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Olegario Gonzdlez de Caordedal OLEGARIO GONZALEZ DE CARDEDAL LA PALABRA Y LA PAZ 1975-2000 | EDICION PREPARADA POR FERNANDO MARTINEZ VALLVEY Y Maria Monjas ELETA PPC * Disefio de cubierta: Estudio SM Pablo Nuiiez Fotografia: «Campo de trigo con sembrador» de Vincent Van Gogh (Oronoz) © Olegario Gonzalez de Cardedal © PPC, Editorial y Distribuidora, $.A. c/ Agastia, 80 28043 Madrid ISBN: 84-288-1601-8 Depésito legal: M-9068-2000 PreimpresiOn Grafilia, S.L. Impreso en Espaiia / Printed in Spain Imprenta $M - Joaquin Turina, 39 - 28044 Madrid Presentacion El presente libro se inscribe dentro de las recientes tenden- cias de relectura de los ultimos veinticinco aos de la historia de Espafia, con especial énfasis en el periodo de la transicion. Esta antologia selecciona cien articulos de Olegario Gonzalez de Cardedal entre los publicados en prensa diaria de tirada nacional (Ya, ABC, El Pais, Diario 16, El Independiente y El Mun- do). Su importancia radica en la personalidad del autor por su participaci6n mas o menos directa en los principales aconte- cimientos de las tltimas décadas. Este abulense nacié en una pedania de Lastra del Cano de la que toma su segundo ape- llido, Cardedal. Sacerdote en Avila, doctor en Teologia por la Universidad de Munich, amplié sus estudios en Oxford y Washington. En 1965 particip6 en el Concilio Vaticano II y fue miembro de la Comisién Teolégica Internacional. Desde 1967 es catedratico de la Facultad de Teologia de la Universidad Pontificia de Salamanca y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Politicas desde 1984. También particip6 de forma activa durante el periodo de la transicién en el que los problemas sociales, politicos y religiosos tuvieron que ser di- ferenciados, primero para separar con claridad y luego para colaborar con magnanimidad. Por esos afios, el cardenal Ta- yanc6n era presidente de la Conferencia Episcopal Espafiola a la vez que canciller de la Universidad Pontificia de Salamanca. El y los cardenales M. Gonzélez (Toledo) y E. Jubany (Barce- lona) jugaron un papel importante en el trénsito a la nueva situacién espiritual de Espana. Sus decisivas intervenciones en el Club Siglo XXI fueron editadas por don Olegario bajo el titulo Iglesia y Politica (Salamanca 1987). La homilia del car- denal Tarancén en la Iglesia de San Jer6nimo, durante la misa de coronacién del Rey, fue la expresién publica y transparente de una Iglesia dispuesta a cumplir una misién de concordia, reconciliaci6n y paz en la andadura que comenzaba Espafia. 5 PRESENTACION La nueva situacién obligé a la Iglesia a establecer didlogos con los diversos partidos politicos y a repensar problemas de fon- do como la reforma educativa, la ética civil, las instituciones cristianas y su insercién en el tejido de la sociedad democra- tica. Los entonces profesores de la Facultad de Teologia de Salamanca (Fernando Sebastian, Antonio Rouco, Olegario Gonzalez...) no estuvieron lejanos a estos quehaceres ni fueron ajenos a los intentos de esclarecimiento teérico y solucién practica. Olegario Gonzdlez de Cardedal se ha propuesto a través de estos escritos la tarea de «mostrar a una cultura secular que Ja fe ensancha y engrandece la inteligencia humana; que sdlo cuando una libertad vive abierta al infinito y una sociedad no se cierra ante la trascendencia encuentran respuesta a sus ne- cesidades mas profundas» (Discurso con motivo del 25 ani- versario de su ordenacién sacerdotal, Avila, 1984). Inicialmente, su intencién era dirigirse a aquellos lectores y ciudadanos mis alejados de su propuesta de didlogo fe-cul- tura dentro del marco del Concilio Vaticano II y de la nueva realidad politica espafola. El articulista no escribe, generalmente, sobre sucesos 0 acontecimientos determinados. La mayoria de sus articulos son reflexiones sobre ideas, tratan de la evolucién de la mentalidad de nuestro siglo. Son articulos de tesis, en los que profundiza sobre las cuestiones que laten en el fondo del debate puiblico de las dos ultimas décadas y media en nuestro pais. Los articulos mas vinculados a la actualidad fueron publi- cados en la etapa de la transici6n (1975-1982). En estos afos trata temas de mayor calado politico como la Constitucién o la reforma educativa. Son sus articulos de ciudadano, con los que pretendia hacer una aportacion al cambio que vivia Es- pana. En una segunda etapa (1982-1989), caracterizada por la mayoria socialista, se concentran la mayor parte de sus arti- culos de tesis sobre la relacion entre la fe, la cultura y la mo- dernidad, que son aquellos escritos desde su condicién de cre- yente, tedlogo y sacerdote. En otra tercera etapa comienza a escribir critica literaria, un género que ya habia practicado en otras publicaciones, pero que constituye una novedad en su 6 colaboracién con la prensa diaria. Asi convierte el periddico en una prolongacién de su catedra de profesor. Estas son las dis- tintas perspectivas desde las que puede analizarse la produc- cién periodistica de Olegario Gonzalez de Cardedal, ciudada- no, tedlogo, sacerdote y profesor. Desde nuestro punto de vista podria también descubrirse en este conjunto de articulos al Olegario profesor, profeta y poeta, vertientes complementarias de las tres anteriores. Pro- fesor, en el sentido mas socratico del término ya que Olegario Gonzalez de Cardedal plantea en muchos articulos las pre- guntas que constituyen la raiz imprescindible del debate pui- blico. Profeta, porque muchas de las carencias, necesidades y exigencias de la sociedad espafiola que denunciaba ya hace veinte ahos permanecen en muchos casos sin resolver 0 con soluciones de urgencia. Destaca su visién adelantada del pro- blema educativo, ain hoy vigente. O la preferente atencién que ha tenido la Espafia urbana frente a la rural y los proble- mas que esto acarrea. Poeta, no sdélo por las numerosas citas que incluye y por su estilo literario, sino por su acercamiento a lo mas profundo del alma humana, sus dudas, sus deseos. En relacién directa con su vertiente de poeta esté lo que consideramos una de las claves de su produccién periodistica, la preocupacin por la Espafia rural, que tiene su reflejo en el lenguaje que utiliza. El vocabulario del 4mbito de la agricul- tura y de las labores del campo tiene en la mayoria de los casos un sentido metaférico, aplicado al alma humana, y no slo utiliza palabras del 4mbito rural sino que los términos que usa son un tanto arcaizantes ya que en algunos casos se estén perdiendo incluso en las zonas rurales. Sin embargo, esta de- fensa de la cultura rural no es en el tedlogo abulense una simplista regresién al mito del salvaje feliz 0 un mero pesi- mismo al estilo noventayochista. Olegario defiende que no se puede construir el futuro sin ser consciente del pasado y sin amar las raices de cada uno; pero tampoco se puede recuperar ese pasado sin un esfuerzo creativo por responsabilizar el pre- sente y proyectar el futuro. Otra de las constantes teméticas en los articulos periodis- ticos de Olegario Gonzdlez de Cardedal es la reivindicacion 7 PRESENTACION de una ética civil, que se puede encuadrar en su aportacién como ciudadano y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Politicas. Utiliza su espacio en los periddicos para elevar esta propuesta a la sociedad espafiola porque considera esencial una ética civil que complete las transformaciones po- liticas que tuvieron lugar en nuestro pais en la transicién. No acalla su voz tras la aprobacién de la Constitucién, ya que sin cultivo ni reconocimiento ptiblico de valores fundamentales no hay defensa posible de derechos fundamentales. Contintia re- clamando una ética civil no enfrentada al cristianismo y ha denunciado la supresi6n de la asignatura de ética en los nue- vos planes de estudio. Reclamé la construccién de esa ética civil, como condicion de la dignidad y madurez de nuestra sociedad. Afirmé la po- sibilidad de buscarla en comin por parte de los distintos gru- pos humanos, culturales y religiosos. Ofrecié como tedlogo la colaboracién de la ética derivada del evangelio para tejer ese conjunto de valores comunes que debe animar la sociedad. Con ello estaba mostrando que la Iglesia no reclama el mo- nopolio ético en la sociedad y que los cristianos, viviendo sus criterios morales especificos, deben ser colaboradores en la co- mun empresa de ser hombres, ciudadanos, hermanos. Sobre la marcha de esa reflexién comin aparecieron los problemas de fondo. {Cudl es el fundamento ultimo para una ética con exigencias absolutas? ¢Quién y cémo se fundamentan los va- lores, ideales e imperativos morales en una democracia que establece e] voto como tiltimo criterio de verdad publica y en la que hay grupos con proyectos contradictorios respecto de cuestiones fundamentales de la vida humana? éEs posible re- conocer exigencias inviolables siempre sin referencia a Dios, garante primero, ayuda después y soberano siempre de la rea- lidad? Todas estas cuestiones siguen vivas y Olegario Gonza- lez no deja de recordarlas. La democracia es ya condicién de la convivencia en libertad y camino abierto hacia la igualdad. Pero ella no tiene en sf misma las fuentes de las que se ali- menta. Sdlo si dentro de ella surgen frente al Estado y los partidos politicos grupos, personas, instancias intermedias que la abran a su fundamento y fines, la refieran a la persona y 8 la comunidad, la tradicién y el futuro absoluto, sdlo entonces la democracia serd un cuadro vivo y no sélo un marco muerto. Olegario Gonzalez de Cardedal es profesor universitario en el sentido mas puro de la palabra, ya que investiga, da clases, es tutor de los alumnos y, por tltimo, devuelve a Ia sociedad en general parte de sus reflexiones y estudios, Toda investi- gacion cientifica que no Ilegue a la sociedad, pierde parte de su valor. Esto lo sabe sobradamente Olegario Gonzalez de Car- dedal y por eso en su produccién encontramos textos cargados de ideas actuales y de perspectivas clasicas, de lecturas que, una vez digeridas y analizadas, devuelve a la sociedad. Un ejemplo son los perfiles biograficos de grandes tedlogos: Rah- ner, Guardini, Balthasar, Congar, Lubac, Schékel... La critica de libros en ABC ofrece pautas para la lectura de esos titulos resefados, enriqueciendo posteriormente al lector ya que des- vela informaciones y contextualiza datos. Los textos de carac- ter més religioso, nos muestran un nuevo rostro de Cristo, nos ayudan a mirar a través de Cristo, a tener los ojos en Cristo, conforme a la mas moderna cristologia, asignatura que impar- te el autor en las aulas. Incluso podriamos hablar de una cierta teologia politica —con permiso del autor— como la capacidad de denunciar las carencias morales y humanas de un situaci6n espiritual —en su més amplio significado— de una sociedad como la espanola. El estudio histérico de la transici6n no se podrd hacer, como no se hard la investigacién histérica en el futuro, sin tener en cuenta la produccién periodistica —con las debidas precauciones—. El rastreo de los textos de Olegario Gonzalez y de muchos otros autores nos ayudaré a conocer mejor cémo fue el «parlamento de papel», qué grado de calidad alcanzaron sus discursos y si realmente lo fue. Incluso, lo que puede ser més importante: cémo y por qué la prensa ha dejado de ser ese parlamento, y qué papel juega en la supuesta agora de nuestra democracia de piel de toro (o tamboril). Pensamos que el mayor problema de nuestros periédicos es la carencia de verdaderos textos que creen un estado de debate real, no opiniones sobre propuestas consensuadas, sino un andlisis de fondo de los problemas, consecuencias, deri- vaciones que puedan traer consigo esos consensos. PRESENTACION Desde las aulas y los medios de comunicacién se ha dicho que el papel de la prensa debe ser explicar esa informacién que llega al publico por los medios audiovisuales. Sin embar- go, un somero anidlisis de los periddicos nos muestra que no estamos sacdndole todo el jugo que se puede a esta funcién, aunque siempre encontraremos notables excepciones como la de Olegario Gonzalez. Criterios de edicién En este volumen seleccionamos cien articulos de entre los que Olegario Gonzalez ha publicado en seis periddicos: Ya, El Pais, ABC, El Mundo, El Independiente y Diario 16. Nos hemos centrado por el momento en los diarios madrilefios para que el lector pueda estudiar por su cuenta cuél es la aportacién que ha querido hacer Olegario desde un tipo de prensa cuya repercusi6n en el resto es indiscutible, tanto para bien como para mal. Dejamos para otro momento recoger el resto de arti- culos junto con otros publicados en: El Norte de Castilla (Valla- dolid), El Adelanto (Salamanca), El Diario de Avila. Las fechas en que se engloban estos textos van desde 1975 hasta el 2000, veinticinco afos que marcan la transicién es- panola y la del primer cambio de poder realmente consolidado en nuestro pais desde hace muchos afios. Algunos de los textos publicados en los periédicos han sido reeditados en libros como Espafia por pensar o La gloria del hom- bre. Hemos decidido mostrarlos como lo fueron la primera vez, es decir, sobre el papel de los periddicos. En ocasiones, los que se incluyeron en libros, tienen aftadidos 0 pequefias co- rrecciones. Sin embargo, hemos preferido —sabiendo que otro criterio es igualmente valido— reproducirlos con el sabor de la inmediatez y espontaneidad que exige un trabajo para ser publicado en los diarios. Ademds algunos anadidos son de- masiado largos, lo cual «falsifica» la argumentacion del arti- culo. Las tnicas correcciones que hemos llevado a cabo son las casi inevitables erratas motivadas por la urgencia del medio, 10 PRESENTACION algunos cambios efectuados por los propios periodistas pen- sando que mejoraban el texto y que el propio autor nos ha ofrecido a través de originales, y, por ultimo, algunas faltas presentes en el texto. Hemos dejado sdlo el titulo mds importante de cada arti- culo para su presentacién en estas paginas. En algunos afia- dimos algtin dato para que se sepa con més claridad cual es el tema tratado. La presente edicién se completa con un anexo y un indice onomastico. El primero recoge todos los titulos publicados por Olegario Gonzalez de Cardedal en estos seis periédicos. Por otra parte, sdlo hemos cogido unas pocas criticas literarias como botén de muestra. También han quedado fuera de nues- tra seleccién algunos de los textos publicados en los libros ya citados y otros articulos de importancia secundaria. El segundo ayuda a estudiar mejor las «deudas» del autor. Algunos articulos que forman una unidad y que se publi- caron a lo largo de varios dias se presentan ahora bajo un mismo titulo y se sefalan las distintas partes mediante nd- meros romanos. Agradecimientos Los editores queremos expresar nuestro agradecimiento, en primer lugar a Olegario Gonzalez de Cardedal, por su dispo- nibilidad a la hora de ofrecernos datos acerca de su relacién con la prensa; a José Manuel Sanchez Caro, el rector de la Pontificia, por su apoyo constante y sus palabras de aliento; a Esteban Pena Eguren, ex subdirector de la Biblioteca de la Uni- versidad Pontificia de Salamanca, por facilitarnos el acceso a la coleccién del diario Ya de la hemeroteca de la Universidad; a Francisco Javier Herrero, director del Colegio Nuestra Senora de Guadalupe (Salamanca), por su informaci6n sobre la loca- lizacién