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All content following this page was uploaded by Master De PTOJFIS on 13 July 2015.
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
Director Autor
1
Índice
1. Introducción. 3
2. Legislación sobre derecho de familia. 6
2.1. Ley 15/2005, de 8 de Julio, por la que se modifica el Código 10
Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separación y
divorcio.
2.2. Anteproyecto de Ley sobre el ejercicio de la corresponsabilidad 12
parental en caso de nulidad, separación y divorcio.
3. Evaluación forense de la guarda y custodia. 19
3.1. Actuación del psicólogo forense en el ámbito de la familia. 26
3.2. Directrices de la APA para la evaluación de guarda y custodia 27
(1994,2010).
3.3. Evaluación de las competencias parentales. 29
3.4. Evaluación de la disimulación. 31
3.5. Procedimiento de evaluación de la guarda y custodia. 32
4. Estudio de caso. 40
4.1. Petición y objeto de informe. 40
4.2. Metodología. 40
4.2.1. Entrevistas. 41
4.2.2. Evaluación psicométrica de los adultos. 41
4.2.3. Evaluación psicométrica de los menores. 42
4.2.4. Observación y registro conductual. 44
4.3. Resultados. 44
4.3.1. Entrevistas. 44
4.3.2. Evaluación psicométrica de los adultos. 44
4.3.3. Evaluación psicométrica de los menores. 45
4.3.4. Observación y registro conductual. 45
4.4. Recomendaciones y valoración final. 46
5. Conclusiones. 47
Referencias bibliográficas. 49
Anexo 1. Informe pericial psicológico. 56
2
1. Introducción
Los datos otorgados por el Instituto Nacional de Estadística (INE, 2013) informan que
en España los hogares monoparentales están mayoritariamente integrados por madre con hijos
(1.412.800, el 82,7% del total, frente a 294.900 de padre con hijos). El número de hogares
formados por madre con hijos ha crecido en más de 53.000 desde el censo de 2011. Por el
contrario, el de padres con hijos ha disminuido en 40.000.
3
Hasta finales del s. XIX y principios del XX, al disolverse un matrimonio la custodia
era otorgada al padre automáticamente, pues se asumía que presentaba mejores condiciones
económicos para mantener a sus hijos, que al igual que sus esposas, eran de su propiedad
(Wall y Amadio, 1994). Posteriormente surge la doctrina de los “tender-years” la cual asume
que los hijos deben permanecer bajo el cuidado de la madre. En Estados Unidos las cortes
calificaron esta doctrina como sexista y admitieron que la guarda y custodia se debe otorgar
tomando en consideración criterios relacionados con la capacidad parental y no con el género.
En la actualidad, en la mayoría de legislaciones europeas, el principio fundamental para
otorgar la guarda y custodia es el mejor interés del menor, examinando la relación existente
entre el menor y sus progenitores, evaluando todas las alternativas posibles y eligiendo la
menos perjudicial para este (Goldstein, Freud, y Solnit, 1973)
En base a los datos registrados por el INE (2014), durante el año 2013 se produjeron
un total de 100.437 sentencias de nulidades (110), separaciones (4.900) y divorcios (95.427),
lo que supuso una tasa de 2,1 por cada 1.000 habitantes. De los que el 48,0% tenían hijos
menores de edad, el 4,1% hijos mayores de edad dependientes económicamente y el 5,1%
hijos menores de edad y mayores dependientes. El 27,7% tenía un solo hijo dependiente. La
custodia de los hijos menores fue otorgada a la madre en el 76,2% de los casos, cifra inferior a
la observada en el año anterior (79,6%). En el 5,5% de los procesos la custodia la obtuvo el
padre (frente al 5,3% de 2012), en el 17,9% fue compartida (14,6% en el año anterior) y en el
0,3% se otorgó a otras instituciones o familiares.
Igualmente, la sección de estadística judicial del Consejo General del Poder Judicial
en el año 2014, registró el ingreso de 126.400 divorcios, 7.041 separaciones y 202 nulidades,
haciendo un total de 133.643 disoluciones matrimoniales. De las cuales, 50.605 divorcios y
2.239 separaciones fueron llevados a cabo por la vía contenciosa. Estas situaciones de ruptura
son altamente complejas provocando efectos personales, sociales, legales y económicos que
afectan a todos los miembros de la familia. Le acompañan numerosos cambios a nivel
estructural, relacionados con la organización de las rutinas, el tiempo, la disciplina, los roles y
las responsabilidades parentales que deben ser asumidos por los afectados en un espacio muy
breve de tiempo (Fariña, Arce y Carracedo, 2013).
4
juez recurre al auxilio de un psicólogo forense, para que realice una evaluación sobre la
idoneidad parental. Este tipo de evaluación forense es considerada una de las más difíciles y
complejas, pues se deben tener en cuenta multitud de factores relacionados con las
capacidades, intereses y necesidades tanto de los progenitores e hijos, como de aquellos
significativos para los menores (Fariña y Seijo, 2015). El psicólogo forense debe actuar
siempre bajo la perspectiva de salvaguardar el mejor interés del menor y debe estar ligado al
código ético y deontológico de la psicología.
En el presente trabajo pretendemos hacer un breve recorrido por aquellos aspectos que
se han considerado importantes para realizar una evaluación psicológica forense en el ámbito
de la familia. Posteriormente se presentará un estudio de caso en el cual se evaluará la
idoneidad parental para ejercer la guarda y custodia de menores.
5
2. Legislación sobre derecho de familia
La familia, entendida como una institución jurídica y social, está regulada por el
derecho, de este modo es considerada un fundamento del estado, aunque no existe una
definición clara y genérica del término ni en la Constitución Española 1 ni en la legislación
(García, 2010). Sin embargo, nuestro ordenamiento jurídico cuenta con normas que regulan
las relaciones de pareja, especialmente las matrimoniales, la filiación y las instituciones de
guarda legal: la patria potestad, la tutela y la curatela.
Es importante tener en cuenta el libro I del Código Civil 3, donde se regula el derecho
de familia. En concreto, el título IV hace referencia al matrimonio, el título V a la paternidad
y filiación y el título VII a las relaciones paterno-filiales.
En la familia se pueden distinguir dos tipos de relaciones, las horizontales y las verticales.
Las relaciones horizontales son aquellas que se establecen por dos personas libres e
independientes con plena capacidad para obrar. El matrimonio es un tipo de relación
horizontal, cuyos requisitos, formas de celebración, derechos y deberes vienen regulados por
el título IV del libro I del CC, como se ha dicho con anterioridad.
1
En adelante CE.
2
En adelante art.
3
En adelante CC.
6
En cuanto a los requisitos, los miembros de la pareja deben dar consentimiento de forma
totalmente libre para contraer matrimonio, no pueden contraer matrimonio los menores de
edad no emancipados, ni los que estén ligados por vínculos matrimoniales previos, ni los
parientes en línea recta por consanguinidad o adopción, ni los colaterales por consanguinidad
hasta el tercer grado, tampoco los condenados como autores o cómplices de la muerte dolosa
del cónyuge de cualquiera de ellos. El Ministro de Justicia puede dispensar, a instancia de
parte, el impedimento de muerte dolosa del cónyuge anterior. Asimismo, el Juez de Primera
Instancia podrá dispensar, con justa causa y a instancia de parte, los impedimentos del grado
tercero entre colaterales y de edad a partir de los catorce años. En los expedientes de dispensa
de edad deberán ser oídos el menor y sus padres o guardadores.
