Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Asociación
Latinoamericana de Sociología, Guadalajara, 2007.
Diversidad identitaria y
religiosa en los mazahua del
estado de México.
Acta Académica es un proyecto académico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa de acceso
abierto. Acta Académica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir su
producción académica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite:
http://www.aacademica.org.
DIVERSIDAD IDENTITARIA Y RELIGIOSA EN LOS MAZAHUA
DEL ESTADO DE MEXICO
GRUPO DE TRABAJO Nº 31
Interculturalidad: pueblos originarios, afro y asiáticos en Latinoamérica y el Caribe
RESUMEN
Introduciendo el conflicto
En los estudios recientes de antropología en pocas ocasiones se describen y analizan los
conflictos al interior de las comunidades, entre otras razones, por tener implícita o
explícitamente una visión homogénea e idílica sobre la comunidad, la cultura y las
dinámicas que en su interior se presentan. También por describir a la organización
social indígena (familia, parentesco, sistema de cargos, mayordomías, consejo supremo,
comisariado ejidal, asociaciones, entre otras) con sesgos tendientes a demostrar su
funcionalidad en relación con sus estructuras propias, a la cultura y a la identidad,
entendidas estas últimas casi siempre a partir de matrices prehispánicas y de la
religiosidad del catolicismo romano. De manera olímpica se excluye u olvida la
composición heterogénea de la comunidad indígena en religión, política, economía y
relaciones sociales, tanto en su interior como en el exterior, muchas veces por la
pretensión del deseo apasionado de contribuir a conservar culturas consideradas en
equilibrio y sin conflictos.
En la antropología con frecuencia se alude al conflicto externo que suele ser relacionado
con las otras culturas, las otras sociedades, y no con los otros internos,
intracomunitarios. A partir de ello, muchos antropólogos son los mayores redentores de
la alteridad, la pluralidad y el respeto a la diferencia cultural, en función de totalidades
étnicas y culturales equilibradas que presentan relaciones conflictivas con otras culturas
por falta de ese respeto y entendimiento que muchos denominan relaciones
interculturales. Es decir, ha predominado la exaltación del conflicto cultural y social en
el contexto de pueblos o culturas agredidas, dominadas, colonizadas, explotadas,
oprimidas y discriminadas por culturas dominadoras.
Desde los estudios de la paz y los conflictos, estos últimos son definidos “como aquellas
situaciones de disputa o divergencia en las que existe una contraposición de intereses,
necesidades, sentimientos, objetivos, conductas, percepciones, valores, y/o afectos entre
individuos o grupos que definen sus metas como mutuamente incompatibles. El
conflicto es algo consustancial e ineludible en la naturaleza humana, y puede existir o
no una expresión violenta de las incompatibilidades sociales que genera” (Enciclopedia
de Paz y Conflictos, 2004: 151). En este tenor, y teniendo en cuenta nuestro caso de
estudio, los conflictos son inherentes al individuo, la sociedad, la cultura y la etnia, sin
ser por sí mismos negativos y violentos, ni positivos y pacíficos; esas connotaciones se
las otorgan los participantes del conflicto en función de intereses, poder, relaciones y
subjetividad, mediados por la cosmovisión y la etnicidad de los grupos indígenas.
En los grupos indígenas, los conflictos, la transformación de los mismos y los estados
de tranquilidad y paz son constantes en el devenir histórico; de esas tres dimensiones
objetivas y subjetivas dan cuenta los mitos fundacionales de cada grupo étnico, las
migraciones, las guerras, las relaciones pacíficas interétnicas, y de manera primordial el
contenido pacífico de la cosmovisión de los pueblos indígenas en torno al origen del
cosmos, de la vida, de los dioses, de las relaciones simbióticas del indio con la
naturaleza, y de las distintas comprensiones sobre la trascendencia que tienen los
muertos en el mundo de los vivos.
Para el caso que nos ocupa, interesa definir que estamos tratando un conflicto
intracomunitario de mazahuas del Estado de México en su aspecto religioso,
adquiriendo la contradicción de estas prácticas niveles antagónicos, considerados en su
proceso irreconciliables, pero que transitaron a condiciones de tolerancia, respeto,
reconocimiento y convivencia intracomunitaria indígenas. Esos conflictos, al igual que
los económicos, políticos, sociales, surgen directamente en la comunidad, pero no son
aislados, de exclusividad interna, pues la comunidad misma se encuentra en una
interrelación contextual que le imprime mayor o menor dimensión e intensidad a los
conflictos. En ello los migrantes indígenas juegan un papel determinante en tres
direcciones: generadores de conflictos, mediadores, o activadores para la
transformación pacífica de los conflictos.
