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Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psiquico 1911) Desde hace tiempo hemos observado que toda neurosis tiene la consecuencia, y por taitto probablemente la ten- dencia, de expulsar al enfermo de Ja vida real, de enajenarlo de la realidad.t Un hecho de esta naturaleza no podia esca- par a la observacién de P. Janet; él hablé de una pérdida «de la fonction du réel» {«de la funcién de Jo real»} como rasgo particular de los neuréticos, pero lo hizo sin esta- blecer el nexo de esta perturbacién con las condiciones basi- cas de la neurosis.” El intreducig el proceso de la represién {esfuerzo de desalojo y suplantacién} en ja yénesis de la neurosis ros ha permitido discernir ese nexo. El neurdtico se extrafia de la realidad efectiva porque la encuentra —en su totalidad o en algunas de sus partes— insoportable. El tipo més extremo de este extrafiamiento de la realidad objetiva nos lo muestran ciertos casos de psicosis alucinatoria en los que debe ser desmentido el acontecimiento que provocé la insania (Griesinger).* Ahora bien, eso es justamente lo mismo que hace todo neurético con una parcela de la reali- dad objetiva.* Asi, se nos impone la tarea de investigar en su desarrollo la relacién del neurético, y en general del 1 [Este concepto —aunque expresado en la frase «refugio en la psicosis»— aparece ya en «Las neuropsicosis de defensa» (18944), AE, 8, pag. 6. La frase «refugio on la enfermedad> se presenta en «Apreciaciones generales sobre cl ataque histcrico» (19094), AE, 9, pag, 209. 9). 3 TW. Griesinger (1817-1868) era un conocido psiquiatra berlinés de una generacién anterior, muy admirado por Meynert, el maestro de Freud. EJ pasaje a que alude el texto es, sin duda, el que Freud menciona tres veces en La interpretucién de los suefios (19002), AE, 4, pags. 113, 153 y 243, #. 6, y nuevamente en su libro sobre el chiste (1905c), AE, 8, pag. 163. En ese pasaje, Griesinger (1845, pag. 89) Ilamé la atencién sobre el hecho de que tanto las psicosis como los suefios tenfan la naturaleza de un cumplimiento de deseo.] 4 Otto Rank (19104) ha sefialado hace poco una vislumbre asom- brosamente clara de esta causacién en un pasaje de Schopenhauer, El reundo como voluntad y representacién [parte IT (suplementos), capi- tulo 32]. 223 hombre, con Ja realidad, y de tal modo ineorporar el signi- ficado psicolégico del mundo exterior real-objetivo a Ja en sambladura de nuestras doctrinas. Dentro de la psicologia fundada en el psicoandlisis nos hemos habituado a tomar como el punto de arranquc los procesos psiquicos inconcientes, de cuyas peculiaridades de venimos consabedores por el andlisis. Los juzgamos los mis antiguos, los primarios, relictos de una fase del desarrollo en que ellos eran la vinica clase de procesos animicos. La tendencia principal a que estos procesos primatios obede- cen es facil de discernir; se define como el principio de placer-displacer (0, mds brevemente, el prncipie de pla cer).® Estos procesos aspiran a ganar placer; y de los actos que pueden suscitar displacer, la actividad psiquica se re tira (represion). Nuestros suefios nocturnes, nuestra tenden cia de vigilia a esquivar las impresiones penosas, son restos del imperio de ese principio y pruebas de su jurisdiccidn. Retomo ilaciones de pensamiento que he desarrollado en otro lugar,® suponiendo ahora que el estado de teposo psi quico fue perturbado inicialmente por las imperiosas exigen- cias de las necesidades internas. En ese caso, lo pensado (lo deseado) fue puesto {setzen} de manera simplemente aluci- natoria, como todavia hoy nos acontece todas las noches con nuestros pensamientos oniricos.* Sdlo la ausencia de la sa- tisfaccién esperada, el desengafio, trajo por consecuencia que se abandonase ese intento de satisfaccién por via aluci- natoria. En lugar de él, el apatato psiquico debié resolverse a representar las constelaciones reales del mundo exterior y a procurar la alteracién real. Asi se introdujo ua nuevo prin- cipio en la actividad psiquica; ya no se representé io que era agradable, sino lo que era real, aunque fuese desagradable.* 5 [Parece ser esta la primera oportunidad en que se consigna «ptin- cipio de placer»; en La interpretacién de los suenios (1900a) se lo denomina siempre «principio de displacer» (cf., p. ei. AE, 5, par. 589).] 