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dad del imperativo moral (Ale, vol. ve esfuerza una y otra vez en subrayar que
pp. 438-440; Opus postumum, p. 591). Dios no es una substancia exterior a mí
Así pues, Kant, que quiere curarse en (sino que se trata de un Deus in nobis.":
salud, ha delimitado tajantemente el cuya realidad es sólo práctica), aun
plano del discernimiento y el de la ejecu- siendo todo ello así, Kant ha iniciado
ción P distinguiendo lo que es pauta y 10 un camino sin retomo, en cuyo desplie-
que es móvil. Pero tal distinción, que gue acabará reconociendo, coherente-
teóricamente no puede ser más nítida, mente con sus propias tesis, que la Mo-
en la práctica concreta, en la vida real, ral se abre ineludiblemente a la Reli-
que es donde realmente nos enfrenta- gión." La Moral -a través de la necesi-
mos ante la necesidad de tomar decisio- dad de un concepto como el del bien
nes en un sentido o en otro, tal jorismós supremo- termina engendrando a
no resulta tan claro, pues el propio aquélla; 18 la Religión no es el fundamen-
Kant está admitiendo, de algún modo, to de la Moral, sino al revés, pero esto
que el límite entre la pauta-díscer- no debe ser, a nuestro juicio, ningún
cimiento y el móvil-ejecución no es un consuelo para una Moral que aspira a la
territorio perfectamente cercado, sino autonomía y que, sin embargo, después
más bien resbaladizo, en lo que atañe al de crear-postular a Dios no puede pres-
papel que en tales ámbitos jugaría un cindir de él, no ya sólo en el terreno del
Dios postulado sólo a efectos prácticos, discernimiento (aunque Kant no lo
con independencia de su existencia. En aceptaría o se resistiría a ello), sino
efecto, el imperativo categórico como también en el plano de la ejecución.
mandato divino presenta también ese Porque resulta que aunque Dios no sea
rostro de Jano que mira en dos direc- más que una ficción práctica, si el impe-
ciones: por una parte viene a completar rativo categórico a la manera de (gleich
o a rellenar el formalismo de una volun- als) mandato divino cobra un papel tan
tad universalizable, al ponemos en la te- importante -y, extrañamente tan sílen-
situra de cuestionamos si tal conducta dado- en el proyecto ético kantiano,
sería querida por una voluntad absolu- me atrevería a sugerir si no es ésta una
tamente buena y bondadosa'! (mandaLo grieta necesaria y profunda, en su siste-
divino). Pero, por otra parte, nos obliga ma moral, consecuencia, sin duda, de la
a acatar la ley moral como inviolable coherencia y radicalidad con la que ha
(mandato divino)." desplegado su pensamiento, evidencian-
Por todo ello, aun cuando Kant nos do los problemas -y esta sena la gran-
advierta de que Dios, cuya necesidad deza de Kant- con los que acaba to-
práctica en la filosofía moral kantiana pándose la razón pura práctica cuando
entendemos ahora perfectamente, es un al querer valerse sólo de sí misma, fiel
postulado de la razón pura práctica; al lema de la Aufkliinmg, termina re-
aun cuando Kant, con una insistencia nunciando a todo lo que no es ella; es
que se nos muestra ahora diáfana, se decir, a todo, salvo a sus ficciones.
NOTAS
1. Edición de la Akademía (Ak.), vol. VI, p. 4. pues. como el propio Kant advierte. en determina-
2, Ak., VIII, 35. das ocasiones, hasta puede ser un deber cuidar de
3. En tanto ideal de la imaginación. Cf. Ak., IV, la propia felicidad, precisamente para no poner en
418. peligro el deber. Cf. Ak., V, 93.
4. Por lo que respecta a su fundamentación, 5. Ak., V, 129.