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El lenguaje y la mente

La Universidad Rovira i Virgili (Tarragona) invistió en octubre de 1998 a Chomsky


(en la imagen) como Doctor Honoris Causa. Para la ocasión se organizaron unas
jornadas sobre “Lenguaje, Ciencia y Sociedad” parte de cuyo resultado es este libro.

La obra, que reúne diez artículos de conocidos especialistas sobre los temas de
debate -de ellos, “Indagaciones minimalistas” más “La mente y el resto de la
naturaleza” obra del propio Chomsky-, consta de dos partes bien definidas, la
primera dedicada a la facultad del lenguaje (prologada por Natalia Catalá) y la
segunda a la naturaleza de la mente (con introducción de José A. Díez Calzada).
Tanto en la primera parte como en la segunda se discuten, como era de esperar,
aspectos de la teoría chomskiana del lenguaje y las relaciones que existen entre
éste y la conformación de la mente.

La primera parte de la obra aborda el programa minimalista, a la búsqueda de


principios que ordenan nuestro comportamiento lingöístico cuya paradoja consiste
en que, expresado materialmente de maneras muy diversas, tiene en esencia
similitudes universales, pues, como advierte el propio Chomsky, “las lenguas son
bastante similares, apenas pequeñas variaciones de un estado inicial común de la
capacidad humana para el lenguaje”.

En relación directa con las observaciones de Chomsky se hallan los artículos de


Joan Masacró, Itziar Laska y Esther Torrrego, quienes disertan sobre aspectos de
teoría lingöística, gramatical o sobre la adquisición de primeras y segundas lenguas.
Aclaradora es la contribución de Carlos Piera, donde advierte, entre otros asuntos,
con cuánta facilidad se recurre a la autoridad chomskiana para argumentaciones
que poco o nada tienen que ver con su pensamiento.

Comentarios sobre diversos aspectos de las investigaciones en torno al papel de la


mente humana ocupan la segunda parte de la obra. Manuel García Carpintero
propone una noción de naturalismo metafísico que considera más interesante que
el naturalismo metodológico chomskiano; en este sentido, su trabajo contrasta con
el del propio Chomsky incluido en este volumen. Camilo José Cela Conde valora la
vigencia de las propuestas de Chomsky relativas a la filosofía de la mente, sobre
todo, las referidas al modularidad mental. Muy sugerente resulta la contribución de
Eudald Carbonell, quien señala la importancia del yacimiento de Atapuerca para
conocer mejor la evolución cultural y humana en la aparición del sapiens, también
subraya el poderoso vínculo que existe entre los procesos de hominización y
humanización.

Finalmente, Wagensberg diserta sobre la naturaleza del conocimiento artístico,


científico y divino (como la revelación-intuición o las religiones). Los lectores
interesados en cuestiones tan palpitantes respecto a la naturaleza humana como la
facultad del lenguaje o la relación entre esta y la mente, tienen en la presente obra
una buena oportunidad para reflexionar sobre ellas.

