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Contratos de empresa:

Tipo y atipicidad

Derecho
Privado IV
(Contrato de
empresa)

1
Contratos de empresa:
Tipo y atipicidad

La noción de empresa ha dado lugar a numerosas definiciones y conceptos,


atento la diversidad de nociones que giran a su alrededor, tales como:
capital, trabajo, rentabilidad, riesgo y otras. A fin de esbozar una definición
que comprenda de manera cabal los distintos extremos que integran la
noción de empresa, entenderemos a ésta como un organismo económico
que pone en movimiento de manera sistemática aquellos elementos
necesarios y suficientes para obtener un producto o servicio, siendo este
último el elemento de cambio que le permite generar rentabilidad para su
propia estabilidad económica y consecuente subsistencia.

Podríamos decir, entonces, que estamos frente a una construcción


económico-jurídica, donde no sólo se tienen en cuenta las necesidades
ajenas, que generan nichos u oportunidades, sino también las necesidades
del mercado.

Según lo expuesto, serían tres los elementos que se encuentran insertos en


el concepto de empresa, a saber:

a) elemento subjetivo de carácter organizativo: organismo económico;

b) elemento objetivo dirigido a un fin específico: actividad sistemática de


elementos con la finalidad de obtener un producto determinado al cambio;

c) elemento funcional: intermediación entre una masa de energías


productoras (máquinas, obreros, capitales) y la masa de consumidores.

Recordemos que estos elementos deben combinarse de manera


permanente.

Siguiendo a Georges Ripert (1954), existen cuatro grandes categorías de


empresas:

1
1) empresas de distribución, encargadas de vender las
materias primas a los fabricantes y las mercaderías a los
consumidores,

2) empresas de producción, en las cuales el explotante, en el


lenguaje corriente, se denomina industrial,

3) empresas de servicios, que comprenden muchas


variedades, entre las cuales las más importantes son las de
transportes,

4) empresas auxiliares que ejercen el comercio del dinero o


del crédito, o que ayudan a los comerciantes a la realización
de sus negocios. (Ripert, 1954, p.115).

La empresa, entonces, asume distintas formas de actuación, insertándose


en distintas redes de comercialización, o bien actuando por sí misma, para
lograr sus principales objetivos, que son: la producción y/o
comercialización de bienes o servicios, en sus distintas formas.

Actualmente, entre las empresas existe la tendencia de generar vínculos


asociativos o de colaboración, logrando así la inserción en determinados
mercados o mayor competitividad en ellos.

Así observamos cómo la generación de estructuras complejas de negocios


implica, por lo general, la asociación de empresas independientes, tanto
desde el punto de vista jurídico como económico. Tal vinculación
empresaria supone la creación de orden vertical, con forma piramidal, que
permite la integración empresaria orientada hacia un objetivo común,
diferente de los objetivos individuales de cada una de las empresas que la
conforman.

El tipo y la atipicidad
En materia contractual se habla de tipo cuando el acuerdo encuentra un
marco regulatorio, sea que éste se encuentre dado por la ley, o las
costumbres; en tanto se habla de atipicidad cuando el acuerdo que se
quiere llevar a cabo no se encuentra delineado ni legal ni socialmente.
Seguidamente profundizaremos en estas nociones.

2
Noción de tipicidad en materia de contratos
Cuando nos referimos a la problemática actual en materia contractual,
sobre todo en lo que refiere a los contratos de empresa, debemos
considerar la noción de tipo contractual propiamente dicho. En esta
dirección, si nos basamos en la teoría legal del tipo contractual, podemos
afirmar que refiere a aquella actividad del legislador que tiende a regular
las relaciones jurídicas de los contratantes, a través de un molde o modelo
que el legislador predispone para que los sujetos partes ajusten sus
relaciones empresarias, con los consecuentes efectos jurídicos.

Nos referimos así al tipo o tipicidad legal referida a los contratos


disciplinados por la ley.

