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INTRODUCCIÓN
El padre ilustre
La importancia del personaje de Gustavo Fussller en la novela se hace evidente
desde el comienzo. El primer capítulo está constituido íntegramente por la carta que el
científico dirige a su cuñado. En ella se introduce la imagen de la fuerza de Alejandra, como
primer rasgo de la protagonista.
Dicha caracterización se completará en las páginas siguientes. Alejandra aparece
desde el inicio como una proyección de su padre, éste le transmite “su naturaleza sabia y
vigorosa” y “su conformación intelectual y moral” (Duayen: 51). Por otra parte, para
evidenciar aun más la asimilación entre ambos personajes, se refiere que Alejandra se
constituye en el hijo deseado: “comprendió que, a falta de un hijo, ella debía serlo […]”
(Duayen: 51). 1
En el deseo de cumplir con las expectativas de su progenitor, “elegida por él [..] para
reemplazarlo” (Duayen: 51), la hija se integra a su figura progresivamente, lee los libros
que leen los hombres, elige como fábulas los relatos de los clásicos preferidos por el
científico y los amigos de éste conforman su círculo de amistades. Y, para cerrar más el
círculo, Gustavo mismo se desempeña como maestro de su propia hija.2
Más adelante, la sumisión a la figura paterna trascenderá los límites de la existencia
misma: “[…] muerto, vivía en ella; todos sus actos estaban destinados a complacerle todavía
; […]” (De la Barra: 80).
Alejandra: lectora modélica
La adecuación a la figura del padre, se corresponde con la manera en que se
conforma el vínculo con la madre. Así como el padre instruye a Ana María, Alejandra le
enseña historia en forma de leyendas (Duayen: 57). La madre niña, que es presentada
mediante el diminutivo “figurita morena”, entre los “hermosos tipos rubios” del padre y la
hija (De la Barra: 60), apenas alcanza un barniz de instrucción.
Efectivamente, Ana María aparece como una lectora sentimental que jamás alcanza
el alto grado de competencia de su hija. Ella, que se deslumbra al leer la palabra “ilustre”
adjetivando el nombre de su esposo, permanece fuera de esa comunión que se estrecha entre
el espíritu del científico y Alejandra, esencia del propio espíritu de Gustavo (De la Barra:
57). 3
1
Este aspecto será enfatizado posteriormente en la escritura del brazalete que porte la joven al ser presentada
en la corte (De la Barra: 54). El valor de Alejandra es medido en relación con el de los hijos varones, y
públicamente reconocido en el momento de la finalización de sus estudios.
2
Tal trayecto en su conformación se corresponde con su docilidad atribuida a Alejandra (De la Barra: 53).
3
La actitud que ambas presentan en la contemplación artística permite dar cuenta de dos perfiles femeninos
contrapuestos. La distinción que evidencia Alex en su gusto ante cuadros y esculturas es reconocida por
3
Por el contrario, Alex, adquiere una destreza lectora suprema, destreza lectora que
aumenta su caudal intelectual sin alterar su condición ingenua. La capacidad de mantener la
sanidad de su imaginación pese a las lecturas y el saber acumulado es una de las cualidades
distintivas de la protagonista (Duayen: 53).
La antítesis entre ambos modelos de lectora se hace evidente en la visita a las
catacumbas. Mientras Alex lee con fascinación las escrituras y signos de las lápidas, Ana
María cierra los ojos al atravesar los túneles del brazo de su esposo (De la Barra: 57).
Entre ellas, aparece un tercer tipo de lectora: Stella. El desarrollo casi inverosímil de
su mente, debido a las circunstancias de su nacimiento, se corresponde con una lectura
precoz y autodidacta adquirida, sin guía, en los libros de imágenes (Duayen: 65). La
capacidad lectora de la pequeña se proyectará luego en su actividad narradora entre los niños
del “Ombú”, y en su fascinación permanente ante las figuraciones de cuentos y leyendas
(Duayen: 318).
