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C
II (INIIINN
Muy poco ha reflexionado, muy poco ha observado el que no esté convenci
do de esta importante verdad: que el estado material de las sociedades es ó se
hace bien pronto conforme con las doctrinas que se agitan en el mundo superior
de las inteligencias; y que de las ideas á los hechos, del gabinete del filósofo á la
calle, no hay mas que la distancia de algunos pasos, rápidamente salvados por
las pasiones, que están siempre á la mira de lo que puede autorizar su licencia.
El mundo de las inteligencias no está nunca sin doctrinas, y estas doctrinas no
tardan en ser traducidas ántes de poco en hechos, que hacen mover la sociedad
segun sus inspiraciones. Las cuestiones mas especulativas de Teología y Filo
sofía están siempre preñadas de cuestiones de órden ó de desórden, de vida ó de
muerte.— (AUGUsto NicoLAs.)
EL CRISTIANISMO

LA LIBERTA D.
MNAW) ÑOR LA (IVIII/AI)\ Al R(AMA

P 0 R. R. A M0 N A MI º A é
(DE LA UNIv ERs IDAD DE cARAcAs.)

Los americanos no comprenden que estas dos


palabras puedan separarse nunca; CRISTIAN Is Mo
y LIBERTAD.—(TocqUEvILLE.)
- - El Evangelio y la libertad son las basas in
º * •

dispensables de una verdadera legislacion, y el


fundamento eterno del estado mas perfecto del
género humano. —(CANTU.)

CA R A CA S.
IMPREMT A DE V, ESP IMA L ,

1855,
FERNAND O BOL ÍV AR

GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE CARACAS.

Hago saber que el señor Licenciado Ramon Ramírez se ha presentado ante


mí reclamando el derecho exclusivo para publicar y vender una obra de su pro
piedad, cuyo título ha depositado, y es como sigue: “ELCRIst IANISMo y LA
LIBERTAD: EnsAyo soBRE LA cIvILIzAcioN AMERIcANA, ” y que habiendo pres
tado el juramento requerido, lo pongo por la presente en posesion del privile
gio que concede el artículo primero de la ley de 8 de Abril de 1853, que asegu
ra la propiedad de las producciones literarias, pudiendo él solo publicar, ven
der y distribuir dicha obra por la primera vez respecto de cada edicion 6 publi
cacion que haga durante su vida, y catorce años despues de su muerte en el caso
de dejar viuda 6 hijos, en favor de aquella y estos, segun las leyes que arreglan
las herencias. Dado en Carácas á 20 de Enero de 1855, 26 de la Ley y 45 de la
Independencia. — E. BolívAR. — L. RUEDAs,
ÍND ICE,

Pág.
CAPíTULo I. La sociedad. — Su elemento y objeto
CAPíTULo II. Teoría de los gobiernos segun la civilizacion
antigua.—Su influencia en la moderna.
CAPítulo III. Malestar general de los pueblos.— Progre
sos del liberalismo.— Su impotencia para
remediar los males de la sociedad . e 16

CAPíTULo IV. Progresos de la civilizacion industrial.—


Sus males revelados por los escritores
modernos. — Idea del verdadero destino
del hombre 24
CAPíTULo V. Exámen del socialismo . a e e 33

CAPíTULo VI. La teoría del deber comparada con la teo


ría del interes, ó sea del derecho . e 53
CAPíTULo VII. Influencia del Cristianismo en la civilizacion 66

CAPíTULo VIII. Resolucion de algunas objeciones contra el


Cristianismo. e - - e e 76
CAPíTULo IX. Formas de gobierno. e e e e 87

CAPíTULo X. El objeto de la sociedad demarcado por la


moral. . e e e - 96
CAPíTULo XI. Accion administrativa.— Accion contenien
do, ósea derecho penal e e 133

CAPíTULo XII. Accion administrativa.—Accion dirigiendo.


—Facultades industriales . e 171

CAPíTULo XIII Accion administrativa. — Accion dirigien


do. — Educacion . e e e e 178
CAPíTULo XIV. El poder de la asociacion sustituido á la
accion administrativa . • e e 197
CAPítulo XV. Observaciones generales sobre la accion ad
- ministrativa . - e 204
CAPítulo XVI. De la religion . - a º 220
REsUMEN Y coNCLUsioN . e º e e 239
PROSPECTO.

No pasará mucho tiempo sin que se reconozca que la


política no es otra cosa que la moral aplicada á la so
ciedad. (CANTU, Historia de cien años.)

Mando y propiedad..... esta es la gran cuestion de la


armonía social, cuestion á que los pueblos de la Amé
rica están convocados, y á la cual tienen que dar una
solucion que el mundo aguarda...... este es el gran pro
blema que la América tiene que resolver, y lo resolverá,
porque á cada página de la vida de las pasiones y de las
necesidades de la humanidad, corresponde otra página
de la vida del espíritu y de la inteligencia que la guian.
(FERMIN Toro.)

Poco habrian ganado los pueblos de la América con


romper las cadenas que los unian á la Europa, si no tra
tasen de comprender sus necesidades, para satisfacerlas,
no segun las ideas que rigen allende, sino conforme á las
tendencias de su propia civilizacion, tan distinta de la
de sus padres.
Porque no es poder, á la verdad, lo que necesitan los
pueblos para ser libres, sino inteligencia.
Así es que nada ganan con que sus tribunos les griten
continuamente: “teneis derecho de ser libres,” porque
eso lo saben ellos; lo que ellos no saben es, en qué con
siste su libertad, y cómo deben obrar para conseguirla.
JVIII PROSPEC"I'O.

Libertad, en general, significa la accion de un ser en


tregado al espontáneo desarrollo de su naturaleza.
La libertad del hombre no es, por consiguiente, el de
recho de satisfacer los caprichos de la voluntad, sino la
facultad de poner en armonía la voluntad y la inteligen
cia; pues constando su actividad moral de inteligencia
y voluntad, al sacrificar una de estas facultades, se pone
fuera de la ley de su naturaleza. Así pues, léjos de ser
la libertad EL DERECHo de hacerlo todo, es mas bien, EL
DEBER de seguir los dictámenes de la razon para llenar el
objeto de nuestra creacion.
Para hacer un uso legítimo de su libertad debe, pues,
el hombre consultar las condiciones de su naturaleza; se
gun las cuales hay ciertas acciones necesarias para la rea
lizacion de su plan, y se llaman deberes; y otras que lo
son para remover los obstáculos que pueden oponerse á
esa realizacion, y se llaman derechos.
Pero el cumplimiento de los deberes, lo garantiza LA
MoRAL, el respeto de los derechos LA LIBERTAD; luego
la armonía de la moral y la libertad, es la que produce EL
óRDEN, que no es otra cosa que el encaminamiento de las
acciones humanas á la realizacion del plan de la natura
leza; y como este mismo es el objeto de la libertad diri
gida por la inteligencia, síguese que ni puede haber liber
tad sin órden, ni órden sin libertad.
La libertad sin órden, es la accion del ser dotado de
inteligencia y voluntad, que renuncia á aquella para se
guir ciegamente los caprichos de esta.
PROSPECTO. LX

El órden sin libertad, es la accion del ser dotado de


voluntad é inteligencia, al cual se le deja esta con tal que
renuncie al uso de aquella.
La libertad sin órden, es el movimiento de un torren
te que se precipita obedeciendo solo á las leyes del peso,
y destruyendo cuanto encuentra á su paso.
El órden sin libertad, es la calma de ese mismo torren
te helado por los frios del invierno.
El órden, pues, cuya conservacion constituye el obje
to de la sociedad civil, no es el reposo producido por el
equilibrio de fuerzas encontradas, sino ántes bien, el mo
vimiento que resulta de la armonía y combinacion de las
fuerzas sociales en el sentido de EL PRoGREso EN BUscA
DE LA PERFECCION, ó sea de LA CIVILIZACION.
Pero la sociedad puede cumplir su objeto de dos mo
dos: porque puede dejar á cada uno de sus miembros el
completo uso de sus facultades á fin de que solicite por
sí mismo su perfeccion, prestándole ella solamente las ga
rantías necesarias para remover los obstáculos que pue
dan oponérsele por parte de sus semejantes; ó bien por
no tener confianza en los individuos que la forman, en
cargar al poder que representa la fuerza comun, no solo
de prestar garantías al uso de las facultades, sino tambien
de limitarlo y dirigirlo, señalando por sí mismo el modo
de buscar la perfeccion. En este caso cumple la sociedad
su objeto, sometiendo el individuo á la obediencia; en
aquel, dejándole la libertad.
x PROSPECTO.

La civilizacion que se funda en la obediencia, solo


confia en la omnipotencia del poder social; la que se fun
da en la libertad, en la independencia y espontaneidad
del individuo: la primera pone la suerte de la humanidad
en manos de los gobiernos; la segunda la deja en manos
de los mismos hombres: la una priva al hombre de su
voluntad, y limita el ejercicio de su inteligencia; la otra
le deja en la plenitud de su naturaleza, y por eso trata
de poner en armonía la inteligencia y la voluntad: hace
aquella marchar al género humano, paso á paso, lenta
mente, y hasta parece que le hace retroceder; déjale es
ta andar por sí solo, lo que aunque le expone á algunas
caidas, le hace avanzar siempre, sin volverle jamas atras.
En la civilizacion de la obediencia solo se halla el frio y
la tranquilidad de la muerte; en la civilizacion de la li
bertad, se halla á veces la fiebre, pero siempre la majes
tad y la lozanía de la vida.
Toda la civilizacion antigua pertenece á la primera
especie; la civilizacion cristiana á la segunda. Las so
ciedades que siguen esta, encuentran toda su teoría en el
Catecismo de moral, y su centro de accion en la concien
cia del individuo; las que siguen aquella, hallan su teo
ría en el Código penal, y su centro de accion en las ba
yonetas con que cuentan sus gobiernos.
La edad media fué la lucha del espíritu del Cristianis
mo con los recuerdos de la civilizacion antigua, ó sea del
derecho del individuo con el poder de la asociacion. El
PROSPECTO. XII

triunfo se consiguió solo á medias: se cambió el objeto


de la soberanía, pero se cedió en cuanto al modo de cum
plirlo. Para el mundo antiguo la sociedad, ósea la pa
tria, lo era todo; el hombre era un grano de polvo im
perceptible en medio del grupo formado por la asocia
cion. La Europa despues de la edad media continuó so
metida al querer de los gobiernos, ó sea á la civilizacion
de la obediencia; pero respetando ya el fin individual, no
realmente en la práctica, como lo haremos ver en el cur
so de esta obra, sino en la teoría; y bien sabido es que
el reconocimiento de un principio produce por sí solo
muchos de los resultados de su completo triunfo. La ci
vilizacion europea pertenece, pues, en la práctica á la ci
vilizacion antigua, solo en la teoría á la moderna.
No ha sido completo el triunfo del Cristianismo, que
quiere la civilizacion por medio del individuo, y la fun
da por esto en LA LIBERTAD.
He aquí la obra encargada á las generaciones que pue
blan la América.

V. 2 - La época que atravesamos, época de confusion y es


, , , , cándalos, es nuestra edad media: es la lucha del verda
º dero espíritu de la libertad, que es el Cristianismo, con
e -- e e e e

o
los recuerdos de la civilizacion europea, y que dará por
-

... , resultado LA CIVILIZACION AMERICANA.


º e s

-- Los males que ahora sufrimos son las consecuencias


de la confusion y el desconcierto que anteceden siempre
al aparecimiento de una nueva creacion: el cáos está
e Aº aº

º siempre ántes que el órden.


y A º, -

. . . . . . . . . . . . . . . . .
- -
-
- -
XII - PROSPECTO.

La civilizacion europea, que en realidad no hace mas


que someter los destinos de los pueblos á los intereses de
las familias reinantes (*) proclama, para cubrir sus mi
ras, el principio del bien público: divinidad ciega, que
con una mano protege á los unos, con la otra sacrifica
á los otros; con una mano presenta la corona del triun
fo á las naciones fuertes, con la otra asesta el puñal al
seno de las débiles. La civilizacion europea no sigue el
principio de la justicia sino el de la utilidad: no recono
ce en el hombre derechos sino intereses: procura civili
zarle, no porque le considere como en realidad es, el rey
de la creacion, centro del mundo moral, sino porque
quiere verle contento para que esté sumiso; entregado
á los placeres para que olvide sus derechos; adormeci
do en las frivolidades para que no piense en su excelsa
dignidad. La civilizacion europea produce el desarrollo
de la materia mas bien que el del espíritu; propiamente
deberia llamarse civilizacion industrial.

La civilizacion americana busca el bien público, pero


no como el interes del mayor número, sino como el de
recho de todos; porque sigue el principio de la justicia,
que da á cada uno lo que es suyo, y por eso defiende con
una mano la propiedad del rico, y con la otra cubre la
desnudez del pobre: respeta á todas las naciones, por
que la tendencia de la verdadera civilizacion no es á di
vidir los hombres en distintas patrias, sino á reunirlos to
(*) Luis Blanc, Historia de diez años.
PROSPECTO. - XIII

dos en una sola: procura el adelantamiento del hombre,


porque ve la sociedad como formada para él, no él para
la sociedad: quiere dar al hombre la idea de lo que es,
para que ocupe su puesto, y sea no un enemigo sino un
guardian de la asociacion. Es esta la civilizacion que
puede producir la emancipacion del hombre, y que por
eso merece con propiedad el nombre de cristiana.
La civilizacion europea ha envejecido estudiando las
formas de gobierno, ó sea LA POLíTICA, que es la ciencia
de la asociacion. Por resultado de sus investigaciones, no
ha hecho mas que ir cambiando el orígen de la soberanía,
sin saber dónde colocarlo: de la eleccion lo pasó al de
recho divino; de este al derecho de sangre; de aquí á
la soberanía popular; y por último á la sobéranía de las
naciones, que por conservar la paz y el equilibrio euro
peo, han cedido á las fuertes la facultad de imponer go
biernos á las débiles. Sus monarcas, empero, son hoy lo
mismo que eran ántes: su poder se ha moderado, no por
que ellos hayan cedido de sus pretensiones, sino porque
sus pueblos han adelantado, y á cada paso que dan en
la carrera del progreso, conquistan alguno de sus dere
chos, á pesar de su civilizacion.
La civilizacion americana no tiene para qué ocuparse
en el estudio de las formas de gobierno, porque ya tiene -
-
/
4.
” y
y 2-
la que da por resultado el espíritu del Cristianismo, que / * , , , , ,
es LA DEMocRACIA, ó sea la soberanía de la razon en la , *
interpretacion de las leyes de LA JUSTICIA ETERNA. Lo que
º y Ar
e -
- º ,

-- . - -

- A" = - -
ºr
XIV PROSPECTO.

sí debe estudiar es la ley del individuo, ó sea LA MoRAL,


que es la ciencia del hombre como ser en accion, para que
dando al hombre el conocimiento de lo que es, logre ha
cerle entrar en posesion de su razon.
º

Solo así podrá conseguirse la armonía de la ley del


individuo con la ley de la asociacion, ó sea de EL
CRISTIANISMo Y LA LIBERTAD.

-c>3é333<-
INTRODUCCION.

AL entrar el hombre en el ejercicio de su razon, el /z y 2.


primer uso que debe hacer de ella es darse cuenta de su
destino. /

El hombre que no sabe lo que es, ni lo que ha venido


á hacer al mundo, pasa su carrera sin satisfacer el objeto
de su creacion, porque ni puede señalar un término á
sus acciones, ni hacer uso eficaz y acertado de sus fa
cultades.
LA DEFINICION DEL HoMBRE es el fin de todos los sis
temas filosóficos y religiosos: la basa y término de todas
las ciencias sociales: el verdadero objeto de la educacion
moral (*): el inacabable afan; el eterno anhelo del pen
samiento entero de la humanidad.
El yo es el centro de la creacion para cada uno de los
seres que componen el género humano.
¿ Qué cosa es el hombre ? He aquí el eterno problema
del mundo intelectual.
Nosce te ipsum : conócete á tí mismo.
Esa su resolucion; esa la mas precisa fórmula de LA
FILosoFíA, que es LA CIENCIA UNIVERSAL, planteada en
estos términos, hay ya mas de veinte siglos, y resuelta
en su parte práctica, solo por el Cristianismo.
(*) Las nociones indispensables para la vida del ser intelectual, y que com
prenden el idioma y los principios elementales de la filosofía, se llaman Hu
manidades, como para dar á entender que sin ellas el hombre no es hombre
sino á medias. (BoisTE).
l
NTRO D U CC () N.

Ningun hombre puede tomar parte en la vida activa de


la humanidad sin dejar ántes resuelto ese problema.
Antes de entrar en posesion de la excelsa dignidad de
hombre, es necesario dejar contestadas estas preguntas:
¿QUÉ cosA soy Yo!
¿ DE DóNDE VENGo!
¡ ADóNDE voy !
El hombre que no pueda responderá estas preguntas,
ejercerá las funciones animales, siguiendo los ciegos ins
tintos de su naturaleza, pero no podrá jamas cumplir el
verdadero fin de la humanidad. Apénas se diferenciará
del bruto en la inconstancia de su direccion, y en la po
sibilidad de extraviarse de su verdadero destino, que no
tiene aquel. Nunca sabrá adonde va; nunca podrá dar
razon de sus acciones; jamas podrá satisfacer las recon
venciones de su conciencia; su suerte estará á merced
de los demas; y su espíritu no se hallará tranquilo mién
tras no pueda responderá aquellas preguntas, ó no se
someta á la direccion de otro, que se encargue de resol
ver por él los problemas de su naturaleza.
El hombre no es hombre sino por el ejercicio de su
pensamiento: el hombre que no pueda hacer uso de su
pensamiento, vivirá en infancia perdurable, en eterno
pupilaje.
Los pueblos, como los hombres, tienen que dejar re
sueltos ciertos problemas ántes que puedan encargarse
de su propia direccion.
Los pueblos, como los hombres, miéntras no resuel
ven los problemas de su naturaleza, no pueden ser in
dependientes y libres, porque el ciego siempre tiene que
valerse de lazarillo, el niño de tutor, el ignorante de guía.
Y como los pueblos están formados por hombres, ten
dremos que concluir, que los pueblos para llegar á ser
dueños de sus destinos, deben no solo resolver los pro
blemas de los pueblos, sino dejar tambien resueltos de
antemano los problemas de los hombres.
El conocimiento de la ley del individuo, debe prece
der al estudio de la ley de la asociacion.
-º º . º * º
a
INTRO D UCCION. III

El último de los problemas del hombre da por resul


tado, que necesita de LA socIEDAD para poder cumplir
su destino.
Es aquí que concluyen los problemas individuales, y
principian los sociales.
¡Qué cosa es la sociedad! ¿Cuál debe ser su fin! ¡Có
mo debe obrar para conseguirlo ! ¡La sociedad ha sido
formada para el hombre, ó el hombre para la sociedad! -

Hasta dónde se extiende su poder Hasta dónde el / y


deber de obedecerla! ¿A quién corresponde el derecho / /
de dictar las leyes, de establecer su sancion, y de hacerla
efectiva ! ¿Cuál será, en fin, el verdadero sistema social
que haga posible esa libertad con que todos deliramos;
esa civilizacion que mas parece un sueño de nuestra fan
tasía, que un bien que podamos tener esperanzas de
poseer jamas !
He aquí las preguntas que deben dejar contestadas los cºs
pueblos, para poder gobernarse por sí mismos, que es el . . .
fin de LA LIBERTAD.
Mas no basta desearlo para conseguirlo; ó mejor
dicho, no se ama bien la libertad cuando no se la cono
ce; así como no se agradecen los beneficios de la luz,
solo por los albores de la aurora, sino cuando el sol lle
ga al meridiano. Es preciso conocer la libertad, para
amarla; cuando se la ama bien, porque se la conoce bien,
es infalible su conquista, es segura su posesion.
Este, pues, debe ser el fin de los apóstoles de la civi
lizacion: este el objeto de los afanes y desvelos de los -

verdaderos amantes de la humanidad. - º

Porque el gobierno de sí mismo, que constituye la liber


tad, no es el derecho de nombrar mandatarios que vayan zº a
á ejercer los poderes de los pueblos; ni tampoco el ejer- , , , , , ,
cicio inmediato de la soberanía para dirigir los unos á . . . . . . .
los otros. El gobierno de sí mismo, que constituye la li- a
bertad, es la independencia del individuo del poder so *º --, º -
cial, de tal modo, que, como decia J. J. Rousseau, al
dar las condiciones del contrato social, uniéndose á los
demas, no obedezca sin embargo mas que á sí mismo, y
quede tan libre como lo era ántes.
IV INTRODUCCION.

Pero no será esto una utopia irrealizable !


Para responder á/esa pregunta, es preciso ántes exa
minar la naturaleza de la verdadera libertad.
Al hombre, como decia Juan Donoso Cortés, cuando
aun tenia fe en la naturaleza del hombre........ al hombre
le constituyen en su actividad dos facultades contradic
torias, la inteligencia y la libertad (*): la inteligencia
que concentra, y la libertad que dispersa: la inteligencia
cuya ley es la identidad y la armonía, y la libertad cuya
ley es la multiplicidad y la divergencia: la inteligencia
cuyo objeto es la verdad, una misma para todos, y la li
bertad cuyo objeto es la satisfaccion de la voluntad, di
versa para cada individuo: la inteligencia, en fin, que
es la condicion que hace sociable al hombre, y la liber
tad, que es la que le desvia de la sociedad y le lleva fue
ra de su destino.
El hombre, pues, no podrá seguir una marcha con
forme con su propia naturaleza, sino poniendo en armo
nía la inteligencia y la libertad. Si el hombre es plena,
absolutamente libre cuando hace lo que quiere, no es ra
cional, humanamente libre, sino cuando su voluntad es
tá dirigida por la inteligencia (**).
(*) Ila libertad se toma aquí por el libre albedrío.
(**) El uso de las palabras voluntad y libertad no está bien determinado; tra
taremos, pues, de fijar su sentido de este modo.
El resultado de un juicio es un acto de la voluntad; se quiere lo que el en
tendimiento nos presenta como verdad; pero el hombre no está obligado á se
guir el dictámen de la voluntad, puede hacer aquello ó hacer otra cosa; esto es
lo que se llama libertad; pero la libertad para obrar consulta siempre al libre al
bedrío, que puede decirse que es la facultad de querer lo que se quiera querer.
Así pues, aun obrando el hombre por obediencia al deber, hace lo que quiere,
luego es libre; porque no es la libertad la que se somete sino la voluntad. Gene
ralmente se confunde el libre albedrío con la libertad.
Tambien se observará, que la libertad, hablando con propiedad, no es ni de
recho ni deber, sino la facultad que pone al hombre en capacidad de cumplir el
deber ó de hacer valer el derecho.
El hombre es mas libre, miéntras mas se somete la voluntad á la inteligen
cia, porque la primera voluntad es la que es dictada por el conocimiento de la
verdad. Así, Augusto Nicolas define la libertad, diciendo: la facultad de hacer
lo que se quiere, haciendo lo que se debe.
El hombre obra mal cuando no cumple la voluntad que es resultado del
juicio; es decir, cuando no hace lo que la verdad le aconseja, cuando no hace
lo que debe, sino lo que quiere; ó mejor dicho, cuando no quiere lo que efecti
vamente quiere, sino lo que quiere querer.
La sancion, así espiritual como corporal, no hace mas que dar un motivo á
la voluntad para que quiera lo que deba querer.
INTRODUCCION. V

Y desde luego, la libertad, tal como puede llevar al


hombre á la realizacion de su destino; la libertad, tal
como puede ser la antorcha luminosa en pos de la cual
marche la humanidad en busca de la perfeccion, no es el
derecho de complacer solo á la voluntad, sino á la vo
luntad y á la inteligencia; mejor dicho, es EL DEBER de
seguir los dictámenes de nuestra razon, en la solicitud del
fin de nuestra creacion.
Para que el hombre tenga el derecho de ser libre, es
preciso que oiga á su razon; y como la razon es una
misma para todos los hombres, síguese, que cuando to
dos estén en capacidad de oirla, habrán llegado al perío
do de verdadera armonía, y serán libres dejando resuel
to el problema social, tal como lo habiamos planteado.
Entónces estará realizada la verdadera república, y
los pueblos se gobernarán por sí mismos, no porque estén
en posesion de la soberanía, sino porque no reconocerán
otra soberanía que la de la razon interpretando las leyes
de LA JUsTICIA ETERNA, cuyo AUToR es el único sobe
rano legítimo, porque es el único que reune en perfec
cion las cualidades que constituyen el derecho de man
dar: INTELIGENCIA, BoNDAD y PoDER.
Luego no es libertad, ósea poder de obrar, lo que
tienen que conquistar los pueblos para ser libres, sino in
teligencia, es decir, el uso de su razon. No es al título
de ciudadano á lo que deben aspirar, sino al de HoMBRE.
De los dos elementos que constituyen la actividad mo
ral, inteligencia y libertad, es este el que poseen, aquel
el que les falta.
Déseles á los pueblos el conocimiento de sus dere
chos, y ya no será posible la tiranía. El hombre que lle
ga á conocer sus derechos no se los deja arrebatarjamas.
El esclavo que llega á convencerse de la injusticia de su
suerte, no vuelve á servir mas; se hace libre ó se suicida.
Eso dice la razon, y lo confirma la historia, y lo sos
tiene la dignidad de nuestra especie.
¡Queremos la libertad, es decir, la independencia del
hombre ! ¡Queremos el desarrollo espontáneo de su na
VI INTRO D UCCION.

turaleza? ¿Queremos que el hombre sea lo que debe ser (*),


un ente racional! Pues es preciso ponerle en posesion
y ejercicio de su razon.
Ya es tiempo de que adoptemos otro camino que el
que se ha seguido hasta ahora. Demasiado uso se ha he
cho de la materia para dirigir al hombre, vamos á valer
nos del espíritu.
Dejemos á los tiranos el uso de la fuerza; apoderé
monos, los que respetamos á la humanidad, de la inteli
gencia. -

Miéntras se quiera manejar á los pueblos por la fuer


za, los pueblos no serán sino esclavos y víctimas, car
celeros y verdugos de su propia libertad. Si se quiere que
los pueblos lleguen á ser soberanos y HoMBREs, es nece
sario dirigirlos por medio del pensamiento.
La historia de los gobiernos es la historia de la asocia
cion luchando con el individuo. La historia de la legis
lacion es la historia de las barreras que la sociedad ha
creido necesario echar á su alrededor, para impedir las
invasiones de sus mismos miembros. A proporcion que
el hombre ha ido ganando en inteligencia, se ha ido es
trechando aquel círculo, porque el individuo ha ido ad
quiriendo una fuerza propia que le contiene en su esfe
ra, é impide las invasiones en las de los demas.
En las épocas de corrupcion se multiplican las leyes,
porque debilitada la fuerza interior que contiene al indi
viduo, tiene la sociedad que aumentar las barreras que
la defienden.
Si se desea hacerlas desaparecer del todo, es preci
so dar á esa fuerza individual todo su poder; es preciso
que cada uno de los miembros que componen la socie
dad, sea un guardian de su existencia, no un enemigo
que la amenace continuamente; es preciso que los hom
bres cuiden primero de la sociedad, para que la sociedad
pueda luego cuidar de ellos. Y he aquí el fin de la ver
dadera CIVILIZACION.
(*) Lamennais define el derecho: lo que debe ser. Así, el hombre estará en
posesion de sus derechos, cuando sea lo que debe ser.
INTRO D UCCIO N. VII

Civilizar á los hombres es darles el conocimiento de


sus derechos y de sus deberes: el conocimiento de sus
derechos para que no se los dejen arrebatar; el de sus
deberes para que no invadan los de los demas: el cono
cimiento de sus derechos como un baluarte contra la ti
ranía, que todo lo absorbe; el de sus deberes como un
baluarte contra la anarquía, que todo lo disuelve.
Pero la ciencia de los deberes del hombre es la moral;
y la generacion de los derechos la dan los deberes. El
hombre tiene derechos, porque son necesarios para cum
plir sus deberes. El deber es la regla, el derecho es el
medio de cumplirla (*).
La moral enseña al hombre el fin para que ha sido
criado, le marca el camino que debe seguir para llegará
él, y le traza las reglas que debe observar para no extra
viarse. El hombre recibe sus instrucciones, marcha en
busca de su destino, y á cada obstáculo que impide su
paso, tiene que consultar sus credenciales, para remo
verlo de acuerdo con el poder que se le ha conferido; y
he aquí lo que constituye el derecho, que no es mas que
el medio de cumplir un deber, ó la direccion que nos con
duce mas pronto al legítimo fin.
La libertad, pues, que con relacion á los demas es el
respeto de nuestros derechos, con relacion á nosotros mis
mos, es el poder de obrar segun lo necesitamos para el cum
plimiento de nuestro destino; y como este nos está señala
do por el deber, el deber por la moral, y la moral por
la razon, comprenderemos la identidad de esta definicion
con la que ya ántes hemos dado.
Y aquí volvemos á encontrar, que lo que les falta á los
pueblos para ser libres, no es el poder, sino la inteligen
cia; es decir, el conocimiento de su fin y de los medios
de conseguirlo.
Por eso los opresores de la humanidad no intentan
conservarla en la degradacion de otro modo, que priván
dola del uso del pensamiento. No pretenden aherrojar
á sus súbditos, pues entónces tendrian que reducir su pa
(*) Recordemos la definicion de Lamennais: derecho es lo que debe ser.
VIII INTRO D UCCION.

el al de carceleros de sus pueblos; lo que hacen es im


pedirles el conocimiento de su naturaleza, para que se so
metan ciegamente á las órdenes de sus señores. No usan
de cadenas, que estas pesan y cansan, y al fin se rom
pen; arrojan á sus esclavos en una mansion de tinieblas,
para quitarles el deseo de salir de ellas, privados como
quedan del conocimiento de la luz.
Pero no basta que el hombre conozca su fin, para que
lo siga. Si el juez de sus acciones es la razon, el ejecu
tor de sus fallos es el libre albedrío: ejecutor capricho
so y antojadizo, que se complace en hallar resistencias
que vencer, obstáculos que arrostrar.
La moral le enseña al hombre el fin de su creacion,
y le da reglas para conseguirlo. Hasta aquí no tiene mas
fuerza que la de un consejo; cuando mas la de un buen
cálculo. Es necesario buscar una sancion para esas re
glas, que sirva de valla intransitable á los caprichos del
libre albedrío.
La sancion de la moral solo se encuentra en el poder
de su mismo AUToR, que no verá jamas con indiferencia
la suerte de su obra, el cumplimiento del objeto que se
propuso al crear al hombre, fin de toda la creacion.
Así, no hay sancion para la moral sino en la religion,
cuyo juez es el mismo Dios, que todo lo ve, y que no
puede engañar, ni ser engañado: juez que lee en el fon
do de nuestros corazones, no solo los deseos ya conce
bidos, sino hasta el gérmen mismo de nuestros pensa
mientos; juez que es la misma justicia, y que decide sin
apelacion, porque no hay apelacion de la absoluta verdad.
La religion es el único baluarte que conserva incólu
me la libertad del hombre; porque es el único que le
mantiene dentro de su propia esfera. La religion es la
única salvaguardia en que puede confiar la sociedad para
defenderse de las invasiones de sus miembros; porque es
la única incorruptible, y la que vela á todas horas, y so
bre todas las acciones. La religion es el único poder ca
paz de suplir la deficiencia de las leyes, y con infinita
ventaja; porque no se le desobedece jamas con impuni
INTRO D UCCIO N. . IX

dad. La religion, en fin, es la única institucion que pue


de desempeñar en los pueblos libres, las funciones que
los gobiernos de los pueblos esclavos creyeron indispen
sables para contener las conciencias de sus súbditos, y
que concedieron á instituciones incompatibles con la li
bertad y dignidad de nuestra naturaleza: los romanos
tenian Censores, Areópago los griegos, Eforos los espar
tan OS. -

El hombre ha sido criado para llenar un fin determi


nado, y para ello se le ha concedido el libre albedrío,
que le desvia de él, y le pasea por el espacio sin rumbo
ni norte; para cumplir el objeto de su creacion tiene
por consiguiente que buscar una guia que le encamine.
Para que esa guia no sea la voluntad de otro hombre,
tiene que acogerse á la voluntad de Dios. La conciencia
es el intérprete de esta voluntad, la fuerza el de aquella.
No hay recurso: ó los hombres reconocen el poder
de la conciencia, y entónces podrán ser libres; ó renun
cian á ella, y entónces tendrán que doblar su cerviz ba
jo el yugo de los déspotas. No hay mas que dos extre
mos entre los cuales oscila la sociedad: los gobiernos
cuyo centro de accion es la conciencia individual, y los
gobiernos cuyo centro de accion es la cuchilla del verdu
go: hácia aquel tienden los que creen en la conciencia,
hácia este los que la niegan. La sociedad necesita un vín
culo que la conserve unida; á falta de la religion que
obra sobre el espíritu, tiene que valerse del hierro, que
obra sobre el cuerpo.
El código penal es el catecismo de los pueblos que
no tienen moral -

Todos los pueblos han contado siempre con la san


cion religiosa para conservar la sociedad. Estaba re
servado á los filósofos del último siglo creer posible
su existencia sin el apoyo de la religion. Pero ¿sabeis
de qué provino esto ! De la misma fuerza que tiene el
Cristianismo para mantener el órden sin disminuir la
libertad; pues él ha creado un fondo tal de costumbres
públicas y privadas, que se creyó posible conservar la
X INTRO D UCCIO N.

moral prescindiendo de la religion, que la enseña y le


da todo su poder: juzgóse, porque el árbol estaba recien
cortado, que mantendria para siempre la savia que le ha
bia dado la vida, sin advertir que al caer empezaba ya á
SeCa l'Se.

Así pues, ó nos acercamos á los gobiernos cuyo cen


tro de accion es el hombre, y para esto es preciso dar
fuerza á la conciencia, practicando la religion, ó descui
damos esta, y entónces tendremos que ir á dar á los piés
del verdugo,
La irreligion se ha hecho de moda, porque se ha he
cho de moda la frivolidad, y la molicie de costumbres:
se cree que la despreocupacion y la claridad del entendi
miento son incompatibles con las ideas que se reciben en
la educacion: no se admite por cierto lo que no es nue
vo; como si la verdad no dependiese de las relaciones
eternas de todo lo creado, sino de la hora en que llega á
nuestro conocimiento: se tilda de fanatismo y de pobre
za de espíritu la seriedad del pensamiento, y la práctica
del deber.
¡ Sabeis cuál es el resultado !
Demasiado que sí, cuando todos lo palpamos. Ningun
pueblo como el de la América tiene la experiencia de lo
que es la libertad. La civilizacion parece haber escogi
do esta tierra como el campo en que deben finalizar sus
experiencias, para dejar de una vez establecida para
siempre la democracia. De un extremo á otro está la
América poblada de hombres gobernados por institucio
nes libres. ¿Cuál es el resultado ! Que solo hay órden
donde hay moralidad, ó por lo ménos hábitos que su
plan la moralidad de las costumbres; que solo hay liber
tad donde la sociedad está basada sobre el respeto de la
personalidad del hombre, carácter distintivo de su civi
lizacion.
La Union Norteamericana, cuya fundacion se debe
á la conciencia del hombre errante y prófugo de su pa
tria en busca de un asilo en que vivir independiente, es
el único país americano que promete hoy estabilidad y
INTRO D UCCION. XI

progreso. Si hay algo que infunda temores por su conser


vacion, es su demasiado apego á los intereses materia
les, su amor al engrandecimiento y á la gloria, conse
cuencias de los recuerdos de la civilizacion de sus pa
dres, que la hacen olvidar la suya propia, y desde luego
la justicia de los fines, la legitimidad de los medios.
Los pueblos tendrán que convencerse, á costa de una
dolorosa experiencia, de que la libertad es incompatible
con la relajacion de costumbres; porque las leyes nada
hacen por sí solas; son los hombres los que las ejecutan.
Los pueblos se levantarán, no para pedir libertad sino
MoRALIDAD. Ya lo ha hecho la España: la España, cu
yos recuerdos son los que nos conservan aletargados en
tre las orgías de la servidumbre; la España, cuya vida
es casi un espejo de la nuestra.
Si queremos ser libres, si queremos poseer la verdade
ra civilizacion, es preciso estudiar la libertad, y estudiar
la civilizacion, estudiando la ley del individuo y la ley
de la asociacion. La ley del individuo es la moral, cuyo
intérprete es la conciencia, cuya sancion solo se encuen
tra en la religion: la ley de la asociacion es el progreso,
cuyo intérprete es la razon, cuyo único y poderoso agen
te es la libertad del individuo.
Es preciso, pues, practicar la religion y comprender
la libertad, cuyo fin es el progreso del individuo, y des
de luego el de la especie. Y como la verdad no es mas
que una, y desde luego, no puede haber mas de una re
ligion verdadera, los caractéres de esta los tomaremos
de su conformidad con el fin de nuestra naturaleza. La
religion que mejor defina el hombre, será la verdadera
religion; y la única religion que resuelve los problemas
de nuestra naturaleza es EL CRIsTIANISMo, pues su doc
trina no es mas que la explicacion de la naturaleza hu
mana hecha por el mismo Dios.
“ Dados Dios y el hombre, se deduce necesariamente
, todo el Cristianismo; porque el Cristianismo no es mas
, que el conjunto de leyes ó condiciones necesarias de la
, vida intelectual, de la vida moral, y aun de la vida física
XII INTRO D UCCIO N.

, del hombre; leyes que se derivan de la naturaleza del


, hombre y de la naturaleza de Dios (*).”
Esto lo dice la historia, lo reconoce el sentido comun,
es decir, la conciencia de la humanidad, lo acepta entu
siasmado nuestro corazon, y lo confirma satisfecha nues
tra razon, que solo en el Cristianismo encuentra su com
plemento, y la prueba de lo que sospechó un filósofo
del paganismo, sin conocer la revelacion, que la razon
humana era contemporánea del entendimiento divino (**).
En efecto, la razon y la revelacion no son mas que el
eco de una misma voz: la razon es la voz de Dios refle
jada por nuestro entendimiento; la revelacion la voz de
Dios reflejada por la palabra de sus enviados. Solo la ar
monía de esos dos ecos nos dan la posesion de LA VER
DAD ETERNA, y la verdad eterna es LA JUsTICIA, cuando
dirige nuestras acciones; y LA CIVILIZACION, como estado
á que debe encaminarse la humanidad; y Lo BELLo y Lo
sUBLIME, como eterna aspiracion de nuestro espíritu; y
Lo IDEAL, como tipo de poesía, y Lo INFINITo como nor
ma de perfeccion: la verdad eterna es el VER Bo DivINo.
La verdad eterna, pues, cuya posesion es el legítimo
fin de nuestra naturaleza, solo se halla en el seno mismo
de la Divinidad. Nuestro destino no concluye sobre la
tierra! . . . . . . . . . . . . . . . .
Nosotros, hijos de la América, que hemos sido testi
gos y actores en los ensayos de las prácticas de la liber
tad, estamos por esto mismo, mas cerca de conseguir la
verdadera civilizacion, pues para ello no nos falta mas que
comprender el verdadero espíritu de la libertad, y este solo
se encuentra en la doctrina y práctica del Cristianismo.
Es preciso, pues, que nos olvidemos un poco de las
exterioridades para penetrar en la esencia misma de las
instituciones libres. Es preciso descansar de las discusio
nes sobre formas de gobierno, que no son mas que un
medio para llegar al verdadero fin de la sociedad, estu
diando la naturaleza de este fin, que no es sino la reali
zacion del fin del hombre. -

(*) Lamennais.
(**) Orta simil cum mente diviná. Ciceron.
INTRO D UCCION. - XIII

Para llegará ser libres, lo que necesitan los pueblos


no es ser soberanos, sino independientes de todo poder
que no sea el poder del mismo Dios: no tener el derecho
de mandar, sino el poder de desarrollarse siguiendo so
lamente la direccion que les señale su razon y que aprue
be su conciencia.
El ejercicio de los derechos políticos no es necesario,
sino para conquistar y asegurar la libertad, que consiste
en el ejercicio de los derechos individuales. Las formas
de gobierno no tienen otra importancia que la que les dé
su aptitud para procurar el desarrollo del individuo. Si
nos hemos visto en la dura necesidad de luchar por las
formas libres, ántes de estar en capacidad de ejercerlas
con buenos resultados, es porque los tiranos no consien
ten jamas el desarrollo del individuo, y nos habrian con
servado en eterno pupilaje, si no hubiéramos rechazado
la mano de hierro que nos daban por proteccion. Pero,
una vez que estamos en capacidad de procurar nuestro
desarrollo, debemos olvidarnos de las sutilezas legales,
de los artículos de mas ó de ménos en una constitucion,
de la mayor ó menor precision de las fórmulas, para ade
lantar en el conocimiento de la ley del individuo, y po
nerla en armonía con la ley de la asociacion.
El desarrollo del individuo y el desarrollo de la asocia
cion, marchan siempre apoyándose mutuamente: si uno
se adelanta el otro le sigue, si este se detiene, aquel
le espera; pero el verdadero término á que se encamina
esa marcha es á la perfeccion del individuo: la perfec
cion social no es mas que un medio para conseguir esta.
Y he aquí el carácter distintivo de las dos civiliza
ciones que hoy se disputan la direccion del mundo. LA
cIVILIZACIoN EURoPEA se funda en la ley de la asocia
cion; LA CIVILIZACION AMERICANA en la ley del individuo.
La primera sigue el principio de la utilidad; la segunda
el de la justicia. La primera estudia la política; la se
gunda debe estudiar la moral. Hasta que la política y la
moral no sean una misma cosa, no habrá sido completo
el triunfo del Cristianismo.
XIV INTRODUCCION.

Jóvenes de la América una excelsa mision teneis


que cumplir: la democracia ha fijado sus tiendas en vues
tra patria para enviar la civilizacion al viejo mundo: el
viejo mundo espera con ansia el dia de su redencion. El
clamor de sus pueblos, las angustias de sus gobiernos, la
voz de sus sabios, todo, todo os lo anuncia: fijas están
sobre vosotros las miradas de la humanidad; preparaos
para llenar dignamente vuestra mision; daos prisa, que
es una mision de progreso, de libertad, de vida.
LA LIBERTAD FUNDADA EN LA PRACTICA DEL CRISTIA
NIs Mo: he aquí el porvenir del mundo.
Estudiad la libertad: estudiad el Cristianismo, que es
el Cafecismo de la libertad.
Estudiad la libertad y el Cristianismo, que son al mis
mo tiempo el orígen y el término de nuestra civilizacion.
Estudiad el Cristianismo, si no como una religion, si
quiera como un sistema filosófico, que al fin tendreis que
prestar á sus doctrinas la obediencia y el amor que re
clama la voz de un Dios. El corazon ama con entusias
mo, nuestra frente se inclina en señal de adoracion, an
te las verdades que nuestro entendimiento percibe con
claridad.
“No os exigimos que creais, sino que examineis (*).”
Examinad el Cristianismo, y allí encontrareis “ ese
, conjunto de verdades, de ideas, de religion, de legisla
, cion, de moral, de virtudes, en medio de las cuales na
, cemos y morimos,” y que constituyendo, como dice
Lamartine, la civilizacion, no tiene nada que pedir á los
otros sistemas, no tiene nada que esperar de la perfec
tibilidad del género humano.
Es la doctrina del Cristianismo la que en la práctica,
puede crear ese ideal de consagracion patriótica (la pa
tria del cristiano es la humanidad ), de pureza incorrup
tible, de estoicismo sin hipocresía y sin rudeza, que como
dice Thierry, deberia formar el carácter del hombre ver
daderamente civilizado. Es la práctica del Cristianismo,
la que únicamente puede hacer estable en las sociedades
(*) Lamennais,
INTRO D UCCION. XV

humanas el órden en el progreso, ó sea la civilizacion,


cualesquiera que sean las instituciones políticas, y que
resuelve así el problema social en los mismos términos
planteado por Rousseau en su Contrato social, y que si
parece quimérico es porque él refirió á la forma, (obe
deciendo al influjo de su civilizacion) lo que no pue
de hallarse sino en la misma raiz de la sociedad. En
contrar una forma de asociacion, que defienda y proteja
con toda la fuerza comun la persona y bienes de cada aso
ciado, y por la cual cada uno, uniéndose dí todos, no obe
dezca sin embargo mas que á si mismo, y quede tan libre
como lo era ánfes.
El Cristianismo, en fin, es la única doctrina que ha
comprendido la naturaleza humana, y por eso la única
que hace posible la verdadera civilizacion.
Si queremos convencernos de estas verdades, abramos
la historia: examinemos “ ese depósito que contiene los
, registros del estado civil, religioso y moral de los pue
, blos en los diferentes períodos de su existencia: ese
, mundo escrito, ese género humano en relieve, evocado
, de todos sus sepulcros, volviendo á tomar el alma, la
, vida, el movimiento, la palabra, delante de los hom
, bres nacidos y por nacer, y representando para instruc
, cion, leccion y ejemplo del porvenir ese drama eterno,
.., que principia siempre en una cuna y concluye en una
, tumba (*).” Abramos la historia, y preguntemos á las
generaciones pasadas qué le debe la humanidad á la civi
lizacion por medio de los gobiernos; y luego interrogué
moslas, qué le debe á la civilizacion por medio del indivi
duo, ó sea al Cristianismo. Al responderá la primera pre
gunta, las veremos con los cabellos erizados, el rostro ba
ñado en lágrimas, y la angustia y la desesperacion pinta
das en su semblante, decirnos: “A la civilizacion de los
gobiernos debe los crímenes y los cadalsos: las mise
rias y las lágrimas: el dolor y la muerte: la desespera
cion y el abandono.” Al contestar la segunda pregunta,
las veremos que con semblante risueño, y pecho palpi
(*) Lamartine.
XVI INTRO D UCCION.

tante de entusiasmo, nos dicen: “A la civilizacion del


Cristianismo debe la virtud y la alegría: la vida y el
progreso: la tranquilidad del alma y el paraiso.”
Sí, al Cristianismo se debe el paraiso, que es la felici
dad eterna, y la tranquilidad del alma, que es la felici
dad miéntras dura esta vida transitoria.
Revolved como querais las tradiciones, las constitu
ciones, las costumbres de todos los pueblos que han ha
bitado nuestro globo, nada hallareis conforme con la li
bertad y dignidad del género humano, nada conforme
con su verdadera naturaleza, que no se halle en el Cris
tianismo.
Es preciso desengañarnos: solo el Cristianismo tiene
el poder de salvar á la sociedad: solo el Cristianismo
tiene el poder de conservar el órden sin disminuir la li
bertad. Miéntras no se aprenda su doctrina para practi
carla; miéntras no se practique para comprenderla, no
harán los pueblos mas que agitarse en dolorosas convul
siones, impotentes para otra cosa que para aumentar sus
padecimientos, y llevarlos hasta la desesperacion.
Hasta entónces no será cierta esa civilizacion que á
nadie hace feliz, á muchos desgraciados, y que á todos
deja con el corazon vacío, y el alma desesperada. Hasta
entónces no serán ciertos, porque no se harán prácticos,
esos principios de LIDERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD,
que tanto se han usado para el mal, tan poco para el
bien. Hasta entónces no dejará de ocupar la fuerza el
lugar del derecho; el número, el de la razon; las armas
de la barbarie, que son las armas de destruccion y exter
minio, el de las armas de la civilizacion, que son la ra
zon y la elocuencia, teniendo por medios la palabra y la
imprenta, y por resultados la conviccion y la persuasion.
Sin el Cristianismo son indiferentes todas las institu
ciones: la república y la monarquía, la democracia y el
absolutismo producirán siempre los mismos resultados:
el interes de los fuertes sobre el derecho de los débiles:
la fuerza sobre la razon; el crímen sobre la virtud. Con
el Cristianismo tambien serian indiferentes las formas
INTRO DUCCIO N. XVII

de gobierno que se adoptasen, si él pudiera dar otro re


sultado que la democracia, los efectos serian siempre los
mismos: la libertad y el contento; la union y la paz; el
órden, la seguridad, LA TRANQUILIDAD DEL ESPíRITU, EL
PRoGREso, LA CIVILIZACION. No pensemos tanto en las
formas de gobierno, pensemos mas en su naturaleza: no
nos ocupemos en estudiar las instituciones sino despues
de haber conocido los principios que ellas se encargan
de hacer efectivos: no nos fiemos tanto de las leyes,
atengámonos mas bien á las costumbres: no estudiemos
la ley de la asociacion sino despues de comprender la ley
del individuo: no es política lo que necesitamos saber,
sino moral; no tratemos de reformar al hombre por me
dio de la sociedad, sino á la sociedad por medio del
hombre.
Decidnos, jóvenes que teneis á vuestro cargo, no un
mundo que descubrir, sino una civilizacion que crear;
decidnos no veis que el viejo mundo no marcha en ar
monía con la naturaleza del hombre No oís los que
jidos que de todas partes se levantan, y que acusan al
hombre de impotente para hacer su felicidad, y aun pa
ra llenar el objeto de su creacion! Pues es que algun
grave mal padecen esas sociedades: algun profundo do
lor las aqueja. El hombre llora despues de sus prodigio
sos triunfos, como aquel gran conquistador que encon
traba el mundo pequeño para su dominacion. ¿ No sois
vosotros mismos testigos y actores de esa tempestad de
secha que azota nuestras playas, sacude nuestras mon
tañas, y aniega de sangre nuestras llanuras !
Esa es la lucha del espíritu de la civilizacion cristia
na, con los recuerdos de la civilizacion antigua.
El nuevo mundo se estremece para acabar de sacudir
el ponderoso yugo que á sus descubridores plugo impo
nerle.
No nos desalentemos porque no veamos todavía claro
el horizonte, que nuestros actuales padecimientos, ya lo
dijimos, son las consecuencias de la confusion y el des
concierto que anteceden siempre al aparecimiento de una
2
XVIII INT RO D UCCION.

nueva creacion: no volvamos la vista atras, no sea que


quedemos petrificados como la esposa de Lot.
“La América ofrece una combinacion de intereses so
, ciales mas complicada que todas las que recuerda la
, historia. Los principios mas latos y atrevidos de la de
, mocracia, como un soplo constante que se difunde en
, todo un hemisferio, comunican calor, actividad y aun
, fiebre, á masas ántes inertes, divididas, clasificadas y
, como pasadas por un harnero que separaba sangre de
, sangre y espíritu de espíritu. La convocacion está he
, cha á esa multitud de fracciones en el campo de la po
, lítica. Nada las distrae ni las detiene, porque no tienen
, leyendas tradicionales, ni abstracciones de filosofía, ni
, escuela de artes, ni campo á la emulacion científica, ni
, el engolfamiento de la creciente industria, ni las precau
, ciones consiguientes á la acumulacion de las riquezas.
, Las masas vienen al terreno de la política, puede de
, cirse, desnudas, rompiendo con lo pasado, y buscan
, do en el porvenir la solucion de dos cuestiones: man
, do y propiedad........ esta es la gran cuestion de la armo
, nía social, cuestion á que los pueblos de América es
, tán convocados, y á la cual tienen que dar una solu
, cion que el mundo aguarda:........ este es el gran proble
, ma que la América tiene que resolver, y lo resolverá,
, porque á cada página de la vida de las pasiones y de las
, necesidades de la humanidad, corresponde otra página
, de la vida del espíritu y de la inteligencia que la
, guian (*).”
(*) Fermin Toro, º Reflexiones sobre la ley del 10 de Abril.”
La opinion de este ilustre americano, cuyo nombre es bien conocido en todos
los paises que hablan nuestro idioma, está confirmada por la de un europeo,
M. Elías Regnault, cuyas palabras vamos á insertar, tanto porque en esta ma
teria debe ser mucho mas imparcial que nosotros, como porque creemos que
ellas serán leidas con entusiasmo por todo el que sienta latir un corazon ameri
Call O .

“La América está llamada á otros destinos, que á copiar servilmente nues
, tras viejas formas políticas, y á arrastrarse sobre las huellas de nuestro pasa
,, do. La naturaleza ha formado todo aquello con una mano demasiado vigoro
, sa, para que el hombre vaya á permanecer débil y pequeño al lado de tanta
, magnificencia. La materia tiene allí formas muy colosales, para que la inteli
,, gencia, llamada á explotarla, no se eleve en la misma proporcion. Esas mon
, tañas, en cuya presencia las nuestras son pobres colinas; esos rios, que mas
, bien debieran llamarse mares; esos lagos, verdaderos mediterráneos; esas sel
INTRODUCCIO N. XIX

La obra de la civilizacion práctica, está á nuestro


cargo: estudiemos, pues, su teoría para dar la paz y el
reposo al mundo de nuestros padres, en cambio de la
suerte para que ellos nos destinaban.
Miéntras no conozcamos la verdadera teoría de la ci
vilizacion, que es la doctrina del Cristianismo, no ten
dremos derecho de levantar nuestra voz para hablar so
bre nuestro propio destino: hasta entónces, no podre
mos tomar parte en la vida activa de la humanidad: has
ta entónces no podremos considerarnos, segun lo desea
la verdadera civilizacion, como ciudadanos del mundo;
hasta entónces no dejaremos de pertenecer “al gran nú
,, vas, cada una de las cuales es un mundo; esos golfos, que son océanos; esas
,, llanuras, que son inmensidades; esas dos hoyas gigantescas, el Atlántico y el
, Pacífico, que reciben sus rios, y le llevan los pensamientos de los otros con
,, tinentes, todo esto pide, para ser conquistado, una raza de hombres poderosa
.., de accion y de inteligencia, fuerte de corazon y de espíritu.
“¡Quién podrá calcular las nuevas ideas, los altos destinos que nacerán de
,, ese mundo
“Es allí principalmente que se debe decir: “ Los últimos serán los prime
,, ros.” La América comienza su carrera con todos los conocimientos acumula
,, dos por el hombre en cinco mil años de trabajo. La expresion de nuestro ma
,, yor poder va á ser su punto de partida, y su cuna ha sido rodeada por la res
,, plandeciente claridad de nuestra edad viril: el fuego de Prometeo será tras
,, portado del Cáucaso á los Andes, pero reanimado y vivificado por el podero
,, so soplo de un mundo que principia.
“El orgullo de la vieja Europa se ofenderá al considerar ese cuadro de la futu
,, ra grandeza de la América, pero la lógica de la historia está ahí para desvane
,, cer sus pretensiones á la eterna soberanía del mundo . . . . . e e º º - º º e 3.

. . . . . . . . El progreso de la humanidad no se detiene nunca . . . . . . . . .

“ Sin embargo, época llegará en que las influencias de los pueblos se verifi
, carán por conquistas intelectuales, y no por el triunfo de la fuerza bruta: los
,, pueblos no se dividirán en vencedores y vencidos, sino se reunirán en una
,, vasta asociacion, en la que solo habrá superioridades morales. En los miste
,, rios religiosos de la antigüedad, se decia que el iniciado mataba al iniciador:
, ese era el símbolo de las revoluciones sociales. El símbolo cristiano es la ad
, mision á la mesa comun, en otros términos, la caridad.
“Así cuando decimos que la América será la encargada de los destinos del
,, porvenir, no pensamos que el otro mundo sea su esclavo; sino que ella será
, el poder director de la asociacion universal. Si se nos pide la prueba de nues
, tra asercion, nos contentaremos con dar esta: “Ella es la última que ha llega
,, do:” que es la misma razon por la cual el mas ignorante de nuestros matemá
, ticos, sabe mas que Newton, y el mas pobre teólogo, mas que Platon. . . . .
“ Seria una locura juzgar del porvenir de la América por lo que es hoy, con
... poblaciones heterogéneas, dispersas, hostiles, sin lazos, sin ideas comunes,
.., sin otra inteligencia política que la que le han dado los vanos ensayos de cons
, tituciones, de que ya está cansada la vieja Europa. ¡Qué no podrá prever la
,, imaginacion en un pueblo que principia en industria por el vapor, y en polí
, tica por la democracia !”
XX INTRO D UC C IO N.

, mero de los que se arrogan el derecho de juzgar al Cris


, tianismo, y despliegan sus labios para sentenciar la
, suerte de la humanidad, sin conocer al hombre, é igno
, rando los grandes hechos, y las luminosas ideas en que
, se funda aquella religion (*).”
Jóvenes, que aspirais al progreso, estudiad vuestra na
turaleza, para que tengais derecho de pensar en el por
Venlr.

La marcha general de la historia: las lecciones de la


experiencia: las reflexiones de nuestro entendimiento:
los secretos deseos de nuestro corazon: la opinion y las
aspiraciones del mundo culto; los mismos instintos de
la humanidad, todo, todo concurre á hacernos ver
inscriptas en la enseña del porvenir estas dos palabras:
CRISTIANISMO Y LIBERTA D.

“Por eso, (vamos á concluir repitiendo las frases de La


, cordaire), levantamos la voz, aunque con pena; pero lo
, hacemos porque es el deber del cristiano, como el de
, todo hombre: el ministerio de la palabra es el primer
, ministerio del mundo; el ministerio de la verdad, de
, la justicia, de la santidad, del órden, de la creacion, de
, la resurreccion, de la vida y de la muerte. Hablad!
, no calleis, ni delante de la espada que os amenace, ni
, delante de la majestad que os mire, ni delante de vues
, tra hermana que os conjure, ni delante de vuestra ma
, dre que se arrodille para suplicaros, ni delante de los
, pueblos que griten: ¡ silencio !; ni delante de las olas
, del mar, que se agiten para sufocar vuestra voz. Ha
, blad! tal fué la órden que Jesucristo dió á sus discípu
, los......... La palabra es la primera potencia del mundo.
33 • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • º a e

33 º • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • º e e a e e º e - º e º a e e º e

“El mundo se halla en una hora notable de su desti


, no. Hay mas de un siglo, que ha ensayado fundar to
, das las cosas humanas en la naturaleza y en la razon:
, se ha creido capaz de reinar por sí mismo sin la inter
, vencion de ninguna idea misteriosa, de ninguna potes
(*) Lacordaire.
INTRODUCCI O N. XXI

, tad indefinida. A la vista tenemos el resultado de esta


, gran tentativa. La disciplina social se ha roto en nues
, tras manos: los resortes ingeniosos con que pensába
, mos contenerla, han sido sobrado débiles contra la re
, sistencia y las agresiones. Lo que habia de generoso
, en nuestros planes de reforma, no ha sido mas feliz que
, lo que habia de quimérico, y la justicia se ha escanda
, lizado de no poder dar á nuestras obras duracion y ma
»jestad. Será necesario esperar mas tiempo para dudar
, de nosotros mismos ! ¡No sospecharemos que nos falta
, algo, y advertidos dolorosamente por la providencia in
, nata de las cosas, no levantaremos jamas los ojos hácia
, el polo eterno donde hemos dejado la ciencia de lo pa
, sado y del porvenir ! Pues ya es tiempo: llamemos á
, Dios en nuestro auxilio: reconozcamos que tenemos
, con él relaciones mas profundas que las de la sola na
, turaleza: y que renunciará ellas por debilidad ó por
, orgullo, es arrebatarle al género humano con sus mas
, grandes deberes, sus virtudes mas altas y sus mas nece
, sarias facultades.
“Estudiemos el Cristianismo y hallaremos en él el se
, creto de nuestro propio tiempo: tiempo doloroso que
, solo él puede curar, y cuyas heridas, sin embargo, es él
, el que hace mayores. En efecto: si comparamos las re
, voluciones de la antigüedad con las de que nosotros
, somos testigos, y aun actores, observaremos una gran
, de y profunda diferencia. Las doctrinas no hacian nin
, gun papel en los conflictos interiores de los antiguos
, pueblos: el Imperio sucedia á la República: Vespasia
, no á Vitelio: una legion decia una palabra al oriente,
, otra decia otra al Danubio ó al Rhin, y el Senado con
, siderando cuál era el mas fuerte, adoptaba al nuevo
, Emperador, y le saludaba con el nombre de ETERNI
, DAD !: era la eternidad que hay desde un dia hasta el dia
, siguiente. Así continuaba de cambio en cambio ese ci
, clo vulgar de la ambicion de algunos, en lucha con los
, vicios de todos. Hoy subsisten la ambicion y los vi
, cios, pero las revoluciones toman su orígen mas arriba,
XXII INTRO DUCCIO N.

, en ideas generales de que se hace la causa del género


, humano, y es á este precio que solo se mueven las ge
, neraciones. Lo que las conmueve es el error ó la ver
, dad; y aunque se engañen, tienen el honor de haber
, sido engañadas por un pensamiento. Tanto ha eleva
, do el Cristianismo al hombre sobre sí mismo Por es
, to las revoluciones modernas siendo doctrinales, no aca
, barán como las de la antigüedad, por un hombre ó por
, un accidente, sino por una doctrina. Ahora bien, solo
, el Cristianismo es una doctrina completa: solo él po
, see la autoridad que manda y la caridad que persuade:
, solo él ha conocido, comprendido, anunciado la voca
, cion sobrenatural del hombre: solo él le ha desprendi
, do de la tierra y elevádole hácia Dios: solo él tiene el
, depósito de la palabra divina, en profecías justificadas
, por la historia; y el depósito de la gracia, en sacra
, mentos probados por virtudes que solo ellos han podido
, producir: solo él resiste al empuje del mal, y el mal no
, es tan grande sino porque ataca al Cristianismo, su único
, enemigo. Nosotros, pues, que somos, cristianos, debe
, mos comprender la importancia de nuestra mision en el
, revuelto siglo de que hacemos parte. Se nos habla de ór
, den y nosotros somos el órden: se nos habla de paz y
, nosotros somos la paz: se nos habla de porvenir y no
, sotros somos el porvenir: se nos habla de salvacion y
, nosotros somos la salvacion: porque el órden, la paz
, y la salvacion en naciones formadas por Jesucristo, no
, pueden salir mas que de una doctrina que contenga to
, da la verdad, toda la virtud, toda la plenitud de que
, necesita el hombre; y solo el Cristianismo responde á
, esas condiciones. Apliquémonos, pues, á conocerlo pa
, ra amarlo: sembremos el Evangelio en las desgracias
, políticas; él germinará tarde ó temprano, y si no re
, cogemos nosotros mismos el fruto, al ménos lo habre
, mos preparado para una generacion mas afortunada que
,, nosotros.”
EL CRIST IAN ISM ()

LA I, I B E RTA D

CAPITULO PRIMERO.

LA SOCIEDAD. - SU ELE MENTO Y OBJETO.

EL hombre, esa obra predilecta de la creacion, ese


ser que anda con la cabeza erguida y los ojos vueltos há
cia el firmamento, esa criatura inteligente y libre á quien
se dió el dominio de la tierra, y de todos los seres que la
pueblan, y que abusando de su poder osa rebelarse con
tra su mismo Hacedor, y presentarse ante su excelso tro
no á pedirle cuenta de sus hechuras; es al mismo tiem
po el ser que llega al mundo mas imperfecto, mas nece
sitado, mas desprovisto de todo medio de elevarse por
sí solo á ocupar el alto puesto que tiene designado en el
órden del universo. Nace, y si no fuera por el vagido
que anuncia su existencia, mas bien pareceria un ser
inerte y sin vida, que un ser dotado de inteligencia y vo
2 EL CRISTANSMO

luntad; y dejaria de existir tan pronto como ve la luz,


si no tuviera padres que le abrigan y llevan á la boca el
sustento. Crece, y sus pasos son vacilantes: su lengua
deja escapar con dificultad las primeras palabras; su in
teligencia coordina confusamente las primeras ideas. Pa
sa mas adelante, y á la manera que su cuerpo se robus
tece y desarrolla con los alimentos que le proporcionan
sus padres, su espíritu y su corazon se forman con las
ideas y ejemplos que recibe en su infancia. Todo cuanto
tiene, todo cuanto adquiere, así en lo físico como en lo
moral, á otros se lo debe; nada le es propio, nada le vie
ne de sí mismo, sino es el gérmen de vida y de inteligen
cia depositado en él por la mano misma de su Criador.
Es solo cuando entra en ejercicio de su razon; cuan
do su inteligencia se reconoce á sí misma, que empieza
el hombre á conocer su existencia, á formarse ideas y á
adquirir hábitos que puedan llamarse propios, aunque
siempre mas ó ménos modificados por su primera edu
cacion. El hombre no nace como los demas animales,
con todas sus facultades é instintos desarrollados para
conseguir el objeto de su creacion, porque no es un ani
mal destinado exclusivamente al ejercicio de la activi
dad física: tiene un espíritu, y la carrera de este es infi
mita y eterna como su misma esencia, y sometida desde
luego á la ley del progreso, que es la suprema ley del
mundo de las inteligencias.
El hombre abandonado á sí mismo, seria incapaz de
ejercer y desarrollar sus nobles facultades; ni aun su mis
ma existencia podria conservar: es la reunion con sus
semejantes, la que le conserva la vida, y le pone en ca
pacidad de desarrollar su razon; es la sociedad la que le
presta el fuego sagrado para animar la estatua inerte y fria
de su ser y le eleva al rango que debe ocupar: él es el
alma de la creacion, porque es el único ser que le da sen
tido, y que tiene el poder de comprenderla.
Así, la primera condicion de la existencia del hombre,
es la sociabilidad. º

Pero ántes de pasar adelante, queremos llamar la aten


Y LA LIBERTAD. 3

cion sobre una verdad, que es de grande importancia pa


ra el estudio en que vamos á entrar.
La sociedad no está formada por la reunion de indi
viduos, sino por la reunion de familias. El hombre ja
mas ha existido, jamas podrá existir aislado: “ el hom
, bre aislado es la hoja del árbol arrebatada por el vien
, to y arrojada al arenal para que se seque y perezca (*).”
El hombre se encuentra siempre formando parte de una
familia, ya como jefe, ya como miembro de ella.
El elemento de la sociedad no es el individuo sino la
familia; la misma familia no es una sociedad convencio
nal, sino una sociedad formada por obra de la naturale
za, pues la union del varon y de la mujer, que cons
tituye su base, se efectúa en obediencia á una imperiosa
necesidad natural.
Ha sido, pues, una falsa definicion de la sociedad, la
que se ha dado diciendo que es una reunion de indivi
duos para su felicidad comun. Esto no es exacto. La so
ciedad es una reunion de familias, que convencidas de
que sus miembros no pueden llenar su destino, viviendo
ellas aisladas, convienen en reunirse, ó mejor dicho, en
permanecer reunidas, para combinar sus esfuerzos y au
nar su accion á fin de garantizarse mutuamente el ejer
cicio de las facultades de sus respectivos miembros, pa
ra que de este modo se hallen en capacidad de realizar
el objeto de su creacion. Los hombres no se reunen en
sociedad para pedirle que los haga felices, sino para que
los deje en capacidad de buscar por sí mismos su felici
dad, cumpliendo libremente su destino: no crean un go
bierno, que es la autoridad encargada de ejercer la accion
social, para que les determine el uso que deben hacer
de sus facultades, sino para que les dé seguridad de que
podrán ejercerlas y desarrollarlas, segun se lo dicte su
razon, sin que su libertad se vea contrariada ni limitada
por los otros hombres. Los hombres, en fin, se reunen
en sociedad para contenerse mutuamente en la esfera de
su libertad, y hacer todo lo que quieran, siempre que no
(*) J. F. Pacheco. -
4 EL CRISTIANISMO

invadan la esfera de los demas: para asegurar la espon


taneidad de su libertad, no su encadenamiento: el mo
vimiento, no la paralizacion: la vida, no la muerte.
Mas adelante haremos ver, cómo este falso modo de
considerar la sociedad, es lo que ha dado orígen al so
cialismo, que es la omnipotencia del poder social.
Así es que el gobierno está encargado, mas bien de
resistir que de dirigir. La medida de su accion, se la da
rá el uso que los individuos hagan de sus derechos se
gun el conocimiento que tengan de sus deberes, y desde
luego de los derechos de los demas. He aquí todo el se
creto del sistema de la sociedad, y de la vida de los go
biernos. La sociedad es un bien, porque es el remedio
de una necesidad; y al individuo no solo no le conviene
prescindir de ella, sino que su esfera de actividad se au
menta á proporcion que el hombre adelanta en el cono
cimiento de su naturaleza, ó lo que es igual, á propor
cion que se civiliza. El gobierno es, asimismo, un bien,
porque remedia una necesidad; pero una necesidad que
nace de nuestro atraso en el conocimiento de lo que so
mos y de lo que debemos ser, y desde luego del mal uso
de nuestra libertad. Esa necesidad se irá disminuyendo,
y por eso acortándose las funciones de los gobiernos, á
proporcion que el hombre vaya desarrollando su inteli
gencia, y sometiendo á ella su voluntad, lo que quiere
decir, á proporcion que se civilice.
Así pues, la ley del progreso tiende á llevar la socie
dad á su máximum, los gobiernos á su mínimum. La ci
vilizacion seria perfecta, cuando la sociedad compren
diese á todos los hombres, sin necesidad de soberanos
temporales, porque el único soberano seria el Autor de la
naturaleza (*).
(*) Lo que generalmente se llama gobierno, es la autoridad encargada de di
rigir el poder central de una nacion. La necesidad de esta autoridad viene de
que, como las naciones no reconocen mas derecho que el de la fuerza, cada
reunion de hombres que habitan un mismo territorio y obedecen á unas mismas au
toridades, tiene que conservar una fuerza comun que haga respetar su indepen
dencia. Así pues, si los hombres respetasen siempre la justicia, y cumpliesen
fielmente sus pactos, entónces, no serian necesarias esas grandes asociaciones
que se llaman naciones: bastarian las asociaciones parciales, llámense estados,
provincias 6 departamentos, que podrian arreglar los intereses comunes por me
dio de pactos, ó sean tratados.
Y LA LIBERTAD. 5

No se extrañe este modo de ver los gobiernos, ni el


que volvamos una y mas veces á presentarlos bajo el mis
mo punto de vista; pues aunque no creamos que el hom
bre, tal cual es, esté destinado á conseguir la perfeccion,
sin embargo, su deber es aspirar á ella; y la civilizacion
consiste en marchar á paso rápido en busca de ese pun
to luminoso que se presenta allá, muy léjos, pero que
nos invita á poseerlo.
Sirva tambien de leccion á los gobiernos, para que co
nozcan las condiciones de su existencia, y que su deber
no es aumentar sino disminuir su accion; porque la vi
da la reciben ellos de los asociados, no estos de aque
llos. Así, la fuerza de los asociados debe concentrarse
para formar el gobierno, no salir de él para esparcirse
y dar vida y accion á los mismos individuos á quienes
debe su existencia.

CAPITULO II.

TEoRíA DE LOS GOBIERNOS SEGUN LA CIVILIZACION

ANTIGUA.- SU INFLUENCIA EN LA MODERNA.

HAY ciertas aserciones, que á fuerza de ser repetidas,


toman el prestigio de la verdad, y atrincheradas en su
antigüedad y en el consentimiento de las generaciones
pasadas, parecen libres de toda objecion, produciendo
miéntras tanto todos los malos efectos que no puede mé
nos que dar por resultado el error.
La sociedad, se dice, se ha formado para la felicidad
de los asociados, y los gobiernos no tienen otra regla de
conducta que el bien de los súbditos. -

Presentado de esta manera el sistema social, tendre


mos, que los hombres que forman una sociedad, vienen
á quedar reducidos á una masa compacta, sometida á las
modificaciones que crea convenientes su gobierno, para
acomodarlas al molde de la felicidad comun. La felici
dad, en manos del gobierno, es un lecho de Procusto á cu
6 EL CRISTIANISMO

ya medida deben acomodarse todos los intereses sociales.


