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Jacob Ludwig y Wilhelm Carl eran los dos hermanos mayores de una familia
numerosa compuesta en total por cinco hermanos y una hermana. Toda la familia
se caracterizaba por su profunda religiosidad calvinista, y varios de sus antepasados
y parientes más directos ejercieron como pastores protestantes. El padre de la
familia, Philipp Wilhelm, era un jurista que disfrutaba de una posición acomodada
de funcionario en Hanau, antes de trasladarse a Steinau, otra pequeña ciudad del
estado de Hesse.
Muy unido durante toda su vida a su hermano Wilhelm, ambos habían realizado sus
estudios de secundaria en Kassel, y luego estudiaron Derecho en la Universidad de
Marburgo entre 1802 y 1806, con la intención de continuar la trayectoria de
funcionario de su padre. Un hecho decisivo reorientó, sin embargo, su vocación: el
haber conocido al poeta romántico Clemens Brentano, que les transmitió su pasión
por la poesía folclórica.
Por la misma época, los hermanos Grimm entraron en contacto también con
Friedrich Karl von Savigny, insigne jurista, que les descubrió el mundo de los textos
jurídicos antiguos y contribuyó enormemente a su rigurosa formación científica.
Menos directa, pero igualmente importante, fue la influencia que por la misma época
recibieron de los escritos del filósofo Johann Gottfried Herder (1744-1803), auténtico
precursor-fundador del romanticismo alemán que reivindicaba, como Brentano, la
cultura popular como la expresión más auténtica del espíritu y de la historia del
pueblo alemán.
Un año después también se convirtió en auditor del Consejo de aquel estado, pero
en 1813, cuando la amenaza francesa se despejó por completo, prefirió reintegrarse
a su antiguo puesto de funcionario en Hesse. Poco después hubo de viajar por dos
veces a París (en 1814 y 1815) como integrante de una delegación encargada de
recuperar obras de arte robadas por el ejército napoleónico en Hesse y Prusia en
los años anteriores.
Pocos años antes, en 1812, los dos hermanos habían publicado la primera edición
de sus Cuentos de la infancia y del hogar, que había alcanzado un gran renombre
y difusión, y en 1816 decidieron publicar la segunda edición, revisada y modificada.
La colección reunía dos centenares de cuentos, la gran mayoría recogida de la
tradición oral campesina.
Uno de los mayores méritos de los hermanos Grimm fue el de haber sabido respetar
la sencillez y espontaneidad del discurso natural de estos cuentos, en vez de
transformarlos con los artificios cultistas y moralistas de otras recopilaciones
anteriores. Aunque no tuvieron más remedio que intervenir ocasionalmente en
algunos de los textos, para resolver ambigüedades o confusiones, la colección de
cuentos de los hermanos Grimm está considerada como la primera realizada en la
historia con criterios auténticamente rigurosos y científicos, muy cercanos a los que
utiliza la etnografía moderna.
Algunas de las ideas de los dos hermanos han acabado revelándose posteriormente
como falsas y de un idealismo excesivamente romántico. Por ejemplo, toda su teoría
sobre el origen divino de la cultura y sobre la decadencia progresiva que la había
acompañado a lo largo de su evolución histórica fue desmentida por generaciones
de antropólogos posteriores. Pese a ello, los avances realizados por ambos
hermanos en el terreno del análisis literario y cultural constituyeron progresos
importantes en el panorama de las ciencias humanas de la Edad Moderna, sobre
todo si se comparan con los de épocas precedentes.
Entre 1816 y 1818, los hermanos Grimm publicaron en varios volúmenes las
Leyendas alemanas, que continuaban, en el terreno de la leyendística, la labor
iniciada y los métodos ensayados en la anterior colección de cuentos. Aunque esta
nueva obra nunca llegó a alcanzar la celebridad y la difusión de la anterior, consolidó
su reputación de auténticos precursores en la recopilación folclórica moderna.
En esta obra formuló la llamada primera Ley de Grimm, que demostraba el principio
de correspondencia en la evolución de las consonantes en lenguas pertenecientes
al tronco indoeuropeo, lo que reforzaba observaciones y estudios previos realizados
por el lingüista danés Rasmus Rask. La llamada segunda Ley de Grimm desvelaba
el proceso de transformación de determinadas consonantes sonoras en sordas en
las lenguas germánicas a partir del siglo V d.C. Sus hallazgos no sólo ejercieron
una gran influencia en toda la lingüística histórica germánica, sino también en la
románica y en la eslava. Por otro lado, en 1824, Jacob Grimm tradujo al alemán la
gramática serbia de su amigo Vuk Stefanovic Karadzic, y en su introducción sobre
las lenguas y las literaturas eslavas dejó patente la enorme profundidad de sus
conocimientos e intereses.
