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#1-2
El ser humano puede alcanzar y realizar el bien, este bien entendido y conocido por la
razón, lo hace en las distintas actividades de la vida, ante ello y por la revelación consideramos
que este bien humano es asumido y elevado por la llamada a la santidad en Cristo. La capacidad
y la creatividad que el hombre tiene para el bien son enriquecidas con las virtudes cristianas que
incluso sanan y elevan las facultades del hombre.
Es conocido que le hombre gracias a la luz natural de la razón puede tender al bien,
incluso, que busca a Dios aún cuando no lo haga de manera consciente, pero el cristiano tiene la
conciencia de que su vida moral entendida como respuesta está en correspondencia la llamada
divina. Si bien esta respuesta no se da en cada acción singular sí decimos que se hace en la
acción conjunta en relación a la luz de la razón y la de la fe, donde él se esfuerza por responder
de modo activo y creativo a la unión con Cristo. Por tanto, responder a Dios implica la libertad
del hombre incluso dando por hecho que hay una llamada a la santidad, llamada primera y
fundamental, esto se expresa en las conocidas palabras de san Agustín “Dios que te creó sin ti,
no te justificará sin ti”.
La respuesta del hombre se mueve entre los desapegos terrenos del hombre y la
búsqueda de los dones celestes como lo indicará san Pablo en repetidas ocasiones (Ef. 4, 22-24,
Ga. 5, 16-17, Rm. 12, 2). Lo que aquí se pretende es ilustrar en líneas generales aquello que
propicia la respuesta y lo que puede interferirla.
La vida moral es un camino que va hacia la unión cada vez más íntima con Cristo, esta
unión a la que llamaos mística se da por la participación del misterio de Cristo a través de
medios distintos:
La vida del creyente tiene una dimensión mariana, pues ella es modelo: en tanto se
adhiere a la voluntad del Padre, se une a la obra del Hijo, y en las mociones del Espíritu Santo.
Además de ser modelo es mediadora: es madre espiritual, pues nos comunica la gracia de
Cristo, y esto por voluntad del Padre, que ha querido enviarlo. Además de ser mediadora nos es
dada como Madre para no quedar privados de su presencia maternal y consoladora. Finalmente
tiene una dimensión para el discipulado, porque ella es modelo del que busca vivir la vida en
Cristo.
En la parte anterior se vio la elección en Cristo, cuya respuesta implica un tipo de vida,
una vida moral. Ahora nos proponemos estudiar las estructuras humanas que hacen al sujeto
cristiano capaz de colaborar con Dios a través de una vida que exprese su vocación. El sujeto
moral que es el cristiano que considera su libertad dentro de su realidad de hijo de Dios. Una
libertad que busca cumplir la voluntad de Dios. Cumplirla o realizarla tiene dos ejes:
Partimos del presupuesto de que en el ser humano existe la libertad, reconociendo que
hay factores que pueden condicionarla o afectarla. Hay quienes han cuestionado su existencia
pero sin jamás llegar a una conclusión definitiva, nos interesa trazar las principales dimensiones
de esta realidad para entender lo que la antropología moral enseña sobre ella.
Con este capítulo iniciamos el eje horizontal, la experiencia de vida nos dice que hay
acciones de las cuales nosotros somos conscientes, en el sentido en que las programamos, y,
también, somos conscientes de la meta a la que queremos llegar. Esta misma experiencia nos
dice que hay otras actividades como las pasiones, los sentimientos, los estados de ánimo que no
dependen de la persona para que se den, estas, están en el extracto más profundo del ser. Junto a
este último elemento tenemos otro que expresa el carácter relacional de la persona, a esto, no
somos inmunes, sufrimos influencias, de los elementos con los que entramos en relación, para
distinguir dos cosas, una es que somos sujetos de acciones y la otra es que nosotros también
somos sujetos de reacción, la presencia o ausencia de personas o bienes afectan los temas que
queremos ver en este capítulo.
a) Alma y cuerpo.
b) Naturaleza y libertad.
Para reconocer que la persona debe conformarse y tomar decisiones sobre temas y
necesidades que no ha elegido libremente como son aquellas que viene de los estadios de vidas
inferiores o aquellas que vienen de su ser hijo de Dios.
2. El desear humano
El deseo o impulso es la forma en que se manifiestan las necesidades del hombre en su
diálogo con el mundo. Las necesidades se dan en nosotros en distintos niveles, el deseo puede
seleccionarlos y lo hace en lo que significan para él. El hombre puede alcanzar una alta
comprensión de sí y del mundo por medio de su razón, con esto entra la parte cognoscitiva del
de ser, elemento importante para la antropología moral.
