proporcionen
apoyo, ánimo, comprensión y dirección a cada chico.

Y, ¿cómo debe ser la relación de la familia con el centro educativo?

Lo primero es que esa relación tiene que existir, es decir, hay que buscarla, quererla. No podemos
quedarnos en la información breve y escrita de un boletín de calificaciones. La dificultad del tiempo
hay que solucionarla, exigiéndose y exigiendo calidad en esa relación. Hay que visitar a los
profesores de los hijos, es especial al tutor. En esas entrevistas, dos o tres como mínimo en cada
curso escolar, será conveniente tratar:

A. Rendimiento en los estudios.

B. Metas educativas. Bien definido, buscando que sean formadoras del carácter.

C. Convivencia en casa y en el colegio. Comportamiento.

D. Trazar planes de mejora para periodos de tiempo determinados. Planes confeccionados con
optimismo, con esperanza, con alegría.

Hay una cuestión más, que parece que debemos abordar por su alta repercusión en el objetivo que
tenemos planteado: que los hijos puedan estudiar. Me refiero a los hábitos de trabajo y su apoyo
en casa. O lo que es lo mismo, cómo desarrollar la capacidad de esfuerzo.

Las tareas en casa tienen que valer para conseguir hábitos, para desarrollar facultades mentales,
como la memoria, la observación, la asociación, la asimilación, la comprensión y para adquirir
destrezas en la realización de los trabajos.

Lo primero que deben hacer los padres es conocer cómo es la forma de aprender que tienen los
hijos. Deben conocer:

· Cómo razonan.

· Si les cuesta retener.

· Si tienen facilidad para expresarse.

· Si estudian de forma activa, con lápiz y papel.

· Si son ordenados.

Los padres motivan para que realicen las tareas si son positivos, si manifiestan satisfacción por el
trabajo bien hecho del chaval, cuando siguen de cerca sus estudios, que les dará además la
posibilidad de conocerlos mejor y comprenderles., si valoran más el esfuerzo que los resultados,
cuando son creadores de un estilo deportivo ante el trabajo: estilo de lucha, pelea, paciencia y
constancia.

La tarde de los hijos es una acción educativa más. Para ello es imprescindible un poco de
organización que tiene que contar con un horario, un plan de trabajo y hacer vivir el plan organizado.
El horario es conveniente que sea fijo, escrito, con organización y con las tareas bien distribuidas.
Hay que hacerles conocer que con la repetición del horario, día a día, se adquiere un hábito y así
cada vez costará menos. El primer logro del horario es comenzar el trabajo a la hora prevista. Ni un
minuto después a ser posible. El horario es necesario porque el estudio y el trabajo ocupan tiempo,
como decía Unamuno: “Al aforismo de “el saber no ocupa lugar”- lo cual en rigor es falso- pongo
siempre este otro: “pero aprender ocupa tiempo”. El chico tendrá que adaptarse a ese horario.

Decía que ayuda mucho tener cada día un plan de trabajo. Claro y concreto para saber en cada
momento lo que hay que hacer. El plan de trabajo debe abarcar al menos, cinco días semanales. En
ese plan aparecerá también el tiempo que se dedicará al repaso de las lecciones. Si está bien
confeccionado contará con una previsión para la preparación de los controles y pruebas.

Pero desde luego lo más importante del horario y del plan preparado es cumplirlos. Un excelente
horario o plan de trabajo que no se cumple, no sirve para nada. A lo largo de los días pueden
aparecer razones, que no son razones, para posponerlo. No es esto lo que hay que hacer. Lo normal
es hacerlo y valorar el esfuerzo puesto, procurando que cada media hora de trabajo se conviertan
realmente en treinta minutos de trabajo. Es decir, en los tiempos de trabajo se trabaja y en los de
descanso, se descansa. Es cierto que eso enseña a vivir con espíritu de sacrificio, pero ese es el
camino. En fin que el trabajo en casa tiene un valor instrumental y educativo muy importante en
cuanto contribuye a aprender a trabajar en soledad, por propia cuenta, sin dependencia.