El matrimonio produce efectos civiles desde su celebración, por un lado, provoca efectos
personales, que hacen referencia a los derechos y deberes que ambos cónyuges deben cumplir,
regulados por el CC en los arts. 66 y ss.: los cónyuges son iguales en derechos y deberes,
deben respetarse y ayudarse mutuamente, actuando siempre en interés de la familia, ambos
están obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente, deben compartir
responsabilidades domésticas y el cuidado y atención de ascendientes y descendientes y otras
personas dependientes a su cargo, se presume, salvo prueba contraria que los cónyuges viven
juntos, fijarán de común acuerdo el domicilio conyugal y, en caso de discrepancia, resolverá
el Juez, teniendo en cuenta el interés de la familia.
Por otro lado, el matrimonio provoca efectos patrimoniales, en nuestro país, la Ley no
obliga a un determinado régimen, pudiendo los cónyuges elegir entre una sociedad de
gananciales, régimen de partición, separación de bienes o establecer un contrato particular,
debiendo ser estipulado formalmente en las capitulaciones matrimoniales, en caso de no
hacerlo, vendrá determinado por la residencia, por defecto será el régimen de gananciales en
4
En adelante arts.
5
En adelante ss.
7
todo el estado español excepto en Cataluña y en las Islas Baleares, donde se asume el régimen
de separación de bienes.
Como hemos visto con anterioridad, existe una tasa bastante alta de disoluciones
matrimoniales, es lo que entendemos como crisis en las relaciones familiares horizontales,
que dan lugar a procesos de nulidad, separación o divorcio. Desde la perspectiva legal, la
pareja tiene dos opciones, el mutuo acuerdo o la vía contenciosa. De optar por el mutuo
acuerdo, regulado en el art.777 de la Ley de enjuiciamiento civil 6 1/2000, los cónyuges deben
pactar las condiciones de la separación, teniendo en cuenta aquellos aspectos relacionados con
los hijos y la economía de la familia. Al escrito por el que se promueva el procedimiento
deberá acompañarse la certificación de la inscripción del matrimonio y, en su caso, las de
inscripción de nacimiento de los hijos en el Registro Civil, así como la propuesta de convenio
regulador conforme a lo establecido en la legislación civil y el documento o documentos en
que el cónyuge o cónyuges funden su derecho, incluyendo, en su caso, el acuerdo final
alcanzado en el procedimiento de mediación familiar. Si algún hecho relevante no pudiera ser
probado mediante documentos, en el mismo escrito se propondrá la prueba de que los
cónyuges quieran valerse para acreditarlo. Si hubiera hijos menores o incapacitados, el
Tribunal recabará informe del Ministerio Fiscal sobre los términos del convenio relativos a
los hijos y oirá a los menores si tuvieran suficiente juicio cuando se estime necesario de oficio
o a petición del Fiscal, partes o miembros del Equipo Técnico Judicial o del propio menor.
En caso de inclinarse por la vía contenciosa, el ordenamiento jurídico a través del art. 770
de la LEC, establece que, a la vista de la solicitud, el Tribunal mandará a citar a los cónyuges
y, si hubiere hijos menores o incapacitados, al Ministerio Fiscal, a una comparecencia, en la
que se intentará un acuerdo de las partes y que se celebrará en los diez días siguientes. A
dicha comparecencia deberá acudir el cónyuge demandado asistido por su abogado y
representado por su Procurador, de no acudir, sin causa justificada, podrá determinar que se
consideren admitidos los hechos alegados por la parte que comparezca para fundamentar sus
peticiones sobre medidas definitivas de carácter patrimonial. Asimismo, el juez garantizará
que el menor pueda ser oído en condiciones idóneas para la salvaguarda de sus intereses, sin
interferencias de otras personas, y recabando excepcionalmente el auxilio de especialistas
cuando ello sea necesario. En cualquier momento del proceso las partes podrán solicitar la
6
En adelante LEC
8
continuación del proceso por la vía del mutuo acuerdo o la suspensión del proceso para acudir
a mediación.
En nuestro contexto, según establece el art. 156 del CC, la patria potestad debe ser
compartida entre ambos progenitores, salvo que exista alguna causa grave que incite la
privación de la misma, como el incumplimiento de los deberes inherentes a esta o por causa
criminal o matrimonial (art. 170 del CC). Aunque alguno de los progenitores se encuentre
privado de la misma tendrá la obligación de velar por sus hijos y prestarle alimentos, solo será
motivo para cesar dicha obligación la muerte del padre o del hijo, la emancipación o adopción
del menor. Así mismo, se asume que aunque el progenitor no ejerza la patria potestad se
encuentra obligado a relacionarse con sus hijos.
9
La guarda y custodia es una de las funciones implícitas en la patria potestad, que como
consecuencia de la ruptura de la pareja, puede pasar a ser redefinida, debido al cambio
estructural de la familia, que tras la disolución matrimonial, se modifica. De este modo, los
hijos conviven con uno de los progenitores, teniendo derecho a mantener un régimen de
visitas con el otro (Fariña, Seijo y Arce, 2000). Existen cuatro formas de guarda y custodia a)
exclusiva o simple: las decisiones recaen sobre el padre custodio, aunque el otro progenitor
debe intervenir en asuntos importantes que afecten al menor; b) partida: la custodia de los
hijos se divide, de manera que uno de los progenitores mantiene la custodia de unos hijos y el
otro de los restantes, siendo poco habitual, pues en el art. 92 del CC se desaconseja separar a
los hermanos; c) repartida: ambos progenitores ejercen la guarda y custodia en periodos
determinados y diferentes, siendo el progenitor con el que convive el menor en cada
momento, quien toma las decisiones; y d) conjunta: ambos progenitores ejercen la guarda y
custodia, independientemente de la convivencia, decidiendo sobre todas las cuestiones, de
menor o mayor importancia, que afecten a los hijos.
10
asume que la libertad, como valor superior de nuestro ordenamiento jurídico, debe tener su
más adecuado reflejo en el matrimonio. El reconocimiento por la CE de esta institución
jurídica posee una innegable trascendencia, en tanto que contribuye al orden político y la paz
social, y es cauce a través del cual los ciudadanos pueden desarrollar su personalidad.
La separación y el divorcio se conciben como dos opciones, a las que las partes
pueden acudir para solucionar las vicisitudes de su vida en común, reforzando el principio de
libertad de los cónyuges en el matrimonio, pues tanto la continuación de su convivencia como
su vigencia depende de la voluntad constante de ambos.
11
Además, con el fin de reducir las consecuencias derivadas de una separación y
divorcio para todos los miembros de la familia, mantener la comunicación y el diálogo, y en
especial garantizar la protección del interés superior del menor, se establece la mediación
como un recurso voluntario alternativo de solución de los litigios familiares por vía de mutuo
acuerdo con la intervención de un mediador, imparcial y neutral. Así pues, cualquier medida
que imponga trabas o dificultades a la relación de un progenitor con sus descendientes debe
encontrarse amparada en serios motivos, y ha de tener por justificación su protección ante un
mal cierto, o la mejor realización de su beneficio e interés.
