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En América Latina la práctica del asilo, se visualiza como un elemento político, componente de
todo un conjunto de interacciones que se producen hoy en día dentro de la crisis socio política
que conforma el proceso histórico, característica propia de la región, esto, debido a la
agudización de las contradicciones de los intereses de las clases sociales; dentro de este
esquema, la práctica del asilo puede observarse como una válvula de escape a las
consecuencias que se generan en nuestro subcontinente.
Ahora bien, en cuanto a las dos modalidades de asilo diplomático y político, en principio deben
establecerse las características de cada modalidad para llegar a clarificar y establecer las
diferencias de cada una de ellas.
Por tanto podemos decir que la primera modalidad, (asilo diplomático), se sustenta en el
carácter de extrajudicción que recíprocamente se reconocen los Estados por medio de la
costumbre, de acuerdos internacionales, los cuales conceden inmunidad personal a los
funcionarios diplomáticos acreditados ante el Estado receptor, de las leyes penales, civiles y
mercantiles, así como la inviolabilidad de los locales utilizados por estas misiones.
Los aspectos determinantes que le imprimen el carácter político a la práctica de asilo, son
precisamente la lucha por el poder que se manifiesta en distintas especificidades dependiendo
de la formación social de que se trate.
Es necesario reconocer la incidencia que tiene la crisis actual, en la práctica de asilo; es decir
que las divergencias políticas en torno a la lucha por el poder conduce a una polarización de
fuerzas: unas que tienden a fortalecer el status para consolidarse en el poder y las fuerzas que
luchan organizadamente por alcanzarlo y mantenerlo. En el primer caso están la clase
económicamente dominante y el ejército, junto con el apoyo del capital internacional; en el
segundo caso se sitúan los grupos políticos disidentes convertidos en movimientos populares.
En el presente trabajo se tratará de analizar las causas que dieron origen al surgimiento de las
institución del asilo, así como su evolución en las distintas etapas del desarrollo de la sociedad,
las características que esta institución asume en la antigüedad, edad media y en la sociedad
contemporánea.
OBJETIVOS
GENERAL:
ESPESIFICOS:
Antes que las restricciones mencionadas al final del apartado anterior, vamos a examinar si
existe algún tipo de obligación incluida en el derecho positivo, asumida por los Estados u
otorgada por éstos a otros sujetos de derecho internacional, relativa a la protección de los
derechos humanos. El instrumento más general al respecto, la Declaración Universal de
Derechos del Hombre a la que consideramos norma consuetudinaria en su integridad-
contiene un artículo, el que entendemos relacionado con nuestra temática: “Toda persona
tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y
libertades proclamadas en esta Declaración se hagan plenamente efectivos”. Como se puede
apreciar, el derecho reconocido en este artículo a la persona humana concreta, es el
establecimiento de un orden internacional que otorgue garantías de que los otros derechos
incluidos en la Declaración puedan ser ejercitados. ¿A quién solicitar el cumplimiento del
deber resultante de este derecho? Sólo puede requerirse a los Estados, en tanto que
miembros primarios de la sociedad internacional, o a quien éstos hayan decidido delegárselo.
Mediante diversos tratados, los Estados han asumido frente a otros Estados, numerosos
compromisos de respetar en el orden interno los derechos del hombre. En esas mismas
convenciones son menos frecuentes las referencias a la acción externa que pueden realizar los
Estados para lograr el respeto de esos mismos derechos en el territorio de las otras Partes. Al
hacer un repaso en los tratados universales, encontramos que tanto en el Pacto de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales como en el dedicado a los Derechos Civiles y Políticos, no
hay referencias a la posibilidad de que un Estado defienda más allá de sus fronteras los
derechos fundamentales de la persona humana. La única excepción es la posibilidad de
reconocer la competencia del Comité de Derechos Civiles y Políticos para recibir
presentaciones de un Estado contra otro. Como es bien sabido, ha sido un mecanismo con
escaso uso, y además no entra dentro de ninguna de las figuras que hemos determinado al
definir el ámbito material de nuestro estudio. Tampoco los mecanismos previstos en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, que permiten a un Estado o a un particular
realizar denuncias ante la Comisión Interamericana, pueden ser encuadrados como ingerencia,
intervención o imposición humanitaria. Por su parte, la Carta de las Naciones Unidas menciona
entre los propósitos de esta organización y por lo tanto de los Estados que son sus miembros
el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales
de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”. Otra disposición
pertinente es el artículo 55, que entre otras cosas prescribe:
Sus Orígenes
Valiosas obras de destacados autores se han publicado sobre los orígenes del Asilo y su
desarrollo en el curso de la historia. Cabe destacar así que el asilo surge con el aparecimiento
del Estado y el Derecho.
Sobre el particular existen distintos planteamientos entre los cuales se destacan la teoría de la
horda, según las cual ésta ha sido necesariamente la forma primitiva de las asociaciones
humanas.
Lo único que cabe hacerse, es fijar tipos muy generales. Así por ejemplo, se puede decir que el
peligro común impulsa a una defensa común, y que de este modo, organizaciones que desde
un principio tuvieron un carácter circunstancial llegan a tenerlo definitivo a fuerza de repetirse,
o que la necesidad de buscar nuevos terrenos para pasto y para la caza impulsa a arrebatar a
las tribus vecinas la propiedad, lo que conduce a estrechar los lazos entre cada tribu. Además
de lo anterior es necesario señalar que la forma desenvuelta de comunidades con un carácter
de asociaciones supremas y complejas, a las que hoy designamos justamente con el nombre de
Estado, principia con el asentamiento de los hombres en un suelo, es decir, con la vida
sedentaria; pero este es un proceso cuyos orígenes son muy obscuros; pues va unido muy
íntimamente al cultivo de los cereales .
Pero no solamente está condicionada la existencia de estos pueblos sedentarios por tal cultivo,
sino que existen también pueblos nómadas agrícolas. Con la ocupación de las tierras se hace
necesaria una ordenación de la propiedad, mucho más complicada de lo que era en los
anteriores estadios de la vida económica.
El asilo político en las distintas etapas del desarrollo de la sociedad.
En las más lejanas épocas de la historia humana encontramos las raíces de la práctica del asilo,
empezando desde el remoto Egipto de los Faraones hasta la Edad de Oro de la cultura helénica
y desde el período bíblico de Moisés hasta el ocaso de la hegemonía romana, recorre una
trayectoria vacilante de aceptación y de rechazo, de zozobras y de anomalías que aún
perduran, después de milenios y milenios, dentro del Orden Internacional Contemporáneo.
Al estudiar la institución del asilo debemos considerar las dos formas que en la actualidad,
adquiere su práctica: el asilo diplomático y el asilo territorial.
A pesar de que ambos tienen la misma finalidad, estas dos maneras tienen fundamentos
jurídicos distintos, como se verá más adelante. Pero el origen de ambos es común.
Antes de continuar adelante, quiero señalar que la palabra asilo viene de la palabra latina
“asylum”* y ésta a la vez se podría traducir como “sitio inviolable”. De acuerdo con el
significado que le dá nuestro idioma es el “lugar privilegiado de refugio para los perseguidos”;
es “amparo”, “protección” o “favor”.