En 1829, los hermanos Grimm perdieron el favor del príncipe elector de Hessen-
Kassel, por lo que se vieron obligados a trasladarse a la cercana Universidad de
Göttingen, donde durante años desarrollaron labores de bibliotecarios y profesores.
Fue la época en que Jacob Grimm compuso su monumental Mitología germánica,
ambicioso estudio comparativo de los mitos, leyendas, creencias y supersticiones
de los pueblos germánicos antiguos y modernos con los de la tradición grecolatina
y la cristiana. Aquella obra fue también seguida como modelo por diversas
generaciones de mitógrafos posteriores, alemanes (Mannhardt, Müller) y europeos.
Un año después, en 1812, los hermanos Grimm publicaron la primera edición de los
Cuentos de la infancia y del hogar, que conocería una segunda edición, revisada y
modificada, en 1816. Aquella segunda edición de los dos centenares de cuentos
folclóricos recogidos por ambos hermanos de la tradición oral, y editados con
escasos retoques (lo que convirtió la obra en la primera realizada en la historia con
criterios auténticamente rigurosos y científicos, muy cercanos a los que utiliza la
etnografía moderna), fue precedida por un prólogo de Wilhelm Grimm titulado Sobre
la naturaleza del cuento, en el que defendió que los cuentos folclóricos
contemporáneos descendían directamente de los mitos religiosos antiguos, y que
su importancia literaria e histórica estaba muy por encima de lo que se había
tradicionalmente considerado hasta entonces.
También por aquellos años, los hermanos Grimm se ocuparon intensamente del
estudio de textos literarios arcaicos con fuerte presencia de lo popular, y realizaron
importantes trabajos sobre el Cantar de los Nibelungos y sobre la obra El pobre
Heinrich, de Hartmann von Aue.
En 1840 aceptaron la invitación del rey de Prusia, Federico Guillermo IV, para
enseñar en la Universidad de Berlín. La estabilidad y tranquilidad que les ofreció su
nueva situación les permitió comenzar la empresa más ambiciosa de cuantas se
propusieron: el Diccionario alemán, una vasta recopilación de todas las voces
alemanas con anotación de etimologías, variantes a lo largo de la historia,
desarrollos semánticos, usos diversos, dialectalismos, coloquialismos, y citas de
dichos y proverbios.
Tal empresa no pudo ser culminada por sus iniciadores. Wilhelm murió cuando la
redacción del diccionario había llegado hasta la letra D, y Jacob cuando alcanzaba
a la letra F. Nuevas generaciones de filólogos concluirían su ambicioso empeño,
que habría de servir de modelo a muchos otros diccionarios históricos que se
proyectaron en otros lugares de Europa.
Al contrario que Jacob Grimm, que siempre permaneció soltero, Wilhelm Grimm
contrajo matrimonio con Dorothea Wild de Kassel, con la que tuvo tres hijos:
Hermann (1828-1901), que fue historiador del arte y de la literatura; Rudolf (1830-
1889), jurista; y Auguste (1832-1919).
Charles Perrault
Los cuentos más populares, y quizá también los más bellos, como Barba Azul, La
bella durmiente del bosque o La Cenicienta, serían objeto de versiones musicales a
cargo de compositores de la talla de Gioachino Rossini, Jacques Offenbach, Paul
Dukas y Bela Bartok. Junto a los ya citados, merecen destacarse otros muchos
también universalmente conocidos, como Caperucita roja, El gato con botas,
Pulgarcito, La princesa astuta, Las hadas, Piel de asno, Deseos ridículos y Ricardito,
el del copete.
Si bien la fuente de sus cuentos es la tradición popular, nos hallamos muy lejos de
la ingenuidad a que quisieron atenerse en Alemania los hermanos Grimm. Aunque
su lenguaje es también rico en expresiones características, tomadas del mundo del
que provienen los personajes, Perrault se mantiene alejado por igual del llano
realismo y de la reconstrucción histórica: sus príncipes y grandes señores son los
mismos de la Corte de Versalles, y sus campesinos y artesanos son los que se
movían alrededor de París y de la Isla de Francia en el siglo XVII.
La elegancia de su estilo hace de cada uno de estos cuentos una pequeña obra
maestra, fruto de un paciente trabajo de lima, como se puede comprobar
confrontando el volumen del año 1697 con la primera redacción de los cuentos,
aparecida en revistas como el Mercure de France. El literato no supo resistir a la
tentación de añadir a los cuentos una moraleja, que siempre resulta la parte más
débil; al hacerlo, no sólo se inclinaba ante el gusto de la época, sino que con ello
salía al paso de las posibles acusaciones de corromper a la juventud.
