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Spinoza fija su atención sobre todo en el hombre, en su vida moral, religiosa y política; y
su intención es reducir toda la existencia humana al mismo orden que Descartes había
reconocido para el mundo natural. Necesidad y libertad, mecanicismo y razón se
distinguen y se oponen según Descartes; para Spinoza, en cambio, se identificarán. Así,
Spinoza pretende restablecer aquella unidad del ser que Descartes había roto con la
separación de las sustancias. El punto de fusión, el concepto central que hace posible
esta unificación es el concepto de sustancia.
Spinoza parte de la misma noción de sustancia que partía Descartes, por eso la define
como aquello que para existir no necesita de otra cosa. Pero, a diferencia de
Descartes, será rigurosamente coherente con su propia noción de sustancia, de la cual se
deduce que sólo Dios es propiamente sustancia, ya que Dios es lo único que existe por
sí.
Hemos visto que existe una sustancia única, y también que existen infinitos atributos de
esa sustancia única. El hombre de estos infinitos atributos sólo conoce dos: el
pensamiento y la extensión. Pero entonces, ¿qué es lo que somos nosotros? Según
Spinoza, no hay en el hombre ninguna substancialidad, sólo somos modos finitos de la
sustancia única. Y estos modos finitos no son un compuesto de alma y cuerpo, como
quería Descartes, sino que alma y cuerpo son una y la misma cosa, que se concibe unas
veces bajo el atributo del pensamiento (alma) y otras bajo el atributo de la extensión
(cuerpo). Si se cae en el pensamiento dualista es porque el hombre imagina fácilmente un
cuerpo material y un alma inmaterial que lo componen, jerarquizando ambos y dando
superioridad a la conciencia sobre el cuerpo, pero el caso es que ambos se
corresponden.
Spinoza constituye, por tanto, una solución más extrema que el dualismo de Descartes,
acabando en un monismo que vendrá a problematizar la independencia del hombre y su
libertad.
El problema de la libertad
La ética de Spinoza no conecta con ningún tipo de trascendencia, sino que consiste
finalmente en una tipología de los modos de la existencia humana siempre inmanentes.
Spinoza no cree en la hipótesis de un Dios moral, creador o trascendente que nos separa
de esta vida volviendo nuestro interés hacia el mundo del más allá. La filosofía de Spinoza
es una filosofía de la vida, de las pasiones alegres contra las pasiones tristes. Denuncia al
hombre de las pasiones tristes: el esclavo; al hombre que se aprovecha de esas pasiones
tristes: el tirano; y al que se entristece con las pasiones humanas: el sacerdote. Los tres
van contra la vida.
Respecto de esta última, siendo el ideal de Spinoza la vida de razón, una de las
características principales de una sociedad racionalmente organizada tenía que ser la
tolerancia religiosa. Existe un hecho fundamental, y es que ningún ciudadano puede
entregar a un soberano todo el poder que posee, porque si lo hiciese su persona se vería
afectada en sus potencialidades de manera grave. Así, nadie se abandona sin defensa a
los caprichos de su propio Estado. Una de las cosas que no pueden cederse es la
creencia religiosa interna.
Pero no sólo eso, sino que también el pensar constituye una actividad radical de los
sujetos, y éstos no pueden socavarla sin que eso suponga una simplificación de su
estructura personal, una descomposición de su relación, una pérdida de libertad. Y es por
eso que el Estado debe permitir la libertad de pensamiento y con ella la libertad de
expresión de ese pensamiento. Si el gobierno obra contra estas libertades estará
realizando un ejercicio irracional e inútil que acabará revirtiendo contra él, porque se
considera como algo violentísimo no dejar al hombre desarrollar su capacidad de pensar.
Además, la libertad es absolutamente necesaria para el progreso de las ciencias y las
artes. Y esa libertad se asegura del mejor modo en una democracia, la más natural para
Spinoza de las formas de gobierno, aquella en la cual cada uno somete el control de sus
acciones a la autoridad, pero no su juicio o su razón.