de algunos articulos; a Maximiliano Fernandez Fer- nandez por su busqueda de articulos en su coleccién de El Independiente. Por ultimo, habria que incluir una larga lista de personas que nos han ayudado a transcribir los textos 0 co- 11 rregirlos. Slo podemos destacar a Covadonga Alvarez Rodri- guez porque su ayuda en los tiltimos momentos fue como un oasis en el desierto. Maria Monjas Eleta Fernando Martinez Vallvey En Tierras de Castilla, navidades 1999-Epifania 2000 12 Nous sommes venus, nous autres, trop tét ou trop tard. Nous aurons fait ce qu'il y a de plus difficile et de moins glorieux: la transition. (G. Flaubert, Lettre a L. Bouilhet, 19 diciembre 1850) Nulla politica sine ethica. (José L. Aranguren, La democracia establecida, Madrid 1979, p. 41) «Quien quiera crear algo —y toda creaci6n es aristocracia— tiene que acertar a ser aristécrata en la plazuela. He aqui por qué, décil a la circunstancia, he hecho que mi obra brote en la plazuela intelectual del periddico... Lo mas probable es que mi labor futura consista probablemente en la forja de libros. Mas, por lo mismo aprovecho la ocasién para decir a los que afios y afios censuraron mi solicitud periodistica que no tenian raz6n. El articulo de periddico es hoy una forma imprescin- dible del espiritu, y quien pedantescamente lo desdefia no tie- ne la mds remota idea de lo que esté aconteciendo en los senos de la historia.» (J. Ortega y Gasset, Obras VI, 353-354, 1932) 13 Introducci6én Este libro ofrece un retazo de conciencia histérica, como memoria y como reflexién, sobre los tltimos treinta afos en los que Esparia ha vivido procesos de transformacién como no los habia conocido desde el siglo xvi. En nuestro siglo, unas veces fue posible la palabra y no fue posible la paz; otras, en cambio, fue posible la paz y no fue posible la palabra. A nues- tra generacién le ha sido dada la inmensa oportunidad his- torica de tomar la palabra para que la paz fuese real. Una paz que no sea sdlo ausencia de guerra sino ejercicio de libertad real; participaci6n activa de las personas y de los grupos; jus- ticia por el mayor acceso de todos a las fuentes del pensa- miento espiritual y de la riqueza material; reconciliacion de generaciones, grupos, regiones e ideas; proyecto comtin hacia el futuro; modernizacién de la conciencia politica, religiosa y social, con las consiguientes rupturas, sobresaltos y perpleji- dades. En este tiempo ha tenido lugar el transito de una situacion cautiva y cautelosa, perpleja e insegura, a otra en la que casi todo les fue posible a la libertad personal y a la decisién co- lectiva. Pocas veces los espanoles han podido tomar su destino en propia mano de manera tan decisiva. Se ha pasado de una situaciOn religiosa, centrada sobre la propia historia nacional y sobre la peculiaridad catélica, a una abertura a la catolicidad real de la Iglesia, con la aceptacién en libertad religiosa de todos, de los otros cristianos, de los creyentes de otras religio- nes y de los no creyentes. Se ha descubierto la inmensa res- ponsabilidad que es poder pensar y la riqueza que es vivir la propia fe a la luz no sdlo de los veinte siglos de evangelio que nos han precedido sino con todas las expresiones religio- sas, culturales y politicas de la catolicidad ante los ojos. El Concilio Vaticano II fue un hecho interior de la Iglesia, la pa- lanca que removi6 la conciencia catdlica hispanica; desde ella flexibiliz6 la mirada hacia otras realidades y finalmente pre- 15 par6 los espiritus para que la transicién politica no fuera un terremoto que nos pusiera ante el abismo de una nueva guerra civil. Generalmente se suele hablar de la transicién espariola, dan- do por sentado que se trata de un concepto teéricamente claro y de un hecho cronoldgicamente manifiesto. Por el contrario, se trata de un fenémeno muy complejo por sus contenidos (religiosos, sociales, econdmicos, politicos, culturales), por las fases en las que ha tenido lugar, y por los protagonistas que han realizado cada una de ellas. Yo distinguiria tres formas y fases de la transicién, inseparables entre si e interdependientes pero que, sin embargo, deben diferenciarse con nitidez. La primera transicién, que afect6 primordialmente a la Iglesia ca- télica, a sus dirigentes de manera explicita y a todos sus miem- bros de manera resultante, fue provocada por el Concilio Va- ticano II al ofrecer una interpretacién de los contenidos reli- giosos y de las repercusiones sociales y politicas del evangelio, que no nos eran familiares a los espanoles y contra las que nos habia preparado especialmente la experiencia de la guerra civil y sobre todo de la posguerra. A este periodo que se ex- tiende a lo largo del decenio 1965-1975, yo lo designaria tran- sicién eclesial-catélica. Esta reconstruccién de la conciencia catélica una vez que integré los elementos esenciales del Concilio en el orden li- turgico, dogmatico y disciplinar, fue descubriendo poco a poco las consecuencias que para el orden temporal (relacién Iglesia y sociedad, fe y politica) implicaban las ideas conciliares y las enciclicas tanto de Juan XXIII como de Pablo VI. A ello se afa- dio la peculiar imbricacién del catolicismo con la ordenacién juridica, la legislacién social y la legitimacién politica del ré- gimen anterior. Comenz6 entonces una relectura de la historia inmediata del presente laboral y sindical, del futuro democra- tico: la aportacién de la Iglesia a la reconciliaci6n entre los espaiioles, la participacién, las distintas libertades, la opinion publica, la responsabilidad de los cristianos en el régimen po- litico vigente, la presencia de obispos en érganos legislativos y de militantes de organizaciones apostélicas en organizacio- nes sindicales... Este es el fermento religioso, alentado por el Concilio, desde el que surge la colaboracién de los cristianos 16 a la gestacién de los proyectos politicos con anterioridad a 1975. La Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes, la cam- pafia nacional en favor de la reconciliacién, la nueva pro- puesta de apostolado seglar y los movimientos especializados de la Accién Catélica fueron el horno en que se amasaron muchas iniciativas politicas, se prepararon los dirigentes fu- turos y se anticipé el transito a un nuevo régimen. Esa maduracién catdlica de conciencia, decisiva para la transformacién general de Esparia, fue protagonizada por sec- tores muy amplios de la Iglesia: desde seglares de a pie a cardenales, desde movimientos especializados de Accién Ca- télica a grupos universitarios, desde la HOAC a las Facultades de Teologia, desde los grupos de intelectuales catdlicos (entre otros muchos pienso, por ejemplo, en la labor preparatoria de las Conversaciones Catdélicas de San Sebastian, de Gredos, de Madrid, Barcelona...) a la participacién de militantes en mo- vimientos obreros. El dinamismo, que alentaba en capas muy amplias de la Iglesia, fue asumido y canalizado por muchos obispos. A la cabeza de ellos estuvo en momentos decisivos el cardenal Vicente Enrique y Tarancén. Su perspicacia, valor y sentido comin fueron el instrumento providencial, sin el cual muchas cosas no se hubieran logrado y otras se hubieran ma- logrado. Esa influencia se ejercié a partir de los lugares claves de su condicién en cuanto cardenal arzobispo de Madrid, can- ciller de la Universidad Pontificia de Salamanca y presidente de la Conferencia Episcopal espafola. De ahi nace su compleja accién, que encuentra expresi6n cumbre en la homilia pro- nunciada en la Iglesia de los Jerénimos el dia 27 de noviembre de 1975 cuando el Rey asumio su responsabilidad constitucio- nal. Limitar la influencia de la Iglesia en la transicién politica al caracter decisivo de esa homilfa, o incluso a la propia per- sonalidad de Tarancén, es un manifiesto error histérico. Ta- ranc6n fue guia y guiado; le impuls6 a tierra nueva un pro- fundo aliento evangélico, histérico y teoldgico que animaba a la Iglesia espafiola. El se dejé alentar y, asumiendo los riesgos de la navegacién, soporté tempestades y galernas. Siempre supo a qué puerto tenia que dirigirse. Fue un buen guia de- lante de su comunidad y un buen pastor al frente de su re- 17 bano. Otorg6 primacia a unas tareas frente a otras, y al verse urgido por la situacién histérico-politica en tan trascendentales momentos historicos, concentré en ella sus esfuerzos. Quiz no tuvo tiempo, no pudo o no supo llegar a otras tareas in- traeclesiales que también reclamaban atencién y entrega. Pero no podemos hacer todas las cosas, y sobre todo no las pode- mos hacer al mismo tiempo. De ahi que la valoracién de la obra del Cardenal tenga que ser diferenciada, pero en ningtin caso es honrado negar aquello que hizo e hizo bien, por no haber llegado a todo lo que en aquel momento se debia hacer. La transicion religiosa ha sido, de hecho, la condicién de posibilidad de la transicién politica en Espafia. Machado tenia raz6n al afirmar que nada cambia en una ciudad hasta que no cambian sus dioses. Tal como habia sido la historia nacio- nal, con una trama diffcilmente destrenzable entre confesién catélica y ciudadania hispanica, sin la maduraci6n religiosa de conciencia que por razones verdaderas y no de oportunismo politico impulsase los 4nimos a un cambio de fondo, éste no hubiera sido posible con la conciencia real con que lo hemos vivido. Durante estos afios hemos conocido cuatro presidentes de gobierno, tres partidos en el poder, tres papas en Roma y dos concepciones politicas de signo opuesto rigiendo Espafia. Y todo ha sido en paz. Cuando se contempla nuestra historia politica, no desde el hervidero de rencillas y mezquindades cotidianas, sino desde la atalaya de los ultimos cuatro siglos, la paz de estos decenios, la concordia civica y la resituacién fecunda de la Iglesia, son un milagro histrico. Entre 1975-1980 tiene lugar la segunda fase y forma de transicion, que yo designaria la transicién juridico-politica, ya que se trat6 de sustituir, tras la desaparicién biolégica del ca- beza del antiguo régimen, un sistema autocrdtico por un sis- tema constitucional nuevo, en el que se asumiera la conciencia politica moderna (democracia, pluralismo, libertades). El gran hecho de estos afios fue Ja nueva Constitucién, nacida del con- senso sobre un objetivo supremo: nada nos puede hacer vol- ver a una discordia civil, nada puede crear dos Espaiias escin- didas por razones ideolégicas, politicas o religiosas; todos los espanioles son iguales y tienen la misma dignidad, més alld de historia, regiones 0 ideas. Todo el fermento conciliar, toda la 18 INTRODUCCION voluntad de reconciliacién y todo el aliento utépico del de- cenio anterior cristalizaron en su texto, en el que colaboraron los grupos ya articulados en partidos politicos, sobre todo en el mayoritario ucD y en el de la oposicién psor. Mientras que en la fase anterior los reales protagonistas habian sido la opo- sicién de izquierdas en torno al partido comunista y gentes de Iglesia, ahora ya surgen formaciones politicas, técnicas y pro- fesionales. Hasta aqui todos los grupos estaban de acuerdo en la superacién de un pasado y en asegurar un fundamento constitucional comtin para todos en el futuro. La Constitucién fue asi el resultado glorioso y fragil, claro y polisignificante, que permitird estirar su interpretacién en direcciones opuestas. Esa ambigiiedad cierta fue el costo, conscientemente pagado, para salir hacia tierra de paz y de concordia. Cada dia tiene sus afanes. Y muchos afanes necesarios entonces, cuya difi- cultad ahora sentimos en carne viva, quedaron pendientes para el futuro. A partir de 1980-1982 se inicia la tercera fase y forma: la transicién moral-cultural. El partido de izquierdas, una vez lle- gado al gobierno comenzé a olvidar la historia inmediata, qui- so conectar directamente con los afios treinta, pretendié ins- taurar un socialismo entre revolucionario y burgués. Se dio por supuesto que se iniciaba una nueva era de Espana que superaria lo que muchos consideraron escoria hispanica, os- curidad medieval y moral judeocristiana, para ser suplidas por la claridad de Ja Ilustracin, la solidaridad efectiva introducida por la revolucién y la integracién en Europa. Ellas traerian consigo nuestra implantacion automatica en el progreso. Aqui comenzaron a abrirse los abismos humanos que estaban en juego: problemas de orientacién moral de fondo, actitudes ba- sicas ante lo humano, valoracién o descrédito de lo religioso, integracion de la Iglesia en la sociedad o rechazo de la fe cris- tiana por grupos paganos beligerantes. La masa pas6 del dog- matismo que la habia albergado en decenios anteriores a una desmoralizacién propia de quienes ya no saben a qué atenerse porque no saben qué se sostiene, donde acaba lo legal, dénde comienza lo moral y c6mo lo religioso se conecta con ambos. Este régimen de izquierdas no supo como vérselas con la Igle- sia, a la que consideré su alternativa enemiga en la ensehanza, 19 la marginacién, la moral y la informacién publica. La Iglesia comenzaba tentativamente a estrenar una inserci6n nueva en la sociedad, sin privilegios ni complejos, distante del Estado, pero colaborando con la sociedad y, en este caso, con un par- tido de izquierdas. Pequefios y grandes logros en el orden de la participacién, de la trasparencia publica, de la solidaridad, de la informacién fueron enturbiados por la insolencia propia de quienes pensaron que el poder conferia automdticamente autoridad y que la autoridad se sostenia en la mera legitimi- dad legal de los votos. Sin ejemplaridad personal no es posible ejemplaridad funcional; sin criterios de justicia objetiva y sin virtudes privadas no es posible evitar ni superar los vicios pt- blicos. La corrupcién en la cabeza se extendid por los miem- bros y al final la nacién se sintié ofendida y humillada. El cambio politico revelé un deseo de dignidad publica, de ejem- plaridad en el ejercicio de la confianza otorgada, de esperanza de mayor justicia frente a apropiaciones indebidas, abuso del poder y ocultacién de la verdad. Si en la primera fase de la transicion el problema primor- dial era el teolégico-eclesial y en la segunda era primordial- mente de naturaleza juridico-politica, en esta tercera es de na- turaleza moral. No han bastado los cambios constitucionales para que tuviera lugar un cambio moral; las leyes no han sido capaces de hacer mejores a los ciudadanos ni de alimentar las conciencias. Estas se fundan, orientan y sostienen a la luz de principios, valores y experiencias. Hemos superado ya aquella facil e ingenua Ilustracién segtin la cual el saber engendra au- tomaticamente virtud, el conocimiento es portador de salva- cién y el descubrimiento del deber genera inmediatamente la capacidad necesaria para responder a él. La gran pregunta ac- tual es la siguiente: iqué y quiénes, qué ideas y qué personas, qué instituciones, partidos o minorias serén capaces de devol- ver aliento moral, la dignidad historica, la conciencia nacional y el empeno civico a unos ciudadanos que tras haber hecho las transiciones necesarias ahora se encuentran desorientados, con la ilusién menguada y el horizonte desdibujado? Podemos decir que han tenido lugar una refundacién re- ligiosa y una refundacién constitucional, a la vez que acontecia una transformacion social profundisima, derivada de un con- 20 junto de procesos (paso del campo a la ciudad; emigracién al extranjero; acceso masivo