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Clarifying a contested concept: populism in the study of latin american politics – K.

Weyland

- Muchas veces los cientistas sociales se enfrentan a conceptos poco claros. Este artículo pretende
clarificar el significado del término populismo y proponer una nueva definición, inspirado en las
consignas de Sartori para el análisis conceptual.
- Estrategias de conceptualización: la ACUMULACIÓN elabora definiciones que combinan los
atributos de diferentes dominios unidos por un lógico “y”. Por el contrario, la ADICIÓN conecta
atributos de diferentes dominios con un lógico “o”, cualquier caso que contenga al menos uno de
los atributos se subsume dentro del concepto. La tercera opción es la REDEFINICIÓN. Ésta
identifica el dominio principal entre los distintos dominios que varios autores estudiaron, y con
el propósito de elaborar una definición descarta los atributos de otros dominios. Este método está
basado en la diferenciación lógica: consiste en analizar qué dominio es esencial al concepto, y
cuales son características contingentes.
- ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de cada uno? Los conceptos acumulativos proponen
standards muy altos para la inclusión de los casos bajo el concepto, pero estos standards ayudar a
minimizar la posibilidad de un falso positivo. Por el contrario, los aditivos tienen menos
exigencias para calificar un caso, pero es más probable que se esté subsumiendo un caso bajo un
concepto que no le corresponde. Por último, la redefinición o “conceptualización clásica”
enfrenta un desafío especial: ¿cómo se determina cual es el principal dominio y cuales son
contingentes?
- Conceptualizaciones del populismo: Desde 1960 hasta 1980 la mayoría de los autores utilizaron
conceptos acumulativos. Esta preferencia por los conceptos multidominio estaba inspirada en las
teorías predominantes del desarrollo y el subdesarrollo. La teoría de la modernización y de la
dependencia tenían claras tendencias económico-estructuralistas, éstas asumían que el desarrollo
económico determinaba el proceso político.
- Sin embargo, las teorías de la modernización y la dependencia empezaron perder vigencia hacia
los ’70. Además, inesperadamente reaparecieron gobernantes populistas en los ’80 y los ’90 en
escenarios socioeconómicos totalmente distintos de los escenarios que definían a los primeros
populistas. Algunos presidentes que alcanzaron el poder gracias a tácticas y discursos populistas,
pusieron en marcha reformas neoliberales que estaban totalmente en contra de la economía
típicamente populista.
- El largo predominio de los conceptos acumulativos: Muchos autores señalaban como
característica principal el liderazgo personalista y el estilo plebiscitario de hacer política. Un
individuo carismático ganaba y ejercía el poder manteniendo una relación directa con el
electorado, teniendo contacto no mediato con las masas. Comúnmente, también se hacía énfasis
la heterogénea base social del populismo, definida como una masa amorfa, un movimiento de
alianzas urbanas multiclasistas. Remarcaron como importante la provisión de incentivos
materiales como instrumento crucial para mantener el apoyo de las masas.
- Este tipo de definiciones reflejaban las teorías dominantes del momento (de la modernización y
de la dependencia), que postulaban una conexión estrecha entre política y factores
socioeconómicos. Ambas sostienen que la política está determinada principalmente por procesos
económicos y sociales, por lo tanto, la política tiene autonomía limitada.
- Estas dos teorías también pueden calificarse como “historicistas”. Ambas asumen que la historia
tiene una dirección. La de la modernización piensa que esa dirección es el progreso, la de la
dependencia piensa que la dirección es la estagnación o la declinación. En estos grandes
esquemas históricos, el populismo no era más que una fase del desarrollo histórico.
- Además, este tipo de definiciones resultaba bastante útil ya que reflejaba fielmente las
características políticas y económicas típicas del populismo de los ’30 a los ’60. Durante esas
décadas, el populismo casi siempre estaba asociado con coaliciones multiclase con acento en la
clase trabajadora, estrategias políticas desarrollistas y la expansión de programas de ayuda
social.
- Desafíos a los conceptos acumulativos: los gobernantes populistas resurgieron en la región hacia
los años ’80 y ’90 en contextos socioeconómicos distintos, en la mayoría de los casos, trajeron
con ellos reformas neoliberales. Esto se presentaba como un desafío conceptual: las diferencias
de estos nuevos políticos con el populismo clásico puso en debate la definición misma del
populismo. Básicamente, se dieron cuenta de que era necesario desatar el “paquete” de atributos
y disolver la estrecha conexión estrecha que existía entre los atributos políticos y las
características socioeconómicas. Es decir, se reconoció que los procesos económicos no
determinan necesariamente el proceso político.
