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en Latinoamérica
BEGOÑA PULIDO HERRÁEZ. Poéticas de la novela histórica contemporánea. México, D.F.: Universidad
Nacional Autónoma de México, 2006, 276 pp.
Ante la proliferación de novelas históricas que se escriben actualmente en Latinoamérica y el gran número de
lectores de este subgénero literario, lo primero que debemos pensar es, quizá, la complicidad que se establece entre
el autor y el lector, cuya interacción revela las pautas comunicativas en las que se desarrolla este diálogo. Los
implicados no sólo se reconocen y se encuentran, sino que
también se construyen pues, como menciona en algún
momento la autora del libro, «elegir un género implica el
reconocimiento de un modo de producción y recepción en el
marco de la comunicación literaria; de este modo, la obra se
inserta en una tradición determinada» (p. 220). Se elige una
forma de escribir, se plantea una manera de leer y este pacto
de lectura refleja la vitalidad de la novela histórica. Una parte
importante de este éxito se debe a que la relación lector-autor
supone un juego y la comunicación no va en una sola dirección,
los lectores mismos condicionan y construyen el subgénero.
Ahora bien, debido a que la autora buscar integrar y contribuir a redefinir el subgénero en Latinoamérica, la
problematización que hace sobre la manera en la que se ha abordarlo la novela histórica nos permite comprender
la forma en la que se han estudiado los géneros; por lo cual, las consideraciones que hace sobre la novela histórica
pueden ser aplicadas al estudio de cualquier otro género literario. En particular me refiero a un elemento: Begoña
Pulido estudia la novela histórica desde su historicidad, lo cual facilita la inclusión de novelas disímiles que
demuestran la movilidad del mismo subgénero. Es decir, si El mundo alucinante o El general en su laberinto no
son los modelos arquetípicos de la novela histórica como la conocemos, se debe a dos aspectos: a que la novela
histórica contemporánea abarca una amplia gama de expresiones que no agotan el subgénero, y a que estas obras
nos muestran el cambio de paradigmas que diferencia a la novela contemporánea de sus representaciones en el
siglo XIX.
Las obras estudiadas en el libro muestran una ruptura formal frente a la novela histórica del siglo XIX, pero, ¿cuál
es el hilo conductor que une a estas obras disímiles y de escritores de nacionalidades diferentes? Podemos
responder que es la forma en la cual las novelas dialogan con la tradición que les precede, pero Begoña Pulido nos
hace más explícita las razones por las cuales escoge estas
novelas: porque «elaboran poéticas diferentes en relación con
un gran tema histórico que las une: el fracaso de las
revoluciones de independencia en América Latina. Las tres
suponen un balance de esa experiencia definitiva» (p. 259-
260). En este punto, las obras se conciben como discursos
que cuestionan la validez de las verdades establecidas, son
textos que subvierten las aguas del tiempo y retoman el
pasado para explicar el presente.
Cada una de las novelas estudiadas desmitifica los orígenes de una nación o del proyecto independentista,
cuestionan la historia oficial y retratan un acontecimiento histórico que dice más de nosotros que de la sociedad
que se describe. Es decir, son las aguas donde se contempla un Narciso fascinado por su propia inmovilidad. En el
cuerpo del texto podemos encontrar una descripción que nos revela la continua reafirmación de la novela histórica
contemporánea: «En el siglo XIX se miraba hacia el pasado, pero con una mirada que lo construye al tiempo que
inventa y escudriña el futuro; en el siglo XX la vuelta hacia el pasado no observa ya de reojo hacia el futuro sino
que parece estar detenida en el presente» (p. 253).
Ahora bien, entre las características principales de la novela histórica contemporánea se encuentran el diálogo que
establecen con los modelos previos y la postura que toman frente a ellos, la mayoría de las veces parodiándolos.
De esta manera, las marcas de veracidad en el texto y el «apoyo documental» (p. 216) que eran indispensables en
la novela del siglo XIX, en la novela histórica contemporánea sirven como puentes con la tradición porque no
buscan retratar una imagen fiel de la realidad, sino servir a la ficción. Como nos refiere la autora, «los conceptos
realidad, ficción y verdad están construidos históricamente, por ello se nos presentan de forma dinámica, cambiante
y se resisten a una definición» (p. 204); de ahí que la novela histórica del siglo XX no dialogue con la historiografía
y otros documentos para ampararse en ellos (aunque los necesiten para establecer el pacto con el lector) sino para
discutirlos y replantear sus alcances.
Para la doctora Pulido, las tres obras son representaciones de una nueva manera de comprender el mundo, revelan
nuevos tiempos, cuyos parámetros están muy relacionados con la posmodernidad. Los tiempos la respaldan; en
época de crisis, de verdades inciertas y relativas, los textos parecen
ser lo único que se mantiene firme gracias a la red que teje con la
tradición. El diálogo de las obras es concreto mientras todo lo
demás se desvanece. Aunado a esto, Begoña Pulido expone la
voluntad que existe en nuestro tiempo de marcar finales para
constituir inicios; por un lado, la novela histórica del siglo XX,
termina con la «la capacidad del lenguaje para hacernos
transparentes la realidad y en concreto la historia» (p. 250); por
otro lado expresa: «El género que nació junto con la América
independiente, cierra también una etapa, una época» (p. 253).
Todo lo anterior es coherente y se sustenta con su propia lógica;
no obstante, los ojos de quien observa el fenómeno también son
históricos y reconstruyen los textos con una objetividad
imposible; la paradoja no es vana porque nos ayuda a
comprender la importancia que tiene el libro: se rechaza la
satisfacción de dejar a críticos futuros la explicación de nuestro
presente. Begoña Pulido analiza la producción literaria del
continente para descubrir el sentido de nuestras ensoñaciones, un
gesto de valentía, porque entrar en el presente es un recorrido
que se hace a ciegas, siempre.