a la cultura y fuentes de informa- cién; descenso de la mortalidad y caida de la natalidad; re- construccién industrial; integracion en Europa). Estos tres pro- cesos estan inicial y sustancialmente logrados. Pero es nece- sario mas tiempo para radicarlos y, tras decantarlos, conferirles garantias de futuro pacifico. Quedan, sin embargo, pendientes tres grandes procesos: la reconstruccién cultural, la refunda- cién moral y la reorientacién religiosa. El problema de Espafia ya no es el econémico ni el politico sino el cultural y el moral, que reclaman lentos y duros empefos, mutaciones profundas de conciencia, de actitudes, de tradiciones y de memorias. éQué personas, grupos e instituciones estaran dispuestas a co- laborar en esa tarea silenciosa, humilde y lenta de ayudar a madurar las conciencias, a ensanchar las ideas y a purificar las convicciones para que la ilusién y la paz, la fraternidad y la esperanza nazcan generosas y sin ponzona, con ilusién y sin ira, con atenimiento al mundo y desbordamiento a la trascen- dencia? Ellos y ellas serdn los creadores de la nueva Espana, de la que depende que la cosecha de los ultimos veinte ahos sea un logro definitivo 0 se quede en experimento transitorio. En la reconstruccién de una persona, de una nacién o de una institucién hay una jerarquia de necesidades y de actua- ciones. En nuestro caso, lo primero era la paz, asentada sobre un orden constitucional, que, aceptado por todos los espafio- les, les permitiera ser reales ciudadanos en igualdad de dig- nidad y participacién. Esa primacia sagrada de la paz, de largo alcance, reclama otras aportaciones, a fin de que ella sea la gloria del guerrero que vuelve a casa victorioso y no la del perezoso que no ha salido de ella; la del labrador que ha dado la jornada y reclama el descanso y no la del indolente que no ha despertado del suefio; la del magnanimo que conoce y per- dona, no la del resentido que envidia o del injusto que se venga de su projimo. La paz es necesaria, mas para ser suficiente reclama otras muchas cosas que atin estan pendientes. No basta el marco sino que es necesario el cuadro; no se contenta el hombre con una Constitucién que enuncia sus derechos sino que reclama un ejercicio real de la justicia que los defienda. Un Estado y 21 un pueblo sdlo defienden eficazmente los derechos funda- mentales de sus ciudadanos cuando cultivan valores funda- mentales, los transmiten, protegen y alimentan con hombres e instituciones ejemplares. Unamuno, con su provocativa exi- gencia, formul6 tajante: «Antes la verdad que la paz». No que- ria él la guerra sino una ejercitacién nacional asentada en la verdad y en la razén publicamente ejercitadas, no en el mero consenso ocasional; una reconciliacién que nazca de la consi- deracién y aceptacién del préjimo diferente; una justicia que no olvide las injusticias estructurales, que son manaderos de envidia, rencor y muerte; una esperanza que traspase los mu- ros de la finitud y salte hasta las otras laderas, en las que adquieren alguna luz las cuestiones del dolor y del amor, de la vida y de la muerte, del hombre y de Dios. Las paginas de este libro partian de la primera transicién que daban por lograda en sus fundamentos y decisiones cla- ves, colaboraron minimamente en la segunda, y sobre todo se centraron en la tercera. Desde la fe, desde la memoria histérica y desde el ensanchamiento a otros horizontes eclesiales, cul- turales y morales, querian mostrar la validez de la fe para fecundar y ensanchar una vida personal; mostrar la validez de nuestra mejor historia occidental como solar de los proyectos futuros; descartar ciertas ideas que eran inhumanas por olvi- dar algunos elementos esenciales del ser personal; suscitar las esperanzas necesarias; poner de relieve la ejemplaridad de al- gunas vidas que nos pueden ayudar en este quehacer hispa- nico. Los humanos, de niftos y de mayores, necesitan siempre padres y maestros, ejemplos y guias. La tercera fase de la transicién espafola es la mas di Esté pendiente todavia y nos emplaza a todos. Si en la primera fase los protagonistas primordiales fueron obispos, tedlogos y hombres de Iglesia, y en la segunda fueron un grupo de per- sonalidades eminentes (el Rey, Adolfo Sudrez, el cardenal Ta- ranc6n, Gutiérrez Mellado, Santiago Carrillo, en cuanto cabe- zas visibles de instituciones, junto con los partidos politicos y sus lideres), ahora los protagonistas tienen que ser todos los ciudadanos, articulados en grupos menores, dentro de los cua- les encuentren el espacio y las ideas, el acompafiamiento y el tefuerzo necesario para que la libertad crezca, se afiance y se 22 ae __ INTRODUCCION Sete ejercite tanto personal como publicamente. Grupos o minorias que son la necesaria articulacién del pueblo para que no quede reducido a masa amorfa, muda primero y luego violenta; gru- pos necesarios para que no surjan los conventiculos 0 las sec- tas, que son muchas veces la expresién de una necesidad de identidad y de busqueda de sentido que no encuentran en los espacios puiblicos. Esos grupos, minorias, sectores especializa- dos, agrupaciones populares tienen como suprema tarea re- fundar la identidad cultural y moral, ofrecer proyectos a largo plazo, integrar dimensiones y valores que en los tltimos de- cenios han aparecido como contrapuestos o excluyentes. Es- tamos ante una larga tarea de siembra y una silenciosa tarea de reconstruccién de la conciencia espafiola. Ella es la condi- cién de logro o de malogro definitivo de las anteriores tran- siciones al darles asiento y fundamento definitivos; sin ella quedarén como un percance glorioso, tentado siempre de vol- ver a fases previas. La cultura y la moral son los nuevos so- lares de la libertad y de la esperanza. La religion, desde su diferencia y especificidad claramente percibidas y gozosamen- te vividas, serd la mejor colaboradora, fraterna y critica de am- bas, la cultura y la ética. Este libro, que se sitda més alld tanto de lo politico como de lo teolégico en sentido estricto, nacié de esta conviccién y a ella quiere colaborar: la reconstruccién eclesial y la reconci- liacién nacional se logran por una recuperacién de toda nues- tra historia, especialmente de nuestros clasicos de la moral, de la ciencia, de la politica, de la religién y de la literatura; por una comunicacién no sélo informativa sino concreadora con los centros nacionales del pensamiento y con los grupos ex- tranjeros, que animan la mejor humanidad contempordnea. Si el objeto de reflexién en estas paginas es Espana, el trasfondo desde el que hablan es, primero, el universo europeo que nos es mas cercano y, luego, la plataforma mundial, en la que ya todos estamos instalados. Nada mas arcaico que los naciona- lismos, pero el enraizamiento en el humus nativo y la exten- sién de las ramas a todos los cielos constituyen un mismo imperativo. Escritos de varia leccién y de variada atencién encontrara el lector en este libro, atin cuando siempre seran la preocu- 23 pacién del ciudadano y la mirada del tedlogo las que dirijan la pluma, porque uno sélo puede y debe dar lo que tiene. Pero se ofrece de coraz6n en la conviccién de que es pan que alimenta y agua que aviva. Desde esta perspectiva se habla casi de todo: desde la creacién del Tribunal Constitucional a la importancia del humor, desde el calendario laboral a los tedlogos conciliares, desde la educacién en Castilla a la ética civil, desde el queso manchego a la pregunta por Dios, desde el fundador del Opus Dei al entonces vicepresidente del Con- greso de los Diputados, el socialista Luis G6mez Llorente. Pero se hace siempre desde la perspectiva de la responsabilidad publica. La ética y la cultura son la mediaci6n necesaria (y por ello el lugar de encuentro) entre la teologia y la politica, a fin de que la una no se comprenda como mera interpretacion de dogmas y la otra no se ejerza como simple imposicién de le- yes. Anima a cada una de estas paginas la voluntad de enten- der al otro antes de hablar uno mismo, situando cada acon- tecimiento en su lugar y su tiempo; la necesidad de funda- mentar lo que se dice como forma de respeto al prdjimo, ofre- ciendo razones reales y no sdlo veleidades o arbitrariedades subjetivas. En este sentido es necesario que la democracia deje de ser sdlo un mero sistema de participacién por el ejercicio del voto y una forma de reparto del poder, para comprenderse y realizarse sobre todo como un proyecto moral. En ella lo decisivo no es que se manifiesten las opiniones de todos 0 que imperen las mayorias, sino que todos se esfuercen por razonar y universalizar, estableciendo plataformas de didlogo, discu- sién y colaboracién, de forma que los proyectos nazcan de razones e ilusiones compartidas y no sdlo de mayorfas impo- sitivas. Las opiniones sin razones son insignificantes, cuando no imptdicas; y el poder de los gobernantes ejercido sin per- suasiOn y conviccién de los gobernados se torna violencia im- puesta. Espafa esta por pensar, la democracia esta por realizar, la persona esta por asentar, la fe esta por afirmar, ya que lo que no es fruto de sola naturaleza sino sobre todo de libertad exige diario esfuerzo y renovado empefo para hacerlo todo firme desde la preferencia y el amor, porque siempre hay un ene- 24 migo que de noche siembra la discordia y la irracionalidad, la violencia y la muerte. Este es el primer imperativo moral para Espafia, en la que sobran politicos e intelectuales organicos y urge crear una conciencia politica mds generalizada, como preocupacién permanente por la res publica y no sdlo como via de acceso al poder; una conciencia politica donde es ne- cesario que la ciencia y la cultura cobren cada vez mas auto- nomia para que el saber y el valer tengan la primera palabra, no el poder y las posesiones, el deporte comercial o el juego como sucedéneo del trabajo. Estos articulos nacieron desde semejantes convicciones. Presuponen una cultura abierta, una moral ciudadana y una fe cristiana, con voluntad de encontrarse y colaborar. Espafia renacera por el esfuerzo de hombres y mujeres que sumen antes que resten y que, desde la diversidad en la libertad, prefieran la concordia razonable a la discordia empecinada. He aqui el tributo de ciudadania que yo, campesino de Gredos, cura de la Iglesia catélica y profesor en Salamanca, tras rodar por el mundo y escuchar sus mejores voces, ofreci a mi pais en un momento histérico grave de peligros y gra- vido de posibilidades. Este libro no es inteligible ni separable de otros hermanos mayores que le precedieron en la refle- xin '. La cdtedra de la Universidad y la plazuela del periédico siempre estén para mi unidas. A la primera se deben una serie de libros y a la segunda estos articulos publicados en perid- dicos nacionales: El Pais, Ya, ABC, El Mundo, El Independiente y Diario 16. En unos escribi hasta que desaparecieron, en otros hasta que me engafaron o reclamaron esclavitud; en otros sigo escribiendo. Las raices tanto de los libros como de los . articulos se hunden en aquellas otras publicaciones dedicadas a los problemas tltimos de la existencia humana’. ' El autor alude a sus libros Meditacién teoldgica desde Espaiia, 1969; Etica y religion. La conciencia espatiola entre el dogmatismo y Ia desmoralizacién, 1977; Memorial para un educador con un epilogo para japoneses, 1981; El poder y la conciencia, 1984; Esparia por pensar, 1984. [Nota de los editores] > Sin duda se refiere a sus obras teolégicas: Teologia y Antropologia, 1967; Elogio de la encina, 1973; Jesis de Nazaret. Aproximacién a In cristologia, 1975; La gloria del hombre, 1985; El lugar de la teologia, 1986; Madre y muerte, 1993; Ratz de la esperanza, 1995; Cuatro poetas desde la otra ladera, 1996; La entraiia del cristianismo, 1997. [Nota de los editores} 25 INTRODUCCION Agradezco de corazén al profesor F. Martinez Vallvey que considerara dignos de estudio estos trabajos, y a Maria Monjas Eleta que con tanto esmero elaborara sobre ellos su tesina de licenciatura. Con mucho esfuerzo los recogieron de la disper- sién en que vagaban, los organizaron y finalmente los han editado para que sigan dando que pensar, que hacer y que amar. Con la mirada y el coraz6n puestos en las dos Univer- sidades de Salamanca, en las que he sido profesor durante aios, de manera especial los dedico a los alumnos de Perio- dismo y Teologia, con quienes comparti empefos e ideas. Unos y otros tienen la Paz como suprema tarea y la Palabra como tnico instrumento para forjarla. Un programa de concordia nacional para la ensefianza El debate sobre la ensefianza ha pasado del plano de la discusi6n tedrica al plano de las realizaciones practicas y del plano de la confrontaci6n ideoldgica al de las decisiones po- liticas en los 6rganos democraticos. Los programas de los dis- tintos partidos politicos, han sido lo suficientemente claros y explicitos en este tema como para que diputados y senadores puedan actuar sabiendo que de verdad representan la opinion de quienes los votaron? Yo opino que no. Por ser un problema crucial y vidrioso, todos los programas anteriores al 15 de junio lo dejaron en una explicita nebulosa, dentro de la cual cada elector podia leer sus deseos e identi- ficar sus esperanzas. Es necesario, por consiguiente, un escla- recimiento previo por parte de los grupos ideoldgicos existen- tes en la sociedad, una manifestaci6n de deseos y proyectos por parte de todos y, al final de todo esto, una regulacién juridica por parte del poder politico que les dé cauce y reali- zaci6n histérica. Las dos grandes opciones educativas Hoy se enfrentan en nuestra sociedad dos modelos edu- cativos completos en si mismos y divergentes entre si. Cada uno de ellos tiene tras si a la mitad aproximada de la pobla- cin, y sobre todo tiene toda una concepcién politico-social que quisiera hacer prevalecer a través de la ensefanza, a la que muchos consideran como el medio privilegiado para el acceso al poder politico. Empefiarse en no reconocer esta es- cisién y la dualidad consiguiente de proyectos es engafarse a si mismo o querer engafar al préjimo. Empenarse en afirmar un modelo como expresién de toda la verdad y en condenar 27 al otro como expresién de todo el error es clara ingenuidad 0 expresa malevolencia. El doble punto de partida: el pasado o el futuro Ante la ensefianza se pueden tomar dos posturas: mirar a los tiltimos decenios de nuestro pasado inmediato o bien mirar a los préximos decenios de nuestro futuro. Ese pasado esta ahi y es « ni imponer un modelo u ordenacién educativa que excluya a las demas y que sea sentida por media Espafia como opresiva y discriminatoria. Ello quiere decir que hay que optar por una regulacion concreta que, honestamente, dé cabida a las dos opciones fundamentales que existen en nuestra socie- dad. Hacer otra cosa distinta seria exigir capitulaciones y gui- llotinas. Legitimidad y relatividad de los dos modelos La escuela llamada publica es un modelo educativo legiti- mo en cuanto tal, viable incluso para los cristianos si proveen por otros cauces la formacion espiritual y religiosa. Pero en ningtn caso puede ser impuesta como el unico modelo legi- timo y posible en el pais. Y seria una burla o un engano in- tolerable la identificacin tanto de la escuela ptiblica como de la escuela privada con el modelo ideal que automaticamente genera justicia y solidaridad, libertad y futuro. Ese tipo de es- cuela ptiblica puede y debe existir