Las que el hombre tiene en común con todas las substancias: la permanencia en el ser,
que para los seres vivos supone conservación de la vida, defensa, nutrición, etc.
Las que tienen en común con los animales: reproducción y cuidado de la prole, que en
el hombre se extiende al matrimonio, etc.
Las que son propias del hombre como ser racional: sociabilidad, amistad,
conocimiento, amor, trascendencia, etc.
Tendencias de la vitalidad.
Tendencia a la actividad: es la búsqueda del ejercicio que cambia con los años y
que en momentos hay que ver la diferencia entre personas hiperactivas y personas
extremadamente pasivas.
Tendencia al goce: es la búsqueda del placer, que va desde lo básico hasta las
funciones mayores.
Tendencia sexual: instintivamente es un impulso vital hacia la conservación de la
prole. En el ser humano se lleva una dirección distinta cuando se busca el placer
sexual como tal.
La meta del impulso vivencial: esta vitalidad vive o revive los fenómenos de
fondo endotímico.
Tendencias transitivas.
Tendencias a estar con los otros: características de ser sociales, que se puede
trascender.
Ser para los otros: sentido de responsabilidad, en el ser humano se adquiere de una
forma importante en la familia.
Tendencia creativa: utiliza la inteligencia con algo que vale la pena o que es
importante para nosotros y deja huella.
El deseo de saber: da un horizonte vital, responde a necesidades, nos ayuda a dar
sentido a la propia existencia.
Tendencia a amar y a ser amado: incluye las distintas formas de amistad,
benevolencia y amor así como sus opuestos: enemistad, malquerencia y odio.
Tendencias normativas: entra el espacio de los valores que son una verdadera y
neta auto trascendencia.
Tendencias trascendentes: es no quedarnos en lo pasajero sino en la huella o
aquello que en verdad trasciende.
El último grupo es importante para la moral por la atracción que la persona puede sufrir
hacia el absoluto o hacia el otro, donde las bases antropológicas de apertura hacia el absoluto y
en particular hacia los demás invitan al individuo a ir más allá, ir más allá del auto interés. Entra
el ejercicio de la inteligencia desde la cual se responde a los distintos grupos de tendencias y a
las tendencias más elaboradas, la integración y la relación de estos grupos puede variar con el
tiempo según las personas y según los rasgos de carácter.
Las tendencias se dan en un nivel pre consciente, esto quiere decir que el hombre no las
controla, ante ellas el hombre las padece pero no necesariamente las realiza porque entra el
querer de la voluntad donde el sujeto toma una postura ante las tendencias; esto es posible entre
la tendencia y la voluntad porque la voluntad sigue a la inteligencia como sigue a su naturaleza
en cuanto a que la inteligencia capta un bien. La voluntad no se queda sólo en deseo, es algo
tendencial y desiderativo, tiende y desea un bien que puede estar ausente o presente. El nivel
superior no está en la voluntad del desear sino en el deseo de darse, una voluntad superior capaz
de entregarse, donde aquellas tendencias transitivas son llevadas verdaderamente a un nivel
superior.
Las tendencias nos dicen que tendemos a… las emociones y los sentimientos son
resonancias de la percepción de estas tendencias. El sentimiento, por un lado, es una reacción
ante la percepción de un bien o un mal dados por las tendencias.
Por su estrecha relación con las tendencias se pueden clasificar en el mismo cuadro de
estas. El sentimiento puede caracterizarse por una duración breve mientras que los estados de
ánimo son más persistentes, aunque son muy semejantes sentimientos y estado de ánimo los
segundos nos pueden ayudar a ver el modo de vida de una persona precisamente por su
persistencia.
b) Las pasiones
Santo Tomás llama pasiones a los actos de los apetitos sensitivos dentro de una
distinción más grande, él distingue el apetito elícito (tendencias), este apetito actúa en
dependencia del objeto intencionalmente captado por los sentidos; aún en este nivel es algo que
el sujeto padece, algo pasivo. Pasión no es un impulso hacia una acción inmoral, la pasión es un
componente de la vida humana y en ocasiones se convierte en una base motivacional para la
acción. Por estas pasiones el sujeto se mueve hacia objetos concretos captados como bienes y
las podemos distinguir según tres criterios:
Esta distinción es formal pero sirve en a distinción de los contenidos de los fenómenos y
de la tarea que esas pasiones plantean a la razón ya que hay pasiones que mueven y pasiones
que frenan, puede incluso haber pasiones que mueven pero anulando la libertad. Santo Tomás
hablará de las pasiones en función de ordenar las virtudes, con ello vemos que el estudio de las
pasiones morales tiene en cuenta la temática de las diferentes tendencias como hace en su
momento la psicología con lo que a ella corresponde.
