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EL CAMBIO PSÍQUICO SEGÚN LA TEORIA DE MELANIE KLEIN

Ps. Sandra García Onell

El objetivo de este trabajo es presentar algunas ideas que permitan reflexionar sobre los
aportes de Melanie Klein a la teoría del cambio psíquico y que posibiliten una
comprensión de cómo éste puede realizarse según los descubrimientos de la autora respecto
al funcionamiento del mundo interno.

Con este fin presentaré primero los planteamientos de Melanie Klein sobre la formación y
características del mundo interno y luego los elementos que se pueden desprender de su
teoría que hacen posible pensar que el cambio psíquico puede ser logrado a través de un
trabajo psicoanalítico.

I. Factores que interactúan en la formación y Desarrollo del mundo interno y


Características generales de su Funcionamiento:

La autora plantea que los factores involucrados en el desarrollo de la psique son de diverso
origen, son interdependientes unos de otros y fruto de su influencia recíproca y de su
constante interacción, la mente se desarrolla. Este desarrollo puede acercarse o alejarse de
la normalidad, dependiendo de las características que presenten estas diversas variables en
cada individuo. Si bien Klein recalca que es muy difícil aislar unos factores de otros, los
presentaré de manera separada con el único objetivo de realizar una exposición teórica más
clara:

1. Factores Constitucionales:

La cualidad de estos factores varía de una persona a otra y es de vital importancia porque,
desde el nacimiento en adelante, determinan en gran medida el crecimiento mental. Al
hablar de factores innatos Klein se está refiriendo principalmente a los siguientes aspectos:

1.1. Pulsiones:

Klein, aceptando los planteamientos freudianos, postula que en todo individuo existe una
lucha, de origen constitucional, entre una tendencia a la vida y la integración y una
tendencia a la muerte y desintegración. En su modelo estas pulsiones de amor y de odio
originan el conflicto psíquico y el crecimiento mental, no sólo en el desarrollo temprano,
sino durante toda la vida (Klein, 1963 a). Además, la polaridad instintiva es la que
promueve distintos procesos psicológicos que buscan hacer frente a este conflicto
fundamental.

Con el tiempo, Klein va profundizando en los planteamientos freudianos y entiende cada


vez más el desarrollo mental y todo el funcionamiento psíquico, como una consecuencia de
la interacción entre ambas pulsiones. Dice: “Si con todo la concepción de Freud de los dos
instintos es llevada a su conclusión última, se verá que la interacción de ambos gobiernan
toda la vida mental” (Klein, 1958, pág. 250).

Asimismo, va introduciendo paulatinamente ciertas modificaciones. Por ejemplo, según ella


es el yo y no el organismo quien desvía en instinto de muerte hacia el exterior porque la
presencia de este es sentida como una amenaza para la vida. De este modo, en el modelo de
Klein, el yo existe desde el nacimiento y es el encargado, desde los primeros momentos del
desarrollo, de la tarea de movilizar líbido para defenderse del instinto de muerte. Este ‘yo
temprano´, concepto introducido por Klein es el representante del instinto de vida y es
puesto en acción por él.

Uno de los primeros mecanismos empleados por este yo temprano para ‘defender la vida’
es la proyección, tanto del instinto de vida como del instinto de muerte sobre los objetos
externos. Paralelamente a la proyección actúa otro mecanismo de vital importancia, cual es
la introyección, por intermedio de la cual ambos objetos (formados por la proyección) el
‘pecho bueno’ y el ‘pecho malo’ (en primera instancia) pasan a formar parte del mundo
interno del bebé (Klein, 1958).

La autora dice que tras esto los instintos pasan a actuar bajo la forma de objetos dentro del
yo. En sus palabras: “En esta forma la imagen del objeto, externa e internalizada se
distorsiona en la mente del lactante por sus fantasías, ligadas a la proyección de sus
pulsiones sobre el objeto” (Klein, 1952c, pág. 72).

Los objetos buenos corresponden a la proyección de los impulsos libidinales y se refuerzan


con las experiencias de gratificación, el malo, surge de los impulsos destructivos en
combinación con las experiencias displacenteras (Klein, 1958).

Esta autora relaciona el desarrollo normal con el predominio de los objetos buenos en el
mundo interno. Señala: “El objeto internalizado bueno forma el núcleo del yo, alrededor del
cual éste se expande y desarrolla. Cuando el yo es asistido por el objeto bueno internalizado
se encuentra más capacitado para dominar la ansiedad y preservar la vida, ligando con
líbido algunas partes del instinto de muerte que operan dentro de si” (Klein, 1958, pág.
244).

La fuerza de las pulsiones se traduce así, en mayor o menor capacidad para el amor, la
integración y el desarrollo normal.

1.2. Ansiedad:

Otro elemento constitucional que influye en el desarrollo del mundo interno es el monto de
ansiedad que siente el bebé desde el comienzo de la vida. La ansiedad está en íntima
relación con la intensidad relativa de las pulsiones.

Klein señala que la ansiedad surge de la polaridad instintiva y que en último término, es
provocada por el peligro que amenaza al organismo por la presencia del instinto de muerte
es su interior. Dice: “Pienso también que si suponemos la existencia de un instinto de
muerte también debemos suponer que en las capas más profundas de la mente hay una
reacción a este instinto en la forma de temor a la aniquilación de la vida. Así, a mi entender,
el peligro que surge del trabajo interno del instinto de muerte es la primera causa de
ansiedad” (Klein, 1948, pág. 38).

Es necesario aclarar que Klein enfatiza que es el instinto de muerte en su interacción con lo
libidinal, lo que origina la ansiedad. Dice: “... es por consiguiente la interacción entre
agresión y libido – en última instancia tanto la fusión como la polaridad de los dos instintos
lo que causa la ansiedad y la culpa” (Klein, 1948, pág. 51).

Mientras mayor sea el impulso de muerte en relación con lo libidinal, existe mayor
ansiedad. Además, así como para Klein es inevitable el conflicto psíquico por la lucha entre
los dos instintos es también inevitable y consecuencia de lo anterior, el surgimiento de la
ansiedad. Plantea, no obstante, que un monto moderado de ansiedad promueve el desarrollo
de la mente. Sólo cuando la ansiedad es excesiva tiene un efecto patologizante sobre el
funcionamiento mental, interfiriendo el desarrollo del yo y de las relaciones objetales.

