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¿QUIÉN SE ROBÓ

MI ENTUSIASMO?

Ricardo Aranovich

Grupo Unión
2015
Aranovich, Ricardo
¿Quién se robó mi entusiasmo? / Ricardo Aranovich. - 1a ed.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Grupo Unión, 2015. 150
p. ; 17 x 12 cm.
ISBN 978-987-3677-31-1
1. Psicología. I. Título. CDD 150

Grupo Unión
Carlos Calvo 675
1108 Buenos Aires
Tel.: +54911 4550 5842
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Composición por #MCHFS


Arte de tapa #Arghoost
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gido por las leyes, que establecen penas de prisión y multas, además
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quienes reprodujeran total o parcialmente el contenido de este libro
por cualquier procedimiento electrónico o mecánico, incluso fotoco-
pia, grabación magnética, óptica o informática, o cualquier sistema de
almacenamiento de información o sistema de recuperación, sin permi-
so escrito del editor.
3

Índice

PRIMERA PARTE
GANAS DE VIVIR 7
ESTADOS 27
IMPLICANCIAS TERAPÉUTICAS 31
TENGO QUE 35
LA VIDA COMO OBLIGACIÓN SI FIN 43
EL ADENTRO Y EL AFUERA 46
ENTUSIASMO Y CULTURA EN CRISIS 51
EL TEMA ACTUAL 56
PROYECTO DE VIDA 60
VOCACIÓN 61
VALORES 64
¡ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO! 68
POLÍTICOS QUE ROBAN…
TAMBIÉN ENTUSIASMO 72
LAS INSEGURIDADES 81
Y AQUÍ APARECE… “EL ESTRÉS” 88
HIPÓTESIS DE SALIDA 91
LA VIDA 94
RESURGIMIENTOS 102
ENTUSIASMO VS. PROBLEMA 104
4

ENTUSIASMO Y VIDA COMPARTIDA:


MATRIMONIO 108
ENTUSIASMO Y VIDA COMPARTIDA 109
LA ELECCIÓN MATRIMONIAL 113
ADOLESCENCIA Y ENTUSIASMO:
LOS PADRES 116
LOS HIJOS (ADOLESCENTES) 119

SEGUNDA PARTE
PANORAMA 123
CRISIS CULTURAL 126
RACIONALISMO 136
GENERACIÓN DEL ENTUSIASMO 141
PARADOJA 145
LA AUTENTICIDAD 147
LA SALIDA ES HACIA ADENTRO 153
ENTUSIASMO Y TRASCENDENCIA 158
DIOS 161
RECAPITULACIÓN 164
RECONOCIMIENTO 165
APÉNDICE
MÁS SOBRE EL TRATAMIENTO 167
DROGADICCIONES: 169
EL TRASTORNO BIPOLAR 171
5

Una vez más, con amor y gratitud para


Alicia, mi esposa, que se alegra con mis
alegrías, me sostiene en mis tristezas y se
entusiasma con mis entusiasmos.
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9

GANAS DE VIVIR
Usted no se siente bien, no está como en otro momen-
to de su vida, algo se le perdió en el camino. Se siente sin
ganas de vivir, sin entusiasmo, sin fuerzas, de muy mal
humor, irritable, que nada vale la pena, como condenado
a seguir y seguir en algo que cada vez le cuesta más, sin
nada atractivo en su futuro, etc. Usted cree ser quién era,
pero no, ya no lo es, tiene el mismo aspecto, y responde
al mismo nombre, pero tenía dentro de sí una llamita que
daba luz, calor y vida que ya no está. Esa pequeña llama
tenía un nombre: entusiasmo.
Antes de seguir sepa usted que puede recuperar su en-
tusiasmo, es más, en la medida en la que su recuperación
sea resultado de su acción, usted aprenderá a manejar sus
estados de ánimo y no estará, como hasta ahora, expuesto
a un azar que no controla y que lo ha venido zarandean-
do entre escasos momentos de bienestar y abundantes
‘‡–‘•†‡ƒŽ‡•–ƒ”…‘Žƒ…‘•‹‰—‹‡–‡†‹ϐ‹…—Ž–ƒ†’ƒ”ƒ
†ƒ”Ž‡—”—„‘†‡ϐ‹‹†‘ƒ•—˜‹†ƒǤ
Por supuesto que usted puede atribuir este estado a
Žƒ•†‹˜‡”•ƒ•†‹ϐ‹…—Ž–ƒ†‡•’‘”Žƒ•“—‡ƒ–”ƒ˜‹‡•ƒ•—‡š‹•–‡-
cia: económicas, familiares, sociales (inseguridad, corrup-
ción). Y está resignado a aguantar estoicamente, cada vez
con menor esperanza, hasta que pase “algo”, lo que sea,
que reencauce su vida (cambiar de trabajo, de país, cono-
cer a “alguien”) A veces para salir e este estado es probable
que usted haya tomado alguna decisión drástica, cambio
de trabajo, ruptura de alguna relación, mudanza, verdade-
10