El súbdito que resiste á la voluntad del poder, no conoce
su bien, y es preciso hacérselo comprender por la fuerza.
La felicidad comun; la dicha de los asociados; la salud
del pueblo; el bien de los súbditos; la salvacion de la pa
tria............ he aquí los principios que se cree imponer á
los gobiernos como regla de conducta, y que ellos acep
tan gustosos, porque se reservan su interpretacion; vi
niendo á quedar así reducidos, en la práctica, á servir
de excusa á los grandes errores, por no decir á los gran
des crímenes, que han mantenido siempre al género hu
mano en la opresion y en las lágrimas.
Y sino, dígasenos cuál es el gobierno que no ha echado
á la espalda todos esos principios para convertir á la socie
dad en feria, á los hombres en acémilas; y para usar de es
tos como de instrumentos de produccion, y de aquella como
de patrimonio inagotable ! ¿Cuál es el gobierno que ha
considerado su mision como una carga, y no como una
prebenda; como un deber, y no como un derecho; como
una delegacion, y no como un señorío propio y absoluto !
Ahí está la historia del mundo: ábrasela por donde se
quiera, y dígasenos luego qué es lo que allí se encuentra.
Un gobierno que siempre ha querido hacerlo todo por
sí mismo: que se ofende cuando se figura que los aso
ciados piensan en su propia suerte: que se cree despo
jado de sus legítimos derechos cuando los ciudadanos
disponen del fruto de su trabajo sin consultar su pare
cer: que considera á los hombres como medios de que
puede usar para su elevacion y engrandecimiento: “que
, se asemejaria al poder paternal situviese por objeto pre
, parar á los hombres á la edad viril, y no, como es en
, realidad, conservarlos en una eterna infancia: que de
, sea que los ciudadanos se diviertan, pero es para te
, nerlos como embriagados á fin de que no piensen en
, su porvenir: que se encarga espontáneamente de la se
, guridad de los individuos: que prevé y satisface sus
, necesidades; facilita sus placeres; conduce sus nego
cios: dirige su industria; arregla sus sucesiones; divi
Y LA LIBERTAD. 7

, de sus herencias; que parece, en una palabra, querer


, ahorrarles el trabajo de pensar, suprimirles la pena de
, vivir (*).”
He aquí el fiel retrato que nos presenta la historia uni
versal de todos los gobiernos que han dirigido á la hu
manidad.
Preguntemos á los historiadores romanos qué co
sa era la civilizacion de ese gran pueblo, cuya domina
cion se extendió sobre el mundo como una red, para im
pedirle el movimiento en otro sentido que en el que qui
siera imponer la gran ciudad En qué consistian sus
adelantos, en qué sus conquistas intelectuales, supuesto
que nada han podido dejarnos sino un nombre y un re
cuerdo, quizás tan ominosos para el progreso de las ge
neraciones nuevas, como lo fué su dominacion para los
pueblos que recibieron su yugo !
Sus progresos y su civilizacion ! Eran su inmenso y
tiránico poder: eran sus altas glorias militares y sus triun
fos rápidos sobre las naciones débiles: eran el lujo es
candaloso de los patricios en medio de la abyeccion y
miseria de una plebe holgazana y envilecida, que por
colmo de felicidad, se contentaba con pan y juegos: eran
esas calzadas de duracion eterna, y esos colosales acue
ductos, que al mismo tiempo que prueban su ignorancia
de las leyes de la naturaleza física (*), manifiestan el
poco caso que hacian de las de la naturaleza moral, su
puesto que no dudaban sacrificar millares de víctimas al
engrandecimiento del pueblo rey.
No comprendemos muy bien, á la verdad, la dife
rencia que haya entre esos monumentos que los gobier
nos consagran al orgullo de su nombre, levantados á cos
ta del trabajo y de la vida de millares de hombres, y las
pirámides de cráneos elevadas por Tamerlan en los de
siertos del Asia ! Las víctimas de este, sin duda, su
frieron ménos........
(*) Tocqueville.
(**) “ Una nacion que por todo monumento para recordar su existencia de
, jase unos tubos de plomo debajo de la tierra, probaria mas adelanto en el
,, conocimiento de las leyes naturales, que las que han dejado esos acueductos
, colosales.” — (CANTU.)
S EL CRISTIANISMO

La decantada civilizacion de los romanos, su ponde


rada sabiduría, ahí está en esa legislacion, que parece
sabia y eterna, y que ha llegado á llamarse la razon es
crita, porque en su base no es mas que la interpretacion
de los mas sencillos y claros principios de la razon na
tural, hecha en un lenguaje, que purificado por el Cris
tianismo, y habiendo recibido de él su fijeza y certidum
bre, ha llegado hasta nosotros con el sello de la infalibi
lidad, porque la razon es una misma; con el carácter de
perdurable, porque nos ha antecedido en muchos siglos,
y porque á veces puede mas la rutina que los dictámenes
del entendimiento ilustrado; pero que en realidad no tie
ne mas mérito que el de la prioridad; y que en su orí
gen no fué sino un fárrago de argucias y misterios, en
su desarrollo una lógica de palabras mas bien que de prin
cipios, que privando á la razon de su espontaneidad y
elevacion, la dejaba entre amarras que paralizaban sus
fuerzas (*). Legislacion, que siguiendo las inspiraciones
de la civilizacion de toda la antigüedad, se ocupaba mas
bien del mal que se hacia á la asociacion que á los in
dividuos, y por esto consideraba el hurto y la rapiña co
mo delitos privados, que quedaban compensados con la
indemnizacion del daño sufrido, pues para la sociedad
no habia en ellos mas que una traslacion de propieda
des: legislacion dura é inflexible, pues solo se apoya
ba en la autoridad, deduciendo la generacion del dere
cho (jus, justum) del mandato (jussum ); cortando así
su vuelo á los generosos instintos del hombre, y privan
do á la moral de todo su poder, á la justicia de su orí
gen eterno (**): legislacion, en fin, que para moderar su
(*) “Los jurisconsultos romanos no examinaban lo que llamamos nosotros
, principios generales del derecho, ó sea, derecho natural; su punto de partida
,, eran ciertos axiomas, ciertos precedentes legales; y su habilidad consistia en
,, deducir con sutileza las consecuencias para aplicarlas á los casos particuiares
, que se presentaban. Así, los jurisconsultos romanos siempre eran dialécticos
, de una finura y un rigor admirables, jamas fueron filósofos.”—(GUIzoT.)
(**) La definicion de la ley, la tomaban los romanos de la misma fuente á que
la van á buscar los fautores del despotismo, sea popular ó monárquico. En
tiempo de la república, la definian así: quod populus romanus constituit; lo que
el pueblo romano dispone. Despues de la ley régia, que solo pretendió declarar el
Y LA LIBERTAD. 9

rigor, y atemperarse á la naturaleza del ser, cuyas ac


ciones trataba de regir, tuvo necesidad de toda la man
sedumbre y humanidad del Cristianismo........ no debemos
olvidar que el derecho romano, que nosotros conocemos,
principia así: in nomine Domini nostri Jesuchristi; ni
que los amigos de la libertad, deben conservar rencor
contra ese derecho, que al aparecer de nuevo, saliendo
de entre el polvo de los siglos, vino á servir de apoyo el
mas firme al absolutismo, porque fué su legalizacion (*).
orígen de la soberanía imperial, pero que fué interpretada por los príncipes y
jurisconsultos, como el testamento del pueblo en favor del príncipe, se definia
así: quidquid principi placuit: lo que el príncipe quiera. He aquí las definiciones
del derecho romano, ó sea de la razon escrita!
(*) Como este modo de ver el derecho romano no es usado, y podria ser to
mado por un vano deseo de innovaciones ó paradojas, vamos á insertar un pár
rafo de un artículo sobre el estudio del derecho romano, por M. Bravard-Vey
rières, profesor de la facultad de derecho de Paris.
“Hoy que el ministerio del abogado ha aumentado su campo con nuestras
,, nuevas instituciones: hoy que su oficio no se limita, gracias á Dios, á la de
, fensa de los intereses privados, del muro 6 del foso que sirve de lindero; y
,, que las grandes cuestiones del derecho público han entrado en su dominio;
,, que nuestras mas preciosas libertades, la libertad de conciencia, la libertad de
,, hablar, la libertad de escribir están acogidas á su proteccion, y reclaman su
,, apoyo: hoy digo, nos es permitido, sin duda, mirar con algun desden esa co
, leccion en que se encuentran amontonadas las máximas mas serviles, donde
,, no se halla un solo pensamiento generoso, un solo principio de libertad, y
,, que en todo lo que concierne al derecho público, y á las instituciones políticas
,, está tan distante de las ideas actuales, como los siglos á que pertenece, lo es
, tán de los nuestros.”
La historia del derecho romano prueba que en él no se respetaban los dere
chos del hombre sino los del ciudadano. Solo los ciudadanos podian contraer nup
cias, usar de la patria potestad, testar, &c.
La mujer casi no existia para la legislacion, porque no tenia el derecho de
ciudad.
Los testamentos no valian sino como voluntad de los comicios; y fué para
evitar los inconvenientes que esto tenia, que introdujo el pretor la fórmula de la
venta; y los siete testigos que hoy se exigen en el derecho español para el testa
mento cerrado, son los representantes de los testigos y actores de aquella venta.
Toda la teoría de las tutelas es la expresion de la voluntad social, que con
dena á un hombre á dedicarse al oficio de cuidador de huérfanos; el dia en que
nos hayamos desprendido un poco mas del prestigio de la antigüedad, desapa
recerá de los códigos toda la teoría de las tutelas.
El tratado de las estipulaciones era la coleccion mas completa de ridiculeces,
si no de supercherías á granel.
La diferencia entre nudo pacto y pacto adjecto, manifiestan que para nada se
contaba con los deberes naturales.
Los derechos de agnacion prueban lo mismo.
Las leyes sobre cuarta falcidia y trebeliánica, eran una restriccion del dere
cho de propiedad, nacida de una preocupacion social. -

La diferencia entre res mancipii, y nec mancipii, demuestra que hasta á las
tierras se concedia el derecho de ciudad.
Las acciones legales eran la fórmula que la ley prescribia al que trataba de
defender sus derechos, para que no hiciese oir su voz sino la de la sociedad.
El pretor era una autoridad que reunia todos los poderes.
10 EL CRISTIANISMO

La civilizacion romana, en fin, remataba el edificio


de su perfeccion, con la espantosa corrupcion de cos
tumbres que puso á la humanidad á riesgo de perecer.
Ese pueblo griego mas antiguo que el romano, y su
maestro en lo que se ha llamado su civilizacion qué hi
zo Las artes de imaginacion, es cierto, habian llegado
á la perfeccion, pero solo en su parte plástica, en la imi
tacion, casi material, de la naturaleza. Nada concedie
ron á ese sentimiento de lo ideal, que se confunde con lo
infinito; porque ignoraban sus misterios: nada al cora
zon, cuya mas noble pasion apénas comprendian como
un instinto animal, no, como lo es, el movimiento
mas sublime de nuestro espíritu, el móvil de la creacion.
Por eso en la historia de su civilizacion no desempeña
ningun papel la mujer, que es el alma de la civilizacion
cristiana, y que ellos veian solo como un mueble útil.
El hombre, soberano en la plaza pública, no era nada
cuando se retiraba á su casa, pues su gobierno, que se
le quiso proponer al mundo por modelo de libertad, en
tiempos de delirio, no era otra cosa que el despotismo
del mayor número, y por eso el mas desapiadado y rígi
do: era la tiranía de todos sobre cada uno : era el abso
luto dominio de la asociacion, y la completa servidum
bre de los asociados. De aquí la exposicion de los ni
ños, la reclusion habitual de la mujer, los tormentos de
los hombres condenados á la esclavitud (*).
La esclavitud! Institucion que por sí sola basta para
degradar el carácter del que manda y del que sirve: pa
dron de infamia de los viejos y modernos pueblos: cán
cer que corroe las entrañas de toda moralidad: fermen
to que corrompe las costumbres: piedra de escándalo,
No podemos extendernos mas. Concluyamos, sí, que Roma era una socie
dad, no de hombres sino de funcionarios públicos, llamados ciudadanos, que
desempeñaban el oficio de sacerdotes consagrados al culto de la ciudad eterna.
He aquí las doctrinas con que se trata de civilizar al género humano.
(*) El pueblo de Aténas es, de toda la antigüedad, el que presenta mas indi
cios de independencia individual; y por eso sin duda fué el que alcanzó mayor
desarrollo intelectual. El pueblo de Israel es el que ofrece mayor desarrollo mo
ral, y es quizá la única sociedad antigua en que se tenia la verdadera idea de
pueblo. No era la sociedad el principio predominante en aquella civilizacion, sino
el pueblo, mejor dicho, el hombre.
Y LA LIBERTAD. 11

que embota la sensibilidad, y acostumbra al espectáculo


desmoralizador de la abyeccion y el sufrimiento: negra
mancha que oscurece el cuadro de la civilizacion que la
tolera, porque da á conocer la triste idea que de su pro
pia naturaleza deben de tener los hombres que conde
nan una parte de sus semejantes á una degradacion que
los hace inferiores á las bestias, puesto que los reduce á
la condicion de utensilios animados indispensables á su se
ñor, segun definia Aristóteles á los esclavos.
¿Y qué hicieron esas sociedades que se formaron de
las ruinas del imperio romano, y que pretendieron reunir
la mansedumbre cristiana con los instintos de la mas im
placable venganza; el sacrificio de los propios intereses
y la generosidad llevada hasta el heroismo con el indivi
dualismo anárquico y disociador; la obsequiosidad y ga
lantería del caballero con la grosería y ferocidad del salva
je; la gerarquía militar con la ausencia de todo poder cen
tral que mantuviese unidos aquellos miembros dispersos
y en continua lucha; la religion, en fin, llevada hasta el
fanatismo con el desenfreno de las mas fogosas pasiones !
Sacrificaron como las sociedades antiguas el indivi
duo á la asociacion. Así es, que aunque se encuentra
allí el elemento de personalidad que sirve de basa á nues
tra civilizacion, no es sino como una personalidad egois
ta, y casi reducida á la independencia que permite ele
gir el amo á quien se ha de servir, escoger la tierra que
se ha de regar con el propio sudor, designar el yugo á
que se ha de someter la cerviz. La edad media es el caos
en que se mezclan y combaten todos los elementos de la
moderna civilizacion, sin que ninguno logre predominar.
Allí está el individualismo, no propiedad de los bárbaros,
como asienta M. Guizot, sino propiedad del hombre,
mas ó ménos desarrollado segun sea su civilizacion (*):
allí el feudalismo, lazo que recoge los miembros disper
(*) M. Guizot que en la “Historia de la civilizacion europea ” dice, que el
elemento de la libertad personal de nuestra civilizacion viene de los bárbaros,
establece, en la “Historia de la civilizacion en Francia,” la diferencia que exis
te entre la libertad de la barbarie, y la libertad de la civilizacion. La primera,
dice, es la pasion, pronta á recurrir á la fuerza, é incapaz de someterse á la ra
zon y á la justicia, necesitando desde luego de un poder exterior que la conten
3
12 EL CRISTIANISMO

sos para formar la familia, basa y carácter distintivo de


la personalidad que reconoce nuestra civilizacion: allí
las comunidades, herencia no dejada sino conservada
por los romanos, y que son el embrion de la idea de pue
blo: allí el principio monárquico, que se eleva sobre los
otros, y se enriquece con sus despojos: allí, finalmente,
el Cristianismo reuniendo todos esos elementos, desbas
tándolos y puliéndolos, para hacerlos entrar en armóni
ca accion, y producir nuestras sociedades modernas, que
no han podido emanciparse todavía del prestigio de la
antigüedad, y hacerse verdaderamente cristianas.
Pues, qué han hecho, en efecto, las sociedades mo
dernas ! ¡Qué principio han proclamado para aplicar
la teoría que profesan á la práctica que la desmiente !
¡ No las vemos apelar al principio de que la salud de/ pue
blo es la suprema ley, al mismo tiempo que encabezan
sus constituciones con los derechos del hombre Para
qué es que proclaman aquel principio!
Para escudar el despotismo con la egida de la liber
tad; para oprimir al individuo en nombre del pueblo; á
la parte en nombre del todo. No vemos hoy mismo á
los gobiernos, despues que se han convencido de que el
hombre civilizado no puede ser esclavo, hablar á sus súb
ditos, hasta ensordecerlos, de industria, y teatros, y ca
minos de hierro, y dar apoyo y proteccion solo á las doc
trinas que enseñan al hombre que está destinado úni
camente á disfrutar de los bienes materiales y transito
rios de esta vida, y que tienden á hacerle olvidar que
su destino no concluye sobre la tierra! Así, parece
que solo están contentos, cuando ven á sus súbditos en
tregados á las discusiones de Los INTEREsEs MATERIA
LEs, y burlándose de todo lo que tiene relacion con el
alma, que segun los partidarios de la materia, nada tie
ne que hacer con los asuntos de esta vida. ¡Cómo si con
ga en sociedad: la segunda es la accion del hombre dirigida por la razon, y ca
paz de ser gobernada por la conciencia, ahorrando, cada vez mas; la necesidad
del poder social. La libertad en el primer caso es el imperio de la fuerza, y des.
de luego la ruina de la sociedad: en el segundo; es el imperio de la razon, y
desde luego el aumento de la sociabilidad, la diminucion de la autoridad.
Y LA LIBERTAD. 13

solo quererlo se pudiera cambiar la naturaleza de las


cosas, y hacer que el hombre no fuera lo que es (*)
Por eso es que la práctica de nuestras sociedades está
en abierta contradiccion con la teoría: esta es cristiana,
aquella industrial. Por eso la civilizacion industrial lu
cha impotente contra los desórdenes que lamenta y que
no puede explicar: por eso cuando examina las causas
de sus desgracias, no hace mas que aumentar su dolor,
pues le parece que su mal es incurable. Para remediar
esos males seria necesario empezar por mejorar el ele
mento mismo de la sociedad: un todo nunca podrá con
servar la vida cuando está formado de partes en disolu
cion. Olvidémonos un poco de la sociedad, y vamos á
pensar en el hombre !
Pero el despotismo es enemigo declarado de la moral,
porque la moral es la sublimacion del espíritu del hom
bre: el desarrollo del espíritu humano es el sumario,
la sentencia de muerte de la tiranía
Y aquí se desprende claramente la diferencia que sepa
ra á los partidarios de los gobiernos, ó sea, á los sostene
dores de la civilizacion europea, y á los partidarios de los
pueblos, ósea, á los sostenedores de la civilizacion ameri
cana. Los primeros reniegan el verdadero carácter de
su civilizacion, y por eso quieren conservarla para siem
pre en manos de tutores, que infieles y desconfiados,
luchan por conservar á los pueblos en eterno pupilaje.
Son estos los que proclaman como único principio de mo
ral y de política, el bien general, la salud de la patria, por
que teniendo fijas las miradas en el conjunto, se olvidan
de las partes. Para estos políticos, los hombres no tienen
derechos, porque tampoco tienen mas deber que obede
cer (*). El fin de los gobiernos es procurar el engrande
(*) “¡Cómo si un químico, dice un escritor, pudiera hablar sobre la natura
leza del agua, habiendo examinado solo uno de sus elementos !”
(**) No queremos dejar de hacer una observacion oportuna en este lugar. Los
partidarios de los gobiernos, y que por esto no siguen mas principio que el bien
general, son precisamente los que presentan un sistema capaz de justificar el ti
ramicidio, y cuantas revoluciones se quieran hacer, siempre que proclamen
aquel principio. Para estos políticos deben ser canonizados Bruto, S. Clemen
te, Ravaillac, Carlota Corday, &c.
14 EL CRISTIANISMO

cimiento de las naciones, aun á costa del sudor y de la


sangre de los individuos que las forman, aun á costa de los
derechos de las naciones débiles. De aquí la política de
equilibrio, de gloria, de extension de fronteras, de explo
tacion de colonias, y de aumento de poblacion, que aumen
tando las necesidades, haga pobres y esclavos á los que
vivian holgados y enriquecidos por una naturaleza exhu
berante y generosa.
¡Suerte desventurada la del género humano, que des
tinado por su naturaleza á buscar en la sociedad la ga
rantía de su libertad, y de la realizacion de su destino,
solo ha encontrado opresion y envilecimiento Siempre
han apartado los gobiernos sus miradas del verdadero
objeto de la sociedad, y cuando mas han adelantado, no
han hecho sino fijarlas en una parte de su vasto plan,
para desviarse con mas impunidad de la otra; ceder á
los individuos algunos de sus derechos para despojarlos
con mas seguridad de los restantes.
La verdadera civilizacion no cuida de aumentar las
fronteras, porque su atencion se fija en toda la humani
dad: no hace caso del poder de las naciones, porque so
lo piensa en la dignidad y engrandecimiento del hom
bre: no cree conveniente hacinar vivientes sobre vivien
tes para aumentar la clase pobre, y ofrecer instrumentos
de produccion á los ricos, porque lo que pretende es
mejorar la condicion de todos los seres que tienen una
alma y un destino celestial.
Las tendencias de la civilizacion europea, son con
trarias al verdadero espíritu de la civilizacion cristiana,
y se vuelven en busca de la civilizacion antigua. Los in
tereses materiales elevados á principio generador de buen
gobierno, si tienden, como sucede en efecto, á remover
las trabas que impiden el movimiento industrial y co
mercial; si producen la libertad de la materia; hacen
poco caso de la libertad del hombre, y se deciden
siempre por las formas tutelares para poder olvidar
con descanso todo lo que no sea producto cambiable, me
dio de proporcionar algun placer ó de satisfacer alguna
Y LA LIBERTAD. 15

necesidad, ósea artículo de riqueza. Son las clases aco


modadas, ó llámense clases medias, las que están siem
pre dispuestas á ceder libertad en cambio de seguridad,
las garantías del progreso en cambio de las garantías de
la propiedad. Repúgnanles las agitaciones de los pue
blos, señales indispensables de vida y movimiento, por
que solo quieren la calma y el silencio, aunque sea á
costa de los mas legítimos fueros de la humanidad.
Ocúpanse los hombres que obedecen á esa civilizacion
de las cuestiones económicas, únicas que segun ellos tie
nen poder para conmover los estados, y descuidan las
que solo tienen por objeto el progreso moral, y la eman
cipacion del espíritu de la clase menesterosa, que hoy
tiene en secuestro su inteligencia. Quieren la paz y el
órden, aunque sea á costa de la libertad y del progreso.
Parecen, en fin, creer que el mundo fué creado para el
placer y abuso de los ricos, que son demasiado bonda
dosos en hospedar en él á los pobres.
Ese no es el carácter de la verdadera civilizacion, que
busca mas bien el desarrollo del espíritu, y considera el
desarrollo de la materia solo como medio de conseguir
aquel. Quiere la paz y el órden, pero quiere al mismo
tiempo la libertad, porque quiere el progreso que es so
lo el resultado de ella.
Es esta la civilizacion que deben seguir los pueblos de
la América; y no es sino con el mas acerbo dolor que
vemos á la nacion mas poderosa del Nuevo Mundo; á esa
nacion que es la que mas cerca se halla de la verdadera
civilizacion, pues á pesar de su positivismo y exclusivo
amor al dinero, es la que mas se ha sometido al verda
dero espíritu del Evangelio; á esa nacion en que las
costumbres sostienen las instituciones (único secreto
de la estabilidad de los gobiernos) y las instituciones
conservan las costumbres á que deben su vida; en
que la soberanía del pueblo, que es la soberanía de
la razon, es casi cierta; en que es libre el pensa
miento; realidad la igualdad; que es la única, en fin,
que tiene rentas para cubrir sus gastos, y que no ne
16 EL CRISTIANISMO)

cesita de ejércitos permanentes, porque la facilidad de


sus comunicaciones le permite considerar á toda su po
blacion como habitando en la costa; es con el mas acer
bo dolor, decimos, que vemos á esa nacion modelo, ol
vidar el carácter de su civilizacion, para volverse en bus
ca de la de sus padres, y solicitar conquistas y aumento
de territorio, á costa de la justicia y de los derechos de los
pueblos; sacrificando al mismo tiempo al mezquino in
teres del lucro, la suerte de esa clase desventurada, con
denada á la esclavitud como para escarnio de las insti
tuciones democráticas, y para la cual parece que no tie
ne misericordia el alma, compasion el corazon, armo
nías la inteligencia, bellezas la naturaleza.
Quiera el juez de las naciones desvanecer el orgullo
de ese pueblo, ántes que, nueva Babel, sea condenado
á probar con la confusion de sus ruinas, que si la verda
dera civilizacion tiende á hacer desaparecer las fron
teras, es respetando la independencia de los estados,
consultando sus derechos, y llevando por única guia la
justicia; no imitando á los gobiernos de Europa, que in
molan á los fuertes la nacionalidad de los débiles, y ha
cen creer que el Dios de las naciones es la fuerza, el ca
pricho de los poderosos sus leyes!
Concluyamos, pues, que las sociedades civiles jamas
han cumplido su verdadero objeto, que es la garantia de
la libertad del hombre para desarrollar sus facultades y
acercarse á su perfeccion.

CAPITULO III.

MALESTAR GENERAL DE LOS PUEBLOS. - PROGRESOS DEL


LIBERALISMO.- SU IMPO TENCIA PARA RE MEDIAR. LOS

MALES DE LA SOCIEDAD.

¿ No oimos ese ruido, como de tempestad, que se sien


te en todas las sociedades que dan señales de vida! ¡Qué
significa ese malestar general, esa inquietud, esa agita
cion continua que conmueve á todos los pueblos, y
Y LA LIBERTAD. 17

que léjos de calmarse con sus adelantos, se aumenta y


hace mas perceptible á proporcion que conocen mas sus
derechos, y adquieren mayor facilidad de satisfacer sus
necesidades ! ¡ A qué viene esa solicitud asidua é incan
sable de las inteligencias elevadas en busca de un siste
ma que reuna todas las voluntades, satisfaga todos los
deseos, prevea todas las necesidades, y que cuando cree
llegar á la cima de la perfeccion encuentra el edificio sin
basa, sus partes sin trabas; ruinas en vez de creaciones
nuevas, los despojos de la muerte en vez de los trofeos
de la vida ! ¡Qué objeto se proponen esas revoluciones
y repetidos trastornos, única razon de las multitudes,
arma sola á disposicion de los hombres de escasa inteli
gencia, y que léjos de darles el descanso y bienestar ape
tecidos, solo les preparan nuevas penalidades y sufrimien
tos, á los que no dejan la vida en la discusion !
¿Y cómo responden los gobiernos á estas revolucio
nes, á esa solicitud, á aquella agitacion!......... ¡Ay!........
Con los patíbulos para los ignorantes, que son los ino
centes: con las leyes de imprenta para los hombres de
inteligencia: con los reglamentos, y los viles agentes car
celeros del alma de esa inicua inquisicion llamada Po
LicíA, y que se cree justa y legítima, porque lleva un
nombre que aun no ha sido juzgado. Los sufrimientos
de los pueblos continúan como ántes, si no se aumen
tan: los medios legítimos de hacer triunfar sus opinio
nes, les son negados: el abandono, el desprecio, los sufri
mientos de la clase menesterosa, de la clase que tiene en
secuestro su alma, sigue sirviendo de espectáculo á las
generaciones presentes, y de indicio á las futuras de lo
que tendrán que esperar ellas mismas, pues lo que se con
cede á las actuales, es cuando mas, ahorrarles los gastos
del sostenimiento de sus cómitres, girándolos contra las
que aun no han nacido. Las costumbres privadas, objeto y
basa de toda civilizacion, continúan como ántes, si no se
empeoran; apénas se concede el cambio de institucio
mes, que parece ser el exclusivo objeto de los afanes y
sacrificios de los pueblos; y eso para contentarlos con
1S EL CRISTIAN SMO

una de esas Cartas, que se dignan otorgarles Sus Majes


tades, y que sirven como de marcóticos para calmar las
convulsiones que les arranca el conocimiento de sus de
rechos.
En vano pretenden los pueblos haber hallado el se
creto del buen gobierno, porque los políticos proclaman
principios de conciliacion y de forzosa necesidad, acep
tables únicamente como remedios para evitar mayores
males. La experiencia y una experiencia bien costosa,
prueba lo que hay que esperar de ellos; y apénas se
consigue otra cosa que desacreditar el fondo de verdad
que contienen.
Proclámase la soberanía del pueblo. ¡Y qué es la so
beranía del pueblo !
Encastillados los reyes en el derecho divino, y libres
ya del poder espiritual, órgano por el cual recibieran los
poderes de la Divinidad, habian llevado el absolutismo
hasta lo ideal. Revestidos con la autoridad del mismo
Dios, no habia derechos que pudieran resistir á sus mi
radas. La teoría social estaba reducida á pocas palabras:
hay un rey á quien se debe obedecer, y un Dios que casti
ga al que no obedece á ese rey.
Era necesario, pues, no solo arrebatarles su soberanía,
sino tambien cambiar la fuente de donde les venia. Ocur
rió á esto la filosofía del siglo XVIII, que no proponién
dose otro objeto, que “desembarazar al hombre de su
, alma, y al universo de su Criador (*),” cedió sus armas
á los políticos; los que creyendo sin duda que Dios se
habia ido para no volver mas, se apoderaron de la sobe
ranía, y se la entregaron al pueblo, para que dispusiese
de ella como absoluto y legítimo dueño. Pero el pueblo
no pudo aceptar del todo la donacion, pues ni sabia qué
hacer con ella, ni á los mismos donatarios les conve
nia que tomase su posesion. Apelóse en consecuen
cia al sistema representativo, que es el medio de que se
valen los pueblos para ejercer un poder, que aunque es
suyo, no saben ni pueden usar.
(*) Cantu: “Historia de cien años.”
Y LA LIBERTAD. 19

Así es que la soberanía del pueblo es una teoría com


pletamente irrealizable; mas bien debe decirse que es un
hecho histórico empleado como una arma poderosa para
destruir, no el despotismo, sino el despotismo que no va
legitimado con su sancion.
Léjos de destruir la soberanía del pueblo al despotis
mo, no hace mas que exagerarlo y dar apariencias de
legitimidad á sus crímenes, pues el derecho divino si
quiera deja un Dios á quien temer; la soberanía del pue
blo no deja otra superioridad que la de la fuerza: su re
presentante tiraniza á todos con el poder y la voluntad
de todos.
Breve ha sido el papel de la soberanía popular en la
historia moderna, porque solo fué traida de las ruinas de
Grecia para cumplir una corta y fácil mision: privar á los
reyes de la nube de misterios en que envolvian su orígen,
y dejarlos solo como mandatarios de los pueblos, que ejer
cerian sus poderes, por el tiempo que á estos les pluguiese.
He aquí el orígen de la soberanía del pueblo: exami
nemos su naturaleza y la hallaremos compuesta de prin
cipios falsos é inmorales.
La única razon de legitimidad, que puede alegar en
su favor, es que los mas pueden mas que los ménos; pe
ro entónces deberia llamarse, y con justicia, soberanía
de la fuerza.
Y si no, preguntemos á sus partidarios qué es la sobe
ranía del pueblo.
El derecho de designar la forma de gobierno, respon
den unos. Pero esto no otra cosa quiere decir, sino que los
pueblos tienen el derecho de nombrar sus tutores, bien
que en la práctica no hagan uso de él, sino para aceptar
los candidatos que otros les proponen; y cuando hacen
revoluciones, es para quitar á unos y dar lugar á que en
tren otros, nunca nombrados sino aceptados por ellos.
Sea como fuere, esta definicion nada determina sobre la
naturaleza del derecho de mandar.
La supremacía de la voluntad general sobre las particu
lares, dicen otros. Pero si esto lo que quiere decir es,
20 EL CRISTIANISMO

que el interes del mayor número es mas sagrado que el


del menor, no solo establece un principio falso, sino in
moral é inicuo. La justicia da á cada uno lo que es su
yo, luego tan sagrado es ante ella el interes de un hom
bre solo, como el del resto de sus semejantes. La mino
ría tendrá el derecho de resistir, siempre que la mayo
ría pretenda lo que no es justo, sobre todo cuando tenga
las probabilidades de vencer. Los progresos de la cien
cia militar, que es la ciencia que enseña á conocer la ra
zon de la fuerza, prueban que no siempre es la mayoría
la que está en posesion de esa razon, ó lo que es lo mis
mo, que no es la fuerza bruta, sino la fuerza dirigida
por la inteligencia la que tiene derecho al triunfo.
La única significacion aceptable de la soberanía del
pueblo, es la probabilidad de acierto que tiene en su favor
el parecer de los mas sobre el de los ménos. Pero esto no
es asentar un principio de soberanía, sino de interpreta
cion: no es una autoridad que se crea, sino un criterio
que se establece: el criterio del consentimiento comun.
El hombre tiene designado un fin por su naturaleza,
y para conseguirlo leyes establecidas por su mismo Au
tor. Al entrar en sociedad lo que solicita es que se le
garantice la facultad de cumplir aquellas leyes, hacien
do que los demas las cumplan por su parte. He aquí el
verdadero orígen del derecho de mandar, LA JUsTic A
ETERNA; única soberanía verdadera, porque no recono
ce otra superior, y desde luego, única soberanía legíti
ma. La soberanía de hecho, no tiene otro objeto que in
terpretar sus leyes, que encierran en sí toda la verdad;
pero el legítimo intérprete de la verdad es la inteligencia;
luego la soberanía de hecho, ósea, el derecho de inter
pretar las leyes á que está sometida nuestra naturaleza,
es propiedad de la inteligencia. Las formas de gobierno,
como lo veremos despues, no han tenido otro objeto,
que designar los legítimos representantes de la inteligen
cia social.
Así es, que la legítima soberania, segun el uso comun
de esta palabra, es la soberanía de la razon; y desde
Y LA LIBERTAD, 21

luego no es en la mayoría que reside, sino en la unifor


midad de las razones individuales, porque la verdad es
una misma para todos los hombres que pueden hacer
buen uso de su inteligencia. La verdad es lo que es, y se
conoce lo que es, no por lo que dice una mayoría mas ó
ménos considerable, sino por lo que dice la razon.
Síguese de aquí que la soberanía no será ejercida por
su legítimo dueño, sino cuando cada hombre pueda usar
de su razon; teniendo miéntras tanto que conformarse
con lo que mas la acerque á su legítimo intérprete (*).
La soberanía del pueblo, pues, no ha sido cierta ja
mas, ni en la teoría, ni en la práctica; y si se conserva
todavía en las constituciones, es porque está muy recien
te su triunfo, y porque los que hacen las leyes temen
llamar las cosas por su verdadero nombre; lo que por lo
demas, poco les importa, pues admitido el principio,
obran como si no existiese, valiéndose de otros princi
pios, tan falsos como el primero, tales son:
El sufragio universal, que ni en teoría puede ser cier
to, pues aunque se llegara á conceder á las mujeres, siem
(*) Si lo que ha querido establecerse con la proclamacion de la soberanía
popular, es el criterio del consentimiento comun, habria debido referirse la sobe
ranía radicalá la razon individual, que es la verdadera raiz de ese criterio. La
razon como facultad de conocer, ó sea como poder de intuicion, es el principio
de toda certidumbre. Cuando se hacen ciertas preguntas á los niños, y res
ponden porque sí, responden como debieran hacerlo los adultos cuando se les
pide la razon de los primeros principios. ¿Por qué creemos el testimonio del
sentido comun? porque sí. ¿Por qué creemos en nuestra existencia? porque así
lo sentimos; porque sí.
Pero la razon como facultad de deducir conceptos, está mucho mas expues
ta al error, que como facultad de conocer, porque no teniendo el poder de ver
todos los elementos que deben entrar en sus comparaciones, ni el de percibir todas
las relaciones que de ellos se deducen, puede afirmar lo que no es verdadero sino
bajo cierto y limitado punto de vista. Cuando el concepto es deducido por la
razon de toda la humanidad, es sumamente probable que hayan entrado todos los
elementos necesarios para la comparacion, y que se hayan percibido todas las
relaciones necesarias; luego tiene muchas probabilidades de verdad. Esto no im
pide, sin embargo, que haya razones elevadas que vean lo que no han visto to
das, y se adelanten al consentimiento comun, á riesgo de hacer pasar por locu
ra al genio; por lo cual se ha dicho, que el genio es una sublime locura. Luego
no es infalible el consentimiento comun, como pretendió hacerlo creer Lamennais,
que lo confundió tambien con el sentido comun, no siendo una misma cosa, co
mo lo veremos mas adelante. Solo LA RAzoN DuvINA puede tener certeza de ha
ber percibido todas las relaciones, por eso solo ella es infalible; y esta es la
prueba mas fuerte de la necesidad que de la revelacion tiene el hombre para
el conocimiento de las verdades fundamentales, sin las cuales quedaria condena
do á perpetua incertidumbre.
22 EL CRISTIANISMO

pre se negaria á los niños; y los hombres que no pue


den hacer buen uso de su razon son iguales á los niños.
El derecho de elegir, de cualquier modo que se establez
ca, siempre que se hace extensivo á los hombres sin in
teligencia, no es mas que un instrumento que se pone en
manos de los intrigantes, casi siempre mercenarios del
poder.
El principio de representacion, considerado como el
paso mas avanzado á que está llamada la civilizacion;
pero que no produce mas efecto que engañar al pueblo,
al cual se arroja el principio de la soberanía, como la so
pa endulzada que ha de adormecer á esa hidra de mil
cabezas; pues en realidad se encargan del poder efectivo
los mismos que lo ejercerian sin el célebre principio; ¡ah!
y si siempre sucediera esto! ¡ Pero cuántas veces no es
él el medio de arrebatar el poder á los hombres de inte
ligencia y sana intencion! El principio, en sí, es falso;
pues ni es cierto que los representantes sean los verdade
ros elegidos del pueblo, que casi nunca los conoce; ni
que la voluntad del eligente se trasmita al elegido; ni que
este la acepte, ni pueda aceptarla, pues el hombre no
debe jamas obrar sino por las inspiraciones de su propia
COIlCl62Il C13l.

El principio, en fin, de las mayorías, segun el cual no


se concibe, sino se cuenta la verdad; no se resuelven por
la razon, legítimo intérprete del derecho, sino se deci
den por el número, legítimo representante de la fuerza,
los problemas sociales: principio el mas falso é inmo
ral La historia del mundo prueba que la razon, intér
prete de la verdad, ha sido en todos tiempos el patrimo
nio de un pequeñísimo número.
¿Se deducirá de esto que debemos prescindir de esos
principios!........ Nosotros no pretendemos sino que se les
dé su verdadera importancia, y que reconozcamos lo que
tenemos que esperar de nuestros adelantos en política.
Corresponden, acaso, sus resultados con las esperan
zas que hacen concebir ! No: eso es imposible. Vano
es pretender que las tinieblas alumbren, que la esterili
Y LA LIBERTAD. 23

dad produzca, que la nada cree. Querer hacer marchar


los pueblos por medio de principios, no solo falsos sino
inmorales; es decir, no solo impotentes, sino contrarios
al fin mismo que se proponen realizar, es pretender lle
gar á un término al mismo tiempo que nos separamos de
él continuamente. No se deduzca de esto, si se quiere
así, mas que lo que naturalmente se deduce: que nada
hemos hecho en política; que es preciso buscar algo me
jor que lo que tenemos.
Y bien, tratándose de encontrar el medio de realizar
el fin de una asociacion, no es lo mas natural examinar,
ántes de estudiar las condiciones de la misma asociacion,
la naturaleza y fines de los seres que la forman ! ¡Có
mo es, pues, que se deja envejecer una civilizacion, es
tudiando solo la manera de ser, cuando no se conocen
las condiciones y principios que constituyen su natura
leza ! ¡Cómo puede dirigirse bien al hombre, cuando
no se sabe qué cosa es el hombre ?
Pero, ya lo hemos dicho: las sociedades siempre han
aparecido como seres egoistas que todo lo absorben, y
prescindiendo de su legítimo objeto, que es la realizacion
del fin de cada uno de los miembros que las forman; han
corrido detras de un bien imaginario, y sacrificado al en
grandecimiento y á la gloria de sus directores, la felicidad
y los derechos de sus componentes. En la historia apénas
se oye la voz del hombre; allí solo se escucha el grito de
mando de los gobiernos, los gemidos ó los aplausos de sus
esclavos. La vida de la humanidad parece una escena que
pasa en el gabinete de los reyes: los hombres no se co
nocen en ella sino por los nombres propios que pronun
cia el ujier cuando llegan á la puerta de su señor: la
existencia de los pueblos solo se hace sentir por los cla
mores que entran de la calle á traves de los cristales que
cierran las ventanas.
24 EL CRISTIANISMO

CAPITULO IV.

PROGRESOS DE LA CIVILIZACION INDUSTRIAL. - SUS MALES


REVELADOS POR LOS ESCRITORES MODERNOS. - IDEA
DEL VIERDADERO DESTINO DEL HOMBRE.

Pero ya presentimos el escándalo; ya oimos la alga


zara que levantan los partidarios de la civilizacion euro
pea, que nosotros hemos llamado civilizacion industrial.
¡Qué exclaman ellos, desconoceis la cultura y ci
vilizacion de esos pueblos modelos! ¡Ignorais los pro
gresos conseguidos en las ciencias y en las artes! ¡No
veis establecerse por donde quiera el sistema político mas
conforme con los deseos y las necesidades de los pueblos !
¡ Podeis negar que nuestro siglo puede llamarse con mas
propiedad que ningun otro el siglo del progreso y de las
luces! ¡No admitis como adelantos portentosos esos ca
minos de hierro, que hacen desaparecer las distancias:
esos telégrafos, que anulan el tiempo: esas máquinas que
suprimen la necesidad del trabajo material del hombre:
ese refinamiento del gusto, esa brillantez del pensamien
to, que hacen del mundo un eterno Eden, de la vida una
continua fiesta................! º

No desconocemos lo que se ha hecho en política: no


ignoramos los progresos de las ciencias y de las artes: sa
bemos que las comodidades y los placeres de la vida han
llegado hasta saciar los deseos del hombre, hasta cansar
el gusto produciendo el hastío. Pero ahora nos toca pre
guntar: ¿han logrado todos esos adelantos hacer feliz,
no diremos á la mayoría de una nacion, no á una fami
lia, sino á un solo individuó ! ¿De qué sirve para el re
poso de nuestro espíritu, para la paz de nuestra concien
cia, para esa dulce sensacion en que se recrea el alma,
y se llama felicidad, único placer que no cansa, único
goce que no fastidia; de qué sirve, decimos, la facilidad
que ofrece el vapor para trasportarnos de un punto á
otro, y que ha llegado hasta el caso de calcular sus ven
Y LA LIBERTAD. 25

tajas, no por horas, sino por minutos? ¿De qué las ven
tajas del telégrafo, que presenta mas facilidad para tras
mitir una noticia de la América á la Europa, que la que
hasta ahora habia habido, para trasmitirla de un extre
mo á otro de una ciudad! ¿De qué la navegacion aérea,
que se trata de sustituir al vapor, porque ya este no sa
tisface el delirio de velocidad! ¡ De qué........! ¡Pero has
ta dónde no ha pretendido el hombre llevar su dominio!
¡No ha intentado arrebatarle á Dios el secreto de la vi
da, para darse á sí mismo la inmortalidad, como objeto
y término de su perfeccion !
No renunciamos á las ventajas que esos adelantos nos
proporcionan, ántes bien los creemos medios indispensa
bles para emancipar al espíritu del poder de la materia;
para libertar al hombre del imperio de las necesidades
corporales, y dejarle en capacidad de desarrollar las fa
cultades de su alma. Pero sí queremos que se les dé su
verdadera importancia, para que se les considere como
medios y no como fines; para que sea el espíritu el que
mande á la materia, no esta al espíritu.
La civilizacion no marcha sino por medio de la co
municacion de unos pueblos con otros; es decir, por me
dio de la sociedad que aumenta su esfera cada vez mas.
A la guerra y al comercio dificil y dilatado de los pue
blos antiguos, deben ir sucediendo los medios pacíficos
y breves de los pueblos modernos. Las vias de comuni
cacion favorecen la civilizacion, no precisamente porque
aumenten las riquezas, sino porque aumentan la socie
dad. Los telégrafos son medios de civilizacion, no tan
to porque trasmiten con velocidad las noticias que ponen
en cuenta á los gobiernos del estado del mundo y de los
movimientos de sus pueblos, sino porque ponen en con
tacto los entendimientos y facilitan el desarrollo del sen
tido comun. Los caminos de hierro son medios de civi
lizacion, no por la velocidad con que trasportan las mer
cancías, sino porque abrevian las distancias que sepa
ran á los hombres, y aumentan así los beneficios de la
sociabilidad. Los progresos del arte militar son favora
26 EL CRISTIANISMO

bles á la civilizacion, no porque ayudan al triunfo de la


fuerza bruta, sino al triunfo de la fuerza dirigida por la
inteligencia. El dia en que se convencieran los hombres
de que el pueblo mas inteligente es el que lleva seguro
el triunfo, se concluirian las guerras. En una palabra, to
dos esos progresos materiales civilizan á los pueblos, no
porque aumenten su poder y sus riquezas, sino porque
contribuyen al desarrollo del espíritu y desde luego á la
emancipacion del individuo: no porque faciliten sus pla
ceres y comodidades, sino porque los acercan á su per
feccion moral.
Decidnos, si nó: en medio de esos adelantos prodi
giosos de la industria, de esos progresos increibles de la
inteligencia, no veis reinar la intranquilidad y el des
contento en las familias mas acomodadas, y que se creen
por esto las únicas llamadas á disfrutar de los placeres
de la vida! No os condoleis del malestar de la clase me
dia, que con mas necesidades que la clase pobre, tie
ne ménos medios de satisfacerlas! ¡No se parte de do
lor vuestro corazon, al ver el abandono de esa clase in
feliz, que parece desheredada de los bienes de la tier
ra, y por lo cual se ha dicho, que no tiene asiento en el
gran banquete de la naturaleza No corren lágrimas de
pesar, y aun como de remordimiento, al verá una par
te tan numerosa de nuestros semejantes careciendo al
mismo tiempo del pan que da la vida al cuerpo, y de la
educacion que da la vida al alma, como si fueran hijos
desheredados por el primogénito! ¡Acaso debemos abrir
los ojos para ver los grandes crímenes que la civilizacion
ha desterrado de la sociedad, y cerrarlos para no cono
cer los pequeños vicios que la minan secretamente, y que
por esto son aun mas peligrosos que los primeros, pues
estos escandalizan y se atraen el castigo, y los otros no se
hacen sentir, porque están de tal modo connaturaliza
dos con las costumbres, que mas parecen necesidades de
la humanidad, que desórdenes fomentados por la civili
zacion de la materia ! ¡No veis....... y no es exageracion
apasionada, por desgracia....... no veis disculpado el adul
Y LA LIBERTAD. 27

terio, justificado el suicidio, aplaudido el duelo, mas


bien impuesto como un deber; honrado el agiotaje, to
lerada la usura como industria legítima, sostenido el lu
jo mas escandaloso, recompensada la adulacion, y el ser
vilismo; al mismo tiempo que se deprime el mérito, se
mofa la virtud, se escarnece la mansedumbre y la mode
racion, se tilda de frialdad la castidad, se califica de co
bardía y bajeza el perdon de las injurias, se ridiculiza la
fe, y se desprecia la religiosidad! ¿ No notais en todas
las clases, desde las mas ricas hasta las mas pobres, des
de las mas ilustradas hasta las mas ignorantes, el descon
tento, el fastidio, la agitacion, la incertidumbre y va
guedad que son los mayores tormentos que martirizan al
hombre, porque dejan el llanto sin consuelo, el dolor
sin alivio, la vida sin objeto! ¡No notais que la intran
quilidad reina en todas partes, la paz y el contento en
ninguna !
¿Qué ha hecho la civilizacion para curar esa profun
da herida que hace desangrar todos los corazones que
en ella confian ! ¡Cómo acalla las quejas que en confu
sa gritería levantan sus mismos partidarios! ¡Cómo con
testa las burlas de esos hombres que parecen destituidos
de entrañas, cuando solo dejan escapar una risa escép
tica é insultante al referir las miserias y padecimientos
de la humanidad ! ¡Qué explicacion da de las contra
dicciones de esos hombres sin principios, que parecen
armados solo del martillo para destruir, y que nada pue
den edificar, porque no conocen, ó mas bien, porque no
quieren conocer la causa del mal, estando, como dice
la Escritura, con ojos y sin ver, con oidos y sin oir !
A todas estas preguntas guarda silencio esa cultura de
los pueblos modernos, que se llama su civilizacion, ó so
lo responde con esa vaguedad, ese cansancio, ese has
tío de la vida, esa sombra de escepticismo que caracte
rizan las obras de los escritores modernos. Estos sienten
el mal, lo compadecen, y blasfeman porque no encuen
tran el remedio; pues arrastrados por el mismo torbelli
no en que gira la sociedad, no aciertan á salir de él, y
28 EL CRISTIANISMO

quisieran hallar la curacion del mal que sufren, pero sin


sujetar á dieta las pasiones: solicitan una pocion que
los alivie, pero que sea grata á su pervertido paladar:
se sienten enfermos, y buscan un médico que les dé la
salud, pero le imponen condiciones que debe seguir, pa
ra que mitigue sus dolores sin contrariar sus gustos. Y
porque no encuentran quien se someta á sus prescripcio
nes, se desesperan y gritan que el mal es incurable, y
blasfeman contra el Hacedor del mundo porque lo orga
nizó segun su voluntad, y no conforme á la de ellos; por
que prometió el triunfo á la virtud que enfrena las pasio
nes, y no al vicio que las desencadena y entrega á dis
crecion de sus ciegos instintos. Y al oir su algazara, to
dos prestamos oido á sus quejas y nos vemos inclinados
á creer “ que el hombre es un animal depravado, la so
, ciedad una cruel madrastra, mas bien un verdugo que
, se complace en atormentarle, que le insulta y se mofa
, de sus angustias, al mismo tiempo que le cubre de ig
, nominia, y le da la muerte; que no hay buena fe, ni
, amistad, ni gratitud, ni generosidad, ni virtud sobre la
, tierra; que todo es egoismo, miras interesadas, perfi
, dias, traicion, mentira (*):” en una palabra, que cada
nacion es una guarida de furias, cada hombre una vícti
ma indefensa del sensualismo, del error y de las pasio
nes; un ser maldito, y lleno de dolores. Fausto, Child
Harold, Antony, variantes de un mismo tipo, son el re
trato del corazon que olvida su verdadero destino y bus
ca la felicidad donde jamas podrá encontrarla. El hom
bre es una criatura sin criador; la vida un drama sin
desenlace: no hay himnos para la Divinidad, sino blas
femias; no se ama la luz de la aurora, sino las tinieblas
de la noche; ni se escucha el trino del ave, sino el fragor
de la tormenta: los poetas no templan sus liras, las cuel
gan de los sauces y lloran: las musas están de duelo: la
naturaleza no tiene armonías sino disonancias; las gotas
de rocío no son perlas que adornan los rizos de la auro
ra, son lágrimas que ruedan por sus mejillas.
(*) Balmes.
Y LA LIBERTAD. 29

A unos lamentos siguen otros; á todos se concede las


palabra; todas las opiniones se respetan, pero es como
los que sufren y lloran sus desgracias, que no quieren oir
hablar de la causa de su dolor, acogen al que viene á
llorar con ellos, no al que les viene á prometer el consue
lo: parece que su dolor se aumenta con el temor de ver
lo disminuido.
De todo es permitido hablar en nuestro siglo, ménos
de lo que recuerda al hombre su orígen divino, su des
tino celestial.
Raro contraste de nuestras opiniones! ¡Lastimosa
ceguedad de nuestra razon A todos se les concede la
defensa de sus opiniones; á todos se les disculpan sus
errores; la palabra tolerancia es la egida mágica que pro
tege todos los absurdos; pero no se oye á los que ha
blan de religion: sus verdades se llaman rutina; su
respeto debilidad; la fe se tilda de fanatismo, la prácti
ca del culto de retroceso; lo mas que se permite es que
se hable del Cristianismo como de una escuela filosófica,
como de un sistema de moral; y es necesario hacer con
los sostenedores de la civilizacion industrial, lo que con
los niños, á quienes se engaña endulzando los bordes del
vaso en que se les hace tomar una bebida ingrata á su
paladar, pero que les va á dar la salud.
Vano es, empero, querer desfigurar nuestra naturaleza.
Busca el avaro las riquezas, creyendo hallar en ellas
la dicha que ha de satisfacer su corazon; su sed de
oro no hace mas que crecer, y léjos de saciarse con los
tesoros que acumula, parece que estos le sirven de estimu
lantes para aumentar su ardor.
Consume el sabio sus dias entre los libros, de donde
piensa sacar las verdades que han de hacer feliz al géne
ro humano; sus angustias se aumentan al paso que
penetra los misterios de la ciencia, y al fin viene á con
vencerse de que sus desvelos lo único que le han enseña
do es á conocer lo mucho que ignora.
Entrégase el hombre que tiene una alma tierna á las
confianzas de la amistad, ó á las dulzuras del amor;
30 EL CRISTIANISMO

la tibieza de los afectos, las decepciones del interes


vienen á herir profundamente su corazon, y dejan un
vacío en su vida, que le hace odiar la existencia.
Sométese el materialista á los placeres de los sentidos,
como única dicha que le sea dado alcanzar; por colmo
de sus placeres solo consigue el fastidio y la pérdida de
la sensibilidad, llegando hasta buscar el dolor físico pa
ra excitar sus embotados sentidos.
En una palabra: busca el hombre afanoso su fin, y
cuando cree haberlo encontrado, halla su corazon tan
vacío como ántes de emprender su carrera: toma otra
direccion, y sus afanes solo encuentran ilusiones y desen
gaños: cambia otra vez de objeto y sus deseos jamas se
encuentran saciados. Es solo cuando desesperado y de
lirante se humilla para confesar su impotencia, y la na
da de cuanto está á su alcance, que su espíritu siente la
vanidad de todo lo que es limitado, y elevándose en bus
ca de lo infinito, reposa y se recrea: su corazon palpi
ta de contento, su pecho rebosa de entusiasmo; y se pos
tra para dar gracias, porque al fin ha encontrado un ob
jeto digno de su amor, un alivio á sus penas, una reali
dad á sus esperanzas. Allí ha encontrado su verdadero
destino: allí está el fin de su existencia.
Cae entónces de sus ojos el denso velo de la duda; la
creacion se le presenta iluminada de celestiales resplan
dores, y se comprende á sí mismo, y comprende la obra
de Dios: “el orgullo ya no se hincha, ni el amor propio
, ciega, ni la ambicion se precipita, ni la lisonja embria
, ga, ni la gloria sueña: la farsa se ha acabado: el rey
, no es rey, ni el conquistador conquistador, ni el prín
, cipe príncipe: ya todos somos hermanos, compañeros,
, iguales: fué un supuesto, una ficcion, un drama: se
, habló un momento de él, y mas despues nada se habló.
, La vanidad, el renombre, los himnos del triunfo, el po
, derío, las riquezas, son fantasmas que fueron y no son:
, son sueños que se tuvieron, y apénas pueden recordar
, se; son como las nubes, cándidos y espesos copos de
, vellon, vistas de lejos, y de cerca tenuísimo vapor que
Y LA LIBERTAD. 31

, no tiene forma ni figura............ Entónces nos hallamos


, cerca del tabernáculo del Señor, cercado en torno de
, sombras terribles de misterio, de silencio de majestad
, imperturbable, de espesísimas nubes que le sirven de
, ancho asiento, y cielos de zafir de pabellon (*).”
El espíritu del hombre no encuentra un objeto digno
de su actividad, sino en la aspiracion á lo infinito Los
cortos instantes de felicidad, que nos es dado disfrutar
en esta vida, son aquellos breves momentos en que el
corazon se halla poseido por ese presentimiento de lo in
finito, que se llama EL AMoR (**)
Es necesario no engañarnos: miéntras las sociedades
prescindan del verdadero fin del hombre, y le conside
ren como destinado únicamente á aparecer y desapare
cer sobre la tierra, encontrarán burladas sus esperanzas,
frustrados sus afanes. Considerar al hombre como desti
nado únicamente á satisfacer sus necesidades materia
les, á contentar los deseos de su cuerpo, es arrebatarle la
mas noble parte de su destino: es privar á la flor del per
(*) Cecilio Acosta.
(*) La perfectibilidad admitida por la religion y la filosofía, como el carácter
esencial del hombre, no es otra cosa que la aspiracion á lo infinito. El bello
ideal, que las ciencias deben buscar, y las artes imitar, no es otra cosa que lo in
El adelanto del hombre privado, como el de los pueblos en general, se cono
fimito.
ce por sus gustos. Los hombres civilizados se divierten con la música, la poesía,
y el baile, no como un simple movimiento al son de la música, sino el baile ar
tístico, que tiene una significacion en busca de lo ideal. Los pueblos atrasados
se divierten con toros y volatines, diversiones que siendo de habilidad física so
lamente, no satisfacen ni al espíritu ni al corazon, y desde luego no agradan á
los pueblos cultos: los pueblos bárbaros usan el baile, pero con una música mo
nótona, que mas bien es un recitado que una melodía.
Recuérdense las diversiones de Grecia y Roma, y se conocerá que esta nun
ca alcanzó á la civilizacion de aquella.
El cambio de modas no es otra cosa que la necesidad de lo infinito aplicada al
culto de los sentidos: miéntras mas desarrollado está un pueblo, mas frecuen
te es ese cambio, sobre todo en la civilizacion de la materia ; y esto podria ser
virnos para juzgar de la civilizacion de los chinos que jamas han cambiado de
traje, y que sin embargo, fueron presentados como testimonio contra la juven
tud del mundo, porque tenian seda como nosotros algodon; y loza de china, co
mo tenemos nosotros la almendra que se cuaja en urnas de coral. Los turcos han
empezado á cambiar su invariable traje, en cuanto han empezado á civilizarse.
No se crea sin embargo que el cambio de traje, la música, &c., sean medios, si
no resultados de la cultura.
El espíritu busca LA vERDAD INFINITA, el corazon la ama, la actividad fí
sica manifiesta nuestras ideas y sentimientos con su limitado poder He aquí
al hombre ! Esta idea del amor será mas desarrollada en el capítulo siguiente,
al hablar del principio fundamental del Cristianismo que es LA cARIDAD.
32 EL CRISTIANISM ()

fume, al fuego de la luz, á la naturaleza de todas sus


bellezas, á la creacion de objeto y de sentido (*).
Por eso han desaparecido como el humo todos los sis
temas de los utopistas de todas las épocas, que creyen
do haber encontrado la causa de los males que nos afli
gen, han pretendido reformar la sociedad de acuerdo con
sus vanas ideas: han soñado que abrazaban una belleza
fantástica ataviada con todas las galas y dotada de todos
los encantos que seducen al corazon: al estrechar
la entre sus brazos, se han encontrado con el frio esque
leto de la nada. Han visto al hombre luchando con las
pasiones; y creyendo que la causa del mal estaba en no
satisfacer cumplidamente todas sus exigencias, han pre
tendido suprimir el combate de la virtud y del vicio, del
espíritu y la carne, no buscando el modo de calmar
la llama devoradora de las pasiones, sino dándole pábu
lo; no poniendo al espíritu sobre la materia, sino á la
materia sobre el espíritu. Han hallado al hombre incli
nado sobre un precipicio, y le han oido quejarse al caer
en él, porque rodaba por una pendiente, que disminuia
la velocidad de su caida; á fin de ahorrarle estos
dolores, le han empujado para que se precipite de una
vez en el fondo del abismo, sin que encuentre ningun es
torbo en el descenso. Fourier y Owen, San Simon y
Proudhom, todos, todos, cuantos han pretendido tomar
al hombre de la mano para ponerle en el camino de la
verdadera civilizacion, no han hecho mas que extraviar
le, y ponerle en una senda que le lleva derechamente al
abismo.
Mas el socialismo ha hecho mucho ruido en nuestro
siglo, y bien merece que le consagremos aigunas páginas.
En ellas veremos cómo los socialistas no han hecho
mas que desfigurar al hombre, privándole de su esponta
neidad, y sometiéndole al poder social. Han querido rea
(*) El desarrollo del género humano no puede ser cierto, grandioso, moral,
infinito, sino cuando la conciencia del hombre no abrigue ya duda alguna sobre
su verdadero destino, y cuando en nombre de fuertes y arraigadas creencias,
se eleve á todo lo noble, majestuoso, infinito, que su imaginacion y su corazon
puedan comprender y amar. — (GonzALo MoroN.)
Y LA LIBERTAD. 33

lizar por medio de la sociedad, lo que el Cristianismo


les enseñó que debia ser el hombre, pero que él solo so
licita por medio del individuo: han pretendido hacer por
medio de la obediencia, siguiendo las inspiraciones de la
civilizacion europea, lo que la civilizacion cristiana con
sigue por medio de la libertad. Todos han sido guiados
por esa luz que brilló en Jerusalen, hay ya cerca de dos
mil años, y que aun alumbra con sus resplandores á to
das las naciones que habitan nuestro globo: todos han
ido á esa fuente de amor á beber el amor á la humani
dad, que los impele á buscar su porvenir; pero olvi
dan, al solicitarlo, su naturaleza, sus instintos y sus
tradiciones. Los antiguos sentian el mal, pero lo
creian obra del destino, divinidad ciega y de mal
corazon: los modernos oyen los lamentos del hombre
que pide consuelo, y escuchan la voz de su Redentor que
les grita: “ ese no es el estado natural del hombre, es
preciso marchar y buscar su remedio” Los antiguos se
guian la doctrina de la degradacion sucesiva de la hu
manidad; la edad de oro les quedaba detras, marchaban
á la de escoria: los cristianos siguen la doctrina de la
perfectibilidad; sus padres fueron echados del paraiso,
ellos tratan de reconquistarlo.

CAPITULO V.
EXAMEN DEL SOCIALISMO.

El sociALIsMo voz terrible para unos como señal de


destruccion y de ruinas: voz de esperanza para otros,
como grito de aliento que se da á las generaciones para
que no desmayen en la marcha del progreso. Aquellos se
escandalizan y tapan los oidos para no oir las blasfemias
de los que acusan á la sociedad de los males que nos aque
jan; estos oyen con calma y reciben sobre su corazon
como una lluvia de consuelos, al vislumbrar en esos sis
temas un débil bosquejo de lo que fué el hombre al salir
34 EL CRISTIANISMO

de las manos de su Criador, y de lo que esperan que vo


verá á ser algun dia. Para los primeros, el socialismo es
el entendimiento del hombre en rebeldía contra Dios;
para los segundos, es la razon, que se apodera de un ra
yo de la luz divina, rompe el denso velo de lo futuro, y
vislumbra el porvenir de la humanidad. Los unos ven al
hombre como criado para llorar y sufrir perpetuamente;
los otros como destinado á gozar cumpliendo su fin, y
á ejercer el inmenso poder que le ha concedido el Cria
dor sobre todas sus criaturas. Los primeros han llegado
ya al muro de hielo que detiene la carrera de la activi
dad humana, la desesperacion; los segundos tienen á su
vista el horizonte sin límites de la esperanza y marchan
con amplio y firme paso á conquistar el porvenir de la
humanidad.
Cuando nuestra razon se pasea por primera vez sobre
los campos de la actividad moral, cree sorprenderla en
fragante contradiccion con los principios que proclama,
y escandalizada y confusa, no halla cómo dar cuenta á
la conciencia de los errores y extravíos que por doquiera
se le presentan, y hieren su sensibilidad.
La naturaleza física marcha en órden y completa ar
monía: el sol mantiene en sus órbitas á esas inmensas es
feras que vagan á su alrededor: las estaciones cambian
con alternado y uniforme movimiento las ricas decora
ciones de nuestro globo: las aves saludan diariamente á
la aurora con sus dulces trinos: las estrellas esmaltan la
bóveda celeste cuando el sol lleva su luz á los pobla
dores del otro hemisferio.
Mas al entrar en el mundo de las inteligencias, todo
cambia: el hombre reconoce el poder de su Criador, pero
le ultraja con su indiferencia, le reniega con su olvido:
los gobernantes proclaman una religion para prestar á su
poder la sancion de un Dios, al mismo tiempo que en la
práctica obran con un abandono de todo culto que raya
en el ateismo: los estados condenan á la infamia á los
deudores insolventes, y ellos viven en una perpetua ban
carrota: el comercio se alimenta del crédito en los gran
Y LA LIBERTAD. 35

des negocios, y del fraude y de la disimulacion en los pe


queños: la legislacion señala penas al homicida que qui
ta la vida al cuerpo, y tolera la difamacion, que arreba
ta el honor, y la calumnia, que hiere el alma misma: en
público se honra la virtud y se hace alarde del respeto
á Dios, y en la vida privada se tilda de debilidad la in
vocacion al Ser Supremo, y de fanatismo el cumplimien
to de los deberes religiosos: la religion “ cubre con den
, so velo el lecho nupcial, y guarda sus umbrales con se
, vero semblante (*),” y la policía lleva los registros que
cuentan las víctimas del libertinaje, y hacen auténtica
la pérdida del pudor, de los encantos y de la dignidad
del sexo privilegiado: el acaso, la intriga, el sacrificio
de la conciencia dirigen el carro triunfal de la fortuna,
que arrastra encadenados y revueltos en el polvo de la
miseria el talento, la probidad y la abnegacion de los pro
pios intereses: el rico sacia sus gustos hasta el hostiga
miento, y el pobre perece de inanicion porque no encuen
tra un mendrugo con que engañar su hambre: la sociedad,
para concluir, profesa una teoría, bella, santa y llena de
consuelos; pero observa una práctica cruel, impía, con
traria á la razon y á los buenos instintos de la humanidad.
Y qué! ¡habrá sido el hombre destinado á girar en
ese círculo inacabable de miserias y crímenes, de degra
dacion y abandono !
¡No gritan los amigos de la humanidad; que en la
frente del hombre oscila un rayo de la luz divina: no,
que el gérmen de sus sentimientos es una gota del amor
celestial: no, que la historia nos cuenta en cada una de
sus páginas las conquistas de la inteligencia en el campo
de la naturaleza física y moral: no, mil veces no, que
nuestra alma nos anuncia con su eterno anhelo en bus
ca de la verdad, con su actividad incansable en solicitud
de un estado mejor, que apénas nos hallamos en la mi
tad de la carrera de la humanidad; que apénas tenemos
explorada una parte del mundo físico, y dados algunos
pasos en el mundo intelectual.
(*) Chateaubriand.
36 EL CRISTIANISM ()

Esto es lo que nos dice la historia: esto lo que nos


manda creer la religion: esto lo que nos persuade la in
teligencia: esto lo que nos anuncian los utopistas, hom
bres nacidos ántes de tiempo, si no heraldos del porve
nir, cuya voz nos vienen á hacer oir como un reclamo,
para que no volvamos los ojos hácia atras, sino sigamos
y apresuremos el paso: esto lo que pretenden los so
cialistas, que arrebatados por su amor á la humanidad,
creen realidades los deseos de su entusiasta corazon, obra
de Dios los delirios de su imaginacion agitada por la
fiebre que produce el anhelo del progreso.
He aquí lo que se contiene en el nombre genérico de
socialismo, que parece significar lo mismo que quimera,
engaño, vanidad, UToPIA (*). Pero la inteligencia de un
hombre se extravía, la de dos tambien: la de la humani
dad encierra siempre algun elemento de verdad en esos
grandes pensamientos que la dominan y agitan por mu
cho tiempo.
En ese trabajo de tantos siglos; en esa constancia con
que hombres de la mas elevada razon se apoderan de
esas ideas, las desarrollan, esplanan, coordinan, repitien
do el trabajo de los que les han precedido; algo mas de
be de haber que una quimera, algo de real y positivo,
algo de luminoso y trascendental debe de hallarse en esos
sistemas socialistas, tan antiguos como la inteligencia, y
cuyo número é importancia aumentan á proporcion que
el mundo envejece, y por lo cual debiera aparecer que
sus males se hacian mas inveterados é incurables. Véa
se en ellos, por lo ménos, á las razones elevadas exami
(*) º Utopia: etimología griega: no, lugar: país que no existe, lugar ima
,, ginario: segun otros: bien, lugar: lugar de completa felicidad ............... Los
, que se burlan de todo proyecto de mejora útil ó necesaria, los que creen cu
,, brir del ridículo toda vista nueva de bien público, gritando, utopia!, no re
, paran que de este modo niegan la influencia de los sentimientos morales en la
, sociedad. Olvidan que sin esta influencia omnipotente, la existencia misma
, del órden social se hace imposible; como se ve claramente al recordar que has
, ta los hombres que ven á los pueblos como rebaños, se hallan forzados á in
, vocar el respeto á la ley moral. Lo que sí, no sospechan siquiera los adversa
, rios de las ideas nuevas, y que se irritan ó burlan á costa de los utopistas, es
, que las pretendidas utopias no hacen mas que reproducir ó anticipar hechos
,, reales, ya consagrados por la historia, ó que no tardarán en ocupar sus pági
, nas.” — (A. DE Vitry.) (Dictionaire de Bescherelle.)
Y LA LIBERTAD. 37

mando los efectos del error cuando es él el que se encarga


de dirigir la marcha de la humanidad.
Pero, ya lo dijimos: todo lo que tienen de verdadero
y realizable esos sistemas, se encuentra en el Cristianis
mo, como en una amplia y rica síntesis, que compren
de á la sociedad tal como existe, la tésis, y el porvenir
con todos sus encantos, con todas sus halagüeñas prome
sas, la antítesis que seduce y extravía las inteligencias
que se remontan en alas de la fantasía, y abandonan el
mundo de la realidad.
Vamos á verlo.
Cualquiera que sea la direccion que siguen los socia
listas en el desarrollo de sus sistemas, cualquiera que sea
el plan que adopten para darles basa y solidez, todos
parten del principio de que el género humano no mar
cha bien; y aunque parecen reconocer como causa efi
ciente de todos sus males la actual organizacion de la
sociedad, necesariamente tienen que ir á parar á que pa
ra remediarlos, se debe ántes reformar al hombre; pues
la sociedad en abstracto no es nada, sin los individuos
que la componen; ni puede obrarse sobre ella sin tocar
ántes con estos. Y he aquí de dónde nace la esterilidad
de esos sistemas que por único objeto se proponen cam
biar las formas de gobierno, como remedio universal pa
ra todos los males que aquejan á la humanidad; como
si las constituciones, ó las colecciones de leyes, fuesen
por sí solas capaces de hacer algo mas de lo que hagan
los que las interpretan ; como si las instituciones tuvie
sen otro valor que el que les dan los principios que re
presentan, y el uso que estos tengan en las costumbres
del pueblo que aquellas rigen; á ejemplo del papel mo
neda, como dice un juicioso escritor, que solo vale se
gun el fondo que haya para cambiarlo.
Mas adelante nos detendremos sobre esta materia.
Quede, pues, establecido, que todo sistema socialista
reconoce como basa la reforma del individuo; y este es
precisamente el eje sobre el cual gira toda la doctrina
del Cristianismo, que no se propone otro objeto que re
38 EL CRISTIANISM ()

formar al hombre, para conseguir así la perfeccion de la


especie; y propone como tipo de perfeccion, no un mo
delo social, sino un modelo individual: el deber del cris
tiano es la imitacion del hombre perfecto, la imitacion
de Jesucristo, que es EL HoMBRE-Dios; á fin de llegar
á Ser EL HOMBRE EN LA PLENITUD DE SU NATURALEZA,
que es la definicion del verdadero cristiano.
Al comparar los medios que adopta el Cristianismo
con los que siguen los otros sistemas, es que se encuen
tra la causa de su divergencia. El Cristianismo toma al
hombre como le encuentra, y obra sobre su parte cambia
ble, que son sus afectos y sus pasiones, dirigiendo aque
llos, y conteniendo estas. Acepta la perfectibilidad del
género humano, en cuanto aumentándose los ele
mentos de sus conocimientos, se hace mas fácil el de
sarrollo de sus facultades, y se acerca á la completa ar
monía de las necesidades con los medios de satisfacer
las. Los sistemas socialistas pretenden mas, y pretenden
una cosa imposible, que es alcanzar la perfeccion en
cuanto á la esencia misma de la naturaleza humana, y
suponen la posibilidad de tener hombres con otras facul
tades, ó por lo ménos con las mismas que tienen, pero
mas poderosas y con instintos mas certeros. Por eso no se
limitan á hablar del desarrollo de las facultades, sino de
su incremento. Al oirles exponer sus sistemas, nos figu
rariamos que iban á crear una generacion de filósofos por
nacimiento; el Cristianismo ve en cada hombre un he
redero de la inmortalidad, pero que tiene que conquistar
por sí mismo su herencia. Los socialistas levantan el edi
ficio de sus doctrinas sobre un cimiento aéreo, y solo du
ran, por esto, lo que dura la fiebre de su imaginacion:
el Cristianismo se conserva en el campo de la realidad,
y por eso domina al mundo entero, pues si á veces pa
rece que cede el campo, “no es sino por poco tiempo,
y sin sucesor (*),” como para dejar ver el gran vacío que
su ausencia deja en el corazon de la humanidad.
Es esta necesidad de reforma, que reconocen los so
(") Villemain.
Y LA LIBERTAD. 39

cialistas, como basa de sus sistemas, lo que los obliga á


buscar la solucion del difícil problema del bien y del mal:
problema terrible, y que con sus abstrusos misterios, y
abismos de espantosa oscuridad, solo produce el vértigo
á las razones presuntuosas que se remontan á examinar
lo confiadas en sus solas fuerzas, y que para acallar sus
dudas tienen al fin que precipitarse en el absurdo siste
ma de los maniqueos, ó en el estéril é impotente de los
panteistas. Es aquí adonde vienen á dar todos los socia
listas, que necesitando de un Dios, al mismo tiempo que
se niegan á reconocer poder alguno superior á su razon,
divinizan el universo, ó por lo ménos la humanidad. En
cuentran unos el mal en el mundo, y concluyen que el
mundo tiene un poder igual al de Dios. Ven otros el li
bre albedrío como la causa de todos los desórdenes, y
dicen: “el hombre tiene el poder de quebrantar las le
yes de Dios, luego es Dios;” y ese deseo de hacerse igual
á la Divinidad, que perdió al primer hombre, es el esco
llo de las razones orgullosas, que quieren echar al Cria
dor del universo, para quedar ellas encargadas de su do
minio y direccion.
Solo en el Cristianismo encuentra ese misterio una
explicacion satisfactoria, y necesaria para darle sentido
á la creacion. El nos hace ver al hombre como una cria
tura caida, que tiene que conquistar su primitiva digni
dad. El mal entónces ya es una pena: el dolor se ex
plica porque es una expiacion.
Pasemos ahora al otro punto en que se acuerdan todos
los sistemas socialistas.
Cuando hemos asentado que la basa del socialismo es
la solucion del difícil problema del bien y del mal, y que
su fin es la reforma del individuo, ha sido porque en efec
to ese es el punto de partida de todos sus sistemas; no
como verdadera fuente de las dudas que tratan de resol
ver, blanco de sus reflexiones, sino como causa efectiva
aunque remota del mal que tratan de remediar. El ver
dadero móvil de sus autores, la piedra de escándalo de
esos corazones sensibles, es la desigual reparticion de los
40 EL CRISTIANISMO

bienes materiales; es el orgullo y la abundancia de los ri


cos frente á frente del abandono y la miseria de los po
bres; es el predominio y los goces de los ménos en medio
de la degradacion y las penas insufribles de los mas. Qué!
exclaman ellos, habrá de haber criado Dios el mundo pa
ra conceder su usufructo á un puñado de ociosos, y dejar
perecer de inanicion á los que trabajan y producen la ri
queza Será posible que venga un hombre al mundo,
y no encuentre lugar en él, como una planta arrojada
al arenal, sin tierra en que arraigarse; como una ave en
medio del océano, sin un árbol en que posarse Ha
brá de darse la razon á Malthus, que le niega al pobre
un asiento en el banquete de la naturaleza, y le conde
na á perecer como que está de mas en el mundo! ¡ No!
no La sociedad está mal constituida La propiedad es
el robo ! ¡ Los ricos son las sanguijuelas de la humani
dad! ¡ El oro es el tirano mas cruel del mundo !
¡DESTRUCCION DE LA PRoPIEDAD AsocIACION! RE
CIPRoCIDAD DERECHO AL TRABAJo! CoMUNIsMo !
He aquí adonde van á parar todos los socialistas; aun
aquellos que crean un sistema en odio á esa última pala
bra, tan temible y tan temida, pero que descarriados,
porque no tienen mas regla que las prevenciones de su
entendimiento, ni otra guia que el grado de su entusias
mo, van á parar á un sistema ineficaz é irrealizable, ó
nos llevan al comunismo.
¡EL coMUNIs Mo y qué es el comunismo !
Es el despojo del que trabaja, para darle al que no trabaja.
Es la absorcion por parte de la sociedad de toda ac
tividad, la usurpacion de todo derecho; la renuncia por
parte del individuo de toda espontaneidad, la abdicacion
de todo poder.
Es la concentracion de la vida y de la fuerza en manos
de los gobiernos; la cesion por parte del individuo de to
da su libertad, de todas sus facultades, de su personali
dad entera.
Es la dominacion del todo sobre cada una de las par
tes; la nulidad y muerte de las partes que forman ese
todo.
Y LA LIBERTAD. 41