como un modelo mas entre otras muchas configuraciones educativas posibles. Quien se empefia en demostrar que, por razones cientificas, es el Gnico modelo viable en Esparia estA confundiendo la evidencia ob- jetiva con sus deseos personales, y terminara por imponer pri- mero por la ciencia y después por la fuerza y la violencia lo que él cree que son valores universales, en la forma concretj- sima en que él los piensa y quiere Ilevarlos a la realidad. La escuela llamada privada no es la condicién absoluta- mente indispensable para el ejercicio histérico de la libertad: hay otros caminos posibles. Lo mismo que la escuela ptiblica no es la solucién automatica para el logro histérico de la jus. ticia. Lo grave es que el hecho mismo de plantear las cosas asi revela que seguimos en esquemas trasnochados, es decir en una sociedad uniforme e inmovilista, y pensando en ary Estado absoluto, dispensador de leyes y valores, de cultura y 29 UN PROGRAMA DE, CONCORDIA NACIONAL PARA LA ENSENANZA de poder, con lo que sigue siendo totalitario y dominador, independientemente del signo que esa dominaci6n tenga, por- que toda dominacién es despersonalizadora. Las condiciones histéricas para una real eficacia La calidad y el valor de la ensefianza derivan de la calidad de las instituciones, personas y programas, objetiva y fielmen- te llevados a cabo, y no de la superposicién violenta y dog- matica de una ideologia, lo mismo da que sea religiosa 0 po- litica. Toda escuela legitimamente instaurada y con un eficaz rendimiento cumple una funcién ptiblica, y, sea cual sea su configuracion interna, debe ser reconocida a todos los efectos. Lo que urge, por tanto, es establecer en todas las instituciones docentes, lo mismo en las Iamadas ptblicas que en las Ila- madas privadas, las condiciones positivas y negativas necesa- rias y los controles ptiblicos indispensables para que puedan cumplir esa funcién social, dando razén de ella ante la socie- dad. La real equiparacién juridica y econdémica de las institu- ciones educativas y escolares es la condicién para que exista un verdadero pluralismo. Tal equiparacién mostrara al vivo qué personas y qué grupos estan dispuestos a promover en- sefiando a los pobres y quiénes, por el contrario, estén dis- puestos a hacer negocio ensenando a los ricos. Sdlo asi tendria el Estado fuerza moral para ejercer controles y establecer so- cializaciones. Ensefianza democratica y socializadora frente a dictaduras Si a una regulacién totalitaria de la ensefianza, hecha con un signo politico, se le quisiera hacer suceder otra regulacién violentamente impuesta y con otras intenciones igualmente politicas, entonces habriamos salido de una dictadura para en- trar en otra. Y no es una u otra dictadura lo que tenemos que elegir en Espafia, sino una regulacién realmente democratica y realmente socializadora de la enseftanza; democratica, es de- cir, la que Ilegue a todos y responda a la identidad espiritual 30 de los grupos mayoritarios existentes en nuestra sociedad; so- cializadora, es decir, la que cree a todos una real igualdad de oportunidades para el acceso al saber, al poder y al tener co- lectivos. Los programas ideales y las realizaciones posibles éQue todo esto a la vez y de momento no es posible? Es verdad. Luego entonces, lo primero que hay que hacer es es- tablecer de manera oficial y publica una panordmica de tareas y de prioridades, una tabla de criterios con los que se va a operar, y un calendario de realizaciones por raz6n de urgen- cia. Por ello, mientras los diversos grupos ideoldgicos y poli- ticos no expresen con absoluta claridad y honestidad lo que piensan sobre esto, seguiremos en una sorda lucha de sospe- chas, temores y agresiones. Y los electores se sentirén no ser- vidos por sus representantes sino utilizados en funcién de unos programas que no saben en qué medida responden a los propios deseos. Las condiciones éticas de la concordia politica Es necesario llegar a una concordia nacional en este tema, que s6lo serd real cuando cesen las acusaciones mutuas, cuan- do se acepte que de hecho pensamos de manera diferente, cuando se valoren mas las personas que las ideologias, cuando no se declare arbitrariamente a unos saberes como cientificos y liberadores y a otros como mégicos e ideoldgicos, cuando se ofrezca al pafs los cauces institucionales en que de hecho pue- da libremente cada ciudadano encontrar la educaci6n y la en- sefianza que é1 considera legitima y necesaria. La reconciliacién y el futuro del pais Una vez llegados a este punto, lo que se impone es un trabajo técnico y una programacién econémica que, recono- 31 ciendo la legitima y necesaria dimensién politica de la ense- fianza, sin embargo, la despolitice arrancandola a la posible dominacién 0 apropiacién exclusiva por parte de uno u otro grupo, a fin de que el saber no sea nunca mera funcién del poder, sino fuerza critica ante él y frente a él. Si no se da esta concordia nacional por la que nos aceptamos en la diversidad, y si no creamos unos cauces para que esa diversidad se afirme no como enfrentamiento sino como enriquecimiento, entonces estaremos de nuevo a las puertas de una contienda civil, para volver a estar otra vez en el infierno de los vencedores 0 de los vencidos. Por ello también en el tema de la ensenanza estamos ante una pregunta todavia sagrada para los espanoles: éQueremos de verdad y eficazmente la reconciliacién? Y re- conciliarse significa aceptarse en la diversidad, capitular de unos derechos o razones absolutas, perdonar de corazén, ofre- cer 4mbitos de libertad al prdjimo diferente, ser con él y desde él. Este es el lugar de la democracia y la hora de la verdad, es decir, los hechos que reconcilian a los ciudadanos y crean un futuro humano para sus hijos. EI Pats, 4 de octubre de 1977 32 Interrogantes ante la nueva Constituci6n Durante los ultimos meses reina en el pais un extrafio si- lencio en torno a un tema que pareceria deber ser el eje de la nueva situacién espiritual y politica de Espafia: la Constitu- cién. éCudles son las razones de ese anormal silencio? Digo anormal porque una Constitucién es a la vez reflejo y fer- mento de los ideales y pasiones que animan a un pueblo. éSerdé porque ya nadie espera nada de ella, unos porque la consideran fruto de una evolucién espiritual ilegitima, y otros porque la asignan una mera funcién técnica: ser expresién de hechos consumados y simple pauta que regule el trafico entre los ciudadanos, sin referencia a valores y sin implicacién de ideales? £O es que hasta ahora hemos estado inmersos en los problemas urgentes y no nos ha quedado atin tiempo para los problemas importantes, hemos hecho politica de partidos y Gobierno, y nos hemos olvidado de la sociedad y del Estado? 2Una Constitucién dogmatica o una Constitucién tecnocratica? éCuAl es el sentido de una Constitucién, aquel que podria- mos llamar «metajuridico»? Sentido y funcién que cumple no primariamente por las formulaciones explicitas de su articula- do, sino por los ideales, valores y contravalores implicitos des- de los que esta pensada, y hacia los que se orienta, como meta que ha de ser conseguida por una sociedad para que tenga dignidad a la vez que pan, raz6n a la vez que esperanza, justicia junto con amor. La historia reciente nos ofrece una doble respuesta. La Constituci6n puede tener una intencio- 33 INTERROGANTES ANTE LA NUEVA CONSTITUCION, nalidad y cumplir una funci6n dogmatica 0 una mera funcién tecnocratica. Es dogmatica cuando parte de unos valores ab- solutos, que son no sdélo propuestos a los ciudadanos como expresién de sus opciones previas, sino que les son impuestos; valores que pueden ser de distinta naturaleza: religiosos, fi- los6ficos 0 racial-nacionales. Valores a los que el individuo po- dria adherirse 0 no, pero a los que de hecho es obligado a consentir. Es tecnocratica, en cambio, cuando al menos apa- rentemente no absolutiza ningun valor o ideal, y se limita a formular las convicciones 0 convenciones que de hecho los ciudadanos expresan en sus relaciones sociales y manifiestan a través del voto, en orden a establecer unas pautas sociales que permitan una relacién sin roces y una convivencia sin guerra. La primera absolutiza unos valores e ideales, dispone toda la legislaci6n para que les sirva, no permite su cuestio- namiento y en caso de colisién sacrifica la persona a los prin- cipios. La segunda no absolutiza nada, no presupone ningtin valor como incondicional y normativo para la libertad huma- na, lo hace derivar todo del consenso popular y se considera a si misma como la mera transposicién isomérfica de lo que piensan los ciudadanos, la mera respuesta a sus deseos y pro- positos. Ante estas dos formas de Constitucién nos urge una pre- gunta, que parece ponernos en una dificil encrucijada: éuna Constitucién dogmatica es hoy legitima? Y parece que la res- puesta debiera ser negativa, porque supondria la imposicién de las ideas o decisiones de un grupo o de un hombre sobre los demas; y volveriamos a estar ante la dictadura de la per- sona o del partido. Pero, éuna Constitucién meramente tec- nocratica es de hecho posible? Y parece que la respuesta de- beria ser también negativa. Primero, porque no parece viable fijar y salvaguardar derechos sin una previa determinacién de valores fundamentales; lo que equivale a decir que un Estado de derecho no puede subsistir si no se concibe a si mismo como Estado de valores. Si no se establecen referencias abso- lutas no hay medidas ni criterios para nada. Por otro lado, la experiencia cercana de nuestra historia nos ensefia que los diversos intentos de poner fin a las ideologias, en nuestro caso a los ideales y valores personalmente elegidos 34 por los ciudadanos, para facilitar una gestién politica o una eficacia econdmica de signo integrista o de signo revolucio- nario, eran siempre una trampa lanzada para impedir pensar por cuenta propia y obligar a todos a comulgar con las ideo- logias creadas por otros y puestas al servicio de sus propios objetivos. Es necesario afirmar y reconocer que todos tenemos unas referencias incondicionales, a la luz de las cuales medi- mos el sentido de la vida y de la muerte, pensamos la socie- dad, y nos relacionamos con nuestros prdjimos, comulgamos en religién y protagonizamos en politica. Quien se empefa en decirnos que sus proyectos derivan exclusivamente del anilisis cientifico de la realidad y que, por ello, son los tinicos que tienen racionalidad histérica y capacidad politica, ése intenta enganarnos en nuestra ingenuidad o esclavizarnos en su vio- lencia. El hombre es humano en la medida en que se yergue como un absoluto de valor, de sentido y de servicio en el mundo. Y si la legislacién 0 la sociedad le velasen esa dimen- sién, voluntad y capacidad de absoluto, le habrian negado su radical dignidad humana. éSignifica esto que no tenemos otra solucién que elegir en- tre una dictadura ideolégica, donde los ideales se nos impo- nen a nuestra libertad y una «dictadura de la trivializaci6n» (I. Babel), donde, en lugar de ideales y valores, se le venden al hombre productos y se ofrecen respuestas a nuestras ne- cesidades instintivas, y donde nuestra libertad queda remitida a su mundo subjetivo e individual, y con ello recluida en el desierto de su soledad, es decir, remitida a su muerte? Valores-guia en una situacién de cambio Toda sociedad necesita una constelacidn de valores, sin los cuales no puede sostenerse juridicamente, y sobre todo, sin los cuales no puede alimentarse espiritualmente. Valores que han de ser acogidos de la historia anterior, recreados por todos y de manera especial por las minorias cognitivas, ofrecidos a la sociedad y propulsados por el Estado. éCudles son esos va- lores e ideales que deberian presidir la elaboraci6n de una Constitucion, ser su fundamento y a la vez meta, hacia la que 35 INTER ROGANTES ANTE LA NUEVA CONSTITUCION orienta? Creo que podremos encontrarlos mirando en cuatro direcciones: a) Los que son ya logros definitivos de la Humanidad tanto en el orden cientifico, como espiritual, ético y politico. Lo mismo de cardcter positivo aquellas adquisiciones del es- piritu humano a las que hoy ya nadie puede renunciar o sen- tirse ajeno que de cardcter negativo (aquellas evidencias que nos hacen reconocer como inhumanas determinadas acciones, silencios, discriminaciones). b) Las evidencias éticas y espirituales del 4rea cultural oc- cidental en la que hemos crecido como nacién. Toda colecti- vidad tiene que abrirse a la fraternidad universal y romper la clausura del propio continente. Pero esa capacidad de comu- nicaci6n y fraternizacién universales es proporcional a la ca- pacidad de reconocimiento y apropiacién critica de las propias raices y creaciones culturales; apropiacién que nos posibilita afirmarlas a la vez que reconocer sus aspectos negativos 0 sus limitaciones. c) Valores decantados y convicciones mas granadas de la conciencia hispanica, que hay que asumir, sin embargo, criti- camente para no instaurar por un lado un corte violento res- pecto de la anterior trayectoria étnica y, por otro, para no pro- longar ingenuamente las excrecencias e inhumanidades que todo pueblo genera en su marcha. d) Las convicciones que de hecho siguen operantes en la gran mayoria de las conciencias espanolas. Ellas son un hecho sociolégico «inignorable», y el no contar con ellas constituiria un silencio violento generador de una ulterior violencia. Estas convicciones son de diferente naturaleza y valor, van desde los credos estéticos a los credos econémicos, desde las creen- cias religiosas a las creencias politicas. Tal diversidad de con- vicciones y valores, publica y oficialmente reconocida, es lo que constituye la riqueza de una sociedad, pero a la vez la que hace dificil una gestién politica, que no se imponga por una relativizacién de todos ellos, ni por una absolutizacién particular de algunos, confiriéndoles una primacia de valor frente al resto. He ahi la dificil tarea. iCudles son, en concreto, esos va- lores e ideales de los que la sociedad necesita para ser una 36 comunidad humana y no una grey que pace? éCémo asignar- les a cada uno su lugar en la escala y, consiguientemente, cémo situar a las instituciones 0 grupos que los representan? éQué presencia y autonomia han de recibir en esa Constitu- cién las universidades, los sindicatos, las Iglesias? {Cémo se va a fijar, por ejemplo, el sitio propio de las ideologias politicas (que en principio se ordenan a la conquista del poder para ofrecer desde él valores y proyectos) y el sitio propio de las religiones, que no se ordenan al logro de poder alguno, sino que tienden a ofrecer gratuitamente valores e ideales, para una configuracién libre y auténoma de la vida personal y, part- tiendo de ella, de la vida colectiva? éSeré posible una real po- litica, con fondo y con distancia, si no se entra en directo a tales temas y si no se los sittia en su lugar propio? éSe ha pensado, por ejemplo, que la palabra «Dios» sera en esa Cons- titucién una protagonista inevitable, porque en un pais que desde siempre ha sellado su vida y sus realidades sociales con su invocacién, ahora el nombramiento de El seré sentido por unos como ofensa ptiblica y por otros su silenciamiento serd, igualmente, sentido como ruptura con una historia y con una identidad personal, que consideran sagradas e irrenunciables? Y, sobre todo, recordemos con Machado que, cuando se ahu- yenta a un Dios de la ciudad, toman posesién de ella los dio- ses. Por ello hay que elegir soberania. Aqui estamos todos ante una urgente tarea de reconversi6n: pasar de la afirmacién en abstracto de las ideas a los reconocimientos en concreto de las personas; y en nuestro caso, pasar de las afirmaciones o juicios tedricos sobre Dios al reconocimiento practico y consecuente de la confesién de Dios, que hace una mayorfa de los ciuda- danos, y de la significacién publica y social que confieren a esa afirmacién. Hacer lo primero seria dogmatizar fuera de lugar y contra conciencia. Hacer lo segundo seria hacer justicia a la identidad personal y social de los ciudadanos, identidad que incluye esencialmente esa referencia a Dios como absoluto de su vida. Nada hay més peligroso que una politica que no es consciente de la teologia, positiva 0 negativa, que lleva con- sigo; 0 una teologia que no se atreve a reconocer la funcién politica que de hecho cumple en una situacién histérica. 