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Moral

CAPÍTULO V. LA CONDUCTA MORAL COMO RESPUESTA DEL HOMBRE A LA


LLAMADA DIVINA.

#1-2

El ser humano puede alcanzar y realizar el bien, este bien entendido y conocido por la
razón, lo hace en las distintas actividades de la vida, ante ello y por la revelación consideramos
que este bien humano es asumido y elevado por la llamada a la santidad en Cristo. La capacidad
y la creatividad que el hombre tiene para el bien son enriquecidas con las virtudes cristianas que
incluso sanan y elevan las facultades del hombre.

Es conocido que le hombre gracias a la luz natural de la razón puede tender al bien,
incluso, que busca a Dios aún cuando no lo haga de manera consciente, pero el cristiano tiene la
conciencia de que su vida moral entendida como respuesta está en correspondencia la llamada
divina. Si bien esta respuesta no se da en cada acción singular sí decimos que se hace en la
acción conjunta en relación a la luz de la razón y la de la fe, donde él se esfuerza por responder
de modo activo y creativo a la unión con Cristo. Por tanto, responder a Dios implica la libertad
del hombre incluso dando por hecho que hay una llamada a la santidad, llamada primera y
fundamental, esto se expresa en las conocidas palabras de san Agustín “Dios que te creó sin ti,
no te justificará sin ti”.

La respuesta del hombre se mueve entre los desapegos terrenos del hombre y la
búsqueda de los dones celestes como lo indicará san Pablo en repetidas ocasiones (Ef. 4, 22-24,
Ga. 5, 16-17, Rm. 12, 2). Lo que aquí se pretende es ilustrar en líneas generales aquello que
propicia la respuesta y lo que puede interferirla.

1. Aspecto negativo del comportamiento moral (#3)

Recordar la lección primera y fundamental nos da la perspectiva correcta para entender


la negación del pecado en el sentido en que si se niega el pecado se hace en base a lo que se ha
elegido. El pecado no es un tema primario en el anuncio cristiano pero si es un tema importante
ya que su presencia se opone a la vida que el hombre ha recibido en Cristo, en los escritos
neotestamentarios Pablo insiste en la muerte de Cristo por nuestros pecados, esto nos dice que la
realidad del creyente se da en el sacrificio de Cristo o por el sacrificio de Cristo, por tanto el
pecado es un “NO” a la llamada divina “por eso la lucha contra el pecado constituye la primera
radical e inmediata exigencia de la llamada divina a la santidad (1Tes. 4, 3-8, 1Jn. 3, 5-9).

La tibieza es la condición de voluntaria languidez espiritual que se caracteriza por la


dejadez en la edificación de la propia santidad, el tibio no quiere ofender a Dios pero tampoco
se compromete, olvida el gran amor de Dios y no deja crecer el mecanismo de la caridad pues se
siente satisfecho con lo que es y con lo que hace, es una postura media entre el amor a Dios y el
alejamiento de él, de aquí las duras palabras del Ap. 2, 17… Los remedios para la tibieza son:
convertirse de todo corazón, escuchar con la firme intensión de cumplir los mandamientos
divinos, tomar con generosidad la cruz del Señor y aceptar las mortificaciones y renovar el
esfuerzo por la santidad. En nosotros ayuda también mejorar la vida de oración y acercarse a la
confesión.
La concupiscencia desordena las facultades morales del hombre y sin ser una falta en sí
misma la inclina a cometer pecados (C.E.I #2014). La presencia de este concepto lo vemos en la
lucha que el hombre hace entre su deseo de responder adecuadamente a la llamada divina y el
desorden causado por el pecado original. Este desorden tiene su expresión más alta en el amor a
sí mismo y en los frutos que este apego trae a la persona misma, san Pablo lo ilustra en aquello
que llama las obras de la carne (Gal. 5, 16-21) a las cuales contrapone con las obras del espíritu
(Gal. 5, 22ss), no es que el apóstol desprecie la carne sino que distingue las obras buena y las
malas que hacen la sumisión o la resistencia de la persona al don del espíritu. La experiencia
humana tiene este contraste de la lucha entre lo bueno y lo malo, la meta de esta lucha no es la
afirmación de sí mismo sino realizar la voluntad de Dios sobre todas las cosas, el camino para
realizar esa voluntad es sin duda la práctica del bien (Rm. 12, 21).

2. Renovación en el Espíritu y los medios de santificación (#4).

La vida moral es un camino que va hacia la unión cada vez más íntima con Cristo, esta
unión a la que llamaos mística se da por la participación del misterio de Cristo a través de
medios distintos:

a) El crecimiento en santidad. La vida moral es respuesta, puede ser vista como un


proceso de santificación y como crecimiento en la unión con Cristo. Como Cristo, el
creyente está llamado a lograr una mayor identificación con la voluntad del Padre, esto
lo puede hacer con el desarrollo de la caridad a la que Pablo ve como motor del
conocimiento y discernimiento del moral cristiano. La identificación con Cristo se
logra por la escucha de sus enseñanzas morales como las bienaventuranzas, la primacía
de los mandamientos principalmente el del amor y la confirmación del decálogo,
aclarando que la vida moral no se resume en un cumplimiento de normas sino un
programa de vida en el que se integren y realicen plenamente todas las dimensiones de
la vida humana, esta realización no dependerá de la disyuntiva entre la obediencia y la
libertad pues el que se trasforma por la gracia divina ve todo su actuar como un medio
de unión con Dios, el camino de la unión hacia con Dios se acompaña de un conjunto
de comportamientos que no olvidan las obligaciones terrenas en su dimensión personal,
social y política.
b) Resaltamos los principales medios aprendidos del Señor para llevar adelante su
enseñanza como vida. La vida divina con nosotros comienza con el bautismo y se
reafirma con la confirmación, el matrimonio y la unción nos ayudan a vivir
cristianamente, la penitencia y la eucaristía son sacramentos específicamente de
santificación. La penitencia no es sólo un remedio contra las culpas graves, para
nosotros, es un medio de santificación y de unión con Cristo, en cuanto a la eucaristía,
la Iglesia recibe el memorial de la pasión del Señor y, en torno a ella, configura su
misión; la eucaristía contiene al Salvador, celebrarla día a día hace posible la
transfiguración del hombre en Cristo, en un segundo aspecto una al cristiano con su
Redentor en el sentido de comunión, y le proporciona fuerzas para el camino que
consolida la unión con los hermanos.
c) La oración en la vida cristiana requiere una escucha atenta y dócil a la palabra, es
relación viva y personal con Dios, es un diálogo filial que promueve la familiaridad
con el creador, esta apertura requiere la con versión, la vigilancia, la audacia, la
perseverancia, etc., de tal manera que no sea una exclusión de las realidades terrenas
nos recuerda la posibilidad y necesidad de encontrar momentos concretos para
realizarlo. Los elementos esenciales que encontramos en la oración como Iglesia son:
 Oración litúrgica y los sacramentos.
 Lectura y meditación de la S.E. libros espirituales y vida de los santos.
 Práctica metódica de la meditación y de la oración mental.
 Oración vocal.
 Examen de conciencia.
d) El estilo de vida de la cruz busca la identificación con el Señor, y esta, requiere
renuncia y combate en lograr negarse. Por este combate tenemos los tiempos medios
enseñados por la Iglesia. Todo aquello que ayude a asimilar el estil de vida de Jesús en
la cruz es el servicio y el de la obediencia y que se refieren a los otros.

3. La virgen María en la santificación del cristiano (#5).

La vida del creyente tiene una dimensión mariana, pues ella es modelo: en tanto se
adhiere a la voluntad del Padre, se une a la obra del Hijo, y en las mociones del Espíritu Santo.
Además de ser modelo es mediadora: es madre espiritual, pues nos comunica la gracia de
Cristo, y esto por voluntad del Padre, que ha querido enviarlo. Además de ser mediadora nos es
dada como Madre para no quedar privados de su presencia maternal y consoladora. Finalmente
tiene una dimensión para el discipulado, porque ella es modelo del que busca vivir la vida en
Cristo.

4. La dimensión apostólica de La dimensión cristiana (#6).

La tarea apostólica viene implícita en la elección recibida en Cristo. Quienes decimos


seguir a Cristo no podemos omitir hacer partícipes a los demás de la salvación traída por Jesús.
Hacer misión deriva de la vocación, no es algo facultativo, nace de la misma vida cristiana, del
bautismo. Deriva de la vocación porque nace de la alegría de la redención, es decir, pretende
comunicar lo que se ha recibido: la gracia que ahora el creyente comunica mediante palabras y
obras.

CAPÍTULO VI. LA LIBERTAD DE LOS HIJOS DE DIOS

1. Visión de conjunto de los temas de la antropología moral cristiana.

En la parte anterior se vio la elección en Cristo, cuya respuesta implica un tipo de vida,
una vida moral. Ahora nos proponemos estudiar las estructuras humanas que hacen al sujeto
cristiano capaz de colaborar con Dios a través de una vida que exprese su vocación. El sujeto
moral que es el cristiano que considera su libertad dentro de su realidad de hijo de Dios. Una
libertad que busca cumplir la voluntad de Dios. Cumplirla o realizarla tiene dos ejes:

 Eje horizontal: el hombre busca la realización de la vida en Cristo, y esto a través de un


proceso de comunicación entre el hombre, el mundo y Dios.
 Eje vertical: se distingue una diversidad de procesos encadenados en orden ascendente
en gradualidad y perfección (son cinco):
1. Inclinaciones y tendencias entendidas como aquello previo a la libertad de
elección, es un deseo no deliberado.
2. Percepción de la presencia o ausencia de bienes a los que tiende el deseo
humano.
3. Las reacciones afectivas que rigen a la percepción.
4. Los actos humanos (actos libres y conscientes) por los que nos conducimos, y
respondemos a nuestras tendencias.
5. Los hábitos adquiridos, y los hábitos infusos (recibidos del Espíritu).

