La muerte es el destino inexorable de toda vida humana y es natural que nos asuste y angustie su realidad, sobre todo cuando vemos de cerca el peligro de morir o cuando afecta a nuestros seres queridos. Este resumen dedicado a la celebración del Día de Muertos tiene el propósito de acercar a nińos y adultos con la idea de la muerte, para que la vayan aceptando como parte inevitable de la vida humana, conocer cómo algunas culturas antiguas también hacían ritos sobre la muerte; y fortalecer el carácter desde el punto de vista religioso. Además, espero pueda ayudar a entender mejor la sensibilidad mexicana, nuestra manera tan particular entender y dar sentido a la celebración del Día de Muertos. Más que el hecho de morir, importa más lo que sigue al morir. Ese otro mundo sobre el que hacemos representaciones, costumbres y tradiciones que se convierten en culturas, todas de igual importancia, pues ante el camino desconocido que la muerte nos señala, sólo es posible imaginarla con símbolos. EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS EN TAXCO DE ALARCÓN Se tiene listos los tamales enrollados, los tamales amarillos de carne de res, pescado, y camarón; tres o cuatro ollas de tepache de 80 litros; una o dos latas de mezcal, muchos paquetes de cigarros y tabaco de hoja. Las bandas se aprestan a tocar en la iglesia y en el Panteón de San Celso la música elegida por los deudos. Limpiar las Tumbas y adornarlas es una tarea sagrada; el ambiente de la zona se presta para la devoción: la bruma se extiende sobre la población mientras un músico solitario toca la trompeta en un camino apenas recorrido. El gris de las tumbas y la tierra seca se empiezan a teńir con el amarillo brillante de las flores y las fosas se decoran dejando volar la imaginación para construir un sitio digno para los difuntos. Los nińos imitan, tocan en las bandas infantiles, se contagian de las antiguas costumbres e inician su aprendizaje yendo de casa en casa comiendo las ofrendas: recetas ancestrales preparadas por las hábiles manos de sus madres y abuelas, guardianas de la tradición y que ańo con ańo ofrendan y agasajan a sus muertos. EL DÍA DE MUERTOS EN TAXCO DE ALARCÓN Esta fiesta en todas sus manifestaciones es más pagana que cristiana. El día 2 de noviembre es dedicado a los fieles difuntos por la Iglesia Católica y siendo los mexicanos casi en su totalidad creyentes, ¡empiezan este día rezando por sus difuntos y acaban por brindar a su ˇsalud! y haciendo un paso de historia encontramos que se rinde culto a los muertos desde la época prehispánica; así vemos las ofrendas dejadas junto al difunto con todo lo que pudiera serle útil en su viaje para llegar al mundo de los muertos. Este es el principio de las ofrendas actuales, fusión pues pagana-cristiana de nuestras tradiciones. El espíritu de la ofrenda actual es un rito respetuoso que toda la familia prepara para recordar a los que se has ido, y que, según la creencia, regresan este día para gozar lo que en vida más disfrutaban. Para esta ofrenda, en un lugar principal de la casa se coloca una fotografía del "muertito"; claro que si no se tiene se coloca una calaca de cartón, con el sombrero usado por el difunto y que se guarda para este fin junto a los objetos personales y más queridos como su guitarra, instrumentos de trabajo, los cigarros, la bebida preferida, etc. Sobre una mesa se disponen los platillos tradicionales de nuestra cocina: mole verde y rojo, calabaza de tacha, tamales, aguas frescas, todo esto lo adornan "calaveritas" de azúcar que llevan en su frente los nombres más socorridos de nuestro México. Dulces de alfeñique de diversas formas, animales, canastitas de flores, cruces, etc. También el campo rinde culto a la muerte, pues en él se han sembrado multitud de semillas de flor de cempaxúchitl que florean para adornar las ofrendas; estas flores en jarros y floreros y simplemente formando guirnaldas son imprescindibles y representativos solo de esta fecha. Un papel muy importante en las ofrendas es el "pan de muerto", bizcocho adornado con formas de huesos hechos de la misma masa y espolvoreado con azúcar; resulta usual encontrarlos todo el mes de noviembre en las panaderías, las que por cierto están adornadas en estos días con pinturas efímeras en sus vidrieras y aparadores, otra expresión que nos pasa inadvertida. No faltan los cirios encendidos en recuerdo de los ausentes y el copal quemándose en los sahumadores; esto es tan importante por la creencia de que son los aromas los que atraen al alma que vaga. Son por supuesto los "muy vivos" los que disfrutan de todo este festín. Además, la visita a los cementerios se hace de obligación. Toda la familia llega a la tumba de su ser querido, escoba y plumero en mano, ya que hace un año que nadie se ha parado ahí; la llenan de flores y juntos comparten la comida. DÍA DE MUERTOS EN VERACRUZ
La ofrenda de Día de muertos, un ritual de la memoria
La fiesta de los muertos en la tradición mexicana es una celebración a la propia muerte como figura. Cada año, de acuerdo con el calendario católico, los días con los que comienza el mes de noviembre se convierten en un ritual de antecedentes prehispánicos en el que se levantan altares para honrar a los santos difuntos. Se pone la mesa para recibir la presencia inasible de quienes ocuparon un lugar en el mundo de los vivos y que ahora toman forma en esencias, alimentos, bálsamos y elementos que los traen de vuelta.