4. Las pasiones
Hablar de las pasiones y verlas en las personas es algo normal y se dan dentro del
desarrollo y dándole una carga afectiva que puede ser positiva o negativa según la tonalidad que
le demos. Como dijimos en un momento, hablando de las pasiones, no conviene verlas como un
obstáculo para la acción voluntaria porque son siempre moderadas por el YO quien puede
integrarlas y regularlas según el bien de la persona, dentro de lo normal ellas expresan nuestra
personalidad, la estructura de nuestros afectos, que, en buena medida nos damos a nosotros
mismos, las excepciones a este estructurarnos son las enfermedades mentales, también el
ambiente puede influir en nosotros, pero aún con esa influencia cada uno tenemos la capacidad
de tomar postura ante esos influjos. De igual manera los sentimientos nos recuerdan que no
somos indiferentes a lo exterior, pues con ellos sentimos cosas interiores y desde ahí
consideramos el mundo como positivo o negativo y esta nos da una percepción del bien y del
mal.
La resonancia de los sentimientos puede ser moralmente ambigua por dos aspectos: 1.
Grado de educación afectiva que poseemos; 2. Los sentimientos pueden referirse al influjo de
varias tendencias, sin aclarar la función que cada una pueda tener para el bien, entonces para
integrarse se necesita de la razón y de la voluntad, si las tendencias y los sentimientos están
formados proporcionan un conocimiento verdadero, más aún, se convierten en algo que anticipa
porque “conoce el contenido y valora las tendencias y los sentimientos.
En la S.E. aparecen mencionadas las pasiones, san Pablo advierte sobre ellas e incluso
se le atribuyen a Dios. El C.E.C. 1767 habla de las pasiones. El orden inicial se latera por el
pecado y aún con la gracia seguimos experimentando esa inclinación, incluso en la persona cada
pasión puede buscar su propio objeto sin que haya una integración. Pensar en las pasiones no es
para etiquetarlas sino para ver que las hay ordenadas y desordenadas pero que al hombre
corresponde desde ellas dirigirse al bien, a una integración como sugiere el numero 1765 y
1766. El pecado personal agrava el desorden pues en lugar de dar claridad impulsa más la
pasión, la doctrina cristiana ve que los sentimientos y las pasiones son parte importantísima de
la persona humana, pueden ser clarividentes para mostrar mejor el camino, son expresión del ser
de la persona y de su cualidad humana y ponen un escenario donde se da una lucha entre la
buena voluntad y el pecado.
Pasiones antecedentes. cuando los afectos se sienten antes qye la voluntad tomen una
decisión sobre ellos:
a) Condicionando el juicio
b) Debilitando la volntad
Pasiones consecuentes. En relación a la voluntad la actuación de estas depende de la
voluntad porque ya sea que sean buscadas por una decisión voluntaria o que sean
generadas de modo espontaneo al final son libremente aprobadas.
Pasión cconcomitentes. Aparece contemporáneamente al acto voluntario.
a) Acción voluntaria.
b) La voluntariedad.
c) Características de la voluntariedad.
En primer lugar en voluntariedad hay conciencia, pero, esta conciencia va más allá del
decir soy consciente de que siento algo pero también de que la voluntad lo desea. También hay
un conocimiento racional porque proyecta en cuanto que podemos ver lo que queremos alcanzar
y también valora lo que estoy haciendo, valora si aquello que se quiere alcanzar es un bien.
Los actos elícitos son aquellos realizados directamente por la voluntad que pueden
referirse a objetos que muchas ocasiones no están en su poder pero pueden proyectar o elegir
acciones realizables o realizadas donde se aplican las facultades operativas para realizar lo que
se ha decidido.
Los actos voluntarios imperados. La facultad que impera los actos voluntario elícitos es
la voluntad, los imperado son realizados por una facultad diferente a la voluntad, se realizan
bajo influencia de la voluntad, la distinción es que son actos elegidos libremente porque la
persona sabe hacia dónde tiende.