Pensar así en la libertad es pensar en la libertad de una persona en el tiempo y en el


espacio, de una persona con inclinaciones y necesidades, y de una persona con exigencias
recibidas del Espíritu Santo.

En la vida moral, temas y necesidades que proceden de la no-libertad se elevan al nivel


de la libertad, donde sufren cierta elaboración y transformación, y a veces son corregidos o
incluso rechazados. La libertad se alimenta de motivaciones que frecuentemente no proceden de
ella misma.

2. Dimensiones del concepto filosófico de libertad.

Partimos del presupuesto de que en el ser humano existe la libertad, reconociendo que
hay factores que pueden condicionarla o afectarla. Hay quienes han cuestionado su existencia
pero sin jamás llegar a una conclusión definitiva, nos interesa trazar las principales dimensiones
de esta realidad para entender lo que la antropología moral enseña sobre ella.

a) Libertad de coacción. Es no estar obligado o impedido por agentes externos y se puede


decir también del querer en cuanto que no está sometido a una cohesión exterior.
b) Libertad de elección. Es la ausencia de necesidad interna, libertad de querer, libertad
psicológica. Quienes dudan de esto es quienes afirman que estamos determinados
internamente, ciertamente reconocemos la presencia de limitaciones internas que
limitan o quitan la libertad psicológica, pero, aún con estas no se niega su existencia.
c) Libertad como valor y tarea ética. La libertad de elección no tiene un fin en sí sino es
para un uso, en la elección se elige o se rechaza un bien o un mal. Si hemos dicho que
la libertad es real en la persona, en este punto, no se supone sino que se adquiere. Los
autores ponen este tercer tipo de libertad como una libertad “de”, donde el hombre, por
la realización efectiva de la libertad llega a una libertad de los impulsos desordenados,
ella se consolida por la virtud.
d) Libertad y amor. En miras a la plenitud de la libertad, específicamente en mitas al bien
que busca se necesita un “para que” y es aquí donde se encuentra al libertad “para”. La
libertad se tiene y podemos ejercerla y el ejercicio que hacemos de ella se dirige a un
bien, en nuestra consideración al libertad en miras de un bien nos lleva al amor que en
todas sus formas es una afirmación del bien. En este sentido la libertad va más allá, por
eso la libertad es trascendente, tiende a lo absoluto pero tanto el bien particular como el
absoluto atraen la libertad pero no la determinan. Ellos atraen la voluntad que a
impulsa pero no olvidemos que necesitamos de la razón y no únicamente la acción de
la voluntad de manera que es una realización de la persona que cree en la realidad del
bien que busca y espera alcanzarlo.

3. La libertad en la antropología cristiana.

a) La libertad como don de Dios en la perspectiva histórico-salvífico. En el A.T. no


encontramos reflexiones sobre la libertad aunque si encontramos algunas explicaciones
explícitas, es muy conocido Ex. 30, 15ss, la enseñanza sobre ella se da dentro del
contexto histórico salvífico de la relación de Dios con su pueblo.
La narración del éxodo nos lleva a una liberación de un pueblo, esta liberación es
recibida, quien la da es Dios, por tanto no es el pueblo el que se libera a sí mismo sino
un pueblo que es liberado. En un primer momento por la situación que vive el pueblo la
liberación tiene un carácter socio-político pero no es ese su único fin, esta liberación se
encamina a la alianza y ahí en esa liberación que Dios da al pueblo se adquiere un tono
religioso-moral, es la desaparición de todo tipo de opresión. En este orden de ideas la
liberación viene de Dios, es un don, esta es una característica distintiva de la
antropología cristiana, y ahí en su interior el hombre está llamado a ponerse delante de
Dios a hacerlo desde su corazón y así decidir su propio destino. Du dignidad es, además
de ser libre, actuar desde esa libertad en una decisión consciente que puede unirlo o
separarlo de su creador, llevarlo a estar a favor o en contra del amor.
b) Para la libertad Cristo no ha liberado. Para el N.T. la enseñanza sobre la condición de
libertar es desarrollada por Pablo, parte del hecho de que la redención fue hecha en
Jesús. Esa redención es para la libertad y esta es posible sólo en la aceptación de la
acción salvífica de Jesús, el pecado es real y está presente en toda la humanidad, su
presencia es como un imperio que crece y entorpece el corazón , lamente y separa de
Dios, pecado esclaviza a la humanidad y el yugo del pecado se adquiere en la fe en
Cristo que nos ha justificado, esto es sólo en la justificación obrada en Jesús la
humanidad puede superar el pecado, ´¿Dónde se manifiesta la condición de pecado? ¿en
qué la humanidad siempre peca? Se manifiesta en que sigue presente en nosotros, por el
hecho de que decidimos pecar y rompemos con esa decisión la relación con Dios, por
ello, salir de esta situación es posible por la justificación en la que Jesús establece la
liberación original “La liberación (pues) del pecado es una tarea ética para el creyente,
una licha para la libertad interior que se experimenta cada día pero ahora con Cristo, la
victoria es posible, para esta libertad Cristo nos ha liberado.
c) La libertad, la caridad y la ley de Cristo. Por la fe proclamamos que Cristo nos ha
liberado, aquí no toca hablar de que nos ha liberado “de”, ahora pasamos al “para qué”
de la liberación, la verdad profunda de la redención es que Dios lo ha hecho por su
fidelidad, de manera particular es liberación de nuestros egoísmos y para una acción
contraria que es amar a Dios y al prójimo. Criterios para… vivir según el Espíritu
para… la nueva ley de Cristo nace de una vida nueva en Cristo por el ser rescatados por
Cristo, de tan manera que no hay una oposición entre libertad y ley de Cristo de modo
junto a la dimensión mora de la libertad cristiana, la perspectiva joanea añade la
dimensión ontológica de la filiación divina del cristiano en Cristo. Podemos decir en
resumen que la libertad cristiana presupone a libertad de elección o libertad psicológica
y le agrega un nuevo elemento: un perfeccionamiento o potenciamiento moral estable
de la capacidad de elección, con el cual el cristiano puede regular sus acciones y sus
sentimientos de modo que en cada momento actualiza el seguimiento y unión con
Cristo.

4. Libertad trascendental y opción fundamental.

Dentro de las distintas aportaciones para la renovación de le teología fundamental del


siglo XX apareció esta que se identifica como opción fundamental como una propuesta que
buscaba superar un planteamiento atomista de los actos, profundizar la relación de los actos y la
persona, sin embargo, en algunos matices de esta postura ha habido reservas por parte del
magisterio. Es posible una propuesta desde la opción fundamental, siempre y cuando no
olvidemos que las acciones libres y conscientes de la persona le acercan o le separan de la
elección hecha.
CAPÍTULO VII. TENDENCIAS, SENTIMEINTOS Y PASIONES

1. La persona humana en cuanto sujeto de deseos y pasiones

Con este capítulo iniciamos el eje horizontal, la experiencia de vida nos dice que hay
acciones de las cuales nosotros somos conscientes, en el sentido en que las programamos, y,
también, somos conscientes de la meta a la que queremos llegar. Esta misma experiencia nos
dice que hay otras actividades como las pasiones, los sentimientos, los estados de ánimo que no
dependen de la persona para que se den, estas, están en el extracto más profundo del ser. Junto a
este último elemento tenemos otro que expresa el carácter relacional de la persona, a esto, no
somos inmunes, sufrimos influencias, de los elementos con los que entramos en relación, para
distinguir dos cosas, una es que somos sujetos de acciones y la otra es que nosotros también
somos sujetos de reacción, la presencia o ausencia de personas o bienes afectan los temas que
queremos ver en este capítulo.

a) Alma y cuerpo.

El Ser humano es un compuesto: cuerpo y espíritu, que no son independientes, hay un


influjo continuo de uno hacia el otro, en el hombre se conjugan las funciones propias de la vida
vegetativa, sensitiva y racional. Cada una de ellas da al hombre lo que le es propio pero no le
gobiernan de manera determinante, porque por ejemplo, a los dos primeros niveles se agrega el
y tercero con el juicio intelectual y la decisión libre de la voluntad pero los tres forman parte de
los actos humanos que buscan responder en principio a las necesidades básicas y pasan al
espacio propiamente moral, entre los tres grados hay una jerarquía, cada grado supone el
posterior y se beneficia a la vez de los posteriores, hay también una dependencia recíproca, pues
la alteración de uno repercute en los otros, esto no quiere decir que el ser humano esté
compuesto de realidades diversas.

El ser humano es un compuesto en donde algunos fenómenos comenzaran en los


estratos inferiores o superiores pero siempre serán reflejo del todo, del compuesto que es y que
no se puede aislar, los fenómenos propios de cada nivel los encontramos en interacción con los
otros niveles.

b) Naturaleza y libertad.

Nombrar naturaleza y libertad es recordar dos modos de actuar diferentes, el primero


nos recuerda que la voluntad por su naturaleza misma tiende a su propio objeto formal, es decir,
al bien y a la felicidad que santo Tomás nombraba voluntas ut natura, esta tendencia es la razón
de su movimiento y los quiere libremente y ese querer es porque la inteligencia descubre en ello
una razón de bien que puede ser auténtico o sólo aparente, esta relación se toma para recordar
que la «libertad humana no es una iniciativa pura, sin presupuesto, el hombre tiene inclinaciones
y necesidades vinculadas con la corporeidad y la sensibilidad e incluso con la racionalidad que
sólo pueden ser satisfechas mediante un comportamiento libre».

Para reconocer que la persona debe conformarse y tomar decisiones sobre temas y
necesidades que no ha elegido libremente como son aquellas que viene de los estadios de vidas
inferiores o aquellas que vienen de su ser hijo de Dios.