La dinámica de los modelos contractuales


Esta teoría, en la actual realidad socio-económica caracterizada por un
dinamismo extremo de las relaciones comerciales, prácticamente se ha
erigido en un obstáculo a la hora de brindar forma jurídica a los negocios,
dada la rigidez que esta teoría presenta, que impide la adecuación del
continente jurídico a un negocio o emprendimiento específico, en el caso
de que no hubiese sido previsto por el legislador.

Frente a ello, vinieron en auxilio otras fuentes del Derecho, tales como la
costumbre, ofreciendo a los contratantes un marco jurídico flexible y, por
ende, posible de adaptar a las nuevas relaciones comerciales.

Como consecuencia de lo expuesto, en lo que a tipicidad se refiere, es


dable concebir, al menos, dos posibles clasificaciones relativas a la
tipicidad: la tipicidad legal y la tipicidad social. La primera referida a
contratos regulados por la ley; y la segunda, relativa a la regulación de los
contratos con fuente en los usos y costumbres, que se relaciona con una
categoría de negocios que se celebran de manera habitual en un
determinado lugar.

El tipo
El tipo referido a la noción general del contrato:
caracteres del tipo contractual. Tendencias actuales.
El contrato es un instrumento para llevar a cabo actividades económicas,
en el marco de una relación entre partes que programan el intercambio
recíproco a futuro expresando su voluntad negocial, a partir de la cual

3
quedarán definidos los alcances de las obligaciones y derechos asumidos
por cada sujeto contractual, cuya exigibilidad se encuentra asegurada por
el derecho. En tal sentido, debemos recordar que las obligaciones tienen su
causa en el contrato, el cuasi-contrato, el delito, el cuasi-delito, la voluntad
unilateral y la ley.

El contrato como tal y en términos generales es, entonces, un tipo legal,


pues sus elementos deben necesariamente darse en una relación jurídica
determinada para que surja una obligación. Al respecto, si nos
concentramos en la noción de tipicidad legal y la relacionamos con el
nuevo Código Civil y Comercial Unificado, podemos apreciar que
disponemos de una parte general, común a todos los contratos (Libro
Tercero, Título II, Capítulo 1), donde se prevén las disposiciones generales
aplicables a todos los contratos. Por otra parte, existe también una parte
especial (Libro Tercero, Título IV, Capítulo 1 al 31), en la que se regulan en
detalle las particularidades de cada uno de los contratos previstos en
nuestro Código Civil.

Durante un largo período de la historia del derecho, sólo los contratos


nominados o regulados daban lugar a obligaciones exigibles. No obstante,
en tiempos más recientes se admitió la posibilidad de que la autonomía de
la voluntad privada fuese la fuente de las obligaciones, sin necesidad de
ajustarse inexorablemente a los tipos preestablecidos en la ley, dando
lugar con ello al fenómeno de la atipicidad.

En una situación intermedia, al reconocerse que la reiteración de


conductas puede crear un marco contractual que no es establecido por la
ley sino que reconoce como fuente a la costumbre, se da origen a la
denominada tipicidad social.

Desde hace tiempo, la tipicidad legal no podía abarcar la realidad socio-


económica imperante, debido a la proliferación de nuevas formas
contractuales que regula la dinámica constantemente cambiante de los
negocios. Con antelación a la sanción del nuevo Código Civil y Comercial
unificado, tales modelos contractuales (o tipos legales) solían agruparse en
mérito de la finalidad perseguida y, al no existir por aquel entonces una
regulación específica, debían apoyarse en el contrato más representativo
con recurso al remedio de la analogía. La actual regulación legal que
efectúa el Código Civil y Comercial ha captado en gran parte la realidad
antes descripta, receptando ciertos contratos que antes contaban con
tipicidad social. Tal es el caso de los contratos de agencia, concesión y
franquicia.