Ya en la casa de los Maura Sagasta, no habrá personaje femenino lector entre los
miembros del hogar. Cuando, al hacer la descripción de los integrantes de la familia se
refieran las particularidades individuales, solo se mencionarán los hábitos lectores de Emilio
y Luis, y, en ambos casos, serán prácticas imperfectas. Emilio no estudia, solo leía, y Luis
carece del hábito de la lectura (Duayen: 73-74). En este ámbito vuelve a proyectarse la
sombra materna, aquella distancia intelectual respecto de su esposo y su hija que la
caracterizaba, encuentra correspondencia con la escasa ilustración de su mundo de origen.
De manera que, la superioridad de la formación de Alejandra, la instala aun por
encima del universo intelectual de sus primos, y a gran distancia del horizonte cultural de las
mujeres de la sociedad porteña.4
Por otra parte, es esa distancia la que permite a la extranjera elaborar un juicio
respecto de este aspecto: desde la perspectiva de Alejandra, en esta sociedad moralmente
ineducada se instruye sin educar, y la intelectualidad carece del espacio para su desarrollo
(Duayen: 81).
La maestra narradora
La voluntad de Alejandra por ejercer un oficio la lleva a ofrecerse como institutriz. 5
Gustavo como propia de los elegidos (De la Barra: 57). A diferencia de ella, la madre se inquieta ante los
desnudos y se interesa por las historias de amor que descubre detrás de monumentos y leyendas al recorrer
ciudades (De la Barra: 58)
4
La crítica a la sociedad aristocrática nacional estaría dada también por el contraste entre su carácter
intelectualmente estrecho y las cortes europeas en que el prestigio era dado por la magnitud intelectual de sus
concurrentes.
4
5
En el ejercicio de esta labor de institutriz Masiello señala el establecimiento de un proyecto ético propuesto
por la extranjera, que guiara la Nación en la modernidad tendiendo un puente entre los valores tradicionales y
los nuevos valores (Masiello: 1994). Desde nuestra perspectiva, la apuesta de la novela está fuertemente
concentrada en la conservación de los primeros.
5
planas, si no con relieve y movimiento, figuras que desarrollan procesos -el dictado del tema
y el proceso reflexivo, y que actualizan la instancia de formación original desde la que se
iluminarán tantas otras escenas en la novela.
Bibliotecas y lectores
El padre ilustre, autor de apasionantes libros que hasta el Papa lee con placer, se
proyecta en el espacio familiar, en ese “salón biblioteca” que constituye el ámbito de
reunión del grupo en el hogar de los Fussller.
Allí, Alex canta el relato de Lohengrin, y anticipa con ello las instancias de su vida
futura: como el héroe, ella llegará por un camino de agua a la nueva tierra, y del mismo
modo, su conducta benéfica y heroica será retribuida con la desconfianza sobre su identidad,
lo que llevará a su alejamiento hacia la tierra de la que partiera.
La escena de aquel salón en Cristianía se proyecta en la escena de la biblioteca en la
estancia “Atalaya”. Efectivamente, cuando Máximo invita a Alex a conocer este recinto, la
joven se conmociona hasta palidecer evocando la sala paterna (Duayen: 242).
Una serie de estrategias confluyen para presentar como epicentro narrativo dicho
espacio. La ubicación superior de la biblioteca, a la que se ingresa desde la terraza, se
corresponde con las jerarquías que el relato va organizando. El ámbito del saber adquiere en
esta tópica su ubicación privilegiada. Por otra parte, el aislamiento que la circunda – La
Pampa y el mar conforman el cuadro antes del ingreso- parece remitir a lo extraordinario del
dominio intelectual en un medio social que no favorece su desarrollo.
Ya en su interior, se accede a una detallada descripción del cuantioso mobiliario allí
distribuido: estantes, sillones, divanes, bibliotecas de nogal, etc.
Además, como recinto del saber, junto a los vastos anaqueles, se ofrece un
sinnúmero de obras de arte – esculturas, pinturas, etc- que da cuenta de la distinción y el
amplio conocimiento artístico de su dueño.
Asimismo, Máximo- quien promete a Stella ser un poco padre de Alex (Duayen:
278)- reconoce, tal como lo hiciera Gustavo, la misma distinción exquisita en el gusto
artístico de su invitada.