ros “manotazos de ahogado” que, como no nacieron de la


”‡ϐŽ‡š‹×ǡƒ…ƒ””‡ƒ”‘ž•†‹ϐ‹…—Ž–ƒ†‡•“—‡•‘Ž—…‹‘‡•Ǥ
Ahora bien, si mira a su alrededor verá que usted no
es el único que ha experimentado ese cambio de humor,
Žƒ••ƒŽ‹†ƒ•‡–”‡ƒ‹‰‘•›ƒ‘•‘Ž‘“—‡‡”ƒǡ‹‡ŽDzϐ‹
de semana” tiene el mismo sabor. Esto no sucede sólo por
usted, cree ver que los demás tampoco tienen el espíritu
que tenían, al punto que usted se pregunta si tiene senti-
do seguir haciendo ese tipo de programas o frecuentan-
do a esas personas.
Ni que decir que el ambiente en su casa ha sufrido
—ƒ‘†‹ϐ‹…ƒ…‹×‡“—‹˜ƒŽ‡–‡ǤŽƒ•…‘˜‡”•ƒ…‹‘‡•ǡ›ƒ
sea con interlocutores habituales o circunstanciales, des-
pués de la segunda o tercera frase el tema deriva indefec-
tiblemente hacia lo mal que está todo, el que no sabemos
a donde vamos a parar y que sentido tiene todo, incluso
la misma vida. En su trabajo, a veces sin relación con el
rendimiento económico, puede experimentar usted una
pérdida de la motivación que otrora lo llevara a progre-
sos que ahora siente que se le escapan de entre los dedos
y que lo llevan a preguntarse si no será un caso de bur-
nout o “quemado”.
Por suerte usted no ha perdido el afecto por sus se-
res queridos, pero contra sus más profundos deseos, ha
disminuido su capacidad de disfrutar de su presencia y
llega a angustiarle y provocarle sentimiento de culpa el
experimentar, en ocasiones, un cierto fastidio ante ellos.
11

Lo más extraño es que usted no es la excepción o, al


menos, no se siente de esa forma. Pareciera que la vida
no va para mejor. Eso a pesar de los impresionantes ade-
lantos tecnológicos, como ser que en cualquier momento
llegamos a Marte, que podemos explorar con impresio-
nante nitidez cualquier rincón de nuestro organismo o
que con un aparatito que cabe en la palma de nuestra
mano podemos hablar con Japón, para sólo mencionar
algunas de las numerosas maravillas que se nos ofrecen.
Hay una frase, dicha con creciente frecuencia, da cuenta
de este estado, es la expresión: “hoy en día…”, seguida de
lamentación o, simplemente, un suspiro.
Si usted vive, por ejemplo, en la Argentina encontra-
”ž •‡”˜‹†ƒ Žƒ ‡š’Ž‹…ƒ…‹× › Œ—•–‹ϐ‹…ƒ…‹× †‡ ‡•–‡ ‡•–ƒ†‘Ǥ
No le falta razón, pero, como se suele decir, esa razón no
le sirve de mucho. Cualquiera fuera la circunstancia en
que aparece, lo imperioso es salir de ese estado. Por el
contrario: recostarse en hechos desfavorables sólo acre-
cienta el fatalismo y la inacción. Por otra parte, como ve-
remos, este estado es epidémico en lugares y países en
los que la vida se desarrolla sin los contratiempos que
enfrentamos por estas tierras.
ATENCIÓN: Es también posible que a usted no le esté
pasando nada de esto. En ese caso sólo me cabe alegrar-
me por usted, felicitarlo calurosamente y decirle que,
al menos por ahora, este libro no le atañe. No obstante
puede serle de importancia continuar la lectura porque
le permitirá conocer los factores que llevan a la depre-
sión socio cultural y prevenirla. Además, si en su entor-
12

no hay alguien en la situación que se describe, estará en


condiciones de detectarlo y orientarlo. Desde ya que la
descripción que antecede y que continuará comprende
a un grupo creciente de nuestra sociedad, por fortuna no
a toda. Creciente porque el malestar es epidémico. Esta
obra intenta llegar a los miembros de ese grupo crecien-
te para hacerles entender lo que les sucede, y ofrecerles
conocimientos y recursos para que puedan reintegrarse
a la corriente de la vida y recuperar el entusiasmo.
Estando usted en la situación que se describe más
arriba, alguien bien intencionado le dice, con aire de re-
velación: “Vos estás deprimido, tenés una depresión, eso
es una enfermedad, que se cura, tenés que ir a ver a un
psi(quiatra/cólogo). Mi (hermana, tío, socia, jefe) estaba
peor que vos y ahora está fenómena(o)
Y allí parte usted rumbo al consultorio más cercano.
¡Y lo bien que hace! Porque es probable es que la medi-
…‹ƒŽ‘ƒ›—†‡Ǥǩ‡”‘ƒ“—±’”‡…‹‘Ǩȋ‘‡”‡ϐ‹‡”‘‹ƒŽƒ
consulta ni a los medicamentos, aunque también pesan)
El precio de rotularse como “depresivo”. No por el prejui-
cio, hoy casi inexistente, sino porque cambia la manera
en la que usted se piensa a sí mismo y ese cambio conspi-
ra contra su total recuperación. Usted pasará a pensarse
como “enfermo”.
Pero ya hemos dado a entender que se trata de un es-
tado de desaliento que afecta a sectores crecientes de la
población. En este caso, ¿qué es? Se trata de una “epide-
mia” o de otra cosa. En una palabra: ¿Es un hecho del que
tiene que ocuparse sólo la medicina o esta manifestación
13

de desaliento generalizado se origina en un modo de vida


inadecuado, en un fracaso de la cultura en su misión de
sustentar la vida humana en condiciones satisfactorias?
El resto de esta obra intentará responder a este inte-
rrogante y aportar orientación acerca de esta acuciante
cuestión, de cómo sobreponerse a ella y recuperar la ini-
ciativa en esta verdadera lucha por la supervivencia.
¡Usted exagera!, me dirá el lector, ¡supervivencia! De
“mufa” no se muera nadie. Eso ya lo sé, respondo, sus pul-
mones seguirán respirando, su corazón seguirá latiendo,
seguirá viviendo biológicamente. Pero la vida no es sólo
„‹‘Ž‘‰Àƒǡ‡•–ƒ„‹±„‹‘‰”ƒϐÀƒǤ—ƒ˜‹†ƒ“—‡•‡ƒ””ƒ•–”ƒ
sin interés ni ganas, que es pura duración y malestar no
puede decirse, con propiedad, que sea vida humana. Para
•‡”ž• ‰”žϐ‹…‘ǡ •‹ •‡ ‡ ’‡”‹–‡ǡ …‘’Ž‡–ƒ”± Žƒ ‡š’”‡-
sión: se trata de luchar por la supervivencia emocional o
espiritual, la más crítica en estos tiempos.
‘”“—‡•‹—•–‡†•‡˜‡”‡ϐŽ‡Œƒ†‘‡Žƒ•ŽÀ‡ƒ•“—‡ƒ–‡-
ceden, puede estar cursando un estado depresivo de los
que la medicina se ocupa y conoce. Pero también puede
estar sufriendo un estado que se parece en mucho a una
†‡’”‡•‹×ǡ’‡”‘“—‡†‹ϐ‹‡”‡†‡Ž‘•‡•–ƒ†‘•†‡’”‡•‹˜‘•‡
su causa, su tratamiento y su prevención. Es el estado
de desaliento efecto de una forma de vida cada vez más
alejada de sus verdaderas necesidades. No obstante ¡No
se desanime!, no es necesario que cambie el mundo para
que usted pueda sentirse mejor. Esta obra es un intento
de mostrar una salida a esa situación, y no una salida di-
ϐÀ…‹Ž†‡Ž‘‰”ƒ”Ǥ
14