2. El desear humano
El deseo o impulso es la forma en que se manifiestan las necesidades del hombre en su
diálogo con el mundo. Las necesidades se dan en nosotros en distintos niveles, el deseo puede
seleccionarlos y lo hace en lo que significan para él. El hombre puede alcanzar una alta
comprensión de sí y del mundo por medio de su razón, con esto entra la parte cognoscitiva del
de ser, elemento importante para la antropología moral.

a) Las inclinaciones naturales.

Santo Tomás considera que lo creado busca su perfección, esto se manifiesta en el


apetito natural que es una ordenación hacia el fin de su propia naturaleza, por esto se dice que
esta inclinación es su carácter ontológico, además de afirmarse que ese apetito es conforme a la
esenia de cada ser, el aquinate estudia este apetito cuando trata la ley natural que en referencia al
hombre le permite hablar de los preceptos de la ley que se adecuan a sus inclinaciones naturales
y aplicadas al hombre santo Tomás distingue 3 tipos de inclinaciones:

 Las que el hombre tiene en común con todas las substancias: la permanencia en el ser,
que para los seres vivos supone conservación de la vida, defensa, nutrición, etc.
 Las que tienen en común con los animales: reproducción y cuidado de la prole, que en
el hombre se extiende al matrimonio, etc.
 Las que son propias del hombre como ser racional: sociabilidad, amistad,
conocimiento, amor, trascendencia, etc.

b) La fenomenología del desear humano: las tendencias

Tendencias e inclinaciones son dos conceptos complementarios, mencionan 4 notas


características de las tendencias:

 Son un reflejo psicológico de la ley vital de la comunicación entre la persona y el


mundo. En la tendencia nuestras necesidades (las inclinaciones naturales) se
manifiestan como un déficit acompañado de inquietud (hambre, sed, deseo de
estimación, etc.) que deseamos superar a través de la acción
 Se experimentan como un movimiento que va desde el estado de necesidad del que se
quiere salir hacia el estado futuro de satisfacción, percibido anticipadamente de un
modo todavía oscuro y confuso, pero que la tendencia anticipa y sugiere.
 Cada tendencia apunta hacia una meta. Si la tendencia se propone como un “buscar
algo”, la meta es ese “algo” que se busca. Esta meta representa un valor, un bien en el
sentido amplio del término, porque responde a una necesidad.
 La tendencia tiene siempre el carácter de algo dado. No procede de una iniciativa del
individuo, como no procede de una libre opción a la necesidad de alimentarse o de vivir
en sociedad. En este sentido, la tendencia tiene un carácter pasivo.

Las tendencias se encaminan al desarrollo de la persona, no la definen, porque


persiguen un bien, observar las tendencias nos daría un cuadro de los bienes que busca el ser
humano, entre los psicólogos hay distintas opiniones entre el numero de tendencias, unos hablan
de un aspecto monotemático, donde sería sólo una cosa que jala a las otras, el ejemplo es Freud
con la libido, hay otros que lo ponen como politemático que no es sólo una cosa los que la
guían, hay varios grupos de tendencias, y otros tienen una concepción atemática porque
consideran que las tendencia responden más a momentos de la vida. Los autores seguirán una
politemática seguidos del autor Lersch.
c) Clasificación de las tendencias

Se distinguen tres grupos de tendencias:

 Tendencias de la vitalidad.
 Tendencia a la actividad: es la búsqueda del ejercicio que cambia con los años y
que en momentos hay que ver la diferencia entre personas hiperactivas y personas
extremadamente pasivas.
 Tendencia al goce: es la búsqueda del placer, que va desde lo básico hasta las
funciones mayores.
 Tendencia sexual: instintivamente es un impulso vital hacia la conservación de la
prole. En el ser humano se lleva una dirección distinta cuando se busca el placer
sexual como tal.
 La meta del impulso vivencial: esta vitalidad vive o revive los fenómenos de
fondo endotímico.

 Tendencias del yo individual.


 Tendencia a la conservación individual: es conservar la vida, el ser humano
desarrolla técnicas.
 Tendencia a la posesión: la acumulación puede llevar al egoísmo o a la egolatría.
 Deseo de poder: busca disponer del ambiente o del prójimo pero es en busca de
una sensación de superioridad.
 Necesidad de estimación: buscamos ser apreciados, esto puede ser como una
búsqueda moderada.
 Afán vindicativo: movido por el rencor, el resentimiento, pero si se modera esta
parte puede ser compatible con el perdón y la generosidad.
 Deseo de autoestima: la propia valía para ayuda del desarrollo personal para
excluir las imágenes negativas de sí mismo.

 Tendencias transitivas.
 Tendencias a estar con los otros: características de ser sociales, que se puede
trascender.
 Ser para los otros: sentido de responsabilidad, en el ser humano se adquiere de una
forma importante en la familia.
 Tendencia creativa: utiliza la inteligencia con algo que vale la pena o que es
importante para nosotros y deja huella.
 El deseo de saber: da un horizonte vital, responde a necesidades, nos ayuda a dar
sentido a la propia existencia.
 Tendencia a amar y a ser amado: incluye las distintas formas de amistad,
benevolencia y amor así como sus opuestos: enemistad, malquerencia y odio.
 Tendencias normativas: entra el espacio de los valores que son una verdadera y
neta auto trascendencia.
 Tendencias trascendentes: es no quedarnos en lo pasajero sino en la huella o
aquello que en verdad trasciende.

El último grupo es importante para la moral por la atracción que la persona puede sufrir
hacia el absoluto o hacia el otro, donde las bases antropológicas de apertura hacia el absoluto y
en particular hacia los demás invitan al individuo a ir más allá, ir más allá del auto interés. Entra
el ejercicio de la inteligencia desde la cual se responde a los distintos grupos de tendencias y a
las tendencias más elaboradas, la integración y la relación de estos grupos puede variar con el
tiempo según las personas y según los rasgos de carácter.

d) Las tendencias y la voluntad

Las tendencias se dan en un nivel pre consciente, esto quiere decir que el hombre no las
controla, ante ellas el hombre las padece pero no necesariamente las realiza porque entra el
querer de la voluntad donde el sujeto toma una postura ante las tendencias; esto es posible entre
la tendencia y la voluntad porque la voluntad sigue a la inteligencia como sigue a su naturaleza
en cuanto a que la inteligencia capta un bien. La voluntad no se queda sólo en deseo, es algo
tendencial y desiderativo, tiende y desea un bien que puede estar ausente o presente. El nivel
superior no está en la voluntad del desear sino en el deseo de darse, una voluntad superior capaz
de entregarse, donde aquellas tendencias transitivas son llevadas verdaderamente a un nivel
superior.

3. La afectividad humana: sentimientos y pasiones

Las tendencias nos dicen que tendemos a… las emociones y los sentimientos son
resonancias de la percepción de estas tendencias. El sentimiento, por un lado, es una reacción
ante la percepción de un bien o un mal dados por las tendencias.

a) Fenomenología de los sentimientos

Por su estrecha relación con las tendencias se pueden clasificar en el mismo cuadro de
estas. El sentimiento puede caracterizarse por una duración breve mientras que los estados de
ánimo son más persistentes, aunque son muy semejantes sentimientos y estado de ánimo los
segundos nos pueden ayudar a ver el modo de vida de una persona precisamente por su
persistencia.

b) Las pasiones

Santo Tomás llama pasiones a los actos de los apetitos sensitivos dentro de una
distinción más grande, él distingue el apetito elícito (tendencias), este apetito actúa en
dependencia del objeto intencionalmente captado por los sentidos; aún en este nivel es algo que
el sujeto padece, algo pasivo. Pasión no es un impulso hacia una acción inmoral, la pasión es un
componente de la vida humana y en ocasiones se convierte en una base motivacional para la
acción. Por estas pasiones el sujeto se mueve hacia objetos concretos captados como bienes y
las podemos distinguir según tres criterios:

1. Su diversidad genérica se basa en la distinción de dos facultades apetitivas en la


sensibilidad humana: el apetito concupiscible o impulso al placer, que tiene como
objeto el bien sensitivo deleitable, y el apetito irascible o impulso agresivo, cuyo
objeto el bien deleitable difícil de conseguir o el mal difícil de evitar, y que por ende
requiere esfuerzo y lucha. Segú n este criterio, las pasiones del apetito concupiscible
siempre son diversas de las del apatito irascible.
2. Las diferencias entre los objetos de las pasiones según el bien el mal, y también
según la presencia o la ausencia del bien o del mal. Las pasiones que miran al bien
deleitable ausente (deseo) son diversas de las que miran al bien deleitable presente
(gozo) y de las que reaccionan ante el mal presente (tristeza) o ausente (aversión).
3. Solo para el apetito irascible se emplea un tercer criterio, que consiste en el diferente
tipo de movimiento ante un mismo objeto: tendencia hacia un bien arduo posible de
alcanzar (esperanza) o renuncia del mismo bien en cuanto considerado imposible del
logar (desesperación).

Santo Tomás enumera las siguientes Pasiones:

1. Apetito concupiscible: a) Haciendo abstracción de la presencia o ausencia del objeto,


tenemos amor hacia el bien y odio hacia el mal; b) respecto a un objeto ausente: deseo
del bien y fuga o aversión del mal; c) respecto de un objeto presente: gozo (o alegría)
del bien y tristeza ante el mal.
2. Apetito irascible: a) respecto a un bien arduo ausente considerado como posible de
alcanzar: esperanza; si parece imposible de alcanzar: desesperación; b) respecto a un
mas inminente que se supone evitable: audacia; si se estima inevitable: temor; c)
respecto a un mal presente: ira.

Esta distinción es formal pero sirve en a distinción de los contenidos de los fenómenos y
de la tarea que esas pasiones plantean a la razón ya que hay pasiones que mueven y pasiones
que frenan, puede incluso haber pasiones que mueven pero anulando la libertad. Santo Tomás
hablará de las pasiones en función de ordenar las virtudes, con ello vemos que el estudio de las
pasiones morales tiene en cuenta la temática de las diferentes tendencias como hace en su
momento la psicología con lo que a ella corresponde.