La libertad y la convivencia pacífica religiosa tiene muchas facetas, al igual que los
aspectos interreligiosos de los conflictos y de la transformación de los mismos. Un
principio de la Declaración Universal de los Derechos Humanos versa sobre la libertad
religiosa (artículo 18), aprobada en la asamblea de Amsterdam en 1948.
Sin embargo, la declaración por sí misma no resuelve los múltiples factores que inciden
en la intolerancia religiosa que, en muchos casos, termina convirtiéndose en instrumento
para manejar e intensificar conflictos. Las declaraciones, los acuerdos, los tratados, las
leyes y las normas son principios de gran importancia para la convivencia y la
resolución pacífica de aquéllos, y por ello deben ser acompañados de la adopción de
habitus culturales de paz, justicia y reconciliación entre comunidades religiosas a nivel
nacional, regional y local, que garanticen la libertad de las minorías religiosas en
condiciones de no violencia; de manera que la libertad religiosa sea entendida,
comprendida y asumida en los hechos como parte de los derechos humanos.
Por eso dentro del conflicto se tienen que analizar dos fenómenos: la resistencia, es
decir, el por qué la gente no acepta a los conversos; y, segundo, la etapa de negociación,
en la que se expondrán los enfrentamientos vividos por los conversos que llevará a la
última parte sobre la asimilación y reinvención, en la cual se logran asentar identidades
más sólidas que pueden llegar a la convivencia con las ya establecidas, a través de
elementos compartidos, o sea, por mapas semánticos comprensibles y ancestrales.
El conflicto comienza, según los vecinos del lugar, un año después de que llega el
evangelio a San Agustín Mextepec: en 1959.
Sí, eso más o menos se da al año siguiente como por el 30 de julio de 1959,
todo el pueblo católico romano se reúne en la escuela Francisco Sarabia, se
reúnen allí aproximadamente unas dos mil personas a comparecer ante la
asamblea general del pueblo. Y don José Pérez comparece y le preguntan
por qué ya no ha ido a misa, por qué ya no daba la limosna y le dicen que si
ya él profesa otra religión. A lo que él responde: pues que sí, ya no vengo a
misa y no doy la limosna, ya no profeso la religión católica, ahora profeso
el evangelio. Por aquel tiempo, eran como 14 personas, él, los familiares de
él y la familia Pérez que se pasaron a la otra iglesia, que está allá, don
Mario, ya eran 14 personas más o menos, por cierto que por aquel entonces
hubo golpes, golpearon a algunas personas que iban con él, y pues él se
escapó porque lo iban a asesinar, y es como no se lleva a cabo, y pues sí,
alguien le tiró un navajazo, para herirlo, pero no pasó nada gracias a la
misericordia de Dios. Surge eso y otras cosas más. El señor Pedro Mártir
tenía una tienda, tenía un molino y entonces cuando los evangélicos iban a
comprar sal, ya tenía listo los vidrios, pues les echaba vidrio a la sal. Si
íbamos a comprar el azúcar, pues le echaba vidrio a la azúcar, si iba a
comprar un refresco, pues destapaba el refresco y le echaba alcohol, y
bueno pues hacía barbaridades el individuo, verdad, pero yo le diré una
cosa, todo eso son milagros que surgen, nadie se murió de eso, nadie murió
porque le haya hecho daño en el estómago, nadie se murió de eso.
La Iglesia católica, como institución, afrontó la presencia de los otros religiosos con
beligerancia, intolerancia y repulsión, reivindicando su privilegio monopólico en el
campo religioso indígena. Las acciones y las arengas fueron desde el púlpito con
sermones, mantas, carteles, regaños y amenazas tanto para los convertidos como para
los indígenas católicos. Varios fueron los sacerdotes que amenazaron desde el púlpito
con la excomunión para los indígenas que cambiaran de religión. Los carteles contra los
evangélicos eran comunes en las distintas iglesias católicas, los volantes antiprotestantes
abundaban en las misas y en las fiestas patronales, y fueron varios los casos en que los
católicos les quitaron la Biblia a los evangélicos. La campaña antiprotestante dirigida
por los sacerdotes fue asumida e instrumentada por mayordomos, caciques y, en
general, por líderes indígenas cuyo único propósito era fortalecer el predominio de la
Iglesia católica, estigmatizando de manera negativa a los otros religiosos.
