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LA ANTROPOLOGIA APLICADA EN LOS PROGRAMAS DE

SALUD PUBLICA DE LA AMERICA LATINA*


POR EL DR. RICHARD N. ADAMS**
Subvencionado Especial, Departamento de Estado de los Estados Unidos y
Antropólogo del Instituto de Nutrición de Centro América y Pana&

Desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial y con la enorme


expansión de las actividades de beneficiencia en Latino América, se ha
vuelto cada vez más necesaria la cooperación de los antropólogos en la
elaboración y ejecución de los proyectos de salud pública, nutrición,
saneamiento y ciencias aliadas. Los estudios realizados por especialistas
médicos e higienistas han revelado la existencia de innumerables situa-
ciones que podrían modificarse a fin de proporcionar una vida más
higiénica a muchos pueblos de la América Latina. Los programas de
salud pública emprendidos con ese fin tienen una historia relativamente
larga: la Oficina Sanitaria Panamericana, la División .de Sanidad In-
ternacional de la Fundación Rockefeller, los Servicios del Instituto de
Asuntos Interamericanos, y más recientemente los programas del punto
IV y la Organización Mundial de la Salud (ahora representada por la
OSP) se han estado desarrollando durante períodos de t,iempo de variada
duración, estudiando desde la investigación pura hasta el saneamiento
del medio y la educación sanitaria. Muchas veces el éxito alcanzado ha
guardado relariún directa con el grado en que grandes grupos de per-
sonas han tenido que aceptar nuevas ideas o nuevos procedimientos.
. Mientras más dependía el éxito de un programa de esa aceptación, más
dificultades y resistencia encontraba.
La necesidad de lograr la aceptación social ha constituído, por lo
tanto, un factor decisivo en numerosos proyectos, y en este sentido las
técnicas de la antropología aplicada han resultado útiles. Para que las
nuevas ideas y procedimientos sean aceptados es necesario modificar los
hábit,os no ~610 de los dirigentes y profesores de escuela, sino de toda la
población. Cuando se trata de modificar los hábitos humanos el problema
fundament,al consiste en comprender la naturaleza de la formación del
hábito y los procesos que intervienen en el cambio de cultura. En una
época la mayor parte de esos proyectos prescindían de este hecho funda-
mental y describían sus objetivos y actividades únicamente en los
términos generales de sus metas específicas: “La finalidad del proyecto
* Manuscrito recibido en abril de 1952.
** El autor desea expresar su agradecimiento al Dr. Nevin S. Scrimshaw, Jefe
de la Sección de Nutrición, Oficina Sanitaria Panamericana (Oficina Regional
para las Américas de la OrganizaciónMundial de lasalud), y Director del Instituto
de Nutrición de Centro América y Panamá (INCAP) y al Dr. Alfred Kidder,
antiguo Jefe de la División Histórica del Instituto Carnegie, de Washington, por
sus juicios críticos y sugerencias.
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.~NTROPOLOGIA Y SALUD PUBLICA 299

