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Reseña Introducción a la Sociología

Introducción a la Sociología; Pasatiempo individual


Introducción a la Sociología,
Peter L. Berger,
NORIEGA EDITORS,
México, 1999
Elena Sofía Valencia Mora

El autor comienza en su prólogo planteando de antemano que este libro no será

uno más de los extensos y gruesos libros sociológicos, sino que es un libro que se

hizo con la aspiración de ser leído y no estudiado. No contiene un léxico

especializado ni ningún tipo de terminología pesada. Más bien, pasaría a ser como

una invitación a un mundo intelectual que Berger considera excitante y significativo.

Berger inicia su primer capítulo exponiendo la sociología como una ciencia no muy

popular dentro de la sociedad. Cosa que él considera injusto e instructivo a la vez

porque esto coloca en evidencia la poca claridad que las personas tienen ante el

objetivo y el ejercicio de esta ciencia. Y es precisamente por esto, que, a lo largo

del texto, el autor va a presentar una imagen más amplia de lo que es la sociología

y va a intentar despojar aquella idea de que los sociólogos son los que “trabajan con

la gente”. Porque si así fuera, existen cantidad de profesiones que de hecho trabajan

con la gente y la sociología se vería confundida dentro de estas.


También plantea que esta sencilla y corta frase de “trabajar con la gente” deja

mucho que desear para el verdadero papel de un sociólogo. Por esto, antes de

comenzar con las distintas imágenes de la sociología, el autor considero pertinente

hacer una distinción entre el trabajo social y la sociología. Denomino al trabajo social

como una práctica positiva de la sociedad y a la Sociología como un intento de

comprender.

Berger para explicar la actividad sociológica presenta la primera imagen, tomando

un aporte de Max Weber que dice que la sociología esta “extinta de valores”. Lo

cual de entrada no nos puede hacer creer que el sociólogo carece de estos. Pero,

en el ejercicio de la profesión es conveniente colocarles ciertos límites para poder

tener integridad científica, que en ultimas le va a permitir al sociólogo comprender y

controlar esas tendencias emotivas como las predisposiciones que deben ser

eliminadas.

Una segunda imagen que aproxima el autor, es ver al sociólogo como un espía cuya

labor es informar tan correctamente como sea posible acerca de un medio social

determinado.

Y la tercera, es concebir al sociólogo como un reformador social. Esta mirada tiene

trasfondo histórico, más precisamente, en el siglo XIX cuando se pensaba que la

sociología era la doctrina del progreso y la maestra de las ciencias. Es decir, que,

en ese entonces, el sociólogo era el árbitro de las ramas del saber para el bienestar

del ser humano.


Berger se acerca a dar unas imágenes más resientes y las atribuye a los desarrollos

que ha tenido esta disciplina a lo largo del tiempo.

La primera de estas imágenes es la del Sociólogo como un recolector de

estadísticas acerca de la conducta humana. Imagen que ha sido fortalecida gracias

a las actividades de organismos interesados en la opinión publica y en las

tendencias del mercado, y que los métodos que se emplean en la tarea de los

encuestadores muestran gran parecido con la investigación sociológica. Aun así, es

pertinente aclarar que un informe estadístico no indica un estudio sociológico, pero

si es la materia prima con la que se pueden obtener estos estudios.

Otra mirada del Sociólogo bastante común en la actualidad es la que concibe a este

como un hombre interesado en el desarrollo de la metodología científica que puede

imponer después a los fenómenos humanos. Y es por esta percepción que los

humanistas llaman a la sociología una barbarie en forma de critica que se sostiene

con argumentos “Ad hominem”, como, por ejemplo: la extraña jerga que usan

muchos Sociólogos en sus estudios.

Finalmente, el autor da paso a la última imagen que concibe al sociólogo como un

observador destacado y sardónico y un frio manipulador de hombres. Señala que

esta última imagen, si logrará prevalecer en la sociedad, no sería más que un triunfo

irónico para los sociólogos para ser considerados como científicos genuinos.
Berger se pregunta entonces, luego de revisar todas esas miradas a sociología:

¿Cómo debemos mirar al Sociólogo?. Y para esto crea, lo que los sociólogos

llaman, un “tipo ideal”. Que en este caso va a corresponder a la concepción que

tienen de sí mismos.

Al sociólogo lo describe, entonces, como una persona que se interesa por

comprender la sociedad de manera disciplinada bajo marcos científicos. Es decir,

que sus operaciones se encuentran limitadas por ciertas reglas científicas,

objetividad y sin preferencias o prejuicios personales.

Luego, a modo de invitación a aquellos que quieran unirse al juego de la sociología,

el autor se sumerge más en esta definición. Y de manera apasionante describe al

sociólogo como una persona que se interesa, incesante y descaradamente por las

acciones de los hombres. Una persona que se sentirá fascinado por lo trivial y lo

cotidiano, se sentirá apasionado por los acontecimientos que involucran las

creencias fundamentales de los hombres, en momentos de tragedia, éxtasis y

grandeza. Dentro de su ejercicio, el sociólogo, se moverá dentro de diversos

mundos de la sociedad sin enfrentar frontera alguna.

La fascinación de la sociología radica en que su perspectiva nos hace contemplar

desde un plano distinto el mismo mundo en el que vivimos, lo que constituye una

trasformación de conciencia y realidad.


El autor a modo de conclusión, plantea que la sociología se acerca más a la idea de

un demonio que se apodera de nosotros y nos empuja constantemente a las que

preguntas que considera propias.

Posición algo contraria a la de Auguste Comte, uno de los pensadores que dio vida

a la sociología como una nueva ciencia. Cuyo objetivo es descubrir ciertas leyes

para la sociedad, del mismo modo que habían descubierto las leyes naturales.

Comte y Herbert Spencer coinciden en ciertas ideas en cuanto a lo que comprende

la sociología. Y ambos tienden a entender esta ciencia como “el estudio de la

evolución en su forma más compleja”. Mientras que Berger, me atrevería a decir,

tiene una mirada más eufórica y vivaz de la Sociología y su profesión dentro de las

sociedades.

En esta obra, también, podemos encontrar algunos aportes de Marx a la sociología.

Cuando el autor hace referencia a la confusión que surge con los métodos

estadísticos; está haciendo alusión a uno de los aportes de Marx, que, sin ser

sociólogo, desarrollo la corriente estadística empírica que posteriormente se

introdujo al aprendizaje de la sociología.

En conclusión, Berger plantea una propuesta que personalmente considero

interesante. Le permite al lector adoptar una imagen excitante e interesante de la

sociología y su ejercicio en sociedad. Sin duda es un texto que cambia la

perspectiva apresurada y simple, que se tiene por lo general de esta ciencia, por
una perspectiva que nos permite entenderla como una ciencia sin barreras ni

fronteras para sumergirse en los diversos mundos de la sociedad.

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