Clásicamente la depresión es un estado anormal que


presenta diferentes intensidades y responde a diferen-
tes causas. En cuanto a intensidades puede ir desde una
sensación de tristeza y falta de energía, acompañada de
pérdida del disfrute y sentido de la acción, hasta un des-
esperante estado de postración total en la que el depri-
mido no puede levantarse de la cama y está inundado de
angustia y desesperanza. En cuanto a la causa digamos
que no existe una sola causa a la cual achacarle este tras-
–‘”‘ǡŽ‘“—‡•À‡š‹•–‡‡•Žƒ’‘•‹„‹Ž‹†ƒ††‡…Žƒ•‹ϐ‹…ƒ”Žƒ•‡-
gún las circunstancias de su aparición. En este sentido
hay, hasta ahora, dos tipos de depresión: una es la que
se desencadena a partir de un acontecimiento penoso en
la vida del sujeto, viene de afuera, es una reacción ante
una pérdida o un fracaso y recibe el nombre de reactiva.
La otra es la que aparece sin motivo aparente, de golpe,
de adentro, en la que inciden más los factores biológicos
propios del sujeto y que recibe, en consecuencia, el nom-
bre de endógena, entre estas se encuentran las de mayor
gravedad. Pero también puede suceder, y es lo más pro-
bable, que en su malestar no pueda reconocer ninguna de
esas causas. Esto nos ha llevado a postular un tercer tipo
de estado depresivo, que suponemos el responsable de
la actual “epidemia” depresiva y, por ende, el más nume-
roso, el malestar que nace de factores socio-culturales.
¿Epidemia de depresión? ¡Otra vez esta palabreja¡ En
efecto, aparte de lo que lector podrá apreciar con solo
mirar a su alrededor, digamos que la Asociación Mundial
de Psiquiatría (Word Psychiatric Asociation - WPA) pro-
nostica que para el año 2020 la depresión será la prin-
15

cipal causa de invalidez. Una verdadera epidemia. Pero


toda epidemia tiene una causa, un agente que la provoca,
¿cuál puede ser la de esta? O más precisamente: ¿a expen-
sas se que tipo de depresión se produce este desmesura-
do crecimiento de casos? No podemos responsabilizar a
las depresiones de causa biológica porque en tanto no
se produzca una mutación genética, el organismo viene
siendo el mismo desde hace una considerable porción de
tiempo (me viene a la mente el mecánico de automóviles
que le decía a su médico “ustedes no tienen que apren-
derse un modelo nuevo cada año”). Por otra parte el nú-
mero de pérdidas o fracasos que puede experimentar
un individuo a lo largo de su vida, capaces de provocar
una depresión, tampoco ha aumentado tanto como para
Œ—•–‹ϐ‹…ƒ”Žƒ‡’‹†‡‹ƒǤ…‘•‡…—‡…‹ƒ‘•‡…‘–”ƒ‘•
ante un tercer tipo de depresión, a la que llamaremos
desaliento de causa socio-cultural, y que atribuimos a
condiciones de vida poco estimulantes, estresantes o de
aislamiento, que van secando ese entusiasmo sin el cual
la vida pasa de ser un don de Dios a ser una condena o
un castigo. Es parecida a las otras depresiones, aunque
más leve, no obstante lo cual puede producir un gran de-
terioro en las condiciones de vida. Esto se debe a que,
como puede ser compatible con cierto nivel de actividad,
no se la toma en consideración, no se la diagnostica ni se
la trata y se “va tirando” llevando adelante una vida cuya
carga se hace cada vez más pesada. Es este último tipo de
malestar el que motiva este trabajo. MALESTAR MUY PA-
RECIDO A LA DEPRESIÓN PERO QUE, AL TENER OTRO
ORIGEN, OTRO CURSO Y OTRO TRATAMIENTO, MERECE
16