Por lo que podemos decir, etimológicamente nos podemos remontar hasta los griegos, pero
esto no quiere decir que la institución haya tenido su origen en Grecia. Aun cuando no se
puede determinar la época y el pueblo en que se practicó el asilo por vez primera, si hay
pruebas fehacientes de que su práctica es muy anterior a la civilización helena.
Podríamos decir que el asilo se origina en una acción instintiva del individuo, necesidad
biológica de buscar amparo para salva la vida y la libertad, razón por la cual Egydio Reale, en su
obra “El Derecho de Asilo” señalo que “La noción del asilo es tan vieja como la propia
humanidad”.
*Asylum= Procede del latín y significa: sitio inviolable.
El asilo en el paganismo
En los pueblos de la antigüedad pagana se concebía la idea de que la ventura o los males del
individuo y la de comunidad, provenía de la voluntad de los dioses. Dioses que pensaban,
sentían y reaccionaban por estímulos semejantes a los humanos.
Dioses que amaban y odiaban, que eran propicios o vengativos. Un terror supersticioso hacía
entonces que por todos los medios se tratase de evitar despertar la ira de esas deidades. Estas
supersticiones permitieron a los perseguidos salvar sus vidas refugiándose en los templos,
monumentos y todos los lugares que se consideraban consagrados, poniéndose así al amparo
de la divinidad. El respeto a este amparo tuvo como fuerza determinante el temor de los
perseguidos de provocar la ira divina, cólera vengativa y cruel si violaban el recinto o
apresaban a los que estaban bajo la protección del dios.
Luego también, fueron lugares de salvación estatuas erigidas a los gobernantes. Hay que hacer
un paréntesis para recordar el carácter divino que se le asignaba al que ejercía el poder, como
por ejemplo los emperadores romanos.
El respecto a este refugio no tuvo en sus orígenes paganos obligatoriedad legal alguna; el
temor supersticioso fue la única fuerza coercitiva. Surge así una institución que no responde a
principios jurídicos o morales, ni a sentimientos humanitarios.
En el antiguo Egipto todos los templos tenían el privilegio del “ineteia”, esto significaba que el
que se refugiaba allí, empezaba a gozar inmediatamente de toda seguridad. Si era inocente,
quedaba completamente amparado; y si no lo era, entonces debía ser castigado, y el hecho de
haberse protegido en ese lugar sagrado, no lo redimía de la correspondiente sanción.
Habían otros templos que gozaban del privilegio del “asylia”*, que era otorgado de una
manera especial por los Faraones. Todo delincuente refugiado en el recinto de un templo
dotado de ese privilegio, quedaba desde ese momento del refugio, exento de castigo, el
deudor descargado de su deuda y el esclavo libre de su servidumbre.
Las razones que movían en los tiempos antiguos a los sacerdotes a solicitar patente de asilo
para sus templos, patentes que a veces abarcaba extensos territorios, era más que
humanitaria, meramente utilitaria ya que, las ciudades donde se encontraban tales templos, se
llenaban de riquezas, la población aumentaba rápidamente y todo ello contribuía a la
prosperidad de la región.
Este tipo de asilo, que llamaremos pagano, tuvo su mayor desenvolvimiento en Grecia y no es
aventurado concluir que ello se debió al desarrollo de la cultura que aceleró crueldades y a la
facilidad para el refugio que representaba la cantidad de monumentos y templos dado el gran
número de las divinidades del Olimpo.
En la vida social y política de Grecia, tuvo el derecho de asilo una trascendental importancia
hasta la época del advenimiento de la dominación romana.
Todos los templos de la antigua Grecia gozaban también del privilegio del “Ineteia”, y algunos
de ellos del derecho de asilo.
El asilo griego comprendería dos clases de protección, para quienes sufrían persecución de la
justicia, estos eran: “iketeia”, y la “asylía”. La primera poseía un carácter exclusivamente
religioso, que la hacía extensiva a todos los templos de la Hélide, y venía a ser el refugio que
brindaba la divinidad a quienes acudían a ella.
Durante el esplendor de Grecia fueron principales lugares de asilo los templos de Heracles,
Teseo, y el templo de Diana, en Éfeso; el templo de Apolo, en Delfos, y otros. Además cada
pueblo o ciudad tenía su templo al dios predilecto que, como señalaba, servían igualmente de
lugar de asilo.
En el asilo pagano no significaba inmunidad para el futuro del perseguido podía salir del
templo o alejarse de los monumentos y era respetado si se mantenía unido a él por medio de
un hilo o cordel.
Fácil es concluir entonces que esa característica, acicateada en el caso por las necesidades
contribuyese a atribuir reacciones terribles de los dioses contra el que violaba el asilo.
Este asilo, entonces, nació por un respeto supersticioso, careciendo de principios morales,
prestándose a los mayores abusos. Buscaban refugio los malhechores usaban de él para burlar
la ley. Por lo tanto, no solo fue un medio para salvarse de las pasiones incontroladas y poder
lograr la aplicación de la verdadera justicia; sino que se convirtió en un medio para violar
impunemente a la ley y eludir la justicia. Estos malhechores recurrían al asilo “buscando un
salvador, y no un juez”.
Roma heredó de Grecia su culto a los dioses paganos y con tal herencia también incorporó la
práctica del asilo. Los altares, los bosques sagrados, la estatua de Rómulo y luego la de los
emperadores, como las águilas romanas para el soldado, fueron lugares inviolables.
Pero en el concepto romano de la ley, la práctica del asilo advertía principios de justicia y
legalidad necesarios al gobierno del Imperio. Ello fue la causa de que, si bien el asilo se siguió
respetando, disminuyese su práctica en la misma Roma y se limitasen los lugares de refugio en
las provincias, sobre todo el Grecia. Suetonio, al hablar de Tiberio Nerón dice: “Abolió el
derecho de asilo en todos los lugares donde lo había mantenido la tradición”. Ante peticiones
de las provincias para que se mantuviese el asilo, Tiberio las sometió al Senado. Este cuerpo,
enfrentado a la necesidad política de respetar el espíritu religioso de los pueblos, accedió a
mantener el asilo, pero para evitar el abuso a que se había llegado con el establecimiento de
tantos lugares de refugió, resolvió que cada ciudad que se considerase con derecho a este
privilegio enviase embajadores para exponer sus fundamentos. Se limitaron así los lugares de
asilo, pero no se suprimió el mismo, porque los romanos, que fueron legisladores
prudentísimos y verdaderos creadores del derecho, se sintieron temerosos de admitir el
derecho de asilo dentro de su legislación, por creer que podría peligrar la administración de
justicia, abrirse la puerta a los delitos y fomentarse toda clase de conspiraciones y desórdenes
populares.