Es la destruccion de la familia, la estagnacion de to


do progreso, la esterilidad de todo estímulo, la degrada
cion del hombre, la ruina de la civilizacion.
El comunismo, tal como lo han soñado los socialis
tas, es imposible; porque es imposible que el hombre de
je de ser lo que es. Fúndase su teoría en el igual dere
cho que tienen todos á todos los bienes de esta vida; y
establece así una concurrencia cuyo fin es conseguir el
bien de cada uno á costa del de los demas: no hay deberes
que limiten los derechos: el bienestar es un tesoro rega
do por la mano de la fortuna para que se lo distribuyan
los hombres segun su voluntad: el fin del hombre es gozar
de los bienes materiales. -

Por eso es que solo el Cristianismo, que comprende


lo que es el hombre y lo que debe ser la sociedad, pre
cave los abusos de la propiedad sin desfigurar la huma
na naturaleza. Fúndase su teoría en el deber que tienen
todos de contribuir al bien de todos, y en la abnegacion
de los intereses transitorios: segun ella, todos tienen lo
mismo, porque ninguno fija su atencion en los bienes de
esta vida: el fin del hombre está mas allá del sepulcro;
los bienes terrenales se desprecian porque mas bien es
torban á la libertad de nuestro paso por el mundo.
Por eso es que solo él ha podido realizar la vida en
comun, llevándola hasta lo ideal de la perfeccion, como
para señalar al hombre todo lo que puede hacer ayuda
do por su doctrina: solo él ha llevado á cabo esa vida
en familia, con que sueñan todos los socialistas, no solo
sin poner en peligro el progreso del hombre, sino ayu
dándolo con nueva fuerza; pues las comunidades cristia
nas han hecho mas bienes al mundo, que cuantos estable
cimientos han ideado los hombres. Ahora las desechamos
y despreciamos, porque el niño sano y robusto, se rie de
la decrepitud de los padres á quienes debe la existencia!
Nacido el socialismo en esas naciones en que la nuli
dad de los derechos políticos, la desigualdad de las fortu
nas, los privilegios de la sangre, hacen ver á la mayoría de
sus miembros como destinada á ser explotada por el me
42 EL CRISTIANISMO

nor número, ha formulado sus teorías en la famosa trini


dad, LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD : palabras en
que no deberemos ver principios generadores de verda
deros sistemas, sino el grito de guerra de los que se
rebelan contra la presente organizacion social; la ense
ña de la alianza que forman todos los enemigos de la ac
tualidad, á reserva de dividirse cuando haya otra actua
lidad que destruir.
¡ Mas cuál es el sentido de aquellas palabras !
LIBERTAD. Los socialistas como que se sienten débiles
para declarar la guerra á la sociedad, dejando al hombre el
ejercicio de su personalidad, y limitan la libertad á la po
sesion de los derechos políticos, para dejar los derechos
individuales absorbidos por el poder de la comunidad.
IGUALDAD. La igualdad no es para los socialistas, la
posesion de los derechos y facultades con que nos ha do
tado la naturaleza; sino laigual participacion en los bienes
sociales: la equidad en el número, peso y medida de las
raciones que la sociedad debe distribuir á sus miembros.
FRATERNIDAD. La fraternidad, en fin, la fundan en
una inexplicable vaguedad de afecto, que debilita hasta
la impotencia el amor á nuestros semejantes, porque lo
extienden á un círculo cuyos radios son infinitos.
Así es que si lograran esos amigos de la humanidad
realizar sus sistemas, en vez de libertad, tendriamos la
servidumbre del individuo, porque aquella no seria sino
su sometimiento al querer de la asociacion: en vez de la
igualdad, que deja á todos los hombres en capacidad de
realizar su destino, y de ayudar á la realizacion del de
los demas, tendriamos no la igualdad que da, sino la que
quita; no la igualdad que eleva á los bajos, sino la que
rebaja á los altos; no la equidad que deja á cada uno lo
que es suyo, sino la envidia que arrebata al que tiene pa
ra darle al que no tiene: en vez de la verdadera fraterni
dad, que empieza por los que están mas cerca de noso
tros, y nos manda amará los demas como a nuestros her
manos, la fraternidad que empieza por destruir la fami
lia, y concluye por dejar nuestro corazon vacío á fuerza
de quererlo llenar.
Y LA LIBERTAD. 43

La verdadera fórmula de la civilizacion deberia ser LI


BERTAD, CARIDAD Y JUSTICIA. La libertad, que es la re
gla de accion en favor de nosotros mismos: la caridad,
que es la regla de accion en favor de los demas: la justi
cia, que es la regla que dirige el amor de nosotros y el
amor de los demas, sometiéndolos al amor de Dios. La
libertad, que deja al hombre todo lo que le ha dado la na
turaleza, y que por eso comprende la igualdad: la cari
dad, que nos manda dar al prójimo lo que queremos pa
ra nosotros mismos, y que por eso comprende la frater
nidad, no como un acto de generosidad sino como un de
ber; y la justicia que nos hace amar y respetar á Dios
como fuente de todo bien, como Señor de todo lo creado.
La libertad, en fin, madre del genio, orígen de todo mere
cimiento, mágico poder sin el cual no se explica nuestra
naturaleza, ni se comprende la creacion: la caridad, que
es la que conserva la sociedad, y sin la cual deberia ver
se al hombre como condenado á vivir en perpetua guerra
con sus semejantes; la justicia, que es la misma verdad
eterna é infinita, y que comprende por eso todo lo bueno,
todo lo bello, todo lo sublime.
El Cristianismo, que posee la sencillez de la omnipo
tencia y la unidad de lo infinito, reduce esta fórmula á
una sola palabra: LA CARIDAD, que define: el amor á
nosotros, el amor á nuestros semejantes como á noso
tros, y el amor á Dios como razon y regla de todo
amor. La caridad es el amor, y el amor es el orígen de
todo bien, principio de toda virtud, causa de toda felici
dad. “Para el mundo moral é invisible es la cristiana ca
, ridad en toda su extension, lo que la atraccion es para
, el sistema planetario y para el universo material. Tal
, es la relacion, la admirable armonía que existe entre
, las cosas, y que una filosofía contemplativa está llama
, da á descubrir mas adelante (*).”
(*) Alejandro Ibarra.
Queremos adelantar algo mas las reflexiones del texto, porque no se crea que
el espíritu de sistema es el que nos hace encontrar tanta verdad, tan profunda
sabiduría en el Cristianismo. ¡Ah! que no se estudiara un poco mas esta san
ta doctrina!
“La gran mision de la moderna filosofía, dice el mismo señor doctor Ibarra
º
44 EL CRISTIANISMO

Veamos ahora por qué es que el socialismo destruye


la propiedad, y la defiende el Cristianismo.
El socialismo, ya lo hemos dicho, desfigura al hombre,
porque desconoce su naturaleza: no resuelve sus proble
mas, los niega: primero se engaña á sí mismo, y luego
engaña á los demas.
Que el mal existe en el mundo, es un hecho compro
bado por la experiencia de todos los siglos; y la obser
vacion y la experiencia, son testimonios irrecusables
cuando se trata de conocer la naturaleza de las cosas. Va
no es, por lo tanto, pretender conseguir la total desapa
,, en su Introduccion á la Filosofía, parece que tiene un objeto mas trascenden
, tal que la teoría del conocimiento en general: á ella como que toca probar con
, todas sus fuerzas, que el Cristianismo contiene en su fondo la mas pura y alta
, filosofía; porque partiendo del amor, verdadera fuerza atractiva de la huma
, nidad, y convirtiéndolo despues en una especie de gravitacion universal, cuyo
, centro principal es Dios, él explica con la mayor sencillez el gran sistema de
,, la doble naturaleza del hombre, ó las misteriosas relaciones del mundo visible
, é invisible, como que el hombre es habitante de los dos.”
Definimos el amor, en el capítulo anterior, diciendo que era un presentimiento
de lo infinito. Ahora decimos que el amor es la felicidad, y que toda virtud es amor.
El amor es la satisfaccion de la necesidad de querer, así como el conocimien
to es la satisfaccion de la necesidad de saber, y las acciones corporales la satisfac
cion de la necesidad de poder, que son las tres especies que comprenden todas
las necesidades del hombre, como lo veremos mas adelante. Entre el sentimien
to de la necesidad y su satisfaccion, hay un estado intermedio que se llama el
deseo : este estado coincide con el bienestar del alma que se llama placer, pues
el malestar que sentimos cuando nos figuramos que no podremos conseguir la sa
tisfaccion de nuestra necesidad, no nace, propiamente del deseo, sino mas bien
de la frialdad de la reflexion que aplaca el calor del sentimiento, en que realmen
te consiste el deseo. Por eso los que masfe tienen, son los que desean con mas
vehemencia, los que mas aman, y por eso los que obran mas de acuerdo con el
fin que se proponen, y consiguen con mas seguridad su objeto.
Miéntras mas dura el deseo, mayor es la duracion del placer: ejemplos. El
jugador brujulea las cartas para retardar la conviccion: el pescador goza mas án
tes de sentir el tiro del anzuelo, que cuando ya tiene el pescado en la sarta: el
cazador es feliz cuando está apuntando, quizá sufre cuando cae el animal mal
herido, y conocimos un cazador cuya emocion era tan, fuerte al apuntar, que
nunca lograba el tiro, porque se le caia la escopeta de las manos. El gastróno
mo se recrea mas con el olor de la comida, que con su efectiva introduccion en
el estómago. La víspera de un baile es el verdadero dia de placer para los baila
dores, el dia siguiente es dia de recuerdos, y de recuerdos tristes, como son los
de la dicha perdida. Así son todos los placeres, y mas que todos, el vehemente
placer del amor sensual.
Así es, que podemos asegurar que en la satisfaccion de todos los placeres,
entra el ejercicio de la facultad de querer, ó sea de amar; luego el placer, ó sea
aquel estado del alma que se llama felicidad, consiste en amar actualmente. Aho
ra bien, cuando el alma está sintiendo el placer ó está amando actualmente, es
tá tan contenta, que no se acuerda de nada de lo que es limitado, y seria perfec
tamente feliz si aquel estado durara para siempre. Así es, que el grado de feli
cidad se mide no tanto por la intensidad del placer como por su duracion: el que
ama, por miserable que sea el objeto de su amor, olvida el tiempo y el espacio;
Y LA LIBERTAD. 45

ricion del mal: eso es esterilizar las facultades del hom


bre, aplicándolas á un objeto superior á sus fuerzas: eso
es anular la actividad humana, dirigiéndola áun fin inase
quible.
Por eso el Cristianismo acepta la existencia del mal,
tal como lo encuentra en el mundo, y lo explica del úni
co modo que satisface á la razon, presentándolo como
una pena, y desde luego, como medio de conseguir el
bien. Por eso el Cristianismo es la única doctrina social
que produce resultados positivos en favor de la humani
dad, porque aplica sus facultades á fines posibles.
la duracion del placer se mide por la duracion de la necesidad que se trata de sa.
tisfacer: todas las necesidades de esta vida se satisfacen con facilidad: solo la ne
cesidad de Lo INFINITo, ó lo que es lo mismo, de LA VERDAD ETERNA E INMUTA
BLE, es la que no se satisface nunca.
Por eso es sin duda, que las grandes almas, que repasan pronto todos los ob
jetos del amor, y los espíritus tímidos, que no encuentran en la creacion obje
tos de amor, porque no osan salir de sí mismos á buscarlos, van á parar al mis
mo término, que es el misticismo, ó sea el desprecio de lo creado en contempla
cion de lo infinito; ó de otro modo, el embriagamiento del corazon en el senti
miento de lo infinito.
Es tan cierto que lo infinito es una necesidad de nuestro espíritu, que los que
ponen su amor en los objetos terrenales, tienen que repetir sus actos para asi
milar lo finito á lo infinito. Ya hablamos de las modas: la avaricia es el infinito
deseo de riquezas: el sensualismo el infinito deseo de sensualidades: la ebriedad
el infinito deseo de bebidas espirituosas: el juego el infinito deseo de las emo
ciones de la suerte, &c., &c.
Ahora: la virtud es amor.
La virtud es una accion que tiene por objeto la conservacion del órden, 6 lo
que es exactamente igual, el cumplimiento de lo que debe ser; y el deseo de con
servacion es el amor, así como el odio es el deseo de destruccion. El que ama
quisiera que lo amado fuera infinito, así como el que odia desearia la inmediata
destruccion de lo que odia.
El amor es un sentimiento que inspira el deseo de la conservacion, porque el
amor es el recreo del alma, que querria por lo tanto continuar en aquel estado eter
namente; y desde luego un principio de órden, porque el órden es la conservacion
ó duracion de la marcha en busca de la perfeccion: el odio, por el contrario, un
principio de desórden, porque es un sentimiento que inspira el deseo de la des
truccion.
El que ama el órden, y que por esto somete su personalidad á lo que debe ser,
es feliz y virtuoso. El que lo odia, y que por esto pretende poner su perso
malidad sobre el órden, es desgraciado y criminal. El que no tiene fuerza para
amar ni odiar, es lo que se llama un imbécil.
El que ama el órden, fácilmente cumple sus deseos, porque la creacion mar
cha en órden: el que lo odia, encuentra que el mundo está hecho al reves, y to
do le estorba: el primero es feliz, el segundo desgraciado.
LA cARIDAD es la fórmula de la civilizacion, porque la caridad es el amor or
denado, y el amor ordenado es la fuerza que une y mueve el mundo moral.
Todas las teorías socialistas, si bien se examinan, se hallarán fundadas en
EL AMo R. S. Simon lo dice expresamente: Fourier establece como basa de su
sistema la atraccion de las pasiones: Owen la benevolencia. Bien se ve que to
das estas basas son modificaciones de la del Cristianismo, LA CARIDAD.
46 EL CRISTIANISMO)

El Cristianismo no crea los misterios, ellos existen en


la naturaleza: el Cristianismo lo que hace es presentar
nos una de sus faces, no para que los conozcamos anali
zándolos, pues entónces la criatura sabria tanto como su
criador, sino para que los concibamos sintéticamente, y
admitamos su posibilidad, ya que tenemos que reconocer
su necesidad. ¿Acaso hace algo mas la ciencia al expli
carnos los misterios de la naturaleza física! Léjos de acla
rarse la atmósfera que envuelve el mundo moral, negan
do sus misterios, no se hace otra cosa, que aumentar su
oscuridad. Es como si llevando una luz para dirigir nues
tros pasos al penetrar en uno de esos abismos que ocul
tan los montes en sus entrañas, la apagásemos porque no
era suficiente para alumbrar todas sus profundidades, y
nos entregásemos ciegamente á las tinieblas que nos se
pultan y extravían mas y mas en aquel laberinto sin salida.
El libre albedrío es un terrible misterio, no hay duda;
suprímasele, y ya no se comprenderá al hombre, y sin el
hombre no se comprende la creacion.
Duro es á la razon admitir la trasmision de la culpa;
niéguese, y nos hallaremos en un cáos de donde nadie
nos podrá sacar.
Así es la propiedad: da orígen á los mas escandalosos
abusos, como todo lo que cae en manos del hombre; pues
bien, destrúyasela, é iremos á parar al comunismo; y
entónces no tendremos asociacion de hombres sino de
obreros; la sociedad se volverá un taller, si no una ma
driguera de castores.
Así es el mal: su causa es un misterio, pero qué he
mos de hacer? ¿Acaso habremos de cerrar los ojos para
no ver la luz, porque no comprendemos su naturaleza !
¡Ojalá que no existiera el mal Pero negándolo lo des
truiremos! Por donde quiera que vayamos, siempre ha
bremos de dar con él. “Todo hombre es un ser dolien
, te, y todo lo que no es dolor le es extraño: si pone los
, ojos en lo pasado, siente dolor al verlo desvanecido: si
, los pone en lo presente, siente congoja, porque lo pa
, sado fué mejor: si los pone en lo venidero, siente tur
Y LA LIBERTAD. -
47

, bacion, porque lo venidero todo es misterios y som


, bras. Los menesterosos van cargados de fatigas,
, los abastecidos padecen harturas, los potentes sober
, bias, los ociosos tedios, envidias los bajos, los altos des
, denes (*).” Nada ganamos con protestar contra el mal,
sino es hacer inconsolables nuestros dolores.
Así es, que la doctrina que le ha dado sentido al do
lor, y nos manda sufrirlo como una pena temporal, que
nos prepara para una eterna dicha: la doctrina que “pro
, mete satisfacer el deseo del que no cree completamen
, te, y la certidumbre del que tiene una entera fe, dicién
, doles: sufrid, sufrid con humildad, paciencia y espe
, ranza, mirando á Dios que os aguarda y ha de recom
, pensaros (*),” es la única doctrina que puede enjugar
las lágrimas de los que lloran, aliviar los dolores de los
que padecen enfermedades, consolar las tristezas de los
que padecen melancolías.
Negar el mal, ú ofrecer al hombre su curacion radi
cal, es engañarle; es añadir la burla al dolor, la ironía
al sufrimiento.
Reconocer su existencia con resignacion, prometer su
alivio, y una felicidad eterna en cambio de sufrimientos
transitorios, es derramar en el corazon el bálsamo de
consuelo que puede cicatrizar sus heridas, y llevarlo has
ta un éxtasis de esperanza, que es como un presenti
miento de la dicha celestial.
Pero los socialistas no solo olvidan la naturaleza del
hombre, al prometerle la total curacion del mal, olvidan
su verdadero fin, y por eso el fin de la sociedad.
Ya hemos dicho que el hombre necesita la sociedad
como garantía de su libertad, para poder ejercer plena
mente sus facultades, y acercarse á la perfeccion. La mi
sion de la sociedad estará desde luego cumplida, cuan
do el hombre pueda consagrarse con entera confianza,
con plena seguridad, al desarrollo de su personalidad. No
es pues, como pretenden los socialistas, el destino de la
(*) Donoso Cortés.
(**) Thiers.
48 EL CRISTIANISMO

sociedad remediar todos los males, y hacer feliz al hom


bre. Es este error el que al mismo tiempo que halaga los
entendimientos, porque supone posible la dicha comple
ta del género humano, condena al hombre á ser eterno
juguete de los sistemas, que por último resultado no lo
gran sino despojarle de sus derechos para cedérselos á
los gobiernos. La sociedad es impotente para hacer feliz
al hombre, y cuando se le impone esa mision, tiene que
traspasar sus límites, y ofrecer al individuo tranquilidad
probable por pérdida segura de libertad; remedios in
ciertos en cambio de efectiva salud. La sociedad defini
da de esa manera tiene que absorber toda personalidad,
y sustituir el querer de los gobiernos á los dictámenes de
la razon; la pretendida voluntad social, á los seguros
instintos, á la omnipotencia del estímulo individual.
Es de aquí que nace la indiferencia, ó mas bien, el
olvido con que ven los socialistas la verdadera libertad,
que debiera ser el objeto de sus sistemas, pues ella es
la que hace hombre al ser inerte que ellos tratan de diri
gir: ocúpanse exclusivamente en buscar la igualdad, que
hacen consistir, no en la concesion de derechos á los
que hoy no los tienen, sino en la distribucion de los po
cos que hoy existen: la política, segun ellos, no tiene
por objeto aumentar el bienestar social, sino distribuir el
que haya, por iguales partes. Parece en fin, que ven al
hombre como criado para que haya sociedades; no la so
ciedad para que haya hombres.
Pero es necesario reconocer que el hombre es eterno,
la sociedad transitoria. “Las sociedades humanas viven
, y mueren sobre la tierra, donde queda consumado su
, destino, sin que contengan enteramente al hombre. Des
, pues que este se ha reunido con sus semejantes en so
, ciedad, conserva aun la mas noble parte de su ser; sus
, altas facultades, merced á las cuales se sublima hasta
, Dios, hasta una vida futura y unos bienes desconocidos
, en un mundo invisible............ Nosotros, personas indivi
, duales é idénticas, verdaderos seres dotados de inmor
, talidad, tenemos otro destino que los estados (*).”
(*) Royer-Collard.
Y LA LIBERTAD, 49

Dilatado y penoso seria entrará examinar detallada


mente las diversas teorías de los socialistas, para ir no
tando sus extravíos, pues una vez que se hallan fuera del
campo de la realidad, no hay sombra que no tomen por
cuerpo vivo, ni sueño que no acepten como revelacion
de planes posibles de perfeccion absoluta, de felicidad
perdurable. Vislumbran el porvenir de la humanidad co
mo un centro, al cual convergen todas las verdades de la
naturaleza, mas no pudiendo abarcarlas todas con su li
mitada inteligencia, se van detras de unas y descuidan
las otras, siguiendo diversos caminos que los desvian mas
y mas del verdadero punto á que debieran dirigirse. Así
son todos los errores de la humana razon: son siempre
relaciones incompletas: son como un cálculo de guaris
mos en que el olvido de algunas cifras al principiar la
operacion, conduce luego á los mas absurdos resultados.
Para examinar, aunque fuera de paso, las exagera
ciones de esas inteligencias, que obedecen mas á los im
pulsos de un corazon entusiasta, que á la calma y mesu
ra de la razon, tendriamos que hacer comparecer á Fou
rier, el cual se presentaria con su proyecto de Falanste
rios, donde supone hallado el secreto de la armonía en
tre el espíritu y la carne, sin que haya necesidad de otras
reglas que de los instintos de la naturaleza, ni de mas
deber que el de seguir la atraccion de las pasiones; y al
concluir nos hablaria del círculo luminoso, semejante al
anillo de Saturno, que ha de rodear la tierra para disol
ver los hielos de los polos y precipitar la sal que hoy
amarga las aguas del océano.
Y tendriamos tambien que oir á San Simon que com
pareceria con la gravedad del Mesías, padre del mundo,
que viene á gobernar por el placer y el dolor, y á tratar á
cada hombre segun su capacidad, y á cada capacidad se
gun sus obras; para lo cual anda buscando la Mujer
Mesías, que unida con él, forme ese par que debe produ
cir todo lo bueno, y traer el reinado de la felicidad al
mundo en que habitamos; lo que sin duda habriamos con
seguido, segun él, si madama de Staél no se hubiese ne
gado á desempeñar el segundo papel.
50 EL CRISTIANISMO

Owen, á su vez, se presentaria indignado de que hu


biésemos prestado oidos á esos visionarios, y alzaria la
voz para anatematizar á los gobiernos y á las religiones,
como causa de todos nuestros males; y negaria el libre
albedrío y aseguraria que el hombre obra siempre en fuer
za de una conviccion; y cuando al llegar á este punto de
biéramos dar por concluida su obra, supuesto que ha lo
grado convertir al hombre en una máquina cuya fuerza
motriz son las convicciones, entraria á hablarnos de
responsabilidad moral, cosa incompatible con la basa
de su sistema (*); y de la dicha de la humanidad por
medio de las Cooperaciones, que seguramente no llega
rian nunca á ser otra cosa, que una reclusion de hom
bres condenados á perpetua infancia. Al fin concluiria
exclamando, que el verdadero satanás del mundo es la re
ligion, el matrimonio y la propiedad, trinidad monstruo
sísima y fuente inagotable de delitos y males.
Leroux aunque ha aprendido sus doctrinas en la es
cuela de los Sansimonianos, nos trae un nuevo sistema,
porque le parece que ha comprendido la humanidad me
jor que los otros. Ella, segun su opinion, es una palin
genésis que nunca termina, y en virtud de la cual el hom
bre pierde su personalidad para venir á formar ese todo
sin existencia positiva, ese ser fantástico que se llama
humanidad, porque absorbe á todos los hombres y los
confunde en una masa comun; y que viene así á tener
una parte como la del leon de la fábula, pues se reserva
para sí la vida, la gloria y la perfeccion, y deja á sus
miembros los errores, los trabajos, la nada. Luego nos
habla del triángulo, arquetipo de la creacion; y del cír
culo segun el cual todos los hombres producen á la vez
que consumen, pero en términos que excitan la risa y
ofenden la decencia.
Luis Blanc no acepta ninguna de esas doctrinas, pues
él lo que pretende es convertir la sociedad en un taller,
y el no haberlo hecho, no sabemos á qué se deba atri
(*) “Por mas que os empeñeis en negar el libre albedrío, el hombre siempre
obrará como que está en posesion de él.” — (D'ALEMBERT.)
Y LA LIBERTAD. - 51

buir, pues ha sido el socialista que mas posibilidad ha


tenido de realizar su sistema: en su mano estuvo la
organizacion de treinta y seis millones de hombres. “¡Qué
, otra cosa es la historia, dice este socialista, sino un re
, lato de la larga y violenta rebelion del género humano
, contra el derecho mal definido y mal regulado, de aquel
, que habiendo sido el primero que cercó un terreno, tuvo
, la idea de decir ESTo Es MIO, y encontró gentes bastan
, te simples para creerlo (*) ?”
Cabet y Vidal no se conforman con que la sociedad
sea un taller; ellos tratan mas bien de convertirla en un
hormiguero, y como si el primero hubiera querido burlar
se de sus propias ideas, llamó su escuela de los Icarianos,
que como definia un filósofo: “ eran unos hombres que
, habian querido volar, y no habian encontrado alas.”
Mucho ántes habian ya pretendido los cuáqueros re
ducirnos al estado de rudeza primitiva, suprimiendo to
das las convenciones sociales que amenizan un tanto es
ta existencia de dolores. -

Tomas Moro en la Isla Utopia, que fué el que dió


nombre á estos sistemas: Tomas Campanella en la Ciu
dad del Sol, y Harrington en la Oceana, no hacen mas
que modificar, segun las doctrinas del Cristianismo, la
República de Platon, que admitia la promiscuidad de las
mujeres, y arrebataba á los padres los frutos de su amor
para criarlos en comun á fin de que no amasen mas que
á la patria. Bien podriamos decir aquí con Shakspeare:
“¡sin duda que él no tenia hijos!”
Los Esenios, aun ántes del Cristianismo, habian pre
tendido reducir el mundo á un convento de frailes; los
Moravos quieren hacer de la sociedad un templo sin alta
res, del hombre un sacerdote sin culto que ministrar. Los
Jesuitas tambien hicieron su ensayo de socialismo cristia
no, y por honor de nuestra religion, por un sentimiento
de justicia hácia esos propagadores de la civilizacion, que
(*) Luis Blanc fué miembro del gobierno que se encargó de dirigir la Repú
blica francesa de 1848, al cual pertenecia Lamartine y otros entusiastas pareci
dos. ¿Nos admiraremos del resultado que tuvo? ¿Culparemos á las repúblicas
de los errores de los republicanos?
52 EL CRISTIANISMO

aun no han podido ser juzgados por la historia, debemos


reconocer que ha sido el único ensayo que no ha dado
lugar á objeciones de ninguna especie: su desaparicion
solo ha producido dolor á los corazones que se compla
cian en creer resuelto ya el problema de la felicidad en
cuanto es posible alcanzarla acá en la tierra, y el resenti
miento que contra sus destructores es de justicia sentir.
Oigamos en fin, al último de los socialistas que llega
corriendo y da voces, y parece un adalid que viene á
retar á todos los campeones que le han precedido en la
palestra. Llega, desnuda su espada, postra y vence uno
á uno, á todos cuantos encuentra; luego cita á juicio al
mismo Dios, y le condena á la inexistencia; en seguida
llama al hombre y le cede sus armas para que se defien
da contra Dios, que es su mayor enemigo: si ve á un
cristiano que se escandaliza de sus blasfemias, parece
darle razon entonando un himno á esa santa religion que
tiene poder para crear la única felicidad que hay en el
mundo, y maldice porque no puede hacerse cristiano; y
reniega y blasfema y derrama dicterios é imprecaciones
como un energúmeno, y todo lo ataca y trata de reducir
á polvo, hasta su misma obra. Por conclusion y resúmen
de tanto trabajo, propone la Reciprocidad, en virtud de
la cual se crea un Banco de cambio, que se encarga de
dar á cada hombre el sello de su valor segun su trabajo,
suprimiendo de este modo el uso del oro como medio de
cambio, pues sus funciones van á quedar del todo reem
plazadas por el crédito universal, cuya fórmula será:
tanto vales cuanto tengas, ó mas bien, cuanto puedas te
ner. De este modo cree que podria destronarse al rey
mas déspota y cruel del mundo, que es el oro.
La dificultad que hay para realizar tan bella idea, es
que á los hombres les gusta mas el oro que el papel, por
que tienen mas confianza en la realidad que en la apa
riencia, ó como decian los romanos, porque plus cautio
nis est in re, quam in persona; sobre todo en un siglo
como el nuestro, en que á virtud de las doctrinas políti
cas y económicas, la moralidad, ósea el crédito del hom
Y LA LIBERTAD. 53

bre, no consiste en la limpieza de su alma sino en la ple


nitud de sus bolsillos. En cuanto á la Reciprocidad, que
consiste en hacer bajar el precio de todas las cosas, muy
poco seria su utilidad, si es que fuera posible conseguir
semejante cosa, pues es casi lo mismo comprar por cua
tro cuando se ganan cuatro, que por dos cuando se ganan
dos.
He aquí á lo que viene á quedar reducida toda la teo
ría de Proudhom.
Oh y cómo se burlan los hombres de la humanidad!
Tal vez la mayor parte de los errores de los mas gran
des entendimientos, nacen de que no se piensa con se
riedad en lo que es el hombre, y desde luego en lo que
es toda la creacion. Por eso el mas profundo de los filó
sofos de la antigüedad decia que la Filosofía, es decir,
la Ciencia universal, estaba reducida á este solo proble
ma: mosce te ipsum. Tal vez serian ménos los errores si
recordáramos: “que el mundo no es una niñería con que
, se pueda jugar: que la obra de Dios bien vale la pena
, de ser considerada con seriedad: que la naturaleza hu
, mana es bastante noble, y bastante desgraciada para
, que si no se la respeta como se debe, por lo ménos se
, la compadezca; que las chanzas en materias como es
, tas, no solamente son crueles sino impías (*).”
-O-

CAPITULO VI.

LA TEoRíA DEL DEBER COMPARADA CON LA TEoRíA DEL


INTEREs, ó SEA DEL DERECHo.

Si el objeto de la civilizacion es, y en esto convienen


todos los sistemas, hacer marchar al hombre en busca de
la perfeccion, ó lo que es igual, en busca de lo que DEBE
ser; la doctrina que puede realizar la verdadera civiliza
cion, no será la que solo enseñe á organizar la sociedad,
(*) Lamartine.
54 EL CRISTIANISMO

sino la que dando á conocer lo que es el hombre y el fin


á que debe aspirar, haga posible el sistema social que
realice ese fin. La civilizacion por consiguiente, debe
conocer al hombre ántes de estudiar la organizacion so
cial: debe saber lo que es aquel, para poder comprender
lo que debe ser esta.
La teoría de la sociedad debe, pues, tener por basa
la definicion del hombre: la doctrina que mejor defina al
hombre, será la doctrina de la verdadera civilizacion.
Ahora bien: si no hemos de suponer que el mundo es
obra del acaso, debemos ver todo lo creado como desti
nado á conseguir algun fin; y sin duda que el hombre
es el ser que tiene un fin mas excelso, pues es el único
que comprende la obra de Dios, y tan necesario, que sin
él no tiene sentido la creacion.
Es por eso que hemos deducido del deber la genera
cion del derecho. El hombre ha sido creado para cumplir
el fin á que le destina el Autor de su naturaleza; luego
el hombre no marcha en órden, es decir, no está en su
derecho, no es lo que debe ser, sino cuando busca su fin.
Las teorías sociales que se fundan en el derecho y pres
cinden del deber, carecen de basa. De dos ideas que cons
tituyen el fundamento de una teoría, aquella es la basa
que puede existir por sí sola y sin necesidad de otra. Pe
ro el deber existe de un modo absoluto: el derecho no
puede concebirse sin un deber correspondiente. Derecho
es lo que debe ser: ensáyese otra definicion y no se en
contrará.
Así es que el lenguaje, que es siempre mas filosófico que
los que lo hablan, ha llamado en la práctica sin duda por
pudor, interes, lo que en teoría se llama derecho.
Cuando la razon prescinde de la verdadera naturale
za del hombre y olvida su verdadero destino: cuando
le considera no como criatura sino como criador: cuan
do le ve como destinado solamente á nacer, crecer y pe
recer del todo sobre la tierra, no hace mas que salir de
un abismo para caer en otro; cambiar la faz actual del
error para verlo por otra distinta de la anterior.
Y LA LIBERTAD. 55

El hombre queda entónces privado de la inmortalidad,


y limitado solamente á usufructuar su herencia terrenal:
ya no tiene deberes que cumplir ni derechos inalienables;
son inalienables cuando son el medio de cumplir los de
beres: solo tiene intereses entregados al uso de su libre
albedrío, y cuya administracion puede ceder á otros pa
ra quedar libre de cuidados, y consagrarse exclusivamen
te á sus goces.
Es de este error de donde nacieron los extravíos de la
civilizacion antigua; de donde nacen los de la moderna.
Segun ellas, el hombre es un ser que viene al mundo
á hacer todo lo que pueda hacer; no tiene deberes sino
derechos, que por eso llevan el nombre de intereses, pues
son nada mas que medios de gozar. La sociedad es una
reunion de hombres que sacrifican una parte de sus inte
reses para conservar el resto: esa es la definicion de la
sociedad. El hombre puede hacer todo lo que no esté
prohibido por la ley: esa es la definicion de la libertad.
La voluntad general puede disponer todo lo que crea
conforme con el interes público: esa es la definicion de
la ley. La regla del hombre y la de la sociedad para obrar
bien, es la utilidad pública: ese es el principio de legis
lacion. Ya la moral no tiene sancion; pues para eso re
dobla la sociedad las sanciones del código penal. Es bueno
que el individuo tenga una religion, no para que sublime
su alma esperando la inmortalidad, sino para que tema al
Dios que castiga al que no se somete á la voluntad del
que gobierna. No hay bien ni mal, sino lo que la ley man
da ó prohibe: la pena de muerte es santa cualquiera que
sea el crímen á que se aplique: la policía inquisitorial es
útil, y desde luego respetable y sagrada: el tiranicidio
tambien es justificable, y la delacion; el hombre, en una
palabra, no es nada; vive porque á la sociedad le convie
ne que viva, y miéntras le convenga que viva; hasta ri
dículo seria hablar en semejante sistema de derechos ina
lienables; los derechos del hombre están reducidos á te
ner pan y juegos.......... ijuegos ya ni eso siquiera, pan
y trabajo A la sociedad sí le conviene que sus súbditos
56 EL CRISTIANISMO

se diviertan para que estén contentos; pues para eso tie


ne paradas militares y loterías y burdeles, y ....... pero me
jor es que la historia hable por nosotros.
Preguntémosle qué cosa era el hombre cuando vino
el Cristianismo al mundo.
“Sombrío cuadro, por cierto, presentaba la sociedad
, en cuyo centro nació el Cristianismo. Cubierta de be
, llas apariencias y herida en su corazon con enferme
, dad de muerte, ofrecia la imágen de la corrupcion mas
, asquerosa, velada con el brillante ropaje de la ostenta
, cion y de la opulencia. La moral sin basa, las costum
, bres sin pudor, sin freno las pasiones, las leyes sin san
, cion, la religion sin Dios, flotaban las ideas á merced
, de las preocupaciones, del fanatismo religioso, y de las
, cavilaciones filosóficas. Era el hombre un hondo mis
, terio para sí mismo; y ni sabia estimar su dignidad,
, pues que consentia que se le rebajase al nivel de los bru
, tos; ni cuando se empeñaba en ponderarla, acertaba
, á contenerse en los límites señalados por la razon y la
, naturaleza: siendo á este propósito bien notable, que
, miéntras una gran parte del humano linaje gemia en la
, mas abyecta esclavitud, se ensalzasen con tanta facili
, dad los héroes y hasta los mas detestables mónstruos
, sobre las aras de los dioses (*).”
¡ Pero á qué ir tan léjos! Preguntemos á nuestras so
ciedades contemporáneas qué hace su civilizacion, cuan
do prescinde del deber y se atiene al derecho, ósea, al
IntereS.

“ Su bondad es por cálculo, nos dirán, no por ternura:


, viste al desnudo pero no le abriga ni calienta en su se
, no: abre asilos á la miseria, pero no vive ni llora con
, ella en sus pobres é inmundas mansiones: socorre el in
, fortunio, pero no comparte con él sus desgracias: el
, religioso y el cura son los únicos inseparables compa
, ñeros del pobre: pobres ellos mismos, tienen para sus
, compañeros las entrañas de Jesucristo : los andrajos,
, la paja, las llagas y los calabozos no les inspiran ni dis
(*) Balmes.
Y LA LIBERTAD. 57

, gusto ni repugnancia: en su concepto la caridad ha per


, fumado la indigencia y la desgracia (*).”
Hasta el nombre del amor á nuestros semejantes lo ha
cambiado la teoría del interes: lo ha llamado filantropía.
Ella nos aconseja que amemos á la humanidad por nues
tro propio interes, para que no nos expongamos al resen
timiento de los demas, ni rebajemos la idea que tenemos
de la naturaleza humana viendo á nuestros semejantes
hambrientos y andrajosos: la caridad nos manda amar
al prójimo, porque es nuestro hermano, á quien ama Dios
como nos ama á nosotros, y porque es de ese modo que
se manifiesta nuestro amor á Dios. La filantropía nos di
ce, es útil manifestar amor al prójimo para que nos esté
agradecido, y nos lo recompense cuando nosotros lo nece
sitemos: la caridad nos dice, amad al prójimo y hacedle
todo el bien que podais sin publicar vuestros beneficios,
pues la recompensa solo debeis esperarla del mismo Dios.
La filantropía desconfia de su propio poder, y ha tenido
que imponer la beneficencia por medio de las leyes; ha
abierto los teatros y los salones de baile para arrancar de
este modo lo supérfluo á aquellos hombres que, obede
ciendo á las inspiraciones de su civilizacion, no se re
suelven á socorrer al necesitado, sino á medias con sus
pasiones: la caridad rehusa los placeres, y se quita el pan
de la boca, con tal de tener el consuelo de poder enju
gar una sola lágrima de las muchas que hace derramar
el hambre y la enfermedad. La filantropía socorre al ne
cesitado para no tener que soportar el espectáculo de la
miseria; da la limosna y vuelve la cara; ve á un pobre,
le arroja el mendrugo y corre para no oir sus lamentos,
ni presenciar su abandono: la caridad solicita la casa
del pobre y quisiera llevarle la comida á los labios; no
espera que el necesitado lo solicite, sale y corre en su
busca para llevarle el pan para el cuerpo, y el consuelo
para el alma. La filantropía es hija de las necesidades
del hombre: la caridad es hija de la misericordia de Dios.
La filantropía no pasa de un cálculo, porque no es mas
(*) Chateaubriand.
58 EL CRISTIANISMO

que una idea; la caridad es una necesidad de nuestro


corazon, porque es un sentimiento.
Pero no nos limitemos á rasgos particulares, exami
nemos en conjunto el carácter de esa civilizacion, y pa
ra ello tomemos el retrato del pueblo mas culto, tal como
nos lo pinta uno de los mismos que sienten el mal: se
trata, no del pueblo inglés, el mas abyecto y degradado
del viejo mundo, ni del de Alemania, el mas desprovisto
de vida política; se trata del pueblo frances, el mas es
piritual, y por eso el que mejor representa el carácter de
esa civilizacion de goces y de placeres, de esa civilizacion
de la concurrencia; civilizacion que hemos llamado in
dustrial, pues su gran fin parece ser convertir al hombre
en instrumento de produccion: civilizacion que procla
ma la filantropía, no la caridad.
“Extraña situacion es la que crea la pugna que con
, el nombre de concurrencia existe entre los productores
, que se disputan los mercados; entre los artesanos que
, se disputan el trabajo; entre los fabricantes y jornale
, ros que se disputan el salario; entre el pobre y la má
, quina destinada á reemplazarle y á hacerle perecer de
, hambre. ¿Tendremos que extrañar que de esta pugna
, resulten grandes desastres ! Los gruesos capitales dan
, la victoria en las guerras industriales, como los grue
, sos batallones la dan en las otras guerras, y el sistema
, del laissez faire da de esta manera pretexto á los mas
, odiosos monopolios; los grandes fabricantes arruinan á
, los pequeños; el comercio en pequeño sucumbe bajo el
, comercio en grande; la usura, feudalidad moderna,
, peor que la antigua, va poco á poco invadiendo el país,
, y sobre la propiedad pesa una contribucion de mil mi
, llones; á los artesanos dueños de su trabajo, se van
, sustituyendo otros que no lo son; los capitales se lan
, zan á impulsos de una oprobiosa avidez en especula
, ciones aventuradas; todos los intereses están en lucha
, unos con otros; el propietario de viñas hace la guer
, ra al propietario de bosques; los fabricantes de azúcar
, de remolacha á las colonias que la fabrican de caña;
Y LA LIBERTAD. 59

, los puertos de mar á las fábricas del interior; las pro


, vincias del Sur á las del Norte; unas ciudades á otras;
, por aquí desespera al capitalista la superabundancia de
, capitales; por allí se cierran los talleres y se desesperan
, los jornaleros; el comercio ha degenerado en un tráfi
, co de lícitas tretas y de permitidos embustes; la nacion
, camina hácia la reconstitucion de la propiedad feudal
, por medio de la usura, y hácia la oligarquía del dinero
, por medio del crédito; de todos los descubrimientos de
, la ciencia se han hecho otros tantos medios de opresion;
, de todas las conquistas de la inteligencia humana sobre
, la naturaleza, armas para combatir á la misma huma
, nidad, y la tiranía se halla, digámoslo así, multiplica
, da por el progreso mismo. El proletario no es ya mas
, que un ente pegado á un manubrio, ú obligado en ca
, so de crísis á pedir pan á la limosna ó al motin; el pa
, dre del pobre se va á los sesenta años á morir al hos
, pital; la hija del pobre se ve á los diez y seis obligada
, á prostituirse para vivir; el hijo del pobre condenado
, está á los siete años á respirar la pestilente atmósfera
, de las fábricas para aumentar algun tanto el salario de
, la familia; el artesano á quien carga de hijos la impre
, vision de la miseria, el proletario en fin, que amenaza
, al Estado con una inundacion de mendigos: he aquí
, el cuadro que presenta la sociedad.”
“ Hánse, por otra parte, destruido las ceremonias del
,, culto; ningun apego existe por las tradiciones; el espí
, ritu de exámen lo niega todo sin afirmar nada, y el afan
, de adquirir es la única religion que practican los mas.
, Con esta tendencia al mercantilismo, natural es que el
, matrimonio sea una especulacion, un objeto de comer
, cio, una especie de empresa industrial, ó un medio de
, traer gente á alguna tienda; y como en ellos no hay
, amor, ni conciencia del deber, el adulterio suple á la
, facultad de divorciarse. Así es que á los desórdenes que
, en el seno de la familia nacen de la fragilidad del lazo
.., conyugal, vienen á agregarse las escandalosas discu
, siones que engendra la codicia aguijada por el deseo de
60 EL CRISTIANISMO

, heredar; todos los dias ofrecen los periódicos el triste


, espectáculo de hermanos que se disputan los paternos
, despojos, y aun de hijos que delatan á sus madres ante
, jueces que han llegado casi á familiarizarse con tan hor
, ribles reyertas. La disolucion de la familia en el seno
, de los trabajadores tiene distinto orígen, pero un ca
, rácter aun mas deplorable. En los padrones de la pros
, titucion figura la miseria como la principal tributaria,
, pues siendo el matrimonio para el proletario un aumen
, to de cargas, y la disolucion un medio de olvidar sus
, padecimientos, se ayunta la pobreza con la pobreza,
, lanzándose así en una via que de la miseria conduce
, al concubinato, y de este al infanticidio. Si el pobre
, se casa resulta otra calamidad; pues, obligado en bre
, ve á buscar en la paternidad un suplemento de salario,
, tiene que encerrar á sus hijos, apénas llegan á la edad
, en que mas se necesita el aire, el movimiento y la li
, bertad, en talleres en que se pierde la salud del cuerpo
, por el exceso del trabajo y la del alma por la confusion
, de sexos que allí reina. Por eso se ve desde las cinco
, de la mañana hacinarse cada dia á las puertas de las
, fábricas una multitud de infelices muchachos pálidos,
, enclenques, raquíticos, sin expresion en los ojos, sin
, animacion en la fisonomía y encorvados como viejos;
, pues tan cruel é insensato se muestra el régimen social
, fundado en la concurrencia, que no solo comprime el
, entendimiento y deprava el corazon del hijo del pobre,
, sino que agota ó emponzoña en él el gérmen de la vida.
“Ocioso es añadir que en una sociedad donde existe
, semejante envilecimiento, la caridad no es mas que una
, palabra, ni la religion mas que un recuerdo (*).”
No creamos que los males de la civilizacion que se
funda en el derecho y que el autor citado llama de la con
currencia, se limitan á la parte pobre de la sociedad. Ya
que hemos tomado de Francia el cuadro de la miseria,
tomemos de la Gran Bretaña el de la opulencia: no se
dirá que buscamos los ejemplos con parcialidad.
(*) Luis Blanc: “Historia de diez años.”
Y LA LIBERTAD. - 61

“ Si queremos examinar al hombre en la familia, pe


, netremos en una de esas innumerables casas en forma
, de palacios, cuyas uniformes fachadas adornan las ca
, lles de Lóndres. Desde luego nos sorprenderemos al ver
, el aseo, el lujo, la simetría mejor estudiada, la mas per
, fecta coordinacion, la conveniencia en el conjunto y
, en las partes.
“Ved allí la cabeza de la opulenta familia. Está solo
, en su despacho: tiene delante el té, las letras de cam
, bio y una voluminosa correspondencia: como hombre
, de dinero, absorben su atencion los negocios. Reuni
, dos los miembros de la familia alrededor de una mesa
, á las horas de comer, y guardando el mas profundo si
, lencio, pronto se separan, y el marido desaparece has
, ta que la hora de la comida siguiente le vuelve á traer
, al lado de la familia. Sale precipitadamente y va á reu
, nirse con otros padres de familia, desertores como él
, del hogar doméstico. Ha pasado el dia en la bolsa, y
, va á pasar la noche en los clubs. En qué se emplean
, las preciosas horas que debieran destinarse á la educa
, cion de la familia ! En jugar, hablar de negocios, de
, diversiones, de caballos, y á veces en beber con tan po
, ca templanza, que aquellas reuniones de padres de fa
, milia degeneran en verdaderas saturnales. Esta costum
, bre de desvío, lamentable en cualquier país, es sobre to
, do mortal para la familia inglesa, porque la mujer en
, razon de su inferioridad social no ejerce mas que una
, débil influencia sobre los hijos. Estúdiese á una gran
, señora en el país de Albion, sin dejarse deslumbrar por
, el lujo que reina á su alrededor, ni por la altivez que
, aparenta, que eso no da ni consideracion, ni respeto, ni
, dicha. Penetremos en la vida interior; qué triste rea
, lidad se presenta á nuestros ojos La mujer, la madre
, de familia no es la compañera estimada, honrada y que
, rida de su esposo, sino la primera criada de la casa. El
, inglés no pasa habitualmente sus largas noches con ella,
, ni le confia nunca el secreto de sus asuntos; la presen
, cia de su mujer le importuna ó le inspira desconfianza
62 EL CRISTIANISMO

, para hablar con sus amigos. Los celos, el orgullo y el


, despotismo han trazado un círculo á su alrededor del
, cual no puede salir impunemente. No se crea por esto
, que las costumbres sean mas puras; en ninguna parte
, están mas relajadas que en Inglaterra. Donde quiera
, que hay opresion hay descontento, y luego resistencia:
, la mujer inglesa con mas frecuencia que cualquiera otra
, se resiste contra la severidad conyugal por la criminal
, violacion de sus deberes. En ninguna nacion de Euro
, pa son tan multiplicados como allí los grandes escán
, dalos contra las santas leyes de la familia. Hay uno
, principalmente que abunda mas que en cualquiera otra
, parte, y es la subrogacion de herederos en el lecho nup
, cial, á consecuencia de ciertas sustituciones que se co
, nocen con el nombre de reversiones (*).”
(*) GAUME: “Historia de la sociedad doméstica.”
Queremos agregar algo mas sobre la Inglaterra, porque se ha hecho
ya un hábito el presentará esta nacion como un modelo de buenas socie
dades, solo porque no tiene conmociones interiores á mano armada ;
como si el bienestar de las naciones consistiera solo en la paz. To
maremos un cuadro que presenta Augusto Nicolas en su luminosa
obra “DEL PRoTEsTANTIs Mo, ” á cuyas doctrinas atribuye él todos
los males de esa nacion, como lo hace tambien Gaume; y si nosotros
los referimos á la doctrina del derecho, consecuencia legítima del Ra
cionalismo, ó sea Naturalismo, ó llámese Filosofismo, es porque el
Protestantismo no es mas que un Racionalismo parcial, un Racionalis
mo ilógico. El Protestantismo es el que ha producido el Racionalismo
exagerado; porque reconociendo la necesidad de un órden sobrenatu
ral, es decir, de una autoridad superior á la razon, pone luego la razon
sobre la autoridad. Pero el hijo se ha hecho mas robusto que el padre,
y el Racionalismo no limita sus malos efectos á los países protestantes,
los extiende tambien á los católicos.
“.......... ¡Ay, de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois se
, mejantes á sepulcros blanqueados, por fuera hermosos para los que los
, ven, pero que en su interior solo encierran huesos de muertos y toda
, especie de podredumbre. (Mat. XXIII, 27.)
“Esta última imágen pinta á lo vivo el estado de la Inglaterra. Su
, prodigiosa prosperidad oculta toda especie de podredumbre en mate
, ria de miseria, de embrutecimiento y de inmoralidad, donde está su
, mergido su pueblo, donde ella le deja, hácia donde ella le arroja. Y
, lo que aun es mas grave y acusador contra ella, es que no siente su
, estado; es que ricos y pobres están ya habituados á él; y que se ne
, cesita todo nuestro espanto é indignacion para que lo sepa, aunque
, no llegue á comprenderlo. Hay mas todavía; y es que vive de esa
, vergüenza, que hace de ella, en cierto modo; su pedestal; y que esta
, abyeccion de su pueblo se ha hecho la condicion de su seguridad y
, de su prosperidad. Si el sentimiento de la dignidad humana se reve
Y LA LIBERTAD. 63

No es preciso mas: aquí tenemos los resultados de la


teoría social que se funda en el interes, ó llámese el de
recho.

, lase en esas masas, en las que ni siquiera eariste en gérmen, la fermen


, tacion y la explosion serian tales que harian saltar la Inglaterra como
33 una mina. Falta saber si una sociedad tiene el derecho de poner, co

mo una de las condiciones de su existencia, la sustitucion en el alma


, de un número cualquiera de sus miembros, de las pasiones del bruto
, por los sentimientos del hombre.
“Digo los sentimientos del hombre, la dignidad humana, porque es
, necesario reconocer que hay otra especie de dignidad que sostiene y
, contiene á esa nacion mas que ninguna otra; y es la dignidad de la ley
, y del ciudadano. La Inglaterra parece grande bajo este respecto, y
, por esto es que nos seduce é impone. El espíritu nacional lo es todo
, en Inglaterra, hace las veces de todo, de religion, de naturaleza, de
, conciencia. El respeto, tan edificante á primera vista, que allí se no
, ta por la religion, proviene principalmente de que es una religion
, nacional, cuya autoridad espiritual se personifica en la corona, y ma
na de ella; y de que mas bien es Anglicanismo que Cristianismo. Este
sentimiento de identificacion de la religion con la nacionalidad, de Dios
, con el César, es tan profundo en el corazon de los ingleses, que todavía
no han podido comprender, á pesar de todas las lecciones que se les
, han dado sobre esta materia, la distincion entre lo espiritual y lo tem
poral, que es el primer elemento de la moderna civilizacion, ni cómo
, pueda un hombre llegar á ser Obispo por otra gracia que por la de la
, Reina Victoria. Lo que hemos visto, lo que hemos presenciado, res
pecto del estado del pueblo, nos autoriza para decir igualmente que
la naturaleza y la humanidad están tan absorbidas por el culto de la
ley y de la política, por lo ménos, como la religion. En fin, ¿ para
qué he de añadir que la conciencia universal no tiene leyes para la
Inglaterra, y que no hay nada que ella no se crea permitido por su
interes, en cuanto á violacion del derecho de gentes y de atentados
patentes ú ocultos contra la justicia de las naciones?
“Este espíritu nacional de la Inglaterra es una especie de divinidad,
de ídolo, que consagra todas las víctimas cuya inmolacion exige, co
mo Júpiter Capitolino á Roma, ó Juno á Cartago. Ella tiene rasgos
pronunciados de semejanza con las sociedades antiguas, en las cua
les la condicion de ciudadano lo era todo, por lo que basta invocarla
y decir: ¡ Civis romanus sum para estar al abrigo de todo insulto;
pero en las que el hombre y sus sentimientos naturales no existian, y
de las cuales podia decirse con el gran poeta:
Gracias doy á los dioses por no ser yo romano,
Pues solo así podria conservar algo humano.
Si esto sucede con el hombre, ¿qué será con el cristiano? Puede de
cirse que para la Inglaterra el Evangelio, del cual hace gran comer
cio, no ha sido aun publicado en el mundo. Para ella no se ha dicho
todavía: Dad al César lo que es del César, y á Dios lo que es de Dios:
ni tampoco: ¡Bienaventurados los pobres! ¡ Bienaventurados los mise.
ricordiosos Bienaventurados los que han hambre y sed de justicia !
, Desdichados aquellos por quienes suceda el escándalo Desdicha
dos los ricos ! Esto no ha sido dicho todavía.”
64 EL CRISTIANISMO).

Las consecuencias ya las hemos apuntado: cuando no


hay moral, se suple su falta con el código penal, cuan
do la conciencia no tiene deberes que respetar, es pre
ciso contener al hombre amenazándole con la cuchilla
del verdugo.
El hombre no puede ser libre sino sometiendo su con
ciencia al deber. Si se quiere independizarle de este, pa
ra dejarle solo el derecho, es preciso reconocer la nece
sidad de dar á la sociedad el poder de defenderse y de
defender á los demas. La consecuencia forzosa es EL
socIALISMo, ó sea la omnipotencia social.
Visto el hombre como un ser libre de deberes que cum
plir, y solo armado de derechos que hacer respetar, no
es ya un ser sociable que busca la reunion con sus se
mejantes para ayudarlos en la realizacion de su destino.
Es un ser egoista que viene á la sociedad á buscar ga
rantías para sus derechos, y que se compromete á res
petar los de los demas, pero solo miéntras así le conven
ga para conservar los suyos. Todo hombre es un ene
migo que amenaza á la sociedad, al mismo tiempo que
se cree amenazado por ella. Todo hombre debe vivir pre
parado para la defensa y aun para el ataque, pues con
viene muchas veces prevenir la agresion haciéndose uno
mismo el agresor, y aquí tenemos justificada ya la aser
cion de Hobbes: el estado natural del hombre es el estado
de guerra. El hombre que no siga el principio de Helve
cio es un imbécil; pues no hay razon alguna para que
no busque su interes, ó sea su derecho, con preferencia
al de los demas. Bentham tiene razon en decir que to
da ley es un mal; porque toda ley priva al hombre de un
bien, ó por lo ménos de una ventaja. Rousseau tambien
encuentra la justificacion de su teoría: el hombre es un
ser depravado por la sociedad; pues esta no hace otra cosa
que prestar toda la fuerza comun para ayudar á unos en
su guerra con los otros, dar ejemplos del mal, y poner
al individuo casi en la imposibilidad de hacer el bien.
Comte y todos los publicistas rutineros, que niegan todo
derecho anterior á la sociedad, tienen razon, porque no
Y LA LIBERTAD. 65

hay derechos cuando no hay deberes que les correspon


dan; y no teniendo el hombre en la hipótesis que refu
tamos deber alguno, todo derecho es irrisorio. La teo
ría del derecho se destruye por sí misma! Todo dere
cho nace de la sociedad: la vida, la libertad, la propie
dad, todo lo que tenemos es un don gratuito que ella nos
concede, y diariamente debemos darle gracias porque
nos ha dejado vivir todavía un dia mas...... Veamos adon
de va á dar el hombre cuando prescinde del deber!........
La sociedad tiene á su vez que armarse multiplicando
sus penas, y rodeándose de barreras que contengan á
esos seres dañinos que se llaman hombres; y como el
gobierno, ó sea la autoridad encargada de conservar la
existencia de la sociedad, se compone de hombres que
tampoco tienen deberes sino derechos, siempre que pue
dan convertirán á la sociedad en su patrimonio, y cuan
do no puedan, no harán mas que procurarlo. Y qué otra
cosa hacen los gobiernos de Europa! Salus populi supre
ma lex esto: esta es la llave para resolver todos los pro
blemas sociales; y de aquí se deducen fácilmente la es
clavitud, la tiranía del esposo, el envilecimiento de la
mujer, el derecho de matar á los hijos que no sirvan pa
ra soldados, el tormento, la pena de muerte, y tantos
y tantos horrores, que nos hacen considerar las socieda
des como formadas, no por seres inteligentes, suscepti
bles de direccion y de reglas, sino por bestias feroces in
capaces de ser contenidas de otro modo que por el do
lor y la muerte.
¡Ay! de la sociedad si esas teorías hubieran llegado á
dominarla en realidad Los cortos períodos en que así
ha sucedido, y en los cuales parece que la Providencia
ha abandonado el mundo á la direccion de esas doctri
nas, nos hacen ver claramente cuáles son sus tristes con
secuencias !
(56 EL CRISTIANISM ()

CA PI"I"UL () VII.

INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO EN LA CIVIL IZACION.

“Pero el mundo es arrastrado á pesar suyo y sin sa


, berlo, hácia el Cristianismo: se le resiste, pero tiene
, que obedecerle; y he aquí uno de los caractéres infini
, tos de la accion de Dios en su religion. Desde el prin
, cipio, el mundo se ha resistido al Cristianismo, porque
, el Cristianismo es santo. Ninguna otra religion fué ja
, mas el blanco de una hostilidad tan encarnizada. Pe
, ro tambien desde el principio se apoderó el Cristianis
, mo del mundo, y fué siempre mejorándolo con un me
, joramiento cada vez mas creciente, y que no conoce
, fin, porque es la verdad en su mas elevado poder. Es
, te carácter infinitamente perfeccionador del Cristianis
, mo, á traves de la resistencia incesante de su objeto,
, es admirable. Los incrédulos no niegan el hecho; al
, contrario, lo encuentran tan divino, que de él han sa
, cado la doctrina panteística del progreso, es decir, de
, la perfeccion divina identificada con la humanidad, y
, uniéndose á ella cada vez mas. Pero lo que destruye
, esta doctrina, no diremos por medio del raciocinio, lo
, cual seria muy fácil, sino por el hecho, es que la hu
, manidad no presentó nunca este fenómeno sino bajo la
, influencia del Cristianismo, pues en todas las otras doc
, trinas siempre permaneció estacionaria é inactiva, ó si
, activa, efímera en su moralidad. El progreso social
, continuo no existe sino en la sociedad cristiana. Solo
, el Cristianismo pudo domar esa bestia feroz; y sin ener
, varla, mas bien dejándole toda la independencia salva
,je de su naturaleza, que á veces se manifiesta hasta en
, nuestros siglos civilizados, por medio de extravíos in
, dividuales y con frecuencia colectivos, que parece van
, á resucitar la antigua barbarie, no deja de conducirla
, hasta la civilizacion, y de conducirla aun por medio de
, esos mismos extravíos (*).”
v, - - - -

(*) Augusto Nicolas, “Estudios filosóficos sobre el Cristianismo.”


Y LA LIBERTAD. 67

Y debemos recordar que la doctrina que tiene tanto


poder, es la única que se apoya en el deber. El Cristia
nismo no le habla al hombre de lo que puede ser, sino de
lo que debe ser, es decir, de su fin, que es buscar la per
feccion. No le promete descanso sino lucha: no felici
dad y contento sino dolores y sufrimientos: no le man
da que se eleve sino que se humille. Y con todo, la doc
trina de la humildad es la única que tiene poder para ele
var al hombre: la doctrina del deber es la que le da de
rechos: la doctrina de la abnegacion, es la que le con
serva su personalidad: la doctrina que presenta la limos
na como el primer deber, como la accion mas meritoria;
la doctrina que diviniza al pobre cuando asegura que el
que viste al desnudo y da de comer al hambriento, viste
y da de comer al mismo Dios; la doctrina que presenta
á los ricos como tesoreros de los pobres, es la doctrina
que hace sagrado el derecho de propiedad, la única
que tiene poder para prevenir los horrores del comu
Il 1SIIl O.

Los sistemas filosóficos y religiosos son siempre un re


sultado del trabajo de los siglos anteriores. Los que se
llaman sabios no hacen mas que tomar los conocimientos
generales que aun están en embrion, reunirlos en un cuer
po de doctrina, darles basa y preparar su fecundidad, pa
ra que mas adelante se encarguen las generaciones ve
nideras de repetir su obra. Los nuevos sistemas son tran
sacciones que se hacen con los antiguos: con tal de ade
lantar un solo paso, se cede todo lo demas. Solo el
Cristianismo se presentó en el mundo de repente y sin
antecedentes que lo favorecieran; ántes viene á destruir
lo pasado y lo presente: viene á dar libertad á los esclavos,
cuando la ley y la filosofía creian justa y necesaria la es
clavitud: viene á decir á los Romanos que son hermanos
de los bárbaros, cuando ellos consideraban como enemi
gos á todos los que no tenian el título de ciudadano ro
mano: viene á predicar la caridad á los soldados que no
hacian la guerra sino para destruir ó someter al enemigo:
á imponer la castidad y la continencia á hombres que
68 EL CRISTIANISMO

confundian los sexos, á mujeres que contaban los años


no por los cónsules sino por los maridos; viene, en fin, á
aconsejar la mansedumbre y el sufrimiento á los adora
dores de divinidades disolutas, díscolas y vengativas.
Yved cómo obra el Cristianismo. No presenta á la
humanidad un modelo de asociacion que imitar; presén
tale modelos de virtudes privadas; porque no trata de
reformar al hombre por medio de la asociacion, sino á
la asociacion por medio del hombre.
Para el pudor, tiene millares de vírgenes: para el amor
de Dios, innumerables mártires: para el desprecio de las
cosas terrenales, poblaciones de anacoretas: para el ce
lo por la salud espiritual de nuestros prójimos, misione
ros que abandonan sus familias con la conviccion de no
volver á verlas: para las enfermedades del cuerpo, her
manas de la caridad que llevan el consuelo á las cárce
les y á los hospitales: para la humildad, la pobreza vo
luntaria y la castidad, tiene monasterios: para el perdon
de las injurias, la mansedumbre del corazon, la inocen
cia de las costumbres, la mortificacion de las pasiones,
las virtudes todas llevadas hasta la perfeccion, tiene el
ideal del hombre perfecto que es JEsUCRISTo, cuya imi
tacion es el deber del verdadero cristiano. “En él halla
, mos una independencia que le hace superior á todo el
, mundo, con una humildad que le hace someterse al
, menor de sus habitantes: una intrépida firmeza para
, reconvenir, una robusta elocuencia para condenar, que
, humilla y postra al mas osado, con una dulzura y sua
, vidad para instruir, que anima y atrae al tímido y al
, prevenido: una fortaleza que puede soportar los mas
, crueles tormentos, con una abnegacion que puede pres
, cindir de la mas ligera ostentacion de triunfo (*).”
Es obrando sobre la conciencia del individuo por me
dio del deber, como consigue el Cristianismo sus triun
fos. Fué así como pudo salvar la humanidad de la ruina
inminente á que la llevaba la civilizacion romana: es así
como tiene poder para conservar la vida de esas nacio
(*) Wiseman.
Y LA LIBERTAD. 69

nes que se llaman cultas, porque están sostenidas por sus


doctrinas, aunque las desmienten con errores y críme
nes que hacen dudar de la posibilidad de civilizar al
hombre, á fin de que llegue algun dia á ser otra cosa,
que uno de tantos seres animados que pueblan nuestro
globo, y que solo se diferencia de los otros en la posibi
lidad que tiene de quebrantar el órden obrando en con
tra de su destino. Es por medio del individuo que ha lo
grado el Cristianismo amansar esas sociedades bárbaras,
que aunque rechazan sus doctrinas, al entrar en relacio
nes con los pueblos cristianos han recibido de ellos ese
espíritu de mansedumbre que ha inspirado en todos sus
actos la religion que profesan. Es obrando sobre la con
ciencia del individuo, que sostiene el Cristianismo las
modernas sociedades, y conserva esa conciencia pública,
ese buen sentido moral, que protestan continuamente
contra los desórdenes de esa espantosa corrupcion que
COrroe Sus entrañas.
Es el Cristianismo la única doctrina que hace posible
la libertad, ósea la independencia del individuo de todo
poder, dándole una fuerza íntima que le contiene en la
esfera de sus derechos, y que es la conciencia del deber.
Es el Cristianismo la única doctrina que hace posible la
igualdad, dejando á cada hombre todo lo que ha recibi
do de la naturaleza. “Todos y cada uno de tus miem
bros, le dice á la humanidad, ocupan mi atencion: para
todos son las bellezas de la naturaleza; para todos la po
sibilidad de alcanzar la perfeccion; para todos la inmor
talidad.” Y maldijo la esclavitud, y condenó la pena de
muerte, y rescató á los niños del furor de sus padres, y
elevó á la mujer al rango de compañera del hombre.
Fué el Cristianismo el que dió al hombre la idea de
su excelsa dignidad, y el que trajo al mundo la libertad
del espíritu, cuando al mismo tiempo que manda obede
cer á las autoridades constituidas como puestas por Dios,
pone en boca de sus apóstoles estas palabras, perpetuo
regocijo de las almas libres, fórmula de la completa eman
cipacion del espíritu: si justum est ante Deum vos potiüs
70 EL CRISTIANISMO

audire quam eum, judicate. Decidid vosotros mismos á


quién deberemos oir mas bien, si al hombre ó á Dios.
“Es necesario decirlo aunque á algunos no agrade:
, el derecho canónico ha sido la primera emancipacion
, del espíritu humano; porque emancipar al hombre no
, es sustraerle á toda regla, á toda ley; es hacerle pasar
, del yugo de la fuerza y de las pasiones al yugo de la
, moral y de la conciencia: de la obediencia ciega á la
, obediencia por conviccion: del temor del suplicio al
, temor del remordimiento . . . . . . . . . .

“En esto han sido admirables los publicistas cristia


, nos. Es en una carta de San Agustin que se encuentra
, la primera protesta contra la pena de muerte, aun con
, relacion á dos asesinos convictos. El Obispo de Hipo
, na escribe al tribuno Marcelino, intercediendo por la
, vida de algunos sectarios que habian matado á dos sa
, cerdotes católicos. Es necesario, dice, que esos hombres
, sufran la pena de prision en lugar de la pena de muerte,
, á fin de hacerlos desviar de una energía malhechora, á
, algun trabajo útil, y de la locura del crimen, á la razon
, y al arrepentimiento. Aquí teneis el sistema peniten
, ciario de la filantropía moderna, anticipado quince si
, glos por la fe y la caridad cristianas. Estas ideas que la
, religion oponia á la ley romana, se sobrepusieron mu
, chas veces aun á las mismas leyes bárbaras. No sola
, mente el derecho canónico, considerado como dere
, cho especial, hizo dar un gran paso de mansedumbre
, y equidad á la legislacion, sino que en muchos pue
, blos se confundió con el derecho comun y lo trasfor
, mó (*).”
He aquí las obras que el Cristianismo reconoce por
suyas: júzgueselo por ellas. Entre San Agustin que pro
testa contra la pena de muerte, y M. de Maistre que can
ta un himno á la cuchilla y hace la apoteosis del verdu
go; entre la doctrina de Santo Tomas sobre el libre al
bedrio, y las paradojas de Donoso Cortés que niega el po
(*) Villemain.
Y LA LIBERTAD. 7.

der de la razon, hay la misma distancia que entre la luz


y las tinieblas, entre el pensamiento de Dios, autor del
Cristianismo, que es la teoría de la libertad, y el pensa
miento de esos hombres que han desfigurado el Cristia
nismo para apoyar la tiranía de los déspotas de la Europa.
El Cristianismo, en fin, es el gérmen que fecunda las
inteligencias y que las hace producir esas ráfagas de luz
que á veces alumbran los abismos del mundo moral, y
que la razon humana corre presurosa á proclamar suyos
para atribuirse los honores de la invencion. Tremenda
injusticia de nuestro entendimiento, pues se vale de la
misma luz que le presta la revelacion para negar su ne
cesidad !
Examínese la civilizacion europea, y se verá que to
dos sus caractéres, en lo que tienen de conforme con el
porvenir y progreso de la humanidad, son una inspira
cion del Cristianismo, obrando sobre la conciencia indi
vidual mas bien que sobre el poder que dirige la socie
dad. Ya lo hemos dicho: los progresos que han hecho
los pueblos de la Europa han sido producidos por la ci
vilizacion cristiana, y á pesar de lo que propiamente de
biera llamarse la civilizacion europea (*).
Oigamos los caractéres de esta civilizacion descritos
por Balmes, y nos admiraremos de que hayan podido
conservarse en medio de un régimen social cuya prácti
ca es tan contraria á la teoría que ellos revelan.
“El individuo con un vivo sentimiento de su digni
, dad, con un gran caudal de laboriosidad, de accion y
, energía, y con un desarrollo simultáneo de todas sus
, facultades: la mujer elevada al rango de compañera
, del hombre, y compensado, por decirlo así, el deber
, de la sujecion con las respetuosas consideraciones de
, que se la rodea; la blandura y firmeza de los lazos de
(*) “Los pueblos son felices ó desgraciados segun el pensamiento
, escrito que los inspira... Ved por qué el Asia muere bajo el peso de sus
, cadenas: ved por qué la Francia, la Inglaterra y la América son li
, bres. Vosotros nombrais á Mirabeau, á Cromwel y á Washington:
, mi vista va mas arriba: yo veo al Cristo y al Evangelio.”
(L. AIME-MARTIN, Plan de una Biblioteca universal.)
72 EL CRISTIANISMO

, familia, con poderosas garantías de buen órden y de


, justicia; una admirable conciencia pública, rica de su
, blimes máximas morales, de reglas de justicia y equi
, dad, y de sentimientos de pundonor y decoro, concien
, cia que sobrevive al naufragio de la moral privada, y
, que no consiente que el descaro de la corrupcion llegue
, al exceso de los antiguos; cierta suavidad general de
, costumbres que en tiempo de guerra evita grandes ca
, tástrofes, y en medio de la paz hace la vida dulce y
, apacible; un profundo respeto al hombre y á su pro
, piedad, que hace tan raras las violencias particulares,
, y sirve de saludable freno á los gobernantes en toda
, clase de formas políticas; un vivo anhelo de perfeccion
, en todos ramos; una irresistible tendencia, errada á ve
, ces, pero siempre viva, á mejorar el estado de las cla
, ses numerosas; un secreto impulso á proteger la debi
, lidad, á socorrer el infortunio, impulso que á veces
, se desenvuelve con generoso celo, y cuando no, per
, manece siempre en el corazon de la sociedad causán
, dole el malestar y desazon de un remordimiento; un
, espíritu de universalidad, de propagacion, de cosmopo
, litismo; un inagotable fondo de recursos para remo
, zarse sin perecer, y para salvarse en las mayores crí
, sis; una generosa inquietud que se empeña en adelan
, tarse al porvenir, y de que resultan una agitacion y un
, movimiento incesantes, algo peligrosos á veces, pero
, que son comunmente el gérmen de grandes bienes, y
, señal de un poderoso principio de vida; he aquí los
, grandes caractéres que distinguen á la civilizacion eu
, ropea, he aquí los rasgos que la colocan en un puesto
, inmensamente superior á todas las demas civilizacio
, nes antiguas y modernas.”
e aquí los caractéres de la civilizacion cristiana, que
son á la civilizacion europea lo que el sonrojo del pudor
al vicio que aun no ha acabado de romper el velo de la
hipocresía. Esos son los remordimientos de la concien
cia pública de la moderna civilizacion; penetremos en
la realidad de la vida, y nos negaremos á dar crédito á
Y LA LIBERTAD. 73

tamañas contradicciones. Se quiere poner de acuerdo


la conciencia pública con la conciencia privada ! Pues
es necesario obrar sobre la conciencia privada; es nece
sario educar al ser que forma la sociedad. No son siste
mas nuevos los que necesitamos, sino la práctica de aquel
cuya teoría reconocemos (*).
Las sociedades, pues, que quieran salvarse no tienen
mas que hacer la aplicacion del remedio cuyos efectos
todos convienen en que son saludables. Las sociedades se
componen de seres, que para llegar á ser hombres, y
desde luego á tener las cualidades que los hacen socia
bles, deben primero aprenderá pensar; porque el hom
bre no es hombre sino por el ejercicio de su pensamien
to (*); por el conocimiento de lo que es y de lo que de
be ser; por la práctica de sus deberes y el respeto de los
deberes de los demas. Luego no son instituciones públi
cas las que hacen falta, sino instituciones privadas: no
es política, es decir, el conocimiento de la organizacion
social; es moral, ó sea el conocimiento de la naturale
za humana lo que debemos procurar adquirir. Jamas po
(*) Comparando la civilizacion europea con la cristiana, nos he
mos acordado de este paralelo que hace un escritor entre la moral de
Séneca y la de San Pablo.
“El estilo y las convicciones de Séneca, todo es artificial: declama
, contra las riquezas y los tiranos, y era preceptor de un tirano incor
, regible, poseia rentas cuantiosas, esclavos numerosos, y tenia qui
, nientas mesas de cedro. Hablaba de virtud y de moral, y el mundo
, no le creia, sus preceptos eran estériles, y los historiadores romanos
., nos han trasmitido infamada su memoria. Las cartas de San Pablo
, recomendaban una moral mas sublime que la de Séneca, desperta
, ban la fe, la moral, la caridad y el heroismo ; formaban sociedades
, numerosas en el Asia, en Grecia, en Roma, en todas partes, y el que
, las escribia padecia al mismo tiempo hambre; sed, naufragios, des
, precios é insultos, y todavía se humillaba y se gloriaba en el Señor.”
GoNZALo Mo RoN.
“ Hemos presentado y presentamos todavía el raro espectáculo de
, una sociedad cuyas instituciones todas suponen el Cristianismo, El
, CATOLICISMó; son su fruto en toda sazon, y sin embargo, funcio
nan contra el Cristianismo, contra el Catolicismo. Los protestantes
, predican la autoridad: los filósofos la caridad: los ateos la Providen
cia; y todos hablan una lengua que no comprenden, manejan un ins
, trumento que los hiere, hacen mover una máquina que anda al re
33
ves.”— AUGUsTo NIcoLAs.
l **) El hombre es una inteligencia servida por órganos, dice M. Bo
Ild ICl,
74 EL CRISTIANISMO

dremos comprender lo que es la sociedad, sin saber án


tes lo que es el hombre.
Es procurando que el hombre sea hombre, que logra
rá la sociedad verse libre de los horrores con que la ame
naza el comunismo, disculpables cuando se piensa en la
implacable avaricia de los que tienen fortuna: gastan teso
ros en engordar caballos y en mantenerjaurías, miéntras
dejan morir de hambre á millares de sus semejantes, que
acusan á Dios de injusticia, porque los hizo hombres y
no perros de raza ó caballos de tiro. Es formando el co
razon de los asociados que conseguirán las sociedades
populosas remediar esa gangrena que se llama el pauperis
mo, y cuyo remedio solo lo encuentra la filantropía en
contrariar el instinto mas vehemente de la creacion en
tera, la reproduccion; ó en las frecuentes visitas de los
mas crueles enemigos del género humano, las guerras y
las pestes. Es formando el espíritu y el corazon de los
miembros que las forman, que lograrán las sociedades
calmar esas continuas agitaciones, único medio de ha
cerse entender á disposicion de esas multitudes que no
pueden usar las armas de la inteligencia, y que por esto
parece que se las tiene desheredadas de todos los bienes
sociales. Es dejando á cada hombre el uso de sus dere
chos, para lo cual es indispensable hacerles ántes com
prender sus deberes, que logrará concederse á los pue
blos esa libertad, sueño de todos los amigos del linaje
humano, y concluir esas revoluciones que son como una
apelacion que hacen los pueblos ante el juicio de Dios,
cuando sus gobiernos no quieren hacerles justicia. Es
poniendo á cada hombre en posesion de su razon que se
hará desaparecer la blasfema ley que prohibe á los hom
bres que representan la fuerza social, el uso de su inte
ligencia, convirtiéndolos así en armas semovientes. Es
por medio de la conciencia individual sometida á la
doctrina del deber, que lograrán las naciones hacer
desaparecer la usura, sacrificio del pobre á la avaricia del
rico: el adulterio, úlcera que destruye las entrañas de la
familia: el lujo, abismo en que desaparecen los bienes
Y LA LIBERTAD. 75

que dejó la naturaleza para conservar la existencia del


linaje humano: el juego, caja de Pandora en cuyo fon
do ni la esperanza queda: la injuria, que á la verdad
ofende mas bien al injuriante que al injuriado: el due
lo, acto de barbarie el mas escandaloso de lo que se lla
ma la civilizacion europea, y quizá tolerado por la Pro
videncia para marcar el verdadero carácter de esa civi
lizacion, la fuerza ántes que el derecho, el interes án
tes que la justicia; acto ilógico de esas inteligencias que,
dignas representantes del progreso, condenan la nefanda
pena de muerte, y toleran el homicidio; padron de infa
mia de una sociedad que impone como un deber el ase
sinato, y bien podria decirse el suicidio. Es por medio de
la doctrina del deber, obrando sobre la conciencia indi
vidual, que se harán disminuir, si no desaparecer del to
do, esos grandes crímenes que castiga el código penal,
y esos pequeños vicios que minan sordamente la socie
dad y que solo encuentran su represion en la sancion de
la moral.
El hombre es un ser en cuyo espíritu se encuentra el
gérmen de todas las verdades, en cuyo corazon se en
cuentra el principio de todas las virtudes: el objeto de
la sociedad es prestarle el fuego sagrado que desarrolle
aquel gérmen y haga productivo este principio: la so
ciedad que así lo haga cumple su fin, la que no, obra
contra su misma existencia.
El conocimiento y la práctica de la doctrina del deber,
ó sea de la moral sostenida por la sancion religiosa, es
el único puerto de salvacion á que puede acogerse la so
ciedad.
El Cristianismo es el único sistema social conforme
con la verdadera civilizacion.
“¡Cosa admirable exclama Montesquieu: la religion
, cristiana que parece no tener mas objeto que la salva
, cion y la felicidad en la otra vida, es en realidad el me
, dio seguro de ser felices en esta.”
-4 Po
76 EL CRISTIANISMO

CAPITULO VIII.