6 En la seccidén general de La interpretacicin de los suefios. [O sea, en el capitulo VIT; véase, en especial, AE, 5, pags. 557-9 y 587 y sigs. Pero lo que sigue es anticipado en su mayor parte en el «Proyecto de psicologfa» de 1895 (19502); p. ej, AE, 1, pags. 362-4 y 370-2.) 7 El estado del dormir puede proporcionarnos el retrato de la vida animica antes del reconocimiento de la realidad objetiva {Realstdt}, porque aquel tiene como premisa la’deliberada desmentida de esta (deseo de dormir). 8 Intentaré completar con algunas puntualizaciones la esquemdtica exposicidn del texto. Con razdn se objetaré que una organizacién asi, esclava del principio de placer y que descuida la realidad objetiva del 224 Este establecimiento del principio de realidad resulté un paso grévido de consecuencias. 1. En primer lugar, los nuevos requerimientos obligaron a una serie de adaptaciones del aparato psiquico que noso- tros, por tener un conocimiento insuficiente o inseguro, s6lo podemos sefialar de manera en extremo sumaria. Al aumentar Ja importancia de la realidad exterior cobré relieve también la de los érganos sensoriales dirigidos a ese mundo exterior y de Ja conciencia acoplada a ellos, que, ademas de Jas cualidades de placer y displacer (las tnicas gue le interesaban hasta entonces), aprendié a capturar las cualidades sensoriales. Se instituyé una funcidn particular, la atencién,® que itia a explorar periddicamente el mundo ex- terior a fin de que sus datos ya fueran consabidos antes que se instalase una necesidad interior inaplazable. Esta actividad sale al paso de las impresiones sensoriales en lugar de aguar- dar su emetgencia, Es probable que simulténeamente se in- trodujese un sistema de registro que depositaria los resulta- dos de esta actividad periédica de la conciencia —una parte de Jo que Hamamos memoria—. En lugar de la represién, que excluia de Ja investidura a mundo exterior, no podria mantenerse en vida ni por un instante, de suerte que ni siquiera habria podido generarse, Sin embargo, el uso de una ficcién de esta {ndole se justifica por la observacién de que el lactante, con tal que le agreguemos el cuidado materno, realiza casi ese sistema psiquico. Es probable que alucine el cumplimiento de sus necesidades interiores; denuncia su displacer, a rafz de un acre- centamiento de estimulo y una falta de satisfaccién, mediante la des- carga motriz del berreo y pataleo, y tras eso vivencia la satisfaccién alucinada, Mas tarde, el nifio aprende a usar estas exteriorizaciones de descarga como medio de expresién deliberada. Y puesto que el cui- dado que se brinda al Jactante es el modelo de la posterior providen- cia ejercida sobre el nifio, el imperio del principio de placer sélo llega a su término, en verdad, con el pleno desasimiento respecto de los progenitores. — Un buen ejemplo de sistema ps{quico separado de Jos estimulos del mundo exterior, y que puede satisfacer aun sus ne- cesidades de nutricidn de manera autista (para emplear un término de Bleuler [1912]), nos lo proporciona el pichén encerrado dentro de la cdéscara del huevo con su acopio de alimento, al cual el cuidado ma- terno se limita a aportarle calor. —- No lo consideraré enmienda, sino sélo ampliacién del esquema aqui examinado, que se exija, para el sistema que vive segin el principio de placer, unos dispo- sitivos por medio de los cuales se pueda sustraer de los estimulos de la realidad. Estos dispositivos son sélo el correlato de 1a «represién», que trata los estimulos de displacer internos como si fueran externos, y por tanto los echa al mundo exterior. ® [Se hallarén algunos comentarios sobre las concepciones de Freud acerca de la atencién en una nota mia de «Lo inconciente» (1915e)}, AE, 14, pag. 189.] 225 algunas de las representaciones emergentes por generadoras de displacer, surgié el fallo’® imparcial que decidirfa si una representacién determinada era verdadera o falsa, vale decir, si estaba 0 no en consonancia con Ja realidad; y lo hacia por comparacién con Jas huellas mnémicas de la realidad. La descarga motriz, que durante el imperio del principio de placer habia servido para aligerar de aumentos de esti- mulo al aparato animico, y desempefiaba esta tarea mediante inervaciones enviadas al interior del cuerpo (mimica, exte- tiorizaciones de afecto), recibié ahora una funcidn nueva, pues se la usd pata alterar Ja realidad con arreglo a fines. Se mudé en accidn." La suspensién, que se habia hecho necesaria, de la des- carga motriz (de la accién) fue procurada por el proceso del pensar, que se constituy6 desde el representar. El pensar fue dotado de propiedades que posibilitaron al aparato ani- mico soportar la tensién de estimulo elevada durante el apla- zamiento de la descarga. Es en lo esencial una accidn ten- tativa con desplazamiento de cantidades més pequefias de investidura, que se cumple con menor expendio (descarga) de estas.'