Antes de que me abordara el día que lo hizo, ya le había visto anteriormente en los
andenes de ida vuelta del llamado metro ligero en las afueras de Madrid, si es que
se puede hablar de afueras cuando la distancia hasta el centro de la capital se cubre
en media hora. El hombre estaba bastante desmejorado de aquella figura, entrada
en carnes que ostentaba la única vez que estuvo delante de mí en la oportunidad
de la defensa de su trabajo de ascenso, a la categoría de profesor titular en la UCV.
Si no fui yo quien lo abordé, se debió a la precaución de que me fuera a salir con
una rechifla, porque en aquella oportunidad mi voto había sido negativo, consciente,
en todo caso, de que los otros dos miembros del jurado iban a avalar con su voto la
aprobación de su trabajo
De manera que fue él quien a la tercera o cuarta vez que coincidimos en la estación
de las Tablas, se me acercó.
—¿Se acuerda de mí?
—Tengo idea, de haber sido jurado de su trabajo de ascenso a titular... –que
rechazó porque no le gustó.
El metro de la línea 10 acababa de hacer su entrada en la estación, de manera que
hecho el trasbordo en la de Tres Olivos, tuvimos tiempo hasta llegar al destino, para
una conversación durante veinte minutos.
Después de haber hecho referencia a lo que pasó y sigue pasando en la Venezuela
de nuestros dolores, vinimos a dar en la noticia del momento: el fallecimiento del
filósofo norteamericano Yerry Fodor la semana pasada, sobre una de cuyas teorías
versaba, por cierto, el trabajo presentado por el hombre que tengo a mi lado,
concretamente sobre La Modularidad de la Mente, un ensayo sobre la psicología de
las facultades.
En esta obra de 1983, que podría considerarse como la obra fundamental de Fodor,
expone este autor la teoría de que hay en la mente humana campos autónomos
especializados en funciones tales como, el lenguaje, la motricidad o la percepción.
El libro tuvo una resonancia que todavía perdura, debido a la capacidad del autor
para divulgar con elocuencia y una terrible capacidad para definir por lo que nos es,
no exenta de sarcasmo, ante quienes defendían tesis opuestas a las suyas (“¿por
qué no deja de lado usted el oxfordiano y traduce al inglés lo que trata de expresar?”,
dijo en una oportunidad a un contrincante)
Yerry Fodor sostiene que el pensamiento tiene su propio lenguaje que se rige por el
mismo código por el que lo hace el lenguaje hablado con su gramática, sus símbolos
en procura de la precisión de las ideas. Solamente de esta manera se puede
explicar cómo los hombres organizan sistemáticamente sus pasos o procedimientos
a través del pensamiento del que se sirven para planificar sus actuaciones. Pensar,
adaptándose a la manipulación de los símbolos, es algo que se ha visto reforzado
por la euforia que supuso el funcionamiento de la computación y los programas de
investigación en torno a la inteligencia artificial de la que se comenzaba a hablar a
raíz de la aparición del libro de Fodor y a la que ha contribuido él. La euforia consistía
en proclamar que, si el siglo XX había sido el siglo de la física, el que hacía su
aparición en el 2000, iba a ser el siglo de la biología, si se consideraba dentro de
ella a la especialidad de la neurociencia cuyo auge comenzaba a imponerse sobre
cualquiera de las teorías psicológicas al uso. Como así ha sido, por cierto.
Pero, naturalmente, no todo ha sido un paseo triunfal, como en relación a la teoría
del conocimiento lo demuestran los hechos desde Plotino y San Agustín con la
teoría del iluminismo, de modo que siete años después de la publicación del libro
de Fodor sobre la modularidad de la mente y ante la euforia, por una parte y el temor
de que lo que pudiera llegar a representar la inteligencia artificial, el mismo Yerry
Fodor salió al paso, con un breve opúsculo, contra quienes pensaban haber resuelto
el enigma del funcionamiento de la inteligencia, entren ellos, contra un investigador
del prestigio de Steve Pinker. El título de este nuevo libro de Fodor fue: La
inteligencia no funciona así. Confiesa ahí, al tiempo que se dedica a desmontar la
teoría de Pinker de cómo funciona la mente, las limitaciones de la teoría modular
considerando a los hallazgos de las investigaciones solo como verosímiles. Ha
habido avances –asegura– pero estos no pasan de ser relativos. Engreírse por ello
es arriesgado. Eso irrita a los poderes establecidos y ya se sabe que estos se gastan
malas pulgas. “En realidad lo que nuestra ciencia cognitiva ha conseguido hasta el
momento es permitir ver algo de luz en la gran oscuridad reinante. De momento, lo
que nuestra ciencia cognitiva ha descubierto sobre la mente, ante todo, es que no
sabemos cómo funciona” Es decir, no sabemos cómo funciona de manera modular,
pero tampoco sabemos como funciona de otra forma que no sea modular.
Definiendo por lo que no es.
Pues bien, mi rechazo a la tesis, presentada por el hombre que está sentado a mi
lado, se debió al hecho de que él daba como absoluto algo que no era más que
relativo en la teoría de Fodor, según acabo de anotar.
Lo que me llamó la atención entonces es que aquel profesor estuviera al tanto de
los trabajos de Fodor, aunque personalmente no estuviera yo de acuerdo con la
interpretación que hacía de sus hallazgos. Este era un punto a su favor, de manera
que me pareció bien que los otros dos miembros del jurado lo compensaran,
permitieran el acceso a la ansiada categoría de titular, entonces tan valorada en la
UCV. Es lo que le he manifestado, en resumidas cuentas.
Cuando le pregunté a que se dedicaba aquí en el exilio, me dijo, no sin cierta
pesadumbre, que trabajaba a destajo en una agencia que tramitaba licencias de
conducir pasando pruebas psicológicas a los aspirantes.
—Esto, mientras el gobierno venezolano siga reteniendo las pensiones de quienes
nos jubilamos, algo inconcebible en cualquier sociedad civilizada.
Su dedicación era la inteligencia artificial, algo para lo que se había preparado
concienzudamente.
En el fondo, pensé, cuando nos despedimos, que se trataba de un compatriota más
que responde a la imagen de tantos profesionales venezolanos de altísima
preparación que debieron emigrar y que no forman parte en modo alguno, por cierto,
de esa otra especie de nuevos rusos blancos que, como en otro tiempo, sucedió
con muchos de los nobles que no se adhirieron a la revolución rusa, se vieron
obligados a cambiar de país, pero no de estatus. Ni siquiera de marca de whisky.
Introducción

más “La mente y el resto de la naturaleza” obra del propio Chomsky-, consta de dos
partes bien definidas, la primera dedicada a la facultad del lenguaje (prologada por
Natalia Catalá) y la segunda a la naturaleza de la mente (con introducción de José
A. Díez Calzada). Tanto en la primera parte como en la segunda se discuten, como
era de esperar, aspectos de la teoría chomskiana del lenguaje y las relaciones que
existen entre éste y la conformación de la mente.
E- grafia

http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/sobre-lenguaje-
mente_216368
http://www.elcultural.com/revista/letras/El-lenguaje-y-la-mente-humana/4894
Escuela Oficial
ENEF Jalapa

Nombre:
Edwin Ariel Rossi

Materia:
Filosofía

Catedrático:
Jorge Cabrera

Grado “a”

Sección: “B”

2018

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