1.3. Fuerza del Yo Temprano:

Otro elemento innato que incide en el curso del desarrollo es la ‘Capacidad del yo para
soportar la ansiedad’ (Klein, 1952 a). Un yo mejor dotado es un yo fuerte, cohesionado y
con mayor tendencia a la integración.

Para entender estas características atribuidas al yo es importante referirse a la idea de Klein


de que existe un ‘yo temprano’ que actúa desde el comienzo de la vida y que puede efectuar
diversas funciones. Dentro de estas la principal es la de hacer frente a la ansiedad. Este yo
temprano es rudimentario, pese a lo cual, movilizado por la libido es capaz de emplear
algunos mecanismos defensivos (Klein, 1952b).

Entre las primeras defensas se encuentran los mecanismos ya mencionados de proyección e


introyección. Otro mecanismo al que recurre el yo es la disociación (o escisión, términos
que Klein utiliza indistintamente) de los objetos internos y externos en buenos y malos. Ella
señala: “Como suponemos, el yo temprano escinde en forma activa al objeto y a su relación
con él, lo que puede implicar cierta escisión activa del yo mismo. De cualquier modo el
resultado de la escisión es una dispersión del impulso destructivo, que es sentido como la
fuente de peligro” (Klein, 1946, pág. 14).

La disociación además de ser una defensa del yo, se relaciona con su falta de integración en
los primeros momentos de la vida.

Junto a esta tendencia a la escisión, el yo demuestra una tendencia innata a la integración y


la organización. Klein comenta en relación al yo que “ ... una tendencia a la integración
alterna con una tendencia a desintegrarse, a hacerse pedazos” (Klein, 1946, pág. 13).

Otra de las características atribuidas por la autora al yo temprano es su capacidad de crear


fantasías inconscientes. Estas, desde la perspectiva de la autora, son el corolario mental de
los instintos de vida y muerte y existen, asimismo, desde el nacimiento. Plantea que no hay
impulso, deseo o actividad mental que no se enlace a determinadas fantasías inconscientes
(Klein, 1959).

Además señala que existe un poderoso impulso que tiende a ligar las fantasías a diversos
objetos. Estos objetos se convierten en símbolos y proporcionan un escape para las
emociones del bebé ya que este vuelca en ellos sus emociones y conflictos. Los símbolos
representan primero objetos parciales y luego de unos pocos meses predominantemente
objetos totales (Klein, 1963 a).

De este modo, el yo tiene la capacidad de establecer relaciones objetales desde el inicio de


la vida, tanto con objetos externos como internos. La autora expresa: “Mi utilización del
término ‘relaciones de objeto’ se fundamenta sobre mi afirmación de que el bebé tiene,
desde el principio de su vida posnatal, una relación con su madre ... relación impregnada de
los elementos básicos de una relación objetal: amor, odio, fantasías, angustia y defensas”
(Klein, 1952c, pág. 58).

Todos los mecanismos descritos son utilizados de alguna forma por el yo para disminuir la
ansiedad. Sin embargo, si logra o no tener éxito depende finalmente de la cantidad de
ansiedad que experimenta y de su fortaleza innata. Esto obviamente también se relaciona
con la interacción entre ambos instintos (Klein, 1952b).

La predisposición constitucional para el desarrollo normal o anormal de la mente se


concretará en la interacción con los factores externos, bajo la forma de series
complementarias entre lo innato y la experiencia con la realidad.

2. Factores Externos:

Klein dice: “ ... desde el comienzo de la vida posnatal, y en cada estadio del desarrollo, los
factores externos afectan su evolución” (Klein, 1952d, pág. 103). Así, las situaciones de
vida del bebé desde el nacimiento afectan el curso de su desarrollo.

La primera situación (sin considerar el estado intrauterino) que afecta al niño es el trauma
del nacimiento y la pérdida de la situación intrauterina (Klein, 1952d). El grado de
dificultad que presente el parto genera mayor o menor ansiedad en el niño (Klein, 1957). Se
suma al temor provocado por el nacimiento, la necesidad de tener que adaptarse a
situaciones externas totalmente nuevas. Frente a esta incierta realidad, el bebé se siente y es
físicamente muy dependiente y frágil, lo que aumenta su ansiedad.

En esta precaria situación, la relación con la madre es de fundamental importancia para el


niño. Klein piensa que la madre debe aliviar lo más posible sus dolorosos sentimientos
dándole calor, ayuda y bienestar, que permitan templar sus sentimientos de desesperación.
Las gratificaciones que la madre le provee van compensando, de alguna forma, la pérdida
del estado intrauterino y todos los pesares de su nueva condición (Klein, 1952b).
La relación con la madre se centra, originalmente, en las experiencias de alimentación y,
por tanto, con el pecho de ella, que es el objeto que lo gratifica y tranquiliza o priva y
frustra (Klein, 1952c).

En la relación con la madre además de la experiencia concreta de la lactancia es


fundamental la relación afectiva entre ambos, en términos de cercanía y preocupación de la
madre por su hijo. Klein plantea que para disminuir la ansiedad del bebé y promover un
estado de seguridad en él, el objeto externo debe atender sus necesidades, tratarlo con
cariño y tener un contacto físico estrecho mientras lo alimenta (Klein, 1952c).

Estas experiencias de gratificación y amor además de ayudarlo a ir superando la añoranza


de un estadio anterior perdido y aliviar su ansiedad, fortalecen su confianza en un objeto
bueno. Por el contrario, la frustración excesiva, la falta de cuidados y momentos
placenteros tienden a aumentar su ansiedad y sus fantasías de objetos malos (Klein, 1952c).
La autora concluye, (lo que es importante recalcar ya que se le ha criticado bastante de no
considerar suficientemente la realidad en la cual crece cada sujeto): “Desde que sabemos
más sobre la naturaleza y contenido de sus primeras ansiedades y el interjuego constante
entre sus experiencias reales y su vida de fantasía, podemos comprender plenamente por
qué el factor externo es tan importante” (Klein, 1952d, pág. 107).