SER LLAMADO DE OTRA MANERA PARA EVITAR QUE LA


CONFUSIÓN HAGA MÁS DIFÍCIL SU SOLUCIÓN.
Es necesario colocar aquí una advertencia. “En caso de
duda consulte a su médico (psiquiatra)” Estos distintos ti-
pos de depresión, sea endógena reactiva o socio-cultural,
no son fácilmente diferenciables. Es más, se presentan
casi con los mismos síntomas. Estas líneas no pretenden
reemplazar consulta alguna sino aportar un enfoque más
amplio que sea útil y permita comprender mejor situa-
ciones que pueden o no ser tributarias de un tratamiento
especializado. Muchas veces atribuir el malestar a los fac-
tores ambientales posterga una consulta con resultados
lamentables. Una obra de este tipo no puede cubrir casos
particulares. Pero de todos modos la crisis socio-cultural
afecta tanto a quienes se hacen acreedores a una inter-
vención de la medicina como a quienes la sobrellevan di-
ϐ‹…—Ž–‘•ƒ‡–‡…‘•—•’”‘’‹ƒ•ˆ—‡”œƒ•Ǥ
Sin que sea una regla absoluta, sí existe un modo de
diferenciar este estado de las depresiones “clásicas”. Es
obvio que la depresión reactiva, la que se origina en una
’±”†‹†ƒ ‘ ˆ”ƒ…ƒ•‘ǡ –‡†”ž —ƒ …‘‹‡œ‘ †‡ϐ‹‹†‘ ‡ ‡Ž
tiempo, un “antes” y un “después”, marcado por el pe-
noso acontecimiento que la desencadenó. Asimismo las
depresiones endógenas, “de adentro”, cuya causa es bási-
camente biológica, tienen también un comienzo bastante
†‡ϐ‹‹†‘ǡ — ‘‡–‘ ‡ ‡Ž “—‡ ‡Ž •—Œ‡–‘ •‡ Dz‡ˆ‡”×dzǤ
No con fecha cierta, pero con alguna precisión: “desde
mediados del mes tal o cual” EN CAMBIO EL COMIENZO
DEL DESALIENTO PROVENIENTE DE LAS CONDICIONES
17

SOCIO-CULTURALES ES DE DIFÍCIL UBICACIÓN TEMPO-


RAL. Crece lentamente se va instalando paso a paso, por
eso usamos reiteradamente el término “insidioso”. A lo
sumo se mide en años o épocas: “hace cuatro años era
otra persona” o “cuando vivíamos en …” o “cuando vini-
mos de …”
De lo que no cabe duda es que este modo de vida alte-
rado que se origina en lo que denominamos crisis socio-
cultural, que más adelante veremos en qué consiste, bien
puede considerárselo causante de ese malestar genera-
Ž‹œƒ†‘ “—‡ǡ …—ƒ†‘ •‡ Ž‘ ‹†‡–‹ϐ‹…ƒǡ •‡ Ž‘ ‡–‹“—‡–ƒ …‘‘
depresión. El inconveniente de ponerle a este estado el
mismo nombre que a una enfermedad es que no permi-
te apreciar las diferencias en cuanto a diagnóstico, trata-
miento, recuperación y prevención. En realidad debería-
mos renunciar al verbo diagnosticar, propio de la medici-
na y cambiarlo por detectar, para no ubicar dentro de la
órbita exclusiva de la medicina a este malestar socio-cul-
tural. Al usar el concepto de enfermedad, se corre el ries-
go de desatender sus verdaderas causas y rotular a quié-
nes sucumben como enfermos. Se disimula como tema de
la medicina, se “medicaliza”, un fracaso cultural. Sosten-
go que estos nuevos “depresivos”, que son los que con-
forman el creciente número de casos de esta “epidemia”
han perdido el entusiasmo por factores socio-culturales
y que, aunque puedan ayudarlos algunos de los recursos
que se utilizan en los otros tipos de depresión, requieren
un enfoque diferente y sobre todo, se debe de procurar
no estigmatizarlos como enfermos. El vivir en una cultura
en crisis, con la consiguiente confusión de valores, presio-
18

na sobre todos sus integrantes, pero afecta más a los más


vulnerables, que suelen ser los que por su mayor sensi-
bilidad o inteligencia sufren más esa situación. Si encima
de ello los tratamos como “enfermos” estamos realizando
una “nivelación hacia abajo” que compromete seriamente
la efectiva recuperación de estos pseudos-deprimidos.
También puede ser que usted, aún antes de la lectura
del presente, se haya hecho merecedor a un diagnóstico
de depresión y que esté realizando el correspondiente
tratamiento. Si está mejorando me alegro mucho por y
con usted. Pero si no logra la mejoría a la que legítima-
mente aspira, no se desanime. Su depresión o, con más
propiedad, su malestar puede corresponder a este tipo
socio-cultural, que requiere una combinación de recur-
sos diferentes y cuya comprensión espero que se le de a
lo largo de estas páginas.
En consecuencia es prioritario aportar claridad en el
tema de las depresiones, para lo cual debemos de reco-
rrerlo someramente.
LAS DEPRESIONES
Se que esta no es una lectura fácil. Si usted ha empe-
ñado el esfuerzo necesario como para llegar hasta acá,
es porque este tema le despertó algún interés. Y es pro-
bable que ese interés se origine en que usted, o alguien
“—‡—•–‡†…‘‘…‡›“—‹‡”‡ǡ’—‡†‡˜‡”•‡”‡ϐŽ‡Œƒ†‘‡‡•–ƒ•
páginas. Que experimente esta particular pérdida de en-
tusiasmo, que no es sólo del entusiasmo por esto, aquello
y lo otro, sino que indica, en el fondo, la perdida de entu-
siasmo por la vida, por vivir.
19

El bien intencionado comedido que le realizó su pri-


mer diagnóstico casero de depresión le mencionó otros
casos que estaban “peor que vos”.
“Peor que vos”, claro, porque hay distinto grado en
la gravedad de la depresión. Va desde cierta pérdida de
gusto por la vida, falta de entusiasmo, irritabilidad y mal
humor a situaciones profundo sufrimiento en los que el
enfermo no tiene energía ni para levantarse de la cama o,
por el contrario, esta expuesto a una ansiedad que no le
permite quedarse quieto ni descansar un instante.
No todas las depresiones son exactamente iguales,
pero como comparten a mayoría de los síntomas, no es
fácil diferenciarlas. Todas tienen tristeza, dolor moral,
pérdida del disfrute, pesimismo, angustia extrema, llanto
inmotivado, falta de energías, pesimismo, ideas de ruina
y sensación de catástrofe inminente, inhibición del pen-
samiento y de la acción, pérdida del sentido de la vida,
ideas de suicidio que pueden llegar concretarse. Una ma-
nera de diferenciarlas es por el predomino de un sínto-
ma, así tendremos, por ejemplo depresiones en las que
predomina la ansiedad, la agitación o por el contrario la
inhibición y la falta de impulso.
Otro modo de diferenciarlas es por su origen. Por razo-
nes discursivas retomaremos algunos argumentos de los
capítulos anteriores. La forma mas compresible, que no
requiere mayores explicaciones, es la depresión que sigue
a un episodio personal dramático o penoso: pérdida de
un ser querido, divorcio más o menos traumático, quiebra
económica, mudanza forzada, embarazo interrumpido,
20