En la teología moral hay dos consecuencias para estos dos: en primer lugar los actos
elícitos tienen gran importancia porque se puede decir que son como el alma del acto y la
segunda consecuencia es que dentro de las acciones se debe captar aquello que anima al acto
imperado, aquello que he decidido. Otra clave para la interpretación moral es que los actos
elícitos pueden considerarse por sí mismos buenos o malos mientras que los imperados lo son
por participación.
Esta doble dimensión del acto es importante porque invita a ver la intencionalidad del
acto, ya que ella es constitutiva de la acción voluntaria imperada porque si no tuviera ese
elemento interno, si fuera sólo un elemento de la acción y si fuera sólo eso no pudiéramos
hablar de un acto humano.
El objeto directo de la voluntad es el bien, lo que yo quiero alcanzar, que puede ser real
o aparente, es el bien presentado por la razón, es el fin que queremos lograr. Podemos ver varias
acepciones de fin: la primera es que cuando hablamos del objeto directo es lo que se presenta
como bien deseable en sí mismo, es la básica distinción de lo que se puede diferenciar como fin;
fin es lo que se considera como bueno o apetecible en sí mimo y es querido y realizado por sí
mismo porque el sujeto que realiza la acción lo considera como honesto o deleitable, honesto
porque lo considera como bueno y deleitable porque es esa resonancia que queda en mi; tercera
acepción, el bien considerado, aceptado formalmente en cuanto tal no es querido en sí mismo
(ni como bien honesto ni como bien aceptable) sino en cuanto ordenado (finalizado) a la
realización o consecución del fin.
En el obra humano un paso lleva al otro, decimos discursiva porque hay diversos
momentos de actuación de la razón práctica y de la voluntad. Para la moral interesa la intención
y la elección.
La intención. Un acto elícito que consiste en el querer eficaz de un fin, (algo apetecible
en sí y por sí) que en su realidad fáctica está distante de nosotros, de modo que no
resulta inmediatamente realizable o alcanzable, sino que se logra mediante una serie de
acciones finalizadas a él.
La elección. Llamamos elección al acto elícito de la voluntad que tiene por objeto la
acción inmediatamente realizable en vistas del fin deseado. La elección se hace sobre el
objeto y el fin que queremos, la elección tiene varios elementos como la deliberación.
b) El objeto moral.
Según su objeto el acto puede ser bueno si son en sí mismos conformes a una virtud,
pueden considerarse malos si en sí mismos no son conformes a la virtud y pueden ser según su
objeto considerados indiferentes, no hay una conformidad o inconformidad en relación a una
virtud sin embargo para ser considerados como actos humanos necesitan tener una cierta
cualificación moral.
Para conocer la bondad o maldad de un acto nos ayuda: la razón humana, esta razón
humana iluminada por la revelación y la enseñanza de la Iglesia.
c) Fin.
Es el objetivo por el cual el agente ordena su actuar, es decir, lo que quiere conseguir
por medio de las acciones conseguidas, es por tanto en motor principal de su actuar. Los autores
sugieren que entendamos que cuando hablamos del actuar estamos tocando las disposiciones
interiores y que en la búsqueda de ese fin hay que estar atentos a no confundir motivos que
pueden sumarse accidentalmente, aun cuando estas estén no se rompe la unidad de la conducta,
esa intención se realizará por medio de las acciones que se elijan y esas acciones que se elijen
pueden hacer realidad o pueden negar la intención que las motivó y las acciones pueden tener
efectos indirectos no deseados pero si previstos y tolerados. Cuando hablamos de fin decimo el
objetivo por el cual se actúa, esta intención se realiza por medio de las elecciones y estas serán
realización de la intensión cuando la virtud ayuda a una buena elección.
Hay pues una coherencia ética entre intención y elección (Mt. 7, 21-26)
la cualidad del fin moral por la cual elegida influye sobre su moralidad de un modo
diverso según la calificación del objeto.
Las acciones que por su objeto son indiferentes se convierten en buenas o malas a causa
de su fin.
Las acciones buenas por su objeto a causa del fin se convierten en más buenas, menos
buenas, o malas.
Una acción mala por el objeto puede empeorar o disminuir su malicia a causa de la
intención pero nunca puede llegar a ser buena.
d) Circunstancias.
Son elementos secundarios que influyen en la moralidad del acto que agravan o
disminuyen la responsabilidad, estas circunstancias se pueden agrupar por dos categorías:
Las circunstancias ayudan a ponderar la moralidad del acto pero no todas son de orden
físico, no son en el orden moral, una circunstancia puede modificar la esencia del acto, se puede
robar pero se puede robar dentro de una Iglesia. La moralidad del acto le viene por su fin, las
circunstancias pueden aumentar o disminuir la maldad o la malicia.
e) Referencial al proporcionalismo.
