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CAPÍTULO V - LA ENVIDIA
I. La pasión de los mediocres. - II. Psicología de los envidiosos. III. Los roedores de la gloria - IV.
Una escena dantesca: su castigo.
Pasaremos a explicar la estructura formal de la obra. Esta comprende una introducción y ocho
capítulos, que responden a un criterio temático de división. Tal estructura permite una comprensión
general del tema, ya que clarifica el dualismo presente en toda la obra (idealismo-mediocridad),
concluye con resultados sociales, políticos y jurídicos, y con modelos contemporáneos al autor que
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se presentan con el objeto de generar un impacto emocional y trascendental inmediato en el lector o
lectora, y que esto finalmente signifique una determinada dirección conductual.
De todas formas, sugerimos agrupar en una misma sección los capítulos I a V, ya que constituyen el
estudio y la descripción central, bajo enfoques morales, filosóficos y psicosociales, del ser humano
que él denomina mediocre; por otro lado, dejaríamos como capítulos apartados los últimos tres (VI-
VII-VIII), en tanto cada uno puede considerarse autónomo relativamente. No obstante, el capítulo
VIII puede leerse como una extensión de la introducción, pero creemos que el autor pensó en
distanciar dos figuras cercanas temporalmente a él (Sarmiento y Ameghino) de los modelos de la
introducción, con el fin de evitar generar cualquier tipo de comparaciones y confusiones
controversiales entre los círculos políticos, académicos y sobre todo entre el público.
1) Seleccionamos para analizar la siguiente conclusión, ubicada en el apartado IV del capítulo I (“El
Hombre Mediocre), página 47 (Editorial Losada, 19° edición: marzo 1992, corregida y aumentada
por el autor en 1917):
“Todos, al nacer, reciben como herencia de la especie los elementos para adquirir
una personalidad específica.
El hombre inferior es un animal humano; en su mentalidad enseñoréanse las tendencias
instintivas condensadas por la herencia y que constituyen el ‘alma de la especie’. Su ineptitud para
la imitación le impide adaptarse al medio social en que vive; su personalidad no se desarrolla hasta
el nivel corriente, viviendo por debajo de la moral o de la cultura dominante, y en muchos casos
fuera de la legalidad. Esa insuficiente adaptación determina su incapacidad para pensar como los
demás y compartir las rutinas comunes.
Los más, mediante la educación imitativa, copian de las personas que los rodean una
personalidad social perfectamente adaptada.
El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y
está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos
reconocidamente útiles para la domesticidad. Así como el inferior hereda el ‘alma de la especie’,
el mediocre adquiere el ‘alma de la sociedad’. Su característica es imitar a cuantos le rodean:
pensar con cabeza ajena y ser incapaz de formarse ideales propios.
Una minoría, además de imitar la mentalidad social, adquiere variaciones propias,
una personalidad individual, netamente diferenciada.
El hombre superior es un accidente provechoso para la evolución humana. Es original e
imaginativo, desadaptándose del medio social en la medida de su propia variación. Ésta se
sobrepone a atributos hereditarios del "alma de la especie" y a las adquisiciones imitativas del
‘alma de la sociedad’, constituyendo las aristas singulares del ‘alma individual’, que le distinguen
dentro de la sociedad. Es precursor de nuevas formas de perfección, piensa mejor que el medio en
que vive y puede sobreponer ideales suyos a las rutinas de los demás.”
C) “Más tarde, las variaciones adquiridas en el curso de su experiencia individual pueden hacer
que el hombre se caracterice como una persona diferenciada dentro de la sociedad en que vive.”
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El ser humano superior es capaz de hacer prevalecer por encima de la herencia y del medio social sus
propias preconcepciones, por lo que sus acciones tienden a diferenciarse de las resultantes del devenir
natural y social.
La conclusión deriva completamente de las premisas, la explicación tiene un alto poder de validez.
Se aviene a la estructura formal de la obra, ya que la caracterización del hombre mediocre responde
a los supuestos derivados de los factores mencionados (herencia, educación y experiencia individual).
No obstante, no estamos de acuerdo con la explicación completa, en tanto falta especificar supuestos
que cambiarían notablemente las conclusiones. Nos basta sólo mencionar la existencia previa al
individuo de mecanismos de organización, producción y consumo de bienes materiales y espirituales,
que condicionan a su vez a todas las formas de transmisión educativa y por ende a la capacidad del
individuo de afrontar y desarrollar su propia experiencia frente a la naturaleza y la sociedad, la
caracterización de las tipologías cambia rotundamente. Los seres humanos inferiores y mediocres
podrían asimilarse a clases sociales postergadas: lumpenaje, clases obreras, pequeña burguesía, etc.,
y los seres humanos superiores podrían asimilarse a clases sociales predominantes: empresarios,
terratenientes, funcionarios de alto rango, etc.
4) El autor señala implícitamente el temor a que la ampliación democrática, concretada por la Ley
Sáenz Peña, cancele la legitimidad de las minorías del talento.
Así, con dicho contorno social, Ingenieros habla de “degeneración del sistema parlamentario”, como
así también critica “los Derechos del Hombre” “como si la igualdad ante la ley implicara una
equivalencia de aptitudes”.
“Es de ilusos creer que el mérito abre las puertas de los Parlamentos envilecidos. Los partidos, o el
gobierno en su nombre operan una selección entre sus miembros …”
“Desde que se inventaron los Derechos del Hombre todo imbécil los sabe de memoria para
explotarlos, como si la igualdad ante la ley implicara una equivalencia de aptitudes. Ese afán de
vivir a expensas del Estado rebaja la dignidad.”