Para ayudar al niño a que vayan prevaleciendo las experiencias buenas, la autora plantea
que es importante que el objeto externo busque evitar frustraciones innecesarias ya que la
frustración excesiva incrementa las pulsiones agresivas y el odio, lo que trae serias
dificultades para el desarrollo (Klein, 1936). Por lo tanto, esta autora le da gran relevancia
al tipo de vínculo que establezca la madre con su hijo.

Además, Klein plantea que no sólo son importantes los cuidados y gratificaciones concretas
que le brinde la madre a su bebé sino también es de vital importancia la actitud inconsciente
que tenga hacia él (Klein, 1936). Dentro de esta actitud recalca la capacidad de la madre de
transmitir amor, paciencia y comprensión de la mente del niño. Destaca el respeto a sus
necesidades, su propio ritmo de crecimiento y sus características individuales. En otras
palabras, el poder considerar al niño como un ser distinto, como un individuo separado que
se debe acoger y respetar y no como una extensión de sí misma (Klein, 1936).

El bebé percibe esta disposición y la actitud que él perciba incrementa o disminuye su


ansiedad y según Klein deja profundas huellas en su mente desde los primeros días de la
vida (Klein, 1957).

La autora relaciona la disposición de la madre con las experiencias y ansiedades que ella
sufrió siendo pequeña. Da especial importancia al curso que siguieron sus ansiedades
primitivas, ya que éstas se reviven ahora en su rol de madre (Klein, 1937).

Además de la relación con la madre, gradualmente van adquiriendo importancia otras


relaciones, especialmente la relación con el padre y secundariamente con los hermanos. Es
importante ver si predominan sentimientos de complicidad y unión o rivalidad y celos.
También Klein da importancia al tipo de vínculo que existe entre la pareja parental. Buenas
relaciones entre ellos y de ellos con el niño aumentan su gratificación y lo ayudan a refutar
sus ansiedades y fantasías sádicas hacia ellos, lo que favorece la elaboración de sus
primeras ansiedades (Klein, 1932k).

Klein postula que existen otros hechos externos que pueden afectar profundamente el
desarrollo del niño. Alude a sucesos tales como la muerte de un ser querido, el viaje de un
miembro de la familia, la enfermedad de uno de ellos, una situación nacional o social
conflictiva, etc. Ella plantea que lo fundamental radica en la forma en que el niño
experimenta estas situaciones, cómo las elabora y cómo las enlaza con determinadas
fantasías inconscientes (Klein, 1932k).

Formula que es la realidad externa donde el niño contrasta sus fantasías y ciertos sucesos de
la realidad, pueden ser percibidos por él como fruto de sus propios deseos y fantasías,
debido a la omnipotencia de la mente infantil. Al incorporarse las experiencias de esta
manera, se ven incrementadas la ansiedad y la culpa del pequeño. En los casos en que el
niño es expuesto a situaciones traumáticas, la realidad externa, en vez de refutar sus
angustias y temores, corrobora sus fantasías sádicas omnipotentes aumentando sus
ansiedades e interfiriendo en la normal elaboración de las mismas.

3. Interacción entre factores internos y externos:

Klein plantea que no se puede establecer una clara diferenciación entre la realidad interna y
la externa. Esto se debe en parte a que la realidad es experimentada siempre a la luz de las
propias características del mundo interno.

Así, desde el principio de la vida interactúan y se refuerzan las ansiedades provocadas por
conflictos intrapsíquicos y por experiencias externas.

Según Klein: “ ... toda disminución en la cantidad o intensidad de estímulos dolorosos, o


bien todo incremento en la capacidad de adaptarse a ellos, ayudará a disminuir la fuerza de
las fantasías de naturaleza terrorífica. A su vez, la disminución de estas fantasías permitirá
que el niño progrese en su adaptación a la realidad, lo que a su vez disminuirá aún más las
fantasías atemorizantes” (Klein, 1936, pág. 298).

Pese a que, en términos generales, Klein habla de la interacción de estos factores, se refiere
también a la mayor influencia que a su juicio tienen los aspectos internos en el curso que
adquiere el desarrollo. No pocas veces plantea que los factores externos solo pueden
disminuir los conflictos del niño dentro de un cierto margen. Piensa que para que el mundo
externo pueda aminorar la ansiedad la carga constitucional no debe ser extremadamente
conflictiva. Así, en ciertos casos, el peso del factor constitucional es tal que lo externo es
insuficiente (por más buena que sea la calidad de la madre y los demás objetos del niño)
para contrarrestar el monto pulsional agresivo y la angustia que conlleva (Klein, 1940).

También se refiere a casos en los cuales la capacidad innata para el amor y la integración es
tal que circunstancias de vida muy traumáticas no logran frenar el desarrollo normal de la
mente (Klein, 1960b).
Además, la autora plantea que un niño con excesiva ansiedad, provoca un aumento en la
ansiedad de su madre, debido a la profunda conexión que existe entre el inconsciente de
ambos. Dice: “... un bebé que tiene dificultades de tipo alimentario puede despertar
ansiedad y culpa en su madre, y ejercer así una influencia desfavorable sobre la relación
que ella tiene con él” (Klein, 1963b, pág. 319). Dada esta situación, la madre es muy
probable que se vuelva menos capaz de satisfacer las necesidades de alivio del pequeño. De
esta manera el factor innato estaría afectando la calidad del externo.

En síntesis, respecto a las series complementarias se podría decir que esta autora ve una
limitación a la capacidad del ambiente para contener las ansiedades del niño cuando éstas
son extremas por una constitución desfavorable. En todos los demás casos, la interacción
entre el mundo interno y el ambiente es muy estrecha pudiendo siempre el objeto que cuida
al niño poner en acción su capacidad o incapacidad para contrarrestar sus angustias, lo que
finalmente se traducirá en un mundo interno más o menos cercano a la normalidad o
integración.

II. Características generales del mundo interno:

En este punto me referiré básicamente a cómo la autora entiende el funcionamiento del


mundo interno.

Klein en su concepción de la mente se basa en los principales postulados de Freud:


Entiende que existe una parte conciente y una inconsciente en la psique y que ésta puede
ser dividida, con propósitos teóricos en tres instancias psíquicas: ello, yo y superyó. El ello
es entendido por Klein, al igual que Freud, como el reservorio de los instintos. El yo, como
ya señalé existe según ella desde el nacimiento y se desarrolla en estrecha conexión con la
introyección de objetos y con el superyó (Klein, 1952b).