Esta reforma, que aún no ha entrado en vigor fue motivada principalmente por los
desajustes que han provocado en la práctica determinadas decisiones judiciales relacionadas
con la aplicación del régimen de guarda y custodia, lo que ha llevado a la sociedad a
movilizarse solicitando un cambio. Esta reforma tiene su base en la Convención de los
Derechos de los Niños y en la defensa de sus intereses por encima de los de los progenitores.
12
cuando existen hijos menores o con capacidad judicialmente complementada sujetos a la
patria potestad de sus progenitores, lo que ha exigido a la doctrina y a la jurisprudencia una
constante adaptación de la interpretación y aplicación del Derecho a la realidad social.
La Convención sobre los Derechos del Niño, proclamada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989 y ratificada por España el 30 de noviembre de
1990, obliga a los Estados a respetar el derecho del niño a mantener relaciones personales y
contacto directo con ambos padres de modo regular, salvo que fuera contrario al interés
superior del niño. Este derecho se pone más de manifiesto en los casos de ruptura de la
convivencia de los padres, en los que éstos no están eximidos de sus obligaciones para con los
hijos, es decir, de su corresponsabilidad parental, lo que lleva a adoptar determinadas medidas
para la protección del menor y de sus derechos, respetando también los derechos que tienen
ambos progenitores.
13
prioridad de lo acordado por los padres en la regulación de las relaciones familiares (art. 90),
se establece, al desarrollar cada una de las medidas, que ello necesitará aprobación judicial,
pudiendo denegarse si los pactos son dañosos para los hijos o contrarios a su interés superior
(principio rector que se recoge expresamente en el art. 92), o son gravemente perjudiciales
para uno de los cónyuges. La protección del interés superior del menor tendrá como finalidad
asegurar el respeto completo y efectivo de todos los derechos del niño, así como su desarrollo
integral.
Con respecto a la patria potestad, se introduce como norma que el ejercicio de esta
será conjunto, aun cuando vivan separados, con lo que no se alteran las responsabilidades
parentales respecto a los hijos (arts. 90, 92 y 156). Será la autoridad judicial quien determine,
atendiendo al interés superior del menor, bien aprobando los acuerdos de los padres, bien
adoptando sus propias decisiones, cómo debe ejercerse la corresponsabilidad parental en
casos de ruptura.
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cada caso concreto, y siempre actuando en interés del menor, quien determine si es mejor un
régimen u otro, y quien regule los distintos aspectos y el contenido de las relaciones
parentales, sin que la guarda y custodia compartida implique necesariamente una alternancia
de la residencia de los hijos con sus progenitores en periodos iguales, pero sí en un tiempo
adecuado para el cumplimiento de la finalidad de la custodia.
15
extensa, se extiende, en caso de crisis matrimonial, el derecho de los hijos a mantener
relaciones personales con los hermanos u otros parientes y allegados, y no solo con los
abuelos, debiendo regularse judicialmente siempre que se considere necesario, en interés del
menor y en la extensión que proceda, sin que deba imponerse cuando conste la oposición
expresa de aquellos.
Por otra parte, atendiendo al compromiso asumido por los poderes públicos para
prevenir, erradicar y castigar la violencia doméstica y de género en todos los ámbitos de la
sociedad, y con la finalidad de proteger a todas las víctimas de esos delitos, especialmente a
los menores, expresamente se prevé que no se otorgará la guarda y custodia, ni individual ni
compartida, al progenitor contra quien exista sentencia firme por violencia doméstica o de
género hasta la extinción de la responsabilidad penal, o cuando existan indicios fundados y
racionales de tales delitos que consten en una resolución judicial motivada del Juez que lleve
la causa penal o, en su defecto, cuando tales indicios existan a juicio del Juez del
procedimiento civil, de las alegaciones de las partes y las pruebas practicadas, siempre que el
delito no estuviera prescrito.
16
necesidades ordinarias o previsibles de los hijos, y a los gastos devengados por sus
necesidades extraordinarias o imprevisibles, las que son definidas, debiendo tener presente
para la determinación de los gastos ordinarios, además de la capacidad económica de los
cónyuges, la necesidad de los menores, la contribución a las cargas familiares, la atribución de
la vivienda familiar y el tiempo de permanencia de éstos con cada uno de los padres; y para
los extraordinarios, sus recursos económicos disponibles. Junto a ellos, se hace referencia a
los gastos voluntarios, considerados como tales aquellos que, aun pudiendo ser continuos, no
son necesarios, salvo que se acredite que son convenientes para los hijos, debiendo ser
abonados en función de los acuerdos a los que lleguen los progenitores y, en defecto de éstos,
los abonará el progenitor que haya decido la realización del gasto. Para evitar que la
obligación de abonar la pensión de alimentos a los hijos se perpetúe en el tiempo, lo que será
de aplicación a las relaciones paterno filiales en general, se precisan los supuestos que
producen su extinción, destacando la independencia económica de los hijos, o cuando estén
en disposición y condiciones de obtenerla, aun cuando no la tengan, si ello les es imputable.
El Juez acordará, en relación con la residencia de los hijos, aquellas medidas que sean
en su interés y que garanticen su derecho a una residencia digna. No obstante, si bien en el art.
96 se tiende a que a la vivienda familiar, desde el inicio, se le dé un destino definitivo, se
regulan las reglas que deben regir para la atribución de su uso, para el supuesto de que ello no
se lograse. Así, se procurará que en la asignación de la vivienda prevalezca el interés superior
de cada menor, por encima de cualquier otra consideración, y se atienden los intereses del
cónyuge que más dificultades pueda tener para encontrar una nueva vivienda tras el cese de la
convivencia, sólo en la medida en que dichos intereses sean compatibles con el citado interés
superior de cada menor.
17
procedimientos matrimoniales (arts. 770 y ss.), como a la liquidación del régimen económico
matrimonial (arts. 806 y ss.).
Todos los principios rectores de la reforma han quedado reforzados por la doctrina
jurisprudencial que ha fijado la reciente Sentencia del Tribunal Supremo, de 29 de abril de
2013, al señalar que “la redacción del art. 92 vigente no permite concluir que se trate de una
medida excepcional sino que, al contrario, habrá de considerarse normal e incluso deseable,
porque permite que sea efectivo el derecho que los hijos tienen a relacionarse con ambos
progenitores, aun en situaciones de crisis, siempre que ello sea posible y en tanto en cuanto lo
sea”.
Hasta este punto se han mencionado las diversas fórmulas de las que se dispone a
nivel jurídico para resolver la problemática sobre la guarda y custodia de los hijos, surgida a
raíz de la ruptura de los progenitores. Ya hemos señalado que se trata de una materia difícil
para el órgano judicial, quienes frecuentemente solicitan el auxilio de otros profesionales,
como los psicólogos forense, para tomar sus decisiones. En esta cuestión nos centraremos en
los epígrafes siguientes.