S es reducir la enfermedad Y en la zona 2”; “la del proyecto H es


introducir ciertas medidas de saneamiento en la ciudad J”; o “el proyec$o
M trata de que el médico reemplace al curandero brujo de la tribu en la
zona N.”
Muchos proyectos de salud pública entrañan, en mayor o menor grado,
la modificación de los hábitos de higiene. La tarea primordial del antro-
pólogo consiste en comprender los hábitos; al principio, le es indiferente
que éstos guarden relación con la dieta, la etiología de la enfermedad,
las maneras de curar, la interpretación de los trastornos psicológicos,
el cuidado del niño u otras fases de la vida. Reviste importancia in-
mediata, sin embargo, que ciertos hábitos comunes a los miembros de
una localidad son, en la opinión de otros especialistas, antihigiénicos,
costosos, o indeseables por algún otro motivo. El antropólogo no está .
capacitado por lo común para juzgar el valor inmediato de esos proyec-
tos. A veces, a medida que realiza su trabajo, se da cuenta de que la
situación en la zona no es como se crefa originalmente y puede recomen-
dar algunos cambios en el programa. Sin embargo, su verdadera misión
consiste en comprender la finalidad del proyecto y los hábitos de la
población en que se va a desarrollar, a fin de poder indicar la mejor
manera de efectuar los cambios deseados.
Un proyecto específico de salud pública, para el cual se solicitó la
cooperación del autor, ilustra algunos de estos puntos. El Instituto de
Nutrición de Centro América y Panamá (INCAP) inició en 1949 una
serie de estudios experimentales sobre nutrición, en cinco localidades
indias. Se trataba de descubrir la naturaleza de las dietas y evaluar el
efecto de ciertos suplementos específicos de nutrición sobre el creci-
miento y la salud de los escolares. Se escogieron estas localidades indias
con preferencia a otras de Centro América porque su población era
relativamente estable y el experimento no sufriría las consecuencias de
los cambios en la composición de los grupos de demostración y de testigo.
Sin embargo, para poder realizar el trabajo fué necesario conquistar la
confianza de los escolares, de los padres, de los maestros y la buena
voluntad de las autoridades y de la población en general. Los proyectos
comprendían la administración diaria de cápsulas a los niños, y en ’
algunas poblaciones un refrigerio a media mañana para determinar el
valor nutritivo de ciertos alimentos. Era también necesario realizar
exámenes físicos de todos los niños a intervalos periódicos, determinando
la estatura y el peso, y tomando muestras de sangre.
Cuando el autor se familiarizó con el proyecto en enero de 1951, cuatro
de las localidades prestaban bastante buena cooperación, pero la quinta
mostraba fuerte antagonismo a las tomas de muestras sanguíneas y a la
alimentación de los niños. El INCAP había implantado en esta población
la costumbre de proporcionar los servicios de un médico de salud pública
y de una enfermera, y designó a una trabajadora social encargada del
300 BOLETIN DE LA OFICINA SANITARIA PANAbIERIC.iS.4

programa complementario. Se esperaba que proporcionando recursos


médicos y contando con la cooperación de la organización local, esti-
mulada por la trabajadora social, la ciudad respondería favorablemente
al programa. Resultó, sin embargo, que la gente consideró que el servicio
de clínica no estaba relacionado con el programa de alimentación y que
si lo estaba, era indeseable, puesto que requería la extracción de muestras
de sangre. Algunas de las actitudes predominant,es en relación con el
programa eran: (1) que el suministro de alimentos adicionales a los
niños constituía un insulto puesto que significaba que la familia no
podía proporcionarles la alimentación necesaria; (2) que se engordaba a
los niños para enviarlos después a los Estados Unidos para ser comidos;
(3) la extracción de sangre en sí era un procedimiento sumamente
peligroso y se hacía para determinar si los niños estaban lo suficiente-
mente gordos para comerlos. Con el fin de cooperar en el proyecto, el
autor accedib a limitar su trabajo a esta población y se encargó de
dirigir las actividades de la trabajadora social*.
Algunos de los puntos que reveló la investigación antropológica
revisten especial interés. Aun cuando la trabajadora social había hecho
algunas amistades en el pueblo y mantenía buenas relaciones con las
autoridades, no se había tomado en cuenta que existía en la localidad
una división social interna de gran importancia. Como es corriente en
muchas poblaciones latinoamericanas, la comunidad estaba dividida en
dos barrios. El barrio puede representar una subdivisión política, pero
en este caso su verdadera importancia consistfa en que representaba dos
grupos diferentes. La gente de cada barrio miraba con menosprecio a la
del otro y tradicionalmente se encontraban en lados opuestos en cuanto
problema se les presentaba. Durante las elecciones nacionales un barrio
apoyaba a un candidato y el otro barrio a otro; las misiones protestantes
habían conseguido adeptos en un barrio, pero la gente del otro barrio
se mantenía alejada de semejante “paganismo”. La kabajadora social,
desconociendo esta situación, había dejado que el programa lograra la
mayor parte de sus partidarios en un barrio y como consecuencia, la
gente del otro barrio comenzó a manifestarse francamente hostil al
programa.
La negativa a dar sangre representaba un problema difícil para el
grupo de campo. Los médicos del programa sabían de antemano que la
mayoría de la gente cree que la sangre no se reproduce nuevamente, sino
que el extraerla constituye una pérdida permanente. Aun más importante
era la creencia de que la sangre suministra a la persona algunas de sus
características psicológicas y físicas fundamentales, y que también
determina su capacidad para resistir a las enfermedades. Se suponía que
una persona de sangre fuerte era psicológicamente fuerte y muy re-
* Además de la importante labor realizada por la trabajadora social, Srta.
Ana L. Dfaz, contribuyó al estudio el trabajo realizado por el Sr. Raywond Amir,
de la Universidad de California.
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sistente a las enfermedades, y que una persona de sangre débil (y a todos