La unión de las mayorías sobre las minorías que alteran la cohesión social cimentada en
el catolicismo impuesto por los conquistadores, al igual que la identidad y la
organización del sistema festivo-ritual dominante, se vio amenazada, y las 14 familias
convertidas fueron cuestionadas por la mayoría de la población, esgrimiendo
argumentos tales como: atentan contra la unidad de la comunidad, debilitan la identidad
indígena, no respetan los usos y costumbres, no contribuyen con las necesidades de la
comunidad, no cumplen con las decisiones de las asambleas, no participan en los cargos
comunitarios y, en general, con argumentos que sostienen el sacrifico de las partes, de
las minorías por el todo, por la mayoría.
El liderazgo indígena católico tradicional y el del Vaticano hicieron todo lo posible por
impedir el avance de los protestantes: se opusieron a que el gobierno les concediera
permisos para sus actividades religiosas y las presiones empezaron con interrogatorios,
recriminaciones, llamados de la autoridad católica, amonestaciones de las autoridades
indígenas, suspensión del servicio de agua potable en las comunidades que cuentan con
ello, y suspensión de niños evangélicos en las escuelas, entre otras medidas represivas.
Al no tener la respuesta requerida, inician los gritos, los empujones, los insultos, los
golpes, las amenazas, las agresiones, las expulsiones, los declaran excluidos de la
comunidad, y la espiral de la violencia toma su curso como expresión de intolerancia
activa e inadmisible en un estado de derecho.
Los indígenas conversos no pusieron la otra mejilla para ser golpeados y asumieron una
práctica anticatólica: se burlaban de la adoración a los “monigotes de cemento”, a la
idolatría a través de la Virgen de Guadalupe y todos los santos, y se mofaban de las
altas jerarquías y autoridades del Vaticano. En algunas iglesias católicas aparecieron
santos destruidos y en otras desaparecieron; al decir de los católicos fueron acciones
ejecutadas por los protestantes.
La familia es un factor esencial en este proceso, ya que si bien resulta una de las bases
fundamentales para reforzar el incremento de conversos, también señala fracturas
internas de la misma; como ejemplo tenemos a don Daniel que inicia los primeros
cultos con sus parientes, además de que la misma familia Pérez dirige los otros dos
templos.
Los cambios que se han notado en este sentido son la comparación o suplementación
que se da en los términos: hermanos de sangre y hermanos de credo, re-funcionalizando
así en la congregación a la unidad familiar como sujetos socialmente comunes en
sufrimiento, pero sin un vínculo de parentesco directo; lo que da un mayor acercamiento
y seguridad ante las adversidades cotidianas.
Los años de mayor ataque a conversos se dieron de 1958 a 1969. En estas fechas el
municipio de San Felipe del Progreso se asumió como una zona crítica, además de
Acambay e Ixtlahuaca. Enseguida se expondrán las experiencias sufridas por estos
conversos para escenificar las acciones suscitadas.
Uno de los evangélicos, al comentar su caso, hablaba que después de 1958 el conflicto
fue bastante complicado. Eran rechazados y golpeados por la gente que era muy áspera,
y a pesar de que la situación ya ha cambiado algo, la gente continúa siendo difícil.
Según el señor, los enfrentamientos fueron iniciados por determinadas personas, por
líderes que incitan a la gente a ser agresiva con los conversos, y aunque éstos
terminaron convirtiéndose al evangelio, dichos conflictos no acabaron por completo y
las asperezas continuaron. Si bien la organización de los católicos se da por
determinadas autoridades o líderes como los comisariados ejidales, delegados o
sacerdotes, es la comunidad entera la que se siente agredida por los cambios presentados
por los conversos.
Una de las peores agresiones que se cometieron contra los evangélicos fue cuando
quemaron a un hombre vivo, y a otro le clavaron un pico, como lo comenta don Ramón
Marino.
El único pretendido linchamiento fue contra el primer convertido, José Pérez, pero sólo
se hicieron cosas como las que comenta don Ramón Marino: agresiones cuando salían
de su culto y robo a sus casas mientras estaban ausentes, además de discriminaciones a
los niños en las escuelas por parte de los maestros que en ese entonces eran católicos.