“Con el Sistema Parlamentario se la esclavizó por partida doble del Ejecutivo y del Legislativo. Este
juego de influencias bilaterales converge a empequeñecer la dignidad de los funcionarios”
(pág. 176/177)
5) El autor utiliza diversas fuentes y referencias con el fin de efectuar una caracterización sociológica
y psicológica y derivar un sistema ideal de principios morales y filosóficos que conduzca al bienestar
del conjunto social, valiéndose de una actitud profundamente crítica al clima sociopolítico imperante
en el momento en el que escribe la obra, y apelando a lo largo de ella a lo emocional y lo trascendental,
para convencer a sus lectores de adherir a aquella guía de conducta. Encontramos en esta obra fuentes
directas no jurídicas, en las que el autor intenta rastrear dichos principios en obras de teatro, cuadros,
novelas, relatos, ensayos; y fuentes indirectas no jurídicas a través de discursos y doctrina de
pensadores de diversas épocas históricas.
En primer lugar, realizaremos una clasificación general de las fuentes y referencias principales.
Sucintamente:
Literarias: el texto es muy profuso en este tipo de referencias. Nos parecieron relevantes las
alusiones a los personajes de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” de Miguel de
Cervantes Saavedra, de “Tartufo o El Impostor” de Molière y “Las Aventuras de Gil Blas de
Santillana” de Alain René Lesage. También es importante la referencia del autor a la obra del
novelista francés Gustave Flaubert.
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Misceláneas: es claro el objetivo del autor de alcanzar a cada vez más lectores, al utilizar varias
referencias a leyendas, mitología griega y romana, fábulas y refranes populares. Podrían
emparentarse con las del primer tipo por su importancia, pero nos pareció conveniente
discriminarlas ya que su profusión a lo largo de la obra es menor relativamente.
Filosóficas: atento al balance discursivo que busca alcanzar públicos dispares, las referencias de
este tipo, que en un ensayo sociológico netamente académico “deberían tener” mayor presencia y
relevancia, están presentes, pero no son abundantes. Utiliza figuras de filósofos como modelos de
cierta corriente de pensamiento y acción (ver “El Idealismo Romántico” o “El Idealismo
Estoico”), y cita textual y cuasi textualmente a Plutarco, Platón, Aristóteles, Horacio, Maquiavelo,
Voltaire, La Boetie, Montaigne, Descartes, Schopenhauer y Nietzsche.
Otras referencias artísticas: para evaluar ciertos atributos morales y generar impacto emocional,
el autor se vale de algunas descripciones de pinturas de renombrados artistas tales como Poussin
(al caracterizar la envidia), Apeles (representando a la envidia y la calumnia), Rubens (también
al caracterizar la envidia) y Botticelli (representando a la calumnia).
Científicas: estas son escasas a lo largo del libro. Señalamos referencias a la obra “Psicología de
los sentimientos” del psicólogo francés Théodule Ribot, y a algunas hipótesis del neurobiólogo
español Santiago Ramón y Cajal.
Ejemplos de cada clase de fuente extraídos de la obra. Se toma como referencia la decimonovena
edición de editorial Losada 1992.
Literarias:
“Por eso es declamatoria y suntuosa la retórica de Tartufo, arquetipo del género, cuya creación
pone a Moliére entre los más geniales psicólogos de todos los tiempos. No olvidemos la historia de
ese oblicuo devoto a quien el sincero Orgon recoge piadosamente y que sugestiona a toda su
familia. Cleanto, un joven, se atreve a desconfiar de él; Tartufo consigue que Orgon expulse de su
hogar a ese mal hijo y se hace legar sus bienes. Y no basta: intenta seducir a la consorte de su
huésped. Para desenmascarar tanta infamia, su esposa se resigna a celebrar con Tartufo una
entrevista, a la que Orgon asiste oculto. El hipócrita, creyéndose solo, expone los principios de su
casuística perversa; hay acciones prohibidas por el cielo, pero es fácil arreglar con él estas
contabilid a- des; según convenga pueden aflojarse las ligaduras de la conciencia, rectificando la
maldad de los actos con la pureza de las doctrinas. Y para retratarse de una vez, agrega:
“Sancho Panza es la encarnación perfecta de esa animalidad humana: resume en su persona las más
conspicuas proporciones de tontería, egoísmo y salud”
“… hubo quien lo encontró cordial, fiel, crédulo, iluso, en grado que lo hiciera un símbolo ejemplar
de pueblos.
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¿Cómo no distinguir que el uno tiene ideales y el otro apetitos, el uno dignidad y el otro servilismo,
el uno fe y el otro credulidad…”
“Repiten con frecuencia el legendario juicio de Midas. Pan osó comparar su flauta de siete carrizos
con la lira de Apolo. Propuso una lid al dios de la Armonía y fue árbitro el anciano rey frigio.
Resonaron de Pan los acordes rústicos y Apolo cantó a compás de sus melopeas divinas. Decidieron
todos que la flauta era incomparable a la lira unánimes todos menos el rey, que reclamó a victoria
para aquella. De pronto crecieron entre sus cabellos dos milagrosas orejas: Apolo quedó vengado y
Pan se refugió en la sombra. El juez, confuso, quiso ocultarlas bajo su corona. Las descubrió aún
cubiculario; corrió a un lejano valle, cavó un pozo y contó allí su secreto. Pero la verdad no se
entierra: florecieron rosales que, agitados por las brisas, repiten eternamente que Midas tuvo orejas
de asno”
“Toda la psicología de la envidia está sintetizada en una fábula, digna de incluirse en los libros de
lectura infantil. Un ventrudo sapo graznaba en su pantano cuando vio resplandecer en lo más alto
de las toscas a una luciérnaga. Pensó que ningún ser tenía derecho a lucir cualidades que el mismo
no poseería jamás. Mortificado por su propia impotencia saltó hasta ella y ola cubrió con su vientre
helado. La inocente luciérnaga osó preguntarle: ¿Por qué me tapas? Y el sapo, congestionado por
la envidia solo acertó a interrogar a su vez: ¿Por qué brillas?”
