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177. Esta etapa de la vida, en la que tradicionalmente se distingue la primera infancia o edad
preescolar de la niñez, se caracteriza, a los ojos de la fe y de la misma razón, por tener la gracia
de una vida que comienza, "de la cual brotan admirables posibilidades para la edificación de la
Iglesia y humanización de la sociedad", 577 y al mismo tiempo grandes necesidades a las que
hacer frente. El niño, hijo de Dios por el don del Bautismo, es considerado por Cristo miembro
privilegiado del Reino de Dios. 578
Por diversas razones, hoy, tal vez más que en otro tiempo, el niño necesita pleno respeto y
ayuda para su crecimiento humano y espiritual; también está necesitado de la catequesis, que
nunca debe faltar a los niños cristianos. En efecto, quienes les han dado la vida,
enriqueciéndola con el don del Bautismo, tienen el deber de seguir alimentándola
continuamente.
179. El ingreso en la escuela significa para el niño entrar a formar parte de una sociedad más
amplia que la familia, con la posibilidad de desarrollar mucho más sus capacidades
intelectuales, afectivas, y de comportamiento. En la escuela misma, frecuentemente, se
imparte una específica enseñanza religiosa.
Todo esto requiere que la catequesis y los catequistas lleven a cabo una colaboración
constante con los padres y también con los maestros, de acuerdo con las posibilidades de cada
lugar. 582 Recuerden los pastores que, cuando ayudan a padres y educadores a cumplir bien
su misión, se está edificando la Iglesia. Este trabajo, por otra parte, ofrece una gran
oportunidad para la catequesis de adultos. 583
180. Existen también, y en no pequeña medida, niños con graves carencias, en la medida en
que les falta un apoyo religioso familiar adecuado, o por no tener una verdadera familia, o por
no frecuentar la escuela, o por condiciones de inestabilidad social o de inadaptación, o por
otras causas ambientales. Muchos no están siquiera bautizados; otros no realizan el camino de
iniciación. Corresponde a la comunidad cristiana suplir, con generosidad, competencia y de
modo realista estas carencias, tratando de dialogar con las familias, proponiendo formas
apropiadas de educación escolar y llevando a cabo una catequesis proporcionada a las
posibilidades y necesidades concretas de esos niños.
181. En términos generales, se ha de observar que la crisis espiritual y cultural, que está
afectando al mundo, 587 tiene en las generaciones jóvenes sus primeras víctimas. También es
verdad que el esfuerzo por construir una sociedad mejor encuentra en los jóvenes sus mejores
esperanzas. Esto debe estimular cada vez más a la Iglesia a realizar con decisión y creatividad
el anuncio del Evangelio al mundo juvenil.
A ese respecto, la experiencia muestra que es útil para la catequesis distinguir en esas edades
entre preadolescencia, adolescencia y juventud, sirviéndose oportunamente de los resultados
de la investigación científica y de las condiciones de vida en los distintos países.
Respecto a las otras dos categorías, es necesario distinguir la adolescencia de la juventud, aun
sabiendo la dificultad de definir de modo claro su significado. De modo global, hablamos aquí
de aquella etapa de la vida que precede a la asunción de las responsabilidades propias del
adulto.
182. La Iglesia, que ve a los jóvenes como "la esperanza", los contempla hoy como "un gran
desafío para el futuro de la Iglesia". 589
Por otro lado, en numerosos jóvenes se descubre una fuerte e impetuosa tendencia a la
búsqueda de sentido de la vida, a la solidaridad, al compromiso social, e incluso a la misma
experiencia religiosa...
Ante todo, el servicio de la fe tiene que estar atento a las luces y las sombras de la condición
de la vida de los jóvenes, tal como se dan en las distintas regiones y ambientes.
Por eso no debe verse a los jóvenes sólo como objeto de la catequesis, sino como "sujetos
activos, protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social". 592
184. Por la amplitud de la tarea, corresponde ciertamente a los Directorios catequéticos de las
Iglesias particulares y de las Conferencias Episcopales nacionales y regionales especificar,
teniendo en cuenta las circunstancias, lo que conviene en cada lugar.
No se puede olvidar que resulta provechosa aquella catequesis que se puede llevar a
cabo al interior de una pastoral más amplia de preadolescentes, adolescentes y
jóvenes orientada al conjunto de problemas que afectan a sus vidas. A este fin la
catequesis debe integrar aspectos tales como el análisis de la situación, la atención a
las ciencias humanas y de la educación y la colaboración de los laicos y de los mismos
jóvenes.