pérdida de trabajo, y todos lo etcéteras que jalonan las más


‘‡‘•†”ƒž–‹…ƒ•†‹ϐ‹…—Ž–ƒ†‡•†‡ŽƒŠ—ƒƒ˜‹†ƒǤŠ‘”ƒ
„‹‡ǡ•‹‡•Œ—•–‹ϐ‹…ƒ†ƒǡǬ•‡Žƒ’—‡†‡…‘•‹†‡”ƒ”—‡•–ƒ†‘
patológico? Teóricamente en el caso que su intensidad
y/o duración superen lo razonable. Pero ¿Quién es el que
puede dar la medida de esa razonabilidad? ¿Quién puede
establecer cual es la medida razonable del dolor de perder
un hijo (me disculpo por lo dramático del ejemplo, pero
necesitaba ser elocuente). De todos modos a veces la falta
de proporción es clara: “¿desde cuado está así? –desde que
la hermana se fue a vivir a España– ¿y cuando fue eso? –
hace tres años.” A estas depresiones, que vienen de afuera,
que aparecen como una reacción ante un acontecimien-
to de la vida, se las llama reactivas. No resulta verosímil
responsabilizar a este tipo de depresión de la epidemia,
porque, si bien la vida actual no es fácil y aparece como
más complicada que la de otros tiempos, tampoco hay tal
aumento de desgracias personales como para achacarles
la epidemia. Pensemos nomás en que guerras, enfermeda-
des y violencia nunca escasearon en este planeta. En con-
secuencia sigamos buscando alguna otra explicación a la
“epidemia” depresiva.
Otro tipo de depresiones son las inexplicables, que
aparecen en una vida que se venía desarrollando nor-
malmente y hasta exitosamente. A esas depresiones que,
aparentemente, vienen de adentro, sin que haya nada en
‡Ž‡–‘”‘“—‡Žƒ•Œ—•–‹ϐ‹“—‡ǡ•‡Žƒ•ŽŽƒƒendógenas. Se
entiende que dependen más de factores biológicos del
propio paciente que de hechos que tienen que ver con el
†‡•ƒ””‘ŽŽ‘†‡•—˜‹†ƒ‘„‹‘‰”žϐ‹…‘Ǥ
21

En la medida de esa importancia del nivel biológico,


ƒ†“—‹‡”‡ •‹‰‹ϐ‹…ƒ…‹× Ž‘• ƒ–‡…‡†‡–‡• Š‡”‡†‹–ƒ”‹‘• ‘
genéticos. En efecto, rastreando los ascendentes y cola-
terales de depresivos, se encuentra una incidencia ma-
yor que en la población general. Pero esto es solo eso,
una predisposición. Hay actualmente una tendencia a
responsabilizar a la genética de todas las patologías y, en
realidad y en la mayoría de las enfermedades, la genética
predispone, pero requiere de otros desencadenantes. De
todos modos estas depresiones inexplicables pueden ser
las de mayor gravedad, sobre todo en la forma llamada
melancólica. Afortunadamente, en la medida en que la
genética es inmutable, tampoco son estas depresiones
las más frecuentes y, en consecuencia, tampoco se suman
al creciente número de depresiones que dan lugar a que
se hable de una verdadera epidemia.
‘” ϐ‹ ŽŽ‡‰ƒ‘• ƒ — –‡”…‡” –‹’‘ †‡ †‡’”‡•‹‘‡• ƒŽ
que, como vimos, suponemos responsable del creci-
miento epidémico de este trastorno. A este tercer tipo lo
hemos llamado depresión socio-cultural o, simplemente,
ƒŽ‡•–ƒ”‘†‹ϐ‹…—Ž–ƒ†˜‹–ƒŽǡ’—‡•’”‘˜‹‡‡†‡Žƒ…”‹•‹•†‡Žƒ
cultura, o sea de la forma de vida actual. No reconoce un
acontecimiento penoso o traumático como desencade-
nante, como en la forma reactiva, ni tampoco es repenti-
ƒ‡‹‡š’Ž‹…ƒ„Ž‡ǡ…‘ƒŽ‰—‘••À–‘ƒ•ϐÀ•‹…‘•‘–ƒ„Ž‡•ǡ
como en la endógena. Es un estado que se caracteriza
principalmente por la pérdida del entusiasmo, las ganas
y la alegría de vivir.
22

ESTA FORMA DE DEPRESIÓN, A DIFERENCIA DE LAS


OTRAS, SE VA INSTALANDO PAULATINAMENTE, INSI-
DIOSAMENTE, POCO A POCO, CASI NO SE LA DISTINGUE
DE LA NORMALIDAD. Se sigue más o menos con las mis-
mas actividades, pero van perdiendo gracia, sabor, inten-
sidad, entusiasmo. Se puede practicar un deporte, pero
se va convirtiendo en algo rutinario y hasta casi obligato-
rio. Se hace porque “hay” que hacerlo. Lo mismo sucede
con el trabajo, en algún momento despertó energías, ya
que era la herramienta de construcción de un venturoso
futuro. Algo similar ocurre con las salidas con los ami-
gos, “¿te pasa algo? –no, ¿por qué? –no se, estás diferente,
antes te reías más, estabas más alegre, se podía hablar
de más cosas con vos, ahora parece que no te interesa
nada, –no, son ideas tuyas, lo que pasa es que… (y aquí
viene cualquier excusa laboral o familiar o económica o
lo que fuera)”. El mal humor también llega para no irse,
los inconvenientes, aún los pequeños, alteran en forma
desproporcionada el ánimo, la queja es permanente con-
tra todo y contra todos, nada está bien ni nadie está bien,
todo se ve oscuro. No obstante, en sus grandes rasgos
la vida sigue su curso normal. Pero se van produciendo
erosiones que van reduciendo el horizonte vital, se van
dejando actividades, faltan las ganas, el impulso. Lo que
antes era grato y esperado ahora es obligatorio y forza-
do. El ámbito familiar sufre más que ningún otro el im-
pacto: las discusiones y peleas se multiplican, el clima se
–‘”ƒDz’‡•ƒ†‘dzǡ•‡Dz…‘”–ƒ…‘…—…Š‹ŽŽ‘dzǤ‘‡•†‹ϐÀ…‹Ž•—’‘-
ner que esta situación, sobre todo si no se la advierte a
tiempo, lleva a mayores complicaciones, como divorcios,
23