los niños se les clasificaba en esta categoría) es necesariamente apacible,
retraída y muy susceptible a.las enfermedades. Por lo tanto, se conside-
raba que al extraerle sangre a una persona se debilitaba, se volvía sus-
ceptible a las enfermedades y disminufa su energía.
La idea de que los extranjeros engordaban a los niños para comérselos
está muy difundida en el país, y se señala especialmente a los norteameri-
canos como aficionados a los niños gordos. El autor tiene noticias de que
en otros pueblos se les ha atribuido esta caracterfstica también a los
rusos. La idea estaba estrechamente relacionado con la extracción de la
sangre; resultaba claro que la sangre era enviada a los Estados Unidos
para saber si los niños estaban bastante gordos para robarlos y comerlos.
El personal del proyecto se había dado cuenta de la creciente oposición
al programa, pero hasta conocer esos hábitos específicos de pensar y
obrar, no pudieron tomarse medidas efectivas. Para disipar la idea de
que se engordaba a los niños para comerlos y que la sangre se enviaba
a los Estados Unidos, ~610fu6 necesario invitar a algunas de las personas
principales a visitar los laboratorios del INCAP y que en términos
sencillos se les explicara la preparación general de los materiales y de los
alimentos. No se trataba de destruir la “fantasia caníbal”, para lo cual
hubiera sido necesario distraer tiempo y personal, sino de neutralizarla y
desligarla del programa del INCAP. Además, la trabajadora social
discutió abiertamente la idea con sus amigos, combatiéndola en ambos
barrios.
Con respecto a la extracción de la sangre, sería imposible cambiar una
creencia tan fundamental sin atacar todo el complejo de hábitos rela-
cionados. Por consiguiente, se hacfa necesario justificar la extracción
con otras razones, y en este sentido sirvieron de orientación las ideas y
hábitos de los indios y se explicó que puesto que la sangre controla la
salud, era necesario extraer una poca para examinarla y descubrir en
qué estado se hallaba. Se recomendó, además, que el programa dejara
de extraer muestras de sangre durante varios meses para dar tiempo a que
se afirmara la razón expuesta y calmar el antagonismo existente. Poste-
riormente se tomaron muestras de sangrede losescolares sininconveniente
alguno y hace poco unos cuarenta adultos se prestaron voluntariamente
a dar muestras de sangre para que se pueda estudiar la prevalecencia de
las enfermedades venéreas. ,
Con respecto a la conformidad, de la población al proyecto de ali-
mentación, se dieron instrucciones a la trabajadora social de que hiciera
todo lo posible por extender sus relaciones de amistad en ambos barrios
y tratar todos los asuntos con los jefes de cada barrio. De este modo el
programa se fué disociando gradualmente del barrio aunque una cama-
rilla de uno de los barrios todavía predomina en la cooperación que
prestan al programa.
Serfa dar una idea falsa declarar que los problemas del 1kCA.P
3x2 BOLETIiX tiE LA OFICINA S.KK~BRI.4 PAh-í.IMERICAN.4