RESOLUCION DE ALGUNAS OBJECIONES CONTRA EL

CRISTIANISMO.

Por uno de tantos extravíos de la razon, sin duda el


mas fatal, porque es su engreimiento y consiguiente des
precio de toda autoridad, se ha creido que el escepticis
mo es condicion indispensable de la libertad, y la Fe eter
na aliada del despotismo. Pero debemos recordar que la
Fe y el escepticismo reconocen el mismo orígen, y es la
desconfianza que inspira el poder de la razon para cono
cer por sí sola la verdad. La diferencia solo se halla en
que los escépticos no admiten la intervencion de Dios en
el gobierno y la direccion del mundo, y los creyentes, no
pudiendo concebir que el Criador haya dejado su obra
entregada á la casualidad, reconocen la necesidad de la
Providencia, y la posibilidad de que el OMNIPoTENTE hu
biese querido fijar por sí mismo aquellas verdades que
son indispensables al hombre para obrar con un fin de
terminado y con direccion acertada. Admitida la posibi
lidad de la revelacion, cesa toda duda respecto de ella,
pues su necesidad está reconocida aun por los escépticos.
La razon entónces no tiene ya mas que hacer, sino
examinar las verdades reveladas con su propia luz, y ten
drá que admitirlas siempre que no las halle en contradic
cion consigo misma, aun cuando algunas permanezcan
en su oscuridad, porque estén fuera de su alcance.
El Cristianismo es la razon en su mas elevado poder.
El plantea los problemas de nuestra naturaleza, da la fór
mula final en que se resuelven, y deja al cuidado de la
razon humana desarrollar la serie de ecuaciones que de
ben producir esa fórmula. Cuando lo consigue, la inteli
gencia ve clara la verdad que ántes no comprendia, pero
se cree dueña de ella, olvidando el orígen de dónde le
V162162.
Y LA LIBERTAD. 77

Examínese la historia de los conocimientos humanos,


y se hallará á la razon poniendo de trecho en trecho ver
dades reveladas como jalones que han de enseñarle el rec
to camino (*).
Acordémonos que fué el Cristianismo el que hizo
comprender á la razon humana que todos los hombres
eran iguales: que fué el Cristianismo el que decretó la
abolicion de la esclavitud, aliviando la suerte de los es
clavos, miéntras llegaba el dia de su redencion: el que
introdujo en la legislacion civil y criminal las mas puras
mociones de la filosofía: el que enseñó el sistema peni
tenciario: el único que ha comprendido la doctrina de
la expiacion; el que reprobó la pena de muerte; reveló al
individuo la importancia de su personalidad; separó el
poder temporal del espiritual; é hizo, en fin, posible la
verdadera libertad y desde luego la única igualdad reali
zable (*).
¡Y será compatible el despotismo con estas doctrinas!
La monarquía, de cualquier modo que se imagine, es
imposible en un país de verdadera igualdad; porque so
lo suponiendo que el nacimiento puede dar por sí solo
las cualidades del mando, es admisible una institucion
cuya única ventaja está en conceder el derecho de man
dar á un hombre que lo trasmita perpetuamente á sus
(*) Al hablar de los escépticos, no hemos comprendido en aquella
categoría á esa falanje de hombres insustanciales que ni creen, ni dudan,
ni niegan ; porque no piensan. Hombres que estudian el Cristianismo
en Lamartine, y la historia del corazon humano en Sue y en Dumas,
no tienen derecho de hablar sobre materias tan serias, como son la re
ligion y la humanidad.
Los escépticos son hombres que piensan, pero que enorgullecidos
con su razon, no quieren oir la voz de Dios: creen mas posible que el
mundo sea un juego de azar, en que gane mas el que haga mas tram
pas, que el que Dios se digne acordarse de sus criaturas. Los creyen
tes tienen tambien una elevada idea del hombre, y por eso mismo ad
miten la posibilidad de que el Criador se acuerde de la única criatura
que le conoce y le llama PADRE. -

(**) En el Nuevo Testamento se encuentran á cada paso expresio


nes que comprueban estas verdades. Ley perfecta de libertad, llama
Santiago el Evangelio. E. 1, 25. La verdad nos libertará. San Juan,
VIII, 32. Cristo nos libertó. E. ad Gal. IV, 31. Donde está el espíritu
de Dios, allí está la libertad. E. II ad Cor. III, 17.
78 EL CRISTIANISMO

herederos, á fin de poner fuera de las aspiraciones par


ticulares un puesto tan tentador. Así es que la monar
quía es imposible en un país en que no haya aristocra
cia; ella no es mas que la aristocracia de la aristocra
cia. Desde que los hombres que forman una nacion
se crean de la misma naturaleza, y desde luego con igua
les derechos y facultades, ya no es posible otra sobera
nía que la soberanía de la razon, y la soberanía de la ra
zon es la democracia. La monarquía fundada en la so
beranía popular, no es mas que un armisticio concedido
por los pueblos á esa institucion, miéntras recuperan sus
fuerzas para darle el golpe de gracia (*).
Si la historia nos presenta la religion cristiana como
apoyando siempre los gobiernos constituidos, gobiernos
que siempre han sido despóticos, debemos ver en esto su
indiferencia mas bien que su decision por las formas de
gobierno; consecuencia de su espíritu de conciliacion y
de la conviccion que tiene, porque está en posesion de
la verdad, de que la libertad y el progreso son el resulta
do del desarrollo y la espontaneidad del individuo, no de
las instituciones políticas. La religion cristiana no apoya
la tiranía, supuesto que prohibe obedecer otras leyes que
las que sean conformes con la justicia eterna, ó lo que es lo
mismo, con nuestra naturaleza; y que impone el uso de la
libertad como un deber, y desde luego inalienable, y no
como un derecho, ó sea como un don cuyo goce pueda re
nunciarse ó cederse á otro; pero tampoco aconseja las
revoluciones cuyo triunfo se apoya solo en la fuerza, pues
la verdadera libertad no consiste en la insurreccion y la
anarquía sino en el órden, y desde luego en la concilia
cion de todos los intereses legítimos; ni las revoluciones
que triunfan y conservan sus conquistas son otras, que
(*) Desde el momento en que los súbditos de un tirano se pongan
de acuerdo, ya puede contar este con su ruina: la mejor rebelion para
destruir el despotismo, es oponerle la fuerza de inercia. “Si todos tus
, súbditos se empeñaran en decirte que no, cuando tú dijeras que sí,
, ¿qué harias?” preguntaba á Felipe II su bufon. La historia no dice
cuál fué la respuesta: es de suponer que seria una convulsion nervio
sa. Los Romanos no les ponian librea á sus esclavos para que no fue
ran á cOntarse.
Y LA LIBERTAD 79

las que están apoyadas por el triunfo anticipado de las


ideas.
No se juzgue al Cristianismo por las doctrinas de Do
noso Cortés y de De-Maistre, júzguesele por las de San
Agustin y Santo Tomas. A nombre del catolicismo trai
cionado, á nombre de la razon ultrajada, á nombre de
la humanidad vilipendiada, protestamos contra las doc
trinas de aquellos hombres, dignos esclavos del despotis
mo, á cuyos intereses han querido sacrificar la palabra
de Dios y la razon de la humanidad (*).
No es por los errores de los hombres que profesan esa
religion que debe juzgársela, sino por su verdadero espí
ritu, por sus legítimas tendencias, y por su positivo in
flujo en favor de la dignidad y la libertad del individuo.
Todos los siglos cuentan entre los cristianos espíritus des
pejados, que han sabido alzar su voz contra los abusos,
y lanzar sus anatemas contra los escándalos. No ha sido
la reforma protestante, como tan ligeramente asienta M.
Guizot, que arrebatado por el espíritu de secta traicio
na la imparcialidad del historiador; no ha sido la refor
ma protestante la que ha traido al mundo el libre pen
sar (**). La reforma protestante no fué mas que una for
ma del libre pensar mas desarrollada, porque tambien lo
estaba el espíritu humano. Libres pensadores los ha te
(*) Aquí debiéramos usar contra Cortés las mismas palabras que
usó él contra Hobbes. “¡ Hobbes, decia, yo protesto aquí contra tu ge
, nio en nombre de la humanidad : yo protesto aquí contra tu concien
,, cia en nombre de la conciencia del género humano !”
**) “Generalmente se cree que la reaccion de la inteligencia contra
, la autoridad, comenzó cuando feneció el imperio de Oriente; es un
, error: comenzó en el siglo XIV, y muy á principios del XV. Como
, prueba del ardor con que el espíritu público buscaba ya las fuen
, tes del saber humano fuera del círculo de la teología, baste decir que
, en esta época fueron registrados todos los conventos para encontrar
, manuscritos. Uno de Tito Livio regalado por Cosme de Médicis á Al
, fonzo, rey de Nápoles, bastó para concluir las diferencias que media
, ban entre los dos. Tito Livio valia mas que un tratado.
“ Tambien se ha creido que con Lutero comenzó el espíritu de las
, reformas eclesiásticas: tampoco es verdad, porque comenzó en el si
, glo XIV: ciento cincuenta años ántes que Lutero existiera levantó
., Wiclef su estandarte contra Roma. Juan de Huss comenzó á dogma
, tizar en 1407. Lutero no comenzó, concluyó, sí, la grande obra de la
, secularizacion de la inteligencia humana.” — (Do Noso CoRTEs.)
80 EL CRISTIANISMO

nido la Iglesia siempre, en su mismo seno: testigos


las primeras heregías, que aparecieron en la cuna
del Cristianismo: testigos los trovadores desde el siglo
X hasta el XIII: testigos Dante, Boccacio, Savonarola.
La prueba á priori de la existencia de Dios, y el famoso
silogismo de Descartes, yo pienso, luego eristo, fueron
conocidos del monje San Anselmo, mucho ántes que
existiera aquel célebre filósofo, en el siglo XI (*).
“Hombres de mala fe, ciegos que no veis que el espí
, ritu de la Iglesia es un espíritu de independencia, y que
, no vive sino para proteger á sus hijos, vuestra será la
, vergüenza y el oprobio, de haberla acusado de favore
, cer el despotismo, cuando os pone de manifiesto los
, hierros y las cadenas que ha quebrantado, los déspotas
, que ha combatido y vencido, los pueblos que ha eman
, cipado, la libertad que ha proclamado y establecido en el
, universo, los corazones bárbaros que ha subyugado, los
, multiplicados deberes que ha impuesto á los soberanos
, para refrenar su poder y defender los derechos de sus
, súbditos. Vedla presentarse siempre ante los déspotas,
, y decirles como Moisés á Faraon: “dejad partir á mi
, pueblo, romped sus hierros, dejad de oprimirle y po
, nedle en libertad:” dimitte populum meum. Permitid
, le que adore á Dios con toda libertad, que ofrezca sus
, sacrificios, no en vuestras prisiones sino al aire libre,
, donde se respire con libertad:” ut sacrificet mihi in
, desserto. Y cuando se obstinan en esclavizar al pueblo,
(*) La doctrina uniforme de los teólogos, cuya autoridad se respe
ta y sigue como texto en el catolicismo, es: que la autoridad civil vie
ne mediatamente de Dios, é inmediatamente del pueblo; y se racioci
na así. La sociedad no puede existir sin una autoridad directiva, luego
el gobierno en su orígen es de derecho natural, ó lo que es igual, de
derecho divino; pero ningun particular tiene título legítimo para en
cargarse del poder, sino en virtud de la voluntad de todos; luego la
autoridad de hecho viene del derecho humano. Esta misma era la doc
trina de los jesuitas, y una de las razones que se alegaron para su des
truccion fué, que segun se decia, autorizaban el regicidio, dando fa
cultad al pueblo para librarse de un tirano, aun dándole la muerte. En
el siglo XVI fué condenado á penitencia pública por la Inquisicion , un
predicador, por haber dicho en presencia de Felipe II: que el rey te
nia poder absoluto sobre la persona y bienes de sus súbditos.
Y LA LIBERTAD. 81

, entónces descarga Dios sus terribles azotes. Obligad á


, los que gobiernan á que sigan las máximas de la Igle
, sia, y no habrá esclavos ni déspotas, y reinará la libertad
, en todo el mundo. ¡Que no pudiera yo hacer pasar an
, te vuestra vista á todos los pueblos que se han sucedido
, en la tierra, y que yacen ahora confundidos en el polvo!
, Interrogad á todas las naciones, y las vereis levantarse
, de sus tumbas para deciros que la Iglesia ha protegido
, siempre la libertad; que siempre han sido sus hijos libres
, é independientes con sus leyes; que los ha defendido de
, los tiranos y de los déspotas; que gracias á su dogma, á
, su moral y á la sabiduría de sus máximas, es que han res
, pirado alguna libertad; que sus animosas reclamaciones
, son las que las han preservado de su completa ruina (*).”
Se llama fanáticos á los que creen en las tradiciones de
la humanidad, porque se supone que su fe es una fe cie
ga y sin motivos de credibilidad. Pero son tan irresisti
bles las pruebas en que se apoya nuestra religion, para el
que les consagra su atencion de buena fe, que bien dis
culpada queda la razon que se somete á ellas: son tan
superiores sus verdades á todo lo que puede idear el hom
bre, que si no son divinas, es necesario suponer que Dios
no sabe lo que pasa en el mundo. Para el hombre que
piensa no hay recurso; ó escéptico ó cristiano. Los es
cépticos se ponen fuera de la inmensa mayoría del gé
nero humano que siempre ha creido: los cristianos, por
lo mismo que desconfian de su razon individual, se aco
gen á la razon de la humanidad. Los escépticos son mas
crédulos que los cristianos, porque creen que no se puede
creer sin pruebas y sin exámen; por lo ménos despre
cian el testimonio de la humanidad entera, para seguir la
rutina de algunos maestros que se han burlado de sí mis
mos, burlándose del hombre. Los cristianos someten su
religion al mas severo análisis, y cuando aceptan sus ver
dades por el criterio de la autoridad, no hacen mas que
respetar el venerable testimonio de la mayoría del géne
(*) “LA IGLEs 1A vINDICADA DE LA AcUsAcioN DE DEsPotis Mo Po
Lítico Y RELIGioso.”
82 EL CRISTIANISMO

ro humano, y desde luego el testimonio de todos los hom


bres virtuosos que han honrado á la humanidad con su
paso por el mundo. Los cristianos, no hallando su repo
so miéntras no dejan contestada esta pregunta, que
debe hacerse todo ser racional: ¿qué deberé pensar y es
perar para la tranquilidad de mi espíritu ?; se someten
á las tradiciones de sus mayores, cuando su pensamien
to no se halla en capacidad de resolver por sí mismo sus
dudas, y desde luego de aceptar una creencia que nazca
de sus propias convicciones. Los escépticos nada pue
den afirmar, pero tampoco pueden negar nada: no es
tán seguros ni aun de su propia existencia; y por esto
aceptan todas las opiniones con tal que no se les hable
del eterno destino de su alma: “cuando leen en el gran
, libro de la naturaleza borran el nombre de Dios, ó pa
, san sin leer las hojas que les hablan del Criador (*).”
De todo quieren oir hablar, ménos de aquello que les re
cuerde su último fin: la voz del santuario, el eco de las
campanas, el nombre mismo de la Divinidad los aterra
y desespera, porque les recuerda ese mas allá de la tum
ba, en que ellos no quisieran pensar. Su alma se halla
intranquila, parece que sufre la nostalgia de los espíritus.
Los escépticos y los católicos desconfian igualmente
del poder de la razon: pero los primeros se conforman
con dejarla bogar sin rumbo ni norte; los segundos bus
can un abrigo, y solo lo encuentran en la creencia uni
versal en que siempre ha vivido el género humano, de
que Dios se ha dejado oir de sus criaturas. Los escépti
cos creen mas á sus maestros que á la conciencia del gé
nero humano: los cristianos tienen tan elevada idea de la
dignidad del hombre, que han creido que seria degradar
se, doblar su frente ante otra frente que no fuera la de la
misma Divinidad. Por eso exclama el venerable patriarca
de la literatura cristiana: “ La religion es el único poder
, ante el cual puede uno humillarse sin envilecerse (*).”
(*) Lamennais.
**) Chateaubriand. . . - -

nsertaremos aquí la opinion de M. de Tocqueville sobre la necesi


Y LA LIBERTAD. 83

Se atribuyen finalmente al sistema social fundado en


las doctrinas del Cristianismo tendencias al misticismo ó
al egoismo, ó sea al individualismo.
El misticismo no es otra cosa que la exclusiva consa
gracion del hombre á la contemplacion y alabanza de
Dios, y el consecuente descuido de los deberes para con
los demas y aun para consigo mismo. Pero léjos de ser
esto legítima consecuencia de las doctrinas cristianas,
contraría el cumplimiento del deber mas sagrado, de la
virtud mas preciada en esa religion, la caridad, cuya mas
noble manifestacion consiste en el sacrificio de nuestra
propia personalidad en obsequio de nuestros semejantes.
Así es que el misticismo que caracteriza á algunos de los
héroes de esa religion, solo debe considerarse como uno
de esos tipos ideales que ella se complace en crear para
dad de las creencias dogmáticas. Es este un autor que siempre citamos
con gusto, tanto por su elevada inteligencia, como porque no puede
ser tachado de fanatismo.
“ He establecido, dice, en uno de los capítulos precedentes, que los
, hombres necesitan de creencias dogmáticas y que aun debia desearse
, mucho que las tuviesen. Añado ahora aquí, que las creencias dog
, máticas en materia de religion son las que mas convienen; lo cual
.., se comprende fácilmente, aun en la hipótesis de que no se quiera fi
, jar la atencion sino en los intereses de este mundo.
“No hay casi ninguna accion humana, por particular que se supon
, ga, que no proceda de alguna idea general que los hombres se hayan
, formado de Dios, de sus relaciones con el género humano, de la na
, turaleza de su alma, y de sus deberes para con sus semejantes. Estas
ideas no pueden ménos que ser siempre el orígen comun de donde
, emanan todas las demas.
“ Los hombres tienen un grande interes en concebir ideas fijas con
, respecto á Dios, con respecto á su misma alma, y con respecto á sus
, deberes para con sus semejantes; pues la duda sobre estos puntos
, principales, dejaria á la ventura todas sus acciones, y las expondria
, al desórden y á la impotencia.” -

“ Es, pues, muy importante que sobre estas materias tenga cada
, hombre ideas fijas; pero desgraciadamente es en las que con mas
, dificultad puede uno, abandonado á sí mismo, y por solo el esfuerzo
, de su razon, llegará fijarlas.
“Solo los espíritus exentos de las preocupaciones ordinarias de la
, vida, penetrantes, sutiles, y muy ejercitados, pueden á fuerza de
, tiempo y de trabajo, profundizar hasta estas verdades tan impor
, tantes. -

“Y aun con todo, vemos que los mismos filósofos se hallan casi
, siempre rodeados de incertidumbres; que á cada paso la luz natural
, que los guia, se oscurece y amenaza apagarse, y que á pesar de to
.., dos sus esfuerzos no han podido descubrir sino un pequeño número
S4 EL CRISTIANISMO

hacer ver hasta dónde llega el poder de la virtud: el fer


vor de esos hombres predestinados es como el fuego sa
grado que conserva en el corazon de la humanidad el
amor á su Dios. Cuando tratemos de la religion volve
remos á tocar esta materia.
El egoismo es la consagracion exclusiva del hombre al
amor de sí mismo. El egoista, si ama á sus semejantes,
lo hace por cálculo, no por sentimiento: él ha venido á
la sociedad á disfrutar, no á hacer sacrificios; á explo
tar á sus semejantes, no á servirles. Véase, pues, qué
léjos está el individualismo cristiano de producir tan mez
quinos resultados. El Cristianismo se ocupa en reformar
al individuo para obrar sobre la sociedad por su medio:
eleva hasta el último grado de respeto la personalidad del
hombre, y le da tan alta idea de su dignidad, que le ha
ce considerar como el ser privilegiado de la creacion, so
bre el cual no es digno de mandar otro poder que el poder
, de nociones contradictorias, en medio de las cuales el espíritu huma
, no fluctúa constantemente despues de muchos miles de años, sin po
, der descubrir la verdad, y ni aun siquiera encontrar nuevos errores.
, Semejantes estudios están fuera del alcance de los hombres de me
, diana inteligencia; y aunque la mayor parte fueran capaces de en
, tregarse á ellos, es evidente que no todos tendrian el tiempo nece
, sario.
“ La práctica diaria de la vida necesita indispensablemente de ideas
, fijas acerca de Dios, y de la naturaleza humana; pero esa misma
, práctica impide á los hombres poderlas adquirir.
“Las ideas generales relativas á Dios y á la naturaleza humana son,
, pues, entre todas, las que mas conviene sustraer á la accion del jui
, cio individual, y en las que puede ganarse mucho, y perderse poco
, con reconocer una autoridad.
“El primer objeto, y una de las principales ventajas de ha religion,
, es dará cada una de estas cuestiones primordiales una solucion cla
, ra, precisa, inteligible y muy durable para la multitud.
e • º -

“En cuanto á mí, dudo que el hombre pueda alguna vez soportar
, á un mismo tiempo una completa independencia religiosa, y una en
, tera libertad política, y me inclino á pensar que si no tiene fe, es
, preciso que sirva; si quiere ser libre, es preciso que crea.
e -

“ Los pueblos religiosos son naturalmente fuertes precisamente en


, lo que los pueblos democráticos son débiles; lo que hace ver clara
, mente la importancia de que los hombres conserven su religion al ha
, cerse iguales.” — (TocqUEviLLE, La Democracia en América, par
te 13, cap. 5?)
Y LA LIBERTAD. S5

de Dios. Pero al mismo tiempo le hace comprender, que


es una criatura necesitaday sometida enteramente á la vo
luntad de su Criador: que es un ser al cual se le ha conce
dido el libre albedrío para que obtenga el mérito de la obe
diencia: que es, en una palabra, un sacerdote consagra
do al culto de la obra de Dios, mas bien, un obrero que
se ocupa en cultivar la viña del Señor.
Así pues la personalidad, ósea el individualismo cris
tiano, es la sociabilidad impuesta como un deber; mién
tras que en el sistema del interes ósea del derecho, sis
tema cuya única regla es el bien comun, la sociabilidad
se le concede al hombre como un buen cálculo para su
mejora y progreso. En el sistema cristiano el individuo
es el principio y el fin, la sociedad el medio: en el sis
tema propiamente llamado social, la sociedad es el prin
cipio y el fin, el individuo el medio. El primero es la so
licitud del fin de la humanidad entera por medio del fin
de cada uno de los miembros que la componen: el se
gundo la solicitud del fin de una sociedad, por medio del
fin de la humanidad. Este sistema es el sistema del hom
bre que no repara en los medios cuando busca un fin:
el otro es el sistema de Dios, que busca el fin general
sin descuidar los particulares. El sistema social no ha he
cho otra cosa que sacrificar el hombre á la humanidad,
mejor dicho, á los que se creen representantes de la hu
manidad, los gobiernos: el sistema cristiano es el que
ha producido todas las virtudes, toda la civilizacion de
que hoy disfrutamos (*).
(*) Fatal modo de juzgar los sistemas es juzgarlos solo por sus
nombres. El socialismo, que como lo hemos visto, se funda en la om
nipotencia del poder social, se considera generalmente como la orga
mizacion de la anarquía, si es que estas dos palabras pueden unirse ja
mas. Pero mas bien deberia llamarse la organizacion del despotismo
social, pues no hace mas que despojar al hombre de todo derecho para
entregarlo inerme al poder de la comunidad. La propiedad no es de
nadie, porque es de todos: la mujer, lo mismo: el bienestar social de
be repartirse en partes iguales, aunque sean infinitesimales; y hasta el
mismo espíritu si fuera posible, deberia distribuirse por igual; pero to
do por el poder de todos: los individuos son ceros sin unidades que los
precedan.
El sistema social como lo presentamos nosotros, y que si se quiere
86 EL CRISTIANISMO

Si convenimos pues, en que solo la reforma y morali


zacion del individuo prometen á la sociedad el remedio
de los males que experimenta, cualquiera que sea su for
ma política, por qué no hacemos esfuerzos para que los
pueblos adopten la doctrina del deber, así como se ha
cen para que adopte la del interes ! ¿ Cómo es que al
mismo tiempo que se declama contra la corrupcion, y se
apela á la moral y á la educacion de las masas, se pres
cinde luego de la teoría, y se alza la voz para ha
blar á los pueblos únicamente de sus intereses materia
les, ó de las garantías políticas, reducidas á fórmulas en
las cuales se encuentra todo ménos el nombre de Dios !
Esas teorías de materialismo, que solo consultan el in
teres de los ricos, y que son las mas contrarias al bien
de la generalidad, pues la privan del único consuelo que
alivia las penas de esta vida, la esperanza en otra me
jor; engañan á los pueblos prometiéndoles una felicidad
que jamas pueden conseguir. El Cristianismo no enga
ña con promesas de felicidad temporal, sombra tras la
cual corre el hombre sin poder jamas alcanzar, pero sí
da la única felicidad que es posible sobre la tierra, la
tranquilidad del espíritu, el reposo de una conciencia
pura.
El Cristianismo es la única doctrina social que ha
comprendido la naturaleza del hombre, y que le enseña
su verdadero fin; y por eso la única que puede llevar al
hombre y á la sociedad al grado de perfeccion que esté
concedido alcanzar al género humano.
Practiquémosla, y entónces sí podrá la sociedad lle
nar su objeto: entónces habrá igualdad porque habrá
justicia: libertad porque habrá moralidad: entónces no
habrá hombres á quienes mandemos salir del mundo por
llamar individualismo, no rechazaremos el nombre, conserva á cada
uno sus derechos para que puedan ser usados en favor de todos: respe
ta el poder general, porque es el que garantiza el respeto del poder in
dividual; y como dirige al individuo por medio del deber, puede lle
varle hasta el sacrificio de su personalidad en obsequio de los demas;
pues no hay acto mas noble que el sacrificio del hombre en obsequio
del fin de la especie; es el sacrificio del tiempo por la eternidad: todo
puede y aun debe sacrificarlo el hombre, ménos su alma.
Y LA LIBERTAD. 87

falta de asiento en el banquete de la naturaleza: entón


ces quedarán satisfechas todas las necesidades sin eco
nomía, pero tambien sin exceso: entónces entrarán en
armonía la razon y las pasiones; el espíritu y la carne;
entónces, en fin, podremos ver realizada la verdadera
fórmula del sistema social —
CuALQUIER FoRMA DE GoBIERNo, con tal que se con
siga LA MAYoR sUMA DE GARANTíAs INDIVIDUALEs á cos
ta de LA MENOR AccION ADMINISTRATIVA (*).
—«Os

CAPITULO IX.

FORMAS DE GOBIERNO.

Las formas de gobierno por sí solas no tienen poder


bastante para dejar satisfecho el objeto de la asociacion
civil. La república como la aristocracia, la monarquía
moderada como el despotismo ilimitado, harán á los pue
blos felices ó desgraciados segun sea el poder que efecti
vamente dirija á la sociedad: el poder ilustrado por la
inteligencia, produce el bienestar, ó sea el órden en el
progreso: el poder apoyado en la fuerza y dirigido por
el capricho del que manda, produce la opresion, ó sea la
duracion en el infortunio. Estas son en realidad las dos
únicas especies de gobierno que han dirigido hasta aho
ra y que pueden dirigir en lo sucesivo á la humanidad.
Segun la primera, la sociedad y los gobiernos se han for
mado en beneficio del hombre: conforme á la segunda,
el hombre y la sociedad están destinados á satisfacer los
antojos de los gobernantes.
En el fondo de todas las disputas de los políticos con
respecto al nombre de los gobiernos y á su organizacion,
no se halla otra cosa que la indagacion de la fórmula que
dé por resultado el estado moral de los miembros que for
man la asociacion: será exacta y producirá buenos efec
(*) Esta es la fórmula que presenta A. Thierry en su prólogo á los
“DIEZ AÑos DE ESTUDIo,” y que nosotros vamos á desarrollar.
88 EL CRISTIANISMO

tos cuando diga verdad, ó lo que es lo mismo, cuando


lleve al poder á los representantes de la legítima sobera
nía, que es la soberanía de la razon; falsa y desorgani
zadora, cuando no haga mas que arrebatar el derecho
de mandar á quien únicamente le corresponde: el dere
cho de mandar, ó sea la soberanía de hecho, supone el
ejercicio de un poder capaz de hacer el bien, ó lo que
es igual, inteligente y benéfico; luego cuando una socie
dad trata de buscar la forma de gobierno, no hace mas
que examinar cuál sea en ella el modo de conceder el po
der, es decir, la direccion de la fuerza comun, al legíti
mo representante de la inteligencia y de la bondad.
La cuestion de formas de gobierno merece ocupar
nuestra atencion, precisamente por su ninguna impor
tancia; y para que no se crea que esto no pasa de ser
una paradoja, recuérdese que es de aquí que nacen los
hechos que se llaman crímenes políticos, en los cuales se
culpa un error del entendimiento mas bien que un extra
vío del corazon; se castiga no á un enemigo del reposo
y bienestar de la sociedad, sino á un enemigo del poder
director, y cuya culpa quizá no es otra que haber ama
do mas la libertad y dignidad de sus semejantes que su
propio bienestar: se usa de la fuerza social para destruir,
no á quien le desea un mal, sino á quien piensa hacerle
un bien.
Al ver la importancia que dan los políticos á las for
mas de gobierno, seria fácil creer que la felicidad del gé
nero humano es un secreto cuya solucion se encierra en
el nombre y las divisiones del poder encargado de diri
gir la sociedad; ó un producto cuya calidad se trata de
mejorar, no obrando sobre la materia prima de que se
forma, sino sobre la máquina que lo elabora.
Pero una asociacion no dará jamas otros resultados,
que los que sean conformes con el desarrollo moral de
sus miembros. “Las instituciones sociales son la expre
, sion social de las ideas comunes: las ideas comunes
, son el resultado colectivo de las ideas individuales; y
, las ideas individuales la forma de ser y de sentir del
Y LA LIBERTAD. 89

, hombre (*).” Así pues, para obrar sobre las institucio


nes sociales, es preciso empezar por obrar sobre el espí
ritu y el corazon de los individuos que forman la asocia
CIOI1.

La importancia que se ha concedido á las formas de


gobierno, ha nacido del viejo error que ha considerado
siempre á la sociedad ántes que al hombre; el medio án
tes que el fin.
Es tanto mas necesario estar prevenidos contra este
falso modo de examinar las cuestiones sociales, cuanto
que así se paraliza la atencion sobre palabras, que no ha
cen mas que ocultar el verdadero objeto que se solicita.
República y monarquía, aristocracia y gobiernos mix
tos, qué son !: medios de conseguir el objeto de la so
ciedad. Pues entónces, por qué no ponerse de acuer
do en los medios cuando los fines son idénticos ! ¡ Por
qué exponerse así á hacer fuego sobre sus mismos alia
dos, solo por no acordarse en el grito de guerra que los
ha de dar á conocer !
Es esto aun mas temible é infructuoso, porque los hom
bres generalmente van guiados en la eleccion de institu
ciones, por el nombre mas bien que por la naturaleza de
ellas: por los recuerdos de lo que han sido, no por la
conviccion de lo que podrán ser. Cuánta compasion
no inspiran esos hombres que devorados por la fiebre que
produce el amor á la libertad, nos han propuesto por
modelos de instituciones libres á las repúblicas de la anti
güedad, solo porque en ellas el mayor número tenia la
plena libertad de tiranizar al menor! Razon tiene Thierry
para decir que los escritores parecen haber seguido en
política la doctrina de la decadencia de la especie huma
na, tan contraria á la que se sigue en todas las otras cien
cias, que es la de la perfectibilidad; y Rousseau, Ma
quiavelo y Montesquieu, extraviados por este falso modo
de ver las formas de gobierno, llegan á anunciar que el
arte de vivir en sociedad se va olvidando de dia en dia.

(*) Donoso Cortés.


90 EL CRISTIANISMO

Concluyamos pues, que el absolutismo, la monarquía


y la república son mas bien resultados que medios de ci
vilizacion. El porvenir de la humanidad está cifrado en
la obediencia á la razon; pero no llegará á poseerlo
perfectamente, sino cuando todos los miembros que la
forman esten en capacidad de hacer uso de su razon, ó
lo que es lo mismo, cuando todos los hombres sean HoM
BREs (*). Es verdad que es tan grande la parte del gé
nero humano que parece por siempre desheredada del uso
de su inteligencia, que esa suposicion, si no es una qui
mera en la realidad, lo es en el tiempo, y apénas puede
la generacion actual hablar con seriedad en tal concep
to; pero por lo ménos nos sirve para conocer cuál es el
fin que debemos proponernos al estudiar las formas de
gobierno; y que el bello ideal de la sociedad consiste no
en tener esta ó aquella forma de gobierno, sino en no ne
cesitar de ninguna. Por eso Proudhom, cuyo entendi
miento parece una enciclopedia de cuanto ha pensado el
entendimiento humano bueno y malo, verdadero y falso,
exclama en un sublime arrebato de entusiasmo humani
tario: “Yo no estoy por la monarquía ni por la república;
, estoy por la ANARQUÍA, es decir, por la carencia de todo
, gobierno.”
Empero, por el mismo hecho de no dar ninguna im
portancia á las formas de gobierno, se deja comprender
fácilmente que nuestra predileccion en tratándose de ellas
se fijará en la que suponga ménos estudio y artificio: en
la que esté mas de acuerdo con la naturaleza del hom
bre, choque ménos con sus instintos, presente ménos ten
taciones de abuso; en la que únicamente es compatible
con la natural igualdad del género humano, LA DEMOCRA
cIA. Si no le damos importancia á la forma de gobierno
por qué razon habriamos de pensar en la monarquía,
es decir, en esa pirámide de hombres, sobre cuyo vértice
se coloca al mortal que nos señala el nacimiento ó la casua
lidad, para decirle: “ mortal, quedas libre de la suerte co
(*) Ya hemos dicho que la definicion del HoMBRE, segun M. Bo
nald, es: una inteligencia servida por órganos.
Y LA LIBERTAD. 91

mun de la humanidad, tu carácter te concede la impecabi


lidad: manda y explota á ese pueblo que te sirve de pe
destal!” ¿Qué motivo podria inducirnos á someter nues
tra inteligencia, y sacrificar nuestra voluntad al capricho
de un hombre que vale tanto como cada uno de los otros,
y mucho ménos que todos juntos ? ¿Cómo habriamos de
gastar nuestras facultades intelectuales en el estudio de
esas mentiras de convencion en que se funda la monar
quía constitucional Escándalo de impotencia de la ra
zon humana! Cansadas las inteligencias del despotismo,
y hallando que los pueblos no estaban en capacidad de
llegar todavía hasta la democracia, mandan hacer alto á
la humanidad, y le proponen un sistema cuyas basas son
ficciones, cuyos medios son chicanas, cuyos resultados
son absurdos. El equilibrio de los poderes, si fuera cier
to, produciria su inmovilidad ó su mutua invasion. El rey
reina y no gobierna: si este principio fuera verdadero, el
monarca no tendria otro objeto que llenar un puesto que
quedaria mejor ocupado por un nombre ó por una está
tua: el mejor rey seria el mas imbécil (*). La independen
cia de los poderes: si fuera posible que las cámaras llega
ran algun dia á estar formadas por los verdaderos esco
gidos del pueblo, y que por esto quisieran obrar de acuer
do con sus intereses y no con la voluntad del rey, suce
deria que ó este se sometia destituyendo el ministerio, y
ya cedia la independencia real; ó que disolveria las cá
maras y apelaria á la voluntad, ó segun refiere la histo
ria, á los reales del pueblo, y aquí faltaba la independen
cia del poder legislativo: teniendo el poder real la facul
tad de declarar la guerra y las cámaras la de darle ejér
citos, ó las cámaras ceden á la voluntad del rey, y en
tónces es irrisorio el derecho de ellas, ó el rey á las cá
maras, y la nacion tendrá que rendirse á su enemigo.......
Un sistema que se funda en ficciones no puede dar otros
resultados. No se vuelvan los ojos á la Inglaterra: la In
glaterra no es un país monárquico sino aristocrático: ni
(*) Un rey constitucional, como decia Napoleon, es un animal que
se engorda,
8
92 EL CRISTIANISMO

su libertad y prosperidad se deben á los parlamentos


sino al poder municipal.
Ahora bien: aunque reconocemos que las formas de
mocráticas son las mas sencillas y conformes con la igual
dad y dignidad del hombre, no podemos ocultarnos que
son al mismo tiempo las mas delicadas, y las que supo
nen un estado mas adelantado en los que están llama
dos á practicarlas. “Ese gobierno al cual concurren to
, dos los entendimientos, porque todos tienen derecho de
, concurrir á él: ese gobierno en que ningun ciudadano
, se diferencia de los demas: en que nadie tiene posibi
, lidad de ejercer un poder tiránico: en que todos los
, hombres son perfectamente libres, porque son entera
, mente iguales, y enteramente iguales porque son per
, fectamente libres (*):” ese gobierno, en fin, en que
están en perfecta armonía la marcha del individuo y la
marcha de la sociedad, supone necesariamente el desarro
llo del individuo, por lo ménos en cuanto sea necesario
para que se halle en capacidad de sostener sus derechos,
ó sean los medios de cumplir sus deberes; y de cumplir
sus deberes, ó sea de respetar por sí mismo su fin y el fin
de los demas. Miéntras los hombres no lleguen á ese esta
do, no tendremos por qué escandalizarnos de ver al Cris
tianismo prestando la sancion de un Dios á todos los go
biernos cualquiera que sea su forma; ántes bien, debemos
ver en él la única garantía de los derechos del hombre,
el único respeto que puede contener la voluntad del
déspota que se halle encargado de dirigir el pueblo (*).
Es por esto que damos tanta importancia á LA EDUCA
cioN, ó sea AL DEsARRoLLo del individuo; pues creemos
(*) Tocqueville.
(**) Un monarca verdaderamente cristiano solo podria ejercer su po
der prácticando aquel título adoptado por el jefe del Cristianismo, ser
vus servorum Dei. Llamando Jesus á sus discípulos, les dijo: “Sabeis
, que los que poseen el poder entre los gentiles los mandan como due
, ños, y sus príncipes tienen poder sobre sus personas. Vosotros no lo
, hareis así; sino que el que quiera elevarse se hará vuestro siervo, y
, el que quiera ser el primero entre vosotros será el siervo de todos ;
porque el hijo del hombre no ha venido á ser servido sino á servir.....”
Márcos, X, 42 á 45.
Y LA LIBERTAD. 93

que el único modo de conseguir un sistema estable de


sociedad que realice el órden por medio de la libertad,
es poniendo al individuo en capacidad de hacer buen uso
de su razon.
La civilizacion, como lo ha enseñado M. Guizot, con
siste en el desarrollo del individuo y en el desarrollo de
la sociedad; pero este no es sino el medio, á la vez que
el resultado de aquel: la humanidad en su marcha de
progreso, puede compararse á un ejército que marcha á
conquistar una plaza: avanza sobre el terreno, y para
andar con seguridad, deja unas trincheras y forma otras
mas adelante: las trincheras conservan sus conquistas,
pero estas solo han sido ganadas por los esfuerzos indi
viduales: las instituciones políticas son las trincheras
que impiden el retroceso del individuo.
Las formas de gobierno, lo repetimos, son buenas
cuando ponen la direccion de la sociedad en poder de la
inteligencia, dando desde luego por resultado el desar
rollo moral del individuo: son malas, cualquiera que sea
su nombre, cuando la direccion de la sociedad queda en
tregada al capricho de la fuerza.
El órden es aquel estado de la sociedad en que todo
concurre á realizar su fin. Cuando los ciudadanos no co
nocen ese fin, y están, desde luego, expuestos á contra
riarlo, tienen necesidad de obedecer á los que estén en
capacidad de llevarlos por el buen camino. Entónces tie
nen que seguir la civilizacion de la obediencia. El pro
greso es lento, y hasta parece á veces que se retrocede,
pues es un retroceso efectivo para la humanidad toda de
tencion; y de aquí resulta que si los gobernados hacen
alguna conquista intelectual y se adelantan á los que
mandan, desprendiéndose del poder tutelar, arrastran en
su marcha todas las instituciones que los detienen, y ve
rifican lo que se llama una revolucion, que en realidad no
viene á ser mas que un paso avanzado en la carrera de
la civilizacion.
Miéntras los individuos que forman una nacion no es
tén en capacidad de ejercer sus facultades de acuerdo con
94 EL CRISTIANISMO

su fin, no pueden realizar la verdadera democracia; nece


sitan tutores, que serán en menor ó en mayor número, se
gun sea el círculo á que extienda sus radios la inteligencia.
La felicidad de las naciones no está, pues, cifrada en el
número de sus gobernantes, sino en su moralidad é inte
ligencia. Cuando los gobernantes reunan esas condicio
nes, los pueblos alcanzarán el mayor grado de felicidad
de que sean capaces, sea uno ó sean muchos los que los
forman. Solo son desgraciados y miserables aquellos pue
blos cuyos directores son los representantes de la fuerza,
ya sea uno, ya sean muchos los que la ejerzan: lo últi
mo es peor, porque es mas fácil contentar el capricho
de uno solo que el de muchos.
Mediten bien los pueblos sobre estas verdades para que
sepan lo que tienen que esperar de las doctrinas del ma
terialismo que les enseñan sus falsos amigos. Solo hay
dos especies de gobierno, el de la inteligencia y el de la
fuerza: el primero es posible en los pueblos que tienen
moral, y desde luego, en los pueblos que pueden ser di
rigidos por la conciencia: el segundo es necesario en los
pueblos de estragadas costumbres, y que necesitan para
ser contenidos de la cuchilla del verdugo. O la moral pa
ra poder ser libres; ó el verdugo para poder conservar
unidos á hombres que solo obedecen á sus intereses.
La democracia, en realidad, no ha existido jamas. Ni
aun en los Estados Unidos del Norte de América, pue
de decirse que exista la verdadera democracia, á pesar de
ser ese el país en que mas se ha extendido la educacion
popular: lo que sucede allí es que la clase inteligente
compone la mayoría de la nacion, y la direccion de esta
queda desde luego en poder de la inteligencia, y nos da
así el ejemplo del único pueblo en que la mayoría ejerce
el legítimo poder, del único pueblo en que la mayoría tie
ne el derecho de mandar.
La monarquía, como todos los grandes hechos de la
humanidad, tiene su razon de existencia en el estado de
civilizacion en que se encuentra el género humano (*).
(*) “ No se concibe que una institucion, sea la que se quiera, dure
Y LA LIBERTAD. 95

Quién sabe hasta cuando tendremos que soportar el tris


te espectáculo de la humanidad en tutela! Si queremos
que se acerque el dia de su redencion, consagremos al
desarrollo del individuo los momentos que ahora perde
mos discutiendo sobre el desarrollo de la sociedad: con
sagremos al estudio de la moral, el tiempo que ahora em
pleamos en las indagaciones de la política (*).
, y progrese por largo tiempo, sin que la abonen su legitimidad y su ar
, monía con la utilidad pública ó las necesidades de la época.” Esto di
ce, hablando de las comunidades religiosas, GoNZALo Mo RoN.
(*) Parécenos que será muy fácil ir comprendiendo el título de es
ta obra: EL CRISTIANISM o Y LA LIBERTA D. El objeto que deben pro
ponerse los amigos de la libertad del hombre, es buscar el desarrollo
del individuo, para ir sustituyendo el uso de las almas al de las armas.
La libertad que necesita el género humano es el derecho de no ser go
bernado, no el de gobernar; y miéntras las sociedades no se compon
gan de hombres capaces de direccion y de reglas, sino de entes dotados
de movimientos mecánicos voluntarios, y diferentes de los brutos solo
en que conocen la desgracia de su suerte, no hay que esperar mucho
en la verdadera y legítima libertad; el termómetro de esta es el estado
moral de los individuos. -

Para que se vea que esto no es nuevo y que los católicos compren
den de mucho tiempo atras la libertad política, vamos á copiar un diá
logo de San Agustin, citado por Balmes, al capítulo LXVIII de “El
Protestantismo comparado con el Catolicismo.”
“ Agustin.—Los hombres ó los pueblos tienen acaso tal naturaleza,
, que sean del todo eternos, y no puedan ni perecer ni mudarse ?—Evo
, dio.— ¿Quién duda que son mudables, y que están sujetos á la accion
, del tiempo? — Agustin. — Luego si el pueblo es muy templado y gra
, ve, y ademas muy solícito del bien comun, de manera que cada cual
, prefiera la conveniencia pública á la utilidad propia, ¿no es verdad
, que será bueno establecer por ley, que este pueblo se elija él mismo tos
, magistrados para la administracion de la república?— Erodio. —
, Ciertamente.— Agustin. — Pero si el mismo pueblo llega á pervertir
, se de manera que los ciudadanos pospongan el bien público al priva
, do, si vende sus votos, y corrompido por los ambiciosos, entrega el
, mando de la república á hombres malvados y criminales como él ¿no
, es verdad que si hay algun varon recto, y ademas poderoso, hará
muy bien en quitarle á ese pueblo la potestad de distribuir los hono
, res, y concentrar este derecho en manos de pocos buenos y tambien
de uno solo? — Evodio.—No cabe duda.— Agustin. — Y pareciendo
, tan opuestas estas leyes que la una otorga al pueblo la potestad de los
honores, lo que la otra le niega, y siendo imposible que ambas se ha
llen vigentes á un mismo tiempo, ¿por ventura deberemos decir que
, alguna de ellas es injusta, ó que no fué conveniente su establecimien
, to? — Evodio.— De ninguna manera.”
De todo esto lo que se deduce es, que los pueblos como los hombres
que no tienen juicio, necesitan tutores; y que para que lleguen á su ma
yoridad y puedan emanciparse, es preciso educarlos.
96 EL CRISTIANISMO

CAPITULO X.

EL OBJETO DE LA SOCIEDAD DE MARCADO POR LA MORA L.

El estudio de las legislaciones y de los jurisconsultos


me ha dado una triste conviccion, pero que es fuerte y
poderosa en mi inteligencia: y consiste en creer que la
legislacion no es todavía una verdadera ciencia, en el
riguroso sentido de la palabra, y que no se halla esta
blecida su basa filosófica; creo que para tener la legis
lacion un fundamento científico, debe principiar exa
minando la sociabilidad del hombre, sus leyes y condi
ciones de existir en la parte moral, intelectual y mate
rial; debe estudiar la naturaleza humana en sus rela
ciones morales, hacerse cargo de todos sus fenómenos,
de su analogía y oposicion El doble estudio de la par
te psicológica y física del hombre, la cooperacion de
los filósofos, moralistas y fisiólogos, están destinados á
resolver las cuestiones capitales sobre el hombre, y á
ofrecer la basa del razonamiento, la apreciacion moral
de los delitos, y lo que puede considerarse como la par
te trascendental y metafísica de la ciencia.—(GoNz ALo
Mo RoN, “Lecciones sobre la historia de la civilizacion
en España.”)
Las ciencias no crean sino descubren : no establecen
nuevas relaciones sino declaran las que existen ya, y que
continuarian existiendo aun cuando no se las hubiera co
nocido. Así es que los que niegan los derechos y debe
res del hombre considerado fuera de la sociedad civil, ó
lo que es lo mismo, considerado en relacion ósea en so
ciedad con todos sus semejantes y no con un grupo deter
minado de ellos, dejan la civilizacion sin basa, ó la redu
cen á un cálculo de probabilidades que tiene por objeto el
cultivo del hombre, planta que germina con mas ó ménos
lozanía segun las cualidades, ó los abonos del terreno en
que se desarrolla.
LA LEGIsLACION no tiene por objeto establecer sino de
clarar las relaciones morales del hombre. LA MoRAL da
reglas para conservar esas relaciones, y para hacerlas
producir su debido efecto. LA sociEDAD CIVIL presta la
sancion de la fuerza comun á la conservacion de dichas
relaciones, en todo aquello á que no alcanza la fuerza de
la moral.
Y LA LIBERTAD. 97

Síguese de aquí, que el conocimiento de la legislacion


y el de la moral determinan el objeto de la sociedad, y
que la legislacion, la moral y la teoría social están ínti
mamente ligadas con el análisis del hombre; mejor dicho,
el conocimiento de este encierra todas aquellas ciencias.
Vamos á analizar al hombre; pero su análisis no se
rá para separar sus partes y dejarlas dispersas, como lo
han hecho Bentham, Comte y demas publicistas con dis
posicion para disecar, pero sin voluntad para volver á
organizar. Nosotros examinaremos al hombre, mas siem
pre procuraremos conservarle como existe, formando un
todo con relaciones constantes y necesarias (*).
El hombre, como todos los seres que componen el uni
verso, está destinado á llenar el objeto que en su crea
cion se propuso el Supremo Hacedor. Este objeto no po
demos conocerlo sino examinando sus necesidades y sus
facultades. Las primeras le sirven de impulsos, instintos:
las segundas de medios, poderes. Aquellas son guias que
le señalan el término á que debe ir; estas, compañeras
que le marcan la direccion que debe seguir para llegar á
él. Las unas le aguijonean para que no se detenga, le ha
lagan para que siga, y le riegan de flores el camino : las
otras le dan fuerza para que continúe su marcha, me
dios para que satisfaga y modere sus deseos, y le señalan
el modo de evitar las espinas que se ocultan entre las
flores.
Tanto las necesidades como las facultades del hom
bre son correspondientes á su doble naturaleza, á saber;
intelectuales, fisicas, y morales, que son las que ponen en
relacion á las intelectuales con las físicas, ó sea al espí
ritu con la materia. Las necesidades están representa
das por el saber, el poder y el querer: las facultades por
la inteligencia que conoce, por la actividad fisica que
ejecuta, y por la voluntad y la libertad que quieren y es
(*) El método analítico, como dice Guizot, es el método científico,
ó sea el medio de estudiar: el sintético, el método de formacion, ó sea de
existencia positiva. Las verdades todas existen en estado sintético; es el
hombre, al tratar de descubrirlas, quien las separa para analizarlas,
98 EL CRISTIANISM ()

cogen, y cuyas funciones se atribuyen en el lenguaje co


mun al alma, al corazon. El resultado de estas faculta
des para satisfacer las necesidades, son la idea, la imá
gen y el sentimiento (*); y esta trinidad es la que pro
duce ese reposo, ese bienestar del espíritu, que se llama
placer, y que así puede decirse que no es otra cosa que
la completa satisfaccion de una necesidad: siendo de no
tar, que la medida del placer la da la misma necesidad,
supuesto que empieza á sentirse cuando empieza esta á
satisfacerse aunque sea con la esperanza; concluye cuan
do queda satisfecha. Todo lo que excede de este térmi
no trae la sancion física, el hostigamiento, el hastío, el
embotamiento mismo de la sensibilidad. Por supuesto
que esta sancion es tan falible como todo lo que depen
de de la sola naturaleza, y sobre todo en lo que cae bajo
el poder del libre albedrío; así es que ella no puede ser
sometida á reglas, pero no deja de ser tenida en cuenta
para ahorrar las penas, y es lo que se llama sancion ma
tural.
Todas las facultades del hombre están bajo el poder
de su razon, que parece ser la facultad por excelencia de
nuestro espíritu, pues es la que le da la idea de su pro
pia existencia y de la existencia en general: le da la com
ciencia de sus facultades y acciones; le hace susceptible
de direccion y de reglas, y le distingue de toda la crea
cion, dándole á él solo el poder de comprenderla. La ra
zon considerada en esta categoría, comprende así el sen
tido íntimo ó sea la conciencia, que es el primer principio,
basa y eje de toda certidumbre, porque es la misma ac
tividad de nuestro espíritu, que produce la inmediata per
cepcion, ó llámese intuicion, vision interna; como tam
bien la facultad de raciocinar, ó sea de buscar relacio
(*) Dice Lamartine, que la expresion de un pensamiento para ser
completa, debe contener idea, sentimiento é imágen. Y así es; no
hay verdadero pensamiento que no contenga estas tres eosas. Conocer,
sentir y manifestar los sentimientos son operaciones de nuestro espíri
tu que solo se conocen por sus fenómenos: para poder formarnos una
idea aproximativa de ellos, tenemos que recordar el altísimo misterio
de LA TRINIDAD. ¡Qué sabia y profunda debe de ser una religion cuyos
misterios nos ayudan á formar idea del yo!
Y LA LIBERTAD. 99

nes, ó de deducir conceptos. La intuicion y el concepto


son las fuentes de todos nuestros conocimientos: el mismo
concepto no llega á la categoría de idea, ó sea de per
cepcion de nuestra alma, sino por la intuicion (*).
Ahora, así como todas las facultades del hombre tie
nen una necesidad, ó un instinto que las hace obrar, y
que viene á ser como una enseñanza dada por la misma
naturaleza; así tambien la razon tiene un instinto inte
lectual que hace sentir ciertos principios (*), y que son
como la regla primordial de nuestra actividad moral, así
como la razon lo es de nuestra actividad intelectual: la
razon comprende los elementos de la inteligencia; el ins
tinto intelectual los elementos del sentimiento, ó dígase
(*) La razon, en su sentido mas general, se toma por la facultad de
conocer; en su acepcion especial, por la facultad de percibir las ideas
universales, las verdades absolutas, los principios invariables. La razon,
en esta acepcion, viene á ser como el arquetipo de la verdad; no de la
verdad, como relacion constante y eterna de las cosas, sino de la ver
dad, como conformidad de nuestras ideas con el verdadero estado de
las cosas, ó sea de sus relaciones constantes. Se llama racional todo lo
que es conforme con aquel arquetipo: animal racional el que ha reci
bido de la naturaleza el arquetipo para conocer la verdad, y desde lue
go, el modo de cerciorarse de que lo que le parece verdad es verdad.
La razon viene á ser como la fórmula dada por el maestro, y que va á
servir de prueba á la exactitud de la operacion matemática que com
prueba un teorema: la razon es la fórmula que comprueba las opera
ciones de nuestro juicio: es como una instruccion dada por la misma
naturaleza, la cual debemos consultar cada vez que queramos cercio
rarnos de la exactitud de nuestros juicios: si su resultado está confor
me con aquella instruccion, afirmamos; si no, negamos; miéntras lle
gamos á uno de los dos extremos, dudamos. Cuando se nos pregunta
¿ por qué? respondemos porque........ y trascribimos alguno de los capí
tulos de la instruccion natural, ó alguna de las verdades que tenemos ya
por comprobadas.
Si todavía quisiésemos formar una idea mas clara de lo que se llama
razon, podriamos compararla con los ojos del cuerpo, y llamarla los
ojos del espíritu: con la diferencia de que los ojos del cuerpo trasmiten
la impresion de los objetos exteriores sin modificarla; la razon trasmi
te las percepciones á nuestro espíritu modificadas segun los principios
de LA RAzoN ETERNA.
Con todo esto lo que queremos dará entender es, que la razon de
cualquier modo que se vea, siempre tiene que ir á parar á que es una
instruccion, ó sea revelacion hecha por la misma naturaleza, y que el
principio nihil est in intellectu quod priis non fuerit in sensu, si no es
falso, sí es muy pobre.
(*) Los principios se sienten, dice Pascal.
100 EL CRISTIANISMO

del corazon; así tambien se podria decir que el gusto


contiene los elementos del arte, ó sea de la regla de las
imágenes.
Ese instinto, ó llámese sentido moral, es en lo moral
lo que en lo físico es, por ejemplo, el instinto de la con
servacion y el de la reproduccion. La percepcion del bien
y del mal se tiene como se tiene la del placer y la del
dolor. Nuestro espíritu necesita buscar la verdad, como
nuestro cuerpo el alimento: nuestro corazon la ama co
mo se asimilan nuestros órganos los principios de nutri
cion. Y esto nos explicará la metáfora tan usada por los
filósofos de la antigüedad cuando decian, que el derecho
natural estaba impreso en el corazon del hombre.
Negar estos fenómenos es negar la actividad, la exis
tencia misma de nuestro espíritu. ¿De qué otro modo
que por ese sentido interno puede explicarse la idea de
la existencia en general! ¡Cómo sino por la intuicion
podemos adquirir la idea del yo ? El famoso silogismo
de Descartes: yo pienso luego eristo, no es mas que una
intuicion que podria traducirse así: yo siento que eristo,
luego eristo. Todos los hombres, inclusive Descartes,
han sentido su existencia ántes de conocer su pensa
miento: la duda es un estado contrario á la naturaleza
del espíritu, porque el consejo de Zoroastro, cuando ten
gas duda, abstente de obrar, ó se refiere á acciones ne
cesarias, y entónces tenemos que obrar como si no du
dásemos; ó á acciones indiferentes, y entónces se con
serva la duda miéntras no se quiere proceder; luego que
esto se resuelve, la duda desaparece bajo el poder de una
conviccion que nos formamos espontáneamente y por
necesidad. Los hombres de entendimiento dudoso, ó sea
tímido, son hombres de débil espíritu; y lo que se llama
energía de voluntad, deberia mas bien llamarse fuerza
de espíritu ó sea claridad de intuicion. Tan cierto es que
la duda es un estado contingente de nuestro entendimien
to, que miéntras mas ignorante sea un hombre, mas es
cándalo le causará que se le pregunte si está seguro de
que existe.
Y LA LIBERTAD. 101

¿Cómo se explica sino por el instinto intelectual la idea


del órden, que parece ser la idea fundamental de nuestra
inteligencia (*)! ¡Cómo esa repugnancia que sienten
todos los corazones á hacer sufrir á los seres débiles, y
á ver humillado al que contrariando este sentimiento ha
infringido el órden ! ¡Cómo ese arrobamiento que domi
na nuestro espíritu cuando presenciamos un acto de ge
nerosidad! ¡Cómo esa inclinacion á prestar servicios,
(*) La idea, ó mas bien, el sentimiento del órden es tan natural,
que la risa, si bien se observa, no indica otra cosa que la compasion, ó
el desprecio por un acto contrario al órden, ó la alegría que resulta de
verlo restablecido: un hombre va caminando, se tropieza y cae; todos
los espectadores corren á levantarle pero van riéndose: un ébrio pro
fiere desatinos y da traspieses; todos se sienten como insultados por
aquella degradacion de la humanidad, pero ántes de reflexionar se rien:
un hombre de mal genio se incomoda, y va á pagar su rabia maltra
tando á un animal; levanta su mano, la deja caer y chocando con al
gun hueso prominente del bruto se rompe el brazo; todos se compade
cen de su desgracia, pero por sus labios vaga una sonrisa de contento.
Esto, por supuesto, que está sometido á las variaciones del carácter
individual; pero no osariamos decidir quién seria mas filósofo, si el que
de todo se reia, ó el que de todo lloraba: este quizá pensaba mas, el
otro sentia con mas fuerza. Lamennais atribuye la habitual risa de los
franceses, no á frivolidad, sino á profunda filosofía; lo cierto es que en
ninguna parte es mas temible el ridículo que en Francia.
La idea del órden se encuentra en todo: el gusto y desde luego la
belleza se funda en el órden; pues aunque esa facultad cambia hasta
el infinito, en su basa está sometida á reglas invariables, comunes á to
dos los hombres. A todo el mundo le gustan mas las figuras regulares
que las irregulares; los colores puros que sus mezclas; y la música so
bre todo en su parte armónica, está sometida á reglas tan exactas como
las matemáticas; la música podria decirse que es el órden en los soni
dos, ó el órden expresado por los sonidos; como el baile lo es por los
movimientos.
¿ significa la correspondencia de las cosas con el fin á que se
las destina, ó lo que es lo mismo, la tendencia á la perfeccion, ó á lo
que debe ser. La mas perfecta estátua de Vénus luciria mal en un tem
plo cristiano: en un teatro seria ridículo ir á hacer actos públicos de
contricion: se llama ridículo todo lo que es contrario al órden, ó lo que
es lo mismo, todo lo que no debe ser. El duelo se impone en Europa
como un deber; el que no lo acepta se tiene por cobarde, no hace lo
que hacen los demas, está fuera del órden, se deshonra. Pero si el que
rehusa un duelo fuera hombre de severas costumbres, de modo que to
dos creyeran que el no aceptarlo era por principios, ó sea por la idea
del deber, ya este hombre estaba en órden, y no se deshonraria.
La idea del órden, pues, ó sea de la marcha en busca de la perfec
cion, ó lo que es lo mismo, en busca de lo que debe ser , es la idea fun
damental que se encuentra como principio generador de todas nuestras
ideas, de todos nuestros sentimientos, de toda actividad, sea física, in
telectual ó moral.
102 EL CRISTIANISMO

aun con peligro de nuestra propia existencia, y luego la


repulsa á recibir su galardon, como si la idea del propio
interes anulase todo el mérito! ¡Cómo el amor acendra
do de las madres á sus hijos! ¡Cómo el respeto de estos
hácia sus padres, su ternura hácia sus madres!
Sin ese instinto del deber no tendrian sentido las fra
ses remordimientos de la conciencia, secretos del corazon
humano, misterios del alma: expresiones que nos sirven
de criterio para juzgar de la verosimilitud de las ficcio
nes de la imaginacion. Y he aquí lo que da á entender
el lenguaje comun, cuando dice: tal escritor conoce el
corazon humano, tal otro lo desfigura.
No es del exterior que recibe la inteligencia todos sus
elementos, y nunca ha sido mejor definida la razon, que
cuando se dijo que era la revelacion del mundo inteligi
ble, reflejo puro aunque debilitado de esa luz primitiva
que mana del seno mismo de la sustancia eterna (*). La
fuerza misma del silogismo, basa de la filosofía escolás
tica, y que es la mas completa entronizacion de la ra
zon, pues con él se pretende nada ménos que deducir
todos los conocimientos de principios á priori, no nace
sino de una intuicion que nos representa la consecuencia
como contenida en las premisas, y no es en realidad sino
la percepcion de que la proposicion menor es una pro
posicion idéntica á la mayor, aunque de ménos exten
sion. El método experimental, qué es ! El reconocimien
to de que el raciocinio es impotente para enseñarlo todo,
y la restitucion de su importancia al sentido íntimo, que
conoce sin comprender, ó lo que es lo mismo, que per
cibe los fenómenos sin poder darse cuenta de sus causas.
Si se niega el instinto intelectual, ó sea la existencia
de esas ideas ó sentimientos que sirven de primeros prin
cipios de todas nuestras ideas y sentimientos, tendriamos
tambien que negar el sentido comun, criterio el mas ne
cesario, porque es el de mas fácil uso para la generali
dad de los hombres, y que no es mas que el resultado co
lectivo del instinto intelectual de la mayoría del género
(*) Artaud.
Y LA LIBERTAD. 1()3

humano (*). Y bastaria saber que el hombre que no


da crédito al sentido comun es reputado por loco, para
reconocer la importancia de ese criterio (*).
(*) El sentido comun se funda en la idea del órden: si un gran nú
mero de hombres sienten del mismo modo, es probable que todos deban
sentir lo mismo. Cuando un hombre tiene facilidad para percibir las re
laciones mas generales de las cosas, se dice que tiene sentido comun;
si esa facilidad pasa mas allá de las relaciones generales y llega hasta
los conceptos puramente intelectuales, se dice que tiene talento; cuan
do á la facilidad de percibir conceptos, se agrega la agudeza de intui
cion que llega hasta sorprender las relaciones que ocultan los arcanos
de la naturaleza, se dice que hay genio.
Obsérvese y se verá que la mayor parte, si no todos los descubri
mientos del genio, no son sino intuiciones, ósea percepciones inmedia
tas, é independientes de todo raciocinio. La invencion consiste en la ob
servacion de un fenómeno hasta entónces no observado; la averigua
cion de sus causas y la fijacion de las fórmulas es posterior. El hombre
piensa sin saber cuántas facultades tiene su entendimiento; no han sido,
pues, los filósofos los que han inventado las facultades, si es que inven
tar se toma en otro sentido que en el de encontrar. Ántes que Thiers
escribiese su obra sobre la propiedad, todo el mundo sabia que el robo
destruia la sociedad: los niños aprenden á conjugar sin saber regla al
guna: en todos los idiomas hay multitud de reglas que ni siquiera han
sospechado los gramáticos, y que sin embargo sirven de direccion al
mas rudo discípulo en cuanto empieza á sentir el genio de la lengua.
Las manzanas siempre han descendido hácia el centro de la tierra, y á
pesar de esto fué despues de muchos años de estar cayendo, que vino á
reparar Newton que caian: fué necesario todo el genio de Newton pa
ra observar una cosa tan trivial. Parece que los entendimientos comu
nes se familiarizan con los fenómenos naturales y no notan su existen
cia: se necesita una de esas grandes almas que parecen extranjeras en
tre las almas comunes, para observar lo que estas no reparan. Bien sa
bido es que los extranjeros conocen mas los detalles de una ciudad que
los que viven en ella.
Así sucede en todas las ciencias: los grandes descubrimnentos de la
Economía política, la libertad de industria, la division del trabajo,
eran sentidos, supuesto que eran practicados, ántes de ser reconocidos
por Smith.
Las Matemáticas, que son las ciencias exactas por excelencia, están
basadas sobre verdades intuitivas, y las verdades intuitivas son verda
des que se sienten, pero que no se demuestran. Razon tuvo Balmes pa
ra comparar nuestro entendimiento á uno de esos escritos, hechos con
tintas simpáticas, que necesitan de la accion de un gas vivificador pa
ra dejar ver sus caractéres: el gas vivificador de la inteligencia es la
educacion.