La mesa puesta es la ofrenda, una práctica extendida desde que en el México
prehispánico se rendía culto a los difuntos con rituales mortuorios destinados a encaminar su alma hacia el lugar de la muerte que les correspondía: Mictlán o Tlalocan. La ofrenda es la manifestación de las ideas de los antiguos mexicanos sobre la permanencia de los lazos que se mantenían con los difuntos, los que no abandonan del todo este plano y conviven con los vivos. Para los antiguos pueblos indígenas de México, y hasta ahora, la muerte es vida y trascendencia que se traduce en rituales como las ofrendas de día de muertos. La ofrenda comprende una práctica sagrada en la que las dádivas se representan a través del pan, la sal, la fruta, el agua, el vino y el alimento preferido del difunto. Se pueden enriquecer según la tradición de la región, comunidad o familia e incluir otros elementos que personalicen el acto. La ofrenda es, entonces, el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria para dialogar con el recuerdo de los muertos. Desde otro punto, la ofrenda es la fusión del viejo y el nuevo mundo que permitió la integración cultural de las costumbres europeas (flores, veladoras) y las tradiciones indígenas (copal, flor de cempasúchil y elementos naturales). Entre los elementos imprescindibles que debe contener una ofrenda están: El agua. Fuente de vida. Después del recorrido que han transitado las ánimas, se ofrece el líquido para mitigar su sed y fortalecer su regreso. La sal. Como elemento purificador ayuda a que el cuerpo no se corrompa y se mantenga en condiciones para su viaje de vuelta y su próxima venida. Velas/veladoras. Las velas simbolizan la luz que guía a las ánimas en su visita y de vuelta a su morada. La flama simboliza la luz, la fe y la esperanza; en el México antiguo se utilizaban rajas de ocote, las que se intercambiaron por veladoras o cirios. En la tradición indígena cada vela representa a un difunto, y su color dependerá de la condición de la familia: los cirios morados son señal de duelo. Copal e incienso. El copal es para los indígenas lo que el incienso para los españoles. Con la fragancia que despiden, se cree, se limpia el lugar de la ofrenda de los malos espíritus para que el alma pueda entrar sin ningún riesgo. Las flores. La flor representativa de la festividad es la de cempasúchil. En el pasado se creía que esta flor tenía propiedades curativas, sin embargo ahora sólo se utiliza para adornar y aromatizar, algunas veces se deshoja para hacer caminos de pétalos que guíen al difunto del cementerio a la ofrenda, y de regreso. Otros elementos: El petate. Se coloca ya sea para que las ánimas descansen o sobre la mesa para colocar los elementos de la ofrenda. El pan. Uno de los elementos indispensables del altar es el pan, símbolo de fraternidad reconocido como “el cuerpo de Cristo”. Un retrato. Se cree que la imagen debe permanecer escondida para que sólo pueda verse con un espejo, una manera de explicar que el difunto está pero ya no existe. El mole, las calaveras de azúcar, el licor, una cruz de ceniza y papel picado se colocan para que con sus aromas, colores y recuerdos se complete la mesa y escenografía en cada hogar. La diversidad y multiculturalidad que inunda el país hace que cada región lleve a cabo una práctica particular para celebrar a los muertos.