”—’–—”ƒ• •‘…‹‡–ƒ”‹ƒ•ǡ ƒŽ‡Œƒ‹‡–‘ †‡ Š‹Œ‘•ǡ …‘ϐŽ‹…–‘• ‡


el trabajo o problemas con vecinos. Es obvio que llegado
este punto se produce una escalada; cualquiera de estos
acontecimientos agrava el estado depresivo y, entonces,
ahora sí tenemos una depresión Œ—•–‹ϔ‹…ƒ†ƒǡ explicable y
diagnosticable como reactiva, pero cuyo verdadero ori-
gen se remonta a más atrás que el acontecimiento actual.
Es posible que el lector esté por momentos poco claro,
pero la posible falta de claridad nace del tema mismo. Es-
tamos enunciando, por una parte, las diferentes causas
de la depresión y proponiendo una nueva: la depresión
socio-cultural. Pero además estamos diferenciándola de
las otras porque queremos que no se la considere una
enfermedad con todas las connotaciones que ese térmi-
no implica. Aunque presenta algunos rasgos en común
con las otras, pensarla como enfermedad tiene varios
inconvenientes. En primer lugar hace que el que la pa-
dece se etiquete como “enfermo”, con lo que carga sobre
•Àǡ„ƒŒ‘Žƒˆ‘”ƒ†‡—ƒ‹•—ϐ‹…‹‡…‹ƒ’‡”•‘ƒŽǡ…‘–‘†ƒ
la responsabilidad del hecho. Es él quién está fallando,
cuando en realidad puede ser una muestra de mayor
sensibilidad o de necesidades espirituales diferentes. A
partir de esta etiqueta nos encontramos con el segundo
inconveniente: buscamos su solución en forma exclusiva
dentro del ámbito de la medicina, más propiamente de la
psiquiatría. De esto se deriva el tercer inconveniente: al
dejar de lado las verdaderas causas del malestar dejamos
también de lado la posibilidad de utilizar otros recursos
‡ϐ‹…ƒ…‡•’ƒ”ƒ”‡˜‡”–‹”Žƒ•‹–—ƒ…‹×Ǥ
24

No obstante, en alguna situación y según sea la sinto-


matología presente, no deberá dejarse de lado la consul-
ta al especialista. Es él el que podrá evaluar correctamen-
te la gravedad del caso. En ocasiones la medicación es de
utilidad cualquiera sea el origen del trastorno. El objeto
de esta obra es proporcionar una orientación que agre-
gue posibilidades y permita salir de esquemas que enca-
sillen el problema y lo dejen en un “callejón sin salida”
A partir de esta aclaración usaremos, como has-
ta ahora, en forma indistinta los términos depresión o,
simplemente, malestar o desaliento, ya que establecer
en cada caso la discriminación sería harto engorroso y
no agregaría gran cosa. Por otra parte todo lo que dire-
mos de una forma de depresión es, en alguna medida, útil
para cualquiera de las otras formas.
En una palabra: este trabajo apunta a dos direcciones
al mismo tiempo, como mirada de bizco. Por una parte, la
ž•ƒ‹ϐ‹‡•–ƒǡ‡•…‘…‹‡…‹ƒ”ƒ†˜‡”–‹”›ƒ›—†ƒ”ƒ“—‹±-
nes han sido alcanzados por la verdadera epidemia de
este tiempo, la pérdida del entusiasmo, de las ganas y la
alegría de vivir, a que tengan elementos que le ayuden
a reaccionar para salir de ese estado, a no “quedarse”. Y
por la otra parte me parece necesario orientar también a
los que estén cursando un estado depresivo de otro ori-
‰‡ǡ’—‡•ƒ˜‡…‡••—…‡†‡Ž‘…‘–”ƒ”‹‘ǣ•‡Œ—•–‹ϐ‹…ƒ‡•‹-
–—ƒ…‹‘‡•ƒ„‹‡–ƒŽ‡•ǡ‡Dz†‹ϐ‹…—Ž–ƒ†‡•†‡Žƒ˜‹†ƒdzǡ—‡•-
tado de depresión que necesitaría atención especializa-
da. Cuando esto último es lo que sucede y no se procura
atención especializada, se prolongan innecesariamente
25