4. Las pasiones

a) El papel de las pasiones en la vida moral.

Hablar de las pasiones y verlas en las personas es algo normal y se dan dentro del
desarrollo y dándole una carga afectiva que puede ser positiva o negativa según la tonalidad que
le demos. Como dijimos en un momento, hablando de las pasiones, no conviene verlas como un
obstáculo para la acción voluntaria porque son siempre moderadas por el YO quien puede
integrarlas y regularlas según el bien de la persona, dentro de lo normal ellas expresan nuestra
personalidad, la estructura de nuestros afectos, que, en buena medida nos damos a nosotros
mismos, las excepciones a este estructurarnos son las enfermedades mentales, también el
ambiente puede influir en nosotros, pero aún con esa influencia cada uno tenemos la capacidad
de tomar postura ante esos influjos. De igual manera los sentimientos nos recuerdan que no
somos indiferentes a lo exterior, pues con ellos sentimos cosas interiores y desde ahí
consideramos el mundo como positivo o negativo y esta nos da una percepción del bien y del
mal.

La resonancia de los sentimientos puede ser moralmente ambigua por dos aspectos: 1.
Grado de educación afectiva que poseemos; 2. Los sentimientos pueden referirse al influjo de
varias tendencias, sin aclarar la función que cada una pueda tener para el bien, entonces para
integrarse se necesita de la razón y de la voluntad, si las tendencias y los sentimientos están
formados proporcionan un conocimiento verdadero, más aún, se convierten en algo que anticipa
porque “conoce el contenido y valora las tendencias y los sentimientos.

b) Las pasiones en la antropología cristiana

En la S.E. aparecen mencionadas las pasiones, san Pablo advierte sobre ellas e incluso
se le atribuyen a Dios. El C.E.C. 1767 habla de las pasiones. El orden inicial se latera por el
pecado y aún con la gracia seguimos experimentando esa inclinación, incluso en la persona cada
pasión puede buscar su propio objeto sin que haya una integración. Pensar en las pasiones no es
para etiquetarlas sino para ver que las hay ordenadas y desordenadas pero que al hombre
corresponde desde ellas dirigirse al bien, a una integración como sugiere el numero 1765 y
1766. El pecado personal agrava el desorden pues en lugar de dar claridad impulsa más la
pasión, la doctrina cristiana ve que los sentimientos y las pasiones son parte importantísima de
la persona humana, pueden ser clarividentes para mostrar mejor el camino, son expresión del ser
de la persona y de su cualidad humana y ponen un escenario donde se da una lucha entre la
buena voluntad y el pecado.

c) Educación moral de la afectividad

El valor moral de los sentimientos y pasiones dependen de la verdad o falsedad de la


valoración que contiene, la cual se las damos nosotros por nuestra experiencias afectivas, de la
corrección o la falta de corrección moral de la toma de posición que esbozan y de la moralidad
de la conducta que sugieren o impulsan. Así como pueden ser de gran ayuda para la vida moral
también pueden ser nocivos, la educación moral es para dares orden para que sean buenos o al
menos para que no sean un obstáculo. La educación moral tiene tres tareas:

1. Interpretar. Entender el significado de lo que se experimenta.


2. Valorar. Valorar el bien y mal que nos afecta puesto en relación al bien global que en
este caso es la vida en Cristo. Según la vocación y las circunstancias de cada uno.
3. Dirigir o corregir. Aceptar los sentimientos con la valoración espontanea que contiene y
la línea de conducta que sugieren o bien modificarlos o rechazarlos.

d) El influjo de los sentimientos y las pasiones en la voluntad

«Consentimiento» es aceptar el impulso. Aunque no los sentimientos y pasiones no se


dan por voluntad a esta, como clave de lectura, les corresponde conducir la sensibilidad hacia el
bien, por eso, que influyan en nosotros o no va a depender del consentimiento de la voluntad,
voluntad que ayudada por la gracia puede alcanzar un mejor equilibrio.

En relación a la voluntad se pueden distinguir tres momentos de la pasión:

 Pasiones antecedentes. cuando los afectos se sienten antes qye la voluntad tomen una
decisión sobre ellos:
a) Condicionando el juicio
b) Debilitando la volntad
 Pasiones consecuentes. En relación a la voluntad la actuación de estas depende de la
voluntad porque ya sea que sean buscadas por una decisión voluntaria o que sean
generadas de modo espontaneo al final son libremente aprobadas.
 Pasión cconcomitentes. Aparece contemporáneamente al acto voluntario.

CAPÍTULO VIII. NATURALEZA, ESTRUCTURA Y VALORACIÓN DE LA ACCIÓN


MORAL.

1. Concepto de acto moral.


Una primera afirmación es que el acto moral se diferencia de las tendencias y del acto
humano, de las primeras porque estas se dan sin intervención de la voluntad y en relación de los
actos del hombre porque en estos se dan intervención de la voluntad, en relación a esto se da
porque es voluntario, libre y entonces conviene ver que es la acción voluntaria.

a) Acción voluntaria.

Es la acción que procede de un principio intrínseco y está acompañada de por el


conocimiento formal del fin. Procede de la voluntad, de la interioridad, de la libertad. Está
acompañada por el conocimiento porque el sujeto obra por un objeto, objeto que es conocido,
ponderado y querido por parte del él que obra. Es fin porque expresa el objeto o término propio
de los actos de la voluntad que ha sido captado como bien por la inteligencia, puede ser
alcanzado, usado o realizado por la acción voluntaria.

b) La voluntariedad.

Es la tendencia consiente y deliberada del querer personal hacia su fin, es un tender


hacia…, llama a no distinguir el acto sólo de su acto exterior sino a tener en cuenta el propósito
interior porque ante un mismo objeto podemos tomar distintas posturas, de modo que no sólo es
lo que yo hago sino la intensión con la que lo hago.

c) Características de la voluntariedad.

En primer lugar en voluntariedad hay conciencia, pero, esta conciencia va más allá del
decir soy consciente de que siento algo pero también de que la voluntad lo desea. También hay
un conocimiento racional porque proyecta en cuanto que podemos ver lo que queremos alcanzar
y también valora lo que estoy haciendo, valora si aquello que se quiere alcanzar es un bien.

La voluntariedad es activa en el sentido de que es un modo que dirige hacia el fin


elegido o decidido por la persona, a diferencia de las tendencias no es algo a lo que se reacciona.

La voluntariedad es auto referencial es sentido en que la acción querida libremente ,


modifica y cualifica al sujeto porque en la elección de la acción hay una identificación de la
persona, esta identificación es lo que la persona reclama para sí porque no sólo lo conoce aquel
bien sino que lo quiere y emprende el camino para alcanzarlo. Hay que distinguir que no basta
conocer algo para que nos auto determine, nos auto determina si lo elegimos y lo buscamos
como un acto voluntario.

d) Actos voluntarios elícitos e imperados.

Los actos elícitos son aquellos realizados directamente por la voluntad que pueden
referirse a objetos que muchas ocasiones no están en su poder pero pueden proyectar o elegir
acciones realizables o realizadas donde se aplican las facultades operativas para realizar lo que
se ha decidido.

Los actos voluntarios imperados. La facultad que impera los actos voluntario elícitos es
la voluntad, los imperado son realizados por una facultad diferente a la voluntad, se realizan
bajo influencia de la voluntad, la distinción es que son actos elegidos libremente porque la
persona sabe hacia dónde tiende.

En la teología moral hay dos consecuencias para estos dos: en primer lugar los actos
elícitos tienen gran importancia porque se puede decir que son como el alma del acto y la
segunda consecuencia es que dentro de las acciones se debe captar aquello que anima al acto
imperado, aquello que he decidido. Otra clave para la interpretación moral es que los actos
elícitos pueden considerarse por sí mismos buenos o malos mientras que los imperados lo son
por participación.

Esta doble dimensión del acto es importante porque invita a ver la intencionalidad del
acto, ya que ella es constitutiva de la acción voluntaria imperada porque si no tuviera ese
elemento interno, si fuera sólo un elemento de la acción y si fuera sólo eso no pudiéramos
hablar de un acto humano.

2. Los diversos tipos de objeto de la voluntad.

a) El objeto directo de la voluntad

El objeto directo de la voluntad es el bien, lo que yo quiero alcanzar, que puede ser real
o aparente, es el bien presentado por la razón, es el fin que queremos lograr. Podemos ver varias
acepciones de fin: la primera es que cuando hablamos del objeto directo es lo que se presenta
como bien deseable en sí mismo, es la básica distinción de lo que se puede diferenciar como fin;
fin es lo que se considera como bueno o apetecible en sí mimo y es querido y realizado por sí
mismo porque el sujeto que realiza la acción lo considera como honesto o deleitable, honesto
porque lo considera como bueno y deleitable porque es esa resonancia que queda en mi; tercera
acepción, el bien considerado, aceptado formalmente en cuanto tal no es querido en sí mismo
(ni como bien honesto ni como bien aceptable) sino en cuanto ordenado (finalizado) a la
realización o consecución del fin.

b) El objeto indirecto de la voluntad

El objeto directo es una consecuencia de la acción que no interesa ni es querida de


ningún modo ni como fin ni como medio, pero es prevista y permitida en cuanto que esta
inevitablemente unida a lo que se quiere.

3. la estructura discursiva del obrar humano.

En el obra humano un paso lleva al otro, decimos discursiva porque hay diversos
momentos de actuación de la razón práctica y de la voluntad. Para la moral interesa la intención
y la elección.