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3. Evaluación forense de la guarda y custodia
En España, como hemos visto con anterioridad, la ley establece como criterio para
otorgar la guarda y custodia la defensa del mejor interés del menor, es por ello que para llevar
a cabo una evaluación psicológica forense en la familia, es importante tener en cuenta las
consecuencias negativas producidas por el proceso de separación y divorcio, tanto en los
progenitores como en los menores, así como los fenómenos asociados al elevado nivel de
conflicto interparental.
Los procesos de ruptura de pareja llevados a cabo por la vía contenciosa conllevan
altos costes personales y económicos para la familia, generando consecuencias negativas en
todos sus miembros. Este tipo de procedimientos incrementan el estrés, el conflicto y el
enfrentamiento familiar, minimizando las posibilidades de llevar a cabo una labor de
coparentalidad positiva, por lo que se considera un proceso altamente perjudicial para
progenitores e hijos (Fariña, Arce, Seijo y Novo, 2013). Así pues, la vía contenciosa fomenta
la disposición de los progenitores a atribuir el buen comportamiento del otro a factores
externos, sin embargo, el mal comportamiento lo relacionan con factores internos,
magnificando el comportamiento negativo y minimizando el positivo (Allan, 2001). Por
consiguiente, se incrementa el conflicto y los comportamientos nocivos, empeorando la
situación familiar, lo cual genera efectos negativos en la salud mental de ambos cónyuges
(Williams, Sassier, y Nicholson, 2008).
19
La hostilidad, la ira y la tensión de las relaciones parentales conflictivas se transfieren
a las interacciones entre padres e hijos lo que conlleva una crianza ineficaz, reflejada en la
poca atención prestada a los niños (Gerard, Krishnakumar y Buehler 2006), así, el divorcio
suele ser un proceso cargado de estrés toxico que resulta dañino para los hijos, quienes
presentan una alta vulnerabilidad a sufrir problemas de carácter físico, psicoemocional y
social, sobre todo en ausencia del apoyo parental y la inadecuada gestión de la ruptura por
parte de los progenitores (Fariña, Arce, Novo y Seijo, 2012). Factores como las circunstancias
previas al divorcio, la manera en que el proceso se afronta por los adultos, así como el nivel
de conflicto entre los progenitores resultan ser desencadenantes de consecuencias nocivas
(Seijo, Novo, Carracedo y Fariña, 2010).
Es importante tener en cuenta que los hijos de padres divorciados pueden presentar
alto riesgo de padecer problemas de salud física, como obesidad, asma, cáncer, y enfermedad
general, crónica y aguda. También, alteraciones psicosomáticas como dolores de cabeza y
estómago. Además, debido a los sentimientos de rechazo o disminución del interés por parte
de los progenitores, se ha visto que es una de las causas más frecuentes de suicidio y tentativa
de suicidio (Fariña, Arce, Seijo y Novo, 2013).
En cuanto a las consecuencias emocionales, las más frecuentes son baja autoestima,
ansiedad general, depresión e inadaptación personal, familiar, escolar y social, que pueden
derivar en problemas de conducta, comportamientos disruptivos e incluso, a largo plazo,
conductas desviadas, como consumo de sustancias y alcohol, así como comportamientos
delictivos. Estas manifestaciones, según su origen, se pueden dividir en internalizantes o
externalizantes (Fariña, Arce, Seijo y Novo, 2013). También, es habitual que manifiesten
20
sentimientos de culpa, de abandono y rechazo, de impotencia e indefensión, de frustración y
de inseguridad (Fariña y Arce, 2006).
Uno de los factores de riesgo más importantes para el desajuste ocasionado por la
ruptura en los niños es la edad, pudiendo observar que los hijos más pequeños tienden a
padecer desordenes conductuales como conductas regresivas, comportamientos repetitivos,
problemas de aprendizaje, dificultades escolares y de rendimiento o depresión. Sin embargo
los mayores suelen presentar problemas de competencia social, como comportamientos
disruptivos, de violencia, agresividad, conductas antisociales, delincuencia, aislamiento del
grupo de iguales o déficits en las habilidades sociales (Fariña, Seijo, Arce y Novo, 2002). Los
desajustes que provoca la separación son diferentes para cada grupo de edad por lo que resulta
necesario tener en consideración y conocer adecuadamente cómo es el desarrollo evolutivo de
los niños para actuar sobre aquellos aspectos que se vean afectados por la separación de los
padres (Novo, Arce, Rodríguez, 2003).
En este tipo de situaciones, el factor de protección principal para los menores es que la
familia, en especial los progenitores, respeten sus derechos, a su vez, el factor de riesgo más
importante es que los padres no cumplan con sus obligaciones y responsabilidades. Los
derechos de los niños ante los procesos de ruptura fueron descritos en una sentencia dictada
por la Corte Suprema de Wisconsin, lo que supuso una importante aportación a nivel
internacional para entender el significado del mejor interés del menor. Arce y Fariña (2007),
asumen los derechos de los menores y establecen cuáles son los deberes de los progenitores
después de la ruptura, considerando que éstos han de admitir determinadas pautas para
minimizar o eliminar las posibles consecuencias negativas derivadas del proceso de
separación o divorcio, tanto en ellos mismos como en los hijos.
II. El derecho de querer a su padre y a su madre sin tener sentimientos de presión, culpa o
rechazo.
IV. El derecho a que no le pregunten sobre la elección de uno u otro progenitor o en qué lugar
quiere vivir.
21
VI. El derecho a no tener que tomar decisiones propias de adultos.
VII. El derecho a permanecer siendo niños, sin tener responsabilidades de adultos, y sin tener
que “cuidar a sus padres” o asumir tareas de éstos.
VIII. El derecho a que no se le meta en un juego doloroso e hiriente entre ambos padres.
IX. El derecho a un nivel y apoyo económico adecuado, proporcionado por ambos padres.
XII. El derecho a lograr éxito académico y prepararse para ser autónomos e independientes.
XIII. El derecho a conocer sus orígenes y a formar una identidad personal basada en sus
experiencias.
I. Separar los papeles conyugales de los parentales, de modo que ambos colaboren para dar
una respuesta eficaz a las necesidades de los hijos.
II. Obligación de dejar al margen de las disputas conyugales a los menores, centrándose en el
rol parental y en las necesidades de éstos.
III. Tomar conciencia de que los hijos no son un bien ganancial a repartir, sino una
responsabilidad parental para ambos padres.
V. Comprender que la separación es un suceso traumático que afecta a todos los miembros de
la familia y muy especialmente a los hijos. Por tanto, éstos necesitan ayuda y apoyo para
sobrellevarlo.
VI. Dar oportunidad a los hijos de expresar sus sentimientos, ayudándoles a superar de forma
constructiva las reacciones emocionales negativas asociadas a la separación.
VII. No obligar a los hijos a escoger entre uno u otro progenitor, o en qué lugar quiere vivir.
VIII. Contribuir a la manutención y cubrir las necesidades de los hijos, pensando siempre en su
bienestar.
X. Procurar que los hijos tengan contactos suficientes, frecuentes y con regularidad con ambos
progenitores.
XI. Manifestar a los hijos que siempre cuentan con los dos progenitores y que ambos le quieren
mucho.
XII. Obligación de cooperar como padres en la toma de decisiones importantes sobre los hijos,
involucrándose tanto como sea posible en la vida del menor.