* Para ello se requirié un trasporte de las investi- duras libremente desplazables a investiduras ligadas, y se lo obtuvo por medio de una elevacién en el nivel del proceso de investidura en su conjunto. Es probable que en su origen el pensar fuera inconciente, en la medida en que se elevé por encima del mero representar y se dirigié a las relaciones entre Jas impresiones de objeto; entonces adquirié nuevas. cualida- des perceptibles para Ja conciencia tinicamente por la ligazén con los restos de palabra. ** 2. Una tendencia general de nuestro aparato animico, que puede reconducirse al principio econdmico del ahorro de gas- to, parece exteriorizarse en la pertinacia del aferrarse a las fuentes de placer de que se dispone y en la dificultad con que se renuncia a ellas. Al establecerse el principio de rea- 10 [{«Urdeilsfallung».} El concepto {emparentado con este} de adesestimacin por el juicion {«Urteilsverwerfung»} habia aparecido va en la primera edicién del libro sobre et chiste (1905c), AE, 8, paz. 167 y m. 12, y fue luego examinado més detenidamente en «La ne- pacién» (1925), AE, 19, pags. 254-6.] 1 [Cf. el «Proyecto de psicologian (19502), AE, 1, pags. 362-4.) 32 (Cf. ibid., pigs. 377-80, y La interpretacién de los suefios (19002), AE, 5, pags. 588-9.] 1 (CH. et «Proyecto de psicologiay (1950a), AE, 1, pags. 408-20, y La interpretacién de los suefios (19004), AE, 5, pags. 566 y 604-5. El desarrollo de este tema se prosigue en Ja seccién VIE de «Lo in. conciente» (1915e), AE, 14, pags. 193-201.] 226 lidad, una clase de actividad del pensar se escindid; ella se mantuvo apartada del examen de realidad y permanecié so- metida tinicamente al principio de placer.!4 Es el fantasear, que empieza ya con el juego de los nifios y mds tarde, pro- seguido como suefos diurnos, abandona el apuntalamiento en objetos reales, 3. El relevo del principio de placer por el principio de realidad, con las consecuencias psiquicas que de él se siguen ¥ que en esta exposicién esquematica hemos condensado en un unico pdrrafo, en verdad no se cumple de una sola vez ni simulténeamente en toda la linea. Pues mientras este de- sarrollo se cumple en las pulsiones yoicas, las pulsiones se- xuales se desasen de él de manera muy ‘sustantiva. Las pul- siones sexuales se comportan primero en forma autoerética, encuentran su satisfaccidn en el cuerpo propio; de ahf que no Ileguen a Ja situacién de Ja frustracién,-esa que obligé a instituir el principio de realidad. Y cuando més tarde em- pieza en ellas el proceso de hallazgo de objeto, este proceso experimenta pronto una prolongada interrupcién por obra del periodo de latencia, que pospone hasta la pubertad el desarrollo sexual. Estos dos factores —autoerotismo y pe- tiodo de latencia— tienen por consecuencia que la pulsién sexual quede suspendida en su plasmacidn psiquica y per- manezca mds tiempo bajo el imperio del principio de pla- cer, del cual, en muchas personas, jamds puede sustraerse. A rafz de estas constelaciones, se establece un vinculo mas estrecho entre la pulsién sexual y la fantasia, por una parte, y Jas pulsiones yoicas y las actividades de Ja conciencia, por la otra, Tanto en las personas sanas cuanto en las neuréticas este vinculo se nos presenta muy intimo, aunque las actua- les consideraciones de psicologia genética nos permiten dis- cernitlo como secundario. La eficacia continuada del auto- erotismo hace posible que se mantenga por tan largo tiempo en el objeto sexual la satisfaccién momentdnea y fantaseada, més facil, en lugar de la satisfaccién real, pero que exige es- fuerzo y aplazamiento. La represién permanece omnipotente en el reino del fantasear; Jogra inhibir representaciones in <4 Como una nacién cuya riqueza se basara en Ja explotacién de sus recursos naturales y sin embargo reservase determinado dmbito a fin de que sea dejado en su estado primordial y a salvo de las al- teraciones de la cultura (v. gr., el Parque Nacional de Yellowstone {en Estados Unidos}). [Aqu{ parece hacer su primera presentacién Ia frase «examen de realideds {«Realtstsprijungs}. ~~ Vease cl andlisis de las fantasias en «El creador literario y el funtaseo» (1908e) y en «Las fantas{as histéricas y su relacisn con Ia bisexualidad> (1908¢).] 