Para ayudarnos a ver esa responsabilidad moral de las consecuencias de una acción
realizada u omitida:
El uso de la libertad por medio de la acción elegida estas tienen sus causas y efectos, a
estas se les puede llamar efecto secundario, ellos pueden plantear problemas ya se para tomar
decisiones o para valorar una acción, se refiere a una acciones que provocan una serie de
consecuencias éticamente malas pero previsibles que hacen que la persona no sepa cómo actuar
y no sepa cómo hacerlo, para la valoración de esto nos ayudan varios principios:
1. Principio del doble efecto o voluntario indirecto. Es lícito ejecutar un acto del que se
siguen dos efectos, uno bueno y otro malo si se dan estas cuatro condiciones:
Que la acción en sí misma sea buena o indiferente.
Que el fin del agente sea obtener el efecto bueno y se limite a permitir al malo.
Que el efecto primero e inmediato que se sigue sea el bueno.
Que exista una causa proporcoinalmente grave para actuar.
2. Principio de voluntario in causa. La posible imputabilidad moral de un efecto no
voluntario en sí que se sigue de un acto realizado voluntariamente. Ignorancia
culpable. Condiciones:
Que el agente haya previsto al menos en confuso.
Que el agenta haya podido evitar la acción de tal efecto.
Que el agente tenga el deber de impedir o de no causar tal efecto.
3. Principio de totalidad. En general: la parte existe en y por el todo, por consiguiente
el bien de las partes queda subordinado al bien del todo, en todo es determinante para
las partes y puede disponer de ellas. En bioética: es lícita una intervención de la
integridad corporal siempre y cuando sea necesaria para salvaguardar la integridad
del organismo y la integridad del sujeto.
4. Principio de jerarquía de valores. En caso de conflicto hay que escoger el valor más
grande y más urgente.
5. Principio de gradualidad. Tener en cuenta la situación de una persona en la
realización de ley, no todas las personas pueden alcanzar de inmediato la ley, ya que
según van pasando las etapas de vida se van capacitando para cumplir la ley.
6. La integridad psicológica de la acción humana y su imputabilidad moral.
Se intenta tener en cuanta alguna condiciones del sujeto que pueden modificar o anular
la libertad de su acción, disminuyendo o incluso anulando la libertad siendo así o quedando
como un sujeto al que no se le puede atribuir o amputar la responsabilidad sobre la acción
realizada.
Advertencia.
a) La filosofía griega.
Usa el término arete. Sócrates restringe su uso a la excelencia moral del hombre y la
entiende como un saber sobre le bien. Platón las clasifica en cuatro: sabiduría, fortaleza,
templanza y justicia. Aristóteles: la perfección habitual y estable de las facultades operativas
humanas, tanto de las facultades intelectuales cuanto de las facultades apetitivas.
b) La S.E.
La versión de los LXX: arete. Con significado de acción gloriosa de Dios. Otras
ocasiones significan fidelidad, valentía, virilidad, prudencia. O dice las cualidades del Mesías.
N.T.: 1 Pe. 2, 9; 2 Pe. 1,3; Fil. 4,8; 2 Pe. 1,5. Nos da 14 catálogos de virtudes y 21 de vicios. En
la Escritura tienen su origen y fin en Dios mismo. Caracterizan al creyente que asume su vida
centrada en Cristo. No se les da un estudio explícito. Ellas destacan las cualidades morales del
sujeto. El N.T. resalta las cualidades del verdadero discípulo de Cristo, cualidades que brotan de
su disposición interior.
Los padres ven las virtudes como movimientos que llevan al cielo que nos ayudan a
alcanzar las metas a las que Dios nos llama, las virtudes realizan en cada uno de nosotros ser
como Jesús. Cada uno le da su acento propio. «La virtud es una buena cualidad del alma por la
cual se vivie rectamente, que no puede ser usada para el mal y que Dios produce en nosotros sin
nosotros» (Pedro Lombardo).
El Magisterio enseña sobre las virtudes teologales y su unidad con ellas de carácter
humano. Las virtudes teologales nos disponen en la relación con Dios Trino. En los teólogos
tenemos la elaboración que hace santo Tomás.
División.
Sobrenaturales o infusas.
Humanas o adquiridas: estas a su vez pueden ser intelectuales o morales. A las morales
pertenecen la prudencia, fortaleza, justicia y templanza.