22
XIV. Obligación de garantizar el pleno desarrollo de las capacidades cognitivas, afectivas,
sociales y morales de los hijos.
XVI. Obligación de pedir ayuda cuando el estado psicológico le impida cumplir eficazmente con
su responsabilidad parental.
XVII. Anteponer los derechos y necesidades de los hijos a los suyos propios.
23
Por otra parte, la alteración del vínculo paterno-materno filial, puede abarcar un
abanico de situaciones cuyo denominador común es que uno de los progenitores impide u
obstaculiza, consciente o inconscientemente, le relación libre de los hijos con el otro
progenitor. Una de las situaciones que se incluye dentro de las alteraciones del vínculo ha sido
la denominada por Gardner (1985) como síndrome de alienación parental (SAP), la cual
afecta a los niños y se manifiesta en una desaprobación exagerada e injustificada hacia el
progenitor no custodio.
En Estados Unidos, ante situaciones de alienación parental grave el juez opta por un
cambio de custodia, así mismo, en jurisdicciones como las de California y Pennsylvania este
fenómeno es castigado por multas o arresto domiciliario (Arce, Novo y Carballal, 2003).
24
progenitor delante del hijo, siendo considerada la forma de alienación más perjudicial (Arce,
Novo y Carballal, 2003).
Como podemos ver el proceso de ruptura está cargado de emocionalidad, por ello se
debe intervenir desde la perspectiva de la justicia terapéutica 7, donde el objetivo principal es
que los operadores jurídicos aborden este tipo de procesos judiciales de una forma más
comprensiva, humana y psicológicamente óptima (Wexler y Winick, 1996).
En suma, tal y como señalan Fariña y Arce (2008) si la ruptura de pareja se realiza sin
provocar la ruptura familiar, los progenitores se mantienen psicológicamente equilibrados y
desarrollan con responsabilidad su labor de coparentalidad, los hijos no tendrían que
manifestar desajuste emocional, psicológico, familiar, escolar o social. De esta manera el
7
En adelante TJ.
25
divorcio podría ser garantía de bienestar, proporcionando un alivio para toda la familia y una
oportunidad para recomponer las relaciones intrafamiliares (Mardomingo, 1994).
Así pues, las áreas más comúnmente analizadas por el psicólogo forense al llevar a
cabo una evaluación de guarda y custodia suelen ser (Fariña, Seijo, Arce y Novo, 2002):
1. Capacidad parental.
2. Estilo educativo.
3. Actitud de cada progenitor ante la evaluación.
4. Capacidad empática.
5. Evaluación de las necesidades del menor.
6. Ambiente familiar de cada alternativa de custodia.
7. Recursos que cada progenitor posee para hacerse cargo del menor.
8. Evaluación clínica de la personalidad.
9. Capacidad intelectual.
10. Adaptación familiar, social y laboral.
11. Ajuste general de los hijos.
La ley persigue el mejor interés del menor, confiando la guarda y custodia a aquel
progenitor que mejor se adapte a las necesidades del niño, por ello, se hace preciso que el
psicólogo lleve a cabo una intervención particular con cada familia, donde se hace necesario
explorar de manera exhaustiva la realidad psicosocial de cada miembro, examinando de
manera objetiva aquellas áreas que interaccionan con el buen desarrollo físico y psicológico
del menor (Fariña, Seijo y Arce, 2000). Asimismo, las decisiones deben estar orientadas hacia
26
los menores, las cuales deben presuponer la implicación activa de ambos progenitores en la
vida de los hijos y reducir el conflicto parental (Fariña y Arce, 2006). El fin último de un
peritaje en familia es que la ruptura de pareja no suponga la ruptura de familia.
Por último, es necesario tener en cuenta, como se ha dicho con anterioridad, que el
psicólogo jurídico-forense debe actuar en este tipo de procedimientos desde la perspectiva de
la TJ, la cual asume que los procesos judiciales de familia requieren por parte de todos los
agentes jurídicos, un abordaje sensible al estado psicoemocional en el que se encuentran los
miembros de la familia, lo cual reduce las consecuencias negativas que trae consigo el
proceso de ruptura, favoreciendo la armonía y estabilidad emocional de padres e hijos (Fariña,
Arce, Novo y Seijo, 2013). Además, una parte importante de la responsabilidad de velar por
el mejor interés del menor, recae sobre estos profesionales, es por ello que su práctica debe
estar guiada en todo momento, por la búsqueda de datos objetivos mediante la utilización de
protocolos estandarizados (Fariña, Seijo y Arce, 2000).
En primer lugar, señalamos las directrices orientativas que tratan el objeto de una
evaluación de custodia (tabla 3).
2. El bienestar del menor es primordial, aunque los intereses de los padres sean legítimos, ha de
prevalecer el interés del menor
27
conocimientos, las habilidades y los atributos apropiados.
b) Evaluación del funcionamiento psicológico y de las necesidades evolutivas del niño, así
como los deseos de este, si procede.
c) Evaluación de las habilidades de cada padre para cubrir estas necesidades, incluyendo la
evaluación de la interacción del niño con cada padre.
d) Considerar aquellos aspectos relacionados con la habilidad de los padres para planificar las
necesidades futuras del niño, la capacidad de proporcionarle un hogar estable y feliz, así
como la existencia de conductas negativas que le puedan influir negativamente. Debe
determinarse la existencia de posibles patologías, sobre todo si afectan la capacidad
parental.
En segundo lugar, nombramos las directrices generales que determinan bajo qué
condiciones se deben llevar a cabo este tipo de evaluaciones (tabla 4).
1. El psicólogo debe esforzarse por ganar y mantener competencia especializada. Debe estar
actualizado profesionalmente en los ámbitos de desarrollo infantil y familiar, infantil y psico-
familiar, patología, impacto de la ruptura y documentarse en literatura especializada, además
debe estar actualizado en el contexto legal y judicial.
3. El psicólogo debe tener conocimiento sobre cómo afectan los sesgos y los prejuicios sociales y
no caer en prácticas discriminativas.
4. El psicólogo debe evitar las relaciones múltiples, no puede ser al mismo tiempo perito y
terapeuta.
3. El psicólogo debe utilizar múltiples métodos de evaluación y contrastar por medio de dos
fuentes los datos obtenidos.
4. El psicólogo debe ser prudente en la interpretación de los datos, igualmente deberá hacer saber
al Tribunal las limitaciones que haya sufrido en la recogida de la información.
5. El psicólogo debe restringirse de dar opiniones respecto a aquellas personas que no se han
incluido en la evaluación.
6. Las recomendaciones deben basarse en el mejor interés del menor. El psicólogo debe estar
seguro de su posicionamiento basándolo en los datos obtenidos, así como en su conocimiento y
28
experiencia.
7. El psicólogo debe conservar los registros utilizados en la evaluación, de acuerdo con la “APA
Record Keeping Guidelines” (APA, 2007).
En España no se cuenta con directrices propias del ámbito forense, sin embargo los
profesionales toman como referencia internacional las directrices de la APA y la guía de
buenas prácticas para la evaluación de guarda y custodia en general, publicada por el colegio
de psicólogos de Madrid en el 2009 (Chacón, García, García, Gómez y Vázquez, 2009).