 La intención. Un acto elícito que consiste en el querer eficaz de un fin, (algo apetecible
en sí y por sí) que en su realidad fáctica está distante de nosotros, de modo que no
resulta inmediatamente realizable o alcanzable, sino que se logra mediante una serie de
acciones finalizadas a él.
 La elección. Llamamos elección al acto elícito de la voluntad que tiene por objeto la
acción inmediatamente realizable en vistas del fin deseado. La elección se hace sobre el
objeto y el fin que queremos, la elección tiene varios elementos como la deliberación.

4. Las fuentes de la moralidad.

a) Enseñanza de la Iglesia sobre las fuentes de la moralidad


 C.E.C. 1749-1761. El catecismo señala que los elementos para la valoración del acto
moral son 3: objeto, fin y circunstancias. En relación a esto nos indica lo que
corresponde a cada uno de ellos, como se relacionan.
 El objeto indica la especie moral, aquello a lo que se tiende, el objeto como tal
puede viciar todo el acto.
 Un fin bueno, justo, no puede hacer un comportamiento injusto.
 Las circunstancias pueden agravar o disminuir la malicia, maldad o bondad de un
acto.
El catecismo nos recuerda que la valoración del acto se necesita de los tres actos.

 En la encíclica, de los números 71 al 83, por su parte la encíclica profundiza en los


elementos que constituyen las fuentes de la moralidad pero en el tiempo en que la encíclica
fue escrita eran puestas en discusión por autores o escuelas. Dentro de este contexto, en su
núcleo, recuerda que hay comportamientos que son intrínsecamente malos en su objeto y lo
serán siempre independientemente de la razón en que se actúen. Cuando dice
comportamiento entiende el objeto posible de elecciones deliberadas y libres. La misma
encíclica recuerda que en la valoración del acto debemos tener en cuenta la perspectiva de la
persona porque hay una conexión entre la moralidad de la persona y la moralidad de acto.
Hay que prevenir que la acción o es sólo aquello externo, hay que aprender a ver en el
interior y También que la ponderación de la consecuencia de la acción no es un método para
valorar si la elección de un comportamiento es buen o no desde la elección del objeto.

b) El objeto moral.

El acto de la voluntad se especifica fundamentalmente por el objeto al que tiende


directamente ese acto, es decir, es el fin o el bien que deliberada y libremente se ha elegido y se
quiere. La tradición moral distingue en el objeto dos cosas: finis operis y el finis operantis, el
primero ería lo que se quiere lograr con el acto mismo y el segundo es el fin dl agente. El objeto
moral no es aquello que sucede externamente porque lo encontramos en una manera más clara
cuando tenemos en cuenta el propósito interno de la elección, dicho con otras palabras
entendemos mejor el objeto del acto cuando tenemos el acto elícito de la voluntad. El propósito
interno puede cambiar, de igual manera debemos tener en cuenta que toda elección que nosotros
hacemos como todo acto humano es una realidad intencional. Cuando el propósito de mi acción,
que es el objeto por el cual actúo, no es correcto, o va contra alguna virtud, ninguna intención
posterior podrá sanar aquello que de raíz está mal.

Según su objeto el acto puede ser bueno si son en sí mismos conformes a una virtud,
pueden considerarse malos si en sí mismos no son conformes a la virtud y pueden ser según su
objeto considerados indiferentes, no hay una conformidad o inconformidad en relación a una
virtud sin embargo para ser considerados como actos humanos necesitan tener una cierta
cualificación moral.

Para conocer la bondad o maldad de un acto nos ayuda: la razón humana, esta razón
humana iluminada por la revelación y la enseñanza de la Iglesia.

c) Fin.

Es el objetivo por el cual el agente ordena su actuar, es decir, lo que quiere conseguir
por medio de las acciones conseguidas, es por tanto en motor principal de su actuar. Los autores
sugieren que entendamos que cuando hablamos del actuar estamos tocando las disposiciones
interiores y que en la búsqueda de ese fin hay que estar atentos a no confundir motivos que
pueden sumarse accidentalmente, aun cuando estas estén no se rompe la unidad de la conducta,
esa intención se realizará por medio de las acciones que se elijan y esas acciones que se elijen
pueden hacer realidad o pueden negar la intención que las motivó y las acciones pueden tener
efectos indirectos no deseados pero si previstos y tolerados. Cuando hablamos de fin decimo el
objetivo por el cual se actúa, esta intención se realiza por medio de las elecciones y estas serán
realización de la intensión cuando la virtud ayuda a una buena elección.

Hay pues una coherencia ética entre intención y elección (Mt. 7, 21-26)

 la cualidad del fin moral por la cual elegida influye sobre su moralidad de un modo
diverso según la calificación del objeto.
 Las acciones que por su objeto son indiferentes se convierten en buenas o malas a causa
de su fin.
 Las acciones buenas por su objeto a causa del fin se convierten en más buenas, menos
buenas, o malas.
 Una acción mala por el objeto puede empeorar o disminuir su malicia a causa de la
intención pero nunca puede llegar a ser buena.

d) Circunstancias.

Son elementos secundarios que influyen en la moralidad del acto que agravan o
disminuyen la responsabilidad, estas circunstancias se pueden agrupar por dos categorías:

 Aquellas que se relacionan con el objeto.


 Tiempo (quando). Un servicio atrasado pierde parte de su eficacia.
 Lugar (ubi). No es lo mismo injuriar a una persona en público o en privado.
 Cantidad del objeto (quantum). Valor económico de la mercancía robada.
 Efectos de la acción (quid). Una limosna que aparta a quien la recibe de un grave
peligro físico o moral.
 Aquellas que se relaciona con el agente.
 Condición del agente que actúa (quis). La limosna que da un pobre o un rico.
 Modo de actuar (quomodo). Uso innecesario de la fuerza.
 Medios empleados (quibus auxiliis). Samaritano, se detiene y lo cuida.
 Motivos circunstanciales (cur). Un servicio por cortesía esperando un cierto
reconocimiento es menos meritorio que hacerlo por caridad.

Las circunstancias ayudan a ponderar la moralidad del acto pero no todas son de orden
físico, no son en el orden moral, una circunstancia puede modificar la esencia del acto, se puede
robar pero se puede robar dentro de una Iglesia. La moralidad del acto le viene por su fin, las
circunstancias pueden aumentar o disminuir la maldad o la malicia.

e) Referencial al proporcionalismo.

Las enseñanzas morales de algunos teólogos y de algunas escuelas ha habido algunas


acentuaciones sobre el modo de entender los elementos sobre los que se valora la acción moral,
en esas acentuaciones el magisterio ha considerado que no hay una correcta valoración. A estas
acentuaciones se les ha dado el nombre de consecuencialismo y proporcionalismo. Tener en
cuenta que harán ellos tanto el fin como las circunstancias puede dar la idea de modificar la
valoración del acto.

5. La moralidad de los efectos.


Algunos criterios para valorar los efectos derivados de una acción voluntaria.

a) Imputabilidad de las consecuencias.

Para ayudarnos a ver esa responsabilidad moral de las consecuencias de una acción
realizada u omitida:

1. Domos responsables de las consecuencias negativas previsibles de nuestras


malas acciones aunque no se hayan previsto.
2. Las consecuencias buenas de las malas acciones no pueden ser adscritas como
merito.
3. No somos responsables de las consecuencias negativas no previsibles de
nuestras buenas obras.
4. No somos responsables de las consecuencias negativas previstas de la omisión
de una acción inmoral.
5. No se es culpable de las consecuencias negativas previstas de las buenas
acciones, siempre que se cumplan las condiciones indicadas para la acción del
doble efecto.
b) Principios para la valoración de los efectos.

El uso de la libertad por medio de la acción elegida estas tienen sus causas y efectos, a
estas se les puede llamar efecto secundario, ellos pueden plantear problemas ya se para tomar
decisiones o para valorar una acción, se refiere a una acciones que provocan una serie de
consecuencias éticamente malas pero previsibles que hacen que la persona no sepa cómo actuar
y no sepa cómo hacerlo, para la valoración de esto nos ayudan varios principios:

1. Principio del doble efecto o voluntario indirecto. Es lícito ejecutar un acto del que se
siguen dos efectos, uno bueno y otro malo si se dan estas cuatro condiciones:
 Que la acción en sí misma sea buena o indiferente.
 Que el fin del agente sea obtener el efecto bueno y se limite a permitir al malo.
 Que el efecto primero e inmediato que se sigue sea el bueno.
 Que exista una causa proporcoinalmente grave para actuar.
2. Principio de voluntario in causa. La posible imputabilidad moral de un efecto no
voluntario en sí que se sigue de un acto realizado voluntariamente. Ignorancia
culpable. Condiciones:
 Que el agente haya previsto al menos en confuso.
 Que el agenta haya podido evitar la acción de tal efecto.
 Que el agente tenga el deber de impedir o de no causar tal efecto.
3. Principio de totalidad. En general: la parte existe en y por el todo, por consiguiente
el bien de las partes queda subordinado al bien del todo, en todo es determinante para
las partes y puede disponer de ellas. En bioética: es lícita una intervención de la
integridad corporal siempre y cuando sea necesaria para salvaguardar la integridad
del organismo y la integridad del sujeto.
4. Principio de jerarquía de valores. En caso de conflicto hay que escoger el valor más
grande y más urgente.
5. Principio de gradualidad. Tener en cuenta la situación de una persona en la
realización de ley, no todas las personas pueden alcanzar de inmediato la ley, ya que
según van pasando las etapas de vida se van capacitando para cumplir la ley.
6. La integridad psicológica de la acción humana y su imputabilidad moral.

Se intenta tener en cuanta alguna condiciones del sujeto que pueden modificar o anular
la libertad de su acción, disminuyendo o incluso anulando la libertad siendo así o quedando
como un sujeto al que no se le puede atribuir o amputar la responsabilidad sobre la acción
realizada.

a) Circunstancias que modifican la imputabilidad moral.

 Advertencia.