Antes de entrar de lleno al tema vale la pena hablar un poco sobre la diferencia que existe
entre un delincuente común y un perseguido político. En el primer caso, si recordamos lo
escrito en páginas anteriores, en la antigüedad, el asilo se concedía a los delincuentes del
orden común; sin embargo, poco a poco, fue fortaleciéndose la idea de que los beneficios del
asilo sólo podían otorgarse a los perseguidos políticos. Se eliminó la posibilidad de que se
otorgase el asilo a los delincuentes del orden común, fundándose indudablemente en la idea
de que los delincuentes del orden común deben ser castigados por las leyes del Estado en cuyo
territorio han delinquido, y en la noción de que estos delincuentes han atentado contra la
sociedad y son una amenaza en cualquier lugar en que se encuentren. El uso y las
estipulaciones específicas de ciertos tratados internacionales han excluido de este derecho de
protección a las personas que se refugian por motivos de persecución ocasionada por delitos
del orden común. Tanto en la doctrina como en la práctica de los Estados, se ha establecido sin
discusión este principio.
Los países latinoamericanos, en sus intentos de codificación del asilo, han prescrito la
prohibición de que, tratándose del asilo diplomático, éste se conceda a los delincuentes del
orden común, y, tratándose del asilo territorial, han ido celebrando una serie de convenciones
sobre extradición, para regular la entrega de estos delincuentes al Estado ofendido.
Por ejemplo, el artículo 17 del Tratado de Derecho Penal Internacional, que se firmó en el
Congreso de Montevideo, el 23 de enero de 1889, por los delegados del Uruguay, Argentina,
Bolivia, Paraguay y Perú, establece que el reo de delitos comunes que se asilase en una
Legación, deberá ser entregado por ella a las autoridades locales, previa gestión del Ministerio
de Relaciones Exteriores cuando no lo efectuase espontáneamente”.
Sin embargo, la Convención de Caracas supera esta laguna al disponer en su artículo III que no
es lícito conceder asilo a personas que al tiempo de solicitarlo estén inculpadas o procesadas
en forma ante tribunales ordinarios competentes y por delitos comunes, o “estén condenados
por tales delitos y por dichos tribunales, sin haber cumplido las penas respectivas”.
Las tres convenciones establecen que en el caso de que delincuentes comunes buscasen
refugio en una misión diplomática extranjera, éstos deberán entregarse al gobierno local por
parte del agente diplomático, y cuando este no lo hiciere, ese gobierno podrá exigir la entrega.
Esta obligación constituye el complemento de la regla habitual de calificación de la naturaleza
del delito.
La anterior disposición supone el empleo de la fuerza para proceder o hacer salir del recinto de
una misión a los delincuentes comunes. El agente diplomático solicitará del gobierno local las
fuerzas necesarias para entregar al delincuente. No existe en este caso una violación de la
inviolabilidad del domicilio por mediar la autorización expresa del agente.
Los riesgos que se correrían con la autorización del agente diplomático, para emplear las
fuerzas de las autoridades locales con el objeto de entregar a éstas, al delincuente, serían muy
grandes. Por otro lado, el auxilio de fuerzas del propio Estado del agente diplomático
implicaría discusiones en torno a la ejecución de actos de autorización en territorio extranjero,
aun cuando la misión diplomática se considere inmune a la jurisdicción del Estado Territorial.
Sin embargo, se plantearía la disyuntiva de convertir dicha misión en refugio de maleantes o
verdaderos asesinos.
También podría ocurrir que el Estado territorial dispusiera la vigilancia estrecha de la misión
para evitar que el delincuente pudiese salir subrepticialmente, vigilancia ésta que se limitará el
libre desarrollo de las actividades normales de la misión. La retención del delincuente dentro
del recinto de ésta, representación diplomática o para negar la expedición del salvoconducto a
los demás asilados.
Nos hemos referido hasta ahora a quienes; según la doctrina, la práctica de los Estados y los
tratados al respecto, no es lícito conceder asilo.
Cabe precisar a quienes si puede otorgársele éste. No existe ya discusión en torno a que es
solamente a los perseguidos políticos, a quienes puede otorgársele asilo en Legaciones, navíos
de guerra, y campamentos o aeronaves militares. Sin embargo, la idea de delito político ha
sido una de las que más se ha prestado, por su índole, a discusiones encontradas de los
tratadistas, doctrina y práctica de los Estados. También en el curso de la historia, la concepción
de delito político ha ido transformándose e inclusive variado notablemente.
Los así llamados delitos políticos, según Andrés Bello “no lo son sino a los ojos de los
usurpadores y los tiranos; otras veces nacen se sentimientos puros y sociales en sí mismos,
aunque mal dirigidos; de nociones exageradas o erróneas; o de las circunstancias peligrosas de
un tiempo de revolución y trastornos, en que lo difícil no es cumplir nuestras obligaciones sino
conocerlas.
Pasiones criminales los producen muchas veces; pero no es fácil a las naciones extranjeras el
examen de esos motivos, ni son los jueces competentes.
Cuando los funcionarios del país de refugio aceptan esta situación y protegen al refugiado, el
cambio de jurisdicción se denomina “asilo”.
Al respecto, el señor Alfredo Martínez Moreno, * señala que “como la gravedad o urgencia del
caso puede ser de carácter subjetivo y el Estado territorial puede tratar de disminuir la
seriedad del hecho, la calificación de la urgencia le corresponde al Estado asilante”.
La Convención de La Habana, no menciona cuales son los peligros inminentes contra los cuales
el asilo es legalmente una protección, ni cuando pueden esos peligros ser evitados por otros
medios.
Peligro. El peligro en que llegase a ocurrir un mal previsto, sería un peligro inminente, no
urgente. Es decir, la urgencia se entiende como el apremio de poner remedio a un peligro o a
un supuesto peligro, y este remedio es el otorgamiento del asilo. Es decir, cuando se establece
que el asilo no podrá ser otorgado sino en casos urgentes, se hace mención no a la magnitud
de los peligros o a su índole, sino al hecho de que es urgente otorgar la protección, en este
caso, el asilo.
Y no podría ser de otra manera. El interés del Estado local convertido en perseguidor, es el de
capturar al perseguido.
Señala que “el Gobierno de los Estados Unidos no puede autorizar el otorgamiento de
protección a ninguna persona diferente de aquello no requerida, cuya vida peligre
inminentemente por la violencia de las turbas; que dicha protección no debe extenderse más
que mientras dure el peligro”.
Es decir, acepta el derecho de otorgar o no el asilo se ejercita en las condiciones más diversas.
Muchas veces el perseguido acude a la misión diplomática en casos de verdadero caos en la
organización política y social de su país, cuando no existen autoridades reconocidas y quizás ni
siquiera responsables; o bien cuando hay dos campos opuestos que luchan con las armas para
obtener la supremacía, sin que pueda decirse que alguno de ellos constituye propiamente un
gobierno establecido, o bien, el gobierno está en manos de autoridades despóticas o
arbitrarias; o existe un desprecio por los derechos de la persona humana; o una corrupción del
Poder Ejecutivo o Judicial; o una situación ordenada, pacífica y respetable en la que, por
excepción ocurren casos desafortunados; o bien, por último, se trata de una acusación formal,
debidamente interpuesta, motivada por un acto que la ley considera punible, y que, sin
embargo, dentro del ámbito internacional, no constituye delito alguno; en todos estos casos el
representantes diplomático puede otorgar asilo a los perseguidos.