37 INTERROGANTES ANTE LA NUEVA CONSTITUGION, La concordia entre las diversas opciones fundamentales Los espafoles estamos invitados a decir qué valores e idea- les queremos que configuren nuestra sociedad y orienten nuestro futuro; abocados a confrontarlos, reconociendo su di- versidad y la obligada concordia, ya que las personas son mas sagradas que las ideas, y las vidas han de prevalecer sobre los programas. Un Estado no puede ser sostenido ni por la policia, ni por el ejército, ni por la burocracia, ni por la Iglesia, ni por la ciencia y ni siquiera por el Derecho, sino por los valores e ideales de los que vive la sociedad, para los que alientan, tra- bajan y sufren los ciudadanos, y desde los cuales les nace la capacidad de concordia, fraternidad y justicia. Las conviccio- nes morales son la conviccién previa y el fundamento per- manente de la organizacién juridica de la sociedad y del Es- tado. Por ello, la técnica y la politica no pueden suplantar a la ética, aun cuando la ética necesite tomar cuerpo y eficacia por medio de la técnica y de la politica. Pero, éc6mo establecer unos valores que sean el funda- mento de esa Constitucién, si la sociedad es pluralista y las constelaciones de valores operantes en ella son contrapuestas? Y no se diga que lo mejor es hacer una «epoché axioldgica», es decir, una abstencién de cualquier orden de adhesiones 0 va- loraciones y limitarse a una Constituci6n pragmatica. Tal so- lucién seria tan falsa en teoria como peligrosa en la practica politica. Porque en filosofia, quien parece no filosofar vive de una filosoffa inconsciente; en politica quien no toma partido toma partido; y, en religién, quien no tiene una fe o increencia explicitadas, cree increiblemente. Por consiguiente, lo tinico que un hombre y una sociedad con dignidad pueden hacer es aclararse sobre las diversas opciones existentes, fijar las pro- pias y establecer una concordia conviviente respecto de las demas. Lo que en ningun caso es legitimo es tomar una ac- titud ingenua de silencio, 0 malévola de ocultamiento positivo del problema, pretextando su complejidad, para luego intro- ducir subrepticiamente una posicién concreta e imponerla a los demas. Espaha ha pasado de unas formas politicas totalitarias a unas formas democraticas, de unos valores e ideales impues- 38 tos, a unos valores e ideales que han de ser generados por los individuos o por los grupos. La superacién del dogmatismo nos ha devuelto la posibilidad de protagonizar democratica- mente nuestro destino. Pero esa democratizacién de la vida publica no puede significar una «desertizacion», es decir, el silenciamiento 0 marginacién publicos de todos los valores es- pirituales y de aquellas esperanzas 0 presentimientos en los que se alimenta el hombre para ver y vivir con dignidad. La democratizacién es el primer paso para una creatividad y para una conjuncién ordenada de visiones diversas 0 divergentes. La salida de un campo de concentracién no debe terminar en un desierto. {Cémo salir de actitudes dogmaticas y no caer en la banalidad y en el instinto, que es lo mas contrarrevolucio- nario? éCémo salir a tierra limpia sin retornar a la cautividad de Egipto por un lado, y sin sucumbir a la desmoralizacién, por otro, es decir, a aquella situacién en la que no se sabe qué se tiene en pie y, por consiguiente, a qué puede uno atenerse, porque es valido y humanizador; donde nadie dice creible- mente qué sea lo verdadero, lo justo, lo esperanzador, lo que sana y salva? La seriedad con que abordamos estas cuestiones daran la medida de nuestra madurez hist6rica y pondran de manifiesto si todavia vivimos adheridos a los viejos idolos, si por el con- trario hemos accedido a la facil actitud «iconoclastica» o si mas bien hemos sido capaces de asumir los problemas en su dura verdad, es decir, en su perenne fecundidad. eo ® I Frente a politica y religion, ética y cultura éSera capaz la nueva Constitucién espafiola de integrar aquellos viejos y estos nuevos valores que fueron y son el alma de la conciencia espafiola, que por ello pueden conver- tirse en fermento de fraternidad y convivencia; y de no im- poner aquellos otros que puedan por el contrario ser fermento de distancias, de memorias «irreconciliantes», de diferenciacio- 39 INTERROGANTES ANTE LA NUEVA CONSTITUCION nes innecesarias? éQué actitudes serfan necesarias en los es- panoles para que a la vez que un texto legal reconciliador surja un talante y una permanente voluntad de fraterna con- cordia? La anterior hegemonia de Ia religién y la politica Deberiamos comenzar desenterrando aquellas grandes di- mensiones y actualizando aquellas responsabilidades del alma hispanica que han estado mas silenciadas durante los ultimos decenios. Una ilegitima absolutizacién de lo religioso ha im- pedido no pocas veces a los espafioles descubrir la diversidad de tareas en otros érdenes (cultural, social...); y esos valores religiosos, que tenian que haber sido el fondo del que nacen otras multiples urgencias y responsabilidades, se han conver- tido a veces en legitimadores de situaciones que anulaban las instancias culturales y éticas de los ciudadanos y de los grupos sociales. El cambio de régimen politico va a llevar entre nosotros una inversién de muchos valores y actitudes anteriormente vigentes. A una religién que se erigia en fuente nica y en dominadora de toda la ética, se opondrd ahora una ética que, excluyendo toda religién, se eleve a si misma a valor absoluto, «cuasirreligioso». A la anterior negacién del protagonismo po- litico y a un silenciamiento de la dimensién politica de todo hombre, seguira ahora una acerada afirmacion de la politica y de su significado para la existencia de otros valores que esa vida necesita también para lograr su plenitud; plenitud que no se inicia ni se agota con la politica. A una cultura que fue domesticada al servicio de un régimen y de unas fuerzas po- liticas, seguiré otra que se concebiré también como arma para instaurar el régimen y fuerzas de sentido contrario. A una hi- poteca de la religion y de la cultura, seguira otra hipoteca de signo distinto. En ambos casos, una y otra han perdido su autonomia y han quedado prostituidas. La inviolable autonomia de Ia ética y de la cultura Nosotros quisiéramos postular como la mas sagrada y ur- gente tarea para la actual conciencia espafiola el redescubri- 40 miento del valor y de la autonomia tanto de la ética como de Ja cultura. Frente a dogmatismos, violencias e imposiciones re- clamar formacién e informaci6n, conciencia critica, esperanza con raz6n, sospecha y reconocimiento mutuo del prdjimo di- ferente. Porque donde hay capacidad critica y sensibilidad éti- ca, alli tendran también su legitimo lugar la religion y la po- litica, pero nunca podran ser invertidas en fanatismo ni en dictadura. Quisiéramos a la vez postular la afirmacién ptiblica de to- dos aquellos grupos humanos que durante el ultimo siglo no dejaron de afirmar, con toda razén, que el primer problema de este pais es el de la educacién y de la cultura, de ética y de sensibilizacién. No que los problemas religiosos no tengan una real significacién para la vida humana, ni que los politicos carezcan de urgencia, pero sin cualificacién ética y cultural a la altura del tiempo, este pais quedara a merced de los ladro- nes, y no hard sino cambiar el signo de su dominacién y el nombre de su barbarie. La ética crea entre los hombres las bases del respeto mutuo y de la aceptacién personal, junto con la posibilidad de la comunicaci6n, del enriquecimiento y de la colaboracién. Ella es el lugar de posible encuentro para hombres de actitudes religiosas y politicas distintas. A su vez, la cultura crea la con- ciencia comprensiva, creadora y critica, el ensanchamiento de los propios limites, la capacidad de mirar y admirar al préjimo como otro en su peculiar significacion y de reconocer al ad- versario su riqueza e incluso su superioridad. Si a nuestro pais se le hiciera creer que los grandes logros de la nueva situacién consisten sdlo en la nuda libertad para poner un papel, que se llama voto, en una caja de cristal 0 en la libre posibilidad de mirar cuerpos desnudos en revistas ilustradas, se le habria encadenado a los nuevos poderes, mas férreos que los ante- riores por menos visibles y mas degradantes, ya que juegan con los mas sinuosos instintos humanos. Se le habria dado la apariencia de libertad para mejor quitarle la realidad de la libertad. La democracia es el marco imprescindible para que los hombres sean conscientes y «protagonizadores» de su des- tino, y esto sdlo sera posible mediante el cultivo de unos va- lores y el logro de unas realizaciones. {Quién nos mostrara 41 eee eee INTERROGANTES ANTE LA NUEVA CONSTITUGION, |)... qué valores son realmente humanos y qué realizaciones real- mente humanizadoras? £Cémo conjugaremos concretamente en la vida publica los diversos proyectos de hombres y de sociedad? Estos interrogantes nos llevan a plantear los proble- mas de la necesidad de una nueva ética y de una nueva cul- tura para la sociedad espafiola. La llamada ética civil éQué se quiere decir con esta expresién? Ante todo algo de cardcter negativo: que no se podra seguir imponiendo la ética cristiana desde el poder, declarar por principio inmorales © mirar con desprecio y recelo a quienes no comparten esa fe y la moral que de ella deriva, discriminar civica ni politica- mente a quienes la rechazan explicitamente ni tampoco a quie- nes explicitamente la confiesan. Positivamente en cambio la ética civil, qué es?, icémo se elabora?, écon qué contenidos y normatividad?, écémo se conjuga con las otras éticas que cada hombre deriva de sus posturas de intimidad, religiosa 0 no religiosa? De momento, nos conformamos con decir que tal ética civil es considerada por el cristiano como legitima teéri- camente y practicamente como necesaria, que él est dispuesto a colaborar en su elaboracin e instauraci6n, aun cuando con- fiese que para él es insuficiente, ya que no puede Ilenar las exigencias y explicitar los valores que él considera normativos a partir del evangelio. En este sentido, los cristianos aportaran las perspectivas propias, pero no intentaran imponer a los de- mas como ley civil lo que para ellos es una exigencia derivada de la confesién de fe y de su libre adhesién a la Iglesia. El discernimiento de estos campos, por un lado la religion y ética y por otro, la ética necesaria y valida para todos, en orden a crear una convivencia rica de posibilidades y densa de valores, a la vez que la ética propia de cada grupo religioso o cultural, es una de las tareas mds urgentes de nuestro mo- mento. Discernimiento y creacién; respeto para el prdjimo a la vez que afirmacién consciente y tranquila de la propia po- sicién sin encubrimiento vergonzante ni «clandestinizacién» de la peculiar identidad religiosa; oferta gratuita y no proselitista 42 de los valores propios, es decir, aquella que acontece en el respeto absoluto a la libertad del préjimo. Esos son objetivos urgentes, a fin de que nuestra sociedad sea una real comu- nidad comunicativa, y no se convierta, por el contrario, en una superposicién agresiva y agresora de los diversos grupos hu- manos entre sf, o bien, por el contrario, sea degradada a masa indiferenciada sin rostro ni color, donde los valores queden condenados al anonimato de la clandestinidad o de la pura intimidad personal o familiar. Una sociedad, que por reaccién contra una anterior dicta- dura, llevando al limite las caracteristicas formales de la de- mocracia, operase una «desertizacién ética» de su vida publica, haciendo imposible la afirmacién y el cultivo ptiblico de los grandes valores e ideales, se convertiria automaticamente en el fermento mas eficaz de una revolucién inevitable. Porque el hombre no se deja reducir a mero sujeto de produccién y consumicién; necesita conferir sentido a la existencia, hacer proyectos de ultimidad, encontrar significaci6n a su destino personal. Por ello terminard reclamando ideales a la vez que tealidades inmediatas, esperanzas de vida verdadera a la vez que seguros para esta efimera vida, memorias a la vez que promesas, absolutos referidos a la vida a la vez que relativi- dades que se agotan en la cotidianidad. Los actuales movimientos andrquicos derivan de esa de- secaci6n espiritual de la sociedad y de una secularizacién ab- soluta de la politica, que s6lo provee al hambre del cuerpo y no a los anhelos, desvelos, pasiones y temores radicales del hombre; una politica que le condena al silencio de quien pace sin levantar cabeza, a la incomunicacién de quien no puede ver ni vivir mds alld de los horarios y productos, al anonimato de quien ha perdido su nombre propio en medio de la masa y, por ello, ya no es necesario a nadie como persona, y puede morirse sin que se muera para nadie. Es esa amenaza al ser mismo del hombre, de su identidad en el mundo y de su significacién ante alguien, la que desencadena las mds duras pasiones revolucionarias de nuestros dias. Y esto, lo mismo en Oriente que en Occidente, en los primeros que en los terceros mundos, aun cuando las carencias e inhumanidades inmedia- 43 INTERROGANTES ANTE LA NUEVA CONSTITUGION, tas que éstos sufren velen por el momento esa otra profunda inhumanidad que nos amenaza a todos. Los anteriores vacios y las actuales responsabilidades En Espafia estamos especialmente mal preparados para se- mejante tarea. Ahora es cuando vamos a percibir los lados mas negativos de la fase anterior, que se sitian no tanto en el plano politico cuanto en el plano ético y espiritual, porque aquéllos son exteriores y facilmente perceptibles, y éstos, en cambio, son interiores a cada uno de nosotros, y reaccionamos desde ellos sin saberlo. Cuando a un pais se le ha tenido tan largo tiempo subyugado, sin poder ejercer las propias inicia- tivas, responsabilidades y 6rganos, entonces esas iniciativas, responsabilidades y érganos se atrofian. En el orden ético eso significa que la indebida perduraci6n de una situacién auto- cratica ha inhibido las responsabilidades de los ciudadanos al someterlos a un régimen dogmatico, que genera paulatina- mente una «desmoralidad» y desemboca necesariamente en una desmoralizacién, es decir, en aquella situaci6n interior de quienes, caidos unos valores y nortes de existencia, no tienen otros valores a los que servir y otros nortes por los que orien- tarse; desorientacion y desvalimiento