El superyó para la autora surge como consecuencia de la polaridad instintiva y su desarrollo


sienta sus bases en los primeros momentos de la vida. Plantea que debido al conflicto
dentro del yo, éste disocia una parte de sí mismo y proyecta parte del instinto de muerte
dentro de esta porción. Como resultado de lo anterior una parte del yo viene a estar en
oposición con respecto al resto de él y forma la base del superyó (Klein, 1959).

De este modo, el superyó contiene impulsos destructivos que de esta manera quedan
ligados. También son desviados hacia él cierta cantidad de impulsos libidinales y parte de
los objetos buenos y malos. Así, en sus primeros momentos, el superyó está constituido
principalmente por aspectos destructivos que tienden a provocar ansiedad y persecución en
el yo. Sin embargo, también contiene aspectos libidinales desde sus inicios y objetos
buenos orientados a la protección del yo (Klein, 1958).

En esta concepción, el yo y el superyó evolucionan paralelamente mediante los procesos de


proyección e introyección (Klein, 1958). Klein no es clara en precisar, cuáles objetos
introyectados constituyen el yo y cuáles el superyó. Se limita a postular que ambos están
constituidos por objetos internos del individuo y que se desarrollan en estrecha conexión
(Klein, 1958).
Su particular enfoque sobre el psiquismo la lleva a plantear una nueva forma de
comprender la formación y funcionamiento de la mente o más bien del ‘mundo interno’,
concepto que ella misma introduce. En síntesis, este último se forma a partir de los
procesos tempranos de proyección e introyección, por medio de los cuales las pulsiones se
adhieren a los objetos externos. Por la introyección, estos objetos, pasan a formar parte del
mundo interno. El bebé así se relaciona con objetos tanto externos como internos desde el
comienzo de la vida.

Todo lo anterior sucede en la fantasía del bebé ya que para Klein todos los procesos
mentales son enlazados a fantasías inconscientes. Dice: “Las fantasías inconscientes
acompañan todas las actividades; nuestra mente, nuestros hábitos y nuestros enfoques se
han ido constituyendo a partir de las más tempranas fantasías y emociones infantiles y
nunca dejan de desempeñar un papel importante en la vida mental” (Klein, 1959, pág. 255).

Pese a que la fantasía inconsciente es una inferencia y por tanto no puede ser vista ni
manipulada, pudiendo observarse solamente sus derivados, Isaacs (basándose en Klein)
postula que sus efectos son reales y determinantes en el funcionamiento y accionar de todo
individuo. Dice: “Es una verdad fundamental y tiene efectos reales no sólo en el mundo
interno de la mente, sino también en el mundo externo del desarrollo corporal y conducta
del sujeto y por lo tanto de las mentes y cuerpos de otras personas” (Isaacs, 1962, pág. 99).

Klein describe el mundo interno de la siguiente manera: “... el niño al incorporar a sus
padres los siente como personas vivas dentro de su cuerpo, del modo concreto en que él
experimenta estas fantasías inconscientes ... así se edifica un mundo interno en la mente
inconsciente del niño, correspondiendo a las experiencias reales y a las experiencias del
mundo externo, aunque alterado por sus propias fantasías e impulsos” (Klein, 1940, pág.
348).

Este mundo interno consiste, entonces, en una gran cantidad de objetos dentro del yo, los
cuales corresponden a diferentes aspectos buenos y malos en que los padres (y otras
personas) aparecen en el inconsciente del niño. Este conjunto de objetos internalizados se
va organizando, junto a la organización del yo, y en los más altos estratos de la mente llega
a formar el superyó (Klein, 1940).

La autora señala que el hecho de que los objetos internos no sean accesibles a la
observación del niño y no puedan ser verificados por los medios de percepción de que
dispone en relación con el mundo externo, tiene una gran importancia en la naturaleza
fantaseada de su mundo interno (Klein, 1940).

Estos objetos amados y odiados, sentidos como buenos y malos están interrelacionados los
unos con los otros y con el sujeto, es decir, constituyen un mundo interno (Klein, 1940). La
autora señala que cuando el niño “ ... siente que contiene objetos buenos experimenta
confianza y seguridad. Si los objetos que contiene son malos, experimenta sospecha y
persecución” (Klein, 1952b, pág. 68).
Para Klein el modo en que se dan estas relaciones entre los objetos internos determina el
funcionamiento psíquico del individuo, el cual depende en gran medida de las
características de las primeras relaciones objetales. Los objetos y el tipo de relación entre
estos van variando a lo largo del desarrollo. Esto es lo que la autora describe a través de su
teoría de las posiciones.

De esta manera cada individuo atraviesa a lo largo de su vida y luego mantiene una
oscilación constante de acuerdo a las características de las situaciones que enfrente entre la
posición esquizo paranoide y la posición depresiva. Este tema no lo voy a profundizar en
este trabajo. Solamente es necesario mencionar que cada posición se constituye a partir del
entrelazamiento de un tipo de ansiedad predominante, ciertos mecanismos de defensa para
hacerle frente y finalmente un tipo determinado de relaciones objetales (Klein, 1946).

III. Características de la Mente descritas por Klein que permiten pensar en la


posibilidad de cambio psíquico a través del psicoanálisis:

Me referiré al psicoanálisis, sin embargo pienso que esto se extiende perfectamente a


psicoterapias de orientación analítica.

En primer lugar, cabe destacar que Klein plantea que el desarrollo del mundo interno
depende en última instancia del nivel de ansiedad que el yo experimenta. De esta manera en
la medida en que la ansiedad es menor o se ve reducida evoluciona naturalmente la vida de
fantasía y el simbolismo (Klein, 1929 a).

La autora plantea que la mente tiende al desarrollo y que si se pueden ir aminorando los
obstáculos que lo han impedido, el mundo interno evoluciona hacia un funcionamiento más
adecuado. En relación a esto Strachey señala que si se pudiera abrir una brecha en el circulo
vicioso (que caracteriza a las distintas patologías) el desarrollo se restablecería
espontáneamente (Strachey, 1934).