Sthal (1994) sugiere que para evaluar las competencias parentales en relación a la
guarda y custodia se debe tener en cuenta el mejor interés del menor, los vínculos existentes
entre el niño y sus padres y hermanos, las habilidades para entender las necesidades del niño,
la naturaleza de la relación coparental y las recomendaciones para el plan de visitas.
Para valorar el mejor interés del menor el psicólogo debe tener en cuenta que:
29
También, es importante considerar cómo es el vínculo entre cada padre y su hijo, a su vez
evaluar las habilidades de cada progenitor para promover los lazos entre el menor y el otro
padre. Se ha de tener en cuenta que el menor necesita relacionarse con ambos padres, por ello
se debe mantener el vínculo con ambos progenitores y en caso de existir hermanos, se debe
respetar y promover la relación que hay entre ellos.
Así mismo, es importante estimar las destrezas y carencias de cada padre, entendiendo
como destrezas la habilidad de centrarse en las necesidades del niño, la estabilidad, la
comprensión del desarrollo psicológico, la crianza, el orientar y guiar al niño y el promover
una relación positiva con el otro padre. Además, el psicólogo debe considerar si los
progenitores han mantenido al menor al margen del divorcio.
Por último, Stahl (1994) sugiere que el experto debe ser lo suficientemente creativo como
para desarrollar un plan de visitas en el que se maximicen los aspectos positivos de cada
padre, que promueva la estabilidad del niño y que satisfaga las necesidades de ambos
progenitores, para ello el psicólogo debe conocer las necesidades de ambos padres, de ahí que
se puedan satisfacer en mayor medida las necesidades de los menores. Debe explicar las
recomendaciones más adecuadas sobre el régimen de visitas, haciendo ver a cada uno de los
progenitores que ha ganado algo, de esta manera se implicarán y cumplirán el régimen de
visitas eficazmente.
En nuestro contexto, Fariña, Seijo y Arce (2000) concretan que las destrezas parentales se
evaluarán en función de las necesidades que presente el menor, estas pueden ser físico-
biológicas, cognitivas, emocionales y sociales. Una vez establecidas, el psicólogo podrá
comprobar las destrezas parentales, evaluando en los progenitores los siguientes factores: a) la
motivación real para ostentar la guarda y custodia; b) los recursos disponibles para hacerse
cargo del niño; c) el tiempo que dedica a su hijo y las actividades que realizan; d) el estilo
educativo; e) la capacidad para ofrecer sentido de continuidad y estabilidad en el hogar; f) el
estilo de comunicación intrafamiliar; g) la capacidad de diferenciar el rol conyugal del
parental; h) la actitud ante el conflicto; e i) la actitud hacia el otro progenitor. Además, es
30
necesario realizar una evaluación clínica de la personalidad, valorar el nivel de adaptación
familiar, social y laboral y evaluar la capacidad intelectual.
En síntesis, el psicólogo forense debe tener en cuenta todos estos factores a la hora de
realizar la evaluación de guarda y custodia, con el objetivo de asesorar y aconsejar al juez de
la forma más efectiva posible, defendiendo siempre el mejor interés del menor y basando su
práctica en la justicia terapéutica.
El psicólogo forense debe tener presente que en este ámbito, las evaluaciones no están
exentas de engaños y que las distorsiones producidas por los sujetos persiguen diferentes
objetivos (APA, 2002). Las evaluaciones en casos de disputa por la custodia son propicias
tanto para la ocultación de sintomatología clínica inconveniente, como para la asunción o
exageración de características positivas, lo cual es propio de la disimulación. Es por ello que
la no detección de la disimulación puede tener consecuencias muy negativas para los menores
a la hora de establecer una recomendación de custodia, puesto que la persona evaluada puede
padecer un trastorno psicológico y ocultarlo deliberadamente (Fariña y Seijo, 2015).
Para llevar a cabo una evaluación de guarda y custodia el psicólogo forense debe
aplicar los métodos tradicionales de la psicología adaptándolos al contexto de la familia, estos
son la entrevista, el registro conductual y la evaluación psicométrica.
Fariña, Seijo, Arce y Novo (2002) proponen un protocolo para este tipo de
procedimientos, en el que se garantiza defender el mejor interés del menor sin, por ello,
desatender los sanos deseos de los progenitores. En este protocolo se ofrecen pautas generales
para la evaluación, asumiendo que se debe adaptar a las características específicas de cada
caso, sin olvidar que todas las intervenciones deben basarse en los principios de la justicia
terapéutica (Fariña, Arce y Seijo, 2005), las directrices de la American Psychological
Association (APA, 2010) y la Convención de los Derechos de los Niños.
Cuando se solicita una intervención, bien sea a iniciativa de una parte o del juez, es
imprescindible que se revise, detenida y detalladamente toda la información judicial
existente hasta el momento sobre el caso, con el fin de conocer exhaustivamente sus
circunstancias. Esta información permitirá a los evaluadores adaptar la evaluación a las
características de los implicados, así como dedicar las primeras sesiones, a aquellos
aspectos que se consideren oportunos.
Cuando el caso llega a través de una petición del juez, los psicólogos se deben poner
en contacto, antes de comenzar la intervención, con los abogados de las partes, a los
32
cuales se les debe aclarar que se va a intentar, si el caso no lo desaconseja, una mediación,
y de ser factible se les informa que ésta se basará en las necesidades e intereses de los
hijos. El paso siguiente será telefonear a los progenitores, lo que conlleva presentarse e
informar del procedimiento a seguir así como convenir una entrevista. Si no existe ningún
problema que lo impida, ésta será con los dos progenitores, lo cual se le advierte a cada
uno de ellos. Este primer intercambio de información también permite intuir el nivel de
colaboración que cada parte va a proporcionar a la intervención a partir de este momento.
Cuando la petición de la pericia se hace por una de las partes, el psicólogo debe mostrarse
muy cauto, y ha de llamar al abogado de la otra parte para informarle. Éstos,
generalmente, procuran disuadir a su cliente de participar en la evaluación. Pese a ello, el
psicólogo ha de contactar con ese progenitor para acordar una entrevista; puede ser
contraproducente ofrecer información a través del teléfono, a no ser que la demanden, ya
que ese progenitor percibe al perito, como el de su expareja, y le resulta difícil
comprender telefónicamente la imparcialidad de la intervención. Son muchos los que se
niegan a acudir a la entrevista, asesorados por sus letrados o de motu proprio, y de los que
lo hacen, son pocos los que llegan a aceptar participar en la pericia. En el informe que se
presente se han de hacer constar todos los intentos de realizar una evaluación global,
figurando los pasos y las fechas. Por supuesto, si sólo se evalúa a una parte no se puede
emitir bajo ningún concepto, una recomendación de custodia; a lo sumo detallar si en ese
progenitor y/o en su contexto existen factores de riesgo para los menores, y si el
progenitor evaluado se encuentra implicado en la vida emocional y social de los hijos. En
este caso podríamos estar realizando un informe sobre la competencia parental de uno de
los progenitores (sin mencionar en el informe al progenitor al que no se evaluó).
