Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Fue el primer niño que aprendió a leer en su pueblo de Burkina Faso. Viajó
a Berlín con una beca y se convirtió en el arquitecto más famoso de África
Su primer proyecto consistió en levantar una escuela en su poblado.
Procedente del mundo del barro, defiende la simplicidad y reivindica la
dimensión social de su profesión
En Burkina Faso, los hombres hacen el barro y las mujeres alisan el suelo
con piedras. Es la comunidad la que levanta los edificios. Por eso, cuando
uno de ellos, el primogénito del jefe de Gando, aprendió a leer, se convirtió
en carpintero y logró estudiar arquitectura, su trabajo no consistió en
dibujar planos, sino en mejorar esa manera de construir. Diébédo Francis
Kéré (Gando, Burkina Faso, 1965) tenía 38 años cuando decidió que quería
para los niños de su poblado la misma oportunidad que él había tenido.
Comenzó su primer proyecto, una escuela, reuniendo algo menos de
50.000 euros para construirla. Consiguió el dinero de instituciones y
particulares. Hoy también lo pide a grandes compañías. Hace más de una
década que inauguró aquel edificio y ahora en el pueblo ya hay mil niños
que saben leer. También hay una biblioteca y una clínica. Todas las ha
levantado la comunidad. Todas las ha ideado Kéré y su equipo de 13
arquitectos en el que trabajan tres españoles.
Tal vez deba afrontar que lo es. Puede ser. Mi origen me ha dado
oportunidades. He podido demostrar lo que se podía hacer con un
presupuesto muy limitado. Y eso es un buen principio. Pero los buenos
principios son peligrosos, exigen más esfuerzo para mantener el nivel. Si
empiezas bien, solo puedes continuar cambiando. No puedes tumbarte y
seguir haciendo lo mismo. Para mí la arquitectura todavía es un reto. Una
vía para solucionar problemas y aportar algo a la sociedad.
¿Trabajar con poco es una necesidad, una respuesta o una ideología? Las
tres cosas. Y también un anuncio: la escasez y el ingenio pueden ser
mejores que la abundancia.
¿Cómo envejecen sus edificios? Muy bien. Están pensados para tener un
mantenimiento casi nulo.
¿Se siente igual de seguro cuando trabaja en África que cuando lo hace en el
mundo occidental?Estudié en Berlín, mi formación es occidental. Pero
admito que al principio me costó. El primer proyecto que hice fue una
exposición sobre Cruz Roja en Ginebra. Yo venía del mundo del barro. Pero
lo que es barato en África puede ser extremadamente caro en el mundo
occidental. Eso te obliga a cambiar y a pensar en otras maneras de
conseguir resultados similares con otros materiales.
¿Se siente –con el mencionado Wang Shu o el japonés Shigeru Ban– parte
de un grupo de arquitectos humanitarios?Admiro a Wang Shu, que fue
capaz de nadar a contracorriente y de indicar un camino –cuando recuperó
materiales de desecho para levantar su museo de historia en Ningbo–.
De Shigeru Ban admiro su capacidad para idear estructuras sencillas con
tubos de papel. Pero también que, ahora que firma proyectos millonarios,
guarde tiempo para ayudar a los necesitados. No sé si formo parte de ese
grupo, pero justo eso, ofrecer un servicio a los necesitados, es lo que he
intentado hacer desde el principio.
¿Cómo lo hizo al principio ante gente que no sabe leer ni escribir? Saben
otras cosas. El principio siempre consiste en vencer el miedo a lo diferente.
Les demostraba cómo funcionaban mis estructuras subiéndome a ellas.
¿Ha tenido que sacrificar algo para poder realizar su trabajo? No. Siento que
he ganado mucho. No lo vivo como un sacrificio.
Pero dice que no ve a su hija. Es cierto que me falta tiempo. Pero mi idea de
la vida no es llegar a casa y dormir con mi familia. Quiero decir que no es
solo eso. Creo que no solo la presencia es importante. También lo es la
intensidad. Y el ejemplo.
ampliar fotoEl
arquitecto Francis Kéré, en una instalación de la exposición sobre sus
proyectos que tuvo lugar en la Royal Academy of Arts de Londres en
2014. CARL COURT GETTY
¿Cree que los arquitectos del siglo XXI deben ser más guías que artistas? En
Burkina no había trabajadores cualificados. De modo que la única manera
de construir pasaba por formarlos.
El mundo actual, con diferencias entre la poca gente con mucho dinero y la
mucha con poco, ¿no le ha hecho preguntarse que tal vez no pueda cambiar
un sistema tan arraigado? La construcción suele esconder los mayores casos
de corrupción.Tengo una conexión muy fuerte con África y una deuda con
mi comunidad. Además, siento que soy necesario. No me hice arquitecto
para ganar mucho dinero.
Pero el dinero es lo que le permite construir. Sin duda. Pero creo que he
demostrado que no hace falta mucho para levantar los proyectos que
diseño.
¿Usted tampoco quiere ganar más? Es cierto que llega un momento en que
podría hacerlo, pero no trabajando para comunidades africanas, que es lo
que hago fundamentalmente y que no quiero dejar de hacer.
¿Por qué? He visto las consecuencias de tener mucho dinero. No solo las
ganancias, también las pérdidas. No me interesa.
Sin embargo, trabaja fuera de África. Sí. Lo hago para aprender. En África,
hoy día, no se puede apenas innovar. Y las mejoras nacen de las
innovaciones, de las mezclas, de lo que se aprende de otros lugares. Yo
quiero aprender e innovar para mejorar no solo mi arquitectura, también
el servicio que esta pueda ofrecer.
¿Le resulta más fácil recaudar dinero ahora que la fama le precede? Otro
asunto delicado. Los proyectos que he hecho en África me han
proporcionado credibilidad. Ahora la gente sabe que soy capaz de cumplir
lo que propongo y es más sencillo, sin ser fácil, recaudar fondos. Les
sucede a todos los arquitectos. Esta es una profesión que históricamente
se basó en la confianza.
Si eres capaz de hacer algo bien, ¿puedes dar otro paso e intentar hacer algo
más difícil? Eso es. Y esa idea, ir paso a paso, en lugar de querer inventar la
pólvora con un primer proyecto, es toda una lección para cualquier
arquitecto del mundo. Puede que yo trabaje en escala pequeña, pero creo
que nuestros proyectos ayudan a romper prejuicios.