Filosóficas
“Schopenhauer, en sus Aforismos, definió el perfecto filisteo como un ser que se deja engañar por
las apariencias y toma en serio todos los dogmatismos sociales: constantemente ocupado de
someterse a las farsas mundanas” (pág. 45 y 46)
“Los románticos, envueltos en sublime desdén, han enfestado contra los temperamentos serviles:
Musset, por boca de Lorenzaccio, estruja con palabras y levantes lo cobardía de los pueblos avenidos
a la servidumbre. Y no le van en zaga los individualistas cuyo más alto vuelo lírico alcanzara
Nietzsche: sus más hermosas páginas son un código de moral anti mediocre, una exaltación de
cualidades inconciliables con la disciplina social” (pág.122)
“Sócrates enseñó, hace de esto algunos años, que la Ciencia y la Virtud se confunden en una sola y
misma resultante: la Sabiduría. Para hacer el bien, basta verlo claramente; no lo hacen los que no
lo ven; nadie sería malo sabiéndolo. El hombre más inteligente y más ilustrado puede ser el más
bueno; “puede” serlo, aunque no siempre lo sea. En cambio, el torpe y el ignorante no pueden serlo
nunca, irremisiblemente” (pág.108)
Referencias artísticas
Rubens
“Hay quien envidia a Sócrates y quien, a Napoleón, creyendo igualarse a ellos rebajándolos; para
eso endiosaran a un Brunetiére o un Boulanger. Pero esos placeres malignos, poco amenguan su
desventura que está en sufrir de toda felicidad y en martirizarse de toda gloria. Rubens lo presintió
al pintar la envidia en un cuadro de la Galería Medicea, sufriendo entre la pompa luminosa de la
inolvidable regencia”
Científicas
“Con el crecimiento de las neuronas en el hombre joven y su poder de crear nuevas asociaciones
explicaría Cajal la capacidad de adaptación del hombre y su aptitud para cambiar sus sistemas
ideológicos; la detención de esas funciones en los ancianos o en los adultos de cerebro atrofiado por
la falta de ilustración u otra causa permite comprender las convicciones inmutables”
“… Cajal ha tenido en cuenta la conservación mayor de las memorias juveniles; las vías de
asociación creadas hace mucho tiempo y ejercitadas durante algunos años, han adquirido
indudablemente una fuerza mayor por haber sido organizadas en la época en que el cerebro poseía
su más alto grado de plasticidad.”
ESCENA II
DORINA: Esto no es nada en comparación con la manía que tiene su hijo; si usted lo oyera diría que es mucho
peor. El dueño de casa, el señor Orgón, siempre fue un hombre sabio y prudente, y durante la época de los
disturbios demostró coraje para servir al rey. Pero desde que llegó Tartufo a esta casa está como embrutecido
y vive obsesionado; le dice "hermano" y lo quiere cien veces más que a su madre, que a sus hijos y a su mujer.
Es el único confidente de todos sus secretos y el que le dice lo que debe o no debe hacer; lo mima y lo abraza
y con una amante no se podría ser más tierno; en la mesa quiere que ocupe la cabecera y goza viéndolo comer
por diez. Hace que le den los mejores bocados y si lanza un eructo le dice "buen provecho". En fin, está loco
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por él. Es todo su héroe. Le admira, le cita a cada momento, sus acciones más insignificantes le parecen
milagros y todo lo que dice le parece un oráculo. Tartufo, conociendo la debilidad del dueño de casa, saca buen
provecho. Con hipocresía le pide dinero para hacer limosnas y se cree autorizado para hacer comentarios sobre
todos los que vivimos aquí. Y esto no es lo peor, sino que hasta el sirviente se permite darnos lecciones. Nos
sermonea con ojos feroces y nos quita las cintas, el carmín, los perfumes. El otro día me rompió con sus propias
manos un pañuelo que encontró en un devocionario, diciendo que nosotros mezclamos las cosas santas, con
los adornos del demonio.
ELMIRA: Acerque esa mesa y escóndase debajo. Sobre todo, es indispensable que esté bien escondido.
ORGÓN: ¿Y por qué debajo de la mesa?
ELMIRA: Deje que disponga todo según mis planes y luego verá. Escóndase, le digo y cuidado con que
nadie lo vea ni lo oiga.
ORGÓN: Parece un poco de más todo esto. En fin, ya veremos cómo saldrá de esta empresa.
ELMIRA: No se preocupe (Orgón se esconde debajo de la mesa). Es muy extraño lo que voy a hacer, pero
no se escandalice. Todo lo que yo diga es permitido, porque lo diré sólo para convencerlo. Con coquetería
voy a obligar a ese hipócrita a que se quite la máscara; le voy a dar esperanzas a sus deseos desvergonzados
y dejaré el campo libre para que se atreva. Haré esto para convencerlo a usted y para mejor confundirle a
él, y así, las cosas no llegarán más allá de donde usted quiera. Como vea que la cosa se pone demasiado
atrevida, de usted dependerá detenerla y así me librará de tener que exponerme a lo que parece que usted
cree indispensable para desengañarse de una vez. Ese es problema suyo, y es usted el que va a manejar el
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asuntito y. ... ¡ya viene! ¡Escóndase, que no lo vea!