Queda a juicio del agente diplomático el determinar si hay razones válidas y apremiantes para
temer por la seguridad del perseguido, en cualquiera de las situaciones anteriores.
Cabe señalar que, el asilo nunca se ofrece. Si así se hiciera, se le daría el carácter de una
indebida injerencia en los asuntos internos de un país.
Sus características fundamentales son la urgencia y el peligro grave, circunstancias ambas que
no están sujetas al criterio de quien solicita el asilo, sino del diplomático que lo da.
El Salvoconducto
Como se observa el asilo tiene por finalidad poner en seguridad al perseguido, y mientras esto
no se logre el asilo ha sido anulado, impedido o injustificadamente demorado. La seguridad
que para el perseguido se busca no es la que la misión le otorga, a menos que esa suficiente en
alcance y duración.
Cuando esto ocurre, el asilo ha sido ineficaz o mejor dicho, inexistente, si no concluye con la
salida del asilado del país, sin trabas por las autoridades, cuya exteriorización formal es el
salvoconducto. Es decir, en el sitio diplomático, el refugiado solo debe permanecer el tiempo
preciso para obtener el salvoconducto o hasta que el riesgo que se trata de evitar,
desaparezca.
Lo establecido por el inciso Primero del Artículo II de la Convención de La Habana, de que: “el
asilo no podrá ser concedido sino por el tiempo indispensable para que el asilado se ponga de
otra en seguridad”, no quiere decir que la seguridad tiene que ser otra distinta.
La Convención de La Habana, para eliminar la posibilidad de que el asilo pueda ser burlada
negando el estado territorial la expedición del salvoconducto, y para evitar que en este caso el
Estado de refugio utilice esta situación como una molestia para las autoridades del Estado
territorial, consigna las dos posibilidades del inciso Tercero de su Artículo II. Es decir, prevé el
caso de que el Estado asilante utilice contra el territorial, la situación del asilo como
instrumento de finalidades muy distintas de las de humanidad.
Pero al consignar el derecho del agente diplomático del Estado asilante para exigir la salida del
país del refugiado, da un margen amplísimo al no precisar el tiempo dentro del cual deberá
expedirse el salvoconducto.
En los países de América Latina el asilo siempre tuvo como finalidad la salida del asilado del
país. La protección prestada por la Embajada se basaba en la extraterritorialidad con su
secuela de la inmunidad de jurisdicción. Para hacer efectiva ésta inmunidad se acordó desde
los primeros casos el salvoconducto.
Ello se hizo costumbre internacional y se consideró a dicho instrumento como parte del
procedimiento de la institución.
El salvoconducto garantiza que las autoridades respetarán la salida del asilado del país. Pero
ello no basta. No es suficiente que el salvoconducto ordene no oponerle ningún obstáculo. Es
necesario que se garantice la suficiente protección para impedir que cualquier persona atente
contra su vida o le haga objeto de vejámenes.
Por ello el Tratado de 1889, en su Artículo 17, antes citado, hace referencia a éstas garantías.
El Tratado de 1939 es más reglamentario al respecto cuando dice en su Artículo 6º., que el
agente diplomático o el comandante que haya concedido asilo podrá, por su parte, exigir las
garantías necesarias para que el refugiado salga del país respetándose la inviolabilidad de su
persona y la de los papeles que les pertenecieran y que llevarse consigo en el momento de
recibir asilo, así como los recursos indispensables para sustentarse por un tiempo prudencial.
No existiendo tales garantías, la evacuación puede ser postergada hasta que las autoridades
locales la faciliten”.
Es decir que el asilado puede llevar sus papeles y el dinero indispensable para subsistir, lo que
debe ser garantizado por el gobierno local. Por otro lado, la existencia o no de garantías es
juzgada por el diplomático, quien puede postergar la evacuación.
Esta disposición, que no se halla así concretamente redactada en las convenciones de carecer
continental, es la que más se ajusta al espíritu del asilo.
Si bien es cierto que no sería admisible que el asilado llevara consigo una suma
desproporcionada de dinero que podría provenir de las arcas fiscales, ya que ello significaría
favorecer su causa política, no hay porque condenarlo a la indigencia en el país de refugio.
Por tanto, la autoridad local no tiene atribuciones para proceder al registro de los asilados en
el momento de su embarque, la que tiene que conformarse, en la palabra del funcionario
diplomático quien debe proceder a cumplir con el requisito de no permitir que el asilado saque
del país lo que no le está permitido.
En Guatemala, en 1954, a la salida de los asilados, se procedió, por parte de las autoridades
aduaneras, al registro de los mismos. La Embajada de Argentina protestó por ello, invocando
las razones jurídicas que lo hacían improcedente pero dado el caso del asilo en masa (800
personas) admitió tal registro como medida excepcional, y sin que ella valiera como
antecedente en lo futuro. En la ocasión, se les retiraron a los asilados las fotografías de la
mujer e hijos que llevaba consigo.
A las señoras y hombres se les desnudó. Más que un registro aduanero fue un vejamen a los
hombres del Gobierno depuesto, entre los que se contaron el ex-presidente y sus ministros.
Por otra parte, el no hacer crédito de la palabra del diplomático es suponerlo en convivencia
con el asilado, y en tal supuesto le sería fácil al mismo llevar consigo, los valores y objetos cuya
salida del país está prohibida. Es habitual que un secretario acompañe a los asilados en su viaje
hasta la frontera.
Hoy en día la evacuación de los asilados, no ofrece inconvenientes. Las capitales que no están
en puertos, se encuentran unidas con las diferentes partes del mundo por medio de líneas
aéreas, además de ferrocarriles que llevan a los países limítrofes. El medio más común que se
utiliza es embarcando a los asilados en una línea aérea comercial o en aviones militares.
Cuando los asilados son varios, el gobierno local puede destinar dos o tres automóviles de
custodia. Pero es conveniente que vayan en automóviles de la Embajada acompañados por el
jefe de la misión o un secretario.
Hemos considerado el otorgamiento del asilo, como el ejercicio de un derecho para el Estado
que lo concede, a solicitud de un individuo. En tal sentido, se considera estrictamente
voluntario.
No obstante, el asilado no podrá ausentarse de ella, ni aún con permiso del Jefe de Misión. Tal
situación conduciría a atribuir al refugiado una inmunidad que no adquiere para sí, sino por el
hecho de encontrarse en un lugar considerado inviolable, y que el Derecho Internacional ha
consagrado como inmune de la jurisdicción del Estado local.
Y así como, al referirnos a esta cuestión, dijimos que el perseguido debía presentarse
personalmente ante la misión, puesto que la inmunidad del agente diplomático no le otorga a
él ninguna protección, afirmamos que el ausentarse de la Misión, hace cesar automáticamente
la protección otorgada y da por terminado el asilo.
De este modo, al abandonar el asilado la misión diplomática, por renunciar al asilo, o porque
se haya dado terminó a éste, se deberá comunicarlo inmediatamente al Gobierno del Estado
territorial, pues la presencia de refugiado fuera de la misión, supondrá una violación de las
convenciones.