Estos postulados tienen relación con los planteamientos de Klein sobre el desarrollo
psíquico temprano en el cual se va avanzando desde un primer momento de desintegración
a niveles cada vez mayores de integración. Además todos los sujetos presentan permanentes
oscilaciones entre estados más Depresivos y otros más Esquizo paranoides.

Dado estos aspectos generales del desarrollo mental en el modelo de Klein, analizaré a
continuación, ciertas características de la mente que permiten la intervención terapéutica y
la progresiva integración del mundo interno a través de ésta.

1. Transferencia y Fantasía Inconciente:

El concepto de transferencia es fundamental en el modelo de Klein en cuanto a la


consecución del cambio psíquico. Según el modelo de la autora el cambio psíquico se da en
el nivel de las fantasías inconscientes, es decir, son estas las que se van modificando para
lograr un funcionamiento “más sano”. Sin embargo, la fantasía inconsciente es una
inferencia teórica, es una hipótesis y nunca puede ser observada como tal (Isaacs, 1962).
Klein plantea que solo se ven derivados de las fantasías. Pese a su carácter de hipótesis, la
autora plantea que la fantasía está presente y subyace a toda actividad y relación humana.

Sin embargo, Klein plantea que en la relación que el paciente establece con el analista, se
puede acceder a las fantasías inconscientes del primero, ya que estas determinan las
características de esta relación. La situación analítica privilegia la observación de los
derivados de la fantasía inconsciente. A través de la transferencia, el analista puede inferir y
rastrear las fantasías inconscientes del analizado (Klein, 1955 a).

Así, por medio de la transferencia, el analista puede tomar contacto de alguna forma con el
acontecer más profundo del psiquismo del paciente y esto mismo le brinda alguna
posibilidad de modificarlo. Dada esta relevancia revisaré las principales ideas de Klein en
cuanto al fenómeno transferencial, poniendo el acento en su origen y en su relación con la
fantasía inconsciente y con el cambio psíquico.

Klein formula importantes planteamientos sobre la transferencia, basándose en el análisis


de niños y en la observación de sus juegos, especialmente de lo que ella denominó
“personificación de roles”, que consiste en atribuir a distintos personajes características del
propio mundo interno (Klein, 1929 a). Así, plantea que la transferencia se basa en el mismo
mecanismo que subyace a la personificación. Dice: “Tengo que señalar ahora el significado
de este mecanismo en la vida mental de los adultos. Llegué a la conclusión de que es la
base de un fenómeno de grande y universal significado, esencial para el trabajo analítico,
tanto en niños como en adultos, a saber, la transferencia” (Klein, 1929 a, pág. 213).

La transferencia se basa, por tanto, en la tendencia de la mente a proyectar en el mundo


externo, lo que ocurre en el interior (Klein, 1927 a). La autora piensa que lo que se
representa son distintas partes de la mente: el ello y el superyó en sus diversos aspectos.
Así, mediante un desplazamiento hacia el mundo exterior, el conflicto queda externalizado,
transformando el conflicto interno en un conflicto externo (Klein, 1929 a).

Esta externalización es una forma mediante la cual, el yo busca proporcionar una descarga a
las fantasías, realizar y satisfacer deseos, lograr mejores relaciones entre los distintos
aspectos de sí mismo, elaborar los conflictos y en último término, reducir la ansiedad. Klein
dice: “El conflicto intrapsíquico se hace así menos violento y puede ser desplazado al
mundo externo. El placer así obtenido se incrementa cuando el yo descubre que este
desplazamiento hacia el mundo externo le proporciona diversas pruebas reales de que los
procesos psíquicos, con su catexia de ansiedad y culpa, pueden tener un resultado favorable
y puede reducirse la ansiedad” (Klein, 1929 a).

En síntesis, se basa en la tendencia a externalizar el conflicto intrapsíquico ocasionado por


la diversidad de objetos internos (muchas veces opuestos y contradictorios) o, en último
análisis, por la polaridad instintiva. Esta tendencia se ve promovida porque produce una
reducción de ansiedad. Así, sea cual sea la conflictiva interna, cada persona la transferirá al
mundo exterior (Klein, 1929 a).
En cuanto a la temática de qué es lo que se transfiere ya he mencionado que según esta
teoría son objetos internos, los que crea la mente producto de los mecanismos de
proyección e introyección, que permiten formar los objetos internos (de satisfacción y de
frustración) que son símbolos de los objetos reales y que pasan a formar parte de las
fantasías profundas. En el pensamiento kleiniano la capacidad de formar estos símbolos
corresponde por un lado, a la capacidad innata de la mente de fantasear y, por otro lado, a
una forma de defenderse de la ansiedad.

En cuanto a las tendencia de la mente a crear fantasías y símbolos, debido al impacto de la


ansiedad, Klein plantea: “Todos estos procesos están ligados a la tendencia del bebé a la
formación de símbolos y forman parte de su fantasía inconsciente. Frente al impacto de la
ansiedad, la frustración y su escasa capacidad para expresar lo que siente hacia sus objetos
amados, se ve obligado a transferir sus emociones y ansiedades a los objetos que lo rodean,
comenzando por partes de su propio cuerpo y también partes del cuerpo de la madre”
(Klein, 1963 a, pág. 282).

Etchegoyen destaca que el simbolismo pasa a ser para Klein el fundamento de la vida de
fantasía, y sobre él se estructura la relación del sujeto con la realidad. Plantea que si el
proceso de formación de símbolos se desarrolla normalmente (hecho supeditado a un nivel
moderado de ansiedad), el yo se enriquece, se expande la vida de fantasía y se van
diversificando los contactos con la realidad. Si no ocurre así, la relación con la realidad se
interrumpe y queda paralizado el desarrollo (Etchegoyen, 1984).

El contacto simbólico con el mundo, lleva a Klein a plantear que se transfieren


características de los objetos internos, no solo de una persona a otra, sino también hacia
distintas actividades, intereses y sublimaciones. Así, en la teoría de esta autora, el sujeto
proyecta sus objetos internos, junto a las emociones correspondientes, a diversas
actividades y personas (Klein, 1955 a).