ESCENA III Señora PERNELLE, MARIANA, ELMIRA, DORINA, DAMIS, ORGÓN y CLEANTE
SRA. PERNELLE: ¿Qué pasa? He sabido que aquí están ocurriendo cosas muy desagradables.
ORGÓN: Sí, lo he visto con mis propios ojos, es así cómo se pagan mis favores. Recojo con la
mayor buena fe a un hombre hundido en la miseria, le alojo en mi casa, lo considero como a mi
propio hermano, lo colmo de atenciones, le entrego mi hija y todos mis bienes, y él, ¡infame!
pretende seducir a mi esposa y no contento con esta indignidad se atreve a amenazarme con la
ruina y pretende expulsarme de esta casa y reducirme al estado de miseria del que yo lo saqué.
DORINA: ¡El pobre hombre!
SRA. PERNELLE: No puedo creer que Tartufo haya querido cometer una acción tan indigna.
ORGÓN: ¿Cómo?
SRA. PERNELLE: Los hombres de bien están rodeados de envidiosos. ORGÓN: ¿Qué quiere
decir, madre?
SRA. PERNELLE: Que aquí, en tu casa, todos odian a muerte a ese pobre hombre. ORGÓN:
¿Qué tiene que ver con lo que le he dicho?
SRA. PERNELLE: Cien veces te lo he repetido cuando eras niño. La virtud siempre es
perseguida. Los envidiosos mueren, pero la envidia no.
ORGÓN: ¿Pero qué relación tienen sus palabras con lo que ha pasado hoy?
SRA. PERNELLE: Que te habrán contado mil cuentos sobre Tartufo.
ORGÓN: Pero ya le he dicho que lo he visto yo mismo.
SRA. PERNELLE: La maldad de los murmuradores no tiene límite.
ORGÓN: No me haga perder la paciencia por favor, madre. Le vuelvo a decir que lo he visto yo,
con mis propios ojos.
SRA. PERNELLE: Las malas lenguas siempre tienen veneno, y no hay nadie en la tierra que
pueda librarse de ellas.
ORGÓN: Pero ¿por qué no entiende? Lo he visto, repito, yo mismo con mis propios ojos, lo que
se llama visto... ¡Es preciso repetírselo cien veces y gritar como animal! SRA. PERNELLE: Las
apariencias engañan, no se puede juzgar sólo por lo que se ve. ORGÓN: ¡Ay, qué desesperación!
SRA. PERNELLE: Siempre se hacen falsas suposiciones y a menudo interpretamos lo bueno
como malo.
ORGÓN: Entonces debo pensar que es bueno abrazar a mi mujer en mis propias narices.
La obra literaria Tartufo como fuente literaria del Hombre Mediocre, fue utilizada de forma
general, resumida y analizada por el autor ya que la misma es tomada como modelo y arquetipo
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del hombre hipócrita y falso, y lo incluye en el punto I del Capítulo III sobre Los Valores Morales.
Asimismo, transcribe cinco versos de la obra de teatro escrita en francés original.
“Finalmente, vuestro escrúpulo es fácil de destruir, estais asegurada aquí de un pleno secreto y el
mal no está más que en el ruido que se hace, el escándalo del mundo es lo que hace la ofensa y no es
pecar, pecar en silencio.”
Podemos asimismo decir que dicha fuente fue respetada, ya que toma el espíritu de la obra de Moliere y lo
aplica en forma fidedigna y respetando su ideología.
7) La Historia del Derecho se propone conocer las estructuras políticas, sociales y económicas, que
cada comunidad ha tenido en las distintas etapas de su existencia. Es por su finalidad y contenido una
ciencia jurídica que opera auxiliada por el método histórico. El Derecho, mediante el establecimiento
de normas obligatorias, y coactivamente exigibles, da una estructura a la sociedad y puede moldearla
imponiéndole las reglas que le parecen justas y convenientes.
Todas las ideologías políticas, sociales o económicas, aspiran a imponer nuevos ordenamientos
jurídicos y determinan entonces los sucesos pacíficos o violentos, que en definitiva los cambian. Hay,
por lo tanto, una estrecha relación entre la Historia y el Derecho. Este se modifica y evoluciona a
través del tiempo, y es a la vez, en gran medida, una consecuencia de los cambios que ocurren en la
sociedad, la religión, la moral, los problemas económicos y las condiciones políticas. De modo que
un sistema jurídico no puede ser nunca bien comprendido, sino en función de esos antecedentes
históricos que nos explican las razones de su evolución y el sentido de sus normas.
Fuente: Zorroaquín Becú, Ricardo, Historia del Derecho Argentino, 1995
La concepción del Derecho para el autor es acumulativa. Evoluciona, como en todos los ámbitos del
conocimiento, en forma lineal y ascendente. Para Ingenieros, el Derecho es un sistema de
ordenamiento acorde a los principios morales imperantes en una determinada época y geografía. Si
se parte de un principio de desigualdad, por ejemplo, todo el sistema jurídico sería acorde a ella.
Esta concepción podemos observarla en los siguientes pasajes (páginas 197-198, capítulo VII, sección
V, Losada 1992):
“… las leyes no crean un clima. El derecho efectivo es una resultante concreta de la moral.”
“Hay que esperar mejores tiempos, sin pesimismos excesivos, con la certidumbre de que la
reacción llega inevitablemente a cierta hora: los hombres superiores la esperan custodiando
su dignidad, y trabajando para su ideal. Cuando la mediocridad agota los últimos recursos de
su incompetencia, naufraga.”