Previo a adentrarnos en el mundo de los contratos de empresas, resulta


preciso repasar algunos conceptos importantes en materia de contratos en
general. En tal sentido, no podemos dejar de mencionar al nuevo art. 957
del Código Civil y Comercial, que expresamente reza: “Definición. Contrato

4
es el acto jurídico mediante el cual dos o más partes manifiestan su
consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir
relaciones jurídicas patrimoniales”.1

A partir de la definición transcripta, podemos advertir que el nuevo texto


legal ha venido a sustituir en la faz subjetiva la mención de “muchas
personas” por la fórmula “dos o más”, lo que venía siendo propugnado
desde la doctrina especializada para lograr una mejor redacción en sentido
técnico (Lorenzetti, 1999, T.I).

Tal como se interpretaba con la redacción del art. 1137 del anterior Código
Civil, la “presencia” de esas personas no resulta esencial, ya que -como
veremos a lo largo de la materia-, en muchos casos, el perfeccionamiento o
cristalización del contrato, en el ámbito del derecho de empresas, no
depende de la presencia física de las personas, bastando generalmente con
una llamada telefónica, el envío de un fax, un correo electrónico, entre
otras modalidades. Con ello, se facilita la dinámica propia de los negocios,
pues, a medida que se desarrollan nuevos medios de comunicación, éstos
son aplicados a la celebración y posterior cumplimiento de las operaciones
comerciales para darles mayor celeridad.

En cuanto al consentimiento, punto de importancia neurálgica en todo


contrato, debemos recordar que debe manifestarse claramente, ya sea de
manera expresa o tácita, aplicándose dichas reglas también a la aceptación
de la oferta. Así lo establece el nuevo artículo 978 del Cód. Civil y
Comercial, al prever:

Aceptación. Para que el contrato se concluya, la aceptación


debe expresar la plena conformidad con la oferta.
Cualquier modificación a la oferta que su destinatario hace
al manifestar su aceptación, no vale como tal, sino que
importa la propuesta de un nuevo contrato, pero las
modificaciones pueden ser admitidas por el oferente si lo
comunica de inmediato al aceptante.2

Veremos a lo largo de la materia, cómo en algunos contratos de empresa,


al no contar con tipicidad legal, es esencial una buena redacción del
contrato. Es así que, dada la ausencia de normativa legal, cobra especial
preponderancia lo acordado por las partes en el contrato, en virtud del
principio de autonomía de la voluntad.3 A tal fin, debe considerarse

1 Art. 957 – Código Civil y Comercial Argentino.


2
Art. 978 – Código Civil y Comercial Argentino.
3
Art. 958, 959, 970 inc. a y conc. - Código Civil y Comercial Argentino - Art. 1197 del Cód.
Civil vigente hasta 31 de julio de 2015.

5
especialmente el objeto que tuvieron las partes en miras al contratar,
como así también la conducta efectivamente adoptada por ellas en la
ejecución de las respectivas prestaciones a su cargo y el principio de buena
fe.4 Al respecto, viene al caso recordar que en la nota al viejo artículo 1137
del C.C., el codificador manifestaba que su fuente de inspiración había sido
el maestro Savigny, autor alemán que veía en el contrato en general un
abanico infinito de posibilidades, basadas en la libertad contractual y la
autonomía de la voluntad, brindándonos también un claro análisis de sus
presupuestos esenciales. Es decir que tanto en la nueva como en la
anterior regulación legal, el contrato como institución jurídica se encuentra
regido por los principios de libertad y autonomía de la voluntad. En su
actual redacción, el Código Civil y Comercial expresamente establece:

Los contratos innominados están regidos en el siguiente


orden, por: a. La voluntad de las partes; b. Las normas
generales sobre contratos y obligaciones; c. Los usos y
prácticas del lugar de celebración; d. Las disposiciones
correspondientes a los contratos nominados, afines que son
compatibles y se adecuan a su finalidad.5

Lo expuesto no quita valor a los usos, prácticas y costumbres, a la hora de


interpretar cláusulas ambiguas, imprecisas o confusas, pues, según lo
dispone el art. 1° del nuevo Código Civil y Comercial, éstos “… son
vinculantes cuando las leyes o los interesados se refieren a ellos o en
situaciones no regladas legalmente, siempre que no sean contrarios a
derecho”.6

Esto implica también que podamos tomar en consideración las opiniones


vertidas por la doctrina especializada en la materia, ya que, en la medida
en que tales aportes doctrinarios estén reflejando el uso y práctica
generalmente observados en casos de igual naturaleza, constituyen una
pauta de interpretación de la que no puede prescindirse, conforme lo
preveía el artículo 218, inc. 6º, del viejo Código de Comercio, en la misma
inteligencia en que lo hace el actual Código Civil y Comercial.