El refugio y el asilo vienen a ser dos aspectos distintos, pertenecientes ambos a un mismo
fenómeno de índole social, que consiste en la obligación existente de proteger a todo ser
humano contra cualquier clase de persecución injusta.
Vienen pues a ser, el asilo y el refugio, como las dos caras de la misma moneda. Por esto y con
la finalidad de poderlos diferenciar, se le han dado al Derecho de Asilo varias denominaciones
por los diversos tratadistas de Derecho Internacional. Se han distinguido por tanto, dos formas
particulares de asilo: uno, asilo externo o territorial e interno o diplomático. El asilo
diplomático, consiste en un privilegio de ciertos lugares tales como las embajadas, los buques
de guerra, y el asilo territorial viene a ser el privilegio de un individuo de refugiarse en un país
extranjero para no ser extraído sino en ciertos casos. Una y otra forma de asilo tienen por
única finalidad, la protección de los injustamente perseguidos por causas políticas.
Y la razón de ello estriba ante todo, en la fundamental diferencia existente entre las dos clases
de asilo. Mientras el diplomático es una institución jurídica de carácter humanitario, destinada
a garantizas la protección de los derechos esenciales del individuo, ya sea porque se considera
que en el estado territorial no existe un gobierno eficaz de hecho o derecho, ya porque los
gobernantes toleran o fomentan una persecución injusta que pone al individuo en peligro de
perder la vida o la libertad; el territorial es ante todo y casi exclusivamente, tanto de esencia
como de naturaleza también humanitaria; el segundo constituye solamente un “refugio” que
viene a ser la práctica de más hondo sentido humano encontrada en todas las épocas y
pueblos de la historia.
Por lo antes expuesto, no cabe la menor duda que ambas modalidades del asilo, presentan
diferencias y coincidencias.
En cuanto a las diferencias, mientras el asilo diplomático, se otorga sobre todo en las sedes de
las Embajadas y residencias de Jefes de misión o Embajadores del Estado acreditante ante otro
Estado; el asilo territorial se otorga especialmente en el propio territorio y se extiende a los
campamentos militares, naves, aeronaves establecidas o de paso en cualquier país o zona
internacional; como también el asilo diplomático se fundamenta en la extensión del poder
soberano de un Estado ante otro por la vía de la inmunidad diplomática; el asilo territorial se
fundamenta en el poder territorial soberano de los Estados.
En cuanto a sus similitudes tenemos que: ambos se consideran el efecto de una situación
contradictoria de un país, generada por divergencias políticas-ideológicas y desequilibrios
socioeconómicos; ambas modalidades son especies de un mismo género; ambos se consideran
elementos garantes del asilo político; ambos persiguen la protección de los derechos
inalienables que a todo ser humano le asisten; ambos son reconocidos por la comunidad
internacional y sobre todo por los Estados que han suscrito convenciones sobre esta materia y
se conceden “a petición” de cualquier ciudadano del mundo.
Si bien, las coincidencias y diferencias que se aprecian en el párrafo anterior en cada una de las
modalidades del asilo político anterior en cada una de las modalidades del asilo político
también facilitan una mayor comprensión respecto de su origen, contenido y objetivos.
Este panorama, procrea profundas divergencias en los planos internos en muchos países
latinoamericanos; puesto que la mayoría de los regímenes imperantes dentro del ejercicio y
funciones de control del poder político, recurren a la utilización de mecanismos ilegítimos e
impopulares, proscritos por la comunidad nacional-internacional, que afectan o restringen los
derechos y libertades inalienables a que todo ser humano le asiste, como es el derecho de
participación política y libre expresión del pensamiento, entre otros.
Las Naciones Hispanoamericanas en los últimos treinta años, aparte de otros Tratados
Regionales, han suscrito tres tratados colectivos en los cuales se nota una evolución
considerable. En los dos primeros solamente se legisla sobre el asilo llamado “diplomático” y
en el tercero, en el de Caracas, se legisla sobre las dos frases de este derecho; que sostiene, es
indivisible: el territorial y el diplomático.
El primer tratado al respecto fue firmado en 1928 en La Habana, y textualmente dice así sus
disposiciones:
“Artículo 1º. No es lícito a los Estados dar asilo en Legaciones, navíos de guerra, campamentos
o aeronaves militares, a personas acusadas o condenadas pro delitos comunes, ni a desertores
de tierra y mar”. “Las personas acusadas o condenadas por delitos comunes que se refugiaran
en alguno de los lugares señalados en el párrafo precedente deberán ser entregadas tan
pronto como lo requiera el gobierno local”. Si dichas personas se refugiaran en territorio
extranjero la entrega se efectuará mediante extradición, y sólo en los casos y en la forma que
establezcan los respectivos tratados y convenciones o la Constitución y Leyes del País de
refugio.
Tercero: El Gobierno del Estado podrá exigir que el asilado sea puesto fuera del territorio
nacional dentro del país que hubiere acordado el asilo, podrá a su vez exigir las garantías
necesarias para que el refugiado salga del país respetándose la inviolabilidad de su persona.
Cuarto: Los asilados no podrán ser desembarcados en ningún punto del territorio nacional ni
en lugar demasiado próximo a él. Quinto: Mientras dure el asilo no se permitirá a los asilados
practicar actos contrarios a la tranquilidad pública. Sexto: Los Estados no están obligados a
pagar los gastos por aquél que concede el asilo”.
Estos dos artículos son prácticamente el texto de la Convención de La Habana, en el cual como
hemos visto, el asilo se estipula en una forma un tanto tímida; el inciso primero del artículo
segundo no comprende a los delitos políticos conexos, y también duda cuando dice: “Será
respetado en la medida en que como un derecho o por humanitaria tolerancia, lo admitieren
el uso, las Convenciones o las leyes del país de refugio…” Es decir, vacila en concederle a la
presente institución la categoría de un derecho. No estipula la Convención que estudiamos, a
qué Estado corresponde la calificación del delincuente político asilado; tampoco dice nada
acerca del cuál de los Estados contratantes tiene que calificar si el caso es de urgencia o no lo
es, asunto indispensable para que el asilo tenga derecho a presentarse. No establece
obligación alguna al Estado territorial de extender salvoconducto, para que el asilado pueda
salir del recinto diplomático en que se encuentra refugiado.
El artículo primero de la citada Convención es completamente inoportuno en un tratado que
legisla sobre el asilo político, pues impone una prohibición a los estados de asilar a los
delincuentes comunes, materia propia de los tratados que estipulan la extradición, más no de
la institución que estudiamos.
“Artículo 4º. La presente Convención, después de firmada será sometida a las ratificaciones de
los Estados signatarios. El Gobierno de Cuba queda encargado de enviar copias certificadas
auténticas a los Gobiernos para el referido fin de ratificación.
Esta actitud del gobierno de Estados Unidos se mantiene inalterable pues las convenciones de
Montevideo de 1933 y Caracas de 1954 no han sido firmadas por dicho país.
La única diferencia con el artículo que sustituye y que fue suscrito en La Habana en 1928 es
que en el presente Tratado exige un proceso previo para solicitar la entrega del delincuente
común refugiado en la Legación.