“Un régimen donde el mérito individual fuese estimado por sobre todas las cosas, sería
perfecto. Excluiría cualquier influencia numérica u oligárquica. No habría intereses creados.
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El voto anónimo tendría tan exiguo valor como el blasón fortuito. Los hombres se esforzarían
por ser cada vez más desiguales entre sí, prefiriendo cualquier originalidad creadora a la más
tradicional de las rutinas.
Podemos inferir que tiene un estilo barroco, muy cargado de adjetivos descriptivos y sinónimos y que
utiliza en general el tiempo presente, salvo cuando refiere anécdotas o leyendas que utiliza el tiempo
pretérito.
La lectura en general no resulta dinámica, resulta por momentos poco claro, pero sí podemos decir
que tiene un estilo didáctico en cuanto a que se emplea cantidades de ejemplos que apoyan sus
conceptos y que surgen como parte de la herencia que le dejara Sarmiento, figura que toma como
ideal del Genio.
El texto cuenta con un tono aforístico, marcado por las máximas morales que recorren los capítulos.
También apela reiteradamente a refranes y relatos populares como la fábula del sao envidioso de la
luciérnaga, útil para ejemplificar eficazmente el sentimiento de envidia. Lo mismo sucede con las
leyendas al recrear, por medio de una narración, la tensión entre espiritualidad y utilitarismo burgués,
a través del relato del duelo entre Pan y Apolo.
El autor se burla de la sabiduría popular encarnado en el estereotipo de Sancho Panza que sólo se
expresa a través de refranes a pesar de que él mismo los utiliza por ejemplo cuando advierte que las
aptitudes con que se nace “Salamanca no las presta”.
Fuente: MAILHE, Alejandra. "El laberinto de la soledad" del genio, o las paradojas de El hombre
mediocre. Varia hist. [online]. 2013, vol.29, n.49, pp.197-216. ISSN 0104-
8775. http://dx.doi.org/10.1590/S0104-87752013000100010.
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Biografía del autor
Fuente: Wikipedia
Nacido Giuseppe Ingegnieri, era hijo de Salvatore Ingegnieri y Mariana Tagliavia. Cursó sus estudios
primarios en el Instituto Nacional. Trabajó desde niño corrigiendo pruebas de imprenta, ya que su padre era
periodista y tuvo dificultades económicas. Solía encargarle traducciones de italiano, francés e inglés, incluso
de libros enteros. En 1888 ingresó al Colegio Nacional Buenos Aires. En 1892, finalizados sus estudios
secundarios fundó el periódico La Reforma y un año después, ingresó como alumno a la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires, en la que se recibió en 1897 de farmacéutico y en 1900
de médico con su tesis Simulación en la lucha por la vida. Para esa época ya era conocido en los círculos
literarios.
Además de sus intereses puramente científicos y sociales, también tuvo desde muy joven interés por el estudio
del ocultismo, los fenómenos parapsicológicos y la teosofía. Desde 1897 dirigió el diario La
Montaña (periódico que se autodenominó «socialista revolucionario») junto con Leopoldo Lugones, en donde
en su primer número escribió un artículo (el primero de varios) en donde defendía a la teosofía y al ocultismo y
daba su punto de vista respecto al papel que estos tendrán (o deberían de tener) en el futuro, especialmente en
el campo de la investigación científica.
En 1898 escribió por primera vez para la revista teosófica Philadelphia, para la cual escribirá en varias
ocasiones. En sus publicaciones, Ingenieros mostraba un rechazo por las posturas científicas oficiales
―señalándolas como dogmáticas―, y proponía una actitud más abierta en la investigación psicológica.
En 1903, la Academia Nacional de Medicina lo premió por Simulación de la locura (secuela de su tesis editada
en libro). Fue nombrado jefe de la Clínica de Enfermedades Nerviosas de la Facultad de Medicina de
la Universidad de Buenos Aires. En 1904 obtuvo la suplencia de la cátedra de Psicología Experimental en
la Facultad de Filosofía y Letras (de la Universidad de Buenos Aires).
Se convirtió en un destacado miembro de la Cátedra de Neurología a cargo de José María Ramos Mejía y en
el Servicio de Observación de Alienados de la Policía de la Capital, del cual llegó a ser su director.
Entre 1902 y 1913 dirigió los archivos de Psiquiatría y Criminología y se hizo cargo del Instituto de
Criminología de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires, alternando su trabajo con conferencias en
universidades europeas.
En 1908 obtuvo la cátedra de Psicología Experimental en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Buenos Aires. Ese año fundó la Sociedad de Psicología.
En 1909 fue elegido presidente de la Sociedad Médica Argentina y delegado argentino en el Congreso
Científico Internacional celebrado en Buenos Aires. Completó sus estudios científicos en las universidades
de París, Ginebra, Lausana y Heidelberg.
En 1914 José Ingenieros se casó con Eva Rutenberg en Lausana (Suiza); aunque el noviazgo se había iniciado
en Buenos Aires. Del matrimonio nacieron cuatro hijos, Delia, Amalia, Julio y Cecilia. Su esposa Eva
Rutenberg lo sobrevivió por 30 años, en tanto que su hija menor, Cecilia, falleció en 1995, y la hija mayor,
Delia, en 1996.
Sus ensayos sociológicos como El hombre mediocre, y otros ensayos críticos y políticos, como Al margen de
la ciencia, Hacia una moral sin dogmas, Las fuerzas morales, Evolución de las ideas argentinas y Los tiempos
nuevos tuvieron un gran impacto en la enseñanza a nivel universitario en Argentina y obtuvieron una gran
adhesión moral entre la juventud panamericana.