están resueltos permanentemente en esta ciudad. Los hábitos arrai-


gados aun pueden originar nuevos probleinas, pero una vez que se cono-
cen los antecedentes se les puede hacer frente a medida que surgen.
Además, el conocimiento de la organización social y política hace
posible que se continúe el programa sin asociarlo a un grupo politice
dado. En una época se acusó al personal del IXCAP de abrigar ideas
políticas conkarias a las de algunos de los habitantes. Aun cuando una
discusión sobre polftica le parezca poco prudente al lector, el antro-
pólogo tiene que enfrentarse con esa situación. En este caso se descubrid
la procedencia del rumor y el autor discutió abiertamente la idea con
esos individuos. Se hizo hincapié en que el INCAP era enteramente
apolítico; la trabajadora social también lo explicó por ejemplo a un
sacerdote quien específicamente recalcó que el INCAP es una organi-
zación no política que trabaja ~610 en pro de la salud de los habitantes
de esa poblaciók El éxito de estas gestiones se pudo comprobar cuando
la política intervino de nuevo en la población. Aunque casi todos eran
partidarios más o ‘menos violentos de uno u otro bando, no se oyb
mencionar que el INCAP estuviera relacionado en modo alguno con la
política.
Fuerte contraste con la población descrita lo ofrecfa una segunda
localidad comprendida en el programa del INCAP. Cuando el aut,or
comenzó a trabajar en la primera, la segunda estaba prestando ex-
celente cooperaci6n. Existían las mismas ideas infundadas que en la
primera población, pero no se manifestaron abiertamente hostiles al
programa. Sin embargo, los rumores e ideas sin base real que ya habian
sido combatidos en la primera población, crearon una situación tenss
que era necesario aclarar. El INCAP tuvo la suerte de conseguir los
servicios del Dr. Raymond Scheele, otro ant’ropólogo social que dedicó
casi un mes a estudiar las actitudes de la población respecto al INCAP*.
El informe del Dr. Scheele ocasionó una reducción del programa del
INCA%‘. Más adelante la situación empeoró y resultó necesario sus-
pender el programa totalmente. Creemos que esta población figuraría
aún en el programa si hubiera sido posible hacer un estudio y tomar a
tiempo las medidas necesarias para ejercer algún control sobre la situa-
ción.
Las dos poblaciones pusieron de manifiesto ot,ros elementos del pro-
grama del INCAP. Al parecer ni la existencia de recursos médicos ni la
presencia de la trabajadora social contribufan al éxito del proyecto.
Es más, en algunos casos parecían ser motivo de nuevos problemas. Con
la experiencia adquirida en esas dos ciudades, se inició un proyecto en
una tercera ciudad que hasta entonces no habia aparecido en el pro-
grama. Se envi allí a una trabajadora social con instrucciones de act’uar
simplement,e como una est,abilizadora social. No iba a wmenzar por sf
* Algunas porciones del informe del Dr. Scheele han sido citadas por el INCAI’
en el “Report,e dual sobre estudios socio-antropoMgicos,” Guatemala, 1951.
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misma proyectos de mayor importancia ni se iba a enviar más personal