El nuevo Código Civil excluye a la jurisprudencia como fuente del derecho.


El proyecto había previsto que en la aplicación de las leyes civiles se tuviera
en cuenta la jurisprudencia en consonancia con las circunstancias del caso,
remisión esta última análoga a la ya prevista en la parte final del art. 16 del
Código de Vélez (Medina-Rivera, 2014).

4
Art. 961- Cód. Civil. y Comercial Argentino - Art. 1198 del Cód. Civil vigente hasta 31 de
julio de 2015.
5
Art. 970 – Código Civil y Comercial Argentino.
6
Art. 1 – Código Civil y Comercial Argentino.

6
Además, se hace preciso destacar que cuando no se cuente con soportes
jurídicos específicos, por no encontrarse previstos por la ley,
corresponderá aplicar supletoriamente las disposiciones del contrato, y las
disposiciones relativas a los contratos contenidas en el Código Civil y
Comercial. Habrá que detenerse, entonces, en lo que la voluntad
contractual de ambas partes pretende, para evitar situaciones de conflicto.
Cuando existen problemas en el giro de los negocios, suelen comenzar a
presentarse conflictos entre las partes, que comienzan a reclamarse unas a
las otras. Esta tarea puede ser llevada a cabo por los propios sujetos
contractuales y, si así no lo hicieran, por otro sujeto que no ha intervenido
en el vínculo contractual, en cuyo caso la resolución del conflicto se dejará
a la interpretación subjetiva de un tercero, pudiendo ser un mediador, un
árbitro o un juez.

Por lo tanto, las partes deben contemplar el mayor abanico posible de


situaciones que puedan plantearse en el desarrollo del negocio que
concertan. De este modo, disminuirán sensiblemente el riesgo de que
acontezcan conflictos y, de verificarse ellos, podrán realizar una
interpretación más acabada de la voluntad expresada en el contrato, de
donde surgirá su verdadero espíritu.

Ahora bien, si relacionamos la noción de contrato con el art. 259 del nuevo
código civil relativo a los actos jurídicos, en cuanto reza: "son actos
jurídicos los actos voluntarios lícitos que tienen por fin inmediato la
adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones
jurídicas"7, advertimos que la nota tipificante de los actos jurídicos en
general es su fin jurídico propiamente dicho, esto es, el nacimiento,
modificación o extinción de una relación jurídica. Esta característica se
encuentra claramente reflejada en la definición de contrato dada por el
actual art. 9578, por lo que es inevitable concluir en que el contrato es un
acto o negocio jurídico, siendo indistinta la utilización de uno u otro
vocablo. Así las cosas, al enfocarnos en el estudio de los contratos de
empresa, centraremos nuestra atención en los contratos como acto o
negocio jurídico del derecho privado, dejando de lado aquellos negocios
que pertenezcan a la órbita del derecho público, sea en el ámbito nacional,
como internacional.

Podemos afirmar, entonces, que el contrato en general procura servir


como estructura facilitadora de la realización de las más diversas
actividades económicas, a través de los intereses expresados por las partes.
Sin embargo, es preciso aclarar que, semánticamente, la acepción del
vocablo contrato puede ser confundida con la expresión acuerdo, siendo
este último un mero documento firmado por las partes y no tratándose
más que de un medio de prueba de lo acordado entre las partes.