Además de dirigir su periódico bimestral, Seminario de Filosofía, mezcló su pasión por la ciencia con una ética
social acentuada. En sus múltiples actividades demostró una capacidad y penetración notorias, siendo
considerado un intelectual de peso en su tiempo.
Durante la Reforma Universitaria iniciada en 1918 fue elegido vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras,
con amplio apoyo del movimiento estudiantil.
En 1919 renunció a todos los cargos docentes y hacia 1920 comenzó su etapa de lucha política, participando
de manera activa en favor del grupo progresista Claridad, de tendencia comunista.
En 1922 promovió, como forma de protesta contra el sistema político imperante en la provincia de Córdoba,
la candidatura de un personaje extravagante, Enrique Badessich, que logró ser elegido diputado provincial; no
obstante, su diploma fue rechazado por la Cámara de Diputados provincial. Ese mismo año propuso la
formación de la Unión Panamericana, un organismo de lucha contra el imperialismo, de difusión continental.
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En 1925, pocos meses antes de su muerte, creó el mensuario Renovación en contra del imperialismo, firmando
con los seudónimos de Julio Barreda Lynch y de Raúl H. Cisneros.
Al paso del tiempo discrepó con las posturas del socialismo de Estado y empezó a colaborar con
periódicos anarquistas, acercándose política e intelectualmente a su corriente de pensamiento. Esto se debió
en parte a la influencia de criminólogo italiano Pietro Gori. Murió el 31 de octubre de 1925, a los 48 años,
siendo la causa de su deceso meningitis grave.
Obra y publicaciones
Ingenieros fue un representante destacado del pensamiento positivista, sobre todo en sus primeros años.
También fue uno de los fundadores del socialismo en la Argentina, aunque no participó orgánicamente en la
actividad partidaria.
Sus aportes al socialismo y a la psicología los basa, además de sus conocimientos científicos universitarios, en
sus conocimientos sobre ocultismo y teosofía, de la cual fue defensor durante muchos años de su vida,
escribiendo numerosos artículos en revistas teosóficas. También fue el fundador, director y animador de
la Revista de Filosofía, Ciencia, Cultura y Educación, la cual se publicó entre 1915 y 1929 en ejemplares
bimensuales.
A partir de la década del '10 comenzó a profundizar una línea de pensamiento más relacionada con los aspectos
morales y políticos, aspectos ambos que Ingenieros veía íntimamente relacionados, inspirando a la juventud
latinoamericana que realizó la Reforma Universitaria desde 1918 y lo nombró Maestro de la Juventud de
América Latina.
Sus desarrollos sobre la identidad argentina y el antiimperialismo tuvieron gran influencia sobre varias
generaciones del continente.
Primer período
Segundo período
1910: Archivos de Psiquiatría y Criminología, aplicadas a las ciencias afines. Lecciones desarrolladas en
su curso universitario de 1910. Buenos Aires
1911: Principios de psicología, Buenos Aires
1913: El hombre mediocre, Madrid
1917: Hacia una moral sin dogmas, Buenos Aires
1917: Ciencia y filosofía, Madrid
1918: Proposiciones relativas al porvenir de la filosofía, Buenos Aires
1918: Evolución de las ideas argentinas, Buenos Aires
1919: Las doctrinas de Ameghino, Buenos Aires
1921: Los tiempos nuevos, Buenos Aires
1922: Emilio Boutroux y la filosofía francesa, Buenos Aires
1922: La cultura filosófica en España, Buenos Aires
Las fuerzas morales, obra póstuma
Tratado del amor, obra póstuma
Artículos
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1898: «Unilateralidad psicológica de los sabios oficiales», artículo en la revista Philadelphia (Buenos
Aires), 7 de noviembre de 1898.
1897: «La ciencia oficial y la facultad de ciencias herméticas», artículo en el diario La Montaña, año I,
n.º 11, 1 de septiembre de 1897.
1915: «El contenido filosófico de la cultura argentina», artículo en Revista de Filosofía (Buenos Aires),
enero de 1915.
1905: «El elogio de la risa», artículo en Chinón; publicado también en la revista Teosofía en Argentina,
número 4, 1996.
Iniciado en la Logia Unión Italiana Primera Nº 90 el 5 de agosto de I898, de la que era Lubetón desde el 22
de agosto de 1888 por ser hijo de masón, ocupó diversos cargos en la misma. En 1901-2 fue Gran Hospitalario.
Colaboró con su padre, don Salvador Ingenieros, en la redacción de la Revista Masónica, que apareció hasta
1904. A partir de ese año esta publicación optó por el nombre de Cadena de Unión y continuó contando con
la colaboración del doctor Ingenieros durante varios lustros. Ferviente defensor de los principios liberales
difundió estas ideas a través de toda su obra literaria y científica. Junto con su padre publicó una breve Historia
de la Masonería y dos interesantes obras explicativas de la filosofía y fines de la institución.