Pero, sobre todo, lo que más hubo en San Agustín fueron ataques verbales, siendo la
más sonada el término tuchculu, palabra que les identificaba como los otros, los
convertidos y los malos; sin embargo, ahora esta palabra es motivo de bromas entre
muchos de los evangélicos y entre los mismos católicos, lo que manifiesta la
disminución de las agresiones.
Un día como tenía una vitrola y me dieron unos discos y yo los tocaba
delante de la gente en la tienda, y se convirtió el difunto Ramón.
Llegaron a la tienda un señor y me preguntaron si ya era protestante, y
me dijo este señor que al pueblo no lo iba aceptar, y yo respondí que
pues a nadie ofendía, mis propios amigos son los que me causaron
muchos problemas. Luego regresé a México y quedó mi mujer recién
aliviada y vino la persecución, agarraron a Alejo Torres, Pedro y
Ernesto Peña, éramos cuatro y los agarraron y lo agarraron a mi esposa.
Y después por un amigo soltaron a la mujer por pensar que ella no sabía
lo que hacía su esposo (Marcos Reyes, Portes Gil, municipio de San
Felipe del Progreso, 2/12/04).
Hasta este momento se puede ver que a don Marcos se le identificó como protestante
debido a la música que escuchaba. Entonces viene la primera advertencia: “el pueblo no
lo va a aceptar”, es decir, como miembro de una sociedad no puede pasar por alto sus
reglas. Como no hizo caso a dicho aviso detuvieron a sus amigos y a su esposa.
Las redes sociales entre migrantes que viven en la ciudad de México son fuertes, por
ello se pudo localizar al causante de la conversión, aunque no vivía en el pueblo y se le
mandó traer para ajustar cuentas. Pero al ver la dimensión del problema, don Marcos
acude a la ley, es decir, si bien “al pueblo no le gustó” la conversión, solamente había
algo o alguien que podría detener a ese pueblo y eso era la ley, representada por las
autoridades municipales, quienes no lograron hacer mucho, pues les otorgaron la
libertad con la condición de que abandonaran la religión evangélica. No hay muerte,
pero se logra el autoexilio, que es una forma de erradicar la existencia del pretendido
problema.
Esta parte de la experiencia nos señala los constantes cambios de domicilio que tuvo
que realizar esta familia porque la situación era igual en toda la zona, al ser pocos los
convertidos en ese entonces. Además, muestra la manera en que se termina
convenciendo a la familia extensa sobre el bienestar que provoca el cambio, que en este
caso es representado por los padres de don Marcos, cuyo mayor problema era el
alcoholismo.
Fueron bastantes años los que don Marcos tuvo que soportar las injusticias y
persecuciones, al quererle arrebatar sus propiedades o al tener que vender lo que tenía
para acceder a la autoridad y ponerle un punto final a la persecución. Este hombre sigue
manifestando que son determinadas personas las que provocan las agresiones y
levantamientos, y que son particularmente autoridades locales y religiosas como los
mayordomos, los líderes del movimiento. No es sino hasta ocho años después que las
autoridades lo escuchan, pues antes éstas tenían favoritismo para con los católicos.
En este último párrafo se observa cómo se empiezan a dar las divisiones entre los
mismos evangélicos, mucho antes de que se logre terminar con los conflictos que había
con los católicos. Esto se debe a que son demasiadas las congregaciones, ya que parece
que hay un templo por cada familia extensa, además de que son demasiado cerradas.
Otro elemento que formó parte de los enfrentamientos, aparte de muertes, golpes,
ofensas, robos, exilios y discriminación, fue la prohibición al acceso de algunos
servicios públicos, como el agua o el panteón. Al final de la experiencia que vivió don
Marcos se van estableciendo los factores que ayudan a ir resolviendo los conflictos,
como es la intervención de las autoridades.
Entre algunos otros conflictos que fueron comentados por los entrevistados está el que
se dio en el Fresno Niche, municipio de San Felipe del Progreso en 1982, donde se
suscitó un intento de linchamiento contra el primer hombre que se convirtió. La razón
del pretendido linchamiento fue porque antes había una cruz en un cerro y un día
amaneció tirada, y pensaron que habían sido los evangélicos, por eso intentaron
asesinarlo.
También está el caso del atentado que sufrió el dueño de la ex hacienda de Tepatitlán,
en San Nicolás Guadalupe, donde fue perseguido y casi ahorcado por católicos hace 20
años. Pero lo paradójico del asunto, dice él, es que al ser el candidato en las pasadas
elecciones y al regresar al mismo lugar en campaña, fue uno de los pueblos que más lo
apoyaron en comparación con los que ya en su mayoría son evangélicos, y de los cuales
esperaba respaldo.