EL SOBREAPRENDIZAJE Y LA SUPERATENCIÓN

Consiste en reactualizar espaciadamente el material ya asimilado. Los resultados más altos se


obtienen con un repaso en el que se emplee aproximadamente el 50% en repeticiones y tiempo, al
empleado en el aprendizaje primero. Fijar el recuerdo primero precisa de menor tiempo y
presentaciones.

Hay una correlación muy alta entre la memoria y la Ley del Refuerzo, que dice: "Realizar lo más
perfectamente posible una operación instructiva. Después reiterarla. La reiteración facilita que las
conexiones mentales o hábitos adecuen mejor el aprendizaje. Un mismo tipo de ejercicio repetido,
enseña a solucionar siempre ese tipo. Cuantas más veces se resuelve un problema, más fácil se va
haciendo solucionarlo".

Hay textos que se deben conocer con exactitud. Por lo tanto, hay que recitarlos, repetirlos,
especialmente en aquellos casos en los que las asociaciones son más complicadas.

REGLAS MNEMOTECNICAS.
Hacerse con este tipo de estrategias o claves, posibilitará recordar y recuperar gran cantidad de
aprendizaje.

Cuando la información lo permita, asociar los contenidos mecánico-maquinales (reglas, fórmulas,


definiciones, etc.) a señales, símbolos, palabras-claves, etc.

LA SUPERATENCION.

Atraer la atención de los estudiantes hacia un trabajo, mantener la concentración o vigilancia al


máximo y dirigirla sobre detalles, repercute positivamente en que la información que llega a la
memoria sea mejor.

La habilidad de sobre atención se desarrolla con algunos procedimientos concretos en las tareas a
ejecutar, tales como:

* Registrar datos de un informe, de un texto, de un relato.

El alumno se encuentra continuamente ante textos de las distintas disciplinas escolares. Conviene
que adquiera la habilidad de seleccionar datos capitales y los registre, bien en su cuaderno de
apuntes, bien haciendo fichas, bien en el propio margen del texto de trabajo.

* Tomar notas o apuntes abreviados de las cuestiones más importantes que se observen en el
mensaje del profesor o que aparezcan en la pizarra de clase.

* Diferenciar ideas, datos u objetos. Efectivamente, el alumno que va aprendiendo a diferenciar


diversas cuestiones con las que tiene que trabajar, estará más atento y las diferenciaciones que va
encontrando son un hallazgo que le facilita su memorización. Piénsese en casos como el estudio de
personajes con algún paralelismo: Newton y Pascal; o accidentes geográficos igualmente con algún
paralelismo: cabo y península, etc.

* Descubrir algo en un texto o en una explicación del profesor. El alumno que trabaja con la habilidad
de ir descubriendo ideas capitales, se concentra muchísimo en su trabajo, las posibilidades
distractoras disminuyen altamente. Es por lo tanto tarea primordial del profesor, enseñar a
descubrir este tipo de ideas.

LA PARTICIPACIÓN DE LOS PADRES EN LA EDUCACIÓN (1)

Todos conocemos que el hombre de empresa, de negocios y todo profesional, suele tener una
actividad de un valor inigualable: la atención a su propia familia.
Pero, ¿es que hay alguna duda sobre que los padres tienen que estar en primera línea en la
educación de los hijos?

Una cuestión primordial en la familia es que allí haya serenidad. Si hay serenidad se resolverán los
problemas derivados de las relaciones humanas, que son unos de los más difíciles, y si se tratan y
resuelven en ese ambiente de serenidad, se está resolviendo la educación de los hijos. Otro aspecto
importante, muy importante, es que la relación entre los esposos sea estable y goce de
autenticidad, respeto, agrado y cariño. Esta relación tiene que estar unida por el amor. Amor que
unirá a los esposos, si es sólido, es decir si se basa en el bien del otro, no en la complacencia de uno
mismo, ni en la rivalidad por espacios de poder u otras cuestiones menores. Al contrario, ahí tiene
que existir un permanente deseo de agradar, una atención a los detalles, una conquista diaria;
aspectos muy distintos a la monotonía o a un amor aburguesado, a un cierto aburrimiento y a un
descuido en los detalles. ¿Cómo se logran y mantienen aquellos primeros aspectos? Probablemente
solo hay un camino: “desvivirse” por el cónyuge.