de quien ha ignorado u olvidado cuales son las responsabilidades que no se pueden delegar en nadie y cudles las acciones personalizadoras inde- pendientemente de la eficacia que reporten; desvalimiento de quien no sabe ya qué acciones son fuente de paz y fraternidad y cuales, por el contrario, son fuente de discordia, distancia- miento y guerra. En los pr6ximos anos se nos van a desvelar cudles fueron los mas graves vacios del franquismo: vacios de responsabili- dad personal suplida por el poder, vacios de compromiso mo- ral, vacios de formacién e informacién cultural con cardcter critico, vacios de creaciones culturales derivadas de la inicia- tiva en libertad, vacios de participacién y responsabilizacién. Y esos vacios son dificilmente superables a corto plazo. Porque la libertad, los valores culturales, las opciones éticas y religio- 44 LOT eee eee sas se pueden favorecer, pero nunca se pueden imponer, pro- hibir o suplir. En tal situacién se van a producir situaciones espirituales profundamente dolorosas y dificiles. Y para salir de ellas se intentarén unos saltos al limite, que pueden ser tan mortales como la situacién anterior, porque, en el fondo, la repiten in- virtiendo su sentido. Cuando se ha identificado la ley con la moral, el poder con los valores, y la autoridad con la soberania incondicionada, no sdlo se ha subyugado a los hombres du- rante unos decenios, sino que ha acontecido algo mucho mas grave: se les ha negado el aprendizaje histérico necesario para saber discernir el bien y el mal, el servicio y el dominio; es decir, se les ha atrofiado la conciencia moral. Y cuando un 6rgano esta atrofiado, no basta con decretar de nuevo su ejer- cicio. Seran necesarios largos afos de constante rehabilitacién tedrica y de ejercicio practico. Sera necesaria una reconfigu- racién teérica de la conciencia moral y un ensayo de convi- vencia donde esos valores no sean palabras sino exigencias encarnadas. Por ello hemos postulado aqui la primacia de la ética y de la cultura dentro de las multiples responsabilidades abiertas a los espanoles ante el futuro. EI Pais, 23 de noviembre y 2 de diciembre de 1977 45 Réquiem por una escuela libre A estas alturas esta ya claro que la urgencia y la dureza de ja polémica sobre la reforma del sistema educativo tiene un origen y unos objetivos politicos. Los partidos revolucionarios han visto en la escuela, en la universidad y en los colegios universitarios un instrumento de primera importancia para allanar el camino hacia el socialismo. Los partidos conserva- dores o reformistas no han sabido encuadrar el tema de la ensefanza en un contexto politico global. Mientras que aquéllos lo plantean como un tema de carac- ter social, ético y pedagégico, éstos en cambio sdlo como un simple problema de derechos de las familias. Para aquéllos es el instrumento real de la reforma que opera la redistribucién de la riqueza e induce la justicia e igualdad entre las diversas capas sociales, mediante el igual acceso de todos al saber y al poder. El planteamiento de éstos, en cambio, carece de fuerza y de aliciente para quienes vivan hoy a fondo las pasiones sociales de la real justicia y de igualdad historica. El partido de UCD en el debate representa los derechos, las opciones y demandas, es decir, los intereses de los padres. El PSOE se ha hecho portador de los intereses de los ensefiantes y de los desheredados de la cultura. Por eso el tema de la ensefianza ocupa el primer lugar en los objetivos del PSOE y casi el ultimo entre los objetivos de UCD. Para aquéllos es un lema esencial: «Para llevar a cabo la revolucién o se conquista el palacio de invierno, 0 se con- quista la escuela» (F. Moran ante las elecciones de junio y J. Solana en los debates sobre la televisién citando a Mitterrand). Consiguientemente se esta anticipando la batalla para estable- cer unas situaciones tales que, cuando Ilegue el problema al Parlamento, esté decidido ya de antemano. Esa es la profunda significacién de los hechos y huelgas de las ultimas semanas: 47 decidir de forma preparlamentaria y extraparlamentaria el pro- blema de la ensefanza. Esto acontece por doble via: creando un clima progresi- vamente creciente contra las instituciones y escuelas privadas, como si fueran mera expresién de los intereses de las clases dominantes; y, sobre todo, poniendo en juego los intereses de clase en los docentes. Mas alla de las propias ideas politicas, estos docentes se dejan guiar por esos partidos para llevar adelante sus legitimas reivindicaciones; y los partidos orques- tan los intereses de esos grupos, ya que es otra forma mas de ganar una batalla politica contra el Gobierno actual y, sobre todo, de ganar a largo plazo la batalla contra la ensenanza libre. De hecho, esa cuestién esta ya moralmente decidida: las instituciones privadas estan sometidas a presiones econdémicas y reivindicaciones laborales de tal naturaleza que para la ma- yoria —pienso sobre todo en las pertenecientes a la Iglesia— se plantea el problema de un cierre para el préximo curso. Ese cierre es el indirectamente intentado por ciertas cen- trales sindicales. Cierre o entrega al Estado. Tal medida es apo- yada implicitamente por los ensefiantes de la ensefianza pri- vada porque de esta forma logran dos cosas: pasar a ser equi- parados en categoria ptiblica y en honorarios a los fun- cionarios de las instituciones del Estado. Es decir, se saltan las oposiciones y se nivelan en sueldos: porque es evidente que en la actual situacién esos docentes permanecerian en las ins- tituciones y serian inamovibles, aun cuando pasaran a manos del Estado. El problema de la escuela libre o instituciones privadas de ensefanza esta también indirectamente resuelto en una linea ya desde otra perspectiva: el método de la autogestién, que se ha establecido como condicién indispensable para que el Estado financie las instituciones no estatales. Esto equivale a decir que ninguna institucién puede tener unos principios a la luz de los cuales se identifica y orienta, que no puedan ser revisados y cambiados por la comunidad educativa, formada por todos sus miembros y con capacidad para decidir sobre todo lo que afecta al centro. Por lo cual ninguna institucién 48 privada se arriesgard a tomar la iniciativa de crear un centro, ya que no tienen ninguna garantia de perduracién. A su vez, las instituciones de la Iglesia quedan puestas ante el siguiente reto: o aceptar ser instituciones de pago y, por ello, reservadas a las clases altas, o cerrar. La primera hipétesis es historicamente inviable: significa una indignificacién publica y choca contra la sensibilidad de todos sus miembros, espe- cialmente de los mas jévenes, que, con raz6n, estén muy sen- sibilizados ante los temas de la justicia. El Gobierno no parece estar en condiciones de defender hasta el fondo el pluralismo de ensenanza. El temor de ser acusados de «clericales» o de favorecer a la Iglesia los acom- pleja. Eso se ha manifestado en dos hechos en parte ya con- sumados: la eliminacién implicita de la universidad de la Igle- sia con que el Ministerio de Educacién cuenta, al no proveer ninguna financiaci6n, y la intentada eliminacién de becas para centros teolégicos extranjeros de tanto prestigio como el Co- legio Espafiol de Munich, el Colegio Espanol de Roma y la Escuela Biblica y Arqueoldgica de Jerusalén. El problema de la ensefanza, junto con el de la economia, es el tema clave de la situacin politica actual. Habra concordia en todos los temas restantes de la Constitucién. Sélo el articulo 26 desencadenara la guerra escolar, al presentar el PSOE la escuela ptiblica como la tinica forma legitima de organizar jun- tamente la ensefianza en el pais. Tal proyecto parece ser para este partido absolutamente indiscutible y no «pactable» una vez que, por motivos electorales, ha renunciado a la escuela publica laica. Por ello, la escuela ptiblica Gnica es su objetivo supremo. Las palabras de la actual diputada catalana, la sehora Marta Mata, son significativas a este respecto: «A la escuela publica sdlo se oponen la inercia del Gobierno, por un lado, y los intereses privados por otros». La conciencia cristiana no apoyaré a los defensores a ul- tranza de una escuela privada que pueda ser velo para en- cubrir privilegios, insolidaridades e injusticias. Tampoco apo- yard una escuela puiblica que de manera indiferenciada recla- ma ser la unica y obligatoria via hacia la justicia. Quienes creemos que el socialismo debe ser libertad, esperamos de él que lo sea también en esto; de lo contrario, tendriamos que 49 revisar las adhesiones. Y aqui sdlo los hechos, no montones de palabras, valen para demostrar lo contrario. Una y otra postura han presentado hasta ahora exigencias masivas e indiferenciadas; no han aceptado las diferenciacio- nes ni han accedido a establecer primacias: han querido tener votos, para el propio partido, antes que soluciones para toda la sociedad; unos no han aceptado controles ni participacién, otros no han respetado ideas y valores. No se puede hablar sin mas de libertad de unos padres, sin reconocer los limites reales que muchas familias, grupos y regiones tienen para ac- ceder a tal libertad, y sin establecer condiciones reales en el orden fiscal e institucional para que tal libertad sea real para todos. No se puede tampoco hacer chantaje presentando la escuela publica como la condicién indispensable para lograr la escolarizacién general. Diciendo que hay que tener escuela para todos —y éste es un sagrado imperativo, primero entre todos y no subordinable a ningtin otro—, atin no esté dicho qué tipo de escuela para todos, ni que todas las escuelas hayan de ser cortadas por un mismo patrén. Intentar desde fuera introyectar en los cristianos la convic- cién de que esa escuela tinica es la nica solucién coherente con Ja conciencia cristiana me parece el supremo exponente de una manipulacién ideolégica, por un lado, y de una in- creible ingenuidad 0 acomplejamiento, por otro. Ante una y otra postura, la Iglesia seguira manteniendo su afirmacién de que justicia y libertad son dos imperativos igual- mente cristianos; que ninguno de los dos puede erguirse en dominador absoluto del otro hasta anularlo; que, por consi- guiente, es necesario, antes que una estrategia al servicio del respectivo partido politico, un estudio objetivo de los proble- mas que detecte urgencias, establezca primacias y exija res- ponsabilidades en la sociedad y desde la sociedad de todos. Controles y responsabilidades de todo el profesorado y de to- das las instituciones. {Cémo es posible que sea el nico cuerpo que no tiene que dar razén de su gestién ante la sociedad y que siga manteniendo unas dictatoriales soberanias frente a posibles reclamaciones? Por qué en medio de tanta corrup- cidn hoy sdlo se habla de reivindicaciones e intereses de cuer- po y no de responsabilidades y de garantias que la sociedad 50 pueda exigirles? ¢Quién defendera a tantos alumnos que por ineficacia 0 irresponsabilidad de sus profesores quedan inha- bilitados para toda su vida? La Iglesia, en esa situacién de terrorismo ideolégico, ante la exigencia incondicional de la escuela privada, por un lado, y la supresion del pluralismo educativo, por otro, no invitara a una guerra sin religién ni la apoyara. Se mantendra en libre actitud de seguir rechazando las nuevas formas de dictadura. A todos mis amigos de la Institucién Libre de Ensefanza, amigos anarquistas y amigos cristianos, quienes luchan por una escuela libre, que nada tiene que ver con los privilegios de clase y mucho, en cambio, con la libertad de pensamiento y con la autonomfa de la cultura, a ellos les dejo como pro- grama el texto de Sénancour tan querido de Unamuno: «Si tenemos que morir, vivamos de tal forma que esa muerte sea manifiestamente una injusticia». Morid como testigos de un servicio a la libertad frente al tirano, testigos de la necesidad que el hombre tiene de una iniciativa y de una diferencia, que no son expresiones de in- justicia e insolidaridad, sino de aquella personal creacién y de aquella dignidad necesarias para servir al prdjimo y para se- guir viviendo en el mundo como seres con luz y con esperan- Za, y no como ciegas hormigas. EI Pais, 11 de mayo de 1978 51 Ante el nuevo papa Albino Luciani Cada eleccién de un nuevo sucesor de los apéstoles en la catedra episcopal de Roma obliga a los cristianos a preguntarse por la especial significaci6n para su fe de esa persona, que ha encarnado a lo largo de los siglos una funcién estrictamente religiosa, a la vez que una funcién explicitamente politica, cul- tural y social. Un cénclave constituye, por tanto, un aconte- cimiento de trascendencia espiritual suprema en la historia de la humanidad. Para la Iglesia puede ser un acto que decida de su vida durante decenios; para la humanidad, una ayuda 0 un freno en esa trabajosa marcha hacia el sentido, hacia la verdad y hacia esa afiorada y nunca alcanzada plenitud hu- mana. I Lo que mas impresiona al espectador contempordneo de la Iglesia catdlica es, sin duda, su organizacién mundial, con un centro de coherencia en Roma y con un simbolo personal ex- presivo en la persona del papa. Visto sin embargo desde una perspectiva creyente, hay que afirmar que lo decisivo es la responsabilidad y autoridad que el papa tiene para velar por la unidad dentro del colegio episcopal, para significar y ge- nerar la comunién entre las diversas comunidades eclesiales, para alimentar y ensanchar la fe de todos los catélicos y, fi- nalmente, para decidir en todas aquellas cuestiones de fe y costumbres, cuando éstas afectan al corazén del evangelio, y de cuyo esclarecimiento 0 no dilucidacién se seguiria un grave peligro para la existencia cristiana de todos. Al circunscribir asi la misién del obispo de Roma dentro de la Iglesia, no hemos considerado necesaria ninguna forma concreta de gobierno, y menos una configuracién cultural de- 52 terminada de ese pontificado. Asi, por ejemplo, diriamos que esta autoridad puede revestir formas muy diversas y que no son sagradas las que ha ido adquiriendo a lo largo de los si- glos. En este sentido, la concentracién absoluta de autoridad que ha estado vigente en decenios anteriores no tiene por qué perdurar en esa misma forma; la relacién de las iglesias locales entre si, y con el centro de la unidad, puede tener otras vias més expresivas y eficaces; la propia eleccién del papa puede hacerse por otros cauces, que quizé pongan mejor de mani- fiesto su cardcter de signo eficiente de aquella unidad que Cristo dejé a su Iglesia, como invitacién y anticipo de la uni- dad fraterna a que est convocada toda la humanidad. Por supuesto, todavia mas lejos del aspecto de la fe esta el problema de la configuracién concreta del ejercicio de esa au- toridad, que no puede orientarse a la luz de esquemas poli- ticos de gobierno, aun cuando deba acompasarse a aquellas situaciones de madurez, de personalizacién y protagonismo humano que cada vez se revelan como més adaptadas a la libertad y dignidad personal de los hombres. La Iglesia no puede reconocer ningtin ejercicio concreto de la autoridad po- litica como modelo valido para repensar la naturaleza de su autoridad y el ejercicio correspondiente porque no hay nin- guna realidad en el mundo que en si misma sea equivalente a la realidad «iglesia», que, si bien externamente aparece como cualquier otra agrupacién de hombres, se comprende a si mis- ma