Nota: citamos la página de la masonería argentina para conocer sucintamente de qué trata esta institución -
http://www.masoneria-argentina.org.ar/
Teosofía
Fuente: Wikipedia
La teosofía (del griego: θεός, theós, ‘Dios’, y σοφία, sophía, ‘sabiduría’) es un conjunto de enseñanzas y
doctrinas difundidas bajo ese nombre por Helena Petrovna Blavatsky a fines del siglo XIX. En su obra explica
que el nombre teosofía es uno de los tantos que se utiliza para designar a una sabiduría sin edad, eterna, que
no es otra que el conocimiento de la verdadera realidad. Del mismo modo que la ciencia no crea las leyes que
rigen la naturaleza, sino que las descubre, la teosofía es la realidad, y los seres humanos van aprendiendo
progresivamente porciones del conocimiento de esta realidad. A partir de 1875 se crea la Sociedad Teosófica,
que tiene como uno de sus objetivos el estudio comparativo de Religión, Ciencia y Filosofía, con el objeto de
descubrir la enseñanza fundamental en cada una de ellas.
La teosofía propone que todas las religiones surgieron a partir de una enseñanza o tronco común, que ha
quedado oculta bajo el velo de las doctrinas que se fueron elaborando con el correr de los siglos siguientes,
llevando muchas veces a contradecir la enseñanza original. El estudio comparativo de la Ciencia y la Filosofía
son otra forma de acercamiento a esta enseñanza original, que no es otra cosa que la realidad permanente que
subyace por detrás del mundo sensible sujeto al constante devenir. El movimiento teosófico moderno fue
creado por Helena Blavatsky, Henry Steel Olcott y William Quan Judge, quienes fundaron la Sociedad
Teosófica en Nueva York en 1875.
Constituye un movimiento ecléctico occidental que funde religiones como el cristianismo, el budismo,
el hinduismo y está directamente relacionado con movimientos esotéricos espiritistas de finales del siglo
XVIII como gnósticos y rosacruces. La influencia de la teosofía es claramente visible en buena parte de otros
movimientos, como por ejemplo la “metafísica cristiana” de Conny Méndez, la Escuela Arcana de Alice
Bailey, la Sociedad Antroposófica de Rudolf Steiner, la Fundación Krishnamurti y corrientes relacionadas con
las doctrinas orientalistas sobre "niveles de ascensión" (Maestros Ascendidos).
Una definición más formal del Concise Oxford Dictionary la describe como:
“Una de las varias filosofías que profesan alcanzar el conocimiento de Dios a través del autodesarrollo
espiritual, la intuición directa, o las relaciones individuales especiales. En particular un movimiento moderno
que sigue las enseñanzas cristianas, hindúes y budistas y que busca la fraternidad universal.”
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La Reforma Universitaria de 1918
A 99 AÑOS
15 de junio de 2017
La Reforma Universitaria de 1918 en Argentina
Fabio Oñativia
Presentamos una síntesis del movimiento reformista de 1918, que revolucionó las universidades
latinoamericanas, y reflexionamos sobre su vigencia en la actualidad.
Link: http://www.laizquierdadiario.com/La-Reforma-Universitaria-de-1918-en-Argentina
«Si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho
sagrado a la insurrección (Manifiesto liminar de la Reforma Universitaria, 21 de junio de 1918).»
La historia
La primera acción del estudiantado cordobés tuvo lugar el 10 de marzo de 1918, con la manifestación en las
calles y la conformación del Comité Pro Reforma que, en principio, solo reclamaba tímidos cambios. Ante la
respuesta negativa de las autoridades, el 14 de marzo el Comité declaró la huelga general de los estudiantes
por tiempo indeterminado. La adhesión a la misma fue total, imposibilitando el inicio de clases el 1 de abril.
Entonces, el gobierno nacional decretó el 11 de abril la intervención de la universidad a cargo de José N.
Matienzo; mientras que, simultáneamente, se conformaba en Buenos Aires la Federación Universitaria
Argentina. El 22 de abril, Matienzo anunció un proyecto de reformas del estatuto de la universidad abriendo
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la participación en el gobierno universitario al claustro de profesores. Así, se reanudaban las clases, la situación
se normalizaba temporalmente y se cerraba la primera etapa del conflicto.
El segundo período del proceso giraría en torno a las expectativas puestas en la elección del nuevo rector que
tendría lugar el 15 de junio. Los estudiantes conformaron la Federación Universitaria de Córdoba, y militaron
las elecciones para el rectorado a favor del candidato liberal Enrique Martínez Paz. Además de éste, se
postulaban, por un lado, Alejandro Centeno, y por el otro, Antonio Nores, representante de la cúpula clerical
y miembro de la Corda Frates [3].
Nores resultó electo nuevo rector. La respuesta de los estudiantes no se haría esperar y se abriría la tercera
etapa del conflicto: los reformistas irrumpieron en el salón de grado, rompiendo los vidrios y muebles,
descolgando los cuadros de las históricas autoridades de la universidad, y expulsando del lugar a la policía y
los matones contratados por las autoridades clericales.
Nuevamente declararon la huelga general que rápidamente se extendió a nivel nacional con la adhesión de los
estudiantes de las restantes universidades del país. Inmediatamente marcharon por las calles y obtuvieron la
adhesión de la Federación Obrera de Córdoba a la lucha estudiantil, forjando una embrionaria unidad entre
obreros y estudiantes.
El 21 de junio, Deodoro Roca redactó anónimamente el “Manifiesto liminar de la Reforma Universitaria”. El
documento expresaba un intransigente anticlericalismo y antiimperialismo expresado en su título “La juventud
de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica” y su ferviente romanticismo por la independencia
latinoamericana.
En agosto, el gobierno nacional decretó nuevamente la intervención de la Universidad, esta vez a cargo del
ministro de Instrucción Pública, José Salinas. Los estudiantes radicalizaron sus medidas y el 9 de septiembre
ocuparon la Universidad asumiendo sus funciones de gobierno: nombraron a los dirigentes estudiantiles
Horacio Valdés, Enrique Barrios e Ismael Bordabehere como decanos de las facultades de Derecho, Medicina
e Ingeniería, organizaron actividades curriculares, nombraron profesores, consejeros y empleados e incluso
llegaron a constituir mesas de exámenes. La universidad se encontraba completamente en manos del
estudiantado, situación que sólo sería revertida tras el desalojo y la detención de algunos estudiantes por parte
de la policía.
