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en su tratado Nos pouvoirs occultes—, capaces de explicar por sí solos algunos fenómenos tan
extraños como la autoscopia, la «visión» a través de la punta de los dedos (se han dado varios casos
en Europa últimamente), y también la percepción de colores al contacto con la epidermis, y otros.
Pero nosotros los sustentadores de la doctrina idealista, por nuestra parte buscamos las pruebas de
una eventual supervivencia totalmente científica, irrefutable. A la pregunta incómoda, de si algo de la
personalidad humana puede sobrevivir después de la muerte, y si ello es susceptible de ser
descubierto, respondemos que la posibilidad existe, y que el problema es tan importante que su
investigación debe quedar abierta al método científico, sin cortapisas, sin tabús ni prohibiciones de
clase alguna. Así, la posibilidad de supervivencia es estudiada desde hace unos años bajo el
nombre eufemístico de «memoria extracerebral». Han sido notables al respecto, los trabajos de los
doctores Jan Stevenson, de Estados Unidos, y H. N. Banerjee, de la Universidad de Jaipur, India. Otra
vertiente muy importante es el estudio científico de las psicofonías. Precisamente no hace mucho el
Papa Pablo VI condecoró a Jürgenson, el técnico que consiguió por vez primera grabar unas voces del
Más Allá. Según una información publicada en la Prensa, el ingeniero brasileño Henrique Rodrigues,
nos decía que el Vaticano ayuda financieramente esas investigaciones de Jürgenson. Quizá, como
afirma Gaither Pratt la parapsicología sea, si no la más nueva, la más revolucionaria de las ciencias. Y
eso porque ha logrado trastocar muchos conceptos que parecían inamovibles, y ha obligado a los
científicos a enfocar de una manera diferente ciertos aspectos del Universo. Recapacitemos en lo
dicho anteriormente. Como se sabe, en la naturaleza la energía no se destruye jamás, sólo se
transforma. En la Unión Soviética y en los Estados Unidos se han llevado a cabo experimentos
fantásticos que no han sido publicados, porque primero hay que mentalizar a las gentes: en Rusia se
ha podido «foto- grafiar vivo'> a un cadáver en las veinticuatro primeras horas después de producirse
el fallecimiento por muerte accidental, y pudo «comprobarse» cómo salía, pasado este tiempo, algo
así como un fluido que abandonaba aquel vestido, aquella «cáscara», como diría un Lama, aquel
despojo de cuerpo, como evaporándose... El resultado ha sido —quizá por otros motivos— que los
soviéticos han detenido actualmente todos estos estudios del cuerpo «bioplasmático» descubierto