como el resultado de la convocacién que una vez hizo Jestis de Nazaret y, sobre todo, como resultado de la perma- nente convocacién, que sigue haciendo el Espiritu de Jestis a lo largo de los siglos mediante los dones de la fe, la esperanza y el amor. Y todo ello con el fin de que los hombres no se agosten en su desesperanzadora finitud, ni se odien al consi- derar al prdjimo como limite de la propia libertad y, por ello, como anticipo del infierno, ni se excluyan de la comunién en- tre si, sino que se vivan en hombres verdaderos, es decir, como hijos del Dios verdadero. I La eleccion del cardenal Albino Luciani para suceder a Pa- blo VI es la primera que tiene lugar después del Concilio Va- 53 ANTE EL, NUEVO PAPA, ALBINO LUCIANI ticano II. Este Pontifice tiene delante de si como primera tarea reconfigurar la imagen y la realidad del pontificado a la com- prehension conciliar de la iglesia: es decir, una Iglesia mas concorde con su naturaleza de pueblo de Dios, de comunidad de fe y de misién en el mundo, sustituyendo las viejas ima- genes de una Iglesia catdlica piramidal, con los fieles en la base, con los obispos y papas en la cispide. Hay funciones y hay autoridad en la Iglesia que por voluntad de Cristo nos anuncian el evangelio, nos celebran los sacramentos y nos ali- mentan la esperanza. Pero esas funciones y autoridad estén todas al servicio del Gnico evangelio, de la unica fe y de la edificaci6n de todos. Estas funciones son multiples y conver- gentes. Por ello, considero una actitud preconciliar la de aquellos creyentes, fieles de andar a pie o tedlogos de alto coturno, que aforan y demandan para suceder a Pablo VI una figura ab- solutamente genial por su capacidad intelectual, instinto his- torico y actitudes evangélicas. Una figura asi no puede encar- nar en ningan hombre; y bajo esas esperanzas condicionantes nadie puede aceptar una eleccién. Y sobre todo, si alguien piensa en su entrafa que la bondad o maldad de un papa le libera de sus propias responsabilidades, ése ha dejado de creer en el Dios y Padre de nuestro senor Jesucristo. En el fondo, sigue operando la vieja idea segun la cual la medida de la Iglesia catdlica viene dada por la altura intelec- tual, el prestigio politico y el comportamiento mayestdtico del papa que esta a su cabeza. La serie de personalidades ponti- ficias de este siglo, desde Pio XI a Pablo VI, son un don de Dios a la Iglesia y a la humanidad, a la vez que un peligro. Alumbran y deslumbran demasiado. Orientan con su palabra y acci6n, pero desencadenan una légica de la inhibicion y del traspaso de responsabilidades, como si en la Iglesia catdlica todo comenzase a potenciarse, proyectando opciones y deci- siones pentltimas hacia la cispide de la piramide, quedando un gravisimo vacio de riesgos, intermedios y de batallas pe- ntiltimas, que cada cristiano, cada obispo y cada comunidad local deben dar por si mismos, desde si mismos y hasta los limites de si mismos. 54 Esto no significa ruptura de la comunién 0 aislamiento sino justamente lo contrario: una creatividad solidaria, una respon- sabilidad propia y hasta el fondo de lo que es comtn a todos. Sin esta creatividad personal e intransferible de creyentes in- dividuales, de sacerdotes, de obispos, de grupos cristianos, de iglesias locales, la Iglesia catélica seria la agregacién de vacios acumulados y de esperanzas desplazadas hacia un sujeto que, mitificado en la cumbre, nunca podré responder adecuada- mente a todas las esperanzas y deseos que se proyectan sobre él. il Hay que descentralizar las responsabilidades en la Iglesia. Hay que «descentralizar la esperanza» y proyectarla sobre to- dos los creyentes, instituciones y comunidades. Hay que de- volver al papa la normal responsabilidad y esperar de él no que sea un genio y ni siquiera un santo (todos debemos serlo?) sino un creyente como todos, un fiel servidor de la fe de todos, un confiado testigo de Aquel que es el unico pastor que apacienta vida eterna, el Senor, Jestis, guia para todos y para todos suerte buena. Yo no anhelo un papa genial; pre- fiero un papa sencillamente bueno y licidamente creyente, que en su pobreza y transparencia me deje ver a Aquel a quien representa, me remita a Aquel de quien es altavoz. A los genios y a los héroes yo iré a buscarlos en otros campos. En la Iglesia yo busco la persona vivienda de Aquel que es el Hijo de Dios, la sanadora presencia del Absoluto en la historia, el Amor que reconcilia, el Futuro que permite vivir con es- peranza en este mundo y la Fuerza que me haga capaz de no desesperar en mi pobreza y deponer mi orgullo para poder amar y dejarme amar por mis hermanos los hombres, en me- dio de todo y a pesar de todo. Ese papa humilde, creyente y esperanzado que yo anhelo para la Iglesia, nada tiene que ver con un papa simple; ni esté garantizado por el hecho de no ser un intelectual de profesién, por venir de la accién pastoral directa o haber sido parroco. Porque ni se puede pensar la Iglesia catélica con las categorias 55 de una «parroquia» de grandes extensiones, ni es la ingenui- dad la que hace posible la fe y la esperanza. Esa sencillez que yo anhelo es la de las «bienaventuranzas evangélicas», que es resultado de una lhicida perspicacia, de una purificacién del espiritu, de un acogimiento humilde y objetivo de la realidad, de un amor que nos hace olvidarnos, pero que, sobre todo, es fruto de la presencia sanadora y luminosa de Dios en el co- razon. La imagen infantilizante e ingenua que a veces se ha dado de Juan XXIII me es radicalmente contraria porque es hist6ricamente falsa. Esa imagen es el equivalente depotenciado e insipido de lo que muchas creaciones estan haciendo, por ejemplo, con san Francisco de Asis, edulcorado estupefaciente para aligerar tedios burgueses. iDe él, que fue llama ardiente y pasion que todavia no cesa! Por eso tampoco me siento feliz al rememorar en este contexto la imagen de san Pio X. Yo espero que la Iglesia catdlica haya entrado de una vez para siempre en la modernidad y que mantenga el valor de con- frontarse con el pensamiento, la creatividad y las esperanzas utdépicas, atin cuando muchas veces tenga que permanecer en- hiesta y vivir de una verdad que es despreciada y humillada. Encuentro y didlogo en profundidad, aceptacién humilde del prdéjimo y serena aportacién a todos los hombres de la fe, ca- tidad y esperanza en Cristo como valores especificos, amados. cordialmente y fielmente servidos. Por ahi deberian ir los ca- minos de la Iglesia actual. Caminos dificiles, porque es la his- toria un bosque nunca del todo transitado y siempre sorpren- dente; pero caminos necesarios para subir a las cumbres. iY las cumbres también nos son necesarias! IV La Iglesia tiene de Dios el papa que necesita y debe aco- gerlo como un don; pero no menos tiene el papa que ella hace posible y hace necesario. Con el nuevo papa no hay que tener la mirada s6lo fija en Roma; tampoco, por el contrario, fija en el ombligo de la propia Iglesia local. La mirada hay que tenerla s6lo clavada en el coraz6n de Cristo y en el corazén del mun- do. Un creyente siempre pone sus ojos en Aquel, que es el 56 pionero y confirmador de la fe. Y desde él a todos y a todo mira con fe y con esperanza: también la eleccién, también la futura accién del nuevo Papa aun cuando se cumpliera el viejo presagio agorero: «Albinus nigrum induxit? Quien era blanco se nos volviéd negro». El Pais, 20 de septiembre de 1978 57 De los signos a la realidad Meditaci6n ante la muerte de Juan Pablo I La voz de Yavé descuaja los cedros, troncha los cedros del Libano... éCémo no recordar estas palabras del salmista ante la cons- tatacién de una muerte, violenta si tenida desde fuera, y sin duda dulce para el cedro culminado, Albino Luciani, servidor de los siervos de Dios, sucesor de Pedro en la confesién de fe y amor a Jestis de Nazaret, como Mesias y Seftor de los hom- bres? éCederemos al estupor y a la incertidumbre de quienes buscan extrafias significaciones a la muerte de un papa, treinta dias después de su eleccién? La vida de los justos esté en las manos de Dios: también la de los grandes, también la de los pequefios. Y en Jas mismas manos esta la suerte de los poderosos y la muerte de los hu- mildes. Y el amor del Sefior se reserva en secreto. Los hombres podemos entablar didlogo con él en una oracién que puede culminar en apelacién y reto, como lo hiciera Job. Pero sdlo de Dios es el juicio; tarea de los hombres es acogerlo y escu- drifarlo. Esta muerte puede ser una invitacion para los catélicos a volver la mirada hacia el interior de la propia Iglesia, a des- cubrir el misterio de la misericordia, que tiene su fuente en la presencia y en la accién del Senor muerto y resucitado, ope- rante en medio de ella y presente en medio de los hombres. El misterio del Sefior que murié y vive por los siglos es el unico fundamento de la Iglesia, el tnico pontifice, la unica autoridad ultima, la unica salvacién, y a quien sirven y de quien son testigos todos los que creen: monjes y seglares, obis- pos y emperadores, papas y nifos. Tiempos recios son éstos que han seguido al Concilio Va- ticano II. Y al desmoronamiento de tantas cosas esta sucedien- 58 do esta debilitaci6n de la imagen gloriosa y solemne de un pontificado que ha atravesado los siglos con ecos de grandeza y ahora parece reducida al silencio y al desvalimiento. Des- valimiento de la Iglesia respecto de todas las ayudas humanas, de todos los poderes mundanos e incluso de las instancias que ella misma se pudiera crear. Reducida asi a sus raices de sus- tentacién, la Iglesia ha de levantar la cabeza hacia su Senor crucificado, como el buen ladrén, gritando, 0 como el publi- cano pecador: «Ten misericordia de nosotros, Sehor, porque Tu tienes vida y es eterna». En esta lenta subida, dolorosa subida, que es el decenio 1970, la fe se hace cada vez mas sudada y la esperanza mas dolorida. Pero, como Abrahan ca- mino del monte Moria, la Iglesia esta dispuesta a creer en la fidelidad de su Sefor, aun cuando falten los signos del futuro, aun cuando tiemblen las piernas de los fuertes. Y Ilegada a la cumbre, responderd a la llamada: «Heme aqui». Y seguiré la marcha en la segura confianza de que Dios proveera, porque El es fuente que no se seca y corriente de agua viva que no cesa. Este desvalimiento de la Iglesia ha de ayudarla a revivir el misterio de Jestis desvalido, del Jestis bienaventurado, en bus- ca de la justicia, de la misericordia, de la paz, del Reino de Dios; el Jestis que anuncia el evangelio y vive como los lirios del campo, como las aves del cielo. Porque la preocupacién obsesiva, incluso por la propia vida y la propia muerte, es lo que caracteriza a los paganos. Mas alla del papa esta la Iglesia; mds alld de la Iglesia esta el Sefior viviente. En medio de esta humillacion y debilidad, Ja Iglesia ha de saber descubrir cudles son los hontanares de su fortaleza y cudles son los motivos de la verdadera gloria y de la verdadera tristeza. Ha de pasar de los signos a Ia reali- dad, de las sombras a la verdad; de los siervos al Sefor, a quien todos sirven. La desaparicién violenta de los represen- tantes puede ser una ocasion de gracia: buscar, descubrir, re- conocer y entregarse a Aquel que es el pontifice definitivo; es decir, el puente que nos permite vadear el enigma de ser y nos permite llegar hacia Dios y hacia nosotros mismos, si vi- vimos y morimos como El; por eso es el verdadero Pastor, pasto sélo y suerte buena. 59 En el tiempo del silencio acudimos al que es la Voz, y cuando desaparecen los signos, anhelamos la realidad, en es- pera y esperanza. Aguantemos ese tiempo de silencio. No lo devaluemos, porque con Papa y sin Papa la Iglesia es de Jess y es el Espiritu su real vicario en el mundo. Y a El invoca un creyente para que esa interior voz del espiritu tenga su correspondencia en la voz exterior del Apéstol. Tiempo de silencio y tiempo de oracién al Espiritu, al que es el primer sucesor de Cristo en la tierra. Quien asf aguarde y ore recibiré al nuevo Papa no como al presidente de una multinacional de este mundo, sino como al servidor humilde de Cristo muerto y resucitado, al servidor de la fe de todos los creyentes y al colaborador generoso en la esperanza de todos los hombres. Ya, 30 de septiembre de 1978 Conciencia cristiana y Constitucion Era demasiado optimismo el esperar que no se produjera la polémica religiosa en visperas del referéndum constitucio- nal. Hay dos razones por las que a nosotros nos resulta ine- vitable escribir estas lineas. La primera es de tipo general. Los argumentos manejados para fundamentar la obligacién de vo- tar negativamente por razones de conciencia cristiana no nos parecen exactos y si perjudiciales para la Iglesia y la convi- vencia espanola. La segunda es de orden personal. Durante el periodo de redaccién de la Constitucién, mas de una vez he- mos manifestado nuestras criticas en relacién con el tema de la ensefanza. No queremos que esta postura sea ahora utili- zada en favor del voto negativo desconociendo otros muchos aspectos de la Constitucién. Criterios generales Hay que tener en cuenta, en primer lugar, lo que es la Constitucién para no pedirle mas de lo que ella puede dar. Se trata de un marco legal general que encuadre la convivencia de todos los ciudadanos. No se puede exigir, por tanto, que resuelva todos los problemas concretos, ni que responda exac- tamente a la mentalidad y a las preferencias de ningin grupo hasta el punto de resultar excluyente o vejatoria para los que tengan otra ideologia o diferentes creencias. Las formas de entender la vida y sus correspondientes expresiones legales de ningun grupo humano, y menos si son de origen religioso y sobrenatural, no pueden ser impuestas indiscriminadamente a todos los ciudadanos por medio de la coaccién legal. Lo con- trario atentaria contra la doctrina de la Iglesia acerca de la libertad religiosa como derecho civil. 