- El descrédito de las teorías de la dependencia y de la modernización eliminaron la justificación
teórica para los conceptos acumulativos, el populismo ya no podía estar atado a un contexto
socioeconómico específico (el de los ’30 a los ’60) o a una fase determinada de desarrollo social.
- La reemergencia del populismo: ¿conceptos acumulativos, aditivos o definiciones clásicas? En
los ’80 y ’90 muchos autores se volcaron hacia definiciones clásicas, o definiciones del
populismo en términos políticos (dejando en segundo plano las características sociales o
económicas del fenómeno).
- La gran controversia estaba en cómo definir a aquellos líderes personalistas con amplio apoyo de
las masas que implementaban reformas de mercado. Mientras algunos autores (los de inspiración
marxista) señalaban que el neoliberalismo violaba los intereses colectivos y era excluyente, se
negaban a calificar de populistas a presidentes como Menem o Fujimori. Otros autores
inspirados por otras teorías, veían que Menem y Fujimori habían alcanzado gran apoyo de la
gente, y como eso era esencial a la estrategia de gobierno populista, no dudaban en calificarlos
como tales.
- La recomendación de Weyland es abandonar los conceptos multidominio, los acumulativos y los
radiales (aditivos), y redefinir al populismo en una definición clásica localizada en un solo
dominio. Así, la nueva definición sería más clara que las anteriores ya que selecciona un dominio
principal y deja en segundo plano las características accidentales.
- Una redefinición política del populismo: las definiciones clásicas utilizan una aproximación
jerárquica y sistemática que empieza identificando el “genus” del concepto o la dimensión más
abarcadora del concepto. ¿Cuál es el genus del populismo? Weyland señala que la mejor manera
de definir al populismo es como una estrategia política.
- Una clasificación simple de estrategias de gobierno señala tres tipos de actores políticos:
individuos, grupos informales y grupos formales, y dos formas de ejercer el poder: la cantidad de
votos recibidos o la coacción militar o económica. La interacción de estas variables da como
resultado una variedad de estrategias políticas y tipos de gobierno.
- El gobernante populista busca llegar al poder y ejercerlo basado en el apoyo de las masas. Esto
se vuelve más evidente en situaciones de crisis: el ejemplo más claro es la crisis que vivía la
Argentina en los ’40 y como el 17 de octubre de 1945 se invocó la “última ratio” del populismo,
que es el apoyo de las masas. El populismo descansa fundamentalmente en el apoyo de la gente.
- El apoyo de las masas puede estar organizado en distintos niveles de institucionalización o
formalidad. Como el líder populista es un individuo que ejerce el poder de forma personalista, la
conexión con los seguidores está basada mayormente en el contacto directo, casi personal, sin
una organización que medie. Sin embargo, la desventaja de este tipo de conexión es que en
cualquier momento se puede evaporar el apoyo si es que el líder no llega a cumplir con sus
promesas. Para compensar por esta fragilidad, los líderes buscan que esta conexión sea cada vez
más intensa, y tal intensidad requiere carisma. Por lo tanto, están constantemente demostrando
su cercanía al pueblo o a la gente común. Privilegian el contacto cara a cara, cosa que
últimamente se hace a través de la televisión u otros medios de comunicación. Prometen incluir a
los que vienen siendo excluidos del sistema hace mucho tiempo y proteger a los más débiles de
las fuerzas del mercado. Se atribuyen la misión de transformar el status quo y trascender los
confines del marco institucional establecido previamente con el objeto de “redimir a la gente
bajo la guía de su salvador”.
- No obstante, para estabilizar este liderazgo, a veces los políticos buscan “rutinizar su carisma” y
consolidar el apoyo de las masas introduciendo elementos de organización partidaria o
clientelismo. Weyland argumenta que la relación líder – masas seguirá siendo populista siempre
que el nivel de institucionalización se mantenga bajo y el líder conserve un margen importante
para dar nueva forma y decidir sobre la política a implementar; y siempre que el clientelismo le
sirva al líder para demostrar su preocupación por la situación económica de las masas y su
“capacidad sobrenatural” de resolver problemas. Pero, si la organización del partido llega a
hacerse más fuerte y limita el poder del líder, o si la red clientelista transforma la relación en un
mero intercambio material, el populismo eventualmente perderá su carácter. El liderazgo
populista, por ende, tiende a ser transitorio. Generalmente, fracasa en el camino o si llega a ser
exitoso, empieza a consolidarse una organización que trasciende el liderazgo personalista del
líder.