El acto mental por el cual la persona se da cuenta de lo que se dispone a hacer o de lo


que está haciendo y de la moralidad de su acción. La advertencia tiene algunas distinciones:

 Aquella que se puede dar por la intensidad.


 Advertencia plena. Bien sabe lo que hace.
 Advertencia parcial o semiplena. Hay ciertas cosas que pueden dificultar la percepción
pero no la elimina.
 Inadvertencia. Cuando un obstáculo anula el conocimiento.

CAPÍTULO IX. LAS VIRTUDES MORALES Y LOS DONDES DEL ESPÍRITU


SANTO.

1. Las virtudes en la tradición teológico moral-católica.

a) La filosofía griega.

Usa el término arete. Sócrates restringe su uso a la excelencia moral del hombre y la
entiende como un saber sobre le bien. Platón las clasifica en cuatro: sabiduría, fortaleza,
templanza y justicia. Aristóteles: la perfección habitual y estable de las facultades operativas
humanas, tanto de las facultades intelectuales cuanto de las facultades apetitivas.

b) La S.E.

La versión de los LXX: arete. Con significado de acción gloriosa de Dios. Otras
ocasiones significan fidelidad, valentía, virilidad, prudencia. O dice las cualidades del Mesías.
N.T.: 1 Pe. 2, 9; 2 Pe. 1,3; Fil. 4,8; 2 Pe. 1,5. Nos da 14 catálogos de virtudes y 21 de vicios. En
la Escritura tienen su origen y fin en Dios mismo. Caracterizan al creyente que asume su vida
centrada en Cristo. No se les da un estudio explícito. Ellas destacan las cualidades morales del
sujeto. El N.T. resalta las cualidades del verdadero discípulo de Cristo, cualidades que brotan de
su disposición interior.

c) Padres, Magisterio y teológos.

Los padres ven las virtudes como movimientos que llevan al cielo que nos ayudan a
alcanzar las metas a las que Dios nos llama, las virtudes realizan en cada uno de nosotros ser
como Jesús. Cada uno le da su acento propio. «La virtud es una buena cualidad del alma por la
cual se vivie rectamente, que no puede ser usada para el mal y que Dios produce en nosotros sin
nosotros» (Pedro Lombardo).
El Magisterio enseña sobre las virtudes teologales y su unidad con ellas de carácter
humano. Las virtudes teologales nos disponen en la relación con Dios Trino. En los teólogos
tenemos la elaboración que hace santo Tomás.

2. Las virtudes morales.

a) Noción y clasificación de las virtudes.

General: hábito operativo bueno.

 Virtudes: perfeccionan las facultades humanas.


 Vicios: degradan las facultades humanas.

División.

 Sobrenaturales o infusas.
 Humanas o adquiridas: estas a su vez pueden ser intelectuales o morales. A las morales
pertenecen la prudencia, fortaleza, justicia y templanza.

b) Definición de la virtud moral.

La virtud moral ayuda a dar un orden a nuestras elecciones concretas dentro de las
circunstancias que las rodea. La virtud moral puede definirse como un hábito electivo que
consiste en un término medio relativo a nosotros, determinado por la razón y por aquello por lo
que decidirá el hombre prudente. Detengámonos en tres lamentos:

 Un hábito electivo: disposición estable.


 Un término medio: no se haga por exceso o defecto.
 Determinando por la razón: razón práctica que es regulada por la prudencia.

Las virtudes morales tienen un importante aspecto cognoscitivo, no son una simple
disposición que facilite el cumplimiento de lo que ha sido establecido y que esto se cumpla la
margen de la virtud.

3. Perfeccionamiento habitual de la elección a través de las virtudes morales

Dos dimensiones: dimensión intencional y dimensión electiva:

a) La dimensión intencional.

Las virtudes morales ayudan a que las tendencias humanas y la voluntad lleguen a su
objeto de manera ordenada, razonable y para el bien de la persona. Por fines virtuosos se
entienden los modos de regulación racional de las tendencias, de los sentimientos y de las
acciones requerida para alcanzar plenitud de la vida humana y cristiana, y que genéricamente
llamamos prudencia, justicia, humildad, sinceridad, fortaleza, generosidad, templanza, etc. Es
principio en cuanto que ese deseo de un fin y en tanto que ese deseo sea conducido por medio
de virtudes morales, buscar algo bueno en particular sobre lo que se elige.

Podemos decir que la dimensión intencional de la virtud es la ordenación estable de los


apetitos y de las tendencias que permite deliberar sin ningún obstáculo a partir de los fines de
las virtudes.
b) La dimensión electiva.

Las virtudes morales ayudan a que las tendencias humanas y la voluntad lleguen al
objeto de su ordenanza, razonable y para el bien de la persona y como la virtud lo sugiere es una
disposición permanente. La dimensión electiva es la que elige la acción que aquí y ahora realiza
el fin virtuoso, en la medida en que esa acción sea elegible y realizable y entonces es aquí donde
surge la «verdad práctica» que la podemos entender como la conformidad de la razón al fin
virtuoso. La prudencia determina lo que aquí y ahora conviene hacer, puede hacerlo por el
apetito recto que recibe que le sirve como bagaje para discernir a partir de ese apetito sobre la
acción correcta y concreta.

4. Organismo de las virtudes morales.

En este número vamos a ver la distinción, conexión y formación de las virtudes morales.
Teniendo en cuenta que las virtudes morales perfeccionan establemente todo el dinamismo
tendencial humano, el modo de diferenciar y organizar las virtudes dependerá en buena parte del
método utilizado para analizar y clasificar las tendencias.

El organismo de las virtudes morales de Santo Tomás:

Facultad Humana Virtud


Razón práctica Prudencia
Voluntad Justicia
Apetito irascible Fortaleza
Apetito concupiscible Templanza

Cada una de ellas tiende a sus propias pasiones y a sus propios bienes, entonces la razón
regula en tender a las pasiones y a los bienes y de ahí vienen las virtudes.

En torno a las cuatro virtudes cardinales se organizan en las virtudes morales en tres
partes:

 Parte subjetivas.
 Partes integrales.
 Partes potenciales.

En su conexión se afirma que una de las virtudes no puede llegar al estado perfecto sin
el desarrollo de las otras, esto se afirma por la unidad que las virtudes morales tienen en la
prudencia y en la caridad como aspecto propiamente cristiano.

Cuando hablamos de la formación de las virtudes nos distinguen tres cosas: que las
virtudes pueden crecer, aumenta por los actos que se repiten; las virtudes pueden disminuir, por
la realización de actos contrarios a la virtud; recordad que ningún hábito operativo es innato; en
esta formación se necesita de todas las virtudes que son formadas por la prudencia. Aristóteles
recuerda la obligación de las instituciones e instancias que nos educan. Podemos agregar la
fuerza sanadora de la gracia en la ley de Cristo y en el don del E.S.

5. Virtudes infusas, dones del E.S. y carismas.

La fe nos enseña que la gracia por medio del don del E.S. Dios puede transformar al
hombre, el tener en cuenta es desde donde se parte para nombrar y para ubicar las virtudes
morales, de esta manera no resulta extraño ni imposible hablar de las virtudes sobrenaturales
(infusas) que Dios da al hombre

a) Las virtudes infusas.

La acción de la gracia se da también en las facultades operativas, de aquí que se pueda


hablar de virtudes infusas.

Virtudes teologales:

 Fe.
 Esperanza.
 Caridad.

Informan a las virtudes morales adecuándolas a la exigencia moral de Cristo.

En distintos pasajes de la Escritura y en las enseñanzas de algunos teólogos se hablan de


virtudes infusas, estas podemos entenderlas como aquellas que hacen sobrenatural y meritorio
para la vida eterna el obrar sobre las cosas creadas. Son paralelas a las virtudes cardinales:
prudencia, justicia, fortaleza y templanza infusas.

Estas virtudes infusas dan al hombre la capacidad radical de hacer elecciones válidas en
orden al progreso de la vida cristiana en la búsqueda de la vida eterna pero no proporcionan la
facilidad de la característica del hábito adquirido.

b) Los dones del E.S.

Son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del
E.S. se trata de ese obrar de Dios en nosotros a través del Espíritu pero estos dones que
podemos pedir, recibir y trabajar requieren una disposición permanente, nos ayuda a actuar:

 Sabiduría: Conocer y amar con prontitud las cosas divinas.


 Entendimiento: entender las verdades de la fe.
 Ciencia: valorar las cosas humanas en relación al último fin.
 Consejo: para discernir las cosas que hay que hacer.
 Piedad: para cumplir como solicitud y ánimo filial lo que hace referencia a Dios y,
secundariamente, a los hombres.
 Fortaleza: para estar dispuesto a rechazar prontamente las sugestiones negativas en los
peligros.

c) Carismas.

Son extraordinarios o sencillos y humildes. Los carismas son gracias de E.S. que tienen
directa o indirectamente una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a la edificación de la
Iglesia, el bien de los hombres y a las necesidades del mundo.

CAPÍTULO X. LA LEY EN EL CONTEXTO DE LA DOCTRINA DE LAS VIRTUDES

1. El designio salvífico de Dios en Cristo y su participación en el hombre

Establecer que significa la ley eterna, ley natural, como se llega a ella, su conexión con
la impostación del tratado de las virtudes y algunas precisiones sobre la ley. Cuando hablamos
de designio divino o designio de Dios en el hombre entendemos que por su voluntad Dios nos
eligió en Cristo para ser santos y en Cristo nos eligió para ser sus hijos. Esta voluntad de Dios es
lo que la enseñanza de la Iglesia llama ley eterna, santo Tomás define ley eterna como: «la
razón de la sabiduría divina en cuanto principio directivo de todo acto y de todo movimiento».

Se dice ley porque es ordenación de la voluntad divina, eterna porque es el misterio


escondido porque ha sido revelado por Cristo, (C.E.C. 1952-1952) «Toda ley tiene en la ley
eterna si verdad primera y última».