Y cuando una relación ya no funciona, ¿qué hacer? Pues lo mismo que cuando no funciona el riñón,
el hígado o el corazón... ir al especialista para salvar ese riñón, el hígado o el corazón. Hay que ir al
especialista en orientación familiar. Lo que no parece solución es que mi razón, mi sentimiento (mi
egoísmo en realidad) sea el absoluto para arreglar lo que parece que no funciona. Hay etapas en las
que se vive una gran plenitud de amor, dándose generosa y casi locamente. Son muy importantes
vivirlas con intensidad para tener la despensa del amor bien abastecida para cuando llegan esas
otras etapas difíciles.

El matrimonio es un grupo con una empresa común: el crecimiento del amor entre los cónyuges y
la educación de los hijos. Empresa que solicita disponibilidad en los dos para convertir en obras, ese
amor que se profesan. Este punto es tan capital que solamente será posible alcanzarlo si hay buena
comunicación conyugal. Comunicación que será apacible, serena, no fiscalizadora, fecunda, puesto
que se proyectará a terceros, y lírica, es decir, amorosa.

Así que los esposos tienen que disponer de tiempo para hablar, para escucharse, para reconocer los
propios errores, para crecer en comprensión y en capacidad de perdonar. La comunicación es un
factor educativo que repercute en los hijos.

El tiempo es imprescindible y hay que tenerlo también para los hijos, para hablar, jugar, para
conocer sus preocupaciones, sus amistades, su vida académica y sus desasosiegos.

Y cuando esposa y marido presentan una fuerte inclinación a participar activamente en la vida
laboral, tienen que llegar a un compromiso sobre la distribución de tareas en el hogar.

Como principio básico, se puede decir que la influencia que producen las relaciones entre los
esposos es positiva desde un trato conyugal normal. Trato que es consecuencia de unas actitudes
que tienen que existir entre ellos y que ayudan a educar. Cosas tan normales y posibles como:

* Evitar el nerviosismo; saber serenarse.

* Usar de prudencia en las contestaciones.

* Respetarse y respetar.
* Profundizar en el conocimiento del cónyuge.

* Cuidar los detalles de comprensión.

* Saber olvidar.

* Cultivar el buen humor.

* Valorar la opinión del cónyuge.

* Ser muy exigente consigo mismo en cuestiones de orden.

* Saber esperar la realización de algo.

* Saber hacer o admitir las paces, etc.

Contra este planteamiento juega la inmadurez, la desconfianza, el egoísmo y un excesivo afán de


bienestar.

En hogares así constituidos, se desarrolla la autoridad de forma natural. Autoridad que tiene que
ser madura y justa. Es cierto que los padres no son los únicos propietarios de la verdad, pero la
experiencia y el sentido común les ha proporcionado unas lecciones que sí deben dar a los hijos.

En fin, que la autoridad ejercida con sentido común siempre ha sido un potente foco educativo
porque afecto y autoridad tienen que ser correlativos: son las dos muletas que sostienen la
progresión afectiva del niño. Nadie puede suplir lo que pueden hacer un padre y una madre. Nadie
puede llegar a dar la relación afectiva e íntima que mantienen con cada hijo.

Así que en la familia deben evitarse actitudes paternas negativas como las de:

* Padres preocupados: ansiosos, perfeccionistas, exigentes en prohibiciones y parcos en


permisos.

* Padres despreocupados: indiferentes, fríos, hostiles.

* Padres que abdican: por debilidad, comodidad o inmadurez.

* Padres autoritarios o paternalistas.

La familia necesita de padres maduros dedicados a la educación de sus hijos.

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