- Definición final de populismo: Weyland lo define como una estrategia política a través de la cual
un líder personalista busca o ejercita el poder basado en el apoyo directo, inmediato, no
institucionalizado de una masa desorganizada. Esta relación casi personal subordina cualquier
organización que antes mediaba entre el líder y los votantes a la voluntad del gobernante
populista. El líder gana este apoyo generalmente prometiendo inclusión a aquellos sectores que
se sienten marginados de la vida política nacional y protección a los más débiles y vulnerables.
El líder es tractivo a la gente porque se presenta como un “héroe salvador” con intenciones de
regenerar la nación, combatir los grupos oligárquicos o privilegiados y transformar las
organizaciones corruptas.
- Subtipos de populismo: El populismo tiene dos versiones, dependiendo en el nivel de
organización que tenga su base de representados. Si la masa de representados se identifica más
con un carácter colectivo corresponde al populismo clásico de los ’30 a los ’60. Si la masa de
representados se identifica más bien con un agregado de individuos de intereses desparejos,
corresponde al populismo de los años ’80 a ’90. El primer caso representa la “voluntad general”
mientras el segundo representa la “voluntad de todos”.
- Estas variantes dependen de dos factores: el nivel de organización en que se encuentren los
representados y los instrumentos con que cuente el líder para convocar a movilizaciones que
demuestren el apoyo de la gente. En escenarios donde hay bajos niveles de institucionalización,
llegan al poder líderes cuyos seguidores nunca han participado en la política nacional. Por ende,
el líder promete la incorporación de los sectores marginados. En estas circunstancias, el líder
crea organizaciones que ordenen a los seguidores pero las mantiene bajo su estricto control y
limita su grado de institucionalización.
- Los instrumentos para movilizar seguidores también condicionan el tipo de populismo: los
populistas clásicos creaban organizaciones para mantener bajo control a sus seguidores. Sin
embargo, con el avance de las encuestas de opinión se devaluó la movilización de masas en
lugares públicos, y se valora más la encuesta de opinión que verifique el porcentaje de apoyo del
candidato.
- El avance de la televisión disminuyó la necesidad de organizar las masas. A través de la
televisión los líderes llegan a la gente directamente y establecen contacto casi personal con
millones de seguidores instantáneamente. Mientras la radio tuvo un rol similar con los populistas
clásicos, la televisión ofreció un poder de proyección mucho mayor para transmitir el carisma
del líder.
- El neopopulismo es mucho menos institucionalizado que el clásico. Adopta una actitud aún más
antiorganizadora, llega a sus seguidores desde la esfera privada y depende de las repuestas
confidenciales de cada ciudadano individualmente, no de la respuesta colectiva de la gente como
sociedad en la esfera pública. La “voluntad general” fue reemplazada por “la voluntad de todos”.
El neopopulismo es menos movilizador, transformador y redimidor que el clásico, y su carácter
inclusivo es más simbólico que efectivamente real. Pero por otro lado, el neopopulismo es más
representativo y más compatible con la democracia liberal, según la definición de Weyland.
- Weyland sostiene que el neopopulismo no es bajo ningún punto de vista un subtipo “disminuido”
de populismo, al contrario, dado su bajo nivel de institucionalización es en ese sentido, más
populista aún que los primeros populistas del ’30 al ’60 en términos de estrategia política.
- Conclusión: la redefinición de populismo es útil en tres sentidos. A) En primer lugar es capaz de
clarificar un fenómeno que de otra manera, seguiría siendo oscuro. Por ejemplo, el énfasis en el
apoyo de las masas no institucionalizado como base de poder del populismo ayuda a entender la
llegada y la caída dramática del poder de presidentes como Alan García o Fernando Collor. B)
Esta definición también explica casos exitosos sorprendentes, por ejemplo, como Menem
mantuvo la lealtad de una gran cantidad de gente, mientras deshacía el proyecto socioeconómico
del peronismo original. C) Ayuda a comprender el fenómenos de las últimas décadas que es la
convergencia entre populismo y reformas neoliberales. Las tácticas populistas eran necesarias
para mantener el apoyo de la gente para poner en marcha las reformas de mercado. Esta
redefinición también esclarece el hecho de que muchos presidentes neopopulistas tenían
relaciones inestables con sus ministros neoliberales expertos, por ejemplo, Menem y Cavallo. La
relación se volvía inestable cuando los presidentes se volcaban hacia las tácticas populistas
cuando les convenía políticamente, por ejemplo, cuando decidían elevar el gasto público antes de
elecciones importantes.

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