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RESUMO / RESUMEN
Durante las últimas décadas, los retos conceptuales y empíricos al programa del déficit
cognitivo condujeron a la renovación de los estudios de comprensión y comunicación públicas
de la ciencia. Las interfaces se perciben actualmente como instancias para promover el
diálogo, la discusión y el debate entre expertos y ciudadanos, más que como mecanismos de
alfabetización y/o popularización. Este artículo aborda un tópico central de las líneas más
recientes de investigación: el modo en que se construyen las dimensiones de credibilidad y
confianza públicas de y en la ciencia que intervienen en las relaciones entre los agentes,
mediada por las prácticas de interfaz. En la Introducción se describe la interacción que
entablan científicos, públicos y divulgadores, signada por los condicionamientos que imponen
la heterogeneidad cognitiva y simbólica de los participantes. A continuación, se presentan
resultados de una investigación reciente: se analiza el modo en que la reputación y
confiabilidad de las instancias mediadoras se articula con la autoridad epistémica conferida a
los expertos como garantía del conocimiento difundido, y se discuten una serie de actitudes
del público derivadas de ello. A modo de conclusión, se examina de qué manera esta
aproximación contribuye a generar nuevos interrogantes para el estudio de las bases teóricas
de la divulgación y comunicación públicas de la ciencia.
Introducción
Durante las últimas dos décadas, los retos conceptuales y empíricos al programa
clásico del déficit cognitivo han conducido a la renovación de los estudios de comprensión
pública de la ciencia. Dichos cuestionamientos cubren un rango que abarca aspectos
epistemológicos, teóricos y metodológicos, entre los cuales se destacan: a) la refutación
empírica de la hipótesis de asociación lineal entre conocimientos y actitudes (Pardo y Calvo,
2002 y 2004; Peters Peters, 2003; Durant et al., 2003); b) las objeciones a la validez teórica del
concepto de “alfabetización” y sus indicadores -la denominada Escala Oxford de Conocimiento
Científico- (Layton, 1986; Cámara Hurtado y López Cerezo, 2007; Bauer y Schoon, 1993); c)
las dudas fundadas sobre la fiabilidad metodológica de algunas de las cuestiones y coeficientes
estadísticos aplicados para la recolección y análisis de la información en las encuestas de
percepción (Layton, ob.cit; Pardo y Calvo; 2004).
Por su parte, la corriente de estudios etnográfico-contextuales surgida durante los años ’90 (la
obra de B. Wynne es representativa de sus planteamientos generales; véanse también Wynne
& Irwin, 1996; Irwin y Michael, 2003) inaugura una etapa de crítica global que impacta sobre
todos los planos de la estructura y agenda del campo. Basada en aportes provenientes de la
Sociología del Conocimiento Científico -y, de manera más amplia, de las corrientes de Estudios
Sociales de la Ciencia y la Tecnología- esta perspectiva pone en tela de juicio de manera
holística al programa clásico: cuestiona sus supuestos epistemológicos, la definición de
conceptos básicos y su método de investigación. Significativamente, como consecuencia de
ello, en quince años transcurridos entre el reconocido Informe Bodmer (Bodmer, 1985) y el
documento Science & Society (House of Lords, 2000), la expresión “comprensión pública de la
ciencia” -public understanding of science- pasó de título y estandarte disciplinar a ser
considerada una etiqueta que:
“(…) quizás no sea la categoría más apropiada. (…) Se argumenta que los términos
implican la asunción condescendiente de que las dificultades en la relación entre ciencia
y sociedad se deben enteramente a la ignorancia y la falta de comprensión de parte del
público; y que con suficientes actividades en esa dirección el público obtendría mayor
conocimiento con lo cual todo iría mejor. Ese enfoque se percibe inadecuado por
muchos de nuestros asesores: el Consejo Británico ha llegado a llamarlo ‘anticuado y
potencialmente desastroso.” (House of Lords, ob.cit.)
Sin afirmar una hegemonía sin fisuras, es innegable el afianzamiento de lo que S. Miller (2001)
denomina el “Triángulo de las Tres D” -diálogo, discusión y debate- como la base sobre la que
se asienta actualmente la mayor parte de la producción disciplinar. La atención sobre las
formas en que se entabla la comunicación entre científicos y públicos ha logrado desplazar a la
que concitara durante décadas la tríada “interés, conocimientos y actitudes”, no sólo en el
ámbito de la investigación sino también en el marco de las políticas públicas sobre cultura
científica. El énfasis en las propuestas de promoción del diálogo -reiterado a lo largo del
discurso de Science and Society- constituye un buen ejemplo del avance de las premisas del
enfoque etnográfico-contextual entre las principales recomendaciones para las iniciativas
prácticas en el plano de las estrategias de comunicación:
El desplazamiento epistemológico del modelo deficitario hacia las formas de interacción que
entablan expertos y públicos trae aparejada la necesidad de reorientar el interés sobre la
función de las instancias de interfaz, entendida en términos clásicos como la de agentes de
alfabetización, hacia otros modos en que éstas participan de las prácticas mediante las cuales
circula socialmente el conocimiento. En particular, los resultados de investigación que se
presentan y discuten en las próximas secciones abordan el modo en que las interfaces
intervienen en la construcción de los procesos de credibilidad y confianza públicas en la
ciencia, como una pre-condición necesaria para el establecimiento del diálogo entre expertos y
ciudadanos. Para no abundar en aspectos ya desarrollados en otras oportunidades (Cortassa,
C., 2007 y 2008), es menester señalar que dichos resultados se insertan e interpretan en el
marco de un modelo conceptual más amplio que puede sintetizarse, grosso modo, en las
siguientes premisas:
Método
La información fue procesada en diversas etapas mediante el programa Atlas/ti para el análisis
cualitativo de datos textuales (2).