Vías para llegar a conocerlo:

 La ley moral natural: que consiste en la luz de la inteligencia infusa en nosotros por
Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe cumplir y lo que se debe evitar. Esta
luz y esta ley, Dios las ha dado en la creación.
 La revelación histórica: por los medios previstos por Dios. Es aquella que completa
el conocimiento del designio de Dios, el A.T como anuncio, en el N.T. lo que dios
nos ha dado en Jesús por medio de las leyes y normas que regulan la ley moral
natural.

El designo de Dios puede renovar por la gracia a la persona, esta persona responde por
medio de una vida virtuosa con el fin de conformar la propia vida con aquella que recibe en la
llamada en Cristo.

Para poder distinguir cual es la voluntad de Dios, lo bueno, lo agradable, lo perfecto sí


es necesario el conocimiento de la ley de Dios en general pero esta no es suficiente, es necesario
una especie de conaturalidad entre el hombre y el bien tal conaturalidad se desarrolla en las
actitudes virtuosas del hombre mismo: la prudencia y las otras virtudes cardinales, y en primer
lugar las virtudes teologales de la de, la esperanza y la caridad.

Nos encontramos con leyes que parecen elaboraciones humanas, por ello conviene que
no olvidemos que la ley natural o aquella que llegue de la gracia y que eleve al hombre no esté
escrita y hay otra que si está escritas. Sin embargo conviene decir dos cosas: toda ley tiene un
orden operativo dado por la razón, no depende de la voluntad, es una tarea que la razón práctica
puede desarrollar; segunda: la ley mira siempre al bien común. En esta última de algún modo se
ordena a la virtud.

2. La ley moral natural.

a) Doctrina católica.

 Sagrada Escritura.

No da un tratado sobre la ley moral y no da un término preciso pero si encontramos


fundamento para la propuesta de esta enseñanza que está en Rm. 2, 14-15: Cuando los gentiles,
que no tienen la ley, son ley para sí mismos. Con esto muestran que tienen grabado en sus
corazones lo que la ley prescribe, como se lo atestigua su propia conciencia. También Mt. 19, 4-
9 nos muestra esto, en la discusión de Jesús con los fariseos sobre el repudio de la mujer, aquí
resaltan la alusión de Jesús a «al principio» entendido como verdad originaria.

El concepto de ley natural fue un tema constante, fue hasta el 1950 en adelante donde el
magisterio se ocupa más del tema. La ley natural expresa el sentido moral original que permite
al hombre discernir mediante la razón lo que es el bien y el mal, la verdad y la mentira (C.E.C.
1954). El catecismo aclara que es lo que entiende por natural, dice pertenece a la naturaleza
humana. Veritatis Splendor #43 recuerda al hombre creado y guiado por la providencia, «desde
dentro mediante la razón que, conociendo con la luz natural, la ley eterna de Dios, es por esto
mismo capaz de indicar al hombre la justa dirección de su libre actuación».

Hay dos propiedades de la ley moral:

 Universalidad: los preceptos y la autoridad llega a todos los hombres debido a la


igualdad esencial de la razón humana y de su participación en la ley eterna.
 Inmutabilidad: las normas que expresa permanecen válidas, puede cambiar su expresa
permanecen más asequible a los hombres de ese tiempo, esto dice desarrollo de la
conciencia, pero indica cambio en los principios de la ley moral.

b) Los principios naturales de las virtudes morales.

Cuando hablamos de principio se entiende como un punto de partida hacia, o también


como un punto de partida desde pero interesa que cuando hablamos de principio es un punto de
partida, esto son aquellos hacia los que el conocimiento moral apunta o bien hacia donde el
conocimiento moral , estos principios son la actividad práctica de la razón, la razón práctica
tiene un primer y fundamental principio, constituido por la percepción práctica del bien como lo
que debe ser hecho y del mal como lo que debe de ser evitado. Este principio no es concebir
únicamente que sea bueno y que sea malo sino que el bien se debe hacer y el mal se debe evitar.
En este plano en el que se tiene que aprender a saber que hacer se está en un momento en el que
el principio práctico es el de la sindéresis.

En el segundo memento encontramos los fines virtuosos como principios prácticos: la


percepción de los fines virtuosos está ligada a la percepción de los fines virtuosos está ligada a
la percepción de ciertos bienes humanos fundamentales que deben realizarse en modo
determinado. La virtud ayuda a regular racionalmente las inclinaciones naturales y los bienes a
los que esas inclinaciones tienden. Esta regulación que puede llegar por medio de una virtud es
algo innato, en modo general se puede ir haciendo propio ese ejercicio por la acción constante
de la sindéresis, así el bien y el mal moral sólo pueden ser determinados en último término en
relación a la virtud, de manera que bien moral significa conformidad con la virtud y mal moral
significa disconformidad con la virtud.

Así llegamos al primer principio de la razón práctica y de la ley natural que agrega un
elemento básico de nuestra fe cristiana: la caridad. Las virtudes expresan así los modos en que
ha de ser regulada la tendencia y la realización de los bienes humanos con el fin de que sean
congruentes con la voluntad dirigida a la perfección de Dios, para sí mismo y para cada persona
humana.

c) Los preceptos de la ley moral natural.

Son las normas que propone la ciencia moral sobre lo que se debe y lo que no se debe,
ellos expresan los contenidos de la razón práctica o los juicios de tales principios. Siguiendo a
santo Tomás se expone las categorías de los preceptos de la ley moral natural, tres:

 Los primeros: aquellos que gozan de la máxima evidencia para todos y que se extienden
a diversos ámbitos del actuar.
 Los preceptos secundarios próximos: se refieren a ámbitos específicos del actuar, y
pueden ser conocidos a partir de los primeros razonamientos asequibles a la capacidad
de todos.
 Los preceptos de la tercera categoría. Derivan de la categoría anterior, son solo
accesibles a los sabios ellos nos los enseñan.

3. LA ley moral del A.T.

En el A.T. la ley forma parte de un todo (ley y profetas), en ese contexto encontramos la
ley dentro de la revelación y dentro de un contexto moral, ese mensaje moral para que el pueblo
viva y corresponda. En cuanto al término ley hacemos referencia al pentateuco porque estos son
los que trasmitieron la ley por medio de Moisés; pero cuando se habla de un contenido ético
entonces se puede hablar de una ética de la ley, una ética de los profetas y una ética sapiencial.
Aquello que la ley nos enseña como lo es todo el A.T. es una preparación y un anuncio de lo
que en Jesús se cumple, la ley es aquella que antecede a la ley de la gracia anunciada por Jesús.
Por esta razón san Pablo va contra aquellos que n se han abierto a la ley de la gracia y que
permanecen en el dominio de la ley.

a) La ética de la ley.

En los libros que pertenecen al pentateuco vamos a encontrar preceptos morales,


preceptos ceremoniales y preceptos judiciales, los dos últimos en la teología bíblica quedan
abrogados con la venida de Jesús, en cambio la primera no, y entonces la ética de la ley tiene un
carácter teológico religioso y se da dentro de la alianza, en ella se insertan las prescripciones
éticas que el pueblo considera vienen de Dios y ayudan a la correspondencia a la alianza, es un
carácter dialogal con el Señor.

La ley tiene también un carácter social que se expresa en mandatos que quieren producir
en el pueblo actitudes virtuosas, pues se encamina a la justicia de Dios y con el prójimo, que
esto, aunque la ley se exprese en mandatos, lo que quiere provocar en el pueblo es conducirlo
hacia las actitudes virtuosas: fe y amor a Dios, justicia y amor.

b) La ética de los profetas.

Los profetas subrayan que la vida ética no queda satisfecha con los actos rituales. Esto
no significa que los profetas estén contra el culto, lo que si es que están en contra de un culto, en
ellos encontramos una fuere insistencia a los deberes sociales, da un sentido al pecado como una
expresión de orgullo humano, recuerdan en el contexto en el que se enseña la ley, tienen una
enseñanza moral con un contexto religioso y dentro de un comportamiento que es justo dentro
de la sociedad se hace presente al Señor.

c) La ética sapiencial.

Estos escritos por el tiempo en que fueron hechos tienen una relación extra bíblica pues
ya estaba en relación con la cultura griega, tienen relación con los sabios, se parte a partir de una
experiencia que se va verificando de tal modo que el hombre viva y se integre en el mundo. En
las enseñanzas el valor fundamental es la sabiduría, esa sabiduría que es divina es propiedad de
Dios, los libros sapienciales exponen de un modo particular su enseñanza con la intención de
atraernos, lo han por medio de máximas, normas y enseñanzas que estimulan la reflexión.
Buscan que el buen obrar conduzca al éxito de la vida humana, prestan atención a las formas
virtuosas y viciosa de vida.

En proverbios, sabiduría y Sirácide se procede conforme al planteamiento de la virtud.


Se intruye sobre la humildad, el orgullo, la cirtud y el vicio. Encontrasmo refexión sobre el uso
de la lengua,: sobre la moderación que ha de rpesindir todas las dimensiones de la vida; sobre la
forma de realizar el trabajo con esfuerzo y perseverancia; y con una mención de la cognoscitiva
de la virtud (Sir. 37, 12-16).

CAPÍTULO XI. LA CONCIENCIA MORAL

Hablar de la conciencia es entrar al núcleo total de la persona. En el recorrido que en


ella se hace no es posible quedarse en una de las dimensiones sino en todas ellas en conjunto. Es
lo que los griegos llamaron syneidesis y los latinos tradujeron como conscientia.

En los últimos tiempos se ha polarizado su consideración entre el subjetivismo de la


conciencia y el rigorismo inflexible y despiadado. Ambos polos se dieron en tiempos de
pensamiento muy concretos.