En este espacio se produce el develamiento de uno y otro, ambos se reconocen como
“individuos de una misma raza que se encuentran en un país extraño” (Duayen: 244). Y el
gentleman descubre en el espíritu aristocrático de la mujer europea, el alma que lo
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6
Es posible vincular este aspecto como lo que Berg describe en términos de una europeización de la Argentina
en las novelas de Duayén (Berg: 2004): la impronta extranjera de la mujer que guiará al futuro conductor de
hombres nacional hacia la determinación de su misión social.
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La dedicatoria inscripta en ese obsequio, “La hija de Gustavo Fussller, al hijo de Ezequiel Quirós” (Duayen:
337) refuerza aun más la subordinación a las figuras paternas y la especularidad entre ambos personajes.
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que es el propio Máximo (Duayen: 251), se asimilará a Alex. En la biblioteca, será ella la
que retome el discurso de Ezequiel para animar a Máximo a convertirse en el hombre
deseado por su progenitor. Más adelante, hacia el final, el mismo Máximo reconocerá ante
el retrato de su padre que Alex ha ocupado el lugar del muerto (Duayen: 425).
En un segundo movimiento, Alex revela su proyecto de continuar la obra trunca de
Gustavo, y la conciencia de su inferioridad respecto del talento supremo del científico. De
este modo, tanto la joven institutriz como el gentleman, evidencian la sujeción extrema al
proyecto paterno y la asimilación vital a esos hombres cuya ausencia viven como una
amputación, reconociéndose ambos reflejados en la cita de Renán (Duayen: 216: 216).8
Por otra parte, Alejandra se presenta como primera lectora de su padre, autor ante el
cual pone en juego sus más íntimas emociones: “soy el devoto y humilde rapsoda de mi
padre” (De la Barra: 246) El grado de veneración que manifiesta al respecto podría
vincularse con la defensa del contenido de los devocionarios que ensaya al final del capítulo.
Nuevamente aquí crece la figura del gran Gustavo, al punto de tomar la propia de voz de su
hija para presentar el relato de Juan Beltrand: “[…]es papá quien va a narrar” (Duayen:
260).
La amplificación de la presencia paterna se corresponde con la reducción de la figura
de la hija que aparece en la visión de Máximo como “una flor dentro de un misal”.
(Duayen: 260). En este sentido, es posible leer una correspondencia entre la decisión de Juan
Beltrand de sacrificar su vida heroicamente aceptando tomar el lugar de su hermano, y la de
Alejandra, que somete su existencia toda al proyecto paterno.
Así, el cierre de la novela, la inscripción que la protagonista elige grabar con mano
firme en la piedra es la del salmo que Gustavo Fusller amara. Esta remisión final que
reproduce en la escritura una de las lectura predilectas del científico, otorga una dimensión
sagrada al Padre en el uso de la mayúscula inicial.
Conclusión
En Stella se nos narra la trayectoria vital de la protagonista, Alejandra Fusller, y, su
proceso de formación intelectual y moral promovido por su padre, Gustavo Fussller.
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La especularidad entre ambos es reforzada por la comparación de Alejandra con un “gentilhombre” (Duayen:
253). La asimilación de Alejandra con lo masculino se reitera en diversas instancias, además de ocupar el
lugar de “hijo” para su padre, ella es “secretario” de su tío (Duayen: 395), y llamada “mi coronel” por Máximo
(Duayen:305). Estas estrategias podrían ser leídas en correlación con el seudónimo masculino de la autora, y
el funcionamiento interno de esta dualidad en su proyección hacia la constitución de la protagonista.
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BIBLIOGRAFÍA
Barthes, Roland, “Escribir la lectura” (1970) y “Sobre la lectura” (1976), El susurro del
lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura, Barcelona-Buenos Aires-México,
Paidós, 1987, pp. 35-38 y 39-49.
Berg, Mary, “La mujer moderna en las novelas de César Duayen”, en “La mujer moderna en
las novelas de César Duáyen”. Revista iberoamericana 70.206 (2004): n. pag. Web.
file:///C:/Users/i5/Downloads/5592-22138-1-PB.pdf
9
Masiello, Francine (1994) “Voces de(l) Plata: dinero, lenguaje y oficio literario en la
literatura femenina de fin de siglo”, Mujeres y cultura en la Argentina del siglo XIX. Buenos
Aires: Feminaria, pp. 38-47.