En el contexto de las relaciones objetales tempranas transferidas, Klein enfatiza el vínculo


con la madre, primer objeto del niño y base de la transferencia, ya que en su modelo la
relación madre – hijo es el prototipo de la relación objetal interna y externa. Siguiendo esta
línea de pensamiento, Rosenfeld plantea que la relación o unidad bebé madre es la base de
todos los fenómenos transferenciales, ya que esta relación es la transferencia primordial
(Rosenfeld, 1981).

A propósito de la relación con este primer objeto, Etchegoyen comenta: “Esta relación es
determinante, deja su impronta en el sujeto y lo influirá desde el inconsciente el resto de la
vida: en la relación del ser humano con la realidad está siempre el rastro de aquellas
ansiedades y defensas que se establecieron inicialmente con el cuerpo de la madre”
(Etchegoyen, 1984, pág. 200).

Lo importante a destacar entonces, es que, según la teoría de Klein, una característica


inherente al funcionamiento psíquico, es el hecho de que la vida interna determina la
relación con la realidad y de que inevitablemente se están proyectando los propios objetos
internos. Lo que diferencia un funcionamiento más cercano o lejano a la salud mental es el
tipo de fantasías y objetos que predominan en el mundo interno y que se proyectan. Lo
Normal sería proyectar objetos acordes o semejantes a los objetos que aparecen en la
realidad en un momento dado. Strachey plantea que en este caso y de acuerdo con el
contacto con la realidad que mantiene el yo, el objeto ´bueno´ será proyectado sobre los
objetos reales benévolos y el ´malo´ sobre objetos reales malévolos (Strachey, 1934).

Betty Joseph comenta: “Le debemos a Melanie Klein el descubrimiento de la manera en


que la proyección y la introyección le dan color y forma a los objetos del individuo,
descubrimiento al que Strachey (1934) recurre para mostrarnos que lo que se transfiere en
primera instancia no son los objetos externos del pasado del niño sino los objetos internos,
y que la modalidad que se advierte tras la construcción de estos objetos nos ayuda a
comprender cómo es que el proceso analítico logra generar transformación” (Joseph, 1985,
pág. 85).

Posteriormente, Klein se refiere a que más que objetos internos lo que se transfiere son
relaciones objetales. Así como la fantasía inconsciente implica pensar en términos de
relaciones objetales, con un correspondiente tipo de objeto, de ansiedad y de defensa, del
mismo modo, la transferencia, como expresión de la fantasía inconsciente, debe pensarse
como un tipo de relación en que estos tres aspectos están presentes. Para aludir a esta
característica, Klein habla de: “ ... situaciones totales transferidas del pasado al presente,
tanto como de emociones, defensas y relaciones objetales” (Klein, 1952 a, pág. 64).

Klein concibe el fenómeno de la transferencia más allá del ámbito puramente analítico.
Plantea: “En una u otra forma la transferencia actúa durante toda la vida e influye en todas
las relaciones humanas” (Klein, 1952 a, pág. 57). De esta manera para la autora la
transferencia subyace a toda actividad y relación humana.

Hinshelwood formula que el concepto de transferencia y de fantasía inconsciente


evolucionan paralelamente en el pensamiento kleiniano ya que este modelo implica la
comprensión de la transferencia como expresión de la fantasía inconsciente activa
actualmente, en el momento del análisis o de la situación particular que viva el sujeto
(Hinshelwood, 1989).

De este modo, las características que presentaron las primeras relaciones objetales y las
demás relaciones significativas del sujeto no desaparecen, sino que están ‘vivas’ y
determinan de manera importante el accionar del individuo, no solo en su infancia, sino
durante toda la vida y por lo tanto en el presente. Así, en la situación analítica, la fantasía se
concretiza en la relación que establece el paciente con el analista; relación, por cierto
siempre cambiante porque refleja, según el momento, diversas características de los objetos
del mundo interno (Klein, 1952 a).

Por tanto, la constante actuación de la fantasía inconsciente en toda actividad del sujeto,
unida al despliegue de la transferencia en el proceso de análisis, permite pensar que este
último puede producir cambios en la mente del paciente, ya que, lo que determinó su
funcionamiento y sus conflictos puede ser conocido por el analista y a partir de esto,
modificado. La autora plantea respecto al análisis: “ ... es sólo analizando a fondo la
situación de transferencia que somos capaces de descubrir el pasado en sus aspectos
realistas y fantásticos” (Klein, 1952 a, pág. 63).

Para entender cómo las fantasías pueden ser modificadas es necesario analizar otra
característica de la mente que permite pensar en que ésta puede cambiar, cual es, la
interacción entre el mundo interno y el externo.

2. Interacción entre Mundo Interno y Mundo Externo:

Como ya señalé, mediante los procesos de proyección e introyección la realidad interna y


externa se influyen mutuamente desde los primeros momentos de la vida. Klein formula:
“ ... el doble proceso de introyección y proyección contribuye a la interacción de los
factores externos e internos, la cual continúa a través de todas las etapas de la vida. Del
mismo modo, la introyección y la proyección persisten durante toda la vida y se modifican
en el curso de la maduración, pero nunca pierden su importancia en la relación del
individuo con el mundo circundante” (Klein, 1959, pág. 254).

Mediante la proyección las características del mundo interno influyen en la percepción del
mundo externo. Simultáneamente, mediante la introyección, las características del mundo
externo influyen en el desarrollo del mundo interior. En palabras de Klein: “... la vida
interior siempre influye en las actitudes hacia la realidad externa y a su vez es influida por
las adaptaciones a la realidad” (Klein, 1960b, pág. 273).

En el fondo lo que ocurre y lo que explica los cambios que caracterizan la evolución del
mundo interno, es que si bien se proyectan los propios impulsos, fantasías, emociones, etc.
Sobre los objetos externos, en la introyección posterior, se incorpora ‘algo’ del objeto real.
Klein dice: “Toda vez que admiramos y amamos a alguien – o que odiamos y despreciamos
a alguien – también incorporamos algo de esa persona en nosotros mismos, y nuestras
actitudes más profundas se ven modificadas por tales experiencias” (Klein, 1959, pág. 260).
Así, las experiencias que se tengan con los objetos externos a lo largo de la vida darán lugar
a nuevas incorporaciones en el yo.