7
Art. 259 – Código Civil y Comercial Argentino.
8
Art. 957 – Código Civil y Comercial Argentino.

7
En la actual regulación, debemos destacar que ya no media distinción entre
los contratos civiles y los comerciales, los que -como lo adelantara la
doctrina en vigencia de la anterior regulación-, en esencia y naturaleza
jurídica son similares, tal y como sucede en la mayoría de los
ordenamientos de origen latino. En efecto, en la anterior regulación legal,
el foco recaía en la finalidad económica que se proponían las partes, pero
el nuevo Código Civil y Comercial unificado receptó la realidad en la que
existen contratos comerciales que no tienen relación con una actividad
empresarial específica, como el hecho indiscutido de que los contratos de
ambas naturalezas (civil y comercial) tenían en la vieja normativa legal la
particularidad de ser instrumentos que apuntan a la circulación
patrimonial. A ello podemos agregar que, en la nueva regulación jurídica, la
calidad de comerciante ha sido suprimida, aniquilando con ello los
fundamentos de la mencionada distinción entre contratos civiles y
comerciales.

Tendencias actuales

Continuaremos con nuestro desarrollo, poniendo el foco sobre los


contratos modernos, que, como ya hemos anticipado, demarcaron una
tendencia que vino a sustituir el orden y la programación rígida del
legislador (influencia de la cultura Ítalo-Franco-Germana) encontrando
como base o fuente contractual también a la costumbre, a la legislación
especial y a la voluntad de los particulares (influencia de la cultura
anglosajona).

Se observa así que, en nuestro país, existe un acercamiento de ambas


tendencias, pues la doctrina del tipo legal ha tenido que admitir una gran
cantidad de combinaciones de los contratos regulados junto con la noción
de tipicidad social que se remite a la costumbre como fuente del derecho
(tipicidad social). Los contratos con tipicidad social han sido recogidos, en
gran medida, por el nuevo código civil y comercial actualmente vigente,
que ha regulado una gran cantidad de contratos que antes de su sanción
no contaban con una previsión legal. De tal modo, tienen tipicidad legal.

Otro punto de actualidad a tener presente es la celebración masiva de


vínculos, que han dado lugar a las llamadas uniones de contratos, que
veremos infra.

Asimismo, la globalización económica planteó la necesidad de armonizar


las diversas legislaciones del mundo. Ello, claro está, sólo puede hacerse
tomando en cuenta sólo elementos esenciales mínimos, y dejando libertad
a los individuos para que los recepten y los adecúen a sus intereses. Esta
tendencia actual recibe el nombre de tipo mínimo y parece haberse
instalado a todo nivel en los contratos de empresa o contratos modernos,
traducido en una amplia esfera de libertad contractual que se brinda a las

8
partes, en un marco jurídico menos exhaustivo y detallista, pero que, sin
dudas, resulta más efectivo para enfrentar los distintos cambios de la
dinámica comercial, dada por la gran creatividad de los particulares y la
constante evolución de sus necesidades negociales en el marco de la
globalización. Prueba de lo referido es, a modo de ejemplo, la regulación
de la figura del fideicomiso, que cuenta con pocos artículos pero no se
puede dudar en que ha devenido en una herramienta apta para el
desarrollo de emprendimientos de distinta envergadura.

El tipo referido a los contratos especiales. A.


Cuestiones ajenas al tipo especial: a. problemas
relativos a la admisibilidad, b. la formación del
contrato y c. al control estatal de entrada al mercado;
funciones contractuales típicas. B. Los contratos
especiales: a. la finalidad económico-social como
elemento para el tipo y la calificación; b. función
facilitadora, delimitativa y de programación; c. las
funciones contractuales típicas

A. Cuestiones ajenas al tipo especial: a. problemas relativos a la


admisibilidad, b. la formación del contrato y c. al control estatal de
entrada al mercado; funciones contractuales típicas

Las tendencias actuales antes indicadas han aparejado ciertos problemas.