227 Statu nascendi, antes que puedan hacerse notables a la con- ciencia, toda vez que su investidura pueda dar ocasién al desprendimiento de displacer. Este es el lugar més _.l4bil de nuestra organizacidn psiquica; es el que puede ser aprove- chado para Ilevar de nuevo bajo el imperio del principio de placer procesos de pensamiento ya ajustados a la ratio. Una parte esencial de la predisposicién psiquica a la neurosis est4 dada, segtin eso, por el retardo con que la pulsién sexual es educada para tomar nota de la realidad y, ademés, por las condiciones que posibilitan ese retraso. 4. Asi como el yo-placer no puede mds que desear, traba- jar por la ganancia de placer y evitar el displacer, de igual modo el yo-realidad no tiene més que aspirar a beneficios y asegurarse contra perjuicios’* En verdad, Ja sustitucién del principio de placer por el principio de realidad no im- plica el destronamiento del primero, sino su aseguramiento. Se abandona un placer momentdneo, pero inseguro en sus consecuencias, sdlo para ganar por el nuevo camino un pla- cer seguro, que vendré después. Sin embargo, Ja impronta endopsiquica de esta sustitucién ha sido tan tremenda que se reflejé en un mito religioso particular. La doctrina de la recompensa en el mds allé por la renuncia —voluntaria o impuesta— a los placeres terrenales no es sino la proyeccién mitica de esta subversién psiquica. Las religiones, atenién- dose de manera consecuente a este modelo, pudieron impo- ner la renuncia absoluta al placer en la vida a cambio del resarcimiento en una existencia futura; pero por esta via no lograron derrotar al principio de placer, La ciencia fue la ptimera en conseguir ese triunfo, aunque ella brinda durante el trabajo también un placer intelectual y promete una ga- nancia practica final. 5. La educacién puede describirse, sin mds vacilaciones, como incitacién a vencer el principio de placer y a susti- tuirlo por el principio de realidad; por tanto, quiere acudir en auxilio de aquel proceso de desarrollo en que se ve en- M4 La ventaja del yo-realidad sobre el yo-placer ha sido certeramente expresada por Bernard Shaw en Man and Superman {Hombte y su- perhombre} con estas palabras: «J'o be able to choose the line of greatest advantage instead of yielding in the direction of least re- sistancen {«Poder escoget la linea de la mayor ventaja en vez de ce- der en Ja direccién de la menor resistencia»}. [La frase estd puesta en boca de Don Juan y pertenece al «interludio mozatteano» del acto IL]. — Las relaciones entre el yo-placer y el yo-realidad se des- criben de manera mucho mas elaborada en «Pulsiones y destinos de pulsidn» (1915c), AE, 14. pags. 129-31.] 228 vuelto el yo, y para este fin se sirve de los premios de amor por parte del educador; por eso fracasa cuando el nifio mi- mado cree poseer ese amor de todos modos, y que no puede perderlo bajo ninguna circunstancia. 6. El arte logra por un camino peculiar una reconciliacién de los dos principios. El artista es originariamente un hom- bre que se extraiia de Ia realidad porque no puede avenirse a esa renuncia a la satisfaccidn pulsional que aquella pri- mero le exige, y da libre curso en la vida de Ja fantasia a sus deseos eréticos y de ambicién. Pero él encuentra el cami- no de regreso desde ese mundo de fantasia a la realidad; lo hace, merced a particulares dotes, plasmando sus fantasfas en un nuevo tipo de realidades efectivas que los hombres reconocen como unas copias valiosas de la realidad objetiva misma. Por esa via se convierte, en cierto modo, realmente en el héroe, ef rey, el creador, el mimado de Ia fortuna que querria ser, sin emprender para ello el enorme desvio que pasa por la alteracién real del mundo exterior. Ahora bien, sdlo puede alcanzarlo porque los otros hombres sienten la misma insatisfaccién que él con esa renuncia real exigida, porque esa insatisfaccidn que resulta de la sustitucién del principio de placer por el principio de realidad