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Al cabo del evento, Liza Michelle (también colaboradora de Levadura) y quien esto
escribe hallamos oportunidad de documentar un par de preguntas con el dramaturgo
finlandés Juha Jokela. En breve, quisimos conocer su opinión sobre el posdrama –
tema recurrente en las Mesas– y extraer su impresión de la dramaturgia mexicana
en esta sucinta ocasión. La traducción es de Liza Michelle.
JJ: En Finlandia está la Theatre Academy of the University of the Arts Helsinki, que
es el corazón de la educación teatral; ahí siempre ha existido una gran apertura
hacia las estructuras posdramáticas, incluso hay quienes repudian la dramaturgia
aristotélica. A mí me pasó que al terminar la escuela, buscando mi propia manera
de hacer las cosas, se me vino encima una vorágine de reflexiones sobre el teatro…
Entonces comencé a pensar en que, así como casi todas las películas que veía
poseían una estructura tradicional, la mayoría de las obras que me gustaban eran
clásicas. Empecé a reflexionar sobre lo que realmente quería para mí y me dije:
“Creo que lo que quiero hacer es escribir a la manera de la tradición”. —Pero luego
advertí que siempre hay algún elemento posdramático en mis obras. Por ejemplo:
escribía una obra sobre la familia, y cerca de finalizarla me doy cuenta de que no
podía resolverla a través de la forma dramática tradicional, porque darle un final
cerrado a la historia representaría hacer una declaración moralizante; así que opté
por un final fuera de la historia –y ese es un elemento posdramático.
En Finlandia se escribe tanto de manera tradicional como experimental,
especialmente en Helsinki. Aunque si lo que quieres es tener éxito, se torna mucho
más difícil con lo posdramático. Aún así, hace un par de años en Helsinki una obra
puramente posdramática tuvo muy buenas críticas y teatro lleno: Kaspar Hauser, en
la versión de Q Teatteri. Esto provocó el orgullo de la generación; no la mía, sino
una 10 años más joven. Sin embargo, una de las críticas apuntaba hacia la falta de
profundidad de la puesta, pero yo pienso que no era del todo así. Es difícil descifrar
la estructura posdramática porque efectivamente puede no haber profundidad en la
historia, pero esto responde a que la sustancia se encuentra en la superficie y en la
forma; no existe como tal un corazón de la obra porque todo lo importante está en
la superficie. Creo que la idea de la desaparición del texto o de la estructura
aristotélica es cíclica; pienso que en 10 años la premisa será: “Bueno, ahora
queremos escuchar historias y ver diálogos en escena”.
MJ: Tras esta semana en Monterrey, ¿qué impresión te llevas de nuestro teatro?
JJ: Me parece pertinente decir que no tengo autoridad para debatir sobre el teatro
mexicano. Puedo decirte que me sorprendió no sentirlo tan diferente del teatro
finlandés, sueco, o báltico. Bueno, de alguna manera, el teatro me hace sentir en
casa. También me sorprendió ver a tantos actores tan diferentes todos los días,
algunos muy buenos. Creo que la interpretación de las lecturas en general estuvo a
un nivel bastante decente, sin dejar de considerar que las lecturas dramatizadas no
dicen mucho acerca de cómo es realmente el teatro aquí, pues las lecturas son más
o menos iguales en todas partes. Sobre las temáticas de las obras, veo que en
algunas se habla sobre violencia, desapariciones, etcétera, y me parece lógico por
el contexto. Lo único que creo que hace falta en la mayoría de ellas –y aquí dejaré
ver mi lado más tradicional– es una estructura puntual. Pudo haberse profundizado
más. Había obras con temáticas poco estructuradas, que habrían llegado a ser
interesantes si se hubiera profundizado en ellas o propuesto alguna relación
sustanciosa con la escena. Y aunque sería deseable hablar más extensamente
sobre la dramaturgia, y profundizar, por ejemplo, en la relación de ésta con el
público, como sólo vi una pequeña muestra (y debe haber muchos escritores
mexicanos que no estuvieron aquí), realmente no puedo decir más: sólo esta
impresión superficial.