3. Entrevista conjunta
33
minimizarlos. Además, se les instruye en cómo han de buscar soluciones a sus
discrepancias, velando por el mejor interés de los hijos. Y si fuese posible proponer una
mediación, como medio para resolver la situación en la que se encuentran.
El siguiente paso, en caso de continuar con la evaluación forense, comienza con las
entrevistas individuales a cada progenitor. No se puede precisar de antemano cuántas
serán necesarias con cada uno de ellos, porque esto dependerá del caso, aunque como
mínimo han de ser dos. Estas entrevistas están guiadas por el Cuestionario para
Progenitores y el Cuestionario sobre los Hijos de Fariña, Seijo, Arce y Novo (2002). El
cuestionario que se aplica a los progenitores recaba información sobre: la familia del
progenitor, la escolaridad, aspectos laborales, creencias religiosas, historia matrimonial,
antecedentes personales, e información acerca del otro progenitor. La entrevista sobre los
hijos recoge información de los padres sobre diferentes aspectos relacionados con sus
hijos, a saber: datos generales; personas que lo cuidan o lo han cuidado; historia médica y
psicológica; datos sobre la vida escolar; gustos, preferencias y aficiones; cómo manejan
los problemas; el sistema punitivo y la obediencia; sobre el patrón de desarrollo y
crecimiento desde el nacimiento; sexualidad y hábitos de higiene; impacto de la
separación en el menor; posibles anhelos o expectativas acerca de la custodia; hábitos de
la vida cotidiana; amigos; información sobre el régimen de visitas, si procede;
comportamiento del menor en presencia de uno o ambos progenitores. El Cuestionario
sobre los Hijos se ha de cumplimentar para cada menor implicado.
a) Evaluación cognitiva.
La evaluación de la capacidad cognitiva se lleva a cabo a través del test de
inteligencia no verbal TONI-2 (Brown, Sherbenou y Johnsen, 1995). Se trata de un
instrumento para la apreciación de la capacidad de resolver problemas, eliminando
las posibles influencias del lenguaje y las capacidades motrices. Ofrece una
34
medida de cociente intelectual. En caso de sospecha de importante déficit
cognitivo, se procede a aplicar otros instrumentos más específicos, como por
ejemplo las Escalas Wechsler de Inteligencia.
b) Evaluación clínica.
Para la evaluación clínica se utiliza el Inventario Multifactorial de Personalidad
de Minnesota/MMPI-2 (Hathaway y McKinley, 1999). Esta prueba tiene como
finalidad la evaluación de múltiples aspectos de la personalidad,
fundamentalmente diez escalas básicas: Hipocondriasis, Depresión, Histeria,
Desviación psicopática, Masculinidad Feminidad, Paranoia, Psicastenia,
Esquizofrenia, Hipomanía e Introversión Social. Este instrumento presenta
también las siguientes escalas de validación: Interrogante, Sinceridad, Fiabilidad y
factor K de corrección, Fb. Posterior, TRIN y VRIN. Además permite el cómputo
de configuraciones de interés para la disimulación: el índice F-K, y el perfil en
“V”. En caso de ser necesario se procede a complementar la evaluación clínica a
través del MMPI-2 con la aplicación de la Lista de Comprobación de
Síntomas/SCL-90- R (Derogatis, 1977), que evalúa nueve patologías, clínicamente
relevantes, concretamente: somatización, obsesivo-compulsivo, susceptibilidad
interpersonal, depresión, ansiedad, hostilidad, ansiedad fóbica, ideación paranoide,
psicoticismo. Además, permite obtener tres índices globales: de severidad global,
de malestar referido a síntomas positivos, y el total de síntomas positivos.
c) Evaluación de la personalidad.
Se aplica el Cuestionario Factorial de Personalidad/16 PF-5 (Cattell, Cattell, y
Cattell, 1997). Esta prueba pretende ofrecer una visión global de la personalidad
del sujeto, mediante la evaluación de dieciséis dimensiones, funcionalmente
independientes y psicológicamente significativas, configuradas todas ellas como
continuos bipolares, entre cuyos extremos se distribuyen de modo estadísticamente
normal los distintos estilos comportamentales, o estructuras de personalidad, y otro
grupo de cinco factores globales de personalidad. Además, se incluyen tres
medidas de estilos de respuesta: Deseabilidad social, Infrecuencia y Aquiescencia.
6. Entrevista con los menores
Se han de plantear estas entrevistas de manera individual con cada menor implicado en
el procedimiento. Como herramienta de acercamiento entre los niños y el evaluador se
debe utilizar material de apoyo, como el libro Pobi tiene dos Casas (Fariña, Arce, Real,
35
Novo y Seijo, 2001). El tipo de entrevistas a llevar a cabo viene determinado por la edad
de los menores, con niños de más de cinco años se utiliza el Cuestionario para Hijos
(Fariña, Seijo, Arce y Novo, 2002) a través del que se obtiene información sobre la
relación entre los hermanos, hábitos de vida diarios, información acerca del colegio,
amigos, gustos, aficiones y preferencias, sistema punitivo, y obediencia con ambos
progenitores, imagen y percepción de los padres, valoración de los padres, valoración
sobre sí mismo; patrón y características de la relación con cada uno de los progenitores;
valoración de la relación padre-madre, qué sabe sobre la separación, información acerca
de los amigos de los padres. A los niños más pequeños no es conveniente entrevistarles
directamente sobre los aspectos señalados, sino que se deben utilizar juegos para obtener
la información. Con niños muy pequeños, de menos de tres años, son pocos los datos que
se pueden recabar directamente, no obstante el evaluador debe intentar interactuar con
ellos sin la presencia de los padres, porque pueden obtener información conductual
relevante; obviamente, cuanto más tiempo se dedique a esta labor mayor conocimiento se
tendrá sobre el menor.
También se aconseja con los menores intercalar en las sesiones la entrevista con la
evaluación psicométrica. Los instrumentos que se deben utilizar dependen siempre de la
edad de los evaluados y de las áreas a evaluar, pero fundamentalmente son los siguientes.
a) Evaluación cognitiva.
Para evaluar el nivel intelectual se emplea el Test de Inteligencia no
Verbal/TONI-2 (Brown y otros, 1995). Este test se puede aplicar a niños a partir de 5
años.
b) Evaluación clínica.
Para niños a partir de 6 y hasta 11 años se aplica cuestionario Dominique-6, de
Valla, Bergeron y St-Georges (1996). Este instrumento tiene como objeto la
evaluación de los problemas mentales de niños de 6 a 11 años, según criterios del
DSM-III-R. En concreto, mide siete criterios: fobia simple, angustia de separación,
hiperansiedad, depresión, hiperactividad/ déficit de atención, problemas de oposición
y trastornos de conducta. Entre 12 y 13 años, aplicamos la Lista de Comprobación de
Síntomas/SCL-90-R (Derogatis, 1977). A partir de 14 años se utiliza el Inventario
36
Multifactorial de Personalidad de Minnesota para Adolescentes/MMPI-A (Butcher,
Williams, Graham, Archer, Tellegen, Ben-Porath y Kaemmer, 2003). Esta prueba
tiene como finalidad la evaluación de múltiples aspectos de la personalidad,
fundamentalmente diez escalas básicas: Hipocondría, Depresión, Histeria de
conversión, Desviación psicopática, MasculinidadFeminidad, Paranoia, Psicastenia,
Esquizofrenia, Hipomanía e Introversión Social. Este instrumento presenta también las
siguientes escalas de validación: Interrogante, Sinceridad, Fiabilidad y factor K de
corrección, F1, F2, TRIN y VRIN.
c) Evaluación de la personalidad.