Hinshelwood señala que en el pensamiento kleiniano, la introyección y la posterior


identificación, tienen por resultado que el yo adquiera nuevas habilidades y atributos. Estas
introyecciones e identificaciones, como todos los demás procesos mentales, están
representadas por fantasías, de incorporación y asimilación. Dice: “Por lo tanto, fantasías
inconscientes de incorporación o expulsión influyen sobre la experiencia de lo que el sujeto
contiene, y de aquello con lo cual se identifica, y a lo cual se llega a asemejar”
(Hinshelwood, 1989, pág. 60).

De este modo, el objeto ‘real’ influye gradualmente en la formación de los objetos del
mundo interno ya que se introyectan a pesar de la influencia de lo proyectado, atributos y
cualidades propias del objeto que pueden ir modificando al yo introyectante. En el mejor de
los casos, las características del objeto externo pueden enriquecer al yo, pero pueden
también, por el contrario, empobrecerlo (Hinshelwood, 1989).
En síntesis, existe en el individuo un ‘espacio’ en donde el objeto externo puede
introducirse y según las cualidades que presente, ir alterando o modificando el mundo
interno. De este modo, mediante la continua introyección de aspectos de los objetos reales
(distintos a las proyecciones originales) puede modificarse, gradualmente, el mundo
interno.

Klein destaca que este espacio parece ser mayor mientras más sano haya sido el desarrollo
del individuo. En el sujeto con alteraciones psíquicas más graves el cambio psíquico es más
complejo debido a la creación de círculos viciosos: el sujeto proyecta su propia persecución
en la realidad y ésta la experimenta como persecutoria, en función de su proyección previa,
esto incrementa su ansiedad, sentimiento de persecución y frustración frente a la realidad
(Klein, 1959).

Si existe un funcionamiento con mayor predominio de la posición depresiva la introyección


de las características del objeto real es mayor y se produce un constante enriquecimiento de
la personalidad. Klein señala: “Si la interacción entre la introyección y la proyección no
está dominada por la hostilidad o por una excesiva dependencia y posee un buen equilibrio,
el mundo interno resulta enriquecido y mejoran las relaciones con el mundo externo”
(Klein, 1959, pág. 257).

Es posible pensar entonces que si estos procesos continúan a lo largo de toda la vida,
cualquier sujeto (en mayor grado mientras ‘más sano sea’) podrá introyectar nuevos
aspectos de los objetos externos e identificarse con ellos. Siguiendo esta línea de
pensamiento, en la situación analítica el paciente podrá introyectar características de su
relación con el analista, que gradualmente modificarán su interioridad. Es decir, el objeto
externo (analista) puede ser progresivamente introyectado, en sus diversos aspectos y
funciones y mediante estas nuevas introyecciones modificar, desde dentro, el tipo de
objetos y fantasías que el paciente tiene en su mundo interno. Así como los procesos de
proyección e introyección son los ‘constructores’ del mundo interno en la infancia, también
lo son en la modificación de la interioridad a través del análisis.

3. Algunos efectos de la permanente interacción entre la pulsión de vida y la pulsión de


muerte.

Otra importante característica de la mente que permite pensar en el cambio psíquico a


través del análisis es la permanente e inevitable interacción entre las pulsiones y algunas
importantes consecuencias que de esto se derivan.

Klein plantea que ambas pulsiones tienen un papel fundamental en el desarrollo normal así
como en el ‘patológico’. Cuando un sujeto presenta una ‘constitución desfavorable’ su
desarrollo se ve alterado. Sin embargo, la libido siempre está presente al igual que sus
derivados. Se podría decir que, de acuerdo a los postulados de Klein, esta presencia de la
pulsión de vida a lo largo de todo el desarrollo, incluso cuando éste ha sido patológico, es
un factor importante para pensar en que la mente puede cambiar si se dan ciertas
condiciones.
De la presencia de la libido se deriva un aspecto fundamental para el desarrollo normal,
cual es, la presencia de un objeto bueno interno. Este objeto existiría en el interior de todo
sujeto y se utilizan diversas defensas para mantenerlo a salvo. La autora dice: “ ... ningún
niño podría sobrevivir sin poseer en alguna medida un objeto bueno. Son estos hechos los
que posibilitan que el análisis produzca cierta medida de integración, a veces incluso en
casos muy severos” (Klein, 1955b, pág. 177).

Klein se refiere a otra característica de la mente intrínsecamente ligada a la presencia del


objeto bueno interno, cual es la tendencia innata a la integración.

La tendencia a la integración es una expresión de la libido (la cual tiende a ligar y a unir), y
existe desde el comienzo de la vida. Está presente en todo individuo y cuando el desarrollo
es normal, ocupa el primer plano durante la posición depresiva. Klein plantea que: “La
necesidad de integración deriva del sentimiento inconsciente de que partes de uno mismo
son desconocidas, de una sensación de empobrecimiento a causa de verse privado de ciertas
partes” (Klein, 1960b, pág. 278).

Por otro lado, la autora señala que esta tendencia“... deriva del conocimiento inconsciente
de que el odio sólo puede ser mitigado por el amor, y que si ambos se mantienen separados
es imposible el alivio” (Klein, 1960b, pág. 278). A partir de estas observaciones, Klein
llega a plantear que la integración es finalmente el medio más efectivo para contrarrestar la
ansiedad y que es en gran parte por esto que existe una tendencia a la integración en todo
ser humano.

De este modo, la búsqueda de la integración es una tendencia innata y constante en la


mente de toda persona, a pesar de que pierda fuerza cuando la ansiedad es excesiva y por lo
tanto priman los procesos de disociación. Klein expresa: “ Yo diría que, sea cual fuere la
fuerza con que operen la disociación y la proyección, la desintegración del yo nunca es
completa mientras exista la vida. Porque pienso que el impulso a la integración por más
perturbado que esté – aún en su raíz – es en cierta medida inherente al yo” (Klein, 1955b,
pág. 177).

De acuerdo a las ideas de Klein, si la ansiedad es reducida se va restableciendo el desarrollo


que quedó interferido (cuando la ansiedad temprana fue excesiva), por lo cual, la
integración y el objeto bueno interno pueden ir adquiriendo mayor relevancia en la medida
que se va dando el cambio psíquico.