Centraremos nuestra atención en las tres problemáticas de mayor
importancia:

a) Problema de la admisibilidad: podemos afirmar que nuestro


ordenamiento jurídico puede otorgar a una relación contractual
determinada protección legal, o bien simplemente permitirla o
prohibirla. Para soslayar el problema que aparejan las situaciones o
vínculos que, encontrándose permitidos, no cuentan con regulación
legal, debemos acudir a la aplicación de las reglas generales de los
contratos (parte general), por ser comunes a todos ellos.
b) Problema de la formación de un vínculo contractual válido:
también se aplican las reglas generales de los contratos. Sin
embargo, no siempre es apreciable a simple vista cuando se ha
formado el vínculo contractual válidamente. Un claro ejemplo de
ello podemos advertirlo en los supuestos de cajero automático,

9
ventas domiciliarias y otros, en donde, como podemos apreciar, no
surge de manera clara cuando se ha prestado el consentimiento.
c) Problema del control estatal de entrada al mercado: lo esencial, en
este caso, es el orden público, rector de todas las relaciones entre
particulares. El Estado, teniendo en miras su protección, podrá
requerir determinadas condiciones o características para autorizar
el desarrollo de cierta actividad. Es común, entonces, que el Estado
obligue al cumplimiento de requisitos, verbigracia de idoneidad o
de solvencia para la realización de ciertas actividades. Ello se
observa, por ejemplo, en la actividad financiera de las
aseguradoras, en la medicina prepaga, entre otros que cuentan con
una regulación legal. Asimismo, se verifica en el ámbito de los
contratos de distribución con relación al contrato de concesión y de
agencia actualmente regulados en el Código Civil y Comercial
Unificado, el que cuenta con normas de orden público que no
pueden ser dejadas de lado por el acuerdo de las partes. De este
modo, el Estado ejerce el control sobre las modalidades
contractuales que hacen posible el ingreso de los bienes y servicios
al mercado.

B. Los contratos especiales

a. La finalidad económico-social como elemento para el tipo y la


calificación

Los contratos tienen una función socialmente trascendente (causa


objetiva) con independencia de la intención o finalidad individual que
persiguen los sujetos co-contratantes (causa subjetiva). Esta función o
finalidad económico-social es objetiva y es el elemento que se utiliza para
definir los distintos tipos especiales de contratos. Ella se distingue
claramente de los motivos que, para algunos autores, se subsumen en el
concepto de causa fin. La causa objetiva toma en cuenta el proceso
económico y no la voluntad de cada contratante en particular.

b. La función facilitadora, delimitativa y de programación

Lo hasta aquí referido permite afirmar que el tipo legal que venimos
desarrollando cumple distintas funciones, entre las que podemos
mencionar a las siguientes:

1) Función facilitadora: establece normas jurídicas que sirven de base a la


concertación del contrato y de tal modo facilitan a las partes la celebración
del contrato, pues no deben inventar un contrato cuando desean realizar
una determinada operación jurídica legalmente regulada, sino tan sólo
profundizar en los aspectos no reglados, pues la ley se aplicará de manera
subsidiaria.

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2) Función delimitativa: el tipo legal consagra un deber ser y, como tal,
muestra lo deseable en el desarrollo de una finalidad económico-social
específica. En determinados sectores específicos, el apartamiento
injustificado y contrario al sentido común provoca una desnaturalización
respecto de la cual el tipo legal cumple efectos delimitativos; v.gr.: en el
sector referido al derecho del consumo, dada la debilidad que el legislador
presume en el consumidor, se establece el carácter abusivo de cláusulas
que desnaturalizan las obligaciones de las partes.
3) Función de programación: el tipo establece apriorísticamente las clases
de finalidades que el derecho considera susceptibles de protección,
definiendo figuras contractuales y las cláusulas que caracterizan a las
mismas.
c. Las funciones contractuales típicas
Al hablar de funciones contractuales típicas nos referimos a la existencia de
un contrato tipo principal, que es el líder y, por ello, sus normas son
aplicadas en forma subsidiaria a otros contratos que persiguen similares
objetivos. Entre las principales funciones económico-sociales del tipo
contractual, podemos mencionar las siguientes:

1) Función de cambio de titularidad.