A partir de los 12 años se aplica el Cuestionario de Personalidad para
Adolescentes/16 PF-APQ, que proporciona una visión global de la personalidad
del sujeto, que se concreta con dieciséis rasgos o escalas primarias (afabilidad,
razonamiento, estabilidad, dominancia, animación, atención a las normas,
atrevimiento, sensibilidad, vigilancia, abstracción, privacidad, aprensión, apertura
al cambio, autosuficiencia, perfeccionismo y tensión) cinco dimensiones globales
de personalidad (extraversión, ansiedad, dureza, independencia, autocontrol), y
cuatro medidas de estilos de respuesta (MI; Rb, Rpc, Rcd).
d) Evaluación de la adaptación.
A partir de ocho años se aplica el nivel correspondiente a la edad del Test
Evaluativo Multifactorial de Adaptación Infantil/TAMAI (Hernández, 1983) que
evalúa la inadaptación personal, social, escolar y familiar. Además, de existir
algún indicio de depresión o ansiedad se contempla la aplicación de instrumentos
específicos, tales como el Cuestionario de Ansiedad Infantil/CAS (Gillis, 1997), el
Cuestionario de Depresión Infantil (Lang y Tisher, 1978), la Escala de Ansiedad
Manifiesta en Niños Revisada/CMAS-R (Reynolds y Richmond, 1997).
8. Observación de la interacción materno/paterno-filial
Es aconsejable que cada progenitor interaccione al menos en una ocasión con cada
hijo en el despacho y, de ser posible, una en el hogar. Cuando hay varios hijos, es
importante que también se realice una interacción del progenitor con todos los hermanos.
Para propiciar que la relación sea lo más espontánea posible, se recomienda que los
evaluadores no se encuentren presentes en el despacho. Por lo tanto, que una cámara de
vídeo grabe las interacciones posibilita lo anterior y además facilita con posterioridad el
análisis más detallado de la misma. Para el análisis de las interacciones se aplica una
37
adaptación del método desarrollado por Schutz, Dixon, Lidenberger y Ruther (1989). Así,
en primer lugar se diseña dos actividades similares que se propondrán para interactuar
cada progenitor con el niño, estas pueden ser de distintos ámbitos, juego libre, ejercicios
de aprendizaje, tareas cooperativas o tareas de resolución de problemas. Las ideas para
elaborar las tareas se han de extraer del análisis de los Cuestionarios para Progenitores
(Fariña et al., 2002). Además, Las actividades se evalúan a través de cinco dimensiones:
a) Apego emocional; b) Independencia; c) Percepción del niño; d) Expectativas y e)
Habilidades de comunicación Y cada una de estas dimensiones se evalúan en dos polos
(positivo y negativo).
38
significativas en la vida del niño. En ocasiones se precisará también información de otros
profesionales que han tenido contacto con la familia, especialmente los vinculados con el
mundo de la salud (médicos de familia, pediatras, psicólogos, psiquiatras, etc.). Además,
siempre que los progenitores mantengan una relación estable con nuevas parejas, es
necesario que éstas se incluyan en la evaluación, por tanto el procedimiento a seguir con
ellos es similar al que se lleva a cabo con los progenitores.
39
4. Estudio de caso.
La parte metodológica del trabajo de fin de máster presente consistió en la aplicación del
sistema de evaluación de la guarda y custodia (Fariña, Seijo, Arce y Novo, 2012) a un caso
particular. A continuación, se presenta el procedimiento seguido para la evaluación así como
los resultados del mismo. En el anexo 1 se incorpora el informe entregado al juzgado.
4.2. Metodología
Para realizar el presente informe se han seguido las directrices de la APA, las cuales
establecen que los objetivos de un estudio pericial psicológico en un caso de familia son los
siguientes:
40
3. RESULTADOS
5. Conclusiones
Los procesos de ruptura pueden traer consigo consecuencias negativas para todos los
miembros de la familia, sobre todo cuando las relaciones resultantes están cargadas de
hostilidad y conflicto. Los más pequeños se ven afectados gravemente por las prácticas
irresponsables que llevan a cabo aquellos progenitores en disputa, siendo habitual que el
padre custodio impida que el otro progenitor mantenga una relación provechosa con sus
hijos, ocasionando en estos un grave desajuste emocional.
Por ello, aunque la situación óptima para los menores sea la que favorece la custodia
compartida, donde ambos progenitores se hacen cargo de las necesidades de los menores y
se propicia una relación frecuente e intensa con ambos, hay casos en los que no es
factible, como aquellos en los que se obstruye el contacto del otro progenitor con los
hijos, de forma directa o indirecta, a través de métodos como la alienación parental
(Fariña, Seijo, Arce y Novo, 2002).
En estos casos, se debe suspender el contacto de los hijos con el progenitor que motive
activamente el conflicto (Fariña, Seijo, Arce y Novo, 2002), pues como hemos visto con
anterioridad se trata de un tipo de maltrato infantil, lo cual se debe impedir a toda costa en
consonancia con la defensa de los derechos de los niños.
Para minimizar y controlar este tipo de fenómenos es necesario que los progenitores
acudan a programas de mediación familiar donde se les conciencie de las graves
consecuencias que tiene sobre los menores su inadecuada actuación parental tras la
ruptura, obligándoles a centrar sus prioridades en el bienestar de los hijos. También, han
mostrado gran eficacia las intervenciones en las que se potencian las capacidades
parentales y se ofrecen pautas de conducta para abordar las relaciones inter parentales y
filio parentales.
Es por este tipo de cuestiones que el papel del psicólogo forense en este tipo de
disputas se hace sumamente complejo, recayendo sobre su práctica la defensa exhaustiva
del mejor interés del menor. Por ello el profesional necesita poseer competencias y
conocimientos específicos en la materia, para proporcionar al juez, quien ha requerido
asesoramiento, unos servicios apropiados y adecuados. Actualmente, en nuestro contexto
no se exige especialización para abordar el peritaje, lo que lleva consigo prácticas
iatrogénicas e inadecuadas para los implicados.
47
Además, es de suma importancia tener siempre presente, que este tipo de procesos
judiciales en el ámbito de la familia, requieren un abordaje desde la TJ, pues el divorcio
legal no conduce directamente al divorcio emocional, lo que genera una situación
altamente conflictiva cargada de emociones. La mediación, como procedimiento de
justicia terapéutica, permite que los progenitores aprendan a gestionar los procesos de
ruptura centrándose en decidir y actuar en beneficio de los hijos, lo cual promueve el
bienestar psicológico de ambos. Este tipo de procedimientos, como se ha dicho,
previenen posibles situaciones de maltrato a la infancia, sin embargo, son recursos escasos
y todavía son poco conocidos por parte de la sociedad, por ello se hace necesaria la
investigación y su posterior divulgación.
48
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ANEXO. Informe Pericial