(**) El principio de certidumbre de Lamennais, que es el consenti


miento comun, se llama generalmente principio del sentido comun; y
esto no es exacto. El sentido comun comprende las verdades funda
mentales, que mas bien se sienten que se comprenden: el consentimien
to comun abraza no solamente estas, sino tambien las verdades relati
104 EL CRISTIANISMO

Si convencidos por la observacion de la existencia de


ese instinto intelectual, propiedad de todo ser racional,
queremos raciocinar sobre su necesidad, tendremos:
Que al darle el Criador una inteligencia á la criatura
privilegiada, ha debido necesariamente ponerla en capa
cidad de ejercerla y desarrollarla para que no permane
ciera estéril; y como esto no habria podido suceder sin
que ÉL mismo depositase en ella el gérmen del pensa
miento, ó sea el principio de actividad, así como los as
tros habrian permanecido inmóviles, ó hubieran formado
un grupo compacto, si su Hacedor no les hubiera impre
so la fuerza de proyeccion, tendremos que admitir la ne
cesidad de ese instinto, que no es otra cosa que la reve
lacion, ó sea instruccion dada por la misma naturaleza
de las verdades fundamentales, indispensables para en
trar á pensar. Este mismo raciocinio puede hacerse res
pecto de los principios fundamentales de nuestras accio
nes, y desde luego respecto del sentimiento de lo bueno
y de lo malo que ha debido depositar el Criador en nues
tros corazones, para darnos el primer impulso que nos
conduzca hasta la realizacion de nuestro destino.
Sin esto, ni la inteligencia hubiera podido pensar, ni
el corazon amar: la razon y la conciencia habrian per
manecido paralizadas, estériles.
Concluyamos, pues, como ya lo hemos anunciado:
la razon no se diferencia de la revelacion sino en el ór
gano que nos sirve de intermedio para hacernos oir la
voz de Dios: la primera nos la comunica por medio del
entendimiento; la segunda por la voz de los enviados de
la Divinidad. Solo cuando estos dos ecos están acordes,
podemos creernos en posesion de la verdad (*).
El hombre no es hombre sino por el ejercicio de su pen
vas, ó sean conceptos del raciocinio, y se funda en el sentido comun.
Este podria decirse que era la conciencia de la humanidad: el otro su
Zº razon: la conciencia se funda en principios eternos; la razon, como
¿, ya a rº facultad de raciocinar, crece segun la ilustracion.
o z es -
- -
(*) “En la inteligencia del hombre no hay mas que unos restos de
, no sé qué fuego divino de inteligencia y de espíritu.”— (CicPRoN.)
Y LA LIBERTAD. 105

samiento: su pensamiento solo recibe la vida del fuego


que le comunica LA FE (*).
Hemos entrado en esta dilucidacion que parece tan
extraña del objeto de que tratamos, porque vamos á ha
blar de la teoría social, y creemos, como lo hemos indi
cado ya, que su basa y regla es LA MORAL; y desde lue
go hemos juzgado necesario demostrar que esta palabra
tiene un significado positivo. ¡Oh! y que sea necesario
demostrarle al hombre que es algo mas que un bruto
¡ Pero hasta allá han llegado los extravíos de esa razon
que se habia declarado por sí misma infalible y omnipo
tente! ¡Hasta ese grado de abatimiento ha llevado á nues
tra alma el sistema mas superficial, el mas ciego y mez
quino, el sistema de la utilidad!
Todas las acciones del hombre son dirigidas por el ins
tinto del deber, ó sea por la idea, tal vez es mejor decir, por
el sentimiento del órden (*). He aquí el verdadero mó
(*) “Si el sentimiento religioso es locura porque no se apoya en
, pruebas, es locura tambien el amor, delirio el entusiasmo, debilidad
, la simpatía, é insensatez el sacrificio.”—(BENJ AMIN CoN sTANT.)
(**) Las acciones del hombre son determinadas por sus necesidades.
Esta es una verdad de que nadie duda.
Pero decir que el hombre obra por necesidad, es decir que pasa de
lo imperfecto á lo que no lo es tanto; de lo que es á lo que debe ser. La
necesidad es un vacío que se trata de llenar; una imperfeccion que se
trata de complementar; una fuerza que impele al hombre hácia la per
feccion. La perfeccion es el complemento de lo que está incompleto; es
el fin á que debe llegar un objeto, ó lo que es lo mismo, lo que este ob
jeto debe ser. El órden es la correspondencia de los medios con el fin ;
la tendencia á lo que debe ser.
Solo cuando el hombre procura satisfacer sus necesidades obra de
acuerdo con su naturaleza: el que hace ménos de lo que debe, ó deja
sin satisfacer sus necesidades, deja incompleto el objeto de su creacion.
El que excede sus necesidades, ó lo que es lo mismo, el que hace mas
de lo que debe hacer, de modo que se pasa del límite que tiene fijado
por su naturaleza, se pone fuera del órden, no llena el vacío, sino lo
hace rebosar; entónces léjos de marchar tiene que retroceder; y de
aquí las reacciones del hombre y de la humanidad, que vienen á ser
siempre el resultado del sometimiento á necesidades de una sola espe
cie, como lo veremos despues.
Es tan necesaria la idea del órden, que la basa de nuestras faculta
des intelectuales, que es la memoria, si bien se mira, no es otra cosa
que el órden en el entendimiento, ó lo que es lo mismo, la comparecen
cia de todas las ideas que se corresponden. Cuando oimos el nombre de
rosa, vienen con la idea que él nos hace formar, la de flor, la de plan
106 EL CRISTIANISMO

vil de nuestras acciones; no la idea de una felicidad que


la tradicion desmiente, que nuestra razon no compren
de, que nuestros instintos rechazan. Cuando el hombre
obra siguiendo otro impulso que el del deber, siente lue
go el remordimiento; cuando el impulso que le mueve
es solo su propio interes, ántes que el remordimiento
siente la vergüenza. El idioma de la humanidad no llama
moral ni buena una accion, sino cuando es dictada por un
motivo desinteresado, por un motivo que se coloca fuera
de la esfera de nuestra personalidad: nuestro propio inte
res desfigura enteramente el carácter de la moralidad (*).
“ La conciencia, dice Pascal, es el mejor libro de mo
, ral que poseemos, y el que con mas frecuencia debe
, mos consultar” “Conciencia ! conciencia! exclama
, J. J. Rousseau, instinto divino, voz celeste é inmortal,
, guia segura de un ser ignorante y limitado, pero inte
, ligente y libre; juez infalible (**) del bien y del mal,
, que haces al hombre semejante á Dios, tú eres la que
, constituyes la excelencia de su naturaleza y la morali
, dad de sus acciones. Sin tí, yo no siento en mí nada
ta, la del color rosado, la del verde de las hojas, la del perfume &c. &c.
Cuando se nombra un tigre, se recuerda la idea de animal feroz, de tal
color, que existe en tal parte &c. &c.
El método inductivo consiste en establecer que una cosa debe suce
der, porque otra ú otras iguales han sucedido en ocasiones semejantes.
Esto, si bien se observa, no es mas que la necesidad del órden que mue
ve á toda la creacion.
La experiencia, que como dice el refran, es madre de la ciencia, no
es sino el mismo método inductivo, ó sea el método de observacion en
grande escala; luego viene de la necesidad del órden.
Ahora si se pregunta. por qué se encuentra en todo lo creado la ne
cesidad del órden, se podria tambien preguntar por qué tiene el hom
bre cuerpo y no espíritu puro, por qué tiene inteligencia y no omni
ciencia &c. Los principios fundamentales no se comprenden, se sienten.
(*) La palabra moral viene de la latina mos, que significa costumbre,
accion dirigida por el pensamiento, á diferencia de hábito, accion pura
mente mecánica. En sentido abstracto se llama accion moral, la que se
ejecuta en fuerza de una conviccion, ósea con buena fe; en sentido con
creto se llama moral, cuando la conviccion está acorde con la verdad,
(**) Tanto como infalible no, porque el espejo siempre debilita el
original , el reflejo no puede tener la fuerza de la luz directa. “LAs coN
PEstoNEs” de este mismo autor prueban con sus errores y su impu
dencia, que ni para él que era hombre de conciencia ilustrada fué infa
lible la conciencia natural.
Y LA LIBERTAD. 107

, que me haga superior á las bestias, sino el triste privi


, legio de extraviarme de error en error, con la ayuda
, de un entendimiento sin regla, y de una razon sin prin
, cipio.”
El Supremo Hacedor, al crear al hombre, como al
crear á todos los demas seres, no ha podido destinarle
á otro fin, que á aquel para el cual le hace apto su natu
raleza. Estudiando, pues, las condiciones de esta, es co
mo pueden hallarse las reglas que debe seguir el hombre
para realizar el objeto de su creacion; y desde luego ellas
le serán indicadas por las necesidades y facultades, é in
terpretadas por su conciencia y su razon, legítimos in - , ,
térpretes de toda verdad. Y aquí tenemos ya el orígen de ¿,
LA MoRAL, que no es otra cosa que el conjunto de reglas
que debe observar el hombre para cumplir el fin de su na
turaleza, establecidas por Dios y promulgadas por la ra
zon. La cuestion, pues, de si existe la moral, equivale
á averiguar si al crear Dios al hombre y dotarle con la li
bertad, se propuso algun objeto y le dió los medios ne
cesarios para conseguirlo. Para responder negativamen
te á esta cuestion, es necesario negar la libertad del hom
bre, ó la sabiduría y el poder de Dios: en el primer ca
so el hombre deja de ser hombre; en el segundo Dios de
ja de ser Dios (*).
Hasta ahora no hemos nombrado siquiera el derecho
natural, porque ya lo hemos dicho; ántes de establecer
(*) LA MoRAL podria definirse diciendo que era la regla de la vo
luntad. En efecto, la esfera de la voluntad está limitada solamente al
principio de actividad que pone en ejercicio nuestras facultades: pues
tas ellas en ejercicio dan resultados necesarios; son como instrumen
tos; la mano que los maneja es la voluntad. Luego que entra en uso la
inteligencia, se conoce ó no se conoce la verdad, pero esto no depende
de la voluntad: puesta en ejercicio nuestra actividad física, se consigue
ó no se consigue lo que nos proponemos, pero esto no depende de la
voluntad; así es en lo que se llama especialmente la parte moral, es
decir, la que se refiere al desarrollo colectivo de nuestro ser; amando
el órden se hace el bien, odiándolo se hace el mal; lo primero hace fe
liz, lo segundo desgraciado. La moral da, pues, reglas para el desarro
llo de toda nuestra personalidad, para lo que constituye propiamente la
vida del ser moral, es decir, del ser que no solo conoce la obra de Dios,
sino que toma parte en ella, amando el bien y practicando la virtud;
obrando en busca de su fin.
9
108 EL CRISTIANISMO

las reglas que debe observar la sociedad para con el hom


bre, es necesario fijar las que debe observar el hombre pa
ra con la sociedad; lo que quiere decir: ántes de hablar
de los derechos es preciso dar por supuestos los deberes,
pues no hay derechos cuando no hay deberes que les cor
respondan. El derecho natural no es mas que una deduc
cion de la moral: es de derecho natural solamente aquello
que no se opone al cumplimiento de los preceptos de la
moral; ni se llama bueno (moral) un acto cuando tiene
por objeto hacer valer un derecho, sino cuando se pro
pone el cumplimiento de un deber. Así pues, el derecho
natural debe definirse así: el conjunto de reglas que debe
seguir el hombre para no contrariar el fin de los demas en
solicitud del suyo propio.
Hemos dicho que los deberes del hombre son deter
minados por el fin de su naturaleza. En efecto, todo lo
creado ha sido destinado á llenar algun fin, y este no pue
de ménos que ser determinado por la aptitud de cada
ser; pues la Sabiduría infinita ni puede crear cosa algu
na sin objeto, ni señalar ese objeto sin dar los medios
necesarios para conseguirlo. La creacion entera, siguien
do esta ley, no hace mas que cumplir el fin á que fué des
tinada por el Supremo Hacedor. Solo el hombre tiene
el privilegio de poder desviarse de su verdadero destino,
y contrariar las miras de su Criador; porque solo él go
za de esa sublime facultad, que es la que mas semejante
le hace á la Divinidad, puesto que le eleva hasta sobre
ponerle á su santo querer, EL LIBRE ALBEDRío. Por eso
es el único ser que necesita reglas que determinen el uso
de sus facultades; por eso el único capaz de imputabi
lidad moral; por eso la necesidad de la sancion posterior
á esta vida; por eso la necesidad de la religion.
Dos términos se presentan al hombre al fin de su car
rera, entre los cuales tiene la libertad de escoger: el tér
mino que le señala la voluntad de su Hacedor; y el tér
mino que le señala su propia voluntad: buscando aquel,
debe esperar el contentamiento y la satisfaccion de su
Criador; siguiendo este, su disgusto é indignacion. Aquel
Y LA LIBERTAD. 109

es el camino que señala la conciencia y aprueba la ra


zon: este el que señalan las pasiones, ó sea la voluntad,
sin consultar ni á la razon mi á la conciencia.
Pero siendo el hombre un ser, que lleva en su frente
una antorcha luminosa que le da á conocer la verdad, y
en su corazon ese presentimiento de lo infinito que se
llama el amor, y que le impele en el camino del bien;
obrando solo segun los dictámenes de su voluntad, de
soye el grito de la conciencia, cierra los ojos á la luz de
la razon, y no hace mas que contrariar los instintos y los
fines de su naturaleza (*).
Por eso el Catecismo de la doctrina cristiana, que en
cada una de sus respuestas encierra las mas puras y pro
fundas verdades de la filosofía, en un lenguaje, prodigio
de sencillez y precision, á la pregunta: cuál es el de
ber del hombre en esta vida, responde: buscar el fin úl
timo para que fué creado. He aquí la respuesta que da
tambien la filosofía, porque ella es el mas sublime com
pendio de la moral (**).
Admitido esto, como no puede ménos de serlo por to
dos los que tienen razon, de aquí en adelante todo el pro
blema de nuestra naturaleza queda reducido á averiguar,
para qué fin fué creado el hombre.
Todos los extravíos de la humanidad han nacido de
las falsas respuestas á esta pregunta. El viejo Oriente pa
recia dejar oir una voz que decia: “ el hombre ha naci
do para vejetar como una planta, mas bien, para rodar
como una piedra, sometido ciegamente al fatalismo, sin
libertad ni conciencia;” y el hombre era un ser embrute
cido, sin mas ley que el antojo de su señor. La Grecia, mo
dificando esta misma idea, no hacia mas que cambiar la
fuente de la soberanía, y veia al hombre como nacido pa
ra mandar en la plaza, y obedecer en el hogar: la voz
de sus caudillos, las especulaciones de sus filósofos, eran
(*) Inmoralidad, propiamente, quiere decir, accion sin fin deter-
minado, accion sin direccion de la razon, locura.
/-
(**) La teoría de Arhems sobre derecho natural, ó mas bien, sobre
moral natural, que es lo mejor que se conoce en esta materia, no se º -

funda en otro principio que en el que se contiene en esta respuesta. z

4. e Aéz
110 EL CRISTIANISMO

toda su moral. Roma creyó que el mundo habia sido crea


do para ser el patrimonio de sus ciudadanos: la ciudad
eterna daba leyes al mundo, el mundo obedecia á la ciu
dad eterna; esta era toda la moral de Roma.
De este modo el hombre parecia condenado á seguir
siempre una direccion que le desviaba de su propio des
tino, y que producia un desarrollo parcial de su natura
leza, dejando incompleto el fin de su creacion, que es
un todo colectivo, en que se reunen la luz de la inteli
gencia, el fuego del corazon y la fuerza del poder físico.
El Oriente producia aquellos prodigios de una arquitec
tura gigantesca, que todavía no han podido ser explica
dos, ni aun despues de los grandes progresos que las mas
temáticas han hecho en los últimos siglos. La Grecia al
canzaba un desarrollo intelectual, que parece haber agota
do las fuerzas del pensamiento humano. Roma, ayudada
del patriotismo de sus ciudadanos, llevaba sus conquis
tas hasta los confines del mundo conocido. Y á pesar de
todo esto, el hombre se iba degradando, y apénas habia
un pueblo en que se conservase una centella del fuego
del amor divino. Era el pueblo hebreo el único que com
prendia que el hombre era un ser destinado á la pose
sion de la herencia inmortal; el único en que se tenia
la verdadera idea de lo que es el desarrollo moral del
hombre, ó lo que es lo mismo, del desarrollo del hom
bre de acuerdo con su verdadero fin.
Fué al oir la voz del HIJo DE DIos, que decia á los
hombres: “sed PERFEctos como vuestro PADRE celestial
es pERFEcto,” que irguió el hombre su frente, miró al
cielo y se encontró sobre toda la creacion. Entónces
comprendió que su dignidad no consentia la humillacion
ante otro poder, que ante el poder de Dios: entónces
comprendió que su verdadera patria era la patria celes
tial; que su destino no se limitaba á los goces de esta
vida, y que para adquirir la herencia de la inmortalidad,
debia miéntras durara su paso por el mundo, unirse á
las miras de su Criador, y cumplir así su voluntad en es
ta vida para despues ir á gozarle en la otra. Esto es lo
Y LA LIBERTAI). 111

que enseña el Cristianismo; y la verdadera filosofía no


enseña nada mas que esto. La historia de la humanidad
desde entónces acá, no ha sido otra cosa, que la lucha
del hombre que busca su verdadero destino con el hom
bre que pretende separarle de él: la lucha del hombre
que quiere desarrollar toda su naturaleza con el hombre
que solo quiere usar de una parte de ella (*).
Parece á veces que el hombre se cree destinado solo á
blandir una espada; y la guerra y el exterminio forman
el cuadro de su historia: la virtud y el honor consisten
en el desprecio de la muerte.
Creese mas despues que el hombre está destinado á
esperar, y á vegetar esperando hasta que llegue la hora de
pasar á una vida mejor: sus investigaciones en el campo
inmenso de la creacion se toman por usurpaciones; el
uso de su razon por rebeldía contra el querer de Dios; el
pensamiento se ahoga en el humo de hogueras alimenta
das con carne humana; la virtud y el deber consisten
en el silencio y la paralizacion del entendimiento.
Y como si la humanidad conociendo todo lo que habia
perdido, quisiese recuperar el tiempo que habia pasado
en la inaccion, se precipita hácia el extremo opuesto;
declara la omnipotencia de la razon, y desde luego el os
tracismo de Dios; y la virtud y el deber quedan reduci
dos á la licencia y al desenfreno con que la criatura des
precia los mandatos de su Criador. El hombre quedó
vencido en esta lucha, y quedó vencido, ahogado en la
gos de su propia sangre.
Viendo nuestro siglo que es imposible arrebatarle á
Dios el dominio de su obra, resuelve olvidarse de él, y
hacer creer al hombre que es una criatura independien
te de todo poder, una hechura sin hacedor. Para él no
existe mas que la materia, y el destino del hombre queda
reducido á modificarla para hacerla cada vez mas apli
cable á sus goces. La historia del siglo XIX será la his
(*) Por eso fué que dijimos que las reacciones del hombre y de la
humanidad, no eran sino el resultado del sometimiento á necesidades
de una sola especie.
112 EL CRISTIANISM ()

toria de los progresos de la industria como medio de pro


ducir riquezas, de la industria como medio de hacer go
biernos, de la industria como medio de multiplicar las
obras literarias, reducidas en su mayor parte á variadas
modificaciones del sensualismo. La virtud y el honor
quedan, pues, reducidos en el siglo XIX al amor de la
materia, y compendiados en una fórmula que se resuel
ve siempre en una estampa de oro. Solo las cuestiones
económicas tienen hoy poder para conmover las naciones.
Por dicha de la humanidad, Dios no abandona nunca
su obra; y en medio del torbellino que agita las socieda
des, reconocemos la mano de la Providencia, que como
que toca el corazon del hombre para recordarle que no
está en su plenitud; que á su destino le falta la mas no
ble parte, le falta la parte que no tiene término, porque
su término es Lo INFINITo, porque su término es Dios.
En todos esos sistemas inventados por el orgullo de la
razon humana, el hombre queda mutilado; la obra mas
acabada de la creacion queda incompleta.
“Despues que Dios hizo el mundo encontró que todo
, estaba bueno; sin embargo, faltaba algo, porque la natu
, raleza física, la tierra con sus gracias, la inmensidad de los
, cielos con sus globos inflamados, no eran sino letras mu
, das, aunque esplendentes del gran nombre de Jehová.
, Estas maravillas sin entendimiento, sin palabras, sin
, amor, no eran suficientes para proclamar las glorias de
, su Autor: eran un templo vacío, un altar sin sacerdotes;
, por lo que fué necesario que Dios crease una inteligencia,
, ser superior que sintiese, pensase, amase, y que unida
, al mundo de los cuerpos se elevase á su orígen (*).”
Fué el hombre el ser superior creado por Dios para
que comprendiese, amase y le ayudase en la consecu
cion del objeto de la creacion, para lo cual le hizo á su
imágen y semejanza. Dióle la inteligencia para conocer
la verdad, el corazon para amar el bien, la actividad y
la fuerza para realizar la virtud y acercarse á la perfec
cion; y con tan nobles facultades le dejó el poder de crear
(*) Pro. RAFAEL M. AlvARAdo, sermon de 28 de Setiembre de 1854.
Y LA LIBERTAD. 113

las ciencias que descubren los secretos de la naturaleza,


las bellas letras que revelan los misterios del corazan, y
las artes que complacen el gusto y embellecen la creacion.
El hombre, pues, debe procurar el desarrollo de todas
sus facultades, para cumplir su destino y obedecer á la vo
luntad de su Hacedor, única regla de acierto en su carrera,
y que es la misma que se distingue con los nombres de
JUSTICIA ETERNA, óRDEN UNIVERSAL, PERFECCION INFINI
TA, LEY DE LA NATURALEZA.
Así como hemos deducido que el hombre tiene una
ley que dirige su desarrollo, dada por su mismo Hace
dor, y revelada por la razon, observando al hombre; así
tambien podremos hallar esa ley en todos sus pormeno
res, examinando sus relaciones con Dios, con sus seme
jantes y con la creacion en general. Así se encuentra la
religion, la igualdad, la propiedad &c., pues no es de es
te tratado examinar la ley natural en su desarrollo, sino
solo probar su necesidad y desde luego su existencia;
porque lo que nos interesa probar es que el hombre, cuan
do obra de acuerdo con su naturaleza, no obra sino por
DEBER; no obra sino en obediencia á la idea del óRDEN.
He aquí el único altar en cuyas aras es lícito al hom
bre hacer el sacrificio de su personalidad, porque es el
altar del mismo Dios.
El sacrificio del interes particular al bien general, que
para algunos encierra todo el sistema de la sociedad, no
es otra cosa que el absurdo é inmoral principio de la uti
lidad elevado á fuente de justicia; insulto descarado al
Autor de la naturaleza, pues se le supone incapaz de
conseguir el fin de la creacion de otro modo que sacrifi
cando á sus mismas criaturas; se le considera como un
padre cruel que sacrifica unos hijos al bien de los otros.
El hombre tiene el deber de cumplir su destino, arros
trando para ello todos los males que le amenacen, no
porque esté obligado á sacrificarse al interes de ningun
otro, ni aun al de todos los demas, supuesto que el amor
del prójimo debe ser el reflejo del amor de sí mismo, si
no porque está obligado á cumplir su deber hasta sacrifi
114 EL CRISTIANISM ()

carse á él si fuese preciso, ó de otro modo, porque para


llenar las miras del Supremo Director, tiene que llenar
hasta el fin el papel que le ha cabido en la sociedad.
Así el médico tiene que exponer su vida y correr á
asistirá un apestado, no por el bien público, sino porque
ese es su destino: el bien público exigiria mas bien que
se dejasen morir uno ó mas hombres insignificantes, para
salvar al hombre de ciencia, quizá un profesor eminente.
El juez debe permanecer sentado en su tribunal ántes
que ceder á la amenaza que pretenda arrancarle una sen
tencia injusta. El bien público por sí solo jamas conse
guiria ese sacrificio, muchas veces perderia en él: con
síguelo solo la conciencia del deber.
El militar no tiene el deber de desnudar su espada pa
ra sostener una guerra injusta, aun cuando el interes pú
blico sufra quedando vencido en ella; porque la justicia
es la única ley á que tiene deber de someterse la con
ciencia.
El bien público que debiera llamarse el cumplimiento
del fin social, no puede exigir ningun sacrificio que no
sea impuesto por algun deber moral.
De otro modo, el bien público no es mas que una di
vinidad ciega que solo sabe contar, y que por esto con
una mano protege á los mas y con la otra sacrifica á los
ménos; y la legislacion, que como dicen los publicistas
utilitarios, es el modo de hallar el bien del pueblo, y los
medios de realizarlo, viene á quedar mejor definida, co
mo define Lamennais la falsa política: la fuerza dirigi
da por el interes.
Ya lo hemos dicho: amando el bien y practicando la
virtud, ósea, obedeciendo al sentimiento del órden y á
la idea del deber, es como realiza el hombre su fin y con
tribuye al fin de la humanidad. El yo es el centro del
mundo moral, y el yo tiene en sí mismo todo lo que ne
cesita para dirigir sus acciones, sin necesidad de salir de
su esfera, para ir á solicitar qué exigen de él los demas.
Es por medio de la conciencia y de la espontaneidad
individual, que contribuye el hombre á la grande obra de
Y LA LIBERTAD. 115

la humanidad; que parece ser esa obra de rehabilitacion,


que principió al salir el hombre del paraiso, y que no sa
bemos cuándo concluirá. Es esta obra de rehabilitacion
la que conoce la filosofía con el nombre de perfectibili
dad, aceptando el hecho pero sin poder dar otra explica
cion de tal misterio, que la que da el Cristianismo. Es
esta obra de rehabilitacion la que constituye el plan en
tero de la vida de la humanidad, pero cuyos pasos, so
bre todo en la parte moral, solo empiezan á dejarse sen
tir á la venida de Jesucristo. Es esta obra de rehabilita
cion la que hace ver claramente la mano de la Providen
cia en la historia del género humano, porque ella se rea
liza no tanto por el hombre como á pesar del hombre.
Nada pueden sus extravíos para detenerla; mas bien pa
recen providenciales, tal vez no solo para hacer sentir
la mano de Dios, sino tambien para hacer ver todas
las faces del error, y desprender cada vez mas al hom
bre de él llevándole hácia la verdad. Las conquistas mo
rales son imperecederas. Cualesquiera que sean los erro
res en que incurra de aquí en adelante la humanidad, no
es probable, lo contrario es lo seguro, que vuelva á re
petir los horrores de la inquisicion, ni á incurrir en los
extravíos de la filosofía del siglo XVIII, ni á tolerar la
doctrina del derecho divino de los reyes, &c. La histo
ria no se repite, se ha dicho como con indignacion, para
dar ese mentis á Vico.
Y he aquí la llave para juzgar esos grandes hechos
que parecen impeler á la humanidad á la realizacion de
su destino.
La rebelion de Lutero contribuyó á la secularizacion
de la inteligencia; mas esta no era su consecuencia legí e
tima; este era un paso que la humanidad estaba llamada
á dar, y cuya hora sonó al mismo tiempo que la hora de - . .. . . .
la reforma; la que si hubiera sido desarrollada segun las
miras de sus promovedores, léjos de independizar el pen
samiento no hubiera hecho mas que someterlo á la fuer
za del poder temporal. La independencia del pensamien
to fué la obra de la Providencia: la consecuencia legíti
116 EL CRISTIANISMO

ma de la reforma fué la anarquía de la inteligencia, ó mas


bien, su rebelion contra una autoridad análoga: la con
secuencia de la reforma fué primero el deismo y luego el
escepticismo.
Encargóse de continuar su obra la filosofía del siglo
XVIII, que creyó no tener otra mision que independi
zar al hombre del poder de Dios. Pues bien, la conse
cuencia inmediata de sus doctrinas fué la sangre que inun
dó el suelo de la Europa, los cadáveres que arrastraron
sus rios para ir á depositarlos en el mar. Sabeis cuál
fué el paso que le hizo dará la humanidad, la conquista
imperecedera de la inteligencia ! El reconocimiento de
que sin Dios no puede haber sociedad, y que ni los re
yes ni los pueblos tienen derecho á la soberanía, propie
dad exclusiva de la JUSTICIA ETERNA.
La humanidad marcha á su destino, no por obra del
hombre sino por obra de la Providencia.
Y aquí tenemos la diferencia entre los deberes de natu
raleza, y los deberes de patriotismo. Los primeros son los
deberes que impone al hombre el Autor de su existen
cia para cumplir el fin de la creacion: los segundos son
los que se impone él mismo en virtud de sus mezquinas
miras, que le hacen creer que el bien de la patria puede
exigir alguna vez el sacrificio de los deberes del hombre.
El crímen no deja de ser crímen porque se proponga
alcanzar un objeto que se llama el bien público. El bien
no es bien cuando no puede conseguirse por medios le
gítimos. Ahí está la historia para que nos diga si los crí
menes han producido nunca otra cosa que crímenes.
Los hechos de Bruto, Ravaillac, Carlota Corday, son
heróicas virtudes para los que proclaman el bien público
como regla de justicia; son grandes crímenes para los
que creen que el órden universal debe siempre antepo
nerse á las situaciones de la sociedad, y que la razon de
un hombre solo no tiene derecho para desmentir á la ra
zon de toda la humanidad.
Aquí tenemos ya la aparente contradiccion que hay
entre la verdadera moral y los sistemas de utilidad ó fe
Y LA LIBERTAL). 17

licidad, que en realidad son idénticos, pues el sentido


usual de la palabra felicidad, es la satisfaccion de todos
los deseos, y no otro es el de la palabra utilidad.
Si á la palabra felicidad se le diera su verdadera sig
nificacion, no habria diferencia alguna entre el verdade
ro sistema de moral y el de la felicidad. Es cierto que
el hombre obra en busca de la felicidad; pero qué cosa
es felicidad!: es la satisfaccion del alma que nace de la
posesion de un bien, responde Burlamaqui; y bien ¿qué
es !: todo lo que conviene al hombre, contesta, para su
conservacion, perfeccion y un placer racional. Esta es la
teoría del derecho no la del deber; es pues una teoría sin
basa porque no hay derechos, cuando no tienen deberes
en que apoyarse. Todo lo que conviene al hombre para
su conservacion y perfeccion es bueno y legítimo segun
esa teoría: el límite, pues, del derecho del hombre, es el
límite de su conveniencia: el yo es el centro del mundo
moral, pero no un centro que produce sino un centro
que absorbe. Y esta no es la idea que la razon y la con
ciencia nos dan del bien moral.
Bien, segun la naturaleza humana es el cumplimiento
del deber; y desde luego felicidad es la satisfaccion del
alma, que nace del testimonio que nos da nuestra con
ciencia de haber cumplido nuestro deber; por eso La
mennais define la felicidad diciendo que es el reposo del
órden, lo cual quiere decir, el descanso de nuestro espí
ritu cuando tiene la conciencia de que está en la línea
del órden. Ni se nos arguya con la definicion que dimos
de la felicidad: aquel estado en que se encuentra muestra
alma cuando AMA actualmente; pues tambien hicimos ob
servar que este estado no era durable sino cuando se ama
ba el órden; y que todos los otros amores eran transito
rios; gotas de miel, que no hacen mas que aumentar
la acritud y amargura de todas las pociones que no son
mas dulces que la miel. El estado habitual del hombre
que no busca su verdadero destino, es el de cansancio, el
de fastidio: busca los placeres como se da un narcótico
al que sufre un dolor, para hacerle olvidar la existencia.
118 EL CRISTIANISMO

Lo que conviene al hombre para su conservacion y


perfeccion no siempre es el bien, ni produce la verdade
ra satisfaccion del alma: esto no sucede con seguridad
sino cuando es como cumplimiento de un deber.
Se creerá acaso que la distincion es de ninguna impor
tancia, porque se funda solo en el motivo no en el resul
tado final. Pero no es así. Segun la definicion de Burla
maqui, no se ve la razon por qué un hombre no habria
de poder derramar la sangre de otro hombre cuando así
le conviniese para su conservacion y perfeccion; por qué
un padre debilitado por los años no habria de poder hacer
á sus venas la trasfusion de la sangre de uno de sus hijos
robustos. Ni se diga que se habla de la conveniencia
bien entendida, porque tendremos entónces derecho para
contestar, que bien entendida es como la entendemos
nOSOtrOS.

El hombre es una criatura destinada á cumplir un fin


señalado por su Autor, no es pues el derecho sino el de
ber de cumplirlo la legítima regla de sus acciones. Ese es
el sentido de lo moral, aceptado y confirmado por el con
sentimiento de toda la humanidad.
Las consecuencias del sistema del derecho son fatales,
así para la sociedad que tiene entónces que ver en cada
hombre un invasor de los derechos de los demas, supues
to que no tiene deberes que le contengan; como para el
mismo individuo que armado de derechos para luchar
con sus semejantes, que están armados con derechos igua
les á los de él, tiene que implorar la omnipotencia del
poder social, consecuencia legítima de ese sistema.
Por el contrario, la verdadera moral realiza el bien
público, porque él no es otra cosa que el bien colectivo,
formado por el bien de cada uno de los individuos, y eco
nomiza hasta lo infinito la accion social, que es en lo que
consiste la libertad; porque convierte á cada individuo
en centro de accion, pero de accion que produce bienes,
no que los quita.
No se nos diga tampoco que lo que se busca es la fe
licidad social; pues ni es cierto que los hombres hayan
Y LA LIBERTAD. 1.19

sido criados para que unos sean felices á costa de los otros,
ni la felicidad social puede servir de criterio para la mora
lidad de las acciones, puesto que ni aun los hombres de in
teligencia desarrollada están todavía de acuerdo sobre lo
que constituye la felicidad de la sociedad.
La observacion de la naturaleza moral es la que ense
ña las leyes á que está sometida la naturaleza moral;
como la observacion de la naturaleza física es la que en
seña las leyes á que está sometida la naturaleza física. El
hombre está dotado de nobles facultades susceptibles de
aumento en su desarrollo: el hombre debe, pues, ejercer
y desarrollar sus facultades para hacer cada vez mas fá
cil el cumplimiento de su destino y el cumplimiento del
destino de la humanidad. El fin del hombre es su perfec
cion, y desde luego la perfeccion de la especie; sin que
tenga que consultar para nada su felicidad ni la felicidad
de los demas, sino solo para reconocer la benevolencia
infinita del Autor de la naturaleza, que pudiendo haber
nos hecho cumplir nuestro destino sin agregar el senti
miento del placer á la satisfaccion de nuestras necesida
des, lo hizo sin embargo de tal modo que nos creemos
árbitros y merecedores de sus gratuitos dones. Así, el
hombre al obedecerá su Criador, cree que obedece á su
propia voluntad: miéntras mas se somete á las órdenes
de su Dios, mas uso cree hacer de su libertad. Por esto
fué que dijimos que el Cristianismo hacia posible la solu
cion del problema social, tal como lo habia planteado
Juan Jacobo Rousseau, es decir, quedando el hombre
despues de sometido á la autoridad social tan libre co
mo lo era ántes, y obedeciéndose aparentemente solo á
SI IllSITIO. -

Y no se crea que reducimos la cuestion á cuestion de


nombres: perfeccion por felicidad, felicidad por perfec
cion; pues cuando se dice que el hombre no obra sino
por su felicidad, se da á entender, que si de sus acciones
no resultara la felicidad, no tendria que obrar de este ó
de aquel modo sino segun su capricho; lo cual es absur
do hasta rayar en la impiedad. El hombre obra por de
120 EL CRISTIANISMO

ber, aunque por consecuencia de sus acciones tuviera


que experimentar algun sufrimiento: esto es lo que la
humanidad llama moralidad, justicia, virtud. Por eso es
que la sancion eficaz de la moral solo se halla en la religion,
porque es la sancion á que no se puede escapar, y que se
presenta siempre allá en el término de nuestra carre
ra, como un centinela que cuida de nuestra conducta (*).
Para probar esto no hay mas que examinar cómo se
raciocina en las circunstancias dudosas. Supongamos que
un hombre destituido de todo recurso y cargado de una
numerosa familia, se encuentra una bolsa de dinero, con
el cual no solo podria remediar sus necesidades, sino
tambien formar una renta y descansar. Toma pues la
bolsa; está seguro de que nadie le ha visto, pero siente
una secreta pena al querer apropiársela, que no puede
explicar: ocurre en consecuencia á uno de los partida
rios de la utilidad ó de la felicidad, y le consulta lo que
hará en tan apurada situacion. Si le responde que su in
teres bien entendido está en solicitar el dueño, se indig
nará creyendo que aquello es una burla, pues él sabe
muy bien que su verdadero interes, su felicidad, están
cifradas en apropiarse aquella bolsa. Si se le dice que el
interes ó la felicidad comun exige que restituya aquel di
nero á su legítimo dueño, le preguntará qué títulos tie
ne la tal felicidad para sobreponerla á la suya, y volve
rá la espalda con sarcástica sonrisa. Pues bien, probad y
decidle: vuestra conciencia os prohibe tomar lo ageno,
y aunque nadie os ha visto tomar esa bolsa, Dios que ve
y juzga todo lo que pasa en el mundo, se ofenderá del
hurto que cometeis privando al legítimo dueño del fruto
de su trabajo: entónces veriais cómo una convulsion in
voluntaria le haria soltar la bolsa, y os encargaria de su
(*) Cuando decimos que la regla del hombre es el deber y no el pla
cer, no queremos dará entender que el hombre contraríe su fin bus
cando el placer. No : al criar Dios las bellezas de la naturaleza, no fué
sin duda para que pasasen desapercibidas, fué para el recreo y compla
cencia del ser que puede recrearse y complacerse en ellas. Así es que
el hombre puede usar de todos los placeres de la vida, con tal que no
sea de modo que dañen á su fin. Generalmente no es el uso sino el abu
so del placer lo que lo hace reprobable,
Y LA LIBERTAD. 121

restitucion por no exponerse á ser vencido por tan fuer


te tenta C1On.

Los que creen que el hombre no obra sino en busca


de la felicidad, mejor dicho, en busca del placer, dejan
suponer que el hombre ha sido creado para ser feliz en
esta vida, aunque su sistema está desmentido por doscien
tos mil millones de hombres que han habitado la tierra,
sin que ninguno haya tenido otra felicidad duradera que
la que nace de la resignacion y conformidad con la vo
luntad del Ser infinito, como prenda segura de que se
unirá con él eternamente. Por eso es que el Cristianis
mo no promete otra felicidad que esa, y mas bien anuncia
á sus discípulos odios, persecuciones, cadenas, martirios.
Agradezcamos la generosidad de esa religion que no en
gaña con vanas promesas, y que sin embargo es la única
doctrina cuya práctica puede darnos la tranquilidad del
espíritu, verdadera felicidad que nos hace presentir la di
cha eterna (*).
El hombre no hace nada en que no vaya dirigido por
(*) “Si limitamos nuestras esperanzas á esta vida, seremos los mas
, miserables de todos los hombres.” Ep. I ad Cor. XV, 19.
Parécenos que el fenómeno que se ha querido explicar diciendo que
el hombre obra siempre en busca de su felicidad, no es otro que el que
consiste en obrar siempre en obediencia á un acto de la voluntad. Ex
pliquémonos: el hombre siempre quiere lo que hace; y como hemos
insinuado ya, el placer ósea la felicidad consiste en el amor, 6 sea en
el ejercicio de la facultad de querer; síguese pues que el hombre no
hace nada sino porque quiere, y desde luego experimentando la satisfac
cion de la voluntad, que es el placer, la felicidad. Si el hombre no qui
siera mas que lo que pudiera hacer, seria siempre feliz; pero lo que suce
de es lo contrario, que siempre quiere mas de lo que puede, y por esto
es que la única felicidad posible en esta vida es la que nace de la resig
nacion , ó sea de la conformidad con lo que se pueda; luego el hombre
que mas modera sus deseos, está mas cerca de conseguir esa felicidad;
y las bienaventuranzas propuestas por nuestro Señor Jesucristo, como
modelos de virtud en el sublime sermon de la montaña, no tienen otro
objeto que ese. Pero la resignacion no es posible sino esperando en cam
bio de la contencion de nuestros deseos transitorios, la satisfaccion
del deseo infinito, ósea la posesion de Dios.
El dicho vulgar, nadie está conforme con su suerte, es una verdad
incontrovertible; pues el corazon del hombre es como esas piedras que
soportan las caidas del agua, que por duras que sean se van ahondan
do: el mas insensible corazon aumenta continuamente su capacidad
para el amor: lo que, al fin, viene á probar que el corazon del hombre
no se satisface sino con el amor de Lo INFINIto.
122 EL CRISTHANISMO

la idea de la felicidad, dicen los utilitarios. El hombre


no hace nada que deje á su alma satisfecha, sino obe
deciendo al sentimiento del órden; cuando busca solo su
interes siente primero la vergüenza y luego el remordi
miento. Esto que decimos nosotros es lo que dice la ob
servacion de la naturaleza.
El hombre satisface sus necesidades porque de eso le
resulta el placer, dicen ellos. Al hombre le resulta placer
de satisfacer sus necesidades, decimos nosotros; pero
aun cuando no le resultase el placer siempre tendria que
satisfacerlas, si presta oido á la voz de su conciencia. No
es exacto tampoco que el hombre tenga otro placer en
muchas de las mas importantes situaciones de la vida,
que el que nace del reposo de la conciencia, producido
por la conviccion de haber cumplido el deber. El médi
co que sale á media noche á ver un moribundo; el mi
litar que marcha sobre las bocas de fuego, &c., lo ha
rian así si fueran en busca del placer !
Y esto lo que prueba es, que el fin del hombre no es
tá en esta vida. Suponer que el hombre ha sido creado
para conseguir su felicidad en esta vida, es suponer que
el hombre ha sido creado por un Ser débil ó inclemente,
supuesto que le ordena solicitar un objeto que jamas pue
de llegará conseguir. El fin del hombre está mas allá
de la tumba. Miéntras sigue su carrera en este mundo,
no puede hacer otra cosa que ejercer y desarrollar sus.
facultades, para contribuir á la grande obra de la crea
cion, obedeciendo á las leyes eternas dadas por su mismo
Hacedor.
Pero para cumplir este objeto necesita de la reunion
con sus semejantes, tanto porque es el único medio de
desarrollar sus facultades, como porque es el modo de
contribuir al desarrollo de los demas hombres, y desde
luego á la realizacion de su destino. Mas como no seria
posible ni necesario formar una sociedad que abrazase
á todos los hombres que pueblan la tierra, divídense en
diferentes grupos, cada uno de los cuales cumple su ob
jeto por separado, conservando sin embargo todas las re
Y LA LIBERTAD. 123

laciones que sean necesarias con los otros hombres. De


dúcese de esto, que la sociedad civil no tiene otro obje
to que proporcionar á cada uno de los miembros de que
se compone el mas seguro y fácil medio de cumplir su
fin. Pero el hombre tiene reglas dictadas por su misma
naturaleza para buscar y conseguir ese fin; reglas que no
solo le dicen lo que puede sino lo que debe hacer; así es
que aunque entre en sociedad, no puede renunciará aque
llas reglas. La sociedad civil no tiene, pues, necesidad
ni derecho de dictar otras leyes distintas de las leyes de
la naturaleza humana; y el gobierno, que es la autori
dad encargada de llevará cabo el objeto de la sociedad,
no tiene otro fin que hacer cumplir aquellas leyes. He aquí
pues probado lo que asentamos al principiar este capítulo:
el objeto de la sociedad civil es suplir las deficiencias de
la moral; mejor dicho, la falta de respeto por parte de la
conciencia individual á las leyes de la naturaleza.
Así es que la libertad civil, ó sea el poder que tienen
los miembros de la sociedad de hacer todo lo que les per
mite su naturaleza, no solo es un derecho sagrado, es
un deber; como deber, no puede ser renunciado. Los
hombres no tienen DERECHo sino DEBER de ser libres.
La autoridad social, pues, no puede extenderse á mas
que á lo absolutamente necesario para garantizar al hom
bre el libre cumplimiento de su destino, ó lo que es lo
mismo, para garantizarle el respeto de sus derechos; y
desde luego el verdadero sistema social será aquel que pro
porcione LA MAYoR sUMA DE GARANTíAs INDIVIDUALEs (*).
Preguntemos á todos los hombres que estén en el ple
no ejercicio de su razon, qué es lo que esperan y desean
de la asociacion; y no habrá uno solo que no conteste:
“garantías de mis derechos para poder hacer todo lo que
(*) “La civilizacion será perfecta cuando el gobierno solo tenga que
.., proteger á los ciudadanos, los cuales se emplearán por su propio im
, pulso, en atenderá que todas las necesidades sociales estén satisfe
chas.”— (GoNzA Lo Mo RoN.)
“Solo es bueno un gobierno cuando los poderes sociales se ejercen
, en beneficio del cuerpo político, y cuando en consecuencia de esto se
, halla bien garantido el goce de los derechos absolutos que el hombre
, recibe de la naturaleza.”— (EL Mis Mo Auro R.)
10
124 EL CRISTIANISMO

quiera, con tal que no ofenda los derechos de los demas,”


es decir, LIBERTAD. Pero si es libertad lo que se viene á
buscar á la sociedad, no seria mejor permanecer fuera
de ella! “ Es cierto, contestaria; pero esa libertad esta
ba á merced del mas fuerte: no podiamos usar de nues
tros derechos sin que á cada paso encontrásemos obstá
culos y estorbos de parte de nuestros semejantes; así es
que lo que pedimos á la sociedad no es propiamente li
bertad sino GARANTíAs para nuestra libertad; ó sea la
completa seguridad de que podremos dedicarnos al de
sarrollo de nuestra personalidad, al cumplimiento de nues
tro destino, sin que la sociedad ni ninguno de nuestros
semejantes tenga que intervenir en nuestras acciones.”
Así pues, no es cierto lo que se ha hecho ya trivial á
fuerza de ser repetido; que al entrar el hombre en socie
dad se desprenda de una parte de sus derechos para con
servar el resto; porque esa parte de que aparentemente
se desprende no ha sido nunca suya, porque la libertad
no es el derecho de hacer lo que se quiera, sino haciendo
lo que se deba, no es el derecho de darle gusto á la volun
tad, sino de obrar de acuerdo con nuestros deberes, y
desde luego de acuerdo con los derechos de los demas.
Todo lo que salga de esa esfera, está fuera de la legítima
esfera de la libertad, porque está fuera de la razon; y un
ser racional no debe jamas contrariar los dictámenes de
su razon, porque eso seria contrariar á su misma natu
raleza. Esto seria tan cuerdo y legítimo como si tenien
do una luz para dirigir nuestros pasos, siguiésemos siem
pre una via contraria á la que nos señalase aquella luz:
el que esto hiciese tendria títulos bastantes para ser de
clarado fuera del sentido comun, y no otra cosa merece
el que desprecia las luces de la razon. -

La igualdad, que ha sido considerada como el mas sa


grado derecho del hombre, ¿qué otra cosa es sino la li
bertad ! .
Oigamos la definicion que de ella da el Diccionario
mas ilustrado y completo que conocemos: el derecho de
todos los ciudadanos á ser sometidos á unas mismas car
Y LA LIBERTAD. 125

gas, á ser admitidos á los mismos empleos, á ser juzga


dos por los mismos tribunales y por las mismas leyes, cual
quiera que sea su dignidad, títulos ó fortuna (*). Pero
mas sencillo seria decir: el respeto de los derechos del hom
bre, pues la verdadera igualdad consiste, no en tener los
unos lo mismo que tienen los otros, sino en tener cada
uno todo lo que es suyo. Todo hombre tiene derecho á
poseer todos los medios que la naturaleza ha puesto á su
disposicion para realizar su fin; en esto consiste LA IGUAL
DAD; el mismo derecho tiene á usar de dichos medios,
en esto consiste LA LIBERTAD. He aquí la única diferen
cia que percibimos entre la libertad y la igualdad; la mis
ma que hay entre el uso y la posesion; mezquina seria
la posesion que no nos proporcionara el uso, como lo se
ria el uso que no nos diera la posesion ó sea la propiedad.
Lo que destruye la igualdad y desde luego la libertad,
es el quitar á unos lo que se deja á otros; y esto no por
que los segundos tengan mas de lo que deban tener, si
no porque los primeros no tienen todo lo que legítima
mente les pertenece: la igualdad se consigue no quitan
do al que tiene, sino dando al que no tiene: es decir,
no disminuyendo los derechos, la libertad de unos, sino
aumentando la de todos. y "

Así pues, el verdadero objeto de la sociedad es la ga


rantía de la libertad. Con un solo paso que dé mas allá,
entra en el terreno de la usurpacion, invade la esfera
individual, contraría su propio fin.
Pero cuál será la regla que deberá tener á la vista la
sociedad para saber cuándo está dentro y cuándo fuera
del círculo de sus atribuciones ! Ya lo hemos dicho: LA
MoRAL que enseña á los individuos lo que deben hacer,
enseña tambien á la sociedad lo que ellos le pueden exi
gir, es decir, los derechos que debe concederles para el
seguro cumplimiento de sus deberes, y entónces toma el
nombre de DERECHo NATURAL.. Así pues, el código de la
sociedad debe ser demarcado por el código de la natura
leza, cuyo estudio debe hacerse en ese gran libro siem
(*) Bescherelle.
126 EL CRISTIANISMO

pre abierto, donde se halla trazado el plan de vida de la


humanidad, “ por medio de la significacion general y
, continua de todos sus actos, y la tendencia constante
, de su pensamiento ó de sus instintos manifestada por
, sus costumbres (*).” Es allí donde se encuentra la ex
plicacion del fin que se ha propuesto el Supremo Hace
dor al ejercer el mas grande acto de su omnipotencia, la
creacion del hombre: es allí donde se encuentran ateso
radas por medio de las conquistas imperecederas de la
inteligencia, las leyes que sigue el desarrollo de nuestro
ser; divinamente compendiadas en el DECÁLogo, que
no es otra cosa que la ley natural sacada del abismo á
que la habian conducido los extravíos de la razon huma
na, y puesta de manifiesto y fuera del alcance de nues
tros errores por la palabra del mismo Dios. Allí se ha
llan en compendio todas las leyes que debe seguir el hom
bre para su desarrollo moral, y desde luego para el cum
plimiento de su destino, y por esto todas las leyes que
debe observar y hacer observar la sociedad para cumplir
su objeto. Allí está el conjunto de verdades que consti
tuyen lo que se llama LA JUSTICIA ETERNA, LA RAZON IN
FALIBLE, EL óRDEN UNIVERSAL, LA LEY DE LA NATURALE
ZA, LA VERDAD INFINITA. -

Sublime sencillez! que reduce la teoría del hom


bre y la teoría de la sociedad á diez preceptos: estos á
dos, y los dos á uno, LA CARIDAD, ó sea EL AMOR ORDE
NADo. Recuérdese, empero, que esta unidad, sello infa
lible de la verdad, ha dado orígen en su desarrollo al mas
sabio, “al mas antiguo de los libros escrito en la mas an
, tigua de las lenguas, y que no olvida ni al buey que tri
, lla en la era, ni al asno que pace en el prado (**).”
Y de aquí podemos tomar una prueba mas de la ab
(*) Lamartine.
**) Fermin Toro.
El tratado de la Santa Alianza celebrado en 1815 entre el empera
dor Alejandro, el rey de Prusia y el emperador de Austria, no tenia
otro objeto que señalar como norma de conducta para el gobierno de
los pueblos la doctrina de la Sagrada Escritura, comprometiéndose por
él los soberanos á no seguir otra inspiracion en sus acciones que la de
Y LA LIBERTAD. 127

soluta necesidad que tiene el hombre de la revelacion


para poner el desarrollo moral de su personalidad, la vi
da de su ser, fuera de las lucubraciones de su pobre y fa
lible entendimiento. Basta saber lo que era el mundo án
tes de la venida de Jesucristo, y lo que ha sido despues
cada vez que se ha apartado de su doctrina, para reconocer
la imperfeccion de la razon humana, sobre todo en lo que
se refiere á la direccion del hombre en busca de su último
fin. Todos esos sistemas de derecho natural fundados
en la razon, no son mas que explicaciones á priori de lo
que se ha aprendido d posteriori; y la prueba de esto
es, que á pesar de los adelantos de nuestro siglo, aun
no están acordes los filósofos sobre el verdadero princi
pio de la legislacion; y los que mas han adelantado, no
han hecho otra cosa que desarrollar, usando del tecnicis
mo de la filosofía, los principios que solo han aprendido
en el Cristianismo, cuyo lenguaje es siempre sencillo
como la verdad, claro como la luz (*). La razon huma
la caridad evangélica. ¡Qué lástima que tan bellas ideas hayan queda
do reducidas á meras teorías !
Cualesquiera que sean los progresos que esté llamado á hacer el gé
nero humano, es consolatorio y aun necesario para calmar las angus
tias de nuestro espíritu en su solicitud por un estado mejor, imaginar
que está destinado á ser algo mejor gobernado de lo que lo ha sido hasta
ahora. La dignidad de nuestra naturaleza no nos permite creer que el
hombre haya sido criado para vivir eternamente bajo el pupilaje degra
dante de gobiernos que no cuentan con otros medios de hacerse obede
cer que los cadalsos, con otros apoyos para sostenerse que los ejércitos
permanentes, con otros recursos para vivir que impuestos ruinosos que
ahogan la produccion, y empréstitos desoladores que amenazan á las
generaciones que aun están por nacer. Y no hay que esperar otra co
sa, miéntras no se reconozca que el hombre pertenece por su espíritu
á un órden superior al de las sociedades civiles, y que las leyes que ri
gen su naturaleza moral, son otra cosa que la voluntad de los gobier
nos, ya estén formados por una ó por muchas personas.
El termómetro de la civilizacion puede decirse que son los soldados,
en sentido inverso: miéntras haya un solo soldado en el mundo no de
bemos creer en la civilizacion. Y para retirar los soldados es preciso
llamar al servicio las conciencias, es decir, observar la moral y practicar
la religion. -

(*) “Yo no sé por qué se quiere atribuir á los progresos de la filo


,, sofía la bella moral de nuestros libros. Esta moral, sacada del Evan
, gelio, era cristiana ántes de ser filosófica.”— (J. J. RoUss EAU.)
“El siglo XVIII no se ha conocido á sí mismo: él ha maldecido al
Cristianismo, y sin embargo es su hijo legítimo. Todas esas ideas pu
128 EL CRIS"I" ANISMO

na, lo hemos dicho ya, no es mas que un eco de la voz


divina, y necesita la confirmacion de esa voz para poder
estar cierta de la verdad (*).
Véase, pues, como el Cristianismo es la única doctri
na cuyo conocimiento y práctica pueden enseñar á la so
rificadas sobre un Dios y su providencia, esos principios de humani
dad, de justicia universal, que ese siglo reformador ha aplicado á la
organizacion de la sociedad moderna, ¿ de quién las habia heredado?
De dos poderes que él ha desconocido casi por igual: el Cristianismo
primero, y la filosofía del siglo XVII, la filosofía de Descartes y de
Leibnitz despues. Por extraño que parezca este resultado, es lo cierto
que la religion natural tal como el siglo XVIII la ha concebido, la re
ligion natural en cuyo nombre ha combatido el Cristianismo y los
sistemas filosóficos, esa religion natural es un producto del Cristianis
mo.”— (E. SA1ssET.)
(*) Como una prueba de la absoluta necesidad de la revelacion, ci
taremos el cap. II, part. primera de la Democracia, por M. de Tocque
ville, dice así:
“Las creencias dogmáticas son mas ó ménos numerosas, segun los
, tiempos. Nacen de diversos modos, y quizá mudan de forma y obje
, to; pero jamas puede lograrse que no haya creencias dogmáticas, es
, decir, opiniones que los hombres reciben en confianza y sin discutir.
, Si cada uno pretendiese formar por sí mismo sus opiniones, y buscar
, aisladamente la verdad en la senda abierta por él solo, no es probable
, que un gran número de hombres viniesen á tener las mismas creencias.
“No hay filósofo tan grande en el mundo, que no funde una multi
, tud de creencias en la fe de otro, y que no suponga un número ma
, yor de verdades que las que establece. Esto no solo es necesario si
, no conveniente. Un hombre que pretendiese examinarlo todo por sí
, mismo, no podria prestar bastante atencion á cada cosa: este trabajo
o tendria su espíritu en una agitacion perpetua que le impediria pene
, trar profundamente ninguna verdad, y fijarse con solidez en ella. Su
, inteligencia seria independiente pero débil. Es necesario que entre
, los diversos objetos de las opiniones humanas, elija y adopte muchas
, creencias sin discutirlas, á fin de profundizar mejor el pequeño nú
, mero cuyo exámen se reserva. Es verdad que todo hombre que reci
, be una opinion que otro ha emitido esclaviza su inteligencia, pero es
, ta es una esclavitud útil, que permite hacer buen uso de la libertad.”
Ahora bien : si esta necesidad de aceptar opiniones ajenas es irre
mediable para los hombres que tienen por ocupacion el ejercicio de su
pensamiento, ¿qué será para esa prodigiosa mayoría de la humanidad,
que apénas tiene tiempo para reponer sus fuerzas corporales, emplea.
das solamente en trabajos que no necesitan de mas inteligencia que la
de una máquina ? Y en la necesidad de recibir opiniones impuestas
por otros, ¿ de quién deberemos aceptarlas con mas confianza, de los que
nos hablan en nombre de un Dios á quien temen, ó de los que nos hablan
en nombre de nuestro interes, casi siempre contrario al suyo propio?
“Yo no puedo concebir la prosperidad de un pueblo republicano,
, (ha dicho el granadino Julio Arboleda), de un pueblo cuyos ciudada
, nos tengan todos parte en el Gobierno, si esos ciudadanos no son
, irresistiblemente impelidos á la justicia por los preceptos de la fe.......”
Y LA LIBERTAD. 129

ciedad el sistema capaz de darle la tranquilidad y el re


poso que en ninguna otra encuentra.
Segun hemos establecido la teoría de la sociedad, sí
guese que la libertad del individuo estará en razon di
recta del respeto que su conciencia tenga por la moral;
y desde luego del conocimiento de sus derechos y prácti
ca de sus deberes; y que la esfera de la autoridad social
estará en razon inversa de ese mismo respeto, y desde
luego que la legislacion y la moral están en constante re
lacion, ganando una lo que otra pierde, supliendo aque
lla las deficiencias de esta.
El grado de libertad de que pueden disfrutar los pue
blos, está medido por el uso que hagan de la moral! ¡El
hombre no será perfectamente libre miéntras la política
y la moral no sean una misma cosa !
Y henos aquí arribados al mismo puerto á que seremos
conducidos cualquiera que sea la direccion que sigamos
con tal que no sea la del error. El Cristianismo es EL CA
TECISMo DE LA LIBERTAD; y por eso la única doctrina
social cuya práctica puede cumplir la primera condicion
de un buen gobierno: LA MAYoR sUMA DE GARANTíAs IN
DIVIDUALES.

Por no conocer estas verdades es que se ha extraviado


la sociedad hasta contrariar su objeto. Destinada exclu
sivamente á servir de baluarte á los derechos del indivi
duo, á rodear su libertad con un muro indestructible que
impusiera respeto á los demas asociados y contuviera sus
invasiones, se constituye á sí misma en fin principal y
casi único, se adueña de todos los derechos y se arroga
la facultad de irlos distribuyendo segun su voluntad, aun
que siempre con parsimonia y con el pacto de reversion.
De aquí el principio de la utilidad comun erigido en prin
cipio de legislacion, y desde luego la anulacion de la per
sonalidad del individuo, la inferioridad de sus derechos
siempre que se les supone estar en pugna con el preten
dido bien público. Cómo si fuera posible que el Autor
del universo hubiera dejado el órden general en contra
diccion con el fin de alguno de los seres que lo forman,
130 EL CRIS"I'IANISM ()

ó á estos en mutua oposicion. Y lo mas temible es, que


de ese principio se deduce legítimamente la doctrina del
despotismo, y que con él es que se escudan los crímenes
de todas las tiranías. Así es como se justifican las contri
buciones excesivas para sostener guerras inicuas, ó para
contentar las pasiones de los gobernantes, ó para levan
tar monumentos que conserven á la posteridad el recuer
do de un hombre que sacrificó á su orgullo millares de
víctimas (*): de aquí los crímenes políticos, que podrian
definirse: la intolerancia de los abusos de la tiranía; y que
no son mas que hechos que se llaman actos de heroismo,
si se logra el triunfo, crímenes si se sufre la derrota: por
que en aquel y en este caso se supone siempre que es el
bien público el que ha triunfado, aunque haya sido á costa
de los derechos, y del que es fundamento de todos los otros,
la vida de millares de hombres: de aquí la pena de muer
te, ó sea el derecho de quitar la vida á un ser que Dios
quiere conservar contra la voluntad de la sociedad; de
aquí el tormento; de aquí todos los crímenes de que con
tanta frecuencia se han hecho reos los gobiernos.
La sociedad no ha sido formada para el bien del ma
yor número sino para el bien de todos: la sociedad no
ha sido formada para que se encargue de señalarle un
fin al hombre, sino para garantizarle el cumplimiento del
que tiene señalado por la naturaleza: la sociedad no ha
sido formada para hacer feliz á nadie, porque ella no
tiene poder para semejante cosa, sino para dejará los aso
ciados en capacidad de buscar su felicidad segun las ins
piraciones de su propia naturaleza. -

Esas funciones que se atribuye la sociedad, como ne


cesarias para el cumplimiento de su fin, á saber, la aper
tura de vias de comunicacion, los estímulos para la in
migracion, la proteccion de las industrias, el fomento
(*) Claro es que esto no se refiere á esas grandes obras nacionales
emprendidas en algunas ciudades de Europa para proporcionar trabajo
á los pobres. Ellas serán magníficos monumentos de la limosna que esa
sociedad impone á los ricos en favor de los pobres; y de la combina
cion que hace del capital de aquellos y del trabajo de estos en favor del
progreso de las artes, y del adelantamiento de las generaciones futuras.
Y LA LIBERTAD. 13

de la instruccion secundaria, &c., &c., son funciones


de sociedades atrasadas, de pueblos infantes. Las socie
dades formadas por hombres verdaderamente civilizados,
deben limitar su accion como ya lo hemos dicho, á la
proteccion de los derechos individuales; dejando todo lo
relativo al progreso y mejora social á la accion del indi
viduo, ó de las asociaciones que con tales y determina
dos fines se formen. A proporcion que los hombres ade
lanten en la carrera de la civilizacion, irá la autoridad
social desprendiéndose de todas esas funciones; hasta
que llegue el dia en que ya no se abran caminos sino por
empresas privadas: no se proteja ninguna industria por
la nacion: no se promueva tampoco la inmigracion, pues
ella va sin que se la vaya á buscar, cuando la marcha or
denada y progresista de la sociedad le brinda mayores
ventajas que las que encuentra en su patria; y porque la
felicidad de los pueblos no consiste en el número de sus
pobladores sino en la suma de bienestar distribuida entre
ellos.
Los Estados Unidos del Norte de América que com
ponen la sociedad mas civilizada que cuenta la vida de
la humanidad, están ahí para servir de prueba irrecusa
ble en favor de estas verdades.
Así es que la única funcion que debiera conservar la
sociedad, fuera de la seguridad interior y exterior, es el
fomento de LA EDUCACION, la moralizacion del hombre,
es decir, la accion que tiene por objeto hacer que los
miembros que la forman sean hombres y no seres dota
dos de instintos ciegos y de pasiones indomables: fun
cion tanto mas necesaria, cuanto que es el modo mas
eficaz y legítimo de cumplir su objeto. pues es así como
puede prevenir la violacion de los derechos individuales,
y desde luego logra conservarlos ilesos, sin necesidad de
reparacion ni de sancion, que vienen á ser la educacion
por medio del rigor.
Pues bien, ni aun esta funcion sencilla y necesaria co
mo es, puede ser bien desempeñada por la sociedad co
mo lo veremos mas adelante.
132 EL CRIS"I"IANISM ()

Los gobiernos, ya lo hemos dicho, son tutores encar


gados de cuidar de los pueblos miéntras llegan á su ma
yoridad: su deber por consiguiente, es procurar que lle
gue esta cuanto ántes. Miéntras tanto deben ir cediendo
todas aquellas facultades que sus pupilos pueden usar sin
peligro; limitando su accion para ensanchar la de estos;
disminuyendo la autoridad para aumentar la libertad. Los
gobiernos, en fin, como decia un orador inglés, no de
ben ponerse á la cabeza de los asociados para dirigirlos,
deben mas bien quedarse detras para advertirles sus ex
travíos.
Así lo reconoce la doctrina del Cristianismo, segun la
cual, la direccion de la sociedad debe ser determinada
por la conciencia individual, y solo contenida por la au
toridad de los gobiernos cuando va errada. El Cristia
nismo le dice á la sociedad: “¡Temes esa inmensa tur
, ba que no cuenta con bastantes títulos para poseer tu
, confianza! Pues yo salgo fiador por ella; tú la sojuz
, gas con una cadena al cuello, yo domeñaré su mismo
, corazon; suéltala libremente, y esa muchedumbre que
, te hace temblar como manada de bestias feroces, se
, convertirá en clase útil para sí y para tí misma.” La so
ciedad que oye estas palabras, es la que puede soltar li
bremente al individuo, sin que apénas tenga que darle
otras instrucciones que estas: “Te reconozco como á
, hombre y como á ciudadano: desde ahora te aseguro
, esos títulos: si deseas una vida sosegada en el seno de
, tu familia, trabaja y ahorra y nadie te arrebatará el fru
, to de tus sudores, ni limitará el uso de tus facultades;
, si codicias grandes riquezas, mira como las adquieren
, los otros, y despliega tú como ellos igual grado de ac
, tividad y de inteligencia; si anhelas la gloria, si ambi
, cionas los grandes puestos, los títulos brillantes, ahí es
, tán las ciencias y las armas; si tu familia te ha trasmi
, tido un nombre ilustre, podrás acrecentar su esplendor;
, cuando no, tú mismo podrás adquirírtelo (*).”
(*) Balmes.
Y LA LIBERTAD. 13:3

CAPITULO XI.

ACCION ADMINISTRATIVA.

AccioN conTENIENDo, Ó SEA DERECHO PENAL.

De dos modos puede obrar la autoridad social, ó sea


el gobierno; conteniendo y dirigiendo. Obra conteniendo
cuando se opone al ejercicio de las facultades individua
les: obra dirigiendo, cuando les traza el camino en que
se deben mover. En el primer caso le dice al individuo,
“ no harás:” en el segundo; “ harás de tal modo.” En
aquel castiga al que hace lo que él no quiere; en el segun
do, al que no hace lo que él quiere.
Segun dejamos ya planteada la teoría social, se
comprende fácilmente que la única accion legítima
de la sociedad sobre los asociados, es la que contiene,
de ninguna manera la que dirige. La sociedad civil no
tiene otro objeto que asegurar á cada individuo el libre
uso de sus derechos; estos derechos los recibe el indivi
duo de la misma naturaleza; no tiene, pues, la sociedad
que decirle cuáles debe usar, y mucho ménos como de
be usarlos: no es ella la que da los derechos, segun lo es
tablece la superficial teoría, que no encuentra otra basa
para apoyar los derechos, que la fuerza y la autori
dad de la sociedad, por no reconocer como preexis
tentes los deberes; ella no hace mas que prestar la fuer
za comun para garantizar los derechos que existirian,
aunque ella no llegara á formarse, porque los deberes en
que se fundan son eternos é inmutables.
El objeto de los gobiernos, no hay duda, quedaria cum
plido como ya lo hemos dicho, reduciendo su accion so
lamente á suplir las deficiencias de la moral; pero para
llegar á este grado de perfeccion seria necesario suponer
á los hombres en un estado de adelanto, de que por des
gracia estamos muy léjos; seria necesario que todos los
miembros que forman una sociedad, por lo ménos, los
134 EL CRISTIANISMO

miembros activos, satisficiesen la definicion del hombre,


una inteligencia servida por órganos; y como esto es so
lo una esperanza, si no una ilusion de la fantasía, quie
re decir que la accion del gobierno no debe limitarse á
garantizar los derechos, sino tambien extenderse á poner
á los miembros de la sociedad en capacidad de hacer
buen uso de sus derechos y de cumplir sus deberes; á
hacer que los hombres sean HOMBREs, á EDUCAR á los
miembros de la asociacion (*).
He aquí las dos únicas funciones que determinan la
esfera legítima de la autoridad social: hacer que los hom
bres sean verdaderamente HoMBREs y cuidar de que los
hombres no dejen de ser HOMBREs; ó sea LA EDUCACION
y LA SEGURIDAD DE Los DERECHos INDIVIDUALEs.
No se deduzca de esto que nosotros creamos llegado
ya el tiempo de reducir los gobiernos á su legítima esfe
ra, y que desde luego pretendamos despojarlos de las
otras funciones que hoy desempeñan. Por desgracia no
podemos satisfacer nuestro corazon con tan bella espe
ranza. Pero sí se deducirá legítimamente, que no sien
do estas funciones propias y esenciales de la autoridad
social, deberemos trabajar no solo porque esta no extien
da su esfera mas allá de donde alcanza hoy, sino porque
la reduzca mas y mas hasta entrar en sus legítimos tér
minos; se deducirá que los gobiernos deben proceder
con timidez y mesura en el uso de las funciones que no
son propias de su estado normal: se deducirá, finalmen
te, que los pueblos no son ni serán verdaderamente li
bres, miéntras los gobiernos no hayan reducido su ac
cion á su legítima esfera; y que el modo de conseguir la
libertad, perpetuo anhelo de la humanidad, no es cam
biando gobiernos sino cambiando costumbres; no es ex
tendiendo el campo de la política, sino aumentando el
de la moral (**).
(*) Educar quiere decir, dar direccion.
(**) Obsérvese que la moral, que es la ley eterna de nuestra natura
leza, la ley que establece las condiciones de la vida humana, no obliga
de precepto sino cuando prohibe, cuando contiene; solo como consejo
cuando manda, cuando dirige. No hagas á otro lo que no quieres que te
Y LA LIBERTAD. 135

Trataremos en este capítulo de la accion del gobierno


conteniendo, y en los siguientes de la accion del gobier
no dirigiendo.
La accion del gobierno conteniendo es la que mas se
hace sentir, y la que ha dado orígen á mayores abusos;
pero por esto mismo es la que se usa con mas disimulo,
y tratando de disfrazarla bajo el nombre del interes de
los asociados, como regla infalible para conservar los de
rechos del individuo, pero en realidad para adormecer
los, ocultándoles sus derechos y enervando sus faculta
des. Por esto, miéntras mas avanzan los gobiernos en
el terreno de la usurpacion, mas favorables se muestran
al desarrollo de los intereses materiales, que traen por
consecuencia forzosa el apego á los goces pasajeros, el
olvido de nuestra dignidad y derechos. En tales socieda
des, el mayor de los crímenes es hablar á los súbditos
de sus derechos, del desarrollo de su espíritu, de la digni
dad humana. “No, dicen los dominadores, esas doctri
nas nada tienen que hacer con los gobiernos, sino es
promover la rebelion de sus súbditos: hábleseles de in
tereses materiales, que es lo único que á ellos y á no
sotros conviene; á ellos para que amen el trabajo, á
nosotros para aumentar las contribuciones: hábleseles de
minas, y de caminos de hierro, y de teatros, y de colo
nizacion: nada de derechos, que sus tutores están encar
gados de cuidar de ellos y no se los dejarán arrebatar;
ni tampoco hay necesidad de decirles nada de sus debe
res, pues nosotros tendremos cuidado de hacérselos cum
plir.” Este es el lenguaje del despotismo; y de aquí la
autorizacion de los burdeles, de las loterías, del agio, de
las diversiones de la barbarie, de las casas de juego. La
proteccion social concedida á la inmoralidad La so
ciedad concediendo derechos para hacer el mal, cuando
tiene usurpados los que sirven para hacer el bien ! ¡Qué
escándalo qué padron de infamia para la civilizacion
que tales resultados produce
hagan á tí, ese es el precepto; el consejo es este: haz á los otros lo
que quisieras que te hicieran á tí.
136 EL CRISTIANISMO

Cierto es que esa ignorancia de los deberes y de los


derechos, que esas escuelas de inmoralidad autorizadas
por los gobiernos, producen resultados contrarios á los
intereses de sus mismos promovedores, que buscan el
sueño de los asociados y encuentran la fiebre; que quie
ren el silencio de la calma y escuchan el ruido de la tem
pestad; pero para esto tienen ellos otros remedios; tie
nen las cárceles en lugar de la conciencia; la policía con
sus delaciones y sus esbirros en lugar de la moralidad,
de la educacion; las bayonetas en lugar de la inteligen
cia; por templos tienen patíbulos, por apóstoles de civi
lizacion verdugos.
Y no hay que tener esperanzas de ver desaparecer es
tas infames instituciones, sino sustituyéndolas con las
que son compatibles con la dignidad del linaje humano,
con las que aconseja la civilizacion. Miéntras los tem
plos no desempeñen las funciones que hoy se reservan á
los patíbulos; la inteligencia las de las bayonetas; la edu
cacion las de la policía; la conciencia las de las cárce
les; el deber las del interes, no hay que esperar otra cosa,
que ver á los pueblos víctimas de la opresion, juguete de
los tiranos, adoradores de la materia, burla y escarnio de
las generaciones que les sucedan.
La medida de la accion social, ya lo hemos dicho, y
lo repetimos, porque hay ciertas verdades que están tan
olvidadas, que es necesario proclamarlas en alta voz y
repetidas veces para rehabilitarlas, y hacer que siquiera
obtengan el honor del análisis: la medida de la accion so
cial la da el desarrollo moral del individuo; disminuye
cuando este aumenta, aumenta cuando este disminuye.
Así es que el derecho de legislar irá disminuyendo á pro
porcion que el hombre respete mas sus deberes y conozca
mejor sus derechos (*): la familia está hoy casi entera
(*) Tácito hace notar que la corrupcion de la república fué la que
dió causa al aumento de las leyes, que tomaban su orígen de los mismos
desórdenes que se iban presentando y que era necesario contener. El
número de leyes puede servir de termómetro para conocer la conformi
dad entre las instituciones y las costumbres: mas leyes, ménos confor
midad; ménos, mas; así es en todas partes.
Y LA LIBERTAD. 137

mente independiente de la legislacion; ningun gobierno


da ya leyes suntuarias; pronto desaparecerán de los có
digos las leyes de imprenta, que tienen por objeto limitar
el ejercicio de la mas noble facultad del alma; los ma
trimonios vendrán á ser actos independientes de la auto
ridad civil, y reglados solo por la ley de la conciencia
que es la religion; los hijos no heredarán porque la ley
les dé el derecho de heredar, sino porque sus padres tie
nen el deber de proveer á su subsistencia (*); las cons
tituciones finalmente no principiarán reconociendo los
derechos sino los deberes del hombre: el reconoci
miento de aquellos, tal como hoy se acostumbra en las
constituciones escritas, parece una excepcion á la regla
general, que es la absorcion de todo derecho por la so
ciedad; el reconocimiento de los deberes supondria lo
que es indudable, que la sociedad no tiene mas deber ni
otro derecho que hacerlos respetar.
El uso de la autoridad pública ó mejor dicho, de la
fuerza comun, irá desapareciendo á proporcion que los
hombres se civilicen, pues la conservacion de los ejérci
tos permanentes es á las naciones lo que la policía á los
individuos, puestos avanzados contra las invasiones de
hombres que no respetan los derechos de sus semejantes,
espantajos para contener á esas fieras que no retroceden

(*) La legislacion fundada en el derecho y no en el deber da resul


tados falsos, y viene á ser no otra cosa que la teoría de la civilizacion
antigua. La propiedad segun ella nace de la sociedad, la herencia es un
derecho que concede la sociedad, los contratos son protegidos por la so
ciedad, por eso valen, &c. Pero esa no es la verdad. Los hombres tie
nen el derecho de propiedad, porque necesitan de ella para cumplir su
fin. La herencia debe concederse á aquellos á quienes el difunto dueño
ha debido dar sus bienes. Los contratos valen, porque todo hombre tie
ne el deber de cumplir lo que promete.
De esta teoría podria deducirse que solo los descendientes y ascen
dientes tendrian derecho de heredar y no los colaterales; y así es, por
que ¿ de dónde deducen estos el derecho de heredar los bienes de per
sonas que tal vez ni los conocian ? Este sí que es un derecho concedi
do por la sociedad. Tambien se deduciria que los hijos de cualquier
condicion deberian heredar por iguales partes; y así tambien es; por
que la diferencia entre hijos legítimos é ilegítimos, no es mas que una
usurpacion que hace la sociedad de los derechos de estos para dárselos
á aquellos.
º
138 EL CRISTIANISMO

sino en presencia de la muerte. El derecho de castigar,


en fin, se irá reduciendo á sus justos límites, de que tan
extraviado está todavía; y vamos á consagrarle algunas
páginas porque es á él solamente á lo que debiera quedar
reducida la accion social, que es la misma que hemos
llamado accion administrativa en general, reservándonos
para mas adelante hacer la correspondiente distincion
que es de uso comun en esta materia.
Dejamos dicho que el objeto de la sociedad civil es la
garantía de los derechos individuales. Así pues, los he
chos que la sociedad tiene el derecho de prohibir, impi
diendo ó sea conteniendo el ejercicio de las facultades
individuales que los producen, son aquellos que al mis
mo tiempo que atacan un derecho ajeno, infringen un
deber propio; y estos hechos llevan la calificacion de de
litos en general. Pero entre ellos hay unos que atacan
de un modo tan grave y trascendental el derecho ajeno,
que amenazan no solo al que está directamente ofendi
do, sino á toda la comunidad: otros que aunque dañan
á uno ó mas de sus miembros, no hacen pasar de ellos
la perturbacion de la tranquilidad pública, porque se ver
san en objetos de fácil recuperacion. Estos atentados que
dan sometidos al derecho civil, y basta la reparacion del
daño hecho para que la sociedad nada tenga que temer.
Los otros, aunque cese su accion, continúan amenazan
do á todos los asociados, no solo porque muchas veces
el daño es irreparable, sino porque su misma gravedad
los presenta como la obra de un ser que desprecia sus de
beres, y el que por lo tanto debe ser contenido por la so
ciedad, hasta que dé seguridades de que no repetirá su ma
la accion.
Obsérvese que hemos hecho notables las últimas pala
bras, porque en ellas se comprende el verdadero objeto
del derecho de castigar. Si no hay temor de que el mal
se repita, ni de que los otros lo imiten, la sociedad no
tiene necesidad de tomar precauciones para lo futuro.
Pero supongamos que el criminal está en capacidad de
repetir su delito, su ejemplo puede contagiará los demas,
Y LA LIBERTAD, e 139