Principio básico de la institución que analizamos, puede confiarse la calificación del delito, al
Estado territorial, sería un derecho ilusorio, en la práctica. El fallo dado por la Corte en el
asunto de Víctor Raúl Haya de la Torre tuvo que confrontar el vacío de una disposición como
ésta, pues el tratado que estudiamos no estaba ratificado por el gobierno del Perú.
“Artículo 3º.- El asilo político por su carácter de institución humanitaria no está sujeto a
reciprocidades. Todos los hombres pueden estar bajo su protección, sea cual fuera su
nacionalidad, sin perjuicio de las obligaciones que en esta materia tenga contraídas el Estado a
que pertenezca; pero los Estados que no reconozcan el asilo político, sino con ciertas
limitaciones o modalidades, no podrán ejercerlo en el extranjero sino en la manera y dentro de
los límites con que lo hubieren reconocido”.
“Artículo 4º. Cuando se solicita el retiro de un agente diplomático a causa de las discusiones a
que hubiere dado lugar un caso de asilo político, el agente diplomático deberá ser
reemplazado por su gobierno sin que ello pueda determinar la interrupción de las relaciones
diplomáticas de los dos estados”.
“Artículo 6º. La presente convención entrará en vigor entre las altas partes contratantes de
acuerdo con sus procedimientos constitucionales. El Ministerio de Relaciones de la República
Oriental del Uruguay, queda encargado de enviar copias certificadas auténticas, a los
gobiernos para el referido fin. Los instrumentos de ratificación serán depositados en los
archivos de la Unión Panamericana en Washington que notificará dicho depósito a los
gobiernos signatarios; tal notificación valdrá como canje de ratificación”.
“Artículo 6º.- La presente convención entrará en vigor entre las altas partes contratantes de
acuerdo con sus procedimientos constitucionales. El Ministerio de Relaciones de la República
Oriental del Uruguay, queda encargado de enviar copias certificadas auténticas, a los
gobiernos para el referido fin. Los instrumentos de ratificación serán depositados en los
archivos de la Unión Panamericana en Washington que notificará dicho depósito de
ratificación”.
“Artículo 80. La presente Convención regirá indefinidamente pero podrá ser denunciada
mediante aviso anticipado de un año a la Unión Panamericana, que tramitará a los demás
gobiernos signatarios. Transcurrido este plazo, la Convención cesará sus efectos para el
denunciante, quedando subsistente para las demás altas partes contratantes”.
A pesar de que Costa Rica no firmó la citada convención, posteriormente se adhirió a ella en
1953, habiéndola ratificado la Asamblea el año siguiente.
Pensando en las incidencias a que dio lugar el ruidoso caso de asilo del ciudadano peruano
Víctor Raúl Haya de La Torre, llega uno a la conclusión, de que este caso, que nos da una
jurisdicción copiosa al respecto, sirvió para estructurar con una técnica jurídica casi perfecta la
Convención de asilo firmada en Caracas en 1954, año en que se le puso en libertad después de
cinco años de cautiverio diplomático. Parece que este caso sirvió como luz para llenar las
lagunas que tenían la Convenciones anteriores; pretexto para unos, razón para otros, de que la
Corte Internacional de Justicia no diera un fallo satisfactorio a la conciencia jurídica americana.
Pasamos, pues, a estudiar la Convención de Caracas, para que después del estudio del caso
Haya de la Torre, nos sea más comprensible. El texto de la Convención firmada en Caracas
sobre Asilo Diplomático, dice así:
En este artículo no define qué es Legación. Como vemos no sólo es como antiguamente se
entendía, la casa donde vivía el Embajador, sino también el edificio donde están instaladas las
oficinas de la Misión. La frase campamento que se repite indistintamente en las tres
Convenciones no se le encuentra explicado razonablemente en las condiciones ordinarias por
las que discurre el Derecho Internacional, pues esto presupone un ejército de tránsito o de
ocupación en otro Estado, situación anormal en las relaciones de los Estados. La práctica no
registra ninguna clase de asilo otorgado en un Campamento.
Artículo 2º.- Todo Estado tiene el deber de conceder asilo, pero no está obligado a otorgarlo ni
a declarar porque lo niega”.
Su fundamento está en los Derechos Humanos y la forma que la legislación y la doctrina lo han
dividido no son más que dos distintos aspectos de ejercitarse. En el primero, o sea en el
Diplomático, el perseguido político busca la Legación porque ella goza de extraterritorialidad;
es decir, es un territorio con inmunidad de jurisdicción del Estado, que injustamente, quizás, lo
persigue.
El Artículo 3º. De la Convención de Caracas dice así: “No es lícito conceder asilo a personas que
al tiempo de solicitarlo se encuentran inculpadas o procesadas en forma ante Tribunales
ordinarios competentes y por delitos comunes o estén condenados por tales delitos o por
dichos Tribunales, sin haber cumplido las penas respectivas; ni a los desertores de fuerzas de
tierra, mar y aire, salvo que los hechos que motivan las solicitud de asilo, revistan claramente
carácter político. Las personas comprendidas en el inciso anterior que de hecho penetraren en
lugar adecuado para servir de asilo deberán ser invitadas a retirarse, o, según el caso,
entregadas al Gobierno local, que no podrá juzgarlas por delitos políticos anteriores al
momento de la entrega”. El artículo anteriormente citado vuelve a insistir sobre un punto que,
como ya hemos dicho, es materia de extradición; pero afortunadamente lo hace en forma
restrictiva, pues dice que los delincuentes comunes tienen que estar procesados o condenados
y que los desertores que tengan un motivo político, gozan también del derecho de asilo. El
inciso segundo, emplea el procedimiento a seguir en caso de que el refugio de hecho se
ocupare por personas que no tienen ese derecho. Cualesquiera de los tratadistas que
combaten este derecho, con brillantez aparente, más de alguno, diría que la
extraterritorialidad no pasa de ser una ficción, pues en el presente caso el Estado Territorial no
está obligado a seguir el trámite ordinario de la extradición.
“El asilo no podrá ser concedido sino en caso de urgencia y por tiempo estrictamente
indispensable para que el asilado salga del país con las seguridades otorgadas por el Gobierno
del Estado Territorial, a fin de que no peligre su vida, su libertad o su integridad personal o,
para que se ponga de otra manera, en seguridad el asilo”. Art. 6º.- Se entienden como casos de
urgencia, entre otros, aquellos en que el individuo sea perseguido por personas o multitudes
que hayan escapado al control de las autoridades, o por las autoridades mismas, así como
cuando se encuentran en peligro de ser privado de su vida o de su libertad por razones de
persecución política o no pueda, sin riesgo, ponerse de otra manera en seguridad”. “Artículo
7º. Corresponde al Estado asilante apreciar si se trata de un caso de urgencia.
El artículo quinto concede el asilo político en forma restrictiva, es decir, únicamente en los
casos “de urgencia”.