La virtud moral ayuda a dar un orden a nuestras elecciones concretas dentro de las
circunstancias que las rodea. La virtud moral puede definirse como un hábito electivo que
consiste en un término medio relativo a nosotros, determinado por la razón y por aquello por lo
que decidirá el hombre prudente. Detengámonos en tres lamentos:
Las virtudes morales tienen un importante aspecto cognoscitivo, no son una simple
disposición que facilite el cumplimiento de lo que ha sido establecido y que esto se cumpla la
margen de la virtud.
a) La dimensión intencional.
Las virtudes morales ayudan a que las tendencias humanas y la voluntad lleguen a su
objeto de manera ordenada, razonable y para el bien de la persona. Por fines virtuosos se
entienden los modos de regulación racional de las tendencias, de los sentimientos y de las
acciones requerida para alcanzar plenitud de la vida humana y cristiana, y que genéricamente
llamamos prudencia, justicia, humildad, sinceridad, fortaleza, generosidad, templanza, etc. Es
principio en cuanto que ese deseo de un fin y en tanto que ese deseo sea conducido por medio
de virtudes morales, buscar algo bueno en particular sobre lo que se elige.
Las virtudes morales ayudan a que las tendencias humanas y la voluntad lleguen al
objeto de su ordenanza, razonable y para el bien de la persona y como la virtud lo sugiere es una
disposición permanente. La dimensión electiva es la que elige la acción que aquí y ahora realiza
el fin virtuoso, en la medida en que esa acción sea elegible y realizable y entonces es aquí donde
surge la «verdad práctica» que la podemos entender como la conformidad de la razón al fin
virtuoso. La prudencia determina lo que aquí y ahora conviene hacer, puede hacerlo por el
apetito recto que recibe que le sirve como bagaje para discernir a partir de ese apetito sobre la
acción correcta y concreta.
En este número vamos a ver la distinción, conexión y formación de las virtudes morales.
Teniendo en cuenta que las virtudes morales perfeccionan establemente todo el dinamismo
tendencial humano, el modo de diferenciar y organizar las virtudes dependerá en buena parte del
método utilizado para analizar y clasificar las tendencias.
Cada una de ellas tiende a sus propias pasiones y a sus propios bienes, entonces la razón
regula en tender a las pasiones y a los bienes y de ahí vienen las virtudes.
En torno a las cuatro virtudes cardinales se organizan en las virtudes morales en tres
partes:
Parte subjetivas.
Partes integrales.
Partes potenciales.
En su conexión se afirma que una de las virtudes no puede llegar al estado perfecto sin
el desarrollo de las otras, esto se afirma por la unidad que las virtudes morales tienen en la
prudencia y en la caridad como aspecto propiamente cristiano.
Cuando hablamos de la formación de las virtudes nos distinguen tres cosas: que las
virtudes pueden crecer, aumenta por los actos que se repiten; las virtudes pueden disminuir, por
la realización de actos contrarios a la virtud; recordad que ningún hábito operativo es innato; en
esta formación se necesita de todas las virtudes que son formadas por la prudencia. Aristóteles
recuerda la obligación de las instituciones e instancias que nos educan. Podemos agregar la
fuerza sanadora de la gracia en la ley de Cristo y en el don del E.S.
La fe nos enseña que la gracia por medio del don del E.S. Dios puede transformar al
hombre, el tener en cuenta es desde donde se parte para nombrar y para ubicar las virtudes
morales, de esta manera no resulta extraño ni imposible hablar de las virtudes sobrenaturales
(infusas) que Dios da al hombre
Virtudes teologales:
Fe.
Esperanza.
Caridad.
Estas virtudes infusas dan al hombre la capacidad radical de hacer elecciones válidas en
orden al progreso de la vida cristiana en la búsqueda de la vida eterna pero no proporcionan la
facilidad de la característica del hábito adquirido.
Son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del
E.S. se trata de ese obrar de Dios en nosotros a través del Espíritu pero estos dones que
podemos pedir, recibir y trabajar requieren una disposición permanente, nos ayuda a actuar:
c) Carismas.
Son extraordinarios o sencillos y humildes. Los carismas son gracias de E.S. que tienen
directa o indirectamente una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a la edificación de la
Iglesia, el bien de los hombres y a las necesidades del mundo.