médico que el necesario para realizar los exámenes fisicos periódicos.
Este proyecto, que funciona desde agosto de 1951, no ha encontrado
seria oposición y ha recibido excelente cooperación de la comunidad.
Debemos señalar que el trabajo que se efectuaba en la primera ciudad
no era puramente de investigación ni puramente social. Era una com-
binación de los estudios realizados por un antropólogo que trabaja casi
independientemente del programa y de la labor de una trabajadora social
que realizaba su trabajo a la luz de los conocimientos adquiridos en las
investigaciones.
En resumen, el trabajo antropológico del INCAP consistía en lo
siguiente: Por medio de estudios en el terreno se hacia un análisis de los
hábitos que daban origen a los problemas del programa. Se estudiaban
simultáneamente las actividades del programa para determinar hasta
qué grado podían extenderse o modificarse adaptándolas a la situación
de la ciudad. La trabajadorasocial se convirtió principalmente en estabili-
zadora social y el programa se fué ajustando gradualmente a los hábitos
de la gente del pueblo. El trabajo del antropólogo en los programas puede
clasificarse como “correctivo” y se realizó después de haber emprendido
un proyecto con el fin de mejorar las relaciones entre la gente de la
localidad y el personal del proyecto de modo que las actividades de
éste resultaran aceptables. El antropólogo suele trabajar con mayor
efectividad cuando puede realizar estudios previos. Una visita a la
localidad antes de comenzar el proyecto le permite aconsejar las medidas
necesarias para evitar que éste sea rechazado por alterar los hábitos de
la población.
Al planear proyectos de salud pública en general, la antropología
puede contribuir al éxito del programa por lo menos de tres maneras:
la primera, haciendo estudios iniciales para delinear algunos de los
problemas sociales y culturales de mayor importancia; la segunda,
adiestrando al personal, y la tercera, por medio de la activa partici-
pación de un antropólogo asignado al proyecto. La primera es de la
mayor importancia en todo proyecto que se desarrolle en un lugar con
ruya cultura no se está familiarizado. Aun cuando lo limitado de los
fondos no permitan el empleo de un antropólogo a tiempo completo, se
le debe consultar y encargar de los estudios preliminares para determinar
la naturaleza de los problemas que puedan presentarse, y estudiar la
manera de atacarlos. Es preferible confiar esos estudios a una persona
familiarizada con la localidad o con localidades semejantes, así como con
el idioma que se habla en ella. No cabe esperar que en ese estudio se
prevean todos los problemas que puedan presentarse más adelante, pero
sí pueden señalarse los errores iniciales del proyecto y algunas de las
más importantes características de las futuras relaciones entre la lo-
calidad y el proyecto.
La antropología puede ser un factor importante en el adiestramiento
304 BOLETIN DE LA OFICINA SANITARIA PANAMERICANA

del personal asignado al proyecto. En todo proyecto de salud pública,


tanto el personal de oficina como el que va a trabajar sobre el terreno
debe recibir adiestramiento, por lo menos en cuanto a los conceptos y
técnicas fundamentales de la antropología. Debe poseer una idea general
sobre la cultura y la sociedad humana; darse cuenta de si existe racismo
y tratar de combatirlo en sí mismo; estar familiarizados con algun:rs de
las más relevantes características sociales y culturales de la zona en que
trabaja; estar adiestrados en diferentes métodos y entender las ventajas
y desventajas de diferentes técnicas. Según la naturaleza del proyecto,
el personal puede necesitar mayor adieetramiento en algunas de las
técnicas más especializadas de las ciencias sociales: escrutinio de la
opinión pública; definición de grupos sociales o clases o la manera de
hacer un estudio básico descriptivo relativo a alguna fase de una cultura
dada. Ese adiestramiento generalizado y especializado puede conseguirse
de diversas maneras. Aunque son muy contados los centros que dictan
cursos de antropología social, puede llegarse a un acuerd9 con los
profesores de esos centros de enseñanza o puede invitarse”a un antro-
pólogo para que proporcione adiestramiento intensivo especial al personal
asignado al proyecto. El hecho de que muchos proyectos han fracasado
por falta de orientación, o por el prejuicio de las personas encargadas
de su re$ización, pone de relieve la importancia de este adiestramiento.
En los proyectos mayores y especialmente en aquellos a largo plazo,
es preferible contar con los servicios de un antropólogo incorporado al
personal que realice estudios iniciales, adiestre al personal y efectúe
trabajos previos y correctivos. Su valor principal en el proyecto consiste
en que puede armonizar los problemas del proyecto con los de la localidad
y tratar de hacer la adaptación necesaria. En algunos casos, en los
proyectos menores resulta conveniente contar con los servicios per-
manentes o periódicos de un antropólogo. Cuando la zona en que se va a
desarrollar el proyecto es predominantemente indígena o manifiesta una
cultura o sistema de vida que difiere notablemente de la cultura del
personal asignado al proyecto, es importante que exista una clara
comprensión de los efectos del proyecto y los factores que contribuyen
a su éxito 0 a su fracaso.
Aunque la antropología puede ser de inmenso valor, tiene también
ciertas limitaciones. Primera, la aplicación de las técnicas antropológicas
requiere mucho tiempo. Ya se emplee al antropólogo en trabajos pre-
liminares o correctivos o en el adiestramiento del personal asignado al
proyecto, la efectividad de sus conocimientos dependerá de que cuente
con tiempo suficiente para su aplicación correcta y meditada. Segunda,
el empleo de un antropólogo puede requerir más personal, lo que significa
necesidad de más fondos. A pesar de todo, sería aún peor que el proyecto
fracasara por falta de esos fondos. Naturalmente, el empleo de un
antropólogo no garantiza el éxito del proyecto. Aunque los conocimientos
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antropológicos pueden contribuir al éxito de un proyecto bien fundado