constituye a su vez un fragmento de Ia realidad objetiva misma.1® 7. Mientras el yo recorre Ja trasmudacién del yo-placer al yo-realidad, las pulsiones scxuales experimentan aquellas modificaciones que las Hevan desde el autoerotismo inicial, pasando por diversas fases intermedias, hasta el amor de objeto al servicio de la funcién de reproducir Ja especie. Si es cietto que cada estadio de estas dos Iineas de desarrollo puede convertirse en el asiento de una predisposicién a en- fermar més tarde de neurosis, ello nos sugicre hacer depen- der Ja decisién acerca de Ja forma que adquirird después la enfermedad (la eleccidn de neurosis) de la fase del desa- rrollo del yo y de Ia libido en la cual sobrevino aquella inhibicién del desarrollo, predisponente. Asi, los caracteres temporales, atin no estudiados, de ambos desarrollos, y su posible desplazamiento rec{proco, cobran una significativi- dad insospechada. 7 16 Véase la posicidn siniilut adoptada por Otto Rank (1907). (CE. también «El creador Jiterario y cl fantaseo» (Freud, 1908e) y el pa rrafo final de la 239 de lan Conferencias de introduccion al psicoana- lists (1916-17), AL, M4, rips. 3423.1 37 {Este tema ar denarrolla en «La predisposicién a la neurosis ivan (19194), infra, pigs. 3445.1 ob: 229 8. El cardcter mds extrafio de los procesos inconcientes (reprimidos), al que cada indagador no se habittia sino ven- ciéndose a si mismo con gran esfuerzo, resulta enteramente del hecho de que en ellos el examen de realidad no rige para nada, sino que la realidad del pensar es equiparada a la rea- lidad efectiva exterior, y el deseo, a su cumplimiento, al acon- tecimiento, tal como se deriva sin mds del imperio del viejo principio de placer. Por eso también es tan dificil distinguir unas fantasfas inconcientes de unos recuerdos que han de- venido inconcientes.'* Pero no hay que dejarse inducir al error de incorporar en Jas formaciones psiquicas reprimidas la valoracién de realidad objetiva y, por ejemplo, menos- preciar unas fantasfas respecto de la formacién de sintoma por cuanto justamente no son realidades efectivas ningunas, o derivar de alguna otra parte un sentimiento de culpa neu- rético porque en la realidad efectiva no pueda demostrarse que se cometié un delito. Tenemos la obligacién de servirnos de la moneda que predomina en el pais que investigamos; en nuestro caso, de la moneda neurética. Inténtese, por ejemplo, solucionar un suefio como el que sigue. Un hombre, que cuidé a su padre durante su larga y cruel enfermedad letal, informa que en Jos meses que siguieron a su muerte sofié repetidas veces: El padre estaba de nuevo con vida y hablaba con él como solia. Pero él se sentia en extremo ado- lorido por el hecho de que el padre estuviese muerto, sdlo que no sabia. Ningin otro camino nos lleva a la compren- sién de este suefio, que parece absurdo, si no es el agregar «segtin el deseo del sofiante» o «a causa de su deseo» a las palabras «que el padre estuviese muerto», y el afiadir «que él [el sofiante] lo deseaba» a las ultimas palabras. El pensa- miento onfrico reza entonces: Era para él un doliente re- cuerdo e! haber tenido que desearle la muerte a su padre (como liberacién) cuando atin vivia, y cudn espantoso ha- bria sido que el padre lo sospechase. Se trata, pues, del conocido caso de Jos autorreproches que siguen a Ja muerte de un deudo querido, y aqui ese reproche se remonta hasta el significado infantil del deseo de muerte contra el padre. Los defectos de este pequefio ensayo, més preparatorio que concluyente, quizd sdlo en escasa medida quedardn dis- 18 [Esto es ampliamente examinado en la 23? de las Conferencias de introduccién al psicoandlisis (1916-17), AE, 16, pags 335-6.] 19 [Este suefio fue agregado a la edicién de 1911 de La interpre- tacidn de los suefios (1900a), AE, 5, pags. 430-1, poco después de publicarse el presente trabajo.] 230 culpados si los declaro inevitables. En estos breves parrafos sobre las consecuencias psiquicas de la adaptacidén al prin- cipio de realidad debi apuntar opiniones que de buen grado me habria reservado y cuya justificacién ciertamente no exi- gité pocos esfuerzos. Confio, no obstante, en que a los lec- totes de buena voluntad no se les escape el Jugar donde en este trabajo pueda comenzar el imperio del principio de realidad. 231

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