Resultados
Frente a una afirmación científica, los ciudadanos legos no cuenta con elementos que
le permitan fundamentar un juicio independiente acerca de su validez, en función del cual
adoptar una actitud razonable respecto de ella. Esto es, la decisión de aceptar, rechazar o
suspender el juicio respecto del conocimiento no puede basarse en consideraciones de índole
estrictamente epistémica: en primer lugar, el público no ha obtenido por sí mismo la evidencia
que lo sustenta sino que tiene un acceso vicario a ella, a través de la palabra de las fuentes
expertas que la producen; asimismo, por su carácter altamente especializado, tampoco puede
valorar la calidad científica o técnica de esas evidencias o razones. De allí la situación de
dependencia epistémica radical en que se encuentra, referida en el apartado 2. En esas
circunstancias, la posibilidad de apropiarse de determinado conocimiento requiere del público
ejercer una actitud de deferencia: delegar sus competencias cognitivas en un tercero, al cual se
confiere cierta forma de autoridad y se lo acredita como merecedor de confianza: es, en primer
lugar, epistémicamente fiable (competente) para generar y justificar sus afirmaciones; y, en
segundo lugar, se lo estima confiable desde el punto de vista moral (honesto y sincero en el
proceso cognitivo y en la comunicación del conocimiento producido).
La aceptación, bajo estas condiciones, del testimonio ofrecido por el experto y transmitido por
las agencias de interfaz permite al lego apropiarse de un conocimiento que no hubiera podido
obtener de otro modo. Desde un enfoque de epistemología social, el fenómeno de la
comprensión pública de la ciencia constituye un caso particular de las interacciones sociales
que permiten compartir conocimiento entre los miembros de una comunidad epistémica. Se
caracteriza por dos rasgos fundamentales: es una interacción indirecta, mediada, y tiene por
objeto un tipo de conocimiento altamente especializado. Cualquier afirmación científica sobre el
mundo -pongamos por caso, acerca de la existencia de agua en un planeta extrasolar, la
estructura del ADN, la clonación de organismos, o la superación del límite de difracción de la
luz- llega al público mediante una relación testimonial en cadena en la cual “A -el científico-
dice p a B -la interfaz-; B dice p a C -el público-; y C acepta / no acepta p.”
La intervención del agente de interfaz hace más complejos los procesos de asignación de
crédito que están en la base de la actitud de deferencia epistémica, pues supone percibir no
uno sino dos sujetos informantes respecto de los cuales valorar su fiabilidad. Eso conduce a
interrogarnos: ¿quién es el garante de las afirmaciones científicas que circulan públicamente?
¿En quién deposita el público su confianza, o no, cuando se trata de decidir?:
- Se cree por el soporte. Quiero decir: un libro de Borges puede dar los más entrañables
detalles de una cosa, astronómica, matemática, lo que sea, pero de entrada sabés que es
ficción. Cuando lo dice un científico en un diario, la lectura es diferente. La semana
pasada leí un cuento sobre alguien que clonó a su enamorada y lo asumí como tal, sabía
que no había pasado. Pero si leo en un diario serio que en un laboratorio se clonó a un
humano, lo voy a creer. (1-7) (3)
A la par de la escasa ingenuidad con que el público manifiesta sus reticencias frente a la
pretendida objetividad de los medios, también reconoce la existencia de un pacto tácito
entablado con ellos: “si está editado en la prensa, se cree” (1-7). Un pacto o contrato de lectura
claramente diferente al que se establece, por ejemplo, con la literatura, y que sitúa a los hechos
o afirmaciones científicas en un marco no digamos inicialmente de verdad pero sí, como
mínimo, de no ficción (4). Sin embargo -como aclara la participante al señalar el requisito de
seriedad del periódico- el crédito no alcanza a todos los medios por igual ni el voto de
confianza se extiende de manera indiscriminada. Por el contrario, el público juzga la
confiabilidad de las agencias mediadoras en función de una serie de imágenes y expectativas
previas como parte de los mecanismos involucrados en la recepción, aceptación o rechazo de
las afirmaciones científicas que ellas le acercan. Y su reputación asume una entidad tan propia
en la cadena de circulación del conocimiento que en ocasiones resulta difícil distinguir quién es
para el público el garante de los contenidos de la divulgación, el científico o la interfaz, pues
ambas figuras se solapan y alternan constantemente. El mismo contenido puede resultar
aceptable o no dependiendo de la imagen del contexto de publicación y, más aún, que será
considerado conocimiento científico o una patraña en función del mismo criterio. En este
sentido, por ejemplo, el estatus epistemológico de la proposición “existe agua en un planeta
extrasolar” está sujeto al medio que la recoja y difunda:
La siguiente tabla sintetiza cuatro tipos de reacción del público frente a una afirmación con
pretensión de ser valorada y aceptada como conocimiento, caracterizadas a partir de las
incidencias registradas en las discusiones focales. Cada una de ellas se corresponde con
sendas formas de articulación entre las presunciones acerca de la credibilidad de la fuente
científica original y del medio que las traslada al público.