2) Función de transferencia en el uso.

3) Función financiera.

4) Función de garantía.

5) Función de custodia.

6) Función de colaboración gestoría.

7) Función de colaboración asociativa.

8) Función de colaboración asociativa en redes.

9) Función de previsión.

10) Función de recreación.

11) Función extintiva.

12) Función de gratuidad

11
Los contratos atípicos
El Código Civil y Comercial recientemente sancionado, en su art. 970 hace
la distinción entre contratos típicos y atípicos, refiriendo a ellos con la
denominación de contratos nominados e innominados, respectivamente.
En tal sentido, señala que: “Son nominados e innominados, según que la
ley los regule especialmente o no”.9 Ello, con la salvedad antes efectuada
de aquellos contratos que, no obstante no contar con una regulación legal,
tienen tipicidad social.

Determinación de las normas aplicables. : a. la


calificación del contrato, b. jerarquía de normas,
interpretación, integración, rectificación: aplicación
de normas generales, especiales, imperativas y
supletorias. c. La solución basada en los problemas
típicos.
a) La calificación del contrato

Refiriéndonos a los contratos atípicos, debemos determinar, ¿qué normas


le son aplicables? Para ello, y como primer paso, es necesario calificar la
relación jurídica existente entre las partes.

Entenderemos por calificar la actividad de identificar el tipo contractual


aplicable al contrato celebrado. Básicamente, se examina en detalle la
relación jurídica, tratando de asimilarla a alguno de los tipos legales
existentes, identificando coincidencias y diferencias, para que, de esa
manera, se puedan aplicar dichas normas jurídicas supletoriamente. Para
ello no es menester concentrarse solamente en las palabras que integran el
cuerpo contractual, sino que debemos concentrarnos y detenernos en los
derechos y obligaciones de las partes y en la finalidad pretendida por éstas.

b) La jerarquía de normas, interpretación, integración, rectificación:


aplicación de normas generales, especiales, imperativas y
supletorias

Una vez calificada la relación o vínculo jurídico habido entre las partes, es
importante determinar la jerarquía de las normas interpretativas, la
aplicación de normas generales, de las normas especiales, imperativas y
supletorias.

Si hacemos un repaso, podemos decir que, como primera medida,


debemos interpretar el contrato, entendiendo por ello determinar el real

9
Art. 970 – Código Civil y Comercial Argentino.

12
sentido u orientación que las partes han querido darle al contrato, a cuyo
fin no debemos perder de vista las normas generales relativas a todos los
contratos, que se encuentran en nuestro Código Civil. Como segundo paso,
debemos integrar el contrato, encontrando normas aplicables para
aquellos supuestos que no han sido previstos por los contratantes. En este
ámbito, no sólo son útiles las normas de la parte general, sino también las
distintas reglas de los contratos típicos. Por último, rectificar el contrato,
ajustándolo en respeto al orden público, principio rector e invulnerable en
nuestro ordenamiento jurídico y el principal límite a la autonomía de la
voluntad de las partes.

Ahora bien, puede darse la situación de que en una misma relación jurídica
pueda ser subsumida en varios tipos, como ocurre generalmente con los
contratos atípicos mixtos, en cuyo caso la doctrina ha distinguido tres
teorías que vienen en nuestro auxilio y que desarrollamos a continuación:

 Teoría de la absorción: se identifican las prestaciones, el objeto, e


incluso la finalidad. Ello permite identificar el tipo contractual que
las contempla, para aplicar dichas normas, ello en mérito de que el
tipo legal “absorbe” los elementos esenciales de la relación
pretendida por las partes, desplazando a otros tipos.

 Teoría de la extensión analógica: para esta teoría se aplican las


reglas que regulan la parte general de los contratos, y, para el caso
en concreto, las disposiciones del contrato típico más acorde o
afín.

 Teoría de la combinación: en donde a cada obligación se le aplica


la regla del contrato típico que más se adecúe, creando una suerte
de nuevo tipo contractual.