Pero para entonces, Salinas se vio obligado a atender los reclamos estudiantiles y decretar la reforma del
estatuto universitario incorporando la docencia libre y el cogobierno paritario (la participación de los
estudiantes en el gobierno de la universidad en igual número respecto a los profesores titulares y suplentes).
Paulatinamente, los cambios se instauraron en el resto de las universidades del país y, para 1921, la reforma
universitaria regía a nivel nacional.
Posteriormente, la lucha estudiantil alcanzaría dimensiones continentales: el estudiantado se levantaba en
Chile, Perú y Cuba durante los primeros años de la década de 1920; y durante la década de 1930, en México,
Paraguay y Brasil.
Uno de los principales puntos que suele dejarse de lado al hablar de la Reforma Universitaria –con la intención
de eliminar su carácter revolucionario–, es el de la ligazón entre la universidad y la sociedad.
En este sentido, parte del movimiento reformista cuestionó el papel de la universidad en tanto meras “fábricas
de títulos” que se encontraban desvinculadas de las problemáticas sociales que aquejaban a la época. Si bien
este cuestionamiento no daría lugar a profundas experiencias en Argentina, sí sería el caso de los movimientos
estudiantiles en otros países como Perú y Cuba principalmente, a través de la constitución de universidades
populares con el objetivo de ligarlas a la clase obrera y el pueblo pobre, que se encontraban excluidos de la
enseñanza superior (en Argentina recién con el Cordobazo se manifestaría en los hechos esta unidad). En
ambos países cumplirían un rol clave importantes figuras del marxismo latinoamericano como el peruano José
Carlos Mariátegui y el cubano Julio Antonio Mella.
En nuestro país, el principal dirigente del movimiento reformista y redactor del Manifiesto liminar, Deodoro
Roca, profundizaría el desarrollo de sus ideas alrededor de esta cuestión. En discusión con las diversas
tendencias que defendían la postura de que la reforma solo se expresaría en cuestiones meramente académicas,
no dejó de tener en cuenta el eje central de la relación entre la universidad y la sociedad.
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Son ellos a quienes se refiere como lo “puramente universitario”: “Tales trogloditas, dirá, creen saldadas sus
deudas con los demás ‘por el mero hecho de atestiguar ante el asombro privado que son cisternas de saber’,
sin advertir que es necesario que ‘con la palabra del intelectual se transparente una acción” [4].
Para 1920, Deodoro concebía a la universidad y a todas sus problemáticas como un reflejo de los problemas
que atravesaban a la sociedad argentina coetánea. La universidad se le presentaba como “resultante de un
problema profundo, concreto, y formidable: el problema social. De la injusticia social”, llegando a utilizar
categorías del marxismo como su noción de que la universidad era productora de un “ejército de asalariados
intelectuales”.
Actualmente, los cuestionamientos de la profunda brecha que separa a la universidad de la clase trabajadora y
el pueblo no pierden vigencia, sino que continúan siendo una de las principales desigualdades que atraviesa a
las sociedades capitalistas contemporáneas; pues la universidad responde a un modelo capitalista que, con su
inherente carácter elitista, constantemente segrega a amplios sectores de la población del acceso a la misma.
La Ley de Educación Superior (LES) sancionada en 1995 durante el menemismo, y mantenida por los
posteriores gobiernos de la Alianza y los sucesivos gobiernos kirchneristas, constituyó un importante avance
del neoliberalismo sobre las universidades nacionales: se introdujeron, principalmente, una enorme cantidad
de posgrados pagos que van en detrimento del título de grado. El sistemático recorte de ofertas horarias
dificulta a miles de estudiantes que, debido a su situación económica, se ven obligados a trabajar y, por ende,
imposibilitados a cursar una carrera universitaria; además de que los sistemas de becas no logran –ni se
proponen– solventar los problemas económicos de miles de jóvenes para asegurarles el acceso a las carreras
de grado.
El gobierno macrista esbozó un nuevo intento de avance sobre la educación universitaria pública con paritarias
docentes a la baja, tarifazos en los transportes públicos y recortes de presupuestos en materia de educación que
el año pasado obtuvo respuesta a nivel nacional, 40.000 personas se movilizaron en las calles de Buenos Aires
y decenas de miles más en el resto del país.
La defensa de la universidad pública hoy reside en que estudiantes y docentes, junto con el resto de los sectores
de trabajadores que enfrentan las políticas de ajuste, la tomen en sus propias manos.
Es menester poner en pie un movimiento estudiantil que cuestione, no solo el modelo de la universidad actual,
sino también la sociedad de clases que la engendra.
[1] Bonavena, Pablo Augusto; Califa, Juan Sebastián; Millán, Mariano (comp.), El movimiento estudiantil
argentino: historias con presente. Buenos Aires, Cooperativas, 2007.
[2] Portantiero, Juan Carlos, Estudiantes y política en América Latina, México, Siglo XXI, 1978.
[3] Asociación católica de carácter ultraconservador y aristocrático.
[4] Galfione, María Verónica, “Deodoro Roca y la Reforma Universitaria”.
[5] Roca, Deodoro, “Encuesta de Flecha”, en: Del Mazo, Gabriel, La reforma universitaria, La Plata, 1941.
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