¿qué debe entónces hacer la sociedad! Lo mas natural


seria desterrarle, eaccomulgarle. “Hombre, le diria la so
ciedad, tú no puedes continuar en union con tus seme
jantes, porque obras como un ser destituido de inteligen
cia; retírate, pues, de esta asociacion.” Pero esta pena
ni es posible, porque las otras sociedades no estarian siem
pre dispuestas á admitir á aquel ser dañino; ni esto im
pediria que volviese á repetir su hecho; ni se satisfaria
así el deber de la caridad que obliga á corregir al que
yerra, á traer al redil la oveja descarriada. La sociedad,
pues, debe usar algun medio que impida la reincidencia,
que corrija al delincuente y dé ejemplo á los demas. Este
es el deber, y desde luego el derecho de la sociedad, es
to es lo que debe llamarse derecho de correccion, ó sea pe
na (*), y lo que nos señalará hasta dónde se extienden
los límites del derecho de castigar.
Cualquiera que sea el principio que se adopte para ex
(*) La palabra pena viene de una voz griega que significa venganza;
que es en realidad el primitivo carácter de la pena.
La historia del derecho penal es muy sencilla.
En la primera época, en que la sociedad no habia acabado aun de
reasumir todos sus poderes, cada uno se hacia justicia por sí mismo; y
desde luego no se limitaba á la defensa, satisfacia tambien su instinto de
venganza.
Luego se encargó la sociedad de hacer justicia, mas bien de tomar
venganza, y usaba para esto del talion: ojo por ojo; diente por diente;
ó bien permitia al individuo tomar satisfaccion por su misma mano, y
esto dió orígen á la segunda época.
Esta era aquella en que se castigaba mas bien el daño hecho que la
ofensa á la moral; y desde luego, el ofendido podia estipular por la in
demnizacion del daño; los parientes del muerto podian negociar el res
cate del asesino.
Mas despues quiso la sociedad vengar la injuria que á ella se hacia,
el delito se castigaba no tanto porque quebrantaba el derecho de otro,
como porque era contrario á la autoridad de la sociedad; esta es la épo
ca de la expiacion. No bastaba la satisfaccion del daño hecho, ni el per
don del ofendido; el órden se habia alterado, y era necesario hacer su
frir al delincuente para restablecer el equilibrio moral, para aplacar á
la Divinidad ofendida.
Creemos estar ya cerca de la época en que la sociedad no hará uso
sino de la pena necesaria para su conservacion, y el cumplimiento de
su objeto, dejando á Dios el cuidado de castigar la ofensa á su justicia.
No está de mas observar, que la Iglesia de Jesucristo (la Inquisi
cion no es la Iglesia de Jesucristo) no ha aplicado jamas las penas cor
porales sino á los que se sometian voluntariamente á ellas. El dolor
que aplaca á la Divinidad no es el del cuerpo sino el del alma.
11
140 EL CRISTIANISMO

plicar este derecho, ya sea el de la defensa, ya el del pacto


social; bien sea el del sentido comun, bien el de la justicia,
siempre obtendremos por resultado que los objetos de la
pena quedan reducidos á tres, á saber: impedir la reinci
dencia; corregir, es decir, trasformar, no maltratar al de
lincuente; y dar ejemplo á los demas; y esta última parte es
mas bien accidental, como consecuencia indispensable,
que objeto principal; porque el medio que debe adoptarse
para instruir á los pueblos, no es presentarles ejemplos de
sufrimientos y dolores, sino darles lecciones y ejemplos
de bien obrar. Son estos, pues, los objetos que deben pro
ponerse las sociedades al usar del derecho de castigar.
Nada hemos dicho de la expiacion, de esa especie de
satisfaccion ó restitucion por parte del alma que ha alte
rado el órden universal, entregándose á un placer ilíci
to, y que debe por lo tanto manifestarse dispuesta á re
nunciar á él, y á tomar una parte de los males que afli
gen á la humanidad, en cambio de la parte de placeres
que tomó sin pertenecerle. Mas el mismo nombre de peni
tencia, que es el que indica el medio de expiacion, significa
el arrepentimiento, el dolor de haber faltado á su deber,
y la disposicion á sufrir todos los males ántes que volver
á delinquir. Para expiar una falta, es necesario elevar
se en espíritu hasta postrarse ante el trono del Altísi
mo, pedirle perdon y misericordia por una falta que ha
tendido á trastornar sus santas miras, derramar lágrimas
de dolor y cubrir el cuerpo de ceniza, símbolo de las mi
serias de la humanidad, ántes que volver á pecar. He
aquí la verdadera idea de lo que se llama expiacion, y la
razon por qué la excluimos de los objetos de la pena. La
expiacion supone un acto de la voluntad; no hay expia
ción, por grandes que sean los males que se sufran, mién
tras no hay dolor en el alma del que sufre. Cuando la so
ciedad aplica á un criminal una pena dolorosa, con el
pretexto de hacerle expiar, no hace mas que aumentar
la indignacion de ese hombre contra el órden que no
quiere reconocer, y que sin embargo le hace sufrir; y si
se abstiene de reincidir por el temor del castigo, miéntras
Y LA LIBERTAD. 141

dure su recuerdo estará salva la sociedad, pero el reo no


ha expiado; su alma está en deuda con el órden univer
sal, la sociedad ha sido impotente para obligarle á satis
facer. La correccion moral se consigue por medio de la
persuasion, no por la violencia y el terror.
Nunca llegaremos á admirar como lo merece la profun
da sabiduría de la teoría cristiana, cuando por pena á los
que quebrantan sus santos preceptos, solo impone la ez
comunion : la penitencia satisfactoria no viene sino des
pues del arrepentimiento, despues del dolor del alma que
es la verdadera expiacion. El cristiano que se hace in
digno de pertenecer á la sociedad de los discípulos de Je
sucristo, debe inmediatamente salir de ella. Solicita nue
vamente su admision ! Es preciso que dé pruebas de que
está corregido, y que prometa á la sociedad no solo con
sus palabras sino con sus actos que no volverá á delin
quir; es preciso que erpie, es decir, que se manifieste dis
puesto á sufrir y padecer ántes que faltar á su deber: no
ha sido otro el objeto de las penitencias públicas; no
otro es el objeto de las penitencias privadas; por eso no
se imponen ni se han impuesto jamas sino á los que vo
luntariamente se someten á ellas, ó lo que es lo mismo,
á los que están corregidos en lo moral, ántes de serlo en lo
físico, y que parece que hablan así á su Criador ofendido:
“No, Dios y Señor nuestro, no es por placer, no es en
busca de la felicidad que debemos obrar, sino por obe
diencia á vuestra santa voluntad, por respeto al órden
universal, por sometimiento al deber; aunque de hacer
lo así nos resultaran penas, obedeceriamos, y en prueba
de ello refrenaremos nuestras pasiones y cubriremos nues
tros cuerpos de cilicio.”
He aquí la filosofía de la penitencia. Por eso era ma
la, detestable la Inquisicion, porque obligaba á expiar
sin que precediese el arrepentimiento, haciendo lo que
siempre han hecho y hacen todavía los gobiernos, impo
ner el sufrimiento, el dolor, la pena, sin que preceda la
transformacion moral, sin que se someta la voluntad por
la fuerza de la persuasion sino por la fuerza del tormento.
142 EL CRISTIANISMO

El derecho de castigar nace de donde nacen todos los


derechos del hombre y de la sociedad, de las necesida
des impuestas por el fin á que están destinados. Todo
aquello que es necesario para alcanzar el legítimo obje
to, todo lo que es necesario para cumplir el deber es un
derecho, siempre que no impida el cumplimiento del de
ber de los demas.
Ahora bien, la sociedad se ha formado para dar garan
tías á los derechos individuales; la sociedad, pues, ten
drá el derecho de castigar siempre que sea necesario pa
ra conservar incólumes los derechos individuales.
Es falso, pues, el sistema que funda ese derecho en los
sentimientos de la conciencia, en ese instinto de justi
cia, que hace desear el castigo del criminal, y que no se
encuentra satisfecho hasta que le ve arrepentido; porque
la sociedad no tiene deber ni posibilidad de satisfacer to
dos los instintos del hombre; y porque ese mismo deseo
del castigo se convierte en compasion por el criminal al
verle sufriendo ó en manos de quien tiene el poder de
hacerle sufrir; de donde resulta, que al caer el delincuen
te en manos de la autoridad, todos los corazones sensi
bles se ponen de su parte, y ven con ceño á los carcele
ros de aquel, ya no criminal sino desventurado, que pe
can siempre por exceso de rigor, no por misericordia. Es
to mismo se ve de manifiesto cuando se recuerda, que el
castigo no es proporcional á la ofensa que se ha hecho
á la moral, sino la amenaza que turba la tranquilidad
de la sociedad. Un infanticidio causa mas horror que un
simple homicidio; sin embargo este necesita castigo;
aquel, apénas un consejo; porque no hay probabilidades
de que se repita este, y sí aquel. Si el objeto de la pena fue
ra satisfacer ese instinto de moralidad y justicia comun á
todos los hombres, seria necesario, por ejemplo, castigar
con la misma pena y quizá con una mayor, al que deja
morir de hambre á uno de sus semejantes, cuando gas
ta caudales en diversiones y desórdenes, que al que le
hiciera á ese desdichado el favor de romperle una vena
para que descansara mas pronto. Aun mas, seria necesa
Y LA LIBER"I'AL). 143

rio castigar hasta el pensamiento de delinquir, cuando


pudiera ser conocido, porque la moral es ofendida por la
sola intencion tanto como por el hecho; y sin embargo, se
sabe que la sociedad no usa del derecho de castigar, sino
cuando ha sufrido un mal positivo.
Este sistema merece con propiedad el nombre de sis
tema del sentido comun, pues aunque su autor, Rossi,
seguido en un todo por Pacheco, lo llama de la justicia,
lo que llama justicia es lo que la conciencia del género hu
mano reputa por tal. El sistema de estos autores vendrá
á ser el mismo que nosotros sostenemos, cuando el crite
rio del sentido comun esté acorde con el verdadero cri
terio de la verdad, que es la razon ilustrada por la ob
servacion. Pero ellos, segun dice Rossi, no dan un solo
paso fuera del modesto asilo del sentido comun, olvidando
sin duda que este asilo es una tienda de campaña sin lu
gar fijo, que sigue siempre la marcha de la humani
dad, deteniéndose cuando esta se detiene, avanzando
cuando ella avanza. El sentido comun no hace mas que
dar la solucion temporal de los principios de eterna ver
dad, miéntras les llega la época de recibir su solucion
inmutable de la verdadera ciencia, que solo recibe sus
luces de la razon (*).
Este no puede ser el carácter de LA JUSTICIA ETERNA,
que es siempre la misma cualquiera que sea el estado de
la humanidad.
Así pues, las objeciones que hagamos á ese sistema se
referirán mas bien á su imperfeccion, proveniente del cri
terio que usa, que á su esencia misma; pues está identifi
cada con la del verdadero sistema que es el de LA JUSTICIA,
ó sea la interpretacion de las leyes de la naturaleza por
medio de la razon.
La justicia es la que concede á la sociedad el derecho
de castigar; pero la sociedad para usar ese derecho de
be solo consultar sus necesidades: la sociedad no puede
castigar sino cuando está para ello autorizada por la jus
() En este lugar se toma sentido comun por consentimiento comun ;
la diferencia de estas dos frases la hemos dado ya.
144 EL CRISTIANISMO

ticia; pero no tiene el deber de usar de ese derecho siem


pre que la justicia se lo concede, sino cuando el cumpli
miento de su fin se lo exige.
Tan cierto es que los partidarios del sentido comun
marchan á ciegas, que Rossi define la moral, diciendo
que es la reflexion aplicada á las revelaciones de la con
ciencia humana. Las revelaciones de la conciencia huma
na son el sentido comun; y el sentido comun puede ser
vir de criterio no de principio de verdad. Cuando el re
sultado de nuestras reflexiones está acorde con el sen
tido comun, tenemos un poderoso motivo mas para ase
gurar su certeza; pero su falta de conformidad no bas
taria por sí sola para hacernos negar su verdad. Si con
cediéramos tanta importancia así al sentido comun, la
humanidad quedaria expuesta al inminente peligro de la
inmovilidad: todos los errores podrian llegar á ser ver
dades por prescripcion.
Y no se crea que es de poca importancia este modo de
ver la cuestion; que es con este método que se llega á
la legitimacion de cuantas crueldades y horrores han man
chado la historia de la legislacion, y que han justificado
la asercion de Rossi: “ Los legisladores han luchado en
, maldad y en ferocidad con los malhechores. Muchas
, veces han quedado vencedores en esa espantosa lucha.
, Nada ha sido respetado, ni el carácter severo de la jus
, ticia, ni el pudor, ni la humanidad.”
Como la regla de los que siguen el sistema del sentido
comun, es el sentimiento de la generalidad, y este se
atempera al estado de civilizacion de cada época, no hay
por qué no justificar en la ocasion correspondiente, los
tormentos y las hogueras, y cuantas atrocidades está ex
puesta á cometer la multitud en un momento de indig
nacion. Bien notorio es el instinto de ferocidad que se
apodera aun de las almas tímidas, al recibir las primeras
noticias de uno de esos crímenes que escandalizan á la
humanidad.
El fin de la pena, segun estos criminalistas, es resta
blecer el equilibrio moral alterado por el mal, resultado
Y LA LlBERTAD. 145

del delito; y para ello, hacer un mal semejante al delin


cuente. Gracioso equilibrio que se restablece agregan
do cantidades de una misma especie Se ha derramado
la sangre por un particular, pues es preciso que la socie
dad la derrame á su vez para no quedarse á ménos. No
es así como se restablece el órden ó sea el equilibrio mo
ral: la indignacion que su trastorno produce en la con
ciencia de la humanidad, cesa cuando el criminal está
arrepentido, cuando su voluntad se somete al deber; sin
que se cuenten las lágrimas que derrama ni los quejidos
que el dolor le arranca; sino cuando esas lágrimas y ese
dolor vienen del arrepentimiento: el órden queda resta
blecido, cuando el delincuente reconoce el mal que ha
hecho y se propone no repetirlo.
Así es que si preguntamos á esos publicistas ¿qué co
sa es justicia ! responderán: Justicia, en su parte penal,
son palabras de Rossi, no es mas que el mal remunerado
con el mal con moralidad y medida. Y adviértase que es
ta definicion es de la justicia en su parte penal; que si se
les pregunta qué es justicia en general, responderán: lo
que la conciencia tiene por tal. Luego añade Rossi: don
de no hay expiacion no hay justicia. Ya hemos dicho cuál
es el verdadero significado de la palabra expiacion. Su
poner que la expiacion es volver mal por mal, es atribuir
al SUPREMo JUEz la mas baja de nuestras pasiones, la
venganza; es suponer que la JUSTICIA INFINITA no se sa
tisface sino viendo correr las lágrimas de los ojos del de
lincuente; lágrimas arrancadas no por el arrepentimien
to sino por la desesperacion.
Si la regla del derecho de castigar fuera la justicia ab
soluta, deberian castigarse no solo las infracciones de los
deberes para con los demas, sino tambien la de los deberes
para con Dios, y para con nosotros mismos; y la socie
dad no solo no debe castigar esas acciones, por estar fue
ra de su legítimo objeto, sino que ni aun en las infraccio
nes de la primera especie usa siempre de ese derecho;
solo lo usa cuando no bastan para conseguir su objeto la
sancion natural, ó la de la opinion pública; las medidas
de policía, ó la reparacion civil.
1.46 EL CRISTIANISMO

Finalmente, cuando llegan los sostenedores de la jus


ticia del sentimiento á señalar á la sociedad el límite del
derecho de castigar, se uniforman con nuestro sistema, y
convienen en que aunque la regla de ese derecho es la jus
ticia, su límite es la conservacion del órden; y la con
servacion del órden no es otra cosa que la realizacion del
fin social. Así es que, como ya lo hemos dicho, el error
de estos autores consiste en que no conocen el verdade
ro criterio de la justicia.
Y esto es tan cierto, que Pacheco comete la inconse
cuencia de aceptar la utilidad no como regla, pero sí co
mo criterio; lo cual viene á ser lo mismo que erigirla en
principio; tanto mas cuanto que el comun de los hom
bres no puede aplicar el principio sino el criterio; por
que es mas natural y fácil juzgar á posteriori que á prio
ri. El error de Pacheco nace de que en el lenguaje co
mun se usa con mucha frecuencia de la palabra utilidad,
como para legitimar los actos que no están bien caracte
rizados. DEBo hacer esto porque es útIL, se dice vulgar
mente; pero lo que quiere decir útil en este caso es con
veniente al propio desarrollo ó al de otro; conforme con
el fin propio ó con el ajeno. Ridículo seria, hasta rayar
con la impudencia, que se usase de la palabra utilidad
para legitimar simplemente el placer. Júzguese de esto
por los ejemplos siguientes: “ es útil dormir de dia, por
que gusta:” “ es útil tomar licor porque embriaga,” ó
bien: “ es útil robar porque se aumenta el caudal:” “es
útil matar porque se satisface la venganza.” El que así
hablase tendria bastantes títulos para ser calificado de ne
cio ó de descarado. Solo pueden calificarse de útiles, en
el sentido moral de esta palabra, las acciones que con
tribuyen á la conservacion ó al desarrollo de nuestro ser;
sin que baste esto para su legitimacion, pues es necesa
rio tambien para que sean buenas, al mismo tiempo que
útiles, que no ataquen el derecho de los demas. Son úti
les los placeres no en cuanto nos hagan pasar un rato
olvidados de la existencia, sino en cuanto contribuyan
á la salud del cuerpo, al descanso del espíritu ó á la ins
Y LA LIBERTAD. 147

truccion. Si los placeres no producen ninguno de estos


resultados, ni tampoco los contrarían, son indiferentes;
si son contrarios á esos fines, se convierten ya en infrac
ciones de las leyes morales.
Todo lo que es justo es útil para aquel que recibe el
cumplimiento de su derecho, pero no siempre para aquel
que tiene que cumplirlo; pero todo lo que es útil á un
individuo porque contribuye al cumplimiento de su fin,
no siempre es justo. Nada mas útil para un amo que el
servicio de sus esclavos, pues de este modo queda libre
del deber de mantenerse con el sudor de su frente, y pue
de consagrarse libremente al desarrollo de su espíritu y
de su corazon; pero nada es tampoco mas injusto, pues
to que reduce la naturaleza de sus esclavos á la del bruto.
Y téngase esto presente para cuando enumeremos los
absurdos que se deducen del sistema utilitario, pues solo
lo hemos apuntado desde ahora para manifestar las con
secuencias del sistema que solo toma por regla de inter
pretacion de la justicia eterna el sentido comun. Por lo
demas, oigamos cómo destruye el mismo Rossi toda su
teoría.
“ Distínguese el delito legal del moral, dice este autor,
, en que la decision de si un acto inmoral debe ser ó no
, comprendido en el catálogo de los delitos previstos por
, la ley positiva, depende de las necesidades de la socie
, dad, de las ventajas que puede prometerse y de los in
, convenientes que puede temer de la aplicacion de la
, justicia penal al acto de que se trata. -

“ Luego tambien nosotros venimos al sistema de la ne


, cesidad y de la conveniencia. Consideramos la conve
, niencia como motivo, y como medida restrictiva, y por
, ella entendemos los menesteres del órden social, conside
, rado como un medio primeramente de alcanzar el bien,
, y en segundo lugar el bienestar (*).
“Nosotros no decimos: el derecho de castigar no es
(*) Por supuesto que si se le preguntara qué cosa es bien, qué cosa
es bienestar, diria lo que el comun de las gentes tenga por tal. Bien
pobre es esta filosofía !
148 EL CRISTIANISMO

» mas que el interes, y puede ir tan léjos como este lo


» exija; sino que decimos: el derecho de castigar nace
» del órden moral; jamas puede traspasar la ley moral
, ni tampoco seguirla en todo rigor; debe detenerse en
, el punto en que no reclame ya nada el interes general.
». Así pues, la conveniencia no es para nOSOtros ni el orí
, gen del derecho, ni una medida absoluta, sino una me
, dida restrictiva................ 33

Véase, pues, cómo el derecho de castigar queda re


ducido á lo que necesita la sociedad para cumplir su fin;
y nótese tambien la vaguedad con que discurren los au
tores que no llegan nunca á conocer en qué consiste la
justicia, y que por esto exponen á la humanidad á ser
víctima de los mas lastimosos extravíos.
El derecho de defensa no basta á resolver las cuestio
nes á que da orígen el derecho de castigar, porque ade
mas de que la defensa solo tiene por objeto rechazar el
mal de presente, ella se ejerce contra todó el que nos ame
naza, aunque sea un ser incapaz de imputabilidad mo
ral, El derecho de castigar tiene por objeto corregir el
mal moral, y este consiste en la intencion: Ila Ce maS
bien del quebrantamiento del deber propio, que del ata
que al derecho ajeno.
El sistema del pacto social es tan pobre como el de la
utilidad, quizá no se diferencian sino en el nombre. Am
bos hacen al hombre dueño de su destino, árbitro de SUl
suerte y de la suerte de la humanidad entera. Segun estos
sistemas el hombre vive en sociedad si quiere y porque
quiere; ambos ponen al hombre en presencia del hom
bre, no armado de un derecho sino de una consideracion
que le estimula á respetarle, no porque él valga la pena,
sino porque á su adversario le conviene para ser respeta
do á su vez. Estos son los sistemas mas degradantes pa
ra la humanidad; y sin embargo han sido los mas acep
tados por sus falsos amigos, que creen hacerle un favor
independizándola del poder de Dios para dejarla dueña
de sí misma, aunque solo con la posibilidad de labrar su
propia desgracia. El sistema del pacto social es falso con
Y LA LIBERTAD. 149

una falsedad que raya en lo ridículo; el de la utilidad es


impío con una impiedad que raya en el ateismo.
El sistema del pacto social solo ha podido ser imagi
nado por el filósofo que creia que el hombre habia nacido
para vivir en el aislamiento; por lo que, sin duda, dejaba
á su arbitrio entrar ó no en relaciones con sus semejan
tes. Mas aun, ese sistema que sin duda es la basa del
moderno liberalismo, supuesto que es el único fundamen
to de la soberanía del pueblo, es al mismo tiempo la le
gitimacion de toda especie de despotismo, no solo por
que deja al hombre á disposicion de la voluntad social,
sino tambien porque de ese sistema al de Hobbes no hay
mas intermedio que la célebre ley régia de los Romanos.
El sistema utilitario cuyo verdadero autor es Helve
cio, no es ménos favorable al despotismo, pues desnuda
al hombre de todo derecho, le exime de todo deber, y
apénas le deja otra arma que la fuerza con que cuenta
para hacer triunfar su interes. En ese sistema no hay que
hablar de derechos individuales: el derecho en él está
reducido al aumento del placer, al ahorro del dolor. Ni
se diga que la utilidad se toma en este ó en aquel senti
do, pues eso seria crear un nuevo sistema, no explicar el
de Helvecio y Bentham: la utilidad para estos autores
no es mas que el interes individual, mas ó ménos pru
dente, pero siempre al arbitrio del juicio privado. Y co
mo si quisiesen evitar toda interpretacion póstuma, capaz
de desfigurar su sistema, y quitarle su mérito y origina
lidad, penetran hasta el fondo de la cuestion y aseguran
que toda ley es un mal; y tienen razon para decirlo así,
si han de ser lógicos, porque la ley no tiene otro objeto
que consagrar un deber y asegurar un derecho á la co
munidad, y desde luego toda ley quita alguna ventaja al
interes privado, cierra un camino á la satisfaccion de los
antojos de la voluntad individual.
Ahora, cuando el hombre se resuelve á entrar en so
ciedad con sus semejantes, para prestará su interes el
apoyo de la fuerza comun, y se somete con tal objeto á
la autoridad del mayor número, es claro que debe reco
150 EL CRISTIANISMO

nocer como regla suprema de direccion y justicia el inte


res de la mayoría. Hay intereses encontrados; pues bien,
el de los mas debe prevalecer sobre el de los ménos: no
hay bien ni mal absoluto; no hay justicia ni injusticia,
sino en la obediencia ó la resistencia á lo que mande la
ley, que deberá por lo tanto ser definida, el querer del
mayor número, ó el de su legitimo intérprete.
Véase, pues, cómo el sistema de la utilidad nos con
duce al mas cruel é insoportable despotismo; porque es
el despotismo del hombre solo: el despotismo teocrático,
siquiera deja un Dios á quien temer; el despotismo uti
litario no reconoce mas límite que el de la posibilidad.
Así, no hay ninguna razon, como dice Rossi, para que
en una nacion que se compusiera de cinco millones de
habitantes, por ejemplo, tres matasen á dos, cuando así
lo creyesen conforme con su interes; y cuando queda
sen tres, dos á uno, y así en lo sucesivo hasta que que
daran dos hombres solos, en cuyo caso el uno mataria al
otro, si tenia pasion por la soledad.
La libertad y la civilizacion son incompatibles con el
sistema utilitario, porque su objeto no es buscar la per
feccion de la humanidad, sino la satisfaccion de la vo
luntad de la mayoría: el bien y el mal no son mas que
variantes de sus caprichos. La justicia es la ley.
Mezquino y fútil sistema ! Por mas leyes que se hi
cieran para mandar á los padres á delatar á sus hijos, nun
ca serian obedecidas: por mas penas que se impusiesen
á los que dieran de comer al hambriento, siempre el hom
bre que siente las pulsaciones de un buen corazon, se ex
pondria á sufrirlas todas ántes que pasar por el dolor de
ver morir de hambre á uno de sus semejantes.
Tan falso es que solo lo que la ley manda es bueno, y
lo que prohibe malo, que las leyes de todas las socieda
des han supuesto siempre un principio de direccion, un
gérmen de órden en el corazon de todos los hombres, y
es de aquí que nace aquel principio, la ignorancia del
derecho no favorece á nadie, justo solamente respecto de
las leyes civiles que son conformes con las naturales. De
Y LA LIBERTAD. 151"

otro modo, habria sido necesario reglamentar hasta los


mas insignificantes actos de la vida. Las leyes han su
puesto siempre el instinto intelectual que inspira el amor
al órden, el sentimiento del deber. Las leyes suponen lo
que la historia de la humanidad revela; que no hay hom
bre, por depravado que sea, que no conserve en su cora
zon alguna semilla de bondad. Los degolladores del 2
de Setiembre en las prisiones de Paris, dejaban ver en
sus rostros rayos de alegría cada vez que se concedia la
vida á alguna de sus víctimas. El corazon del hombre
necesita el bien, como las plantas la luz; como los seres
animados el aire que respiran.
En fin, la teoría de la utilidad es el entronizamiento
del sensualismo y la proscripcion de la razon: ella no re
conoce ideas sino sensaciones; prescinde de la existen
cia del espíritu, solo atiende á la del cuerpo. Los parti
darios de esa teoría, si quieren ser consecuentes, deben
seguir mas bien sus instintos que sus convicciones; y bien
conocida es la suerte del hombre que sigue sus instintos
sin dar oido á la voz de la razon. La venganza adorme
ce dulce y suavemente el ánimo ofendido, que solo des
pierta al grito del deber: el orgullo levanta rudas tor
mentas en nuestro corazon, que solo se aplacan con la
calma del buen juicio.
No es filosófico un sistema que suprime la basa de la
filosofía, la razon.
La verdadera filosofía reconoce que la naturaleza del
hombre le da el sentimiento del deber, al mismo tiempo
que le da la razon para distinguir la voz de la concien
cia del grito de las pasiones. Las reglas que debe seguir
el hombre se las enseña LA MoRAL; los medios que tiene
para cumplir esas reglas el DERECHO NATURAL : la socie
dad civil no tiene otro objeto que garantizar la inviolabi
lidad de estos medios.
La sociedad, pues, se constituye responsable de los
derechos del hombre, y por esto tiene no solo el derecho
sino el deber de impedir su violacion, no tan solamente
defendiéndole, haciendo reparar el mal ya hecho, recuperar
152 EL CRISTIANISMO

el derecho perdido, sino tambien tomando garantías para


lo futuro, garantías que solo se encuentran en la correc
cion moral, en la transformacion del delincuente. He aquí
el legítimo fin de lo que se llama pena.
Así, todo lo que la sociedad haga mas allá de estos fi
nes, está fuera de su derecho. Y ya podemos juzgar de
la definicion de la pena, á que la rutina, la rutina que
podria definirse la negacion del pensamiento, ha conce
dido el derecho de prescripcion en el campo de la cien
cia. Paena est malum passionis, quod infringitur ob ma
lum actionis. No sabemos á la verdad, cómo ha podido
usarse por tanto tiempo esa definicion, para dar á cono
cer la accion de la justicia, cuando no es sino la accion
de la venganza. Ensáyese, si no, otra definicion de la
venganza, y no se hallará: mal que se hace sufrir por el
mal que se ha sufrido ya: mal por mal, ojo por ojo, dien
te por diente. Esa era la justicia de los pueblos infantes;
de los pueblos que no conocian mas razon que la lanza y
la espada; de los pueblos que administraban la justicia
sub hasta. Pero es porque esas sociedades no conocian
mas autoridad que la de la fuerza; para nada usaban de
la razon; en ellas no se dirigia al hombre por las con
vicciones de su espíritu, sino por el dolor y el temor de
la muerte.
Es verdad que esta y no otra es la inspiracion que han
seguido la mayor parte de los criminalistas al estable
cer la teoría de las penas. Parece que han considerado
al poder social como á un domador de fieras, que con
su vara de hierro encendida en la mano, las obliga á eje
cutar los movimientos que les ordena. Por eso el céle
bre autor de la legislacion utilitaria, reduce la teoría de
las penas á un sistema numérico, y enseña á llevar los
libros de cuentas morales por partida doble; asentando
en el haber las penas, en el debe los placeres, y debien
do hacerse el balance cada vez que ha de ser juzgado al
gun hecho. Si resulta mayor la suma de los placeres pro
ducidos por la accion de algun individuo que la de los
males, se le regala el sobrante de los placeres en re
Y LA LIBERTAD. 153

compensa; si la de los males es mayor, se le da lo que


sobra y un poco mas, por prevencion y ejemplo á los de
mas. Y como para llevar esos libros se debe saber mane
jar el termómetro moral, á fin de poder graduar el pla
cer ó el dolor que resulte de cada accion, y asentar las
correspondientes partidas que van á dar luego el balan
ce liquidador, forma sus tablas y asienta en ellas todos
los placeres y dolores de que es capaz un hombre. Así,
por ejemplo, si un hecho produce á la sociedad tres gra
dos de mal, que han sido tres grados de placer para su
autor, deberán aplicársele tres grados de dolor, mas la
compensacion que ha debido ya hacer, mas un grado por
prevencion, ó sea como interes de lo que habia tomado
á cuenta de la suma de placeres que no le pertenecian.
Mas todavía: como es un principio de mecánica, que
aumentando la velocidad se aumenta la fuerza, se com
prende, que miéntras mas pronto se aplique la pena, ma
yor será la intensidad de una cantidad dada, y desde
luego puede conseguirse el mismo efecto con una pena
menor aplicándola en breve tiempo, que con otra mayor
en un tiempo mayor.
Pero de aquí podria deducirse legítimamente, que si
el delincuente pudiera probar que el goce que habia ex
perimentado en la ejecucion del crímen era tan grande,
que no seria posible equilibrarlo nunca con el mal sufri
do por la sociedad, deberia ser perdonado, si no recom
pensado. La sola posibilidad de esta inmoral suposi
cion, manifiesta la inmoralidad del sistema
Parecerá sin duda que nos hemos complacido en des
figurar el sistema utilitario. Por desgracia, cuanto hemos
dicho se deduce palmariamente de los escritos de su mas
célebre autor. Pondérase hasta la exageracion la sencillez
y exactitud de este sistema; pero no se recuerda hasta
qué grado de abatimiento lleva al hombre, cuando so
mete su espíritu á número, peso y medida.
Es necesario examinar completamente la naturaleza
de las cosas, porque en eso consiste la verdadera filoso
fía. La sociedad al castigar, no se propone hacer mal á
154 EL CRISTIANISMO

nadie sino bien á todos. Aplica una pena para traer al


delincuente al buen camino, de donde no ha debido nun
ca separarse; no por el placer de verle derramar lágri
mas, pues de este modo se expone mas bien á extraviar
le cada vez mas. Le priva de su libertad para que no re
pita su mala accion, y le detiene hasta que dé garantías
de que no volverá á delinquir; y miéntras tanto y á fin
de conseguir su objeto, le obliga á reflexionar sobre su
deber, y desde luego sobre su verdadero y legítimo in
teleS.

Así es, que la única pena que tiene el poder de llenar


su verdadero fin, y desde luego la única legítima, es la
prision penitenciaria. Esta pena no hace sino el mal in
dispensable, cual es la coartacion de la libertad personal:
facilita el arrepentimiento y la reforma del criminal por
medio del trabajo y de la instruccion moral; y consigue el
fin accidental de dar ejemplo á los demas, pues al mismo
tiempo que les presenta el espectáculo de un hombre pri
vado de su libertad, porque se ha hecho indigno de usar
la, no trueca tan pronto el sentimiento de justicia en
compasion; tanto ménos cuanto que siempre le queda al
reo la esperanza de recuperarla, haciéndose otra vez dig
no de ella.
Así es que creemos que la prision nunca deberia ser
perpetua, sino por el tiempo necesario para la correccion
del criminal. Un hombre que se ve arrojado en una pri
sion para toda su vida, no pensará ya en otra cosa que
en el modo de escaparse de ella; y no tendrá para cor
regirse el fuerte estímulo que le daria la esperanza de sa
lir, tanto mas pronto cuanto mejor se portase. Las penas
perpetuas llegan á ser injustas, porque llega un tiempo en
que siguen obrando sobre un hombre ya corregido. Solo
los monomaniacos son incorregibles, y estos seres no son
objeto de las penas, sino de la compasion de la sociedad.
Vista la pena bajo este aspecto, es decir, como desti
nada solamente á conseguir la correccion del delincuen
te, pierde todo lo que tiene de horroroso, y se llega á con
cebir la existencia de una sociedad sin verdugos, sin ca
Y LA LIBERTAD. 155

denas, sin grillos, sin patíbulos, sin la necesidad, en una


palabra, de tener una parte de sus miembros sufriendo
y llorando, para que los otros rian y gocen. Las cárce
les no serian entónces lugares de terror y de desespera
cion, sino de compasion y de arrepentimiento: los car
celeros no desempeñarian el papel de cómitres, sino el de
tutores de los hombres extraviados: los jueces no serian
considerados como enemigos, sino como protectores de
los que por su imprudencia quedan equiparados á los me
nores de edad; se concluiria, en fin, la profesion del
verdugo, (no deja de haber verdugos en las naciones en
que no se ahorca sino se fusila, la diferencia es en su con
tra, porque el número de verdugos es mayor) y en su lu
gar se pondrian maestros de moral.
En el estado actual de la legislacion en que la pena es
considerada como mal por mal, dolor por dolor, no sa
bemos en qué se diferencia el fiscal del verdugo: este
ejecuta lo que aquel consigue, casi siempre ménos de lo
que pide: este pone fin á los padecimientos que aquel
procura aumentar: este es el instrumento, aquel la ma
no que lo mueve. No dudamos que el reo verá siempre
con ménos saña á su verdugo que á su fiscal.
Y no se grite: escándalo insulto á la sociedad! Noso
tros no hacemos mas que presentar la historia de lo
que han sido y son las leyes penales. No es culpa del
pintor que el retrato tenga una fisonomía repulsiva, si se
parece al original.
Oh! ¡ Por qué no ha de ser concedido á los corazo
nes sensibles suspender los quejidos que les arranca el do
lor, para extasiarse esperando en el porvenir que les pro
mete el desarrollo de la civilizacion cristiana !
No hay obra alguna de civilizacion á la cual deban
las sociedades dirigir con mas ahinco su atencion, que
al estudio del sistema penitenciario. Si la parte de la hu
manidad que tiene monopolizado el uso del pensamien
to fuese la destinada á poblar las prisiones, ya estas ha
brian llegado al grado de perfeccion á que han alcanza
do los teatros, los caminos de hierro, los telégrafos, y to
12
156 EL CRISTIANISMO

dos esos otros inventos destinados á los goces de la par


te afortunada de la sociedad. Juan Howard, llamado el
padre de los presos por haber dedicado su vida al estudio
y mejora de las prisiones, fué llevado al ejercicio de ese
santo ministerio, por la desgracia que tuvo de caer pri
sionero en poder de un corsario frances, y con esto oca
sion de convencerse de que léjos de ser ellas estableci
mientos de correccion, eran en su mayor parte lugares
de tormento, sentinas de corrupcion moral; y despues
de haber propuesto varias medidas conducentes á la re
forma de ellas, concluye así: “El hombre perverso es un
, ser depravado, el cual se purifica en el recogimiento de
, una calma silenciosa; las horas que el hombre pasa en
, un estado semejante, son muy oportunas para traer to
, das las fuerzas de su mente hácia un punto determina
, do; así es que la meditacion y el silencio llevan por el
, buen camino un número considerable de extraviados y
, de criminales, que mediante los castigos mas severos no
, volverian al amor, al órden, á la honradez (*).”
Es tanto mayor el deber de la sociedad de ver con lás
tima á los desgraciados que tiene que corregir, cuanto
que por lo regular no les dirige la palabra sino para re
convenirlos por sus culpas, ocasionadas en su mayor par
te por la falta de educacion; para aplicarles leyes cuya
promulgacion no le consta que se haya hecho llegar has
ta ellos; para enseñarles sus deberes, no por medio de
la persuasion y la conviccion, sino por medio de los azo
tes y de las cadenas.
La sociedad publica sus leyes, y concluye diciendo:
“ La ignorancia del derecho no favorece á nadie” Y bien,
¿cuáles son los medios que adopta para hacer saber sus
leyes á sus miembros ! Sabe acaso si han llegado á oi
dos de todos ! ¡Y aun cuando pudiera atestar esto, está
(*) El sistema que propone Howard, y que es el que ha dado mejo
res resultados en la práctica, es la reclusion celular durante la noche,
y el trabajo en comun, con clasificacion de presos, durante el dia. Por
supuesto que cualquiera que sea el sistema que se adopte, siempre se
debe contar con la instruccion moral, que debe darse al preso desde que
entra hasta que sale de la prision.
Y LA LIBERTAD. 157

segura de que hayan sido comprendidas!........... ¡La or


denanza militar establece duras penas, pero á lo ménos
no las aplica sino á aquellos á quienes consta que han
sido leidas . La sociedad en lo general no se toma este
trabajo: el que quiera conocer las leyes, que delinca; la
sentencia que le condene se las hará entender.
Si las sociedades quieren ahorrar el uso del triste de
recho de castigar, que esparzan la semilla de la moral,
que eduquen á sus miembros, que respeten la religion cu
ya sancion es la única verdaderamente eficaz. Miéntras
tanto, moderen sus penas, ya que la mayor parte de los
delitos nacen del abandono en que se tiene á la clase des
heredada de cada nacion.
Algunos consideran como uno de los efectos de la pe
na la intimidacion al culpable y á los demas; que no es
otra cosa que un mal que se hace fuera de los legítimos
fines de la pena, para que tanto el delincuente que es ob
jeto de ella, como todos aquellos á cuyos oidos llega la
noticia de su castigo, tengan presente este mal y lo agre
guen al cálculo que determine su accion, cuando sien
tan tentaciones de delinquir.
Es necesario tener muy mala idea de la naturaleza hu
mana para creer que solo las sensaciones sean los móvi
les de sus determinaciones: el que se abstuviese de de
linquir solo por temor á las penas, no estaria separado
del crímen sino por la vigilancia que sobre él ejerciese
la sociedad. Pero no es el temor á las penas lo que con
tiene á los hombres, es el horror que siente siempre el
corazon humano por el mal. “Toda ley es violada, por
, que el hombre es imperfecto; pero de diez delitos que
, dejen de cometerse, la abstinencia en un caso se debe
, al temor del castigo de los hombres, en los nueve res
, tantes á los principios morales, al sentimiento del ho
, nor, á la vergüenza de envilecerse á los ojos de sus se
, mejantes, y á la creencia en unos firme y en otros va
, ga, de que todo no termina en la vida, y de que hay al
, gomas allá del tiempo (*).” El temor de la pena no
(*) Fermin Toro.
158 EL CRISTIANISMO

dura mas que lo que dura su recuerdo, y este pronto de


saparece; así como el que sufre á consecuencia de los
placeres de la mesa, solo espera salir de su enfermedad
para repetir sus excesos. La correccion moral del delin
cuente es la que puede dar garantías á la sociedad, no
los sufrimientos que le haga experimentar, que estos mas
bien pueden indignarle y hacerle faltar nuevamente por
despecho. El mas leve mal que se haga á un delincuen
te fuera del fin legítimo de la pena, es tan injusto como
el castigo que se impusiese á un inocente, solo para re
cordar á los miembros de la sociedad, que ella está en
posesion del derecho de castigar; pero una sociedad se
mejante no estaria distante de llegar á dar razon al que
dijo que el derecho de castigar en manos de la autoridad
social, no era mas que un juego de azar, en el cual el
delincuente apuesta á que se paga de su gusto, y la au
toridad á que se paga del suyo: el primero hace el mal
que quiere y se esconde; la autoridad, si logra cogerle,
le castiga por lo que hizo y por lo que pueda hacer en
lo sucesivo.
Mas disculpables nos parecen los medios de dolor pa
ra corregir á los niños que á los adultos; porque los pri
meros aun no pueden ser dirigidos por la razon; y
con todo, no creemos que los medios de rigor por sí so
los hayan logrado enmendar á ningun niño: los ejem
plos de buena moral, junto con el estímulo del sentimien
to de la vergüenza y del honor, es lo que puede condu
cirlos por el buen camino.
Hacer un mal á un delincuente solo para que los es
pectadores escarmienten, es sacrificar el hombre al hom
bre. La sociedad debe prevenir los crímenes por la edu
cacion, por la moralizacion de sus miembros, no por sus
sufrimientos. Ademas, como ya lo hemos insinuado, los
espectadores de un castigo se ponen en favor del que sufre,
no del que hace sufrir; y la crueldad corrompe, no morali
za, no solo por el mal ejemplo que da la sociedad haciendo
males por su cuenta, sino tambien por la indignacion que
produce en las almas, aun ménos sensibles, el espectáculo
Y LA LIBERTAD. 159

del dolor. Si fuera dado á los testigos de un suplicio inter


venir entre el reo y el ejecutor de la pena, siempre salva
rian á aquel, muchas veces le sustituirian con este. Las
preocupaciones sociales han hecho considerar la profesion
del verdugo como vil y horrorosa; pero deberia recordarse
que el verdugo es el último y mas caracterizado repre
sentante de la sociedad: mas lógica habria en encargará
los mismos monarcas de este duro pero santo oficio, (co
mo debe serlo en opinion de los que aceptan la necesi
dad del verdugo), y así lo practican los sultanes de Mar
ruecos. Si la pena de muerte es justa, tiene razon De
Maistre para hacer la apoteósis del verdugo, y compla
cerse en describir las convulsiones de sus víctimas.
Los diversos medios de castigar que han usado las so
ciedades son la prueba mas evidente de que nunca se ha
considerado al hombre como un ser dotado de razon y
de conciencia, sino como uno de tantos seres animados,
susceptible de direccion solo por medio de las sensacio
nes, por lo cual no puede ser contenido en la obediencia
sino por el dolor ó la muerte.
La pena de muerte Empezamos por ella porque es
la mas absurda, pues contradice abiertamente el fin legí
timo de la pena, que es la correccion moral del delin
cuente: ella quita toda posibilidad de correccion.
En verdad que no es al hombre á quien corresponde
probar que la sociedad no tiene derecho de quitarle la
vida; porque el poseedor tiene la presuncion de propie
dad en su favor: tócale á la sociedad probar el derecho
que pretende tener. Pues bien, la razon que alega la so
ciedad es que uno vale ménos que muchos; que la vida
de un hombre no merece la pena de ser tenida en cuen
ta cuando se trata del bien de la sociedad. Aquí tenemos
la teoría del derecho, la teoría de la civilizacion anti
gua, la teoría de la utilidad general; á lo que hemos di
cho sobre ella, parécenos que nada tenemos que agregar.
La única razon que tiene apariencias de poder discul
par la pena de muerte es la práctica constante de las so
ciedades; por eso la sostienen los que explican la justi
6) EL CRISTIANISM ()

cia por solo las luces del sentido comun; que como hemos
dicho ya, tiene con qué legitimar todos los errores de la
humanidad. La razon que se alega en este sentido para
sostener la pena de muerte, es igual á la que presenta De
Maistre para probar que el verdugo es una creacion pro
videncial, y es que en ningun pueblo ha faltado nunca
quien desempeñe esta profesion (*): razon igual á la
que da Donoso Cortés para sostener que la guerra es un
hecho necesario, divino. Con razones como estas, la
verdad no deberia jamas despojar al error del lugar en
que se encuentre: los crímenes serian virtudes: el pro
greso rebeldía contra Dios,
La pena de muerte se aplica á un hombre que está ó
no está corregido: si está corregido es inicua porque se
aplica á un inocente; si no está corregido, lo es porque
se condena una alma inmortal á la eterna perdicion (**).
Muy poca confianza en su poder moral deben de te
ner las sociedades que juzgan incompatible con su exis
tencia la existencia en un hombre solo ! ¡Vergüenza pa
ra las sociedades que rebajan su dignidad hasta entrar en
lucha con un ser inerme y débil, y despliegan todas sus
fuerzas y duplican las guardias, y ponen en movimiento
todas sus bayonetas, y proclaman la muerte para todo el
que se conduela y deje escapar un grito de misericordia,
cuando conducen al cadalso á un hombre que apénas
puede andar, sobrecogido ya por la agonía anticipada de
(*)Tenemos el noble orgullo de apuntar aquí para honor de nues
tra civilizacion y buen carácter de nuestros pueblos, que la bárbara ley
que castigaba el hurto con azotes, quedaba casi siempre sin efecto, por
que solo los locos se prestaban á servir de verdugos. En las Memorias
del Interior se encuentran algunas consultas dirigidas al Congreso so
bre esta materia. Los pueblos habian adelantado rmas que los legisla
dores !
(*) Ya hemos visto como fué San Agustin el primer filósofo que abo
gó contra la pena de muerte; así como tambien debemos recordar que
son del Cristianismo aquellas palabras de caridad: el Señor no quiere la
muerte del pecador, sino que se convierta y vira. Habiendo sido pre
sentada á Jesucristo una mujer adúltera, que por la ley debia morir
apedreada, dispuso que el que se creyera inocente tirara la primera pie
dra, y no habiendo ninguno osado empezar, mandó á la pecadora que
se retirara ya perdonada. ¿Se creerán los gobiernos que usan la pena
de muerte tan inocentes, que osan tirar la primera piedra ?
Y LA LIBERTAD. 161

la muerte! ¡Ese asombro que manifiesta la sociedad cuan


do va á matar á un hombre, prueba el temor que tiene
de que la conciencia pública no justifique su accion, y
de que sea contraria á los mas fuertes instintos de los aso
ciados! Por esto algunos gobiernos han creido prudente
ocultar su víctima; pero así no hacen mas que caracte
rizar mejor el asesinato! ¡ Imbécil, si no inicua sociedad,
la que usa del poder que le han dado sus miembros para
destruirlos á ellos mismos Blasfema sociedad la que
osa rebelarse contra Dios para destruir la obra mas aca
bada de su omnipotencia (*)
La pena de muerte solo es propia de sociedades bár
baras ó insensatas..........
De propósito nos hemos detenido: queremos dejar
aquí consignada nuestra protesta contra esa bárbara pe
na, para no exponernos á las burlas, quizá á las maldi
ciones de las generaciones que nos sucedan.
Los utilitarios, por una consecuencia lógica, sostienen
la pena de muerte: solo el sistema de la utilidad justifi
ca esa pena: todos los que la sostienen apelan al siste
ma de la utilidad. Pero así debe ser: el sistema de la uti
lidad lo deja todo á discrecion de la voluntad social.
Nada diremos de las otras penas de dolor: apénas que
dan ya pálidos recuerdos de ellas en los códigos de las
naciones cultas: el fin de estas penas no ha podido ser
otro que la intimidacion mas bien á los espectadores que
á las mismas víctimas: ya hemos dado nuestra opinion
sobre la ilegitimidad de este fin.
Tampoco nos ocuparemos en hablar de las penas in
famantes: ellas son propias solamente de gobiernos que
creen tener poder para someter y dirigir la opinion pú
blica. Tanto estas penas como las que se asemejan á
ellas, ó les sirven de causa, por ejemplo, la vergüenza
pública, el sello en el cuerpo, &c., no producen otro re
(*) Tenemos una fuerte sospecha de que cada homicidio que come
te la sociedad tenga mas fuerza para desvanecer el horror que inspira el
asesinato, que para aumentarlo. Si la sociedad que es omnipotente mata
para defenderse ¿por qué no ha de matar el hombre que es un ser tan
débil é impotente? -
62 EL CRISTIANISMO

sultado que hacer mas difícil la correccion del criminal,


pues no se le deja otro recurso para mitigar sus sufrimien
tos que el descaro; y ya entónces, léjos de trabajar por
su correccion, se empeña en probar que ha tenido y tie
ne razon para delinquir. Son penas estas que atacan el
pudor; como si para castigar á la adúltera se la conde
nase á la pública desnudez: la infamia es la desnudez
del alma.
A esta misma clase de penas se pueden referir los tra
bajos públicos, pues llevan en sí la pública vergüenza.
Ademas, con tales penas se ofende á toda la sociedad;
pues solo los corazones crueles ven con indiferencia los
padecimientos de sus semejantes, cualesquiera que sean
sus culpas. Todas las penas para cuya efectividad se ne
eesitan agentes severos, cómitres que las apliquen, son
contrarias al fin legítimo de la pena, no solo porque po
nen en guerra á los condenados con los agentes de la so
ciedad, sino porque suponen necesariamente la degrada
cion y la crueldad en estos agentes. Solo el sistema pe
nitenciario puede llevarse á efecto por medio de agen
tes, cuya obra puede ser considerada como la obra mas
santa de humanidad; la instruccion, la transformacion,
la buena direccion de los hombres extraviados.
El trabajo en la misma prision es necesario, no solo
porque esa es la suerte comun de la humanidad, sino
porque es un medio poderoso de moralizacion, y sirve
de alivio á los condenados. La objecion que se hace con
tra el trabajo, de que no se debe imponer como pena, por
que es una necesidad del pobre, que á veces no puede sa
tisfacer, y llega hasta hacer desear la suerte de los crimi
nales, no es objecion contra el sistema penitenciario, sino
contra la mala organizacion ó la falta de caridad de las
sociedades, que tienen unos miembros que se mueren de
hambre por falta de trabajo, y otros de fastidio porque
no encuentran ya objetos que puedan excitar sus deseos.
Si esta objecion tuviera algun valor, probaria ó que era
mejor la suerte del que trabaja que la del que no trabaja;
ó que, si lo que se pretende es que la suerte del preso
Y LA LIBERTAD. 163

sea siempre inferior á la del pobre, no habrá otra pena


legítima en las sociedades populosas que la de muerte,
pues no sabemos que haya algo peor que la suerte del
hombre que se muere de hambre porque no encuentra
qué hacer en el mundo.
El sistema que hasta ahora ha presentado la práctica
como el que da mejores resultados, segun indicamos ya,
es el del trabajo en comun durante el dia, y el aislamien
to durante la noche, ó cuando se quiera corregir alguna
falta cometida en la misma prision. El aislamiento pro
longado produce la fatuidad, ó por lo ménos embota los
sentimientos de mutuo amor que constituyen el carácter
sociable del hombre, y su mas dulce placer. El hombre
ha nacido para vivir con sus semejantes, y la sociedad
cuando castiga, debe no solo evitar todo aquello que pueda
contribuir á alterar el carácter natural del hombre, sino
procurar, ántes bien, desarrollarlo en cuanto sea posible.
Las penas pecuniarias solo son aceptables para faltas
leves, ó en negocios civiles, en que tienen el carácter de
análogas, puesto que se versan sobre intereses pecunia
rios, ó en asuntos de policía. Son estas las penas mas
desiguales, pues su efecto es proporcional á la fortuna
del penado, y no á su moralidad; y hacen resaltar de un
modo escandaloso la diferencia entre el rico y el pobre.
Ademas, tiene algo de inmoral aquello de contentarse la
autoridad con dinero, y mas parece un soborno que un
acto de justicia.
La privacion de los derechos políticos puede usarse
como pena en delitos análogos: un sufragante que se ha
dejado cohechar, un magistrado que ha traicionado su
deber, se hacen indignos de aquellos derechos. Los dere
chos civiles no pueden quitarse, porque eso equivaldria á
quitar los deberes; deben suspenderse solamente cuan
do el que deba ejercerlos no dé garantías de buen uso,
como sucede con un padre malgastador, un marido
cruel, &c.
La deportacion ó sea confinacion á una colonia, es
una pena que, como nueva, fué recibida con aplausos;
164 EL CRISTIANISMO

y se creyó que resolvia todo el secreto de la penali


dad. Pero las experiencias no han correspondido á las
esperanzas; y no puede ser de otro modo, pues ese me
dio de castigar no es mas que la acumulacion en un mis
mo lugar de las heces corrompidas de la sociedad. Esta
pena solo podria admitirse despues que el delincuente
hubiese dado algunas señales de arrepentimiento, y solo
para apartarle del lugar que fué testigo de su vergüenza.
No hay que esperar que sea mejor un hombre en un lu
gar en que no es conocido, que lo fué en el lugar en
que sus relaciones y afectos pudieran haberle servido
de freno para contener sus extravíos.
No concluiremos este capítulo sin decir algo de los crí
menes imaginarios, que no tanto prueban el atraso de la
generalidad de una nacion como el de la parte encarga
da de dirigirla. Y no se crea que vamos á hablar de la
hechicería ni de otras cosas semejantes, patrimonio de
las edades de ignorancia y supersticion; queremos hablar
de los que se llaman crímenes políticos, y delitos de im
prenta. Y no está de mas observar, que son precisamen
te los crímenes imaginarios los que han merecido siem
pre mayor saña por parte de la sociedad. A los adivinos
y brujos se les quemaba vivos; á los traidores se les des
cuartizaba; á los que pensaban de un modo no acostum
brado, se les sepultaba en estrechas y oscuras mazmorras.
Hemos llamado delitos imaginarios los delitos políti
cos, y vamos á ver por qué. -

Lo que se llama delito político es la usurpacion que ha


ce una fraccion de la sociedad del poder que pertenece á
toda ella: tal es por ejemplo la tentativa para cambiar la
forma de gobierno, ó para colocar este en otras manos
que en las que se encuentra, ó la resistencia á obedecer
alguna ley; en una palabra, todo acto en que se ejerzan
funciones que pertenecen á la autoridad social.
Con esta definicion, nada tendremos que añadir res
pecto de los crímenes privados que se cometen en las re
voluciones, como incendios, asesinatos, rapiñas, &c., ni
que hacer observar tampoco, que no es delito político si
Y LA LIBERTAD. 165

no privado el tumulto que tiene por objeto imponer una


pena á un individuo, ó arrancar por la fuerza una sen
tencia á un tribunal. Todos estos actos quedan fuera de
la definicion que hemos dado, pues ellos no están com
prendidos en las legítimas funciones del poder social:
ejecutados por este, serian tan ilegítimos como siéndolo
por el poder de una revolucion; y desde luego, lo que
haria esta en el caso supuesto es lo que ningun poder tie
ne derecho de hacer; no es pues crímen político sino
privado, porque no es usurpacion ó violacion del derecho
de la sociedad, sino del derecho del individuo.
Y aquí tenemos la condicion que caracteriza ambos
actos. Un delito privado ataca el fin individual, y desde
luego el fin social; pero un delito político, no solo no tie
ne por objeto atacar el fin social ni el individual, á lo
ménos como intencion principal; sino que él no es otra
cosa que una manifestacion que hacen sus autores de que
creen que el fin social no va bien cumplido, y que es ne
cesario buscarlo de otro modo. Así es que el delito polí
tico será cuando mas un error de entendimiento, no una
prueba de depravacion: él puede ser iniciado y llevado
á cabo en obediencia al mas préciado sentimiento social,
el patriotismo; y léjos de tener que arrepentirse sus au
tores, cifran en ello su mas noble orgullo, su mas excel
sa gloria.
Las faltas que la sociedad tiene el derecho de castigar
como crímenes, son las faltas contra la moral, ó lo que
es lo mismo, las negaciones de las verdades eternas, ó sea
de las relaciones constantes y necesarias de las cosas. Pe
ro los delitos políticos no son sino la negacion de alguna
relacion contingente, de alguna verdad temporal y desde
luego transitoria, si es que no son por lo general la pro
clamacion de alguna nueva verdad, ósea el descubri
miento de alguna nueva relacion mas próxima á la ver
dad absoluta, ó á las relaciones eternas é inmutables.
No somos defensores de las conspiraciones; por el con
trario, creemos que ellas retardan casi siempre el triunfo
del principio que lucha por realizarse en el mundo. Las
166 EL CRISTIANISMO

revoluciones que triunfan y realizan las ideas en cuyo


nombre se han hecho, no son las que se forjan en la os
curidad, sino las que previamente se discuten á toda luz:
estas se consiguen sin lágrimas y sin sangre, y son las
únicas que no traen reacciones. Pero tampoco podemos
lanzar el anatema contra esos actos que bien pueden lla
marse involuntarios, porque son convulsiones arranca
das por el dolor y la desesperacion; explosion de una
mina cargada por la mano misma de sus víctimas. Las
revoluciones, hablamos de las revoluciones verdadera
mente populares, de aquellas revoluciones que tienen en
su favor el voto de la opinion nacional ántes de tener
su fuerza; no de esas revoluciones hechas á nombre del
interes de un hombre ó de un puñado de descontentos,
que solo tratan de imponer la ley á la mayoría de la na
cion: las revoluciones son siempre dictadas por una idea
que ha triunfado ya en la inteligencia, pero que no ha
logrado todavía verse realizada por una institucion que
la eternice: las revoluciones son la fuerza que lucha por
el triunfo de una verdad; y no dejará de haber revolu
ciones sino cuando la verdad no necesite de la fuerza
para hacerse campo en el mundo, porque la verdad tiene
derecho de gobernar al mundo (*).
Así que la única pena adecuada, y eso no propiamen
te como pena, sino como medio de evitar la reinciden
(*) Meditando sobre la significacion de la palabra revolucion, nos
ha parecido que ella debe tomarse no en el sentido de trastorno, sino de
vuelta hácia atras ; porque lo que quiere decir es, que yendo el pue
blo por un camino que al cabo de algun tiempo conoce que no es el que
debe seguir, vuelve atras para tomar el verdadero: así es que á los po
líticos toca proporcionar un camino de travesía para pasar al verdade
ro sin volver atras. Y de aquí podemos deducir la diferencia que hay
entre las revoluciones violentas, y las que se hacen con calma: entre
las revoluciones que se hacen con las armas de la barbarie y las que se
hacen con las de la civilizacion: unas y otras se proponen llegar al mis
mo punto; pero las primeras marchan en línea recta, sin reparar en los
precipicios; las segundas van salvando los malos pasos, aunque por
un camino mas dilatado: las primeras llegan á veces; casi siempre pe
recen en el camino: las segundas arriban indefectiblemente: las pri
meras exponen el triunfo, las segundas lo aseguran. Así pues, solo
cuando sea imposible usar de las armas de la civilizacion, se deberá
usar de las de la barbarie, ó como decian los Romanos, cum una salus,
nullam sperare salutem.
Y LA LIBERTAD. 167

cia, es el destierro ó la confinacion, que tomando á los


descontentos de en medio de la sociedad cuya marcha
reprueban, ó en la que tienen influjo y relaciones, los
ponen fuera, ya para que mediten mejor sus ideas, ya,
y es lo que sucede mas comunmente, para dar tiempo á
la verdad, en cuyo nombre se ha hecho la revolucion, de
que triunfe sin trastornos.
Ridículo, por no decir acto insigne de iniquidad, se
ria decretar penas contra actos de que no solo no se ar
repienten jamas sus autores, sino que presentan siempre
como su mas hermoso timbre de gloria y merecimiento;
y es necesario recordar que á aquellos mismos hombres
que en un dia de acaloramiento mandamos al cadalso,
quisiéramos ver luego colocados en los altares.
Venezuela proscribió á BolívAR: á BolívAR, emble
ma hoy de nuestra independencia y dignidad nacional.
Este modo de ver los crímenes políticos podria tambien
acelerar la resolucion de una cuestion de derecho inter
nacional, que aun está en la categoría de problema. Ha
blamos de las guerras civiles, y del carácter que les dé á
los partidos contendientes el derecho de ser calificados
de fraccion beligerante, y no de faccion rebelde. Siem
pre que el partido que ataca á la autoridad constituida,
respeta las leyes sociales, y no ejerce mas poder que el
que podria ejercer toda la sociedad, tiene derecho á que
se le respete, y á rechazar con noble indignacion el in
jurioso título de facciosos y piratas con que los tildan los
tiranos. La intervencion en este caso de cualquiera po
tencia extraña, ataca la independencia nacional, y no ha
ce regularmente sino retardar la solucion de la cuestion
que se ventila. Es faccioso y debe ser tratado como fau
tor de crímenes, el partido que viola las leyes de la hu
manidad, y castiga sin juicio, incendia, roba, &c., ya sea
el que representa la autoridad constituida, ya el que tra
ta de adueñarse de ella.
Aun merecen mucho mas el nombre de delitos imagi
narios los delitos de imprenta. Delitos de imprenta son
actos que consisten en publicar lo que el pensamiento
168 EL CRISTIANISMO

concibe: delitos de imprenta son delitos que consisten en


el cumplimiento de la mas noble parte del destino del
hombre, la propagacion de la verdad. Si hubiera efecti
vamente delitos de imprenta, consistirian, no en publicar
lo que se piensa, sino en publicar lo que no se piensa,
ó lo que es lo mismo, en decir lo contrario de lo que se
piensa: así las leyes de imprenta no deberian castigar si
no la hipocresía ó la calumnia. La dificultad está en sa
ber cuándo existen una ú otra; porque como son faltas
puramente intelectuales, y la inteligencia es intangible,
no hay mas que dos extremos; ó se permite la manifes
tacion de todos los pensamientos exponiéndonos á los le
ves inconvenientes que esto tiene, ántes que privar á la
humanidad del órgano del progreso, ó prohibimos la pu
blicacion de todo pensamiento que no pase ántes por el
crisol de la censura: todo lo que no se halle en uno de
estos dos extremos, es ó una mentira, ó una red en que
se expone á caer todo el que escriba. -

Querer entrabar la libertad de imprenta por el temor


del abuso que de ella puede hacerse, es de hombres tími
dos ó atrasados: la libertad de imprenta solo hace ma
les en los pueblos que no están acostumbrados á ella, co
mo hace mal la respiracion de un aire puro á los valetu
dinarios: los pueblos que tienen la inestimable dicha de
poseer y usar una absoluta libertad de imprenta, no com
prenden que esta deba ser sometida á trabas, por diez ó
doce personas que puedan ser ofendidas durante la vida
de una generacion; por lo mismo que no comprenden
que deban ponerse candados en los labios para que no
haya injurias de palabras, ni prohibir el uso de instru
mentos cortantes para que no haya asesinatos.
La opresion del pensamiento ha producido siempre
un resultado contrario á las intenciones de sus opresores.
En Francia triunfaron los errores de la filosofía, porque no
se contestaban, sino se castigaban: en Inglaterra sucum
bieron, porque los defensores de la verdad no le temian á
la vista del error, y lo rechazaban con sus mismas armas.
Las injurias solo ofenden en los países de escasa civi
Y LA LIBERTAD. 169

lizacion; porque bien examinada la naturaleza de una


injuria, se encuentra que es mas ofensiva al injuriante
que al injuriado: los hombres cultos no leen los papeles
en que se calumnia á sus semejantes.
La libertad de imprenta no solo es el órgano mas po
deroso del progreso de la humanidad, sino el único me
dio de evitar las revoluciones; porque, como hemos di
cho, estas no se evitan sino usando en vez de las armas
de la barbarie, las armas de la civilizacion; y las armas
de la civilizacion son todos los medios que sirven para
manifestar nuestros pensamientos.
Vamos á concluir.
El medio seguro, el medio verdaderamente legítimo
que puede usar la sociedad para prevenir los crímenes,
es la educacion, la moralizacion, LA CIVILIZACION de sus
miembros. La sociedad civil no tiene otro destino que
hacer respetar los derechos individuales, poniéndolos á
salvo de los ataques á que están expuestos cuando los
asociados no respetan sus propios deberes; luego á pro
porcion que los hombres cumplan mejor sus deberes, ó
lo que es igual, sean mas morales, estén mejor educados,
mas CIVILIZADos, ménos extensa deberá ser la accion so
cial. Pero el respeto de la moral no pasa de ser un cál
culo de prudencia, cuando no está sostenida por la san
cion religiosa; ni la misma teoría moral es pura y com
pleta en otra religion que en la religion cristiana; luego
la práctica del Cristianismo es el único medio de ahorrar
la accion social, y desde luego de ir conquistando la ver
dadera libertad, y conduciendo al género humano á su
estado mas perfecto.
Tiene la sociedad otro medio para prevenir los delitos,
que es la policía. La policía es la escuela de civilizacion
de los pueblos que no tienen escuelas de educacion: la
policía es el ejército de la sociedad para sostener la guer
ra contra sus propios miembros: la policía es el termó
metro para conocer el estado de los pueblos en el inte
rior, como los ejércitos permanentes lo son para cono
cer el estado de las relaciones en el exterior: la policía,
170 EL CRISTIANISMO

en fin, es la educacion á posteriori, ó sea la civilizacion


por medio de multas y cárceles; con la diferencia de que
si los maestros de la educacion á priori desempeñan la
funcion mas noble y santa de la sociedad, los de la edu
cacion á posteriori desempeñan la funcion mas degra
dante y detestable; mas degradante y detestable aun que
la del mismo verdugo.
Las sociedades que aun tengan la triste necesidad de
tener policía, solo deberán aceptar como medios legíti
mos, la prision preventiva y las penas correccionales, re
ducidas á su menor expresion y rodeadas de las mayores
garantías, pues en nada es mas fácil el abuso que en esto.
Respecto de esos agentes de policía encargados de sor
prender los delitos en embrion, y aun de precipitar su
ejecucion para poder convencer á sus autores, como tam
bien de espiar los pensamientos de los miembros de la so
ciedad, creemos que solo pueden existir en pueblos tan
degradados, que cuenten entre sus miembros individuos
capaces de tan despreciable oficio. Por el mismo hecho
de aceptar un hombre tan degradante encargo, se hace
indigno de la confianza que en él se deposita,
Cualquiera que sea la necesidad de policía que haya
en una nacion, creemos que nunca podrá ser bien de
sempeñada por el poder general, sino por las diversas
fracciones en que se divida, y he aquí uno de los gran
des fines del poder municipal. Miéntras mas se extien
da este, mayores probabilidades habrá de libertad y buen
gobierno, y no nos parece desacertado para impedir los
crímenes y hacer ménos sensibles sus resultados, el me
dio que se ha usado en algunos pueblos de hacer respon
sable á cada comunidad de los delitos cometidos en sus
respectivos círculos. De este modo, á la vez que se lo
graria la inmediata vigilancia y el mayor interes en pre
venir los crímenes, el ofendido tendria siempre segura su
indemnizacion del mal sufrido; el que así seria casi im
perceptible, porque quedaria distribuido entre muchos.
Así como cada nacion responde por sus miembros, cada
familia por los suyos, así tambien cada comunidad debe
Y LA LIBERTAD. 171

responder por sus ciudadanos. Es muy justo que los que


viven tan cerca unos de otros, con las mismas afecciones
y los mismos goces, sufran tambien las mismas cargas;
cada comunidad deberia alimentar sus pobres, curar sus
enfermos, educar sus niños, reprimir los crímenes de sus
miembros y responder por sus resultados, ya que esos
crímenes pueden ser en parte imputados á toda ella.
Sirva esto como una de tantas razones que hemos re
gado en esta obra en favor del verdadero sosten de las
libertades cívicas, EL PoDER MUNICIPAL.
Concluiremos repitiendo, que la policía eficazmente
preventiva y conforme con la civilizacion, no es otra
que LA EDUCACION.

CAPITULO XII.

ACCION ADMINISTRA TIVA.

ACCION DIRIGIENDO. - FACULTA DES INDUSTRIAL ES.

Hemos dicho que la accion social deberia quedar re


ducida solamente á contener las invasiones de unos miem
bros en la esfera de actividad de los otros, y cuando mas
á ponerlos en capacidad de corresponder á la definicion
de hombre; lo que quiere decir, á las garantías de los
derechos individuales, y á la educacion. Todas las otras
funciones que se ha atribuido la sociedad para encami
nar el ejercicio de las facultades individuales, han sido y
son usurpaciones mas ó ménos disculpables segun el es
tado moral de los individuos, muchas veces solicitadas
por estos mismos; pero siempre revelando su atraso y su
incapacidad de gobernarse por sí mismos, puesto que no
tienen aun la confianza en sí y en los demas que para
eStO Se neCeSlta. 1.