Pero siendo el presente Tratado reflejo de la realidad política latinoamericana en que los
cuartelazos, los golpes de Estado y trastornos políticos son tan frecuentes y tan faltos de
juricidad, sería absurdo exigir que el delincuente político estuviera procesado para que el asilo
pudiera otorgarse. La mayor parte de nuestras persecuciones de índole jurídica no dejan jamás
huella en los Tribunales de Justicia, ni siquiera en las Cortes Marciales. De hecho se captura a
las personas inculpadas y se les destierra, sin acusarlas, nunca por la vía de justicia ordinaria.
Los presentes artículos incluyen también la persecución hecha por multitudes que escapan al
control de las autoridades, hecho harto frecuente en nuestras “Democracias” tropicales.
El artículo séptimo que otorga al Estado asilante el derecho de calificar la urgencia del caso, es
también una refutación a la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya, que, acusó a
Colombia de no cumplir la Convención de La Habana por haberse otorgado el asilo a Haya de
La Torre, en un caso que según la Corte no era de “urgencia”.
“El Agente Diplomático, Jefe de Navío de Guerra, Campamento o Aeronave Militar, después de
concedido el asilo, y a la mayor brevedad posible, lo comunicara al Ministerio de Relaciones
Exteriores del Estado Territorial o a la autoridad administrativa del lugar si el hecho hubiere
ocurrido fuera de la capital. Artículo 9º.- El funcionario asilante tomará en cuenta las
informaciones que el gobierno territorial le ofrezca para normar su criterio respecto a la
naturaleza del delito o de la exigencia de delitos comunes conexos; pero será respetada su
determinación de continuar el asilo en su forma diplomática, temporal y breve”.
“El hecho de que el gobierno del Estado Territorial no éste reconocido por el Estado asilante,
no impedirá la observancia de la presente Convención y ningún acto ejecutado en virtud de
ella implica reconocimiento”.
“El gobierno del Estado Territorial puede en cualquier momento exigir que el asilado sea
retirado del país, para lo cual deberá otorgar un salvoconducto y las garantías que prescribe el
artículo quinto. Artículo 12: Otorgado el asilo, el Estado asilante puede pedir la salida del
asilado para territorio extranjero, y el Estado Territorial está obligado a dar inmediatamente,
salvo caso de fuerza mayor, las garantías necesarias a que se refiere el artículo quinto y el
correspondiente salvoconducto.
Los dos artículos anteriores imponen obligaciones y derechos recíprocos para ambos Estados.
El primero, el del Estado Territorial que pide la salida de su enemigo; y el segundo que tiene
derecho a exigir que el asilado se le extienda un salvoconducto para ponerlo fuera del país
donde se le persigue.
El artículo trece dice así: “En los casos a que se refieren los artículos anteriores, el Estado
asilante puede exigir que las garantías sean dadas por escrito y tomar en cuenta, para la
rapidez del viaje, las condiciones reales de peligro que se presenten para la salida del asilado.
Al Estado asilante le corresponde el derecho de trasladar al asilado fuera del país. El Estado
Territorial puede señalar la ruta preferible para la salida del asilado, sin que ello implique
determinar el país de destino. Si el asilado se realiza a bordo de navío de guerra o aeronave
militar, la salida puede efectuarse en los mismos, pero cumpliendo previamente con el
requisito de obtener el respectivo salvoconducto”.
“Artículo 14.- No es imputable al Estado asilante la prolongación del asilo ocurrida por la
necesidad de obtener las informaciones indispensables para juzgar la procedencia del mismo,
o por circunstancias de hecho que pongan en peligro la seguridad del asilado durante el
trayecto a un país extranjero. Artículo 15.- Cuando para el traslado de un asilado a otro país,
fuere necesario atravesar el territorio de un Estado, parte en esta Convención, el tránsito será
autorizado por éste sin otro requisito que el de la exhibición, por vía diplomática, del
respectivo salvoconducto visado y con la constancia de la calidad del asilado otorgado por la
Misión Diplomática que acordó el asilo. En dicho tránsito, al asilado se le considerará bajo la
protección del Estado asilante. Artículo 16.- Los asilados no podrán ser desembarcados en
ningún punto del Estado territorial ni en lugar próximo a él, salvo por necesidades de
transporte”.
Los artículos anteriores establecen en una forma minuciosa y detallada el proceso por el cual el
asilo diplomático debe terminar y dar comienzo el otro asilo diplomático debe terminar y dar
comienzo el otro asilo territorial, que, como antes hemos expuesto, no son dos derechos
distintos sino que son fases del ejercicio de un único e indivisible derecho.
El artículo 17 de la Convención de Caracas, que comentamos dice así:
“Efectuada la salida del asilado, el Estado asilante no está obligado a radicarlo en su territorio;
pero no podrá devolverlo a su país de origen, sino cuando concurra voluntad expresa del
asilado. La circunstancia de que el Estado Territorial comunique al funcionario asilante su
intención de solicitar la posterior extradición del asilado, no perjudicará la aplicación de
dispositivo alguno de la presente Convención. En este caso, el asilado permanecerá radicado
en el territorio del Estado asilante, hasta tanto se reciba el pedido formal de extradición,
conforme con las normas jurídicas que rigen esa Institución en el Estado asilante. La vigencia
sobre el asilado no podrá extenderse por más de 30 días. Los gastos de este traslado y los de
radicación preventiva corresponden al Estado solicitante”.
El inciso primero del anterior artículo expresa en una forma clara nuestra tesis: el titular del
Derecho de Asilo es el ciudadano perseguido y no el Estado asilante, el citado inciso dice: “Que
el Estado asilante no está obligado a radicarlo en su territorio”, es decir, que en este caso la
extraterritorialidad de que goza la Embajada no es más que un medio para que los derechos
humanos proclamados en la carta de las Naciones Unidas (ONU) se cumplan y es el asilado a
quien le corresponden escoger el país en que se radicará.
El siguiente inciso es una especie de concesión que hace el asilo a la extradición, pues como
corresponde únicamente al agente diplomático hacer la calificación de la naturaleza del delito,
ésta (la extradición) no es posible efectuarla en Estado Territorial. La calificación hecha por el
agente diplomático, es obvio que no obliga a los funcionarios del Estado que él representa y
menos a los órganos de justicia de dicho país. Por esta razón, la solicitud de extradición formal
hay que enviarla al Estado asilante para que los órganos de justicia de éste tengan la decisión
final.
La extradición contemplada en este artículo está concedida en forma restrictiva, pues el plazo
que concede es únicamente de 30 días.
“Artículo 18.- El funcionario asilante no permitirá a los asilados practicar actos contrarios a la
tranquilidad pública, ni intervenir en la política interna del Estado Territorial”.
Jiménez de Asúa, conocido tratadista español, en cuyos escritos entrevemos una tendencia
ligeramente contraria a la Institución que estudiamos, dice que, las Embajadas en Madrid
durante la guerra civil española eran nidos de quintacolumnistas del Ejército de Franco,
constituyendo éste un verdadero abuso, razón por la cual se ha consignado la disposición
anteriormente transcrita, pues el asilo representa los derechos humanos en general, pero no
es una Institución de política electorera y militante.