Establecer que significa la ley eterna, ley natural, como se llega a ella, su conexión con
la impostación del tratado de las virtudes y algunas precisiones sobre la ley. Cuando hablamos
de designio divino o designio de Dios en el hombre entendemos que por su voluntad Dios nos
eligió en Cristo para ser santos y en Cristo nos eligió para ser sus hijos. Esta voluntad de Dios es
lo que la enseñanza de la Iglesia llama ley eterna, santo Tomás define ley eterna como: «la
razón de la sabiduría divina en cuanto principio directivo de todo acto y de todo movimiento».
La ley moral natural: que consiste en la luz de la inteligencia infusa en nosotros por
Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe cumplir y lo que se debe evitar. Esta
luz y esta ley, Dios las ha dado en la creación.
La revelación histórica: por los medios previstos por Dios. Es aquella que completa
el conocimiento del designio de Dios, el A.T como anuncio, en el N.T. lo que dios
nos ha dado en Jesús por medio de las leyes y normas que regulan la ley moral
natural.
El designo de Dios puede renovar por la gracia a la persona, esta persona responde por
medio de una vida virtuosa con el fin de conformar la propia vida con aquella que recibe en la
llamada en Cristo.
Nos encontramos con leyes que parecen elaboraciones humanas, por ello conviene que
no olvidemos que la ley natural o aquella que llegue de la gracia y que eleve al hombre no esté
escrita y hay otra que si está escritas. Sin embargo conviene decir dos cosas: toda ley tiene un
orden operativo dado por la razón, no depende de la voluntad, es una tarea que la razón práctica
puede desarrollar; segunda: la ley mira siempre al bien común. En esta última de algún modo se
ordena a la virtud.
a) Doctrina católica.
Sagrada Escritura.
El concepto de ley natural fue un tema constante, fue hasta el 1950 en adelante donde el
magisterio se ocupa más del tema. La ley natural expresa el sentido moral original que permite
al hombre discernir mediante la razón lo que es el bien y el mal, la verdad y la mentira (C.E.C.
1954). El catecismo aclara que es lo que entiende por natural, dice pertenece a la naturaleza
humana. Veritatis Splendor #43 recuerda al hombre creado y guiado por la providencia, «desde
dentro mediante la razón que, conociendo con la luz natural, la ley eterna de Dios, es por esto
mismo capaz de indicar al hombre la justa dirección de su libre actuación».
Así llegamos al primer principio de la razón práctica y de la ley natural que agrega un
elemento básico de nuestra fe cristiana: la caridad. Las virtudes expresan así los modos en que
ha de ser regulada la tendencia y la realización de los bienes humanos con el fin de que sean
congruentes con la voluntad dirigida a la perfección de Dios, para sí mismo y para cada persona
humana.
Son las normas que propone la ciencia moral sobre lo que se debe y lo que no se debe,
ellos expresan los contenidos de la razón práctica o los juicios de tales principios. Siguiendo a
santo Tomás se expone las categorías de los preceptos de la ley moral natural, tres:
Los primeros: aquellos que gozan de la máxima evidencia para todos y que se extienden
a diversos ámbitos del actuar.
Los preceptos secundarios próximos: se refieren a ámbitos específicos del actuar, y
pueden ser conocidos a partir de los primeros razonamientos asequibles a la capacidad
de todos.
Los preceptos de la tercera categoría. Derivan de la categoría anterior, son solo
accesibles a los sabios ellos nos los enseñan.
En el A.T. la ley forma parte de un todo (ley y profetas), en ese contexto encontramos la
ley dentro de la revelación y dentro de un contexto moral, ese mensaje moral para que el pueblo
viva y corresponda. En cuanto al término ley hacemos referencia al pentateuco porque estos son
los que trasmitieron la ley por medio de Moisés; pero cuando se habla de un contenido ético
entonces se puede hablar de una ética de la ley, una ética de los profetas y una ética sapiencial.
Aquello que la ley nos enseña como lo es todo el A.T. es una preparación y un anuncio de lo
que en Jesús se cumple, la ley es aquella que antecede a la ley de la gracia anunciada por Jesús.
Por esta razón san Pablo va contra aquellos que n se han abierto a la ley de la gracia y que
permanecen en el dominio de la ley.
a) La ética de la ley.
La ley tiene también un carácter social que se expresa en mandatos que quieren producir
en el pueblo actitudes virtuosas, pues se encamina a la justicia de Dios y con el prójimo, que
esto, aunque la ley se exprese en mandatos, lo que quiere provocar en el pueblo es conducirlo
hacia las actitudes virtuosas: fe y amor a Dios, justicia y amor.