Vamos, pues, á considerar estas funciones ósea la ac


cion dirigiendo, que es la que se llama en especial accion
administrativa, aunque no todavía en el sentido usual y
técnico de esta frase.
13
172 , EL CRISTIANISMO

Y entramos ya en el vasto campo de que siempre se


han adueñado los gobiernos para desplegar en grande el
ejercicio de su poder: este es el teatro de los mas recios
combates de la sociedad con los individuos; del todo con
la parte; del amor á la omnipotencia que siempre ha diri
gido las acciones de los gobiernos, con el derecho del in
dividuo para trazarse el camino que su razon y su con
ciencia le señalan. Y cuando dijimos que la accion con
teniendo era la que se hacia sentir mas y daba orígen á
mayores abusos, fué porque las funciones directivas que
se han arrogado los gobiernos, han sido usadas como
parte de la accion que contiene y da garantías; como tra
bas necesarias para impedir los extravíos de sus pupilos,
y para ahorrarles las caidas que sus tutores no han pro
curado evitar dándoles fuerzas para que anden por sí so
los, sino mas bien quitándoles las que tienen para que
estén siempre en la necesidad de solicitar su apoyo.
La industria, la educacion, el desarrollo del pensa
miento, la religion, todo, todo ha sido entrabado por los
gobiernos; todo ha sido colocado al nivel de los actos
que la autoridad tiene el derecho de prohibir; todo, has
ta la adoracion á la Divinidad ha sido contado en el nú
mero de los delitos, cuando no se ha obtenido la previa
autorizacion de los gobernantes. El pretendido temor del
abuso ha reducido casi á la nulidad el uso. Todo para el
pueblo, pero por el gobierno; este parece haber sido el
principio proclamado por los que arrastrados sin cono
cerlo por la influencia del Cristianismo, han resistido á
sus doctrinas y querido cubrir sus prácticas, propias so
lamente de la civilizacion antigua, con la teoría cristia
na que prescinde de la naturaleza de la autoridad, con
tal de marchar á su legítimo fin, el progreso del hombre.
Es por esto que los gobiernos de la vieja Europa han tra
tado siempre de disolver la sociedad y reducirla á polvo
movible al solo peso de su pié. Quieren que la sociedad
se mueva, pero no por su propio impulso, sino por el que
ellos le impriman: quieren que la accion de la autori
dad sea la que comunique vida y fuerza á los miembros
Y LA LIBERTAD. 173

que componen la vida y la fuerza comun, para que nin


guno de ellos tenga movimiento propio sino comunicado.
Y fué por esto que quisimos desde el principio de esta
obra, llamar la atencion sobre una verdad tan clara y sen
cilla que ha pasado desapercibida, como pasan desaper
cibidas las funciones de los órganos mas necesarios á la
conservacion de nuestra existencia: queremos hablar del
verdadero elemento de la sociedad, que dijimos no ser,
como tantas veces se ha repetido, el individuo sino la fa
milia. ¡Qué de males le ha causado á la humanidad el
descuido de esta verdad! Pero el despotismo que vive
de la ignorancia en que yacen sus esclavos respecto de
sus derechos, ha sabido sacar de allí todo el partido que
le ha proporcionado la indiferencia con que se ha visto
el mas seguro baluarte de los derechos individuales. Véa
sele, si no, donde quiera que asienta su impura planta,
destruir todos los vínculos que conservan la familia: véa
sele favorecer por donde quiera el matrimonio-contrato,
el divorcio, el desprecio de la mujer, que es su conse
cuencia, la indiferencia por los hijos, que considera co
mo frutos involuntarios de uniones formadas solo para
satisfacer una pasion brutal, y destinados á facilitar la sa
tisfaccion de sus caprichos: véasele destruir las institu
ciones municipales, especie de familia en mayor escala,
y por eso con vínculos mas laxos; pero que por
su espíritu de cuerpo, y por los intereses y afecciones
idénticas que reunen, son gérmen de vida, foco de acti
vidad, fuente de espíritu público para los pueblos que tie
nen la fortuna de gozar de ellas. Los déspotas han com
prendido toda la fuerza que presta la institucion de la fa
milia á la defensa de los derechos individuales; y temien
do que las instituciones municipales detuvieran la velo
cidad de su accion, y que resistiéndoles hicieran bambo
lear los cimientos de su poder, las han destruido para
quedar dueños únicos y aplicar su accion inmediatamen
te sobre los individuos. Han dividido la sociedad en áto
mos y reservádose su combinacion y modificaciones.
Si se quiere llegar algun dia á la completa conquista
174 EL CRISTIANISMO

de los derechos usurpados, es preciso ántes reorganizar


la familia, dar fuerza y vigor á las instituciones munici
pales, fundamento indestructible de las libertades públi
cas; y por último, sustituir á las funciones directivas de
los gobiernos la accion y el poder de la asociacion, que
viene á ser como una familia por eleccion, y desde lue
go base y foco de la actividad mas poderosa, del progre
so mas rápido, de vida y fuerza y civilizacion.
Innecesario seria repetir aquí las diversas maneras con
que los gobiernos han manifestado el interes que toman
por sus súbditos: baste recordar que ha llegado á tanto
su celo por su tranquilidad y bienestar, que han preten
dido ahorrarles el trabajo de pensar, suprimirles la pena
de vivir. Pero tambien es preciso reconocer que los indi
viduos siempre se han manifestado desagradecidos á tan
tos desvelos, y generalmente han solicitado que se les
descuide un poco mas, rechazando hasta con indigna
cion la mano que pretendia dirigirlos. Por esto se han
visto los gobiernos forzados, bien á su pesar, á ir acor
tando sus pretensiones y cediendo á las exigencias de los
individuos, sin que ninguno haya llegado todavía á con
cederá estos todo lo que les corresponde, porque tam
poco estos han entrado jamas en el pleno conocimiento
de sus derechos y práctica de sus deberes. El progreso
moral de los miembros que forman la asociacion, no hay
que dudarlo, es la marcha que lleva en retirada las usur
paciones de la autoridad social.
Reduciremos á tres puntos principales los objetos en
que se ha versado la accion administrativa, ó sea la ac
cion dirigiendo, á saber: LAs FACULTADEs INDUSTRIALEs,
LA EDUCACION y LA RELIGION; y empezamos por las pri
meras, porque es sobre ellas que tenemos ménos que decir.
FACULTADEs INDUSTRIALEs. Gracias á la exclusiva
predileccion que por los intereses materiales ha manifes
tado nuestro siglo, que no ha temido sacrificar á ellos to
do, todo, hasta el alma que inspira las concepciones de
la ciencia; la luz de los verdaderos principios económi
cos ha derramado su claridad sobre los pueblos cultos,
Y LA Ll BERTAD. 175

y desterrado las creaciones de la ignorancia, ó las ins


piraciones de la rutina. Las trabas de la industria han
desaparecido casi del todo, y los gobiernos apénas con
servan aquellas restricciones que tienden á proteger las
industrias nacionales, para que puedan soportar la com
petencia extranjera. Estas restricciones no desaparece
rán del todo, hasta que no caigan las barreras morales que
separan á los hombres de diferentes naciones, para, que
entren á componer la gran sociedad humana, que regida
por las mismas leyes, uniformará tambien los medios de
satisfacer sus necesidades y de proteger sus intereses.
Es en esta parte que ha hecho mayores conquistas la
libertad del hombre, pues los intereses materiales sopor
tan con mas dificultad las trabas que impiden su desar
rollo, que los fueros del hombre como ser racional; y aun
llega á tanto la importancia que se da á aquellos intere
ses, que sus sostenedores no dudan cambiar una parte de
la libertad como hombres por la seguridad como propie
tarios; de su independencia como ciudadanos, por sus
privilegios y franquicias como comerciantes é industria
les. Por esto se esmeran tanto los gobiernos en favorecer
y promover el desarrollo y fomento de los intereses ma
teriales, á fin de que se les abandonen los morales; y los
progresos de la ciencia económica han convencido ya á
todos los pueblos cultos de que la Economía política es
tá reducida á un solo principio, LA LIBERTAD; á una so
la ley, LA LIBERTAD; á un solo problema, el modo de ase
urar LA LIBERTA D. La Economía no es mas que una
parte de la Política, y el objeto de esta es hallar el mo
do de establecer y conservar LA LIBERTAD. El dia en que
ambas ciencias consigan su objeto, desaparecerán, como
desaparece la esperanza cuando se realiza el deseo. Mién
tras tanto ellas no son otra cosa que la explicacion de los
fenómenos producidos por la actividad humana en lucha
con las restricciones gubernativas.
Los libros de Política y de Economía política serán
conservados como la historia de las conquistas paulatinas
de la libertad.
176 EL CRISTIANISMO)

Pero la libertad supone el legítimo uso de las faculta


des por parte de los que gozan de ella, es preciso pues,
que las naciones depongan previamente sus orgullosas
pretensiones al predominio y engrandecimiento á costa
de los derechos y justicia de las demas, para que la Eco
nomía política pueda hacer universales sus verdaderos
principios.
Mas todavía: en el interior mismo de una nacion es
mayor ó menor el triunfo de los principios económicos
segun el desarrollo moral de los individuos. Con que
hasta en los intereses materiales hacemos intervenir la
moral! No hay que admirarse de esto. Siempre que ha
blemos del hombre tendremos que tocar con la moral;
como tendremos que tocar con la atraccion siempre que
hablemos del mundo físico. La moral establece las rela
ciones que ponen en contacto el espíritu con la materia;
y prescindir de ella cuando se habla del hombre, es pres
cindir de las condiciones necesarias de su existencia; es
analizar los elementos de una sustancia separados, y sin
tratar de reunirlos; y he aquí el orígen del error en que
han caido al tratar del hombre, así los idealistas como los
materialistas (*). -

Y esto no es una simple asercion. El crédito, amplia


y firme base de la riqueza pública y privada; el crédito
cuya sustitucion en lugar del oro es la utopia con que
sueñan todos los socialistas en Economía, como la socie
dad sin gobierno es la utopia con que sueñan en Política,
no recibe su vida sino de la moralidad de los contratan

(*) La Economía política, todos convienen en ello, no es una ciencia


completa: fáltale todavía un elemento moral para ennoblecer su fecun
didad material. Ella se empeña de un modo demasiado absoluto en ha
cer á los hombres dichosos, y no lo bastante en hacerlos mejores. Ella
es un instrumento demasiado exclusivo de satisfaccion terrestre. Des
pues de haber indicado de qué modo se forman ó reproducen las ri
quezas, no sigue con suficiente atencion su reparticion ó distribucion.
Se le podria exigir que tuviese un poco mas de entrañas. A su vista se
han elevado una multitud de problemas, tales como el pauperismo, el
desconcierto del trabajo por la invasion de las máquinas, el abuso de
las fuerzas humanas, los dolores de la concurrencia. Estos problemas
han quedado donde los ha encontrado, sin dar una solucion satisfac
toria.— (LUIs REYBAUD.)
Y LA LIBERTAD. 177

tes, y desde luego de la confianza que en virtud de ella


inspiran. Si la moralidad de los asociados fuera perfecta,
desaparecerian á la vez los gobiernos y el oro: su nece
sidad, pues, sube y baja con la escasez ó abundancia de
aquella.
El lujo, que es la práctica mas contraria á una econo
mía juiciosa y previsora cómo puede ser contenido por
otro medio que por la moral! ¡ Son las reglas de la Eco
nomía política otra cosa que la basa de un cálculo fun
dado en el interes ! ¿Y obedecerán los hombres esas re
glas, con igual eficacia, cuando por primer término de
comparacion se presente el interes, que cuando ocupe
su lugar el deber !
Las trabas que han usado los gobiernos respecto de
todas las industrias, las marcas de fábrica, los sellos de
la autoridad, la intervencion que aun conservan los go
biernos de los países libres en todas las profesiones, las
patentes de industria, los títulos, grados, &c., ¡qué otra
cosa son sino garantías de moralidad que se dan á los que
por sí mismo no las tienen, y que por esto léjos de recha
zar esa intervencion la solicitan, pues el aumento de con
fianza que así obtienen, es un aumento de precio que
dan al producto de sus industrias !
Por lo demas, la América tendrá que ir desarrollando
su Economía política, como tendrá que desarrollar toda
su civilizacion. Los autores que hoy dominan el campo
de la Economía, han examinado fenómenos muy dife
rentes de los que se verifican en esta vírgen tierra. El
viejo mundo rebosando de pobladores, repleto de capi
tales, é indigente de tierra que cultivar, está en una si
tuacion enteramente contraria á la del nuevo, que tiene
tierras de extension infinita y de fertilidad fabulosa, pe
ro que carece de brazos para cultivarlas, de capitales pa
ra explotarlas.
Estudiemos nuestra civilizacion y procuremos aplicar
á nuestras sociedades no los principios de transicion de
la civilizacion europea, sino los principios inmutables de
eterna verdad, que encierra la civilizacion cristiana.
178 EL CRISTIANISMO

CAPITULO XIII.

ACCION A DMINISTRA TIVA.

ACCION DIRIGIENDO. - EDUCACION.

Hemos dicho ya que la única accion que debiera usar


la sociedad para dirigir el ejercicio de las facultades in
dividuales, es la que tiene por objeto educar á los asocia
dos, ó como dijimos tambien, hacer que los hombres sean
hombres. Pero cualquiera que sea el uso que de esta fun
cion haya de hacer la autoridad, segun las necesidades y
peculiar situacion de los asociados, debe verse siempre
como una funcion extraña, como una funcion que se ejer
ce provisionalmente miéntras los miembros de la socie
dad están en capacidad de usarla por sí mismos, y siem
pre dirigida á poner á los individuos en capacidad de
ejercer sus facultades segun su propia espontaneidad; no
para imprimirles una direccion en un determinado senti
do, no para fundir, si puede decirse así, á todas las ca
pacidades en un mismo molde, que den figuras homogé
neas, ó por lo ménos figuras regladas por el capricho y
miras particulares de los gobiernos. Mas adelante volve
remos á recalcar sobre ese modo de ver al hombre, no
como un ser que tiene un grande y extenso fin que cumplir,
sino como reducido á llenar una sola parte del gran desti
no de la humanidad; y estas limitaciones han nacido
siempre del sello que la autoridad ha querido imprimirá
las sociedades: unas veces se ha querido hacer de todos
los hombres soldados, otras ciudadanos, otras religiosos,
otras industriales; pocas veces se ha pensado en hacer
hombres á los hombres.
Todos los gobiernos despóticos, es decir, los que no
han tenido mas regla que su propia voluntad, ya hayan
estado formados por uno ó por muchos individuos, han
tratado siempre de adueñarse de los hombres al nacer,
Y LA LIBERTAD. 179

para educarlos segun las miras que les marca su interes.


Y ha llegado á tanto el extravío de sus fautores, que han
pretendido criar á los niños en comun, para que igno
rando á quienes deben la existencia, no tengan mas amor
que á la patria, ser imaginario que nos hacen concebir
como á Saturno, devorando á sus propios hijos por con
servarse perpétuamente.
Pero vanos han sido los esfuerzos por contrariar las
leyes de la humana naturaleza, que siempre habrán de so
breponerse á los caprichos de los hombres. La educacion
se ha salvado de las manos de los déspotas, porque se ha
salvado la familia, mas ó ménos regular, con sus vínculos
mas ó ménos relajados, segun han sido acatadas las con
diciones de la naturaleza humana, pero conservando
siempre, cualquiera que haya sido su estado, ese gérmen
de vida pública, firme apoyo de la libertad del individuo
y verdadero foco de educacion.
Y es tambien al Cristianismo al que debemos manifes
tarnos reconocidos por este triunfo mas en favor de la li
bertad del individuo, porque es á él al que debemos la
completa salvacion de la familia. Basta recordar el esta
do de esta al aparecer aquella doctrina, para convenir en
que solo existia un débil recuerdo de tan bella y útil ins
titucion; y eso solo para hacer mas escandaloso y sen
sible el olvido de los principios en que se funda, con la
confusion de lechos y aun de sexos. Fué el Cristianis
mo el que devolvió al hombre su dignidad, haciéndole
entender que debia trabajar por conquistar su legítima he
rencia, la inmortalidad: el que dió á la mujer una ele
vada idea de sí misma, dejándole por modelo áMARíA,
la mujer inmaculada, madre del mismo Dios: el que res
cató á los niños del despotismo de sus padres, llamándo
los y estrechándolos contra su pecho, y proponiéndolos
como el mas cumplido ejemplar de una vida inocente y
pura; de este modo completó el Cristianismo la trinidad
que constituye la familia.
Esta hermosa y necesaria institucion, fuera del Cris
tianismo, ha sido y es todavía, aun en las naciones que
180 EL CRISTIANISMO

son cristianas en la teoría y paganas en sus prácticas,


teatro de opresion y servilismo, escuela de desórdenes y
escándalos, fuente perenne de envilecimiento y corrup
cion; y disculpado queda el despotismo en esas naciones,
cuando pretende adueñarse de los individuos para darles
una educacion, ya que no conforme con el verdadero
progreso, sí, por lo ménos, con la marcha de las socie
dades absorbentes, que aunque no dan libertad, conser
van la vida.
La historia del mundo cuenta dos épocas muy dife
rentes, y á cuya separacion sirven de linde aquellas sen
cillísimas palabras, que al hombre dice el ministro del
Señor cuando le da una mujer: coMPANERA os Doy y No
sIERvA: palabras que en sí encierran todo un sistema de
verdadera y perfecta civilizacion para el porvenir, al mis
mo tiempo que la condenacion de todo lo pasado, en que
la mujer habia sido una sierva, ó cuando mas, el primer
mueble de la casa; el hijo una cosa á disposicion de su
señor; y el padre el tirano doméstico, usufructuario y
amo del hijo y de la madre. “Compañera os doy, le dice
el Apóstol de la civilizacion al marido: compañera, igual
á tí, por consiguiente, y con los mismos derechos, por
que tiene los mismos deberes; y con los mismos deberes,
porque está destinada á un mismo fin; y no sierva, co
mo lo ha sido hasta ahora, y como lo será donde quiera
que no se reconozca la doctrina santa, que es la única
que tiene poder para civilizar y hacer feliz á la humani
dad, porque es la única que explica completamente su
naturaleza.” La primera época se llama Historia antigua,
la segunda Historia moderna. La primera es la historia
de la sucesiva degradacion moral de la humanidad, la
segunda la de su rehabilitacion.
En la primera época podia impúnemente favorecerse
el aborto y quitar la vida á los niños, sobre todo á los
que nacian con alguna deformidad, pues se les conside
raba como seres destinados solamente á conservar la ra
za humana, y merecedores de la vida solo cuando po
dian militar bajo las banderas de la patria: en la segunda,
Y LA LIBERTAD. 181

es el hombre acreedor al respeto y á los derechos todos


de su especie desde que es concebido, porque se sabe
que encierra una alma inmortal hecha á imágen y seme
janza de su Dios, cualquiera que sea la forma de su
cuerpo.
En la primera época, el hombre se creia dueño y ár
bitro absoluto de la creacion, cuyas leyes y prodigios es
taban destinados á satisfacer su orgullo y sus locas pa
siones: en la segunda, se le ha dado por modelo á EL
HoMBRE-Dios, que siendo inmortal se sometió á la muer
te, y siendo impecable á la pena del pecado, solo por
obedecer al AUToR del órden universal, y enseñar al hom
bre á ser manso y humilde de corazon, y á imitar el can
dor y la inocencia de la infancia.
Así es que solo el espíritu del Cristianismo puede for
mar el espíritu de esos niños que, á su vez, han de en
cargarse de la direccion de la sociedad: solo su práctica
puede formar su corazon; pero el espíritu y el corazon de
los niños solo reciben impresiones duraderas de los ejem
plos que presencian en el seno de la familia (*).
Ya ántes hemos hecho notar que solo despues que el
hombre conoce su existencia y siente el poder de su ra
zon, es que puede formarse ideas y adquirir hábitos que
le sean propios: todo lo que ántes tiene, recibido lo ha
de otros: todo lo que despues adquiere, modificado y pro
fundamente caracterizado se halla por las lecciones y
hábitos de su primera educacion. Síguese de aquí, la
alta y decisiva importancia de esta, no solo para la vi
da del mismo individuo, sino tambien y principalmente
para la de la sociedad; y se comprende igualmente, y
así lo demuestra la constante observacion de la naturale
za, que la educacion que fructifica y produce efectivos
(*) “La verdadera educacion del hombre, dice Platon, así en la ju
, ventud como en cualquiera otra edad de la vida, no consiste en
, reprenderle, sino en hacer siempre á su presencia aquello que se diria
, reprendiéndole” Y proponia como el medio mas adecuado para for
mar el espíritu y el corazon de los niños, enseñarles las buenas ideas
acompañadas del canto y del baile, para acostumbrarlos á no hallar
placeres sino en las ideas del órden, y en el amor del bien.
182 EL CRISTIANISMO

resultados para la vida del hombre, es la que se basa en


los hábitos que se hagan tomar al niño; en las ideas que
se le hagan concebir del mundo en que va á vivir; en los
sentimientos que diaria y continuamente se hagan expe
rimentar á su tierno y dócil corazon, y que son á su al
ma como la atmósfera en que respira lo es á su cuerpo,
que recibe de ella la vida sin advertirlo ni comprender
lo (*).
La educacion que decide de la vida y suerte del indi
viduo es, exclusivamente, la que recibe en el hogar do
méstico: es la que principia al despertar el niño, le si
gue al vestirse, continúa al tomar el alimento, se enlaza
con la que recibe al entregarse á sus diversiones, y la que
reprende á cada momento sus pequeños excesos; peque
ños como el grano de la mostaza, que luego que germi
na crece y se desarrolla hasta convertirse en árbol, en cu
yas ramas se posan las aves del cielo: es, en fin, la edu
cacion que no le abandona ni aun cuando se apodera de
él el sueño, y que le acompaña y cuida hasta que vuelve
á principiar el dia (*).
Dígasenos ahora, qué es lo que han pretendido sus
tituir los gobiernos á esa institucion establecida por la
misma naturaleza ! Como última expresion del sistema
que considera al hombre destinado á ser víctima del pre
tendido bien general; como bello ideal del progreso se
gun la civilizacion antigua, han aspirado á establecer la
enseñanza en comun, que Platon prescribia á las socie
dades que hacian consistir la libertad en el derecho de
mandar, el bien y la justicia en el engrandecimiento de
la patria. Mas no habiendo podido conseguir la reali
(*) Claro es que el niño que solo oiga hablar de la felicidad que pro
porcionan las riquezas, saldrá avaro; como el que solo se acostumbra
á jugar con armas, prefiere luego la profesion militar &c. Platon decia,
que á los niños se les debia dar por juguetes los instrumentos del ofi
cio á que se les destinaba.
(**) Segun Platon observa en el libro de “LAs LEYEs,” la educa
cion debe principiar desde que el niño está en el vientre de la madre;
para lo cual prescribe á estas el ejercicio y la abstinencia de placeres y
de dolores inmoderados, durante la preñez.
Y LA LIBERTAD. 183

zacion de un plan tan contrario á las doctrinas de la reli


gion que sirve de basa á las costumbres actuales, han
aceptado como amplia y sublime solucion del problema
de la educacion pública, como necesaria modificacion
del vasto plan de la educacion en comun, conforme con las
costumbres engendradas por el Cristianismo, el sistema
de las escuelas lancasterianas. Pero examínese este sis
tema, y se hallará que su única ventaja es la economía
de profesores adecuados, pues la educacion, mejor seria
que dijéramos la instruccion, se encarga á un corto nú
mero de ellos, que se hacen sustituir en sus funciones por
los niños mas adelantados; los que enorgullecidos por
que se creen constituidos en dignidad, tratan á sus com
pañeros como á inferiores, no como á hijos, que es del
único modo que puede hacerse fructificar la semilla en
esos tiernos corazones (*). Así, la sociedad sustituye á
la madre que desea la felicidad de su hijo, aun á costa de
su vida, y que le sigue en todos sus pasos y no le pierde
nunca de vista, ni aun cuando el sueño la obliga al na
tural descanso, un maestro que solo busca un modo de
vivir, y que apénas conoce las cualidades aparentes de su
discípulo, sus maneras de teatro que le sirven para ocultar
sus verdaderos instintos, que solo cuida de él miéntras
está en la escuela, perdiéndole de vista ouando va á en
tregarse á la práctica efectiva de la vida, para no volver
á verle hasta el dia siguiente, cuando viene á recibir las
lecciones que necesariamente deben dársele con poco
afecto.
Al cuidado tierno y afectuoso de una madre que diri
ge á sus hijos presentándoles á la vista la estimacion y
recompensas que obtienen los que aman el bien, se sus
tituye la disciplina militar, que dirige los movimientos á
compas, y tiene suspendida siempre sobre las espaldas
de los que aprenden la disciplina del dómine.
(*) Dice Lamennais que el sistema de Lancaster no es sino la apli
cacion de la definicion del hombre de Saint-Lambert: “El hombre es
, una masa organizada, que recibe el espíritu de todo lo que le rodea, y
, de sus necesidades.”
184 EL CRISTIANISMO

A la educacion asidua y oportuna que contiene los ins


tintos extraviados, y deja marchar los que van bien di
rigidos, se sustituye la instruccion á horas fijas, cuando
el niño quizá no siente la idea que se quiere grabar
e Il SUl COra ZOI).

Al amor é interes de los padres por los seres que lle


van su sangre y su nombre, el interes de un maestro que
adopta aquel oficio por necesidad, y que solo aspira á que
sus discípulos contesten bien las preguntas que se les ha
gan por los delegados de la autoridad, ó por los repre
sentantes del público.
A la educacion que puede verdaderamente formar el
espíritu y el corazon, y que es la que se recibe por los
continuos ejemplos que se presencian en el hogar domés
tico, en ese templo en que son adorados los padres, re
presentantes del Criador para cada hombre, y cuyas ac
ciones y palabras se graban en el corazon porque son re
cibidas como inspiraciones del amor, se sustituye la ins
truccion dada por maestros que no son amados sino te
midos, y que por esto tiene poder para imponer ideas,
como se imponen movimientos mecánicos; no para ins
pirar sentimientos que se desechan porque se creen
órdenes del rigor.
¡ Se deducirá de lo que venimos diciendo, que repro
bamos las casas de educacion, y que deseariamos desde
luego que desapareciesen todos los establecimientos des
tinados por la sociedad á tan santa obra! De ninguna
II a 16ra.

Necesarios, indispensables son ellos para enseñar á


los niños los primeros rudimentos de la instruccion ele
mental, tan útiles porque contribuyen á aumentar la es
timacion propia dándole á cada hombre la idea de su
dignidad personal; pero no hay que contar con verda
dera y efectiva educacion, sino con la que resulte de las
lecciones y ejemplos que se reciban en la misma familia.
Así es que la accion de la autoridad que tiene por ob
jeto educar, ó sea moralizar á los asociados, deberia ser
ejercida mas bien con respecto á los adultos que á los
e Y LA LIBERTAD. 185

niños: en aquellos puede producir algunos resultados,


en estos ninguno, sin que aquella la preceda y le sirva
de basa.
¿De qué servirá, en efecto, el enseñar á un niño en
la escuela, que la ira es una detestable pasion, si al lle
gar á su casa va á presenciar las pendencias y escánda
los de un padre díscolo y vengativo! ¿De qué el que se
le diga que el desprendimiento y la caridad son la basa
de todas las virtudes, si vive en medio de una familia
avara y despiadada ! ¡ De qué las lecciones todas de mo
ral y urbanidad, si no las ve confirmadas por la práctica
de los que le dieron la existencia, y que por esto no pue
de ménos que considerar como el modelo que debe pro
curar imitar !
La educacion no consiste en las lecciones teóricas de
moral, sino en la práctica de los deberes, en el hábito de
bien obrar (*): no en el conocimiento de los órganos
de la educacion, la lectura y la escritura; sino en el uso
de sus resultados y en el amor al provecho que se puede
sacar de ellos. Generalmente se cree que la instruccion
elemental consiste en saber leer y escribir; pero ni se sa
be leer y escribir cuando se conocen las letras, sino cuan
do se comprenden las ideas; ni seria de mucha utilidad
el conocimiento de este arte al que no ha de usarlo ja
mas, ya porque sus ocupaciones no se lo permitan, ya
porque sus hábitos, que es lo que propiamente debe lla
marse su educacion, no le inspiren el deseo de usarlo.
Nunca acabarán los padres de familia de comprender
cuán grande es la responsabilidad que pesa sobre ellos;
cuánta es la importancia de la mision que tienen que de
sempeñar sobre la tierra. ¡Qué deberemos, pues, juz
gar de los que solo consideran el matrimonio como un

(*) Platon define así la educacion: “Una enseñanza bien dirigida,


, que por via de diversion, conduce el alma del niño á amar lo que
, cuando sea hombre, debe hacerle perfecto en el ramo á que se haya
... dedicado.” Pues bien, el ramo á que en general deben dedicarse to
dos los hombres es á ser hombres; luego LA EDUCActoN en general debe
tener por objeto hacer que el niño, cuando sea hombre, ame la perfec
cion del hombre. s
186 EL CRISTIANISMO

medio seguro y fácil de satisfacer una pasion carnal !


¿Qué de esos padres que solicitan para esposos de sus
hijas, no al hombre de mas virtudes, al hombre que da
mas garantías de cumplir bien la importante mision que
tiene que desempeñar en la sociedad, sino al que posee
mas cuantiosos bienes de fortuna, ó al que ocupa una po
sicion mas brillante, y que quizá por esto mismo, está mas
expuesto á la necesidad de conservar su puesto sin repa
rar en los medios! ¡Qué, finalmente, de los que solicitan
para sus hijos no propiamente la educacion que moraliza y
prepara para resistir la lucha de las pasiones, sino la ins
truccion que da dotes de brillo y exterioridad, y la que
convierte al hombre en un instrumento de produccion !
De desprecio é indignacion deberiamos reirnos al con
templar las prácticas de una sociedad que tolera y repu
ta como padres de familia á hombres sin costumbres, á
hombres que no conocen de la moral sino sus maneras,
la parte puramente plástica, que es lo que se llama urba
nidad y cortesía ; y que si llegan á conservar en sus pa
labras el respeto al deber, la veneracion á la virtud, lo
hacen mas bien por rutina que por lógica, por cálculo
que por conviccion. ¿Qué esperanzas podrá fundar la
humanidad en los hijos que nazcan de tales padres, y se
crien en medio de los ejemplos que pueden presenciar
entre tales familias !
Ni está reducida la influencia que la familia ejerce en
la moralizacion de los hombres á los primeros años de la
vida, cuando el entendimiento no forma sino acepta ideas,
cuando las acciones no dan sino reciben direccion; pues
la familia lleva su poder y su influencia hasta el término
natural de ella, que es la muerte de los que la formaron,
ó la separacion de los miembros nuevamente creados pa
ra ir á formar otra familia. No hay, en efecto, otra san
cion fuera de la religiosa, tan fuerte y eficaz para conte
ner al hombre dentro del círculo de sus deberes, como el
amor y respeto á los seres con quienes siempre ha vivi
do, que conocen su conducta, vigilan sus acciones y tie
nen derecho á exigirle su buen comportamiento, puesto
Y LA LIBERTAD. 187

que en él se cifran su buen nombre, y el honor y estima


cion de todos los que están unidos por los vínculos del
parentesco. Cuántas y cuántas veces no habrá sido so
lamente la vergüenza de volver á la casa con un cora
zon manchado por el crímen, la que haya detenido el
puñal alzado ya sobre un pecho indefenso Cuántas y
cuántas veces el temor de sonrojarse á la vista de los se
res queridos, el que haya salvado á la jóven incauta dor
mida ya por el amor en los brazos de un seductor! ¡Cuán
tas y cuántas el recuerdo de los seres que van á llevar su
nombre, el que haya forzado al avaro á volverá la víc
tima de su codicia el pan que ya le habia arrebatado! Ol
vídase el hombre con facilidad de su Dios, por la poca
costumbre de pensar en su orígen y en su fin; pero con
dificultad se olvida de un padre anciano, de una madre
tierna, de una esposa adorada, de una hermana inocen
te, de un hijo que va á heredar el amor ó el odio que su
padre le haya granjeado.
Porque no es solamente la familia en que el hombre
nace, y en la que adquiere los primeros hábitos, la que
tiene fuerza para moralizarle; es tambien la que á su vez
va á formar y á crear; y que añade fuerza á su valor pa
ra vencer las pasiones, ánimo á su estímulo para mar
char siempre por la senda del honor, que es la del deber.
Así es. Llamado el hombre por su naturaleza y por el
mas fuerte y noble de sus instintos, la paternidad, á for
mar una nueva familia, es en ella en donde encuentra el
reposo de su hasta entónces agitado corazon, la tranqui
lidad de su espíritu, los goces mas puros y completos que
se alcanzan en esta vida. Ya entónces el hombre no vi
ve sino para agradar á su mujer; la mujer para compla
cer á su marido; miéntras viene el fruto de su amor á
concentrar todos sus cariños, á fijar todas sus atenciones,
á requerir todos sus cuidados, á ser, en una palabra, el
objeto de los afanes y desvelos de toda su existencia. Y
por esto es que reputamos la familia como el vínculo so
cial mas fuerte, mas durable, mas moralizador, y al mis
mo tiempo el que mas acerca al hombre á su verdadero fin.
14
188 EL CRISTIANISMO

El corazon palpita con dulces emociones al conside


rar el hogar tranquilo y pacífico de una familia en que
el hombre es marido y padre, la mujer esposa y madre,
los niños hijos y hermanos; en que las mutuas afeccio
nes son las riquezas mas preciadas, los sinceros cariños
los goces mas apetecidos, el amor el genio tutelar de aque
lla gente afortunada, la obediencia y respeto á su Dios
el fin de todas sus acciones.
Pero cuánto no se angustia nuestra alma al conside
rar el porvenir de esa otra familia, cuyo padre no salu
da á su esposa sino con el tono de la severidad; cuya
madre no ve á su marido sino con el respeto y despego
con que viera á una persona extraña; cuyos hijos se tratan
con mutuos cumplimientos, y saludan á sus padres no por
amor sino por obediencia, no por gusto sino por cortesía!
Así es nuestra naturaleza: la felicidad doméstica na
ce del mutuo amor; el amor produce la confianza; la
confianza engendra el trato frecuente y cariñoso; y to
das estas afecciones juntas son vínculos que conservan la
moralidad de los padres y producen la de los hijos. La fa
milia es la mejor escuela, la única eficaz de civilizacion.
Es necesario, pues, darle vida y fuerza para que pue
da producir hombres capaces de ser libres, porque esta
rán verdaderamente civilizados. Las generaciones pre
sentes son responsables del porvenir de las generaciones
futuras !
Concíbese por esto, cuál no será la afliccion que sen
timos al considerar el descuido con que se ve hoy la par
te principal de la educacion, que es la moral: descuido
que solo ha podido ser inspirado por la tolerancia que
las pasiones infunden en el pecho de esos padres, que no
habiendo podido jamas contener sus viciosos instintos,
creen que esa es la suerte comun é inevitable de la hu
manidad, y que las malas inclinaciones de nuestra natu
raleza corrompida y mal dirigida, deben ser satisfechas
á costa de la felicidad eterna, y aun de la verdadera fe
licidad temporal de sus hijos. No de otro modo podria
concebirse el cuidado exquisito con que ven los padres
Y LA LIBERTAD. 189

la salud corporal de sus hijos; el esmero porque apren


dan todas las gracias y seducciones que encantan á los
ojos carnales; el afan con que se interesan porque apren
dan todas las habilidades de la elegancia; el desvelo por
que reciban la instruccion que les proporcione los me
dios de acumular riquezas, y la absoluta indiferencia por
la verdadera educacion, por la moral, por la religion.
Atónitos se quedarian los filósofos de la antigüedad al ver
que en el Catecismo de nuestra santa y sencilla religion,
se contiene la ciencia de nuestra naturaleza, se tratan
todas las cuestiones que dividieron sus escuelas, se re
suelven todos los grandes problemas de la creacion, se
explica el orígen del mundo, el principio y fin del hom
bre y las reglas que debe seguir para llegar á la perfec
cion. Reconoceria Sócrates al ver ese libro en manos de
todos los niños, que ya habia venido EL SABIo, que él
esperaba como el único capaz de fijar las inteligencias
sobre los problemas fundamentales del universo: creeria
Platon que ya era llegada la época de realizar su repú
blica de filósofos : se convenceria Ciceron de que la ra
zon humana que él creia de la misma raza que la razon
divina, habia encontrado la prueba de su orígen en la
revelacion contenida en aquel santo libro (*).
(*) º Hay un librito que se hace aprender de memoria á los niños,
.., y sobre el cual se les interroga en la iglesia: leed este librito que es
..., el Catecismo, y encontrareis en él la solucion de todas las cuestiones
, que he propuesto, sin excepcion alguna. Preguntad al cristiano de
, dónde viene la especie humana y os contestará: adónde va, y os res
, ponderá: cómo va, y os lo dirá. Preguntad á ese pobre muchacho,
, que nunca ha pensado en lo que va á responder, por qué está en el
.., mundo, y qué será de él despues de su muerte, y os dará una res
, puesta sublime, que él no comprende, pero que no por eso es ménos
, admirable. Preguntadle cómo ha sido criado el mundo y para qué;
, por qué le ha dado Dios animales y plantas; cómo ha sido poblada la
, tierra; si por una sola familia ó por muchas; por qué hablan los hom
... bres diversas lenguas; por qué sufren, por qué pelean, y cómo con
.., cluirá todo esto; él lo sabe todo; orígen del mundo, orígen de la es
... pecie humana. cuestion de razas, destino del hombre en esta vida y
., en la otra, relaciones del hombre con Dios, deberes del hombre para
.., con sus semejantes, derechos del hombre sobre la creacion; él no
... ignora nada; y cuando esté grande no dudará del derecho natural,
.., ni del derecho político, ni del derecho de gentes; porque todo esto se
... deduce claramente, y sale como por sí mismo del Cristianismo. He
190 EL CRISTIANISMO

¡ Pero cuánta no seria su sorpresa, cuánto su escánda


lo al oir decir que ese Catecismo lo aprenden los niños
y no lo saben los hombres! ¡Cuánto no extrañarian en
contrar en una sociedad fundada sobre las doctrinas que
se contienen en ese libro, un corto número de hombres
que lo comprenden, porque es muy corto el número de
los que lo meditan Cuán raro les pareceria que nues
tra familiaridad con las mas sublimes doctrinas, y por
cuyo conocimiento hubiera dado su vida cualquiera de
ellos, haya llegado hasta el punto de no conocer el teso
ro de ciencia que poseemos y que nos habla de nuestro
orígen divino, de nuestro fin celestial Parécenos que
al convencerse de estas raras anomalías se levantarian de
sus tumbas, tomarian el libro santo en sus manos y con
vocando á la humanidad entera, se pondrian á hacerle su
explicacion; óbien, no harian mas que decirle: tomad y
leed.
Extraña por demas es, en efecto, la profunda indife
rencia con que se enseña á los niños ese libro, que se les
hace aprender mas bien como un ejercicio gimnástico
de la memoria, que como el resúmen y sustancia de la
mas sublime filosofía. Parecemos condenados al suplicio
de Tántalo: con la ciencia á los labios y sin poder be
berla; y aun así hay valor para preguntar cuál sea la
causa de los males que afligen á la humanidad; cuál la
causa de las revoluciones que agitan al mundo; cuál la
causa que hace derramar lágrimas al pobre y dar gritos
de desesperacion al rico; que hace correr los años de la
infancia presenciando los tormentos de nuestros padres,
los de la virilidad sufriendo los propios, y los de la an
cianidad presintiendo los de nuestros hijos; que agita
constantemente el ánimo del sabio y deja sin consuelo
las angustias del ignorante, y sin alivio ni esperanzas la
solicitud y anhelo por la paz y la tranquilidad á que to
dos aspiran.
, aquí lo que yo llamo una gran religion: la reconozco en que no de
, ja sin respuesta ninguna de las cuestiones que interesan á la humani
, dad”.- (JoUFFRoy). -

Adviértase que este autor pertenecia al partido de los incrédulos.


Y LA LIBERTAD, 191

Es necesario educar al hombre; y la educacion con


siste en aprenderá practicar la moral; y no se aprende
á practicar la moral sino con los ejemplos que se presen
cian en el seno de la familia. Es por esto que hemos da
do tanta importancia á esta verdad: LA socIEDAD No SE
coMPoNE DE INDIVIDUos SINO DE FAMILIAS. La sociedad
que olvida esta verdad y usurpa las legítimas funciones
de la familia, hace lo que haria un hombre que teniendo
grandes y trabadas piedras para edificar una casa, las re
dujese á arena. La sociedad debe limitar su accion con
respecto á la educacion de sus miembros, á suplir los
descuidos de la familia, y por eso es que hemos establecido
que debia tratar mas bien de moralizar á los adultos
que á los niños.
Y aquí tenemos otro de los grandes problemas de la
sociedad, el mas importante, sin duda, resuelto por el
Cristianismo, por medio del ministerio de la palabra, el
mas santo y necesario de todos los ministerios de la ci
vilizacion, porque es el que la funda y conserva. Esta es la
gran mision de los ministros de esa religion, mejor lla
mados APósToLEs DE LA CIVILIZACION: el sacrificio que
ofrecen diariamente, la confesion, la predicacion, sus ac
ciones y palabras, todo, todo tiene por objeto sembrar la
semilla de la verdad, así en el corazon de los adultos co
mo en el de los pequeños, pero mas fructífera, desde lug
go, en aquellos que en estos. ¿Qué institucion han
do jamas los gobiernos semejante á esta !
El Cristianismo que prevé todas las necesidades, y
presenta los medios de satisfacerlas, temiendo el descui
do y faltas de los padres, y mas que todo los extravíos del
corazon humano, que muchas veces se sobrepone aun á
los mejores ejemplos, á las mas saludables lecciones; con
vencido, sobre todo, de que la instruccion que fructifica,
no es tanto la que se da á los niños como la que se da á los
adultos, estableció un ministerio encargado de suplir to
das las faltas, de contener todos los extravíos, de dirigir
todos los instintos: formó, y como que creó un hombre
nuevo, un hombre sin pasiones y sin necesidades, un
192 EL CRISTIANISMO

hombre sin familia y sin afecciones privadas: un hombre.


cuyo primer deber, es enseñar con el ejemplo mas que
con la palabra la práctica de todas las virtudes: un hom
bre, cuyas instrucciones son hacer todo lo contrario de lo
que le dicten sus carnales instintos; despreciar las rique
zas, desechar los honores, huir de los placeres, correr á
la casa de los que lloran, evitar el trato de los ricos para
emplear el tiempo que le dejen sus ocupaciones en acom
pañar al pobre; prescindir de sus necesidades para so
correr las ajenas; diferir la curacion de sus enfermeda
des y disimular sus dolores, para ir á asistir á los enfer
mos, y llevar el consuelo á los desdichados que gimen
abandonados de todo el mundo, y que solo encuentran
compasion en aquel hombre que no teme recostarse en
el lecho del moribundo para recoger su alma y enviarla
al cielo. A ese hombre se le exige el corazon tierno, para
que compadezca todas las desgracias, y al mismo tiempo
se le prescribe la entereza para que pueda contener sus
lágrimas y consolar á los que lloran: se le manda detes
tar el pecado y amar al pecador: se le ordena que cuide
su salud para que pueda resistir las fatigas de su ministe
rio, y se le impone como deber imprescindible que ex
ponga su salud y su vida para socorrer á los leprosos y
apestados: se le requiere la compostura y aseo en sus
vestidos, para que su exterior agrade y atraiga; y se le
intima que sufra con cara risueña el espectáculo de la
miseria, el desaseo de la pobreza. Hasta se exige algo
de dureza á un corazon al cual se imponen deberes de
tanta ternura, cuando se le destina á conducir al cadal
so á los desventurados que los temores de la sociedad
condenan á perecer con la muerte que no solo inspira lás
tima sino horror!
He aquí el hombre destinado por el Cristianismo á en
señar la moral, á educar á los niños, á dirigir á los adul
tos, á contener á los extraviados, á estimular á los que
marchan por el buen camino! ¡He aquí el apóstol de la
palabra de Dios, que es la civilizacion (*)
(*) “Exigir la inmolacion del orgullo y de la envidia, la aceptacion
Y LA LIBERTAD. 193

Pero el Cristianismo no se ha contentado con ense


ñar la moral con la palabra y con el ejemplo, ha dejado
tambien una institucion admirable, que tiene por minis
terio examinar el estado del alma misma, comprender
sus secretos deseos, remediar sus ocultas necesidades.
No son las infracciones manifiestas de las leyes pena
les las solas que minan las basas de la sociedad: aun hay
un sin número de faltas que pasan desapercibidas, quizá
del mismo que las comete, y por lo cual se multiplican
é infiltran en sus costumbres, hasta llegar á aparecer co
mo necesidades de la naturaleza; á mas de esto, aun
queda fuera del poder de las leyes el deseo y la inten
cion del ánimo. Y bien, qué dirian los utopistas que
han creido posible en los sueños de su fantasía, realizar
la perfeccion de la sociedad sin contar para ello con Dios,
y que cuando llegan al punto á que los hemos traido
apartan descontentos sus miradas, y gritan: “¡imperfec
cion de la naturaleza humana! males irremediables de
nuestra condicion!” qué dirian, preguntamos, si se les
dijera que habia un sistema que hacia practicable por me
dio de la libertad, de la espontaneidad del individuo, lo
que ellos creian ó quimérico, ó realizable solo por me
dio de instituciones tiránicas !
Oigamos al GENIo de la América disvariando en su
ansia por el progreso del mundo, en su delirio por ver
hermanada la libertad con el órden, y como agitado por
el presentimiento de que esto era imposible de otro modo
que sustituyendo la autoridad de la conciencia á la au
, espontánea de todos los sacrificios, á veces de todas las humillacio
, nes, á otro principio que al de la abnegacion cristiana, es esperar que
, la naturaleza humana se transforme por sí misma con solo su poder.
, Para vivir voluntariamente de la vida de los pobres cuando por el ni
, vel de la inteligencia se encuentra uno constituido en un nivel supe
, rior á ellos, es preciso que el trato del hombre sea con el cielo, y que
, sus esperanzas se alimenten de otra cosa mas alta que la tierra. Trans
, formar en una funcion el sacerdocio de la enseñanza primaria, impo
, ner una vida de privaciones á padres de familia que adoptan esta car
, rera, no por eleccion sino por necesidad y á falta de otra, es poner
, todas las irritaciones de la naturaleza y de la vanidad en contacto con
, esa alma del pueblo, que un soplo impuro basta por sí solo para em
, pañar y aun para hacer desaparecer del todo.”— (Luis de Carné).
194 EL CRIS"I"IANISMO

toridad de la sociedad, la virtud y la moral al interes y


á la fuerza.
“La educacion popular, decia Bolívar al Congreso
, de Angostura, debe ser el cuidado primordial del amor
, paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de
, una república: moral y luces son nuestras primeras ne
, cesidades. Tomemos de Aténas su Areópago y los
, guardianes de las costumbres y de las leyes: tomemos
, de Roma sus censores y sus tribunales domésticos; y
, haciendo una santa alianza de estas instituciones mo
, rales, renovemos en el mundo la idea de un pueblo que
, no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere
, ser virtuoso. Tomemos de Esparta sus austeros esta
, blecimientos, y formando de estos tres manantiales una
, fuente de virtud, demos á nuestra república una cuarta
, potestad cuyo dominio sea la infancia y EL coRAzoN de
, los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres,
, y la moral republicana. Constituyamos este Areópago
,, para que vele sobre la educacion de los niños, sobre la
, instruccion nacional; para que purifique lo que se ha
, ya corrompido en la república, que acuse la ingratitud,
, el egoismo, la frialdad del amor á la patria, el ocio, la
, negligencia de los ciudadanos; que juzgue de los prin
, cipios de corrupcion, de los ejemplos perniciosos; de
, biendo corregir las costumbres con penas morales, co
, mo las leyes castigan los delitos con penas aflictivas,
, y no solamente lo que choca contra ellas, sino lo que las
, debilita: no solamente lo que viola la constitucion, si
, no lo que viola el respeto público. La jurisdiccion de
, este TRIBUNAL vERDADERAMENTE SANTo deberá ser efec
, tiva con respecto á la educacion y á la instruccion, y
, de opinion solamente en los premios y castigos. Pero
, los anales ó registros donde se consignen sus actos ó
, deliberaciones, los principios morales y las acciones
, de los ciudadanos, serán los libros de la virtud y del
, vicio: libro que consultará el pueblo para sus eleccio
, mes, los magistrados para sus resoluciones, y los jue
, ces para sus juicios. Una institucion semejante por mas
Y LA LIBER"I'AD. 195

, que parezca quimérica, es infinitamente mas realiza


, ble que otras que algunos legisladores antiguos y mo
, dernos han establecido con ménos utilidad del género
, humano.”
Sueño de Platon, vano y bellísimo, ha llamado Baralt
el pensamiento de Bolívar: quimérico lo llama él mis
mo; pero es porque se ha creido necesario apelar á las
instituciones de la antigüedad, al Areópago, á los cen
sores, á los tribunales domésticos, para conseguir lo que
se ha realizado en toda su belleza, y libre de la interven
cion de la autoridad social, y desde luego de la parte ti
ránica, por medio de EL TRIBUNAL DE LA PENITENCIA.
Al enumerar Bolívar los bienes que se prometia de ese
tribunal verdaderamente santo, de esa cuarta potestad cu
yo dominio habia de ser la infancia y EL coRAzoN del hom
bre, parece que no hace mas que describir los efectos de
la institucion cristiana, conocida con el nombre de LA
coNFEsIoN, y que realiza el sueño de todos los sabios
de la antigüedad que creian hallar en la confesion de
nuestros pensamientos y deseos el único remedio capaz
de contener los extravíos de la conciencia, porque es su
sometimiento al juicio y decision de la conciencia de la
humanidad. De aquí el uso de esas memorias que reco
gen por la noche las acciones y los pensamientos del dia:
de aquí esas Confesiones ó Confidencias de todos los hom
bres que se creen candidatos para la inmortalidad, y á
cuyo efecto presentan al mundo el cuadro de sus accio
nes, no como su inimitable modelo, San Agustin, cuyas
confesiones no son mas que un grito continuado de do
lor y arrepentimiento, solo interrumpido de cuando en
cuando para entonar himnos á la Divinidad cuyo per
don implora, sino como una impudente revelacion de los
secretos del alma; de aquí la única confesion que produ
ce útiles frutos, la que abre nuestra alma al amigo, al
confidente que nos oye con la misericordia del OMNIPo
TENTE, con la compasion que inspira nuestra débil na
turaleza, con la dulzura y el aliento que nacen del poder
de perdonar. Esa es la confesion que alivia el peso de
196 EL CRISTIANISMO

nuestras culpas, dándole parte de ellas al que nos oye, y


que nos presenta como garante de sus promesas al mismo
Dios: esa es la confesion que produce la verdadera y sa
ludable expiacion, porque empieza por una lágrima de
dolor, y concluye por una sonrisa de esperanza: esa es
la confesion que transforma al hombre, porque le manda
limpiar su alma para recibir al mismo Dios, que descu
bre los secretos y cuenta los deseos de nuestro corazon.
La práctica del Sacramento de la Penitencia, cuyo ob
jeto es conservar pura y limpia la conciencia del indivi
duo, seria el agente mas poderoso de civilizacion. Y has
ta innecesario nos parece hablar de la importancia que
debe darse á la formacion de los ministros del altar, en
cargados por la sociedad, encargados por Dios mismo de
esparcir en el mundo la semilla del bien, del cultivo de
la virtud, de la conservacion del fuego sagrado que da
vida al espíritu y purifica el corazon (*). El nombre de
Seminario dado por nuestros mayores á esos planteles des
tinados á la formacion de los propagadores de la civili
zacion, da á comprender la idea que de ellos debemos
formarnos, mejor que cualquiera otra explicacion. Pe
nétrese la sociedad de la importancia de ese ministerio,
y dedíquele todos los cuidados que exige el exacto y fiel
cumplimiento de su objeto.
Concluimos pues: la sociedad no debe tomar otra par
te en la educacion que la que sea necesaria para suplir
las faltas de la familia: nada es tan poderoso para desem
peñar esta importante funcion como el ministerio de la
enseñanza ejercido por el sacerdote cristiano.
(*) Aquí tenemos otra prueba de lo que dijimos ántes: “el Cristia
mismo presenta las fórmulas que resuelven los problemas de la mas pro
funda filosofía, dejando á esta el cuidado de desarrollar la serie de ra
ciocinios que la producen.” La teoría de la confesion la estableció Pla
ton, poniendo en boca de Sócrates las siguientes palabras: “Cuando se
, ha cometido una injusticia es necesario ir por sí mismo á presentarse
, en el lugar en que haya de recibirse la correccion conveniente, apre
, surarse á comparecer ante el juez como se apresura el enfermo á bus
, car el médico, no sea que la enfermedad de la injusticia permanecien
, do en el alma, engendre en ella una corrupcion secreta y se haga
, incurable.”— (GoRGIAs).—El tribunal de la penitencia es la realiza
cion de este sueño de Platon.
Y LA LIBERTAD. 197

CAPITULO XIV.

EL PODER DE LA ASOCIACION SUSTITUIDO Á LA ACCION


ADMINISTRATIVA.

Es necesario distinguir, como nos enseña Arhems, las


funciones de la sociedad humana en general, de las fun
ciones propias de la sociedad civil. La sociedad en gene
ral, destinada como está á combinar las facultades y es
fuerzos de todos los hombres para alcanzar el fin comun
de la humanidad, tiene que cumplir fines especiales y va
riados, en los cuales no debe tomar otra parte la so
ciedad civil, que la indispensablemente necesaria para
remover los obstáculos que puedan oponerse á ellos por
parte de los asociados. La humanidad es un cuerpo co
lectivo que marcha á un mismo término por diversos ca
minos: la mision de la sociedad civil es conservar expe
ditos esos caminos, no trazándolos ni abriéndolos ella,
sino acompañando al hombre y removiendo todos los
obstáculos que pudieran detener su marcha; debe, como
lo hemos dicho ya, quedarse atras para avisar desde allí
los malos pasos, pero jamas ponerse á la cabeza porque
se expone á extraviarle, ó por lo ménos áretardar su
marcha, y aun á dejarle estacionario, si esto fuera posi
ble. Ese es el error en que han incurrido siempre los go
biernos, ese el error en que hoy mismo incurren.
Es cierto que el hombre aislado no puede andar pron
to, ni con seguridad; pero para eso se le ha dejado un
poder que no tiene mas límite que la inmutabilidad de
las leyes de la naturaleza; el poder de LA AsocIACION.
La asociacion es la gran palanca que remueve todos los
obstáculos, allana todas las dificultades, vence todos los
estorbos. La asociacion es la omnipotencia del poder fi
sico, porque reuniendo las fuerzas aisladas en mayor ó
menor número segun sea la magnitud del objeto que se
198 - EL CRISTIANSMO

trata de conseguir, no halla obstáculo que pueda impe


dir su paso. La asociacion dirigida por la inteligencia es
el estandarte del progreso, en pos del cual marcha la hu
manidad á paso triunfador, y sin que nada pueda dete
nerla.
Para dar una ligera idea de lo que es el poder de la
asociacion, y cuánto tiene todavía que hacer el hombre
para estar en posesion de él, extractaremos algunos capí
tulos de Fourier, que es el socialista que parece haber
obrado bajo la fuerza de mayores convicciones; presen
taremos esos vislumbres del porvenir, que nos parecen
juegos de imaginacion porque aun estamos muy léjos de
ellos, pero que en realidad no son sino pliegues recogi
dos al velo que nos oculta el horizonte sin límites del
progreso humanitario. Por qué habremos de negarnos
á tomar parte anticipada en el hermoso porvenir que es
pera á las generaciones de que hemos de ser padres ! El
hombre consigue siempre lo que espera: espera lo que
ama, ama lo que cree: LA FE es el orígen de todos los
progresos del género humano. La actualidad, tal como
es, es desesperante; pero oigamos á Fourier que él nos
dará algun alivio.
“Todas las clases de la sociedad están interesadas en
, desear el mal de las otras, y ponen su interes personal
, en contradiccion con el colectivo. El abogado desea
, que la discordia fije su residencia en todas las buenas
, familias para que haya buenos pleitos.
“El médico no desea á sus conciudadanos sino bue
, nas calenturas y mejores epidemias; y quedaria arrui
, nado para siempre si los hombres se murieran sin en
, fermarse; como quedaria el abogado, si todas las con
, tiendas se arreglasen amigablemente. El militar desea
, una buena guerra, que mate la mitad de sus conmilito
, mes, y le proporcione así el medio de adelantar en su
, carrera. El cura está interesado en que la muerte pro
, duzca, y en que haya buenos muertos, es decir, entier
, ros de á mil francos por cabeza. El juez desea que su
, territorio continúe dándole cada año un número sufi
Y LA LIBERTAD. 199

, ciente de crímenes para que se conserve la necesidad de


, su oficio, pues de lo contrario habria que suprimir los
, tribunales. El monopolista quiere una buena hambre
, que eleve el precio del pan al doble ó al triple: item
, mas, el mercader de vinos desea buenas heladas que
, atrasen las viñas. El arquitecto, el albañil, el carpin
, tero, desean un buen incendio que consuma siquiera
, cien casas para activar su negocio. En fin, la civiliza
, cion no presenta sino el risible mecanismo de las par
, tes obrando y votando contra el todo.”
Pero no es posible creer que la humanidad esté con
denada á vivir en continua guerra; ni la voluntad del
Supremo Hacedor puede estar satisfecha con que el mo
do de conseguir el bien sea deseando el mal: veamos,
pues, si hay algun medio de poner en armonía el bien
de todos con el bien de cada uno. La asociacion resuel
ve este problema del modo mas satisfactorio.
En el estado actual de la civilizacion, como lo hemos
hecho ver, unas profesiones ganan segun lo que pierden
las otras. Lo contrario sucederia con la asociacion. To
das serian retribuidas por un dividendo sobre el produc
to general. Este dividendo aumentaria ó disminuiria en
proporcion del bien comun: miéntras ménos pleitos hu
biera, ménos enfermos, ménos muertos, ménos guerras,
ménos crímenes, ménos escasez, &c., mayor seria el
producto, mayor la cantidad repartible entre todos. El
interes de todos seria entónces como el de los que ase
guran las vidas, que deben prevenir el mal, no desearlo.
Las profesiones mas nobles, porque son las que mas
participan de la vida del espíritu, y las que mas hacen
avanzar á la humanidad en el camino de la civilizacion,
son hoy las ménos recompensadas; y hasta se ha hecho
proverbial su abandono: pobre como un poeta, mal ves
tido como un filósofo, hambriento como un literato, &c.
Desde el príncipe de los poetas, Homero, que mendigaba
el pan, hasta el príncipe de los sofistas, J. J. Rousseau,
que copiaba música para ganar la subsistencia, siempre
se ha visto que el régimen de la civilizacion no ha con
200 EL CRISTIANISMO

cedido á los sabios y á los artistas sino la indigencia y


hasta el desprecio.
En el sistema de la verdadera asociacion no sucederia
esto. A cuánto alcanzaria la parte correspondiente al
inventor de la imprenta, si la humanidad hubiera recom
pensado á Guttemberg segun las ventajas de su invento !
¡A cuánto la del inventor del para-rayos, la del inventor
del vapor, la del inventor del telégrafo eléctrico! ¡A cuán
to la de los literatos que con sus trabajos proporcionan
tanto solaz y desarrollo intelectual á sus lectores ! Jus
to seria que los que contribuyen á aumentar el bienestar
social, recibieran una parte de ese aumento; justísimo que
el que inventa una máquina que ahorra trabajo, tomase
una parte del valor del trabajo ahorrado. En el sistema ac
tual la sociedad honra y disfruta el invento y desprecia al
inventor. En el sistema de asociacion seria verdadero el
principio de San Simon: á cada uno segun su capacidad,
á cada capacidad segun sus obras.
Presentaremos un ejemplo de las ventajas que propor
cionaria la combinacion del trabajo, ó segun la expre
sion usada, la division del trabajo que no es sino uno de
los grandes resultados del sistema de asociacion.
Una hacienda necesita para máquinas un capital de
diez mil pesos: esa hacienda beneficia sus frutos usando
las máquinas un dia en cada semana; luego si las usase
todos los dias, podria con el mismo capital beneficiar seis
haciendas. Así pues, seis haciendas en asociacion ahor
rarian un capital de cincuenta mil pesos, y tendriamos
que puestas seis haciendas en asociacion conseguirian
con diez mil pesos el mismo producto para el cual em
plean hoy sesenta mil. Fácil nos seria demostrar que en
asociacion el producto de esas haciendas seria mayor
que entregadas á la accion individual, ya porque seria
mejor el cultivo, ya por el mayor cuido y duracion de
las máquinas, pero con esto basta.
Por último: los comerciantes por menor ocupan hoy
muchas casas, y un número inmenso de dependientes
para vender una cantidad igual á la que podrian vender
Y LA LIBERTAD. 201

en una sola casa, y con el mismo número de empleados


que hoy paga una sola. Puestas varias de las casas que
hoy existen en asociacion, ahorrarian el pago de alqui
leres y el de dependientes. Esto se hace mucho mas no
table en los revendedores, regatones y buhoneros, que
emplean todo un dia en vender lo que en realidad no les
ocupa mas de una hora. Cuánto no seria el aumento de
brazos para el trabajo, si se redujesen esas profesiones
que hoy no producen sino el hábito de la ociosidad !
Pero la asociacion no solo es el medio mas poderoso
de llevará cabo las concepciones de la inteligencia, es
tambien la satisfaccion de una necesidad imperiosa de la
naturaleza, proveniente de la primera condicion del hom
bre que es la sociabilidad; y es de aquí que nace ese ins
tinto fuertemente pronunciado que impele al hombre á
buscar á sus semejantes, y que apénas le deja gozar cuan
do está aislado, apénas le hace sufrir cuando tiene con
quien dividir sus pesares.
Tiene tambien la asociacion un poder moralizador tan
eficaz como el de la familia, pues ella no es mas que una
familia por eleccion, como lo hemos insinuado ya. Así co
mo la familia es indispensable para dirigir los primeros pa
sos del hombre, así lo es la asociacion para los ulteriores.
La asociacion, en fin, es el medio mas eficaz de pro
pagar la instruccion.
Hemos concedido á la sociedad el derecho, y el dere
cho porque es necesario para cumplir el deber, de suplir
las faltas de los padres en la educacion de la infan
cia. Creemos, como lo hemos dicho ya, que este mi
nisterio no puede ser bien desempeñado sino por los
ministros de la religion, que libres de las afecciones de
familia, apartados de los intereses mundanos y fuera
del movimiento que agita las sociedades, están en ca
pacidad de dedicarse á este difícil, delicado y santo
encargo con mas eficacia y provecho que un padre de
familia, que solo acepta esa ocupacion por necesidad y
á falta de otra mas productiva.
Mas, cualquiera que sea la parte que tome la sociedad
202 EL CRISTIANISMO

en lo que propiamente se llama educacion, de cualquier


modo y por quienquiera que ella sea desempeñada, es á
esto solamente á lo que debe extender su accion en ma
teria de instruccion en general. La educacion primaria
es indispensable, y tanto, que el que carece de ella no
puede ser considerado como miembro útil de la humani
dad, porque la educacion primaria es el conocimiento de
los deberes, y de las facultades que para cumplirlos tiene
el hombre, mejor dicho, el conocimiento y ejercicio de
la personalidad humana. Pero la instruccion secundaria,
siendo como es, fuente de progresos, medio de realizar
toda especie de mejoras, apoyo indestructible para la mar
cha de la humanidad, no es sin embargo una necesidad tal
para el hombre ni para la sociedad, que su carencia pueda
considerarse, como debe considerarse la carencia de la edu
cacion primaria, la privacion de la dignidad humana. La
instruccion secundaria, pues, queda bajo el dominio de las
asociaciones privadas con mas esperanzas de provecho,
que cuando está bajo la direccion social. Y esto es tan
cierto, que aun en los países despóticos, en que las Uni
versidades son establecimientos sostenidos por el gobier
no, se deja á esos cuerpos toda la independencia nece
saria para que la instruccion sea dirigida por los hom
bres de ciencia, no por los hombres de autoridad.
Así es que aunque nos hemos decidido por la inter
vencion de los ministros de la religion en la educacion
primaria, nos pronunciamos de todo punto contra ella
en materia de instruccion secundaria. El árbol de las
ciencias no germina sino en el campo que alumbra
y fertiliza el sol de la razon. El poder social lo mas
que puede hacer, y eso en naciones atrasadas, en na
ciones infantes, formadas por hombres tímidos y sin
la confianza en sí mismos que es necesaria para fundar
la libertad; lo mas que puede hacer es proteger los esta
blecimientos científicos, pero sin reservarse la menor in
tervencion en la marcha que deben seguir. La razon y
la experiencia son dos testigos que nos dispensan de en
trar en pormenores para confirmar estas verdades. La
Y LA LIBERTAD. 203

independencia de esos establecimientos es lo que produ


ce el estímulo, y sin estímulo no hay progreso (*).
Las sociedades civiles, no nos cansaremos de repetir
lo, no tienen otra mision que apartar los obstáculos que
nos opongan en el camino del progreso los otros hom
bres. Miéntras los pueblos no marchen por sí solos, sino
conducidos por la mano de la autoridad, permanecerán
muy distantes de la verdadera emancipacion que puede
darles la libertad. El secreto de la libertad está en la con
fianza en sí mismo; todo hombre hace lo que cree que
puede hacer. Así son los pueblos. Para conquistar la ver
dadera libertad, es preciso irse desprendiendo mas y mas
de la proteccion gubernativa, y sustituyéndola con la ac
cion individual ayudada del poder de la asociacion. La
democracia, tal como se deduce de la civilizacion cris
tiana, no consiste en mandar, sino en no ser mandados.
Tal sociedad gobernada por un monarca absoluto puede
ser mas libre que otra gobernada por las mayorías. El
problema de la libertad no consiste en saber quién man
da, sino qué tanto se manda.
Y de aquí tomaremos nueva ocasion para presentar
un argumento mas en favor de las instituciones munici
pales, nuestro ídolo, porque lo es la libertad. Reducido,
como segun nuestra teoría queda el poder social, á con
tener los ataques que la libertad pueda sufrir de parte
de los demas hombres, claro es que queda privado de to
das las funciones relativas al adelanto moral y físico del
país, para reservarlas á la libre y espontánea accion del
hombre ayudado por la asociacion.
Ahora bien: las instituciones municipales no son mas
que asociaciones necesarias para cumplir ciertos fines es
peciales á determinados grupos de hombres, que viven
próximos los unos á los otros, y por eso con necesida
des comunes, que nadie como ellos siente, ni como ellos
puede satisfacer.
(*) El mejor plan de estudios, como decia un rey de Cerdeña, es la
¿? de buenos catedráticos, para que estos enseñen como mejor
es parezca.
15
204 EL CRISTIANISMO

Así es que miéntras mas se extienda el poder munici


pal, mas se acercarán los pueblos al gobierno propio, que
es en lo que consiste la verdadera libertad. El gobierno
general debe ser reducido á las funciones indispensables
para cumplir su fin, que no pasa de ser la seguridad in
terior y exterior; pero pensar que pueda continuar inter
viniendo en las necesidades de los pueblos, es estar cer
ca de aprobar las leyes suntuarias por las que se arregla
ban en tiempos de despotismo universal los gastos de las
familias.
La asociacion, concluimos, es un medio de mejora y
una necesidad de la naturaleza humana, cuya satisfac
cion produce los mas gratos placeres y los mas prodigio
sos resultados; y como la naturaleza humana no nece
sita que la sociedad civil le revele sus necesidades, ni le
enseñe á satisfacerlas, sino que remueva los obstáculos,
mejor seria decir, que no le oponga obstáculos que lo im
pidan; síguese que la facultad de asociarse en el sentido
del bien y del progreso es un derecho que la sociedad no
puede limitar por ningun pretexto. Los hombres tienen
el derecho de asociarse con el fin que tengan á bien: la
sociedad no puede intervenir sino cuando los derechos
de alguno de sus miembros se hallen amenazados por al
guna de las asociaciones privadas.

CAPITULO XV.

OBSERVACIONES GENERALES SOBRE LA A.CCION

ADMINISTRATIVA.

Al hablar de la accion administrativa, nos hemos re


ferido, como allí lo dijimos, primero á la accion general
del poder social en el conjunto de sus atribuciones, y
luego á la accion de ese mismo poder, pero limitada á
las funciones que tienen por objeto dirigir el desarrollo
Y LA LIBERTAD. 205
de las facultades individuales. Mas no siendo este el sen
tido usual y técnico de esta frase, que se limita general
mente á la accion del poder encargado de ejecutar las le
yes, creemos necesario hacer algunas observaciones en
este particular sentido.
Las reflexiones que hicimos sobre la accion de la au
toridad social en general, nos dieron por resultado algu
mas verdades que pueden quedar resumidas en el siguien
te principio.
El poder social no debe jamas hacer lo que los asociados
saben y pueden hacer por sí mismos.
Ahora bien, el principio que rige la accion adminis
trativa, refiriéndose solamente á la accion del poder eje
cutor, es idéntico al anterior, y podria expresarse en es
tos términos: los intereses particulares no son bien admi
nistrados sino por aquellos mismos que sienten las necesi
dades que se tratan de satisfacer; el cual puede ser tradu
cido como el primero, pues lo que quiere decir es, que
un poder por ser mayor no sabe ni puede hacer mejor lo
que podria ser bien hecho por otro menor.
Esta regla basta para determinar la esfera de los di
versos poderes administrativos, en que se divide la ac
cion ejecutiva; y sirve ademas de confirmacion de la pri
mera regla, pues es aplicable á toda la accion social en
general, y determina su distribucion entre las diversas
fracciones de que se compone una nacion. La referimos
á la accion administrativa en especial, porque es una ru
tina seguida por todos los publicistas, colocar el poder
municipal en la esfera del poder administrativo, ó sea
del poder ejecutor, cuando por sus variadas y extensas
funciones participa de todas las funciones del poder ge
neral, aunque limitadas á una menor extension de juris
diccion. Mas claro; el poder ejecutivo abraza en la es
fera de sus atribuciones mayor extension que el munici
pal, puesto que comprende todo el territorio de la na
cion; pero el poder municipal aunque limitado á menor
extension, comprende mas variadas atribuciones que el
ejecutivo, porque no solo encierra el poder de ejecutar
206 EL CRISTIANISMO

sino el de arbitrar. El poder ejecutivo, propia y legítima


mente, no puede hacer mas que ejecutar; y cuando re
cibe del poder legislativo la facultad de reglamentar, y
desde luego la de arbitrar, ya recibe una funcion delega
da, no propia. No es así respecto del poder municipal,
que dentro de la esfera de su jurisdiccion, tiene así las fa
cultades del poder legislativo como las del ejecutivo.
Consecuencia de este falso modo de considerar esos
poderes es, que se haga al poder municipal dependiente
del poder ejecutivo, cuando tiene facultades enteramen
te extrañas á este, y cuando las dos naciones-modelos,
nos enseñan que la independencia de esos poderes es la
que conserva la estabilidad y vigor de los Estados.
Si es una verdad reconocida y acatada que los intere
ses individuales no deben ni pueden ser bien administra
dos sino por el mismo que los siente, sin que la autoridad
social pueda tomar otra parte en ellos, que la necesaria
para conservarlos incólumes, qué razon podrá alegar
se para que los intereses de la parroquia hayan de ser ad
ministrados sino por la parroquia, los del canton sino por
el canton, los de la provincia sino por la provincia, así
como no deben serlo los de la nacion sino por la nacion!
Y he aquí en lo que consiste verdaderamente la liber
tad política, que podria definirse: el sagrado derecho que
cada uno tiene de administrar sus propios intereses; de
finicion que cuadra exactamente así á la libertad indivi
dual, como á la libertad municipal. La libertad, como
fin á que aspira el hombre y á que aspiran los pueblos,
propiamente no es sino la independencia de todo poder
extraño; si se llama libertad y no independencia, es por
que la independencia por sí sola no significa nada; la in
dependencia es la negacion de toda accion que venga de
fuera; la libertad es mas, porque comprende así la nega
cion del poder extraño como la accion dirigida por no
sotros mismos: la libertad en este sentido no es fin, sino
el medio de cumplir nuestro legítimo fin.
Así es que el poder municipal debe verse con no me
nor respeto que la libertad individual, pues él no es otra
Y LA LIBERTAD, 207

cosa que la accion colectiva de esa libertad: él es el san


tuario que la conserva, porque es el centro que reune las
fuerzas que tienen interes en obrar en un mismo senti
do, y al que convergen todos los mas gratos recuerdos,
todas las mas dulces afecciones, para convertirse luego
en foco de donde irradia el espíritu público que da fuer
za y vida á los Estados.
Los que han considerado el sistema representativo co
mo el único sosten de las libertades públicas, no han
examinado su verdadero carácter, que no pasa de ser el
de un intérprete de intereses ajenos; pues toda su vida
la reciben de la necesidad que tienen los pueblos de ejer
cer sus funciones por medio de apoderados, ya por ser
el número de poderdantes mayor que el que permite de
sempeñar con acierto las propias atribuciones, ya por es
tar generalmente en la incapacidad de ejercer sus pode
A” º

res por si mismos.


Esto en cuanto al orígen de ese poder, que si exami
namos su verdadera naturaleza, hallaremos que no es
otra que la de un criterio que sirve para averiguar cuá
les son las verdaderas necesidades de los pueblos, cuáles
los mas adecuados medios de satisfacerlas.
Así pues, una cámara legislativa es con respecto á los
intereses morales y materiales de los pueblos que repre
senta, lo que una academia de sabios respecto de los ar
canos de las ciencias que está encargada de profundizar:
es mas, porque esta examina verdades abstractas que no
tocan en nada los intereses de los que la forman; aque
lla aplica sus descubrimientos, y los aplica sobre intere
ses vivos que todos sienten, y por eso á todos pueden en
ganar.
¿Cómo es pues, que se forma un cuerpo legislativo
con hombres á quienes se exigen no condiciones de sa
ber sino de interes ?
Reconocemos nuestra impotencia para dar una res
puesta satisfactoria á esta pregunta. Mas, como todos los
hechos generales de la humanidad encierran alguna razon
que legitime, ó por lo ménos disculpe su existencia, exa
208 EL CRISTIA NSM ()

minamos atentamente el sistema representativo, y nos


parece entrever que la razon que le ha dado y conserva
la vida, está cifrada en el reconocimiento tácito ó expre
so de este principio: la necesidad es la mejor guia para
dirigir y estimular las facultades capaces de satisfacerla, ó
lo que es lo mismo, los intereses no tienen mejor intér
prete que las mismas necesidades que hacen experimentar
á aquellos sobre quienes obran actualmente.
Pero este principio se realiza ménos efectivamente con
la facultad de nombrar intérpretes de nuestros intereses,
que con el poder de interpretarlos nosotros mismos. Lue
go no es el sistema representativo la verdadera garantía
de nuestros derechos, sino un medio de hacerla efectiva;
y un medio que nos impone la necesidad; un medio que
nos prescribe la imposibilidad de hacer nosotros mismos
lo que tenemos el derecho de hacer, pero para lo cual es
tamos imposibilitados, ya por el gran número de los que
habrian de tomar parte en la deliberacion, ya por la nin
guna conveniencia que para ellos mismos habria en entrar
á discutir sobre intereses generales, cuando, si sienten
los particulares, no tienen la inteligencia necesaria para
ponerlos en armonía con los de los demas, y desde lue
go para satisfacerlos sin encontrar resistencias por parte
de los otros.
Esto basta para probar que el poder central de una na
cion, ya sea considerando su accion como extensiva á
todas las funciones sociales, ya limitada simplemente á
la ejecucion, no debe administrar otros intereses que los
que á toda la nacion comprenden, dejando los particula
res á aquellos á quienes pertenezcan; los de las provin
cias á las provincias, los de las ciudades á las ciudades,
los de las familias á las familias.
La utilidad y necesidad del sistema municipal se de
duce ademas, de que es anterior al general; de que este
puede faltar, aquel no. En el órden con que se forman
las sociedades, encontramos primero la familia, luego
el municipio, despues la nacion.
“El régimen municipal no ha sido ni organizado por
Y LA LIBERTAD. 209

, los publicistas, ni impuesto por la ignorancia armada,


, como sucedió con casi todas las instituciones de la edad
, media; él es un árbol antiguo, produccion espontánea
, del suelo que cubre con sus ramas, bajo cuya sombra
, tutelar se acogieron los hombres por un movimiento es
, pontáneo de su voluntad, y guiados por el instinto de
,, Su conservacion.
“El es, pues, un verdadero poder natural que nadie pue
, de desconocer, y no es la razon de su existencia lo que
, debe discutirse, sino el modo de organizarlo de acuer
, do con su misma naturaleza (*).”
Un pueblo que cuente con un buen sistema municipal,
conservará un poderoso gérmen de vida, aun bajo el yu
go del despotismo.
Testigo la infeliz Lombardía, que aun da señales de
vida, gracias á su sistema municipal, y á pesar de la ti
ranía del déspota que hace gemir al imperio austriaco.
Un pueblo con cámaras legislativas nombradas por él
mismo, está expuesto á perecer por falta de espíritu pú
blico, si no cuenta con el poder municipal.
Testigo la América del Sur.
Júzganse generalmente las instituciones por lo que
aparece de la historia de los pueblos, que como ya he
mos dicho, no es mas que una escena representada en el
gabinete de los reyes; poco se cuida de entrar á exami
nar su vida íntima. Pero así como no puede juzgarse del
carácter de un hombre solo por su conducta pública, así
tampoco puede formarse un juicio cabal de las institucio
nes de los pueblos, sin examinar su régimen interior.
La gran pujanza de la Inglaterra, y de los Estados Uni
dos, cuyas instituciones son una copia casi exacta de las
de aquella; no debe buscarse en su sistema representa
tivo, absurdo en la primera hasta rayar en la mentira, li
mitado en los segundos, (hablamos del poder general),
casi exclusivamente á las relaciones exteriores de la na
cion, y á las de Estado con Estado. Examínense sus ins
tituciones municipales, y allí se encontrará el secreto de
(*) Macarel.
210 EL CRISTIANISMO
-

su vida; solo allí puede decirse con verdad que los pue
blos se gobiernan por sí mismos.
La centralizacion administrativa ha sido comparada
por todos los publicistas á una espada cuyo puño se en
cuentra en el centro del Estado y su punta en todas par
tes. Aceptamos con gusto la comparacion porque prueba
con particular exactitud lo absurdo de ese sistema: pues
así como es imposible que la punta de una espada se ha
lle á la vez en los millones de puntos que componen un
Estado, así la centralizacion administrativa, ni es posi
ble tal como se pretende, es decir, siendo el jefe del Es
tado el que la dirija y presida, pues tendrá siempre que
valerse de agentes á los cuales ni aun siquiera puede tomar
cuenta por sí mismo; ni esa centralizacion promete resul
tados conformes con el verdadero interes de los pueblos
sobre quienes pesa, pues los deja abandonados al cuidado
de empleados que ni sienten los intereses que adminis
tran, ni tienen otro estímulo para dirigir su conducta que
dar á sus amos pruebas de su fidelidad, aun á costa del
interes de sus administrados. Ellos nunca harán mas que
aquel ministro ruso, que cubrió de casas los caminos y de
buques los rios; casas y buques en perspectiva, para ha
cer creer á su soberano en la prosperidad de sus pueblos.
La centralizacion administrativa es el sacrificio de to
da la nacion en holocausto á la capital; para obtener los
favores de esta divinidad es necesario venir á adorarla
en su mismo templo, quemar incienso en sus altares, re
cibir sus inspiraciones.
La centralizacion administrativa es mas peligrosa en
los Estados cuyo poder ejecutivo es designado por la elec
cion, que en aquellos en que lo es por derecho de heren
cia. El jefe de estos, seguro como está de conservarse en
su puesto conservando la nacion en paz y respetando su
opinion, procura oir el voto y los deseos de los pueblos,
si no para satisfacerlos, por lo ménos para engañarlos.
En los otros, llamado el jefe del Estado á gobernar por
el triunfo de un partido político, sus afecciones, y hasta
el deber natural de la gratitud, pero mas que todo, la ne
Y LA LIBERTAD. 211

cesidad de conservar defensores y aun de asegurar su


tranquilidad para cuando concluya la época de su man
do, le lleva á favorecer á los que le elevaron al poder.
Los puestos públicos son ocupados entónces no por los
mejores ciudadanos, sino por los mas fieles y decididos
sostenedores del poder: el pensamiento político no es el
bien y felicidad de la nacion, sino la recompensa de los
triunfadores y la preparacion de un nuevo triunfo.
Una leccion de grande importancia para la materia
que nos ocupa, tenemos en la caida del imperio romano.
La concesion del derecho de ciudad á todos los habitan
tes de ese vasto imperio, derecho que siempre habia si
do tan solicitado, y al cual parecia que todos habian de
aspirar, fué el toque de muerte de los derechos que les
quedaban á los pueblos, pues destruidos sus fueros mu
nicipales, se acabó de centralizar la administracion, y los
municipios vinieron á ser presa de los procónsules, de
los jefes militares y de los empleados del fisco. De aquí
la decadencia del comercio y de todas las fuentes de ri
queza de aquellos oprimidos pueblos; de aquí tal vez la
ruina del imperio romano; pues si su poder habia sido
soportado de léjos, y cuando apénas se hacia sentir por
la exigencia de las contribuciones, se rechazó cuando
quiso dar un título, que nada valia ya, en cambio de la li
bertad, en cambio de la vida de los pueblos.
La historia de todos los pueblos en general, y de las
colonias en especial, prueba que solo se soporta el po
der de la fuerza comun, cuando los que concurren á for
mar esta fuerza están urgidos por las mismas necesida
des, y tienen por consiguiente que emplear iguales me
dios para satisfacerlas. Los pueblos cuyos intereses están
manejados por los que no sienten sus necesidades, solo
sufren por el tiempo que el peso del yugo que soportan
les impide alzar la cerviz, para imponer respeto á sus
opresores y desechar su proteccion.
Concluyamos, pues, que siempre que los intereses de
un pueblo estén manejados por otros que por los mismos
que los sienten, no solo no hay que solicitar libertad, si
22 EL CRISTIANISMO

mo que ni aun señales de vida podremos hallar en él.