El Card. Newman combatió las enseñanzas del liberalismo de su tiempo, especialmente


en la Carta al Duque de Norfolk una obra importante hasta nuestros tiempos para hablar de la
conciencia. Ahí Newman pide no confundir la «conciencia» con el «capricho u opinión»,
tampoco debe verse como «libre albedrío» o como un «egoísmo previsor» o «un deseo de ser
coherente con uno mismo».

La conciencia es «la obediencia debida a la voz divina que habla en nuestro interior.
La conciencia no es el juicio sobre una verdad especulativa o una doctrina abstracta sino que
recae de forma inmediata sobre la conducta, sobre algo que debe hacerse o dejarse de hacer…
De ahí que la conciencia no pueda entrar en conflicto con la infalibilidad de la Iglesia o del
Papa». Con otras palabras contundentes, dijo «la conciencia es el primero de todos los vicarios
de Cristo».

1. La conciencia moral como vocación universal de la humanidad.

La conciencia es algo propio del ser humano. Inscrita en su ser.

Desde eso inscrito en la naturaleza humana está la memoria del bien y la verdad.
Escribe VS 59: la memoria antes dicha «como juicio que aplica a una situación concreta la
convicción racional de que se debe amar, hacer el bien y evitar el mal. Este primer principio de
la razón práctica pertenece a la ley natural, más aún, constituye su mismo fundamento al
expresar aquella luz originaria sobre el bien y el mal, reflejo de la sabiduría creadora de Dios,
que, como una chispa indestructible (“scintilla animae”), brilla en el corazón de cada hombre».

2. La conciencia moral en la tradición cristiana.

a) Escritura.
 Antiguo testamento:

El Antiguo Testamento no tiene un término para conciencia como lo tiene el mundo


griego y latino. Las referencias veterotestamentarias usan regularmente el término lêb para
hablar del centro más íntimo de la persona, ahí donde entra en relación con el Señor, donde
acepta o rechaza la palabra. Sabemos que frecuentemente habla del corazón. En la traducción de
los LXX se usa el término syneídêsis.

 Nuevo Testamento:

Los términos que con mayor frecuencia se usan son corazón kardía y espíritu pnéuma,
en sentido análogo al Antiguo Testamento, ahora con mayor vigor en el sentido de interioridad
del comportamiento y juicio moral.

Los escritos paulinos usan más el término conciencia syneídêsis.

En conjunto, en el Nuevo Testamento, el término conciencia se encuentra más de 30


veces. Cuando se analizan los textos donde ese término aparece se puede decir que tenemos una
enseñanza casi acabada sobre la conciencia

b) Patrística.

En sus textos no encontramos aún una terminología fija: nous, mens, psiché, ánima,
pectus. Nos encontramos con el principio una elaboración doctrinal sobre la conciencia moral y
su importancia en la vida del hombre.

Los padres no exponen la doctrina de un modo académico ni conceptual, sino a través


de imágenes cargadas de significado. De ellos se puede concluir:

 La importancia que adquiere la conciencia para la vida moral de los cristianos.


 La necesidad de concertar la conciencia con las normas morales que rigen la conducta
individual.

c) El Medioevo.

Se establecen más los términos y se comienza una discusión en la precisión de éstos.


Aparece un nuevo término: syndéresis y se conserva conscientia. El primero es el de origen
griego pero hay una variación en él; el segundo es la traducción latina del término griego. Con
las discusiones y posturas de las escuelas franciscana y dominica, prevaleciendo la última, a la
syndéresis se le ubica como la conciencia habitual que otorga a los seres humanos la capacidad
de abrirse a los valores morales y a los principios más universales del orden práctico y guiarse
moralmente en la vida; mientras que conscientia queda como conciencia actual, como aquella
que se manifiesta en el acto; una puede ser antecedente y la otra consecuente.

d) El tiempo de los sistemas morales.

La riqueza de colores, expresiones y formas de hablar sobre la conciencia. Llega a este


punto y se detiene, posiblemente se empobrece. Es el tiempo en que el juridicismo entra en la
moral, y se cree que al hacerlo se obtiene un instrumento riguroso, deductivo y fiable para el
ejercicio de la conciencia. Se hacen muchas distinciones de ella.

Se pueden ver las distintas divisiones de la conciencia.

e) La moral contemporánea.

Punto de llegada Vaticano II GS 16. Se deja el aspecto meramente jurídico. Se recupera


la conciencia como centro y núcleo íntimo de la persona. Estamos ahora en una antropología
renovada y positiva, donde el hombre aun con sus yerros no pierde su dignidad. (VS 62). El ser
humano es ahora comprendido en sus dimensiones. VS 60 dice que es norma subjetiva de la
moralidad.

La teología moral católica sostiene una visión antropológica positiva sobre el papel de
la conciencia moral, aun cuando ha sufrido fuertes embates como los ecos de la doctrina de
Nietzsche, del psicoanálisis freudinano, de la teoría conductista o de los estructuralismos
contemporáneos.

3. La conciencia moral de planteamiento eidético a la genética.

a) Los aportes del psicoanálisis

Freud descartó que en la persona existiera una percepción innata del bien y del mal. Es
una adquisición, la conciencia moral se adquiere. Se da por medio de un proceso en el que el
niño supera el complejo de Edipo, se identifica con sus padres y va internalizando sus criterios
éticos gradualmente.

Freud fue pionero en mostrar la influencia del mundo inconsciente en el desarrollo


moral y destacar la continuidad de los hechos psíquicos desde la primera infancia. Pero,
atrapado por su misma metodología, excluye la libertad al mecanizar las fuerzas psíquicas; no
deja lugar para la autonomía moral, por el rol que tiene el superego.

b) La conciencia moral en el conductismo

Esta escuela se centra sobre la conducta observable y desechan la interioridad. El móvil


de esta conducta es el hedonismo que busca lo que apetece y evita lo desagradable. El criterio
valorativo de la conducta es la adaptación y el comportamiento es condicionable por el premio o
el castigo. En esta postura desaparece la dimensión moral pues se le explica como un conjunto
de reflejos condicionados que los sujetos reciben.

c) La conciencia moral en la psicología cognitiva evolutiva.

«…el desarrollo moral se identifica con el paso de estructuras cognitivas más primitivas
a aquellas que permiten una comprensión de la realidad de modo más complejo y maduro. Lo
importante no es el comportamiento, sino la capacidad de dar razón de él.» (p. 447) La
conciencia es una facultad cognitiva para el juicio y el razonamiento moral, sede de ideas y
creencias, a las que se asocian sentimientos también aprendidos con los cuales se puede
reflexionar sobre las cuestiones morales.

Dos exponentes:

 J. Piaget
 L. Kohlberg

4. Conciencia moral y eclesialidad.

Es el debate de la relación entre la conciencia y el Magisterio. Donde algunos dan a la


conciencia la última palabra y otros para salvaguardar la eclesialialidad ven el apego que ella
tenga al Magisterio. O bien como algunos autores ven en base a VS 32 y FR 98, la ruptura que
se ha dado entre verdad y libertad, que trae dos tendencias unilaterales “verdad sin libertad” y
“libertad sin verdad”.
Ciertamente elegir alguno de los dos puntos es radicalizar el problema. Conviene
escuchar las dos partes, escuchar los planteamientos prehermenéuticos y tomar en serio la
dimensión hermenéutica de la conciencia es un camino que suena indicado.

5. Condiciones para el buen funcionamiento de la conciencia

En el proceso por decidir se llega a una certeza, que no siempre es absoluta, en la que se
razona y se busca corresponder a la voluntad divina, y que aunque no llegue al ciento por ciento
de certeza, sí sabe que puede crecer en conocimiento del Dios verdadero y de su voluntad
práctica en las situaciones de la vida, y con ello crecer en la libertad para el bien.

Otra condición es la rectitud: como lo expresa Job 27,5 «mi corazón no me condena».
Se refiere a la exigencia de actuar con autenticidad y proceder honestamente, con el deseo de
hacer el bien. Obviamente no puede no puede estar al margen de las condiciones de la certeza.

Finalmente la verdad VS 60 «La dignidad de esta instancia racional (que es la


conciencia) y la autoridad de su voz y de sus juicios derivan de la verdad sobre el bien y sobre el
mal moral, que está llamada a escuchar y expresar. Esta verdad está indicada por la “ley divina”,
norma universal y objetiva de la moralidad. El juicio de la conciencia no establece la ley, sino
que afirma la autoridad de la ley natural y de la razón práctica con relación al bien supremo,
cuyo atractivo acepta y cuyos mandamientos acoge la persona humana: “la conciencia por tanto,
no es una fuente autónoma y exclusiva para decidir lo que es bueno o malo; al contrario, en ella
está grabado profundamente un principio de obediencia de sus decisiones con los preceptos y
prohibiciones en los que se basa el comportamiento humano”».

 Magisterio

Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1776-1802

Veritatis splendor nn. 54-64

Gaudium et spes n. 16

“En lo profundo de su conciencia, el hombre descubre una ley que él no se da a sí


mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su
corazón, llamándolo siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal: haz esto, evita aquello.
Porque el hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia está la
dignidad humana y según la cual será juzgado. La conciencia es el núcleo más secreto y el
sagrario del hombre, en él está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella. Por la
conciencia, se conoce de un modo admirable aquella ley cuyo cumplimiento consiste en el amor
a Dios y al prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres
para buscar la verdad y resolver en la verdad tantos problemas morales como surgen, sea en la
vida espiritual, sea en las relaciones sociales. Cuanto mayor es el predominio de la conciencia
recta, tanto más las personas y los grupos se apartan del arbitrio ciego y se esfuerzan por
adaptarse a las normas objetivas de moralidad. Sin embargo, muchas veces ocurre que la
conciencia yerra por ignorancia invencible, sin que por ello pierda su dignidad. Pero no se
puede decir esto cuando el hombre no se preocupa de buscar la verdad y el bien y, poco a poco,
por el hábito del pecado, la conciencia se queda casi ciega.

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