61 Para valorar adecuadamente la Constitucién hemos de leerla ateniéndonos a su texto y superar la tentacién de juz- garla desde la historia pasada 0 desde lo que pueda ocurrir en el futuro. Es imprescindible tener en cuenta la totalidad del texto constitucional, la totalidad de las formas de vida y con- vivencia que pretende promover, la totalidad de los ciudada- nos a quienes se dirige. No debemos juzgar solamente si es buena para nosotros sino si es buena para la sociedad entera. Desde este punto de vista hay que decir que una concien- cia cristiana encuentra en la Constitucién muchos valores que le inclinan a enjuiciarla positivamente. Asi, el hecho mismo constitucional, que sanciona la soberania del pueblo, descali- ficando falsas sacralizaciones del poder politico en favor de una persona o de un grupo determinado; el esfuerzo de lograr un texto conciliador de todos para todos, de tan grande sig- nificacion historica para un pueblo dividido y esterilizado por repetidas luchas civiles; la clarificacién de las relaciones entre Ja sociedad secular y la Iglesia como comunidad libre de fe y de gracia; el reconocimiento generoso de los derechos del hombre, que para los cristianos tienen caracter sagrado porque reconocemos al hombre como imagen de Dios; la profunda preocupaci6n social e igualitaria, la abolici6n de la pena de muerte, la equiparacién juridica de la mujer, etc. Hay también en la Constitucién, cémo no, algunos puntos que no satisfacen los ideales de vida o las exigencias morales de una conciencia cristiana. Sin embargo, no encontramos en ella ninguna afirmacién que contradiga directamente algtin punto esencial de la fe 0 que impida a los catdlicos vivir li- bremente segtin sus propias convicciones morales y religiosas. Algunos puntos concretos a) Aunque la Constitucién no nombra a Dios, no se pue- de decir con raz6n que lo niegue o que induzca al ateismo. Por su propia naturaleza, un ordenamiento juridico de la so- ciedad secular no tiene por qué hablar necesariamente de El. Nos parece més digna y hasta mds religiosa una legislacion que, sin nombrar a Dios, trata de respetar y promover el bien 62 del hombre, que es imagen suya, que no otra que tratara de encubrir con ese nombre santo de Dios un tratamiento injusto del ser humano. Es verdad que Dios es para los creyentes el fundamento y sentido ultimo de toda la vida humana, tam- bién de la autoridad politica; sin embargo, seria excesivo pro- mulgar en nombre de Dios, indiscriminadamente, los muchos preceptos y determinaciones contingentes que por necesidad toda Constitucién leva consigo. Por ultimo, conocer e invocar a Dios con verdad es una gracia; a quien esto le es dado debe proclamarlo con amor y con humildad, pero nunca imponerlo por la fuerza a los demas. b) Un examen objetivo del texto no permite decir que la Constitucién es abortista ya que afirma expresamente el de- recho de todos a la vida. Otra cosa es que en algtiin momento algunos partidos politicos quisieran excluir de este reconoci- miento a los todavia no nacidos. Si ese momento llegase, los istianos, recordando el imperativo biblico «no mataras», de- fenderan por todos los medios legitimos el respeto universal a la vida como una exigencia de la conciencia humana mas alla de cualquier conviccién religiosa. c) Es verdad que la Constitucién crea la posibilidad de una ley de divorcio. Los cristianos, desde la revelacién y ex- periencia del amor de Dios en Jesucristo como norma e ideal de vida, afirmamos que el compromiso matrimonial sacramen- talmente celebrado es indisoluble. Desde la luz de la fe, la Iglesia ha ensefado también que el matrimonio por si mismo incluye la exigencia de indisolubilidad. Pero esta conviccién, que los cristianos hemos conseguido gracias a la fe, no pode- mos imponerla por via juridica a quienes no comparten esa misma fe. Por lo tanto, no es incompatible con la conciencia cristiana admitir una ley que, respetando la naturaleza y re- conociendo la validez del matrimonio sacramental y prote- giendo positivamente la estabilidad del matrimonio, admita el divorcio para quienes no lo han celebrado ni lo quieren vivir desde la luz y las exigencias de la fe cristiana. d) No seremos nosotros quienes silenciemos las deficien- cias de la Constitucién en el tema de la ensefanza, ya que en los dos ultimos afios hemos escrito repetidas veces sobre el tema. Ha prevalecido un modelo de pluralismo restringido 63 frente a otro mds amplio, mds democratico y mds radicalmente progresista. Sin embargo, la libertad de ensefianza est4 sustan- cialmente reconocida, y, a pesar de las limitaciones y ambi- giiedades con que esto se hace, tales deficiencias no invalidan necesariamente las demas razones que un cristiano puede en- contrar en favor del voto positivo. Sobre todo teniendo en cuenta que, en el mismo tema de la ensenanza, hay también en la Constitucién evidentes valores positivos, como son el explicito reconocimiento de la libertad de ensefanza, del de- recho de todos los ciudadanos a una ensefianza de la misma calidad, la participaci6n de la comunidad docente en la vida y funcionamiento de los centros, etc. La cuestié6n de fondo En lo mas profundo de este debate, lo que verdaderamente esta en juego para los catdlicos es el reconocimiento de la le- gitima autonomia de la sociedad secular y sus propias insti- tuciones, la aceptaci6n realista del pluralismo ideoldgico y re- ligioso de los espaholes de hoy y la aceptacién de nuestro propio lugar dentro de la sociedad, como cristianos y como Iglesia, con la confianza puesta en el valor permanente del evangelio y en la presencia viva del Sefor, abandonando de una vez para siempre la tentacién de sostener nuestra con- ducta en la legislacién civil y de imponer a los demas, por la misma via, una aparente conducta cristiana, en vez de ali- mentar nuestra fe en sus propias fuentes religiosas y de ayu- dar a los demas con la palabra y con las obras a que descubran al Dios de Jesucristo y lo invoquen libremente como Salvador de la vida. En la misma medida pedimos a los no creyentes una ac- titud de respeto hacia lo que tanto significa para nosotros y tan profundamente amamos. Por otro lado, sdlo desde una comprensi6n objetiva y benévola de lo que es y lo quiere ser la fe cristiana, es posible comprender la historia de Espafa con todas sus sombras y sus luces, y la compleja realidad de nues- tra sociedad actual. 64 eee See Tg Bee Estas reflexiones no estén motivadas por intereses ni pre- ferencias politicas. Como ciudadanos esta postura es nuestra mejor contribucién a una convivencia reconciliada de los es- panoles; como sacerdotes, estamos convencidos de que sdlo asi podra la Iglesia vivir en autenticidad su fe y anunciarla creiblemente como un enriquecimiento y una plenificaci6n de la existencia humana, que Dios nos ofrece a todos cada dia. Con todo esto sdlo hemos querido decir que el catdlico, por razones religiosas, no debe sentirse obligado al voto ne- gativo. Otras razones habra de cardcter social, politico 0 eco- némico por las cuales podra cada uno decidir su voto a favor y en contra. Ya, 3 de diciembre de 1978 65 La educacié6n del principe y de los principes Una de las formas més ltcidas y realistas de conocer la historia espiritual y politica de Occidente es sondear en las ideas y hdbitos mentales con que se ha alimentado a los jé- venes pretendientes a los tronos de los imperios romanos, ger- méanicos 0 hispanicos, 0 con que se han alimentado las revo- lucionarias aspiraciones de los futuros presidentes de reptbli- cas liberales 0 socialistas. Desde los politicos a los tedlogos, desde Maquiavelo a Santo Tomas, esta iniciacién del principe a la vida y régimen de los Estados, ha sido preocupacién cen- tral de sus reflexiones tedricas. Un colega de universidad y animador te6rico de un partido politico acaba de escribir unas palabras sobre el tema de la ensefianza, que nos reflejan el actual interés de los partidos menos mondrquicos por este problema. Pero ahora ese interés ha pasado de las graves especulaciones sobre su funcién e ideas a otra pregunta més realista y concreta: équién paga la educacién del principe? éEn qué colegio puede o debe estu- diar? El citado colega afirma no comprender cémo el Estado puede financiar «un colegio como Los Rosales, adonde acuden los hijos del Rey» (Vida Nueva, 1150, 21-10-1978, p. 16). Yo quisiera extender esas razones a otros «principes», des- velando con este motivo luces y sombras, es decir, las ambi- gliedades profundas en las que el tema de la ensefianza pese a todo sigue sumido, y seguir desenmascarando los intereses de orden econémico y politico que subyacen a muy tedricas cuestiones brillantemente expuestas por especialistas en la ma- teria. De entrada quiero hacer una precisién: no conozco per- sonalmente a nadie del colegio de Los Rosales, no tengo nin- guna otra noticia sobre él, y ni siquiera sé su localizacién ma- terial. Y al Rey y a sus hijos sélo los he visto, como la mayor 66 parte de los espanoles, a través de la televisién. Quiero decir con esto que la cuestién que me mueve es de muy otro orden. Y es la siguiente: saber quiénes, cudndo y dénde hay que pa- gar la ensenanza en Espana. Mi colega parece decir que nadie que sea «hijo de rey» puede recibir gratis del Estado la ense- fianza. Lucidisima tesis; pero se deberia afadir que todos los «principes e hijos de reyes» (es decir, ministros, subsecretarios, directores, presidentes de partidos, empresarios, millonarios, etc., con independencia de qué colegios elijan, sean ptiblicos o privados, religiosos o antirreligiosos, con una pedagogia de Freinet 0 de Freire, de Ruiz Amado o de Pestalozzi) deben pagar absolutamente todo el coste de su ensefianza; mds en concreto, todo lo que el Estado invierte en ella y lo que cada puesto escolar le cuesta a la sociedad en ese centro; sociedad que es quien, en ultima instancia, paga. éQué extrafa maniobra, no sé si de izquierdas o de dere- chas, ha canalizado hasta ahora la discusién sobre la ensenan- za por el estrecho de las instituciones docentes y de sus po- sibles orientaciones tedricas, con el secreto intento de que no se pisara tierra firme en el anilisis de las situaciones econé- micas de los padres de los alumnos? La ensefanza en Espaiia, antes que un problema politico, es un problema técnico: écémo ofrecer, con los medios que se tiene, una ensenhanza mas cualificada al mayor numero de nifos espafoles, es decir, a todos los nifios en edad escolar? A esta luz, équé desolacién de espiritu nos crea ver el desierto de silencios complices que las palabras de la profesora Gloria Begué encontraron en el Senado al hablar de las condiciones internas, necesarias para lograr una ensenanza objetivamente cualificada, de forma que la sociedad pueda encontrar respuestas objetivas a sus proble- mas reales? Pero la ensefianza es, a su vez, un problema econdémico- fiscal. Si un Estado social y democratico quiere cumplir aquella funcién que le es propia: ser promotor en un orden y hacer de freno en otro, y como resultado nivelar las clases sociales de un pais, debe establecer unos criterios coherentes y con- secuentes. Debe posibilitar el acceso a Ja ensefianza de todos los ciudadanos, en una medida inversamente proporcional a las posibilidades econémicas de los sujetos. Hay alumnos a 67 La EDUCACION DEL PRINCIPE ¥,DE LOS PRINCIPES, quienes debe cobrarles todo el costo real de sus estudios; a otros, la mitad; a otros, una leve aportaci6n, y a otros, nada. Finalmente, a otros tendra que comenzar por procurarles, an- tes que unas condiciones de estudio, unas condiciones de exis- tencia, en las que nazca la posibilidad y el deseo de acceder al estudio, en las que sientan su ignorancia como real carencia y el saber como una necesaria riqueza. Hablar de igualdad y de gratuidad para todos en la misma forma es el supremo encubrimiento de la mas grave injusticia. éEs justo que los hijos del ministro, situado al lado del mejor instituto de ensefianza media y al lado de la mejor universi- dad, no tengan que pagar nada, lo mismo que el hijo del cam- ino al lado de una marginada escuela de pueblo, a cientos de kilémetros de la universidad? El no haber querido abordar el tema de la ensefianza en esta perspectiva y haber centrado todo el problema en el binomio «escuela ptblica-escuela pri- vada» revela el clasismo brutal que nos encierra a todos. A no ser que sea otra la intencién de fondo: que se esté intentando por el camino de la eliminacién de las instituciones surgidas de la iniciativa libre de grupos humanos cerrar la posibilidad de que los ciudadanos piensen libremente, transmitan una ac- titud ante la vida, hagan posible una manera de estar en el mundo, a la que despectivamente se considera como no cien- tifica, magica y trasnochada. Si es esto, entonces habria que tener el valor de confesar semejante intencién para que todos nos orientemos en torno a los nuevos imperialismos, su pro- cedencia y sus metas. El real debate sobre la ensefianza comenzara al dia siguien- te de aprobar la Constitucién, que es la primera tarea de paz y la primera tierra de concordia que los espaholes tenemos que poner bajo los pies para no visitar el abismo del enfren- tamiento fraterno y para hacer posible la reconciliacién; el sig- no mas urgente de humanidad y de madurez histérica que hoy necesitamos. La clave para saber qué contiene realmente y qué va a dar de si en nuestra historia concreta esa caja de sorpresas que es el articulo 27 de Ja Constitucion, nos la ha dado ya el reciente proyecto de ley sobre universidades. No vamos a entrar en el andlisis de todo el texto y nos limitamos a aludir a dos puntos. 68 et Se ee ee egg 7 ge Primero, la autonomia. Si es verdad que la mala gestion, el escaso rendimiento o la distancia de los universitarios respecto de la sociedad circundante ha merecido el que la universidad pase a ser realmente gestionada por otras fuerzas de la socie- dad, entonces esta bien hecho el traspaso de poderes. En cual- quier caso, hay que ser consciente de que la universidad tam- poco ahora va a ser auténoma, es decir, dirigida por las per- sonas que la constituyen. A tenor del texto actual, hablar de autonomia de la universidad, cuando las decisiones clave y las fuentes de financiacién estén en otras manos que las de los universitarios, es mas bien un eufemismo, si no queremos de- cir una farsa. No digo yo que esto no tenga que ser asi: ahora sdlo me preocupa desmantelar el encubrimiento semantico, que lleva consigo hablar de autonomia. Segundo tema: las universidades privadas. Si las existentes respecto de las cuales lo primero que habria que hacer es ana- lizar y diferenciar merecen un juicio mortal en el tribunal de la actual conciencia colectiva espanola, entonces deben morir. Seria un acto de justicia hecho para con la sociedad. Y seria un acto de justicia también para ellas; en cualquier caso algo més digno y menos humillante que la suerte que el texto del proyecto les reserva. El rechazo fundamental de toda finan- ciacién es un primer golpe mortal. Y el remate de esa vida, si es que alguna quedase, lo da la reglamentacién juridica que se establece para la preparacion y la habilitaci6n del profeso- rado. Un Gobierno socialista radical no hubiera preparado un cedazo més fino para cernir grano y granzas, ante los posibles intentos de perduracién o surgimiento nuevo de dichas insti- tuciones universitarias. Si es que la desaparicin de tales uni- versidades es un logro para la justicia y para la libertad del pais, habria que pensar en su eliminacién con mayor explici- tud y mas rapida eficacia. Interrogado un ministro por el tema respondié con unas palabras o ideas dignas de la mejor antologia fascista: «Quien quiera identidad en la ensefanza, que se la pague». Traducido en romance, equivaldria a decir que el Estado pone una ca- beza sobre los hombros de cada ciudadano que viene a esta piel de toro y le dice lo que tiene que pensar, saber y decidir. Si al espanolito hipotético se le ocurre no concordar al cien 69 Por cien con tal consenso, y quiere otros saberes, pensares y esperanzas, una de dos, 0 deja de pensar, o tendraé que pro- veer por s{ mismo su cabeza, porque a partir de ese instante, culturalmente, el Estado se desentiende de él. La cuestién de la ensefianza hay que arrancarla al secuestro y enmascaramiento que padece por todas las laderas. El bi- Nomio que hay que discutir y resolver no es «escuela ptiblica estionada directamente por el Estado-escuela libre gestionada Por grupos de la sociedad», que lo deberan decidir los ciu- dadanos cuando tengan libertades no s6lo formales, sino rea- les, es decir, medios econémicos para llevar a cabo la eleccién. El binomio que escuece y hay que afrontar es este otro: «ricos- pobres», «ciudad-campo», «regiones _ privilegiadas-regiones marginadas», «hijos de principes-hijos de proletarios»,

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