Tabla Nº 1: Actitudes del público frente a la credibilidad diferencial de expertos e interfaces
Discusión
La primera y última filas presentan situaciones no problemáticas, en las cuales los pre-
juicios acerca de la fuente experta y la agencia de interfaz concurren en dirección semejante,
positiva o negativa, y se refuerzan como motivadores de la disposición del individuo a aceptar o
rechazar la información en cuestión sin mayor inconveniente. Significativamente los fragmentos
citados incluyen una referencia a la sensación de tranquilidad que eso genera entre los sujetos,
la certeza de que en cada caso admitir o desechar esas afirmaciones es la actitud más
apropiada en tales circunstancias.
Los segmentos centrales resultan, como es evidente, mucho más interesantes pues dan cuenta
de los modos en que se resuelven posibles conflictos de credibilidad dispar entre la fuente
testimonial original y la instancia mediadora; los cuales, en función de lo registrado, se
inclinarían en el sentido de las atribuciones asignadas a la segunda. En (b), el descrédito de la
interfaz matiza negativamente el crédito de la experticia: la confianza depositada en un
miembro indefinido de la comunidad científica -anclada en el estereotipo del científico como un
sujeto al cual “tiende a creerse”- se ve disminuida cuando no la merece el medio concreto que
transmite su palabra. A la inversa, (c) muestra que la elevada reputación de una emisora
televisiva puede conferir por lo menos el beneficio de la duda a una afirmación en principio
destinada al rechazo taxativo, respaldando con su capital de autoridad social a un
testimoniante a priori invalidado por considerárselo parte interesada en una controversia.
Conclusión
Los resultados sugieren un nudo gordiano que interesa en particular comenzar a desanudar: si
en toda relación testimonial el problema de la valoración de la calidad del informante es un
aspecto central para justificar la adopción de una actitud de deferencia epistémica, en esta
relación en particular la cuestión adquiere rasgos propios cuya relevancia torna imprescindible
continuar explorando. Lo que indican los datos es que la intervención de la interfaz hace más
compleja la distribución de roles en la interacción entre científicos y públicos; y, como
consecuencia de ello, no siempre es posible determinar con precisión a qué agente -experto o
mediador- corresponde la asignación de crédito del lego, que justifica la actitud que adopte
frente a la información. Las observaciones realizadas sugieren que hay un punto de interés no
menor en el modo en que se conjugan o interfieren mutuamente la autoridad epistémica y
social de los expertos con la autoridad social de las agencias de interfaz en la recepción
pública del conocimiento, que requiere y merece ser profundizado por los estudios que abordan
las bases teóricas de la comunicación y divulgación de la ciencia.
NOTAS
(1) Respectivamente “Hay agua en un planeta extrasolar” (La Nación -Arg.-, 12/07/07).
“Superlente: un nuevo mecanismo “reduce” las ondas de luz” (La Nación -Arg.-, 13 / 07 / 07)
(2) El Atlas/ti forma parte de un conjunto de programas informáticos conocidos como CAQDAS
(Computer Assisted Qualitative Data Analysis Software)
(3) Las intervenciones de los participantes de los grupos focales se refieren mediante el nº
asignado al grupo en primer lugar y, a continuación, el nº que identifica al individuo en la
muestra. La notación 1-7 significa que la intervención fue extraída del grupo focal nº 1 y
corresponde al participante 7.
(4) Por cierto, algo tempranamente demostrado en 1938 con la célebre recreación radiofónica
de O. Welles de L Guerra de los Mundos.
(5) La expresión macanas significa, en lunfardo, “gran o pequeña mentira”. El Canal Infinito es
una emisora de TV temática, orientada a difundir un amplio espectro de seudociencias,
fenómenos paranormales, “realidades alternativas”, mística, astrología. Disponible en:
http://www.infinito.com
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