Por parte de la fracción católica, ésta observa al conflicto, principalmente, como una
división en la comunidad y en la familia, como una traición a sus creencias y
costumbres. En cuanto a las fracturas que según los católicos hubo con la llegada del
evangelio a la comunidad, la más afectada fue la relación familiar.
Este sentimiento de amenaza se debe a que ahora los evangélicos son mayoría, hay un
empoderamiento de la comunidad y, por lo tanto, hasta de la normatividad; por ello él
dice que a través de la política comenzó a romperse el respeto.
Lo último que los católicos critican en los evangélicos es el divisionismo que existe
entre ellos mismos. Crítica que proviene de la cantidad de templos que hay para una
población tan chica, y por las preferencias de los feligreses por asistir a uno u otro
templo.
Conflicto religioso y autoridades del estado
La experiencia vivida en San Agustín Mextepec con el señor José Pérez se presentó
durante dos años de conflictos permanentes, que fueron detenidos por las autoridades
municipales. Para don Marcos, quien es bautista y habitante de Portes Gil, el conflicto
termina hasta que las autoridades lo escuchan y atienden, logrando que los líderes de la
comunidad sean detenidos en sus propósitos.
Estando en el gobierno el difunto Dr. Baz dijo que ya dejaran el pleito. Pero
la gente nunca entendió y no nos dejaba en paz, ya siendo presidente
Leonardo Pote me encerraron en la cárcel y no escuchaban las peticiones.
Después entraron otros diputados que estaban a favor de los católicos,
después entró Néstor García como diputado, y ya era presidente Franco
Jaimes, a quien citaron en la Cámara de diputados para que se presentara y
hablara del problema.
En apariencia el problema es generado por los indígenas que son renuentes a las
cooperaciones, a la continuidad de las tradiciones culturales, a la ayuda mutua, y a los
servicios colectivos. El fondo y el contenido del conflicto se encuentra en la intolerancia
que presentan los católicos para con los indígenas conversos, en la no aceptación de otra
religión, otros mitos, otros rituales, otras ceremonias y otras prácticas familiares y
sociales distintes a las establecidas por las religiones católicas romana y tradicional. La
organización social tradicional indígena, de manera general estructurada en
mayordomías, consejos de ancianos, consejos supremos, comité de agua, comisariado y
delegado ejidales, organización de comuneros, comité de educación, comité de salud y
comité de caminos, refuerza y asume el rol de sector dominante, impidiendo compartir
intereses diferenciales entre los diversos religiosos, y con ello escalando el conflicto,
que para el caso también se relaciona con el monopolio de recursos simbólicos en los
indígenas, con profundas divergencias en cuanto a proyecto religioso y de vida, que
cuestiona el estatus social, los roles, la autoridad, los cargos, las acciones colectivas y
los significados.
Fueron diversas las maneras de atender y resolver conflictos que tienen explícita o
implícitamente la variable religiosa. Los métodos y las estrategias para intervenir en
función de la transformación pacífica de los conflictos son variados y para el caso de los
indígenas mazahuas se requirió de la intervención directa de las autoridades, de
encarcelamientos, de acciones de arbitraje, mediación, negociaciones, y del diálogo
directo. La forma más idónea, recomendable y con proyección durable es, sin duda, el
uso de herramientas pacíficas, en la que el diálogo franco y directo conduce al
establecimiento de acuerdos, consensos, respeto, reconocimiento y convivencia pacífica.
Algo concluyente
Lo relevante que debe destacarse de este fenómeno es cómo al dejar los protestantes de
ser una minoría y al eliminarse poco a poco los conflictos y establecerse como un
ejemplo a seguir dentro de la comunidad, se instauran como un grupo que, además de
llevar un régimen acorde con el presente sistema de explotación económica y social,
también es acorde con el sistema político. Desde luego que el conflicto fue superado a
partir de ejercer políticas democráticas que superan la dimensión de la violencia, a partir
de la construcción de nuevos poderes consensuados en la comunidad indígena, con la
reanimación indocultural del principio de la aceptación de la diferencia. Ahora los
evangélicos se consideran los productores y reproductores de su sistema simbólico, lo
que les ha restituido una identidad y les ha otorgado el acceso al poder.
Sandoval Forero, Eduardo Andrés (1994), Cuando los muertos regresan, México:
Universidad Autónoma del Estado de México.