Los profetas subrayan que la vida ética no queda satisfecha con los actos rituales. Esto
no significa que los profetas estén contra el culto, lo que si es que están en contra de un culto, en
ellos encontramos una fuere insistencia a los deberes sociales, da un sentido al pecado como una
expresión de orgullo humano, recuerdan en el contexto en el que se enseña la ley, tienen una
enseñanza moral con un contexto religioso y dentro de un comportamiento que es justo dentro
de la sociedad se hace presente al Señor.
c) La ética sapiencial.
Estos escritos por el tiempo en que fueron hechos tienen una relación extra bíblica pues
ya estaba en relación con la cultura griega, tienen relación con los sabios, se parte a partir de una
experiencia que se va verificando de tal modo que el hombre viva y se integre en el mundo. En
las enseñanzas el valor fundamental es la sabiduría, esa sabiduría que es divina es propiedad de
Dios, los libros sapienciales exponen de un modo particular su enseñanza con la intención de
atraernos, lo han por medio de máximas, normas y enseñanzas que estimulan la reflexión.
Buscan que el buen obrar conduzca al éxito de la vida humana, prestan atención a las formas
virtuosas y viciosa de vida.
La conciencia es «la obediencia debida a la voz divina que habla en nuestro interior.
La conciencia no es el juicio sobre una verdad especulativa o una doctrina abstracta sino que
recae de forma inmediata sobre la conducta, sobre algo que debe hacerse o dejarse de hacer…
De ahí que la conciencia no pueda entrar en conflicto con la infalibilidad de la Iglesia o del
Papa». Con otras palabras contundentes, dijo «la conciencia es el primero de todos los vicarios
de Cristo».
Desde eso inscrito en la naturaleza humana está la memoria del bien y la verdad.
Escribe VS 59: la memoria antes dicha «como juicio que aplica a una situación concreta la
convicción racional de que se debe amar, hacer el bien y evitar el mal. Este primer principio de
la razón práctica pertenece a la ley natural, más aún, constituye su mismo fundamento al
expresar aquella luz originaria sobre el bien y el mal, reflejo de la sabiduría creadora de Dios,
que, como una chispa indestructible (“scintilla animae”), brilla en el corazón de cada hombre».
a) Escritura.
Antiguo testamento:
Nuevo Testamento:
Los términos que con mayor frecuencia se usan son corazón kardía y espíritu pnéuma,
en sentido análogo al Antiguo Testamento, ahora con mayor vigor en el sentido de interioridad
del comportamiento y juicio moral.
b) Patrística.
En sus textos no encontramos aún una terminología fija: nous, mens, psiché, ánima,
pectus. Nos encontramos con el principio una elaboración doctrinal sobre la conciencia moral y
su importancia en la vida del hombre.
c) El Medioevo.
e) La moral contemporánea.
La teología moral católica sostiene una visión antropológica positiva sobre el papel de
la conciencia moral, aun cuando ha sufrido fuertes embates como los ecos de la doctrina de
Nietzsche, del psicoanálisis freudinano, de la teoría conductista o de los estructuralismos
contemporáneos.
Freud descartó que en la persona existiera una percepción innata del bien y del mal. Es
una adquisición, la conciencia moral se adquiere. Se da por medio de un proceso en el que el
niño supera el complejo de Edipo, se identifica con sus padres y va internalizando sus criterios
éticos gradualmente.
«…el desarrollo moral se identifica con el paso de estructuras cognitivas más primitivas
a aquellas que permiten una comprensión de la realidad de modo más complejo y maduro. Lo
importante no es el comportamiento, sino la capacidad de dar razón de él.» (p. 447) La
conciencia es una facultad cognitiva para el juicio y el razonamiento moral, sede de ideas y
creencias, a las que se asocian sentimientos también aprendidos con los cuales se puede
reflexionar sobre las cuestiones morales.
Dos exponentes:
J. Piaget
L. Kohlberg
En el proceso por decidir se llega a una certeza, que no siempre es absoluta, en la que se
razona y se busca corresponder a la voluntad divina, y que aunque no llegue al ciento por ciento
de certeza, sí sabe que puede crecer en conocimiento del Dios verdadero y de su voluntad
práctica en las situaciones de la vida, y con ello crecer en la libertad para el bien.
Otra condición es la rectitud: como lo expresa Job 27,5 «mi corazón no me condena».
Se refiere a la exigencia de actuar con autenticidad y proceder honestamente, con el deseo de
hacer el bien. Obviamente no puede no puede estar al margen de las condiciones de la certeza.
Magisterio
Gaudium et spes n. 16