el sufrimiento, el deterioro y el riesgo propio de la situa-


…‹×Ǥ‘‹’‘”–ƒ–‡‡•“—‡…—ƒŽ“—‹‡”ƒ•‡ƒǡ‡†‡ϐ‹‹–‹˜ƒǡ
la causa, el diagnóstico y el tratamiento, ante alguien que
se encuentre alejado de la incondicional adhesión y en-
tusiasmo por vivir no se caiga en la indiferencia y pasiva
aceptación. LUCHAR POR VIVIR PLENAMENTE ES, CON
TODAS LAS LETRAS, LUCHAR POR LA VIDA. Y luchar por
la vida es lo más importante que podemos hacer, precisa-
mente, en nuestra vida, la de cada cual.
Veamos un caso: R., de 48 años, vino a verme deses-
perado, diciendo: “¡No aguanto más! ¡Si sigo así revien-
to en cualquier momento! Estuve a punto de hacer algo
que nunca pensé que haría: casi le pego a mi mujer”. Y lo
más grave es que no tenía mayor idea de cómo era que
había, mejor dicho, habían llegado a ese punto. R. tenía
una buena vida. Un negocio que le proporcionaba un
buen nivel de vida, Estaba casado con una hermosa mu-
jer, tenía dos hijos sanos, gracias a Dios, una hija de 16
años y un hijo de 14, había perdido a su padre pero aún
˜‹˜Àƒ•—ƒ†”‡ǡ–‡Àƒ„ƒ•–ƒ–‡•ƒ‹‰‘•›•—ϐ‹‡•†‡•‡-
mana solía pasarlos en una pequeña chacra a 150 Km. de
Buenos Aires en la que, según decía, se podía “desenchu-
far” de todos los problemas de la semana. Pues bien, al
irnos interiorizando más, pudimos ver que su trabajo no
le proporcionaba, en este momento grandes satisfaccio-
nes, luchaba a brazo partido con los acreedores y lograr
cubrir el banco era una pesadilla diaria, pero, de todos
modos, la situación tenía viabilidad y, pensaba él, futuro.
Mantenía los gastos de su anciana madre viuda, y pagaba
puntualmente los colegios de sus dos hijos, un hijo y una
26

hija, adolescentes. La hija, de 16 años, en plena campaña


para lograr libertad de horarios para ir a bailar y, el hijo
de 14, con boletines, en su primer año del nacional, que
ƒ’‡ƒ• ‡‡”‰Àƒ •‘„”‡ Žƒ ŽÀ‡ƒ †‡Ž ͷǤ ǡ ϐ‹ƒŽ‡–‡ǡ •—
esposa, de la que nada tenía que decir, abnegada madre
›‡•’‘•ƒϐ‹‡ŽǡŠƒ„Àƒ‡’‡œƒ†‘ǡ†‡•†‡Žƒƒ†‘Ž‡•…‡…‹ƒ†‡
su hija, a manifestar reiteradas crisis de mal humor que
ya tendía a ser un estado permanente. ¿Pero qué te pasa?
Le preguntaba a S., su mujer, cuando ella manifestaba su
malestar general y difuso con una queja permanente o,
simplemente, con la expresión amargada de su cara. No
Šƒ„Àƒ ƒ”‘Àƒ ’‘•‹„Ž‡ǡ ‹ ’ƒ”ƒ Ž‘ ˆž…‹Ž ‹ ’ƒ”ƒ Ž‘ †‹ϐÀ…‹ŽǤ
Ni para el programa de cine, ni para ir a comer, ni para
…׏‘’”‘…‡†‡”…‘Ž‘•Š‹Œ‘•‘ƒˆ”‘–ƒ”ƒŽ‰—ƒ†‹ϐ‹…—Ž–ƒ†
…‘ƒ‹‰‘•Ǥ‡‘•ƒï’ƒ”ƒŽƒ•‹†ƒ•†‡ϐ‹†‡•‡ƒƒƒŽƒ
chacra, que habían dejado de existía desde que había que
ir a buscar a alguno de los dos hijos, o a los dos, a la salida
†‡ϐ‹‡•–ƒ•‘†‹•…‘–‡…ƒ•Ǥ†‡…‹”†‡ǤǡǤ•‡“—‡Œƒ„ƒ•‹±Ž
miraba televisión, si se encontraba con algún amigo, si
–‡ÀƒƒŽ‰—ƒ†‹ϐ‹…—Ž–ƒ††‘±•–‹…ƒǡ•‹•—•Š‹Œ‘•‘Žƒ‘„‡-
decían como ella pensaba que debía ser, en una palabra:
por todo y por todos. Las relaciones sexuales habían ido
espaciándose hasta prácticamente desaparecer. Por su
’ƒ”–‡Ǥ–ƒ„‹±Šƒ„Àƒ‹†‘‘†‹ϐ‹…ƒ†‘ǡ†‡ˆ‘”ƒ‹’‡”-
ceptible pero constante, su manera de ser: a él también
ahora todo le molestaba. No aguantaba la espera ante un
semáforo, ni aguantaba a sus clientes ni a sus empleados,
volvía a su casa del trabajo con la sensación de que na-
die lo esperaba, que todos usufructuaban de su esfuerzo
sin darle ningún reconocimiento; por cualquier minucia
27

se producía un cambio de reproches que iba in crescen-


do hasta pasar a los gritos y bordear peligrosamente la
˜‹‘Ž‡…‹ƒ ϐÀ•‹…ƒǤ Ǭ׏‘ ’‘†Àƒ ‡•–ƒ”Ž‡ •—…‡†‹‡†‘ ‡•–‘ ƒ
alguien que, al menos aparentemente, estaba en un ex-
celente momento de su vida, un buen trabajo una familia
bien constituida, unos hijos sanos, etcétera?
S. la esposa de R, a quién entrevisté a renglón seguido,
decía que R. se había vuelto insoportable, que gritaba por
cualquier cosa, que llegaba a la casa y se plantaba delante
del televisor sin pronunciar palabra, que parecía que todo
le molestaba, que ya no se podía hablar con él de nada,
que todos estaban tranquilos en la casa hasta que él llega-
ba y que ella, por su parte, lo que más ansiaba era poder
abandonar todo y mandarse a mudar a cualquier parte,
sin nadie de su familia y en donde pudiera tener algo de
tranquilidad lejos de esa situación que la agobiaba.
Ǭ•‹Ž‡˜ƒ–ƒ‘•—’‘…‘Žƒ˜‹•–ƒ›Žƒϐ‹Œƒ‘•ž•ƒŽŽž
de R. y de S.? Con qué nos encontramos? Con que, dejan-
do de lado algunos matices circunstanciales, el malhu-
mor es epidémico. Entre los jóvenes por jóvenes, los an-
cianos por ancianos, los desocupados por desocupados
y los ocupados por ocupados. Los solteros por solteros y
los casados por casados. La gente parece haber perdido
una capacidad que pudo haber existido en otra época, de
encarar y compartir la vida con alegría y entusiasmo.
Esta época ha sido objeto de varias denominaciones,
postmoderna, tecnológica, era atómica, electrónica, etcé-
tera. Yo propondría agregar una más, la del mal humor.
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Lo más característico de este estado, y con esto en-