Antes de pasar á otra materia haremos unas breves
observaciones sobre la colision de los derechos del Esta
do con los de los particulares; y es lo que da orígen á lo
que se llama contencioso-administrativo.
Siendo el poder social el guardian obligado de los de
rechos de los asociados, parecia muy natural que en la
contienda en que lucha por sostener su derecho contra
uno de los mismos derechos que está encargado de pro
teger, cediese ántes que exponerse á obrar contra su ob
jeto; tanto mas cuanto que el mal que experimentaria
por esta causa seria repartible entre todos los asociados,
y desde luego no produciria un efecto tan sensible reca
yendo sobre uno solo.
Bien pues; léjos de seguir este principio, siempre se
ha seguido el opuesto: el fisco ha sido siempre el acree
dor privilegiado, consecuencia del principio que presen
ta la utilidad pública como fuente de toda justicia; y
cuyas consecuencias se han querido llevar hasta querer
sacar de manos del poder judicial todos los asuntos en
que tiene que intervenir el Estado, para someterlos á tri
bunales especiales, conocidos con el nombre de conten
cioso-administrativos.
No pretendemos rebajar la dignidad nacional hasta ha
cer sentar á su representante en el banco de los acusados:
creemos que la misma seguridad de los particulares exige
algunas garantías especiales para cuando tienen que liti
gar con el Estado: parécenos que seria un insulto á la
dignidad de toda la nacion el que se pretendiese trabar
ejecucion en sus caudales para obligar á sus representan
tes á cumplir alguna sentencia en que se la condenase;
pues para eso tiene cuerpos con poderes suficientes para
el manejo de sus tesoros, los cuales deben cumplir las
sentencias legítimas de los tribunales; pero no podemos
convenir en la necesidad de crear un poder judicial di
ferente del que ejerce esta atribucion en los negocios par
ticulares, porque eso seria ofender al legítimo poder judi
cial, cuya dignidad es igual á la de los otros poderes, si no
Y LA LIBERTAD. 213

superior, puesto que está encargado de ejercer el santo


ministerio de la justicia, y que en cierto modo podriamos
decir, que es el representante de la razon nacional (*).
Tampoco hallamos razon alguna para que sea el erario
nacional el acreedor pagable con preferencia á todos los
demas, pues debiendo ser formado solo por el sobrante
de las rentas de los ciudadanos, vendria en este caso á
despojar á los verdaderos acreedores de los bienes que
legítimamente les pertenecen, y cuya propiedad, siendo
de derecho de los acreedores, no le da al deudor capaci
dad para contribuir á las cargas públicas, puesto que na
da tiene propio.
Todos estos errores han nacido, lo repetimos, del prin
cipio que presenta la utilidad por norma de justicia y buen
gobierno. Pero nada tenemos que añadir á lo que sobre
tan falso y absurdo sistema hemos dicho. El órden no
consiste en la conservacion del bien general, sino en la
garantía del bien de todos. La sociedad que para cum
plir su fin sacrifica el menor de los derechos de sus súb
ditos, obra contra su mismo objeto, pues no se conforma
con negar su proteccion á un derecho que tiene el deber
de defender, sino que lo viola ella misma.
Nada hemos dicho en el curso de esta obra sobre los
derechos del hombre, en especial; aunque las constitucio
nes modernas suelen ponerlos en su encabezamiento, co
mo el hasta aquí, que limita la autoridad social; ni de
los derechos individuales, de los cuales suelen hacerse es
peciales artículos. El punto de vista bajo el cual hemos
presentado la teoría de la sociedad, nos demuestra que
su objeto no es otro que garantizar y conservar esos de
rechos, y no podiamos poner como excepcion lo que
consideramos como regla general.
(*) Los tribunales contencioso-administrativos solo deben admitirse
para aquellas relaciones que conserva el Estado con sus mismos em
pleados: tal es el Tribunal de Cuentas entre nosotros, destinado á juz
gar los empleados del fisco: tal el Tribunal Académico que juzga á los
catedráticos; tal el Consejo de guerra: y aun así, la Corte Suprema
conoce en última instancia de ¿ causas que el Tribunal de Cuentas
y el Consejo de guerra examinan en primera.
214 EL CRISTIANISMO

A esos derechos se les ha destinado un lugar privile


giado en las obras de los publicistas y en las constitucio
nes escritas, porque absorbida como estaba toda la per
sonalidad del hombre por la autoridad social, ha sido ne
cesario ir poniendo fuera de su alcance y defendiendo
con redobladas barreras las conquistas que se creian ya
aseguradas y salvas de las garras del poder. Se creyó
dar á esos derechos, reconociéndolos y proclamándolos,
la garantía que lleva consigo el conocimiento de la ver
dad. Pero segun nuestra teoría, no podemos señalar los
derechos que debe respetar la autoridad social, porque
no hay ninguno que no quede elevado á esa categoría;
y cualquiera que fuera la fuerza que á los derechos inalie
nables pudiera dar su público reconocimiento, ni esa bar
rera es suficiente para contener las invasiones del poder
social, cuando la opinion pública no les presta toda su
fuerza para sostenerlos, ni creemos que haya suficiente
seguridad para el resto de los derechos individuales, que
quedan fuera del catálogo de los inalienables, colocando
solo una parte de ellos en el santuario de la inviolabili
dad, porque esto seria dejar los otros el arbitrio del poder.
La especial proteccion que se ha creido necesario con
ceder á ciertos derechos, trae su orígen del falso y pobre
sistema que presenta á la sociedad como la fuente de los
derechos del hombre, sin reconocer derecho alguno an
terior á ella. Segun este sistema, la justicia y la ley no
son otra cosa que la expresion de la voluntad social apo
yada en la fuerza comun: el hombre es libre porque la
sociedad le concede la libertad; el hombre tiene el dere
cho de propiedad porque á la sociedad le ha parecido bien
concederle ese derecho; el hombre respira y conserva la
cabeza sobre sus hombros, porque así le place al poder
social.
Desde que se niegan las relaciones constantes de la
naturaleza, y desde luego la inmutabilidad de las condi
ciones bajo las cuales nace y se desarrolla el hombre,
para negar tambien la preexistencia de LA JUSTICIA ETER
NA, que es la que da derechos, porque es la que impone
Y LA LIBERTAD. 215

deberes anteriores á la sociedad, no puede ya reconocer


se derecho alguno capaz de resistir á la voluntad de los
que mandan. Cualquiera que sea el orígen de donde se
haga derivar la soberanía, ya sea del pueblo, ya del de
recho divino, ya de la misma inteligencia, si no hay de
beres á los cuales esté sometido el hombre miéntras sea
hombre, tampoco hay derechos que puedan resistir á
la voluntad del que manda; pues no teniendo estas so
beranías otra limitacion que la posibilidad, claro es que
pueden sacrificar á su querer todos los derechos, me
jor dicho, todos los intereses particulares. Son, pues, los
sistemas que elevan un soberano sobre las leyes mismas
de la naturaleza, los que asustados de su propia obra,
tienen que apresurarse á salvar algunos restos del nau
fragio en que han hecho perecer la libertad.
La sociedad, como tantas veces lo hemos ya dicho, y
lo repetiremos aun, pues nos conformariamos con que
por fruto de nuestro trabajo se pusiera para siempre fue
ra de combate esta verdad; la sociedad no tiene derecho
de usar mas poder que el que sea indispensable para ga
rantizar la independencia del hombre: todo lo que haga
fuera de esto es una usurpacion, ya sea obrando directa
mente contra la libertad del individuo, ya limitando elejer
cicio de sus facultades, ya designando el uso que deba ha
cer de ellas. La libertad podria definirse diciendo que era
la propiedad de la persona; y la propiedad de una cosa
excluye el uso que de ella pudiera hacer otro cualquiera;
da el dominio absoluto, y el dominio no solo concede la
independencia, sino tambien la completa facultad de dis
poner de lo que es propio.
Tampoco hemos hablado de los derechos políticos,
que segun dicen los publicistas, son los que competen á
todos........ á todos no, á ciertos individuos para elegir y
ser elegidos para los puestos públicos.
La sociedad tiene que reconocer y respetar los dere
chos individuales, porque ese es el objeto para el cual ha
sido formada: ellos son siempre los mismos; no son sus
ceptibles de aumento ni diminucion. Pero los derechos
216 EL CRISTIANISMO

políticos dependen enteramente de la capacidad moral de


los que han de ejercerlos; porque los que no conocen
sus derechos no pueden defenderlos; y los que no cono
cen sus deberes, y, desde luego, tampoco los derechos de
los demas, léjos de estar en capacidad de entrar á prote
gerlos, mas bien sirven de constante amenaza á su in
violabilidad. Así pues, ellos cambian segun las condicio
nes de los pueblos, y segun las condiciones de los indivi
duos. El sufragio jamas ha podido ni podrá ser univer
sal. Los destinos públicos no deben ser desempeñados
sino por los que estén en capacidad de cumplir su obje
to: no pueden, pues, llamarse derechos imprescriptibles,
ni aun derechos generales, los que requieren condiciones
de aptitud que no todos llegan á adquirir. Antes de re
conocer esos derechos, seria necesario probar la efec
tividad del derecho que tuvieran todos los ciudada
nos á ser considerados como igualmente instruidos;
pero por desgracia nuestra, estamos muy distantes de
tan hermosa utopia. Ese debe ser, sin embargo, el
punto que debemos tener á la vista para avanzar en
el camino del progreso y de la verdadera libertad; y
esa es la tendencia de la civilizacion americana, y no
estará completa su obra miéntras todos los asociados no
puedan gozar de todos los derechos políticos é indivi
duales, y miéntras los hombres que pueblan el territorio
de una nacion, no se consideren con los mismos derechos
porque tengan los mismos deberes, ya sean nacionales ó
extranjeros, varones ó hembras, pobres ó ricos.
Pero miéntras llega ese dia del triunfo completo de la
civilizacion cristiana, para el cual se necesita que la ley
del individuo sea la misma que la ley de la asociacion;
ó lo que es igual, que la moral y la política sean el mis
mo principio con distintas aplicaciones; y no como hoy,
que la moral reconoce como orígen el deber, y la políti
ca el interes; el único medio de combinar los intereses
particulares con las garantías necesarias para la libertad
de todos, es referir la administracion de los intereses par
ticulares á aquellos que los sienten, y que por eso pue
y LA LIBERTAD. 217

den hallar el mejor medio de satisfacerlos sin perjudicar


se mútuamente. Porque los individuos que no están en
capacidad de elegir para los altos destinos de la nacion,
bien pueden estarlo para elegir los altos funcionarios de
la provincia; los que no lo están para esto, quizá lo es
tán para los de la parroquia; así como habrá algunos
que no siéndolo ni aun para comprender los intereses de
su parroquia, sí lo serán para comprender y administrar
perfectamente bien los de su familia.
La libertad consiste en gobernarse por sí mismo, sin
estar sometido á otra autoridad que á la de las leyes de
nuestra naturaleza, que es la voluntad de nuestro divino
Autor. Esa libertad sufre siempre que el intérprete de esas
leyes no es nuestra propia razon; luego el ejercicio de
esta es el fundamento de los derechos políticos; y
esta es la verdad cuyo esclarecimiento ha dado orígen
á este libro.
La libertad de imprenta ha sido colocada por los pu
blicistas entre los derechos políticos, pero nos parece me
jor dejarla entre los derechos individuales, tanto para
darle su verdadera importancia, como porque ella es el
medio de ejercer la mas noble facultad del alma, y la mas
necesaria para cumplir el fin del hombre, la propagacion
de la verdad. Hásela colocado entre los derechos políti
cos, por una razon igual á la que hizo colocar los demas
derechos individuales en especial categoría: era una re
ciente conquista sobre las usurpaciones del poder, y no se
osaba aun presentar sus restricciones como un ataque di
recto á la personalidad. Pero las restricciones de la im
prenta no son mas justificables que lo serian las de la pa
labra; ó que pudieran serlo las del pensamiento, puesto
que ellas no son sino órganos de este.
Por lo demas, la libertad de imprenta como garantía
de respeto á la razon nacional, es la que hace posible su
triunfo; y esto bastaria para que los gobiernos que reco
nocen la soberanía del pueblo, ó sea el poder de la opi
nion pública, no pensasen en poner trabas de ninguna es
pecie á su órgano legítimo, al único derecho político
218 EL CRISTIANISMO

que consigue siempre lo que pretende, y que no puede


ser dominado sino por la misma inteligencia.
Tampoco hemos colocado el juicio por jurados entre
los derechos políticos: veamos por qué.
La garantía que exige la justicia en favor del que ha
de ser juzgado, es que se le juzgue por la razon. Luego
las condiciones del juzgador están contenidas en la im
parcialidad y la inteligencia: condiciones que, sin duda,
se encuentran con mas seguridad y en mayor grado, en
los hombres consagrados por su profesion al ejercicio de
su razon en el exámen y aplicacion de las leyes. La jus
ticia, pues, la justicia absoluta, queda satisfecha con el
juicio de los tribunales ordinarios. El juicio por sus igua
les si da alguna garantía mas al acusado, no es de justi
cia absoluta, sino de justicia social. Y aquí debemos re
cordar la diferencia que establecimos entre la justicia ab
soluta y la justicia social, presentando la primera como
el orígen del derecho de castigar, y la segunda como su
limitacion. No siempre es necesario, ó lo que es lo mis
mo, conforme con la justicia social, castigar al que ha
ofendido la justicia absoluta: cambia esto segun las cos
tumbres y situaciones de los pueblos. Los jueces, por lo
tanto, deberian tener poder suficiente para juzgar no so
lo conforme á la ley y á la razon absoluta, sino tambien
conforme al sentido comun. Pero este poder, en manos
de los jueces comunes, reducidos por necesidad á pocas
personas, generalmente á una sola, que por su misma pro
fesion y condicion social se hallan retraidas del trato co
mun con la generalidad de sus conciudadanos, verdaderos
representantes de la opinion nacional; y por el hábito de
hacer la interpretacion severa de las leyes, privados de la
espontaneidad y claridad necesarias para hacer la inter
pretacion arbitral de los hechos comunes; este poder, deci
mos, no podria ser desempeñado con el tino suficiente, ó si
lo fuera, no quedarian los jueces libres de la sospecha de
arbitrariedad. Acúdese, pues, á los legítimos represen
tantes del sentido comun, que tomados de la clase gene
ral de los ciudadanos, y ocupando una posicion que es
Y LA LIBERTAD. 219

tá al nivel del acusado, no tienen interes en ser dema


siado severos, porque están expuestos á hallarse en el mis
mo caso, ni demasiado indulgentes, porque en ello peli
gra su seguridad. Dáseles, pues, el poder de aplicar la
justicia social, cuando á los jueces comunes solo se con
cede el poder de aplicar la justicia legal, que hace las
veces de la justicia absoluta.
Bien podrian los jurados llenar esa funcion juzgando
por mayoría; sin embargo, al pequeño jurado que es el
que absuelve ó condena en definitiva, se le exige siempre
la unanimidad; y este es el mas espléndido reconoci
miento del poder de la razon, el mas completo homena
je de respeto al juicio individual. No basta que la mayo
ría sostenga una opinion: uno solo que la contradiga de
tiene su efecto, porque no es el mayor número el que tie
ne el privilegio de acertar sino la razon, que es igual en
todos: de lo contrario un solo voto en contra establece
ria una probabilidad de error, y con razon podria decir
se que de cada siete juicios semejantes, y aun de cada
seis, uno era injusto, puesto que habria seis votos en
contra de uno, en diferente sentido.
Respecto al poder de interpretar los hechos que se ale
gan como pruebas segun los interpreta el sentido comun,
es decir, siguiendo no la fórmula legal, sino el juicio or
dinario de los hombres de buen sentido, no es esta fun
cion reservable por necesidad á los jurados; bien po
dria ser concedida á los jueces de derecho, sobre todo en
los tribunales colegiados, aunque no estaria del todo libre
de los inconvenientes ya apuntados con relacion al he
cho mismo que se juzga.
El juicio por jurados es una hermosa institucion, por
que es un paso muy avanzado que da la sociedad en la
renuncia de aquellas atribuciones que pueden los indivi
duos desempeñar por sí mismos; pero ninguna como
ella exige un estado mayor de adelanto en moralidad y
buen sentido por parte de los pueblos. No creemos que
ellos sean indispensables para la libertad; pero sí los ve
remos como un signo cierto de adelanto moral donde
16
220 EL CRISTIANISMO

quiera que los hallemos establecidos con buenos resulta


dos; ese pueblo da seguras pruebas de que va entrando
ya en posesion del derecho de representar por sí mismo
la razon nacional.
Algunas constituciones colocan el juicio por jurados
entre los derechos inalienables; pero es por razones to
madas de su historia política. Pueblos en que los vasa
llos eran juzgados por sus señores, los plebeyos por los
nobles, creyeron, y no puede negárseles la razon, que
era una inestimable garantía ser juzgados por sus igua
les, y temiendo volver á verse algun dia privados de tan
importante derecho, lo colocaron entre las conquistas que
habian asegurado ya contra la tiranía. Las constituciones
de los Estados norteamericanos son casi las mismas que
tenian cuando eran colonias; y así, no deberemos admi
rarnos de hallar en ellas esa especialidad.
En todas las cuestiones políticas debemos tener muy
presente que la civilizacion cristiana no ha acabado aun
de soltar los pañales de la infancia; cuidado, pues, con
tomar por condicion de existencia lo que solo es achaque
de la niñez

CAPITUTLO XVI.
DE LA RELIGION.

La religion es al mismo tiempo que uno de los mas san


tos deberes del hombre en el desarrollo de su personali
dad, el medio mas poderoso, el único eficaz de conser
varse en la práctica de los otros deberes; la salvaguar
dia incorruptible de la moralidad. -

Si todo lo que somos, todo lo que poseemos, todo lo


que podemos desear y esperar es un don gratuito de la
Divinidad, ¿cómo puede suponerse un deber mas sagra
do que el de procurar conocer, agradar y adorar á ese
SER, AUToR y SENoR de todo lo creado ! El cumpli
miento de los otros deberes, aun de los mas sencillos, es
Y LA LIBERTAD. 221

un tributo de homenaje que debemos al Autor de la na


turaleza, como acatamiento y obediencia á su santa vo
luntad. Todo cuanto hace el hombre debe ser dirigido
á Dios y por Dios: he aquí el objeto, la razon y el ver
dadero sentido de la moral (*).
Así, nada puede imaginarse tan contrario al órden y
conservacion de la sociedad como la negacion de Dios.
Pero ningun hombre, en uso completo de su razon, ha
podido negar á Dios (*).
No es, empero, la expresa negacion de Dios la que
únicamente destruye la moral, y desde luego la sociedad.
Eslo tambien esa criminal indiferencia que, nacida del
olvido de nuestro propio ser, y de la absoluta consagra
cion de nuestras facultades á la satisfaccion de las pasio
nes, se cubre con el nombre de Deismo, para hacer creer
que es un resultado del pensamiento, lo que lo es sola
mente de su falta de ejercicio. No es concebible que un
hombre que piensa detenidamente sobre su orígen y su
fin, y experimenta en consecuencia los sentimientos que
estas reflexiones deben inspirarle, deje de manifestar de
un modo cualquiera, su respeto y adoracion á LA CAUSA
del ser, PRINCIPIo y FIN de todas las cosas. Y no es com
pleta la manifestacion de esos sentimientos, solo porque
el pensamiento inspirador de todas las acciones sea el res
peto y la obediencia á la divina voluntad del soberano
Señor de todo lo creado. El hombre es un compuesto de
alma y cuerpo: lo que el espíritu percibe lo ama el cora
zon, y lo manifiesta el ejercicio de la actividad física: todo
lo que no lleva el sello de esa trinidad es incompleto: no
es accion humana. Así pues, la necesidad del culto ex

(*) Lamennais ha demostrado en su “ENSAYo soBRE LA INDEFE


RENCIA EN MATERIA DE RELIGIoN,” que la basa de todos los sistemas fi
losóficos, es la existencia de Dios. Los sistemas que niegan á Dios, no
son filosóficos, porque niegan la basa de la filosofía, que es LA RAzoN,
FUENTE Y óRígEN de toda razon.

(**) El ateo es un ser bastardo, un producto accidental y desgracia


do de la civilizacion: el hombre en la pureza de su naturaleza, segun
la fuerte expresion de un antiguo, es un animal religioso.
(EMILio SAIssET).
222 EL CRISTIANISMO

terno es una consecuencia precisa de la verdad del culto


interior. El Deismo, que es la negacion del culto externo
respetando el interno, si no fuera una mentira, seria el
olvido ó el desprecio de la Divinidad en que se cree:
su enunciacion, por sí sola, es el mayor absurdo del en
tendimiento humano.
Esto por lo que toca á la prueba del culto externo con
siderando al hombre aisladamente, pues luego que se le
examina con relacion á los demas, sobran razones pa
ra probar el deber en que está de manifestar sus senti
mientos, así con respecto á Dios, como con respecto á to
dos los objetos que están bajo el dominio de la razon;
pues la sociabilidad está basada, mas que en cualquiera
otra cosa, en la comunicacion de las ideas y sentimien
tos de unos hombres con otros.
Si todos los hombres al llegar al uso de su razon, pro
curaran darse cuenta de lo que son y de lo que han veni
do á hacer al mundo; si atormentados por las terribles
dudas que acompañan siempre los primeros pasos del en
tendimiento, no se contentaran con aceptar ciegamente
lo que les han legado sus mayores, rindiendo homenaje
á la absurda doctrina que presenta como un deber la prác
tica de la religion que han seguido los antepasados; si
convencidos de la importancia de señalar un fin legítimo
á sus acciones, no se conformaran en materias de moral
y religion, como no se conforman en materias de intere
ses materiales, con hacer lo que han visto hacer; sin du
da que las ideas que adquirieran por resultado de sus in
dagaciones, no solamente darian fuerza á las conviccio
nes de su inteligencia, sino que acendrando los afectos
de su corazon, disiparian las nubes que la frialdad del in
diferentismo tiende sobre el objeto mas noble que puede
ocupar el pensamiento humano.
Raro es, por cierto, el contraste que presenta el pen
samiento de ciertos hombres que se glorían de llamarse
los representantes de la inteligencia humana.
“Si Dios existe ó no; si á esta corta vida sucede una
, vida durable; si el único deber es obedecer á sus incli
Y LA LIBERTAD. 223

, naciones, ó si estas deben someterse á una ley fija y di


, vina. todo quiere saberse ménos esto. Hombres hay
, á quienes todo interesa, ménos su suerte eterna. No tie
, nen, dicen ellos, tiempo de pensar en semejante cosa;
, pero sí lo tienen sobrado cuando se trata de satisfacer
, el mas frívolo capricho. Tienen tiempo para los nego
, cios, tiempo para los placeres, y no lo tienen para exa
, minar si hay un cielo ó un infierno. Alcánzales el tiem
, po para instruirse de las mas vanas futilidades de este
, mundo, donde apénas pasarán un dia, y les falta para
, averiguar si hay otro mundo de dichas ó de desdichas
, en que hayan de habitar eternamente. Gastan el tiem
, po en cuidar un cuerpo que va á disolverse, y no quie
, ren emplear ni un solo momento en informarse de si en
, él se encierra una alma inmortal. Ocupan sus dias en
, viajes dilatados para ir á convencerse por sus mismos
, ojos de la existencia de un animal raro, de una planta
, curiosa, y niegan á su razon lo que les pide para con
, vencerse de la existencia de Dios, Inconcebible ce
, guedad! y quién no exclama con Bossuet: Qué el
, encanto de las sensaciones es tan poderoso que nada po
, damos conceder á la prevision (*) !”
La religion no exige la fe sino despues del exámen: la
moral no se conforma con la obediencia ciega; quiere,
mas que todo, el afecto que nace de la conviccion. El
Cristianismo no teme ser profundizado; lo que teme es
no ser estudiado, ó serlo superficialmente.
Y habremos de admirarnos de la ignorancia en que
está el género humano de la causa de sus males, cuando
no quiere acudir á la fuente de la salud!
Inconcebible parece, en efecto, la profunda indiferen
cia que en materia de religion domina á la sociedad en
que vivimos, pues si es cierto que en público y oficial
mente se manifiesta un profundo respeto á la religion,
en privado y en la práctica efectiva de la vida se usa con
vergüenza del nombre de Dios. La religion de nuestra
sociedad solo existe en teoría, así para los que la practi
(*) Lamennais.
224 EL CRISTIANISMO

can como para los que no la practican: estos si la conoceil,


es para olvidarse de ella y despreciarla: los otros si la re
cuerdan, es para practicar el culto externo y olvidar el in
terno, para respetar la fórmula y descuidar su significado.
Los males que hoy lamentamos; las penas que nos
aquejan; las nubes que oscurecen nuestro horizonte; to
dos esos misterios de incertidumbre que nos mortifican y
destilan sobre nuestro corazon el desaliento, el desalien
to que es el gusano roedor del espíritu de progreso, vie
nen de la falta de moralidad; la falta de moralidad de la
falta de religion. Los pueblos no creen ya necesario le
vantarse para pedir libertad: el trueno de sus tempesta
des aclama MoRALIDAD y no habrá moralidad miéntras
no haya religion (*).
Así el hombre que descuida la religion, descuida el
mas santo deber, el medio verdaderamente eficaz de lle
var á cabo el desarrollo de su ser dentro de la esfera de
la moralidad. La sociedad deberá siempre ver con pre
vencion y ceño al hombre irreligioso. Su moralidad, es
decir, su fidelidad en el cumplimiento de la parte que le
toca en solicitud del fin de la humanidad, está en peligro
inminente de quedar incompleta, si no abiertamente trai
cionada. La sociedad debe ver á ese hombre como á un
ser peligroso que no tiene otras miras que explotar á sus
semejantes; pues el honor, que seria el único vínculo que
pudiera conservarle en la esfera de la moralidad, qué
cosa es sino el temor á los demas hombres ! ¡Y á cuán
to alcanzará el poder del temor á los otros hombres, fue
ra de las acciones visibles, y aun respecto de estas, cuan
do el cálculo de las probabilidades da resultados igual
mente útiles á la sociedad y al calculador!
Pero la idea que procuramos hacer formar del culto,
nos hará ver en él no el fin exclusivo de la humanidad,
como han pretendido algunos religionarios, sino como el
medio mas poderoso de fomentar nuestro amor y respeto
(*) “Respecto de la religion en su verdadero espíritu, y del clero
en su verdadero carácter, yo diré como el señor Guizot: la moral se
apoya en la religion, y la religion en el sacerdocio.”— (FERMIN ToRo).
Y LA LIBERTAD, 225

al Ser Supremo, juez de todas nuestras acciones; y de


conservarnos en la obediencia á sus santas leyes, regla
del bien, orígen de la virtud. Mas claro: el deber que
tiene el hombre de tributar un culto á su Criador, no de
be exagerarse hasta llegar á creernos por él exentos de
los otros fines de la humanidad; ántes bien, el descuido
de estos por aquel, seria una ofensa á la misma Divini
dad, á quien se trata de complacer. De este error nacie
ron los sacrificios de sangre humana: de este error na
ció la inquisicion, insulto el mas grande hecho á Dios
por la humanidad: de este error han nacido todas las exa
geraciones con que el espíritu de secta ha intentado de
sacreditar la sabiduría inmensa, la misericordia infinita del
Grande Hacedor. El culto externo no debe ser otra cosa
que una manifestacion de amor y respeto á nuestro Cria
dor; una expresion de los sentimientos que nos animan
con respecto á Dios; y nada puede serle tan grato y con
forme á su voluntad, como el amor á nuestros semejantes.
Los grandes errores del hombre (y ya en otros luga
res de esta obra hemos tocado esta materia) los gran
des errores del hombre al querer dar una direccion deter
minada por su limitada razon á la humanidad entera,
han nacido de que sus miradas han abarcado siempre
una pequeña parte de su grande y extenso destino. El
fin de la humanidad, miéntras dura su paso por la tier
ra, comprende muchas y diversas partes, cada una de las
cuales, aunque con un fin determinado, concurre al fin
general é infinito, por vias especiales que van á parar al
mismo término. Desde que se descuida una de esas vias
ya no se marcha directamente al fin de la humanidad.
En el antiguo Oriente todo fué absorbido por la reli
gion: entre los Romanos todo estaba sometido al interes
político: en los tiempos que sucedieron á la caida del
imperio romano, todo tuvo que someterse al poder de la
espada: luego entró la Iglesia en igual y terrible lucha
con la espada, y venció la Iglesia, porque representaba
la civilizacion que es el progreso; y el triunfo se celebró
como celebra siempre sus triunfos la humanidad, conce
226 EL CRISTIANISM ()

diendo á la idea vencedora honores y distinciones, man


do y predominio; la Iglesia vencedora tuvo, y preten
dió mas de los que tuvo, honores y distinciones, man
do y predominio; no se conformó con la mision que le
habia dado su fundador, dirigir al hombre por medio de
la conciencia, EUNTEs, DocETE OMNEs GENTEs; quiso
dirigirle por la fuerza; y la reaccion era de esperarse.
La Europa se rebeló contra el poder de la Iglesia, y sus
Estados, no contando ya con el poder espiritual para el
arreglo de sus disensiones, reconocieron como principio
de justicia el interes político: el equilibrio europeo fué la
grande (grande por su poder, pequeña por la pobreza
de sus miras) la grande idea que dirigió la conducta de
los gobiernos del XVI al XVIII siglo; pero la reaccion
no habia satisfecho al delirio de reacciones que agita siem
pre á la humanidad: la Iglesia habia alcanzado sus triun
fos por medio de las conciencias; era preciso, pues, arre
batarle el dominio de las conciencias: el siglo XVIII y
el XIX se encargaron de esa mision: el siglo XVIII
negó á Dios, y aceptó el reto de la Iglesia: el XIX no
pronuncia aquel nombre, ni oye la voz de sus defensores:
EL INTEREs INDUSTRIAL es la gran palanca que mueve la
humanidad: Los INTEREsEs MATERIALEs el gran fin que
debe alcanzar: la materia es la señora del mundo! ¡ el
oro es el cetro con que lo gobierna, las cadenas con que
lo aprisiona, el dogal con que ahoga el espíritu
Aquí lo vemos: el mal de todos los tiempos ha sido
el espíritu de sistema mas ó ménos limitado, mas ó mé
nos decidido, pero siempre como una prueba del poco
alcance de la inteligencia humana, que en su afan por
realizar un plan determinado, olvida las relaciones y ne
cesaria dependencia de los fines con los medios, y de los
medios entre sí.
Pero de estos sistemas es el peor el que menor parte
abraza; y el que menor parte abraza es el actual; pues
apénas comprende el pobre y mezquino interes del cuer
po, interes que jamas llega á satisfacer las ansias del pre
sente, y que nada promete para satisfacer las aspiracio
nes del porvenir.
Y LA LIBERTAD. 227

Por dicha de la humanidad, la armonía de esos inte


reses es mas fácil de lo que á primera vista parece. El
fin del hombre puede ser cumplido dejando satisfechas
todas las necesidades, llenos todos los goces; todas
las necesidades y todos los goces cuya satisfaccion no
contraría ese fin, y por esto no causa males ni produce
el cansancio y el hastío.
Así es como la verdadera religion reduce todos los de
beres, todas las leyes de la naturaleza moral, á un solo
precepto, al precepto cuyo cumplimiento produce el pla
cer y la felicidad; EL AMoR. He aquí el resúmen de la
ley y de los profetas: he aquí el compendio del Antiguo
y Nuevo Testamento: he aquí á lo que vienen á quedar
reducidas todas las teorías filosóficas, todas las disputas
de las escuelas, todas las controversias teológicas, todas
las especulaciones racionalistas, todas las luchas y afanes
de la humanidad (*). LA CARIDAD es el símbolo de la ley
de Dios: el sello de su obra: el resúmen de la creacion:
la enseña del porvenir: la llave para resolver todos los
problemas del hombre y de la sociedad. LA CARIDAD es el
lazo que une lo pasado y lo presente, lo presente y lo
futuro: LA CARIDAD es el pacto de alianza entre el hom
bre y su Criador: LA CARIDAD es la civilizacion.
Por eso nunca ha sido mejor definida la religion que
cuando se ha dicho que es EL AMOR Y EL óRDEN DE AMAR.
Pero esa definicion no ha sido comprendida ni realizada,
sino por la religion del que murió en una cruz por amor.
Y he aquí una verdad contra la cual no ha osado el
escepticismo dirigir sus armas: todos, á una voz, pro
claman al Cristianismo la religion de la caridad; luego
deben confesar que es la religion de la humanidad.
Pasemos ahora á examinar cuál debe ser la accion so
cial en materia de religion. «.

Y llegamos ya al último de los tres objetos principales


en que se versa la accion del gobierno dirigiendo: que
(*)Toda la filosofía de Platon se resume en el amor, ó sea en la
union del espíritu con la belleza absoluta, para lo cual debe dejársele
remontar en sus alas. He aquí el sursum corda de Coussin y de Lamar
tine, que es en lo que hacen ellos consistir toda la filosofía.
228 EL CRISTIANISMO

remos hablar de la usurpacion que comete el poder so


cial adueñándose del alma para imponer á los asociados
el culto que á él le plegue decretar.
Tiempos ha habido en que la sociedad ha podido en
cargarse de dirigir las facultades industriales con venta
josos resultados: el desarrollo moral de los individuos
ha sido siempre tan limitado, y aun lo es en la mayor
parte de los pueblos, que la autoridad social se ha visto
forzada á dirigir por sí misma la educacion; pero jamas
ha habido la mas leve apariencia de justicia, jamas ha
podido alegarse razon alguna en favor de esta última exa
geracion de la tiranía, que solo ha producido crímenes
y horrores; el dominio del alma: dominio que nunca ha
podido ejercer la sociedad; dominio que nunca ha debi
do consentir el individuo; dominio que aunque se ejer
za en apariencia, jamas puede existir en realidad, pues
el hecho de gritar un individuo á quien se atormenta,
estoy convencido, no es mas que una falsedad impuesta
por el poder opresor; dominio, en fin, que ha podi
do ser resistido por el individuo, salvando para ello
todas las barreras de la tiranía, porque cuando el espíri
tu se cree en posesion de la verdad, no debe guardar si
lencio, no debe someterse, hasta que no logre conven
cerse ó convencer á los demas: este y no otro es el fin
de la mas noble facultad del alma, LA INTELIGENCIA.
La tolerancia no es la indiferencia por la verdad ó el
error, como parece indicarlo el uso comun de esta pala
bra: la tolerancia es el respeto á la razon de los demas.
Todo hombre tiene en su favor la presuncion de estar
en posesion de la verdad; porque está en posesion de la
inteligencia que es su órgano. Así pues, la tolerancia no
es un deber en el individuo, sino en cuanto se halla en
oposicion con un derecho igual al suyo. El hombre pue
de y debe hacer todo lo que esté de su parte para propa
gar su opinion, porque esa es una de las leyes de la na
turaleza moral; pero debe siempre respetar el mismo de
recho en sus semejantes. Por esto es que la autoridad no
puede jamas hacerse representante de una opinion para
Y LA LIBERTAD. 229

hacerla aceptar por los individuos; porque de este modo


atacaria el derecho mas sagrado, el único derecho ver
daderamente inalienable, pues ni aun queriendo puede
ser renunciado.
Muchos de los errores de los hombres que piensan,
vienen de la poca exactitud del lenguaje de la ciencia;
y por eso es una verdad: que las ciencias están com
pletas cuando lo está su idioma. Decimos esto, porque
las grandes cuestiones sobre la libertad de conciencia,
cuestiones ay! que tantas lágrimas y tanta sangre han
hecho derramar á la humanidad, vienen del mal uso que
se ha hecho de una palabra. Llámase libertad de con
ciencia, lo que en realidad no es mas que su falta de li
bertad, y que con propiedad deberia mas bien llamarse
su independencia ; y esa frase es una manzana de discor
dia que divide al género humano en dos bandos, por no
ponerse de acuerdo. En realidad, no existe la libertad
de la conciencia, porque el hombre no piensa ni siente
lo que quiere, que es en lo que deberia consistir esa li
bertad: el hombre piensa y siente lo que su razon y su
conciencia le hacen pensar y sentir. Así pues, no pudien
do el hombre pensar ni sentir lo que quiera, tiene que ser
independiente en su razon y en su conciencia; porque la
dependencia y el sometimiento suponen la facultad de
obedecer, y la facultad de obedecer supone la de querer ó
no querer. De aquí resulta, pues, que lo que se llama li
bertad de conciencia, y que con propiedad deberia lla
marse, independencia de conciencia, existe, pero existe
precisamente porque la conciencia no es libre. No hay
otro poder que pueda cambiar las convicciones del espí
ritu y los sentimientos de la conciencia, sino el poder del
espíritu por medio de la conviccion y de la persuasion.
El hombre que somete su razon y su conciencia á otro
poder, falta á su deber, porque ni hay verdad en ese so
metimiento, ni puede ser inspirado por otro motivo, que
por la timidez ó por la culpable indiferencia que acepta
el error con ojos vendados y tentando á ciegas el camino
por que se la quiera conducir, como una prueba del po
co aprecio que se hace de la verdad.
230 EL CRISTIANISMO

Fué el Cristianismo, á pesar de las numerosas incul


paciones que se le han hecho por su intolerancia, el que
enseñó á respetar la conciencia del individuo, cuando su
divino Autor puso en boca de sus discípulos estas pala
bras, solemne protesta contra todas las acusaciones que
se le hagan: si justum est ante Deum vos potiüs audire
quam eum, judicate: y cuando por toda autoridad les
dió la que se contiene en estas: sicut missit me pater,
et ego mitto vos; euntes, DocETE omnes gentes............(*)
Luego, como si quisiera manifestar la total separacion
que debe haber entre el poder temporal y el espiritual, y
por tanto, la ninguna intervencion del poder social en
materias de religion, dice: regnum meum non est de hoc
Mas todavía: como los gobiernos podrian
mundo............
oponerse á la propagacion de una doctrina que les arre
bata el dominio de la conciencia, declara: omnis anima
subdita est potestatibus sublimioribus, como si quisiera
decirles: “No temais, que nada tengo que hacer con vo
sotros, sino es aseguraros la obediencia de vuestros súb
ditos, conservándolos en la esfera de sus deberes, mién
tras vosotros no salgais de la vuestra: mis discípulos os
respetarán siempre que no atenteis contra su alma, por
que esta es hecha á imágen y semejanza de su Dios, y
no debe ser profanada por los hombres.”
Mas estas promesas, que bastarian por sí solas para
tranquilizar á los gobiernos que se conforman con man
dar á la sociedad en masa, no pueden ser creidas sino
cuando vienen del Catolicismo, que no predica sino paz
y órden, resignacion en esta vida, con la esperanza de
gozar en la otra, y que tiene un programa fijo é invaria
ble, del cual no se puede pasar. Cualquiera otra que sea
la religion que profese el pueblo, ya la autoridad encar
(*) El cánon 51 del 4? Concilio de Toledo, presidido por San Isi
doro de Sevilla, prohibia que se obligase á creerá los judíos: “Porque
, á estos no debe darse la salvacion contra su voluntad, sino con ella,
, para que sean completas las formas de justicia, pues así como el
, hombre se perdió obedeciendo por su propio albedrío á la serpiente,
, así debe salvarse por la gracia de Dios, creyendo por conviccion de
, su entendimiento. Luego los judíos deben ser aconsejados á creer, no
, con la fuerza, sino por la libre facultad de su albedrío.”
Y LA LIBERTAD. 231

gada de conservar el órden, entra en sospechas y conci


be desconfianzas porque no conoce su programa, ni tie
ne seguridad de que sea conservado como el católico.
El Protestantismo, rama espuria del Cristianismo, y que
no es otra cosa que el órden sobrenatural sometido al na
tural, la revelacion juzgada por la razon, la palabra de
Dios interpretada por la palabra del hombre (*), obliga
á la sociedad á conservar alguna intervencion, si no to
da, en la religion, para no exponerse al desórden y á la
disolucion; porque quedando sus sectarios autorizados
para aceptar y practicar todo género de opiniones, claro
es que nada les impide profesar principios contrarios á
la sociedad, ó sean heregías sociales (*). El socialismo
del siglo XIX, como lo ha probado un ilustrado escri
tor (), es una consecuencia lógica del Protestantismo:
en todos sus sistemas se encuentra la negacion de algu
na de las verdades católicas, y sus errores, como lo he
mos demostrado nosotros mismos, provienen de no acep
tar para los grandes problemas de la humanidad la única
solucion aceptable, que es la que da el Catolicismo, ó
sea el Cristianismo en toda su pureza ().
(*) “No hay en Europa un solo hombre instruido que no sepa que
, el Protestantismo es una monstruosa absurdidad. Pero se desprecia
, como error, y se sostiene como protesta, (revolte).”—(LAMENNAIs).
“Si es permitido decir, que el ateismo es un racionalismo lógico, lo
, es mucho mas aun, decir que el Protestantismo es un racionalismo
, inconsecuente.” — (GoUREAUD).
(**) Y es por esto sin duda que los socialistas, al mismo tiempo que
sostienen la libertad de conciencia, niegan la de cultos: oigamos á Luis
Blanc: “No hay que confundir la igualdad de conciencia con la igual
, dad de cultos. La conciencia es un santuario que ningun poder hu
, mano tiene el derecho de violar; mas hay notable diferencia entre
, este respeto por el culto individual y doméstico, y la supresion de
, toda Religion del Estado. El deber de este es dirigir los intereses mo
, rales como dirige los materiales de la sociedad. Declararse indiferen
, te es abdicar.”
(f) Augusto Nicolas.
() En materia de Cristianismo seguimos la opinion de M. de Toc
queville, y citamos este autor con tanto mas gusto, cuanto que no
podrá ser tildado de partidario del fanatismo, ni del despotismo. Dice
así en el cap. 62, p. 1 de “La Democracia:”
“La América es el país mas democrático de la tierra, y al mismo
232 EL CRISTIANISMO

El poder social no tiene derecho de intervenir en la


religion de los asociados: esta es exclusivamente del do
minio de la conciencia; pero de seguro que no renuncia
rá jamas á esa facultad, aunque sea abusiva, sino cuan
do los asociados estén en posesion de una doctrina que
no sea incompatible con su existencia: ninguna religion
llena esa condicion si no es el Catolicismo.
Aquí hallamos otra vez mas al Cristianismo salvan
do la libertad del hombre, al salvar el derecho mas sa
grado é inalienable, el derecho de pensar, ó sea LA IN
DEPENDENCIA DE LA coNCIENCIA; y solo recordando la
ceguedad que produce el espíritu de secta, puede expli
carse la opinion de M. Guizot, que atribuye el sentimien
, tiempo aquel en que segun los datos fidedignos hace la religion cató
, lica mayores progresos; lo que á primera vista no deja de sorprender.
“Es preciso distinguir dos cosas: la igualdad dispone á los hom
, bres á querer juzgar por sí mismos, pero por otro lado les da la idea
, y el deseo de someterse á un poder social único, sencillo é igual pa
, ra todos. Los hombres que viven en los siglos democráticos, son por
, esto mismo inclinados á sustraerse á toda autoridad religiosa. Pero si
, consienten en someterse á alguna, quieren á lo ménos que sea única
, y uniforme: los poderes religiosos que no van todos á parará un mismo
, centro, chocan naturalmente á su inteligencia, y entónces, tan fácil
, les es concebir que no hay ninguna religion, como que haya muchas.
“Ahora mas que nunca vemos católicos que se hacen incrédulos, y
, protestantes que se hacen católicos. Si se considera interiormente el
, Catolicismo, parece que pierde, pero si miramos fuera de él, se ob
, serva por el contrario que gana. Todo esto puede explicarse.
“Los hombres en este siglo son poco dispuestos á creer, pero des
, de que tienen una religion, encuentran en sí mismos un instinto ocul
, to, que sin saberlo, los impele hácia el Catolicismo. Muchas de las
, doctrinas y usos de la religion romana, les causan extrañeza; pero
, admiran en secreto su gobierno, y los atrae su grande unidad.
“ Si el Catolicismo consiguiese sustraerse á los odios políticos que
, hace nacer, no dudo que el mismo espíritu del siglo, que parece ser
, le tan contrario, vendria á serle muy favorable, y aun haria de re
, pente grandes conquistas.
“Una de las debilidades mas frecuentes á la inteligencia humana,
, es la de querer conciliar principios contrarios, y comprar la paz á ex
, pensas de la lógica. Ha habido y habrá siempre hombres que despues
, de haber sometido á una autoridad alguna de sus creencias, querrán
.., sustraerle otras muchas, y dejarán fluctuar su espíritu á la ventura
, entre la obediencia y la libertad. Pero yo pienso que el número de es
, tos será menor en los siglos democráticos que en los otros, y que
, nuestros nietos se inclinarán cada vez mas á no dividirse sino en dos
, partidos, unos saliendo enteramente del Cristianismo, y los otros en
, trando en el seno de la Iglesia Romana.”
Y LA LIBERTAD, 233

to de la personalidad, el amor á la independencia indi


vidual de nuestra civilizacion al espíritu de insubordina
cion, á los instintos anárquicos de los bárbaros, que á
pesar de estos instintos y de aquel espíritu conservaron
siempre la esclavitud, y se mantuvieron obedientes y su
misos á sus señores, pues su independencia, ya lo hemos
dicho, estaba limitada á escoger amo. El amor á la in
dependencia, el sentimiento de personalidad, propio co
mo es de todo hombre, por nada ha podido ser tan de
sarrollado como por el espíritu de esa religion, que al
mismo tiempo que le da al hombre la verdadera idea de
lo que es y de lo que vale, le hace solo responsable de
sus acciones ante Dios; y el mismo M. Guizot hace
justicia al Cristianismo cuando lo presenta como la ver
dadera fuente de independencia y separacion entre el
poder temporal y el espiritual.
De la naturaleza de la sociedad y de la doctrina del
Cristianismo, deducimos, pues, que el poder social no
debe tener intervencion de ninguna especie en la religion
de los pueblos cristianos. La civilizacion produce en su
desarrollo la completa, la absoluta separacion del poder
temporal y el espiritual. Pero esta separacion no se opone
á que la sociedad pueda proclamar y sostener un culto
público; pues en esto no haria mas que servir de medio
á los asociados para proteger públicamente el culto que
estos profesasen en privado. Sirva, sí, el principio sen
tado ántes, para que en las sociedades en que se proteja
uno ó mas cultos, se dé á esa proteccion su verdadero
carácter, que es el de una funcion extraña á la verdade
ra naturaleza del poder social; y que no debe pasar de
proteccion, pues cualquiera otra funcion que se reserve es
contraria al espíritu del Cristianismo. Así es que aun li
mitada su intervencion á mera proteccion, ó llámese
patronato, la creemos contraria á la independencia del
poder espiritual, y próxima ya á invadir la esfera de la
conciencia individual. La sociedad no da proteccion si
no en cambio de libertad. Los concordatos son transac
ciones del poder espiritual con el temporal, en las que el
234 EL CRISTIANISMO

primero cede de sus derechos sin que el segundo ponga


nada de su parte, pues la proteccion que concede no es un
derecho que sacrifica, sino un deber que cumple. En la
union del poder temporal y espiritual, es el primero el que
gana, el segundo el que pierde, y desde luego, pierde la
independencia individual, gana el poder social. En estas
alianzas siempre se achica el poder de Dios, hasta po
nerse por debajo del poder social, pues se presenta á es
te como fin, y al otro como medio. Y si esto es exacto
en las sociedades que sostienen un solo culto, lo es mu
cho mas en las que sostienen varios, porque es un ejem
plo el mas chocante y caracterizado de indiferencia
religiosa, el acto de un empleado que paga con la misma
mano al ministro que cree en Jesucristo, y al que le niega.
No se deduzca de esto, que nosotros aceptamos la
opinion que califica la ley de atea; pues nuestro modo
de plantear el sistema social, manifiesta que no creemos
legítima ni justa otra soberanía que la soberanía de Dios.
La ley no es atea sino en las naciones que están del to
do sometidas al despotismo: los pueblos no pueden ser
libres sino sometiéndose de antemano al poder de Dios.
Pero el reconocimiento de un SER SUPREMo, AUToR
de las leyes morales, y JUEz de las acciones humanas,
no impone á la sociedad el deber de determinar su cul
to. La sociedad, como tantas veces lo hemos dicho, no
ejerce ninguna funcion propia y legítima, fuera de las
que sean absolutamente indispensables para dar garantías
á la libertad de los asociados. Tiene que obrar en mayor
ó menor escala, segun el grado de civilizacion, ó sea de
moralizacion á que hayan alcanzado los asociados; y
desde luego á proporcion que la religion que estos profe
san sea mas conforme con el órden social, mayor será
el grado de libertad de que podrán disfrutar. Por eso es
que creemos que la verdadera libertad no es posible sino
en las sociedades que observen el Cristianismo en toda
su pureza. Repetiremos con Tocqueville: “EL quE que
RA SER LIBRE, QUE CREA; Y SINO TIENE FE, QUE SIRVA.
Y de aquí podemos deducir, que nada es tan contra
Y LA LIBERTAD. 235

rio á las prácticas de un pueblo libre como el sistema re


ligioso que declara al jefe del Estado jefe tambien de la re
ligion. Los católicos que han patrocinado con sus doctri
nas políticas el absolutismo, siempre han puesto fuera de
sus garras el dominio de las conciencias: los protestan
tes, al proclamar su independencia del centro de unidad,
es decir, al proclamar la anarquía de las conciencias, no
han hecho otra cosa que conceder á los déspotas el dere
cho de esclavizar el alma misma.
Si la verdad es una para todos los hombres; si la mo
ral gobierna con unas mismas leyes todos los pueblos que
habitan la tierra; si la civilizacion tiene por objeto ha
cer del género humano una sola familia, es necesario re
conocer la necesidad de un centro de unidad, que con
serve el tesoro de la verdad, de la moral y de la civiliza
cion, y que se encargue de esparcir la semilla de la civi
lizacion, de la moral y de la verdad.
Lástima da oir las declamaciones de los que creen que
el progreso consiste en el cambio de la verdad, como
si la verdad pudiera envejecer siendo, como es, eterna.
Compasion inspiran los entendimientos que por seguir
el torrente de la novedad, proclaman al Protestantismo
la doctrina de la libertad, y al Catolicismo la doctrina del
absolutismo. Nada hay mas contrario al órden que las
doctrinas del Protestantismo; y como el órden es el eter
no aliado de la libertad, síguese que léjos de ser ellas las
que pueden hacer efectiva la verdadera libertad, son las
que la amenazan de muerte, y exponen al mundo cris
tiano á perecer ahogado en los brazos del socialismo (*).
La religion que haga mas eficaz el poder de la con
ciencia, será la que haga posible el régimen de la verda
(*) Como prueba de estas verdades nos referimos á lo que hemos
dicho en el capítulo VI.
“El pueblo inglés, dice Israeli, autor inglés, de valeroso que era
., en otro tiempo, feliz, religioso y bueno mas que cualquiera otro del
, mundo, se ha hecho vicioso, envilecido, extenuado, y vive sin dicha,
, agoniza sin esperanza.”
La razon de esta diferencia no sabemos á qué atribuirla: solo sabe
mos que las instituciones de este pueblo son las mismas hoy que ántes,
solamente ha cambiado su religion.
17
236 EL CRISTIANISMO

dera libertad. El Protestantismo proclama la anarquía


de las conciencias al mismo tiempo que reconoce la ne
cesidad de un órden sobrenatural, puesto que admite la
revelacion: el Catolicismo al proclamar la necesidad de
reconocer un órden sobrenatural, reconoce tambien la
necesidad de contener los extravíos de la razon indivi
dual sometiéndola á la unidad que resulta del someti
miento á la razon universal (*).
(*) Vamos á presentar la teoría filosófica en que se funda el Catoli
cismo, tomándola no de un escritor católico, sino de uno protestante,
y de gran mérito entre los filósofos y entre los protestantes, que es M.
Guizot: oigamos su doctrina.
“Una conviccion comun, es decir, una misma idea reconocida y
aceptada como verdadera, tal es la basa fundamental, el lazo oculto de
la sociedad humana. Ya consideremos las asociaciones mas limitadas
y sencillas, ya nos elevemos hasta las mas extensas y complicadas: ya
consideremos lo que pasa entre tres ó cuatro bárbaros reunidos para
una expedicion de caza, ya en el seno de una asamblea llamada á tratar
los negocios de un gran pueblo; por todas partes y en todos los casos,
es en la adhesion de todos los individuos á un mismo pensamiento que
consiste esencialmente el hecho de la asociacion: miéntras no se com
prenden y acuerdan, no son mas que seres aislados, colocados los unos
al lado de los otros, pero sin penetrarse ni unirse. Una misma creen
cia, un mismo sentimiento, cualquiera que sea su naturaleza y objeto,
tal es la primera condicion del estado social: es en el seno de la ver
dad solamente, ó de lo que se tiene por verdad, que los hombres se
unen y que nace la sociedad. Y es en este sentido que un filósofo mo
derno (M. de Lamennais) ha tenido mucha razon en decir que no hay
sociedad sino entre las inteligencias; que la sociedad no subsiste sino
sobre los puntos y en los límites en que se cumple la union de las inte
ligencias; que en donde las inteligencias no tienen nada de comun, la
sociedad no puede existir; en otros términos, que la sociedad intelec
tual es la única sociedad, el elemento necesario, y como el fondo de
todas las asociaciones exteriores y aparentes.
“Pero el carácter esencial de la verdad, y lo que precisamente por
esto la hace el lazo social por excelencia, es la unidad. La verdad es
una, y es por esto que los hombres que han llegado á conocerla y á
aceptarla, se unen; union que no tiene nada de accidental ni de arbi
trario, porque la verdad no depende ni de los accidentes de las cosas,
ni de la incertidumbre de los hombres; nada de pasajero, porque la
verdad es eterna ; nada de limitado, porque la verdad es completa é in
finita. Así, pues, como es la unidad el carácter esencial de la verdad,
lo es tambien de la sociedad que no tiene otro objeto que la verdad, es
decir, de la sociedad puramente espiritual.
“No hay ni puede haber dos sociedades espirituales; ella es por su
naturaleza única y universal.
“Así nació la Iglesia: de aquí esa unidad que ella ha proclamado
siempre como su principio, esa universalidad á que siempre ha aspira
do. Mas ó ménos clara, mas ó ménos rigurosa, esa es la idea que se
encuentra en el fondo de todas sus doctrinas, y que domina en todos
Y LA L1 BERTAD. 237

O la revelacion ó el racionalismo.
La revelacion exige el sometimiento de la razon en
materias de fe.
El racionalismo excluye toda idea de órden sobrena
tural.

sus trabajos. Mucho ántes del siglo VI, y aun desde la cuna misma del
Cristianismo, aparece en los escritos y en los actos de sus mas ilustres
intérpretes.”
En los párrafos que hemos leido, nos parece oir la voz de un católi
co fuertemente adherido á su creencia; pero como es un partidario del
libre exámen el que habla, sigue disculpando su creencia con razones
por las cuales se excluye á todos los ignorantes, mejor dicho, á todos
los que no pueden formarse por sí mismos sus convicciones, de la so
ciedad espiritual; lo que sin duda reduciria el número de los que sean
capaces de formar esta á ménos de un uno por ciento de los seres que
componen el género humano.
Oigámosle:
“Mas para que la sociedad espiritual nazca y subsista, no basta por
sí sola la unidad de la verdad: es preciso que se deje conocer de los es
píritus para que pueda reunirlos. La union de los espíritus, es decir, la
sociedad espiritual es la consecuencia de la unidad de la verdad; pero
miéntras esta union no está completa; la consecuencia no corresponde
al principio, la sociedad espiritual no existe. Ahora pues ¿ bajo qué
condicion se unen los espíritus á la verdad? Bajo la condicion de que
han de conocerla y aceptar su imperio: todo el que obedezca sin cono
cer la verdad, por ignorancia y no por luz, ó todo el que teniendo co
nocimiento de la verdad rehusa obedecerla, no ha entrado en la socie
dad espiritual: no hacen parte de ella sino los que ven y quieren: ella
excluye de una parte la ignorancia, de la otra la fuerza: ella exige de
todos sus miembros la íntima y personal adhesion de la inteligencia y
la libertad.

“Por mucho tiempo se creyó que el imperio de la verdad, es decir,


de la razon universal, podia ser establecido sin el ejercicio de la razon
individual.
“Ahora sabemos que la sociedad espiritual exige dos condiciones:
primera, la presencia de una verdad general, absoluta, regla de las
creencias y de las acciones humanas; segunda, el pleno desarrollo de
todas las inteligencias con respecto á esa verdad, y la libre adhesion de
las almas á su poder. Que la una de estas dos condiciones no nos haga
olvidar jamas la otra: que la idea de la libertad de los espíritus no debi
lite en nosotros la de la unidad de la sociedad espiritual; porque las con
vicciones individuales deban ser luminosas y libres , no nos dejemos arre
batar hasta creer que no haya verdad universal que tenga el derecho de
mandar.”
En seguida hace observar que los hombres han dado tanto poder á
la verdad, ó á lo que creian verdad, que han usado la fuerza para im
ponerla; luego vino la reaccion, y entónces:
“La unidad de la razon divina, si me es permitida esta expresion,
(continúa), no ha sido ya el objeto de la contemplacion habitual del hom
bre: se ha respetado mas que todo el derecho de la razon humana en
238 EL CRISTIANISMO

El Protestantismo, que pretende unir la revelacion y


el racionalismo, es un absurdo.
El Catolicismo, que reconoce la superioridad de la re
velacion sobre el racionalismo, del órden sobrenatural
sobre el natural, de la palabra de Dios sobre la palabra
del hombre, de LA RAzoN ETERNA sobre la razon huma
na, está en posesion de la verdad.
las relaciones de los hombres, y muchas veces se ha concluido por ol
vidar, que si ella es libre, la voluntad no es arbitraria ; que si existe
el derecho de exámen para la razon individual, ella está sin embargo
subordinada á esa razon general que sirve de norma, de piedra de to
que á todos los espíritus. Y así como en el primer caso ha habido tira
nía, en el segundo ha habido anarquía, es decir, ausencia de creencias
generales y poderosas, ausencia de principios en las almas y de ci
miento en la sociedad.”— (Historia de la civilizacion en Francia, parte
1?, cap. 12).
Esta es la completa exposicion de la doctrina católica.
Reconocimiento de una verdad única.
Supremacía de la razon universal sobre la individual.
Espontaneidad en la adhesion del espíritu á la autoridad espiritual,
ó lo que es lo mismo, sometimiento por conviccion, no por la #
Por única pena contra el que no se somete, la declaracion de la ver
dad erpuesta por M. Guizot, es decir, que no pertenece á la sociedad
espiritual, la earcomunion.
Es en el Catolicismo que se encuentran cumplidas las dos condicio
nes de la sociedad espiritual: la autoridad de la verdad, y la libertad
del espíritu. La separacion de estas dos condiciones produce la tiranía
ó la anarquía ; la inquisicion ó el protestantismo.
Y LA LIBERTAD. 239
-ra. -------- ----------- ------

RESÚMEN y CONCLUSION.

Tocamos ya el término de nuestra carrera.


Hemos visto nacer al hombre desnudo, desprovisto de
todo medio de conservar la existencia.
Abandonado á sí mismo habria perecido sin remedio;
solo al abrigo de la familia pudo conservar la vida y prin
cipiar á poner sus facultades en ejercicio.
Vimos luego, que aunque la familia hubiera podido
existir aislada y entregada á sus solas fuerzas, habria si
do llevando una existencia miserable y sin posibilidad de
progreso: sus miembros no habrian podido desarrollar
sus facultades para cumplir el alto fin á que los destinó
su Hacedor. La familia tuvo por consiguiente que bus
car la asociacion con otras familias, tanto para aunar
sus esfuerzos y ejercer en comun el dominio sobre la na
turaleza, como para garantizarse mútuamente los me
dios de cumplir el fin á que sus miembros estaban desti
nados. La sociedad nos pareció, por lo tanto, que era
no una reunion de individuos sino de familias.
Pasamos luego á considerar la sociedad, y encontra
mos que no habia sido comprendido ni su orígen ni su
fin: motivos de queja, gritos de dolor, lastimosos lamen
tos fué lo que hallamos por donde quiera. Durante cua
renta siglos hemos encontrado á la sociedad absorbien
do completamente los derechos del hombre; la familia
desorganizada, las funciones de sus miembros invertidas
ó mal interpretadas; el padre amo, tirano doméstico; la
mujer el primer mueble de la casa, objeto destinado al
placer de su señor; el hijo, una cosa útil, entregado al
240 EL CRISTANISMO

libre uso de su dueño: el género humano, finalmente,


nos pareció al concluir estos cuarenta siglos, un rebaño
de fieras, que aunque se devoraban entre sí, estaban
sin embargo sometidas al látigo de su señor.
Mas, de repente se levantó allá en una colina de Je
rusalen, una cruz con un hombre enclavado en ella, que
al morir de muerte tan ignominiosa, exclamó: coNsuM
MATUM EsT. Está concluido el reinado de la carne, y el
mundo se ha salvado porque ha empezado ya el reina
do del espíritu. Y el mundo se estremeció, y el sol y la
luna se oscurecieron, y los muertos salieron de sus se
pulcros, y hubo maravillas y portentos para celebrar los
funerales del mundo antiguo.
El hombre habia ido descendiendo de su primitiva
dignidad desde el dia de su creacion, y llegó á levantar
altares á LA IMPIEDAD y á LA INJUSTICIA. Mas desde el
dia que murió aquel hombre en la cruz, la piedad y la
justicia fueron divinizadas, y la humildad destronó al
orgullo; y los pobres obtuvieron promesas y los ricos
amenazas; y la humanidad que marchaba triste y con la
cabeza inclinada, porque creia dejar atras la edad de oro,
irguió su frente y miró hácia el cielo con semblante ri
sueño, porque comprendió que se le abrian las puertas
del paraiso. -

El mundo se salvó; y donde quiera que ha sido oido


el eco de aquellas palabras que se pronunciaron en el
Calvario, se han notado señales de vida; y hasta los pue
blos que se tapan los oidos para no oir la voz de salva
cion, experimentan sus efectos en la suavidad de sus cos
tumbres, en la moderacion de sus instintos, en la regu
laridad de sus relaciones con el resto de sus semejantes;
todo lo cual les prepara de antemano para recibir y ha
cer germinar con lozanía la semilla de la verdad.
Pero la redencion no cambió la naturaleza del hom
bre: el libre albedrío es árbitro de su destino: la carne
lucha en continua y recia lid con el espíritu: el Cristia
nismo no ha hecho mas que enseñarle al hombre lo que
es y lo que puede hacer, para estimularlo á vencer en la lu
Y LA LIBERTAD. 241

cha de la razon con las pasiones: tócale al hombre, pues,


hacer buen uso de su inteligencia para dominar los ins
tintos de la carne: oir la voz de la razon para despren
derse del encanto de las sensaciones.
La historia de la humanidad despues de la muerte de
Jesucristo, es la historia de la lucha del espíritu con la
materia. La sociedad en masa, mas bien, la autoridad
encargada de dirigir la sociedad, se ha hecho represen
tante de la materia, para dejar al hombre aislado encar
gado de representar el espíritu. Los gobiernos no han
hecho otra cosa que contener el desarrollo del individuo,
pues creyéndose destinados solamente á conservar el ór
den establecido, ósea, la paz y el reposo de la sociedad,
han tomado el deseo de mejora por desobediencia, el
amor al progreso por rebeldía, el poder de la verdad por
usurpacion.
Engañados los pueblos, creyeron á su vez que la feli
cidad solo podia venirles de sus gobiernos, y olvidados
de sí mismos solo pensaron en las formas y denominacio
nes que habian de dar á sus instituciones. Sistemas fun
dados en ficciones, guerras emprendidas á nombre de un
nombre, el ruido y el escándalo repetido por los mismos
amigos de la humanidad, que culpando á las institucio
nes de los males debidos solamente á los hombres encar
gados de ponerlas en práctica, han luchado por arreba
tar al hombre hasta los sentimientos de la conciencia;
nada han podido lograr, porque: “no son las situaciones,
, ni las instituciones las que deciden de todo en la vida
, de los pueblos. El estado social se deriva, entre otras
, muchas causas, del estado moral: las creencias, los
, sentimientos, las ideas, las costumbres, preceden á la
, condicion exterior, á las relaciones sociales, á las ins
, tituciones políticas; la sociedad, salva alguna reaccion
, necesaria y poderosa, es tal cual la hacen los hom
, bres (*).
No son, pues, instituciones las que nos hacen falta,
sino principios que creen instituciones: no son hábitos
(*) Guizot.
242 EL CRISTIANISMO

sino costumbres, ó sea acciones dirigidas por ideas con


formes con la verdad: no son prácticas políticas, sino
prácticas morales.
“Muy poco ha reflexionado, muy poco ha observado
, el que no esté convencido de esta importante verdad:
, que el estado material de la sociedad es ó se hace bien
, pronto conforme con las doctrinas que se agitan en el
, mundo superior de las inteligencias, y que de las ideas
, á los hechos, del gabinete del filósofo á la calle, no hay
, mas que la distancia de algunos pasos.......... El mundo
, de las inteligencias no está nunca sin doctrinas, y es
, tas doctrinas no tardan en ser traducidas ántes de poco
, en hechos que hacen mover la sociedad segun sus
, inspiraciones (*).”
Ni basta el desarrollo aislado de cada una de las par
tes que constituyen el hombre, la inteligencia y la acti
vidad física, es preciso tambien desarrollar las relaciones
que hay entre “las ideas y las acciones, entre las creen
, cias y los movimientos de la voluntad, entre el pensa
, miento y la libertad humana; y es esto lo que se llama
, parte moral (f).”
“Algunas civilizaciones se han hecho estériles no por
, falta de desarrollo intelectual, ni por carencia de hom
, bres prácticos, sino por falta de FE. Por fe entiendo no
, solo la confianza en la verdad, que la hace reputar co
, mo tal, sino tambien la que reconoce en ella el dere
, cho de reinar en el mundo, de gobernar los hechos, y
, el poder para salir triunfadora. Es por este sentimien
, to que una vez entrado en posesion de la verdad, se
, siente llamado el hombre á hacerla pasar á los hechos ex
, teriores, á reformarlos, á arreglarlos segun la razon ().”
No nos afanemos, pues, por inventar sistemas cuya
esterilidad está probada por seis mil años de vida que
cuenta la humanidad. El único sistema que puede pro
ducir resultados estables es el que satisfaga todas las ne
(* ) Augusto Nicolas.
() Guizot.
Gui
() Guizot.
Y LA LIBERTAD. 243

cesidades del ser á quien se aplica. Para darle la tran


quilidad al hombre, es decir, para hacerle marchar de
acuerdo con su naturaleza, es preciso aplicarle un siste
ma conforme con ella: es preciso desarrollar su espíritu
y su cuerpo no para dejar aislados el cuerpo y el espíritu,
sino para poner en relacion el espíritu y el cuerpo. La
historia nos presenta á la humanidad mas bien en estado
de análisis que de síntesis: el desarrollo intelectual pres
cinde por lo general del mundo de la realidad: el mundo de
la realidad prescinde á su vez del desarrollo intelectual;
y no es que el mundo real deje de ser alguna vez dirigi
do por el órden intelectual, sino porque generalmente las
sociedades se han conducido como aquellas religiones de
la antigüedad que tenian diferentes grados de iniciados,
y segun los cuales las doctrinas de los inferiores no eran
las mismas que las de los superiores, pudiendo estos dis
pensarse de lo que para aquellos era obligatorio. Así la
parte inteligente de las sociedades cristianas, aunque pro
fesa bellas y santas teorías, concede á estas una corta
obediencia reservándose siempre el derecho de sacrifi
car una parte de sus convicciones al sentimiento, con
mas propiedad, á las sensaciones. A la obediencia que
prestan á las teorías se deben la suavidad de costumbres,
el respeto de los derechos individuales, la independencia
de la conciencia, &c.: á la parte que conceden al domi
nio del sentimiento la discordia, la malevolencia, los de
sórdenes todos que hacen necesario el poder de los go
biernos y el uso de los verdugos. Miéntras la conciencia
no rinda completo homenaje á la verdad, no hallarán los
pueblos el reposo porque tanto anhelan, porque hasta
entónces no estarán formados por hombres verdadera
mente hombres, sino por seres que no saben lo que son
ni lo que han venido á hacer al mundo.
¡Queremos pueblos libres! pues es preciso que los hom
bres se hagan hombres, es decir, que piensen, porque no
merece tan digno título el ser que no está en ejercicio
de su razon. El modo de hacer entrar á los hombres en
el ejercicio de su pensamiento es educándolos. LA EDU
244 EL CRISTIANISMO

cAcroN es la fuente de la civilizacion, el apoyo de la li


bertad, el medio de dar al género humano la única feli
cidad posible.
Miéntras los pueblos estén formados por seres priva
dos del uso de su espíritu, no cesarán esas revoluciones,
protestas continuadas contra un estado contrario á la na
turaleza del hombre.
Así pues, demostrado como queda que la única doc
trina que explica completamente la naturaleza del hom
bre, el único sistema social que realiza el fin de nuestra
creacion se halla contenido en EL CRIsTIANISMo; que
todo lo que tienen las otras doctrinas de bueno se en
cuentra en él, y lo que tienen de malo no está en él, no
queda otro recurso á los hombres y á los pueblos que bus
can de buena fe el reposo y la libertad, que practicar la
teoría que profesan, teoría que ya el espíritu de duda y de
rebeldía á la verdad, no osa contradecir (*). Los que creen
que la humanidad está herida de muerte, y que ha sido
criada sin objeto, ó por un ser débil é inclemente, callen,
y no impidan que se haga la aplicacion del remedio
que proponemos. Si no hay salvacion posible, la suerte
será la misma; si se salva, la curacion no tiene precio.
Recordemos, sin embargo, un hecho atestiguado por la
historia del Cristianismo: todos los que han buscado la
verdad de buena fe, han estado divagando hasta que se
han acogido al regazo de la Iglesia católica: los que han
abrazado su religion, siempre lo han hecho en obedien
cia al sentimiento del deber, que es lo que la humanidad
llama virtud, los que la han abandonado, lo han hecho
por ese abuso de las pasiones que se llama vicio.

(*) “Estoy convencido de que el sistema de moral y de religion


que Jesucristo nos ha trasmitido, es lo mejor que el mundo ha visto y
podrá ver” (FRANKLIN.)
“O desaparece del mundo toda religion, ó el Cristianismo se hace
eterno; porque no es dado al pensamiento humano concebir una reli
gion mas perfecta.” (V. CoUsIN.)
“Suprimid por un instante la enseñanza cristiana, y vereis dónde
va á parar el dogma de un Dios espiritual, padre comun de los hom
bres.......... dónde va á parar el dogma de la fraternidad.”—(E.SAIssET).
Y LA LIBERTAD. 245

Descansen, pues, los que se afanan inútilmente: es


tudien los que aman la verdad y tienen fe en su po
der, estudien EL CRISTIANISMo, y allí encontrarán el
secreto que puede dar al hombre LA LIBERTAD, y á los
pueblos el reposo que hoy buscan, y en cuyo lugar solo
encuentran dolorosas convulsiones arrancadas por un
mal que no pueden explicar. -

FIN.
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