Y son mediaciones útiles para una catequesis eficaz: Una acción de grupo bien
orientada, una pertenencia a asociaciones juveniles de carácter educativo, 594y un
acompañamiento personal del joven, en el que destaca la dirección espiritual.
185. Entre las diversas formas de catequesis de jóvenes, hay que prever, teniendo en cuenta
las situaciones, un catecumenado juvenil en edad escolar; una catequesis que complete y
culmine la iniciación cristiana; una catequesis sobre cuestiones específicas; así como
encuentros más o menos ocasionales e informales.
En general se ha de proponer a los jóvenes una catequesis con itinerarios nuevos, abiertos a la
sensibilidad y a los problemas de esta edad, que son de orden teológico, ético, histórico,
social... En particular, deben ocupar un puesto adecuado, la educación para la verdad y la
libertad según el Evangelio, la formación de la conciencia, la educación para el amor, el
planteamiento vocacional, el compromiso cristiano en la sociedad y la responsabilidad
misionera en el mundo. 595 Con todo hay que poner de relieve, que la evangelización
contemporánea de los jóvenes debe adoptar con frecuencia un carácter misionero más que el
estrictamente catecumenal. En realidad, la situación exige a menudo que la acción apostólica
con los jóvenes sea de índole humanizadora y misionera, como primer paso necesario para
que maduren unas disposiciones más favorables a la acción estrictamente catequética. Por
tanto, muchas veces en la realidad, será oportuno intensificar la acción precatecumenal al
interior de procesos educativos globales.
Una de las dificultades mayores a las que hay que enfrentarte y dar respuesta se refiere a la
diferencia de lenguaje (mentalidad, sensibilidad, gustos, estilo, vocabulario...) entre los jóvenes
y la Iglesia (catequesis y catequistas). Vale la pena por eso insistir en la necesidad de una
adaptación de la catequesis a los jóvenes, sabiendo traducir a su lenguaje "con paciencia y
buen sentido, sin traicionarlo, el mensaje de Jesucristo". 596
CAPITULO I
La adaptación al destinatario:
aspectos generales
167. Todo bautizado, por estar llamado por Dios a la madurez de la fe, tiene
necesidad y, por lo mismo, derecho a una catequesis adecuada. Por ello, la Iglesia
tiene el deber primario de darle respuesta de forma conveniente y satisfactoria. En
este sentido hay que recordar, ante todo, que el destinatario del Evangelio es "el
hombre concreto, histórico", 551 enraizado en una situación dada e influido por
unas determinadas condiciones psicológicos, sociales, culturales y religiosos, sea
consciente o no de ello. 552
168. La atención a cada una de las personas no debe hacer olvidar, sin embargo,
que la catequesis tiene como destinatario a la comunidad cristiana en cuanto tal y a
cada uno de sus miembros en particular. Si, en realidad, la catequesis recibe
legitimidad y fuerza de la vida de la Iglesia, es también verdad que "el crecimiento
interior de la Iglesia, su correspondencia con el designio de Dios, dependen
esencialmente de la catequesis". 555
CAPITULO II
Observaciones generales
171. La catequesis según las diferentes edades es una exigencia esencial para la
comunidad cristiana. Por una parte, en efecto, la fe está presente en el desarrollo
de la persona; por otra, cada etapa de la vida está expuesta al desafío de la
descristianización y, sobre todo, debe construirse con las tareas siempre nuevas de
la vocación cristiana.
Por esto es indispensable tener en cuenta todos los aspectos tanto los
antropológico-evolutivos como los teológico-pastorales, que entran en juego
sirviéndose también de las aportaciones actuales de las ciencias humanas y
pedagógicas en lo que conciernen a cada una de las edades.
Asimismo habrá que procurar que se integren con acierto las diversas etapas del
camino de la fe, procurando de modo particular que la catequesis de infancia
encuentre armónico complemento en las etapas posteriores.
175. Para que la catequesis de adultos pueda responder a las necesidades más
profundas de nuestro tiempo, debe proponer la fe cristiana en su integridad,
autenticidad y sistematicidad, de acuerdo con la comprensión que de ella tiene la
Iglesia, poniendo en un primer plano el anuncio de la salvación; iluminando con su
luz las dificultades, obscuridades, falsas interpretaciones, prejuicios y objeciones
hoy presentes; mostrando las implicaciones y exigencias morales y espirituales del
mensaje; introduciendo a la lectura creyente de la Sagrada Escritura y a la práctica
de la oración. El Catecismo de la Iglesia Católica presta un servicio fundamental a
la catequesis de adultos y -en relación a él- los Catecismos de adultos de cada
Iglesia particular.