en primer lugar, el antropólogo puede recomendar que se descarte por
completo el proyecto si no parece adecuado para la región en que se va a
realizar.
La eficiencia del trabajo de un antropólogo depende de su capacidad y
experiencia personal. Existen, naturamente, antropólogos con experien-
cia y antropólogos sin experiencia. Como en todas las disciplinas, hay
individuos que poseen mayor habilidad y mejor discernimiento que otros.
Además los antropólogos, como todos los hombres de ciencia, han
tenido necesidad de especializarse y una de las formas de especialización
ha sido por zonas. Mientras más experiencia tiene un sujeto en una
región dada, mejor. equipado está para luchar con los problemas de
aquella región. Para equilibrar esto, los antropólogos tratan constante-
mente de mantenerse libres de una especialización tan intensa que si
bien les puede ayudar en ciertos proyectos específicos, los hace menos
capacitados para desenvolverse cuando se trata de problemas completa-
mente nuevos. Finalmente, la antropología como ciencia es todavía
joven. Aun resta mucho por conocer sobre el comportamiento de los
seres humanos y una de las cosas que no se conocen todavía es una
fórmula general para modificar con éxito los hábitos humanos. Hay muy
pocas teorfas generales que puedan aplicarse a cada situación específica.
Es necesario estudiar y resolver separadamente cada problema y será
necesario valerse de varias teorías para prever y controlar algunas
situaciones. Con toda la experiencia de la antropología como ciencia
descriptiva hasta ahora es que empieza a aplicarse a los programas de
salud pública.
La historia de los proyectos de salud pública en la América Latina, al
igual que en otras partes, contiene fracasos y éxitos. Los que trabajan en
antropología aplicada creen que pueden contribuir considerablemente al
éxito de futuros proyectos. Su fórmula es simple: el conocimiento debe
preceder a la acción. Es claro que no se puede intentar la modificación
de los usos y costumbres del ser humano sin tener conocimientos de los
usos y costumbres específicos de un lugar dado. En este aspecto los
proyectos de salud pública necesitan el empleo juicioso de la antro-
pología aplicada para lograr mayor efectividad. Todos los miembros de
un grupo de salud pública deben estar familiarizados con los principios de
la antropología y conocer los aspectos pertinentes de las culturas en
que se desenvuelve su trabajo. Con la creciente comprensión de la
importancia de los factores sociales y culturales en la operación de los
proyectos de salud pública, no hay pretexto que justifique el fracaso de
los futuros proyectos por ignorancia de esos factores.

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