En relación a un caso clínico, la autora comenta: “Este cambio confirma nuestra impresión
de que la ansiedad persecutoria ha disminuido y de que, junto con el sentimiento de culpa y
el deseo de la reparación aparecen sentimientos de amor que habían sido debilitados por la
ansiedad excesiva” (Klein, 1955 a, pág. 135).

Es así como los planteamientos de Klein respecto al desarrollo de la mente aluden a la


existencia de un continuo entre el desarrollo normal y el patológico y por tanto los
elementos fundamentales de ambos desarrollos se encuentran contenidos en la mente de
toda persona. En término de la teoría de las posiciones, todo individuo en el desarrollo
temprano atraviesa la posición esquizo paranoide y luego alcanza la posición depresiva. El
que existan elementos de la posición depresiva en todo sujeto, aunque su desarrollo haya
sido muy alterado, quiere decir que están presentes en él aspectos fundamentales para el
desarrollo normal.

La presencia del objeto bueno interno y de la tendencia a la integración llevan a Klein a


pensar en la posibilidad de cambio psíquico incluso en pacientes muy graves. Refiriéndose
al tratamiento de este tipo de pacientes dice lo siguiente: “ ... tanto yo como algunos de mis
colegas ... que hemos tratado a esquizofrénicos y lo estamos haciendo en la actualidad,
conservamos aún cierto optimismo con respecto a los resultados de la terapia. Este
optimismo se funda en el hecho de que, incluso en personas tan enfermas como éstas, existe
una tendencia a la integración y también cierta relación, por rudimentaria que sea, con el
objeto bueno y el sí mismo bueno” (Klein, 1963b, pág. 310).

Los descubrimientos de Klein han influido de manera importante en la ampliación del tipo
de pacientes tratados mediante la técnica del psicoanálisis (Del Valle, 1986).

Klein desde los comienzos de su trabajo se interesa en este campo de investigación y


durante los primeros años se muestra muy optimista en torno a la posibilidad de ‘curar’ las
psicosis infantiles mediante el análisis y prevenir así la enfermedad mental en la vida
adulta. Esto se basaba fundamentalmente en sus descubrimientos de las ansiedades más
profundas y los mecanismos empleados por el yo para hacerle frente. También se siente
bastante optimista respecto al tratamiento con pacientes psicóticos adultos, sin embargo, en
la medida en que avanza en sus investigaciones se va encontrando con dificultades en la
curación de ciertos pacientes y plantea que pese a las importantes posibilidades de aportar a
un paciente grave con un tratamiento psicoanalítico, sus logros, en algunos casos presentan
limitaciones. Dice: “ ... a pesar del progreso de nuestra teoría y nuestra técnica, debemos
tener presentes las limitaciones de la terapia analítica” (Klein, 1950, pág. 54).

El hecho de reconocer algunas limitaciones no la hace cambiar su punto de vista en cuanto


al tratamiento con éxito de pacientes bastante graves. Expresa: “La existencia de los
factores innatos ... apunta hacia las limitaciones de la terapia analítica. A pesar de tener
plena conciencia de ello, mi experiencia me enseñó que, sin embargo, en cierto número de
casos podemos producir cambios fundamentales y positivos aún allí donde la base
constitucional es desfavorable” (Klein, 1957, pág. 235).

Así, cuando los mecanismos esquizoides son muy extremos, la integración durante el
análisis se ve interferida, lo que limita el que se produzca el nivel de cambio psíquico
deseado. Klein señala: “En tales pacientes, el progreso hacia la síntesis es trabado por el
hecho de que bajo la presión de la ansiedad, se vuelven incapaces una y otra vez de
mantener los lazos fortalecidos en el transcurso del análisis entre las diferentes partes del
yo” (Klein, 1952c, pág. 76).

Por el contrario: “Cuando el paciente es capaz de expresar gratitud y esto significa que en
tales momentos es menos envidioso – se encuentra en condiciones más favorables para
beneficiarse con el análisis y consolidar lo que ya ha logrado. En otras palabras, cuanto
más predominen los rasgos depresivos sobre los esquizoides y paranoides, tanto mayores
son las perspectivas de cura” (Klein, 1957, pág. 225).
Una de las expresiones de una constitución altamente desfavorable que Klein observó e
investigó con gran profundidad en el tratamiento psicoanalítico y que se traducía en
limitaciones a los logros terapéuticos es la presencia de la envidia (Klein, 1957).

Finalmente me parece importante comentar que a partir de los planteamientos de esta


autora respecto al cambio psíquico y al funcionamiento mental que se caracteriza por un
movimiento permanente entre estados de mayor integración de la mente (posición
depresiva) y estados de menor integración (posición esquizo paranoide) se hace posible
comprender los grandes cambios terapéuticos que se pueden lograr con pacientes
severamente traumatizados que pueden presentar al momento de iniciar un tratamiento
estados de desintegración de su mente muy intensos y frecuentes (traducidos inclusive en
episodios psicóticos reiterados y otros síntomas bastante graves).

Así, en la medida en que se le brinde a través del tipo de vínculo establecido más las
técnicas verbales adecuadas la posibilidad de ir disminuyendo progresivamente su
ansiedad, podrá ir introyectando un objeto diferente a aquellos con los cuales quedó
indentificado a partir de las experiencias traumáticas. De esta manera, puede irse
produciendo en la mente del paciente un cambio gradual en el cual las tendencias a la
integración se vayan desplegando, la relación con el objeto bueno interno se fortalezca cada
vez más y comiencen a operar una serie de círculos virtuosos en los cuales la capacidad
para el amor y la reparación logren jugar el papel que estaba detenido, progresando así su
introyección de ‘objetos mejorados’, la confianza en la capacidad para amar y para
establecer relaciones buenas tanto con objetos externos como consigo mismo,
disminuyendo de esta manera sus fantasías ‘de destrucción’.

Este trabajo obviamente no será sin grandes dificultades, pero creo que la teoría kleiniana
permite comprender por qué cuando el factor del trauma psíquico está presente de
manera importante en la etiología de un trastorno grave, el pronóstico terapéutico será la
mayoría de las veces más favorable en comparación con la situación contraria.

Ps. Sandra García Onell


Agosto 2001
Bibliografía

Del Valle, Elsa


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Strachey, James
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