Las demás obras de Charles Perrault tienen un interés muy secundario: Saint Paulin
(1686), Le cabinet des Beaux-Arts (1690, colección de grabados), La Marquise de
Salusse ou La patience de Griselidis (1691) y Adam ou La création de l'homme
(1697). Perrault escribió también una comedieta en tres actos, L'oblieux, que no se
publicó hasta 1868. Sus Mémoires (1755) contienen riquísimas y valiosas
informaciones sobre la obra del ministro Colbert.
Hans Christian Andersen
(Odense, Dinamarca,
1805 - Copenhague,
1875) Escritor danés.
Inscrita en el
romanticismo, su obra
comprende diversos
libros de poemas,
novelas y piezas para
el teatro; sin embargo,
Hans Christian
Andersen debe su
celebridad a las
magníficas
colecciones de
cuentos de hadas que
publicó entre 1835 y
1872. Son creaciones
suyas relatos como El patito feo, La sirenita, El soldadito de plomo, El sastrecillo
valiente o La reina de las nieves, tan divulgados y conocidos que a veces son
tenidos por cuentos tradicionales anónimos. Por su poderosa inventiva y la
equilibrada sencillez de su estilo y de su técnica narrativa, Andersen es el primer
gran clásico de la literatura infantil.
En 1819, a los catorce años, Hans Christian Andersen viajó a Copenhague en busca
de fortuna. En vano esperó llegar a ser cantante, actor o por lo menos bailarín, ni
tampoco fueron más afortunadas sus primeras tentativas poéticas. La crisis que
vivía el reino de Dinamarca a raíz de las duras condiciones del tratado de paz de
Kiel y su escasa formación intelectual obstaculizaron seriamente su propósito.
Sin embargo, con la ayuda de personas adineradas (especialmente del director
teatral Jonas Collin, que medió para que se le concediese una beca), logró cursar
estudios regulares, y en 1828 obtuvo el título de bachiller. Un año antes se había
dado a conocer con su poema El niño moribundo, que reflejaba el tono romántico
de los grandes poetas de la época, en especial los alemanes. En esta misma línea
se desarrollaron su producción poética y sus epigramas, en los que prevalecía la
exaltación sentimental y patriótica.
En 1835, de regreso tras su primer viaje, alcanzó cierta fama con la publicación de
su novela El improvisador. Además de los cuentos, son dignas de recuerdo las
novelas O.T. (1837), Tan sólo un violinista (1837), Las dos baronesas (1848), Ser o
no ser (1857) y Pedro el afortunado (1870), todas de inspiración más o menos
autobiográfica, y piezas teatrales como El mulato (1840). Interpretó su propia vida
como un bello cuento en sus repetidas autobiografías: El libro de la vida (1832-33),
El cuento de mi vida (1846) y Mit Livs Eventyr (1855), reelaboración danesa de la
anterior, a la que siguió un apéndice en los años 1868-69.
Durante una estancia en el Reino Unido, Andersen había entablado amistad con
Charles Dickens, cuyo poderoso realismo, al parecer, fue uno de los factores que le
ayudaron a encontrar el equilibrio entre realidad y fantasía, en un estilo que hallaría
su más lograda expresión en una larga serie de cuentos. Al regreso de su primer
viaje a Italia, que tuvo la virtud de estimular su fértil imaginación, Andersen preparó
y publicó Cuentos para contar a los niños (Eventyr, fortalte for børn, 1835), primero
de sus famosísimos libros de cuentos infantiles; nuevas colecciones suyas verían la
luz en años sucesivos (1843, 1847, 1852); la última de ellas fue Nuevos cuentos e
historias (Nye eventyr og historier, 1858-1872).
Con todo, la mayor parte de las historias son pura invención de Andersen, hecho en
que el danés se aparta de la línea de autores que reelaboraron cuentos tradicionales
(como el francés Charles Perrault en el siglo XVII) o se limitaron a transcribirlos y
compilarlos buscando preservar su pureza y espontaneidad originales (como los
hermanos Grimm). Andersen reveló una poderosa fantasía al convertir incluso a
seres inanimados en protagonistas de sus narraciones, como ocurre en El soldadito
de plomo, El molino de viento, El farol viejo o El collar. Animales y también plantas
son personajes habituales (El ruiseñor, El sapo, El patito feo, La mariposa, La
margarita, El abeto o El último sueño de la vieja encina), sin que falten por ello los
protagonistas humanos, como en Pulgarcita o El sastrecillo valiente.