tramos de lleno en el tema de esta obra, es pérdida del
entusiasmo, del entusiasmo por esto, aquello y lo otro, lo
que indica, en el fondo, la perdida de entusiasmo por la
vida, por vivir.
ESTADOS
Siempre me llamó la atención, y me dio mucho para
pensar, este fenómeno del cambio de humor, del bueno al
malo, más o menos frecuente y transitorio en la vida de
casi todos los humanos y permanente y persistente en la
depresión, lo que la caracteriza. Es un verdadero cambio
de estado. Dos individuos diferentes, en diferentes mo-
mentos y en un mismo cuerpo. A tal punto que he llegado
a considerar que el tratamiento exitoso de la depresión,
cualquiera sea su causa, consiste en lograr, del modo que
fuera, revertir ese cambio de estado.
Para facilitar la exposición llamaremos estado posi-
tivo al saludable y estado negativo al depresivo. Sucede
que el mismo episodio o inconveniente que en el estado
positivo no llega a desequilibrar, puede convertirse en
intolerable en el estado negativo, esto con independen-
cia de la verdadera importancia, pues puede tratarse de
una simple espera, un trámite, una noticia, un extravío.
Minucias se vuelven montañas en el estado negativo. La
‹””‹–ƒ„‹Ž‹†ƒ† ‡•–ž ƒ ϐŽ‘” †‡ ’‹‡ŽǤ  ’ƒ…‹‡–‡ ‡ †‡…Àƒǣ
“Estoy hecho un «velcro»1, me engancho con todo”. En
consecuencia, más que averiguar el porqué, el cómo y
el cuando, si queremos ayudar a un depresivo debemos
proponernos hacerlo cambiar de estado.
29

Un aspecto sorprendente de ese cambio de estado es


la extensión y profundidad que alcanza. Si a alguien en
estado negativo uno le pregunta por como fue su vida es-
cuchará una serie de calamidades, errores y sufrimientos
espantosos. La misma persona, luego de cambiar de es-
tado y ante la misma pregunta dirá: “Bueno, en realidad
no me puedo quejar…” y es probable que relate episodios
gratos y golpes de buena suerte. Esta es la razón por la
que no son aconsejables en la depresión las terapias que
se remontan al pasado. Porque en ese estado surgirá
–‘†‘Ž‘“—‡”‡ƒϐ‹”ƒ”žŽƒ–”‹•–‡œƒ›†‹ϐ‹…—Ž–ƒ”žž•‡Ž‡-
cesario cambio de estado.
‘‡•†‹ϐÀ…‹Ž•—’‘‡”“—‡Ž‘‘…—””‡…‘‡Ž’ƒ•ƒ†‘ǡ–ƒ-
bién sucede, y con más intensidad, en relación al futuro.
En el estado negativo no hay futuro vivible. Se imagina
que cualquier empresa esta condenada al fracaso, cual-
quier relación afectiva irá a la separación o al abandono,
cualquier viaje será peligroso y carente de atractivo, y,
aunque no se intente nada, aunque se opte por la inmo-
vilidad, eso tampoco será solución porque el destino por
•—’”‘’‹ƒ•—…‡•‹×†‡Š‡…Š‘•ǡ‡Œ‡”…‡”ž•—‹ϐŽ—Œ‘ƒ‹“—‹-
lante. Esto es lo que, llevado al extremo, aparece como
sentimientos de ruina o de catástrofe inminente en las
depresiones más graves
Pero nuestro objetivo preferencial no son estos casos
extremos, que por serlo no suelen pasar desapercibi-
dos. Queremos llamar la atención sobre este estado que
llamamos negativo, que paraliza y desalienta a muchas
personas que estarían en condiciones de tener una vida
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más activa y plena. Estas personas son las que forman la


falange de los “faltos de iniciativa” o “apocados” o “que-
dados” o “sin ganas” y que por no alcanzar el ranking de
enfermos aceptan su estado como su “modo de ser”. Su-
cede que nadie puede movilizar energías para conseguir
algo que, de antemano, supone que será imposible. Este
‡•ǡ…‘‹†‡’‡†‡…‹ƒ†‡•—•‹‰‹ϐ‹…ƒ†‘–‡‘Ž×‰‹…‘ǡ‡Ž‹-
menso valor práctico de la virtud de la esperanza. Y esta
es una de las causas de la epidemia de falta de entusias-
mo, la que también ha heredado de la medicina el curioso
nombre de depresión.
En una palabra, el tema de cambio de estado desbor-
da el espacio terapéutico y merece ser tenido en cuenta
como una de las coordenadas decisivas en la vida mis-
ma de cualquier ser humano con independencia de su
aparente estado de salud. Más allá de los procesos que
pueden requerir una intervención de un profesional, es
importante tenerlo en cuenta en la vida cotidiana.
Tengamos el rótulo de deprimido o no, un mismo
acontecimiento nos impactará de un modo diferente se-
gún el estado en el que nos sorprenda. La misma noticia
puede descompensarnos emocionalmente y llevarnos a
reaccionar de un modo inconveniente si nos agarra “mal
parados” o, por el contrario, absorberla sin mayores in-
…‘˜‡‹‡–‡• •‹ ‡•–ƒ‘• ‡ — ‡•–ƒ†‘ †‡ …‘ϐ‹ƒœƒ ‡
nosotros mismos y en nuestras capacidades.
No es lo mismo que nos llega una noticia desagrada-
ble en medio de una crispación por estar sometidos a
cierta tensión que cuando estamos relajados y podemos

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