En nuestro país, en la anterior regulación, el art. 16 del Código Civil, se


inclinaba hacia la teoría de la analogía, haciendo hincapié en las
obligaciones y en el contrato típico que mejor contempla la relación
pretendida por las partes. Actualmente, el art. 970 del Código Civil y
Comercial, puntualmente con relación a los contratos atípicos o
innominados, y conforme lo expusiéramos al punto 1.2, expresamente
regla que:

Los contratos innominados están regidos en el siguiente


orden, por: a. La voluntad de las partes; b. Las normas
generales sobre contratos y obligaciones; c. Los usos y
prácticas del lugar de celebración; d. Las disposiciones

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correspondientes a los contratos nominados, afines que son
compatibles y se adecuan a su finalidad.10

c) La solución jurídica basada en los problemas típicos

En opinión de Lorenzetti (1999), atendiendo a los conflictos contractuales,


concluye en que éstos tienen una reiteración: el incumplimiento de la
obligación de escriturar, la violación del deber de custodia o del de
información, o los intereses, la calidad de la cosa o las garantías. Por lo
tanto, lo que hay que determinar son los problemas típicos y de qué
manera son resueltos conforme a cada contexto; v.gr.: la rescisión
unilateral sin causa o el incumplimiento del deber de custodia son
problemas típicos que tienen un elemento común y diferenciaciones según
los intereses en juego en cada contrato (Lorenzetti, 1999).

Existencia de un solo contrato


Frente a varios instrumentos jurídicos, debemos preguntarnos:

¿Cuándo nos encontramos ante un contrato y cuándo nos


encontramos ante varios contratos?

A tal fin, es importante poder identificar la existencia de una o varias


causas o finalidades.

Contratos típicos
Un negocio jurídico bilateral es calificado como típico cuando es un
supuesto de hecho que encuadra perfectamente en la descripción legal o
social, sin apartarse de las finalidades. El apartamiento del tipo se configura
cuando las disposiciones del contrato se apartan de la finalidad
económico–social del mismo.

Contratos atípicos puros


El contrato es calificado como atípico puro cuando es obra de las partes sin
referencia a ninguna previsión típica.

10
Art. 970 – Código Civil y Comercial Argentino.

14
Los contratos atípicos son una sub-especie del contrato según nuestro
derecho, razón por la cual rigen respecto a ellos todos los preceptos
correspondientes a la parte general.

Contratos atípicos mixtos: categorías


Los contratos atípicos mixtos son las posibilidades contractuales existentes
entre los contratos típicos y los contratos atípicos; verbigracia: el contrato
de turismo, pues implica transporte, alojamiento, alimentación, un
contrato de alquiler, de caja de seguridad, locación, custodia, y servicio.

El negocio jurídico indirecto


La teoría del negocio jurídico indirecto es una consecuencia de la tipicidad
especial y de su insuficiencia. Pues, si hay un modelo legal o social que
establece una finalidad, el negocio jurídico indirecto se produce cuando,
para la obtención del resultado querido por las partes, se usa el modelo
como un medio, apartándose de la finalidad típica. Si no existiera un
negocio típico, no podríamos hablar de una desviación de su finalidad y,
por ende, del negocio jurídico indirecto.

Existencia de varios contratos


Cuando existen varios contratos, el fenómeno es distinto del que
apreciamos en la atipicidad entendida en sentido estricto.

En un contrato atípico existe una deformación del tipo en virtud de las


cláusulas que las partes incorporan al contrato. En el supuesto de varios
contratos, en cambio, éstos mantienen su tipicidad y autonomía. Podemos
estar en presencia de una pluralidad de contratos o de una conexidad
contractual. Ésta última se configura con la existencia de una finalidad
supracontractual, un negocio que se quiere hacer y para el cual se utilizan
varios tipos contractuales vinculados.

15
Bibliografías de referencia

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especial 1, Buenos Aires: Ed. Astrea.

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De Lorenzo, M. F. - Tobías, José W. Complejo de negocios unidos por un


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