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El Producto Interno Bruto (PIB) creció en los últimos nueve años a una tasa
promedio de 5%, un ritmo que resulta insólito por lo prolongado y sostenido de
su expansión, lo que puso a Bolivia como una de las pocas economías de la
región que sorteó de mejor manera la crisis financiera internacional,
posicionándose como uno de los países de mayor crecimiento latinoamericano.
Y como toda lluvia de verano se agota pasada su estación, pronostican que las
dádivas externas comenzarían a extinguirse y entonces se revertirían los
resultados alcanzados.
En este contexto, valdría la pena desmenuzar cuáles han sido las fuentes del
crecimiento económico boliviano de los últimos nueve años para desmitificar
estas proféticas interpretaciones.
Un primer factor que indica por qué unos países crecen más que otros se
encuentra en la capacidad de crear ahorro doméstico. Hasta 2005 el ahorro
nacional era escaso y altamente concentrado en algunas empresas
transnacionales, que repatriaban sus utilidades al exterior.
El sector público, altamente deficitario y sobre endeudado, absorbía una buena
parte del menudo ahorro privado que generaban los aportes al sistema de
pensiones de Capitalización Individual, que fue vendido como una modalidad
creativa para elevar el ahorro nacional, pero terminó como fuente financiera
para los gobiernos de entonces.
En cambio, desde 2006, el sector público presentó, en promedio, hasta 2013,
un superávit de 3% del PIB, elevando la tasa de ahorro nacional de 19,9% del
PIB (de 2005) a 25,8%, en promedio, entre 2006 y 2013.
Esta mejora en la posición fiscal se debió a varios factores.