En este artículo se expresan dos cosas: la primera es la preocupación porque el asilo continúe a
pesar que las relaciones entre los Estados estén rotas, pues como hemos visto éste no es un
Derecho Interestatal sino que un compromiso que tienen todos los Estados con la conciencia
jurídica universal de respetar los derechos humanos. También expresa que no son los Tratados
la fuente única y directa de esta Institución, sino la costumbre internacional que ha sido
interpretada en el Estado que comentamos.
“Artículo 20.- El asilo diplomático no estará sujeto a reciprocidad. Toda persona, sea cual fuere
su nacionalidad, puede estar bajo la protección del asilo”.
El inciso segundo deja una ligera duda, pues dice “toda persona sea cual fuere su nacionalidad,
puede…” en vez de decir DEBE, palabra con la cual expresaría la obligación de los Estados de
prestar el asilo a toda persona perseguida por motivos políticos tal como lo expresaron los
Estados firmantes de la Declaración Universal de Derechos Humanos, suscrita por las Naciones
Unidas, en diciembre de 1948. Los Estados Americanos que hayan ratificado dicha declaración
están obligados a cumplirla antes que la Convención de Caracas, la cual estipula en una forma
impropia el derecho que tienen los perseguidos políticos a que se les preste asilo y deja este
inconmovible derecho sujeto a una facultad potestativa de los Estados. Por eso es que las
delegaciones de Uruguay y Guatemala, hicieron reserva del artículo que estudiamos diciendo
que, en su concepto, todas las personas tienen derecho a que se les preste asilo sin condición
ni limitación de ninguna clase.
“Artículo 21.- La presente Convención queda abierta a la firma de los Estados miembros de la
Organización de los Estados Americanos y será ratificada por los Estados signatarios de
acuerdo con sus respectivos procedimientos constitucionales”.
“Artículo 22.- El instrumento original, cuyos textos en español, francés, inglés y portugués, son
igualmente auténticos, será depositado en la Unión Panamericana, la cual enviará copias
ratificadas a los gobiernos para los fines de su ratificación. Los instrumentos de ratificación
serán depositados en la Unión Panamericana y ésta notificara dicho depósito a los Gobiernos
signatarios”.
“Artículo 23.- La presente Convención entrará en vigor entre los Estados que la ratifiquen en el
orden en que depositen sus respectivas ratificaciones”.
“Artículo 24.- La presente Convención regirá indefinidamente pero podrá ser denunciada por
cualesquiera de los Estados signatarios mediante aviso anticipado de un año, transcurrido el
cual cesará en sus defectos para el denunciante, quedando subsistente para los demás Estados
signatarios. La denuncia será transmitida a la Unión Panamericana y ésta la comunicará a los
demás Estados signatarios”.
En 1871 fue derrocado el Presidente de El Salvador Lic. Don Francisco Dueñas, quien se refugió
en la Legación de los Estados Unidos. Fue perseguido por tropas del gobierno triunfante y se
exigió la entrega del asilado, al Ministro General Torbert.
Este con la anuencia del Licenciado Dueñas fue puesto a la orden del nuevo régimen, bajo
palabra de honor de que sería respetada su vida; pero aconteció, que en abril de 1872 se
presentaron serios cargos contra Dueñas, por desfalco de bienes, malversación de caudales
públicos, usurpación de autoridad, nepotismo y asesinato del ex-presidente Gerardo Barrios.
La legación americana, temerosa de que llevaran al patíbulo al ex-Presidente Dueñas, recordó
en nota formal, su compromiso al Gobierno, quien cumplió su promesa, el 22 de julio, el
prisionero Dueñas bajo custodia, fue embarcado en el Puerto de la Libertad con rumbo a
Panamá previa fianza hipotecaria de 50.000 pesos, obligándose a no volver al país en el
término de cuatro años.
En 1905 el Presidente Vilfur Guillaume que era muy odiado por su conducta despótica y cruel,
se asiló en la Legación de Francia, pero el pueblo exasperado no respetó la inviolabilidad
diplomática, penetró a la Legación, lo extrajo y lo mató en la calle.
En 1908 estalló una revolución en Haití, contra el Presidente general Nord Alexis, que fue
sofocada por el gobierno.
Los cabecillas se asilaron en varias misiones diplomáticas. El general Nord Alexis exigió
vehemente su entrega, pero las misiones diplomáticas se negaron, no obstantes que el
belicoso general amenazó hasta con la violencia. Fue tanta su cólera, que el 21 de mayo de
aquel año, el gobierno haitiano abolió el derecho de asilo; pero aconteció que no había
terminado el año, cuando hubo otra revuelta, la que sí derrocó al Presidente. Entonces se dio
el caso ridículo, por lo contradictorio, de que el mismo general quien por decreto, había
abolido el asilo, lo solicitó y lo obtuvo en la Legación de Francia.
Protección diplomática
Requisitos
Las dos formas de asilo se asemejan y se diferencian a la vez. Ambas poseen una base
esencialmente humanitaria, que viene a construir como lo habíamos dicho ya. Por lo tanto
podemos decir que ninguna de las dos formas diplomática y territorial se hace distinción de las
dos formas diplomática y territorial se hace alguna con respecto a las personas que se
encuentran necesitadas del beneficio de su amparo; es decir, que acoge de igual manera a
todos los hombres, entendiéndose como tales, tanto a los hombres y mujeres, sin tener en
cuenta edad, religión, etc.…. Esto solamente, nos viene a traer una idea del origen y sentido
eminentemente cristiano de esta institución.
JUSTIFICACION:
Este tema servirá de mucho para cuando seamos futuros profesionales y saber de derecho
internacional y la importancia e influencia que tienen sus diversos temas.
CONCLUSIONES
DESPUES DE LA INVESTIGACION REALIZADA SOBRE LA INTERVENCIÓN HUMANITARIA A LA LUZ
DEL DERECHO INTERNACIONAL Y EL ASILO POLÍTICO Y DIPLOMÁTICO Y PROTECCIÓN
DIPLOMÁTICA Y EL ASILO POLÍTICO TERRITORIAL COMO GRUPO HEMOS CONCLUIDO LO
SIGUIENTE:
Cabe destacar que la protección que brinda el recurso del asilo, no hace diferencia en
cuanto a ideologías, ni clases sociales, que soliciten su protección. En este sentido el
Asilo Diplomático se considera de amplio alcance.
En el caso de América Latina el derecho de asilo fue traído con la conquista misma, y
ante las injusticias sociales, económicas y políticas con que actuaron ciertos
mandatarios, obligaron a los pueblos a sublevarse contra el gobierno despótico y
opresor, lo que trajo consigo que al ser derrotado éste, tuvo la necesidad de proteger
su vida y la de su familia en un lugar seguro como lo son las Embajadas, y esto lo
vemos claramente en algunos países de la región centroamericana, hoy en día
convulsionada por esas injusticias sociales, por lo que la práctica del asilo hace que
tenga más vigencia y aceptación.
Blach.
Caso Lotus
Helfant Henry. La Doctrina Trujillo del asilo diplomático humanitario. Ed. Offset
Continente, S.A. México, S.A. México. (Pág.100) Asylia. Palabra árabe, que significa
protección.